EL Rincón de Yanka: EXPERTOS

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jueves, 10 de marzo de 2022

"MÉDICOS TELEVISIVOS" por JUAN MANUEL DE PRADA 👥💩

Médicos televisivos

Algún día (pero antes tendrá que pasar mucho tiempo) habrá que enjuiciar con ecuanimidad determinadas conductas inexplicables de nuestro gremio médico. Han sido, desde luego, admirables los actos heroicos que muchos médicos realizaron durante los meses más feroces de la plaga; pero también hubo actos miserables de otros médicos que se conformaron con aplicar ‘protocolos’ que abandonaban a su suerte a los enfermos. Y no dejará nunca de sorprendernos que, en los meses más crudos de la plaga, nuestro ‘personal sanitario’ no se uniera para denunciar la criminal actitud de quienes los obligaban a desempeñar su trabajo sin protección, mientras exhortaban a las masas cretinizadas a prorrumpir en aplausitos desde los balcones. También algún día tendrá que hablarse seriamente de las diversas regalías que muchos médicos (y las sociedades que los apacientan) reciben de la industria farmacéutica, a cambio de convertirse en sus heraldos. Y tendrá que hablarse, desde luego, del ‘silencio de los corderos’ (con sus ribetes de omertá) al que muchos médicos han resuelto acogerse, ante la misteriosa proliferación de determinadas afecciones durante los últimos meses.
Al pontificar sobre las ‘vacunas’, esos médicos simulan tener un juicio propio sobre cuestiones de las que apenas tienen conocimiento
Pero hoy quisiéramos referirnos a otro asunto –si se quiere más anecdótico, pero en modo alguno menos importante– que algún día tendrá que ser muy severamente juzgado. Me refiero a los médicos que, desde que estallase la plaga, aparecen en la televisión y en otros medios de cretinización de masas, pontificando sobre el coronavirus y sus variantes, y exhortando a la población a inocularse las veces que haga falta. No entraremos a discutir los méritos de estos médicos televisivos; por lo general son mindundis con labia y fotogenia, pero valdría lo mismo si estuviese demostrado que son eminencias en su ramo. La cruda verdad es que estos médicos televisivos no saben apenas nada sobre el comportamiento de los virus, mucho menos sobre un virus de aparición reciente que aún no ha sido estudiado a fondo; y, por supuesto, tampoco saben nada sobre la composición y los efectos de las terapias génicas experimentales (vulgo ‘vacunas’) que alegremente recomiendan. Al hacer esta afirmación, no trato en modo alguno de desacreditarlos. Para que se entienda lo que afirmo, diré –modestamente– que soy una persona que tiene unos conocimientos profusos de literatura, tanto clásica como moderna; pues he leído y meditado con aprovechamiento a los clásicos, he frecuentado a los maestros modernos y he picoteado aquí y allá del alud de novedades que cada semana inunda las librerías. Pero si mañana le diesen el premio del dinamitero a un paquistaní y me escuchasen pontificando sobre la literatura de esos andurriales pueden estar seguros de que mis exhibiciones eruditas serían una completa impostura. Y lo mismo que me ocurre a mí con la literatura paquistaní les ocurre a los médicos con las mutaciones del coronavirus y las terapias que se están inoculando.

Los médicos no estudian apenas virología en su carrera, ni falta que les hace (pues un médico no es, en contra de lo que se pretende hacer creer a las masas cretinizadas, un científico, sino un técnico). Así que cuando pontifican sobre el coronavirus y sobre las ‘vacunas’, esos médicos televisivos están perpetrando una pantomima. Están simulando tener un juicio propio formado sobre cuestiones de las que apenas tienen conocimiento; cuestiones sobre las que se ‘informan’ en la prensa y en los telediarios, asumiendo (con típica actitud tragacionista) que la ‘información’ que se dispensa a través de estos canales es verídica. Estos médicos televisivos son, en fin, unos impostores redomados que ‘forman’ su ‘opinión’ a través de las mismas fuentes que cualquier persona corriente; y que desarrollan su labor médica (si es que su omnipresencia en los platós les permite todavía desarrollarla con probidad) aplicando maquinalmente unos ‘protocolos’ dictados ‘desde arriba’ y aprobados por las autoridades sanitarias, a su vez inspiradas en el llamado ‘consenso científico’ internacional; que es como finamente se designa a los dictados de la industria farmacéutica.

Ciertamente, aún quedan médicos (aunque cada vez sean menos, y además estén mal vistos por sus propios colegas) que, en el desempeño de su benemérita labor, se siguen guiando (¡cuando les dejan!) por el ‘ojo clínico’ y no por estos ‘protocolos’ establecidos desde arriba. Pero estos escasos médicos con ‘ojo clínico’ son precisamente los únicos que no son empleados por los medios de cretinización de masas para divulgar el ‘consenso científico’ internacional. Pues para desempeñar esta labor indigna se requieren fantoches con ansias de lucimiento y notoriedad.

DR. CARBALLO, EXPERTO EN TODO

UN MENSAJE DEL PUEBLO PARA LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN TERRORISTAS

PLANDEMIA - CAMPAÑA CONTRA LOS NO VACUNADOS

Rescatamos esta recopilación como dedicatoria a todos los hijos de satanás que en el día de hoy han alzado la voz contra “la cultura del odio y las cacerías inhumanas”.
Con el pasar del tiempo, vuestro terrorismo informativo está quedando todavía más en evidencia.

VER+:



domingo, 10 de octubre de 2021

"EL PAPA Y LOS OBISPOS SE HAN CONVERTIDO EN EXPERTOS EN SALUD EN LUGAR DE SER TESTIGOS DE LA FE" 🔆💉🔆


Obispo suizo: 
“El Papa y los obispos se han convertido en expertos 
en salud en lugar de ser testigos de la fe”


El obispo auxiliar emérito de Coria, Marian Eleganti, critica para LifeSiteNews la obsesión sanitaria que parece haberse extendido en la jerarquía de la Iglesia con motivo de la pandemia de covid.

Ante el anuncio de que el Vaticano exigirá el llamado ‘pase verde’ para entrar en su recinto, centro de la cristiandad católica, y la amenaza de la vacunación obligatoria en muchos países del mundo, el obispo emérito de Coira, en Suiza, Marian Eleganti, ha recordado que la decisión de vacunarse o no es un juicio prudencial, por una parte, y, por otra, una cuestión ética: en el desarrollo de las vacunas se han empleado líneas celulares de abortos provocados. Y el único modo de forzar a una empresa a que no emplee modos inmorales de producción es negándose a usar su producto.

Afortunadamente, señala Eleganti, las declaraciones de los jerarcas de la Iglesia a la prensa en este sentido no son magisterio infalible. Al final, y aunque la conciencia deba formarse sobre la base de la doctrina de la Iglesia, tiene que tomar las decisiones en soledad ante Dios, como recordaba el cardenal Newman, recientemente canonizado.

Los razonamientos de los que parten los prelados para lanzar sus recomendaciones en este asunto depende de la información pública que se dé de ella, y Eleganti encuentra razones para dudar que se esté dando un relato preciso y fiable de la situación. Ya solo eso debería imponer la cautela entre los prelados. Consta que las narrativas de colapso sanitario y de exceso de mortalidad fueron, a menudo, exageradas hasta lo inmoral, cuando no pura invención. Las medidas adoptadas por los gobiernos, como los cierres de locales públicos o los confinamientos, han hecho más mal que bien, sin que hayan reducido la incidencia de la enfermedad de forma perceptible, como puede comprobarse comparando con países donde no se han impuesto.

En cambio, denuncia el obispo, han destruido el modo de ganarse la vida de millones, arrasado economías y consumido cantidades ingentes de gasto público, llegando finalmente al enfrentamiento de la sociedad en dos bandos que a menudo se aprecia dentro de las familias. “¿Quién se responsabiliza de eso?”, se pregunta.

Eleganti insiste en que existen tratamientos eficaces y seguros que han probado su capacidad de curar los casos más insidiosos, mientras que los más habituales no han superado los de una gripe común.
“El Estado ha vulnerado masivamente los derechos de los ciudadanos y la Iglesia no se ha alzado contra esos abusos”, dice Eleganti. “Ha estado más obsesionada por la salud de los fieles que por su salvación, una situación sin precedentes en la Historia de la Iglesia. La Plaza de San Pedro vacía con un Papa solitario ha sido una muestra de ello”.

GRACIAS A TODOS LOS GRUPOS RELIGIOSOS POR PONER 
SU FE EN MÍ Y EN MIS EXPERIMENTOS GENÉTICOS

Damián Galerón: NIMROD
Un vídeo rabiosamente de actualidad; que aborda, entre otros acontecimientos actuales, el viaje de Bergoglio a Irak, a través del cual el historiador establece un paralelismo histórico que anuncia la llegada del anticristo. El título: "Nimrod"; el primer dictador del mundo, predecesor del que está por aparecer.

***

IMPACTANTE VÍDEO QUE DEBERÍAN VER LOS SACERDOTES PARA DESPERTAR DE UNA VEZ

Muy recomendable que este vídeo sea compartido especialmente con los sacerdotes. En él vemos primeramente a un sacerdote reconociendo que actuaron mal, muy mal, y pide perdón a la gente, a los fieles, pero sobre todo, a Jesús Eucaristía. Ojalá que ese examen de conciencia sea fructífero en él y en muchos más sacerdotes.
La segunda parte del vídeo es CONMOVEDORA, porque son escenas de la película Romero, y vemos lo que sí ha de hacer un buen pastor, DAR LA VIDA POR SUS OVEJAS, amando más a Dios que a su propia vida.

Termina una pandemia 
que ha devastado la práctica religiosa


Son tantos los factores que explican o tratan de explicar la abrumadora crisis de la práctica religiosa en Occidente en los últimos años, una notable aceleración de un proceso iniciado ya saben ustedes cuándo, que parece ocioso singularizar uno. Sin embargo, no cabe duda de que la actitud de la jerarquía durante la pandemia es uno de los más notables.

La Organización Mundial de la Salud ha decretado que la peste de coronavirus, que ha cambiado el mundo para siempre, ha terminado. Y aunque no creemos que las enfermedades acaten los decretos humanos, nos parece un buen momento para recordar el daño que la cobardía y falta de visión sobrenatural de nuestros pastores hicieron a la práctica religiosa y, probablemente, a la fe de cientos de miles de fieles.

Obispos, conferencias episcopales y la propia Roma se dieron una prisa indecente en interrumpir el culto público totalmente durante meses. Se adelantaron, incluso, en muchas partes -España, por ejemplo- al propio poder político -al que ni soñaron en desafiar en defensa de los fieles-, y en la propia Roma el Papa ordenó a su vicario cerrar físicamente las iglesias en una iniciativa de la que tuvo en seguida que desdecirse ante la indignación generalizada.

De repente, todos aceptaron sin un murmullo de protesta -y sí, en algunos casos, de alivio- que la Misa no era, no es, un “servicio esencial”. Animaron a los fieles a seguir la celebración por la televisión o por Internet, y suspendieron la obligación de asistir a Misa o incluso a seguirla online con la mayor tranquilidad. Soportaron en silencio que abrieran muchos otros servicios, mientras los fieles se veían imposibilitados de acceder a los sacramentos. Se negaban confesiones, viáticos, unciones de enfermos, comuniones. Tampoco alzaron mucho la voz cuando la policía interrumpía el Santísimo Sacrificio, en algún caso el de todo un obispo en su catedral.

Cuando abrieron, impusieron medidas propias de la Peste Negra, como si la gente se estuviera muriendo por las calles: aforos, distancia de seguridad, hidrogel a granel entrando en el ritual y sustituyendo al agua bendita (que no ha regresado a todos los templos), mascarillas…

Por caridad, se decía. Lo que nadie se molestó en investigar si todo aquello servía realmente para algo, y ahora que vemos que Suecia, el país disidente que se negó a someterse a todo esta histeria sanitaria, es la nación de Europa con menor exceso de mortalidad, las razones para dudar son abrumadoras.

No, muchos fieles no vieron tanto ‘caridad’ como miedo y mundanidad. Les ha llamado la atención que el alto clero le diera súbitamente tan escasa importancia a los canales habituales de la gracia. También sorprendía que, en un momento en que incluso cardenales como Hollerich o McElroy -ambos elevados por Francisco- pueden cuestionar públicamente la doctrina perenne de la Iglesia sobre cuestiones incuesionadas como la actividad homosexual, lo que emanaba de la corrupta OMS y de las ideologizadas autoridades políticas se aceptase como verdades incuestionables.

Como la presunta vacuna, ese ‘acto de amor’ al que se nos empujaba desde los más altos púlpitos. Porque no era por ti, era por los demás, para no contagiar. No importa que el contagio llevase en la abrumadora mayoría de los casos a algo no peor que una gripe, o que a poco hubiera que reconocerse públicamente que el producto no paraba la transmisión y nunca se pretendió que lo hiciera. Extraño amor.

Pero dicen que la victoria tiene siempre muchos padres mientras que la derrota es huérfana. O, si se prefiere, que cuando los resultados de nuestras prédicas no son los esperados, todo el mundo pretende que nunca se ha dicho lo que se dijo.

Ahora la CEI, nos cuenta el autor del blog Secretum Meum Mihi, la Conferencia Episcopal Italiana quiere que se interrumpan los servicios de Misas en streaming. Dicen:

“Acogiendo la comunicación de la OMS, señalamos que todas las actividades eclesiales, litúrgicas y devociones piadosas pueden volver a ser vividas en las modalidades habituales precedentes a la emergencia sanitaria.

Sin perjuicio de la posibilidad de que los obispos diocesanos dispongan o sugieran algunas normas prudenciales como la higienización de manos antes de la distribución la Comunión o el uso de mascarilla para visitas a enfermos frágiles, ancianos o inmunodeficientes.

También creemos oportuno que las celebraciones retransmitidas vía streaming cesen, o al menos sean disminuidas en su número. Las actividades en los establecimientos sanitarios, sociosanitarias y de asistencia social seguirán las normas propias de los lugares en los que se desarrollen”.

Y es que online no se puede pasar el cepillo.

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En base a esta noticia de INFOVATICANA, conviene matizar algunos detalles. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los obispos son masones, pertenecientes a una de la numerosas logias de las sociedades secretas, siendo una de ellas y, por cierto, muy poderosa, es la masonería eclesiástica, cuyo centro está en el Vaticano. 

Todas estas sociedades secretas son de inspiracion satánica, la cual, está ampliamente extendida en todos los niveles y rangos jerárquicos dentro de la Iglesia Católica. Teniendo en cuenta esta noticia, se puede comprender porqué razón la gran mayoría de los obispos en todo el mundo se precipitaron ordenando el cierre de las iglesias. Es cierto que la orden fue dada personalmente por Francisco, pero ese cierre de todas las iglesias, ordenado por los propios obispos, se adelantó incluso a las normas sanitarias previstas por los gobiernos. 

Eso quiere decir que, en el fondo, el cierre arbitrario de las iglesias por parte de los obispos durante la falsa pandemia, tenía el objetivo de apagar, de eliminar la fe en la mayoría de los fieles. Lo que estamos viviendo es el resultado de esa política suicida de la mayoría de la jerarquía actual de la Iglesia, carentes de fe y de carisma y vocación. (Damián Galerón)

BERGOGLIO, SACERDOTES Y OBISPOS COVIDIANOS 
DEBEN RESPONDER A DIOS

VACUNARSE VENENO ES UN ACTO CRIMINAL

VER+:












Nosotros los católicos lo que esperamos de nuestros pastores es que nos faciliten y defiendan el derecho que como fieles tenemos a practicar el culto y a recibir los sacramentos.

Los Centros de Espiritualidad Ignaciana mantendrán el distanciamiento social y de protección higiénico-sanitaria


viernes, 10 de enero de 2020

TODO LO HACES MAL, ASÍ QUE ARREPIÉNTETE DE TUS PECADOS Y SÉ POLÍTICAMENTE CORRECTO 😖

Todo lo haces mal, 
así que arrepiéntete de tus pecados
😖
"Todo está perdido cuando los malos 
sirven de EJEMPLO y los buenos de mofa". 
Demócrito


En nuestro tiempo, la banalización del mal ha evolucionado, se ha vuelto más insidiosa y retorcida. Ya no se presenta de manera descarnada, vociferante e histriónica, mediante la imagen de un rostro adulto coronado por un lacio flequillo y rematado por un bigote recortado y menudo. Puede fluir a través del razonable discurso de un tecnócrata asesorado por mil y un expertos, o adoptar la forma de un fenómeno Pop como el de Greta Thunberg, una preadolescente frágil y atormentada. Puede también adoptar la forma de una Naturaleza divinizada, con alma y sentimiento, antropomórfica. O diluirse en un bondadoso mensaje que denuncie la injusticia secular y universal, la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre, o mejor, de la mujer por el hombre. 

La banalización del mal adopta formas benignas, piadosas, incluso desamparadas para apoderarse de nuestras emociones y manipularnos. Puede también adoptar la forma de una Naturaleza divinizada, con alma y sentimiento, antropomórfica. O diluirse en un bondadoso mensaje que denuncie la injusticia secular y universal, la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre, o mejor, de la mujer por el hombre. La banalización del mal adopta formas benignas, piadosas, incluso desamparadas para apoderarse de nuestras emociones y manipularnos. Así, desde el poder se promulga una selva de leyes, se intenta teledirigir el comportamiento del buen ciudadano basándose en criterios técnicos o supuestamente científicos que, curiosamente, expresan siempre el mismo sesgo. Sin embargo, se sabe desde hace al menos dos siglos que es el poder del Estado el que debe ser contenido y controlado por el ciudadano, por las leyes. No al revés. 


En nuestro tiempo, la banalización del mal ha evolucionado, se ha vuelto más insidiosa y retorcida. Ya no se presenta de manera descarnada, vociferante e histriónica, mediante la imagen de un rostro adulto coronado por un lacio flequillo y rematado por un bigote recortado y menudo. Puede fluir a través del razonable discurso de un tecnócrata asesorado por mil y un expertos, o adoptar la forma de un fenómeno Pop como el de Greta Thunberg, una preadolescente frágil y atormentada. Puede también adoptar la forma de una Naturaleza divinizada, con alma y sentimiento, antropomórfica. O diluirse en un bondadoso mensaje que denuncie la injusticia secular y universal, la desigualdad y la explotación del hombre por el hombre, o mejor, de la mujer por el hombre. 









Todo lo haces mal, así que arrepiéntete de tus pecados


Los españoles lo hacemos todo mal según "Lo País" (recopilación de noticias)


martes, 30 de julio de 2019

👉 QUÍTAME LOS SOBERBIOS EXPERTOS Y TRÁEME LAS HUMILDES EMINENCIAS




Quítame los soberbios expertos 
y tráeme las humildes eminencias

"Todo aprendizaje es un acto de humildad. 
El soberbio no puede ni aprender, 
ni perfeccionarse ni rectificarse". 

"No hay nada peor que un experto 
para evitar el progreso en un campo. 
Un experto es aquel que sabe más y más 
sobre menos y menos hasta que sabe 
absolutamente todo acerca de nada"

"Yo sé que tú sabes que yo ya sé que tú no sabes"

"La ciencia mas peligrosa es aquella 
que está restringida al dominio de los expertos". 
Richard Bach

“Un experto es alguien que te explica 
algo sencillo de forma confusa de tal manera 
que te hace pensar que la confusión sea culpa tuya”. Willaim Castle

Fernando Lázaro Carreter contaba en su excelso “El dardo en la palabra” que el portero de su casa le saludaba todos los días dirigiéndose a él como “D. Lázaro”. Aquel genio de la lengua utilizaba este ejemplo para ilustrar que al nombre de pila lo debe anteceder “Don”, mientras al apellido “Señor”, es decir, debería ser: D. Fernando o Sr. Lázaro.
Mi abuelo siempre me dijo que autocalificarse como “Don” era de soberbios y que tal reconocimiento, que no es más que una muestra de respeto, debía ser otorgada por los demás.
Desde que nuestra vida es un muestrario en el escaparate de las redes sociales, hemos optado por lucir las mejores galas y llenar nuestra tarjeta de presentación de áreas de conocimiento en las que somos expertos.

Una búsqueda rápida en LinkedIn, trasunto del Zócalo mexicano donde los profesionales publicitan sus destrezas más sobresalientes, da con casi medio millón de personas que incluyen en su presentación la palabra “experto”, así, en castellano. El catálogo es inmenso: experto en coaching, en comunicación, en seguros, en formación, en procedimientos tributarios, en eficiencias de infraestructura de red, etc. Son miles de personas que a la vez que elegían la foto con su lado bueno, optaban también, como hacía el bajito de Bogart cuando se fotografiaba junto a la espigada Bergman, por subirse al cajón de ser expertos y ganar unos centímetros.

En su sentido más popular un experto es aquel que tiene un conocimiento superior a la media en un área concreta. Cuando tenemos un problema con el coche llamamos a Paco porque es un experto en mecánica. Esther es una experta en restaurantes y nos puede recomendar dónde cenar. Laura es la experta en bolsa y nos dirá dónde invertir. Reconocemos en ellos un conocimiento del que nosotros carecemos y los buscamos para que nos ayuden. Son nuestros expertos.

En 1980 la gente ‘normal’, abogaba por la caída del Estado Soviético mientras que los ‘expertos’, capitaneados por el Director General de la CIA, Robert Gates, lo negaban. el 23 de agosto de 1989 Hungría abrió su frontera a los ciudadanos de la RDA. Todo lo que siguió fue un juego de fichas de dominó.

"No puede haber sabiduria sin humildad". 
Socrates 

"Hay tres caminos a la sabiduria: el primero es la humildad, el segundo es la humildad 
y el tercero es la humildad". 
San Agustin

¿Quién hace experto al experto? En España existen diplomas universitarios, con menos enjundia que el máster, que ofrecen el título de experto en un área muy concreta a aquellos que ya cuentan con la titulación adecuada. Es decir, un ingeniero ya titulado puede acceder a ser experto en ingeniería ferroviaria y obtener así un diploma que le facilite optar a cierto trabajo.

Pero no pretendo traer aquí a los especialistas con títulos que lo avalan, traigo a aquellos que lustran su perfil profesional con la autodenominación de expertos, sin ninguna evidencia probatoria.

Anteponerse el título de experto es sencillo y no conculca ninguna norma. Otra cosa es denominarse psicoterapeuta cuando no se dispone del título adecuado, lo que entraría en la categoría de intrusismo. Pero ¿experto en salud emocional? Sin mayor problema.

El controvertido Richard Dawkins en su libro “El gen egoísta” ilustra lo fácil que es llegar a considerarse experto. Dice lo siguiente: “Si metes a un número suficientemente grande de personas en una habitación y los pones a tirar monedas al aire, tarde o temprano alguien sacará diez caras seguidas. Si a posteriori le preguntas, no te dirá que tuvo suerte, sino que es un experto en tirar monedas”.

En la Edad Media se institucionalizaron los gremios. Estas agrupaciones de artesanos crearon un sistema de tres niveles: aprendiz, oficial y maestro, que ponía en valor de manera gradual el conocimiento adquirido. Eran los expertos alfareros, herreros, caldereros o joyeros, entre otros.

Siglos después, el psicólogo norteamericano Malcom Gladwell establecía que son necesarias 10.000 horas de práctica para ser un experto en algo. Por ejemplo, el niño que comienza a tocar el violín con 8 años tendrá que aplicarse 10.000 horas para poder ser un virtuoso de ese instrumento de cuerda. Según Gladwell, esto es aplicable a cualquier disciplina: artística, científica, cultural, etc.

Por su parte Peter Thiel, uno de esos genios de Silicon Valley con muchos ceros en su cuenta corriente, dice en su libro “Zero to one” que es necesario dedicar toda la vida a un mismo objetivo, sin desenfocar la atención. Solo así se alcanza la suficiente destreza para triunfar.

Este argumento clásico está hoy muy en entredicho. Cada vez se considera a la sobrespecialización menos ventajosa a la hora de desarrollar una carrera profesional. No parece claro que un especialista sea mejor a la hora de anticipar problemas.

En mi libro “Actitud Digital” cuento la siguiente anécdota que ocurre en los estertores de la Unión Soviética: “En 1980 el politólogo Phillipe Tetlock consideró la posible disolución de la URSS 10 años antes de que ocurriera. Durante un tiempo comenzó a hacer encuestas a dos tipos de personas: expertos en geopolítica y gente de la calle normal (fontaneros, administrativos, amas de casa, …). Lo paradójico del resultado es que la gente normal, abogaba por la caída del Estado Soviético mientras que los expertos, capitaneados por el Director General de la CIA, Robert Gates, lo negaban”.

Le recuerdo al lector que el 23 de agosto de 1989 Hungría abrió su frontera a los ciudadanos de la RDA. Todo lo que siguió fue un juego de fichas de dominó.

Tetlock de la Universidad de Pensilvania reúne esa y otras anécdotas similares en su libro “Expert political judgement: How good is it? How can we know?”. El autor deja constancia de que los analistas políticos que tanto deambulan por televisión fallan en sus predicciones con más asiduidad que la gente solo informada.

Con el fin de añadir más evidencia a la baja fiabilidad que aportan los expertos en sus predicciones, la investigadora china Wai Fong Boh encuentra que los mejores ingenieros inventores no son ni los expertos ni los generalistas, son los polímatas, aquellos con conocimientos en múltiples disciplinas. Boh propone volver a los grandes genios, a Leonardo, a Newton, a Arquímedes o a Copérnico. Aquellos con un saber diverso a la vez que interconectado que tanto hicieron por el progreso y la ciencia.

Si seguimos las enseñanzas de otra investigadora, la holandesa Beatrice Van der Heijden, deberíamos aspirar a ser competentes en diversas áreas del saber, pero siempre después de ser expertos en una de ellas. Van der Heijden afirma que después de aplicarnos las 10.000 horas que nos otorgan maestría en una actividad, tenemos por delante muchas más, 75.000, promedio de horas de trabajo en una vida laboral, para conocer otras disciplinas. Concluye su postulado aportando un término tan elocuente como simple: Flexperts. Expertos sí, pero con un foco amplio en diferentes intereses.

Parece que la llegada de la era digital ha puesto en solfa la utilidad de los expertos y ha incorporado el concepto de trabajador híbrido o, eufemísticamente, también llamado navaja suiza. Este nuevo concepto aboga por trabajadores con un conocimiento amplio en diferentes disciplinas. No se trata de ser un experto en algo específico, sino de tener una visión amplia de diferentes funciones y, en su integración, alcanzar un nivel de eficiencia superior.

Timothy O’Reilly dice en su libro “La economía WTF” que debemos centrarnos en los problemas y no en las soluciones. Que debemos alcanzar un amplio conocimiento de lo que está ocurriendo. Mejor ser experto en cambio climático que en combustibles sólidos. Todo esto en línea con el informe de la Fundación Telefónica que afirma que los jóvenes de hoy tendrán de media ocho empleos en su vida laboral, todos ellos con funciones muy diferentes.

Otra manera de constatar la caída en desgracia de los expertos pasa por analizar qué hicieron aquellos que han alcanzado metas profesionales destacables. Guy Berger, técnico de la red social LinkedIn, lo ha hecho y tras analizar a cerca de medio millón de triunfadores ha concluido que cuanto más variada es la experiencia en términos de funciones, no de sectores, mayor es el éxito profesional.
Pocas palabras se han desvirtuado tanto en los últimos años como experto (yo añadiría coaching. Pero ese sería otro artículo). Se trata de un término gratuito, al alcance de la mano de cualquiera, que fija, limpia y da esplendor a quien se lo cuelga sin pasar por caja. Ser experto hoy es un huevo huero, blanco por fuera, vacío por dentro.
Ya lo sabe, si usted quiere ser un experto, no desatienda otras zonas del saber complementarias. Por el contrario, si usted necesita un experto, pregunte mejor por una eminencia, se evitará sobresaltos y decepciones.

VER+:



martes, 27 de octubre de 2015

EXPERTOS CATADORES DE VINO NO DEGUSTAN NI DIFERENCIAN UN VINO A GRANEL DE UNO DE CALIDAD

Un periodista cuela un vino de 1 € 
en una feria de expertos catadores, 
esto fue lo que pasó...


Redondo en boca, evolucionado, goloso, retrogusto a regaliz y cerezado...

Mikel López Iturriaga hizo pasar un vino a granel por un vino de gran calidad y lo ofreció, sin decir lo que era, en una feria a expertos entendidos del vino



Mikel López Iturriaga, conocido popularmente como 'El Comidista', realizó un peculiar experimento.

Iturriaga, hizo pasar un vino a granel, que según asegura tiene un precio de 1 euro, por un vino de gran calidad y lo ofreció, sin decir lo que era, en una feria a expertos entendidos del vino.

Casi nadie se percató del engaño. Es más, la mayoría alabaron las bondades de este vino, algunos llegaron a calificarlo de "vinazo". Al final Iturriaga revela el engaño y las caras de los entendidos son "un poema".

El lugar elegido para dar a probar el vino del Comidista fue 'La Renaissance des Apellations', una muestra celebrada en Barcelona donde se podían catar vinos naturales de bodegas de toda Europa.







jueves, 23 de enero de 2014

NO ES IDEOLOGÍA ECONÓMICA, ES ESTUPIDEZ


SOBRE ESTA ASOCIACIÓN 
NO ES ECONOMÍA, ES IDEOLOGÍA


NO ES IDEOLOGÍA ECONÓMICA, 

ES ESTUPIDEZ 

(Por Juan de Mercado)




"El Sentido Común es imprescindible 

para el Bien Común y particular". 

Yanka



Por JUAN DE MERCADO 

“Un economista es un hombre que domina 100 formas 
de hacer el amor pero que no conoce a ninguna mujer”. 
Art Buchwald

“El de la economía es el único campo en el que dos personas 
pueden obtener el premio Nobel por decir uno exactamente lo contrario del otro”.


En el mundo de la economía, del que provienen, existe una tendencia generalizada a creer que todo problema tiene una única solución técnica, y que por tanto los políticos deben hacer lo que los técnicos les dicen. Y así parecen presentarse a la tarea de reformar España: como el técnico que tiene una solución eficiente. Pero las cosas no son así: detrás de un modelo político o constitucional, un sistema educativo o un modelo sanitario, hay decisiones políticas, conflictos de intereses, elecciones entre principios contrapuestos etc. Los politólogos, más que corporativos, somos algo más humildes. Intentamos entender cómo funcionan las cosas, lo que requiere tanto una labor teórica (construir teorías) como empírica (recopilar datos). En el mundo académico se suele intentarseparar el “ser” del “deber ser” , es decir mantener en planos distintos el análisis de cómo funcionan las cosas del de cómo deberían funcionar, ya que en este último plano entran preferencias ideológicas, legítimas, sí, pero que distorsionan el análisis.


Hay una corriente de opinión que sostiene que las discrepancias entre economistas solo son el resultado de su división en campos ideológicos distintos. Es especialmente notoria, por ejemplo, en el debate sobre las causas de la crisis y las políticas económicas necesarias para salir de ella, donde se ha instalado una “policía de las ideas” que se siente capaz de detectar la conexión entre explicaciones y propuestas, por un lado, y posiciones ideológicas, por otro. Hay incluso una facción totalitaria de esa policía que, siguiendo una rancia tradición de abolengo hispánico, también presente en muchos otros ámbitos, identifica a aquellos economistas que, según ellos, han puesto sus conocimientos técnicos al servicio de los poderosos y de la industria financiera. Los miembros de la policía de las ideas y sus adláteres, por el contrario, creen estar, ellos sí, solo al servicio de los ciudadanos, independientemente de que sus puntos de vista sean acertados o erróneos.

En realidad, en el transcurso de los debates económicos se escuchan opiniones que, más allá de convicciones ideológicas confesadas o inconfesables, son manifiestamente erróneas. Aquí me limitaré a poner algunos ejemplos referidos a dos temas populares, pensiones y reforma laboral, que han aparecido de forma recurrente en este blog. Pero hay muchos más ejemplos y, si los editores de NeG lo tienen a bien, esto podría ser el comienzo de una hermosa… serie.



  • Empezaré con un ejemplo fácil. Reiterar que el sistema público de pensiones no necesita reformas, argumentando que es posible hacer frente al gasto social derivado del envejecimiento de la población aprovechando que el crecimiento de la productividad permitirá redistribuir más renta hacia la población jubilada, basándose en cálculos erróneos en los que se confunde el crecimiento del PIB con el de la productividad y en los que no se tienen en cuenta ni las consecuencias del envejecimiento de la población ni las de las actuales reglas de cálculo y de financiación de las pensiones sobre el gasto social,…no es ideología, es ignorancia. Y en algunos casos, a juzgar por la persistencia, también es incapacidad absoluta de aprendizaje.
  • Afirmar que la última reforma laboral solo ha servido para destruir empleo, comparando datos agregados de distintos años, sin tener en cuenta otros factores que influyen sobre la evolución y la composición del empleo,… no es ideología, es ignorancia. Hay muchas razones para creer que esa reforma laboral no será la última, entre otras, porque el  Gobierno, también en lo que respecta a las políticas de empleo, sigue empeñado en una estrategia equivocada concentrada en la ampliación de la ya enorme variedad de contratos de trabajo y en el esparcimiento caótico de subvenciones a la contratación que no serán eficaces como no lo fueron en el pasado. En mi opinión, la reforma laboral de 2012 fue una reforma valiente, pero poco inteligente, que no atacó suficientemente ni la dualidad contractual ni las razones fundamentales por las que la negociación colectiva es disfuncional. Pero mis opiniones sobre esta reforma y sobre la estrategia de empleo del Gobierno solo podrán ser probadas cuando tengamos datos relevantes sobre el comportamiento reciente de varios aspectos del mercado de trabajo español que ahora, todavía, no están disponibles. Como ya ha mostrado Samuel Bentolila, mucho mejor de lo yo podría hacerlo, todavía resulta muy apresurado y complicado evaluar dicha reforma. Y, en cualquier caso, no es de recibo avanzar valoraciones utilizando los escasos datos disponibles como los borrachos utilizan las farolas (para agarrarse en lugar de para iluminarse).

  • Decir que ninguna reforma laboral puede crear empleo y, al mismo tiempo,  afirmar que el principal problema de la economía española es la restricción de crédito y la falta de demanda,… no es ideología, es ignorancia. Demanda, producción y empleo se determinan conjuntamente. Y tanto la oferta de crédito disponible como la legislación laboral influyen en las de decisiones de las empresas sobre qué, cuánto y cómo producir bienes y servicios. Ciertamente las empresas contratarían más trabajadores si hubiera más demanda, pero también la demanda sería mayor si las empresas contrataran más trabajadores y aumentara la renta disponible de las familias. Y si la principal razón por la que las empresas no crean empleo es que estamos sufriendo una maldición divina que impide que la demanda aumente, tan irrelevante sería la restricción de crédito como se pretende que es la legislación laboral, porque ¿para qué iban a necesitar crédito las empresas si luego no tienen a quién vender lo que producen? Así que lo que valdría para decir que, en las circunstancias actuales,  ninguna reforma laboral crearía empleo, también debería valer para decir que la restricción de crédito es irrelevante. Y ambas afirmaciones serían erróneas. En realidad, es cierto que la debilidad de la demanda y de oferta de crédito constituyen una dificultad muy grave para la reactivación de la economía. Pero no nos engañemos. La solución del problema de deficiencia de demanda tiene que iniciarse en el sector exterior, con aumentos de las exportaciones y de la inversión extranjera directa. Y para la solución de la escasez de crédito también dependemos de la financiación exterior. Aún terminando de una vez con el saneamiento del sector bancario (ahora encarrilado por, adivinen quién, la presión  exterior), ni las exportaciones, ni la inversión extranjera directa, ni la financiación exterior mejorarán permanentemente si antes no se resuelven otros problemas estructurales, como, por ejemplo, los derivados de una regulación de los mercados de trabajo y de productos que sigue sin progresar adecuadamente.
  • Y para terminar (¿por hoy?) una propina para probar que la ignorancia no es exclusiva de ciertos rangos del espectro ideológico. No tiene nada que ver con pensiones ni con el mercado de trabajo, pero no me puedo resistir. Decir que la manera de recuperar la estabilidad macroeconómica es reinstaurar el patrón oro,… no es ideología, es ignorancia supina. Aunque los argumentos de autoridad, como las descalificaciones ideológicas, no deberían tener ningún peso en debates sobre cuestiones económicas, en esta ocasión haré una excepción. The University of Chicago Booth School of Business, a través de su programa The Initiative on Global Marketsrecoge las opiniones de economistas expertos mundialmente reconocidos, de campos variados, sobre diversos aspectos de las políticas públicas. De todas las cuestiones planteadas hasta ahora, solo las respuestas a una de ellas han sido totalmente coincidentes. La proposición, en concreto, es: “Si un régimen discrecional de política monetaria fuera sustituido por un patrón oro, que definiera el valor del dólar como el equivalente al de un número específico de onzas de oro, los resultados en términos de estabilidad de precios y de empleo serían mejores”. El 100% de los panelistas expresaron, en mayor o menor grado, su desacuerdo. Uno de ellos apostilló: “A gold standard regime would be a disaster for any large advanced economy. Love of the gold standard implies macroeconomic illiteracy”.
Asumo, con resignación, que no me libraré de que la policía de las ideas me catalogue como “neoliberal peligroso”. (Mi percepción es que todos los que no creáis que la lucha de clases y la conspiración del capital explican todo lo que pasa en este mundo y más allá, corréis el mismo riesgo). Para ponerlo fácil, confesaré que mis creencias ideológicas sobre Economía se reducen a pensar que i) el capitalismo y la economía de mercado componen un sistema económico que produce desigualdad social en exceso, pero que, por ahora, no se ha inventado ningún sistema alternativo mejor que proporcione aumentos del bienestar social mayores y mejor distribuidos, y que ii) el Estado puede y debe intervenir para mejorar los resultados económicos, pero que dicha intervención tiene que ser corregida y perfeccionada cuando su resultado no es ni un aumento de la eficiencia económica ni una mejora de la equidad social. Y aunque tengo otras creencias, a efectos de discutir cuestiones económicas, son tan irrelevantes como mis preferencias futbolísticas (que, por si a alguien les interesa, y a pesar de que nunca terceras temporadas fueron buenas, también las confesaré: madridista-facción mourinhista).

Por lo demás, me declaro totalmente dispuesto a ser convencido sobre cualquier cuestión económica, pero solo por argumentos lógicamente coherentes y evidencia empírica sólida, no por calificaciones o descalificaciones ideológicas. A W. Edward Deming se le atribuye la frase: “In God we trust, all others must bring data”. Yo, agnóstico insumiso (y esta es mi última confesión ideológica de hoy), creo que ni siquiera Dios está exento de mostrar datos, y que, además, no basta con mostrarlos, también hay que saber interpretarlos. Mi percepción es que, además, esta disposición es compartida con la inmensa mayoría de los colegas que frecuentan los círculos en los que la discusión sobre cuestiones económicas se realiza sobre bases estrictamente profesionales.
Es desafortunado que en lo relativo a cuestiones económicas, como a muchas otras, no siempre podamos encontrar respuestas incontrovertibles. “Todos somos ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”, dicen que dijo Albert Einstein. Aquí, unos tratan de superar su ignorancia buscando preguntas interesantes y respondiéndolas con argumentos lógicamente coherentes y con evidencia empírica rigurosamente analizada; otros no son conscientes de su propia ignorancia y solo recurren al victimismo y al totalitarismo ideológicos. A estos últimos habría que recordarles continuamente que lo suyo… no es ideología, es ignorancia.

Por JUAN DE MERCADO 

Gracias a las inagotables generosidad y paciencia de los excelsos editores de NeG, continúa la serie sobre ideología e ignorancia (iniciadaaquí). Recordemos de qué va esto. No se trata de discutir sobre epistemología, ni sobre el peso que las diferencias ideológicas tienen a la hora de explicar las discrepancias entre economistas. Se trata de desenmascarar argumentarios erróneos que se utilizan en los debates económicos y que se defienden solo con la acusación de que los que mantienen opiniones distintas lo hacen por razones espurias. Para ello, hoy me centraré en el problema de la deuda y en el proceso de desapalancamiento de la economía española.

1. Decir que nuestro problema es la deuda privada, no la pública, que la consolidación fiscal no es necesaria y que solo es una excusa para recortar derechos a la ciudadanía… no es ideología es ignorancia. La ratio deuda pública-PIB será de alrededor del 90% del PIB al final de este año. Muy probablemente, cuando salgamos de este lío estará por encima del 100% y, dado que el potencial de crecimiento económico no parece muy alentador, por las perspectivas demográficas y las dudas sobre la evolución de de la productividad, la dinámica de la deuda impondrá restricciones considerables sobre la política fiscal. Por ejemplo, y esto es simple aritmética, para estabilizar dicha ratio en el 100%, con una tasa de crecimiento del 2% y unos tipos de interés reales bajos, digamos del 1% (ambos supuestos bastante favorables con las perspectivas actuales), solo podríamos permitirnos un déficit primario (ingresos menos gastos, excluyendo los intereses de la deuda) del 1% del PIB. Y, partiendo del 100%, digamos en 2015, si se deseara rebajar dicha tasa de endeudamiento al 60% en 2030, con la tasa de crecimiento y los tipos de interés reales citados, necesitaríamos superávits primarios del 2% del PIB durante quince años consecutivos.
Podemos discutir si la consolidación fiscal, en las condiciones actuales, ha de avanzar a un ritmo más lento o más rápido (algo sobre lo que Javier Andrés ha escrito mucho y muy bien en este blog, por ejemplo, aquí, aquí y aquí), sobre la orientación de la urgente e imprescindible reforma fiscal, o sobre cómo implementar reducciones del gasto público más selectivas, justas y eficientes, pero sostener que no tenemos un problema, muy grave, de deuda pública es negar una obviedad.

2. Decir que una devaluación interna (reducir los costes laborales para, así, abaratar los bienes y servicios producidos domésticamente y aumentar la competitividad), es una medida contraproducente, porque empeora el problema de deuda, y que, por tanto, solo la defienden quiénes quieren empobrecer a la clase trabajadora y beneficiar a los empresarios… no es ideología, es ignorancia. La idea de que la deflación empeora el problema de la deuda se atribuye a Irving Fisher, que la expuso magistralmente aquí. La intuición es sencilla: si los precios y los salarios cayeran, disminuiría la renta disponible de las familias, y, por tanto, el peso de la deuda, fijado en términos nominales, aumentaría. Es una observación a tener muy en cuenta. Sin embargo, se suele olvidar que esta lógica aplica a una economía cerrada sin desempleo en la que la renta disponible de las familias solo podría aumentar si los salarios fueran más elevados. En una economía abierta y con desempleo la correspondencia entre salarios y renta disponible de las familias no es unívoca y, de hecho, una reducción de salarios puede ser el origen de un proceso “multiplicativo” (no solo hay “multiplicadores” de la política fiscal) que, empezando con una mejora de la competitividad y el crecimiento de la demanda externa, consiga crear empleo, aumentar la renta disponible de las familias y la demanda interna, incrementar la producción y el empleo y, así, sucesivamente.
Podemos discutir sobre cuánto empleo se puede crear con esta estrategia (lo que depende en última instancia de lo que los economistas llaman “elasticidades” entre las variables en cuestión), pero afirmar que la devaluación interna está condenada al  fracaso sin tener en cuenta todos sus efectos es rehuir la discusión.

3. Decir que el problema de la deuda se resuelve repudiándola y que, además, tal acción estaría justificada porque gran parte de la deuda es “ilegítima” u “odiosa” por haberse originado en créditos que han sido utilizados en contra de “los intereses del pueblo” con conocimiento de los prestamistas,…  no es ideología, es ignorancia. Aparte de que hacer operativo el concepto de deuda “ilegítima” u “odiosa” requeriría la refundación de la técnica auditora contable, esta propuesta desconoce groseramente los costes de repudiar la deuda. Estos son de tal magnitud y de naturaleza tan variada, especialmente en una unión monetaria (ver aquí, aquí y aquí), que resolver el problema de la deuda repudiándola, sería lo mismo que acabar con una enfermedad matando al paciente.
Podemos discutir cómo conseguir más rápidamente que las familias reduzcan su deuda. Al principio de la crisis, alguien propuso, sin ningún éxito, que se introdujeran, transitoriamente, incentivos fiscales adicionales a la amortización de hipotecas ya concedidas. Eran los tiempos en los que no se reconocía la naturaleza de la crisis que se nos venía encima, aduciendo que solo era una recesión de demanda culpa de los excesos financieros en Estados Unidos, y en los que resultaban “más vendibles” medidas como el Plan E, la deducción fiscal de 400 euros, el cheque bebé, etc. Entre 2008 y 2010 el Gobierno gastó en este tipo de medidas más de un 3% del PIB, recursos que si se hubieran dedicado entonces a incentivar la reducción de la deuda hipotecaria, habrían servido para, al mismo tiempo, ayudar a sanear considerablemente los balances bancarios y reducir significativamente la deuda de las familias, evitando el efecto bola de nieve de la deuda que vino después. Conozco a algún colega que trabajaba entonces en una agencia pública, que todavía no duerme por las noches, por los remordimientos de conciencia que le causa no haber empujado más y conseguido que esa propuesta recibiera más atención (aunque en su insomnio también tienen que ver, de vez en cuando, los esporádicos infortunios del Real Madrid).

Siendo muy desafortunado que los políticos sean tan lentos a la hora de reconocer los problemas y que las vidas de los asesores económicos sean tan oscuras y tan duras (como se cuenta en este post, cuyo título, por cierto, contiene un error sintáctico; debe ser que el autor trataba de ocultar su identidad, además de utilizando seudónimo, despistando sobre la pluralidad de su descendencia), ahora de nada sirve llorar por la leche derramada. La deuda de las familias sigue siendo muy elevada, su capacidad de ahorro se ha reducido significativamente y, muy probablemente, la morosidad hipotecaria seguirá aumentando. Ante esta situación, es urgente introducir algún mecanismo de reducción de deuda de las familias como, por ejemplo, el propuesto por Marco Celentani y Fernando Gómez. En cuanto a la deuda pública, solo queda encomendarse a la ayuda exterior que será imprescindible, incluso en los escenarios más favorables.

4. Y para terminar, la propina: Decir que la deuda pública es un fraude  porque el Estado no participa del proceso social de creación de riqueza y, por tanto, su deuda distrae el ahorro de usos más eficientes… no es ideología, es ignorancia supina.  Los que defienden este punto de vista son los partidarios del patrón oro (debe ser que su desconocimiento de la política monetaria se extiende también al ámbito de la política fiscal) y los que, teniendo una visión muy limitada de lo que es el proceso social de creación de riqueza, piensan que el mercado es la solución a todos los problemas y que cualquier intervención del Estado en Economía huele a azufre.
Podemos discutir cuál es el tamaño óptimo del Estado, pero cualquiera que sea este, tendrá que ser financiado teniendo en cuenta que los impuestos generan distorsiones sobre las decisiones económicas de los agentes y que estos son heterogéneos en su capacidad de generación de renta. Con estas premisas, la deuda pública sirve para “suavizar” las distorsiones impositivas y otras relacionadas con las decisiones de acumulación de capital (físico y humano) de los agentes económicos, de manera que hay una cantidad óptima de deuda que maximiza el bienestar social y dicha cantidad depende de la situación de la economía, como se explica aquí.

El problema de la deuda es muy grave y hay cuestiones económicas fundamentales por dilucidar. Hay quién, en lugar de discutirlas, prefiere negar obviedades y recurrir a la policía de las ideas, aduciendo que las discrepancias entre economistas se deben solo a prejuicios ideológico-ético-religiosos. Por si acaso y como defensa ante estas actitudes, en esta ocasión pediré ayuda a otro de mis científicos favoritos, Gregory House M. D. En una ocasión, a la madre de un paciente, que le ponía objeciones al tratamiento que había ordenado para su hijo, le dijo, más o menos, lo siguiente: “Señora, yo soy el que intenta salvar la vida de su hijo. Usted es quién quiere dejarlo morir. La clarificación es una buena cosa”. Otra vez le dijo a uno de sus ayudantes: “Puedes pensar que estoy equivocado, pero esa no es razón para que dejes de pensar”.  O utilizando, una vez más, las palabras de Albert Einstein, si “la ciencia no es más que un refinamiento del pensamiento cotidiano”, para dejar de ser ignorante, hay que empezar por pensar.

(Por cierto, recomiendo la interpretación del álter ego del Dr. House, el actor Hugh Laurie, en su faceta de bluesman, de “You don’t know my mind”. A mí el estribillo de esta canción me hace pensar que, en lugar de preocuparnos por cual es la ideología que tiene cada uno en su cabeza o de si está riendo o llorando, para ser más útiles a la sociedad deberíamos discutir, con conocimiento científico, sobre los fundamentos teóricos y empíricos de las teorías y de las políticas económicas. Y no tengo en mente solo los debates públicos, sino también aquellos que deberían celebrarse en los círculos donde se toman decisiones relevantes).



Por JUAN DE MERCADO 

“Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos, por hacer lo posible imposible” (Bertrand Arthur William Russell)
El verano transcurre sin novedades importantes por lo que respecta al desarrollo de la crisis económica y con el Gobierno, en estado de hibernación, sin mostrar ninguna disposición a llevar a cabo un verdadero programa de recuperación económica. Hasta la fecha, lo que más ha agitado el debate económico en España ha sido la propuesta del FMI de apoyar la salida de la crisis en un pacto social que facilite una rebaja salarial del 10% en un periodo de dos años (que apareció aquíy que fue posteriormente avalada por Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, aquí). Desde principios de agosto, en los medios de comunicación y en la blogsfera, han proliferado los artículos con opiniones contrarias a esta recomendación.

Entre las reacciones más críticas cabe destacar dos. Una (la habitual, en el más puro “estilo paranoide”, según lo califica Raju Rajan) consiste en afirmar que los que apoyan ese tipo de propuestas lo hacen porque son malvados y quieren empobrecer a la población española. La otra sostiene que la propuesta del FMI no tiene fundamentos teóricos ni empíricos, ya que se ha formulado omitiendo algunas consideraciones que son muy relevantes en la situación actual de la economía española.

En esta entrada no se trata de defender un ajuste salarial como el que propone el FMI. De hecho, esta institución se equivoca cuando atribuye tanta importancia a esta medida y no a otras que también aparecen en su informe (como son la mejora de la dinámica del mercado de trabajo, aumentando la flexibilidad interna, reduciendo la dualidad y mejorando las políticas laborales activas; el apoyo al desapalancamiento del sector privado, modernizando el régimen de insolvencia; y la promoción de la competencia, reformando los mercados de productos y servicios). Siguiendo la tradición iniciada aquí y aquí, de lo que se trata es de señalar que muchos de los argumentos que se han utilizado para criticar la recomendación del FMI, repetidos una y otra vez sin ninguna duda ni el más mínimo recato, son falaces. Lo que sigue es una exposición, sin ánimo de exhaustividad, de tres de los más flagrantes:
“La propuesta del FMI no tiene en cuenta que una disminución salarial reduciría la renta disponible de las familias y, por tanto, el consumo. Así, daría lugar a una fuerte contracción de la demanda y del PIB y un aumento del desempleo”.

En realidad, el informe del FMI explica que su recomendación de ajuste salarial está basada en los resultados de simulaciones realizadas con uno de los modelos macroeconómicos de los que disponen sus servicios de estudios (The IMF Global Integrated Monetary and Fiscal Model, GIMF). Como no podía ser de otra manera, es un modelo de equilibrio general que, por tanto, tiene en cuenta, entre otras cosas, que los hogares deciden su consumo bajo una restricción presupuestaria en la que, obviamente, los ingresos laborales son uno de los componentes de la renta de las familias, y que el nivel de demanda agregada es el resultado de estas decisiones junto con las de inversión de las empresas, el saldo de la balanza comercial y la orientación de las políticas fiscal y monetaria. Según el modelo, la reducción salarial tiene un impacto positivo sobre el crecimiento económico y sobre el empleo porque, en primer lugar, la ganancia de competitividad de los productos domésticos, derivada de la caída de los costes de producción y de los precios, hace aumentar las exportaciones y la inversión y disminuir las importaciones y porque, en segundo lugar, la renta disponible de las familias no disminuye en la misma proporción que los salarios, puesto que el empleo aumenta. Así, según los cálculos del FMI, en 2016 la tasa de desempleo sería menor, en siete puntos porcentuales, que la que se observaría de no llevarse a cabo este ajuste salarial.


Como cualquiera de los resultados obtenidos mediante simulaciones, estos han de ser tomados con cautela. Puede que el FMI se haya equivocado en la elección de los supuestos y de los parámetros que subyacen a estos cálculos. Se puede aducir que otros modelos darían resultados diferentes. Pero lo que no es cierto es que haya omitido el impacto sobre el consumo y que haya errado por desconsiderar las condiciones de demanda agregada.
“La propuesta del FMI no tiene en cuenta que las familias españolas están muy endeudadas y, por tanto, que una caída de su renta dificultaría el necesario desapalancamiento, aumentaría la morosidad, y empeoraría la situación del sistema financiero”.

En realidad, cuando analiza los resultados de las simulaciones de los efectos del ajuste salarial el FMI presta una especial atención al comportamiento de la tasa de ahorro y destaca que es posible que, puesto que los precios disminuirían, el consumo y el ahorro de las familias aumenten, aún cuando su renta disponible no lo haga. También añade que, de no ser así, sería necesario recurrir a un estímulo fiscal temporal como, por ejemplo, una bajada de las cotizaciones de la Seguridad Social. Pero lo que resulta más paradójico es que se achaque al FMI desconsideración de la situación financiera de las familias españolas cuando un apartado destacado en su informe se refiere a la necesidad de ayudarlas a reducir su deuda de forma más rápida y eficiente, promoviendo la resolución de las deudas de las familias más endeudadas y financieramente responsables. Para ello, esta institución aboga por una reforma del régimen de insolvencia que, sin perjudicar la estabilidad financiera ni aminorar la disciplina crediticia, libere a las familias de sus deudas sin los incentivos negativos a participar en la economía formal (en línea con lo que Marco Celentani y Fernando Gómez proponíanaquí).

“En España el empleo aumenta (disminuye) cuando los salarios aumentan (disminuyen). Por tanto, hay que descartar que una disminución de salarios pueda crear empleo. Además, ya han bajado mucho los salarios y no ha aumentado el empleo”.
Esta falsa afirmación pertenece a la categoría bastante frecuente de los argumentos que confunden asociación estadística y relación de causalidad. Es cierto que los salarios y el empleo tienden a moverse en la misma dirección a lo largo del ciclo económico. En una expansión económica los salarios y el empleo aumentan, aunque puede haber un cierto desfase entre ambas variables dependiendo de la naturaleza de la expansión (por ejemplo, ante un aumento de la productividad puede que el empleo disminuya en el corto plazo, como ha señalado Jordi Galí en algunos de sus trabajos más citados). En una recesión los salarios y el empleo tienden a disminuir. Sin embargo, de esta observación no cabe deducir que, dadas unas determinadas condiciones macroeconómicas, una reducción salarial produzca una disminución del empleo. Para establecer una relación de causalidad entre salarios y empleo y, así, cuantificar en qué medida la creación y la destrucción de empleo responde a cambios en los salarios, hay que analizar la asociación estadística entre ambas variables una vez que se controlan, al menos, “las perturbaciones fundamentales” que causan las fluctuaciones económicas, que es precisamente lo que trata de hacer el FMI con la ayuda de su modelo GIMF.


A aquellos familiarizados con las discusiones académicas formales y conocedores del funcionamiento de los servicios de estudios de organismos económicos, las apreciaciones anteriores les resultarán banales y superfluas. Sin embargo, en el debate sobre asuntos económicos que se transmite por los medios de comunicación las actitudes paranoides y las afirmaciones falaces siguen ganando aceptación. En las reacciones al informe del FMI han superado un nivel que parecía imposible de rebasar tras el alcanzado por las que se opusieron, también ferozmente, a la propuesta favorable al “contrato único” del comisario europeo de Asuntos Sociales, Empleo e Inclusión, László Andor. En ambos casos se han vituperado a los autores de las recomendaciones sin haber dedicado el más mínimo esfuerzo a entender sus razones. Y esto se hace amparándose en excusas ideológicas que, entre otras cosas, también sirven para anticipar los efectos de cualquier medida de política económica despreciando por completo el conocimiento teórico y empírico acumulado en la construcción de los modelos económicos al uso.
En realidad, no es ideología, es ignorancia. Y como también decía Bertrand Russell: “The whole problem with the world is that fools and fanatics are always so certain of themselves, and wiser people so full of doubts”.
"Todo el problema con el mundo es que los tontos y los fanáticos están siempre tan seguros de sí mismos, y las personas más sabias tan llenos de dudas".

Demografía Musulmana