EL Rincón de Yanka: DEMOGRAFÍA

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jueves, 10 de abril de 2025

LIBRO "LA GRAN SUSTITUCIÓN": LA TEORÍA DEL REEMPLAZO DEMOGRÁFICO por SERGIO FERNÁNDEZ RIQUELME 👥👤


 LA GRAN SUSTITUCIÓN

LA TEORÍA DEL REEMPLAZO DEMOGRÁFICO

SERGIO FERNÁNDEZ RIQUELME

Miedo. A perder la seguridad, el trabajo, la identidad. Miedo que crecía en vecinos que veían sus barrios cambiar y su país ser invadido por extraños que ni se parecían ni se integraban. Miedo que generó la polémica teoría de la Gran Sustitución o del reemplazo demográfico en Occidente, al principio marginal. Miedo que ha provocado una reacción identitaria que llega al poder y que pone en primer lugar la defensa de las fronteras y la protección de esa identidad considerada propia. Una teoría que cala, cada vez más, en ciudadanos, intelectuales y políticos alarmados por un multiculturalismo denunciado como irresponsable, en plena crisis de la globalización liberal-progresista. Miedo, imparable, transformador. 
Sergio Fernández Riquelme es historiador, doctor en política social y profesor titular de universidad. Autor de numerosos libros y artículos de investigación y divulgación en el campo de la historia de las ideas y la política social, es especialista en los fenómenos comunitarios e identitarios pasados y presentes. En la actualidad es director de La Razón Histórica, revista hispanoamericana de historia de las ideas.
UN FANTASMA RECORRE OCCIDENTE

"Las personas se definen a sí mismas en términos de ascendencia, religión, idioma, historia, valores, costumbres e instituciones. Se identifican con grupos culturales: tribus, grupos étnicos, comunidades religiosas, naciones y, en el nivel más amplío, ci­vilizaciones. La gente utiliza la política no sólo para promover sus intereses sino también para definir su identidad. Sabemos quiénes somos sólo cuando sabemos quiénes no somos y, a menudo, sólo cuando sabemos contra quién estamos". (Samuel P.Huntington)

Recorre el conjunto de Occidente, asustando a élites dominantes y a partidos tradicionales. Un espectro, en forma de cuestionada teoría conspirativa, provoca miedo, mucho miedo, poniendo supuestos problemas migratorios en primera plana, anunciando el reemplazo étnico o cultural en diferentes naciones euro­peas, y provocando reacciones "populistas" de derecha con creciente éxito elec­toral. Por ello, medios oficiales y subvencionados intentan minimizar o esconder esta idea, las formaciones políticas del sistema niegan categóricamente sus pos­tulados, y académicos supuestos o reales al servicio del poder rechazan la validez de la teoría de la llamada Gran Sustitución o "gran reemplazo". Simple xenofobia, mero racismo, populismo de manual. Así se debía de ver.

Algo de intriga conllevó su lanzamiento público y ciertos recelos provocó cuando la primera idea, en términos de "invasión" comenzó a calar en sectores de la derecha francesa en el siglo XX. Pero comenzó a dar pánico, bien entrado el siglo XXI, cuando una teoría le puso nombre, en forma de "reemplazo". Porque, pese al inmediato rechazo general a la misma por los poderes políticos y acadé­micos, las encuestas detectaban que cada vez más ciudadanos creían en ella, cuando los sondeos evidenciaban que poco a poco ganaban votos los partidos denunciados como de extrema derecha, y cuando titulares en prensa mostraban que dicho fantasma hacía incluso dudar, en ciertas medidas de gestión de las mi­graciones, a partidos de naturaleza izquierdista (de Dinamarca a Eslovaquia). Y en algunos momentos llegó a cundir el pánico, cuando organizaciones defenso­res de esta idea, o inspiradas por la misma, se encaramaban en todo lo alto de la intención de voto o ganaban, por fin, elecciones plenamente democráticas, in­cluso en los todopoderosos Estados Unidos de Norteamérica. Así comenzaba a verse.

Atentados en plena calle, islamismo persistente, barrios fuera de control, zonas degradadas por su presencia, inseguridad creciente, e inevitable reem­plazo étnico o cultural en demasiadas regiones, como se veía en las maternida­des, en los colegios o en sus propias selecciones de fútbol. El contexto ayudaba a la idea y a su teoría. Los foráneos crecían en número, especialmente africanos y asiáticos de religión musulmana. Mientras, los nativos o asimilados eran cada vez menos, porque apenas formaban familias y tenían hijos, entre la acultura­ción individualista y consumista y las condiciones de vida precarias y hedonis­tas; se sentían extraños en zonas de su propio país ante tanta moda foránea (como sus cadenas comerciales multinacionales) y ante tantas vestimentas y rostros diferentes;y perdían los símbolos de su patria, como las formas tradicio­nales de convivencia y las señas de identidad que heredaron, ante estas hordas invasoras que, a diferencia, de migrantes de otras épocas, o vivían al margen o imponían su mayoría creciente.

El fantasma ya no aparecía en pesadillas puntuales. Nacía una reacción que dejó de clamar en el desierto: comenzó a poner sobre la mesa esta idea, directa o indirectamente, en los emergentes debates sobre los efectos indeseados de la mi­gración sin freno y sin integración posible; siguió con el crecimiento constante en las encuestas de formaciones políticas soberanistas y/o identitarias que po­nían los intereses nativos primero, sin rechazar de plano la teoría; y culminaba con la aparición de gobiernos en el oriente europeo contrarios a las políticas multiculturales y con medidas restrictivas ante las migraciones, y con rupturas parciales o totales de los "cordones sanitarios" en la zona occidental establecidas por las partitocracias sistémicas. En Italia tomaban el poder y frenaban las llegadas de extranjeros por su flanco sur; en Austria y Alemania se convertían en fuerzas políticas de entidad que marcarían un debate ineludible, pese a "grandes coaliciones" para frenarles;y en los Estados Unidos, ni más ni menos, regresaba Donald Trump con un plan mucho más contundente contra la inmigración ma­siva e ilegal.

Los ricos o acomodados bien progresistas no los tenían que soportar. No estaban en sus barrios ni en sus urbanizaciones;nos les quitaban los trabajos o no bajaban los salarios por su competencia desleal; no sufrían la inseguridad por su presencia ilegal y no les convertían en minoría en sus propias calles; no cono­cían la presión que provocaban en los recursos sociales porque esos privilegiados no los necesitaban, ni sentían los crecientes precios de la vivienda por su llegada masiva, porque podían permitirse su costo sin problemas; y no amenazaban su identidad de siempre porque podían ser cosmopolitas sin obligaciones y con los bolsillos bien llenos. Y buena parte de esas clases medias y obreras, que se sen­tían abandonas y rodeadas, comenzaban a reclamar, en las redes, y a votar, en las urnas, por soluciones que los nuevos soberanismos escucharon bien: cerrar o li­mitar las fronteras, obligar a una asimilación real, primar al trabajador nacional, y poner la identidad nacional, de referencia o de pertenencia, como tema funda­mental para frenar la cada vez más vista como real sustitución cultural o étnica planificada por el globalismo internacional.

Jean Raspail fue el primero en advertirlo. Porque sus nuevos vecinos eran muy diferentes. No venían de otras partes de Europa, como antes, y mantenían sus tradiciones y costumbres. No eran bienvenidos en muchos casos, y quitaban los trabajos o bajaban los sueldos.No aparecían de poco en poco, sino que su presencia incontrolable degradaba de golpe pueblos y barrios. No se adaptaban a la cultura dominante y generaban inseguridad y violencia en las calles. No respetaban los valores de su entorno comunitario, empezando a cambiar pueblos ente­ ros con sus niños, sus ropas y sus tiendas. Y, sobre todo, nos sustituirían.

Posteriormente, Renaud Camus le puso nombre a esta versión extrema del miedo a las repercusiones de los procesos migratorios de la edad global y posmo­derna en Occidente: Legrand remplacement. Era el nombre para una teoría, en principio marginal, que hablaba de "invasión" y miedo, de "cambio" y pérdida, de "reemplazo" y lucha, en clave étnico-cultural (y no tanto tradicional) y que paulatinamente fue llenando redes sociales, medios de comunicación y estrados políticos de dimes y diretes, de alta tensión, sobre el impacto material y simbólica provocada de la transformación evidente provocada por dichos procesos en Europa.

Raspail y Camus, como era lógico, fueron inmediatamente condenados y silenciados en la sociedad de su tiempo. La idea de partida fue despreciada como silenciados en la sociedad de su tiempo. La idea de partida fue despreciada como mera paranoia conspirativa sin fundamento, y la teoría definitoria como simple visión xenófoba, eso sí, muy peligrosa. Aunque, pese a la demonización general, diferentes intelectuales y movimientos políticos fueron valorando algunas de las claves presentes en esta teoría de la Gran Sustitución, llegando a ser conside­ rada en algunos sectores del espectro político conservador (generalmente fuera del campo liberal) como verdadera profecía de un mundo en transformación.

Demonización que restringía esta teoría al ámbito ideológico de grupúscu­los de extrema derecha de poco impacto (herederos de posiciones neofascistas o neonazis minoritarias), o al campo de conspiraciones alarmantes elaboradas por reacciones derechistas, dentro de una espiral radical de discurso de odio, noticias falsas y desinformación. Pero décadas después de su formulación, la misma se encuentra incardinada, de manera general o parcial, en los principales foros de debate sobre los emergentes discursos de control o rechazo de dichos procesos migratorios por sus consecuencias multiculturales; bien como supuesto refe­rente en los modernos movimientos del nacionalismo soberanista/identitario, bien como ingrediente destacado en el fenómeno contemporáneo de la "batalla cultural".

Grandes muros y altas vallas, deportaciones inmediatas y "remigración" forzosa, revisión del derecho de asilo, y defensa a ultranza de lo propio, de esa identidad nacional bien de raigambre étnica bien cultural-valórica. Propuestas y lemas que ocupan espacio principal en programas y campañas de los nuevos movimientos nacionalistas en pleno siglo XXI, o que hacen cambiar, de forma inevitable, la óptica de algunos partidos del "consenso socialdemócrata" ante flujos migratorios de países lejanos sin control y sin asimilación.

No queda ni quedará otra. Se hace imprescindible hablar, y bien alto y claro, de esta idea sobre la Gran Sustitución demográfica en Occidente (de lo ét­nico a lo cultural), en sus dimensiones económico-sociales y político-ideológi­cas. Lo exigen muchas personas, lo necesitan las instituciones del Estado de de­ recho, y lo impulsa el renacer de las identidades nacionales fuertes. Esta idea po­ día ser una provocación, señalaba el escritor judío Philippe Karsenty (en su li­bro-entrevista con Renaud Camus: 2017, derniére chance avant le Grand Rempla­cement?), pero era, ante todo, una oportunidad para hablar de lo que había que hablar, de esos miedos cruciales muy presentes en sociedades en trascendental cambio ante la globalización, pese a que "algunos quieren censurar antes de pensar".

De Polonia a Hungría, en Alemania y Austria, de Meloni a Trump, en la Eu­ropa oriental y ya en la occidental, del nacionalismo soberano cada vez más or­gulloso a "rojipardos" con cierto éxito, y bajo el tránsito de democracias liberales muy asustadas a democracias no tan liberales y cada vez más valoradas. Escena­rios donde este fantasma, más allá de la idea satanizada y la teoría despreciada, se abre paso por el clamor de tantos ciudadanos desesperados en las redes, por el eco de una incorrección política que no siempre se puede censurar o cancelar en público, y por imágenes que incendian los discursos incluso en los parlamentos.

Ya no se pude ocultar el debate. Se suceden, a derecha e izquierda, discusio­nes sobre cómo gestionar o frenar los continuos procesos migratorios hacia el llamado "primer mundo", de intensidad creciente y desde lugares con los que se comparte muy poco, que ponen en cuestión los valores propios tradicionales (caso de Hungría) o modernos (caso de Holanda), y que tensan indicadores sobre cohesión interna, bienestar económico y futuro civilizatorio en un Occidente con demasiadas naciones envejecidas e improductivas. Porque ese fantasma ya aparece todos los días en la mente de las élites, cuando cierran cada noche los ojos para evitar afrontar el problema, recreando en su mente indeseables cam­ bios políticos en las urnas o posibles conflictos civiles.Aunque cuando los vuel­ven a abrir, esa idea que asusta se hace realidad, sin remedio, en términos de pro­testa ciudadana y de reacción identitaria que pone en solfa a los pactos progre­sistas de los que mandan.

Nombres musulmanes para los niños que nacen en ciudades europeas, equipos de futbol con mayoría de jóvenes de padres extranjeros, letreros en len­gua árabe ante la realidad mayoritaria en diferentes barrios, restaurantes con co­midas antes exóticas dominan calles del centro de las ciudades, aulas con muy pocos alumnos de origen nativo. Argumentos que los partidarios de esta teoría difunden en redes y en medios. Datos criminológicos que demuestran el au­mento de agresiones y robos como consecuencia de la inmigración ilegal y ma­siva, datos sociológicos que revelan que las ayudas sociales favorecen la llegada de extranjeros de países pobres, datos demográficos que apuntan al descenso continuo de la población nacional y el crecimiento sostenido de la foránea (como revela el Instituto Nacional de Estadística en España). Números que corroboran, para los mismos partidarios, la realidad de esta tesis.

La necesidad intelectual y social obliga, por ello. Se tiene que abordar, historiográficamente, el estudio completo de esta teoría sobre la planificada "invasión migratoria" por parte del globalismo, como culminación de su proyecto transformador. Tanto en su polémica génesis intelectual como en sus conse­ cuencias sociales y políticas, de impacto presente e influencia futura. Lo de­manda el mundo que nos rodea. Así, analizamos esta construcción en cinco grandes episodios otesis, exponiendo sus principales promotores, sus principios esenciales y sus evoluciones doctrinales, siempre en el seno de los debates, reales o posibles, sobre el control de la inmigración (de la selección por afinidades al repudio por incompatibilidades) y de sus mutaciones políticas, bajo las estrategias multiculturalistas que promueven este cambio sociodemográfico, o bajo la reacción identitaria (nativista o valórica) que la denuncia y la combate, denominada como nacionalismo populista por Fukuyama o como renacimiento patriótico por Scruton.

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domingo, 26 de febrero de 2023

LIBRO "LA FRAGILIDAD de la LIBERTAD" por FRANCISCO JOSÉ CONTRERAS 🗽


LA FRAGILIDAD
DE LA 
LIBERTAD

FRANCISCO JOSÉ CONTRERAS

Este libro reflexiona sobre la pulsión autodestructiva de la sociedad más libre y próspera de la Historia. Occidente interpreta su pasado como una larga noche de machismo, clasismo y superstición. Se cree en deuda con otras civilizaciones, y por tanto sin derecho a afirmarse frente a ellas (por ejemplo, defendiéndose de la inmigración). Ha dimitido de la reproducción, y se encuentra al borde de un abismo demográfico de difícil salida. Y ha propiciado la fragilización de la célula social que servía para transmitir la vida: el matrimonio de hombre y mujer.
La fragilidad de la libertad se ocupa de cuestiones como: la alarmante situación demográfica de España; la importancia del matrimonio, y cómo la sociedad ya no entiende su sentido; la maternidad subrogada; el aborto; el matrimonio gay; el transhumanismo… 
La sección histórica aborda asuntos como el ethos de la era victoriana y su disolución en la contracultura de los 60; la degeneración relativista-libertaria del liberalismo; la relación de amor-odio entre fascismo y comunismo. Los capítulos religiosos analizan la intolerancia creciente hacia los cristianos y la indiferencia occidental frente a la persecución de los cristianos de Oriente.


INTRODUCCIÓN

No ocultaré que este libro es una recopilación de trabajos independientes. Los recorre, sin embargo, una inspiración de fondo que sirve de hilo conductor: la preocupación por los crecientes síntomas de debili­dad y autodestrucción discernibles en la civilización liberal-democrática del Occidente moderno, a la que tengo por la mejor de la historia. Todavía somos un oasis de bienestar, libertad y seguridad en el que mi­llones de inmigrantes sueñan con establecerse. Pero hemos olvidado hasta qué punto son frágiles esas conquistas. Hemos convertido la libertad en un absoluto, descuidando las condiciones que la hacen posi­ble y le confieren sentido. Un absoluto autodestructivo e insostenible a medio plazo.

La nuestra es una sociedad de "huérfanos voluntarios" que reniega de sus raíces y caricaturiza su pro­pia historia, representándola como una larga noche de machismo, racismo, superstición y represión1. Una sociedad estéril que ha abdicado de la reproducción y será castigada con un invierno demográfico de­solador. Una sociedad de familias volátiles, en la que cada vez menos niños se crian con su padre y su ma­dre. En la que un Estado hipertrofiado lo regula todo, asumiendo funciones que antes cumplían las fami­lias y supliendo imperfectamente las carencias de una sociedad civil en regresión. Una época que, mien­tras proclama la tolerancia como único imperativo, impone una grotesca dictadura de lo políticamente correcto que uniformiza las conciencias y anatemiza comoodiador -homófobo, xenófobo, racista- a quien defienda la familia natural o advierta sobre el fracaso del multiculturalismo. Una sociedad en la que, mientras el Estado ejerce un cuasi-monopolio sobre servicios -como la sanidad o la educación- que podría resolver el mercado, se someten a compraventa, o están a punto de hacerlo, bienes que deberían perma­necer extra commercium, como la procreación y la gestación. Una época en la que la biotecnología hará pronto posible la manipulación del genoma humano y, por tanto, el fin de la humanidad tal como la co­nocemos. En la que el vientre materno ya no es seguro y la etapa intrauterina se ha convertido en la más peligrosa de la existencia (uno de cada cinco embarazos termina en aborto).

El primer bloque temático está dedicado a lo más básico: cómo el Occidente contemporáneo ha descui­dado la transmisión de la vida, poniendo así en peligro la conservación social. La de la vida individual, con la aceptación general del aborto, cuestión tratada en el capítulo 7, en el que resumo los que me pare­cen mejores argumentos sobre el derecho a la vida del no nacido. Y la de la vida colectiva: el capítulo 1 ex­pone la inquietante situación demográfica de España y las razones por las que políticos, opinadores y sociólogos evitan mirarla de frente. El 2 sitúa la crisis demográfica española en un contexto europeo y mun­dial, y se pregunta si cabe sensatamente esperar una repetición del baby boom de 1945-70.

La transmisión de la vida requiere una determinada organización de las relaciones humanas: de ahí que el siguiente bloque temático esté dedicado a la familia. El 3 ("Una teoría sexual del matrimonio") exa­mina el proceso de desinstitucionalización de la noción de matrimonio: lo que siempre fue entendido como una "forma social" objetiva e indisponible que estructuraba las relaciones hombre-mujer en fun­ción de las necesidades de los hijos y de la comunidad pasa ahora a ser visto como la mera certificación de una relación emocional entre dos (¿o más?) adultos, que tendrá las condiciones y la duración que deseen éstos. El 4 ("La Manif Pour Tous, una revolución conservadora") pone la lupa sobre el sorprendente fenó­meno de La Manif Pour Tous francesa, que ha sido capaz de movilizar a cientos de miles de personas en defensa de la familia y de la maternidad natural, en lo que ha sido interpretado por muchos como un Mayo del 68 al revés. El 5 ("Matrimonio gay y transhumanismo") analiza más en profundidad lascuestiones antropológicas que están enjuego en el debate francés sobre la familia y la naturaleza humana. La ex­tensión del matrimonio a las parejas del mismo sexo tiene una relevancia conceptual que va más allá del reducido porcentaje de parejas directamente concernidas. Por otra parte, al "derecho al matrimonio" le si­gue inevitablemente el "derecho a la paternidad", que obliga a la liberalización de técnicas de reproduc­ción artificial como la inseminación artificial y la maternidad subrogada, para que puedan tener hijos los gays y lesbianas. Y eso no es sino el primer paso de un proceso posible de alteración biotecnológica de la condición humana, que podría continuar con el "bebé a la carta", la clonación o el human enhancement mediante la manipulación del genoma. Es la vertiginosa perspectiva del "transhumanismo", que ya es ob­jeto de debate abierto -y de cuantiosas inversiones- en laboratorios, universidades y empresas de Silicon Valley, y que podría llevarnos a un mundo con dos o más "humanidades", como en la época en que coexis­tieron -parece que no muy pacíficamente- Neanderthales y Cromañones2. El capítulo 6 ("Contra la gesta­ción subrogada") expone mis argumentos contra esta práctica que cosifica a la mujer, mercantiliza la reproducción y priva al niño del amor de una madre.

El siguiente bloque temático nos lleva a la historia de las ideas, y más concretamente al análisis de la gran distancia que media entre el liberalismo clásico y su degeneración libertaria actual. El capítulo 8 ("Virtud y libertad: De la Inglaterra victoriana a la revolución familiar") examina cómo el liberalismo se desarrollóen el siglo XIX en un contexto socio-cultural caracterizado por el respeto (al menos nominal, y a menudo también efectivo) de ciertas virtudes. Se estimaba que la libertad era indisociable de la digni­dad: tenía que ser merecida y utilizada responsablemente. La libertad no era concebida como arbitrio de indiferencia, sino como libertad para la excelencia. La revolución cultural de los años 60-70 cortó esa vinculación, arrojando al basurero histórico la noción de virtud y desdeñando cualquier faro moral que no sea el "ser fiel a sí mismo". Las consecuencias sociales han sido muy negativas, especialmente para los más pobres.

El capítulo 9 es el más extenso, y propone una teoría del liberalismo conservador. Mi tesis es que el libe­ralismo clásico presentaba muchos elementos de continuidad con la philosophia perennís aristotélico-to­mista y la concepción clásica del mundo. Pero ese liberalismo conservador está actualmente en peligro de extinción, desplazado por un "libertarianismo" postmoderno caracterizado por el relativismo moral y el ultraindividualismo adanista. Expongo las vetas conservadoras discernibles en el pensamiento de clási­cos del liberalismo como Locke, Adam Smith o Hayek (sí, el autor de "Por qué no soy conservador"). Sos­tengo que la visión del mundo de los Padres Fundadores norteamericanos -y, más genéricamente, lo que podríamos llamar el ADN histórico de EE.UU. -fue liberal-conservadora. Analizo las ideas del llamado "li­beralismo perfeccionista".E introduzco finalmente la hipótesis de que el paso del liberalismo clásico al libertarianismo sea consecuencia inevitable de la transición de una cosmovisión teísta a otra ateo­ materialista.

Los capítulos 10, 11 y 12 tratan sobre "Cristianismo y espacio público". Pues la aparente tolerancia postmoderna excluye de hecho a los conservadores, y muy particularmente a los cristianos, que son apartados del debate público -cuando no llevados a los tribunales por "homofobia" o "discurso de odio"­ con el pseudoargumento de que "no deben intentar imponer sus creencias a los demás". La cristianofobia encuentra una confirmación miserable en la indiferencia general al genocidio de los cristianos de Oriente, cuestión a la que dedico el capítulo 10. El 11 ("Hostilidad anticristiana en España") analiza los obstáculos y riesgos que afronta cualquiera que pretenda defender sin autocensuras la moral cristiana en la España actual. Y el 12 ("El derecho a ser laico") disecciona la "imputación falaz de confesionalidad" como trampa dialéctica que permite a los laicistas silenciar a loscreyentes.

Los capítulos 13 y 14, finalmente, tratan temas históricos. En el centenario de la Revolución soviética, aprovecho el comentario de un libro de Vladimir Tismaneanu para exponer una interpretación personal sobre el origen, éxito y caída -desgraciadamente no total ni irreversible- del comunismo. Y libros recien­tes de Hermann Tertsch y Pío Moa me sirven de punto de partida para hincar el diente al melón del fran­quismo. Haber regalado a la izquierda el monopolio de la interpretación del periodo 1931-1975 es, en mi opinión, una de las principales causas del complejo de inferioridad moral y abdicación ideológica de la derecha española.

He llegado a una edad en la que la tentación del escepticismo y la sospecha de la futilidad del combate intelectual empiezan a ser muy poderosas. El móvil principal para seguir escribiendo es no defraudar a amigos que todavía esperan algo de uno. Así que dejo aquí testimonio público de gratitud a las personas de las que partieron los encargos o sugerencias que dieron pie a algunos de los trabajos de este libro: Elio Gallego, Ignacio lbáñez, Alejandro Macarrón, Mario Noya, Gonzalo Fernández de la Mora, Ignacio Ar­suaga, Gádor Joya, Antonio José Sánchez. Tuve el honor de que Carlos Rodríguez Braun leyera y comen­tase el capítulo sobre Hayek. El artículo sobre la gestación subrogada surgió de un debate con Juan Ra­món Rallo y Santiago Navajas en la prensa digital: les agradezco a ambos la disposición al diálogo. Pepe Quique Rosendo, triste y prematurnmente desaparecido, publicó en Stella Maris el volumen colectivo ¿De­mocracia sin religión?, que incluía el trabajo "Hostilidad anticristiana en España"; también me pidió el co­mentario sobre "El diablo enla Historia", punto de partida del capítulo sobre el comunismo.
Los amigos del grupo Baco, exigentes jueces, leyeron y mejoraron con sus sugerencias varios de estos trabajos. Y el interés común por la época victoriana (capítulo 8) es una gozosa ocasión de complicidad con mi hija Clara.
Sevilla, 12 de Noviembre de 2017
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1 (Traduciré a) español todas las citas de obras extranjeras) "Aceptando con complacencia caricaturas parciales de nuestra historia, esta falsa Europa sufre la hipoteca de un insuperable prejuicio contra el pasado. Sus partidarios son huérfanos por elección y pretenden que ser huérfano, no tener hogares un noble logro. De este modo, la falsa Europa se felicita a si misma como la precursora de una comunidad universal que no es ni universal ni comunidad" (VV.AA. Una Europa en la que podamos creer: Declaración de París", Octubre 2017)
2 Dado que, presumiblemente, solo una minoría accedería al principio a los caros procedimientos biotecnológicos que permitirían el "mejora­miento" (capacidades multiplicadas, juventud alargada...) de ellos mismos o de su progenie. La especie quedaría así dividida entre los nuevos superhombres y los "hombres viejos", aún atados a la enfermedad y la caducidad. Ya Huxley vislumbró en Un mundo feliz una humanidad divi­dida en varias castas biológicas ("Alfas", "Betas"', etc.). Vid. F.J. Contreras, "De BlaBlaCar al superhombre", Actuall.com, 21 Nov. 2017.

[CONFERENCIA] La crisis de la unidad familiar

jueves, 23 de septiembre de 2021

LA IGLESIA VACIADA Y MORIBUNDA ⛔⛪⛔


LA IGLESIA VACIADA Y MORIBUNDA


Hermanos míos, ¡cómo hemos cambiado!

Lo pienso y siento vértigo. Abro la puerta del Templo y, en la soledad, me avergüenzo, sólo rostros arrugados.
¿Cuándo mueran los mayores de 65 años quién franqueará las puertas de la iglesia?
¿Cuándo las mujeres, viudas y octogenarias, se acaben quién calentará sus asientos?
Los hombres, massa damnata (masa condenada), calientan los asientos del campo de deportes y se exaltan y apasionan en la liturgia dominical del partido de fútbol, pero huyen de la liturgia del Templo, falta de voltaje, no les concierne, nada les invita a calentar un banco.
Los curas jóvenes, pastores de un rebaño pequeño y envejecido, se estrujan los sesos para atraer a los hombres y a los jóvenes y los curas viejos, mayoría cualificada y desencantada, dan la batalla por perdida.

En la España Vacía y en la llena se ha parado el reloj de la religión, hasta las campanas tocan a muerto por la “España Vaciada y las Iglesias Vaciadas”, sabemos que existen por el letrero de la carretera que dice:
NOVIERCAS, pero no dice si alguien habita detrás de sus muros centenarios.
En un ayer lejanísimo fuimos de comunión diaria, en un ayer más cercano de comunión dominical, ayer mismo aún recordábamos la comunión por Pascua Florida...hoy, para evitar la obesidad religiosa, nos contentamos con la comunión 0,0.

“Mi doctrina está en peligro, la cizaña se ha convertido en trigo” y ya ni los curas son de comunión diaria.
En la España Vaciada, el sagrario se ha vaciado, los santos aburridos se quitan sus coronas, les aprietan mucho la cabeza, no son ni invocados ni besados. Las iglesias sólo se abren los domingos, o algún domingo, para una feligresía menguante en número y creciente en edad.
Una vez al año, milagro estival, el día de San Roque, en la España Vaciada, hay un revival para elogiar, no al Creador sino a una de sus más imperfectas criaturas.
La vida cristiana es un work in progress, una tarea continuada, principia en el bautismo y culmina en el último Exit. La hemos reducido a momentos puntuales y la hemos alimentado con fast food. Nos asustan las comidas largas y como niños preferimos la inmediatez y la rapidez . La iglesia es lugar de paso, no sala de estar.

Yo suelo repetir muchas veces a mis feligreses que los cristianos cuando nos congregamos para celebrar la eucaristía comulgamos Dos Veces, recibimos Dos Comuniones.
Recibimos la Primera Comunión cuando devoramos la Palabra. “No sólo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. La Palabra es pan verdadero, su mensaje bien masticado y digerido es alimento indispensable para que la Segunda Comunión, la sacramental, sea eficaz y fructífera. La primera es reja de arado que abre el alma a la segunda.

Dentro de la España Vaciada se encuentra la Iglesia Vaciada. Algunos curas, panaderos ambulantes, hacen trescientos mil kilómetros al año ofreciendo fast food a unos feligreses que no tienen hambre y no necesitan vitaminas, con las prisas sólo les ofrecen las migajas de la Palabra, la Segunda Comunión basta. Conservar a los mayores de 70 años, bendita tarea, resulta muy caro y poco rentable.
Los Obispos, más vigías que corredores de fondo, pasan los días pulsando el botón del pánico e importan más problemas que soluciones.
Es la Hora de la Primera Comunión, la Hora de la Palabra de Dios.
Para esta Hora, Buena Noticia, no se necesitan curas, se necesitan Bautizados evangelizados, conectados y con la tarjeta de crédito de la fe activada.
Todos los Bautizados recibimos la tarjeta de crédito de la fe, pero son pocos los que la han activado y pueden disfrutar de sus beneficios.

Cambio de paradigma.

Ayer era el Ministro Ordenado el evangelizador, el predicador oficial, el detentor del munus docendi, hoy se necesitan Bautizados, evangelizados, activados, equipados para preparar la Primera Comunión, para anclar a los convertidos en la Iglesia y en la Segunda Comunión y en la Tercera y …
Nuestros niños, adorables y sonrientes, en su Primera Comunión Sacramental, hacen demasiada fiesta y demasiados gastos para ser la primera y, para muchísimos, la última.
No hay que ser un superteólogo ni siquiera teólogo para diagnosticar la enfermedad, la tisis de las almas, carencia de vitaminas bíblicas, ausencia de evangelio, cimientos poco sólidos, mucho santito y poco Tú Solo Santo y nula vivencia de la fe en la familia. El Domingo ya no es el día del Señor, es el día de los múltiple señores cuyas consignas seguimos fielmente.
Los nuevos movimientos eclesiales son más bíblicos que sacramentales y, constato que gozan de poca estima entre los funcionarios de la religión, fast food, porque exigen mucho tiempo, dedicación y preparación y porque la Religión Católica nunca ha sido bíblica ni femenina.

¿Y si las mujeres fueran el futuro de la Iglesia?


VER+:

⛪ LAS 6 ETAPAS Y LOS SIETE PECADOS 
DE UNA IGLESIA MORIBUNDA

jueves, 25 de febrero de 2021

GENOCIDIO MUNDIAL POR JOSÉ LUIS JEREZ RIESCO 👦👧👨👩👶👪

GENOCIDIO MUNDIAL
La humanidad está inmersa en un devastador y premeditado plan de exterminio. Si en los orígenes (Génesis 1:28), se daba el mandato divino de crecimiento y multiplicación de la especie, para poblar la tierra, hoy se está provocando una inversión de la vida, un trueque por la muerte, una minoración progresiva, que provoca el quebranto de la demografía, orientada y diseñada por los entes carroñeros que, arropados en sus levitas y en sus pingües y adoradas riquezas, comandan, en las altas esferas de los centros de poder y decisión, el destino de las personas más vulnerables.
Los métodos puestos en práctica, para lograr sus macabros y perversos objetivos, son múltiples y de una crueldad y perfidia infinitas.

El fomento del aborto, despenalizado, alentado y extendido por la faz de la tierra, es la prueba evidente de sus malévolas y criminales intenciones. Se ha generalizado, con la práctica del aborto, el asesinado en masa de los seres inocentes, que estaban ya concebidos y aspiraban, con pleno derecho, a la vida de la que gozaban en su gestación hasta que fue traumáticamente interrumpida. Las expectativas vitales del feto, con el aborto, son catastróficas, violenta e impunemente truncadas con sádico instinto criminal, por los mismos quienes, farisaicamente, demonizan la pena de muerte, a la que se pudieran hacer merecedores por el genocidio que propician; por eso, despenalizan, por una parte, con su cobarde y oprobiosa actuación aniquiladora, mientras que abominan y exoneran, por otra, contra la pena de muerte a los criminales, a la que podían ser merecedores sus autores, cómplices y encubridores, por el terrible sacrificio humano que perpetran, contra los más débiles de la creación. Quienes implantan o practican el aborto, que no es más que la extirpación y muerte, por métodos violentos, de un ser vivo, en la primera fase de su existencia, son, sin paliativos, los implacables verdugos de los seres más puros, inofensivos, de las indefensas criaturas humanas, garantes y esperanza, de no haber sido liquidadas, de la vida futura que les pertenecía.

El perverso movimiento feminista, un apéndice terminal y mediático del plan exterminador, reivindica, sin rubor, el derecho a decidir, impunemente, la muerte deliberada del relevo generacional humano; es el mismo feminismo que hace desgañitar, a las mujeres que lo integran, consignas degeneradas y denigrantes, tales como “solas y borrachas queremos llegar a casa”, poniendo así de relieve su calaña. El movimiento feminista es, pues, con su libertinaje un colaborador imprescindible y necesario para la gran matanza del infanticidio terrenal.

Según fuentes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los abortos provocados, asesinatos consumados, durante el año 2020 en el mundo, ascendieron a 42,6 millones de víctimas inocentes por odio desalmado de sus progenitoras e inductores; decenas y decenas de millones de seres vivos, inmaculados, fueron eliminados sin piedad, por el único “delito” de estar, alegres y confiados, llamando, con una sonrisa dibujada en sus labios, a la puerta de la vida, desde el seno materno. Sólo en España se eleva, durante ese periodo, a más de cien mil la matanza de los nasciturus. El aborto, además de ser una hecatombe humana, es un gran negocio sucio, público o privado, de elevadas y cuantiosas cifras de millones de euros, facturados por los carniceros sin escrúpulos, defensores y socios de la cultura de la muerte, con las que saquean impunemente, incluso, al erario público, que es, en definitiva, quien financia y sufraga mayoritariamente, con nuestros impuestos, el mortífero y siniestro aparato de tortura y masacre, perfectamente calculado, como es la práctica abortiva que en sus centros de salud se realizan.
Para hacer una evaluación comparativa basta citar que, mientras los crímenes por aborto, durante el año 2.020, fueron más de cuarenta y dos millones y medio de seres vivos, sin levantar aspavientos de ningún género, la pandemia de Covid 19, durante el mismo periodo de tiempo, que ha encendido la alarma universal, según los datos aportados por la OMS, ha sido de un millón ochocientos mil los muertos por su causa, y se ha armado la marimorena mundial y el desquiciamiento informativo.
El feminismo es también otro de los fenómenos contemporáneos, que va en detrimento de la procreación natural, por los efectos que provoca, al haberse erigido en un foco infecto de odio, en un semillero de lucha y encono, al pretender generar una artificial y ficticia pugna, inexistente en absoluto, entre hombres y mujeres, que son, por su propia definición y naturaleza, seres armónicos y complementarios dentro de la misma especie. Con su estrategia de la falsa tensión que propician, las virulentas y exaltadas feministas, inoculan en las relaciones humanas distanciamientos y desencuentros provocados, que repercuten en la destrucción, de la que debe ser pacífica y entrañable convivencia familiar y, en consecuencia, afecta a los futuros nacimientos, cuya base es el amor, el respeto y la dignidad de los integrantes de dicha unidad, que constituye el pilar de la célula social por antonomasia, basada en el respeto mutuo y el afecto, y no en la lucha que pregonan y alientan las desarraigadas feministas, cuyas proclamas de promiscuidad y libertinaje entroncan más con el vicio y el hedonismo, que con la responsabilidad, el buen criterio y el equilibrio sosegado y racional de las relaciones humanas y sociales, de las personas civilizadas.

Se pretende vender como un logro “progresista”, el divorcio, la ruptura y el quebranto de los matrimonios, lo efímero de las relaciones familiares, cuando el progreso social es todo lo contrario, pues lo que da estabilidad, progreso y solidez a las relaciones sentimentales y humanas, es la permanencia, el respeto, el afecto, salvo casos extremos de patológicos desequilibrios, de los miembros que integran la unidad familiar. El divorcio, como tubo de escape, no favorece en las familias, en absoluto, la natalidad, sino todo lo contrario.

Si la natalidad es torpedeada en sus prolegómenos, por la práctica del aborto, para reducir la presencia de humanos sobre la faz de la tierra, otra de las medidas “progresistas” en boga, para constreñir el número de habitantes, es mediante la aplicación de la eutanasia, es decir, la aceleración e inducción de la muerte de personas mayores, ancianos y enfermos, envuelta bajo el señuelo de darles una “muerte digna”, mediante un gesto indigno como es el de anticipar la hora de su muerte, de incitar al exterminio deliberadamente, para reducir a grandes núcleos de población que consideran, los diseñadores del proyecto exterminador, inútiles para sus expectativas de lucro.
La degeneración actual, que se opone a los cánones de la normalidad natalicia, llega al extremo de contemplar incluso la pedofilia como una opción de libertad sexual, por repugnante y antinatural que sea su anomalía o tara de quien lleva a cabo tales tendencias demenciales.
Otra espita que se abre y catapulta, como signo de los tiempos de tenebrosa caducidad y decadencia de la natalidad, es la proliferación de homosexuales, propia según algunos autores de las épocas de inversión o de final de ciclo, lesbianas y transexuales, que no dejan de ser, según se constata en el repaso del proceso histórico y en las diferentes culturas, anomalías, lacras, alteraciones genéticas, mutaciones, trastornos, patologías, y aberraciones sexuales, e incluso vicios, de la naturaleza humana, en materia de procreación y una degeneración de la raza, tal y como fue concebida de forma natural y primigenia.

La homosexualidad fue considerada, históricamente, como una enfermedad psiquiátrica, hasta fecha relativamente reciente, por la Organización Mundial de la Salud, criterio de dolencia que entonces era compartido por eminentes sociólogos, sacerdotes y siquiatras. El científico alemán Richard von Kraft Ebing, la consideraba sencillamente como una “perversión sexual”. Había bastante consenso científico en tildar la homosexualidad como una patología del trastorno de la personalidad y, por tanto, una orientación sexual egodistónica –no conforme con el yo-, por apartarse de la función natural, lo que originaba, según los expertos, un conflicto de personalidad, basados en que lo natural era lo propio de la naturaleza de las cosas, lo otro no lo es, y que lo normal en el ser humano, es ser heterosexual, de cuyas relaciones depende la supervivencia de la especie, pues sus órganos genitales están diseñados para la reproducción natural. Lo que no cabe duda es que dicha conducta homosexual, si nos atenemos a la historia del pensamiento humano, fue merecedora en el transcurso de los siglos y en términos generales, del rechazo social.

Las religiones habían denostado también, desde la más remota antigüedad, la condición de la homosexualidad. En la Biblia judía (Levítico 18:22), se describen las relaciones sexuales entre varones como una “abominación”, como algo pecaminoso. El judaísmo condena su práctica en la Torá. Para la Iglesia católica, la homosexualidad fue calificada, durante siglos, como “crimen nefando”. El Islam condena, expresamente, en el Corán y el Hadiz, los actos sexuales realizados entre personas del mismo sexo y la sodomía es castigada, incluso hoy, severamente, por ser considerada un delito grave.

En España se llega en la actualidad al esperpento de querer implantar en la enseñanza, para que desde la escuela más elemental se adoctrine a los párvulos, en dichas prácticas no convencionales de la procreación, para que los niños experimenten esas tendencias, para una gran parte de la población desviadas, que debilitan o anulan la descendencia y que pueden llegar, incluso, a repugnar en muchos ambientes más tradicionales y conservadores. Nada es casual y la explosión del lobby LGTBI, en una sociedad afeminada y sodomizada, es fruto de un diseño destructivo de la vida.

La propaganda, para no tener hijos, es incesante. Se va abriendo camino la pérdida del instinto paternal y maternal, los valores del milagro de la procreación de nuevas vidas, porque ello, según los destructores de la existencia humana, conlleva sacrificios y se aleja del materialismo que se inculca, sin cesar, como meta egoísta e insolidaria en los seres humanos.

Para impedir la procreación y evitar la descendencia, se han puesto en la actualidad, al alcance de todos, una serie de métodos anticonceptivos, que refuerzan el ataque biológico desatado contra el milagro de la vida, sistemas que abarcan, desde la píldora anticonceptiva y, si hay descuidos, se remata con la “píldora del día después”, para producir la hemorragia que desangra y expulsa la semilla de la vida, en caso el de haber sido fecundada; se aplica, en otros casos, el sistema intrauterino –SIU-, para evitar los embarazos; algunos utilizan, dentro de la anticoncepción, parches, anillos, implantes o inyecciones; a veces, se recurre al dispositivo intrauterino –DIU-; se ha generalizado en las relaciones sexuales el uso de los preservativos, tanto masculinos como femeninos; otros emplean el diafragma o el capuchón cervical; también es frecuente la ligadura de trompas; hay espermaticidas o aplicaciones que esterilizan; o incluso la vasectomía, por citar algunos de los recursos más comunes para imposibilitar el embarazo y posterior alumbramiento, en el mantenimiento de relaciones entre parejas heterosexuales.

Son incesantes las campañas publicitarias, abiertas o subliminales, que transmiten el mensaje reiterativo animando a la pérdida de la conciencia de la fertilidad o a la anulación de los instintos naturales de la maternidad o la paternidad, en aras de posibilitar ventajas materiales, para quienes renieguen a perpetuar la especie.
Entre las prioridades del perverso Nuevo Orden Mundial –NOM-, están todas las planificaciones metódicas referidas anteriormente y en el patético plan Kalergi, por mencionar una cita obligada de exterminio calculado, se puede también constatar las intenciones de los “elegidos” para acometer y beneficiarse de tal monstruosidad, que afecta a la supervivencia, y en ello nos va la vida.
Quien luche, pues, contra esa escoria empoderada y muchas veces invisible, que trata, de forma taimada e interesada, limitar o anular la supervivencia de la especie, estará laborando por la obra y el mandato del Supremo Creador.
ASESINADOS. El GRAN DOCUMENTAL SOBRE EL GENOCIDIO 
DE MILES DE ANCIANOS DURANTE LA «PANDEMIA».

  

ABANDONADAS A SU SUERTE: G... by Yanka

ABANDONADAS A SU SUERTE LA DESPROTECCIÓN Y DISCRIMINACIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES EN RESIDENCIAS DURANTE LA PANDEMIA COVID-19 EN ESPAÑA

 

sábado, 11 de julio de 2020

LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA NO ES UNA ONG, PERO A VECES LO PARECE Y HOY LA IGLESIA YA NO HABLA DE NIÑOS Y DE NACIMIENTOS


La Iglesia no es una ONG, 
pero a veces lo parece
Cuando digo Iglesia entiéndase la Iglesia jerárquica que, siendo una porción pequeña de la misma, es la que más presencia mediática tiene.
Esta mañana ha tenido lugar una rueda de prensa en el Vaticano con el título:
“Preparar el futuro, construir la paz en tiempos del Covid-19”. Han intervenido: el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y presidente de la Comisión vaticana para el Covid-19; Alessandra Smerilli, Coordinadora de la ‘Task-force Economía’ de la misma comisión y profesora de economía política y Alessio Pecorario, Coordinador de la ‘Task-force Seguridad’ y oficial del Dicasterio que encabeza Turkson.
El cardenal Turkson ha advertido que “nos enfrentamos a una de las peores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial”. El purpurado ghanés señala que debemos considerar las consecuencias para la paz de tres crisis interconectadas: la epidemia, la recesión económica y “ambas sustentadas por una emergencia climática mundial”.
El cardenal curial destaca entonces las implicaciones de estas para la paz, cosa que ha estudiado la “Comisión Vaticana COVID-19”. “Mientras que hoy en día se dedican sumas sin precedentes a gastos militares”, dice Turkson, “los enfermos, los pobres, los marginados, y las víctimas de los conflictos están siendo afectados desproporcionadamente por la crisis actual”.
Las citadas crisis “están ampliando la brecha no sólo entre los ricos y los pobres, sino también entre las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica”, afirma el purpurado africano.

“No puede haber sanación verdadera si no hay paz”, explica el cardenal, que celebra que la ONU “haya aprobado recientemente una cesación del fuego a nivel mundial” -la cuestión es si sirve de algo lo que diga la Onu-, ya que no podemos “luchar contra la pandemia si estamos luchando, o preparándonos para luchar, unos contra otros”.
“También celebro el respaldo de 170 países al llamamiento de la ONU para que se silencien las armas. Pero una cosa es llamar o apoyar una declaración de cese al fuego, otra cosa es implementarla. Para ello, necesitamos congelar la producción y el comercio de armas”, dice el prelado. Para Turkson, estas crisis demuestran “la urgente necesidad de una globalización de la solidaridad que refleje nuestra interdependencia mundial”.

En lugar de estar unidos por el bien común frente a una amenaza común “que no conoce fronteras”, se lamenta Turkson, “muchos líderes están incrementando las divisiones internacionales e internas”. “Necesitamos un liderazgo mundial que pueda reconstruir los lazos de unidad y al mismo tiempo rechazar los chivos expiatorios, la recriminación mutua, el nacionalismo chovinista, el aislacionismo y otras formas de egoísmo”, manifiesta el purpurado.
“En aras de la construcción de una paz sostenible, debemos fomentar una “cultura del encuentro” en la que hombres y mujeres se descubran unos a otros como miembros de una familia humana, compartiendo la misma creencia. La solidaridad. La confianza. El encuentro. Bien común. No-violencia. Creemos que estos son los fundamentos de la seguridad humana actual”, dice uno de los sucesores de los apóstoles.

La epidemia, la recesión económica y “el cambio climático” hacen cada vez “más evidente” la necesidad de dar prioridad a la paz positiva “sobre las estrechas nociones de seguridad nacional”.
Ahora, “más que nunca”, dice Turkson, es el momento de que las naciones “pasen de la seguridad nacional por medios militares a la seguridad humana como principal preocupación de la política y las relaciones internacionales”. “Ahora es el momento de que la comunidad internacional y la Iglesia elaboren planes audaces e imaginativos para una acción colectiva acorde con la magnitud de esta crisis. Ahora es el momento de construir un mundo que refleje mejor un enfoque verdaderamente integral de la paz, el desarrollo humano y la ecología”.
No describo el resto de las intervenciones –las tienen aquí– porque son más de lo mismo. Las podría haber firmado, no sé, cualquier burócrata de la Unión Europea, Bill Gates o el presidente de Amnistía Internacional. El Papa Francisco ha dicho innumerables veces que la Iglesia católica no es una ONG. Pues a veces lo parece, y mucho, al menos la Iglesia jerárquica.
¿Para eso lo dejaron todo, mujer, hijos, familia, siguiendo a Cristo?, ¿para hablar del PIB, los sistemas de salud y el Cambio Climático?

“Hoy la Iglesia ya no habla 
de niños y de nacimientos”

“El mensaje del Génesis, “id y multiplicaos”, ha sido reemplazado por otros mensajes: hablamos sobre el medio ambiente, la inmigración, la pobreza”.
Estimados seguidores de Stilum Curiae: hace unos días se publicó en Il Sole-24 Ore una entrevista importante con el profesor Ettore Gotti Tedeschi, sobre el tema de la disminución de la natalidad. Le hemos pedido al profesor Gotti Tedeschi un ulterior comentario, además del permiso para publicarlo. Disfrutad de la lectura.

Estimado Marco: le envío dos líneas de introducción a mi entrevista para Il Sole24ore de hoy. Lo que más debería maravillarnos es la indiferencia de los obispos sobre este tema: la mayoría de ellos cree que la “bendición de Dios” está en los emigrantes, no en los niños. Lo que seguramente tampoco agrada ni siquiera a los propios emigrantes, que estarían mucho más felices de recibir ayuda para vivir y prosperar en sus países de origen. Sin embargo, lo que se ha notado en los últimos tiempos es el grito de dolor de exponentes del mundo secular que, de la nada, descubren que con el colapso de los nacimientos, el bienestar también se derrumba, porque el PIB se desmorona. Es más: este mundo secular descubre que haber compensado el colapso de los nacimientos con el consumismo no ha sido bueno, porque el consumismo “contamina”. Después, grita diciendo que no hay trabajo para los jóvenes, olvidándose que para consumir hemos deslocalizado la mayor parte de nuestra producción a Asia (para luego reimportarla a bajo costo, aumentando así el poder adquisitivo).

Pero esto no es suficiente. Con la predecible crisis económica posterior al Covid, este mundo descubre que el consumismo no será sostenible, gracias a recursos económicos menos previsibles. Y entonces comienza a llorar, a quejarse, a imaginar utopías económicas irrealizables. Pero nadie quiere afrontar el problema en sus causas y soluciones. Ni siquiera la autoridad moral. De hecho, las soluciones que se plantean (disminución económica para proteger el medio ambiente) no harían más que empeorar el problema.
Las “mini soluciones” que se sugieren políticamente, con el objetivo de implementarlas, serán de poca utilidad. La retórica y la hipocresía reinan soberanas, no solo en la visión moral del problema, sino también en la solución socioeconómica. Ciertamente, hemos logrado crear el desorden, sin duda, ¡pero conscientemente!
¿Se ha querido negar, para complacer al “mundo”, que existían principios morales no negociables? ¿Se han querido negar los principios del Génesis divino, negando la existencia de leyes naturales? Bien, el resultado es este: el final irreversible de la civilización cristiana occidental. Y que nadie diga que es una sorpresa. Otros y yo lo hemos explicado durante al menos cuatro décadas: no sólo no nos han escuchado, sino que también nos han ridiculizado. Porque el convencimiento es que el problema de los nacimientos es un legado de la cultura católica “tradicionalista”, así como la familia y la vida.

SOLE-24 ORE. GOTTI TEDESCHI: 
HAY QUE APOYAR LOS NACIMIENTOS

ROMA 
La noticia de que la caída de la tasa de natalidad podría acelerarse nuevamente en Italia con la salida de la emergencia del Covid-19, no sorprende a Ettore Gotti Tedeschi, el economista y banquero que, desde hace varios años, mucho antes de asumir la presidencia de la IOR (Instituto para las Obras de Religión) entre 2009 y 2012, había advertido sobre las consecuencias morales, incluso antes que las económicas, de una población con tasas de fertilidad negativas. “Hemos querido llegar a este punto –explica al Sole24Ore– porque es evidente que durante cincuenta años la caída en la tasa de natalidad ha estado acompañada por una caída en el crecimiento económico. Se trata de un resultado deseado, diría perseguido, en una perspectiva cultural y moral que siempre ha negado la natalidad como un hecho natural del hombre. Y si frenas la naturaleza, la cambias, creas desequilibrios. El colapso deseado de los nacimientos en Italia y en Occidente ha generado efectos cada vez más negativos, hasta esta epidemia”.
En efecto, según el Istat, el 67% de la caída en los nacimientos depende, ahora, del hecho de que la población femenina en edad fértil se ha reducido.

Ciertamente, nos enfrentamos a una transición demográfica estructural. Solo una toma de conciencia cultural y moral puede detener esta tendencia, pero se necesitará una generación para realizarlo, siempre y cuando se desee hacerlo. Y yo estoy convencido de que no se quiere hacerlo.
Sin embargo, por el Informe Istat se constata que el número de hijos que las personas logran tener no refleja el deseo generalizado de maternidad y paternidad presente en nuestro país.

No estoy diciendo que no haya soluciones, que no se puedan adoptar políticas para la natalidad. Podrían y deberían haberse adoptado antes, por ejemplo, a partir del año 2000, cuando alcanzamos el pico de la desindustrialización y de las deslocalizaciones productivas, con la consiguiente pérdida de competitividad. No se puede pensar que una economía avance solo con el consumismo individual, supliendo la caída de los nacimientos. Y hoy es demasiado tarde.
Ahora la incertidumbre sobre el futuro pesa sobre las decisiones de las familias, más allá de la crisis.

Y hay un silencio absoluto por parte de las autoridades morales. Hoy la Iglesia ya no habla de niños y de nacimientos. El mensaje del Génesis, “id y multiplicaos”, ha sido reemplazado por otros mensajes: hablamos sobre el medio ambiente, la inmigración, la pobreza. No de niños, ya no se habla de niños como un don de Dios. Los obispos dicen que los migrantes son un don de Dios.
Hay un problema de emergencia demográfica en los países más atrasados. En Italia, el número de hijos por mujeres de la generación de 1978 era de 1.43 y hoy, en esos países, estamos en el 2.2-2.3

En los años setenta la población mundial era de cuatro mil millones, dos mil millones vivían en los países más ricos y dos mil millones en los países pobres o emergentes. Hoy somos 7.500 millones: cinco mil millones viven en países ex pobres o en vías de desarrollo, y los otros dos mil quinientos millones en países ricos. Las estadísticas de la ONU de largas series históricas muestran que, a un aumento en las tasas de natalidad, le sigue un aumento en la economía de hasta 40 veces mayor que el de la población. Pero repito, aquí no estamos hablando de matemáticas o de economía; el colapso de los nacimientos es un problema moral que concierne a Occidente y su declive.
En los últimos años se ha hablado mucho de las políticas familiares adoptadas en Francia como modelo a considerar.

A diferencia de Italia, Francia tiene una cultura laica y una Constitución, la de 1905, laicista. Sin embargo, ha adoptado a tiempo políticas de apoyo a la natalidad. A diferencia de Italia, que con su cultura católica ha abandonado el tema durante años. Aquí hablamos, por ejemplo, de la paternidad responsable desde la época del Concilio Vaticano II, se argumenta que tener demasiados hijos no es justo, e incluso las parejas católicas lo dicen. Lo repito, durante cincuenta años esta tendencia ha estado en marcha, y ha sido buscada. No es una consecuencia del destino. Podemos cambiar con las políticas correctas, pero necesitamos una voluntad moral y cultural que, desafortunadamente, hoy no veo.

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.
San Francisco de Sales: "Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser atacados y censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar al lobo cuando un lobo se ha deslizado al medio del rebaño y aún en cualquier lugar que se lo encuentre” 
Santo Tomás de Aquino: “Si soportar las injurias que nos alcanzan personalmente (y respetar a las personas que las profieren) es un acto virtuoso, soportar las que atañen a Dios es el colmo de la impiedad”.
Quien No Se Encoleriza Santamente Cuando lo Exige La Razón, Peca: San Juan Crisóstomo: “Sólo aquel que se indigna sin motivo se vuelve culpable; quien se indigna por un motivo justo no tiene culpa alguna. Pues, si faltase la ira la ciencia de Dios no progresaría, los juicios no tendrían consistencia y los crímenes no serían reprimidos. Más aún: aquel que no se indignare cuando la razón lo exige, comete un pecado grave; pues la paciencia no regulada por la razón, propaga los vicios, favorece las negligencias y lleva al mal, no solamente los malos, sino sobre todo los buenos”. (Hom. XI, In Nath.)

VACUNARSE VENENO ES UN ACTO CRIMINAL