En Cuba, la complicidad estatal con figuras acusadas de abusos sexuales no es historia olvidada. Fidel Castro recibió como invitados de honor al famoso Jeffrey Epstein —condenado por este motivo, quien terminaría quitándose la vida antes de enfrentar la justicia— y a Diego Armando Maradona, denunciado por la cubana Mavys Álvarez por aprovecharse de ella gracias al marco de poder de la dictadura, con pleno conocimiento y aval de Fidel Castro.
Los medios oficialistas en Cuba han especulado mucho con nombres de políticos norteamericanos que pudieran mencionarse en la famosa “Lista de Epstein”, y cuando de pronto aparece Fidel Castro todavía más comprometido, en fotos con Epstein, incluso en fotos con chicas que cuelgan en un apartamento del mismo Epstein, pues ya esos mismos medios no quieren hablar más del tema.
Sin embargo, tales casos pudieran ser solamente la punta del iceberg. Y pudieran estar vinculados con la imagen de Cuba como destino de turismo s., en medio de un clima de tolerancia y privilegios para los visitantes “amigos”.
Desde 2022, el nuevo Código Penal redujo a 12 años la edad mínima para el consentimiento sexual, sin debate público ni consulta especializada, contradiciendo recomendaciones internacionales y dejando a la niñez aún más expuesta.
Mientras la crisis económica, las leyes laxas y la tolerancia social han convertido a la isla en un destino barato, casos como el del norteamericano “Cubadave”, condenado en Costa Rica por promover viajes a Cuba, muestran cómo esta realidad se ha normalizado, bajo la mirada permisiva de un Estado que no prioriza la protección de sus menores.
Llevamos una década de intervencionismo woke descontrolado. Ha llegado el momento de la política de verdad.
En 2025, Occidente afronta el reto de cambiar el paso y dinamitar la era más intervencionista desde la Segunda Guerra Mundial, una era marcada por políticas económicas, laborales y culturales diseñadas para anular la libertad y la voluntad emprendedora de los ciudadanos en una Unión Europea sumida en una grave crisis social y económica y aislada en su afán regulatorio y su incapacidad para innovar.
Con su característica habilidad para analizar y explicar la realidad, sin tapujos y alejado de cualquier tópico, el economista Daniel Lacalle presenta una contundente radiografía del mundo que nos ha dejado más de una década de políticas woke y que ahora recogen y quieren reordenar líderes como Donald Trump, Javier Milei y Nayib Bukele y empresarios como Elon Musk.
Lacalle denuncia en El nuevo orden mundial el totalitarismo y la vocación de controlar a la sociedad que se esconde detrás de buenistas medidas vinculadas al progresismo y la socialdemocracia en los «Estados depredadores», con España como uno de los mejores y más tristes ejemplos de hasta qué punto se han recortado las libertades de la gente en nombre de, precisamente, la libertad y la paz social (con la coordinación de la pandemia de la COVID-19 como paradigma).
El autor alerta del peligro de la Agenda 2030, el papel de la inteligencia artificial y el riesgo de implantar identidades digitales en un contexto en el que Estados Unidos ha roto la inercia de las relaciones geopolíticas clásicas, China parece haberse convertido en un inesperado aliado para Europa a última hora y Oriente Próximo y Ucrania se afianzan como problemas imposibles de gestionar.
Por suerte, más allá de su capacidad para radiografiar el oscuro estado de las cosas, Lacalle también propone soluciones al alcance del ciudadano medio para plantarse y «luchar pacíficamente».
Porque «tú eres mucho más poderoso de lo que crees y ellos son mucho más débiles de lo que piensan».
Todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas,
practican la censura y usan el chantaje,
la intimidación o el soborno para controlar
el flujo de información.
MARIO VARGAS LLOSA
Introducción
El avance del Estado depredador
«Nunca esperes ni dudes en declarar el destino
que le espera a quienes intentan sacudirte o tomarte,
no dejes que te rompan,
puedes hacer todo lo que quieras hacer».
PHIL LYNNOTT
"La envidia fue considerada una vez
como uno de los siete pecados capitales
antes de que se convirtiera en una de las virtudes
más admiradas bajo su nuevo nombre «justicia social»".
¿Qué significa esta frase? La idea es que entregues tu libertad y tu privacidad a cambio de un futuro tecnológico donde lo que necesites te sea proporcionado por el Estado. Ya no tendrás que comprar, sino elegir entre lo que esté disponible; no tendrás propiedades, ni obligaciones ni estrés; serás libre para disfrutar en tu pequeño mundo, en tu pequeña vida circunscrita a una población de la que no necesitarás salir o desplazarte. Una vida sin horizonte ni incentivos, acomodada en la rutina de la tranquilidad, el ocio y la colaboración. Los robots trabajarán por ti y el Estado proveerá.
Por supuesto, hay truco en esta idílica arcadia de ciudad de «quince minutos», en la que todo está cerca y no necesitas pasar horas acudiendo al lugar de trabajo, y en la que el empleo es una anécdota entre las horas de asueto. El truco, obviamente, es que, en una sociedad en la que no tienes nada, estás vigilado (por tu bien, por supuesto) y el Estado te da lo que te corresponde; es el gobernante el que decide tu modo de vida, lo que necesitas y cómo lo empleas. Es el Estado el que te reprimirá si te quejas y, como no tienes nada, podrá ejercer esa represión con total libertad y sin que nadie te ayude ni levante la voz, ya que cualquiera que lo hiciera se arriesgaría a perder su cuota de servicios y bienes esenciales.
Es increíble que haya quien caiga en una trampa tan burda, la de entregar tu libertad a cambio de una seguridad que no recibes. Lo trágico es que, cuando tomas conciencia de la estafa y de que, además, eres infeliz, ya es demasiado tarde para remediarlo. Eres un rehén dependiente, ¡bienvenido a 2030!
«No tengo nada, no tengo privacidad y la vida nunca ha sido mejor», la frase que resuena en la mente de muchos políticos que prometen todo tipo de derechos y un vergel de ocio e irresponsabilidad.
No tendrás que preocuparte por nada, porque hay una entidad, el Estado, que al tener el monopolio de la violencia y de la represión podrá repartir lo ganado por los demás (robar a los demás) para darte a ti lo que necesites.
Si eres uno de los que leen esa frase y les parece una buena idea, piensa por un momento qué es lo que ocurre cuando se pone en práctica. Lo primero es que desaparece el incentivo para crear riqueza, ¿por qué he de esforzarme para crear lo que me van a quitar? Por lo tanto, aunque el Estado prometa repartir la riqueza, lo único que puede hacer es redistribuir la miseria que queda. La pregunta lógica entonces es ¿qué interés puede tener el Estado en empobrecer a sus ciudadanos? ¿No es una estrategia de «tiro en el pie»?
¿Qué beneficio puede tener en este nuevo orden mundial debilitar económicamente al país que gobiernas? La razón hay que buscarla en el interés último del gobernante, que no es otro que mantener su posición de poder sin riesgo de competencia. Más vale reinar sobre las cenizas que no reinar. Por eso, convencerte de que el esfuerzo, el trabajo y la ganancia de tu independencia económica no merecen la pena, de que serás feliz viviendo una existencia básica y dependiente, no es una casualidad, es una estrategia; un arancel al progreso y un impuesto que la élite política paga con gusto a cambio de que nadie la desplace del gobierno.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Te parecerá increíble ver que, tras décadas de avance de la democracia y de los contrapesos independientes en sociedades libres, de haber vivido un progreso inimaginable, se estén imponiendo lentamente mecanismos de control y represión que creíamos olvidados.
¿Por qué?
La propiedad privada y la libertad económica generan individuos libres y críticos que exigen responsabilidades a sus gobernantes. Pero, cuando no tienes nada de tu propiedad, el gobernante pasa de ser servidor público a señor feudal autocrático dispuesto a usar la represión y la violencia en contra de tus intereses.
En el momento en el que aceptas voluntariamente el robo a los demás como fuente de tu mejora relativa, estás abriendo la puerta a que te roben a ti.
Decía Escohotado que no hay libertad sin responsabilidad, y la propiedad es responsabilidad. En esa libertad, dos activos se convierten en la manifestación más clara de las decisiones vitales de cada persona: su vivienda en propiedad y su vehículo. No debería sorprender, por lo tanto, que aquellos que te quieren quitar la libertad intenten eliminar la propiedad que te permite controlar tu vida.
Tú pensarás que estas cosas no son así porque los gobernantes que más valoras te dicen que van a quitarles el dinero a los ricos para dártelo a ti. Curiosamente, aunque una y otra vez te das cuenta de que esa promesa de robo redistributivo no llega y de que en el proceso te vas haciendo más pobre, crees al siguiente que te promete lo mismo. Sólo entiendes el engaño cuando eres consciente de que el enfrentamiento entre ricos y pobres es una falacia y de que la verdadera desigualdad es la que existe entre políticos extractivos y contribuyentes.
Por otra parte, nadie caería en la trampa del socialismo si entendiera que el Estado no baja los precios, los sube porque necesita la inflación para diluir sus promesas y pasivos en la moneda que emite; y que poca gente hay más rica que los líderes políticos y sus allegados en una dictadura comunista.
Te lo explico. La inflación no es una casualidad, es una política. El Estado promete una serie de cosas en el futuro que va a pagar en la moneda que emite. ¿Por qué necesita la inflación, que es la pérdida del poder adquisitivo de la moneda?
Porque así lo que promete lo paga en algo que vale menos cada año y, a la vez, la deuda que acumula, que está emitida en la moneda que el Estado emite, se diluye en valor real. En realidad, es como el timo de la estampita. Te prometen un sobre lleno de dinero que está lleno de recortes de periódico. El Estado necesita la inflación para descargar sus promesas de valor real y convertirlas en lo que son: humo.
La inflación, además, funciona como un impuesto que afecta especialmente a los más pobres. El Estado muchas veces no puede recaudar impuestos de los pobres porque no tienen nóminas ni ahorros, pero sí necesitan comprar. Es más, subir los impuestos a los pobres queda mal políticamente. Pues la inflación es la manera perfecta de crujir con un impuesto a esos pobres y clases medias que los gobiernos fingen proteger, ya que son los rehenes más fáciles de expoliar: pagando los bienes y servicios que necesitan con una moneda a la que el Estado resta valor cada año.
Muchos socialistas te dicen que la inflación perjudica a los rentistas y a los ricos y beneficia a los pobres. Es una de las sandeces más grandes que se han dicho. Un rico puede defenderse de la inflación invirtiendo, sacando su dinero e intercambiándolo por oro o por una moneda que no se devalúe tanto.
El pobre recibe un salario que pierde poder adquisitivo y tiene un empleo donde le pagan menos en términos reales y, encima, no se puede escapar financieramente.
La promesa socialista de robo y redistribución no busca acabar con la élite económica, sino hacerte dependiente para que la élite política se enriquezca.
El socialismo nunca redistribuye de los ricos a los pobres, sino de la clase media a los políticos. Por eso muchos de los verdaderamente ricos, los milmillonarios, están encantados con el socialismo y el Estado depredador, dado que elimina la competencia. El día en que te das cuenta, ya eres pobre y dependiente.
Esos derechos que te prometen se pagan y suponen más deuda y, con ello, mayor inflación durante más tiempo. A medida que se acumulan promesas imposibles de cumplir y compromisos irrealizables, a medida que la población se enfada, pasamos del estado de bienestar al Estado depredador.
El estado de bienestar es una consecuencia de la creación de riqueza y la libertad económica que genera el avance de la clase media, el crecimiento económico productivo, la cooperación entre países libres, el comercio y el avance tecnológico. El estado de bienestar es consecuencia del capitalismo, de la riqueza y de un Estado burocrático pequeño, facilitador y responsable. En realidad, el estado de bienestar es un lujo que nos permitimos porque creamos riqueza, y no está garantizado porque la riqueza no es algo estático: o se crea o se destruye. Penalizar a los que crean riqueza y subvencionar a los que la frenan es atacar al estado de bienestar.
El Estado depredador es equivalente al sistema fascista, donde el individuo libre es el enemigo, el pueblo es el Estado y el Estado es el gobernante, sólo que ahora se presenta a sí mismo como ejemplo de lucha contra el fascismo. Por supuesto, si defiendes la libertad individual, el libre mercado y la libertad de expresión, eres fascista, según la definición de los comisarios políticos del Estado depredador. Ya sabemos que no hay mayores fascistas que los que se autodenominan antifascistas y que el comunismo y el fascismo son equivalentes porque rechazan la naturaleza humana, al individuo libre, se centran en la ingeniería social y para ello usan la violencia y la miseria. Como repetía Mussolini, «todo reside en el Estado, y nada que sea humano o espiritual existe, y mucho menos tiene valor, fuera del Estado».
El Estado depredador elimina a Dios para deificar una maquinaria burocrática cuyo objetivo no es facilitar la libertad y la actividad de individuos libres, sino convertirse en un comisario que controla la economía y la vida de los ciudadanos.
El Estado depredador no busca el progreso ni la riqueza, sino el control.
¿Cómo se pasa de un estado de bienestar a un Estado depredador? Cuando la maquinaria política es consciente de que sus compromisos sociales no van a poder pagarse y, a la vez, se siente amenazada por el avance de la tecnología.
El Estado depredador es el vehículo de supervivencia de la clase política extractiva, que sabe que no va a cumplir sus promesas y debe reprimir el descontento social, y que es muy consciente de que la tecnología deja en evidencia la irrelevancia del entramado burocrático, por lo que debe intentar frenarla. El Estado depredador no es un concepto que los ciudadanos puedan aceptar con agrado, porque su objetivo es crear una clase dependiente y secuestrada incapaz de rebelarse contra los gobiernos, por eso viene escondido dentro del caballo de Troya del estado de bienestar.
La democracia no tiene como objetivo conceder a los gobiernos todo el poder para darte lo que necesitas. Cuando a un gobierno se le da todo el poder para darte lo que necesitas, algo imposible matemática y estadísticamente, lo que en realidad se le otorga es el poder para quitártelo todo y decidir qué y cuánto es lo que tú necesitas. La democracia es justo lo contrario, es el sistema que limita el poder de los gobernantes a través de contrapesos e instituciones independientes, por eso al Estado depredador no le gusta la democracia. Sin embargo, tiene que usarla para perpetuarse, demoliéndola desde dentro. Todos los que defienden ardientemente este Estado depredador lo hacen desde la arrogancia de creer que sólo ellos saben qué es democrático y, si tú no estás de acuerdo, debes ser cancelado y silenciado.
Para ello, el gobernante autócrata utilizará el miedo, la represión y la propaganda oficial, con el objetivo de perpetuar un control que sería imposible ejercer sobre individuos libres e informados desde fuentes independientes. Se utilizan mecanismos de aparente defensa de la democracia para destruirla desde dentro y se acaba con los contrapesos y limitaciones al poder bajo la excusa de que impiden la consecución de sus imposibles promesas.
Así, la «Neoinquisición» y el nuevo orden mundial se sustentan en varios elementos interconectados:
La revolución de EE. UU., que se divide en dos. Estados Unidos pasa de ser el mayor importador de petróleo del mundo y policía global a ser independiente en energía y mirar hacia dentro.
A ello se une el pánico a los gigantes tecnológicos que no dependen de los Estados y que han democratizado el acceso a la información dando poder y mayor acceso a bienes y servicios a la inmensa mayoría de los ciudadanos, y a la vez han demolido las barreras comerciales y de información levantadas por los gobiernos.
La envidia a China. La élite política en muchos países mira a China con admiración. Es lógico. Pero por las razones equivocadas. En vez de entender que el envidiable progreso económico y social de China se ha dado con la apertura económica y la libertad de empresa, miran al gigante asiático con envidia por su control policial de la población y el uso estatal de la represión.
El fracaso del modelo politizado de la Unión Europea y las políticas de demanda. Los países desarrollados han entrado en un proceso de declive económico y monetario constante al ignorar aquello que crea riqueza para perpetuar el aumento del peso del Estado en la economía como norma; donde recurrir a planes de mal llamados estímulos es la norma; donde el Estado se convierte en el proveedor de primera instancia, no en el último; y donde todos los agentes económicos están subordinados a que el Estado consuma más y tome más crédito. Con ello se consuma una sociedad basada en la deuda y el gasto y no en la inversión y el ahorro.
La utilización de la política monetaria para imponer el control, lo cual destruye el poder adquisitivo de la moneda emitida para disfrazar el aumento constante de desequilibrios fiscales. En esencia: una nacionalización de la economía a fuego lento.
El miedo a los gigantes norteamericanos, la envidia al Estado policial chino y una visión miope de qué genera la riqueza, que asume que ambos gigantes lo son por tener Estados gigantes en vez de por haber alcanzado su poder premiando la riqueza.
Como esos factores generan descontento, la represión se convierte en un arma esencial, bajo la apariencia de «luchar contra la desinformación»... Los mismos que imponen propaganda y mentiras oficiales.
No nos debería sorprender que cierta élite económica y política se apoye en el neomarxismo como peón útil para imponer el control. Es una estrategia brillante, porque nunca han contado con comisarios políticos más enardecidos y proactivos a la hora de imponer la Inquisición, aunque después sean purgados y cancelados.
Tampoco nos debería sorprender que organizaciones aterradoras como el Grupo de Puebla, que reúne a los que blanquean y defienden las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, aparezcan en el debate político como inocuas, mientras exigen que la izquierda se una a China para tomar instituciones como Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Fondo Monetario Internacional (FMI) para poner a Estados Unidos en una «situación imposible». El enemigo que hay que batir es la democracia liberal y la mejor manera es hacerlo desde dentro y desde unos debilitados organismos internacionales. Mientras te amenazan con el peligro del avance de la ultraderecha, te reprimen con el encumbramiento evidente de la ultraizquierda.
No lo dudes. El gobernante autocrático siempre se presenta como defensor de la democracia y la libertad y se autocalifica de víctima con el objetivo de acabar con la democracia y la libertad y conseguir la impunidad. Para ello, usa el caballo de Troya de un estado de bienestar en supuesto peligro y una falsa justicia social para imponer el Estado depredador que le garantice el control.
Sin embargo, el Estado depredador no es una consecuencia inevitable del avance del socialismo. Es la evidencia de la debilidad del poder político, porque la libertad avanza y la tecnología diluye las fronteras y destruye la imagen mesiánica de los gobernantes.
Todo empieza por la economía. Estados que prometen cosas mágicas e imposibles que necesitarán monedas digitales para controlarte y vigilarte, cancelación y veto para que no discrepes, ataque a la libertad de empresa y de expresión, convertir a los individuos en amenazas y dividir a la sociedad en colectivos y en supuestas víctimas para garantizar que la burocracia política siga gobernando. Pues bien, todo esto termina también con la economía.
Tú crees que ellos tienen el poder, pero tú tienes la llave que lo impide.
He escrito este libro porque el aparente avance inexorable del totalitarismo, del Estado depredador y de los políticos autocráticos es evitable. En España vemos con resignación cómo el gobierno acapara cada vez mayores espacios y dinamita las instituciones independientes, demoliendo los contrapesos y colocando a comisarios políticos en los puestos clave que limitan las intenciones de poder autocrático del gobierno. Asistimos conformes al avance de un gobierno liberticida que premia a los que ocupan y ataca a los que producen y ahorran, que se perpetúa a través de la coacción y la corrupción, destruyendo a la sociedad civil. Sin embargo, no nos damos cuenta de que el Estado que reacciona intentando destruir nuestra libertad es mucho más débil de lo que creemos, y de que la historia nos demuestra que la libertad gana. No olvidemos lo que se consiguió en los ochenta y en los noventa, cuando se recuperó la libertad económica y se limitaron los gobiernos liberticidas.
En 2024 también hay ejemplos.
De Argentina a Canadá, Estados Unidos, El Salvador, Irlanda y otras naciones, son cada vez más los países en los que avanza la libertad y se demuestra que la sociedad civil tiene más poder de lo que nos creemos, y que el avance del autoritarismo y el expolio no es una fatalidad. De hecho, el avance del Estado depredador es la mayor señal de debilidad y una prueba irrefutable de que la libertad avanza.
Vamos a analizar qué es lo que ha pasado para llegar hasta aquí y por qué ese tramposo nuevo orden mundial, que promete felicidad sin propiedad, esconde miseria sin escapatoria. De hecho, te voy a explicar por qué el verdadero nuevo orden mundial no es un megaestado policial, sino el final de éstos. ¿Me acompañas?
Lucha. Rebélate contra el Estado depredador
¡No me pises, vive libre o muere!
JON SCHAFFER
La libertad nunca está a más
de una generación de su extinción.
No la transmitimos a nuestros hijos
en el torrente sanguíneo.
La única manera de que hereden la libertad
que hemos conocido es si luchamos por ella,
la protegemos, la defendemos.
RONALD REAGAN
Somos muchos los que no nos rendimos y seguimos defendiendo la libertad porque no estamos equivocados. Así que lucha. De manera pacífica. Lucha por tu dinero y tu propiedad. Lucha por tu libertad de expresión. Lucha contra el Estado depredador.
La libertad es como la riqueza: o se crea o se destruye. No permanece inmutable. Debemos avanzar cada día ganando terreno, o si no lo perderemos.
No olvides que la libertad avanza y que las acciones de algunos Estados que intentan perpetuar su represión no son más que el reflejo de su desesperación ante el avance inexorable de la libertad. Parece que son inexpugnables, pero no lo son.
Llegamos al final de este viaje con vientos de cambio y esperanza en Estados Unidos, Argentina y muchos otros países. En la Unión Europea, se empieza a cuestionar el dirigismo liberticida. Sin embargo, no podemos caer en el mismo error que cometió el centroderecha tras la caída del muro de Berlín, pensando que la libertad se había ganado para siempre. Tal y como reza la cita de Reagan que abre este capítulo, la libertad hay que conquistarla todos los días para que perviva en las siguientes generaciones.
El estatismo siempre estará al acecho para ganar más terreno y aprovechará nuestra incomparecencia para arrebatarnos cuotas de libertad. Hay que ser conscientes de esto en todo momento. Cada regulación abusiva, cada nueva corriente política disfrazada de objetivos utópicos, puede esconder un auténtico caballo de Troya cuyos objetivos sean el control, la represión y el expolio. Estemos atentos a los mensajes mesiánicos y confrontemos cada idea equivocada, cada idea que tenga como fin último el robo y la miseria. Los que quieren acabar con tu libertad «por tu bien» no descansan. Los ingenieros sociales no han desaparecido, sólo se han retirado a hibernar temporalmente.
Los que te quieren convencer de que van a mantener todas tus libertades y derechos civiles si les entregas tu libertad económica y política siguen intentándolo. Lo harán con las generaciones más jóvenes, siempre buscarán la forma de convencer a una gran parte de la población de que ceder libertad a cambio de un supuesto bienestar o seguridad es una buena idea.
Por eso es tan importante dar la batalla cultural todos los días y en todos los frentes. Para que todo el colectivo de personas libres e independientes, emprendedoras y críticas sepan que no están solas. No queremos censura por nuestro bien, ni siquiera silenciar a los que nos vetan y cancelan. La verdad no teme la confrontación. No tienes que agachar la cabeza y asentir por miedo a que te afecte personal o profesionalmente. Lucha.
No vamos a dejar que los jóvenes se queden solos escuchando las falacias de los estatistas. Tienen derecho a hacer preguntas y llegar a su propia conclusión de manera libre. Tienen la obligación de asistir en todo momento y lugar a un rico debate de ideas en el que se confronten distintos modelos de sociedad y sepan cuáles son los que crean prosperidad y cuáles miseria y ruina.
El ser humano necesita regirse por unas guías morales y normas de conducta, unos principios y valores que le permiten avanzar y fijar objetivos de prosperidad y libertad. Interpretar el contexto cultural es esencial para darle sentido a la acción humana, para dar un propósito a nuestras vidas y nuestras acciones como individuos libres. Así, el ser humano actúa basándose en su interpretación del entorno cultural, y esa cultura define nuestros valores como individuos y como sociedad.
La importancia de la batalla cultural la ha entendido perfectamente el neomarxismo tras el colapso económico de su modelo. Abandonaron su objetivo fundamental —el control económico y la represión del individuo económicamente libre— buscando imponer la ingeniería social para centrarse en el aspecto emocional que persigue siempre aislar a los individuos de la toma de decisiones, aglutinarlos en torno a unas identidades creadas artificialmente y colectivizarlos para que sea más fácil propagar su mensaje.
Batallar en el campo de las ideas no es cómodo. No es fácil. Te atacan y te calumnian. Sin embargo, si tú no defiendes las ideas de la libertad, nadie lo va a hacer por ti.
La izquierda ha pasado de centrarse en la lucha de clases a promover nuevas «dialécticas de opresión» (género, raza, etc.) para justificar la expansión del Estado. El progresismo promueve cada vez más derechos que en realidad limitan la libertad y la propiedad. No lo hacen con derechos fundamentales que todos tenemos más que asumidos en las democracias liberales. Convierten los deseos en derechos y convencen a mucha gente de que esos derechos se harán realidad y siempre serán positivos si se impone mayor control estatal. Ya hemos visto el daño que han causado.
La batalla del liberal y de la derecha debe dejar al descubierto cada nuevo intento de seducir a las masas de esta izquierda mal llamada progresista, ofreciendo argumentos y discursos sólidos y solventes.
No es complicado: se trata, simplemente, de defender las ideas de la libertad frente a los disparates varios a los que nos somete una izquierda radicalizada, recordando que todas estas ideas liberticidas las están adoptando principalmente clases privilegiadas y acomodadas y que no benefician a los más desfavorecidos. Al contrario, los empobrecen.
Debemos ser críticos con la derecha por enfocarse únicamente en «las cuentas» mientras la izquierda se centra en «los cuentos».
Tener un relato potente es imperativo en la batalla política y cultural. La gente necesita conocer los argumentos contra el estatismo en todos sus ámbitos de influencia, no sólo en la gestión de la quiebra que van dejando los gobiernos socialistas. El discurso no puede ser económico. Debe ser moral: no desfallecer y defender la libertad mientras se gestionan las cuentas. Ambas cosas deben hacerse simultáneamente y darse a conocer.
Por eso considero que es ridícula la división. Debemos entender que la alianza entre liberales, conservadores y soberanistas es ganadora para enfrentarse al Estado depredador, el socialismo del siglo XXI y la agenda woke. Resulta crucial unir fuerzas para defender la libertad, la propiedad, la familia que desees tener y las instituciones independientes. En vez de centrarse en diferencias nimias, hay que reconocer lo que hizo que las ideas de la libertad triunfaran en la época de Thatcher y Reagan: la unión entre liberales y conservadores.
A los que defienden la equidistancia entre la izquierda y la derecha hay que recordarles que es la equidistancia entre los que están contra la propiedad privada y la libertad de expresión y los que las defienden.
Debemos entender que la izquierda global se ha unido alrededor del neomarxismo y de esta nueva Inquisición —que ya no existe, porque probablemente nunca existió—, el socialismo moderado. La socialdemocracia no sólo ha fracasado económicamente, sino que se ha entregado a la Neoinquisición y a los postulados del neomarxismo con brazos abiertos. Aquellos que sí son moderados se han dado cuenta de la deriva totalitaria y defienden las ideas de la libertad sin complejos.
Es muy sencillo, un libertario puede dar un discurso ante miles de personas afines a la derecha, como ha hecho Milei en tantas ocasiones, y está hablando con gente con la que tiene dos grados de separación. Ninguno rechaza la propiedad privada ni el libre mercado. Un libertario en un congreso socialista nunca encontrará afinidad y, además, nunca será admitido ni se le permitirá expresarse porque la mentira no permite ser desafiada.
El caso de Javier Milei en Argentina demuestra que esta estrategia triunfa, al haber logrado un apoyo popular desconocido, cuando se había vendido el discurso de que no se pueden ganar las elecciones con mensajes libertarios y anuncios de fuertes recortes. A un año de la asunción de Javier Milei como presidente, el 52,2 % de los argentinos aprobaba su gestión.
La alianza entre libertarios, conservadores y soberanistas es esencial para contrarrestar la imposición cultural de la Neoinquisición, que ha ganado influencia modificando valores, lenguaje y tradiciones.
Los tres grupos comparten preocupaciones sobre temas como la igualdad ante la ley, la ideología de género y la oleada antipropiedad, que pueden articularse en torno a los valores de la libertad individual como expresión máxima de una sociedad solidaria y en progreso.
Esta alianza permite además enfrentarse de manera eficaz contra iniciativas liberticidas escondidas detrás de la Agenda 2030 o propuestas del Foro de Davos, defendiendo de manera conjunta la soberanía y la libertad.
Este reequilibrio ideológico evita el desgaste personal, fortalece a las personas que se sienten abandonadas en sus valores por las autoridades y recuerda al mundo que la mayoría se opone a las ideas mal llamadas progresistas, que en realidad son estatismo depredador.
Con ello, los verdaderos progresistas se unirán a las ideas de la libertad.
No olvidemos que los derechos civiles, sexuales, de las mujeres, de los trabajadores y el respeto al medioambiente son causas liberales, no neomarxistas.
La derecha y el llamado centroderecha tienen la oportunidad de rearmarse ideológicamente recogiendo el testigo de la mayoría silenciosa que está harta de que le impongan el pensamiento único de una minoría intervencionista. Para ello, debemos recuperar el liberalismo económico y social con propósito y determinación.
Liberales, conservadores y soberanistas ganamos en el terreno de lo económico, lo político y lo emocional si defendemos nuestros valores y principios sin complejos. Por separado, perdemos, aunque se ganen las elecciones, porque la arquitectura de expolio y ataque a la propiedad privada heredada del socialismo permanece en esos años de gobierno.
El mayor fracaso para el centroderecha es ganar elecciones y estar en el poder, pero perpetuar las medidas dejadas por el socialismo depredador.
El mayor fracaso para el centroderecha liberal es abandonar sus principios y valores y presentarse como el fontanero de la gotera del anterior, como el contable del socialismo.
«En un campo de maravillosas vacas, lo que hace más ruido son los grillos», decía Winston Churchill. Si haces caso a los grillos y te crees que son la mayoría por el ruido que hacen, te quedas sin vacas, sin carne y sin leche.
El éxito de la coalición entre conservadores y libertarios llega cuando escucha a la mayoría silenciosa, defiende los principios y valores de la libertad, sin complejos, y gana las elecciones, el progreso y la historia.
El Nuevo Orden Económico Mundial. EE. UU., China, Europa y el descontento global | Liberacción 2025
PRETENDEN CASTIGAR AL PENSAMIENTO, QUE OBVIAMENTE NO DELINQUE.
PRETENDEN CASTIGAR A CUENTA. NOBLE Y DEMOCRÁTICA ACTITUD.
Aparte de confirmar que tras el «lunes negro», gracias a Sánchez, África empieza en los Pirineos (excepto Portugal), y de reivindicar las nucleares como nunca antes, me permito usurpar puntualmente el evocador título de un excelente libro de Álvarez Tardío y Villa García, expertos conocedores de la historia de España siglo XX, para hablar de cinturones sanitarios y excluyentes. Analizan la II República, uno de cuyos primigenios objetivos fue echar a las derechas de la posibilidad de gobernar. El hispanista Ranzato, entre otros, vio la gran debilidad de aquella democracia precisamente en la falta de demócratas. En su estrepitoso fracaso no fue, no obstante, la única causa a diestra y siniestra del final (precio) de muerte y destrucción de aquel periodo lamentable.
Nada más llegar al poder las izquierdas pusieron la directa contra las derechas. Recuperaron la mayoritaria ley electoral de Maura (1907) para hacerla más mayoritaria todavía. Fijaban rumbo. Como lo fijó recientemente el hiperventilado Pablo Iglesias y su cohorte de féminas igualmente hiperventiladas, cuando dijo que «jamás» gobernaría la derecha en España. Fue ovacionado. Lo confirmaría Sánchez el autoritario con su particular muro de la vergüenza, o dogal sanitario, repudiando a media España. Ruin división y radicalización ideológica de nuestro país que ellos se empeñan en man tener y aumentar. De nuevo las dos Españas que habían terminado en una cruel guerra civil y que los más malvados buscaron. «Españolito que al mundo vienes, te guarde Dios; una de las dos Españas ha de helarte el corazón»; no imaginaba Machado que en pleno siglo XXI otros perversos fomentarían nuestro enfrentamiento.
Clarificador fue cuando el sobrevalorado Azaña y Largo Caballero, antidemócrata que ansiaba una guerra civil al que Sánchez dice querer imitar, pidieron al Presidente de la República anular las elecciones de 1933 (las más limpias hasta el momento en España) porque habían ganado las derechas. Querían repetirlas hasta que saliera el resultado "correcto". Cuando llegaron las de febrero 1936, el Frente Popular (calco de lo que hoy nos domina) se permitió eliminar y falsificar Actas. Un pucherazo, vamos, como hizo Sánchez en su partido y que motivó su expulsión. Marca del personaje.
Proclamaban entonces que la derecha no era suficientemente republicana, que es como si ahora echásemos del tablero político a buena parte de la izquierda por que no es monárquica. ¿Se ve la diferencia? Sí porque esta España nacida de la denostada, pero exitosa y confraternizadora Constitución de 1978, no es así y además aguanta (demasiado) el vendaval de corrupción, ilegalidades, división y rechazo que nos están sirviendo desde el propio Consejo de Ministros como delicadeza del 'inkilino' de Moncloa y siervos.
Ese muro que decía afecta especialmente a Vox. No a los terroristas, no a los golpistas, por sus hechos consumados juzgados y hallados culpables. Pretenden castigar al pensamiento, que obviamente no delinque. Pretenden castigar a cuenta. Noble y democrática actitud. En fin, el fascismo, como el bolchevismo, comienzan por suprimir a los rivales, como ocurre en Rusia, China, Cuba, Venezuela, Corea del Norte...todos de ideología mucho más próxima al bolchevismo que al fascismo. Por cierto, ¿qué obsceno derecho permite al portavoz socialista, tan maleducado como poco democrático, llamar «fascista» desde la tribuna de oradores del Parlamento a un rival que nada tiene que ver con aquella forma de practicar la política; ni la reivindica, cosa que sí hacen nuestra extrema izquierda comunista, orgullosa de su militancia, como si esta ideología no hubiera costado a la humanidad 130 millones de muertes e ingentes dosis de sufrimiento.
La última muestra del dogal sanitario sanchista fue a propósito de las entrevistas del «rearme» OTAN con los grupos parlamentarios. En su crónica y absoluta falta de respeto desdeñó al tercer partido de España y sus casi cuatro millones de españoles que también sufren su rapiña impositiva. Esto y su habitual desprecio al Partido Popular nos recuerdan que ansia excluir rivales y que el precio de estas acciones en política su ser elevado. No quiera Dios elevado como hace 90 años, pero.,.... a su muñidor no le salga gratis. El muro. aquí y ahora, como en la Alemania comunista o EEUU, de Clinton a Trump (otro que tal), deberla hundirse en sus propias narices. Y pagar por ello. SÁNCHEZ DIMISIÓN.
EL SOCIALISMO ES UNA DE LAS IDEOLOGÍAS MÁS DEPREDADORAS DE LA HISTORIA.
En todos aquellos Estados donde se han implementado políticas socialistas, la economía y la sociedad se han degradado irremediablemente. La República Democrática Alemana, Venezuela, Argentina o Cuba entre otros muchos países son ejemplos evidentes de esto.
En España, los últimos veinte años de influencia socialista han marcado por completo todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, especialmente durante el mandato de Pedro Sánchez, que ha sido capaz de traspasar cualquier límite con tal de llevar a cabo su proyecto de supervivencia política.
Manuel Llamas, uno de los analistas económicos más importantes, realiza en este afilado y rompedor libro un repaso a las dos últimas décadas de historia socialista en nuestro país, con especial atención al sanchismo, para retratar cómo, bajo su influencia, España se ha ido degenerando en todas las vertientes para situarse al borde del precipicio político y económico.
Prólogo
El socialismo no funciona. No lo ha hecho en el pasado, no lo hace en el presente y tampoco lo hará en el futuro. Y no, no es una cuestión de personas ni de países, sino de ideas. El socialismo no funciona porque no puede funcionar. Sus principios son erróneos de base y, por tanto, por mucho que se aplique, una y otra vez, el resultado siempre será el mismo: miseria, represión y muerte.
El socialismo, sencillamente, mata. Siempre y en todo lugar. El desastre que trae como resultado tan sólo depende de la intensidad con la que se imponga. A mayor socialismo, más destrucción. Y lo trágico es que nadie está a salvo. El fin de la historia, entendida como la lucha entre ideologías, no llegó con la caída del Muro de Berlín y la consiguiente extinción de la Unión Soviética, para consolidar por siempre la democracia liberal y la economía de mercado, tal y como en su día proclamaron algunos ingenuos.
No. Por desgracia, la libertad siempre está bajo amenaza. Sus enemigos son muchos y muy poderosos. La libertad es una conquista del hombre que, una vez alcanzada, requiere una defensa permanente, de modo que nunca se puede bajar la guardia. Nada está garantizado por siempre. Y eso incluye nuestros derechos, libertades y bienestar.
Hay países que, literalmente, se suicidan, mientras que otros, sin embargo, renacen y avanzan con ímpetu hacia un futuro de abundancia. Y lo único que determina uno u otro destino es la preeminencia o no de las ideas correctas. De ahí, precisamente, la importancia de la batalla cultural, que no es otra cosa que la batalla de las ideas.
Toda sociedad que abrace el socialismo caerá en la senda del declive y el empobrecimiento. El camino de la libertad y el capitalismo, por el contrario, garantiza un destino de bonanza y desarrollo a todos los niveles, no sólo material, sino también personal y espiritual.
No es una mera opinión. Son datos. Las evidencias al respecto son irrefutables, se mire por donde se mire. Y, pese a todo, el socialismo sigue gozando de buena fama e imagen, mientras que el capitalismo es la diana habitual de duras críticas y ataques por parte de políticos, intelectuales y medios de comunicación. En parte por desconocimiento, sí, pero también por interés, ya que, a diferencia de lo que sucede en el mercado libre, donde todos ganan mediante la realización de transacciones voluntarias, el colectivismo —o estatismo—, a través del ejercicio opresor del poder político, es un juego de suma cero, donde unos pocos ganan mucho a costa de lo que roban a los demás.
En eso se resume, básicamente, la historia del socialismo, que, en esencia, no es otra cosa que el saqueo sistemático de los menos —gobernantes— sobre los más —gobernados— mediante el brutal y cruel ejercicio de la violencia. El socialismo es prohibición, dictadura y pobreza. Y da igual quien lo ejerza, pues su final no cambia. No hay ni un solo caso a lo largo de la historia donde la ejecución del ideario socialista haya generado riqueza y progreso para el conjunto de la población. Ni uno.
Ejemplos hay muchos. En este libro se abordan algunos, incluido el de España. Lo primero y más importante a tener en cuenta es que la riqueza no está dada, no es una tarta que cae del cielo y que, por tanto, se pueda repartir en mil pedazos de forma más o menos justa o equilibrada. La riqueza no existe per se. La riqueza se crea y se destruye, en base a la existencia o no de una serie de principios y condiciones muy concretos.
Por eso hay países que, siendo enormemente ricos en el pasado, hoy son pobres de solemnidad, convertidos en auténticos infiernos en la tierra, cuya población, por no tener, no tiene nada. Pero, al mismo tiempo, también hay países, muchos, que, habiendo sido pobres en el pasado, hoy son ricos y disfrutan de una calidad de vida excepcional, con rentas medias que superan los 100.000 euros al año por persona y donde la gente vive rodeada de comodidades.
Lo que determina uno u otro destino no es el clima, tampoco la valía mayor o menor de sus habitantes ni los recursos naturales que tenga el país ni, por supuesto, la suerte. Una vez más, la clave son las ideas. La combinación de propiedad privada, libertad en un sentido amplio y seguridad jurídica para garantizar el cumplimiento de los contratos es lo que posibilita la creación de riqueza. La ausencia o debilidad de estos pilares, sin embargo, conduce a la destrucción de la misma.
Esto es lo que explica, en última instancia, el fracaso sin parangón de los experimentos socialistas en Rusia, China, Alemania del Este, Corea del Norte, Cuba, Camboya, Vietnam, buena parte de África, Venezuela y tantos otros. Y al revés, pues la existencia de esos mismos factores es lo que determina el nacimiento del capitalismo con la Revolución Industrial en Reino Unido y su posterior extensión por Occidente.
España no es ajena a este fenómeno. Hoy es una economía moderadamente rica, pero fue un país tremendamente pobre y atrasado durante gran parte del siglo pasado. El desastre de la República, la cruenta Guerra Civil y la autarquía en los duros años de posguerra explican dicho fiasco. España llegó muy tarde a la Revolución Industrial y a las bondades del capitalismo. Tanto la clase media como la prosperidad actuales nacen, básicamente, a partir de 1959 y se consolidan después con la llegada de la democracia.
El problema es que todo lo que sube también puede bajar. Y en esas estamos desde que el radicalismo y la mediocridad se instalaron en España con la Presidencia de Zapatero en 2004 y el posterior estallido de la crisis financiera en 2008. Desde entonces, España navega a la deriva entre la izquierda y la extrema izquierda, con socialistas de todo color y condición al frente, hasta que, finalmente, el país ha terminado entrando en una peligrosa deriva populista de la mano de Pedro Sánchez.
España vive un punto de inflexión crítico, cuyo resultado determinará el futuro de al menos una generación en las próximas décadas. El país avanza de cabeza hacia una democracia de segunda división como resultado de una grave crisis institucional, junto con una economía estancada y empobrecida, fruto, a su vez, de un intervencionismo atroz, unos impuestos confiscatorios y un ataque sin tregua a la cultura del trabajo, el esfuerzo, el ahorro y el emprendimiento.
España todavía es un país rico, pero lo cierto es que cada vez es más pobre en comparación con el resto del mundo libre. El libro que tiene en sus manos explica las causas y consecuencias del éxito y caída de los países, centrando su atención en España, donde el socialismo, si nada lo remedia, nos lleva de cabeza a la ruina.
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Qué es el capitalismo
EL CAPITALISMO ES UN MILAGRO
«Ahorro, capitalismo y trabajo duro». No hay más. Esta frase, del gran maestro Miguel Anxo Bastos Boubeta, profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, sintetiza a la perfección la única receta eficaz y sostenible en el tiempo para salir de la pobreza.
La inmensa mayoría de la gente no es consciente de que el estado natural del hombre es la pobreza, no la riqueza; la escasez, no la abundancia; las calamidades, no el bienestar. Y es normal que sea así porque, al fin y al cabo, el ser humano fija su atención en el presente y en el corto plazo, sin reparar en la larga historia del hombre, que se remonta a miles de años atrás.
Desde los tiempos de las cavernas, donde sobrevivíamos a duras penas, a expensas de las siempre duras condiciones del entorno, a nuestros pisos y casas, con agua corriente, luz y calefacción, hemos recorrido un largo camino lleno de dificultades. Pero el nivel de desarrollo y comodidad que disfrutamos hoy, y no sólo en los países ricos, sino a nivel global, es algo muy reciente, ya que se concentra en los dos últimos siglos, apenas un segundo en la larga historia de la humanidad, desde que el hombre es hombre.
El origen de semejante milagro no es otro que el denostado y vilipendiado capitalismo. Nunca hemos vivido mejor que ahora, a pesar de todas las crisis, guerras y problemas que sufrimos en nuestro día a día y, sin duda, seguiremos sufriendo en el futuro. Cualquier persona de renta media o baja en España vive hoy cien o mil veces mejor que cualquier rey absolutista del Antiguo Régimen en la Edad Media, a pesar de todo su poder y riquezas. Se mire por donde se mire. Da igual el indicador que se use.
Y es que, por muchos castillos, tierras o criados que tuviesen entonces a su servicio, se morían de la más mínima infección, reduciendo de forma drástica su esperanza de vida. Por no tener no tenían siquiera los servicios más básicos y comunes de los que disfruta la población actual. Los monarcas del pasado darían todas sus riquezas por vivir como vive hoy cualquier familia normal.
La gente disfruta en la actualidad de un nivel de vida inimaginable hace apenas unos siglos, de modo que una persona humilde hoy sería vista como el mayor de los privilegiados ayer. Y al revés, puesto que las condiciones de los más poderosos de antaño serían percibidas como miserables a nuestros ojos.
Así pues, mucha gente no es consciente realmente de lo que tiene y, sobre todo, desconoce por qué lo tiene. Pues bien, la respuesta no es otra que el capitalismo. Sin embargo, por increíble que parezca, dicha palabra parece estar maldita, puesto que es objeto de todo tipo de críticas y ataques, mientras que sus más bien escasos creyentes se cuidan muy mucho de salir en su defensa en público por miedo al qué dirán. Sienten vergüenza e incluso culpa por defender un sistema que, a la vista está, no suele gozar de buena prensa.
Pese a ello, por mucho que digan lo contrario, el capitalismo es el artífice del bienestar actual. Es un verdadero prodigio y, como tal, lejos de ser atacado e insultado, debería ser bendecido o, cuando menos, reconocido y, por tanto, protegido. Nunca un sistema económico ha hecho tanto por el hombre como el capitalismo. Nunca, jamás.
LOS VALORES DEL CAPITALISMO
Pero ¿qué es el capitalismo? Por un lado, una serie de valores muy concretos presentes en la sociedad y, por otro, un conjunto de principios rectores de la misma sin los cuales el capitalismo no podría fructificar. En el lado de los valores, destacan, básicamente, el ahorro, el trabajo y la libertad.
El capitalismo no es consumo, es producción. Y para producir se necesita ahorro e inversión. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto. El consumo, en especial el consumismo de masas, no es el origen, sino la consecuencia del capitalismo. No en vano, sólo podemos consumir lo que hemos producido previamente. El capitalismo es ahorro y el ahorro es sacrificio, frugalidad, contención, autocontrol… Dejar de consumir determinados bienes en el presente para poder disponer de ellos en el futuro, lo cual exige un enfoque previsor y una mirada a largo plazo.
Ese ahorro previo es lo que permite acumular con el fin de financiar bienes de capital, tales como máquinas, herramientas o equipos que, a su vez, se utilizan para producir otros bienes de consumo e inversión. Y ese particular proceso de ahorro, inversión y producción multiplica, en última instancia, nuestro particular nivel de vida.
El segundo valor básico del capitalismo es el trabajo. Las cosas no se hacen solas, por voluntad divina. Se requiere esfuerzo y dedicación, echarle horas y buen hacer. La cultura del trabajo es fundamental, a diferencia de las ideologías que, como el socialismo, lo perciben como un castigo o una explotación. El trabajo no sólo dignifica, sino que forma, educa y disciplina a quien lo ejerce. Además, ya sea como empleado, inversor o empresario, supone nuestra aportación al conjunto de la sociedad.
Por eso mismo, las sociedades que valoran y ensalzan la cultura del ahorro y el trabajo duro tienden a prosperar, frente a aquellas donde prima el consumo desaforado y el despilfarro, el aquí y ahora (carpe diem) o vivir de los demás, aplicando la ley del mínimo esfuerzo. Estas últimas, tarde o temprano, están condenadas al fracaso.
Por último, el tercer gran valor del capitalismo es la libertad y, con ella, tanto la propiedad como la responsabilidad. La libertad es un derecho natural e inalienable. El hombre es libre por naturaleza, pues nace siendo dueño de su cuerpo y sus ideas. Y siendo esto así, pues nadie en su sano juicio desea ser esclavo en contra de su voluntad, también es dueño del fruto de su trabajo, validando así la existencia misma de la propiedad privada.
La libertad lleva a la propiedad. El hombre, al ser libre por naturaleza, es dueño de cuerpo y mente, de modo que también es propietario por naturaleza. Sin libertad no hay propiedad, de igual modo que sin propiedad tampoco hay libertad. Ambos conceptos son indisolubles.
Y ser libre, en todo caso, implica, de igual manera, ser responsable. No hay libertad sin responsabilidad. Una sociedad libre es aquella en la que los individuos son conscientes y responsables de sus actos, asumiendo las consecuencias de su buen o mal hacer en la vida.
Libertad no es hacer lo que a uno le venga en gana, sino lo que debe, puesto que la libertad individual termina donde empieza la del otro. En este sentido, libertad significa ausencia de coacción, pero también responsabilidad. Ser consciente de que todo acto tiene consecuencias, que cada cual es dueño de su destino y responsable de su propia vida —y la de los suyos en caso de precisarlo—.
El capitalismo se asienta sobre estos valores. Las sociedades capitalistas fomentan y protegen la cultura del ahorro, el trabajo y la libertad en un sentido amplio. Pero de poco o nada sirven estos valores si la sociedad o país en cuestión no respeta una serie de principios igualmente esenciales.
LOS PRINCIPIOS DEL CAPITALISMO
El capitalismo se rige por una serie de principios cuya existencia y respeto son fundamentales para que pueda surgir y funcionar correctamente, propiciando así su máximo potencial. En primer lugar, una economía de mercado que permita producir y comerciar libremente a los individuos.
El mercado, a diferencia de lo que se suele pregonar a diestro y siniestro, no son los dueños del mundo sentados a una mesa conspirando contra la mayoría de la población. Eso es más bien la Asamblea de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) o el Foro Económico Mundial, más conocido como Foro de Davos, pero no el mercado. El mercado somos todos y cada uno de nosotros interactuando libremente entre nosotros.
El mercado no es otra cosa que el intercambio voluntario, libre y pacífico de bienes y servicios entre personas, valiéndose de precios a modo de guía para tomar decisiones, con el único fin de cubrir necesidades ajenas. Punto. Y en una economía de mercado todos somos, en mayor o menor medida, tanto productores como consumidores.
Al actuar como productores, satisfacemos las necesidades o intereses de los demás, desde el panadero que hornea pan hasta el propietario de un piso que lo pone en alquiler o el accionista de una empresa que ofrece un determinado servicio. Y, al revés, como consumidores acudimos al mercado para cubrir nuestras propias necesidades y deseos adquiriendo los bienes que producen los demás.
El mercado es el maravilloso juego de la oferta y la demanda. Y todo ello de forma ordenada, libre y pacífica. Sin necesidad de que uno u otro político, valiéndose del Estado, imponga qué, cómo o cuánto producir. De hecho, la figura más importante aquí es la del empresario, quien, gracias a su talento e inventiva, se juega su propio patrimonio no sólo para satisfacer lo que demandan los demás, sino para cubrir incluso necesidades que ni siquiera existen porque todavía no han sido descubiertas.
El empresario es un héroe, no un villano. El único villano de toda esta historia es el político. Toda empresa nace de uno o varios empresarios, cuya función no es otra que servir a los demás mediante la producción de los bienes y servicios que necesitan o que, sin saberlo, necesitarán porque, de algún modo, mejoran sus vidas y bienestar. El empresario de éxito es quien mejor cubre esas necesidades ajenas, es decir, el que mejor sirve a los demás, recibiendo a cambio pingües beneficios. Y al revés, el empresario que no sirve quiebra.
Somos nosotros, el mercado, quienes hacemos grandes a las empresas y convertimos en millonarios a sus dueños, pero por la sencilla razón de que nos sirven bien. En el momento que dejen de hacerlo, les dejaremos de comprar, entrarán en pérdidas y, finalmente, cerrarán. Una empresa que registre beneficios significa que hace bien su trabajo cubriendo necesidades ajenas; si registra pérdidas, por el contrario, significa que no nos sirve bien, y debe desaparecer.
El segundo gran principio es la seguridad jurídica, entendida ésta como un mecanismo que garantiza el cumplimiento de los contratos. El capitalismo no es una selva sin reglas donde cada cual hace lo que le da la gana y el más fuerte elimina sin más y de forma violenta al más débil. Todo lo contrario. El capitalismo se rige por leyes y normas que hay que respetar, empezando por la propiedad privada, la libertad de los demás y la correcta ejecución de los acuerdos libres y voluntarios alcanzados entre las partes. El mercado son transacciones y estas transacciones, grandes o pequeñas, son acuerdos que hay que cumplir, aplicando las sanciones o condiciones estipuladas en caso contrario.
Por último, un tercer principio que hay que tener muy en cuenta es el del Estado limitado. No puede haber propiedad ni libertad ni mercado sin la existencia de límites o líneas rojas al ejercicio del poder político. La función de todo Estado debería limitarse a la protección de los derechos fundamentales de las personas, como la vida, la propiedad y la libertad. Todo lo que exceda esas funciones básicas corre el riesgo de vulnerar esos derechos naturales del individuo, generando muchos más problemas que soluciones.
Este principio precisa, por un lado, la existencia de un Estado de derecho, es decir, un régimen jurídico e institucional según el cual todas las personas, incluidos los gobernantes, estén sometidas al imperio de la ley (lo que se conoce como rule of law). Nadie está por encima de la ley. O, mejor dicho, todos somos iguales ante la ley.
Y, por otro, requiere un sistema de contrapesos para limitar, o al menos dificultar en la medida de lo posible, el ansia irrefrenable de los Gobiernos para intervenir sin control, hasta el punto de atropellar derechos y libertades básicos del individuo. La división de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial; la garantía de contar con una Justicia verdaderamente independiente; la existencia de un marco constitucional que respete derechos y libertades básicas de las personas; o la existencia de instituciones fuertes y sólidas, tanto a nivel político como social, son algunos de los mecanismos que ha puesto en marcha la democracia liberal para tratar de establecer esos frenos a la actuación de los Gobiernos. Cosa diferente es que unos países lo hayan logrado y otros muchos no.
Economía de mercado, seguridad jurídica y un Estado limitado son los grandes principios rectores del capitalismo, las reglas de juego que permiten su desarrollo. Ahorro, trabajo y libertad son sus valores esenciales, el caldo de cultivo que propicia su nacimiento.
El problema, por desgracia, es que no siempre se cumplen ni se respetan. Y esto es lo que explica, en gran medida, la existencia de países ricos y pobres.
EL CAPITALISMO ES BUENO
Hay dos formas de entender y abrazar el capitalismo: por lo que significa en sí mismo y por los resultados que genera. Yo soy liberal y, por tanto, capitalista por ambas razones. Por principios, porque el hombre no es nada sin libertad, porque el liberalismo es la corriente de pensamiento que ha dado origen al capitalismo y a la democracia representativa, posibilitando así el privilegiado estatus del que gozamos hoy en día en Occidente y que, por suerte, se extiende cada vez a más países y zonas del mundo.
Pero también lo soy por resultados. Porque sólo el capitalismo ha demostrado ser, de forma fehaciente y a lo largo del tiempo, el mejor sistema posible para garantizar el bienestar del ser humano en todas sus formas y matices.
Sin embargo, pese a las evidencias, el capitalismo es objeto de odio y ataques de todo tipo y condición. El capitalismo es pecado, según dicen sus detractores, porque la riqueza es mala per se, dado que se obtiene mediante la explotación de los demás, en especial de los más débiles, y, además, se reparte injustamente.
Es la típica imagen del empresario explotador, con chaqué y sombrero de copa, nadando en la abundancia a costa del pobre y miserable trabajador. Así se resume la lucha de clases que vende el socialismo y, en concreto, su derivada más extrema, el comunismo. Y esa teórica injusticia es lo que justifica, en última instancia, la existencia e intervención de los políticos a través del Estado, con el fin de frenar los abusos del mercado y redistribuir justa y equitativamente los recursos.
El capitalismo es malo y el Estado es bueno. Nunca antes una mentira, siendo ésta una de las más extendidas y exitosas de la historia, ha generado tanta muerte, dolor y miseria como este burdo engaño. Y es que la negación del capitalismo y sus pilares, como la libertad o la propiedad, se usa para defender su antítesis, el socialismo, con todo lo que ello supone. El socialismo, en todas sus versiones y variantes, implica, siempre y en todo lugar, mucho más poder y recursos para el Estado y su clase gobernante, una privilegiada y reducida élite política, a costa, eso sí, del resto de la población.
Cuanto más poder tienen los políticos, menos libertad tienen los individuos, el pueblo, la sociedad en su conjunto. Cuanto más dinero y recursos acapara el aparato estatal, menos tiene su población. La política, a diferencia de la economía de mercado, sí es un juego de suma cero, donde lo que gana uno lo pierde el otro.
Bajo el capitalismo, sin embargo, sucede todo lo contrario. La economía no es un juego de suma cero, donde unos sólo ganan si otros pierden. La tarta no está dada. La riqueza no es una tarta que se pueda repartir a placer, no es como el maná caído del cielo que cuenta la Biblia. La riqueza se crea de la nada, por medio de la producción y los intercambios voluntarios y mutuamente beneficiosos entre individuos libres e iguales. Y, por eso mismo, al igual que se crea, también se destruye.
Pero para que surja y crezca la riqueza se necesita ahorro, trabajo, libertad, economía de mercado, seguridad jurídica y Estado limitado. Se necesita capitalismo, cuanto más mejor. A más capitalismo, más riqueza y bienestar. A menos capitalismo, menos. Tan simple como esto. El socialismo, y el creciente poder que siempre implica para el Estado, no tiene nada de bueno, porque se sustenta sobre la coacción, la violencia y el robo vía impuestos. ¿Qué tiene eso de ético? Nada.
Dicen que el capitalismo es malo, pero sin capitalismo no hay dinero y sin dinero volvemos al trueque; no hay ahorro ni inversión y, por tanto, tampoco hay producción; y sin producción no hay riqueza, ni crédito ni consumo; sin riqueza no hay bienestar; y sin bienestar, difícilmente puede haber felicidad, que es a lo que aspira todo hombre.
El dinero no garantiza en ningún caso la felicidad, eso es cierto, pero facilita la libertad. Y la libertad es el prerrequisito, la condición indispensable para alcanzar la felicidad, ya que sólo siendo libre puedes perseguir tus propios sueños y metas en la vida. El capitalismo es ético, es algo bueno por sí mismo, porque defiende y promueve valores y principios enormemente positivos para las personas y la comunidad en la que viven.
Pero también es bueno por sus resultados. Por sus obras los conoceréis… El socialismo es un camino directo al infierno empedrado de bonitas palabras y buenas intenciones, pero de consecuencias nefastas para la vida, la libertad y la prosperidad de los hombres. El capitalismo, sin embargo, pese a no gozar de buena fama, ha propiciado la mayor etapa de crecimiento, riqueza y bienestar de la historia de la humanidad. Por eso, si no se abraza el capitalismo por sus valores, por convicción, al menos debería hacerse por puro y duro pragmatismo, por sus frutos.
Los 10 pasos de Maduro para imponer
una dictadura tiránica total en Venezuela
(seguidos por Pedro Sánchez)
La deriva dictatorial del chavismo viene de lejos, pero su instauración se ha intensificado tras la derrota electoral de Maduro en 2015.
La agónica situación política, económica y social que sufre hoy Venezuela no es nueva, puesto que se lleva gestando de forma creciente desde que Hugo Chávez llegó a la Presidencia de la República en febrero de 1999, hace ya más de 18 años. Su desastrosa política de expropiaciones, nula libertad económica, corrupción galopante, restricción de derechos y libertades fundamentales, así como elevada inseguridad jurídica y ciudadana, terminaron por configurar un régimen caracterizado por la pobreza y la ausencia de una democracia efectiva.
Sin embargo, ha sido ahora, tras la muerte de Chávez en 2013 y el consiguiente ascenso de Nicolás Maduro al poder, junto al agravamiento de la profunda crisis económica que sufre Venezuela, cuando la República Bolivariana ha empezado a transitar hacia el establecimiento de una dictadura total, tanto en forma como en fondo, cuya senda ha estado marcada por 10 grandes golpes antidemocráticos asestados por el Gobierno durante los últimos dos años, con la inestimable ayuda del Ejército, el Tribunal Supremo y el Consejo Nacional Electoral (CNE), entre otros organismos que se pliegan a la voluntad arbitraria del régimen.
1. No reconoce su derrota electoral
El punto de inflexión que marcó el inicio de esta fatídica deriva fueron las elecciones parlamentarias que tuvieron lugar el 6 de diciembre de 2015. El gran descontento social que propició la intensa recesión económica, la hiperinflación y la escasez generalizada de productos básicos se tradujo en una clara derrota de Maduro en las urnas, otorgando así la mayoría parlamentaria a los partidos de la oposición.
Sin embargo, pese a la contundencia de los resultados, el chavismo no asumió la decisión soberana que reflejó el pueblo venezolano en las urnas. Pocos días antes de las elecciones, Maduro ya advertía estar "militarmente preparado" para encajar la derrota, avanzando con ello su posterior reacción. Y es que, efectivamente, una vez celebrados los comicios, el presidente bolivariano señaló que "en Venezuela no ganó una oposición democrática, ganó una contrarrevolución, utilizando la Constitución". La victoria opositora, según él, no fue limpia, sino fruto de la "antipolítica del fraude, de la trampa y de la corrupción política-electoral".
2. No reconoce la legitimidad del Parlamento
Y, puesto que las elecciones fueron un fraude, el recién elegido Parlamento carecía de legitimidad para legislar y modificar los designios del Gobierno, erigido ya como único y verdadero representante del "pueblo".
Ésta es la razón por la que Maduro se negó a admitir la ley de amnistía que propuso el Parlamento para liberar a las decenas de presos políticos que había encarcelado el régimen en los meses previos a las elecciones: "Lo digo como jefe de Estado, no aceptaré ninguna ley de amnistía porque se violaron los derechos humanos y así lo digo y así me planto, me podrán enviar mil leyes, pero los asesinos de un pueblo tienen que ser juzgados y lo tienen que pagar, así lo digo". Asimismo, el Supremo también tumbó el proyecto de enmienda constitucional que aprobó el Parlamento para reducir el período presidencial de seis a cuatro años. Es decir, al no reconocer su autoridad, el régimen ató de pies y manos al poder legislativo para poder seguir gobernando a sus anchas, sin ningún tipo de limitaciones.
3. Declara el estado de excepción
Por si fuera poco, y dado que el descontento en las calles se agravaba por momentos, Maduro declaró el Estado de Excepción y de Emergencia Económica desde principios de 2016 con la vana excusa de aliviar los graves problemas de desabastecimiento que sufría el país, pero que, en realidad, lo único que perseguía era otorgar poderes extraordinarios al presidente para adoptar todo tipo de medidas a nivel económico, político y de seguridad. Aunque el decreto fue rechazado por el Parlamento, el Supremo volvió a acudir en auxilio del régimen declarando su legalidad.
La mayoría opositora activó entonces un nuevo mecanismo, recogido en la Constitución Bolivariana, para propiciar la salida de Maduro del poder mediante la convocatoria de un referendo revocatorio, para lo cual precisaba el apoyo expreso del 20% del electorado mediante la recogida de firmas. La Constitución venezolana establece que el presidente puede ser destituido una vez concluida la mitad de su mandato mediante referéndum.
Sin embargo, el régimen empleó todas las tretas a su alcance para dificultar la recogida de firmas y retrasar al máximo el proceso. En agosto de 2016, Maduro advertía lo siguiente: "¿Ustedes vieron lo que pasó en Turquía -en referencia al golpe de estado frustrado-? Erdogan se va a quedar como un niño de pecho para lo que va a hacer la revolución bolivariana si la derecha pasa la frontera del golpismo", en alusión al intento del Parlamento por reactivar el revocatorio tras los impedimentos chavistas.
Y no sucedió porque, simplemente, la Asamblea Nacional fue ilegalizada el pasado mes de marzo. A finales de 2016, la cámara legislativa acusó a Maduro de provocar una "grave ruptura del orden constitucional y democrático, la violación de Derechos Humanos y la devastación de las bases económicas y sociales" del país.
Pero la reacción no se hizo esperar. Una vez más, el Tribunal Supremo -brazo ejecutor del régimen chavista a nivel judicial- declaró al Parlamento venezolano en "desacato", limitando la inmunidad de los diputados y asumiendo sus competencias, con lo que ilegalizó de facto a la Asamblea. Este hecho fue tildado inmediatamente de "golpe de estado" por la oposición y la comunidad internacional.
6. Brutal represión en las calles
Agotadas las vías democráticas para remover al Gobierno y convocar nuevas elecciones presidenciales, la oposición intensificó sus protestas en las calles a partir de abril contra la deriva dictatorial que había emprendido el régimen. Movilizaciones que, sin embargo, fueron reprimidas de forma brutal mediante la detención de cientos de manifestantes y el asesinato de más de 100 personas por parte del ejército y las fuerzas de seguridad.
Las manifestaciones se organizaron para exigir la liberación de todos los presos políticos, la apertura de un canal humanitario para facilitar la llegada de comida y medicinas, la fijación de un calendario para celebrar las elecciones regionales suspendidas, así como el restablecimiento de todos los poderes usurpados al Parlamento.
7. Encarcelamiento de líderes opositores
La represión en las calles se acompañó, además, de la detención arbitraria e indiscriminada de líderes opositores. El caso más destacado es el de Leopoldo López, sentenciado a más de 13 años de cárcel por incitación pública a la violencia en las manifestaciones de 2014. El propio fiscal encargado del caso llegó a tildar de "farsa" el juicio contra López tras abandonar el país, mientras que Human Rights Watch no dudaba en denunciar que "el Gobierno venezolano ha adoptado abiertamente las tácticas habituales de los regímenes autoritarios y ha encarcelado a opositores, censurado medios de comunicación e intimidado a la sociedad civil".
El régimen ignoró la reciente consulta que organizó la oposición para rechazar la Asamblea Constituyente y procedió a la citada votación el pasado fin de semana, con el resultado ya conocido: más de 8 millones de votos, el 41,5% de la población censada, según afirmó el régimen.
9. Amaña las elecciones
El problema, sin embargo, ya no es que se tratase de una convocatoria ilegal, sino claramente fraudulenta por tres razones básicas. En primer lugar, porque las "bases comiciales" -los candidatos autorizados para formar parte de la nueva Asamblea- no se ajustan a los principios básicos de la democracia, ya que el listado de posibles elegibles lo componían, exclusivamente, miembros o simpatizantes del partido de Maduro. El decreto prohibió que los partidos políticos presentasen candidaturas para, de este modo, silenciar a la oposición.
En segundo término, porque se ignoraron los tradicionales distritos electorales para otorgar una representación desproporcionada a las zonas rurales, en donde muchos municipios el oficialismo aún es dominante y puede presionar con mayor impunidad a los electores. Además, 173 de los 545 diputados se seleccionaron por el denominado "ámbito sectorial" para asegurarse la presencia de organizaciones chavistas en el Parlamento (sindicatos, consejos comunales...). Y, por si fuera poco, porque el "carnet de la patria" -la cartilla estatal que da acceso a alimentos y subvenciones- sirvió de base para elaborar el padrón electoral.
Es decir, el régimen cambió las reglas de juego para que los diputados y votantes de la Asamblea Constituyente fueran afines al régimen con el fin de garantizarse la victoria en las urnas. Aún así, el recuento fue tildado de fraudulento, ya que nadie, salvo el propio Gobierno, se cree los 8 millones de votos cosechados. Expertos y partidos de la oposición reducen la participación real a menos de dos millones de personas, el 10% del censo.
10. Declara la dictadura total
Tras el autogolpe, Maduro se apresuró a lanzar duras y claras amenazas contra la oposición, la Fiscal General -contraria a la deriva del régimen- y la prensa díscola. Por el momento, ya ha ordenado el secuestro de Antonio Ledezma y Leopoldo López, que estaban bajo arresto domiciliario, pero esto tan sólo es el principio… Y es que, tal y como advierte Human Rights Watch, los vastos poderes que se conceden a la Asamblea Constituyente permitirán la instauración de una dictadura total en Venezuela mediante las siguientes medidas: El cierre de la actual Asamblea Nacional y su sustitución por el Parlamento chavista.
La eliminación de la inmunidad parlamentaria y la activación del "Plan Especial de Justicia de Emergencia", que sería ejecutado por el Tribunal Supremo y tribunales militares para buscar y capturar a todos los "conspiradores".
La destitución de la fiscal general.
Y la suspensión de elecciones democráticas por tiempo indefinido, ya que la Asamblea Constituyente nace sin un plazo de extinción expreso, de modo que podrá prorrogar su funcionamiento sine die, sin ningún tipo de oposición. Las elecciones regionales, previstas para 2016, se retrasaron a diciembre de 2017 y los comicios presidenciales se deberían llevar a cabo en 2018, pero ahora todo apunta a que no se celebrarán, y, si lo hacen, será con unas reglas de juego ajenas a los principios básicos de la democracia (pluralidad política, sufragio universal y plena transparencia). Maduro ya lo advirtió de forma explícita el pasado junio: "Lo que no se pueda con los votos lo haríamos con las armas". El tirano chavista está cumpliendo su palabra.
Creo en el Dios de Jesús y de María, el Dios de los bienaventurados, sencillos y sabios humildes como Abraham y Sara; Isaac y Rebeca; Jacob y Raquel. Y no el de los expertos racionalistas e ideologistas teólogos y entendidos escribas de todos los tiempos, El Mismo JesuCristo nunca los eligió ni como apostóles ni como discípulos. Ni antes ni ahora. Soy Venezolano, Maracucho/Maracaibero, Zuliano y Paraguanero, Falconiano; Soy Español, Gallego, Coruñés e Fillo da Morriña; HISPANOAMÉRICANO; exalumno marista y salesiano; amigo y hermano del mundo entero.
La Línea Editorial de este Rincón es la Veracidad y la Independencia imparcial.
¡¡¡ Que El Señor de La Comunicación, de La Amistad, de La Paz con Justicia, te bendiga, te guarde, te proteja, siempre... AMÉN !!! ________________________________
¡La Paz del Señor sea contigo!
¡Shalom aleijem!
¡As Salam ie aleikum!
бо да благословит вас
上帝保佑你
神はあなたに賛美する ईश्वर
Бог да те благослови
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ESPADA DE DIOS
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
"EL CRISTIANO HA NACIDO PARA LUCHAR": PAPA LEÓN XIII
“Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. "La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”. S.S. León XIII, Papa
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LITURGIA DE LAS HORAS DEL DÍA
#YoTambiénSoyCristianoPerseguido
#NoEstánSolos: Ya estamos hartos de que los criminales exterminen a los cristianos solo por su fe. Ha llegado la hora de movilizarse y defenderlos. Basta de cobardía. Se valiente y osado frente a los asesinos y defiende con ardor tu fe y a los que son perseguidos por la horda. Coloca en tu página el símbolo creado por el movimiento en defensa de los cristianos perseguidos para la campaña mundial que se ha iniciado para que no nos olvidemos de todos aquellos que están siendo perseguidos y masacrados por ser cristianos. El símbolo del centro es la letra N del alfabeto árabe, con la que los yihadistas están marcando las casas de los Nazarenos, que es como ellos llaman a los cristianos. Juntos hagamos que no se olviden aquellos hermanos perseguidos en todo el mundo por amar a su Dios. #NoEstanSolos #PrayForthem #ن #YoTambiénSoyCristianoPerseguido #Iglesia #Kenya #Siria #Irak #Afganistán #ArabiaSaudí #Egipto #Irán #Libia #Nigeria #Pakistán #Somalia #Sudán #Yemen y otros...
EL SILENCIO CULPABLE
QUE LA LUZ BRILLE SOBRE TI, TIERRA FÉRTIL #SOSVENEZUELA
VENEZUELA UN PAÍS PARA QUERER Y PARA LUCHAR
“Nací y crecí en un lugar donde dicen ” Pa’lante es pa’llá”, donde se pide la bendición al entrar, al salir, al levantarte y al acostarte, donde se comen arepas, cachapas y espaguetti con diablito, donde se menea el whisky con el dedo, donde se respira alegría aún en las adversidades, donde se regalan sonrisas hasta a los extraños, donde todos somos panas, donde aguantamos chalequeos, donde se trata con cariño sincero, donde los hijos de tus amigos son tus sobrinos, donde la gente siempre es amable, donde los problemas se arreglan hablando y tomando una cervecita, donde no se le guarda rencor a nadie y donde nadie se molesta por tonterías, donde hasta de lo malo se saca un chiste, donde besamos y abrazamos muchísimo, donde expresamos con cariño nuestros sentimientos, donde hay hermosas playas, ríos, selvas, montañas, nieve, llanos, sabana y desierto, un país de gente bella, cariñosa y alegre donde se mezclaron armoniosamente las razas, donde el extranjero se siente en casa y donde siempre encontramos cualquier motivo para celebrar con los amigos. Nací y crecí en VENEZUELA, me siento orgulloso de ser venezolano y seguiré manteniendo mi espíritu venezolano en cualquier lugar del mundo”
¡NO TE RINDAS!
♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥ Si la angustia te seca, si la ansiedad te asfixia, si la tristeza te ahoga, si el pesimismo te ciega... llora, grita, comunícate, exterioriza tu dolor.... pero JAMÁS te rindas.
Levanta tu mirada, respira hondo... ¡LUCHA..! amig@...lucha ... PORQUE Sí hay salida. Sí hay sentido. Sí hay ESPERANZA. Levanta tus manos y pide ayuda.
No te des por vencid@...y poco a poco verás La Luz. NO te rindas amig@, lucha. NO ESTÁS SOL@.
PORQUE VERÁS QUE SÍ VALIÓ LA PENA... ♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥
LA FUERZA INVENCIBLE DE LA FE
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
"Ya veis que no soy un pesimista, ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota alguna. A mí no me ha derrotado nadie, y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista, porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que le sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo.
¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mi del campo de batalla! El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y doblegar al adversario, obligándolo a recorrer por toda la tierra distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera; y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después, el enemigo no podrá renovar su gente, por la fuerza o por el interés., que no resisten mucho tiempo, y entonces, o se queda solo, o se pasa al amor, que es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible...."
(Fragmento de una página del discurso de Joaquín V. González "La universidad y alma argentina" 1918). ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
COMBATE Y DENUNCIA A LOS PEDÓFILOS (PEDERASTAS)
SEÑOR, TE PEDIMOS QUE PROTEJAS A L@S NIÑ@S, TE LO PEDIMOS EN EL NOMBRE DE JESÚS. AMÉN. ¡Ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeñitos! Mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos....... Lc 17,1-2 -- ÚNETE Y DENUNCIA --
SI LOS MEDIOS CALLAN, EL PUEBLO GRITA...
PARROQUIA VIRTUAL (VIRTUAL CHURCH) EN FACEBOOK
FORO DE CRISTIAN@S CATÓLIC@S LAIC@S SEGLARES EN FACEBOOK
TELÉFONO DE LA ESPERANZA 902 500 002
Cuando existe la esperanza, todos los problemas son relativos
EL SENTIDO COMÚN ES IMPRESCINDIBLE PARA EL BIEN COMÚN Y PARTICULAR
SOMOS ANTI-OBSOLESCENCIA: NUESTRA CALIDAD TIENE VALOR
OBSOLESCENCIA ES LA planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio, nos conduce al CONSUMISMO exacerbado, por culpa de algo evitable, destruimos recursos, planeta y dinero por algo que podríamos tener durante mucho tiempo.