EL Rincón de Yanka: abril 2022

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sábado, 30 de abril de 2022

FILOSOFÍA Y VIDA PÚBLICA por MIGUEL ÁNGEL ROBLES 🔥

Filosofía y vida pública

Difícilmente llegarán los jóvenes a un entendimiento cabal de la libertad y la democracia sin conocer las grandes aportaciones del pensamiento político occidental

El anhelo de los antiguos era dividir el poder social entre todos los ciudadanos de una misma patria: a esto le llaman libertad. «El anhelo de los modernos es la seguridad en los goces privados, y llaman libertad a las salvaguardas que otorgan las instituciones para dicho disfrute». Esto lo escribió en 1819 Benjamin Constant, que fue también capaz de advertir que el peligro de la libertad moderna es que «absortos en el disfrute de la independencia privada y la prosecución de los intereses particulares, los ciudadanos renuncien con demasiada facilidad a su derecho de participar en el poder político». En cualquier caso, para él, la libertad política no era sino la garantía de la libertad individual: «Pedir a los pueblos de nuestros días que sacrifiquen como los del pasado su libertad individual a cambio de la libertad política constituye el medio más seguro para que se desprendan de la primera; y una vez que esto ocurra, no tardarán en arrebatarles la segunda».

Casi siglo y medio después, en 1958, basándose en esas mismas ideas, Isaiah Berlin dijo que había dos tipos de libertades: la negativa, relacionada con la salvaguarda de la independencia de los hombres fuera del control social; y la positiva, relacionada con el deseo de autogobierno. Y poniendo ambas en la balanza se inclinó también por la primera, advirtiendo, en contra de la famosa voluntad general de Rousseau, que «afirmar que hay una síntesis última que lo reconcilia todo, que libertad individual y democracia pura o Estado autoritario son lo mismo, es tapar con metafísica lo que no es sino autoengaño o pura hipocresía». El hecho de que los intereses y objetivos de los hombres sean múltiples y no siempre compatibles entre sí justifica, en su opinión, que la libertad negativa deba ser considerada el primer fin de cualquier sociedad, sin que ello suponga que sea el único y que no esté sometido a restricciones relacionadas con la búsqueda de otros valores como la igualdad, la justicia, la felicidad, la seguridad y el orden público.

La libertad fue también el tema que más le interesó a Stuart Mill, especialmente preocupado por defender la libertad de pensamiento y expresión frente a cualquier presión coercitiva: la de la censura oficial pero también la de la opinión mayoritaria. Consideraba un vano sentimentalismo esa pretensión de que la verdad goza de un poder inherente para hacerse evidente frente al error y proponía la confrontación de opiniones como el mejor medio de llegar a ella. «La verdad, en los grandes intereses prácticos de la vida, es una cuestión de conciliar y combinar contrarios, y tiene que ser conseguida por el duro procedimiento de una lucha entre combatientes peleando bajo banderas hostiles», escribió en Sobre la libertad, publicada en 1859.

Aunque Platón estaba en contra de la democracia, que identificaba con la demagogia, en sus Diálogos, escritos en el siglo IV a.C., encontramos algo de este mismo espíritu y de la verdad democrática más esencial, que no está en el voto, sino en la función política del debate. No conversamos para tener razón, sino para que lo justo y verdadero se descubra a través del contraste entre distintos argumentos. Por eso, Platón abominaba de la retórica, porque es una forma de dialéctica contaminada, que sólo sirve para vencer y convencer, y no para descubrir y aprender: «Si el retórico es más capaz de persuadir sobre la enfermedad que el médico persuadirá mejor que el que sabe».

De los riesgos de un debate público orientado a la persuasión sabía mucho Alexis de Toqueville que, entre 1835 y 1840, publicó los dos volúmenes de su Democracia en América, probablemente la mejor autocrítica que ningún demócrata haya hecho sobre la democracia.
En sus páginas se recogen las palabras más brillantes sobre el peligro de la igualdad política y los contrapesos necesarios para equilibrar sus inconvenientes, entre ellos el vigor de la sociedad civil, que identificaba con el asociacionismo y la creación de grupos de interés sin filiación política. «Ocupados en destruir los antiguos poderes aristocráticos, los hombres de la Revolución quisieron ser libres para poder ser iguales, y a medida que la igualdad se iba estableciendo con ayuda de la libertad, la libertad se les hacía más difícil», afirma en el segundo de sus tomos, en el que nos advierte de que las mayorías pueden ser tan tiránicas como los peores déspotas.

De opresión, libertad, verdad y política escribió mucho Hannah Arendt a mediados de siglo XX y cada una de sus palabras merece ser leída con atención. Pero también escribió sobre educación. Lo hizo en un ensayo en el que no dudó en calificar de «desastrosas» las propuestas que pasan hoy por «innovación educativa» y que son en realidad de hace más de un siglo: el énfasis en las habilidades en sustitución del conocimiento, la disolución de la autoridad en el aula por un enfoque más participativo y la anticipación a las competencias demandadas en el futuro. «Nuestra esperanza siempre está en lo nuevo que trae cada generación; pero precisamente por el bien de lo que hay de nuevo y revolucionario en cada niño, la educación tiene que ser conservadora (…) Es parte de la condición humana que cada generación crezca en un mundo viejo, de modo que prepararla para un nuevo mundo sólo puede significar que se quiera quitar de las manos de los recién llegados su propia oportunidad ante lo nuevo», escribió Arendt.

Y básicamente en estas citas se resume todo lo que tengo que decir sobre la presencia de la filosofía en las aulas. En los institutos y universidades también se educa (o se educaba) para la vida pública, un propósito que parece olvidado y ausente del debate sobre la cuestión. Difícilmente llegarán los jóvenes a un entendimiento cabal de la libertad y la democracia sin conocer las grandes aportaciones del pensamiento político occidental.

viernes, 29 de abril de 2022

JORGE MARIO BERGOGLIO, EL ANTIPAPA "FRANCISCO" ES PERMISIVO (tolerancia excesiva o que permite o consiente), LAXISTA E "IDEOLOGISTA" COMUNISTA 👥👿


JORGE MARIO BERGOGLIO, 
EL ANTIPAPA "FRANCISCO" 
ES PERMISIVO 
(tolerancia excesiva o que permite o consiente), 
LAXISTA E "IDEOLOGISTA" COMUNISTA
EL RIGORISMO FUNDAMENTALISTA COMO LA PERMISIVIDAD LAXISTA SON PECADOS FARISÁICOS.
El RIGORISMO FUNDAMENTALISTA es solo ambición y tiranía camuflados, y la PERMISIVIDAD LAXISTA es solo desidia y despreocupación irresponsables.
La misericordia no significa ni manga ancha ni rigidez–, pero estas diferencias no pueden referirse a la esencia, es decir, a la sana doctrina moral y a la misericordia. Ni el laxista ni el rigorista dan testimonio de Jesucristo, porque ni uno ni otro se hacen cargo de la persona que encuentran. El rigorista se lava las manos: en efecto, la ajusta a la ley, entendida de modo frío y rígido; el laxista también se lava las manos; solo aparentemente es misericordioso, pero en realidad no toma en serio el problema de esa conciencia minimizando el pecado. La misericordia auténtica se hace cargo de la persona, la escucha atentamente, se acerca con respeto y con verdad a su situación y la acompaña en el camino de la reconciliación. Y esto es fatigoso, ciertamente. El sacerdote verdaderamente misericordioso se comporta como el buen samaritano (…), pero ¿por qué lo hace? Porque su corazón es capaz de compasión, es el corazón de Cristo”. (Primera plática cuaresmal a cargo del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamesa).

SER CRISTIANO ES SER POLÍTICAMENTE ACTIVO E INDEPENDIENTE Y NO PARTIDISTA (que no es lo mismo que partidario).

Sobre todo estos medios y estos "periodistas" y estos "teólogos": "Necesitamos romper con la ideología y dar la palabra al Evangelio". Porque el que es partidista, dependiente de una ideología, no es independiente, no es justo sobre todo con la Verdad. Hay muchos que no creen en Cristo sino que creen en Marx. Y sin Cristo no hay ni opción por los pobres. Sólo será algo platónico. Por eso mismo los pobres desconfían de ellos. No tienen entrañas de misericordia porque no tienen Gracia, sino Doctrina, pura doctrina. Hay mucho fundamentalismo dogmático y rigorista, también, entre los "progres".
Hay mucho fundamentalismo dogmático y rigorista, también, entre los "progres". En su pretensión de poseer la verdad revelada, el progresismo ha desembocado en un nuevo fundamentalismo de lo "políticamente correcto" y de la ideología de género. Amplificado por la tecnología de las redes sociales, señala a quienes piensan distinto para lapidarlos y exponerlos ante el mundo como herejes de una nueva religión. Comparto y defiendo —con necesarios matices— los valores liberales del progresismo; pero rechazo su intolerancia cada vez más parroquial.


SATANISMO ES LA CORRUPCIÓN DE LAS COSAS, SIGNIFICA TOMAR ESO QUE ES EL ORDEN JUSTO NATURAL DE TODO, INVERTIRLO Y CONFUNDIRLO. LA MAYOR PARTE DE LA SOCIEDAD EN QUE CONVIVIMOS ES COMPLETAMENTE SATÁNICA, Y LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS NO LO SABEN NI SE DAN CUENTA.

13. APOCALIPSIS CANTO DE ESPERANZA - ORDENANDO CONCEPTOS

Cardenal Müller 
a InfoVaticana:
«Los falsos profetas que se presentan como progresistas han anunciado que convertirán a la Iglesia Católica en una organización de ayuda para la Agenda 2030

Se acerca la fase final del Sínodo de la Sinodalidad que comenzará este próximo mes de octubre. Entre los 400 asistentes (entre cardenales, obispos, laicos y religiosos) participará el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: el cardenal Müller.
Ya que desde el Vaticano han comunicado que los periodistas solo tendrán acceso a la información que ellos mismos proporcionen, hemos querido charlar con el purpurado alemán sobre este próximo acontecimiento eclesial que tiene a buena parte de la Iglesia en vilo.
Como verán a lo largo de la entrevista (hecha por escrito ya que el cardenal está esta semana en Polonia) Müller aborda las cuestiones planteadas sin rehuirlas y entrando hasta el fondo de la cuestión.

Entrevista al cardenal Müller:

P- Este próximo mes de octubre dará comienzo la fase final del Sínodo de la sinodalidad ¿Cómo lo afronta?
R- Rezo para que todo esto sea una bendición y no un perjuicio para la Iglesia. También estoy comprometido con la claridad teológica para que una Iglesia reunida en torno a Cristo no se convierta en una danza política en torno al becerro de oro del espíritu agnóstico de la época.
P- El Papa Francisco le incluyó en la lista de los participantes que tendrán voz y voto en el Sínodo ¿Cómo recibió la noticia?
R-Quiero hacer lo mejor que pueda por el bien de la Iglesia, por la que he dedicado toda mi vida, pensamiento y trabajo hasta ahora.
P-¿Tiene pensado el mensaje que va a transmitir durante la Asamblea?
R-Sobre todo quisiera decir, en vista de las muchas decepciones de los jóvenes de Lisboa: una Iglesia que no cree en Jesús el Cristo, el Hijo del Dios vivo, ya no es la Iglesia de Jesucristo. Cada participante deberá estudiar primero el primer capítulo de Lumen Gentium, que trata del misterio de la Iglesia en el plan de salvación del Dios Trino. La iglesia no es el patio de recreo de los ideólogos del “humanismo sin Dios” ni de los estrategas de las conferencias del partido impedidas.
La voluntad universal de Dios de salvar, que se encuentra en Cristo, único Mediador entre Dios y los hombres, realizada histórica y escatológicamente, es el programa futuro de Su Iglesia y no el Gran Reinicio de la “élite” atea-globalista de banqueros multimillonarios que esconden su despiadado enriquecimiento personal detrás de la máscara de la filantropía.

P-¿Qué le parece la medida de que no se acepte que los periodistas sigan en directo lo que ocurre?
R-No sé la intención que hay detrás de esta medida, pero 450 participantes ciertamente no mantendrán las cosas cerradas. Muchos explotarán a los periodistas en su propio beneficio o viceversa. Esta es la gran hora de la manipulación, de la propaganda de una agenda que hace más daño que bien a la Iglesia.
Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos
P-Hay algunas voces que han criticado la presencia de laicos en esta Asamblea sinodal ¿A usted que le parece?
R-Los obispos participan en su cargo ejerciendo la responsabilidad colegiada sobre toda la Iglesia junto con el Papa. Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos o una conferencia eclesiástica que no tiene la autoridad docente apostólica del colegio episcopal. Hablar de un Concilio Vaticano III sólo se le puede ocurrir a una persona ignorante, porque un sínodo romano de obispos no es desde el principio un concilio ecuménico, que el Papa no podría declarar posteriormente sin ignorar el derecho divino de los obispos a un Concilio Vaticano III, que podría fundar una nueva Iglesia superando o completando la supuestamente estancada en el Concilio Vaticano II.
Cada vez que los efectos populistas inclinan la balanza hacia decisiones tan espontáneas, se oscurece la naturaleza sacramental de la Iglesia y su misión, incluso si posteriormente se intenta justificarla con el sacerdocio común de todos los creyentes y se intenta nivelar la diferencia en esencia con respecto a el sacerdocio de ordenación sacramental (Lumen Gentium 10).

P-Cada vez hay más obispos y fieles que expresan su preocupación por lo que pueda ocurrir durante este Sínodo ¿Hay algo a lo que temer?
R-Sí, los falsos profetas (ideólogos de las nubes) que se presentan como progresistas han anunciado que convertirán a la Iglesia Católica en una organización de ayuda para la Agenda 2030. En su opinión, sólo una Iglesia sin Cristo encaja en un mundo sin Dios. Muchos jóvenes regresaron de Lisboa decepcionados porque el foco ya no estaba en la salvación en Cristo, sino en una doctrina de salvación mundana. Al parecer hay incluso obispos que ya no creen en Dios como origen y fin del hombre y salvador del mundo, pero que, de manera pannaturalista o panteísta, consideran que la supuesta madre tierra es el comienzo de la existencia y la neutralidad climática la meta del planeta tierra.
P-¿Cree que pueden aprobarse cambios en materia de fe y doctrina como pretenden algunos grupos y movimientos dentro de la Iglesia?
R-Ningún persona en la tierra puede cambiar, añadir o quitar la Palabra de Dios. Como sucesores de los apóstoles, el Papa y los obispos deben enseñar a la gente lo que Cristo terrenal y resucitado, el único maestro, les ha ordenado hacer. Y sólo en este sentido se aplica la promesa de que el ejército y la cabeza de su cuerpo permanecen siempre con sus discípulos Mt 28, 19s). La gente confunde, lo cual no es sorprendente dada la falta de educación teológica básica incluso entre los obispos, el contenido de la fe y su insuperable plenitud en Cristo con la progresiva reflexión teológica y el crecimiento de la conciencia de la fe de la Iglesia a lo largo de la tradición eclesiástica (DEI verbum 8-10). La infalibilidad del Magisterio sólo se extiende a la conservación y a la fiel interpretación del misterio de la fe confiado una vez por todas a la Iglesia (depositum fidei o sana doctrina, la enseñanza de los Apóstoles). El Papa y los obispos no reciben una nueva revelación (Lumen gentium 25, DEI verbum 10 ).
Bendecir la obsolescencia inmoral de personas del mismo o del sexo opuesto es, como contradicción directa, una blasfemia
P-¿Qué ocurriría si, por ejemplo, la Asamblea sinodal aprobase la bendición a parejas homosexuales, el cambio de moral sexual, la eliminación de la obligatoriedad del celibato sacerdotal o el permitir el diaconado femenino? ¿Usted lo aceptaría?
R-El celibato sacerdotal debe ser eliminado de esta lista, ya que la conexión del sacramento del Orden Sagrado con el carisma de la renuncia voluntaria al matrimonio no es dogmáticamente necesaria, aunque esta antigua tradición de la Iglesia latina no puede ser abolida arbitrariamente de un plumazo, como los Padres del Concilio lo subrayaron expresamente el Concilio Vaticano (Presbyterorum Ordines 16). Y los ruidosos agitadores rara vez se preocupan por las preocupaciones de salvación de las comunidades sin sacerdotes, sino más bien por atacar este consejo evangélico, que consideran anacrónico o incluso inhumano en una época sexualmente ilustrada. Bendecir la obsolescencia inmoral de personas del mismo o del sexo opuesto es una contradicción directa con la palabra y la voluntad de Dios, una blasfemia gravemente pecaminosa. El sacramento del orden en los niveles de episcopado, presbiterio y diaconado puede proporcionar poder divino.
Sólo un bautizado cuya vocación haya sido verificada por la Iglesia en cuanto a su autenticidad puede recibir el derecho. Tales exigencias con una mayoría de votos serían obsoletas a priori. Tampoco podrían ser implementados en el derecho canónico por todo el colegio de obispos con el Papa o por el Papa solo porque contradicen la revelación y la confesión clara de la Iglesia.
La autoridad formal del Papa no puede separarse de la conexión sustantiva con la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y las decisiones dogmáticas del Magisterio que le precedió. De lo contrario, como Lutero malinterpretó el papado, se pondría en el lugar de Dios, quien es el único autor de su verdad revelada, en lugar de simplemente testificar fielmente, en la autoridad de Cristo, de la fe revelada de una manera no abreviada y no adulterada. y presentándolo auténticamente a la iglesia.
En una situación tan extrema, de la que Dios puede salvarnos, todo funcionario eclesiástico habría perdido su autoridad y ningún católico está ya obligado a obedecer religiosamente a un obispo herético o cismático (Lumen Gentium 25; cf. respuesta de los obispos a la mala interpretación de Bismarck). del I. Vaticano, 1875).

P-¿Cree que se está haciendo lo suficiente desde la Iglesia para defender con claridad las verdades que hoy están en discusión?
R-Lamentablemente no. Su tarea sagrada es proclamar la verdad del Evangelio con valentía dentro y fuera de la iglesia. Incluso Pablo se opuso abiertamente una vez al comportamiento ambiguo de Pedro (GAL 2), sin, por supuesto, cuestionar su primacía establecida por Cristo.
No debemos dejarnos intimidar dentro de la Iglesia ni dejarnos seducir por la perspectiva de una carrera por la buena conducta deseada desde arriba. Los obispos y sacerdotes son nombrados directamente por Cristo, lo que deben tener en cuenta los respectivos superiores en la jerarquía. Sin embargo, están en comunidad entre sí, lo que incluye la obediencia religiosa en cuestiones de fe y la obediencia canónica en el gobierno de la Iglesia. Pero esto no exime a nadie de su responsabilidad de conciencia directamente ante Cristo, pastor y maestro, cuya autoridad santifica, enseña y guía a los creyentes.
También debe hacerse una distinción estricta entre la relación del Papa con sus nuncios y empleados del Vaticano y la relación colegiada del Papa con los obispos, que no son sus subordinados sino sus hermanos en el mismo oficio apostólico.
Siempre que los Papas se han sentido o se han comportado como políticos, las cosas han ido mal
P-¿Qué papel debe jugar el Papa en estos momentos?
R-A lo largo de la historia de la Iglesia, siempre que los Papas se han sentido o se han comportado como políticos, las cosas han ido mal. En política se trata del poder del pueblo sobre el pueblo, en la Iglesia de Cristo se trata del servicio de la salvación eterna de los hombres, al que el Señor ha llamado a los hombres para que sean sus apóstoles. El Papa está sentado en la Cátedra de Pedro. Y la forma en que se presenta a Simón Pedro en el Nuevo Testamento, con todos sus altibajos, debería ser un fortalecimiento y una advertencia para cada Papa. En el Cenáculo, antes de su Pasión, Jesús le dice a Pedro: Una vez convertidos, fortaleced a vuestros hermanos (Lc 22,32), es decir, en la fe de Cristo, Hijo de Dios vivo (Mt 16,16). Sólo así es él la roca sobre la que Jesús construye su iglesia, las puertas del infierno no pueden ser superadas.

′′Aprobando esta práctica la infernal conducta 
de la primera bestia, aconsejará a todos, pública y privadamente, 
que se acomoden las circunstancias del tiempo 
por el bien de la paz, de una falsa y maldita paz. 
Jesucristo en tales casos no quiere paz, 
sino guerra, y él mismo dice que nos trajo la guerra, 
y que por bien de esa paz tomen en sus manos 
y en su frontera la marca de la bestia, esto es, 
que se declaren por ella. Así, lo harán muchos, 
apostatando cobardemente, pero los fieles bien instruidos 
en sus deberes impugnarán con valor y descaro′′
San Antonio María Claret

 Cuestionar la evolución de la doctrina y la moral 

En las últimas semanas, el Papa Francisco ha repetido que los críticos con las novedades que está introduciendo en la Iglesia son víctimas de la “ideología”. En su opinión, esto se debe a que se niegan a encarnar la doctrina católica en las vicisitudes de la vida cotidiana de los bautizados y de sus contemporáneos.

En su controvertida conversación con los jesuitas portugueses al margen de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa atacó el supuesto “indietrismo” (mirar para atrás) de la jerarquía y los laicos estadounidenses: “La visión de la doctrina de la Iglesia como monolítica es errónea”. Porque en “un clima de cerrazón. . . . se pierde la verdadera tradición y se acude a las ideologías en busca de un apoyo y sostén de cualquier tipo. En otras palabras, la ideología suplanta a la fe, la pertenencia a un sector de la Iglesia sustituye a la pertenencia a la Iglesia«. Y añadió: “Estos grupos estadounidenses de los que hablas, se van a aislar solos. Y en vez de vivir de doctrina, de la verdadera doctrina que siempre crece y da fruto, viven de ideologías. Entonces, cuando uno en la vida deja la doctrina para suplirla por una ideología, pierdes como en la guerra”[1].

Durante la conferencia de prensa en el vuelo de regreso de Mongolia el 4 de septiembre, el Papa Francisco volvió a esta dicotomía doctrina vs. ideología. Cuando se le pidió que respondiera a la irritación causada por sus elogios a los autócratas rusos Pedro el Grande y Catalina II, el Papa declaró:
Hay imperialismos que quieren imponer su ideología. Me detendré aquí: cuando la cultura se “destila” y se transforma en ideología, ése es el veneno. Se utiliza la cultura, pero destilada en ideología. Esto hay que distinguirlo: cuando se trata de la cultura de un pueblo y cuando se trata de las ideologías que surgen de algún filósofo, de algún político de ese pueblo.
Y esto lo digo para todos, también para la Iglesia: a veces se instalan ideologías dentro de la Iglesia, que separan a la Iglesia de la vida que surge de la raíz y va hacia arriba; separan a la Iglesia de la influencia del Espíritu Santo.

Una ideología es incapaz de encarnarse, es sólo una idea. Pero cuando la ideología toma fuerza y se convierte en política, suele convertirse en dictadura, se vuelve incapaz de dialogar, de avanzar con las culturas. Y los imperialismos hacen esto. El imperialismo siempre se consolida sobre la base de una ideología.
Hay que distinguir también en la Iglesia entre doctrina e ideología: la verdadera doctrina nunca es ideológica, nunca; está enraizada en el santo pueblo fiel de Dios; en cambio la ideología está desvinculada de la realidad, desvinculada del pueblo [2].
Preguntado más tarde sobre cómo evitar la polarización en el próximo Sínodo, el Papa Francisco respondió: “En el Sínodo no hay lugar para la ideología, es otra dinámica. El Sínodo es diálogo, entre los bautizados, entre los miembros de la Iglesia, sobre la vida de la Iglesia, sobre el diálogo con el mundo, sobre los problemas que afectan hoy a la humanidad”.

Un periodista de Vida Nueva se refirió entonces al prólogo de El proceso sinodal: Una caja de Pandora (del que soy coautor), en el que el cardenal Raymond Burke advertía de que del Sínodo surgirían calamidades. El periodista español preguntó qué pensaba el Papa de esta postura y si podría influir en la asamblea de Roma. Tras eludir primero la pregunta para contar la historia de algunas monjas carmelitas que temían el Sínodo, el Papa la abordó de forma genérica: “Si vas a la raíz de estas ideas, encontrarás ideologías. Siempre, cuando en la Iglesia se quiere atacar el camino de la comunión, lo que atacan siempre es una ideología. Y acusan a la Iglesia de esto o de aquello, pero nunca la acusan de lo que es verdad: que es pecadora. Nunca dicen: “Es pecadora”. Defienden una “doctrina”, entre comillas, que es una doctrina como el agua destilada, no sabe a nada, y no es la verdadera doctrina católica, que está en el Credo”[3].

Lo que parece desprenderse de este lenguaje profuso y confuso es que la verdadera cultura y la verdadera Fe (en otras palabras, la verdadera doctrina) son una emanación del alma del pueblo (y, en el caso de las doctrinas religiosas, del sensus fidei de los fieles). Además, la cultura y la Fe verdaderas siguen siendo válidas mientras estén encarnadas en el alma de un pueblo. Por lo tanto, la cultura y la doctrina se distorsionan cuando se desconectan de la vida de las personas mediante la destilación intelectual. Ese refinamiento las convierte en el bagaje espiritual de una minoría que vive enclaustrada en torres de marfil y trata de imponer sus asépticas y rígidas convicciones al pueblo de forma imperialista. Sus postulados están desconectados de la vida real de los fieles.

¿Qué pensar de esta forma de entender el origen y el desarrollo de la cultura y la fe?
En primer lugar, que ha sido el eje filosófico-teológico de todo el pontificado del Papa Francisco.
En segundo lugar, que encaja con sus creencias sociopolíticas, muy influidas por los tintes populistas de la llamada «Teología del Pueblo».
En tercer lugar, que fue condenada expresamente por el Papa San Pío X en su encíclica antimodernista Pascendi Dominici gregis.
En cuarto lugar, que es erróneo promover una supuesta evolución de la doctrina y la moral católicas basada en una versión truncada del Commonitorium de San Vicente de Lerín.

Me extenderé en cada uno de estos puntos.

1) El antiintelectualismo del Papa Francisco deriva de una visión inmanentista y teilhardiana del universo y de la historia, que atribuye los impulsos de nuevas dinámicas en la acción humana a una acción que se considera divina. En su primera entrevista con La Civiltà Cattolica, reproducida posteriormente por revistas jesuitas de todo el mundo, el Papa Francisco explicó al padre Antonio Spadaro: “Nuestra fe no es una fe de laboratorio, sino una fe-camino, una fe histórica. Dios se reveló como historia, no como un compendio de verdades abstractas”. Subrayó además:
“Dios se manifiesta en una revelación histórica, en el tiempo. (...) Dios se manifiesta en el tiempo, en los procesos en curso. Esto nos hace preferir las acciones que generan dinámicas nuevas.[4]

Debido a esta visión, el Papa señaló en Amoris laetitia la necesidad de “prestar atención a la realidad concreta, porque «las exigencias y llamadas del Espíritu Santo resuenan también en los acontecimientos mismos de la historia»” [5]. ¿Cómo? A través de las “tensiones bipolares propias de toda realidad social”, como explica en la exhortación apostólica Evangelii gaudium, porque “las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida”, y “el autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite” [6].

Partiendo de estas premisas inmanentistas y hegelianas, se puede entender por qué el Papa Francisco escribió en Evangelii gaudium que uno de los cuatro principios que guían su actuación es que “la realidad es superior a la idea” [7]. Este postulado puede tener una interpretación tomista de la definición tradicional de verdad: «adaequatio intellectus ad rem» [conformidad del pensamiento con la cosa pensada]. Esto significa que la comprensión adecuada y las elaboraciones conceptuales deben basarse en la realidad y estar a su servicio. Sin embargo, el postulado asume una connotación diferente en el contexto sociológico-pastoral en el que lo inserta el Papa Francisco. Como explicó el padre Giovanni Scalese en 2016, “más bien significa que debemos aceptar la realidad tal como es, sin pretender cambiarla sobre la base de principios absolutos, por ejemplo, los principios morales que son tan solo ‘ideas’ abstractas, que la mayor parte de las veces corren el riesgo de ser transformadas en ideología”. “Ese postulado”, señaló el padre Scalese, “está en la base de las continuas polémicas de Francisco contra la doctrina” [8]. 
Y continuó: “En el actuar humano, es inevitable dejarse guiar por algunos principios, que son abstractos por su naturaleza. De nada sirve, por lo tanto, polemizar sobre el carácter abstracto de la ‘doctrina’, oponiéndole una ‘realidad’a la cual la gente debería simplemente adecuarse. Si la realidad no fuera iluminada, guiada, ordenada por algunos principios, corre el riesgo de desintegrarse en el caos”[9].

Sin embargo, como explica el profesor Giovanni Turco, para el Papa Francisco la verdad es relativa en el sentido pleno de la palabra, no en el tomista, “como una relación vital y pragmática que deriva de una situación. Así entendida, la verdad no tiene contenido propio, no puede ser ‘absoluta’, es decir, ‘siempre válida’, sino que, por eso mismo, ¡deja de ser verdad (y pasa a ser mera opinión)!” [10].
Pero, ¿qué es una ideología, sino un conjunto de meras opiniones? Así, la condena del Papa Francisco a las ideologías se vuelve como un boomerang contra él mismo debido a su comprensión relativista de una “verdad” situada.

2) En el escenario sociopolítico latinoamericano, esta cosmovisión inmanentista y su correspondiente visión relativista de la verdad se funden en la Teología del Pueblo, que no se basa en verdades provenientes de la Revelación sino en los valores concretos e históricos de los pueblos. En una entrevista con el sociólogo francés Dominique Wolton, el Papa Francisco explicó esta interacción:
“En los años 1980 existía una tendencia al análisis marxista de la realidad, pero después fue rebautizada como la ‘teología del pueblo’. No me gusta mucho el nombre, pero es así que la conocí. Ir con el pueblo de Dios y hacer la teología de la cultura.
Existe un pensador que usted debería leer: Rodolfo Kusch, un alemán que vivía en el nordeste de la Argentina, muy buen filósofo y antropólogo. Él me hizo comprender una cosa: que la palabra ‘pueblo’ no es una palabra lógica. Es una palabra mítica. No se puede hablar de pueblo lógicamente, porque sería hacer únicamente una descripción. Para comprender a un pueblo, es necesario comprender cuales son los valores de ese pueblo, es necesario entrar en el espíritu, en el corazón, en el trabajo, en la historia y en el mito de su tradición. Ese punto está verdaderamente en la base de la teología llamada del ‘pueblo’. Es decir, ir junto con el pueblo, ver como se expresa” [11].

Comentando este pasaje, el vaticanista Sandro Magister reveló que “Kusch se inspiró en la filosofía de Heidegger para distinguir entre ‘ser’y ‘estar’, calificando con la primera categoría la visión racionalista y dominadora del hombre occidental y, con la segunda, la visión de los pueblos indígenas latinoamericanos en paz con la naturaleza que los rodea y animados justamente por un ‘mito’” [12].
3) El problema más grave de los recientes comentarios del Papa Francisco sobre doctrina e ideología es que parecen muy similares a la visión modernista de la naturaleza evolutiva de los dogmas, basada en la falsa creencia en la evolución de la conciencia humana.
Como es bien sabido, con algunas diferencias de matiz, los modernistas comparten la convicción de que la Iglesia, su doctrina y su culto son fruto de la conciencia humana. Identifican la Revelación con una experiencia religiosa llamada “inmanencia vital”, y proponen una “religión del corazón” basada en verdades que corresponden a las nuevas condiciones de vida. Así, para los modernistas, la Iglesia y la doctrina deben adaptarse a las necesidades de cada época porque la vida, incluida la vida cristiana, es un esfuerzo continuo de adaptación a las nuevas condiciones. Desde su punto de vista, la fe no es “el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado”[13] ya que esto sería una expresión de frío intelectualismo. En cambio, la fe sería un sentido interior, originado en una necesidad de lo divino latente en el subconsciente humano sin previa conciencia del intelecto. Además, la Revelación ya no sería la comunicación por parte de Dios a una criatura racional de algunas verdades sobre Sí mismo y las leyes eternas de Su voluntad, a través de medios que están más allá del curso ordinario de la naturaleza, verdades por cierto que nos son transmitidas por la Sagrada Escritura y la Tradición, porque todo esto sería una forma de Intelectualismo.

Para los modernistas, la Revelación es una manifestación directa de Dios al alma a través de su sentido religioso. Los dogmas se convierten en meras fórmulas que proporcionan al creyente un medio de explicarse la fe. Como las condiciones de vida y la conciencia cambian, estas fórmulas, sujetas a las vicisitudes de la existencia de las personas, son susceptibles de cambiar también.
En su encíclica Pascendi Dominici gregis, el Papa San Pío X denuncia el pensamiento modernista según el cual “las fórmulas religiosas, para que sean verdaderamente religiosas, y no meras especulaciones del entendimiento, han de ser vitales y han de vivir la vida misma del sentimiento religioso”[14]. Así, para los modernistas, es necesario que el creyente ha de precaverse ante todo “de adherirse más de lo conveniente a la fórmula, en cuanto fórmula, usando de ella únicamente para unirse a la verdad absoluta, que la fórmula descubre y encubre juntamente, empeñándose luego en expresarlas, pero sin conseguirlo jamás” [15].

La consecuencia de lo anterior es que, para los modernistas, la Iglesia “encuentra la exigencia de su evolución en que tiene necesidad de adaptarse a las circunstancias históricas y a las formas públicamente ya existentes del régimen civil” [16]. Esta evolución avanza a través del conflicto y el compromiso entre dos fuerzas:

La fuerza conservadora reside vigorosa en la Iglesia y se contiene en la tradición. Represéntala la autoridad religiosa, y eso tanto por derecho, pues es propio de la autoridad defender la tradición, como de hecho, puesto que, al hallarse fuera de las contingencias de la vida, pocos o ningún estímulo siente que la induzcan al progreso. Al contrario, en las conciencias de los individuos se oculta y se agita una fuerza que impulsa al progreso, que responde a interiores necesidades y que se oculta y se agita sobre todo en las conciencias de los particulares, especialmente de aquellos que están, como dicen, en contacto más particular e íntimo con la vida. Observad aquí, venerables hermanos, cómo yergue su cabeza aquella doctrina tan perniciosa que furtivamente introduce en la Iglesia a los laicos como elementos de progreso [17].

Desde el punto de vista modernista, si la Iglesia se negara a seguir esta evolución de la vida y de la conciencia humana, seguiría siendo una estructura rígida, que predicaría una “ideología” anticuada y tan insípida como el agua destilada. Previendo esta acusación, San Pío X denunció en su encíclica los peligros de las teorías antiintelectualistas del modernismo:
Suprimid el entendimiento, y el hombre se irá tras los sentidos exteriores con inclinación mayor aún que la que ya le arrastra. Un nuevo absurdo: pues todas las fantasías acerca del sentimiento religioso no destruirán el sentido común; y este sentido común nos enseña que cualquier perturbación o conmoción del ánimo no sólo no nos sirve de ayuda para investigar la verdad, sino más bien de obstáculo. Hablamos de la verdad en sí; esa otra verdad subjetiva, fruto del sentimiento interno y de la acción, si es útil para formar juegos de palabras, de nada sirve al hombre, al cual interesa principalmente saber si fuera de él hay o no un Dios en cuyas manos debe un día caer [18]

4) En la mencionada conversación con los jesuitas portugueses, el Papa Francisco opinó que la actitud “reaccionaria” de la Iglesia estadounidense se basa en el atraso. Al explicar su desaprobación, el Papa Francisco afirmó
es necesario comprender que existe una justa evolución en la comprensión de las cuestiones de fe y de moral, siempre que se sigan los tres criterios que ya indicaba Vicente de Lerins en el siglo V: que la doctrina evolucione ut annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate. En otras palabras, la doctrina también progresa, se consolida con el tiempo, se expande y se hace más firme, pero siempre progresando. El cambio se desarrolla desde la raíz hacia arriba, creciendo con estos tres criterios. (…)
Siempre en ese camino, que va desde la raíz con esa savia que va subiendo, y por eso el cambio es necesario.

Vicente de Lerins establece la comparación entre el desarrollo biológico humano y la transmisión de una época a otra del depositum fidei, que crece y se consolida con el paso del tiempo. En este caso, nuestra comprensión de la persona humana cambia con el tiempo y nuestra conciencia también se profundiza. Las demás ciencias y su evolución también ayudan a la Iglesia en este crecimiento de la comprensión. La visión de la doctrina de la Iglesia como monolítica es errónea[19].

Estos pasajes merecen tres observaciones.

En primer lugar, hay que señalar cómo el Papa Francisco establece, de manera modernista, el crecimiento de la conciencia humana, ayudado por la ciencia, como la motivación de base para el progreso de la doctrina.
En segundo lugar, cuando afirma que tal crecimiento fluye desde las raíces hacia arriba, el Papa Francisco no se refiere a las enseñanzas de Nuestro Señor y de los Apóstoles, sino más bien a la “influencia del Espíritu Santo” en el “santo pueblo fiel de Dios” mencionada durante su conferencia de prensa en el avión de regreso de Mongolia.
En tercer lugar, el Papa Francisco trunca a sabiendas el Commonitorium de San Vicente de Lerins, como demostró exhaustivamente Mons. Thomas G. Guarino:

Existe un crecimiento orgánico y arquitectónico a lo largo del tiempo, tanto en los seres humanos como en la doctrina cristiana. Pero este progreso, argumenta Vicente, debe ser de un cierto tipo y forma, protegiendo siempre los hitos doctrinales anteriores de la fe cristiana. Un cambio no puede crear un significado diferente. Más bien, las formulaciones posteriores deben ser “el mismo dogma, el mismo significado y el mismo pensamiento” que las anteriores. (…)
Si tuviera que aconsejar al Papa, le animaría a tener en cuenta todo el Commonitorium de San Vicente, no sólo la selección que cita repetidamente.
Nótese que San Vicente nunca habla positivamente de las reversiones. Una inversión, para Vicente, no es un avance en la comprensión de la verdad por parte de la Iglesia; no es un ejemplo de una enseñanza “dilatada por el tiempo”. Al contrario, los retrocesos son el sello distintivo de los herejes.(…)

Invitaría también al Papa Francisco a invocar los saludables parapetos que Vicente erige en aras de garantizar un desarrollo adecuado. Mientras que el Papa Francisco se queda con la frase de Vicente dilatetur tempore (“dilatado por el tiempo”), el leriniano utiliza también la sugerente frase res amplificetur in se (“la cosa crece en sí misma”). El leriniano sostiene que hay dos tipos de cambio: Un cambio legítimo, un profectus, es un avance-crecimiento homogéneo en el tiempo –como un niño que se convierte en adulto. Un cambio impropio es una deformación perniciosa, llamada permutatio. Se trata de un cambio en la esencia misma de alguien o de algo, como que un rosal se convierta en meras espinas y cardos. (…)

Otra barrera es la afirmación vicenciana de que el crecimiento y el cambio deben ser in eodem sensu eademque sententia, es decir, según el mismo significado y el mismo pensamiento. Para el monje de Lérins, cualquier crecimiento o desarrollo en el tiempo debe preservar el significado sustantivo de las enseñanzas anteriores. Por ejemplo, la Iglesia puede ciertamente crecer en su comprensión de la humanidad y la divinidad de Jesucristo, pero nunca puede retroceder en la definición de Nicea. El idem sensus o “mismo significado” debe mantenerse siempre en cualquier desarrollo futuro. El Papa Francisco rara vez, o nunca, cita esta importante frase vicenciana, pero cualquier incitación al cambio debe demostrar que no es simplemente una alteración, o incluso una revocación de la enseñanza anterior, sino de hecho in eodem sensu con lo que la precedió.

También aconsejaría al Papa que evitara citar a San Vicente para apoyar inversiones, como con su enseñanza de que la pena de muerte es “per se contraria al Evangelio”. La comprensión orgánica y lineal del desarrollo de Vicente no incluye revocaciones de posiciones anteriores.[20]
A pesar de ello, el cambio que el Papa Francisco introdujo en el Catecismo de la Iglesia Católica respecto a la pena capital fue precisamente el ejemplo que dio en su charla a los jesuitas portugueses para refrendar su afirmación de que “la visión de la doctrina de la Iglesia como monolítica es errónea”. En Lisboa, fue más lejos que en declaraciones anteriores, al afirmar que “la pena de muerte es pecado, no se puede practicar, y antes no era así”[21].
* * *
Para desmontar la falsa alternativa presentada por el papa Francisco, a saber, la de tener que elegir entre una doctrina y una moral evolutivas o una ideología rígida, ayuda recordar la diferencia abismal entre la praxis pastoral tradicional de la Iglesia y la nueva del papa argentino. Como explica Guido Vignelli, en su sentido tradicional,
la teología pastoral es una ciencia práctica que estudia cómo ajustar la vida humana a las exigencias de la Verdad revelada mediante el cumplimiento de sus principios dogmáticos, morales y litúrgicos. No se ocupa de la meta, sino sólo del modo de alcanzarla, anunciando y transmitiendo eficazmente el Evangelio a la humanidad de un modo adecuado a las condiciones de tiempo y lugar.

La praxis pastoral, por tanto, depende del dogma, la moral y la liturgia; (…) no puede cambiar los dogmas, la ley y el culto. (…) La nueva praxis pastoral se entiende no como el arte de convertir a los hombres a Dios (…) sino como una pedagogía del diálogo y del encuentro entre iguales entre la Iglesia y la humanidad en su situación histórica y social concreta. (…)
Al final de este proceso, se produce una inversión: En lugar de adaptar la vida a la verdad, la verdad se adapta a la vida y, por tanto, la estrategia pastoral ya no es un camino sino una meta, no es un medio sino un fin. (…)
Al asumir que la vida tiene prioridad sobre la verdad, el camino sobre la meta y los medios sobre el fin, la teología moderna acaba consagrando la primacía de la praxis pastoral sobre la doctrina. (…)

El comportamiento se convierte en el criterio absoluto y la ley suprema no sólo de la vida, sino también de la doctrina y la enseñanza de la Iglesia, sustituyendo su función magisterial por la pastoral.
Al final del proceso, “la ortopraxís es la única ortodoxia”, como denunció en su día un futuro papa (Joseph Cardinal Ratzinger con Vittorio Messori, Informe sobre la fe, B.A.C, 1985) [22].
Fundado como está en una teología pastoral innovadora y errónea, el ataque del Papa Francisco a los católicos estadounidenses por su fidelidad a la comprensión tradicional de la Fe y del ministerio pastoral fue totalmente inmerecido.

Además, los fundamentos filosóficos y teológicos de esta errónea acusación revelan una comprensión inmanentista, relativista y populista de la cultura y la Fe, afín a la de la “Teología del Pueblo”, junto con una visión modernista del desarrollo evolutivo de los dogmas y la moral condenada hace tiempo en Pascendi Dominici gregis.
José Antonio Ureta

José Antonio Ureta es coautor de El proceso sinodal: Una caja de Pandora: 100 Preguntas y Respuestas. En 2018, fue autor de El cambio de paradigma del Papa Francisco: ¿Continuidad o ruptura en la misión de la Iglesia? Una evaluación de los primeros cinco años de su pontificado.

NOTAS:

[3] «El Papa Francisco advierte». Lo que efectivamente dijo el Papa Francisco, como puede verse en el vídeo, aparece entre corchetes. Vatican News lo tradujo como «(se compone de) pecadores», al tiempo que mencionaba que «se trata de una traducción provisional».
[5] Papa Francisco, Exhortación apostólica Amoris laetitia, no. 31.
[6] Papa Francisco, exhortación apostólica Evangelii gaudium, núms. 221, 228 y 239.
[7] Papa Francisco, Evangelii gaudium, nn. 231, 233.
[9] Scalese, «I postulati», nº 8.
[11] Papa Francisco y Dominique Wolton, Un futuro de fe: El camino del cambio en la política y la sociedad, trans. Shaun Whiteside, e-book ed. (Nueva York: St. Martin’s Press, 2018), 26-27.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica, nº 150.
[15] San Pío X, Pascendi, n° 18.
[16] San Pío X, nº 25.
[17] San Pío X, nº 26.
[18] San Pío X, no. 39.
[19] Spadaro, «Las aguas».
[21] Spadaro, “Acá hay una buena movida de agua”. El ultimo párrafo fue omitido en la transcripción al catellano.

VER+:


No se puede imponer la contradicción ni la incoherencia. La inobservancia de este tipo de normas no es desobediencia, y se convierte, según el autor, en un deber.
EL QUE OBEDECE A BERGOGLIO Y A SU AGENDA SATÁNICA 2030 DESOBEDECE A DIOS Y A LA IGLESIA.




"El peor pecado contra el Espírtu Santo 
es el espiritualismo espiritualista e individualista 
y la permisividad laxista".

Los que mataron a Jesús fueron
los fundamentalistas o espiritualistas.
A Él lo mataron por ser Radical
(radical no es lo mismo que radicalista)