EL Rincón de Yanka: agosto 2020

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domingo, 30 de agosto de 2020

EL INFIERNO DE LOS PUSILÁNIMES O "LAS BUENAS PERSONAS"

«Lo que necesitamos es un deseo apasionado de crecer, de ser. ¡Fuera los pusilánimes y los escépticos, los pesimistas y los tristes, los fatigados y los pasivos! La Vida es un perpetuo descubrimiento. La Vida es movimiento.» Pierre Teilhard de Chardin
Del latín pusillanimis, pusilánime es un adjetivo que menciona la falta de ánimo y valor para soportar las desgracias o para superar grandes desafíos. Alguien pusilánime es temeroso, dubitativo y falto de coraje. 
El coraje, la valentía, el ímpetu, la bravura y la audacia son algunos de los conceptos que se contraponen a la actitud de una persona pusilánime, un comportamiento que no incluye las decisiones firmes y la determinación, sino que está asociado a la debilidad, el temor, el miedo y la duda.

Análisis de «La formación de pusilánimes«

En el año 2008, el conocido escritor y editor español Javier Marías publicó en el diario "El País" un artículo de opinión titulado "La formación de pusilánimes", en el cual denunciaba la obsesión de las sociedades por crear reglamentos que estructuren nuestras vidas. Aseguraba que poco a poco vamos renunciando a nuestra libertad, cada vez que nos sometemos a una nueva norma o cuando una actividad que hasta cierto momento de la historia era posible se convierte en delito.
"Se me escapa el porqué, pero resulta evidente que cada vez interesa más crear una sociedad de pusilánimes. Se ha hecho raro que la gente dirima sus diferencias sin recurrir a alguna instancia superior o árbitro conminatorio: policía, jueces, comités, leyes, ordenanzas. Lo cual tiene, como primera consecuencia nefasta, la obsesión por reglamentarlo todo, cuando no todo ha de estar sujeto a reglamentos. Es más, cada vez que cualquier aspecto de la vida "sufre" una normativa, o algo que no lo era es convertido en delito, se está renunciando a una parcela de libertad. Intereses encontrados, desacuerdos, antipatías personales, individuos con afán de dominación, persuasores e intrigantes en busca de su provecho, todo eso lo ha habido siempre, y cada cual ha bregado con ello como ha podido o sabido, sin necesidad de elevar una denuncia, de recurrir a la autoridad, de chivarse al jefe, de implicar a otros en sus problemas. La cuestión principal es esa: hoy casi nadie está dispuesto a enfrentarse con sus problemas ni a resolverlos por su cuenta, sino que casi todo el mundo espera que "alguien" se los quite de encima".
En el pasado, así como lo hacen los animales, los seres humanos éramos capaces de enfrentarnos a nuestros problemas, de oponernos a nuestros agresores y de exigir que se nos respetase; hoy en día, casi nadie está dispuesto a participar de la solución de sus propios conflictos, ya que espera que alguien se ocupe de ellos. Las leyes y las normativas nos oprimen y, a su vez, nos quitan el peso de pensar en cada cosa que hacemos, de anteponernos a las consecuencias de nuestros actos, ya que cualquier error que cometamos será automáticamente evidenciado por el organismo correspondiente.

Contra las “buenas personas” 

La colectividad humana está formada en su mayoría por lo que solemos llamar “buenas personas”, personas no particularmente maliciosas, que manifiestan en general sentimientos amables y buenos deseos hacia los demás, dispuestas a ayudar cuando se las necesita, frecuentemente entusiastas y entregadas en su relación con el colectivo.
A esas personas les suele resultar muy difícil imaginar que otras personas no tengan con respecto a ellas esos mismos sentimientos. Confían espontáneamente en los demás, piensan que las autoridades velan por el bien de los ciudadanos, que cuando surge un problema estarán ahí para resolverlo con su mejor voluntad y capacidades.
Son incapaces de imaginar el mal en la mente de los otros, el mal de verdad, con mayúscula, no esas pequeñas maliciosidades, envidias, celos, resquemores, incluso conflictos pertinaces, que son tan frecuentes entre las personas.

Me refiero al mal presente en aquellos que han decidido convertir la vida de los demás en un infierno en su propio provecho, y por desgracia ese mal no sólo existe, sino que está dominando el mundo.
Por eso esas “buenas personas” se encuentran indefensas ante ese mal, porque sencillamente son incapaces de imaginarlo. No pueden imaginar que existan personas u organizaciones que conquisten el poder no para ponerlo al servicio del colectivo, sino para poner al colectivo al servicio de ese poder, de ellos mismos, de sus intereses, ni que para ello sean capaces de utilizar el engaño, la manipulación y, llegado el caso, la coacción y la violencia pura y dura.

Esas “buenas personas” suelen haber recibido una educación en ciertos valores, incluso dándoles un valor desproporcionado, como el que hemos dado a la democracia, y conciben al mundo en función de ese marco de valores, considerando que todos los demás deben también participar de ellos. No pueden imaginar que otras personas no tengan inconveniente alguno en destruir ese marco y sustituirlo por el contrario cuando interesa a sus objetivos.
Por eso las “buenas personas” apenas son capaces de ofrecer alguna resistencia cuando el mal con mayúscula aparece en sus vidas. No lo han visto llegar, no se han preparado para ello, les ha tomado totalmente por sorpresa y no han sabido siquiera lo que estaba sucediendo hasta que se han encontrado presas en las redes del enemigo. Por eso le resulta tan fácil al mal lograr sus objetivos.

¿Pero no es ésta una visión excesivamente condescendiente con esas “buenas personas”? ¿Es que acaso ellas no tienen ninguna culpa de su ignorancia y su incapacidad de enfrentar el mal?
Ahí llegamos a un punto importante, sí señor. ¿Acaso esas buenas personas no han tenido oportunidades de entender mejor el mundo en el que viven? ¿Acaso no han cerrado muchas veces los ojos y los oídos cuando alguien ha intentado disipar su cómoda ignorancia? ¿Acaso su ignorancia no se debe en gran medida a esa comodidad, al “prefiero no pensar demasiado”, al “déjame tranquilo con tus historias”, al “no quiero complicarme la vida”? ¿Acaso su ignorancia no es en gran medida culpable por la omisión de utilizar la razón que Dios les ha dado para pensar y sacar conclusiones? ¿Acaso no tenemos todos la obligación de sacar partido a nuestros talentos en vez de enterrarlos en el suelo?

Recordemos el final del evangelio de los talentos: al siervo que entierra su talento en el suelo en vez de hacerlo fructificar, el señor se lo quita para darlo a los demás, pero no sólo eso, sino que manda echarlo a las tinieblas de fuera, “donde será el llanto y rechinar de dientes”.
¿Acaso la ignorancia de todas esas “buenas personas” no se basa en gran medida en una voluntad de enterrar el talento en vez de arriesgarse a invertirlo y obtener fruto de él?
¿No es cierto que esas “buenas personas” han cerrado los ojos demasiado a menudo ante lo que puede comprometerlas? Han visto, por ejemplo, cómo progresan en todo el mundo las leyes que promueven el aborto y la eutanasia, cómo se realizan cada año millones de abortos y miles de asesinatos de personas enfermas. ¿Pero han hecho algo al respecto? ¿Han llegado siquiera a imaginar lo que supone un aborto, o han preferido no pensar demasiado en ello? No creo que muchas de esas personas se hayan detenido a pensar que, con frecuencia, un aborto consiste en cortar en pedazos a un niño vivo para sacarlo trozo a trozo del vientre de su madre y vender después sus restos a los laboratorios. ¡Qué incómodo pensamiento! ¿No es cierto?
Tal vez por esa misma comodidad de no pensar se encuentran ahora tan desconcertadas, aterrorizadas e indefensas ante este último movimiento del mal con mayúscula que está dominando el mundo, ante esta pandemia de miedo al virus, más que del propio virus, que está consiguiendo que la población se someta voluntariamente a los que pretenden esclavizarla. Y todas esas “buenas personas” se convertirán en esclavos como consecuencia de su propia sumisión a la manipulación de los medios de comunicación, de su comodidad de no pensar, de su obsesión por “vivir tranquilos”. Un triste destino.
Todas estas “buenas personas” que a lo largo del tiempo han ido olvidando a Dios y apartándolo de sus vidas, sometiéndose a la “opinión general”, al pensamiento único, a la corrección política, ¿serán capaces de optar por volver a Dios cuando las nuevas leyes del mundo les exijan renegar de Él? ¿Serán capaces de hacer un esfuerzo por salvar su alma?
Dios nos exigirá tomar partido en esta lucha definitiva entre el bien y el mal que se avecina, y sólo una vida intensa de oración, penitencia y sacramentos nos puede preparar para ello. Que nuestras oraciones sirvan también para pedir que esas “buenas personas” saquen fuerzas de flaqueza para reaccionar y decidirse por la opción correcta.
Ahora nos etiquetan como "NEGACIONISTAS": Antes se les calificaban como disidentes, rebeldes, divergentes, librepensadores, libertarios... 
NO SOMOS NEGACIONISTAS: SOMOS REALISTAS 
Y CREEMOS EN EL MÉTODO CIENTÍFICO, DE LO EVIDENTE Y DE LOS DATOS. NO SOMOS BORREGOS NI VASALLOS. SOMOS CIUDADANOS LIBRES CON DERECHOS Y DEBERES. 
SOMOS TIRANICIDAS CONTRA LA MANIPULACIÓN 
Y EL SOMETIMIENTO LIBERTICIDA. SOMOS LA NACIÓN QUE LUCHA CONTRA EL ESTADO REPRESOR Y MALÉVOLO.
NO NOS DEJAMOS MANIPULAR NI ACOBARDAR POR LO QUE DIGAN LOS MEDIOS VENDIDOS POR LA PARTIDOCRACIA DE MIERDA O POR EL INEXISTENTE COMITÉ DE EXPERTOS DE MIERDA... A los abolicionistas, a María Pita, a Díaz Porlier, al trienio liberal, los que lucharon por la independencia del yugo napeolónico, a Copérnico y a Galileo Galilei, a todos los tiranicidas de todos los tiempos, también, les llamaron negacionistas y anti absolutistas...

LOS LUGARES MÁS TENEBROSOS DEL INFIERNO 
ESTÁN RESERVADOS 
PARA AQUELLOS QUE EN TIEMPOS DE CRISIS MORAL, 
MANTIENEN SU NEUTRALIDAD.
"Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, 
te vomitaré de mi boca". Ap 3,16

MAMONCRACIA

George Carlin una sátira social sobre gérmenes y virus

sábado, 29 de agosto de 2020

CRÍTICA LIBERTARIA SOBRE EL LIBRO "LA VIRTUD DEL NACIONALISMO (THE VIRTUE OF NATIONALISM)" 📘


Yoram Hazony es un pensador de gran originalidad, y en "LA VIRTUD DEL NACIONALISMO" (The Virtue of Nationalism), nos permite ver el nacionalismo de una manera nueva. No es un libertario, pero su manera de ver el nacionalismo puede ser de gran valor para los libertarios en la comprensión de cómo nuestros puntos de vista deben aplicarse al mundo en la práctica.
Acaba de publicar en la revista australiana "Quillette" un ensayo en el que, bajo el título de "El desafío del marxismo", analiza la avanzada destrucción del "pensamiento liberal" y de las instituciones democráticas a manos de la nueva izquierda neomarxista. Nuestra crítica no se basa en la tesis de Hazony, sino en su particular concepción de lo que es el liberalismo, en lo que se ha convertido y en lo que debería ser. Sí, una forma de liberalismo falso ha fracasado en Occidente y parece estar en pleno retroceso. Esa forma, sin embargo, es en su mayor parte sólo un vago bulto de creencias que los liberales de hoy sostienen, o al menos hace veinte minutos. No es la concepción rigurosa y definible que Ludwig von Mises proporcionó hace cien años. Y me temo que Hazony utiliza el liberalismo como un término general para lo que los liberales de hoy dicen creer, en lugar de una doctrina coherente.

 Dice así:
"
Durante una generación después de la caída del Muro de Berlín en 1989, la mayoría de estadounidenses y europeos consideraron al marxismo como un enemigo que había sido derrotado de una vez por todas. Pero estaban equivocados. Apenas 30 años después, el marxismo está de regreso y está haciendo un intento asombrósamente exitoso para tomar el control de las compañías de medios, universidades y escuelas estadounidenses más importantes, las principales corporaciones y organizaciones filantrópicas, e incluso los tribunales, la burocracia gubernamental y algunas iglesias. A medida que las ciudades estadounidenses sucumben a disturbios, incendios y saqueos, parece que los custodios liberales de muchas de estas instituciones, según el New York Timesa la Universidad de Princeton — han perdido la esperanza de recuperar el control de ellos y, en cambio, están adoptando una política de adaptación. Es decir, están intentando apaciguar a sus empleados marxistas cediendo a algunas de sus demandas con la esperanza de no ser barridos por completo.
Los liberales antimarxistas han trabajado bajo numerosas desventajas en las luchas recientes para mantener el control de las organizaciones liberales. Una es que a menudo no confían en poder usar el término "marxista" de buena fe para describir a quienes buscan derrocarlos. Esto se debe a que sus torturadores no siguen el precedente del Partido Comunista, los nazis y varios otros movimientos políticos que se marcaron a sí mismos usando un nombre de partido en particular y emitieron un manifiesto explícito para definirlo. En cambio, desorientan a sus oponentes refiriéndose a sus creencias con un vocabulario cambiante de términos, que incluyen "la izquierda", "progresismo", "justicia social", "antirracismo", "antifascismo", "Black Lives Matter, ”“ Teoría crítica de la raza ”,“ Política de identidad ”,“ Corrección política ”,“ Despertar ”y más.Cuando los liberales intentan usar estos términos, a menudo se sienten deplorados por no usarlos correctamente, y esto en sí mismo se convierte en un arma en manos de quienes desean humillarlos y finalmente destruirlos".

Hazony no solo es un teórico político, sino también un teólogo, y su comprensión de la Biblia hebrea es la clave de cómo ve el nacionalismo. Mucha gente hoy, teniendo en cuenta las guerras del siglo XX, piensa en el nacionalismo como agresivo y expansionista. En contraste con esta cuenta común, el nacionalismo de Hazony no es agresivo sino defensivo. Refleja el deseo de un pueblo de vivir de acuerdo con sus propias leyes y costumbres, sin ser molestado por otros. Busca no forzar sus caminos en otros, sino asegurar un espacio para un pueblo en particular.

Hazony pone el asunto de esta manera: «El nacionalismo con el que crecí es un punto de vista de principios que considera que el mundo está mejor gobernado cuando las naciones pueden trazar su propio curso independiente, cultivar sus propias tradiciones y perseguir sus propios intereses sin interferencia».
El nacionalismo en este sentido no es un desarrollo moderno. «Por nación, me refiero a varias tribus con un idioma o religión común, y una historia pasada de actuar como un cuerpo para la defensa común y otras empresas de gran escala. La Biblia promueve sistemáticamente la idea de que los miembros de una nación deben considerarse unos a otros como "hermanos", y la ley mosaica ofreció a los israelitas una constitución que los uniría en lo que hoy se llamaría un estado nacional . ... A lo largo de la Biblia, encontramos que la aspiración política de los profetas de Israel no es un imperio, sino una nación libre y unificada que vive en justicia y paz entre otras naciones libres». Al ver el origen del nacionalismo de esta manera, Hazony ha ha sido influenciado por Steven Grosby, «cuyo propio trabajo sobre el nacionalismo y su relación con la Biblia judía ha sido una inspiración para mí durante mucho tiempo». Grosby fue un estrecho colaborador del gran sociólogo Edward Shils y es el autor de la importante obra Biblical Ideas of Nationality.

Para evitar una objeción, Hazony es inmune a los desafíos a la justicia de la conquista de Canaán. (Para ver un ejemplo de tales objeciones, lea a Nicholas Wolterstorff en «Reading Joshua» en Michael Bergmann y otros , eds., Divine Evil? The Moral Character of the God of Abraham, Eerdmans, 2013) Se preocupa por lo que hace un Estado una vez que se establece, no cómo se produjo.
La representación de Hazony del ideal bíblico no es meramente de interés anticuario. Él sostiene que este ideal ha sido influyente en el desarrollo del nacionalismo moderno, especialmente desde la Reforma Protestante. «Especialmente bajo la influencia de pensadores orientados al Antiguo Testamento como Ulrich Zwingli y Juan Calvino, el protestantismo se abrazó y rápidamente se vinculó a las tradiciones nacionales únicas de los pueblos en contra de ideas e instituciones que consideraban ajenas». Después del Tratado De Westfalia en 1648, la «vida política de Europa se reconstruyó sobre dos principios» basados ​​en el Antiguo Testamento: un mínimo moral requerido para un gobierno legítimo y el derecho de autodeterminación nacional. Con una erudición característica, Hazony señala que a pesar de los cambios en el asentamiento de Westfalia, los tres tratados conservan el antiguo lenguaje de la respublica Christiana («república cristiana mundial»).

Hazony contrasta fuertemente el nacionalismo con el imperialismo: «Durante siglos, la política de las naciones occidentales se ha caracterizado por una lucha entre dos visiones antitéticas del orden mundial: un orden de naciones libres e independientes, cada una persiguiendo el bien político de acuerdo con sus propias tradiciones y tradiciones. entendimiento: y un orden de pueblos unidos bajo un régimen único de ley, promulgado y mantenido por una sola autoridad supranacional».
¿Por qué deberíamos favorecer el nacionalismo en lugar del imperialismo? Hazony sostiene que «las pequeñas instituciones como la familia o el escuadrón, que consiste en individuos unidos por lealtades mutuas desarrolladas durante largos años de dificultades y triunfos compartidos, son la piedra angular de todo orden político. Es a partir de unidades tan pequeñas que se construyen instituciones políticas de mayor escala de todo tipo. ... La lealtad mutua de los individuos entre sí es la fuerza más poderosa operativa en el ámbito político. Los sentimientos de lealtad mutua unen a los individuos estrechamente, formándolos en familias, clanes, tribus y naciones». Dados estos hechos, no es sorprendente que las personas resienten ser sometidas a la dominación del imperio, por benevolentes que sean sus intenciones.

¿Es Hazony aquí vulnerable a una objeción? Ha caracterizado el nacionalismo como la autodeterminación y el imperialismo como gobierno sobre los demás. ¿Es culpable de un argumento de la definición, en el sentido de que un país que agrede contra otras naciones se transfiere de inmediato del campo nacional al imperial? Él tiene los recursos para contrarrestar esta objeción. Argumenta que el nacionalismo europeo se basaba de hecho en el respeto mutuo de otras nacionalidades, en lugar de en un impulso hacia la dominación. Su argumento, entonces, no es una cuestión de definición, sino más bien un hecho. Señala, por ejemplo, que el gran teórico del nacionalismo del siglo XVIII JG Herder «describe el estado imperial como nada más que una "maldición" para todos los involucrados».
En su crítica del imperialismo, Hazony comenta con gran perspicacia los orígenes de la Primera Guerra Mundial: «La expansión sorprendentemente agresiva de los imperios británico y francés llevó a muchos, especialmente a Alemania, a concluir que la era del sistema nacional-estatal europeo había en efecto llega a su fin. ... Esto parece haber sido el punto de vista de Kaiser Wilhelm».

Es fundamental para la perspectiva de Hazony que la mayor parte de una nación no debe interferir con las políticas de otras naciones, incluso si estas políticas violan sus propios ideales. Hazony no exime de esta restricción a su propio ideal de autodeterminación nacional. Woodrow Wilson ignoró este punto vital: «El mejor orden político que conocemos es un orden de estados nacionales independientes. Esto no quiere decir, sin embargo, que cada nación tiene derecho a ser independiente. Al sugerir que las aspiraciones nacionales serían respetadas y que ningún pueblo sería gobernado en contra de su voluntad, Wilson ... estaba afirmando un derecho de los pueblos a no ser gobernado en contra de su voluntad y, por lo tanto, una obligación, a ser asumida por otros, a Garantizamos este resultado. ... Pero el mundo de las naciones no es tan claro. Tampoco hay recursos remotamente suficientes disponibles para otorgar un derecho universal de este tipo en todos los casos en que se pueda hacer un caso plausible».
El argumento de Hazony tiene una implicación muy directa para los libertarios. No tenemos el deber de obligar a otras naciones a adoptar principios libertarios, por muy deseable que fuera si ellos decidieran libremente hacerlo. El libertarismo depende de la persuasión: no es un medicamento patentado que se debe forzar a los demás. Al contrario de sus críticos, por ejemplo, Quinn Slobodian, cuyos globalistas revisamos en un número anterior de The Austrian, el libertarismo no es un programa de globalización obligatoria.

Desafortunadamente, Hazony no ve esto. Él considera que el liberalismo clásico de Mises y Hayek es un excelente ejemplo de las ideologías universalizadoras que deplora. Cita a Mises a este efecto: «el pensamiento liberal debe impregnar a todas las naciones, los principios liberales deben impregnar a todas las instituciones políticas, si se crean los requisitos previos de la paz y se eliminan las causas de la guerra». Comenta: «Aunque Mises declara la demanda de en una "aceptación incondicional del liberalismo" por todas las naciones y todas las instituciones políticas del mundo en términos estrictos, la aspiración que expresa representa lo que es ahora un punto de vista liberal totalmente convencional».
De hecho, Mises pensaba que todas las naciones debían favorecer el libre mercado, pero él no era partidario de imponer políticas liberales clásicas a las naciones que despreciaban sus consejos. Él, como Rousseau, no quería forzar a las personas a ser libres. Por el contrario, habla favorablemente de un texto primario del nacionalismo del siglo XIX, el ensayo de Renan ¿Qué es una nación? Queda claro por lo que dice que apoya la marca de nacionalismo voluntario de Renan. “Cuando Renan pregunta: ¿Qué es una nación? él quiere decir: ¿Qué debe determinar los límites de los diversos estados? Y su respuesta es: no la comunidad lingüística, ni el parentesco racial fundado en la paternidad de ancestros comunes, ni la simpatía religiosa, ni la armonía de los intereses económicos, ni las consideraciones geográficas o estratégicas, sino el derecho de la población a determinar su propio destino. La nación es el resultado de la voluntad de los seres humanos de vivir juntos en un estado. La mayor parte de la conferencia está dedicada a mostrar cómo se origina este espíritu de nacionalidad.

La nación es un alma, un principio moral ("une âme, un principe spirituel"). Una nación, dice Renan, confirma diariamente su existencia al manifestar su voluntad de cooperación política dentro del mismo estado; un plebiscito diario repetido, por así decirlo. (Mises, Gobierno omnipotente)
Es poco probable que Hazony acepte esta respuesta. Incluso si reconociera que Mises no apoyaba la globalización a punta de pistola, afirmaría que la afirmación del liberalismo sobre principios universalmente válidos es falsa. Los derechos dependen de circunstancias históricas particulares. Hazony, que es un empirista filosóficamente, rastrea el error del liberalismo clásico al racionalismo moral de su progenitor del siglo XVII, John Locke.

En la teoría moral, Locke abandonó erróneamente el empirismo por el racionalismo: «Locke es conocido como un empirista ... [pero] su Segundo Tratado sobre el Gobierno no lo es, sin embargo, un ... esfuerzo por traer un punto de vista empírico a la teoría del Estado. Locke fue uno de los pocos escritores políticos de su época que no discutió sobre la base de la experiencia histórica».
Sería superficial responder que Mises fundó su defensa del mercado sobre sus buenas consecuencias; no creía en los derechos derivados racionalmente más que Hazony. Una respuesta más profunda requiere atención a los detalles de los argumentos para los derechos libertarios. ¿Qué es exactamente lo que está mal con ellos? No es suficiente descartarlos porque no están de acuerdo con la metodología filosófica favorita de uno, en el caso del empirismo de Hazony al estilo de David Hume.
Sin embargo, incluso cuando uno no está de acuerdo, la discusión de Hazony es instructiva. Nos dice, por ejemplo, que Edmund Burke declaró «en el parlamento del Parlamento que de todos los libros que se han escrito, el Segundo Tratado [por Locke] fue 'uno de los peores'». The Virtue of Nationalism está llena de detalles sorprendentes que muestran Hazony está aprendiendo a pleno rendimiento.

Aquí condensamos el liberalismo misesiano hasta su esencia definible: propiedad, libertad y paz. No hay nada blando o difuso aquí. Para aquellos que quieran seguir leyendo, Mises proporciona definiciones.
  • Sin propiedad somos completamente vulnerables y sin agencia, parados desnudos en un pedazo de tierra. La primera caloría, la primera gota de agua, la primera puntada de ropa, todo representa una propiedad. Lo que creamos o producimos de la naturaleza representa nuestra voluntad y acciones manifestadas en forma física (o digital). La propiedad, no los vagos ideales de libertades personales o derechos individuales, establece el escenario para toda la actividad humana.
  • Sin libertad, por la cual Mises significaba independencia del arbitrario poder estatal, perdemos el dominio sobre nuestras vidas y trabajos. Para Mises, la libertad no es una aspiración incipiente o una serie de condiciones confusas para «vivir tu mejor vida». No es la liberación de los deseos mundanos, de la infelicidad o del oprobio social. Es la capacidad de vivir y dirigir la propia vida en gran medida libre de la coacción del estado, nada más y ciertamente nada menos. El liberalismo misesiano reconoce la servidumbre involuntaria como un tremendo mal, pero también reconoce necesariamente la servidumbre parcial a un gobierno rapaz como algo contrario a nuestra naturaleza.
  • Sin paz, el hombre pierde su capacidad de disfrutar de la propiedad o de ejercer la libertad. La guerra simboliza la negativa de los hombres a tratar con los demás de forma cooperativa y el descenso a un estado animal de la naturaleza. «La guerra, la carnicería, la destrucción y la devastación tenemos en común con las bestias depredadoras de la selva; el trabajo constructivo es nuestra característica distintiva como humanos» (Liberalismo, p. 24).

jueves, 27 de agosto de 2020

¿ES QUÉ ESTÁS EN POSESIÓN DE LA VERDAD? 🔥

Y ¿qué es la posesión de la verdad?
Seguro que usted, amigo lector, habrá recibido alguna vez como una bofetada la increpación de algún interlocutor: “¿Es qué estás en posesión de la verdad?”. Como todos los tópicos (fantasmas ideológicos) sólo pretenden acallar la voz de lo que les molesta y la verdad que les exige. De aquí el desprecio a la verdad ontológica, lógica y moral (tres planos de la misma verdad, como los tres estados del agua), con una objeción pseudocientífica: la relativización de todo cuanto resulte absoluto, dándose la casualidad que creen absolutamente en las realidades inmediatas que les resultan favorables o placenteras.
“Decir de lo que es, que no es,
o de lo que no es, que es, es falso.
Mientras que decir que lo que es, es,
Y lo que no es, no es, es verdadero. 
La verdad es la realidad”.
Aristóteles

Verdad ontologica 

Es la conformidad, correspondencia o identidad de una cosa, con su esencia o ideal. La falsedad ontológica recibe modernamente a menudo el nombre de imitación: imitación mármol, imitación seda, es decir, mármol aparente, seda falsa. La verdad ontológica es lo que las cosas u objetos son en sí mismas, independiente-mente de nosotros y de lo que sepamos de ellas, independientemente de nuestras opiniones y de lo que quisiéramos que ellas fueran. En este sentido, verdad equivale a realidad. La verdad ontológica es objeto de la Metafísica. 
La verdad ontológica (verdad del ser mismo)se da cuando la cosa corresponde con la idea. La verdad ontológica se puede definir como la conformidad de una cosa con su idea genuina. La verdad ontológica es el ser de las cosas. Resulta de la conformidad del objeto con la inteligencia que lo produce: en ella la inteligencia tiene primacía sobre el objeto. La verdad ontológica está en la correspondencia entre aquello que es y aquello que debe ser, es la realización de las leyes del ser y de la humanidad. 

Verdad 

Existen tres clases de verdad: la verdad ontológica, la verdad lógica y la verdad moral. Por verdad ontológica se entiende a la conformidad de una cosa con la idea primigenia que se tiene de ella. Como cuando decimos: "Esto es oro verdadero; éstas son flores verdaderas; éste es un verdadero caballero, o un verdadero científico, éste es el verdadero culpable, etc." Es como decir que algo es auténtico, o genuino; que no es falso, no es adulterado, no es imitación, no es apariencia; que no lo decimos en sentido metafórico, sino real; que corresponde a la idea que de tal cosa tenemos; que cumple con la esencia de la cosa. Y como los medievales lo veían todo en la luz de Dios, consideraban que algo es ontológicamente verdadero, e incluso que todos los entes son ontológicamente verdaderos, porque son conformes a la idea según la cual Dios los concibió y los creó. En este sentido consideraban la verdad como un atributo trascendental del ser: "todo ente es verdadero". 
En el ámbito de la comunicación suele ser deseable la segunda clase de verdad: la verdad lógica. El término no gusta, pero es exacto, porque es la verdad del logos, es decir del pensamiento. Un pensamiento es verdadero cuando es conforme con los hechos, cuando corresponde a las cosas. Por ejemplo, si pienso que un átomo de carbono con cuatro de hidrógeno puede formar una molécula de metano, mi pensamiento es verdadero porque corresponde a los hechos, como pueden comprobar los químicos. Y si pienso que entre la Tierra y la Luna caben treinta diámetros terrestres, mi pensamiento es verdadero porque es conforme a lo que han comprobado los astrónomos. Si, en cambio, digo que los delfines son peces, o que Napoleón murió en 1815 en la batalla de Waterloo, mis pensamientos son falsos, errados, desatinados, porque no corresponden a la realidad comprobada, respectivamente, por los zoólogos y los historiadores. 

Por último, la verdad moral es la relación de correspondencia o conformidad entre la palabra y el pensamiento, entre lo que uno dice y lo que está pensando. Si soy consciente de que rompí el plato y lo reconozco ante mi mamá, mi palabra es verdadera. Si en cambio soy consciente de que sustraje algo de la oficina y digo que no, que no fui yo, mi palabra no es verdadera, porque no corresponde a lo que estoy pensando. 
La verdad lógica es la que existe en el plano del mero pensamiento; ella surge cuando hay coherencia entre los conceptos, entre los juicios, entre las notas lógicas. La verdad ontológica es la adecuación entre el pensamiento y la realidad. 
La verdad lógica al pensamiento y a las leyes que lo rigen. La verdad ontológica nos conduce a interrogarnos cómo es posible la adecuación pensamiento-realidad. Tanto la verdad lógica como la ontológica se expresan en el juicio, en ese acto de la inteligencia por el cual atribuye un predicado a un sujeto (puede atribuir un accidente a un ente o una esencia a un ente).

El trasfondo erróneo de tal intento de ridiculización de la verdad ni qué decir tiene que se apoya en la moderna y falsa filosofía subjetivista, inmanentista y kantiana, que ridiculiza la capacidad natural del conocimiento humano sin otro objetivo que el de demoler las bases de la moral y las sagradas relaciones del hombre con su Creador y las verdades eternas.
Ya dijo el apóstol San Juan que “el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a ella para no verse acusado”. Quien pretende no creer en la verdad se da una aureola de presunta intelectualidad para ocultar su anticientificismo y sus remordimientos. Al fin, la ley solo molesta y acusa a quiénes no la cumplen, porque quiénes la cumplen viven en paz con ella.
Goethe en su “Fausto”, diría: “El crimen las sombras busca y en ellas, con noble anhelo, busca esconderse; es del crimen la luz el mayor tormento”.
Pero la mentira se refuta a sí misma y, por eso, quien asevera que todo es relativo está creyendo en la verdad absoluta de su aserto por muy errado que éste sea. Su misma aseveración le condena.

El gran Pío XII escribió en 1950 la encíclica “Humani generis” para demostrar el verdadero valor del conocimiento humano y los principios metafísicos inconcusos –a saber, los de razón suficiente, de causalidad, de la finalidad- y finalmente la consecución de la verdad cierta e inmutable para la que el Creador ha dotado a la inteligencia humana, por estar hecha a su imagen y semejanza.
“Es ciertamente lamentable –decía el pontífice- que una filosofía recibida y reconocida en la Iglesia, sea hoy despreciada por algunos y motejada imprudentemente de anticuada en su forma y racionalista, como ellos dicen, en sus procedimientos”. y es que confunden racionalidad con racionalismo (o hacen que lo confunden) e identifican el que no lo sepamos todo…, con que no sea fiable el resto de los conocimientos).
Nadie (excepto Dios) lo sabe todo (ni falta que nos hace) pero sí podemos estar seguros de conocer muy bien lo poco que conozcamos. La limitación en la cantidad de ningún modo atenta contra la pureza y el alcance de la calidad. Lo contrario sería pretender ser “como dioses”, al igual que nuestros primeros padres, y así le va al hombre ensoberbecido de hoy, enfrentado a su Dios y revolcado en los vicios más antiguos y degradantes, él que desprecia lo “anticuado”.

En materia de verdades y de errores, como de vicios y virtudes, nada nuevo podemos inventar. Por eso el escepticismo (escuela filosófica anterior a Cristo, que afirmaba que la verdad está en un pozo profundo fuera del alcance humano), sólo fue fruto de un periodo histórico de la Grecia decadente e inmoral.
Pero, como forma de relativismo, también se refutó a sí misma, puesto que el que duda de todo, no duda de que duda.
El retorno moderno a esa filosofía es el obligado fruto del materialismo que busca siempre autojustificaciones a su conducta amoral cuando no definidamente inmoral. Y como acallar la conciencia tiene un precio, la pseudointelectualidad es el último recurso, como la mentira es el único ardid para disfrazar la falsedad de aparente verdad.
El filósofo Maurice Blondel y otros teólogos modernistas (Henri de Lebac, Danielou…, etc.) han ido a buscar “al hombre moderno” (per identificándole con el falso filósofo modero enfermo de escepticismo subjetivista) allí “donde está” pero no para redimirlo de sus graves errores, sino para dejarle encenagarse en los mismos yerros. A estos, San Pío X les increpaba en su encíclica “Pascendi”: “pervierten la eterna noción de la verdad”.

La decadencia moral y material de nuestro tiempo (la mayor pobreza es el raquitismo de espíritu) nos lleva lógicamente a repetir errores y pecados del paganismo greco-romano como obligado castigo a nuestra descristianización (el mayor problema de nuestro mundo) que no perdona ni a catedráticos, ni a los políticos, ni a personas presuntamente cultas.
No me alargo en anécdotas ni curiosidades alusivas a personajes públicos. Simplemente, honrado lector y persona de bien, te recomiendo tu severa altivez y firme fe en tus sanas convicciones contra los huecos ladridos de pseudointelectuales, ignorantes y cobardes, camuflados de pedantes que desprecian lo que ni saben, ni tienen, ni son.
Es más hermoso encontrarse con el simple equivocado que cuando le demostré la falacia de su relativismo, respondió: “¡Qué bonita es la verdad!”.
"A propósito de todas las iniciativas, hay una verdad elemental cuya ignorancia mata innumerables ideas y espléndidos planes: en el momento en el que uno se compromete de verdad, la Providencia también lo hace. Toda clase de cosas comienzan a ocurrir para ayudar a esa persona, cosas que sin su previo compromiso jamás habrían ocurrido. Todo un caudal de sucesos se pone en marcha con aquella decisión ayudándole por medio de incidentes inesperados, encuentros insospechados y ayuda material que nadie hubiera soñado que pudieran ocurrir. Si sabes que puedes, o crees que puedes, ponte en marcha. La audacia tiene genio, poder y magia. —  Johann Wolfgang von Goethe
Al corazón no se le puede engañar. 
Él ya tiene grabada la verdad en cada latido.

"Cuando la Verdad te inunda al dejarla entrar en tu vida, 
ya nunca dejarás de reconocerla en la vida misma".
 Yanka

(...) Es que la ideología tiene que ver directamente con el encubrimiento de la verdad de los hechos, con el uso del lenguaje para ofuscar u opacar la realidad al mismo tiempo que nos vuelve "miopes".
En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos. Paulo Freire

Yo no busco imponer mi verdad, 
ni que la gente piense y sienta como yo, 
más bien, lo que busco es que cada persona 
tenga el valor de ser ella misma, 
dejando de lado la moda, los estereotipos 
y demás falsedades que nos dominan. 
Omar Brindis Furiate

"Tiempos extraños son estos en que al joven y al viejo 
se le enseñan falsedades en la escuela. 
Y a la persona que se atreve a decir la verdad 
inmediatamente se la llama loca o tonta". 
Platón (427 AC)

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Las concepciones de la verdad

¿Existe la VERDAD ABSOLUTA?

martes, 25 de agosto de 2020

LIBRO "SATANOCRACIA: LA DESTRUCCIÓN DEL VIEJO ORDEN CRISTIANO Y "CÓMO SOBREVIVIR AL NUEVO ORDEN MUNDIAL" POR JOSÉ ANTONIO BIELSA 👿💥




SATANOCRACIA: LA DESTRUCCIÓN DEL VIEJO ORDEN CRISTIANO,
cuarto libro del historiador José Antonio Bielsa Arbiol tras "EL NIMBO Y LA PLUMA" (ambos publicados por el sello editorial Letras Inquietas) aspira a exponer, desde una cosmovisión cristiana, las causas históricas, políticas y teológicas que han permitido la instauración de una Satanocracia de facto en el Occidente cristiano. 
"El Nuevo Orden y la Satanocracia" acusan tal grado de imbricación que el uno no puede concebirse sin la otra: son dos nudos paralelos que alimentan idéntico propósito: si el primero (NOM) se vincula a la parte estructural y organizativa del entramado planificado por la Sinarquía, la segunda alimenta el impulso espiritual e intelectual que da significado al primero.
SATANOCRACIA: LA DESTRUCCIÓN DEL VIEJO ORDEN CRISTIANO es un libro nacido con la vocación de identificar las causas de la crisis de la civilización europea, cuyas primeras fisuras comenzaron a manifestarse en el ya alejado siglo XIV con el auge de la filosofía nominalista, acentuándose exponencialmente a partir del masónico siglo XVIII (el Siglo de las Luces).
El ensayo tiene por objeto ahondar desde una cosmovisión cristiana en las causas profundas de los males reinantes. La triple perspectiva de estudio utilizada (histórica, política y teológica) tan sólo aspira a reunificar las piezas dispersadas de un puzle desparramado por la violencia sinárquica, acaso más perturbadora e inquietante que la mera fuerza bruta, por cuanto su dinámica devastadora no va dirigida por un ente concreto y visible, sino por una enredadera de dispositivos solapados al servicio de la Satanocracia supranacional.

"El nimbo y la pluma", una revolución espiritual contra el nuevo orden mundial o globalista humanicida. Es una amena iniciación a los tesoros literarios de la tradición católica, a través de la presentación de catorce de sus más prominentes héroes nimbados... pluma en mano. De San Atanasio de Alejandría a Santo Tomás de Aquino, la franja cronológica contemplada en este libro va del año 300 hasta el fallecimiento del Aquinate, en 1274. José Antonio Bielsa Arbiol es historiador, filósofo, crítico cinematográfico, locutor radiofónico, docente y escritor. Licenciado en Historia del Arte y graduado en Filosofía por la Universidad de Zaragoza. Publica regularmente artículos y ensayos en revistas, prensa y diarios digitales sobre temas variados. Es autor de los libros Cómo sobrevivir al Nuevo Orden Mundial: Un manual de trinchera y España y sus demonios (Textos y ensayos escogidos). Está casado y vive en Zaragoza donde ejerce la docencia como profesor de filosofía.
De hecho, los nombres aquí citados pertenecen a autores muy conocidos entre teólogos e historiadores eclesiásticos del día. Silenciados por el NOM, el autor recalca que, en su publicación, “son todos los que están mas no están todos los que son” (pp. 13-14) debido a las exigencias de síntesis del formato. Pese a eso, don José Antonio menciona a otros “campeones de la Ley de Cristo”: San Hilario de Poitiers, San Efrén de Siria, San Cirilo de Jerusalén, San Cirilo de Alejandría, San Beda el Venerable, San Juan Damasceno, San Pedro Damián, San Bernardo de Claraval, San Antonio de Padua o San Alberto Magno entre otros (página 14).

El nimbo y la pluma¸ compuesto por una introducción, dos bloques (Edad Antigua y Edad Media) y una ficha final de los santos seleccionados (a partir de la página 101), enumera cuidadosamente por su fecha de nacimiento un listado de 9 y 5 sujetos respectivamente: San Atanasio de Alejandría, San Gregorio Nacianceno, San Basilio Magno, San Ambrosio de Milán, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo de Estridón, San Agustín de Hipona, San Pedro Crisólogo, San León Magno -primera parte- y San Gregorio Magno, San Isidoro de Sevilla, San Anselmo de Canterbury, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino como cierre de la publicación.
Ejemplo de la práctica del desprendimiento de la arrogancia es San Pedro Crisólogo, considerado un gran célebre de los oradores con el título de doctor de la Iglesia, y de los más asequibles y elocuentes expositores de la doctrina cristiana. Pese a que la controversia sobre su persona está más que servida debido a las sombras persistentes de la leyenda propiamente dicha, es innegable que el propósito central de sus escritos fue “la recta guía del rebaño” (pág. 53).
Sutilmente no sólo nos acercamos a Cristo y a la visibilización de las obras de sus mayores fieles, sino a una serie de valores -difíciles de encontrar hoy en día- que eclipsa contra ciertos aspectos vigentes que han hecho de nuestra Sociedad un flujo de falsos mesías.

Rescatando “la pluma”, las Humanidades, podemos mencionar sin ningún pudor a San Atanasio de Alejandría (considerado el Doctor de la Trinidad), por haber sido un vigoroso exponente del género de la Historia. A San Gregorio Nacianceno (defensor de la fe Trinitaria y famoso por sus epístolas), el más reconocido -literariamente hablando- de los escritores de su tiempo, la cima de la lírica española (e incluso comparado con San Juan de la Cruz) con una obra poética de más de 16 mil versos, siendo uno de los mayores monumentos líricos del primer milenio cristiano -y muy valorado por la crítica-. O a San Basilio Magno, “el más romano de los doctores griegos” (pág. 25) cuya biografía se parte en dos pilares complementarios entre sí: como “hombre de acción” y “religioso intelectual” (pág. 26). Destacan sus más de 300 epístolas para valorar su posición dogmática, aunque realizó otros escritos. A su vez, San Juan Crisóstomo o San Jerónimo de Estridón también son ensalzados literariamente por sus epístolas. Paralelamente a la descripción y desarrollo de estos santos y sus obras, encontramos fragmentos de los escritos que han acuñado de su puño y letra; un suplemento muy generoso por parte del autor para aportar dinamismo al libro y poder acercarnos a la obra original del citado en cuestión.
Algunos de los escasos doctores de la Iglesia no sólo han conseguido que sus obras literarias sean fervientemente reconocidas entonces y ahora (los 96 sermones recopilados de San León Magno fueron capitales para la historia de la Iglesia) sino que mantuvieron un contacto tan cercano como personal con ciertos papas -San Atanasio de Alejandría fue defendido por San Julio y San Liberio-, y han sido líderes natos como San León Magno del cual -todo sea dicho-, destaca su sobrenombre Magno ya que “contados son los pontífices conocidos en la historia con tal apelativo” (pp. 57 y 58) y cómo su autoridad se consolidó hasta el punto de convertirse en asesor de graves cuestiones y controvertidos debates.

San Anselmo de Canterbury guardó un devenir mediatizado por los hechos de tres importantes hombres políticos, reyes de Inglaterra en tiempos convulsos (Guillermo de Normandía, el Conquistador; Guillermo II, el Rojo y Enrique I). Envueltos por una crisis espiritual tras un período de disipación y caída, se consideró el verdadero padre de la escolástica, abordando posteriormente el estudio de la Trinidad. Sin transigir a las pretensiones de sus poderosos enemigos, jamás se rindió en su defensa hacia la Palabra Sagrada.
Ocurre algo similar con su predecesor, San Isidoro de Sevilla o “el doctor Hispaniae”, inserto en lo más alto de la cumbre del “Genio de España” (pág. 68). De prodigiosa memoria, puede decirse que es un excepcional testigo de la Historia, pues presenció un buen número de acontecimientos extraordinarios antes, durante y después de la conversión en masa de los visigodos, salvados para la cruz en una época de espesas divergencias. Merecen una especial atención sus obras literarias históricas, pues como autor de éstas destaca Etimologías u Orígenes de las cosas.

En penúltimo lugar el autor nos deleita con el “doctor seraphicus” o San Buenaventura -es posible que aquel sobrenombre se lo diese el mismísimo San Francisco, quien cuando Giovanni era un niño, realizó un milagro a su favor, nos explica (pág. 84)-, “el más luminoso y granado de la cristiandad”. Acusa una clara dirección aristotélica en su hilemorfismo en cuanto funda la distinción entre Dios y las Cosas; luminosa es, también, su Teoría del Amor. Sin duda, una clara conexión entre sabios, como se exponía con Agustín de Hipona y Platón.
Sin duda, poco podemos añadir a la conclusión de esta reseña, salvo que El nimbo y la pluma es altamente recomendable para aquellos que desean reforzar o redescubrir una relación sincera con Dios, analizando con reflexiones filosóficas en qué punto se encuentra la sociedad hoy en día. En definitiva, un libro que funcionaría como desencadenante para una revolución espiritual anti Nuevo Orden Mundial y que deja al lector con ganas de continuar averiguando más sobre otros custodios de la doctrina católica desde la “pluma” de José Antonio Bielsa.
El Nuevo Orden y la Satanocracia acusan tal grado de imbricación que el uno no puede concebirse sin la otra: son dos nudos paralelos que alimentan idéntico propósito: si el primero (NOM) se vincula a la parte estructural y organizativa del entramado planificado por la Sinarquía, la segunda alimenta el impulso espiritual e intelectual que da significado al primero.
¿Es el Nuevo Orden Mundial una realidad irreversible? ¿Es posible, desde la mera disidencia, combatir esta nueva forma de totalitarismo blando que atraviesa todas y cada una de las parcelas de la humana existencia? ¿Puede el ciudadano despierto de a pie hacer frente a tan monstruoso Leviatán en su prosaico día a día? ¿Resulta viable la posibilidad de una salida ante tan tétrico panorama de disolución en el liquamen globalista? Este libro es un manual de vulgarización y de síntesis, y en su vocación práctica no pretende postular nada definitivo, tan sólo (y ésa es su mayor ambición) abrir nuevas sendas de exploración y nuevos espacios de debate, con la finalidad de denunciar y visibilizar la más monstruosa y terrible de las abominaciones modernas en curso: la consumación luciferina del NOM.
Hemos acotado la definición del concepto de “Sinarquía” como el sustrato sobre el que se retroalimenta el gobierno oculto mundial; una de las mejores descripciones de la Sinarquía nos la ofreció el P. Julio Meinvielle (en su obra El Progresismo Cristiano); a ella remitimos: “La Sinarquía no es propiamente el comunismo ni el capitalismo –aunque pueda considerarse como variante de uno y otro–; es más bien en términos hegelianos, una síntesis o superación de uno y otro. Síntesis dialéctica del capitalismo [tesis] y del comunismo [antítesis] en un socialismo tecnocrático [síntesis], que conserva del comunismo el igualitarismo y la nivelación social, y del capitalismo el manejo y la organización de la sociedad a través de los grupos financieros empresariales. Nivelación universal y total en lo cultural-religioso […] Adviértase bien que no digo cultural y religioso, sino cultural-religioso porque en el plano sinárquico las expresiones culturales y filosóficas se confunden con las religiones, de suerte que se camina hacia una confluencia igualitaria de científicos-filosóficos-pensadores-religiosos, y en esto se incluye no sólo a católicos, judíos, protestantes, budistas, musulmanes, sino también a los ateos. En la concepción sinárquica, las religiones no son sino expresiones del hombre, y así como el hombre se expresa en la economía y en la política, también se expresa en su dimensión espiritual por la cultura y la religión. La Sinarquía es expresión total de todo lo humano –un humanismo integral– y una adoración del Hombre, culto del Hombre que, en realidad, es el culto cabalístico del “ojo que todo lo ve” de la Cámara de meditación de las Naciones Unidas o el culto de Satán”.

Pese a lo acertado de esta lectura hegeliana, convendría hilar todavía más fino: de entrada, la Sinarquía no sería tanto una entidad, ni un algo, ni tampoco unos ellos; quien la defina en estos términos estaría alejándose de lo que es: la Sinarquía comporta una inercia. Y es una inercia porque es el resultado cuantitativo, e impersonal, de miles de nodos de poder mundial coaligados en un mismo punto de fuga; estamos hablando de una multiplicidad de líneas de acción socio-económica que confluyen cual si de una tela de araña se tratase.
En el mundo antiguo, la Sinarquía (syn [integración/concentración] + arkhia [poder/gobierno]) era la unión de varios príncipes coaligados para la dominación de los pueblos; hoy es algo mucho más sutil y diabólico, cohesionado en la unión de las fuerzas financieras y económicas multinacionales, asociadas en un tremendo poder a otros organismos multilaterales, para así gobernar al Sistema-mundo a su libre voluntad y por medio de las tácticas recurrentes de diseño (conflictos bélicos, explotación humana, difusión de enfermedades y pandemias, masificación en núcleos urbanos, ignorancia y/o atraso de las masas, etcétera). Todas las sociedades humanas han sido sometidas, bien por agrado, bien por la fuerza, a los designios de esa inercia sinárquica.

En el plano de las relaciones de poder, existen una serie de “niveles sinárquicos”, tal y como demostró Guillermo Alfredo Terrera en su ya clásico estudio sobre la Sinarquía; estos niveles serían tres, a saber: 1) Sinarquía exotérica, 2) Sinarquía esotérica [falsa] y 3) Sinarquía esotérica [auténtica]. Y su disposición no se desplegaría tanto en altura (a la manera de las pirámides de poder clásicas) como en profundidad, como si de un escenario teatral se tratase, con sus diferentes telones superpuestos, de modo que el primer nivel cubra a los subsiguientes.
Tanto la sinarquía exotérica como la sinarquía esotérica (falsa) no son ningún secreto, al contrario: la primera acopia las sinergias del ramo financiero, y su rastro de visibilidad no son sólo sus fabulosos rascacielos y los logos luciferinos que sus marcas mundanas refrotan obscenamente sobre sus víctimas potenciales, sino también el otro rastro, el del dinero sucio que van derramando (puesto que el dinero es también el gota a gota de la sangre comprada); esta sinarquía exotérica aparece intervenida por la falsa sinarquía esotérica, que haríamos mejor en llamar interfaz pseudoesotérica o contra-iniciática (René Guénon), y que acopia el grueso de los adherentes a la masonería y los contubernios discretos en sus más variadas caricaturas: bajo la irrisoria mirada del mandilero filántropo, un tedio solemne retumba en las logias del Occidente apóstata. Ni que decir tiene que esta sinarquía contra-iniciática es a su vez manipulada y/o accionada por la auténtica sinarquía esotérica, no visible, aquella en cuyas constituciones y estatutos aparece codificada una doctrina hermética auténtica, con su escalera jerárquica única y sus rituales iniciáticos destinados al conocimiento de las élites escogidas.

Satanocracia: La destrucción del Viejo Orden Cristiano es un ensayo nacido con la vocación de identificar las causas de la crisis de la civilización europea, cuyas primeras fisuras comenzaron a manifestarse en el ya alejado siglo XIV con el auge de la filosofía nominalista, acentuándose exponencialmente a partir del masónico siglo XVIII (el Siglo de las Luces).

El libro puede adquirirse en la red de librerías de Letras Inquietas (ver sitio web: letrasinquietas.com/ ), o bien vía Amazon, pinchando en el siguiente enlace: AQUÍ

PADRE MISIONERO LEOPOLDO ESTEBAN DE PARAGUAY 
NOS HABLA DE LA GENOCIDA ONU 
Y DEL NUEVO ORDEN GLOBALISTA


Satanocracia: La destrucción del Viejo Orden Cristiano.

Satanocracia 
La Destrucción Del Viejo Orden Cristiano Con Jose Antonio Bielsa


Vienen sobre el mundo días de oscuridad, de tribulación... Estructuras que hoy están en pie, ya no estarán. Los apoyos que hay para mi pueblo, ya no estarán entonces. Yo quiero que estén preparados, pueblo mío, para conocerme solo a Mí, para unirse a Mí y para tenerme en una forma mucho más profunda de lo que nunca antes se ha visto.
Yo les conduciré al desierto... Les despojaré de todo aquello de que ahora dependen, de forma que solo dependan de Mí. Sobre el mundo viene un tiempo de oscuridad; pero también vendrá un tiempo de gloria, sobre mi pueblo. Yo derramaré sobre vosotros, todos los dones de mi Espíritu. Los prepararé para una época de evangelización como nunca se ha visto en el mundo... Y cuando no tengan a nadie más que a Mí, entonces lo tendrán todo...

VESTIDOS DE PÚRPURA ESTARÁN... #VENEZUELA


Mâran’athâ!
¿Estamos en el Fin de los Tiempos? 
Pedro Abelló lo plantea en este extenso artículo.

ESCUCHEN ESTO SACERDOTES ! Y GENTE DE IGLESIA, ESCUCHEN !