EL Rincón de Yanka: 📘 LIBRO "¿QUÉ ES LA VERDAD?" POR FABRICE HADJADJ Y FABRICE MIDAL

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miércoles, 3 de junio de 2020

📘 LIBRO "¿QUÉ ES LA VERDAD?" POR FABRICE HADJADJ Y FABRICE MIDAL


¿Qué es la verdad?


Bibliotheca Homo Legens publica ¿Qué es la verdad?, un opúsculo que recoge la celebración disputatio al estilo medieval entre Fabrice Hadjadj, conocidísimo filósofo católico, y su tocayo Fabrice Midal, un afamado pensador budista.
Como expresa nítidamente su título, el libro aborda el interrogante de la verdad, que ha conturbado al hombre de todas las épocas y sobre el que todo filósofo digno de ese nombre ha reflexionado prolijamente. ¿Existe la verdad? Si existe, ¿qué es? ¿Puede el hombre conocerla? De la respuesta a esas tres preguntas depende nuestra entera concepción del mundo y, consecuentemente, nuestro modo de estar en él. Por decirlo de un modo quizá más ilustrativo, quien responda que sí no vivirá igual que quien responda que no.
El libro de Hadjadj y Midal, que bien merece la pena, decepcionará no obstante a quienes busquen una respuesta unívoca y cerrada al interrogante. De hecho, más que una respuesta, los autores ofrecen un indicio en el sentido estricto de la palabra. No contestan, sino que apuntan. Sugieren a los lectores dónde pueden buscar la verdad o, mejor, en qué circunstancias puede salir ella a su encuentro.

¿Poseer la verdad?

Este último matiz es importante, pues existe la conciencia generalizada de que es el hombre quien alcanza la verdad, quien la busca, quien la persigue. Desde este punto de vista, la verdad sería algo así como un tesoro que permanece, oculto e inmóvil, en las profundidades de una cueva remota hasta que alguien lo encuentre. Hadjadj y Midal se revuelven contra esta idea Según ellos, no es el hombre quien posee la verdad, sino la verdad la que lo posee a él:
La verdad es lo que no posees, lo que es siempre otro, lo que está delante (…) La verdad llega. Es indiscutible y, sin embargo, de un orden completamente distinto a la certeza. Nunca es mía. No soy ni su medida ni su autor. Surge, golpea.
En la misma línea, Hadjadj recuerda las célebres palabras de Cristo: “Quienquiera que es de la verdad escucha mi voz”. Subyace aquí la misma idea. Como uno no es lo suficientemente grande para abarcar la verdad, sólo le queda dejarse abarcar y transformar por ella.

Tranquilizadora e inquietante

También acostumbramos a concebir la verdad como aquello que nos alivia. “Mi corazón está inquieto hasta que no descansa en Ti”, dice san Agustín en Las confesiones. Siendo esto cierto, tampoco debería olvidarse que la verdad desasosiega, incomoda, quiebra nuestras certezas y nos descubre una nueva forma de mirar la realidad. “La misión de la religión no es tranquilizar al hombre en su buena conciencia, sino inquietarle en las profundidades de esa conciencia”, dice Midal.

Hadjadj coincide en esto con el pensador budista y, tras recordar aquella sentencia agustiniana de que “los hombres aman la verdad cuando se anuncia y la odian cuando les denuncia”, abunda en el carácter inquietante e indómito de la verdad:
Cuando la Verdad se presenta como carne atrayente, es probable que después de habernos dejado seducir por sus primeros coqueteos tratemos de condenarla a muerte, pues esa misma luz que nos atrae cuando ilumina el mundo nos asusta cuando ilumina nuestros rincones oscuros (…) La Verdad no sólo responde a mis preguntas, sino que me interroga a su vez.
La verdad y los rostros

Como nos recuerda Hadjadj, la verdad no puede reducirse a un sistema universal, descarnado y puramente abstracto; también ha de estar relacionada con lo concreto, con lo diverso, con ese rostro bello que se presenta ante mí. Como es acogida, pronunciada y defendida por hombres, además de una dimensión objetiva, debe tener una subjetiva.

El totalitarismo también ama al hombre, trata incluso de traer el paraíso en la tierra para él: sociedad sin clases, Reich de los Mil Años, planificación familiar. De ese modo, puede eliminar a cualquiera como se elimina a un parásito. Lo que importa no es el hombre, en abstracto, sino Robert, Corinne, Fatima, Chögyam o incluso Fabrice… Esta es la realidad, por lo que la verdad no solo no puede ignorar la diversidad de rostros, sino que solo puede obrar por su amor y comunión. Está menos en la guía que proporciona generalidades que en el festival de todos los idiomas, pueblos y naciones.

Puede que ¿Qué es la verdad? no le brinde a quien lo lea el típico conocimiento útil para deslumbrar a sus amigos y que no dé una respuesta cerrada al interrogante planteado, pero eso no significa que no merezca la pena. De hecho, el lector que haga suyo el libro y se deje golpear por él no será el mismo cuando pase la última página.

¿Quiénes son los autores?

Nacido en Nanterre, Francia, en 1971, Fabrice Hadjadj es uno de los más notables intelectuales católicos contemporáneos. Sobresale entre los demás, en primer lugar, por su capacidad de defender las ideas de siempre con una óptica novedosa y un estilo tan ácido como fresco; y, en segundo lugar, por su inaudita polivalencia: es filósofo, teólogo, dramaturgo, humorista e incluso cantautor. Bibliotheca Homo Legens ha publicado tres de sus libros: Últimas noticias del hombre (2018), 99 lecciones para ser un payaso (2018) y Juana y los poshumanos o el sexo del ángel (2019).
Fabrice Midal, por su parte, es filósofo y profesor de meditación desde hace más de 20 años. Introductor del mindfulness en Francia, es el fundador de l’École Occidentale de Méditation. También trabaja como editor en Éditions Belfond y dirige una colección llamada «L’Esprit d’ouverture». Es autor de varios libros que han tenido gran éxito en su país.


PRÓLOGO
¿QUIÉN ES LA VERDAD?



En honor a la verdad, hay que partir de la pregunta del título de este libro para no llevarnos a engaño. Es posible, sí no, que el lector que acudió a estas páginas siguiendo la saludable e imperiosa costumbre de leerse todo lo que sale de la pluma de Fabríce Hadjadj se quede con la sensación de haber alcanzado sólo la mitad de su objetivo: un Fabri Jadj. En cambio, sí se toma en serio el reto que plantea el título, ¿Qué es la verdad?, se dará cuenta de que se ha llevado a las manos un libro redondo.


Que es una mesa redonda. Estas páginas recogen la celebración de una disputatio al estilo medieval entre el ya mentado Fabrice Hadjadj y Fabríce Midal, experto francés en budismo, celebrada en 2010 en la ciudad de Ruán y organizada por la asociación Dísputatio y el Centro Teológico Universitario, durante las Fiestas Juana de Arco, nada menos. A los hadjadjadianos quizá nos fastidie a bote pronto ese protagonismo compartido con el tal Midal y con los moderadores del debate. Sin embargo, Hadjadj también es un Hadjadj con todas sus jotas y haches aspiradas cuando escucha y cuando pregunta. Y así nos da la primera lección: la verdad es tan grande que nadie la abarca del todo. Hay que buscarla con (en, entre, bajo, alrededor de) los demás.

Eso exige sacrificios también en el tono: en estas páginas encontraremos a un Fabrice menos febril, más comedido en sus habituales juegos de palabras (aunque los tiene jubilosos) y menos suelto en sus exuberantes digresiones. Escuchar -nos dice sin palabras, escuchando- exige mucha entrega de uno mismo. Se le nota que ha clamado el mismo miserere que él proclama necesario: «A menudo, filósofos y teólogos deberíamos entonar este Miserere: 
"¡Señor, perdónanos por haber hablado de ti como de una abstracción! Haz que en mí boca no se oiga una dialéctica, sino un diálogo. Haz que no dé solo la impresión de un profesor, sino también la de un enamorado"».
Philippe Maheut, vicario general de la diócesis de Ruán, advierte oportunamente en las palabras preliminares: «La verdad se obtiene en los rostros concretos que se miran y a través de voces que se escuchan. Es precisamente eso en lo que consiste una disputatio, que reúne cara a cara a dos protagonistas que no pueden avanzar juntos sino a costa de la mirada y de la escucha. Más incluso que ser un medio pedagógico debido al genio de la Edad Media, la disputatio es un camino a la verdad porque pone cara a cara rostros y voces».

Pondera Hadjadj esta importancia con una de sus frases rotundas y memorables: «La voz es la palabra hecha carne y la expresión de una persona». Más adelante se hace y nos hace una advertencia que estas páginas no perderán jamás de vista: «Sí la respuesta a la pregunta nos llevara a un sistema universal que anulara las singularidades, sí la verdad correspondiera a una gran inteligibilidad anónima que aboliera la consistencia de las personas, estaría falseada desde el origen».

Enseguida reconocemos que Midal tiene, además, sus momentos. Como no lo esperábamos, nos regocijan como un regalo sorpresa. Por ejemplo, cuando habla de que sólo la poesía dice la verdad en cuanto que integra la voz del poeta como elemento esencial de su discurso. Píndaro sabía que, como poeta, era un súbdito de la Reina Verdad.

Midal también nos regala una maravillosa etimología del término griego «aletheia». Se traduce demasiado de prisa por «verdad», pero originariamente significa «sin Leteo». «Leteo es, en la mitología griega, el río donde las almas, al beber de sus aguas tras la muerte, pierden contacto con lo que fueron. Pierden la relación con la memoria. Ser tocado por las musas es ser «a-leteado»: recordar lo que es, verlo vivo en sí mismo. [...] Somos tanto más lo que somos en la medida en que decimos la verdad», constata.

Poesía, memoria, voz y diálogo cara a cara como presupuestos de la verdad. No es extraño, por tanto, que Fabrice Midal concluya: «No puede tener relación posible con la verdad sino quien se mantiene resueltamente al margen de la esfera del entretenimiento hoy dominante». La sociedad lúdica (que diría Philippe Muray) aleja del propio yo y extravía la intimidad personal. Es un guante que Hadjadj no podía dejar de recoger..., para contraatacar. Porque tampoco podemos permitirnos aburrir a nadie, objeta. ¿Cómo pensar de tal modo que la cuestión de la verdad sea tan viva «como un partido de fútbol y tan fuerte como una mujer guapa?»

Hay que reflexionar con el atractivo que se atribuía Georges Bataille, haciéndose eco de una tradición erótica de la filosofía que viene desde Platón: «Pienso igual que una joven que se quita la ropa». Hadjdaj ha escrito siempre de esa manera, metafóricamente. Aquí propone, además, darle a la reflexión sobre la verdad su entidad de «dramatis personae, en sus dos dimensiones, según se insista en la palabra "drama" o en la palabra "protagonista"». En cuanto drama, «la verdad no debe reducir mi deseo de felicidad, pero tampoco debe oscurecer en nada mi lucidez ante la muerte; así, la verdad solo puede revelarse en ese lugar de extrema tensión, en el sitio mismo de este desgarro». No parece anodino, desde luego.

El drama gira en torno a las personas y va de los propios intervinientes al ejemplo central de Jesús, que expone, como es lógico, el excelente glosador bíblico -casi un jasídico -que siempre ha sido Hadjadj. Cuando Pilato pregunta a Jesús «¿qué es la verdad?» está sólo está interesado en las relaciones de poder. Por eso el elocuente silencio de la respuesta, que ofrece una advertencia a todos los que pretendamos disertar sobre la verdad.

Pero sí hay una respuesta, como aduce Hadjadj. O dos: «Dicen nuestros catequistas moralizantes: "Escucha lo que te dice Jesús y estarás en la verdad". Pero Jesús dice lo inverso: "Quienquiera que pertenece a la verdad escucha mi voz"». La segunda observación de Hadjadj es aún más deslumbrante. A la pregunta de Pilato «¿qué es la verdad?» responde... ¡el propio Pilato!: «He aquí el hombre». Hadjadj lo subraya: «Todo se decide ahí, en el paso de una pregunta abstracta a una presencia concreta, en convertir una solución teórica en una llamada de carne y sangre».

Este libro no sería tan redondo como vengo avisando si de este punto álgido no se volviese a la ordinaria noria de intervenciones de la mesa redonda de dos intelectuales. A fin de cuentas, las dos respuestas de Jesús implican dejar la responsabilidad al hombre de aquí, para que escuche (más que diga) la verdad. El problema del yo, tan acuciante en un diálogo con un budista y, para más inri, entre franceses -los franceses, desde Pascal y su «el yo es odioso», están condenados a discutirlo- encuentra en este libro una original solución.

Hadjadj lo encara con otro bellísimo comentario bíblico-filológico: «La noción de ese "no yo" [del budismo] es problemática en sí misma, sobre todo cuando es una persona, un ego, quien la proclama. [...] Cuando Cristo dice quién es, dice "Ego sum". En cambio, [san Pedro en su negación] no responde que "no formaba parte" o "yo no pertenezco", como se lee en algunas traducciones, sino literalmente, siguiendo una forma griega y latina, "no soy'' (non sum). [...] Se podría decir, apoyándonos en un recurso propio del francés, que el "je suis" ("soy'') del verbo "etre", "ser", implica siempre también el "je suis" ("sigo") del verbo "suivre", "seguir". [...]». El antropólogo René Girard (Veo a Satán caer como el relámpago, 1999) habría recibido alborozado este feliz hallazgo de Hadjadj, que tan bien concuerda con la advertencia girardiana contra el disolvente magnetismo de la imitación y a favor de que el ser humano sólo puede ser él mismo (ser su yo) imitando a Cristo.

Pero no sólo para ser, sino para seguir. Apuntan tanto los místicos santa Teresa de Jesús y el maestro Eckhart como el filósofo judío Martin Buber que el yo tiene que estar abierto de vuelta al tú más concreto. El prójimo es el procedimiento para acabar de ser uno.

De modo que el debate termina siendo la conclusión misma, personalista, de la búsqueda de la verdad. Incluso la coincidencia de los nombres propios de ambos Fabrice no deja de ser un feliz simbolismo. ¿Vivir no consiste en fabricarse el nombre propio? Para Fabrice (Hadjadj), «lo que importa es redescubrir el sentido del nombre propio, la irreductibilidad del nombre propio que designa a una persona única. [...] Cuando se habla del paraíso en el Canon de la misa, no se dice: "Haznos entrar en tu luz admirable para que desaparezcamos en ella como una gota en el océano'', sino que el sacerdote pide: "Admítenos en la asamblea de los santos apóstoles y mártires", para recitar luego los nombres propios de una lista que el fiel sabe abierta, que podría alargarse cientos de horas y en la que debería, una vez escuchada la lista durante centenares de millares de horas, hasta su muerte, oír al final su propio nombre...».
Este es un libro que cumple su palabra. Para responder a la pregunta sobre la verdad no se queda en el «qué», que vale para iniciar el debate. No se habla tanto de la verdad como se la escucha y se avanza, mano a mano, hacía un Quién que devuelve su pregunta a cada uno. Somos invitados a una búsqueda, a un silencio, a un diálogo, a un reconocimiento y a un reconocer al prójimo. En verdad, un drama personal apasionante.
Enrique García-Máíquez

NOTA

Renovando el arte de la controversia pública que cautivó a la Edad Media, la asociación Disputatio y el Centro Teológico Universitario de Rouen invitan cada año, en el prestigioso escenario de las Fiestas Juana de Arco, a dos figuras de prestigio para competir por una mejor comprensión de los matices, implicaciones y consecuencias de la cuestión de que se trate. Este volumen reproduce la discusión, revisada y adaptada, que tuvo lugar en público el viernes 4 de junio de 2010.


Primer encuentro entre San Agustín y San Ambrosio



San Ambrosio: - Tenemos a un maniqueo, a 2 arrianos, a un pagano tradicional y a un seguidor de Mitra. Me pregunto dónde estará la verdad.

San Agustín: - O si el hombre puede encontrarla.
San Ambrosio: - No Agustín, no; el hombre no encuentra la verdad, debe permitir que la Verdad le encuentre a él.



Discusión con Ambrosio

San Ambrosio: - Agustín, recuerda lo que dije: "no es el hombre el que encuentra la Verdad sino, la Verdad, La que encuentra al hombre, porque la Verdad es una Persona, es Jesucristo, el Hijo de Dios

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