EL Rincón de Yanka: 🔥 SAN ANTONIO PADUA, CONTRA LA USURA, LA CORRUPCIÓN, LA INJUSTICIA Y EL PECADO DE OMISIÓN DE LA IGLESIA 🕂

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lunes, 1 de junio de 2020

🔥 SAN ANTONIO PADUA, CONTRA LA USURA, LA CORRUPCIÓN, LA INJUSTICIA Y EL PECADO DE OMISIÓN DE LA IGLESIA 🕂

San Antonio de Padua. 
El santo de todo el mundo 

Los hombres de hoy son positivistas y prefieren contabilizar más que simbolizar.
Se contabilizan las obras socio-benéficas, más que los milagros; la asistencia y el servicio a la humanidad, más que la oración; los trabajos en favor del prójimo que dicen relación a la comida, al vestido, a la casa y a la cultura, más que lo que trasciende los sentidos...
Aquí estamos frente a un hombre a quien se presenta con un lirio y un libro en la mano: es el lisboeta san Antonio de Padua.

Decía Chesterton, el escritor inglés, que "todo santo es un hombre antes que santo: y un santo puede llegar a serlo cualquier hombre".
¿Cómo era el hombre Antonio?... A san Antonio le conocen las gentes por las letrillas de la "Verbena de la Paloma", por el "santo casamentero", por la "Cancion de los pajaritos", por la imagen que cada pueblo tiene en la Iglesia en la que se representa al santo con el niño y el azucenóno de trapo.
Ni como el hombre ni como santo, Antonio de Padua fue esa gentil figura estilizada y blandengue que la tradición nos ha ofrecido o que la devoción del pueblo ha cargado de leyendas y dulces atributos.

Las primeras pinturas que se conservan de él y que se remontan al siglo XIII -cuyos autores debieron recoger la descripción verbal de quienes lo trataron-, nos muestran la figura de un hombre más bien bajo, fuete y rechoncho; así lo ven Giotto, la escuela paduana del siglo XVI y el artista polaco Mateo Bertowicz. Donatello ya lo estiliza un poco más, así como Bordone, discípulo de Tiziano, en el siglo XVI... y Vanucci que ya comienza a adelgazarlo.
Rubens, Van Dick, Ribera, Murillo, Gercino y Tiépolo no ideliazaron la fitura del fraile portugués e, incluso, el Greco -cosa rara- no estiliza la figura de san Antonio.
Goya tuvo la genialidad de hacer una balconada paralela al plano de la cúpula en san Antonio de la Florida... Allí san Antonio es de mediana estatura, no muy gordo pero tampoco el tipo dulzarrón que nos dan algunos artistas modernos.
Sólo debido a la imaginación popular se explica el que los artistas comenzaran a idealizar su imagen.
Mil veces representado por el arte; desde el siglo XIII hasta hoy, cada artista lo ha visto a su modo; sin embargo, todos coinciden en una nota singular; su simpatía.

Se conserva una descripción literaria que lo describe así: "Tenía el color moreno, porque los españoles, vecinos de los moros, son todos de color moreno.
Su estatura era inferior a la mediana, pero corpulento e hidrópico. Su fisonomía era delicada y tenía tal expresión de piedad, que, desde luego, sin conocerle se adivinaba en él carácter apacible y bueno".

Si hubiera vivido hoy san Antonio, hubiera sido un hombre de constantes viajes. Su vida le refleja inquieto, viajero y emprendedor: no duda un momento de marchar de Lisboa a Marruecos; y después Italia y Francia conocen la medida de sus sandalias: predicador ambulante, popular, profesor de teología, escritor, metido de lleno en los conflictos de su Orden, y siempre en una actividad sorprendente dados los medios de comunicación de su época.
Por los datos que conocemos de su vida podemos trazar estos rasgos temperamentales: apacible y emprendedor, amable y audaz, sociable y valiente.
Es decir, datos que no están muy de acuerdo con ese tipo de santo que la leyenda conoce lleno de beatíficas suavidades para solaz de mujeres piadosas.

La obra literaria de san Antonio como escritor es fecunda: en los escritos, lo mismo que en la pupila del ojo, se refleja la persona: a través de ellos adivinamos que san Antonio tenía un carácter humorístico, de fina ironía... y no exento de dureza cuando debía proclamar la verdad frente a los enredos humanos.
La bondad del santo nunca puede confundirse con la tontería: "Los fariseos de hoy sólo quieren escuchar lo que les halaga. ¿Quiénes escuchan las palabras de vida? Los pobrecillos, los ignorantes, los rústicos, las viejecillas... Estamos llenos de palabras vacías.
Vacíos de obras, y por lo tanto, malditos del Señor como la higuera".... Sus predicaciones son de un verismo que en nada se parece a esa bonancible y mórbida piedad que le atribuyen. Fustiga y levanta ampollas en el alma de los oyentes.
San Antonio de Padua vivió tan entregado a los pobres y tan lleno de sabiduría cuando predicaba, que muchos le daban por santo en vida. Tanto es así que es el santo que fue canonizado en menos tiempo: solo pasaron once meses desde su muerte (el 13 de junio de 1231) hasta su canonización (30 de mayo de 1232).
Como buen latino, Antonio de Padua era un hombre de sangre ardiente, le correspondió un lote de pasiones fuertes. La castidad no le fue fácil ni venció la lujuria con un manojo de lirios. Ahora nos explicamos que ese azucenón que lleva en la mano tiene más de cilicio que de flor, más de freno que de agua de rositas. “En el freno -escribe él mismo- hay dos cosas: la correa y el hierro. El hierro se pone en la boca del caballo. Con la correa se le frena y se le lleva por todas las partes….” Lo demás es fácil de adivinar. Así era su temperamento. Su bondad, su mirada amable, sus milagros, la flor de sus manos, en nada deben reblandecer ante nosotros su santidad. Lector, encontrarás en este libro la vida del santo más popular de la Iglesia: San Antonio de Padua.

La lluvia de gracias que San Antonio de Padua, desde su muerte, ha continuado derramando en todo tiempo sobre sus devotos, ha hecho que su devoción se haya propagado de una manera increíble por todo el pueblo cristiano y hasta entre los mismos protestantes.

No es extraño que León XIII hiciese de él la afirmación que podemos ver en la siguiente anécdota.
Se hallaba, en cierta ocasión, un ilustre clérigo arrodillado a los pies del Santo Padre. El sabio Pontífice, dirigiéndole una de sus penetrantes miradas, le pregunta:
–¿De dónde eres, hijo mío?
–De Padua, Santísimo Padre.
–¿De Padua? ¡Que felicidad! ¿Amas mucho a vuestro Santo, a vuestro San Antonio?
¡Ah, Santo Padre! ¿Y no le he de amar, si he nacido y crecido junto a su tumba y tengo la dicha de llevar su nombre?
–Hijo mio, –concluyó el Pontífice– aún no lo amas lo bastante. Es necesario amarle y hacer que sea amado, porque sábelo bien, San Antonio no es sólo el Santo de Padua; es el Santo de todo el mundo.
Tenía razón el ilustre Pontífice Leon XIII: San Antonio es el Santo de todo el mundo; el Santo honrado por toda clase de gentes, el Santo venerado en todos los pueblos de la cristiandad, el Santo invocado en todas las necesidades.

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SACERDOTES PECADORES DE OMISIÓN 
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El pecado de omisión es el pecado que hace condenar más sacerdotes. En el del juicio, dice san Bernardo, se levantará un grande clamoreo que dirá: Señor, somos condenados, lo conocemos, pero los sacerdotes tienen la culpa, ellos no nos avisaron, no nos corrigieron. Pero la voz más imponente, las palabras más aterradoras serán las del mismo Jesucristo, quien les dirá que no han distribuido el pan de la divina palabra, que no han vestido al desnudo con la estola nupcial de la gracia por medio de los sacramentos… ¡Cuántos sacerdotes que podrían, catequizando, predicando, confesando, misionando, socorrer las necesidades espirituales del prójimo! No lo hacen, y los dejan perecer y condenar, ¡ay de ellos!  San Antonio María Claret: SERMONES DE MISIÓN tomo I pagina 9

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[…]
La obra del Señor es la Creación
que bien mirada lleva al que la contempla
al conocimiento de su Creador.
Si grande es la hermosura de la criatura,
¡cuánto mejor será la del Creador!
El artífice resplandeciente en su obra…
“Esto no lo entienden
quienes se hallan entregados a la vida
de los sentidos,
ni consideran las obras de las manos
del Señor
taladradas con clavos en la cruz.
“Clavado de pies y manos en la cruz
venció al demonio y al mal
y liberó al humano linaje…”

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“Las acciones hablan más que las palabras; 
deja que tus palabras enseñen y tus acciones hablen”



“El espíritu de la humildad es más dulce que la miel, 
y aquellos que se nutren de su miel 
producen dulces frutos”.

“Tan pobre como es la mesa que carece de pan, 
así la vida más ejemplar resulta vacía, si le falta amor”. 

San Antonio de Padua
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Defiende el principio cristiano de la función social de la propiedad, en virtud del cual los bienes que no son necesarios al rico para las exigencias fundamentales de la vida, pertenecen al pobre que se halla en necesidad .

Alza la voz contra los nobles que «despojan a los pobres de sus bienes insignificantes y necesarios, a título de que son sus vasallos». Y contra los prelados y grandes del mundo, los cuales, «después de haber hecho esperar a los necesitados a la puerta de sus palacios, implorando una limosna, una vez que ellos se han saciado opíparamente, les hacen distribuir algunos residuos de su mesa y el agua de fregar».

Se muestra particularmente duro con los ricos avaros y con los usureros, «pajarracos rapaces», «las siete plagas de Egipto», «reptiles al acecho», «árboles infructuosos, que chupan la tierra», «posesión del demonio», «sordos que tienen los oídos taponados por el dinero», «gentuza maldita que infesta la tierra», «raza de hombres cuyos dientes son armas; roban y despojan a los pobres indefensos que no pueden resistirles con la violencia».

Pero lo que hace actual a Antonio, guerrero de Dios, es la permanente lucha del Santo contra la usura de su tiempo. Esta enfermedad aún sigue causando tragedias en las familias; la acumulación de riquezas en las manos anónimas de grandes multinacionales sigue sustrayendo los bienes al Sur del planeta, sacando los recursos de los países pobres para repartirlos, bajo formas de dividendos, entre los accionistas de las grandes sociedades internacionales; y consiguiendo enormes beneficios con la explotación del trabajo infantil y de la inmigración clandestina

El mensaje de Jesús es JUSTICIERO por el simple hecho de proclamar la dignidad de la persona. En consecuencia todos los testigos de Jesús deben ponerse de parte de todos aquellos que sienten amenazada su dignidad de personas, personas sometidas a la miseria y a la opresión y que no pueden llegar a ser sujetos. Ésta es una de las tareas más acuciantes de la pobreza como virtud evangélica. No olvidemos que la predicación de Antonio se caracteriza por su particular atención a la gente sencilla, a los menores, a los pobres. Siendo un teólogo instruido y docto, Antonio se sentía enviado, siguiendo los pasos de Cristo, a «llevar la buena noticia a los pobres» anunciando el Evangelio como mensaje de liberación y de promoción de los más pobres.

Bastaría recordar su predicación contra la usura, el egoísmo de los ricos y la violencia del poder político, la explotación de los trabajadores y la opresión de los pobres. Antonio, Dulce consolador de los pobres. Quizá nosotros también tengamos que redescubrir una vez más a los pobres. Para nosotros no son sólo una cuestión social, de desigualdades económicas o de marginación. Son eso también, pero son sobre todo una pregunta que interpela a nuestra vocación. Los pobres se convierten en lugar teológico privilegiado donde Dios nos habla.

Nuestra sociedad actual se va caracterizando cada vez más por la ausencia de expectativas, que lleva a la gente a la pasividad y a la indiferencia. Estamos necesitados de personas capaces de protestar y que no se dejen manipular, que se pongan al servio de aquellos que se ven desposeídos de su dignidad y que lo hagan como servicio, prodigando generosidad. Hombres y mujeres que no dejen de reclamar, frente a todos aquellos que matan la esperanza. Esta esperanza tiene que ser desencadenada por aquellos que se han entregado, con todas las consecuencias, a la solidaridad con los pobres y los que sufren en el mundo, es decir, a las condiciones del seguimiento, que parecen insoportables sin la presencia del Señor Jesús, siempre en medio de los que ha llamado. Si todas nuestras esperanzas están puestas en Él, todos nuestros miedos serán vencidos.

Con las siguientes palabras de Antonio nos unimos a los hombres y mujeres que a lo largo de la historia se sintieron seducidos por Jesús de Nazaret y por Él lo dejaron todo, pidiéndole que en estas horas difíciles siga siendo nuestro compañero de camino y no deje de activar nuestra esperanza:
Se comienza a sentir la necesidad de un cristianismo más auténtico , y de una Iglesia más coherente con los valores evangélicos que propone.
La emprende con leguleyos y abogados: «idumeos, sanguijuelas que chupan la sangre de los pobres». «Como los que trabajan en la lana, cardan y tejen sutilezas y argucias» para engarbullar a sus clientes.

Contra los banqueros: La avaricia roba, hiere y chupa la sangre. ¡Maldito el avaro! Poseído por la codicia del dinero, esa plata miserable que encierra el genio del mal, el avaro husmea doquiera el olor de la ganancia, oprime al pobre y desangra al desgraciado. No tiene corazón en el pecho. No ve la angustia de las lágrimas. No siente piedad. Sus manos chorrean sangre: sangre de los pobres, viudas y huérfanos. Sus vestidos están tejidos de robos y rapiñas. Su opulencia es su condenación. Aplastad al ladrón infame bajo las piedras de la maldición. (San Antonio de Padua)

Espinas son las riquezas. Y cuando pinchan hacen brotar la sangre. Bestias feroces son los pérfidos usureros, que roban y devoran. Raza maldita, se han desarrollado y esparcido por todas partes. No respetan ni al Señor ni a los hombres. A veces tienen la osadía e hipocresía de dar limosna que chorrea sangre de pobres. (San Antonio de Padua)

El que posee bienes, que utilice lo necesario para comer y vestir, el resto entréguelo al hermano necesitado, por el que Cristo murió. Si no da, si hace el tacaño ante la necesidad del pobre, peca mortalmente, no está en él la gracia de Dios, ya que si la tuviese, sería generoso con el hermano. (San Antonio de Padua)

¡Ay de los que tienen la despensa y los graneros repletos y el ropero bien provisto, mientras los pobres de Cristo, hambrientos y desnudos, gritan desconsolados ante sus puertas, no obteniendo más que algunas migajas de lo sobrante! (San Antonio de Padua)

Muchas personas que padecen necesidades económicas o están sometidas a la avaricia o usura de otros se encomiendan a este santo. Una de las oraciones características es la siguiente: 

¡Oh glorioso san Antonio!, 
a quien Dios ha elegido como intercesor 
nuestro en los apuros y pérdidas de la vida material, 
y como protector de los pobres ante los ricos; 
protégenos con tu favor en todas las necesidades y enredos de nuestra vida, 
danos sincero amor le los pobres, 
mucha confianza en Dios 
y alto aprecio de la vida tierna, 
a la cual se ordena toda la vida temporal. 
Especialmente suplicamos 


tu intercesión en este favor que te pedimos.


La imagen de San Antonio de Padua 
es una de las más representadas en el arte cristiano.

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Es fácil reconocer una imagen de San Antonio apenas la vemos: un fraile joven, con hábito franciscano, con un Niño Jesús en los brazos, un libro, un pan y un lirio. Algunas tienen todos los símbolos, otras algunos. Las más antiguas, con el fuego en la mano.
La llama de fuego en la mano es símbolo de su amor a Dios y al prójimo. Dicen los expertos que la vida de San Antonio se resume en dos palabras. Evangelio y Caridad.
El fuego, con el agua y el viento, es uno de los símbolos representativos del Espíritu Santo. En la vida de San Antonio se renovaron los prodigios de Pentecostés. A Él se aplican, con toda justicia, las palabras del evangelio de Marcos (16, 20): "Salió a predicar por todas partes, colaborando el Señor con él y confirmando la Palabra con los signos que la acompañaban".

Veamos qué nos dice San Antonio sobre el fuego: "(Cristo dice) 'He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido!' (Lc 12, 49) Y presta atención, que dice de haber venido a arrojar el fuego sobre la tierra y no en otra parte. ¡Y justamente! En efecto, había venido a curar los contrarios con los contrarios, a curar cada cosa con su contrario'.
“Considera que el fuego tiene tres propiedades: el calor, el esplendor y la ligereza. En la tierra hay tres propiedades contrarias: la frialdad, la oscuridad y la pesadez. El fuego es figura del amor de Dios, el cual tiene tres propiedades: el calor de la humildad, el esplendor de la castidad, y la ligereza de la pobreza. En la tierra, es decir en las cosas terrenas, se encuentran las tres propiedades contrarias: la frialdad de la soberbia, la oscuridad de la lujuria y la pesadez de la avaricia.
“Cristo viene, pues, a traer a la tierra el fuego, porque a la frialdad y al hielo de la soberbia ha contrapuesto el calor de la humildad (...) A la oscuridad de la lujuria ha contrapuesto el esplendor de la castidad (...) Finalmente, a la pesadez de la avaricia contrapuso la ligereza de la pobreza" (XVIII Domingo después de Pentecostés).



Sant'Antonio di Padova-la pelicula