EL Rincón de Yanka: ¡FIRME EN LA BRECHA! EXHORTACIÓN APOSTÓLICA A LOS VARONES CATÓLICOS DE LA DIÓCESIS PHOENIX POR THOMAS J. OLMSTED, OBISPO

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viernes, 26 de junio de 2020

¡FIRME EN LA BRECHA! EXHORTACIÓN APOSTÓLICA A LOS VARONES CATÓLICOS DE LA DIÓCESIS PHOENIX POR THOMAS J. OLMSTED, OBISPO


El Obispo de Phoenix (Estados Unidos), Mons. Thomas J. Olmsted, publicó una carta pastoral titulada “Firme en la Brecha”, en la que alienta a los varones católicos a perseverar en “7 prácticas básicas” de forma diaria, semanal y mensual, de tal forma que se preparen para el “combate espiritual” cotidiano que afronta el cristiano.
“Véanlo de esta manera”, explica el Prelado en su carta pastoral, “aquellos soldados que no se mantengan fuertes en cuerpo y mente; y que no practiquen las artes esenciales del combate, no estarán listos para la batalla, y serán un peligro para ellos mismos y para sus compañeros en armas”.
Esto mismo vale para los hombres católicos, explica, pues “aquellos que no se preparen y fortalezcan así mismo para el combate espiritual son incapaces de mantenerse firmes en la brecha por Cristo”.
“Aunque hay muchas prácticas y devociones que un hombre católico puede seguir, les pido a perseverar en estas 7 prácticas básicas de manera diaria, semanal y mensual. Empiecen ahora mismo”, alentó.

De forma diaria:

1. Oren todos los días. El obispo estadounidense subraya que “cada hombre católico debe empezar su día con oración”.
“¡Sin oración, un hombre es como un soldado sin comida, agua, o munición!” advierte el Prelado, al tiempo que aconseja orar “las tres oraciones esenciales de la fe católica: el Padre Nuestro, el Ave María, y el Gloria” y en cada comida.
2. Examinen su conciencia antes de ir a dormir. El obispo aconseja a los varones católicos tomar “unos minutos para repasar lo que hicieron ese día, piensen en sus bendiciones y pecados. Denle gracias a Dios por sus bendiciones y pidan perdón por sus pecados. Digan el Acto de Contrición”.
3. Vayan a Misa. Mons. Olmsted subraya que “la Misa es un refugio en el Combate Espiritual, en el que los hombres católicos se encuentran con su Rey, escuchan sus mandatos y son fortalecidos con el Pan de Vida”.
4. Lean la Biblia. “Mis hermanos en Cristo, de esto pueden estar seguros: los hombres que leen la Biblia crecen en gracia, sabiduría y paz”, asegura el obispo.
5. Santifiquen las fiestas. El obispo destaca que “como hombres católicos deben empezar, o profundizar en la santificación de este día. Si están casados, deben llevar el liderazgo con sus esposas e hijos, para que hagan lo mismo”.
“Dediquen el día al descanso, y el auténtico recreo; eviten todo trabajo innecesario. Pasen tiempo en familia, vayan a Misa, y disfruten el regalo de ese día”, indica.

De forma semanal o mensual:

6. Confiésense. “Nuestro Señor Jesucristo es un Rey misericordioso que perdonará a quienes confiesen humildemente sus pecados; no perdonará a quienes se rehúsen. ¡Abran sus almas al regalo de su misericordia!”, alienta.
7. Construyan fraternidad con otros hombres católicos. En su último consejo, el Prelado estadounidense recuerda que “la fraternidad católica tiene un impacto dramático en la vida de los hombres”.
“Los hombres que tienen lazos de hermandad con otros hombres católicos oran más, van a Misa y a la Confesión más frecuentemente, leen las Escrituras más; y están más activos en la Fe”, asegura.

Mons. Olmsted expresa su deseo de que los fieles consideren de ayuda este mensaje, y “lo lleven consigo ante el Señor en oración; y sigan adelante confiados en su vocación masculina”.
“Nuestra vida en Cristo no es una vida de ‘qué hacer’ y ‘qué no hacer’”, explica, sino que “es más bien una aventura en la libertad verdadera”.
El Prelado aborda también en su carta pastoral cuestionamientos como ¿qué significa ser un hombre cristiano? ¿cómo ama un hombre católico? y ¿por qué la paternidad, adecuadamente entendida, es tan crucial para cada hombre?

"Y no me digas que no quieres combatir; porque en el instante mismo en que me lo dices, estás combatiendo; ni que ignoras a qué lado inclinarte, porque en el momento mismo en que eso dices, ya te inclinaste a un lado; ni me afirmes que quieres ser neutral, porque cuando piensas serlo, ya no lo eres; ni me asegures que permanecerás indiferente, porque me burlaré de ti, como quiera que al pronunciar esa palabra ya tomaste tu partido. No te canses en buscar asilo seguro contra los azotes de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio, y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puedes encontrar descanso; porque sólo allí no hay combate; no presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la Eternidad si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor gloriosamente, y para los que van como el Señor, crucificados". José Donoso Cortés
El cristiano debe ser soldado de tiempo completo. No hay tiempo para la remembranza de batallas pasadas, como hacen los generales retirados. La lucha no termina sino hasta que alcancemos la bienaventuranza eterna. No hay tiempo para descansos ni para armisticios con el error y el pecado. Ni niño, ni joven, ni adulto, ni viejo, ni enfermo, puede detenerse. Su lucha puede adecuarse a su momento y circunstancia, pero nunca termina.
«La guerra se dilata tanto como el espacio, y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puedes encontrar descanso; porque sólo allí no hay combate; no presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la eternidad si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor gloriosamente, y para los que van, como el Señor, crucificados». Donoso Cortés.

Guerreros de Cristo

Una exhortación apostólica a los 
hombres católicos, mis hijos espirituales 
en la Diócesis de Phoenix 


Obispo de Phoenix



“Busqué entre ellos un hombre 
que levantara un cerco
y se mantuviera firme 
sobre la brecha delante mí…”
Ezequiel 22:30

Un llamado a la batalla

Empiezo esta carta con un llamado fuerte y claro para ustedes, mis hijos y hermanos en Cristo:
hombres católicos, no duden al entrar en la batalla que se pelea alrededor de ustedes, la batalla que está hiriendo a nuestros niños y familias, la batalla que está distorsionando la dignidad tanto de hombres como mujeres. Esta batalla de seguido está oculta, pero es muy real. Esta batalla es primordialmente espiritual pero está matando progresivamente lo que queda del carácter cristiano de nuestra sociedad y cultura, e incluso en nuestros propios hogares.

El mundo está bajo el ataque de Satanás, como lo predijo el Señor (1 Pedro 5:8-14). Esta batalla sucede en la misma Iglesia; y la devastación es demasiado evidente. Desde el año 2000, 14 millones de católicos han dejado la fe, la educación religiosa para niños en las parroquias ha
bajado un 24%, la asistencia en las escuelas católicas ha bajado un 19%, el bautizo de niños ha bajado un 28%, el bautizo de adultos ha bajado un 31%, y los matrimonios sacramentales católicos han bajado un 41%.

Esta es una brecha muy grave, un hoyo en las líneas de combate de Cristo. Aunque la Diócesis de Phoenix está mucho mejor que las estadísticas nacionales, las pérdidas son asombrosas.
Una de las razones claves por las que la Iglesia está vacilando bajo los ataques de Satanás es
que muchos hombres católicos no han estado dispuestos a “mantenerse firmes sobre la brecha” –llenando ese espacio abierto y vulnerable al ataque. Un tercio ha dejado la fe y muchos de los que todavía son “católicos” practican la fe con timidez y un compromiso mínimo de transmitirles la fe a sus hijos.

Nuevas investigaciones revelan que en grandes números los hombres jóvenes católicos están dejando la fe para convertirse en “Ningunos”, hombres que no tienen afiliación religiosa. Las crecientes pérdidas de hombres católicos jóvenes tendrán un impacto devastador en la Iglesia en EE.UU. en las siguientes décadas, a medida que los hombres ancianos mueran y los hombres jóvenes no permanezcan ni se casen en la Iglesia, acelerando así las pérdidas que ya han ocurrido.

Estos datos son devastadores; porque a medida que nuestros padres, hermanos, tíos, hijos y amigos se alejan de la Iglesia, caen más profundamente en el pecado, lo cual rompe nuestros lazos con Dios y hace a los hombres vulnerables a los fuegos del infierno. Aunque sabemos que Cristo le da la bienvenida a todo pecador arrepentido, sucede que cantidades enormes de hombres católicos están fracasando en el cumplimiento de las promesas que hicieron en el bautismo de sus hijos niños de llevarlos a Cristo y criarlos en la fe de la Iglesia.

Esta crisis se hace evidente en el desaliento y la desconexión de hombres católicos como ustedes y yo; de hecho, es precisamente por eso que considero necesaria esta exhortación, e incluso la razón de mi esperanza. Porque Dios constantemente supera el mal con el bien; la
alegría del Evangelio es más fuerte que la tristeza traída por el pecado. Una cultura del descarte no puede resistir la luz y vida nueva que constantemente irradia de Cristo. ¡Por eso, los llamo a que abran sus mentes y corazones a Él, el Salvador que los fortalece para permanecer firmes en la brecha!

El propósito de esta exhortación

Ofrezco esta Exhortación como un aliento, un reto, y un llamado a la misión para cada hombre dispuesto en la Diócesis de Phoenix: sacerdotes y diáconos, padres e hijos, abuelos y viudos, hombres jóvenes en preparación para su vocación –a cada hombre. Con esta Exhortación, quiero dejar clara para ustedes la naturaleza de esta misión de Cristo con la guía clara de las Sagradas Escrituras, el Magisterio de la Iglesia, y el ejemplo de los santos.

Tres preguntas primordiales que quiero contestar:

1. ¿Qué significa ser un hombre católico?
2. ¿Cómo ama un hombre católico?
3. ¿Por qué la paternidad, adecuadamente entendida, es tan crucial para cada hombre?

Antes de atender estas preguntas, es importante entender en el contexto preciso tres puntos cruciales.

Primero, un nuevo movimiento apostólico está entre nosotros en este preciso momento en la historia de la Iglesia. El Espíritu Santo está trayendo lo que los recientes Papas han llamado la “Nueva Evangelización”. Por evangelización nos referimos al compartir del Evangelio de Jesucristo por todos los medios disponibles, como la predicación, la enseñanza, el testimonio fructífero y fiel de la vida familiar, el celibato vivido por el bien del Reino de Dios, los medios y otras artes puestas al servicio del Evangelio. ¿Y qué es lo nuevo? Lo nuevo de nuestros tiempos es esto: nos encontramos, en Occidente, en medio de culturas en competencia –en las ciudades y vecindarios donde el Evangelio antes permeaba con profundidad. ¡La Gran Comisión de Jesucristo (San Mateo 28:16-20) de ir por el mundo a compartir la Buena Nueva ya ha sucedido donde vivimos! 

Esta impregnación del Evangelio en la cultura Occidental fue tan profunda que se convirtió en parte de su cimiento, y en cierta forma, hoy todavía permanece.
Esto es evidente en las ideas contemporáneas sobre la vida que provienen directamente del cimiento Greco-Romano y Judío-Cristiano, como nuestro concepto de la “justicia”, “igualdad”, “virtud”, “dignidad humana”, “compasión”, “gobierno representativo”, “la Regla de Oro”, los “Diez Mandamientos”, el “hospital”, la “universidad” y otros desarrollos claramente positivos en la historia de la civilización. Todo esto es nuestro patrimonio y la herencia de nuestros ancestros espirituales. ¡Nos encontramos sobre este cimiento, lleno de bendiciones porque el Evangelio ha sido enseñado aquí, recibido en fe y puesto en práctica!

Sin embargo, hay termitas trabajando sobre este suelo. Aquí en este desierto urbanizado que es Arizona, conocemos bien a las termitas. Los constructores saben que ninguna casa construida en este clima está completamente inmune de estos hambrientos insectos
subterráneos. De la misma forma, ninguna cultura, por más profundas que sean sus raíces cristianas, es inmune a la corrupción de las verdades a medias y el pecado camuflajeado.
Todavía existen muchos frutos de nuestra herencia cristiana, pero las raíces debajo del suelo están bajo ataque. Mucho en nuestra sociedad aún es bueno, y debe ser preservado, pero sería ingenuo ignorar las crecientes tendencias que amenazan el bien que aún hay en la sociedad, y que podrían desperdiciar ese patrimonio con el que hemos sido bendecidos.

La respuesta, y única solución, es la Nueva Evangelización. 

El Papa San Juan Pablo II, con quien pude trabajar muy de cerca por 9 años, quien ha inspirado a muchos hombres, escribió: “No hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio”.

En esta exhortación, con mucho gusto hago mías sus palabras: ¡no hay solución a nuestro declive cultural fuera del Evangelio de Jesús!

Desalentador tal vez –¡pero de seguro, una aventura! En el libro del Apocalipsis, el Señor Jesús nos dice: “Yo hago nuevas todas las cosas” (21:5)– que todas las cosas viejas y cansadas, pecaminosas y rotas, son renovadas en su Encarnación, muerte, y Resurrección. ¿Puede esto ser cierto? La respuesta es un rotundo “¡Sí!”. Un verdadero hombre católico basa toda su vida en esta proposición que todo se hace nuevo en Jesucristo. Nuestro Señor ha prometido que está y estará con nosotros. Y así, hombres católicos a través de los siglos han respondido al ancestral y siempre nuevo llamado de entrar en batalla. Confío en que ustedes también responderán manteniéndose firmes en la brecha de nuestro tiempo. Tengan confianza. ¡Sean
audaces! ¡Hacia adelante, Firmes en la brecha!

Un Hospital de Campaña y una Escuela de Combate

En sus homilías, el Papa Francisco ha descrito a la Iglesia de hoy como “un hospital de campaña tras una batalla”, en otras palabras, una fuente constante de misericordia para resistir y sanar las heridas que todos llevamos; fuente constante de la verdad para sanar al hombre y prepararlo para pelear otra batalla por Cristo. La Iglesia ya está buscando, pero necesita redoblar sus esfuerzos para encontrar, aquí en Phoenix y en todas partes, la manera de sanar por nosotros mismos y los medios para cuidar a otros quienes, como nosotros, llevan el signo de la caída de manera debilitante –ya sean heridas físicas o espirituales, problemas de adicción a la pornografía, a las drogas, el alcohol o la comida; o la creciente herida de los matrimonios quebrantados, padres ausentes, o una vida familiar problemática. Nuestros tiempos requieren la renovación del ingenio de la Iglesia, dado por el Espíritu Santo, para sanar física y espiritualmente. Como dice el Papa Francisco, los heridos están alrededor de nosotros, “¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas”.

Al mismo tiempo la proclamación de la verdad en su totalidad hallada en la Iglesia Católica es esencial. Eso los lleva a ustedes, hombres, a vivir vidas en las que nuestro pecado no causa heridas purulentas. Por medio de la misericordia y verdad de Cristo nos hacemos fuertes en la fortaleza de Cristo, valientes con su coraje, y podemos experimentar la alegría del combate al ser soldados de Cristo.
Siendo así, otra imagen complementaria a la del Hospital de Campaña es adecuada para nuestros días: la Escuela de Combate. La Iglesia es, y siempre ha sido, una escuela que nos prepara para el Combate Espiritual. Los cristianos estamos llamados a “pelear el buen combate de la fe” (1 Timoteo 6), a revestirnos “con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio” (Efesios 6:11).
Desde que Jesús eligió a los Doce Apóstoles, los formó en Su presencia y los envió en Su Nombre, Él ha continuado, por medio de Su Iglesia, eligiendo y formando hombres para enviarlos a buscar heridos. Ese es el significado de la palabra apóstol –hombres enviados. Con esta carta, entonces, hijos y hermanos míos, los urjo a escuchar el llamado de Jesús y a que le permitan formar sus mentes y corazones con la luz del Evangelio con el propósito de ser enviados. Por eso esta carta es una Exhortación Apostólica; por medio de ella los exhorto a hacer el trabajo de soldados de Cristo en el mundo de hoy.

Hombre y Mujer son personas complementarias, no rivales

La complementariedad de la masculinidad y feminidad es la clave de la manera en que los humanos son imagen de Dios. Sin saber o entender esto, no podemos conocernos a nosotros mismos y nuestra misión como hombres, tampoco las mujeres pueden abrazar su auténtica vocación confiadas en el amor del Padre.
El hombre y la mujer son ciertamente distintos. Cada vez más la ciencia profundiza en su comprensión de esa diferencia. Hasta hace muy poco, no entendíamos mucho sobre la complejidad de las hormonas, reacciones químicas y las diferencias cerebrales presentes en niños y niñas, hombres y mujeres, todos como respuesta a la presencia de XX o XY como combinación de los genes presentes durante la concepción. Por ejemplo, la mucho mayor cantidad de corpus collosum, las fibras nerviosas conectivas entre los dos lados del cerebro en la mujer es un descubrimiento fascinante; así como lo es la manera en que el cerebro del hombre es por lo general más segmentado en sus funciones. Hay estudios que muestran a niñas bebés, quienes en promedio, observan el rostro de un adulto que las observa por el doble de tiempo que los bebés varones, quienes se interesan más en el diseño físico que Dios le dio a la persona.

Todos estos datos científicos descubiertos por la ciencia añaden a nuestro conocimiento de la complementariedad sinfónica entre el hombre y la mujer, algo en lo que acertamos en ponderar y en lo que nos alegramos al encontrar la belleza de esa diferencia.
Esta diferencia es también un reto, ya que el malentendido puede infiltrarse y el pecado puede hacer que perdamos respeto, robándonos la esperanza de una colaboración pacífica y fructífera entre los hombres y las mujeres. Pero esta lucha de los sexos no es culpa de la creación de Dios; es el resultado del pecado. El Papa Francisco lo explica de la siguiente manera:
Hombre y mujer son imagen y semejanza de Dios. Esto nos dice que no sólo el hombre ha tomado la imagen de Dios, no sólo la mujer ha tomado la imagen de Dios, perotambién hombre y mujer, como pareja, son imagen de Dios. La diferencia entre hombre y mujer no es por oposición, por subordinación, pero sí para comunión y procreación, siempre a imagen y semejanza de Dios.
Junto a esta lucha, el rápido avance de la “ideología de género” que ha infectado sociedades alrededor del mundo y que busca desplazar al masculino y femenino como la manera normal de entender el género de los humanos, añadiendo otras categorías, es descorazonador para cualquier individuo y para la sociedad. Es una mentira. Es dañino para el ser humano, y por lo tanto un concepto al cual debemos oponernos como cristianos, y al mismo tiempo mostrar compasión y proveer ayuda para aquellos quienes experimentan confusión sobre su identidad de género. Esta confusión es de esperarse cuando el veneno del secularismo alcanza niveles
tan críticos, porque “por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”.

El dañino impacto de esta “ideología de género” en cada individuo y en la sociedad fue mencionado extensamente este año por el Papa Francisco:

Yo me pregunto si la así llamada teoría del género no es también expresión de una frustración y de una resignación que apunta a cancelar la diferencia sexual porque no sabe más confrontarse con ella. Nos arriesgamos a dar un paso atrás. La remoción de la diferencia, en efecto, es el problema no la solución. Para resolver sus problemas de relación, el hombre y la mujer deben en cambio hablarse más, escucharse más,
conocerse más, quererse más. Deben tratarse con respeto y cooperar con amistad.

Así como el Papa Francisco nos recuerda que “nos amemos los unos a los otros”, yo los exhorto, mis hijos y hermanos en Jesucristo, a abrazar más profundamente la belleza y riqueza de la diferencia sexual y a defenderla contra las falsas ideologías.
Ahora que ya establecimos el contexto sobre el cual entender las preguntas que hace esta exhortación, dirijámonos ahora a su debida respuesta.

Primera pregunta: ¿Qué significa ser un hombre católico?
Ecce Homo – He aquí el hombre.
Cada hombre, y en particular hoy, debe llegar a una aceptación madura y entendimiento de lo que significa ser un hombre. Esto pareciera obvio, pero en nuestro mundo hay muchas imágenes distorsionadas y evidencia de confusión sobre lo que es la masculinidad verdadera.

Podemos decir con certeza que por primera vez en la historia, la gente está tan confundida o es tan arrogante que ahora intenta determinar su propia masculinidad o feminidad.
En un momento llamativo del juicio de Jesús, Pilato, con todo su poder mundano, presentó a Jesús ante la gente con las palabras “¡He aquí el hombre!” (Ecce homo en Latín). Pensaba que sólo presentaba a un hombre de Nazaret, sin saber reconocer que presentaba a Dios hecho hombre, el Verbo encarnado, Jesús de Nazaret quien es completamente Dios y completamente hombre, la perfección de la masculinidad. Cada momento de Su vida en la tierra es una revelación del misterio de lo que significa ser hombre –o sea, ser completamente humano, y ala vez el modelo de la masculinidad. “Lo que había de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora”. (Catecismo 515) El Padre envió a Su Hijo para revelarnos lo que es ser un hombre; y la totalidad de esa revelación nace de la Cruz. Nos dijo que fue por esa razón que Él vino al mundo y que ese era sú más grande deseo –para entregarse a sí mismo por completo.

Aquí yace la masculinidad en su totalidad; cada hombre católico debe estar preparado para mantenerse firme sobre la brecha, entrar en combate espiritual, defender a la mujer, a los niños y demás contra la adversidad y asechanzas del demonio.
Buscar lo que el mundo nos presenta como masculino es ver las sombras, o incluso fraude, de lo que es masculino. Ningún atleta, no importa cuántos trofeos, ningún líder político, no importa cuánto poder tenga temporalmente, ningún artista, hombre de negocios o celebridad, aunque sea adorado por muchos, ningún atributo físico, masa muscular, inteligencia o talento, premios o logros pueden otorgarle masculinidad a un hombre. La idolatría de las celebridades es una tentación muy particular de nuestros tiempos –pero el construir nuestra identidad masculina en esos modelos fugaces es construir sobre la arena. Mis hermanos católicos, sólo podemos construir una fundación sólida para nuestra masculinidad sobre la roca, Jesucristo.
Vemos a Jesucristo como la expresión de la masculinidad, para ser transformados en Él, para ser los hombres que somos llamados a ser, y para dejar que otros lo vean a Él en nosotros.
Pero no sólo buscamos a Jesús; verdaderamente lo encontramos en la Misa. Recibimos el regalo del mismo Jesús en la Eucaristía. Por esa razón, aquí llamo a mis hermanos sacerdotes a despertar este sentido transcendental en los corazones de los hombres por medio de la reverencia y la belleza de la liturgia; y así ayudar a los hombres a descubrir a Jesús en la Eucaristía cada domingo. Enséñenles a los fieles sobre la poderosa verdad de la liturgia, de manera que los hombres puedan relacionarse y entenderla. Ayudar a los hombres, tal vez por primera vez, a entender la totalidad del poder de la Misa debe ser su más alta prioridad. ¡Qué alegría es para los hombres cuando son liderados por un sacerdote con sentido seguro de su masculinidad, su llamado a participar del amor de Cristo como esposo, y su paternidad generosa y vivificante!

Los santos, nuestros héroes en la fe

Esto es lo que nuestros padres, los santos, han hecho por dos milenios. Y así como el Evangelio revela la realidad de la masculinidad, la podemos encontrar vivida en los santos.
Los santos son como la continuación de los Evangelios pues nos dan ejemplos de varios caminos de santidad. Y así como Jesús despliega la perfección de la masculinidad, la podemos encontrar vivida en los santos quienes fueron guiados por Cristo. De la misma manera en que un jugador de béisbol es inspirado por el Salón de la Fama del Béisbol, los hombres católicos miramos a quienes caminaron antes que nosotros como inspiración y aliento para pelear la buena batalla.
Piensa en todas las habilidades y talentos de los jugadores de béisbol. Una persona joven puede soñar con batear como Babe Ruth, cachar y lanzar como Willie Mays, tener la agilidad de Henry Aaron, la consistencia y trabajo duro de Lou Gehrig y Jackie Robinson. Los lanzadores jóvenes soñarían lanzar como Cy Young y Randy Johnson. Y mientras ven a estos jugadores
jugar el juego de diferentes formas, son inspirados por el amor al béisbol.
Mucho más grande que un juego es lo que buscamos los hombres católicos. Nosotros buscamos a los santos como a héroes, buscando drásticamente vivir como Cristo, unidos a Él, aprendiendo de Él, en una forma drástica con la que nos podemos identificar la vida de un
santo dice: “He aquí el hombre”. Esto es lo que insinuaba San Pablo al decir: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20).
Cada hombre debe decir quién será su santo patrón. Para ayudarlos, aquí les presento a 10 santos. Llamo a cada hombre católico a familiarizarse con ellos. Entre paréntesis se encuentra la virtud y el pecado con que cada uno sabe ser de gran ayuda:

• San José (Confianza en Dios – Egoísmo)
• San Juan el Bautista (Humildad – Arrogancia)
• San Pablo (Adherencia a la Verdad – Mediocridad)
• San Miguel Arcángel (Obediencia a Dios – Libertinaje y Rebeldía)
• San Benedicto (Oración y Devoción a Dios – Pereza)
• San Francisco de Asís (Felicidad – Moralismo)
• Santo Tomás Moro (Integridad – Doble ánimo)
• Beato Pier Giorgio Frassati (Castidad – Lujuria)
• San Antonio de Padua (Audacia – Temor Mundano)


• San Juan Pablo II (Defensa de los débiles – Pasividad)

(...)
Espero que cada hombre al leer esta exhortación experimente, si aún no lo ha hecho, la bendición de los buenos amigos como estos. No puedo imaginar lo que sería mi vida sin los buenos amigos que Dios me ha dado.
También espero, que tomen lo que es de ayuda en este mensaje, lo lleven consigo ante el Señor en oración; y sigan adelante confiados en su vocación masculina. Nuestra vida en Cristo no es una vida de “qué hacer” y “qué no hacer”; es más bien una aventura en la libertad verdadera.
Abracen esa libertad para poner sus vidas al servicio de Cristo, empezando en su hogar e irradiándola hacia el mundo.
¿Dónde está la fe de nuestros padres hoy?

Al escribir esta exhortación, se hacen públicos una serie de videos que documentan las prácticas bárbaras de la venta de partes de bebés por parte de Planned Parenthood. Cómo esta agencia infame recibe cada año alrededor de medio millón de dólares del gobierno de los
EE.UU. para continuar con su masacre a los inocentes, ningún ciudadano americano, y ciertamente ninguno de nosotros hombres, puede permanecer callado frente a esta deformación de nuestros tiempos. Tenemos que dejar de permanecer al margen, levantarnos, e ir al frente de la defensa de la vida. Necesitamos Fe como la de nuestros padres quienes defendieron a los hijos de las generaciones pasadas, y quienes dieron su propia vida antes de abandonar su Fe en Cristo. Mis hijos y hermanos, hombres de la Diócesis de Phoenix, ¡Necesitamos mantenernos firmes en la brecha!
Los mártires católicos de Inglaterra inspiraron a Frederick W. Faber a escribir el himno “La Fe de Nuestros Padres” en 1849. Así como Faber rindió tributo a los hombres que se rehusaron a negar a Cristo “A pesar de calabozos, fuego y espada”, él también hizo un llamado a las armas a los hombres de las siguientes generaciones. Acompáñenme en oración para que también nosotros los hombres del siglo XXI hagamos nuestras las palabras de este verso:

“Nuestros padres, encadenados 
en prisiones de oscuridad, 
Estaban todavía en el corazón y la conciencia libre
Cuán dulce sería el destino de sus hijos
Si, como ellos, podría morir por tí
¡La Fe de nuestros padres, santa Fe!

Vamos a ser fieles a tí hasta la muerte”.
AN APOSTOLIC EXHORTATION TO CATHOLIC MEN 
Most Rev. Thomas J. Olmsted, Bishop of Phoenix

MANÁ DE ALIENTO PARA EL CRISTIANO