EL Rincón de Yanka: julio 2018

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CALENDARIO CUARESMAL 2024

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martes, 31 de julio de 2018

🔥 EN LOS INICIOS DE LA IGLESIA ⛪, NO HABÍA NI DIÓCESIS NI ESCUELAS NI SEMINARIOS NI PARROQUIAS. PERO SÍ HABÍA EVANGELISTAS CON PARRESÍA

El obispo Barron sugiere invertir menos en las parroquias y más en la «evangelización activa»
El obispo Barron pide una mayor presencia de sacerdotes allí donde están los no evangelizados o los alejados: entre otros puntos, los medios.
El nombramiento en 2015 de Robert Barron como obispo auxiliar de Los Ángeles (Estados Unidos) fue interpretado como un respaldo de la Santa Sede a uno de los sacerdotes más específicamente volcados en la evangelización en las redes sociales, y en particular en Youtube, con series de primer anuncio, apologética o historia de la Iglesia que tienen gran éxito.
Sus nuevas tareas como obispo incluyen un importante trabajo parroquial, lo que ha llevado a Barron a unas reflexiones sobre el papel que deben jugar las parroquias en la Nueva Evangelización. Un reciente artículo en The Catholic World Report apuesta por revisar dónde se pone el centro de la inversión en tiempo, dinero y personal, a la luz de la creciente descristianización de las sociedades occidentales:
Salir de la sacristía: una mirada a nuestras prioridades pastorales
Durante los últimos días he estado con mi equipo de Word on Fire rodando los episodios de nuestra serie Pivotal Players sobre Flannery O’Connor y Fulton Sheen. Nuestro viaje nos ha llevado desde Chicago a Nueva York y Washington DC, y finalmente a Savannah y Milledgeville (Georgia).


A cada paso del camino, nos hemos encontrado con mucha gente a quien han impactado los materiales de Word on Fire: sermones, podcasts, vídeos de Youtube y la serie sobre el Catolicismo. Muchos me han dicho que conocer Word on Fire fue el inicio de un proceso que les condujo de regreso a la Iglesia.
Y no digo esto para publicitar mi ministerio en los medios de comunicación, sino más bien como una ocasión para reflexionar sobre lo que considero un cambio necesario en la forma en la que la Iglesia contempla su tarea esencial.

En los años que llevo implicado en la Iglesia, la parroquia ha sido considerada como “la” institución eclesial fundamental. Si hablas con cualquiera que haya participado en el ministerio de la Iglesia durante los últimos cincuenta años, escucharás muchas críticas a numerosos aspectos de la vida de la Iglesia, pero también, casi sin excepción, escucharás un elogio de la parroquia. Pienso aquí en las evocaciones líricas del padre Andrew Greeley sobre la parroquia como una institución de singular éxito social y religioso.
Sin duda, en el contexto del clero diocesano, el trabajo parroquial es el pivote incuestionable. Aunque se acepta el ministerio fuera del entorno parroquial (hospital, seminario, enseñanza, gestión, etc.), generalmente se considera que no es lo que un sacerdote diocesano debería hacer. Lo cierto es que se invierte una enorme cantidad de dinero, tiempo, energía y personal en el mantenimiento de las estructuras parroquiales.


Les ruego que no me malinterpreten: Amo la parroquia y creo apasionadamente en su importancia. El culto, la enseñanza y el discipulado, la construcción de la comunidad, la formación para la misión, todo ello debe tener lugar en la parroquia. Trabajé a tiempo completo en la parroquia durante muchos años, y he estado vinculado a numerosas parroquias durante mis 32 años de sacerdocio. Ahora, como obispo auxiliar en la mayor archidiócesis del país, superviso y visito periódicamente unas cuarenta parroquias. Sin embargo, me pregunto si, dadas las exigencias excepcionales de nuestro tiempo, sería prudente plantearse algunas preguntas sobre nuestra hiper-insistencia en la parroquia.
En los inicios de la Iglesia, no había diócesis ni escuelas ni seminarios ni parroquias. Pero había evangelistas.
Encuesta tras encuesta muestran que el número de quienes indican que carecen de “ninguna” afiliación religiosa crece dramáticamente en nuestro país. Mientras que a principios de los años 70, quienes decían no tener religión eran en torno al 3%, hoy se acerca al 25%. Y entre los jóvenes las cifras son aún más alarmantes: el 40% de los menores de 40 años carecen de afiliación religiosa, y nada menos que un 50% de los católicos menores de 40 años afirman también no tener "ninguna”. Por cada persona que hoy entra en la Iglesia católica, seis la abandonan.

E incluso quienes se identifican como católicos pasan muy poco tiempo en las parroquias. La mayoría de los estudios indican que asisten regularmente a misa entre el 20 y el 25% de los católicos bautizados, y el número de quienes reciben los sacramentos (especialmente bautismo, confirmación y matrimonio) está en franco declive. Además, los análisis objetivos revelan –y puedo dar fe de ello con buena parte de mi experiencia– que solo un pequeño porcentaje del ya pequeño porcentaje que asiste a misa participa en programas parroquiales sobre educación, servicio social y renovación espiritual. 🔥 La cuestión (e insisto en que esto no es decir nada contra quienes cumplen una maravillosa tarea en las parroquias) es que quizá deberíamos reconsiderar nuestras prioridades y centrarnos por encima de todo en la evangelización activa, en la gran misión ad extra. 


En memorable ocasión, el Papa Francisco nos pidió: “Salgan de las sacristías, salgan a la calle y vayan a las periferias”. Especialmente en el contexto occidental, las calles y las periferias son donde se encuentran los que dicen “ninguna”. Hace dos o tres generaciones, podíamos confiar en que mucha gente (y por supuesto los católicos) vendría a nuestras instituciones (escuelas, seminarios y parroquias) para ser evangelizada, pero no podemos en absoluto asumirlo así hoy. Y, sin embargo, parece que seguimos dedicando la mayor parte de nuestro dinero, nuestro tiempo y nuestra atención al mantenimiento de estas instituciones y sus programas.
¿No sería tal vez más prudente dirigir nuestras energías, nuestro dinero y nuestro personal hacia fuera, de modo que nos moviésemos en el espacio donde se encuentran los no-evangelizados, los alejados, los que dicen “ninguna”? Mi humilde propuesta es que sería deseable que se invirtiese en serio en medios sociales y en la formación de un ejército de jóvenes sacerdotes específicamente educados y preparados para evangelizar la cultura a través de dichos medios. Pero eso es asunto de otro artículo.
La última vez que el cardenal Francis George (1937-2015) se dirigió a los sacerdotes de Chicago, en un acto nueve meses antes de su muerte, hizo una advertencia profética. Dijo a los sacerdotes de Chicago que, en los inicios de la Iglesia, no había diócesis ni escuelas ni seminarios ni parroquias. Pero había evangelistas. Él lo dijo a la luz de nuestros actuales desafíos, vale la pena tenerlo en cuenta. Y tenía razón.


lunes, 30 de julio de 2018

EL NEOMARXISMO ALIENADOR Y PROGRAMADOR SECTARIO

Hermann Tertsch: “Se modela de tal manera a los jóvenes que es imposible que éstos puedan cuestionar la ideología comunista aprehendida”
En una entrevista exclusiva que publica en su último número la nueva revista Naves en Llamas, el prestigioso periodista y escritor Hermann Tertsch realiza un extenso repaso de lo que, a lo largo del último siglo, ha supuesto el diseño, la expansión y la infiltración del marxismo cultural en las principales instituciones políticas, culturales y económicas de Occidente.

Tertsch explica cómo el nuevo comunismo ha tomado las principales universidades occidentales porque la infiltración “viene de lejos”. En opinión del autor de “La acuarela”, “la educación media, en la mayor parte de los países occidentales, y sobre todo en un país como el nuestro, ha colapsado la política de transmisión de conocimientos y lo que se hace es, simple y llanamente, adoctrinamiento; las ciencias sociales son, del mismo modo, ciencias de adoctrinamiento neomarxista todas ellas, con poquísimas excepciones. Se modela de tal manera a los jóvenes que es prácticamente imposible que éstos puedan aprender cosas que pudieran desmentir o cuestionar la ideología comunista aprehendida, y por eso rechazan cualquie tipo de conocimiento o información o datos y lecturas que cuestionen o entren en conflicto con su pequeño mundo establecido. En este sentido, el neomarxismo funciona con los mecanismos de una programación de secta”.

Para Hermann Tertsch, lo que los nuevos marxistas desean es “movilizar a la gente a través de la bondad”, porque cuando se lucha a favor de “la bondad” todo lo demás, las leyes, por ejemplo, no importa. “Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona de extrema-izquierda, lo ha dicho muy claramente: ‘las leyes injustas, las ignoro’. Esta es la nueva forma de asaltar al Estado que han elegido los nuevos comunistas; ya no se trata de asaltar el Palacio de Invierno, se asaltan las instituciones después de haber creado, a través de la educación y de los medios de comunicación, una sociedad dócil, volcada en el sentimentalismo, sin pensamiento crítico, sin pensamiento libre y sin pensamiento individual, y siempre preocupada por militar al lado de los buenos y nunca formar parte de los ‘perversos’... Descarrilamos hace tiempo contra la razón y ahora, a través del neomarxismo, se están minando todas las defensas de la sociedad: los códigos de honor, la tradición, el reconocimiento de una historia exitosa... Se trata de un movimiento inmenso, de una maquinaria cultural abrumadora e implacable, a la que es muy difícil hacer frente, porque también es muy mal enemigo”.

A pesar de esta constatación, en su conversación con Naves en Llamas, Hermann Tertsch reconoce que “hay focos de resistencia muy considerables frente al vendaval de los nuevos comunistas. Tenemos que tener en cuenta que la socialdemocracia como tal ha entrado en crisis, teniendo en cuenta que cuando hablamos de socialdemocracia no hablamos solamente de los partidos socialistas, hablamos de todo, hablamos del Sistema. Tan socialdemócrata es Angela Merkel como Mariano Rajoy. La socialdemocracia, el Sistema, se ha extendido hasta ocuparlo todo y, por ello, cuando surgen reacciones, generalmente a la derecha, se ponen muy nerviosos y sueltan todo tipo de iras”...

“Pero a pesar de su superioridad aplastante, no han logrado la dominación total. En este momento, por ejemplo, el Sistema, en Alemania, es más débil que hace cinco años. Y están países como Hungría, Polonia, Austria o la República Checa. Son países, en general, que han padecido el igualitarismo durante mucho tiempo y por eso tienen elementos de reacción que nosotros no tenemos. A nosotros, el totalitarismo socialdemócrata nos llega a través de la ‘democracia de partidos’, que es una falsa democracia, una ‘partitocracia’, esto es lo que tenemos. A través de los mecanismos de dominación de los partidos, éstos se han convertido en el Estado y, ciertamente, han conseguido un grado de control sobre la sociedad muy grande, pero no sin fisuras. De hecho, en España se intentó el cierre total del Sistema con José Luis Rodríguez Zapatero, cuando éste, a principios de este siglo, trabajó una alianza con la banda terrorista ETA y el tripartito catalán. Cerrar el Sistema consistía en liquidar la idea de España consiguiendo que los separatismos en alianza con la izquierda política crearan un nuevo régimen sobre la base del antifranquismo. Se trata de un régimen cerrado al que, por supuesto, muy rápida y deseosamente se incoporó Mariano Rajoy, tal y como estamos viendo perfectamente estos días”.





sábado, 28 de julio de 2018

🗽 SIN LIBERTAD NO HAY MORAL NI CONCIENCIA

"Sin libertad no hay moral, 
no hay conciencia"


No podemos creernos que la crisis es una cuestión técnica o económica, también es moral.

Julio Martínez acaba de publicar un libro llamado "Moral social y espiritualidad, una co(i)nspiración necesaria", donde sostiene, entre otras razones, que "hoy hay que actuar pensando no sólo en las personas que existimos, sino también en las futuras generaciones".

-¿A qué se debe el juego de palabras del subtítulo?
-Conspirar, en castellano, suena a confabular. Yo quería referirme a una conspiración que es una inspiración común, mutua, sinérgica. No fue idea mía, sino del padre Jesús García Abril, que fue director de Salterre. A él se le ocurrió, y a mí me encantó.

-¿O sea que le has dado un valor positivo al término?
-Claro, lo que busco yo en este libro, y lo que lo ha inspirado y orientado, es darle fuerza a los dos pulmones que mi forma de pensar sobre la moral están alimentando: Uno es la reflexión teológico-moral, a la que me dedico desde hace años como profesor, y que prácticamente desde mi entrada a la Compañía de Jesús en el año 82 me ha ocupado (a nivel de lecturas, estudio, etc); y por otro lado, la espiritualidad ignaciana. Les llamo mis dos pulmones porque, si me quitan uno de los dos, me cuesta respirar. Ver cómo la vida cristiana tiene que ver con las elecciones del bien y del mal desde la libertad sería la moral. Y ver cómo esas elecciones que se dan en lo cotidiano del vivir (en pequeñas cosas, y otras veces en grandes) están dentro de un humus que es precisamente la vida espiritual, de la oración individual y comunitaria. Con todo lo que eso significa: discernimiento de los sacramentos, de la vida de la Iglesia, la caridad, el anuncio del Evangelio, el testimonio... Ahí se inserta que tengamos un carácter moral que nos permite buscar el bien.

-¿Una moral individual y a la vez social implica, entonces, que todos nuestros actos y nuestras relaciones (con Dios y con el mundo) tienen efectos?
-Claro. Ahí está la síntesis del mandamiento de Jesús: Amarás a Dios con todo el corazón, y al prójimo como a ti mismo. La dimensión social de la moral está presente en todos sus tratados. Después del Concilio se establecieron tres grandes bloques: la moral fundamental, donde se estudian las categorías de la moral, la conciencia, la libertad, el pecado, la norma, la ley, la virtud, etc; luego la moral de la persona, donde se ha incorporado la mora sexual y la bioética, que ha adquirido mucha importancia en las últimas décadas; y luego la moral social, donde tratamos la justicia, los derechos humanos, la libertad religiosa, la educación, la cultura, la ecología, la economía... Pero, en realidad, toda la moral es social. Porque las personas no somos islas, y los actos humanos que presupone el juego de la libertad tienen una dimensión social.

-¿Qué es más importante, la moral o la libertad?
-Sin libertad no hay moral, no hay conciencia. La libertad es la condición sine qua non para que pueda haber un comportamiento al que llamamos moral.

-Sin embargo, estamos rodeados de normas, frenos, diques. Cosas que se pueden y que no se pueden hacer.
-La norma como tal no entra en contradicción con la libertad. La norma se asume desde la libertad (es lo que llamamos "autonomía") cuando, de alguna manera, la personalizamos, la hacemos propia, y rige nuestro comportamiento porque consideramos que es aquello que se corresponde con nuestra libertad. Ahora, es verdad que la libertad siempre está condicionada. Y los condicionamientos llegan a ser tan fuertes que dejan la libertad inutilizada o puesta en entredicho. Pero incluso en esas condiciones, queda siempre un resquicio para que la persona pueda ser ella misma en su intimidad y en su disposición de sí. Aunque hay situaciones sociales que ponen la libertad muy difícil para algunas personas.

-En este período de crisis económica, nuestros obispos hablan también de crisis moral. Mientras, las políticas que se están haciendo son más coercitivas (contra los trabajadores, los derechos... y otros ámbitos). ¿Volverán esos derechos y libertades, una vez pase la crisis, al lugar que tenían antes? ¿Cómo se deben afrontar estas situaciones que ahogan la libertad, para que ésta no se vea tan constreñida?
-Bueno, sobre lo que decías de los obispos, yo también creo que esta crisis tiene un componente moral que, si no lo consideramos, en realidad no entendemos el problema, y podremos repetirlo. No podemos creernos que la cosa es una cuestión técnica, de economía o finanzas. Los valores y la forma de vivir la vida son determinantes para entender lo que está pasando. Por ello, para que en estas situaciones no nos acabe dominando la pérdida de derechos y libertades, hay que situarse en aquellos valores que son humanos y, por tanto, irrenunciables. Que todo lo que hagamos desde las instituciones (sean de derecho, de economía, de sanidad o educación) se ponga al servicio de la protección y la potenciación de los valores humanos. Por eso la crisis también es una gran oportunidad.

-¿Una oportunidad para renovar, reconocer y probablemente transformar esos valores?
-Claro.

-¿No es paradójico que la globalización haya debilitado los valores que se pretendían universales? ¿No ha hecho que se perdieran determinadas certezas que parecían absolutas?
-Esto no lo ha creado la crisis, venimos hablando de ello desde hace bastante tiempo. Ésta es una crisis más virulenta que otras anteriores, pero en realidad nunca ha parado de haber crisis en el sistema económico. La globalización tiene una gran ambivalencia, y, por tanto, grandes posibilidades para hacer el bien, y a la vez posibilidades como nunca para poder hacer el mal. A mí me gusta plantear la globalización en la línea del magisterio de los últimos papas, Juan Pablo II y Benedicto, que hicieron análisis muy profundos en este sentido. La ambivalencia significa que nosotros, con nuestra libertad, podemos llevar las cosas en un sentido, o en otro. No es algo inexorable. No es una ley universal que se impone sobre nuestras cabezas.
Claro que se puede aprovechar la crisis para quitar derechos injustamente a la gente. Pero también se puede aprovechar para darse cuenta de dónde está lo realmente valioso, cuáles son los límites para no hacernos daños unos a otros (sobre todo a la gente más vulnerable). La opción preferencial por los pobres, que el Evangelio marca con fuerza.
El padre Adolfo Nicolás, padre general de la Compañía de Jesús, utiliza una expresión tremendamente luminosa, que es "la globalización de la superficialidad". Eso es lo que nos aflige: que tantas posibilidades que tenemos se utilizan mal, porque hay una gran falta de sentido de la vida en las opciones que tomamos. Falta saber qué es lo realmente importante, aquello por lo que uno es capaz, al final de dar la vida.
Un creyente, en ese sentido, cuando pone su confianza en Dios y ve que no es un rival para su libertad sino que es precisamente quien se la da y quien se la potencia ( es decir, una "teonomía" que confirma fuertemente lo que es la libertad humana), entonces todo se ordena: salud y enfermedad, pobreza y riqueza... Evidentemente, esto no es un acto único en la vida. No es una decisión, sino un proceso que hay que ir madurando y manteniendo continuamente. Por eso necesitamos la riqueza de la vida espiritual, para ser libres. Sin es alimentación continua de quiénes somos (ante Dios, ante el prójimo y ante uno mismo), no hay forma de mantener un carácter que se refiera al bien.

-Alguien podría decirnos que esa tesis es un tanto quijotesca en una sociedad en que todo está movido por el beneficio, y por esa frase de Groucho Marx de "estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros".
-Claro. Es que en este momento hay algo contracultural que es enorme. La importancia de pararse, del silencio... en contraposición a la inflación de palabras y estímulos que tenemos por todas partes. La cultura de la "virtualidad real" es hoy fundamental para entender que no se trata de ponernos en contra de las nuevas posibilidades, de las tecnologías de la información, por ejemplo; pero sí buscar nuevas prácticas que nos permitan ser libres en este nuevo mundo.

-¿Darle a las técnicas su lugar, precisamente como "técnicas"?
-Claro, y sabiendo que no son neutrales. Ése es el error. No es que esas cosas sean neutras y la diferencia radique en su uso: configuran una forma de vivir.
-¿No es muy difícil el silencio en una sociedad como la de hoy?
-Tan difícil como importante. Pero el silencio no es vivir una vida retirada del mundo. Ésa no es la vocación de la mayoría de la gente, ni siquiera de los religiosos de vida activa, como puedo ser yo. Pero sí consiste en vivir la vida, como decía San Ignacio, como "contemplativos en acción". Con unos ojos que son capaces de mirar más allá, reconocer a Dios en todas las cosas, y a todas las cosas en Él. Para descubrirle presente hay que cultivar una serie de actitudes, por ejemplo, de oración, escucha, admiración ante lo que vemos, ante las personas, el milagro de la vida, la naturaleza... Por eso nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene también la ecología para la justicia social.

-¿No está sacando ahora la Compañía de Jesús un documento sobre ecología?
-Sí, lo están dando a conocer desde Pueblos Unidos y otras instancias, pero es un documento del Secretariado de Acción Social y Ecología de la Compañía de Jesús, cuyo secretario es un jesuita español, de Bilbao, pero que vive en Roma. Nuestra última Congregación General, la 35, ha venido a dar una vuelta de tuerca a la justicia social que viene de la fe, y que tiene que ver con la ecología. Por decirlo de una manera rápida, esto consiste en darse cuenta de que el imperativo moral al estilo de Kant (es decir, que somos fines y no medios, y tenemos que actuar de tal manera que al final nuestra humanidad y la dignidad humana estén salvadas), hoy no se puede hacer pensando sólo en las personas que existimos, sino que hay que hacerlo pensando en las futuras generaciones que van a venir. Y, por tanto, en cómo tratamos a la naturaleza. En el fondo esta es la cuestión de la sostenibilidad (no sólo desde el punto de vista energético o ambiental, sino también social, laboral, en el derecho, en la educación...). Es tan grave la situación de crisis económica que vivimos hoy, porque lo que estamos haciendo al imposibilitar que la gente joven entre al mercado de trabajo es justo lo contrario a una sociedad sostenible. Es el mensaje más tremendo que podemos dar, porque, además, eso acaba quitando el ánimo y la esperanza.

-¿Es una rueda, entonces, capaz de crear focos de marginación y hasta de violencia?
-Sí, es una rueda perversa. Por eso también, ante la reforma laboral, tenemos que tratar de analizar con frialdad las cosas, porque hay que impedir que se eliminen derechos, pero también hay que impedir que determinadas posiciones ideológicas que están tratando de salvaguardar privilegios o posiciones adquiridas, impidan, precisamente, que esa rueda funcione. Hay que hilar muy fino y tener cuidado con la gente que no puede acceder a ese mundo. La moral, realmente, atraviesa todo.


“La justicia es conciencia, no una conciencia personal, sino la conciencia de toda la humanidad. Los que reconocen claramente la voz de su propia conciencia por lo general también reconocer la voz de la justicia”. Aleksandr Solzhenitsyn
Philip Staler, doctor en psicología egresado de Harvard, narra la historia de dos hombres pobres íntimos amigos, uno blanco y otro negro, que viajan juntos en busca de una nueva tierra de promisión de la que habían oído hablar. El cuento revela los efectos psicológicos y sociales que supone vivir en las sociedades del primer mundo. El progreso industrial y tecnológico ha sido apasionante arma de dos filos: al resolver un problema, crea otro más sutil y peligroso. Cada etapa del progreso se convierte en un prodigioso mecanismo que, a pesar de estar programado para lograr la perfección, conduce irremisiblemente hacia la destrucción de lo humano. 

Los dos hombres pobres, uno blanco y el otro negro, encuentran en el camino un brujo que les dice: 

"Dadme vuestra conciencia y os haré ricos y así viajaréis elegante y cómodamente”. La propuesta del brujo no le interesa al hombre negro, pero al blanco le parece bien. Tan pronto le da su conciencia, se encuentra hermosamente vestido, jineteando un fino caballo. El hombre negro continúa a pie y no puede seguir su paso y esto enfurece al hombre blanco. Se burla de sus ropas viejas y cada vez que cae le azota con su fusta. Ha perdido completamente el sentido de compasión. Cuando el hombre negro amenaza con abandonarle, el blanco le ata al caballo y lo lleva arrastrando: tiene miedo de viajar solo. Entonces se opera un cambio en el hombre blanco. Pierde todo interés por el viaje, no disfruta de las cosas que le rodean, y su única satisfacción es compararse a sí mismo con el ‘amigo’, a quien sojuzga y trata como a un esclavo. En cada pueblo se detiene para hacer ostentación de su riqueza y aumentarla, cosa que logra jugando dinero o estafando a los lugareños.

Un día se encuentra con uno igual que él: ambos pretenden hacer trampas en el juego y terminan de pleito. De las palabras pasan a los puños, y luego a las armas. En el tiroteo mueren ambos. El hombre negro logra recuperarse de las llagas y heridas sufridas en el camino, toma el caballo del blanco y prosigue su viaje. El camino está infestado de trampas por el cual ha de avanzar el sojuzgado. 

La diferencia entre el opresor y el oprimido es interna. Nada alimenta tanto la opresión como la profunda convicción del oprimido de ser incapaz de protegerse a sí mismo. Para los opresores rescatar la conciencia no es cosa fácil: se han dejado seducir por el concepto de ‘el progreso, a como dé lugar’, visión lineal con orejeras que impide ver hacia los lados o hacia atrás. No interesa a quien se oprima, atropelle, o contamine con tal de ser los amos. El cuento de Slater termina sin decir si el hombre oprimido logra llegar a la tierra prometida.

Las naciones en desarrollo pueden lograr la prosperidad, pueden a través de una democracia auténtica, obtener una vida digna. No es necesario sacrificar la conciencia. No es necesario vender el alma, los ideales, los sueños, contaminar nuestro entorno. Los que aman a la patria pueden cambiar el sistema de gobierno para crear un mundo nuevo con igualdad y justicia para todos. ¡Sí se puede! No es necesario recurrir a las armas, sino al intelecto y al corazón. 

La Tierra Prometida siempre ha estado ante nosotros y es para todos. Aunque continuamos buscando el camino hacia las estrellas, éste no está oculto. Serpentea con gracia entre los espacios y relaciones que existen entre las naciones, las personas y las cosas. Ha estado ahí desde el principio de los tiempos, pero no ha sido fácil para los humanos reconocerlo.






"Entregarnos vuestra conciencia y os haremos libres desatándolos de la superstición cristiana o religiosa"



VER+:


viernes, 27 de julio de 2018

💣 CUBAZUELA: LA VENEZUELA DE MADURO


CUBAZUELA: 
LA VENEZUELA DE MADURO
💣


La situación de inestabilidad política y económica que se vive en Venezuela ha sido y sigue siendo portada en periódicos e informativos de todo el mundo. Prácticamente todos los días se producen manifestaciones en las calles de Caracas y de otras ciudades importantes para protestar por la Asamblea Constituyente que promulgó el dictador Nicolás Maduro para cambiar la Constitución. Por su parte, los partidarios de Maduro también han salido a las calles para defender la gestión de su presidente. 

Los reporteros de Cuerdos de Atar han grabado desde dentro las manifestaciones y los enfrentamientos contra la Guardia Nacional Bolivariana. Han entrevistado a otros periodistas que están sufriendo la represión del Gobierno por tratar de informar sobre la situación que se vive en su país. 

Los reporteros han convivido unos días con estudiantes de medicina que han formado un grupo que se llama "Cruz verde" que salen a las calles para ayudar a los heridos de ambas partes. El documental también ha tomado el pulso a los partidarios de Maduro que aseguran que la culpa de lo que está pasando es de la oposición y de Estados Unidos. 

Además de las manifestaciones, se ha grabado la escasez de alimentos que hay en los supermercados de Caracas o los problemas de abastecimiento que tienen los hospitales. También se ha constatado la violencia que se vive en Venezuela y que ha convertido a Caracas en la segunda capital más violenta del mundo. Esta situación ha provocado que miles de venezolanos hayan tenido que salir de su país para buscar un futuro mejor.



martes, 24 de julio de 2018

⛪ ESTÁ CADUCADA LA ACTUAL ESTRUCTURA DIOCESANA Y ECLESIAL


Nueva Evangelización Gonzalo Pérez-Boccherini, 
del Foro de Parroquias en Nueva Evangelización

«Se necesita alguna parroquia vibrante, 
en cada diócesis, nadie se suma 
a un ejército en retirada»

«No queremos que nos arrastre la inercia»



Como coordinador de las Parroquias en Nueva Evangelización, este párroco tiene algunas ideas claras...

La Nueva Evangelización requiere que haya al menos algunas parroquias fuertes, vivas, vibrantes, en cada diócesis, que den ánimo y esperanza a otras parroquias y párrocos del entorno. Las parroquias vacías e ineficaces han de hacer autocrítica, no basta con culpar a "la sociedad". 

Párrocos, sacerdotes y laicos con el deseo de evangelizar se han unido en torno al Foro de Parroquias en Nueva Evangelización, «para que no nos arrastre la inercia de acomodarnos en lo de siempre», dice su coordinador, el sacerdote de Getafe Gonzalo Pérez-Boccherini. Para apuntarse: forodeparroquias@gmail.com

- ¿Qué es este Foro de Parroquias en Nueva Evangelización? ¿Por qué surge? ¿No deberían estar todas las parroquias en «modo» NE?
Mi parroquia, San Carlos Borromeo en Villanueva de la Cañada, fue erigida en 2007. Nació de la nada y es ahora una comunidad floreciente con más de mil personas, un centenar de grupos, movimientos, vida sacramental, vocaciones, etc. Mis distintos vicarios han actuado siempre con la mentalidad que nace de la Nueva Evangelización, auxiliándose de métodos aprendidos en países anglosajones y francófonos, donde la Iglesia es minoritaria –que es a lo que vamos en España–, pero muy viva. Esta combinación, claridad en la esencia y una nueva cultura parroquial, ha sido la clave del fruto.

Este Foro surge como ayuda para quienes desean conocer nuestro proceso y también como lugar para discernir, en esta nueva corriente pastoral, qué viene de Dios, qué es simple éxito mundano, y qué es propiamente protestante. Pienso que todas las parroquias deberían estar, como tú bien dices, en “modo” NE [risas] pero ya vemos que tristemente no es así… El Foro es un paso audaz y valiente para quienes no queremos que nos arrastre la inercia de acomodarnos en la seguridad de lo de siempre.

- Habláis de «decadencia» de unos «modos de trabajo pastoral caducados». ¿Cuáles son estos modos de trabajar?
Está caducada la actual estructura diocesana de muchas iglesias locales, la modalidad de catequesis de iniciación cristiana, la distribución del clero, la pastoral de la economía, la pedagogía de la espiritualidad, etc. Pero lo que más nos preocupa es la falta de reflexión sobre el munus regendi, la función de gobierno en las diócesis y en las parroquias. En los seminarios se ha cultivado mucho la ortodoxia y la piedad, pero no educar en un liderazgo evangélico actualizado ha conducido al clericalismo y el providencialismo.
Y lo peor es que cuando vemos que algo va mal entonces despejamos a córner y culpamos a la sociedad sin hacer apenas autocrítica… Pero, como dice el Papa en Gaudete et exsultate, «la falta de un reconocimiento sincero, dolorido y orante de nuestros límites es lo que impide a la gracia actuar mejor en nosotros, ya que no le deja espacio para provocar ese bien posible que se integra en un camino sincero y real de crecimiento».
- Hablas de la responsabilidad del párroco, ¿pero dónde está la de los laicos? ¿Todo pasa por el cura?
La deficiente formación de los párrocos en el munus regendi ha conllevado también la atrofia de los laicos, ahogando su dimensión de «reyes» por la crismación bautismal. Por eso hoy, por ejemplo, estamos a años luz del laicado tan valiente y organizado ¡y mártir! que había en la España de los años treinta del siglo pasado, o cuando vemos que un joven quiere ponerse a evangelizar sospechamos en seguida que puede tener vocación sacerdotal y no se nos ocurre de entrada que tal vez quiera simplemente desarrollar lo que es su corresponsabilidad bautismal.

- Entonces, ¿por qué apostáis?
La cantidad depende de la identidad. Una parroquia, si es sana, crece. Es necesario que haya unas pocas parroquias fuertes, «modélicas», en cada diócesis, que llenarían de ilusión a muchos sacerdotes de otras parroquias que han perdido la esperanza.
Apostamos por transformar la cultura parroquial, educar en un liderazgo sano para parroquias ¡que supere los líos que los católicos españoles nos hacemos con la palabra «líder»…! [risas], desarrollar estrategias de conversión pastoral, aprender a planificar, ejecutar y evaluar, equilibrar los objetivos de una parroquia, pasar de la pastoral de la actividad y del grupo a la pastoral de la persona, saber medir el fruto pastoral, dinamizar estructuras, fortalecer los sacramentos, movilizar a los fieles y compartir las experiencias actuales más extendidas de primer anuncio, discipulado, catequesis y redes de consolidación.

- Uff, eso son un montón de cosas. ¿Por dónde empezar? ¿Cómo debe actuar una parroquia, un párroco, que desee empezar a trabajar de esta manera?
¡El párroco debe empezar rezando! Desde su intimidad con Cristo elegirá a sus discípulos con los que formará un consejo de evangelización que comparta su visión y su pasión por evangelizar. El objetivo determina el método.
Ha de comprender a su pueblo y gobernarlo sabiendo que él es un mero colaborador del Espíritu Santo. No ha de inventar ni abolir nada, sino dar plenitud a los dones y carismas que tienen sus fieles. No ha de pedir a Dios que bendiga sus iniciativas, sino sumarse a lo que Dios ya está bendiciendo. Yo no he parado de apoyar las propuestas de los laicos de mi parroquia y ha ido muy bien. Iniciativas como Emaús, Lifeteen, Mothers Prayers, los encuentros de Notre Dame de Vie, Alpha…, han sido posibles porque he confiado en ellos.
Luego aconsejo crear un consejo de líderes de grupo. Y, como actitud, construir un ambiente de agradecimiento, cordialidad y alegría, que no mire al pasado con nostalgia.

¿Se puede hacer todo eso conservando a toda costa lo que ya tenemos, las estructuras que tenemos, los modos de dar la catequesis, etc.?
¡Es inviable! Cristo nos recuerda que hay que podar un árbol para que crezca. En la Iglesia faltan jardineros que se dediquen a la poda… Y eso genera árboles devaluados… Mira, he sido durante 16 años Delegado de Juventud en la Diócesis de Getafe y he comprobado que nadie se alista a un ejército en retirada y que sólo es posible avanzar con una moral de victoria. Hay que ilusionar y no devaluar. ¿Sabes? Siempre me ha encantado esta cita del documento "El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial, de la Congregación para el Clero": «Convendría mantener siempre despiertos en el ánimo de los creyentes la alegría y el santo orgullo de pertenecer a la Iglesia, como se hace patente, por ejemplo, en la primera carta de Pedro y en el Apocalipsis. Sin la alegría y el orgullo de esta pertenencia, sería difícil, en el plano psicológico, salvaguardar y desarrollar la misma vida de fe».

domingo, 22 de julio de 2018

⛪ CRISTIANISMO Y EUROPEIDAD 🕂 CRISIS Y RESTAURACIÓN EN EUROPA 🕂 LO QUE EL MUNDO LE DEBE A ESPAÑA Y A LA IGLESIA

LOS CREADORES DE EUROPA: 
BENITO, GREGORIO, ISIDORO Y BONIFACIO
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En su primer viaje a España el papa Juan Pablo II decía a los jóvenes que tenían que investigar en sus raíces para conseguir comprender los fundamentos de la "europeidad". 
El Cristianismo proporcionó a Europa valores tan fuertes, que le permitió, durante siglos, aventajar a todas las demás culturas obligándolas a europeizarse. Y es que Europa es patrimonio cultural y no tan sólo una estructura política o económica, como a veces nos sentimos tentados a creer. 
En poco más de tres siglos estos cuatro hombres: Benito, Gregorio, Isidoro y Bonifacio, pusieron las bases sólidas y suficientes para que sobre ellas pudiera levantarse, sin peligro, el edificio de la "europeidad". Sin ellos toda la cultura europea posterior se tornaría incomprensible.

Cristianismo y europeidad. 
Una reflexión histórica ante el tercer milenio

El libro de Luis Suárez, Cristianismo y europeidad, aporta la perspectiva de un historiador. Suárez reflexiona sobre el pasado, en especial el de la Iglesia en los últimos dos siglos, para abrir horizontes hacia el futuro en un tercer milenio de particularidades muy diferentes a las de la época medieval, cuando Cristiandad y Europa eran términos equivalentes. Lo que hay que tener en cuenta en esta nueva época no son tanto las estructuras externas del orden político-social, que pueden ser cambiantes, sino los valores que tienen su origen en el cristianismo: la libertad considerada como un don de Dios, la igualdad derivada de la condición de hijos de Dios, la dignidad de la mujer que tiene en María un referente excepcional... 
Con todo, los tiempos medievales nos muestran que Europa no hubiera llegado a la plenitud de sus posibilidades sin la aportación cristiana. Platón, Cicerón o Séneca no explican por sí solos la cultura europea, pues hay otro factor determinante: el de una religión venida de Oriente a Occidente, cuyo mensaje trasciende - y completa a la vez- el legado de Jerusalén, Atenas y Roma. Por eso se puede afirmar que los fundadores de Europa, los que injertaron las raíces cristianas en el continente, fueron los santos de los primeros siglos medievales: Benito, Gregorio, Isidoro, Bonifacio... 

Súarez no se queda, sin embargo, en la contemplación de esos tiempos primigenios sino que hace teoría de la Historia para ahondar en las causas de los males actuales de Europa. Una fecha clave, sin duda, es la paz de Westfalia (1648), un tratado que no sólo consagra un equilibrio de poder entre las potencias europeas sino que hace de la religión una iniciativa controlada por los poderes públicos. Seguirá luego el siglo XVIII, con las candorosas esperanzas de Condorcet, apóstol del progreso que pensaba que los hombres serían cada vez más sabios, más ricos y más felices. Más tarde llegará Comte que reclamaba el poder para los científicos, y creía que no habría guerras en el siglo XX. Pero sucedieron, tras ser precedidas por el racismo, las dialécticas del odio o ese determinismo que hablaba de la vida y muerte de las culturas. Todos estos hechos han ido en detrimento de la dignidad de la persona humana, un valor de la europeidad con indiscutibles raíces cristianas.

"Crisis y restauración en Europa

Un libro fundamental para comprender la historia de la religión cristiana en los últimos siglos
El profesor Luis Suárez nos presenta, a través de la editorial Homo Legens, su libro Crisis y restauración en Europa, su propuesta para transmitirnos la evolución de la Iglesia desde el siglo XV hasta mediados del siglo XX y la interacción de la Santa Sede con Europa y el mundo.
A partir del siglo XVI la Cristiandad europea se divide. No hay un diálogo, sino un enfrentamiento que lleva a las guerras de religión. Estas concluyen dando al poder civil una primacía completa. Europa entra en una serie de guerras, que se prolongan hasta el año 1945. Pese a todo, la Iglesia desde principios del siglo XIX recupera poco a poco su protagonismo, alcanzando niveles intelectuales y de influencia antes no conocidos. Incluso en aquellos países que abrazaron el protestantismo, la fe católica es hoy una fuerza dominante. Ahí está la gran incógnita del futuro. La Historia puede ayudarnos para construir un orden moral y de libertad.

LA RESTAURACIÓN DE LA CULTURA CRISTIANA

Quizá la perspectiva de Senior tiene tanto de universal, o sea de católica, que su influencia es capaz de extenderse mucho más allá de lógicas espaciales o temporales, redescubriendo con asombrosa sencillez verdades permanentes de nuestra civilización.
“Debemos poner nuestro mayor esfuerzo en restaurar la lectura en la casa y, sobre todo, la lectura en voz alta: junto al fuego del hogar en invierno, y en el porche, en las noches de verano. Denles a sus hijos una catequesis fuerte, sermones serios, buenos ejemplos y ejercicio físico. Gobiérnenlos con firmeza, pero no los enfermen: déjenles leer los buenos libros “peligrosos”, y déjenles practicar deportes “peligrosos”, como el rugby o el montañismo. La condición humana supone que alguno se quiebre una pierna y peque, pero en una familia católica bien equilibrada las caídas serán pocas y los cuerpos y las almas se recuperarán.
Quizás alguien que esté leyendo estas páginas en este momento se levantará y destrozará el televisor. Ese acto, que no modificará el curso de la historia, cambiará radicalmente su vida y, sobre todo, la de sus hijos”.

LO QUE EL MUNDO LE DEBE A ESPAÑA

Europa es el resultado de las interrelaciones entre cinco ámbitos culturales que se expresan por medio de los grandes idiomas-español, francés, inglés, alemán e italiano-y que son independientes de las estructuras políticas, cambiantes en el tiempo. Debe haber, por ello, una muestra de aprecio y gratitud para todas ellas ya que en definitiva con sus aportaciones logran el beneficio del conjunto. 
La ciencia humana alemana, o su música, el teatro británico, la ópera italiana o el academicismo francés tienen, para nosotros los españoles, valor absoluto. Pero, ¿para cual de las aportaciones españolas puede reivindicarse la misa fama y reconocimiento a los ojos de nuestros vecinos europeos? 
En este ensayo, deliberadamente breve, Luis Suárez destaca, una a una y en conjunto, las aportaciones hispanas, desde los inicios mismos del cristianismo, hasta la preconización de una forma alternativa a la Ilustración, aquella que no renunciaba en modo alguno a la herencia del pasado, el libre albedrío y la trascendencia y que se ve reflejada en los avances científicos en España y América en el XVIII. A través de sus más destacadas figuras y del legado de las instituciones nacidas en el mundo hispano, Luis Suárez nos ofrece un singular fresco de la grandeza de España, situándola en el lugar que le corresponde: el de portadora de unos valores profundos y un quehacer único que contribuyen, a su vez, a la grandeza de Europa y del mundo occidental.

Luis Suárez destaca, una a una y en conjunto, las aportaciones hispanas, desde los inicios mismo del Cristianismo hasta la preconización de una forma alternativa a la Ilustración, aquella que no renunciaba en modo alguno a la herencia del pasado, el libre albedrío y la trascendencia, y que se ve reflejada en los avances científicos en España y América en el siglo XVIII.

A través de sus más destacadas figuras y del legado de las instituciones nacidas en el mundo hispano, Luis Suárez nos ofrece un singular fresco de la grandeza de España, situándola en el lugar que le corresponde: el de portadora de unos valores profundos y un quehacer único que contribuyen, a su vez, a la grandeza de Europa y del mundo occidental.

Europa es el resultado de las interrelaciones entre 5 ámbitos culturales a través del tiempo, que se han expresado por medio de 5 grandes idiomas: italiano, francés, alemán, inglés y español (castellano). La ciencia alemana o su música, el teatro británico, la ópera italiana, o el academicismo francés tienen para los europeos un valor absoluto. Lo mismo debe solicitarse en relación a las aportaciones españolas.

Hispania obtuvo su identidad a través de Roma. A principios del siglo IV, cuando el Imperio ejecutaba el tránsito desde el helenismo al cristianismo, fue reconocida como "diócesis" o ámbito de convivencia, iniciándose así la construcción de un patrimonio que abarcaba la Península e islas adyacentes. Los visigodos, pueblo germánico, se asentaron en estas tierras al producirse la caída del Imperio, sustituyendo su legitimidad.

Aquellos godos intentaron adoptar su particular forma de cristianismo, con las tesis arrianas, marcando así las diferencias entre germanidad y romanidad. Pero, cuando en el siglo VI, consiguieron unir políticamente el espacio hispano, se invirtieron los términos y fueron los hispanorromanos los que impusieron su modo de ser y vivir.

El III Concilio de Toledo (589) fue la primera aportación decisiva: el arrianismo fue sustituido por el catolicismo, se sometieron todos los habitantes a una Lex romanaaparada por los visigodos, que renunciaron a la lengua goda imponiéndose el latín y formas de vida autóctonas. Existió, por lo tanto, un paralelismo entre Hispania y Bizancio, por la herencia romana.

Isidoro de Sevilla asignó al saber una misión genérica de llegar a conocer el orden de la Creación, utilizando para ello los libros y sus lecturas, es decir, bibliotecas y lecciones, que forma la base sobre la que se construyen las escuelas que desembocan en las universidades, típicamente europeas. Dos o tres generaciones después, los continuadores de san Isidoro se integran en el Renacimiento carlovingio.

Esta Hispania, que conservó su nombre demostrando fidelidad a la herencia romana, se perdió en 711 a causa de la expansión islámica, pero ciertos núcleos de resistencia, con el apoyo de Francia (los europenses como les llama un anónimo cronista mozárabe), pudieron emprender una tarea de siglos, a la que lamamos Reconquista. Durante ella se constituyen hasta cinco reinos, pronto reducidos a cuatro, cristianos, que invocan la vieja herencia. Las circunstancias, desde el siglo X, hacen que se produzcan determinados fenómenos que hemos de tener en cuenta.

En primer término el vasallaje, heredado de los germanos, no se convierte en feudalismo sino que se mantiene dentro de las estrictas relaciones de fidelidad entre vasallo y señor. Pero el vasallaje es un contrato que se ratifica mediante juramento y sólo personas libres pueden prestarlo. El León nace, al restaurarse la legislación gótico-romana, las primeras leyes que permiten al siervo salir de esta condición. Un avance que se extiende luego a toda Europa.

En la época de los Reyes Católicos, España es el primer país en donde se dicta una ley disponiendo la nulidad de cualquier vínculo se servidumbre que aún subsistiera. De aquí nacen otras dos consecuencias: a las Asambleas de la Corte son invitados también los representantes del tercer Estado. Un modelo que Simón de Monfort aplicará en Inglaterra creando los Comunes; la condición de súbdito se identifica con la libertad, asegurada mediante el recíproco cumplimiento de la ley.

La Monarquía hispana, desde la segunda década del siglo XIV avanza, por la vía de la Corona de Aragón, hacia un reconocimiento de que la potestad regia se garantiza por medio de tres poderes, legislativo (Cortes), administrativo (Consejo) y Judicial (Audiencia o Chancillería). Es el antecedente necesario para comprender el gran descubrimiento de Montesquieu.

Otra de las aportaciones importantes se produce mediante el contacto con musulmanes y judíos, que aportaban de Oriente algunas versiones del helenismo y de la sabiduría oriental. Entre otras, el texto de al-Kwarizmi, introducía en Europa el cero y el infinito, y sustituía los números romanos por guarismos. El futuro Papa, Gerberto de Aurillac, viajó hasta España para adueñarse del texto y exportarlo a toda Europa. Por esta vía, mediante la Escuela de Traductores de Toledo se investiga el pensamiento de Aristóteles. La versión de las Categorías que se empleaba en la Universidad de París se llamaba "Gundisalvus" porque era producto de un canónigo de Segovia llamado Domingo González. La ciencia podría entrar de este modo por las vía de la modernidad.

Fue un español, Raimond Llull, quién trató de convencer a los europeos, en los inicios mismos del Humanismo, de que la Fe puede explicarse por medio de la Razón, haciendo ver que el cristianismo constituye el modo más racional de explicar la existencia de Dios y de la naturaleza humana. Por esta vía, aprovechando de una manera especial influencias italianas y borgoñesas, España puso en marcha una reforma religiosa que aportaba dos valores opuestos a los del nominalismo, que desembocaría en Lutero: capacidad racional para el conocimiento incluso especulativo, y libre albedrío, como explicarían Manrique o Calderón, entre otros autores. A esta aportación deberíamos sumar una tercera de enorme importancia en razón de las peregrinaciones a Santiago. No existe pecado, por grave que sea, que no pueda alcanzar su perdón mediante verdadera y fructuosa penitencia. Tras elementos esenciales.

De aquí procede la Escuela de Salamanca, que tendrá en Suárez su punto culminante. Europa recibió el mensaje: partiendo de la base de la libertad racional, e incorporando las enseñanzas de la Iglesia, puede descubrirse que todos los seres humanos, sin distinción de raza, de color o de origen, se encuentran dotados en su naturaleza de ciertos derechos inalienables, como son la vida, la libertad y la propiedad. Las Monarquías estaban llamadas a reconocerlos y defenderlos pero no podían ser sustituidos. Una línea de razonamiento que coincide con la Constitución norteamericana, pero que se sitúa en una dimensión opuesta a la de la Revolución francesa.

En la culminación de la reforma española que alimenta al Teatro de Siglo de Oro(Zalamea, La vida es sueño, El burlador de Sevilla o El condenado por desconfiado) se encuentran las aportaciones de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, que llegan a descubrir el secreto: "a la tarde te examinarán en el amor".

Pero en torno a este planteamiento, Europa se dividió partiendo de las universidades, entre racionalistas y nominalistas. España abraza el Tomismo y defiende esta línea de pensamiento. En la primera coyuntura, y a pesar de disponer de una Papa español, España da el paso decisivo para la solución del Cisma de Occidente abandonando la coyuntura de mantenerse en línea inexorable con Benedicto XII. En la segunda no hubo entendimiento y se aprestó a vencer la "rebelión protestante".

Entre 1648 y 1659 esta rebelión es vencida, predominando las razones políticas sobre las ideológicas, y se inicia una desvalorización de los principios esgrimidos por las escuelas españolas.

La decadencia política, que se prolonga durante más de dos siglos, lleva a algunos de los intelectuales de la Enciclopedia, a suponer que de ningún valor pueden considerarse las aportaciones españolas.

Visión incorrecta. Algunos grandes pensadores, en línea con el padre Feijóo, entre los que destacan Jovellanos y Campomanes, preconizaron una fórmula distinta para la Ilustración: aquella que no renunciaba en modo alguno a la herencia del pasado, el libre albedrío y la trascendencia. Durante dos o tres décadas, como demuestran los avances científicos en España y América, pareció a punto de alcanzarse esta meta. Pero la Revolución francesa provocó primero un freno radical y después una reacción contra los propios ilustrados españoles. Jovellanos, que fue un católico profundo y así lo demostró en Valldemosa, pudo ser calumniado por muchos clericales y presentando como algo que nunca fue, hasta el punto de que la Logia masónica de su ciudad natal emplearía su nombre.

Tiempos difíciles, de ruptura interior. Lo que España en el siglo XIX aportaba a Europa, envolviéndolo en la hazaña de las victorias sobre Napoleón, no era precisamente recomendable. Pues tradicionalismo y liberalismo no se presentaron como peldaños para un ascenso en la cultura, sino como enemigos que trataban de descubrir en el de enfrente, un peligro, un mal. Y así hemos vivido un siglo de guerras civiles, en el corazón y en la conducta que el Europeísmo debe borrar permitiendo el retorno a esos valores profundos que Europa necesita.

Lo que España debe a la Iglesia Católica

Esta obra se remonta a los orígenes mismos de España y llega hasta la situación actual. El eje vertebrador es la relación de nuestro país con la Iglesia Católica.
Hispania se vio llamada a integrar la germanidad en el catolicismo, a partir del siglo V. Destacan las figuras de San Isidoro (556-636) y San Ildefonso (607-667) que ponen las bases de lo que ocho siglos más tarde, culminada la reconquista, sería el modelo de los Reyes Católicos: una monarquía al servicio de una comunidad religiosa a la que todos los súbditos pertenecían. Otras religiones tan solo serían toleradas, en principio.
El autor explica que la defensa del catolicismo como algo esencial a la monarquía y el temor a la amenaza de los turcos llevaron en tiempos de los Reyes católicos a la expulsión de los judíos y de los musulmanes que no quisieron abrazar la fe católica, decisión que vista con perspectiva fue un error. Al mismo tiempo, Suárez destaca dos actitudes netas de Isabel y Fernando en su política en América: la prohibición de hacer esclavos a los indígenas y el reconocimiento de todos los derechos que a sus súbditos les correspondían.

El humanismo renacentista español se basó en la defensa de dos dimensiones esenciales de la persona humana: la libertad y la capacidad racional. Factores que serán decisivos en los tiempos del Concilio de Trento, iniciado en 1545. Según Suárez, “de las tres misiones que la Iglesia confió a la Monarquía española, defensa de los turcos, hacer de América un bastión católico, y defender la fe, las dos primeras fueron suficientemente cumplidas. En la tercera vino la derrota”.
El texto estudia también la influencia trascendental de Santiago en España y en Europa. Por otra parte, la impronta cultural y evangelizadora de España en América, son tratadas con profundidad y sencillez.

El paulatino declive del imperio español, pasando por momentos tan graves como la expansión napoleónica, llega a la separación entre el trono y el altar en 1931. No se omiten unos juicios equilibrados sobre los sufrimientos que la guerra civil española hizo recaer sobre todos. También se destaca que durante la persecución de los judíos por los nazis, “España no se limitó a defender los derechos de los sefarditas que acudían a pedir documentación en las embajadas como ya Alfonso XIII y Primo de Rivera previeran, sino que abrió sus puertas, ayudó a los fugitivos en gran número y hasta recurrió a contratar vehículos en Budapest y un tren en Alemania y Francia para salvar a varios miles de judíos como consta en la documentación israelita. Todo esto causó la cólera de Hitler que ya muy pronto mostró su desprecio hacia los gobernantes españoles, a los que llamó discípulos de los jesuitas”.

Luis Suárez, casi al final del libro, explica cómo el Vaticano advirtió a Franco que establecer una Constitución de partido único llevaría a un camino totalitario, al que la Iglesia no prestaría su apoyo, advertencia que no cayó en saco roto.
Finalmente, tras la doctrina del Vaticano II que afirma la mutua autonomía de los ámbitos civil y el eclesiástico, el autor del libro afirma que “la Iglesia española ha experimentado pérdidas cuantitativas a cambio de lograr ese crecimiento cualitativo que da razones a la esperanza”.


LEER POR LEER - LUIS SUÁREZ