EL Rincón de Yanka: PESCADORAL

inicio














Mostrando entradas con la etiqueta PESCADORAL. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta PESCADORAL. Mostrar todas las entradas

domingo, 3 de noviembre de 2019

📝 DOCUMENTO-CUESTIONARIO. CONGRESO NACIONAL DEL LAICADO. PUEBLO DE DIOS (EN ENTRADA Y...) EN SALIDA


Congreso Nacional de Laicos 
“Pueblo de Dios (en entrada y...) en salida”
Jesús nos reta a saber leer los signos de los tiempos (GS 4). “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Cf. Mc 16,15), ese es el gran desafío que tenemos como Iglesia. En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: “Va a llover”, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: “Viene bochorno”, y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? ¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? (Lc 12,54-57).


DOCUMENTO-CUESTIONARIO 
CONGRESO NACIONAL DEL LAICADO


De camino al 14 de febrero 2020

🚶


Los laicos están llamados a convertirse en los protagonistas en la iglesia española de este curso que ahora comienza.
«La reflexión principal girará en torno al laicado, parte fundamental de ese Pueblo de Dios, y a su papel en la Iglesia y en el mundo», explican desde la organización del encuentro. «El gran objetivo es dinamizar el laicado y, sobre todo, ponerlo en la dirección de una Iglesia en salida que acompañe a los hombres y a las mujeres en sus anhelos y necesidades».
«Por un lado nos falta comprender todavía el papel que estamos llamados a desempeñar dentro de la Iglesia pero, principalmente, lo que se espera de nosotros fuera de ella». «El mundo, a pesar de que parece que rechaza la fe, a Dios y a la propia Iglesia, sigue teniendo necesidades y la Iglesia tiene respuestas. Nos corresponde sobre todo a los laicos hacer llegar esas respuestas». Y tras los retos, las tentaciones. 
«Los laicos tenemos esta doble tentación de, por un lado, centrar nuestra misión en el interior de la iglesia renunciando a lo que está fuera o, al contrario, estar simplemente fuera y dejar nuestras funciones dentro de la Iglesia».




Bajo el lema ‘Pueblo de Dios en salida’, el evento, auspiciado por la Conferencia Episcopal, se celebrará en febrero de 2020

“Nos importa mucho que después no quede en papel mojado”, asegura Dolores García, presidenta del Foro de Laicos

Aunque sea en las profundidades y no haya trascendido visiblemente a la superficie del paisaje, lo cierto es que se está produciendo todo un movimiento sísmico en la Iglesia con la toma de conciencia de que el 95% de sus miembros son laicos: ni sacerdotes, ni religiosas, religiosos o consagrados. Y estos laicos no son el objeto de la misión evangelizadora de los no laicos, sino verdaderos corresponsables de la misión del Pueblo de Dios en salida.

“Pueblo de Dios en salida” es, precisamente, el camino que la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS) ha propuesto para hacer efectivo el paso de un laicado concebido como consumidor de actividades eclesiásticas a un laicado corresponsable. Habrá un congreso nacional de laicos, sí, pero ‘Pueblo de Dios en salida’ no es solo el título: es también el antes y el después.

“Se trata de un camino protagonizado por los laicos. Empieza antes del Congreso y planteará líneas concretas de proyección del laicado para los próximos años”.

Un marcado carácter sinodal y práctico

La Plenaria de la Conferencia Episcopal de abril de 2018 aprobó la celebración del Congreso Nacional de Laicos. Encargó su organización a la CEAS, que informó de los avances durante la Comisión Permanente, celebrada los pasados 26 y 27 de febrero. El sábado 9 de marzo se celebra en Madrid un encuentro con los delegados diocesanos de apostolado seglar y presidentes de asociaciones de movimientos laicales para presentarles el itinerario, escuchar y recoger sugerencias: serán unas 90 personas, y un momento clave en el impulso de este camino.

El proceso tendrá el marcado carácter sinodal, de discernimiento y espiritual que Francisco quiere imprimir en la Iglesia. La primera etapa (precongreso) será en el ámbito diocesano, de los movimientos y asociaciones hasta octubre de 2019. Se organizarán grupos de laicos para reflexionar, con el método de la lectio divina, a la luz de la exhortación Gaudete et exsultate, sobre la vocación universal a la santidad, y para trabajar el documento-cuestionario “Un laicado en acción”. Las experiencias y sugerencias se recogerán en un encuentro diocesano, y servirán para elaborar un Instrumentum laboris entre noviembre de 2019 y enero de 2020. Romero calcula que unas 45 diócesis de 69 trabajan ya los materiales que se les ha distribuido.

Que no se quede en papel mojado

La segunda etapa será propiamente el Congreso “Pueblo de Dios en salida”, del 14 al 16 de febrero. No será un congreso al uso de ponencias: “Es un congreso de laicos, preparado por los laicos, en el que van a hablar los laicos; ellos mismos harán las propuestas concretas de acción para los próximos años”, asegura Dolores García, presidenta del Foro de Laicos, y miembro de la comisión organizadora.

“Los laicos serán el 95% de los participantes y los que hablarán; los obispos, escucharán”; los cuatro temas que vertebrarán el Congreso: primer anuncio, acompañamiento, formación y presencia pública.

“Nos importa mucho que después no quede en papel mojado”, afirma Dolores García. Por ello, la tercera etapa, o postcongreso, “tratará de concretar las líneas de acción en la realidad diocesana y de los movimientos y asociaciones, potenciándose el seguimiento mediante acciones a través de encuentros periódicos que ayuden a reforzar la vocación e impulsar la misión de los laicos”, explica.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS
El objetivo general es impulsar la conversión pastoral y misionera del laicado en el Pueblo de Dios, como signo e instrumento del anuncio del Evangelio de la esperanza y de la alegría, para acompañar a las personas en sus anhelos y necesidades, en su camino hacia una vida más plena.
  • Tomar conciencia de la vocación bautismal, de la llamada universal a la santidad y, por tanto, de la responsabilidad laical en nuestras comunidades y en la transformación del mundo. La vocación bautismal del laicado para la misión.
  • Potenciar la caridad política como corazón de la identidad y espiritualidad laical. Dimensión socio-política de la fe.
  • Transmitir, desde el discernimiento, una mirada de esperanza ante los desafíos que nos presenta la evolución de nuestra sociedad actual. Vivir la misión con alegría y esperanza
  • Ser espacio de comunión, como Pueblo de Dios, desde el cual promover nuevas dinámicas de trabajo pastoral en las Diócesis y a nivel nacional en lo que concierne al apostolado seglar, para llegar a los bautizados, alejados por cualquier causa. Comunión para la acción misionera.
  • Visibilizar la realidad de un laicado que, a título personal y familiar, en movimientos, asociaciones y comunidades, desde la vivencia del Evangelio, comparten experiencias y líneas de acción en la Iglesia y en el mundo. Llamados a ser “discípulos misioneros” en la Iglesia y en mundo.
CLAVES DE FONDO

  • Dar voz al laicado asociado y no asociado, en tanto que somos auténticos protagonista de este proceso. Se trata, por tanto, de desarrollar una actitud de escucha, de aspiraciones y de experiencias.
  • Vivir la sinodalidad y la corresponsabilidad laical. Somos miembros del pueblo de Dios, llamados, junto con nuestros Pastores, a una misión en la Iglesia y en el mundo.
  • Ejercitar el discernimiento a la luz de la Palabra que transmite y vive la Iglesia.
  • Promover una cultura del encuentro frente a la cultura del descarte, en clave misionera.
  • Impulsar un laicado en entrada, en salida y alegre. Tenemos como Iglesia un mensaje positivo y de servicio que deseamos ofrecer, desde la sencillez, a la sociedad actual, descubriendo también los signos de la presencia de Dios que hay en el mundo de hoy.
🔥🔥🔥

Cuestionario Diocesano Cong... by Yanka on Scribd




NOTA IMPORTANTE

En cada pregunta se ofrecen diversas respuestas opcionales. Responder señalando solo tres de las ideas indicadas (señalar con una X sobre el recuadro). Si no encuentran las respuestas entre las indicadas, responder por escrito con una o dos líneas que se suman a las tres señaladas con la X.

RECONOCER ES LO PRIMERO
INTERPRETAR A LA LUZ DEL ESPÍRITU
ELEGIR CAMINOS DE RESURRECCIÓN
DATOS PERSONALES

“Deseamos aprender a vivir como una Iglesia en salida, que sale realmente de sí misma para ir al encuentro de los que se fueron o de los que nunca han venido y mostrarles el Dios misericordioso revelado en Jesucristo. «La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera»” (Iglesia en misión al servicio de nuestro Pueblo, Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española, 14)En Iglesia en misión al servicio de nuestro Pueblo se nos invita, a la hora de reflexionar sobre el papel de la Iglesia, a empezar por nosotros mismos, por nuestra propia responsabilidad.


Para salir, primero hay que entrar.
Iglesia en Entrada para ser Iglesia en Salida...

Sí a una Iglesia “en salida”; pero antes, o al unísono, una Iglesia “en entrada”. Una Iglesia evangelizadora tiene que ser siempre una Iglesia evangelizada, o comprometida en un serio proceso de evangelización intraeclesial. Pablo VI nos lo recordó meridianamente en su siempre actual “Evangelii nuntiandi”. Nuestra Iglesia, nuestras comunidades, parroquias y diócesis, tienen que entrar en sí mismas, en un arduo, profundo y sincero análisis de sí mismas para sumarse al reto de Francisco, que es, obviamente, el reto de Cristo.

Necesitamos un honesto “examen de conciencia eclesial” que nos permita ser discípulos/misioneros, como nos decía Aparecida y nos repite tanto Francisco; sólo así podemos percibirnos en un “estado permanente de misión” (Aparecida 201, EG 25). Si esta vez no hacemos las cosas bien, si todo se queda en el último eslogan, el último grito, la palabra puntual de moda para titular documentos y edulcorar conferencias, volveremos a morder el amargo sabor del fracaso evangelizador.

Y continuaremos lamentándonos, echando balones fuera, blindándonos en una espiritualidad desencarnada y anacrónica, contando el número de fieles de la misa del domingo pasado, expidiendo certificados y “partidas”, soñando el regreso de los jóvenes y los matrimonios, celebrando muchas misas y pocas eucaristías, y, sobre todo, se irá agrietando cada vez más en nuestro interior “la alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida de quienes nos encontramos con Jesús” (EG, 1).

🔥🔥🔥

Lamentablemente no veo ningún aspecto positivo porque realmente no estamos ni en camino de entrada ni de salida ni de nada.

Puro quietismo en una jerarquía sin conversión ni renovación.

Se requiere un cambio profundo de la eclesiología y del clericalismo mental y eclesiástico.

Una Iglesia más eclesial y menos eclesiástica.

Hay que crear verdaderos espacios de diálogo eclesial sin preguntas condicionadas.

Una Iglesia más evangélica que contagie esperanza y entusiasmo. 

Los documentos pastorales se incumplen como es el caso del CLIM que no hizo nada para la promoción del FORO DE LAICOS. 

La Iglesia no es una ONG. La Iglesia que no evangeliza no es Iglesia. 

Es un escándalo la COPE y 13 TV. Unos medios que no evangelizan. Y eso que el derecho canónico dice que los obispos no pueden ser empresarios ni mercantilistas. 

La Iglesia es apostólica, profética y carismática (diakónica y koinónica).

Gran parte de la propia jerarquía eclesiástica son  obstáculos escandalosos para nuestra vocación cristiana.

El consejo económico parroquial debe organizarse con espíritu comunitario, eclesial y transparente.

DESARROLLAR LA VERDADERA COMUNIÓN ECLESIAL Y SEGLAR:

UN TEMA PARA REFLEXIONAR, PARA DESARROLLAR Y PARA COMPRENDERLO QUE NOS ESTÁ PERJUDICANDO EN LA TRANSMISIÓN EVANGÉLICA.

Hay una gran falta de inter-conexión y de coordinación estructural eclesial. Me explico:A pesar de que hay una gran y buena Estructura de organización Eclesiástica: parroquias (comunidad de comunidades), ARCIPRESTAZGOS, VICARÍAS, DIÓCESIS, PROVINCIA... ETC. Ahí está el problema sustancial, es un problema de sustantivos: Ya no puede ser únicamente una organización eclesiástica, sino, que debe ser auténticamente y genuinamente "ECLESIAL", EN TODO EL SIGNIFICADO ACTUAL QUE TIENE EL NOMBRE "ECLESIAL", DENTRO DE UNA ESPIRITUALIDAD Y FUNCIONALIDAD DE COMUNIÓN. AHÍ ESTÁN LOS DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II Y LAS CARTAS PASTORALES EPISCOPALES. Es la misma disfunción estructural y funcional eclesial la que delimita y desintoniza la comunicación diocesana y al mismo tiempo la transmisión del evangelio.Además de la estructura eclesiástica de mayor responsabilidad y de mayor dirección para subordinar y coordinar las respectivas estructuras laicales o ministeriales dentro del consejo parroquial. En cada parroquia, arciprestazgo, vicaría; tienen que haber una coordinación eclesiástica y una coordinación (o diaconía) laical o ministerial. Es decir un coordinador de laicos en general compuesto por un coordinador de catequistas, un coordinador del ministerio de música, así como lo hay de cáritas o de asociaciones o cofradías, etc... Todo tiene que ser desde la misma base o parroquia, pasando por los arciprestazgos, las vicarías y las diócesis en coordinación totalmente eclesial. (Pero no tiene que basarse en ACCIÓN CATÓLICA. NO PUEDE SER PARALELA AL APOSTOLADO SEGLAR EN GENERAL. NO PUEDE HABER DISTINCIONES). O más sencillamente habrá que ir desarrollando el consejo pastoral a mayores ámbitos, no tan solo parroquialmente, sino además, arciprestagamente, vicarialmente, diocesanamente y provincialmente y nacionalmente y mundialmente. Como también, el tema de los movimientos estaría resuelto si se cumpliera nuestro SABIO Y DISCERNIDO DOCUMENTO "CLIM", SOBRE EL TEMA DEL FORO DE LAICOS DIOCESANOS. UNA PLATAFORMA DE INTERCONEXIÓN DE LOS DIFERENTES MOVIMIENTOS O ASOCIACIONES LAICALES Y ECLESIALES... COORDINADOS O ESTRUCTURADOS BASÁNDOSE EN LA ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA: PARROQUIAS, ARCIPRESTAZGOS, VICARÍAS, DIÓCESIS, ETC...

Es una cuestión de cambio de mentalidad, de cambio de sistema, de cambio de lenguaje. Cada vez más, los laicos notamos la gran irrealidad de concordancia eclesial que hay en nuestra Iglesia. Ya que como ha dicho el expresidente nacional del foro de laicos, Juan José Rodríguez: "Lo de la corresponsabilidad está muy claro a nivel doctrinal, pero a la hora de la verdad es difícil hacer un ejercicio práctico de ella" Y porque lo que es nuevo pide novedad, que no es lo mismo que "novedosidad". Porque los problemas actuales necesitan soluciones actuales. El vino nuevo necesita odres nuevos". Para poder discernir los "nuevos" signos de los "nuevos" tiempos en el mundo y dentro de la misma Iglesia. La "nueva" pastoral requiere per se un "nuevo o renovado" sistema estructural eclesial. Nuevas estrategias, nuevos planteamientos, nuevos métodos...

Como dice La Palabra: "Cuando se reúnen, cada un@ puede participar con un carisma. Pero que todo sirva para edificar"....para que todos aprendan y todos sean animados... no impidan que se hable... Pero que todo se haga decente y ordenado". 1Cor 14,1

Se nos habla de participación con sentido común. Para el bien común no para el propio... con sentido cooperativo, constructivo y edificativo. Tenemos que pensar, sentir y actuar diocesanamente, eclesialmente como pueblo de Dios. Como dice una moderna máxima "Piensa y actúa localmente y mundialmente". Tenemos que ir cambiando de mentalidad e ir actualizándonos: Necesitamos espacios no para los monólogos. Sino, para los diálogos compartidos y co-participativos de sugerencias y puntos de vista de la plena y total comunidad.

Hay una inmadura participación: Una participación indirecta e individualizada e individualizante y no compartidora, no comunitaria. Es que no damos tiempo ni espacio para poder explicar y expresar el por qué de tal sugerencia u opinión. No nos escuchamos, no hay sitio para el debate ni para el consenso ni para la decisión comunitaria. Tenemos miedo a la controversia... Tenemos miedo a la libertad de expresión comunitaria... Pero, ¿Por qué? Esto tenía que ser más involucrante... Más coordinado... Tenía que ser más compartido entre todos y todas. Para que fuera más constructivo y más sugerente y hubiese más iniciativas y entre todos surgirían nuevos puntos de vista que nos ayudarían a verlo más claro entre todos... Porque la comunión requiere la participación de todos los bautizados-discípulos:

La necesidad de una verdadera participación eclesial, exigencia de la misma comunión y misionariedad, reclama la tarea de trabajar, cada día más, por la recuperación del sacerdocio común de los fieles, hasta lograr que los laicos, -con especial atención las mujeres- en su rica diversidad carismática, lleguen a ser los protagonistas tanto de la renovación de la Iglesia como de la misión evangelizadora, con la clara conciencia de que gran parte de la responsabilidad del futuro de la Iglesia recae sobre ellos. Se trata de un protagonismo libre de todo clericalismo y que no reduzca su acción al ámbito intraeclesial.


La mayor participación eclesial de los laicos solicitará, a su vez: renovar cualitatívamente la presencia y acción de los ministros ordenados en la Iglesia (DA 186-208). Instaurar, reconocer e instituir los ministerios conferidos a los fieles que la comunidad necesite, de acuerdo a la amplia gama de carismas personales (cf. DA 211).

Fomentar y animar la incursión del laico en la sociedad para que la transforme según el querer de Dios, con la clara conciencia de que este es su campo específico de realización cristiana (cf. DA 210, 403, 406a, 497a, 505, 508, 517h).
Reconocer y asumir la capacidad que tienen los laicos, hombre y mujer, de participar y colaborar en la planificación pastoral y en la toma de decisiones en la vida eclesial (cf. DA 371, 451-458).

"Tú que duermes, despiértate,... No anden como tontos, sino como responsables. Sino que aprendan cuál es la voluntad del Señor. Más bien llénense del Espíritu Santo, y sométanse unos a otros por consideración a Cristo". Ef 5, 14-15
Como nos recuerda La Palabra: "Así, pues Cristo es quien dio los ministerios para la construcción del Cuerpo de Cristo. La meta es que todos juntos nos encontremos unidos en la misma fe y en el mismo conocimiento del Hijo de Dios"... Ef 4, 11-14
"Él (Cristo, la cabeza) da organización y cohesión al Cuerpo entero, por medio de una red de articulaciones, que son los miembros, cada uno con su actividad propia, para que el Cuerpo crezca y se construya a sí mismo en el amor". Ef 4, 15-16

Juan Carlos Vázquez
Iglesia del sagrado corazón de Jesús de La Coruña
Arciprestazgo Riazor
Vicaría de La Coruña
Diócesis de Santiago de Compostela

«En el modo que tenemos de vivir 
las circunstancias, decimos ante todos, 
quién es Cristo para nosotros»
 L. Giussani 
✝️💞



Presentación Congreso de Laicos 2020 - Isaac Martín




VER+:


“Debemos ser pescadores de hombres, 
no guardianes del acuario” 
Mike Francen


SOÑEMOS LA IGLESIA. Canción inspirada en el documento Evangelii Gaudi 

Ven espíritu Santo - Cristóbal Fones Sj


domingo, 17 de marzo de 2019

EL DIOS DE PIES SUCIOS Y YO QUIERO SER MISIONERO 🚶

"Yo quiero ser Misionero"
Juan Pablo Mosquera

Encontrábame en mi lecho
Meditando con nostalgia
Sobre el porqué de esta senda
Que mi buen Cristo me trazara
Sobre el porqué de este anhelo
Que en todo mi ser brotara
La noche gris se extendía
Horas tras horas pasaban
Mi cuerpo se estremecía
Entre sollozos y lágrimas
Me preguntaba en silencio
¿Qué será lo que me pasa?
Y el Espíritu divino
Respondióme por su gracia
Haciendo que de mi ser
Esta redacción brotara:
¡Yo quiero ser misionero!

Aunque me falte palabra
Para expresar con mi voz
Lo que yo siento en el alma
Aunque no tenga la lírica
Y carezca de elocuencia
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en mi alma

Yo quiero ser misionero
Aunque el calor me faltare
Y el frío me persiguiere
En las noches más heladas
Aunque no tuviere manta
Ni abrigo ni me arropara
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma
Yo quiero ser misionero
Aunque rompan mis entrañas
Con calumnias y mentiras
Pronunciadas a mi espalda
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque nadie me nombrara
En los grandes escenarios
De la vanagloria humana
Aunque mi nombre llamaren
Por vil y por mala fama
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma
Yo quiero ser misionero

Aunque me tilden de payaso,
Loco, ladrón, gusano y hombre de mala calaña
Aunque me llamaren
Bufón, holgazán y vende patria
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque la tierra temblara
A los montes y collados
A la mar se trasladaran
Aunque ruja el leviatán
Levantando marejadas
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque enemigos no falten
Que zancadillean mis pies
Y hieren por la espalda
Aunque con hiel y vinagre
Mis heridas agrandaran
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
En las buenas y en las malas,
En el dolor y en la risa,
En el llanto o la palabra,
En el cansancio y fatiga,
O en la adversidad
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Por llamamiento y por gracia
Por ilusión y por ternura
Por investidura santa
Por poder del Dios viviente
Por amor y por constancia
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque en mí se agolpara
La carga por los perdidos
Y la angustia por las almas
Aunque muriendo mil veces
Una vida yo salvare
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque en el valle en la montaña
En la colina en el llano
En el hemisferio, en la pampa,
En el río en los mares
O en la cordillera helada
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque mi voz me faltare
Y tuviera que expresarme
Con gestos y con lágrimas
Aunque mis pies me faltaren
Y mis ojos se nublaran
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Yo quiero ser misionero
Aunque me venga la ansiedad
Y la fuerza juvenil
Poco apoco se marchara
Aunque mi piel se arrugara
Y me cubrieran las canas
Misionero quiero ser
Por qué lo llevo en el alma

Y en el lecho de mi muerte
Cuando los cielos se abran
Cuando las luces terrenales
Se apaguen a la distancia
Aunque con tu voz portentosa
Me llames a mi dulce patria
Antes de partir quisiera
Elevarte una plegaria
Y decirte gracias oh Dios
Por qué encendiste una llama
Que ardió mientras tuve vida
Por qué lo lleve en el alma.





EL DIOS DE PIES SUCIOS 
Descalzarse para palpar la realidad
¡Aleluya! Siervos del Señor, alabadlo, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor desde ahora y por siempre; desde que sale el sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor. El Señor domina sobre las naciones, su gloria por encima de los cielos. ¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que se sienta en lo alto, y se rebaja para ver los cielos y la tierra? Él levanta del polvo al indigente y saca al pobre del estiércol, para sentarlo con los príncipes, con los príncipes de su pueblo; instala a la estéril en su casa, madre gozosa de toda la familia" Salmo, 113
En primer lugar, volver sobre la experiencia de Moisés y en la invitación que Dios le hace a “descalzarse”, a tocar la realidad, a tomarle el pulso a la vida: “Le dijo Yahvé: No te acerques aquí: quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada” (Ex 3,5). La costumbre de descalzarse era extendida en el oriente antiguo y significaba una actitud de respeto y reverencia ante el otro que se encuentra frente a mí, y en este caso, en respeto a la tierra que pisa Moisés, la que es “sagrada”. Y lo es porque Dios está allí, como llama de fuego que no se consume. No quiero omitir esta explicación histórica, al contrario, quiero desde ella proponer una lectura espiritual, teológica y pastoral que nos ayude a comprender cómo el descalzarse significa palpar la realidad.


Inmediatamente después de que Moisés se descalza, Dios prosigue: “Conozco bien la aflicción de mi pueblo en Egipto y he escuchado su clamor en presencia de sus opresores: pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle de la mano de los egipcios y para subirle a una tierra buena” (Ex 3,7-8). Yahvé y Moisés dialogan: esa es la característica del Dios de Israel. No es una idea sin rostro, al contrario, es un Dios que se llama Yahvé (El que siempre es), con rostro concreto, con una tradición y sentido de familia (Dios de Abraham, de Isaac y Jacob), un Dios que habla pero que ante todo “escucha”. Pero Dios no escucha desde un lugar inalcanzable: Dios escuchó abajo, en medio de los esclavos. Dios se “ensució” los pies con el barro que trabajaban sus hijos. Y por ello habla del “conocer”, no como un entendimiento desencarnado, sino que históricamente situado. George Auzou comenta este pasaje diciendo que “Dios desciende. Dios viene a sacar a Israel de entre las manos que lo tienen apresado: tal es el programa de liberación y el tema del mismo Éxodo”[1]. Hay que bajar para conocer, hay que estar en medio del dolor para saber que es necesario liberar y salvar. Dios está “vuelto” hacia el sufrimiento de Israel, Dios conoce nuestra realidad y también la respeta, se hace parte de nosotros. El Dios de la Biblia es un Dios en camino con su Pueblo[2].

Y porque está “vuelto” hacia la historia, es que Moisés, su enviado, también debe descalzarse para bajar a Egipto y constituirse en mensajero de Yahvé sacando a Israel de la casa de esclavitud: “Ahora, pues, yo te envío a Faraón, para que saques a mi pueblo, los israelitas de Egipto” (Ex 3,10). Auzou recuerda que este versículo posee una importancia decisiva, sobre todo en “Ve”, o en el “Yo te envío”. Esta partícula marca e inaugura una gramática misionera y liberadora, un indicativo de la “salida”, una experiencia de “Pascua”, de moverse en la historia desde Dios en servicio al otro que sufre. Moisés es misionero del Dios que se ha descalzado. La misión ha comenzado por el quitarse las sandalias para reconocer la tierra que grita bajo nuestros pies. La experiencia veterotestamentaria de Moisés puede ser un indicativo interesante para nuestra espiritualidad cristiana. Los creyentes en el Dios que habló a Moisés y que le pidió tocar la realidad, Dios que es el Padre de Jesús, también nos invita a liberarnos de nuestras ataduras – simbolizadas en las sandalias – para desde el palpar, conocer, sentir la realidad asumir el dinamismo misionero de la Pascua. Y esta Pascua tendrá su culmen en el envío del Hijo.

En la Encarnación, Dios se ha descalzado

Pero no es sólo Moisés el que lo hace: Dios también, y en la Encarnación, se ha descalzado, “no ha codiciado ser Dios” (Cf. Flp 2,6-11), sino que tomó forma de esclavo, sí, de esos que andaban con los pies sucios. Nuestra fe en un Dios humanado, en un descalzo, nos debe hacer comprender cómo el cristianismo debe volver a pensar, día a día, cuántos grados de humanidad posee. Un cristianismo de pies descalzos, a ejemplo de su Señor, es una familia de hermanos que palpa la realidad cultural, y reconoce en ella el paso descalzo de Dios. Pero veamos esto más detenidamente.

La Encarnación constituye un proyecto de humanidad. Dios ha querido compartir todo lo nuestro para que nosotros pudiésemos compartir todo lo que es de Él, dijo Ireneo de Lyon. El Concilio de Nicea el 325 confesó que la Encarnación fue por nosotros los hombres y por nuestra salvación. En la Encarnación, Dios no se disfrazó de ser humano, no interpretó un papel sin más. Eso sería docetismo[3]. Y sucede que hasta el presente, en muchas de nuestras comunidades eclesiales, encontramos una suerte de docetismo pastoral, es decir, aquellos hermanos que no pueden concebir a un Dios tan humano. Es mejor comprender a Dios más Dios que a uno de nuestra raza. Pareciera ser que la humanidad, que es la que abraza el Dios de Jesús, constituye para muchos todavía un escándalo.

Y sí, Dios es un escándalo. Roberto Zwetsch, teólogo luterano de Brasil, recuerda cómo “desde el punto de vista de la teología cristiana, Dios actúa en la historia y su proximidad encarnada se revela de modo eminente en la persona de Jesús de Nazaret”[4]. Dios en Jesús se ha descalzado, a palpado la tierra como Moisés. El Dios de Jesucristo es un Dios desnudo, que nació en la pobreza de Belén, que no tuvo donde reclinar la cabeza, que pidió agua a la samaritana para saciar la sed del elemento material y la sed de Dios de la mujer. Dios ha tocado hasta el fondo nuestra naturaleza humana y por haberse descalzado la ha elevado hasta la comunión plena con Dios (Cf. Dei Verbum 2.4).

La Encarnación refleja el compromiso pleno de Dios con el ser humano. Los pies de Dios han quedado sucios en su camino por nuestros senderos, por las orillas del lago, por subir a las montañas de Galilea. Los pies de nuestro Dios están sucios y cansados porque son los pies de un peregrino. El Verbo ha puesto su “tienda” entre las nuestras (Cf. Jn 1,14). No es la casa definitiva, es una morada de campaña, es un espacio de encuentro que se mueve, que es pascual, que transita y va de salida. Dios en Jesucristo está vuelto radicalmente al ser humano. La humanidad de Dios no es un juego, es una realidad, no es una idea, porque las ideas no se aman (Karl Rahner), es una realidad concreta y paradójica. El mismo Zwetsch así lo recuerda: “la fe cristiana es más realista, no se aferra a ilusiones y camina con este Jesús hasta la cruz, y junto a ella aprende a dejar a Dios ser Dios y al ser humano, ser un ser humano”[5].

Dios en Jesús fue nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro compañero de ruta. Dios también es tierra, Dios tomó su humanidad en el vientre de una mujer, y se alimentó nueve meses gracias a la comida que María consumía. El Verbo iba gestándose poco a poco. Y ante este Misterio de amor y de humanidad solo queda sobrecogerse, ya que Dios se quiso hacer uno de nosotros, quiso descalzarse y ensuciarse con nuestra tierra. Como dice Nelson Barrientos, jesuita, en su cristología espiritual, la lógica de Dios sigue la sabiduría de los caminantes, de los que van sobre los pies y se ensucian, se comprometen y se implican hasta las últimas consecuencias: “Dios ha descendido hasta lo más bajo para poder manifestar allí su amor incondicional. Frente al orgullo y a la autosuficiencia humana surge como respuesta la pobreza y la humildad de Dios encarnado que se vacía de sí mismo y toma la forma de esclavo para llegar a ser plenamente hombre”[6]. La donación de Dios supone un descalzarse, y la Iglesia, que es la prolongación histórica de su presencia, no puede sino quitarse las sandalias.

Una Iglesia descalza

Una Iglesia que se descalza representa una comunidad que acompaña, que es fraterna, misionera, solidaria, eucarística. La Iglesia de pies sucios es la que está en la base de la eclesiología a la que continuamente nos ha invitado el Obispo de Roma, Francisco. Viene a nuestro recuerdo las orientaciones expuestas en Evangelii Gaudium: “La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor; y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (EG 24). Y más adelante, la invitación: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49). Hemos de ser (identidad y esencia de la Iglesia) una Iglesia accidentada, herida y manchada, una Iglesia descalza y servidora, una Iglesia que tiene en su centro de acción al Dios hecho hombre, y que actúa como Moisés que es enviado a anunciar la liberación a los hijos de Israel esclavos en Egipto.

La Iglesia descalza es la que se ensucia los pies, que se compromete y acompaña, en los márgenes. Esto manifestará la autenticidad de la Iglesia, su espíritu de fundación, su carisma y dinamismo evangelizador. Por ello Massimo Faggioli habla de la necesidad de caminar “hacia una Iglesia más marginal; marginal en el sentido de cercanía a los márgenes de nuestro mundo, por acercarse al ejemplo dado por Jesucristo”[7]. Es la Iglesia que reconoce que los márgenes y las fronteras son movedizas, y que por lo tanto, exigen de los creyentes un discernimiento constante de la misión. La Iglesia, con ello, asumirá profundamente la dimensión escatológica y peregrina que le es connatural (Cf. Lumen Gentium Capítulo VII). La Iglesia ha de caminar descalza palpando la realidad social, política, ecológica, religiosa, económica y cultural. Y debe asumirla porque el mismo Verbo con su Encarnación la asumió y, asumiéndola, se comprometió con ella hasta el punto de ensuciarse los pies, de impregnarse de nuestra naturalidad. Sólo así seremos una Iglesia fiel al modelo del Maestro de Nazaret.

[1] George Auzou, De la servidumbre al servicio. Estudio del libro del Éxodo, Ediciones Fax, Madrid 1969, p.87.
[2] A propósito del tema del “camino”, remito a mi artículo: Juan Pablo Espinosa Arce, “La respuesta creyente como camino, visión y escucha”, en Revista Electrónica de Educación Religiosa, Didáctica y Formación de Profesores Vol 4, n°1 (2014), pp. 1-18, Disponible en http://www.reer.cl/index.php/reer/article/view/31
[3] Herejía que sostiene que la humanidad de Cristo sólo fue una apariencia, un disfraz (= dokeo en griego), no una humanidad verdadera. Esto trae consecuencias soteriológicas y cristológicas, ya que si no es una humanidad verdadera y completa, tampoco podría haber salvación de la humanidad de cada uno.
[4] Roberto Zwetsch, “Un Dios escandaloso”, en Signos de vida 47 (2008), 8-9, p.8.
[5] Roberto Zwetsch, “Un Dios escandaloso”, p.9.
[6] Nelson Barrientos, Caminar sobre las aguas: cristología espiritual, Centro de Espiritualidad ignaciana, Santiago de Chile 2007, p.50.
[7] Massimo Faggioli, “El Vaticano II y la Iglesia de los márgenes”, en Faggioli, La onda larga del Vaticano II. Hacia un nuevo posconcilio, Editorial Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile 2017, pp.115-132, 127.

Profesor de Religión y Filosofía (UC del Maule) 
Chile



VER+: