Este breve ensayo de pensamientos de Zoé Valdés, narra la experiencia vital desde la perspectiva de una cubana exiliada, profundamente afectada por el régimen totalitario comunista de su país. Sin embargo, sus reflexiones van más allá y, a través de su meditación personal y vivencias, la autora expone cómo el exilio cubano, comparado con el éxodo judío, es una lucha constante por la supervivencia y la identidad en un mundo que, curiosamente, no parece interesado en las víctimas del comunismo.
Temas como la injusticia, la represión y la indiferencia mundial, exploran las consecuencias de la dictadura en la Cuba actual. A su vez, reivindica la resistencia y la memoria histórica como armas necesarias contra la tiranía en general desde las ideologías implantadas en Occidente, como todo aquello que tiene que ver con lo políticamente correcto y las que están relacionadas con las denominadas de género. Zoé Valdés, hace hincapié en la revisión del cristiano cultural que nos interpela a todos para volver a nuestro juicio cabal.
UNA VISIÓN ÚNICA EXPRESADA DESDE EL EXILIO
Y LA RESISTENCIA ANTE EL TOTALITARISMO.
Quizá estemos ante el escrito más desnudo de Zoé Valdés, sin duda, el más comprometido de su carrera literaria en el que se expone en primera persona. Es la prueba de que la búsqueda de la libertad, lejos de su país, moldea la identidad de una persona. Palabra a palabra, sin abandonar el espíritu poético que la caracteriza, explora cómo la resistencia ante el totalitarismo no solo es una lucha política, sino una batalla constante por preservar la memoria y el derecho a existir con dignidad.
PREFACIO
Nunca he escrito por venganza, no contemplo la venganza
como una forma de redención literaria, mucho menos para
pedir perdón, ni para redimirme de nada ni de nadie. Pero esta
vez considero muy necesaria la revancha, o desquite, o desafío, si les resulta más apropiado, no solo para mí, sino para
que, desde mi ínfi mo lugar, que me he merecido con mi trabajo, pues a mí nunca nadie me ha regalado nada, tal vez consiga alumbrar en lo que pueda, con vivencias y con ideas, a las
nuevas y futuras generaciones en contra del totalitarismo y del
antijudaísmo y anticristianismo, que son capaces de adoptar
numerosos rostros y disfrazarse con cientos de miles de trajes.
Nunca la venganza me ha movido en nada; generalmente,
cuando alguien me hace daño intento olvidar la herida que me
ha abierto, y sigo adelante con la intención de que esa perturbadora experiencia no deforme mi percepción con relación a
otras personas y no destruya mis ansias de generosidad y solidaridad. Sin embargo, confi eso que esta vez no he podido evitar que esa venganza nutra mi decisión a la hora de garabatear
estas ideas para explicar lo que, como supondrán, yo misma no
necesito explicarme a mí misma, aunque por lo visto otros si
necesitan de esa explicación.
En la mayoría de los casos, la venganza no conlleva más que
al odio, ese odio que algunos se arrogan como derecho enmascarándolo bajo el concepto socialista de «justicia social», salvo cuando se trata del caso cubano y judeocristiano. Los cubanos somos una vez más los únicos, como los judeocristianos,
a los que se les niega el derecho a la justicia, mucho menos al
odio, ¡qué horror! Inclusive si hemos sido los seres humanos
—¿o debo decir seres cubanos?— que más odio e indiferencia
hemos recibido de parte del mundo, lo que ocurre desde hace
más de sesenta y cuatro años… Aclaro: este libro lo empecé
a escribir el 21 de septiembre del 2023, de modo que, si no se
publica de inmediato o no se llegara a publicar nunca, si les
llegase algún día a sus manos y todavía existe en pie la tiranía
castrocomunista en Cuba y el mundo en el que actualmente
vivimos, añádanle años, horas, minutos y segundos correspondientes, y en consecuencia podrán actualizarlo.
Soy cubana, vengo del futuro, como diría Reinaldo Arenas. ¿Está todo dicho en los tiempos que corren, de censura, represión, clausura, cancelación y desprecio por la obra de los mayores? No, para nada; hay que ahondar, enseñar, desmenuzar, y,
sobre todo, extraer a los que censuran, reprimen, clausuran,
cancelan y desprecian de sus pobres mundillos confortables.
Tampoco escribo para justifi carme ante nadie, porque
he vivido bajo una tiranía y he sobrevivido en el exilio, sola,
donde no se ha sabido entender a las víctimas de esa tiranía
castrocomunista, no porque no sea evidente, sino porque no
hemos interesado a nadie, porque han menospreciado nuestro
aporte. ¡Y miren que hemos aportado…! Creo que los cubanos
del exilio podríamos competir con los israelíes en haberle dado
a numerosos países, sobre todo a Estados Unidos, una gran
cantidad de científi cos, médicos, deportistas, escritores, músicos, poetas y hasta astronautas, la mayoría huidos, sus padres o
los hijos, del totalitarismo comunista castrista.
Nunca me interesó la política, pero «yo le intereso a ella»,
como dice la canción de un cantautor que un día pertenece
orgullosamente al castrismo y otro está del lado que convenga
para su éxito individual, su problema o «su maletín», como diría el argot cubano; se trata de Carlos Valera. Tampoco pude
ser oportunista ni en Cuba ni aquí, no lo he sido aquí en el exilio ni en el cosmos, aunque en numerosas ocasiones me han
ofrecido la oportunidad, no de viajar al cosmos, pero sí de traicionar: «si te callas, te perdonamos». Pero no quiero ni necesito el perdón de los asesinos ni de sus secuaces. «Si te callas,
ganarás más, llevaremos una de tus obras al cine…». Bah, con
lo que me importa a mí el cine actual; como no sea el sudcoreano o el japonés, o el de la época dorada de Hollywood, que
ya ese resultaría imposible que no fuese también víctimas del
wokismo, ese movimiento denominado woke tan sumamente
empobrecedor de espíritu, desgajado de la tecnocracia y de la
izquierda ignorante.
Fui de izquierdas, en Cuba lo eras de forma obligada. Es más,
solo se puede ser de izquierdas si se ha vivido bajo una dictadura comunista, y, aun así, pese a lo padecido, se sigue siendo
por inercia o por robotismo de eso que llaman izquierdas.
En Cuba no existía ni existe la izquierda ni la derecha, ni lo
liberal y el conservadurismo. En Cuba es comunismo a pulso:
abuso, robo, corrupción, crimen a la orden del día.
En Cuba no existe otro feminismo que el femicomunismo
castrista, o sea, el feminismo que canta las loas del comunismo, así como solo se autoriza a los homosexuales castristas,
ahora, después de aquellos campos de concentración (UMAP,
Unidades Militares de Ayuda a la Producción) creados por
el propio Che Guevara, el asesino de La Cabaña (prisión en
Cuba), el del tiro en la nuca contra tantos cubanos, incluidos
adolescentes.
En Cuba, mediante mi trabajo en soledad y encierro, fui de
izquierdas a mi manera, feminista a mi manera y defensora
de la elección de los demás y de sus derechos a mi manera,
que sin saberlo era la manera más propia a lo que siempre se
ha llamado verdad y libertad. Desde el exilio soy y seré feminista, defensora de los DD. HH., pero nunca más seré de la izquierda, aunque se me tilde de reaccionaria. ¿Conservadora?
Sí. Hoy solo salvaremos algo de lo queda del mundo occidental tal como ha sido culturalmente hasta ahora intentando
conservarlo desde una idea occidental tradicional y aglutinadora en una solo dirección, la de la aceptación del prójimo tal
como es, y no imponiendo modelos de ideologías, religiones y
actuaciones.
En mi país, los barbudos que bajaron de la Sierra Maestra
y que impusieron su poder mediante el terrorismo se hicieron pasar por católicos, por cristianos, y se colgaron al cuello
los crucifi jos, pero enseguida que tomaron el cetro del poder
empezaron sin denuedo a perseguir hasta la muerte y el destierro a los creyentes católicos; encarcelaron a curas, como al
sacerdote Miguel Ángel Loredo, expulsaron a monjas y a curas.
Más tarde, cuando los de la OLP se instalaron en Cuba,
invitados por Fidel Castro, amigo íntimo de Yasser Arafat, al
que hoy el mundo quiere ver como un demócrata, vaya comedia, Fidel Castro la emprendió contra los cubanos de origen
judío, aunque cuidándose mucho de que alguien le sacara aquel
ejemplar de Mi lucha de Adolfo Hitler acotado por los bordes
y subrayado de forma admirativa por él mismo, el revolucionario de moda y de salones mundiales en el que se convirtió.
El ejemplar apareció décadas más tarde en Madrid, lo tenía en
su poder un joven cubano exiliado que cometió el error de dar
la voz de que quería entregarlo a la prensa; ahí mismo tuvo un
accidente de tráfi co en una calle oscura de la capital española,
y el libro del Fürher, como por arte de birlibirloque, desapareció del cuarto que alquilaba.
Las sinagogas habaneras eran vigiladas día y noche, el acoso
contra los negocios judíos fue permanente hasta que consiguieron su desaparición… En marzo del año 2011, el activista
judío-americano de la USAID (Agencia de Estados Unidos
para el Desarrollo Internacional) Alan Phillip Gross fue acusado en La Habana por haber cometido crímenes contra el estado cubano debido a haber aportado equipos satelitales e
informáticos a los miembros de la comunidad judía cubana;
las autoridades manifestaron entonces que lo había hecho sin
el permiso requerido en virtud de las leyes castristas. Como es
habitual, acusado de trabajar para la CIA, fue reconocido culpable por «cometer actos contra la independencia y la integridad territorial del Estado». Fue liberado el 17 de diciembre del
2014, tras una intensa campaña internacional liderada por su
esposa y por varias organizaciones del exilio cubano, así como
por el gobierno de Barack Obama. El intercambio le ha costado
mucho a mi país, tras un supuesto «deshielo» de las tensiones
históricas entre Washington y La Habana a cambio de la liberación de Gross, «deshielo» que no llegó ni siquiera a derretido
frappé, pero de lo que en cambio sí mucho se benefi ció la tiranía, y en nada el pueblo cubano. Alan P. Gross salió de la cárcel
muy enfermo, absolutamente deteriorada su apariencia física,
e incluso había perdido los dientes. Salvo algunas declaraciones sobre su situación, el activista nunca más se ha referido a su
caso ni a sus amargas vivencias en la isla.
Las personas que queremos vivir en libertad debemos tener
muy claro que ahora mismo se impone una unión en contra del
mal provocado por los totalitarismos, cualesquiera que sean,
pero que pretendan la sumisión del otro mediante la violencia
y el crimen. No voy a evitar nombrarlos, porque en la actualidad se han unido en una sola palabra: islamocomunismo o
islamoizquierdismo. Una resistencia unida judeocristiana es
hoy más que nunca necesaria y urgente.
(COMPLETO) Conversatorio con Zoé Valdés sobre Cuba y Venezuela
Europa atraviesa un proceso histórico que muchos prefieren ignorar por miedo a ser señalados: una conquista silenciosa del islamismo, amparada por la permisividad política, el buenismo mediático y una cultura progresista que confunde tolerancia con rendición. No se trata de una invasión con armas y ejércitos, sino de un cambio demográfico, cultural y social, impulsado por la inmigración masiva desde países musulmanes y por la incapacidad —o el desinterés— de los gobiernos para defender los valores que nos han definido durante siglos.
Los datos son claros: en ciudades como Bruselas, Marsella, Malmö o el Rabal, el porcentaje de población musulmana supera ya el 25%. En barrios enteros, la ley islámica —sharía— marca las normas sociales, relegando a un segundo plano la legislación nacional. Mientras, los gobiernos socialistas y liberales, en lugar de exigir integración real, adaptan sus políticas para no “ofender sensibilidades”, desde permitir el uso del velo en espacios oficiales hasta financiar asociaciones que promueven un islam político.
Este fenómeno no es fruto del azar. Los movimientos islamistas saben que la demografía es su mejor arma: tasas de natalidad muy superiores a la media europea, sumadas a una inmigración continua, proyectan que en menos de medio siglo el peso político y cultural del islam en Europa será determinante. Y no se trata de la fe privada de millones de personas, sino del proyecto ideológico de quienes quieren moldear Europa bajo parámetros religiosos incompatibles con la libertad individual, la igualdad de género o la separación entre Iglesia y Estado.
El progresismo actual, con su obsesión por el multiculturalismo acrítico, está allanando el terreno. La autocrítica a nuestra propia historia y la culpabilización constante de Occidente generan un vacío que los discursos islamistas llenan con facilidad. Mientras se censura cualquier voz que alerte del problema, se permite que crezcan guetos culturales y zonas de no integración, donde la autoridad del Estado se difumina.
La historia nos enseña que las civilizaciones no siempre caen por ataques externos, sino por rendirse desde dentro. Roma no cayó de un día para otro; se desangró por su propia debilidad y complacencia.
Europa corre el mismo riesgo. Defender nuestras raíces grecorromanas, cristianas y humanistas no es xenofobia: es supervivencia cultural. Ignorar esta realidad hoy es condenar a nuestros hijos a vivir en una Europa irreconocible mañana.
Con los crecientes procesos migratorios aparentemente individuales y espontáneos, nuestros estados enemigos nos envían a los desahuciados de sus sociedades para desestabilizarnos, creando aquí un paulatino declive económico, y el socavamiento de nuestro orden y paz sociales. Detrás se encuentra, desde hace decenios, la influyente financiación de potencias arabo-musulmanas, y organizaciones como los Hermanos Musulmanes, infiltradas en nuestras instituciones públicas y privadas, con el fin de ocupar Occidente para su islam. Con la explotación artificialmente exagerada de valores aceptados por todos los occidentales, como son la igualdad, la libertad religiosa, la no discriminación o el racismo, van apoderándose de mayores esferas en nuestra sociedad, e introduciendo valores incompatibles -cuando no subversivos- con nuestras sociedades libres y democráticas. Todo ello con la complicidad, la intimidación, y el amordazamiento por parte de un sector de nuestros políticos en su propio beneficio electoral; y el encubrimiento, engaño y ocultación de sus medios afines. Ninguna obligación legal internacional aprobada en otros tiempos y circunstancias, puede hoy abocarnos o servir como excusa para implantar el caos y el deterioro en nuestras sociedades occidentales. Vivimos los últimos estertores de una Europa ocupada, extorsionada, hostigada y abusada, pero inerme.
¿Una solución pacífica es aún posible para recuperar nuestras calles de su degradación y peligrosidad, y revertir el caos económico y social al que nos dirigimos?
En las últimas décadas, Europa ha experimentado una transformaci ón demográfica y cultural sin precedentes, impulsada en gran parte por los flujos migratorios provenientes de países de mayoría musulmana. Este fenómeno ha suscitado debates intensos y polarizados sobre la integración, la seguridad y la identidad cultural del viejo continente. Ahora, un nuevo libro recién publicado por SN Editores, Hacia una Europa islamizada de Alejandro Espinosa Solana, aborda este complejo tema con una perspectiva crítica y magníficamente documentada, ofreciendo un análisis exhaustivo de los desafíos que enfrenta Europa en la actualidad relacionados con este tema. Alejandro Espinosa Solana no se limita a exponer los hechos; su obra es un auténtico llamamiento a la reflexión profunda sobre las consecuencias a largo plazo de la inmigración masiva y descontrolada. A través de un riguroso examen de datos, testimonios y casos concretos, el autor nos lleva a cuestionar sobre las actuales políticas migratorias, especialmente, sobre la falta de previsión, voluntaria o inconsciente, de las autoridades europeas.
Espinosa Solana explora también, con una lacerante destreza, cómo la inmigración no regulada ha contribuido en la UE al surgimiento de no pocas sociedades paralelas, donde la integración efectiva se ve obstaculizada por diferencias culturales y religiosas insalvables. Con valentía inusitada y especialmente plausible en el acomodado, acobardado y cómplice panorama político e intelectual presente, el autor se adentra en los aspectos más oscuros y menos discutidos de este fenómeno, como el aumento de la delincuencia, la radicalización terrorista y la creciente y dramática influencia de determinados estados extranjeros en el tejido social y económico europeo.
Su análisis revela una estrategia de desestabilización que va más allá de la mera llegada de inmigrantes, sugiriendo una forma de "guerra híbrida" en la que se combinan elementos de presión demográfica, económica y cultural para socavar las bases éticas, políticas, culturales y religiosas de las sociedades europeas. Este gran libro no es, de ningún modo, un demagógico ataque contra los inmigrantes per se, sino una crítica a las políticas y a la gestión de un problema que afecta a todos los ciudadanos.
Espinosa Solana defiende que la inmigración debe ser gestionada de manera responsable, asegurando que las personas que lleguen al continente estén dispuestas a respetar y contribuir positivamente a la sociedad que las acoge. En este sentido, el autor nos insta a enfrentar la realidad con arrojo y a tomar medidas que garanticen la cohesión social y la seguridad en Europa. Al abrir las páginas de
Hacia una Europa islamizada, los lectores se encontrarán con una obra provocadora, revolucionaria y esencial para comprender uno de los mayores retos de nuestro tiempo.
Con este magnífico libro, Alejandro Espinosa Solana nos ofrece de forma pionera en las últimas décadas una perspectiva clara y contundente sobre una problemática que no podemos ignorar, y nos invita a participar en un debate necesario para el futuro de Europa.
Tras un primer llamamiento a la unidad de Europa en Octubre de 1922, Coudenhove-Kalergi propuso en 1923 el primer proyecto moderno de una Europa unida, expuesto en su libro Pan-Europa.
Esta obra profética sigue fascinando por su actualidad. Según Coudenhove-Kalergi Europa es heredera de un rico pasado y debe estar unida para sobrevivir, aunque preservando las particularidades de todos sus pueblos. El rechazo a todo prejuicio nacionalista, la defensa de la libertad y la consolidación de la paz son, junto con la reconciliación de Francia y Alemania, los pilares de la unidad europea.
Traducido a numerosos idiomas, este llamamiento tuvo un gran eco en medios intelectuales y políticos: en él se pasa revista a las causas de las crisis europeas, se esbozan soluciones concretas y, sobre todo, la unión de Europa aparece como algo plausible y deseable y no como una lejana utopía. Además interroga sobre la cuestión fundamental de la dimensión espiritual e intelectual de la unión del viejo continente.
PRÓLOGO
Pocos son los libros que, después de siete decenios, pueden aparecer de nuevo —con pequeñas modificaciones, es verdad— manteniendo intactos y vigentes sus principios fundamentales. Ésta es una característica de Pan-Europa, de Coudenhove-Kalergi, publicación que posee todavía una utilidad incontestable para todos aquellos que se preguntan por el futuro de nuestro continente. Este libro pertenece, por tanto, a la categoría de esas pocas publicaciones que, como las de Montesquieu o las de Jacques Bainville, tienen validez en todas las épocas porque contienen verdades inmutables, frecuentemente olvidadas. Las Sagradas Escrituras nos hablan de los profetas.
Los que hemos tenido la suerte de encontrarnos o de hablar con Coudenhove-Kalergi sabemos que, si hubiera vivido en aquella época, hubiera sido considerado como un profeta. Ya desde su juventud nos vino mostrando las leyes fundamentales que rigen nuestro continente e indicando los remedios que pueden ayudarnos a resolver unos problemas seculares. Ha sido una tragedia para Europa que sus contemporáneos muchas veces no hayan realizado, y ni siquiera comprendido, lo que él decía. Actualmente, más que nunca, se llega a la conclusión de que los remedios propuestos por CoudenhoveKalergi, en lo que concierne a la política europea y al porvenir de Pan-Europa, constituyen la buena solución. Por tanto, está más que justificado publicar de nuevo un libro que, en los años críticos en que vivimos, nos muestra el verdadero camino del futuro. En este sentido, deseamos a esta publicación el mayor éxito, especialmente en aquellos países que tienen aún problemas en sus relaciones con la Unión Europa. Dentro de la Unión Europea, este libro muestra, especialmente a los gobernantes, que ha pasado la hora del pequeño nacionalismo provinciano y que su mirada debe dirigirse actualmente hacia unos horizontes más altos y más lejanos.
Otto de Habsburgo,
Presidente de la Unión Paneuropea Pöcking,
otoño de 1996
Prefacio
Todos los grandes acontecimientos históricos comienzan en forma de utopía y terminan siendo realidad.
Este libro tiene por objeto despertar un gran movimiento político que dormita aún en todos los pueblos de Europa. Muchos son los hombres que soñaron con una Europa unida, pero pocos los decididos a crearla. Estéril en cuanto meta del deseo, esta idea puede dar frutos si se convierte en objetivo de la voluntad. La voluntad de los europeos, he aquí la única fuerza que puede hacer realidad a Pan-Europa.
La voluntad de los europeos es también la única fuerza que puede sostener a Pan-Europa. Cada uno de los europeos tiene, por tanto, en su mano una parte del destino de su mundo. Mientras estoy escribiendo estas líneas, se reúne en Chile la V Conferencia Panamericana, Rusia está trabajando en su propia reconstrucción con toda la energía de que es capaz, el Imperio británico está superando la crisis que ha seguido a la guerra y el Extremo Oriente está libre de la espada de Damocles, el peligro de una guerra americana.
Entretanto, Europa va dando tumbos, sin guía y sin plan, de una crisis a otra. Los soldados franceses y belgas continúan ocupando el centro industrial de Alemania. Sobre Tracia pende la amenaza diaria de una nueva guerra. Por todas partes reina la miseria, la inquietud, el descontento, el odio y el miedo. Mientras que el resto del mundo da cada día un paso hacia delante, Europa retrocede cada día más. Esta constatación constituye en sí ya un programa.
La causa de la decadencia de Europa es política, no biológica. Europa muere no de vieja, sino porque sus habitantes se matan y se destruyen unos a otros con todos los medios de la técnica moderna. Europa es todavía la reserva humana cualitativamente más fértil del mundo. Los dinámicos americanos no son otra cosa que europeos transplantados a un nuevo medio ambiente político. No son los pueblos de Europa los que padecen senilidad, sino únicamente su sistema po lítico. La transformación radical de este sistema puede y debe dar lugar a la cura total de este continente enfermo. La Guerra Mundial ha transformado el mapa político de Europa, pero no su sistema político.
En Europa sigue reinando la anarquía internacional, la opresión de los débiles por los fuertes, un latente estado de guerra, la desmembración económica, la intriga política. La política europea de hoy se parece más a la política del ayer que a la política del mañana. Europa tiene vuelta su cabeza hacia el pasado, en vez de mirar hacia delante. El mercado del libro está inundado de memorias. En el debate público se discute más sobre el origen de la última guerra que sobre cómo evitar la futura.
Esa eterna mirada hacia el ayer es la causa principal del movimiento reaccionario y de la división de Europa. Es a la juventud europea a quien corresponde modificar este estado de cosas. La juventud europea está llamada a levantar una nueva Europa sobre las ruinas de la antigua: a sustituir la Europa anárquica por una Europa organizada. Si los hombres de Estado europeos se niegan a reconocer y a realizar este objetivo, serán barridos por los pueblos con cuyos destinos están jugando. Hay dos problemas candentes que pesan sobre nuestro continente: la cuestión social y la cuestión europea; la lucha entre las clases y la lucha entre los Estados de Europa.
La cuestión social es el tema número uno de la discusión pública: da origen y divide a partidos políticos y aparece miles de veces ante la opinión pública de todos los países. Por el contrario, la cuestión europea, que no tiene menor importancia, ni siquiera se menciona. Muchos ni siquiera han oído hablar de ella. Es un problema relegado al ámbito de la literatura y de la utopía, nadie se lo toma en serio. Y sin embargo, de su solución depende el futuro de nuestra cultura y el de nuestros hijos. La cuestión europea se plantea en estos términos:
¿Puede Europa, con su división política y económica, garantizar su paz y su independencia frente a las potencias mundiales extraeuropeas emergentes o está forzada a organizarse en una federación de Estados para salvar su existencia?
Plantearse esta pregunta es ya responder a ella. Por esto, nadie se la formula y todo el mundo la escamotea. Es verdad que en el debate público se habla mucho de las cuestiones europeas, pero jamás de la Cuestión Europea, en la que tienen sus raíces todas las demás, lo mismo que las cuestiones sociales tienen su raíz en la Cuestión Social en general. Así como actualmente todo europeo está obligado, en política interior, a adoptar una posición frente a la Cuestión Social, así también, en política exterior se verá obligado a adoptar una posición frente a la Cuestión Europea.
La unión de Europa o su división, su organización o su anarquía, su resurrección o su muerte dependerá de la voluntad de los europeos. Pero hay una cosa que no debe volver a ocurrir: que los responsables políticos escamoteen una cuestión que es vital para 300 millones de hombres súbditos suyos.
En una palabra, la Cuestión Europea debe ser discutida en toda su profundidad ante la opinión pública del continente, en la prensa, en la literatura política, en las reuniones políticas, en los parlamentos y en los gobiernos. El tiempo apremia. Mañana podría ser quizá demasiado tarde para resolver la Cuestión Europea: por esto, es preferible comenzar ya hoy mismo. Europa, que ha perdido casi totalmente la confianza en sí misma, espera ayuda del exterior:
unos de Rusia, otros de América. Ambas esperanzas constituyen un peligro de muerte para Europa.
Ni el Este ni el Oeste quieren salvar a Europa: Rusia quiere conquistarla, América quiere comprarla. Entre la Escila de la dictadura militar rusa y la Caribdis de la dictadura financiera americana sólo hay un camino estrecho que conduce a un futuro mejor. Este camino se llama Pan-Europa y significa: que Europa debe ayudarse a sí misma constituyéndose en una unión político-económica. Se le reprochará a Pan-Europa ser una utopía. Pero este reproche no se sostiene. No hay ley natural alguna que se oponga a su realización. Responde a los intereses de una aplastante mayoría de europeos y solamente va contra los intereses de una minoría cada vez más reducida.
Esta pequeña minoría, que es poderosa y que actualmente dirige los destinos de Europa, querrá marcarle a la idea de Pan-Europa con el sello de la utopía. A éstos habrá que responderles que los grandes acontecimientos históricos comienzan en forma de utopía y terminan siendo realidad. En 1913, las Repúblicas polaca y checoslovaca eran utopías. En 1919 eran realidades. En 1916, la victoria de los comunistas en Rusia era una utopía. En 1917 era una realidad. Cuanto menor sea la fantasía de un político, tanto mayor parecerá el reino de la utopía y tanto menor el reino de lo posible. La historia del mundo tiene más fantasía que sus marionetas y está constituida por una cadena de sorpresas, de utopías hechas realidad. El que una idea no pase de ser una utopía o, por el contrario, se convierta en realidad depende normalmente del número y de la convicción de sus defensores.
Mientras sean miles los que crean en Pan-Europa, será una utopía. Cuando sean millones los que crean en ella, será un programa político. Tan pronto como sean cien millones los que crean en ella, será realidad.
El futuro de Pan-Europa dependerá, por tanto, de que los mil primeros defensores tengan la fe y el poder de persuasión necesarios para convencer a millones y para hacer de la utopía de ayer la realidad de mañana. Llamo a la juventud de Europa a realizar esta obra.
La forma de constitución que sustituyó al feudalismo y al absolutismo fue la democracia; la forma de gobierno, la plutocracia. Hoy, la democracia es una fachada de la plutocracia: como las naciones no tolerarían una forma pura de plutocracia, se les concedieron poderes nominales, mientras que el poder real descansa en manos de los plutócratas. Tanto en las democracias republicanas como en las monárquicas, los estadistas son marionetas, los capitalistas son los titiriteros; dictan las directrices de la política, gobiernan mediante la compra de la opinión pública de los votantes y, a través de las relaciones profesionales y sociales, de los ministros.
En lugar de la estructura feudal de la sociedad, intervino la plutocracia; el nacimiento ya no es el factor decisivo para el rango social, sino los ingresos. La plutocracia de hoy es más poderosa que la aristocracia de ayer: porque nadie está por encima de ella salvo el Estado, que es su herramienta y el ayudante de su ayudante.
Cuando aún existía la verdadera nobleza de sangre, el sistema de aristocracia por nacimiento era más justo que el de la aristocracia adinerada de hoy: porque entonces la casta gobernante tenía sentido de la responsabilidad, cultura y tradición, mientras que la clase que gobierna hoy carece de sentimientos de responsabilidad, cultura o tradición.
Hay pocos temas de tan rabiosa actualidad como la problemática identitaria española, por ello el autor pretende esclarecer la misma, amén de señalar claves e indicios para un nuevo marco futuro, que ya está aquí. En una primera parte nos acercará a la cuestión identitaria y al problema del separatismo, repasando tanto nuestra historia como el problema que dicho secesionismo conlleva. Y en el segundo tramo nos analizará las claves fundamentales de la identidad española, las cuales nos permitirán algo tan bello como necesario: El reencuentro con nosotros mismos.
Esto no es un libro más que busque ensalzar lo hispano, es un libro para que tanto España como los españoles despertemos y nos reconozcamos a nosotros mismos y nuestro papel en la historia universal. Es la hora y, además, decisiva. Si apuestas por la negación y porque la luz se apague, este no es tu libro. Si apuestas porque nuestro camino continúe, este libro, que se consagra a dicha tarea, es para ti…
Prefacio
En esta obra se recogen los distintos capítulos que he ido escribiendo sobre la identidad de España, sus controversias, sus raíces y su herencia histórica.
Todos ellos ordenados y estructurados en torno a una temática común: esclarecer la problemática identitaria española y señalar claves e indicios para un nuevo paradigma de cara a un futuro que ya está aquí… El libro se divide en dos partes:
en la primera nos acercamos a la cuestión identitaria en España y al problema del separatismo. Repasamos tanto nuestra historia como el problema que dicho secesionismo acarrea.
En la segunda recogemos claves fundamentales de la identidad española. Claves que sirven de reencuentro con nosotros mismos, nuestra historia y nuestra identidad.
Finalmente, en el epílogo, hacemos una síntesis de todo lo planteado y destilamos no solo los puntos fundamentales que quedan sobre la mesa, sino también el mapa general de situación, y norte y brújula de actuación.
*
No se trata de un texto político, en el sentido de ideología, análisis, programa, estrategia, táctica, etc. Pero sí lo es en cuanto a «cosmovisión». Hablamos de la concepción del mundo y, sobre todo, nos hacemos eco de la crítica a la modernidad desde dicha concepción y cosmovisión, que no será otra que la de la doctrina tradicional1.
*
España tiene abierto enfrente de ella un tiempo para reformular su lugar en la modernidad. Una reformulación en la que se juega el ser o no ser, y que implica repensarse a sí misma, su origen, sentido, dirección y prosperidad. Para ello es necesario pasar página de algunas cosas y también recuperar otras. Y desde ahí, ser capaces de ir más allá… Humildemente con esa intención se ha escrito este libro.
El problema español
Españaen el laberinto
España se encuentra, desde hace quizás algo más de 100 años, en ausencia de un principio espiritual de cohesión nacional. Y es en ausencia de dicho principio que ha prosperado entre nosotros el nacionalismo en sus formas más perniciosas. Si dicho principio hubiera estado asentado, el separatismo y sus problemáticas nunca hubieran llegado a salir de la marginalidad política.
*
España sufre a día de hoy una crisis de nación, una crisis de identidad… Como nación histórica y canónica, como raíz y proyecto común de todos los españoles, sean estos de Cataluña, País Vasco, Andalucía o Galicia.
España es puesta en duda sistemáticamente. Y sin esta crisis de identidad, el separatismo sería marginal e irrelevante para la vida política española. No tendría la fuerza que tiene.
Gran parte de esta crisis es debida al nacionalismo. A la ideología nacionalista. Ya sea por lo que fue en el pasado el nacionalismo, por decirlo así, «españolista» del franquismo, ya sea por el nacionalismo secesionista y antiespañol del separatismo catalán o vasco de nuestro tiempo. Este nacionalismo de un lado y otro enturbia y confunde la cuestión identitaria española.
Frente a este problema tanto la izquierda como la derecha españolas actuales parecen no saber dar una respuesta ni entender el problema. La izquierda, porque aparenta estar completamente fuera de juego respecto de la cuestión identitaria española, de la que parece no tener siquiera consciencia o solo tenerla para adecuarla a las demandas y los paradigmas del separatismo. Y la derecha, tecnocrática y economicista, porque a un aparente desinterés por la comprensión de la realidad desde las humanidades acompaña una obsesión por lo que llaman «marca España» que poco o nada tiene que ver con la dimensión y cuestión identitaria de lo español y sus problemáticas.
Los orígenes de la problemática identitaria española pueden posiblemente rastrearse en las problemáticas de la España tradicional y premoderna a la hora de engarzarse en la propia modernidad. Problemáticas que se traducirán en las dificultades para dar a luz un auténtico proyecto español de comunidad política y cultural en el mundo moderno.
En todo caso, y más allá de la reflexión y discusión sobre dichos orígenes, en lo que ahora nos atañe la cuestión fundamental es que el problema no lo tenemos tanto con el hecho diferencial catalán, vasco, gallego o andaluz… Como con la ideología nacionalista propiamente dicha y el uso de parte que hace de dicho hecho diferencial. Todo ello facilitado por la ausencia, a su vez, de una verdadera consciencia identitaria española. No tenemos así un problema con lo identitario catalán, vasco o gallego… Tenemos un problema con el nacionalismo y el uso que este hace de lo identitario. Uso que solo puede prosperar y resultar verosímil en sus tergiversaciones, en el contexto de una ignorancia e inconsciencia de la identidad común española. En el contexto de una suerte de «ignorancia de nosotros mismos».
Paradójicamente, dará la impresión de que dicha carencia de una consciencia identitaria española, dicha combinación de ignorancia, indiferencia y complejo respecto de lo español, habrá nacido en gran medida como consecuencia del nacionalismo franquista y su uso abusivo e ideológico, unilateral y de parte de España y lo español. Apropiación del nacionalismo franquista de la cuestión identitaria española que, una vez agotado el franquismo, parecería habernos dejado acomplejados y confusos respecto del valor y sentido de la propia españolidad. Toda vez que, además, dicho nacionalismo franquista tiene enfrente a los distintos nacionalismos secesionistas como contraimagen y sombra de su propio existir y accionar. Nacionalismos secesionistas que, como en un movimiento pendular, han hecho de los últimos cuarenta años una ocasión para su desarrollo, aprovechando dicho complejo y confusión.
El problema que afrontamos es así un problema no tanto político o económico como ideológico. Un problema con la ideología nacionalista, de un lado y del otro, y sus consecuencias y proyecto.
Insistimos en este sentido en que no hay un verdadero problema con el hecho diferencial catalán o vasco, sino con el plan que el nacionalismo separatista, desde el comienzo mismo de la democracia del 78, ha tenido, mantenido y cultivado con la excusa de dicho hecho diferencial.
Plan que responde más a la ideología que a la realidad, para el que apenas cabe autocrítica ni cuestionamiento interno, y que, a su vez, no hubiera en ningún caso prosperado si no hubiéramos vivido en ausencia de una consciencia identitaria española.
Ausencia larvada paradójicamente en otro nacionalismo, el nacionalismo franquista.
El problema es así el nacionalismo en sus diversas formas: centralista y separatista, pero nacionalismo en todo caso. Vicio y perversión de la virtud del patriotismo, y adulteración y malversación de la sana consciencia identitaria. En este orden de cosas, creemos que no es exagerado decir que España se encuentra, desde hace quizás algo más de 100 años, en ausencia de un principio espiritual de cohesión nacional. Y es en ausencia de dicho principio que ha prosperado entre nosotros el nacionalismo en sus formas más perniciosas2. Si dicho principio hubiera estado asentado, el nacionalismo y sus problemáticas nunca hubieran llegado hasta el punto en que ahora se encuentran, y estamos convencidos de que a día de hoy estarían en el ámbito de la marginalidad política.
Repensar España es así tarea fundamental de nuestro tiempo, y en ella la consciencia identitaria española, común y a su vez diversa y heterogénea debe saber imponerse a las adulteraciones de todo nacionalismo, cuyas argumentaciones difícilmente resisten la objetividad. Y deberá llevarse a cabo esta labor de mano de la reelaboración de esos principios espirituales de cohesión fraternal, sin los cuales la deriva nacionalista y el laberinto en el que nos ha metido no terminarán de quedar atrás.
En este sentido, y aunque solo sea para, a nivel personal, resistir a la propaganda, la demagogia, la confusión, y no dejarnos llevar por los disparates nacionalistas o desanimarnos frente al páramo identitario español, planteamos seguidamente algunas pautas y reflexiones.
En primer lugar, España, en su recorrido histórico político, étnico cultural y desarrollo antropológico, es una raíz común de la que surgen los distintos pueblos y regiones de España. España no es así una comunidad de vecinos de la que se entra y se sale sin más. No somos pueblos extraños entre sí conviviendo en un mismo lugar.
Somos un conjunto de pueblos hermanos de cuya, por decirlo así, consanguinidad histórica cultural no podemos sustraernos sin romper la unidad familiar, sin afrentarnos entre hermanos, sin faltar a nuestra raíz común. Tenemos, de este modo, las mismas raíces y somos las mismas gentes, pero con diferentes ramas, estilos o personalidades colectivas. Pueblos hermanos que, cada cual a su manera, participan de una genérica cultura española o ser español que todo visitante extranjero reconoce en cuanto pisa nuestra tierra. Hermanos así en una suerte de España prepolítica.
Una España cultural y antropológica anterior a su cristalización en un proyecto político concreto.
Una España de la que, en este sentido, se es no por sentimientos o filiación política, sino como el universo cultural, antropológico y étnico de hecho, a partir del cual hacemos nuestra vida y nuestra persona. Españolidad de hecho para la que nuestros sentimientos de españolidad o inclinaciones políticas ni aportan ni quitan nada al hecho de ser españoles. Pues, en este ámbito, se es español no por filiación política o sentimental, sino por identidad cultural y antropológica. Se tenga consciencia de ella o no.
Somos así una de las identidades colectivas de Europa, como puedan serlo los británicos o los escandinavos, y con mayor o menor acierto, y conforme a nuestras circunstancias y vicisitudes históricas, hemos conseguido «no dejar de ser españoles» y darnos un proyecto político común de siglos de antigüedad. Dicho esto, España no solo será así una raíz común cultural, antropológica e histórica, sino que, además, habrá sido con distintas formas y peculiaridades un proyecto político común para dicha raíz y su diversidad de pueblos y regiones.
España es también, y valga la redundancia, el proyecto político para las gentes de España. Desde la Hispania romana, que aglutina en un mismo ente administrativo a los distintos pueblos de la Hispania Antigua, al reino godo de Toledo, primer Regnum Hispaniae y, por ende, proyecto político común para toda España. Del ideal neogótico que en algún momento informó a todos los reinos de la España cristiana frente al islam; León, Navarra, Aragón o Portugal… A esos primeros «españoles» que se mencionan en el reino franco para referirse indistintamente a los habitantes de Aragón, los condados catalanes y, en general, la marca hispánica. De la unión territorial de los Reyes Católicos y el rey Fernando afirmando que dicha unión «restaura» la unidad del reino godo de Toledo, a un Cervantes o un Lope de Vega que en repetidas ocasiones afirman su condición de españoles y su convicción política española.
España como proyecto político no es así un invento de Franco… No es una cáscara vacía sin refrendo histórico a lo largo de los siglos.
La España política es, por el contrario, una larga andadura, con luces y sombras, aciertos y desaciertos, mayor o menor consciencia por parte de los españoles, pero realidad inapelable que, desde la objetividad, no puede ser negada… Dicha España política, por otro lado y como hemos señalado anteriormente, no se habrá construido sobre una miríada de pueblos extraños, naciones en sí mismas sin mayor vínculo entre sí que la vecindad territorial… No, no habrá sido así…
La España política se ha proyectado y desarrollado sobre pueblos hermanos de raíces comunes, partícipes todos de una diversa pero fehaciente cultura española o ser español. Lo que nos configura como uno de los grupos étnicos culturales de Europa (el de los españoles), grupo que como conjunto poseerá a su vez subgrupos dentro de sí, como puedan ser los catalanes, castellanos, vascos, extremeños o andaluces. Pueblos hermanos, que no vecinos. Vecinos tenemos. Marruecos y el Magreb son nuestros vecinos, y a la vista está que no son españoles ni nosotros marroquíes. También a la vista estará que, si Marruecos y el Magreb son vecinos, Cataluña y Aragón son algo más: son pueblos hermanos…
Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, ningún pueblo de España existe por sí mismo como raíz propia desvinculada del tronco común de lo español. No somos una comunidad de vecinos… Esto no es verdad. No hay distancias insalvables en nuestros distintos perfiles y personalidades colectivas como para considerarnos gentes extrañas.
Somos pueblos hermanos y, como tales, políticamente debemos actuar. Todo ello nos conduce en puridad a afirmar la existencia de un ámbito cultural español del cual participan los distintos pueblos y regiones de España, una dimensión identitaria española. Además, nos conduce a aspirar, más allá de desavenencias, desencuentros y rencores, a un proyecto político común para todas las gentes de España. A una España política que, unida en la diversidad y diversa en la unidad, de traducción política a nuestra hermandad antropológica, histórica y cultural.
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Castilla, en gran medida, capitaneó el proceso político de reunificación que supone el Medievo español tras la invasión islámica y la caída el reino godo de Toledo. Pero esa capitanía fue disputada por todos en algún momento del Medievo, ya sean Navarra, Aragón o Portugal, y todos ellos, al igual que Castilla, conforme al mismo ideal neogótico y la misma vocación de protagonismo e impronta en las distintas regiones de España. Castilla finalmente fue la que se impuso y el castellano ha terminado siendo, desde hace mucho tiempo, la lengua común de toda España. Esto sin detrimento de que existan otras lenguas españolas, como el catalán, el gallego o el vascuence, que, siendo españolas, no han tenido la repercusión del castellano. Esta preponderancia del castellano solo desde la ideología nacionalista puede usarse como arma arrojadiza, ya sea para laminar las otras lenguas de España, ya sea para hacer valer un independentismo antiespañol.
Por otro lado, este Medievo español nunca puede ser entendido si obviamos al reino godo de Toledo y su Regnum Hispaniae. Su reino de España, primera realidad política de una España unida que, como ideal de reino perdido, alimentará el discurso neogótico de todos los reinos cristianos surgidos en España tras la invasión musulmana. Reino y unidad perdidos que afirmará el propio Fernando el Católico al hablar de restauratio con la conquista de Granada y que afirmará el pueblo llano cuando, en sus romances sobre la invasión islámica, la llamen literalmente «la pérdida de España».
Españoles que como tales ya son señalados, en la Edad Media y en el mundo franco, los habitantes de la marca hispánica (ya sean aragoneses o catalanes), o donde Navarra y Aragón son señalados como reinos de España en los versos del Cantar de mio Cid. Del mismo modo, los conflictos entre foralismo y centralismo, entre federalismo medieval y austracista y centralismo borbónico, son conflictos no entre naciones, sino entre modelos administrativos fruto de diferentes filosofías políticas. No son conflictos identitarios y de nación a nación, sino que, para el caso concreto de la guerra de sucesión, suponen el enfrentamiento entre un modelo territorial de raíces medievales, y por tanto sesgos confederales, y un modelo centralista de raíces modernas e ilustradas. Modelo austracista y modelo borbónico que, en ningún caso, podrán suponer una lucha nacional de Cataluña contra España y que, por el contrario, es reflejo de las convulsiones que en toda Europa está produciendo el paso de la Europa tradicional a la Europa moderna. Conflicto que se prolonga durante el siglo XIX y al que también podrán adscribirse las guerras carlistas, enarboladas en no pocas ocasiones por el nacionalismo vasco como excusa justificadora de su discurso.
En este sentido, el largo, problemático y cruento proceso de cerca de tres siglos a través del cual España se va incorporando a la modernidad (proceso que casi nos atrevemos a decir que concluye con la muerte de Franco) no es escenario de luchas nacionales por la independencia, sino escenario de guerras civiles entre españoles. Guerras civiles que no son sino la parte española de la guerra civil europea que supuso el tránsito de los modelos tradicionales de raíces medievales a los modelos modernos enraizados en la Ilustración y la Reforma protestante. Solo la ideología nacionalista es la que, haciendo uso tergiversador e interesado de la historia, pretende que dicho proceso histórico sea reflejo de una lucha nacional por la independencia. Solo la ideología nacionalista considera que aquellos conflictos son albur de una lucha contra España y por la libertad.
Y es que, como hemos señalado anteriormente, nuestro problema no es con el hecho diferencial de unos u otros, sino con el discurso que el nacionalismo quiere hacer de dicho hecho diferencial aun a riesgo de manipular la historia. En este sentido, hay que insistir en que el problema que plantea el separatismo es en gran medida un falso problema, pues existe fundamentalmente porque hay nacionalistas. Y la razón de ser de los nacionalistas en primer lugar, e independientemente de todos lo demás, es crear su nación. Esto incluso a costa de falsear y retorcer la historia, falsear y retorcer las palabras y conceptos, exacerbar las identidades colectivas, enfrentarlas entre sí o dividir la sociedad.
Y claro está, desde 1978 el nacionalismo no habrá hecho sino avanzar paulatinamente hacia donde indefectiblemente su propia naturaleza lo tenía que conducir: la revuelta contra el Estado. Obviamente dicha revuelta se habrá visto precedida de la correspondiente demagogia y victimización en torno a ofensas y agravios a los que solo ya la independencia podría dar una respuesta digna… Y sin embargo, la verdad es que, si no existieran nacionalistas o, mejor aún, si la ideología nacionalista hubiera quedado desenmascarada, difícilmente se habría llegado al punto en el que ahora nos encontramos y los nacionalistas no dejarían de ser una opción minoritaria y marginal.
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Ahora, dicho todo esto, hay que hacerse cargo de que nos enfrentamos a generaciones perdidas a las que nada de lo que se pueda argumentar les va a hacer cambiar de opinión. Tenemos enfrente de nosotros a numerosísimas personas con las que difícilmente se puede argumentar de forma racional, pues han hecho una adhesión sentimental y casi religiosa a los dogmas del separatismo.
«Suras del separatismo» que repiten como consignas de una religión revelada en las que la posibilidad de diálogo argumental, objetivo y racional es apenas posible. Y aun siendo evidente que no estamos hablando ni de religión ni de sentimientos, la deriva dogmática y sentimental está tan presente en no pocos ámbitos del nacionalismo separatista que tenemos que hacernos cargo de que el diálogo será prácticamente imposible. Pues sin un basamento de objetividad y racionalidad el diálogo político no es tal. Del mismo modo, ya sea por el franquismo, ya sea por la Guerra Civil, ya sea por alguna otra razón de posible trasfondo psicológico, en esos mismos ámbitos del separatismo más acérrimo es fácilmente reconocible una profunda endofobia. Un odio a España y a lo español y a todo lo que pueda simbolizar la presencia y realidad de España que de nuevo nos retrata un perfil y discurso de difícil contraargumentación racional3. Pues lo que tenemos enfrente es una exacerbación sentimental y prejuiciosa en la que España es caricaturizada de manera denigrante a través de tópicos casposos que se enarbolan a modo de prueba fehaciente del carácter fracasado y rancio de una nación a la que no se pertenece y hay que dejar atrás.
De nuevo, frente a planteamientos como estos, poco o nada se puede hacer desde el diálogo. Y guste o no lo que estoy diciendo ahora, será una triste realidad el saber que, en muchas ocasiones, enfrente de nosotros y en este debate, tendremos personas con las que será dificilísimo conversar de acuerdo con un horizonte de objetividad. Ni que decir tiene que en dichas posturas habrá mucho de contraimagen del discurso análogo pero antitético, que durante años se mantuvo por parte de algunos sectores del franquismo. Resultará así paradójico pensar que los últimos coletazos del franquismo no están tanto entre los nostálgicos del 20N como entre quienes siguen luchando contra Franco cuarenta años después y desde el nacionalismo separatista…
Por otra parte, y quizá por el mismo motivo, la izquierda española no ha hecho sino ponerse de perfil con esta cuestión. Como acomplejada por la idea de España, ha transmitido en no pocas ocasiones la impresión de entender España más como un entramado jurídico que conforma un Estado que como una realidad cultural, histórica y antropológica que conforma una nación de la cual dicho Estado no es sino su plasmación política. Es sintomática la insistencia en no pocos sectores de la izquierda en hablar de Estado español para referirse a España, y poner entonces el acento de la realidad nacional no en España, sino en Cataluña, País Vasco, Galicia e incluso Castilla.
España no tendría así sustancialidad nacional, y sí la tendrían sus regiones, siendo entonces que el Estado central a la mínima resultará sospechoso de «españolismo», de «franquismo», de «centralismo», de «fascismo»… Hasta tal punto llegará este dislate que el ámbito de la cultura popular afectada de endofobia y en maridaje de nacionalismo separatista e izquierda irredenta, a la música hecha en España la llama «música estatal», « rock estatal» o « movida estatal». Negándose a decir que tal o cual banda de rock es una banda de rock español o de rock hecho en España…
En fin, otra muestra más de la dimensión casi patológica que alcanza el separatismo, así como del lenguaje cargado de sofismas con el que insistentemente se adultera el debate y confunden deliberadamente las cosas. Ni que decir tiene que la derecha tampoco habrá hecho mucho para corregir esta irregularidad de nuestro país y en ella los complejos también estarán presentes. España apenas es reconocida así desde la derecha como realidad identitaria , y su existencia y defensa se centrará en la Constitución, la marca España, los éxitos internacionales de los empresarios españoles y los éxitos deportivos cuando los hay.
Una España sin arraigo y sin apenas raíces en la historia que parecerá poder solo ofrecerse y defenderse desde el patriotismo constitucional, la obsesión por la estabilidad económica y el triunfo en las competiciones deportivas. Con un panorama tan enclenque, tan acomplejado, tan confuso respecto de qué cosa es España y quiénes somos y qué nos une, no nos debe extrañar la indiferencia con la que no pocos españoles viven estas cuestiones. Como si la identidad nacional común y su plasmación política en un Estado fuera cosa de segundo orden, en la que todos pecan de nacionalismo (tanto los separatistas como los que se oponen al separatismo), repitiéndose entonces el mantra de que el problema territorial es un problema de choque entre dos nacionalismos obcecados.
Siendo entonces la solución una suerte de relativización de lo nacional y un repliegue a las preocupaciones individuales del ámbito más puramente personal: nuestro trabajo, los ingresos, la nómina, la hipoteca… Obviamente, una sociedad en la que la cuestión identitaria es vivida de manera exacerbada desde el nacionalismo o vivida desde la más pura indiferencia individualista y el relativismo, es una sociedad con un problema grave de autoconsciencia y autoconocimiento. Con un problema de identidad.
En este orden de cosas, no estará de más que al patriotismo social , del que se hace gala en algunos ámbitos políticos (que con razón señala como enemigos de nuestro país a la corrupción, la desigualdad, el paro, la falta de oportunidades, la agresión al medioambiente o la falta de empatía y solidaridad para con los más desfavorecidos), se le una también un patriotismo identitario capaz de defender sin complejos la realidad de España.
Un patriotismo identitario que afirme nuestras raíces comunes como un valor y vector de fuerza y apoyo mutuo; y nuestra diversidad y nuestra unidad como realidades que nos constituyen y enriquecen, y que no deben ser manipuladas por ningún nacionalismo de un sesgo u otro.
Un patriotismo en el que la lucha contra el separatismo sea también un frente del patriotismo social, pues detrás de dicho separatismo hay casi siempre una renuncia a la fraternidad entre pueblos hermanos y una llamada a la insolidaridad. Por desgracia, no parece que entre los partidos que hacen bandera del patriotismo social la más mínima consciencia identitaria común tenga lugar; y compran la mercancía averiada y jerga falsaria de los separatistas, llamando «derecho a decidir» a lo que no es sino derecho de autodeterminación, defendiendo incluso referéndum vinculantes para regiones concretas de España. Como si la propia ejecución de dichos referéndum no supusiese ya una decisión unilateral de una parte respecto de un todo, que nos afecta y vincula a todos…
La ausencia de un sano patriotismo identitario común para todos, afirmado en la diversidad pero español y sin complejos, en unión con un imprescindible patriotismo social, capaz de señalar los desafueros de un sistema en el que el dinero pesa más que las personas, será una de las carencias más lacerantes del panorama político español.
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Tenemos así por delante una auténtica batalla cultural que trasciende el ámbito de la disputa política entre partidos; porque los complejos y las limitaciones de las respuestas al separatismo desde la derecha y la izquierda, unido a la vivencia fuertemente ideologizada y sentimentalmente victimizada, exacerbada y en ocasiones incluso fanatizada del nacionalismo separatista, ha provocado la hegemonía cultural de este último.
Una hegemonía en la que solo la adhesión a sus postulados o a la ambigüedad respecto de la realidad nacional española son tenidas por respetables, dejándose caer sobre cualquier otra opción un manto de sospecha de españolismo, fascismo o pensamiento reaccionario. Como si para el ámbito de la cuestión territorial solo en el nacionalismo separatista o en la relativización del valor de la unidad de España pudiera encontrarse una actitud de progreso y modernidad. Siendo la defensa de la unidad posible prueba de una mentalidad casposa, rancia y anticuada… Defensa en la que no pocos creadores de opinión en radio y televisión evitan entrar, aun no siendo ellos nacionalistas y por un prurito de progresía que podría ponerse en duda si frente a los separatistas no muestran paños calientes…
Hasta tal punto habrán llegado aquí los complejos que en España hemos tenido que aguantar cómo políticos de la más alta responsabilidad se manejaban con remilgos a la hora de reconocer la realidad nacional e histórica de España… Es así a nuestro entender que en esta batalla cultural habrá que dar el do de pecho , y esto independientemente de por dónde vaya a discurrir nuestra malhadada situación política o económica. Es decir, más allá de cómo se desarrolle el conflicto territorial en las disputas políticas entre partidos, es en el ámbito de la cultura donde tendremos que asentar en nosotros mismos y afirmar allá donde fuera necesario, y conforme a nuestra circunstancia personal, el convencimiento racional de que España existe y es una realidad histórica, étnico cultural y antropológica objetiva.
Que diversa y heterogénea es un conjunto de pueblos hermanos de raíces comunes que tienen más que ganar que perder en la constitución de un proyecto político común. Proyecto solidario, de esfuerzos, fatigas y alegrías compartidas, que, independientemente de su flexibilidad territorial, no puede quedar socavado en su unidad. Que ha llegado el momento de que, sin complejos ni veleidades nacionalistas, recuperemos una concienciación identitaria común respecto de nuestra condición de españoles . Españolidad que no será sino una rama más del gran árbol de la identidad europea.
Afirmando desde aquí un patriotismo social en el que ninguno de nosotros pueda quedar tirado en la cuneta sin mayor culpa que haber sido una persona humilde y honrada, pero en el que tampoco vayamos a aceptar que se levanten fronteras entre pueblos hermanos.
Una nueva España, regenerada y reubicada en su historia e identidad, reconciliada consigo misma, unida en la fuerza, diversa en la riqueza, solidaria y fraternal, que pueda ofrecerse a las generaciones que vienen como horizonte de esperanza y compromiso más allá del laberinto en el que las ideologías modernas y el nacionalismo fragmentario la han metido…
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1 Muy sintéticamente, pues no es este el libro para desarrollarlo, y tomando como referencia las ideas que al respecto ha indicado el estudioso de la Tradición Antonio Medrano, señalamos, aunque sea a pie de página, los puntos fundamentales de la doctrina tradicional o Tradición Sapiencial. La Tradición Sapiencial es la quintaesencia de la sabiduría universal. La «perla y el corazón» de toda tradición espiritual verdadera. Una sabiduría independiente al discurrir de la historia, los pueblos, las ideas o las religiones; que puede tener a todas estas instancias como canal de expresión, pero que no depende de ninguna de ellas para permanecer siempre perenne en su núcleo esencial. Más allá de toda visicitud y toda contingencia. Una Sophia Perennis o Sabiduría Eterna, actualizable para todo tiempo y lugar, más aún en los «días oscuros» del Kali Yuga, cuyo legado sigue con nosotros, y cuyo «centro» no es sino «nuestro propio centro»…
La Tradición Sapiencial es así una cosmovisión metafísica cuyo Principio Raíz es una Consciencia Suprema, sagrada, central e inmutable, de la cual emanan y se armonizan todas las cosas, de « lo más grande a lo más pequeño », y que, concretada en una sabiduría milenaria, contendrá una visión integral del universo y del hombre. Para todas sus dimensiones, aspectos, planos y niveles. Una visión totalizadora de la realidad, de « lo natural y lo sobrenatural », que, enraizada en «el principio del ser y de lo eterno », continuará en relación con el « devenir infinito del Universo», hasta alcanzar el «centro» mismo del alma humana. Alma que poseerá entonces «esencia divina» y potencialidad para despertar a dicha «consciencia suprema» y «hacerse Uno con ella».
Unidad más allá de toda «dualidad», «encarnación» o samsara. Siendo este, y no otro, el argumento principal de la vida humana y de la Tradición misma… Todo esto de acuerdo con la idea de Dharma u Orden Sagrado, y según la idea de Sadhana o concepción espiritual e «iniciática» del Hombre. Esto es, la vida humana como camino y disciplina de autoconocimiento y conquista interior. De «ética vertical» y Unidad con el Principio Supremo. De armonía con el Dharma y, a partir de aquí, de articulación jerárquica y orgánica de la personalidad y de la sociedad. Todo ello enmarcado en una visión cíclica de la historia, cuyo argumento principal no será sino la afirmación de dicho Arya Marga o camino de «autoconocimiento» y «Unidad» frente a las potencias de la ofuscación y la avidya o «ignorancia espiritual».
La «Tradición Eterna» se expresará a su vez y mayormente a través del lenguaje del símbolo y el mito, y conforme a las ideas de «Trascendencia inmanente» y «Primacía de lo Absoluto sobre lo relativo». «Primacía de lo real sobre lo ilusorio». «Superioridad de la esencia sobre la existencia». De lo «Numénico sobre lo fenoménico». De «lo importante sobre lo necesario». De lo «Cualitativo sobre lo cuantitativo»… Del «Despertar» sobre el vivir «dormidos»…
La cosmovisión tradicional será a su vez anterior y superior a las religiones propiamente dichas, y estas podrán ser expresión y vehículo de la Tradición, o no… La cosmovisión tradicional podrá darse así más allá de las formas religiosas, e incluso a la contra de formas nihilistas de religiosidad. Junto al propio Antonio Medrano, autores como René Guenon, Julius Evola o Frithjof Schuon serán testigos contemporáneos de la doctrina tradicional. Pero el depósito de la tradición y los maestros estarán en el Rig Veda, los Upanishads, la Bhagavad-Gita, Homero, Licurgo, Heráclito, Platón, los estoicos, el emperador Juliano, el Evangelio de san Juan, el simbolismo del hermetismo, el ciclo del Grial, Meister Eckhart, el Völuspá, el Lebor Gabála , el Tao Te King, el Bardo Thodol, el Bushido, Swami Muktananda, Swami Lakshmanjoo, Shiva y Shakti y el Tantra, Retógenes y los últimos héroes de Numancia, o el propio don Quijote derrotado, pidiendo la muerte en las playas de Barcelona, antes que negar a Dulcinea…
En definitiva, en la doctrina tradicional, se concentra y decanta la sabiduría espiritual y eterna sin la cual, todo lo demás al final, no servirá… Doctrina cuyos conceptos y términos serán el foco desde el que contemplaremos el lugar de España en el mundo, su recorrido histórico y su problemática actual. Planteando de qué manera en todo ello nos jugamos el conocimiento sobre nosotros mismos y, además, nuestro destino…
2 Señalamos aquí como el nacionalismo, junto al liberalismo y el socialismo, será una de las tres ideologías dominantes de la modernidad, y como las otras dos se basarán en la perversión de un principio previo: el liberalismo pervierte el principio de libertad individual, el socialismo pervierte el principio de comunidad, y el nacionalismo pervierte el principio de patria.
3 Aquí el caso del separatismo etarra habrá sido especialmente horroroso, con un fanatismo nacionalista que no ha puesto freno al odio y se ha entregado de manera obscena al asesinato, el secuestro y el crimen sin hacer examen de conciencia, y en permanente autojustificación demagógica a partir de todo tipo de excusas y en la más flagrante insolvencia ética y moral.
Análisis del mito y la trascendencia en la tradición europea frente al olvido del espíritu.
Como dice Joseph Campbell en "EL PODER DEL MITO":Los mitos son metáforas de la potencialidad espiritual del ser humano, y los mismos poderes que animan nuestra vida animan la vida del mundo.
El examen atento de mitos y leyendas, restos arqueológicos, literatura, paganismo y cristianismo y folclore ancestral, nos permite descifrar el inmenso legado que encierra la tradición y su enorme importancia para la sociedad. El mundo de la tradición contempla así el universo como la manifestación de algo superior y trascendente. La Modernidad, por el contrario, desecha de plano dicha posibilidad, o bien la considera una baratija irrelevante, arcaica. A lo largo de esta obra, Gonzalo Rodríguez persigue desenmascarar el nihilismo que impregna y sostiene al mundo moderno, para plantear frente a este la vigencia —puesta al día— de los principios y valores que abarca la tradición. Una tradición que, más allá del materialismo y decadencia de la Modernidad, debe ser el norte, sentido y horizonte último del ser humano.
Con el fin de ponderar y preservar el ingente caudal de los valores tradicionales, El poder del mito convierte en protagonistas a los mitos y leyendas relatados a lo largo de los tiempos. Un estudio del fenómeno del neopaganismo a través del redescubrimiento de la literatura medieval española, los distintos relatos, narraciones y episodios de la antigua Europa, e incluso célebres creaciones literarias contemporáneas, como es el caso de la Tierra Media de Tolkien, donde se recogen las claves para la renovación de la tradición. Un retorno del mito y la leyenda que traería consigo un cambio de fase histórica y que pondría fin a los paradigmas modernos, alentando un nuevo ciclo tradicional para Europa y Occidente.
INTRODUCCIÓN
TRADICIÓN, PAGANISMO,
CRISTIANISMO Y MODERNIDAD
El proceso histórico y antropológico de Europa no siempre es contemplado en lo que para nosotros sería su sentido más profundo; esto es, el proceso a través del cual se habrá pasado de la tradición a la modernidad. Tradición y modernidad que hay que entender no en el sentido coloquial referido a las costumbres, el folclore o el desarrollo tecnológico y científico. Sino en el sentido «espiritual» y filosófico. Con esto queremos decir que «tradición» hará referencia a la concepción del hombre y el mundo que señala para estos una esencia, origen y destino de carácter trascendente y metafísico.
«Modernidad» por el contrario hará referencia a una concepción del hombre y el mundo para la que dicha dimensión trascendente y metafísica se obvia, se deja a un lado o directamente se niega.
El mundo de la tradición contempla así el universo como una manifestación de un algo superior y trascendente. Un «algo» de orden sobrenatural, en el sentido de por encima del orden natural de las cosas y fuente a su vez de este. La modernidad por el contra rio esta posibilidad no la contempla, la considera irrelevante o irresoluble, o directamente como hemos dicho antes, la niega.
El paso de una concepción a otra supone un cambio de paradigma radical, un cambio no ya en el tipo de sociedad o progreso material y técnico, sino en el tipo mismo de hombre. Un tipo humano, el moderno, que, de espaldas a dicho sentido de la tradición referido a la trascendencia, resultará una verdadera novedad en la historia de la humanidad. Pues hasta hace escasos tres siglos (que es cuando se ha establecido la definitiva hegemonía de la modernidad), ese tipo de humanidad plenamente materialista y secularizada directamente no existía...
La modernidad supone así la llegada de un tipo de hombre y sociedad que no había existido antes, y que construido de espaldas a las ideas de trascendencia, esencia, metafísica o sobrena turalidad, no será ya una continuación de los siglos anteriores, sino una antítesis de estos. Una antítesis del mundo de la tradición. Antítesis que se considera a sí misma en marcha hacia un progreso constante que se plantea abierto e indefinido, y en el que los «restos» de las concepciones tradicionales del mundo, están llamados a desaparecer, o a simplemente integrarse como otro elemento más del paradigma general de la modernidad. Ya sea como un exotismo de épocas pasadas que hoy día hace parte de las fiestas populares, ya sea como meras opciones personales dentro del amplio abanico de «libertades» y «ofertas» que ofrece la modernidad; pero nunca como algo llamado a condicionar a esta. La mera posibilidad de que dicho condicionamiento se pueda dar será considerada por la modernidad, como cosa subversiva y reaccionaria. Un sabotaje a los pilares del «buen funcionamiento» del mundo moderno, el cual no debe ser ni condicionado ni orientado por ningún horizonte o principio de trascendencia.
A esta situación de facto que es la que a día de hoy vivimos, se habrá llegado a lo largo de un proceso de siglos y mediante sucesivas controversias, luchas y dialécticas, a veces trasversales e indirectas y en ocasiones frontales e incluso cruentas, en torno al sentido espiritual de las cosas, la vida después de la muerte, la idea de lo sagrado y lo divino, la presencia de la trascendencia en la inmanencia, y sobre todo, la manera y posibilidades de acercarnos y «despertar» a dicha trascendencia.
Estas luchas y controversias se habrán desarrollado en lo que va del polo teórico de la tradición al polo teórico de la modernidad, a lo largo de los ciclos históricos de la Europa pagana primero, y de la Europa cristiana después. Siendo tras esta que dicha modernidad definitivamente se impondrá y tomará cuerpo en Europa.
Es decir, que tanto durante el ciclo tradicional pagano, como durante el ciclo tradicional cristiano, el polo teórico de la modernidad irá manifestándose a través de diversas dialécticas antitradicionales (muchas veces conformadas como formas alicaídas o degeneradas de «tradición»), hasta finalmente propiciar que las concreciones históricas del polo teórico de la tradición (ya sean estas paganas o cristianas) queden atrás, imponiéndose entonces la modernidad. La cual a partir de ese momento no será ya un polo teórico en liza con la Europa tradicional, sino un modelo de civilización en marcha que ha conseguido imponerse y hacer suyo el discurrir histórico. Una civilización y tipo de hombre que rompe así con siglos de tradición e inaugura un nuevo tiempo. Tiempo que no por casualidad el pensar tradicional habrá considerado siempre entrada al Kali Yuga o Edad Oscura. Siendo entonces que en gran medida el «sentido último» de la historia humana para el pensar tradicional no habrá sido otro que la lucha entre tradición y modernidad. O dicho más dramáticamente, entre la «Luz y las tinieblas»...
Obviamente no estará de más señalar aquí cómo desde la perspectiva moderna, dicha oscuridad y alienación estarán precisamente del otro lado, del de la tradición. Siendo entonces que los «portadores de la luz» serán precisamente «los modernos».
Recordemos así el Siglo de las Luces y la Ilustración, sin el cual no se puede entender la modernidad contemporánea.
En todo caso, y en lo que a nosotros nos interesa en esta introducción, dicho proceso de llegada de la modernidad y fin de la Europa tradicional, tanto en lo que respecta a la tradición pagana como a la tradición cristiana, será el rasgo fundamental y característico de nuestro tiempo. Rasgo sin el cual no se puede entender realment e nuestra época. Siendo entonces que, desde este punto, se abordará la posibilidad de avizorar y valorar un posible «regreso de la tradición». Que es de lo que, al fin y al cabo, trata este libro...
Pero antes de llegar ahí, tengamos muy presente que tanto el ciclo tradicional pagano como el ciclo tradicional cristiano habrán tenido que sobreponerse a diversos envites antitradicionales y aun sucediéndose el uno al otro en un marco de enfrentamiento y competencia, el verdadero «enemigo» de ambos no habrá sido otro que el propio pensar moderno. El cual, manifestándose una y otra vez en el seno tanto del paganismo como del cristianismo, habrá conseguido finalmen te dinamitar a ambos al generar una Europa plenamente moderna y antitradicional. Plenamente antimetafísica.
Este proceso habrá cursado mayormente, no tanto a través de negaciones del plano trascendente y metafísico, como a través de negaciones a la posibilidad de que, de dicho plano, pueda darse cuenta por parte del hombre. Ya sea con las obras, ya sea con el entendimiento. Así, allá donde se haya ido dando una progresiva pero metód ica y sostenida negación a toda «gnosis», más tarde o más temprano, se habrá abocado al hombre y respecto de la trascendencia, a la mera fe.
La «sola fe» obviamente y sin embargo no habrá bastado, y tras conatos de rigorismo religioso propios de sistemas meramente fideístas, Europa habrá ido derivando paulatinamente hacia una perspectiva puramente materialista levantada de espaldas a toda idea de trascendencia. Perspectiva para la cual, y cómo hemos señalado antes, se entenderá que la dimensión trascendente y metafísica será cosa o que no merece la pena ni discutir ni contemplar, o que, directamente, se debe negar o replegar al ámbito de lo más estrictamente subjetivo y personal.
Evidentemente eso es ya la hegemonía de la modernidad ...
Esta negación de la «gnosis», esta deriva hacia la «sola fe», esta negación de una «trascendencia inmanente» a la que el sujeto y por medio de la «iniciación» tiene acceso o «despertar», habrá sido con diferencia el «caballo de Troya)» a través del cual la modernidad, aún con vestiduras religiosas, se habrá colado en el cuerpo de la Europa tradicional. No hay así salida de la tradición y entrada en la modernidad sin que previamente se dé esta negación de la «gnosis». Sin que previamente se plantee lo inútil o espurio de toda metafísica, especulativa o práctica, y «frente a Dios», se establezca únicamente el camino de la «creencia» y la fe. Lo que no es sino la negación del «esoterismo»1...
De san Agustín a Guillermo de Ockham, y de este a Lutero y Calvino, ese habrá sido el camino a través del cual la tradición en Europa habrá quedado descoyuntada de sus más altas raíces, abocándose entonces a un mero fideísmo cuya parada final, y paradójicamente, no habrá sido otra que el materialismo moderno y su civilización antimetafísica.
Pensemos así en las controversias dentro del ámbito católico y desde tiempos de san Agustín, sobre el papel imprescindible o no de la «Gracia Divina» en la Salvación. O en la cuestión de la «Gracia Suficiente» y la «salvación por las obras», defendida por los jesuitas españoles durante el Siglo de Oro, frente al fideísmo protestante y el integrismo islámico. No es cuestión así de entrar aquí en una digresión teológica más o menos erudita, pero no se puede dejar de subrayar que la caída de Occidente en la modernidad no es tanto fruto de la negación de la trascendencia como de la negación de que de esta pueda darse cuenta por parte del ser humano. No estando de más señalar cómo esa misma negación, y en el ámbito del mundo islámico, no habrá generado una deriva materialista y antimetafísica al modo del Occidente moderno, sino un rigorismo religioso en el que frente a dicha trascendencia «infinitamente lejana e inalcanzable», solo quedará la «Sumisión» a la palabra revelada2...
Debemos entender de este modo que tanto el ciclo tradicional pagano como el ciclo tradicional cristiano han sido en Europa y más allá de su enfrentamiento, y competencia, distintos episodios de un mismo ciclo de pensar premoderno y tradicional. Un mismo ciclo que a lo largo de los siglos habrá enfrentado en su seno brotes de pensar moderno que finalmente, y a partir de un determinado punto, habrán logrado imponerse. Especialmente tras el conflicto de las investiduras entre el papa y el emperador, y sobre todo, a partir del protestantismo, cuya negación de toda «Gracia», de toda «chispa divina» en el alma humana, habrá propiciado que la subversión moderna haya terminado por hacerse con las riendas de Europa.
Durante este largo proceso de salida de la tradición y entrada en la modernidad, hay que resaltar que distintos elementos del paganismo se filtrarán y pervivirán en el ciclo tradicional cristiano, del mismo modo que el ciclo tradicional cristiano, rectificará y enderezará derivas protomodernas generadas durante la Antigüedad. Rectificaciones que, sin embargo y más adelante, el propio ciclo cristiano dejará atrás dando lugar a derivas aún más subversivas que las anteriores. Ya lo hemos señalado antes: el conflicto en el seno de la civilización medieval entre el emperador y el papa por el Dominium mundí, la antimetafísica «navaja de Ockham», o por supuesto, la subversión fideísta del protestantismo.
En cualquier caso, ambos ciclos, uno y otro, habrán sufrido tanto la amenaza de una deriva moderna que finalmente consiguió imponerse, como gozado de una participación, más o menos realizada, del ser y pesar tradicional en su sentido eminente. Es decir, superior, metafísico, iniciá tico, perenne y suprarreligioso. Es decir, de la «Tradición» con mayúsculas, de la «tradición eterna».
Esta «tradición primordial» sería la verdadera fuente de toda tradición histórica y contingente, sea esta pagana o cristiana, y funcionaría como norte, esencia y cauce de toda verdad, solidez y coherencia que pueda encontrarse en las trad iciones históricas propiamente dichas. Funcionando así como vórtice superior y anterior a toda concreción del pensar tradicional, ya sea en el paganismo, ya sea en el cristianismo. Molde «platónico» de toda tradición verdadera, nous y ontología de estas, principio y vía que toda tradición histórica debe desarrollar para ser verdaderamente tal. «Vertical» del espíritu en la «horizontal» de la materia que, con mayor o menor plenitud, los «hombres de la tradición» están llamados a encarnar...
***
Llegado este pun to de nuestra exposición, tras haber señalado sintéticamente el trasfondo del proceso histórico de Europa, el paso de la tradición a la modernidad, el significado espiritual de esto y la caída previa en el fideísmo, sin la cual la modernidad no podría haber arribado, ahora sí podemos entrar en el fundamento de este libro. En lo que hemos llamado «El retorno del Mito y la Leyenda», el «regreso» de la tradición.
La idea es que el mundo moderno genera ya y de manera evidente hombres y mujeres descontentos que, con conciencia de ello o no, están buscando «una salida». También «un regreso». Unas raíces, un horizonte y un sentido. El nihilismo moderno, sea cual sea la forma en la que se manifieste y compense su vacío, no llega a convencer ni satisfacer a muchos que se ven a sí mismos como «extranjeros» de su propia época. Es entonces que surgen, y quizás mayormente de manera inconsciente, «búsquedas de tradición»; regresos trasversales e indirectos al imaginario de la tradición, reencuentros con la tradición a través de antiguas mitologías, cantares, leyendas o episodios históricos de especial significado, intentos de actualización del pensar y sentir religioso «originario», anhelo de una vivencia «épica y mágica» del mundo, también de una identidad profunda que se remonte en el tiempo y evoque un algo ancestral. Búsquedas en definitiva espirituales muchas veces a ciegas y no siempre comprendidas por los mismos que las emprenden, detrás de las cuales lo que subyace son las ideas de «esencia» y de «gnosis»3. Ideas que son el eje vertebrador del ser y vivir de la tradición.
En orden a aclarar estas búsquedas, dar conciencia de ellas y norte y sentido a las mismas, se escribe este libro. Que a modo de brújula pretenderá a través del estudio del fenómeno del neopaganismo, a través del redescubri miento de la literatura medieval española, a través de distintos mitos, leyendas y episodios de la antigua Europa, a través de creaciones literarias contemporáneas como pueda ser la Tierra Media de Tolkien, a través de todo ello, mostrar claves para la actualización del hombre de la tradición.
***
Tendremos así un primer capítulo donde tratamos el tema del celtismo contemporáneo, ubicándolo en el marco general de los movimientos neopaganos e identitarios de nuestro tiempo. Viendo a la luz de la tradición qué puede ser rescatado y puesto en valor de todo ello.
En el segundo capítulo, nos acercamos a la literatura medieval española. Al Cantar de mio Cid, el Poema de femán González, las Mocedades de don Rodrigo, el romancero viejo... Buscando en estas obras pistas del vivir épico y mágico del mundo propio de la tradición. También las claves identitarias españolas y europeas que la propia literatura medieval nos brinda.
En el tercer capítulo, a través de distintos mitos, episodios históricos, tradiciones y leyendas populares, o restos arqueológicos, buscamos lecciones espirituales y enseñanzas del mundo de la tradición, especialmente en lo que respecta a afrontar las subversiones del mundo moderno.
En el cuarto capítulo nos acercamos a la obra de Tolkien y su Tierra Media, encontrando cómo en plena época contemporánea una obra literaria puede ser tan radicalmente antimoderna como aleccionadora. Dándonos claves fundamentales del sentido de la vida para el hombre de la tradición.
Finalmente, terminaremos con un apartado de conclusiones en el que trataremos de sintetizar todo lo dicho, señalando principios básicosdel «retorno del espíritu», aun a pesar del Kali Yuga...
***
El regreso de la tradición, el «retomo del mito y la leyenda», del pensar épico y mágico del mundo, del anhelo de identidad, pero también de «gnosis», de sabiduría, de esencia presente, de honor, fuerza, sentido, trascendencia, verdad y libertad ..., todo ello configura una corriente subterránea que discurre por ahora en los márgenes del mundo moderno y que sin embargo tiene como vocación última desbancar a este y desbaratarlo. Dando lugar a un renovado ciclo tradicional de alta espiritualidad. Un cambio de fase histórica que pondría fin a los paradigmas modernos y traería un nuevo ciclo tradicional para Europa y Occidente. Humildemente, y para dicho frente de «guerra», se ha escrito este libro...
________________________
1 El mundo de la tradición, entendido este en su sentido más perenne, siempre reconoció la fe como una vía fundamental de acercamiento a la trascendencia. Pensemos aquí en la «tradición aria» y en el diálogo de Krishna y Arjuna en la Gita. Donde se señala junto a la vía del conocimiento Jñana yoga y la vía de la acción o Karma yoga, la vía de la devoción o Bhakti yoga. Esta devoción estaría as( reconocida en la tradición sapiencial como una fuente y vía fundamental de acercanúento y vivencia de la trascendencia. En este sentido, la cuestión aquí no es ni mucho menos negar el papel de la fe y la devoción en el mundo de la tradición. Cosa que sería radicalmente errónea. Sino subrayar cómo la negación desde dicha fe de cualquier otra posibilidad conduce ya a un menoscabo de la tradición y prepara el terreno a la subversión moderna.
2 Hay que señalar aquí que el arrobo místico, fruto de la fe exaltada, no podrá considerarse «gnosis». Sino experiencia de «lo divino» (cuando realmente sea así) acontecida en el estrato infrarracional, emotivo, subjetivo y pasional del sujeto. Carente así de la lucidez, claridad, conciencia, objetividad y señorío de sí propios de la «gnosis». Lo «iniciático» y lo «místico» no serían de esta manera la misma cosa, y en lo segundo, la «experiencia» de lo trascendente, si es que realmente se da, no dejaría de sér una experenciá subjétiva y sentimental azuzada por una ferviente devoción.
Esto no quita para que en todo caso dicha mística sea fuente de una literatura espiritual de altísimo nivel y se encuadre en las formas superiores de espi ritualidad devocional. La cual, como hemos señalado en la anterior nota a pie de página, tiene su lugar y relevancia en el mundo de la tradición. Es el Bhakti yoga de la «tradición aria» que hemos señalado anteriormente. El problema estaría cuando dicha devoción religiosa no contempla, niega o condiciona uni lateral mente a sí misma, cualquier otra forma de aproximación a la trascendencia. Ya sea por el conocimiento (Jñana yoga) ya sea por las obras (Karma yoga). Es en ese caso cuando dicha unilateralidad capa el potencial espiritual del sujeto y lo aboca a rigorismos fideíslas propios del puritanismo (pensemos aqu{ en el islamismo o el calvinismo), o directamente lo «expulsa» de la espiritualidad y conduce al mero vivir materialista propio de la modernidad.
3 Decimos «gnosis» en el sentido no solo de una esencia trascendente y sobrenatural en el
alma humana, sino también de la posibilidad de despertar a ella, hacerla nuestra y encarnarla. Todo ello conforme a una esforzada vía «iniciática». Siendo este esfuerzo y lucha, la «guerra santa» del hombre de la tradición.
Creo en el Dios de Jesús y de María, el Dios de los bienaventurados, sencillos y sabios humildes como Abraham y Sara; Isaac y Rebeca; Jacob y Raquel. Y no el de los expertos racionalistas e ideologistas teólogos y entendidos escribas de todos los tiempos, El Mismo JesuCristo nunca los eligió ni como apostóles ni como discípulos. Ni antes ni ahora. Soy Venezolano, Maracucho/Maracaibero, Zuliano y Paraguanero, Falconiano; Soy Español, Gallego, Coruñés e Fillo da Morriña; HISPANOAMÉRICANO; exalumno marista y salesiano; amigo y hermano del mundo entero.
La Línea Editorial de este Rincón es la Veracidad y la Independencia imparcial.
¡¡¡ Que El Señor de La Comunicación, de La Amistad, de La Paz con Justicia, te bendiga, te guarde, te proteja, siempre... AMÉN !!! ________________________________
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LITURGIA DE LAS HORAS DEL DÍA
#YoTambiénSoyCristianoPerseguido
#NoEstánSolos: Ya estamos hartos de que los criminales exterminen a los cristianos solo por su fe. Ha llegado la hora de movilizarse y defenderlos. Basta de cobardía. Se valiente y osado frente a los asesinos y defiende con ardor tu fe y a los que son perseguidos por la horda. Coloca en tu página el símbolo creado por el movimiento en defensa de los cristianos perseguidos para la campaña mundial que se ha iniciado para que no nos olvidemos de todos aquellos que están siendo perseguidos y masacrados por ser cristianos. El símbolo del centro es la letra N del alfabeto árabe, con la que los yihadistas están marcando las casas de los Nazarenos, que es como ellos llaman a los cristianos. Juntos hagamos que no se olviden aquellos hermanos perseguidos en todo el mundo por amar a su Dios. #NoEstanSolos #PrayForthem #ن #YoTambiénSoyCristianoPerseguido #Iglesia #Kenya #Siria #Irak #Afganistán #ArabiaSaudí #Egipto #Irán #Libia #Nigeria #Pakistán #Somalia #Sudán #Yemen y otros...
EL SILENCIO CULPABLE
QUE LA LUZ BRILLE SOBRE TI, TIERRA FÉRTIL #SOSVENEZUELA
VENEZUELA UN PAÍS PARA QUERER Y PARA LUCHAR
“Nací y crecí en un lugar donde dicen ” Pa’lante es pa’llá”, donde se pide la bendición al entrar, al salir, al levantarte y al acostarte, donde se comen arepas, cachapas y espaguetti con diablito, donde se menea el whisky con el dedo, donde se respira alegría aún en las adversidades, donde se regalan sonrisas hasta a los extraños, donde todos somos panas, donde aguantamos chalequeos, donde se trata con cariño sincero, donde los hijos de tus amigos son tus sobrinos, donde la gente siempre es amable, donde los problemas se arreglan hablando y tomando una cervecita, donde no se le guarda rencor a nadie y donde nadie se molesta por tonterías, donde hasta de lo malo se saca un chiste, donde besamos y abrazamos muchísimo, donde expresamos con cariño nuestros sentimientos, donde hay hermosas playas, ríos, selvas, montañas, nieve, llanos, sabana y desierto, un país de gente bella, cariñosa y alegre donde se mezclaron armoniosamente las razas, donde el extranjero se siente en casa y donde siempre encontramos cualquier motivo para celebrar con los amigos. Nací y crecí en VENEZUELA, me siento orgulloso de ser venezolano y seguiré manteniendo mi espíritu venezolano en cualquier lugar del mundo”
¡NO TE RINDAS!
♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥ Si la angustia te seca, si la ansiedad te asfixia, si la tristeza te ahoga, si el pesimismo te ciega... llora, grita, comunícate, exterioriza tu dolor.... pero JAMÁS te rindas.
Levanta tu mirada, respira hondo... ¡LUCHA..! amig@...lucha ... PORQUE Sí hay salida. Sí hay sentido. Sí hay ESPERANZA. Levanta tus manos y pide ayuda.
No te des por vencid@...y poco a poco verás La Luz. NO te rindas amig@, lucha. NO ESTÁS SOL@.
PORQUE VERÁS QUE SÍ VALIÓ LA PENA... ♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥♥
LA FUERZA INVENCIBLE DE LA FE
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
"Ya veis que no soy un pesimista, ni un desencantado, ni un vencido, ni un amargado por derrota alguna. A mí no me ha derrotado nadie, y aunque así hubiera sido, la derrota sólo habría conseguido hacerme más fuerte, más optimista, más idealista, porque los únicos derrotados en este mundo son los que no creen en nada, los que no conciben un ideal, los que no ven más camino que el de su casa o su negocio, y se desesperan y reniegan de sí mismos, de su patria y de su Dios, si lo tienen, cada vez que le sale mal algún cálculo financiero o político de la matemática de su egoísmo.
¡Trabajo va a tener el enemigo para desalojarme a mi del campo de batalla! El territorio de mi estrategia es infinito, y puedo fatigar, desconcertar, desarmar y doblegar al adversario, obligándolo a recorrer por toda la tierra distancias inmensurables, a combatir sin comer, ni beber, ni tomar aliento, la vida entera; y cuando se acabe la tierra, a cabalgar por los aires sobre corceles alados, si quiere perseguirme por los campos de la imaginación y del ensueño. Y después, el enemigo no podrá renovar su gente, por la fuerza o por el interés., que no resisten mucho tiempo, y entonces, o se queda solo, o se pasa al amor, que es mi conquista, y se rinde con armas y bagajes a mi ejército invisible e invencible...."
(Fragmento de una página del discurso de Joaquín V. González "La universidad y alma argentina" 1918). ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
COMBATE Y DENUNCIA A LOS PEDÓFILOS (PEDERASTAS)
SEÑOR, TE PEDIMOS QUE PROTEJAS A L@S NIÑ@S, TE LO PEDIMOS EN EL NOMBRE DE JESÚS. AMÉN. ¡Ay de aquel que escandalice a uno de estos pequeñitos! Mejor le fuera que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos....... Lc 17,1-2 -- ÚNETE Y DENUNCIA --
SI LOS MEDIOS CALLAN, EL PUEBLO GRITA...
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OBSOLESCENCIA ES LA planificación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio de modo que este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible tras un período de tiempo calculado de antemano, por el fabricante o empresa de servicios, durante la fase de diseño de dicho producto o servicio, nos conduce al CONSUMISMO exacerbado, por culpa de algo evitable, destruimos recursos, planeta y dinero por algo que podríamos tener durante mucho tiempo.