EL Rincón de Yanka: 🔥💥 FRÍO MONSTRUO: EUROPA EN LLAMAS EN 2050. ¿SE REPITE LA HISTORIA? - LA HIPOCRESÍA SOCIALDEMÓCRATA Y LOS MODERADOS

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sábado, 18 de enero de 2020

🔥💥 FRÍO MONSTRUO: EUROPA EN LLAMAS EN 2050. ¿SE REPITE LA HISTORIA? - LA HIPOCRESÍA SOCIALDEMÓCRATA Y LOS MODERADOS



EUROPA EN LLAMAS EN 2050
¿SE REPITE LA HISTORIA?
WINSTON GALT

"No hay un modelo 
de lo que está por llegar"
H. G. Wells
"Para el cuerpo, la violencia; 
para el alma, la mentira" 
Bakunin 

"El pensamiento políticamente correcto 
es la censura más eficaz que se ha inventado jamás"
Winston Galt

Hipocresía socialdemócrata


He leído con interés la entrevista de LTPV a Christophe Guilluy, el cual aporta un diagnóstico muy interesante, ya
tratado también por otros autores al referirse a la base electoral que ha dado la presidencia de Estados Unidos a Donald Trump, sobre la paulatina fractura entre las élites
urbanas y una gran muchedumbre de precariado que se está produciendo en los países occidentales. Se culpa, como siempre, a la globalización.

Hay algunos aspectos de sus respuestas que me gustaría analizar. En primer lugar, arma el Sr. Guilluy que políticos
como Macron ya no creen en la fractura entre derecha e izquierda. Creo que tiene razón, la gente como Macron sólo cree en la élite que, por supuesto, representan personas como él, criadas en los pesebres de la más acendrada socialdemocracia. Se acusa a estas élites de ser el producto del neoliberalismo, cuando no es cierto: en todos los países occidentales, especialmente en Europa, tales élites son el producto de las políticas socialdemócratas. El liberalismo no crea más élites que las meritocráticas. La socialdemocracia crea élites que perpetúen el sistema, elementos como Macron o su ex compañero de gabinete Valls, ambos productos de la más rancia educación elitista francesa, de la que salen la mayoría de los cuadros de altos funcionarios del socialista Estado francés.

Los mismos que acusan al neoliberalismo de crear tales élites son los que dicen, como Macron, que ya no existe la separación izquierda-derecha o que ésta ya no es relevante. No es cierto. Es más importante que nunca, lo que ocurre es que se pretende obviar para engañar al pueblo ocultándole que tales diferencias no existen sencillamente porque todos son, esencialmente, socialistas. El caso de Francia es paradigmático: se pretende acusar a la extrema derecha de Le Pen de neoliberal, cuando si ha arrastrado tanto voto de izquierdas hasta hacer desaparecer prácticamente el partido socialista es, precisamente, porque sus propuestas socioeconómicas son también socialistas, aunque se diferencien en el componente nacionalista. Componente nacionalista que acusa a Europa de los males de Francia, cuando tales males sólo obedecen a su tendencia socialista exacerbada que provoca que el Estado francés suponga más del 60% de la economía del país. Pretender que un país donde el Estado ocupa tal espacio en la economía es liberal o neoliberal es una enorme falacia.

Menciona el señor Guilluy que muchos chalecos amarillos pertenecen al "bloque burgués, ecologista y liberal". Creo, con todo respeto a su opinión, que esta afirmación no se corresponde con la realidad. Basta analizar las exigencias de los chalecos amarillos para comprobar que la mayoría y las más importantes de sus reivindicaciones son socializantes, nada liberales. Tanto el Frente Nacional como Melenchon pretenden ponerse al frente de tales reivindicaciones, lo que demuestra su contenido definitivamente no liberal.

Arma más adelante el entrevistado que la inteligencia francesa había abandonado la cuestión social para abrazar toda la ideología neoliberal. No sé en qué puede basar esta armación cuando si algo sufre Francia debido a su "inteligencia" es un proceso brutal de inmersión en lo políticamente correcto. Deriva de ello Guilluy el fracaso electoral de la izquierda, como si estos votos se hubieran ido realmente a un partido liberal, lo que es totalmente
incorrecto. Por el contrario, esos votos se han ido al Frente Nacional, que tiene tanto que ver con el liberalismo como un ladrillo con la computación cuántica.
Estos análisis olvidan algunas realidades esenciales. Si hace veinte o treinta años, a la satisfecha clase media europea se le hubiera preguntado si deseaba el desarrollo de los países asiáticos y africanos, nadie hubiera respondido negativamente. Cuando eso ha llegado de la mano de la globalización económica se ha producido un trasvase de muchos centros económicos a esos países, donde las clases medias están emergiendo con una potencia similar a la que tuvieron tales clases medias hace un siglo cuando emergieron en Europa. Ahora nuestras clases medias no se alegran de la salida de la pobreza de grandes masas de población de esos países. Pero eso no es lo peor, porque la hipocresía forma parte de la naturaleza humana; lo peor es que tampoco parecen dispuestas a competir para mantener su posición de privilegio. En cambio, culpan a sus Estados de no darles más de lo mucho que ya les ha dado. Por tanto, es la colisión entre la globalización económica (movimiento liberal) y las políticas internas de los países occidentales (socialdemócratas) lo que está provocando estas tensiones.

A esta hipocresía occidental contribuye el mensaje falaz de la clase política que, aunque no ofrezca soluciones socialdemócratas a estas clases medias venidas a menos (porque no las hay) les oculta que la verdadera razón de su pauperización es precisamente el estado socialdemócrata que supone el mantenimiento de un statu quo prácticamente inmóvil. Cabe preguntarse si la solución pasaría por una mayor liberalización de las políticas internas de los países occidentales. Tal vez convendría hacer el experimento, ya que las otras vías es evidente que muestran síntomas de agotamiento y oclusión.

Pero esta pregunta jamás se la harán nuestros políticos. Liberalizar significa restarle poder a su ineptocracia. Liberalizar significa que la meritocracia campe por sus respetos. No van a promocionar nuestros políticos lo que acabaría con ellos.

Entre tanto, lo que pagamos la factura somos, como siempre, usted y yo.

(*) Winston Galt es autor de la exitosa novela de culto "FRÍO MONSTRUO"
AÑO 2050

A nadie le interesa un mundo perfecto. Ni siquiera uno decente.
Tampoco a nadie le interesa la verdad. Y mucho menos la justicia. Nadie jamás ha podido imaginar un inundo en que Verdad, Libertad y Justicia dominen la escena. Ni los más conspicuos escritores han sido capaces de escribir utopía semejante.
Tal vez porque el hombre está genéticamente incapacitado para la verdad. Como se dijo de aquel insigne presidente: jamás dijo una verdad si podía servirle una mentira. Y también está emocionalmente incapacitado para la justicia. Del mismo modo que el cuerpo humano ha sido perfilado durante miles de años para el movimiento, el hombre ha sido engendrado para la violencia. Ni el Paraíso fue ajeno a ella. No existen sueños humanos extraños a la violencia, como no existen sueños humanos indiferentes al Deseo.

Grandes pensadores han creído ver un lado bueno en el hombre. ¿y qué han encontrado cuando han intentado poner en práctica tales teorías? Tiranía y ruina.

Yo también fui uno de esos estúpidos ingenuos. Uno de aquéllos que se juró a sí mismo defender la libertad y la justicia. ¿y dónde he acabado? Donde te contaré, si quieres seguirme. No creo que te guste el viaje. Puedes dejarlo cuando quieras, volver a tu rutina de no ver, no oír, no pensar. A esa pulsión de servidumbre aún más poderosa que la de muerte. A esa pulsión presente en todos y cada uno de vosotros. Libertad, Justicia, en vuestras bocas, no son más que una fantasía, una perversión obscena del lenguaje, una perversión que los creadores de realidad os inculcan para moveros como las marionetas que sois.

La vida es una guerra, pero queréis ignorarlo. Os negáis a verlo, pero recuerda lo que dijo el asesino: los humanos nacen, las personas se crean. Os crean como a figuras de cera. Sí, tenéis movimientos, deseos, una supuesta vida propia, pero vuestra conciencia es nuestra. Y si algunos os rebeláis, pronto apelamos al fascista que lleváis dentro y todo vuelve a su lugar. A esa naturaleza común de hombres y mujeres serviles. Os convertimos en víctimas y volvéis al redil como ovejas, entretenidos como los lidios por Ciro. Mis jefes dirán al morir, como Federico el Grande: estoy cansado de reinar sobre esclavos.

Sólo podemos gobernaros desde el mal. El bien se inventó para que pudiese gobernar el mal. Del mismo modo que se inventaron las víctimas para que pudiesen jugar los verdugos. Muchos han sido los imbéciles que han querido
destruir el mundo para crear otro perfecto. Los alimentamos para entreteneros, pero el mundo nunca cambiará. Si volviera otro salvador no lo mataríamos, lo dejaríamos libre y luego lo haríamos desaparecer. Y con él su mensaje. 

Afortunadamente, el que más influyó os envió un mensaje de servidumbre, acorde con vuestra naturaleza. Si algo ha demostrado la historia es que Dios no existe. Si algo puedes aprender de la historia es que es una sucesión de esclavitudes. Mis jefes lo saben. Por eso saben también que siempre hay ganado para un buen pastor.
Y yo soy su perro.

 Los moderados

Probablemente, en el futuro, cuando alguien estudie la España contemporánea no dará crédito a lo que está ocurriendo. La ventaja de nuestros días es que los historiadores no tendrán que buscar la información en viejos legajos comidos de humedad y medio rotos. Tendrán a su disposición toda una suerte de dispositivos y podrán analizar la política del siglo XXI con absoluta fidelidad hasta obtener un total conocimiento de lo ocurrido. 

Caso de que el órdago del actual Gobierno y de sus cómplices prospere habrá que esperar mucho más, hasta que colapse, como Venezuela, la URSS o Cuba, en cuyo caso se habrá escrito, con faltas de ortografía y lenguaje inclusivo, una historia oficial tan falsa como los que ahora dirigen el Gobierno de la nación. Caso de que finalmente el país pueda sobreponerse a este órdago y no perezca, también habrán de buscar bajo la tapadera con que los gobiernos de derechas oculten las tropelías de la izquierda, como han hecho hasta ahora, temerosos de la reacción. 

Podrán entonces esos estudiosos analizar las políticas de la izquierda española y, seguramente escandalizados, mostrarlas en las escuelas de historia, de economía, de sociología, de políticas, como ejemplos de la más burda idiocracia, de la más patética y grotesca forma de hacer política. 

Miembros de la más obvia ineptocracia, muchos de nuestros políticos en el poder son activistas. Y activistas, la inmensa mayoría, de movimientos políticos, de auténticas sectas políticas, que nada tienen que ver con la democracia, sino que, hasta hace muy poco lo reconocían con sinceridad, su intención era acabar con el sistema político (la democracia liberal), cambiar el modelo económico (al socialismo más vetusto y fracasado, denominado con nuevas palabras vacías) y cambiar la sociedad (al modelo cubano de igualdad extrema en la miseria). Muchos pueden pensar que esto es una exageración, pero convendría apartar la hojarasca de la retórica de instituto que utilizan y analizar el verdadero sentido de las palabras. 

Nadie puede sinceramente extrañarse ahora de lo que está ocurriendo a la luz de lo que hacía el PSOE hace diez o quince años, por lo que también son responsables los socialistas o "progresistas" moderados. Hace pocos días, uno de ellos, periodista, se lamentaba de ser ahora tachado de "facha" por no aceptar la deriva actual del PSOE a pesar de haber sido votante incluso de Zapatero. Pero es lo bueno que tiene la actual situación: haber quitado la careta de moderación del PSOE que, en realidad, no lo ha sido en toda su historia salvo el paréntesis de González. Los polvos que han traído estos lodos son los años de Zapatero, y quien entonces no quisiera verlo es porque se escondía tras su fe socialista como un creyente tras su irreal fantasía. Tales moderados forjaron las bases de lo que ocurre ahora, con votos y complacencia ante las políticas de Zapatero. 

Del mismo modo que los moderados de derechas que obviaban el debate político y moral para refugiarse en los desastres económicos del zapaterismo son también culpables. Su moderación tiene mucho de Síndrome de Estocolmo: qué fastidio tener que discutir los principios morales y políticos o, bueno, tienen razón en muchos principios socialistas aunque sean económicamente inviables. La dejadez intelectual de la derecha española, su vacío moral, es una rémora tan terrible como una complacencia con el crimen. Si no combates la ideología de quien te consume, eres corresponsable de su opresión. 
Los "moderados" de tales ideologías son culpables porque, siendo la gran mayoría, su ausencia o displicencia permiten la imposición de la coacción. El nazismo no hubiera sido posible sin el voto de los no asesinos. 
Grandes capas de población que se consideran moderados de derechas no se percatan de que su rechazo a determinados mensajes "duros" no es porque consideren que tales mensajes no son ciertos, sino porque, en el fondo, temen que provoquen rechazo precisamente en aquéllos a los que deben combatir. El votante moderado de derechas, votante de Ciudadanos y del PP, principalmente, está más preocupado porque el mensaje de su partido o de los adláteres de su partido no provoque rechazo en la izquierda que de la verdad esencial del mensaje. 

Es un votante derrotado. Un votante muerto moral y políticamente. Un votante que asume la propagandísticamente enarbolada (y falsa) superioridad moral de la izquierda. Dicha izquierda, que maneja los secretos de la propaganda política, hace coincidir muchos de sus valores con paralelos valores aceptados por la sociedad, principalmente de herencia cristiana. El votante de derechas no es capaz de reaccionar ante ello, entendiendo que una oposición a tales valores supondrá una consideración moral perjudicial de sí mismo. Ha sido abducido por la propaganda casi tan eficazmente como el votante de izquierdas (recuerden aquello que dijo una presentadora de tv: soy de izquierdas porque soy buena persona). Esta idiotez ha calado tan profundamente en muchos corazones que es muy difícil oponerse a tales planteamientos. 

El "moderado" ha de percatarse de que las luchas que enarbola la izquierda no provienen de una defensa real de tales valores sino de una manipulación de los mismos. Tales valores y principios ya están consagrados en nuestras leyes, por lo que no existe ningún conflicto con ellos más que el conflicto inventado por la izquierda para hacerse presente y manipular las conciencias. Ha de percatarse de que esa hipersensibilidad inventada por la izquierda es una falacia perjudicial para las personas a las que, precisamente, tendría que beneciar. Las connotaciones negativas de los términos hipermanipulados por la izquierda han sido impuestas por esa misma izquierda. Nadie en nuestra sociedad (más que los habituales maleducados o criminales, que nunca desaparecerán, ni siquiera en la perfecta sociedad socialista) ha visto connotación negativa alguna desde hace décadas en ser mujer, en ser homosexual o en ser negro, por poner algunos ejemplos. Las implicaciones negativas de tales términos han sido inventadas y realzadas por la izquierda para obtener una narrativa a la que sea difícil oponerse, y muchos votantes (excepto aquellos a los que domina el hartazgo -Vox-) no son capaces de enfrentarse a esta manipulación, del mismo modo que son incapaces de ver el bosque tras el árbol. Y en dicho bosque de la España democrática no se veía una sola minoría discriminada (por mucho que lo repitan las televisiones de la izquierda). Las únicas minorías realmente sometidas y amenazadas eran los no independentistas en el País Vasco y en Cataluña. Hemos de hacer un esfuerzo y comprender que esos grupos victimizados por la izquierda (mujeres, homosexuales, LTGB, etc.) no son víctimas, sino ciudadanos como cualesquiera otros a los que sólo la victimización de la izquierda ha sometido. A los izquierdistas les ocurre como a alguien de izquierdas que conozco: habla maravillas de los homosexuales como colectivo, pero desprecia a todos los homosexuales individuales con los que se relaciona. Es la hipocresía habitual de la izquierda. Nada nuevo bajo el sol. Aunque muchos la ven claramente, les preocupa más lo que piense el hipócrita sobre ellos. Si usted incurre en tamaño error estará derrotado. 

Esta imposición moral de la izquierda sólo tiene un objetivo: no dejarle pensar, involucrarlo en la visión colectiva de la vida de modo que la considere (la vida) como conicto permanente entre grupos. Pero la vida no es así. La vida son personas individuales con nombres y apellidos. Cada una es un mundo y así debe ser. Quienes se integran en grupos y piensan como grupo no son más que personas que se han abandonado al pensamiento de la inferioridad, que necesitan someterse a un movimiento y a un pensamiento conjunto porque no tienen valor por sí mismos. Su credo los arropa con consignas simples para mentes sencillas. No acatan la realidad porque son incapaces de distinguir la verdad de la mentira. Culpan a la sociedad de sus limitaciones sin mirarse al espejo y enarbolan la hostilidad como mecanismo de amedrentamiento. No buscan ayudar a la gente, sino servirse de ella para obtener el poder. Poder que no cambia cuando lo alcanzan sino que se ensombrece bajo una maraña de nuevas fórmulas lingüísticas para ocultar una mayor opresión. No son rebeldes, pero necesitan adoctrinarlo a usted para que no dude de ellos, aunque la evidencia de la realidad o de los hechos le diga lo contrario. Cree en mi palabra y no creas en tus ojos, es su primer mandamiento. Su totalitarismo fuerza su pensamiento hasta el absurdo. Puede usted confiar en que rindiéndose lo dejarán en paz. Es usted un ingenuo. Una religión totalitaria siempre necesita más. Vive de retroalimentarse hasta el infinito. Cuando lo convenzan de un mensaje por agotamiento o lo acepte por coacción, atacarán con un nuevo alegato, más falaz aún que el anterior. 

Libérese y mire a la realidad de frente, por sí mismo. Verá que, una vez la careta ha caído al suelo, la calavera es horrorosa. 


Una organización de Estados no puede dejar de ser estatista y, por tanto y en gran medida, socialista. Esperar lo contrario sería una ingenuidad. Pero la Unión Europea antes fue una simple unión aduanera y luego sólo un mercado común. Creo que fueron los mejores tiempos de Europa, pues favoreció el intercambio y la interconexión económica y social sin los perjuicios que la planificación socialista ha tenido a partir de crear una unión monetaria y política. No es extraño que la mayoría de políticos a favor de la UE fueran socialistas (sólo Tatcher era remisa a aceptar esa Unión Europea). Algunos países, como España, entonces gobernada por Aznar, no tenía elección. 

Desde quince años antes, con la integración en la CEE, el impulso económico y social fue enorme y se notó durante los años de gobierno de Aznar más que en ningún otro momento. Si bien fue una decisión acertada en su momento, la deriva socialista y autoritaria de las actuales instituciones de la UE es un peligro. Es evidente que se trata de una organización profundamente planificada, con normas de obligado cumplimiento para todos los países miembros independientemente de su historia, cultura o circunstancias, lo que ha provocado esta terrible deriva. No debemos olvidar que, según noticia publicada en esta Tribuna hace tan sólo unas semanas, casi el 60% de nuestra legislación es una traslación obligatoria de la legislación europea. Esto demuestra que la planificación ordenada a nivel europeo se traslada a todos los países independientemente de su idoneidad en cada uno.

Cierto que algunos países, como el Reino Unido en su momento, o como Francia o Alemania, sin ir más lejos, algunas veces se han negado a implantar directivas europeas arriesgándose a multas y sanciones que finalmente, cuando se trata de países importantes, ni siquiera han tenido que cumplir. En cambio, cuando se trata de países que no aceptan principios ideológicos tan discutibles como la educación LGTBI a menores, se sanciona a esos países, lo que demuestra la ingeniería social que se está practicando desde la UE, ingeniería social que no ha sido sancionada por las urnas en cada país y que, sin embargo, se impone porque obedece a la ideología de las élites europeas. 

Elites europeas que si pretendían convertir Europa en un poder de contrapeso a EEUU y China y Rusia no lo han conseguido. Hoy es sabido que la humillación y el servilismo de nuestros políticos europeos a regímenes tan acrisoladamente respetables como el iraní, el de Qatar, el de Marruecos o el de Rusia no son sólo convicciones ideológicas que ocultan a sus votantes, sino ineptitud y corrupción. 

¿Qué se puede esperar de Europa si Van der Leyen es nuestra presidenta? ¿Qué se puede esperar de Europa si el presidente de la cuarta potencia es Pedro Sánchez? (Cuenta Sandor Marái en Tierra, Tierra que los comunistas impusieron un presidente en Hungría en la primavera de 1947 que en una cena y tras unas copas se sinceró con sus amigos y dijo: ¡Ya os podéis hacer una idea de por dónde va este país si me nombran a mí primer ministro! Lo mismo podríamos decir nosotros de los resultados de nuestras propias votaciones: dónde queremos ir si elegimos a esos ineptos). Debiera haber bastado vernos sometidos a la presión ajena por haber abandonado nuestras fuentes de energía y haberlas puesto en manos de nuestros potenciales enemigos para que todo gobierno nacional y europeo se viera obligado a dimitir y convocar nuevas elecciones y a sentarse en el banquillo. Lejos de amilanarse, la burocracia europea persiste en su poder a costa de los ciudadanos de una Europa que es conducida, ya casi irreversiblemente, a una decadencia brutal que tendrá un colofón seguramente no menos brutal (y probablemente violento). 

Hasta ahora hemos pensado que la decadencia de Europa iba a ser paulatina, motivada por la inmigración ilegal y la planificación económica socialista, y que la irrelevancia política conduciría a la irrelevancia económica. Sin embargo, no es descartable que en breve veamos una decadencia económica súbita provocada precisamente por la incuria de las élites europeas que sólo han descubierto un modo socialista de superar las crisis: emitiendo dinero sin tasa. Sabemos por los ejemplos históricos cómo acaba esto: inflación imparable, dinero perdiendo su valor y colapso económico inevitable. Lejos de rectificar, nuestros ínclitos políticos europeos persisten en sus propósitos. 

Nadie renuncia a la Agenda 2030, ni siquiera los partidos supuestamente no socialistas, como nuestro PP. Una Agenda 2030 que tiene un coste económico y social que han de soportar por decreto los ciudadanos europeos y que no servirá para ninguno de sus propósitos. Incluso si la emergencia climática fuera cierta, que no lo es, las emisiones de Europa son tan nimias comparadas con las del resto del mundo que no existiría un equilibrio entre el coste y el beneficio. Esto es, arruinamos a los ciudadanos europeos para que el resto de ciudadanos del mundo vivan cada vez mejor a su costa. Dice Sándor Marái en el libro citado que en Europa, tras las II Guerra Mundial, "la mentira nunca fue una fuerza tan potente y tan determinante de la Historia como en aquellos años", porque "los distintos grupos de intereses que dominaban los países sólo veían en ellos la oportunidad para crear una sociedad limitada". 

Parece escrito hoy, pues vemos cómo esos grupos de los distintos países se han unido en torno a la UE para convertir ésta en una sociedad limitada a su servicio. Los medios de todos los países cada vez más parecen haber tomado como modelo a Julius Streicher y es difícil encontrar medios que denuncien este autoritarismo socialista de la UE sobre los ciudadanos. La soberbia de nuestros por desgracia líderes, su falta de respeto a la realidad y a los intereses y necesidades reales y derechos de los ciudadanos europeos ya no es posible ocultarla ni disimularla. 

El carácter antidemocrático de la UE se muestra en medidas como la eliminación obligatoria del motor de combustión. Basada tal decisión en la mentira de la emergencia climática y en la también falsa suposición de que los motores eléctricos son ecológicos sin tener en cuenta el proceso de construcción de las baterías ni el proceso de destrucción ni tampoco la ingente necesidad de energía eléctrica, imposible de obtener por medios llamados verdes, para alimentar el parque automovilístico europeo, nadie se plantea consultar a los millones de ciudadanos europeos que se verán afectados por un cambio obligatorio de automóvil por uno necesariamente más caro y mucho menos útil. 

Tampoco nadie informa que los motores eléctricos no funcionan bien ni con mucho frío ni con mucho calor. Pero esas falsedades no arredran a nuestros líderes, que toman decisiones como ésta sin contar con los afectados a pesar de que no se les cae la palabra democracia de su sucia boca. Esta política energética europea no sólo es antidemocrática, sino que es traidora en tanto que provoca la dependencia de los países europeos de sus tradicionales enemigos (Rusia y el mundo musulmán), pero obedece a la planificación socialista que reina en la UE. Como lo es la política agraria que, con su ecologismo de salón, está provocando la destrucción de la agricultura, de la que han sido síntoma inequívoco las revueltas de los agricultores holandeses. 

El ejemplo de las nefastas políticas agrícolas lo tenemos en España. Se les llena la boca con la estúpida expresión de la España vaciada, que no deja de ser verdad en cierto sentido al haber sido vaciada por sus políticas, y que con las políticas ecológicas y sus elevadísimos costes fiscales está al borde de la muerte. Otro tanto se puede decir de las políticas pesqueras, siempre supeditadas a los intereses de terceros, como Marruecos (sospechábamos por qué y ahora lo sabemos con certeza) pero que está recibiendo el golpe de gracia con los reglamentos de acceso a aguas profundas y con las próximas prohibiciones de faenar en los caladeros que van desde Galicia al Golfo de Cádiz en el sur y de Galicia a Glasgow por el norte. Se calcula que más de mil barcos y más de diez mil pescadores pueden verse en la calle por culpa de nuestros criminales políticos (y de los españoles que, o bien sancionan esto en Bruselas o bien muestran su anuencia desde España). Y si las políticas económicas están determinadas a empobrecer a toda Europa sin remisión, las planificadas políticas socialistas se imponen con urgencia y sin capacidad alguna de oposición. 

El wokismo se impone por doquier (sólo Hungría y Polonia resisten la presión ante la imposición de políticas LGTBI) y provoca lo que decíamos en nuestro anterior artículo: la debilidad del individuo y la decadencia social, que no son consecuencias indeseables de las políticas woke sino el resultado deseado. Europa gasta el 50% del gasto social del mundo entero. Desde Bruselas se ha impuesto un estado de bienestar insostenible e insoportable que no podrá ser mantenido durante mucho tiempo. Se ha convertido la política en una estrategia de extracción de riqueza y renta por los Estados a una parte de la sociedad para costear a otra parte, mucho mayor. 

Todo se justifica con el concepto de justicia social, que no es sino una entelequia fabricada para justificar el robo y denigrar a quien se opone a él. Hemos dicho muchas veces que en España ya sólo hay dos clases sociales: los productores y los parásitos. Y así es también en Europa. Pero nos han fabricado una serie de "valores europeos", como el multiculturalismo, el ecologismo, el animalismo o la emergencia climática, que se imponen con la contundencia de la presión nazi para que nadie se salga del guión y convertir a los opositores en negacionistas o, peor, en "fascistas". 

Una de las peores imposiciones es el 'buenismo', que nos obliga a callarnos ante tales desmanes y ante la inmigración ilegal masiva musulmana, ante la que nuestros políticos de casi todos los partidos están rendidos (o sobornados). Hoy, un atentado islamista en Francia no se difunde en los medios de los otros países. A veces, pasan días hasta que tenemos noticias y siempre en sólo unos pocos medios, como éste en el que tengo el honor de publicar. Como se preguntaba Javier Benegas, llama la atención la docilidad con que los europeos estamos aceptando estas imposiciones y con la que muchos aceptan una idea pervertida de progreso como un conjunto de prohibiciones y planificaciones que no auguran nada bueno. Es el momento de exigir cuentas a nuestros políticos. Y es momento de exigir un debate sobre si nos interesa la Unión Europea, tal y como está diseñada o, por el contrario, nos interesa una unión económica que no imponga por decreto determinadas políticas a los países miembros. 

Cierto que, como hemos dicho en ocasiones anteriores, de no ser por Europa el cambio inconstitucional y los efectos de las leyes habilitantes de Sánchez, un calco de las de Hugo Chávez, seguramente tendrían un efecto aún más grave, pero una vez se solvente tal problema y se tomen medidas para que no pueda haber otra legislatura como la de Sánchez, con mayores controles del poder Ejecutivo, sería el momento de plantear otra UE con más libertad (ya sé que estoy soñando y que no cabe esperar que el PP arbitre políticas tan severas que limiten el poder para el futuro y que eviten otro Pedro Sánchez, pero hay que intentar que lo haga, por las buenas o por las malas). 

Hay que oponerse a la creación de un superestado europeo que vemos que no nos conduce a ningún lugar decente; hay que reinterpretar la integración como una unión económica y de defensa, hay que hacer frente a la inmigración ilegal masiva, especialmente musulmana, hay que favorecer la familia y la natalidad propias y hay que recobrar la soberanía energética y minera para no depender al cien por cien de terceros. 

Hace tiempo Raúl González Zorrilla, director de este periódico, publicó un artículo titulado "Y, de repente, llegaron los nuestros". Comparto su intención y su anhelo, pero debemos saber que los nuestros no llegarán si no los obligamos a servirnos en lugar de permitir que se sirvan de nosotros. En nuestra capacidad de decisión y arrojo estará salvar a Europa o permitir que se convierta en la moribunda a que está abocada si no hacemos nada.

Winston Galt es escritor. Autor de la distopía política Frío Monstruo