ELEGÍ LA VIDA
No es de Rudyard Kipling.
La autora es: Elena Pérez Hoyos
No quise dormir sin sueños: y elegí la ilusión que me despierta, el horizonte que me espera, el proyecto que me llena. Y no la vida vacía de quien no busca nada, no desea nada más que sobrevivir cada día.
No quise vivir en la angustia: y elegí la paz y la esperanza, la luz, el llanto que desahoga, que libera, y no el que inspira lástima en vez de soluciones. La queja que denuncia, la que se grita, y no la que se murmura y no cambia nada.
No quise vivir cansada: y elegí el descanso del amigo y del abrazo, el camino sin prisas, compartido, y no parar nunca, no dormir nunca. Elegí avanzar despacio, durante más tiempo, y llegar más lejos habiendo disfrutado del paisaje.
No quise huir: y elegí mirar de frente, levantar la cabeza, y enfrentarme a los miedos y fantasmas porque no por darme la vuelta volarían.
No pude olvidar mis fallos: pero elegí perdonarme, quererme, llevar con dignidad mis miserias y descubrir mis dones. Y no vivir lamentándome por aquello que no puede cambiar, que me entristece, que me duele, por el daño que hice y el que me hicieron.
Elegí aceptar mi pasado.
No quise vivir sola: y elegí la alegría de descubrir al otro, de dar, de compartir, y no el resentimiento sucio que encadena.
Elegí el amor.
Y hubo mil cosas que no elegí, que me llegaron de pronto y me transformaron la vida. Cosas buenas y malas que no buscaba, caminos por los que me perdí, personas que vinieron y se fueron, una vida que no esperaba.
Y elegí, al menos, cómo vivirla. Elegí los sueños para decorarla, la esperanza para sostenerla, la valentía para afrontarla.
No quise vivir muriendo: y elegí la vida.
Así podré sonreír cuando llegue la muerte, aunque no la elija…
… que moriré viviendo.
de la autora Elena Pérez Hoyos.
Palabras que me sustentan
“Vosotros sois la luz del mundo…” (Mt. 5, 13-16)
Eres preciosa. Brillas. Colócate en lo alto de la montaña, levanta los brazos, muéstrate. Comparte tu luz con el mundo, tienes mucho que ofrecer, eres preciosa. Hueles a esperanza y buenas noticias, no te ocultes. Brillas.
“Los árboles sanos dan frutos buenos, los árboles dañados dan frutos malos.” (Mt. 7, 17)
Eres la tierra que sustenta mis raíces, tu humedad me alimenta, me eleva, y hace brotar el fruto de mis ramas.
Aunque no te mire sé que estás aquí, no puedo arrancarme de ti.
Sin ti no sería yo.
Sin ti no habría bosque.
Sin ti no sobreviviríamos al viento, al otoño, ni a la sequía.
Con ternura acogiste la semilla que fui y me hiciste frondosa, rodeada de otros, anclada a tu amor.
“Jesús se dio cuenta de que un gran poder había salido de él.” (Mc. 5, 30)
Me ha hecho alzar la cabeza, bendecir mi cuerpo, bailar.
Me ha hecho disfrutar el sol en el rostro, el viento despeinándome, el olor de la hierba.
Me ha hecho encontrarme con otros, reír, cantar.
Me ha llenado el pecho de emociones.
Me ha sanado.
Y sólo era el borde de tu manto.
¿Cómo será, Señor, cuando te abrace?
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