EL Rincón de Yanka: OMISIÓN

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viernes, 6 de septiembre de 2024

📝 CARTA ABIERTA A LOS LAICOS COMPROMETIDOS por P. FLAVIANO AMATULLI VALENTE, fmap



Mis queridos (as) hermanos (as) en Cristo:

Antes que nada, permítanme felicitarles por su actitud de compromiso con la misión de la Iglesia. En un mundo, dominado por el egoísmo y el interés personal o de grupo, ustedes representan un testimonio de libertad y valentía, al ver más allá de los estrechos horizontes de la cotidianidad y comprometerse con las grandes causas del Evangelio.

Vino nuevo en odres nuevos

Como católicos metidos totalmente en los asuntos del mundo y al mismo tiempo en la vida de la Iglesia, se habrán dado cuenta de un cierto desequilibrio, que existe en nuestros ambientes con relación al mundo en que vivimos. Mientras en la sociedad se han dado grandes cambios con relación al pasado, en la Iglesia persisten aún instituciones, estructuras y estilos de vida propios de otros tiempos. El mismo lenguaje filosófico- teológico, que se maneja a nivel oficial, hace siempre más difícil la transmisión del mensaje y la comunicación entre los pastores y los feligreses.
Pues bien, en esta situación, ustedes, bien empapados de los valores evangélicos, sensibles a las exigencias de la sociedad contemporánea y manejando oportunamente el lenguaje actual, tendrán la tarea de hacer más accesible el Evangelio al hombre de hoy. Al mismo tiempo, al interior de la Iglesia, mediante su testimonio de sinceridad y espontaneidad, irán creando un nuevo tipo de relaciones entre todos, más respetuoso de la dignidad humana y más acorde al Evangelio.

Carismas diferentes

Como católicos comprometidos, dedíquense por tanto a lo propio y dejen a los demás lo que les corresponde. ¿Qué dijo Jesús? ‘Deja que los muertos sepulten a sus muertos. Tú vete a anunciar el Reino de Dios’ (Lc 9, 60). Si Dios los llamó para anunciar el Reino de Dios, ¿por qué van a dedicar su tiempo a otras cosas?
Que los demás se dediquen a las rifas y a la venta de los tamales. Es su manera propia de colaborar en los asuntos de la Iglesia. Pero, si cada uno de ustedes recibió algún carisma, don o capacidad especial para el bien de toda la Iglesia, dedique su tiempo precioso a vivir y actuar según este carisma y no lo desperdicie en asuntos de poca importancia, al margen del don recibido.

Colaboradores, no siervos ni esclavos de nadie

Posiblemente su manera de actuar va a molestar a los que están acostumbrados a tratar a los laicos como si fueran niños. Pues bien, dependerá de ustedes, de su capacidad de enfrentar estas situaciones, si se volverán en agentes de cambio dentro de la Iglesia o contribuirán a reforzar, mediante una actitud sumisa y acrítica, modelos infantiles de relaciones, totalmente al margen de la enseñanza de Cristo y el sentir propio de nuestros tiempos.
Haciendo esto, más que contribuir al progreso de la Iglesia, la van a perjudicar más, perpetuando vicios del pasado y aislándola más del mundo en que vivimos, más sensibles a los valores de la libertad y dignidad.

Obediencia y autonomía

Alguien, al enterarse de esto, podrá escandalizarse, pensando que se está faltando al respeto y la obediencia, que se debe a los pastores de la Iglesia. Será su manera propia de ver las cosas, rezago de épocas feudales. En realidad, el respeto no está reñido con la dignidad de la persona y la obediencia no consiste en decir siempre sí, sin tener en cuenta de qué se trata.
Ahora bien, ustedes, con su manera de actuar, tienen que ayudar a los pastores de la Iglesia a madurar en la manera de ejercer la autoridad, dejando a un lado el estilo autoritario que los caracterizó en el pasado. Todo esto, cuando se trata de asuntos eclesiales.

Cuando, al contrario, se trata de asuntos directamente profanos, tienen que exigir su completa autonomía. En este caso, son ustedes, que, bien empapados del sentir que emana del Evangelio, van a tomar las decisiones pertinentes, sin dejarse manipular por nadie, sea quien sea, no importando el cargo que ostente dentro de la jerarquía eclesiástica.
No se olviden de la advertencia de Jesús: “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios” (Mc 12, 17) o del refrán popular: “Zapatero a tus zapatos”. Solamente así podrán representar una voz genuina al interior de la Iglesia, con una sensibilidad y con una visión original de los problemas.
De otra manera, correrán el peligro de volverse en puros repetidores de conceptos, sin el calor y la fuerza de la experiencia y sin incidencia en la realidad.

Influjo en la sociedad

Un amplio panorama se presenta ante sus ojos para que puedan actuar en la sociedad como verdaderos discípulos de Cristo, comprometidos con el bien común. Las posibilidades son enormes: la política, la comunicación, la educación, la seguridad, la impartición de la justicia, el arte, el campo, la fábrica, el taller, el servicio social a solas o en forma asociativa (las ONG’s), etc.
Que en todo esto tengan el valor de decir sí, cuando es sí, y no, cuando es no (Mt 5, 37), actuando siempre con independencia de criterio y dejándose guiar solamente por la luz del Evangelio y su conciencia, realmente preocupados por el bien común y el pleno respeto al derecho de cada quien.

Que como laicos comprometidos empiecen a incursionar en los medios de comunicación masiva, como comunicadores y como dueños de los mismos, y también en la educación, contando con colegios y universidades propias. Así podrán contribuir directamente en la formación de sus hijos y las nuevas generaciones de católicos, según el estilo propio que ustedes quieran implantar a la luz de su experiencia, sin una dependencia continua del clero o de otro tipo de instituciones católicas, que a veces de católico tienen solamente el nombre.
Que en todo esto actúen con plena honestidad intelectual, rectitud de intención y fidelidad al Evangelio y el hombre de hoy, rompiendo monopolios y afirmando sin reticencia alguna su identidad católica, más allá de toda retórica aperturista, que en muchos casos lo único que pretende es garantizar mayores ingresos económicos, diluyendo el sentido de la fe y dando cabida a todos y a todo.

Influjo dentro de la Iglesia

Al mismo tiempo, se les presentan grandes oportunidades para poder influir dentro de la Iglesia, llevando el aire fresco de la espontaneidad, la sinceridad y la autenticidad. Que no los atrape la tentación de la rutina y el ritualismo. También en este caso, es mejor “dejar que los muertos sepulten a sus muertos” (Lc 9, 60). En realidad, hay gente que se encarga de eso.
Ustedes, como laicos comprometidos y al mismo tiempo sin ningún interés de orden económico o prestigio, dedíquense a descubrir nuevas formas de captar y vivir el mensaje evangélico, teniendo en cuenta la realidad concreta en que viven. En este sentido pueden aportar mucho en el campo de la catequesis, la liturgia, la administración o la evangelización de los alejados.

No se sientan esclavos de nadie. Si encuentran dificultad para realizarse en un determinado lugar, vayan a otro (Cf. Lc 10, 10). Así podrán realizarse plenamente y dar lo mejor de sí, evitando el peligro de un desgaste constante en situaciones de conflicto, rechazo o imposición.
Conozcan sus derechos como miembros de la Iglesia y háganlos respetar. Que no vaya a pasar que, mientras estén luchando por la afirmación de la dignidad humana en la sociedad, al interior de la Iglesia, por cobardía o un malentendido espíritu de obediencia y fidelidad, permitan cualquier tipo de atropello.
Al contrario, si quieren dar un mejor servicio a la Iglesia, tienen que luchar para que, también dentro de la Iglesia, se respeten los derechos humanos y se pueda llegar a establecer alguna institución específica al respecto.

Grupos Apostólicos y Movimientos Eclesiales

Es donde mayores oportunidades tienen de organizarse autónomamente y planear acciones concretas más conformes a su manera de ver las cosas. Como se dan cuenta, la Iglesia necesita estructuras nuevas, que le permitan actuar con mayor incidencia en el mundo de hoy. Pues bien, ustedes tienen la oportunidad de organizarse de manera tal que todos y cada uno de ustedes tenga la oportunidad de realizarse plenamente y ofrecer al mismo tiempo a la Iglesia un servicio más especializado en las distintas áreas, contando con los recursos de sus mismas instituciones.

Pues bien, para que su presencia dé a la Iglesia los frutos esperados, los invito a ser creativos a lo máximo, ensayando nuevos métodos de apostolado y creando nuevas estructuras de evangelización, que sirvan de estímulo para el actual aparato ministerial de la Iglesia, atrapado muchas veces en moldes de otros tiempos y casi asfixiado.
Que no le tengan miedo a la resistencia que les pueda venir de parte de algunos miembros del clero, celosos de sus prerrogativas y temerosos ante todo lo que sabe a novedad y puede representar un peligro para su seguridad y prestigio. Que se den cuenta de que no se trata de competencia, sino de colaboración en una misión que es tarea de todos los miembros de la Iglesia.
Una de las condiciones esenciales para vivir y actuar con libertad, según el propio carisma, es poder contar con instalaciones propias y medios propios de subsistencia.

Centros de formación

Para que puedan ir formándose cada día mejor con miras a ofrecer un mejor servicio a la Iglesia y a la sociedad, es oportuno que ustedes mismos intervengan en la formulación y aplicación de los programas o cuenten con centros de formación propios. Solamente así será posible garantizar una preparación práctica, no solamente teórica, con análisis precisos de la realidad y entrenamiento para enfrentar y resolver los problemas reales, que nos están afectando como Iglesia y sociedad, fijándose más en los resultados concretos que en las buenas intenciones.

Conclusión

Hay voces recurrentes que hablan de una nueva época en la historia de la Iglesia, en que el papel del laico será determinante. Adelante, pues, con valentía y espíritu de creatividad. A ver qué nos depara el Espíritu.

Siempre unidos en la oración y el común ideal, que es la misión.

Atentamente,

Tuxtepec, Oax., 21 de marzo de 2008.
VIERNES SANTO- INICIO DE LA PRIMAVERA

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domingo, 21 de julio de 2024

CARTA PASTORAL DEL OBISPO STRICKLAND "LOS PASTORES SILENCIOSOS" SON TRAIDORES y ENTREVISTA AL MONS. SCHNEIDER: PECADO DE OMISIÓN DE LA COBARDÍA DE LOS OBISPOS


Los “pastores silenciosos" 
(PECADO DE OMISIÓN)
son traidores

«Temo que el tiempo se esté acabando y que nos estemos acercando rápidamente a un momento en el que la cuerda de la Misericordia pueda ser retirada del Cielo y en su lugar descienda rápidamente la cuerda de la Justicia», escribe el obispo Strickland.

“ Mientras él aún hablaba, he aquí una multitud; y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos y se acercó a Jesús para besarlo. Y Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” (Lucas 22:47-48 RV)

“Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.” (Lucas 17:1-2 NVI)

¡TRAICIÓN!

La traición es el camino del cobarde: nace de la debilidad, de la falta de carácter, del deseo de un camino más fácil. En esencia, la traición es una venta: intercambiar consciente y voluntariamente algo de mayor valor por algo de menor valor para beneficio propio; por ejemplo, intercambiar al Hijo de Dios por 30 monedas de plata. La traición es una participación en el mal, ya que nos lleva de un amor desinteresado orientado al bien de los demás a un deseo egoísta que ignora a los demás y eleva al traidor por encima de todo lo demás. La traición desprecia lo que es bueno.

En el Infierno de Dante, el autor sitúa la traición en el centro helado del infierno. En lugar de fuego, imagina la traición como hielo, un lugar donde hay una completa falta de fidelidad, amor y calidez, con el diablo sentado en el mismo centro como el mayor traidor de la historia.

Judas, de la misma manera, es el traidor humano por excelencia. Traicionó a Nuestro Señor, y lo hizo con un beso. ¡Qué dolor le debe haber causado esto a Cristo Jesús, que lo amaba tanto! El consenso abrumador a lo largo de los últimos dos milenios es que Judas ha estado, está y siempre estará entre los condenados debido a su traición y luego a su fracaso en arrepentirse de esa traición antes de quitarse la vida. Jesús pronunció su sentencia sobre él: “Mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría no haber nacido” (Mateo 26:24).

Judas era uno de los doce: tenía una relación íntima con Nuestro Señor Jesucristo. Pero esa es la esencia de su traición: vendió a Aquel que lo conocía más íntimamente y que lo amaba más profundamente que cualquier otro. Judas rechazó el amor fiel, desinteresado y vivificante de Cristo por una exigua recompensa financiera. Y, lamentablemente, esta traición a Nuestro Señor continúa incluso hoy. En ninguna parte se ve esto más claramente que en la traición de tantos en la jerarquía de la Iglesia de Nuestro Señor.

Durante el siglo pasado, la Iglesia Católica ha sido infiltrada silenciosa pero metódicamente, y este ataque ha dado como resultado décadas de clero débil, comprometido y silencioso: traidores. ¿Ha notado que estamos en la época de los pastores silenciosos, pues nunca dicen una palabra? Para muchos, su traición se presenta en forma de apatía silenciosa, ya que parece que no hay nada que amen lo suficiente como para que actúen, o nada que amen lo suficiente como para que clamen o intenten detener la traición.

Podemos ver claramente las huellas de Satanás en la traición masiva al Señor y a Su Iglesia en la crisis de abusos sexuales que ha sacudido a la Iglesia al menos desde principios de los años 2000. Tal vez en ningún otro lugar fue más evidente la traición en forma de protección y promoción de los abusadores que en el caso del ex cardenal Theodore McCarrick. Su historia es un ejemplo de traición a una escala sin precedentes. Aquellos que ocupaban posiciones de poder en la jerarquía de la Iglesia vivían la vida a lo grande, abusaban de seminaristas y pagaban dinero para callar. Ahora es evidente que el Vaticano comenzó a recibir informes sobre McCarrick y su interés inusual en los seminaristas y su comportamiento depredador ya en la década de 1990. Sin embargo, aquellos que podrían haber puesto fin a este mal hicieron la vista gorda, y McCarrick continuó abusando de más víctimas mientras al mismo tiempo ascendía a posiciones de mayor y mayor autoridad en la Iglesia.

Han pasado décadas y, sin embargo, poco ha cambiado. De hecho, ahora vivimos bajo un papado en el que los clérigos abusadores no sólo prosperan, sino que a menudo son recompensados e incluso celebrados. De hecho, hay muchos casos de sacerdotes que siguen en el ministerio a pesar de haber cometido actos gravemente inmorales, como es el caso de Marko Rupnik, un jesuita que fue expulsado de la orden después de décadas de abusos sexuales contra religiosas. Rupnik ha sido acusado de abusar sexualmente de unas 30 hermanas religiosas. Sin embargo, actualmente sigue siendo un sacerdote activo (ahora incardinado en la diócesis de Koper, Eslovenia, tras su expulsión de los jesuitas), y vive y trabaja en Roma como director de arte y decano de teología en el Centro Aletti.

Algunas de las horribles y sacrílegas acusaciones contra Rupnik incluyen incidentes de abuso sexual que supuestamente ocurrieron mientras él diseñaba y creaba obras de arte, y sin embargo sus obras de arte todavía adornan algunos de los lugares más sagrados y reverentes de toda la Iglesia, como la Basílica de la Inmaculada Concepción en Lourdes, Francia, un lugar de sanación y fe que debería honrar a nuestra Santísima Madre. Este arte sigue existiendo a pesar de que al menos cinco mujeres que afirman haber sido abusadas por Rupnik, y cuyas afirmaciones los jesuitas consideraron creíbles, enviaron cartas a obispos católicos de todo el mundo pidiendo que las obras de arte de Rupnik se eliminaran de estas iglesias y santuarios. En cambio, el principal funcionario de comunicaciones del Vaticano defendió el uso de las imágenes e insistió en que no causaron daño a las víctimas. Es desalentador saber que Rupnik es solo un ejemplo de muchos «traidores» que continúan recibiendo la protección total del Vaticano mientras que muchos otros sacerdotes, obispos y cardenales fieles son silenciados, cancelados y eliminados.

¿Y qué decir de la traición de la herejía? En la Iglesia se está produciendo una traición generalizada en estos momentos, ya que las enseñanzas y la doctrina católicas se dejan de lado para dar cabida a las enseñanzas del mundo. Una de esas traiciones es la relacionada con la homosexualidad. La homosexualidad se ha convertido en “el elefante en la habitación” de la Iglesia actual. Aunque reconocemos con razón que, como católicos fieles, siempre debemos amar a nuestro prójimo (lo que, por supuesto, incluye a quienes sienten atracción por personas del mismo sexo), la Iglesia Católica enseña que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y siempre violan la ley divina y natural. Por lo tanto, debemos tener claro que nunca está permitido participar en estos actos, y el clero nunca debe engañar a sus fieles condonando tales actos o minimizando su naturaleza grave. En cambio, siempre debemos llamar a la gente a alejarse del pecado y a acercarse a Cristo, y al perdón que Él ofrece a través del arrepentimiento y la conversión. Sin embargo, ahora tenemos una situación en la que muchos en altos puestos de la Iglesia celebran e incluso glorifican este estilo de vida que aleja a las almas de Cristo. El editor general de la revista jesuita América , el padre James Martin, un defensor de esta perversión, es uno de los portavoces más destacados de la Iglesia actual y a menudo se le solicita como consultor del Vaticano. El documento Fiducia Supplicans ha contribuido en gran medida a la confusión al abrir la puerta a posibles bendiciones de las relaciones homosexuales, un resultado impensable incluso hace 50 años. Este documento ha sido una invitación abierta al diablo para que persiga a las almas que están confundidas por una Iglesia en la que muchos clérigos ya no permanecen anclados en el Sagrado Depósito de la Fe, sino que, en cambio, buscan modernizar las enseñanzas para apaciguar los oídos modernos.

Y en medio de este clima de traición, el 10º Congreso Eucarístico Nacional está comenzando en Indianápolis, Indiana, con un costo de aproximadamente $14 millones. Como católicos, sabemos que la Eucaristía es el centro de la vida católica porque la Eucaristía es nada menos que Jesucristo mismo. Nuestro Señor está presente – cuerpo y sangre, alma y divinidad – en la Sagrada Eucaristía. Jesús no dejó a los apóstoles sólo con un libro o algunas vagas garantías de su ayuda – ¡los dejó, y nos dejó, a nosotros, con Él mismo! Los reunió y transformó el pan y el vino ordinarios en su divino cuerpo y sangre glorificados, hechos presentes en cada Santa Misa. Sus palabras, “Este es mi cuerpo… Esta es mi sangre… Haced esto en memoria mía” fueron Su confirmación para ellos de que esto iba a continuar a perpetuidad, y que Él permanecería con ellos siempre. Y así tenemos Su seguridad de que la Eucaristía que celebramos hoy es el mismo Jesús que partió el pan esa noche con sus apóstoles, y Él todavía está plenamente presente entre nosotros en cada Santa Misa. La pérdida de la fe eucarística en la Iglesia ha sido epidémica y, de hecho, devastadora para nuestra fe católica; por lo tanto, un Congreso Eucarístico es algo bueno.

Pero aún así, me pregunto… cuando a los sacerdotes que son culpables de graves actos de inmoralidad todavía se les permite celebrar la Misa y sostener la sagrada Eucaristía en sus manos… ¿les dice Cristo… “Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?” (Lucas 22:47)

Tal vez lo que más me preocupa en estos días de confusión y traición es que temo que el tiempo se esté acabando y que nos estemos acercando rápidamente a un momento en que la cuerda de la Misericordia pueda ser retirada del Cielo y, en su lugar, descienda rápidamente la cuerda de la Justicia. Es imperativo que en este tiempo nos preparemos con confesiones frecuentes, Misas y recepción de la Sagrada Eucaristía frecuentes y caridad frecuente hacia los demás para que podamos saludar a Nuestro Señor Jesús con un beso de amor, no con un beso de traición.

“Y dijo a sus discípulos: Es imposible que no vengan escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños.” (Lucas 17:1-2 NVI)

Que Nuestro Señor continúe bendiciéndoos y Nuestra Santísima Madre interceda siempre por vosotros y os conduzca siempre a su Hijo Eterno.

Obispo Joseph E. Strickland
Obispo Emérito


XVI Domingo del Tiempo Ordinario
Primera Lectura
Lectura del libro de Jeremías (23,1-6):

Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño –oráculo del Señor–.
Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: «A los pastores que pastorean mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones –oráculo del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países adonde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá –oráculo del Señor–. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: El-Señor-nuestra-justicia (YAHVEH TSIDKENU)». Palabra de Dios


Schneider: 
«En nuestro tiempo de gran confusión doctrinal 
un obispo no puede callarse»

Aprovechando la visita a España de Mons. Athanasius Schneider para presentar su libro «Credo: compendio de la fe Católica», Javier Navascués ha entrevistado al obispo auxiliar de Astaná (Kazajistán), quien ha señalado que su primer deber como obispo es enseñar la fe católica.
(InfoCatólica) Entrevista de Javier Navascués a Mons. Schneider en el canal Agnus Dei Prod de Youtube.

En primer lugar, monseñor, ¿qué supone para usted publicar este libro «Credo: compendio de la fe católica»?
Primeramente, debo decir que no era mi idea ni mi intención, pero me lo pidieron buenos laicos, padres de familia, que escribiera y publicara una especie de catecismo o compendio sobre la fe católica debido a la situación difícil y la confusión doctrinal actual. Estas familias, especialmente de los Estados Unidos, me han pedido insistentemente que publicara este compendio de catecismo.

¿En qué medida era importante sacar esta versión en lengua española?
El catolicismo es mayormente de lengua española, considerando toda América Latina. Para los fieles de lengua española es importante tener acceso a este libro. Yo pienso que es útil publicarlo también en español.

¿Cuánta responsabilidad siente como obispo al instruir al pueblo en las verdades de la fe?
Esta es la primera tarea de un obispo: ser doctor de la fe. Durante la consagración episcopal, cada obispo debe hacer un juramento de predicar, transmitir y defender integralmente la fe católica tal como fue transmitida por los apóstoles durante toda la historia de la Iglesia. Es mi primer deber enseñar la fe católica. En la misa, rezamos en el Canon que los obispos son llamados en latín catholici apostolici fides cultores, aquellos que cultivan la fe católica y apostólica. En nuestro tiempo de gran confusión doctrinal, un obispo cuya tarea es predicar integralmente la fe católica no puede callarse y debe ofrecer medios de doctrina y enseñanza católica a los fieles que tienen hambre de la verdad y claridad. Para mí, es un gesto de amor a los fieles, como pastor.

¿Por qué ha dicho que su público objetivo son los llamados «pequeños de Dios»?
Los pequeños de Dios son las familias católicas, los niños, los jóvenes, las familias que no pertenecen a las estructuras eclesiásticas o nomenclaturas eclesiásticas, que no tienen influencia en niveles de administración o burocracia eclesiástica. Estos simples fieles necesitan una ayuda clara en la instrucción de la fe.

¿Por qué decidió seguir el esquema clásico de los catecismos?
Porque es un medio muy didáctico y pedagógico, probado a lo largo de los siglos. Aprender cosas breves y sintéticas para memorizar es muy útil y ayuda a recordar estas verdades fundamentales de nuestra fe. El método clásico de preguntas y respuestas breves es también más fácil de leer que un tratado teológico. El Catecismo de la Iglesia Católica, escrito en un formato más de manual teológico, a veces usa un lenguaje difícil para los sencillos fieles. Por eso, intenté escribir de una manera más clásica y pedagógica, con preguntas y respuestas más fáciles de leer y memorizar.

¿Considera que su libro abarca todos los temas básicos que un cristiano necesita saber para salvarse?
Sí, seguí el esquema tradicional de los catecismos. La primera parte trata de lo que debemos creer (lex credendi), las cosas que debemos creer sobre la fe. Luego, lo que creemos debemos practicar en nuestra vida moral (lex vivendi). La tercera parte aborda cómo debemos rezar correctamente, con temas relacionados con la oración y la liturgia. Estos tres elementos están siempre unidos: la fe, la vivencia de la fe y la oración, que debe reflejar la fe.

Espero que el libro tenga buena difusión y haga bien a las almas durante muchos años.
Sí, espero que este libro sea útil para muchos fieles, proporcionando respuestas claras y citando a los Padres de la Iglesia, doctores de la Iglesia y el magisterio claro de la historia de la Iglesia. Esto nos da una convicción profunda de la verdad y amor a la verdad.

Para finalizar, sobre el libro: hay muchos catecismos clásicos y buenos. ¿Por qué merece la pena comprar este libro y no otro, como el de Trento o el de San Pío X?

Desde el Concilio de Trento o del Papa Pío X han surgido nuevas preguntas y realidades que no existían en aquel tiempo. Por ejemplo, hoy en día enfrentamos el problema de la teoría de género, la ideología mundial contra la familia y el matrimonio, el fenómeno del New Age, el yoga y religiones orientales gnósticas. También considero necesario explicar temas como la masonería, que no se encuentran en los catecismos pasados. Además, es importante explicar en detalle los diferentes niveles del magisterio, distinguiendo entre lo que es infalible y lo que no lo es. Este libro aborda cuestiones actuales y algunos elementos de la crisis actual de la Iglesia y de la fe.

Para finalizar, quería preguntar por la misa tradicional, que parece que va a ser más limitada y perseguida. ¿Le preocupa esta situación y cómo debemos actuar los fieles ante esta persecución o prohibición?
Debemos tener siempre una gran esperanza, porque un católico debe ser un hombre de esperanza sobrenatural. La Iglesia no es solo una organización humana, sino también divina. Está en las manos poderosas de Dios y de Cristo. La Iglesia de Cristo no es nuestra iglesia. Dios intervendrá para mantener la integridad y pureza de la fe y la liturgia. Debemos continuar amando y defendiendo la liturgia tradicional por amor a la Iglesia, no por contradicción o espíritu de revuelta. Con amor y la gracia de Dios, queremos permanecer fieles a la misa tradicional, incluso en situaciones de limitación o persecución eclesial. Todo esto con espíritu de amor por el Papa y la Santa Sede, por nuestra Santa Madre Iglesia, y por las generaciones jóvenes a quienes debemos transmitir este tesoro inefable de la liturgia tradicional de la Iglesia.

Muchas gracias, monseñor, por habernos atendido, por sus palabras de esperanza, y espero que quienes vean esta entrevista se animen a comprar el libro «Credo: compendio de la fe católica».
Gracias. Que Dios los bendiga.

domingo, 14 de julio de 2024

LA RESPUESTA PERDURABLE DE LA IGLESIA CATÓLICA AL ATEÍSMO PRÁCTIVO DE NUESTRA ÉPOCA por MONSEÑOR ROBERT SARAH 🔥

Cardenal Sarah denuncia el mal del “ateísmo práctico”
El 13 de junio, invitado por el Napa Institute y el Catholic Information Center, el Cardenal Robert Sarah pronunció una Conferencia en la Catholic University of America (Universidad Católica de América) en Washington, D.C., donde enfatizó el mal del "ateísmo práctico", calificándolo como una gran tentación en la Iglesia de hoy. (Ver video)
"Por ateísmo práctico, me refiero a una pérdida del sentido del Evangelio y de la centralidad de Jesucristo", señaló el Cardenal. El ateísmo práctico no niega a Dios ni lo rechaza de plano, agregó Monseñor Sarah, sino que saca a Dios del centro de la vida. Criticó además a la Iglesia en Europa, advirtiendo asimismo sobre la "pérdida del sentido del Evangelio" que ha impregnado gran parte de la vida cotidiana en Occidente.

La conferencia fue precedida por una misa en la Iglesia de la Cripta en la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción, a la que asistieron cientos de personas más, dijeron los organizadores

Lea a continuación el texto completo de la Conferencia.


I. Observaciones introductorias

Agradezco reunirme con ustedes, distinguidos invitados del Instituto Napa. Sr. Busch: gracias por la invitación y al Centro Católico de Información por su copatrocinio. Mi discurso, "La respuesta duradera de la Iglesia Católica al ateísmo práctico de nuestra época", refleja bien su misión: preparar líderes para llevar la verdad, la fe y el valor al mundo moderno a través de la liturgia, la formación y la comunidad.

Primero, sin embargo, me gustaría decir algo sobre la Iglesia Católica aquí en los Estados Unidos. He tenido el privilegio de viajar muchas veces a vuestro país y lo he encontrado un lugar de gran importancia para la Iglesia universal. Estados Unidos es parte de lo que comúnmente se llama "Occidente". Occidente, aunque no es la cuna del cristianismo, es el hogar de gran parte de lo que una vez se llamó cristiandad, y mucho de lo que se ha convertido en la sociedad moderna, cuyas raíces son firmemente europeas.

La identidad cultural, económica, política y, en menor medida, religiosa de Estados Unidos se asemeja a la de Europa. Si bien Estados Unidos es el fruto de la fe y la ilustración europeas, es único en muchos aspectos significativos.

Con respecto al catolicismo de los Estados Unidos, es bien sabido que los católicos fueron durante mucho tiempo una minoría reconocible. Los católicos iban a diferentes iglesias y escuelas; ayunaban los viernes; celebraban los días santos de manera diferente; A menudo vivían en barrios étnicos. En resumen, los católicos eran diferentes. Sin embargo, también eran orgullosamente estadounidenses. Su fe inspiraba un patriotismo. En la Segunda Guerra Mundial, los católicos lucharon y murieron por la libertad junto a sus hermanos y hermanas protestantes y judíos. Fue la fe de los católicos la que inspiró tal sacrificio. Eran una minoría religiosa, firmes en la fe, aunque a veces se les tratara como ciudadanos de segunda clase, o algo peor.

Desde la década de 1960, los católicos han perdido cada vez más su identidad única. Ya no son una minoría reconocible porque se han asimilado completamente a la cultura estadounidense. Los católicos aquí son a menudo estadounidenses primero, católicos después.

Las consecuencias son obvias. Muchos católicos tienen las mismas creencias que la población en general. Tenemos un presidente que se identifica a sí mismo como católico y que es un ejemplo de lo que el cardenal Gregory describió recientemente como un "católico de cafetería". Muchos de sus funcionarios públicos católicos están en la misma categoría. Muchos de sus hospitales y universidades católicas son católicos solo de nombre. El estatus de minoría de tantas cosas católicas aquí en los Estados Unidos, que proporcionaron un importante testimonio de la plenitud de nuestra fe católica, ha sido cambiado por la asimilación cultural.

He visitado los Estados Unidos lo suficiente como para saber que, si bien la singularidad de la comunidad católica se ha perdido a nivel macro, hay mucho que celebrar sobre aspectos específicos de la comunidad católica aquí. La Iglesia Católica de los Estados Unidos es muy diferente de la Iglesia en Europa. La fe en Europa está muriendo, y en algunos lugares está muerta. La interacción entre los gobiernos severamente seculares y la Iglesia no ha servido bien a la fe allí.

Algo de eso existe en los Estados Unidos, pero también hay un dinamismo de fe aquí que no existe en otros lugares de Occidente. Lo he visto de primera mano. Como presidente del Pontificio Consejo Cor Unum, he sido testigo personalmente de cómo los estadounidenses se encuentran entre las personas más generosas del mundo. Gracias. Sus seminarios han sido reformados en gran medida, los apostolados laicos están insuflando nueva vida a la fe, en las parroquias hay focos de vida, y mi sensación es que su liderazgo episcopal está generalmente comprometido con el Evangelio, la fe en Jesucristo y la preservación de nuestra Sagrada Tradición. No hay duda de que hay divisiones y conflictos internos, pero no hay un rechazo total de la fe católica como vemos en muchas partes de Europa y América del Sur. Mi observación es que hay modelos de fe aquí en los Estados Unidos que tal vez podrían ser una lección para otros países occidentales.

Dicho esto, su cultura en términos más amplios se ha vuelto hostil a la fe. Hay un ateísmo práctico que se ha apoderado de vuestro país y está amenazando el bien común. Esto es lo que me gustaría reflexionar hoy con vosotros: el ateísmo práctico que está infectando a Occidente y que se está infiltrando notablemente en la Iglesia misma.

II. Ateísmo práctico

Como señalé en un reciente discurso a los obispos de Camerún:

"Muchos prelados occidentales están paralizados por la idea de oponerse al mundo. Sueñan con ser amados por el mundo. Han perdido la preocupación de ser un signo de contradicción. Tal vez demasiada riqueza material conduzca a un compromiso con los asuntos mundiales. La pobreza es una garantía de libertad para Dios. Creo que la Iglesia de nuestro tiempo está experimentando la tentación del ateísmo. No el ateísmo intelectual. Pero este estado mental sutil y peligroso: el ateísmo fluido y práctico. Esta última es una enfermedad peligrosa aunque sus primeros síntomas parezcan leves".

Por ateísmo práctico, me refiero a una pérdida del sentido del Evangelio y de la centralidad de Jesucristo. Las Escrituras se convierten en una herramienta para un propósito secular en lugar de ser un llamado a la conversión. No creo que esto esté muy extendido entre sus obispos y sacerdotes aquí en los Estados Unidos, gracias a Dios, pero se está volviendo más común en otras regiones de Occidente. Demasiados no toman en serio la fe y la tratan como un obstáculo para el diálogo.

San Pablo nos advirtió de esto: "Porque llegará el tiempo en que los hombres no tolerarán la sana doctrina, sino que, siguiendo sus propios deseos y su insaciable curiosidad, acumularán maestros y dejarán de escuchar la verdad y se desviarán a los mitos" (2 Tm 4, 3-4).

Y, sin embargo, sabemos que la fe, y las Escrituras y los sacramentos en particular, nos dan vida. Es por eso que San Pablo también nos encargó que "proclamáramos la palabra; ser persistente, ya sea conveniente o inconveniente; convencer, reprender, animar con toda paciencia y enseñanza» (2 Tim 4,2).

No hay, por supuesto, ateísmo puro. Uno debe poner su confianza en algo. Entonces, la pregunta no es si crees en Dios o no, sino en qué crees; ¿Cuál es tu "G" minúscula – Dios? Para muchos en la cultura secular, es el sexo y todos sus derivados libertarios. Para otros, es una comprensión positivista de la naturaleza, donde los datos objetivos son el único factor por el cual se deben tomar decisiones. Y, sin embargo, para otros, es la riqueza, el poder, el estatus social o el activismo social.

Todos estos son ídolos corruptos y falsos por medio de los cuales elevamos algo que no es el único Dios verdadero, en toda Su majestad, amor y misericordia, tal como los israelitas adoraban al Becerro de Oro. Esto no es nada nuevo. La creación, en sus muchas formas, siempre ha competido con el Creador por nuestra lealtad. Lo que es de particular interés es cómo este tipo de ateísmo práctico se ha filtrado en la Iglesia. Me gustaría repasar lo que nuestros tres papas más recientes han dicho sobre esto como un recordatorio de que la Iglesia es la voz profética de nuestros tiempos y debemos permanecer atentos a las voces internas que desean alterar su voz para convertirla en algo aceptable para la cultura secular.

III. San Juan Pablo II

El gran Papa San Juan Pablo II entendió los peligros del ateísmo tan bien como cualquiera. Vivió los horrores de un sistema político desconectado de Dios y de todas sus consecuencias. Si bien muchos de los horrores del comunismo ateo y el fascismo ocurrieron durante nuestra vida, o al menos durante mi vida, parece que hemos olvidado sus brutales lecciones. Millones, tal vez cientos de millones, de vidas fueron sacrificadas con fines ideológicos impulsados por la pérdida de lo sagrado. Todos sabemos que la familia,

La vida humana, la dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios y a su semejanza, son las más sagradas de todas las criaturas vivientes. Sin embargo, asesinatos, torturas, violaciones, familias destrozadas y tantos otros pecados horribles contra la dignidad de la persona se cometieron en nombre de mentiras que separan al hombre de Dios.

San Juan Pablo entendió todo esto y aprovechó las armas de la fe contra el ateísmo que emanaba del comunismo y de Oriente. En un nivel, ganó esa guerra, pero, en otro nivel, la guerra continúa a nivel global y nacional, e incluso dentro de cada uno de nosotros. Como lo describió Solzhenitsyn, "la línea que separa el bien del mal no pasa a través de los estados, ni entre clases, ni entre partidos políticos, sino a través de cada corazón humano, y a través de todos los corazones humanos". Esta es la batalla a la que cada uno de nosotros se enfrenta y también la Iglesia la vive de manera escatológica. La batalla no está "ahí fuera" sino aquí, comenzando dentro de cada uno de nosotros.

Esta localización del distanciamiento de Dios es algo que cada uno de nosotros debe examinar regularmente. ¿En qué o a quién

¿Encontrar sentido? Como he dicho en otro lugar: debe ser Dios, de lo contrario nos quedamos sin nada.

"Dios o nada", es el título de uno de mis libros. Esto vale para cada uno de nosotros, pero también para la Iglesia misma.

En una audiencia general de 1999, el Papa Juan Pablo II habló sobre un ateísmo práctico que se puede aplicar a algunos en la Iglesia de hoy:

"Comenzando por la Sagrada Escritura, notamos inmediatamente que no se menciona el ateísmo 'teórico', mientras que hay una preocupación por rechazar el ateísmo 'práctico'... En lugar de ateísmo, la Biblia habla de maldad e idolatría. Quien prefiere una serie de productos humanos, falsamente considerados divinos, vivos y activos, al verdadero Dios es malvado e idólatra".

Vemos esto en la Iglesia cuando la sociología o la "experiencia vivida" se convierte en el principio rector que da forma al juicio moral. No es un rechazo rotundo de Dios, sino que empuja a Dios a un lado. ¿Con cuánta frecuencia escuchamos de teólogos, sacerdotes, religiosos e incluso de algunos obispos o conferencias episcopales que necesitamos ajustar nuestra teología moral a consideraciones que son exclusivamente humanas?

Hay un intento de ignorar, si no rechazar, el enfoque tradicional de la teología moral, tal como lo definen tan bien la Veritatis Splendor y el Catecismo de la Iglesia Católica. Si lo hacemos, todo se vuelve condicional y subjetivo. Acoger a todos significa ignorar la Escritura, la Tradición y el Magisterio.

Ninguno de los proponentes de este cambio de paradigma dentro de la Iglesia rechaza a Dios de plano, pero tratan la Revelación como algo secundario, o al menos en pie de igualdad con la experiencia y la ciencia moderna. Así es como funciona el ateísmo práctico. No niega a Dios, sino que funciona como si Dios no fuera central.

Vemos este enfoque no sólo en la teología moral, sino también en la liturgia. Las tradiciones sagradas que han servido bien a la Iglesia durante cientos de años ahora se presentan como peligrosas. Tanto enfoque en lo horizontal empuja hacia afuera lo vertical, como si Dios fuera una experiencia en lugar de una realidad ontológica.

Hay un entendimiento implícito por parte de los proponentes del ateísmo práctico de que la fe de alguna manera limita a la persona. Toman el axioma de San Ireneo, "la gloria de Dios es el hombre plenamente vivo", para significar que el fin más alto del hombre es ser plenamente él mismo. Esto es cierto si entendemos al hombre como una criatura hecha para Dios, pero los ateos prácticos ven a Dios y su orden moral como un factor limitante. Nuestra felicidad, según esta forma de pensar, se encuentra en ser quienes queremos ser, en lugar de conformarnos a Dios y a su orden.

Todo está muy orientado al "ahora". Lo que tiene sentido es aquello que habla del momento contemporáneo, divorciado de nuestra historia individual y corporativa. Esta es la razón por la que las tradiciones de nuestra fe pueden ser descartadas tan fácilmente. Según los ateos prácticos, la tradición es vinculante, no liberadora.

Y, sin embargo, es a través de nuestras tradiciones que nos conocemos más plenamente a nosotros mismos. No somos seres aislados y desconectados de nuestro pasado. Nuestro pasado es lo que da forma a lo que somos hoy.

La historia de la salvación es el ejemplo supremo de esto. Nuestra fe siempre resuena en nuestros orígenes, desde Adán y Eva, a través de los reinos del Antiguo Testamento, hasta Cristo como el cumplimiento de la antigua ley, hasta el advenimiento de la Iglesia y el desarrollo de todo lo que nos fue dado por Cristo. Esto es lo que somos como pueblo cristiano. Todo está radicalmente conectado. Somos un pueblo que vive dentro del contexto de lo que Dios nos creó para ser, que ha sido recibido más profundamente a lo largo de los siglos, pero que siempre está conectado con la revelación de Cristo, que es el mismo ayer y hoy. Buscar la realización bajando la vista a nuestra experiencia, emociones o deseos es rechazar lo que somos como criaturas de Dios, dotadas de una dignidad sublime y creadas en última instancia para Él.

IV. El Papa Benedicto XVI

Esto nos lleva al Papa Benedicto XVI. Él también entendió de primera mano los peligros del ateísmo, explícito o implícito. Su trabajo como teólogo, prefecto y papa tuvo un énfasis particular en la vida de fe en Europa, que buscó renovar. Entendió que Occidente estaba siendo atacado por un ateísmo dentro de las culturas tradicionalmente cristianas de Europa.

Fue aún más explícito que Juan Pablo II sobre sus preocupaciones con respecto a la pérdida de fe dentro de la Iglesia. Como Papa dijo:

"En nuestro tiempo ha surgido un fenómeno particularmente peligroso para la fe: en efecto, existe una forma de ateísmo que definimos, precisamente, como 'práctica', en la que las verdades de la fe o los ritos religiosos no son negados, sino que simplemente se consideran irrelevantes para la vida cotidiana, separados de la vida, sin sentido. Así es que la gente a menudo cree en Dios de una manera superficial, y vive "como si Dios no existiera" (etsi Deus non daretur). Al final, sin embargo, este estilo de vida resulta aún más destructivo, porque lleva a la indiferencia a la fe y a la cuestión de Dios" (Audiencia general, 14 de noviembre de 2012).

En una conferencia de 1958, años antes del Concilio Vaticano II, que sugiere que nuestra situación actual tiene raíces mucho más profundas que la revolución cultural de las décadas de 1960 y 1970, dijo:

"Esta Europa llamada cristiana se ha convertido desde hace casi cuatrocientos años en el lugar de nacimiento de un nuevo paganismo, que crece constantemente en el corazón de la Iglesia y amenaza con socavarla desde dentro".

La Iglesia, continuó,

"Ya no es, como lo fue antes, una Iglesia compuesta de paganos que se han convertido al cristianismo, sino una Iglesia de paganos que todavía se llaman a sí mismos cristianos, pero que en realidad se han convertido en paganos. El paganismo reside hoy en la Iglesia misma" (Los nuevos paganos en la Iglesia, 1958)

Esta es una dura crítica a la Iglesia, y sin embargo esto se dijo en 1958, por lo que la crítica de que existe un ateísmo práctico en la Iglesia no es nueva en este momento. Es, sin embargo, más evidente ahora que cuando Joseph Ratzinger hizo estas

observaciones y se produce en la pérdida de una vida cristiana devota, o de una cultura cristiana obvia, y en forma de disidencia pública, a veces incluso de funcionarios de alto rango o instituciones prominentes.

¿Cuántos católicos asisten a misa semanalmente? ¿Cuántos están involucrados en la iglesia local? ¿Cuántos viven como si Cristo existiera, o como si Cristo se encontrara en su prójimo, o con la firme creencia de que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo? ¿Cuántos sacerdotes celebran la Sagrada Eucaristía como si fueran verdaderamente alter Christus y, más aún, como si fueran ipse Christus, Cristo mismo? ¿Cuántos creen en la Presencia Real de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía? La respuesta es muy pocas. Vivimos como si no necesitáramos redención a través de la sangre de Cristo. Esa es la realidad práctica para muchos en la Iglesia. La crisis no es tanto el mundo secular y sus males, sino la falta de fe dentro de la Iglesia.

El proceso sinodal, particularmente en algunos países europeos, es un ejemplo en el que se promueven puntos de vista disidentes en el contexto de la Iglesia institucional. El cardenal Zen ya lo ha expuesto de manera efectiva en su carta a los participantes en el Sínodo el año pasado, pero me gustaría agregar algunas reflexiones adicionales.

Se nos dice que el Sínodo sobre la sinodalidad debe poner en diálogo a toda la Iglesia. Quizás este pueda ser un camino a través del cual

el Espíritu Santo habla a la Iglesia. Eso sería una bendición. Sin embargo, existe la preocupación de que este no sea un camino a través del cual se ejerza el sensus fidelium.

Hay voces en el Sínodo que no hablan desde dentro del sensus fidei. El hecho de que alguien se identifique como católico no significa que sea parte del sensus fidelium. Ser católico es más que una identificación cultural; Es una profesión de fe. Tiene un contenido particular de fe. Salir de ese contenido, tanto en la creencia como en la práctica, es salir de la fe. Y es un grave peligro considerar legítimas todas las voces. Esto llevaría a una cacofonía de voces que equivaldría a ruido, que parece estar haciéndose más fuerte en estos días. Como dijo el Cardenal Ratzinger:

"Una fe que podemos decidir por nosotros mismos no es fe en absoluto. Y ninguna minoría tiene ninguna razón para permitir que una mayoría prescriba lo que debe creer. O la fe y su práctica nos vienen del Señor a través de la Iglesia y sus servicios sacramentales, o no existe tal cosa" (Verdad y Tolerancia [San Francisco: Ignatius Press, 2004], Parte 2, Sección 1).

Este acercamiento a la fe conduce a la confusión y a la inestabilidad. De nuevo, de Ratzinger:

"Todo lo que hacen los hombres también puede ser deshecho por otros... Todo lo que decida una mayoría puede ser revocado por otra mayoría. Una iglesia basada en resoluciones humanas se convierte simplemente en una iglesia humana... La opinión reemplaza a la fe" (Llamados a la Comunión, San Francisco: Ignatius Press, 1991, p139).

Esta actitud hacia una falsa libertad y conformismo parece estar creciendo dentro de la Iglesia. Por ejemplo, algunos prelados prominentes han expresado su apertura a la perspectiva de la ordenación de mujeres, sugiriendo que la doctrina puede cambiar. Este es el tipo de cosas que los católicos deberían creer que es imposible y, sin embargo, tenemos un alto funcionario que defiende una eclesiología que rechaza la estabilidad de la doctrina. La implicación, por supuesto, es que somos libres de definir la fe como mejor nos parezca. Esto no es católico, y es una fuente de gran confusión que está dañando a la Iglesia y a los fieles. Afortunadamente, el Papa Francisco ha dejado claro que esto no es posible, pero la confusión crece en torno a estas preguntas cuando el

El proceso sinodal global fomenta tales consideraciones. El ejemplo de Alemania es bien conocido, pero es importante recordarlo.

El cardenal Ratzinger identificó esta crisis de fe, este ateísmo práctico, como el fruto de una mala eclesiología. Dijo esto:

"La Iglesia de Cristo no es un partido, ni una asociación, ni un club. Su estructura profunda y permanente no es democrática sino sacramental, por lo tanto jerárquica. Para la jerarquía basada en la sucesión apostólica es la condición indispensable para llegar a la fuerza, a la realidad del sacramento. Su autoridad no se basa en la mayoría de los votos; se basa en la autoridad de Cristo mismo, que quiso transmitir a los hombres que habían de ser sus representantes hasta su regreso definitivo" (The Ratzinger Report, p49).

Este es el meollo de la cuestión. La fe, la Iglesia, se basa en Cristo. Sin Cristo, nosotros no tenemos nada. Demasiados en la Iglesia encuentran el corazón de la fe en sus afiliados. Sí, en cierto sentido formamos el cuerpo místico de Cristo, pero sólo en la medida en que vivimos en Cristo y nuestra fe está centrada en Cristo.

V. Francisco

El Papa Francisco ha continuado el llamado contra el ateísmo. Lo hace de manera diferente a Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero tiene claro que la vida sin Dios es un camino hacia la destrucción. En 2015 dijo:

"En una sociedad cada vez más marcada por el secularismo y amenazada por el ateísmo, corremos el riesgo de vivir como si Dios no existiera. A menudo las personas se sienten tentadas a ocupar el lugar de Dios, a considerarse el criterio de todas las cosas, a controlarlas, a usar todo según su propia voluntad. Es muy importante recordar, sin embargo, que nuestra vida es un don de Dios, y que debemos depender de Él, confiar en Él y dirigirnos siempre a Él" (Encuentro con la delegación de la Conferencia de Rabinos Europeos).

El Santo Padre entiende que hay focos dentro de la Iglesia que no viven del corazón de Jesús. Exhorta a los obispos y sacerdotes a vivir vidas que sean coherentes con el Evangelio. Ha dicho repetidamente que el eclipse de Dios conduce a la destrucción del hombre. Tomemos en serio su llamado a recordar a Dios, especialmente para aquellos de nosotros en la Iglesia.

Observaciones finales

¿Hacia dónde vamos? Permítanme hablar de la cuestión como obispo. Los obispos deben alzar la voz y convertirse en claros maestros de la fe, testimoniando tanto con la palabra como con la santidad de vida. La unidad de la fe viene a través del oficio de obispo, que debe ser reafirmado hoy. Hay demasiada confusión en torno a la Iglesia, y nos corresponde a nosotros, los obispos, aportar claridad para que los fieles laicos puedan ser testigos de la verdad.

Como dijo el Papa Juan Pablo II:

"El obispo está llamado de modo particular a ser profeta, testigo y servidor de la esperanza (...) Apoyándose en la Palabra de Dios y aferrándose firmemente a la esperanza, que como un ancla segura y firme llega hasta el cielo (cf. Hb 6, 18-20), el obispo se erige en medio de la Iglesia como centinela vigilante, profeta valiente, testigo creíble y fiel servidor de Cristo" (Pastores gregis, #3).

Esto requiere la voluntad de ser un signo de contradicción (ver Lc 2:34) para el mundo contemporáneo y, sí, para partes de la iglesia contemporánea.

Esta responsabilidad se cumplirá a través de la enseñanza correcta y la santidad, santidad que está arraigada en una relación personal e íntima con Cristo. El Papa Francisco ha dicho: "¡No hay testimonio sin un estilo de vida coherente! Hoy no hay gran necesidad de maestros, sino de testigos valientes, convencidos y convincentes; testigos que no se avergüenzan del nombre de Cristo y de su cruz" (Homilía a los nuevos arzobispos metropolitanos, 29 de junio de 2015).

Permítanme terminar dando vueltas de regreso al punto de partida. Estados Unidos es diferente a Europa. La fe aquí es todavía joven y madura. Esta joven vitalidad es un don para la Iglesia. Así como vimos a la Iglesia africana, que también es joven, dar un testimonio heroico de la fe a raíz de ese documento equivocado, Fiducia Supplicans, y salvar a la Iglesia de un grave error, la Iglesia aquí en los Estados Unidos también puede ser un testimonio para el resto del mundo.

El ateísmo cultural que se ha apoderado de Occidente no tiene por qué apoderarse de la Iglesia aquí. Ustedes tienen un buen liderazgo episcopal, buenos sacerdotes jóvenes, comunidades con familias católicas jóvenes y vibrantes. Debéis fomentar el crecimiento de todo esto por el bien de vuestras familias, pero también por el bien de la Iglesia mundial. El Instituto Napa y el Centro Católico de Información son parte integral y vital de esta misión. Debes ser elogiado por lo que estás haciendo.

Estados Unidos es grande y poderoso política, económica y culturalmente. Esto conlleva una gran responsabilidad. ¡Imagínese lo que podría suceder si Estados Unidos se convirtiera en el hogar de comunidades católicas aún más vibrantes! La fe de Europa está moribunda o muerta. La Iglesia necesita sacar vida de lugares como África y América, donde la fe no está muerta.

Tal vez sea sorprendente para algunos que los Estados Unidos puedan ser un lugar de renovación espiritual, pero yo creo que es así. Si los católicos en este país pueden ser un signo de contradicción con su cultura, el Espíritu Santo hará grandes cosas a través de ustedes.

Una vez más, gracias, Sr. Busch y al Instituto Napa, y al Centro de Información Católica por esta oportunidad de hablar con ustedes hoy en el Capitolio de su país y en el campus de la Universidad Católica de América. Que la fe de tu pueblo crezca para que la luz de Cristo brille más intensamente. Gracias.

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