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jueves, 9 de enero de 2025

LIBRO "UNA FE LÓGICA": ARGUMENTOS RAZONABLES PARA CREER EN DIOS por TIMOTHY KELLER 🔥

 UNA FE LÓGICA

Argumentos razonables 
para creer en Dios


VIVIMOS EN UNA ÉPOCA en que se valora la razón empírica, la evolución del progreso humano y el derecho de todos a elegir su más auténtica expresión del sentido de la vida, de propósito y de gozo. Entonces, ¿tiene sentido la noción de un Dios o de un poder superior? ¿La fe y la religión ofrecen algo de valor?
En este nuevo libro intelectualmente estimulante, el pastor y autor de varios best seller del New York Times, Timothy Keller, invita a los estudiantes de filosofía secular y a aquellos escépticos en cuanto a la fe y la religión en general a considerar que el Dios cristiano sigue teniendo sentido. ¿Qué pasaría si el cristianismo nos proveyera recursos sin precedentes para responder las preguntas sobre la satisfacción, la libertad personal, la justicia y la esperanza?
Escrito para el que está buscando pero se encuentra indeciso, así como para el escéptico secular, Una fe lógica arroja luz sobre el profundo valor y la importancia del cristianismo, ahora más pertinente que nunca.

PREFACIO

La fe de la persona secular 

He sido pastor en Manhattan, Nueva York, durante casi 30 años. La mayor parte de la gente que vive en esta ciudad no profesa una religión, ni son lo que suele llamarse cristianos porque celebran la Navidad y la Semana Santa. Más bien, la mayoría se identificaría como «secular» o «sin afiliación religiosa». 

Hace poco el New York Times hizo un reportaje sobre un foro semanal que tiene nuestra iglesia para gente que es escéptica sobre la existencia de Dios o cualquier otra realidad sobrenatural. Las reglas básicas del grupo asumen que ninguna religión ni la secularidad son verdad. En cambio, se consultan múltiples fuentes (experiencia personal, filosofía, historia, sociología, así como textos religiosos) para comparar los sistemas de creencias y considerar cuán razonable es uno u otro con respecto a los demás. Sin duda, la mayor parte de los participantes viene a la discusión con un punto de vista y tiene la esperanza de que su cosmovisión se refuerce mediante este proceso de evaluación. No obstante, también a cada persona se le invita a estar abierta a la crítica y a estar dispuesta a reconocer las fallas y los problemas en su manera de ver las cosas [1]. 

Después de que se publicó el artículo, varios tableros de mensajes y foros en internet lo discutieron. Muchos no lo tomaron en serio. Uno de los comentarios afirmaba que el cristianismo «carece de sentido en el mundo real y natural en que vivimos» y por tanto no tiene «mérito [racional]» en absoluto. Muchos se opusieron a la opinión de que la secularidad fuera un conjunto de creencias que podría compararse con otros sistemas. Por el contrario, afirmaban, sería solo una apreciación adecuada de la naturaleza de las cosas basada estrictamente en una evaluación racional del mundo. La gente religiosa trata de imponer sus creencias en otros, pero, se indicó, cuando las personas seculares exponen sus argumentos, ellas solo tienen hechos, y las personas que no están de acuerdo cierran sus ojos a estos hechos. La única manera de ser un cristiano, afirmaba otro, es asumir que las fábulas de la Biblia son verdad y cerrar tus ojos a toda razón y evidencia. 

En otro foro, los participantes no podían entender por qué algunos escépticos seculares se acercarían a ese grupo. «¿Piensan que “aquellos que no tienen afiliación religiosa” en Estados Unidos es porque nunca han escuchado las “buenas nuevas?”» preguntó un hombre con incredulidad. «¿Piensan que la gente secular llegará a ese lugar y escuchará y dirá: “por qué nadie me había dicho esto?”». Otro escribió: «Las personas no carecen de una afiliación religiosa porque no están familiarizadas con la religión, sino porque así lo han escogido [2]». 

Sin embargo, a través de los años han sido innumerables las veces que he estado en esta clase de discusiones de grupo, y las conjeturas de estos críticos sobre aquellos que carecen de una afiliación religiosa son en gran medida equivocadas. Tanto los creyentes como los no creyentes en Dios llegan a sus respectivas conclusiones a través de una combinación de la experiencia, la fe, el razonamiento y la intuición. Y en estos foros, suelo escuchar a los escépticos decirme: «Desearía haber conocido antes que existía esta clase de creencia religiosa y esta forma de pensar sobre la fe. Esto no quiere decir que voy a creer ahora, pero nunca antes había tenido tantos elementos para reflexionar sobre estos temas». 

El material en este libro es una manera de ofrecer a los lectores (en especial a los más escépticos, quienes pueden pensar que las «buenas nuevas» carecen de relevancia cultural) los mismos elementos para la reflexión. Compararemos las creencias y las afirmaciones del cristianismo con las creencias y las afirmaciones del punto de vista secular, al preguntarnos cuál tiene más sentido para un mundo complejo y la experiencia humana. 

Sin embargo, antes de que procedamos, deberíamos detenernos un momento para considerar en qué forma usaremos la palabra «secular». Hay, al menos, tres maneras en que se usa esta palabra hoy. 

Una manera aplica el término a la estructura política y social. Una sociedad secular es aquella en la que hay una separación entre la iglesia y el estado. El gobierno y las instituciones culturales más importantes no favorecen ninguna fe religiosa. El término «secular» puede también usarse para describir a los individuos. Una persona secular es aquella que no conoce si hay un Dios ni un ámbito sobrenatural más allá del mundo natural. Todo, según este punto de vista, tiene una explicación científica. Por último, el término puede describir un determinado tipo de cultura con sus temas y narrativas. Una época secular es aquella en la que todos los énfasis están en el saeculum, en el aquí y el ahora, sin ningún concepto de lo eterno. El sentido de la vida, la dirección y la felicidad se entienden y se buscan en la prosperidad económica del tiempo presente, el bienestar material y la plenitud emocional. 

Es útil distinguir cada uno de estos aspectos de la secularidad, porque no son idénticos. Una sociedad podría tener un estado secular incluso si hubiera pocas personas seculares en el país. Otra distinción es muy común. Los individuos podrían profesar no ser seculares y tener una fe religiosa. No obstante, a un nivel práctico, la existencia de Dios quizás no tenga un impacto perceptible en su conducta y en las decisiones en sus vidas. Esto es así porque en una época secular incluso las personas religiosas tienden a escoger a sus parejas y cónyuges, carreras y amistades, así como las opciones financieras, con un objetivo no mayor que su propia felicidad en el tiempo presente. Sacrificar la paz y la prosperidad personal por causas trascendentes ha llegado a ser raro, incluso para las personas que afirman que creen en valores absolutos y en la eternidad. Aunque no seas una persona secular, la época secular puede «diluir» (secularizar) la fe hasta que la consideres solo como una elección más en la vida —al igual que el trabajo, la recreación, los pasatiempos, la política— más que como el marco general que determina todas las elecciones en la vida [3]. 

En este libro, usaré la palabra «secular» en la segunda y tercera maneras y presentaré a menudo fuertes críticas a estas posiciones. Sin embargo, soy un gran defensor del primer tipo de secularidad. No quiero que la iglesia o cualquier otra institución religiosa controle al estado, ni que el estado controle a la iglesia. Las sociedades en las cuales el estado ha adoptado y promovido una fe única han sido a menudo opresivas. Los gobiernos han usado la autoridad de la «única religión verdadera» como una justificación para la violencia y el imperialismo. Resulta irónico que el matrimonio entre la iglesia y el estado termine debilitando a la religión que se ha favorecido más que fortalecerla. Cuando a las personas se les impone una religión a través de la presión social en vez de escogerla libremente, a menudo la adoptan a medias o de manera hipócrita. La mejor opción es un gobierno que no promueve una sola fe ni una forma doctrinaria de creencia secular que denigra y margina la religión.

Un estado realmente secular crearía una sociedad de verdad pluralista y un «mercado de ideas» en que las personas de toda clase de creencias, que incluye a aquellos con creencias seculares, podrían con libertad contribuir, comunicar, coexistir y cooperar en un marco de respeto mutuo y paz. ¿Existe ese lugar? No, todavía no. Sería un lugar donde las personas, aunque difieran enormemente, escucharían con atención antes de hablar. Allí, las personas evitarían todo subterfugio y tratarían las objeciones y las dudas de los demás con respecto y seriedad. Tratarían de comprender la otra posición tan bien que sus oponentes pudieran afirmar: 
«Tú presentas mi posición en una mejor manera y más convincente de lo que yo mismo lo hago». Admito que tal lugar no existe, pero espero que este libro sea una pequeña e imperfecta contribución hacia su creación. 

Hace algunos años escribí el libro ¿Es razonable creer en Dios?, el cual provee un conjunto de razones para creer en Dios y el cristianismo. Aunque este libro ha sido útil para muchos, no comienza lo suficientemente atrás para muchas personas. Incluso algunos no comenzarán el viaje de exploración, porque, con franqueza, el cristianismo no parece bastante relevante para que valga la pena. «¿Acaso la religión no exige saltos de fe ciega en una época marcada por la ciencia, la razón y la tecnología?», preguntan. «Sin duda, menos y menos personas sentirán la necesidad de la religión y esta desaparecerá». 

Este libro comienza abordando esas objeciones. En los primeros dos capítulos desafiaré con firmeza tanto la presunción de que el mundo se está volviendo más secular y la creencia de que las personas no religiosas, seculares, fundamentan su punto de vista sobre la vida principalmente en la razón. La realidad es que cada persona adopta su propia cosmovisión por una variedad de factores racionales, emocionales, culturales y sociales. 

Después de esa primera sección del libro, en los próximos capítulos compararé y contrastaré cómo el cristianismo y la secularidad (con referencias ocasionales a otras religiones) buscan proveer sentido en la vida, satisfacción, libertad, identidad, una brújula moral y esperanza; todas estas cosas tan cruciales que no podemos vivir sin ellas. Argumentaré que el cristianismo tiene más sentido emocional y cultural, que explica las cuestiones relativas a la vida en las formas más incisivas, y que nos ofrece inigualables recursos para satisfacer estas necesidades humanas ineludibles. 

¿Es razonable creer en Dios? no aborda muchas de las creencias de trasfondo que nuestra cultura nos ha impuesto en cuanto al cristianismo, lo cual lo hace parecer poco creíble. Estas presunciones no se nos presentan de manera explícita con argumentos. Más bien, son absorbidas por las historias y los temas del espectáculo y las redes sociales. Se asume que son simplemente «como son las cosas [4]». Son tan fuertes que incluso muchos creyentes cristianos, quizás en secreto al principio, descubren que su fe se ha hecho cada vez menos real en sus mentes y corazones. Mucho o la mayor parte de lo que creemos en este nivel es, por lo tanto, invisible a nosotros como creencia. Algunas de las creencias que abordaremos son: 
  • «No necesitas creer en Dios para tener una vida plena de significado, esperanza y satisfacción» (capítulos 3, 4 y 8). 
  • «Debes ser libre para vivir como mejor te parezca, mientras que no lastimes a otros» (capítulo 5). 
  • «Empiezas a ser tú mismo cuando eres fiel a tus más profundos deseos y sueños» (capítulos 6 y 7). 
  • «No necesitas creer en Dios para tener un fundamento para los valores morales y los derechos humanos» (capítulos 9 y 10). 
  • «Hay poca o ninguna evidencia para la existencia de Dios o la veracidad del cristianismo» (capítulos 11 y 12). 
Si piensas que el cristianismo no promete mucho en cuanto a tener sentido para una persona razonable, entonces este libro está escrito para ti. Si tienes amigos o familia que se sienten de esta manera (y ¿quién en nuestra sociedad no se siente así?), este libro debería ser de interés para ti y para ellos también. 

Después de una de estas discusiones de «bienvenida para los escépticos» en nuestra iglesia, un hombre mayor se me acercó. Él había asistido a muchas de nuestras reuniones. «Me doy cuenta ahora —me indicó—, que tanto en mis años de juventud cuando iba a la iglesia y en los años en los que he vivido como un ateo, nunca en realidad consideré cuidadosamente mis fundamentos. Mi entorno me ha influenciado demasiado. No he reflexionado en las cosas por mi cuenta. Gracias por esta oportunidad». 

Confío en que este libro permitirá a los lectores, tanto dentro como fuera de la creencia religiosa, que hagan lo mismo.

_________________________________

[1] Samuel G. Freedman, «Evangelists Adapt to a New Era, Preaching the Gospel to Skeptics», New York Times, 4 de marzo de 2016. El artículo es un buen resumen de lo que sucede en esta clase de discusiones auspiciadas por nuestra iglesia. Añadiría que el enfoque que se describe aquí, al hablar sobre la fe no es nuevo. Es la única manera en que he hablado a otros sobre la fe en mis 40 años de ministerio, y tengo muchos colegas que han hecho lo mismo.


[3] Estas tres formas de usar el término «secular» se basan en el análisis de Charles Taylor en su libro A Secular Age (Cambridge, MA: Harvard University Press, 2007), 1-22. Primero, él da las dos definiciones más comunes de secularidad. La primera es que una sociedad secular es aquella en la que el gobierno y las principales organizaciones sociales no están restringidos a una religión. 
En una sociedad religiosa todas las organizaciones incluyendo el gobierno se basan y promueven un conjunto particular de creencias religiosas. En una sociedad secular las organizaciones y estructuras políticas no están conectadas con ninguna religión (excepto en formas históricas, pero no en formas sustanciales, como en Inglaterra y los países escandinavos). 
La vida y el poder políticos se reparten equitativamente entre creyentes y no creyentes. La segunda definición es que una sociedad secular es aquella en la que muchos o la mayoría de las personas no creen en Dios ni en un mundo no material y trascendente. En esta definición ser secular es ser personalmente no religioso, es no creer en una dimensión sobrenatural de la vida y del universo. Aunque algunas personas seculares sean explícitas ateas o agnósticas, otras quizás continúan asistiendo a los servicios religiosos y extrapolan de la religión las verdades morales para vivir. Sin embargo, al final encuentran todos los recursos que necesitan (para el sentido de la vida y la realización personal, para la moralidad y el trabajo en favor de la justicia) en recursos meramente humanos, de este mundo. Taylor llama a esto «ser autosuficiente o humanismo exclusivo […] 
Una era secular es aquella en la que el eclipse de todos los fines más allá del auge humano se hace posible» (pág. 19). Incluso las personas que retienen vínculos con las organizaciones religiosas son en todo caso seculares, si perciben una vida plena en términos completamente terrenales y de realización personal y rechazan la idea del sacrificio y la obediencia a Dios para alcanzar la vida eterna. La cultura advierte a las personas que el sacrificio para servir a otros o los ideales más elevados pueden ser emocionalmente enfermizos y que es una manera de colaborar con las fuerzas opresivas. Aunque Taylor reconoce que la palabra «secular» suele tener uno de estos dos primeros significados, aun ofrece un tercero. 
Él considera que una sociedad secular es aquella en la que las condiciones para creer han cambiado (págs. 2–3). 
En las sociedades religiosas la fe simplemente se asume. La religión no es algo que eliges. Sería considerada una actitud escandalosamente egoísta. Sin embargo, en una cultura secular la religión se considera como algo que tú debes elegir, y sin duda el pluralismo de las sociedades seculares significa al fin y al cabo que tu religión es algo que puedes elegir o dejar a un lado. Por esta razón, debes tener alguna justificación para tus creencias, ya sea que tengas un fundamento racional o uno más intuitivo y práctico. En una cultura secular, la fe ha dejado de ser algo automático o axiomático. En este sentido, afirma Taylor, somos (en la sociedad occidental) personas de una era y sociedad seculares.

[4] En A Secular Age, Charles Taylor analiza lo que llama «un imaginario social», el cual es «una manera de construir sentido y significado» (pág. 26). Es algo a lo que podríamos llamar una cosmovisión; un conjunto de creencias de trasfondo que moldean todo. Sin embargo, Taylor evita la palabra «cosmovisión» y en cambio usa este término para comunicar algunos aspectos importantes de cómo vivimos nuestra vida que el término «cosmovisión» sencillamente no captura. Quiere comunicar «algo mucho más amplio y profundo que los esquemas intelectuales» (pág. 171). Dice que un imaginario social no solo incluye proposiciones de cómo debemos vivir, sino también «nociones normativas más profundas e imágenes que sustentan estas expectativas» (pág. 171). ¿Y eso qué significa?


miércoles, 1 de enero de 2025

LIBRO "UNA FILOSOFÍA PARA SOBREVIVIR EN EL SIGLO XXI": YO NO SOY UN YOUTUBER Y USTED NO SABE NADA SOBRE MI por JESÚS GONZÁLEZ MAESTRO

UNA FILOSOFÍA 
PARA SOBREVIVIR 
EN EL SIGLO XXI

Yo no soy un youtuber 
y usted no sabe nada sobre mí

«NO TE PROMETO SOLUCIONES FÁCILES, 
SINO LA VERDAD CRUDA, 
LO QUE HAGAS CON ELLA ES COSA TUYA. 
PERO NUNCA SERÁS UN IDIOTA».

No todos los días es trending topic un catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, que ni es youtuber ni tiene redes sociales. ¿Pero quién es Jesús G. Maestro? ¿Por qué todas sus opiniones se convierten en virales?
Jesús G. Maestro no es un gurú ni pretende serlo, es un verso suelto cuyas reflexiones son dinamita para sus miles de seguidores. Porque, además de hablar sobre literatura, es un incisivo observador de la realidad, un hombre libre que atiza sin pudor —y con un arsenal de argumentos— a la ignorancia en general.
A lo largo de estas páginas, analiza una sociedad marcada por el miedo, la mentira y la culpa. Vivimos para enriquecer a quienes nos causan problemas, a quienes nos venden productos que no necesitamos y a quienes nos etiquetan para que seamos una sociedad homogénea y aborregada.
Sin dar consejos de ningún tipo, el autor pide al lector que no muerda el anzuelo del poder, que no sea un títere ni un pelele, y que se arrime a los libros de Cervantes para dejar de ser un ignorante.

«Tus verdades no interesan a nadie: interesan tus miserias, tus fracasos y tus debilidades. La verdad sólo se revela y se conoce cuando no tiene consecuencias emocionales. La verdad no es emocionante. No te engañes. Lo que te dicen te lo dicen porque ya es irrelevante. Si fuera importante, te lo ocultarían. Nadie te revelará nunca ningún secreto. Ni siquiera intrascendente. Las mentiras son mucho más estimulantes que los secretos. Y la actualidad, esa forma informativa de despistar, es un saco de mentiras muy atractivas, y muy bien pensadas, para que el consumidor se equivoque, comente lo que no debe y confiese lo que ha de delatarle. No hay cebo sin anzuelo. Y el valor del anzuelo es directamente proporcional al atractivo del cebo».

Miedo, mentira y culpa

Miedo, mentira y culpa son las tres fuerzas principales que gestionan el mundo y organizan la vida de la gente. Siempre ha sido así. Hoy, igual. La única diferencia es que cambian de apariencia, forma y procedimientos, pero son siempre las mismas fuerzas:miedo, mentira y culpa. Los tres enemigos más crueles y peligrosos de tu libertad. Nunca dejarán de acecharte.

El miedo es útil, como todo, en pequeñas dosis, porque, como he dicho siempre -y, antes que yo, lo ha dicho la paremia-, cuida la viña. El miedo es un sexto sentido que nos advierte y protege de posibles peligros y adversidades, como también lo es el sentido del ridículo. Pero, en exceso, el miedo te mata. No te deja vivir. Hoy el miedo que la gente siente ante cualquier hecho es galopante, extremo y superlativo. Por eso es decisivo hacer que el miedo cambie de bando: que lo tenga quien nos oprime, que lo sufra quien lo causa y provoca. El miedo identifica a los débiles ante los poderosos, a los de abajo frente a los de arriba.

La gente del siglo XXI es extremada mente débil. Y medrosa. En particular, las generaciones nacidas desde la década de 1990 en adelante. Son personas marcadas por el miedo, la debilidad y la reacción impotente ante este tipo de acoso mediático y psíquico. Se ocultan con frecuencia en la risa, el chiste y la evasión consumista, en una vida pseudoacadémica o pseudouniversitaria y una sexualidad artificiosa y descontrolada, frente a un mercado laboral inaccesible y bajo un parasitismo que tiende a cronificarse más o menos voluntariamente con el paso de los años. La inmadurez se fosiliza de mil formas y maneras, y la vejez llega pronto, sin salud y sin recursos, en medio de una impotencia personal y social de dimensiones inasumibles. Todo esto, con las innegables excepciones, lejos de resolver el problema, lo delata y lo preserva. Y desemboca en una pandemia de patologías psíquicas sin precedentes.

Las redes sociales son ese refugio en el que esta gente más joven busca superar sus miedos y ansiedades, que, paradójicamente, crecen con el consumo de las mismas redes sociales y sus contenidos, diseñados de manera adictiva para encarcelar al planeta en sus propias impotencias. Es un confinamiento psíquico, que no requiere ni pandemias ni medidas extraordinarias. Bastan las convencionales. La risa es la forma de escape preferida por estas generaciones más jóvenes para disimular su miedo y su déficit emocional. Ríen por todo porque temen a todo. De todo hacen chiste, porque se sienten más seguros fingiendo una risa sardónica que enfrentándose a la realidad. Pero la realidad, como la muerte -y como Hacienda-, siempre llega. Y llega no sólo para incomodarte, desde luego, sino para hundirte la vida, como no sepas hacerte compatible con tus enemigos: miedo, mentira y culpa.

El sistema aterroriza así a todo dios y lo mantiene a raya. Sin embargo, la realidad -querido amigo- es mucho peor que el sistema: porque el sistema juega contigo y te utiliza mientras le sirvas para algo, mientras que la realidad simplemente te destruye, pues no te necesita nunca para nada. Para la realidad, insensible y ciega a todo, el ser humano es sólo un derroche biológico. Para el sistema, es un recurso que se puede manipula r, esclavizar y rentabilizar hasta su muerte. Incluso su misma muerte -como su vida entera- se puede convertir en un negocio para el mercado. A la realidad, el dinero le importa un bledo. A los amigos del comercio, no.

Las mentiras son el segundo elemento de la terna, para que vivas en un tercer mundo semántico, es decir, en la ignorancia (título universitario incluido, con ceremonia de fin de grado, muceta y birrete también en el mismo kit). El hábito no hace al monje.

Y luego viene el tercer elemento: el sentimiento de culpa. Antes todo era pecado, ahora todo es delito. Antaño, en nombre de la religión; hoy, en nombre de la ideología y de lo políticamente correcto. 
¿Querías verte libre de las religiones y del peso de la opresión eclesiástica? No te preocupes, podemos secularizar el «pecado» y llamarlo «delito». Lo reconvertimos en lo mismo, pero con un nombre diferente, y te lo servimos, de nuevo, en bandeja de plata. 
¿Te gusta más así? La democracia también puede funcionar como una religión de Estado. ¿Te vas a atrever a discutirlo? ¿Acaso crees que Sócrates prefería la cicuta al café con leche? No serás el primero que prefiera acusar a su prójimo en nombre de la democracia en lugar de hacerlo en nombre de la religión. Los inquisidores de hoy ya no llevan sotana. Sin embargo, la Inquisición nunca desaparece totalmente, y siempre necesita de personas como tú, seres humanos normales y corrientes, voluntarios a los que, un día, en cualquier momento, el totalitarismo y el fanatismo despiertan vocaciones más o menos ocultas, latentes o dormidas. El sueño de la tiranía produce monstruos, que la razón no siempre puede sofocar. Y la democracia, en determinados momentos históricos, tampoco.

No hemos avanzado apenas. Y, por el medio, la filosofía , esa cortesana de todas las camas -a la que tanta atención prestas-, buscando siempre un sitio en cada una de ellas, para suplantar a la religión, la política o la autoayuda, y acostarse siempre con el sol que más calienta el catre.

Del temor a los dioses en las antiguas religiones hemos pasado hoy a tener miedo a todo, sin excepción: miedo a trabajar y a ganar dinero, miedo al compromiso y al amor duradero, temor a las amistades y a las relaciones sociales y personales, ceguera ante la sexualidad y miedo a perder la salud, temor entre padres e hijos, miedo a vecinos y colegas, pavor a ideas y opiniones, a saberes y a ciencias... Tenemos incluso miedo a pensar a solas y en silencio. Siempre pensando en Orwell y el Gran Hermano. Hay miedos para todos los gustos y personas.

La vida diaria es un catálogo de miedos espectaculares. Todo es una caja de truenos intimidatorios y amenazantes. La prensa es una granja de horrores, vaticinios y apocalipsis. La inseguridad es creciente y absoluta. Pero, por miedo y vergüenza, te lo negarás a ti mismo, y sobre todo a los demás. Harás un chiste de cuanto veas, y así creerás disimular tu impotencia y cobardía. Te convertirás en el emoticono de una carcajada, cuando observes algo que delata la debilidad que te avergüenza. Tienes pocos recursos. La pobreza y el miedo no se pueden ocultar durante mucho tiempo. Y buscarás la felicidad hasta debajo de las piedras, repi tiendo tonterías en internet, a ver si así te animas un poco, con frases de autoayuda más bobas que un chiste malo. Y se las comunicarás a los demás, cuando quien más las necesita eres tú.

Y por encima de todo: la culpa y el sentimiento de culpa. La culpa del cambio climático. La culpa de comer carne, antes por ofender a Dios y ahora por ofender a la naturaleza. La culpa de la pobreza y la culpa de la riqueza. La culpa de la violencia de los demás, a quienes no conoces, y de la que te has enterado por la prensa. La culpa de horrores históricos y bélicos cometidos hace más de quinientos años por gente a la que no comprendes ni has visto en tu vida (ni verás, obviamente). La culpa de guerras pasadas -que no has vivido jamás- y de otras en las que no combates -por el momento-, pero que nos cuentan como si nosotros las hubiéramos provocado esta misma mañana. La culpa de la inflación, del gasto público y del endeudamiento, aun cuando resulta que no se llega a fin de mes, pues, al parecer, la culpa de la subida, o bajada, de los tipos de interés es nuestra: tuya, específicamente tuya, y sólo tuya.

TIENES TRES ENEMIGOS

En este libro te vamos a invitar a una interesante conversación en la que el protagonista eres tú. Y tus objetivos. Pero hay alguien más... También están tus enemigos. Tienes tres. Los has tenido siempre. Pero en este siglo xx1 han cambiado de forma, estrategia y careta, para que no los reconozcas ni identifiques fácilmente. Sin embargo, estos enemigos son más veteranos que el oficio más antiguo del mundo, y son siempre los mismos: el miedo, la mentira y la culpa. Sin ellos, eres demasiado libre, y acaso también feliz, y eso no puede permitirse. Eso de que vivas tranqui lo es algo que urge evitar. Las redes social es están para algo más que mover dinero y publicidad por internet. Sin miedo, mentira y culpa, no hay amo que controle a sus subordinados. Y tú podrías vivir en libertad. Eso hay que impedirlo. Lo irónico del caso es que tú mismo te prestes voluntariamente a que te amarguen la vida, en lugar de apagar el ordenador, o de cerrar tus cuentas en las redes, en momentos así. Recuerda que eres lo que consumes. No esperes ser valioso mirando idioteces o leyendo necedades.

Vamos a recorrer una serie de escenarios peligrosos, llenos de engaños y trampas, de forma que puedas verlos al descubierto, tal como son. Pero desde un punto de vista inédito, nuevo, original. Como nadie te los ha contado. Y lo que es más importante: como nadie te los va a contar.

En este libro te encontrarás como recién salido de una óptica: con gafas nuevas, que te permitirán ver el mundo con nuevos ojos, y sobre todo con nuevas razones para interpretarlo mejor.

Se ha dicho, desde hace milenios, que la vista puede cegar al ser humano, es decir, que las apariencias engañan, porque lo que se ve con los ojos -con los sentidos- puede ser falso y engañoso. Aquí vamos a desenmascarar a ese tramposo que, precisamente, trata de engañarte ofreciéndote su ayuda, pero hablándote de miedos, mentiras y sentimientos de culpa. Paradójica forma de ayudar. Son los gurús del miedo, la mentira y la culpa. Los sacerdotes que limitan tu libertad y gestionan tu ignorancia emocional. 
¿O prefieres llamarla inteligencia emocional? Advierte que es el mismo timo, pero con distinto nombre.

Por eso este no es un libro de autoayuda, sino de todo lo contrario: este es un libro contra los libros de autoayuda...

VER+:






10 respuestas de Jesús G.Maestro a los primeros lectores de Una filosofía para sobrevivir en el sXXI

sábado, 7 de diciembre de 2024

LIBRO "POLÍTICAMENTE INDESEABLE" por CAYETANA ÁLVAREZ DE TOLEDO 🙋


POLÍTICAMENTE 
INDESEABLE

«Solo cuando los políticos digamos en público lo mismo que afirmamos en privado, sólo cuando reconozcamos la degradación de nuestro oficio, sólo cuando nos veamos retratados en el implacable espejo de los hechos, sólo entonces seremos capaces de rescatar la democracia de las mandíbulas del populismo».
Políticamente indeseable es una mezcla de crónica sobre la decepción política, ensayo sobre las amenazas a la democracia y encantadores retazos de memoria familiar. En una época envilecida por el culto a los sentimientos, Cayetana Álvarez de Toledo, la política española más libre y brillante de su generación, se fija un objetivo insólito: la redención de su oficio a través de la razón y la verdad.
DECLINACIÓN

Escribo desde el socavón. Sin amargura ni desaliento, incluso con esperanzas. Cualquier cosa menos dar la razón a los profetas del fracaso español. De un lado, las tricoteuses; del otro, las plañideras. Unas y otras adolecen de una fatal y simétrica arrogancia. La de creer que nuestra generación verá la destrucción definitiva de un viejo país ineficiente. La realidad es más prosaica. España se ha adentrado en el sombrío bosque de la decadencia. Nada nuevo, aunque el proceso pueda doler o durar. Pregúntenselo al condeduque de Olivares. O a mi biografiado Juan de Palafox, un idealista, un justiciero, un fracasado. Las estanterías de mi casa están llenas de volúmenes sobre la declinación española, de mi etapa como investigadora del siglo XVII. 

«Declinación», qué palabra tan bella y exacta. En la historia de España el espíritu del 98, pesadumbre y nostalgia, es más la norma que la excepción. La principal y decisiva diferencia es que la presente crisis se proyecta sobre un orden político de una profunda envergadura moral. La Constitución de 1978 es la respuesta más equilibrada, justa y fértil jamás dada al principal problema español, que es también el principal problema de la modernidad política: 

«Cómo vivir juntos los distintos», en expresión ya clásica de Libres e Iguales, la plataforma cívica que un pequeño grupo de militantes de la democracia promovimos en 2014. El orden constitucional español está en riesgo. En grave riesgo. ¿Desde cuándo? Unos dirán que desde el primer minuto, por la ingenuidad del constituyente y la deslealtad de los nacionalismos. Otros culparán a los sucesivos gobiernos, por su oportunismo y su cobardía. Otros más dirán que las élites abdicaron egoístamente de su responsabilidad. Los últimos acusarán al propio pueblo travestido en turba. 

Puedo coincidir con todos ellos. Como periodista y política, he vivido la declinación española, capítulo a capítulo. Sé hasta qué punto la mediocridad y el sectarismo han erosionado las instituciones. He visto a los medios de comunicación deslizarse por la pendiente de las junk news y a la sociedad entregarse al victimismo y la irracionalidad. Sobre todo, he vivido, en primera línea política, la convergencia de dos fenómenos letales: el Proceso nacido en Cataluña y la pandemia venida de China. 

Esa es la historia que cuenta este libro: la de mi experiencia como candidata por Barcelona y luego diputada y portavoz del Grupo Parlamentario Popular en un tiempo especialmente delicado para España. Durante un año y medio, entre marzo de 2019 y agosto de 2020, luché contra lo indeseable en la política hasta que me convirtieron en políticamente indeseable. Desde esa condición, la del hombre en la arena, que, con el rostro cubierto de sangre, sudor y polvo, políticamente derrotado, afirma: 
«Que por mí no quede», me reafirmo en mis esperanzas. España no es la excepción ni está condenada a ser un país dividido, declinante, mendicante, marginal. Sus problemas son homologables a los de muchas democracias del mundo. Después de la crisis vendrá la reconstrucción, el resurgimiento. 

La pregunta para la que no tengo respuesta, todavía, es quién pondrá orden. Pero sí sé que yo seguiré trabajando para que sea un orden liberal. El único deseable. También por eso he escrito este libro. La política siempre ha intimado con la mentira, pero hoy directamente se hace contra la verdad, para deshacerla. Se lo dijo un día Antonio Fontán a un joven Alfredo Timermans, mi gran amigo: «La verdad, nunca a nadie; sólo a tu confesor y en caso de peligro de muerte». No recuerdo la última vez que me puse de rodillas. Y de la muerte, qué decir. Sólo conozco la muerte política y la desafío como Cyrano de Bergerac, espada en alto. 

He decidido contar mi experiencia movida por una doble responsabilidad. La que contraje cuando voluntariamente decidí ser española y la que asumí cuando pedí a mis compatriotas el voto. A ellos me debo. En España faltan y fallan muchas cosas, es indiscutible. Pero quizá ninguna tanto como la transparencia. No en el sentido voyeur y vulgar del término —la cuenta corriente, la esfera íntima—, sino en el más modesto y radical. Sólo cuando los políticos digamos en público lo mismo que afirmamos en privado, sólo cuando reconozcamos la degradación de nuestro oficio, sólo cuando nos veamos retratados en el implacable espejo de los hechos, sólo entonces seremos capaces de rescatar la democracia de las sucias mandíbulas del populismo. A eso aspira este libro. Es un alegato contra la resignación.

INTERPELACIÓN
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Congreso de los Diputados,
27 de mayo de 2020

La señora PRESIDENTA: Interpelación urgente del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso al vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 para que explique cómo van a influir en la acción de gobierno los acuerdos políticos con el nacionalismo radical. 

Para su defensa tiene la palabra la señora Álvarez de Toledo PeraltaRamos. 

La señora ÁLVAREZ DE TOLEDO PERALTA-RAMOS: 

Gracias, señora presidenta. Señor vicepresidente segundo, pacta sunt servanda. Efectivamente, lo pactado obliga, y el primer pacto que nos obliga a todos, y a usted en particular por la responsabilidad que ostenta, es el pacto constitucional, el ejemplar acuerdo democrático cuyo artículo 2 establece que la soberanía reside en el conjunto del pueblo español. A usted ese pacto le gusta poco; ahora se pasea con una Constitución en la mano, recitando artículos como un predicador, pero no, usted no es un converso, es un impostor. Vamos a los hechos. Primero, los más recientes. 

El pasado jueves usted se erigió en doble portavoz de los máximos agresores de la democracia española. Por un lado, salió raudo y desafiante en defensa del acuerdo suscrito en esta Cámara con Bildu para liquidar la reforma laboral. Por otro, volvió a arremeter contra la justicia y defendió el indulto para dos condenados por sedición. Es decir, en el mismo día usted promovió un doble indulto: el indulto judicial del nacionalismo golpista y el definitivo indulto moral y político del nacionalismo filoetarra. En realidad, señor vicepresidente segundo, más que el indulto a los Jordis o a los Otegis lo que usted debería solicitar es su propio indulto. 

Vamos a la hemeroteca. Es su cruz, lo sé, y eso que de momento ni siquiera voy a citar sus vínculos con la dictadura venezolana. Analicemos su relación con la democracia española, así podremos comprobar —también usted— hasta qué punto la superioridad moral que exhibe frente a mi partido y a otros es puramente irrisoria; la suya, en realidad, es una inferioridad moral. Esta mañana clamaba usted: «nos jugamos la democracia». Sí, pero por usted; usted es el que ha jugado y sigue jugando contra la democracia. Primero, el terrorismo. Usted tiene una larga relación de intimidante a democrática con el inframundo de ETA: conferencias, entrevistas, tuits y charlas. A usted el terrorismo nunca le ha causado la repugnancia que causa a un demócrata, de izquierdas o derechas. [Aplausos]. Al revés, usted ha manifestado siempre una insólita condescendencia con la violencia. Algunos ejemplos. Año 2008, su tesis doctoral. Ahí escribió que la kale borroka, esto que volvemos a ver en Navarra —ataques a sedes de partidos, cajeros quemados, disturbios—, es una gimnasia, un entrenamiento. ¿Para qué exactamente, señor vicepresidente? No lo sabemos. Año 2011, en Twitter, aquí ya se erige usted en abogado defensor del terrorista Otegi: 
«¡Qué escándalo que se le condene a diez años de cárcel!», decía. Unos años después celebraba eufórico su liberación: una buena noticia para los demócratas porque nadie debería ir a la cárcel por sus ideas. ¿Por sus ideas, señor vicepresidente? Si en España se condenaran las ideas usted estaría en la cárcel. Esto se lo he explicado varias veces al diputado Rufián, que está en proceso de entenderlo. 

Pero sigamos. Año 2013 en la televisión, su medio predilecto: cualquier demócrata debería preguntarse —decía— si no sería razonable que los presos de ETA no deberían ir saliendo de las cárceles. Lo más chocante de la frase es el uso de la palabra «demócratas». ¿Para ser un demócrata hay que desear la libertad del terrorista? Entonces, los que pedimos simplemente justicia, un castigo proporcional al crimen, ¿qué somos? ¡Ah! Fascistas; eso. Con estas ideas tan avanzadas se ganó usted un merecido prestigio en el civilizado ambiente de las herriko tabernas. Allí le invitaban y allí comparecía. Esto es lo que dijo usted una tarde en Navarra: «por mucho procedimiento democrático que haya en España hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad». 
Quien primero se dio cuenta de ello fueron la izquierda vasca y ETA. Lo elaboró un poquito más en el Ritz: «si me preguntaran en el Parlamento Europeo por ETA —dijo— diría que ha causado mucho dolor, pero que tiene una explicación política». En esa sucia adversativa está la clave de su posición. Usted considera que el asesinato político es un derecho derivado del derecho de autodeterminación, y por eso en aquella misma taberna navarra se ofreció usted para una misión especial: «me gustaría —dijo— que me dejarais ser como vuestro embajador». 

En eso exactamente se ha convertido usted, señor Iglesias, en embajador de ETA-Batasuna en el Gobierno de España, en el burro de Troya de la democracia [aplausos]; en el burro de Troya de la democracia y también, tras el último pacto con Bildu, en la principal amenaza para los más vulnerables. Dirá usted, pero Bildu es un partido legal. Sí, pero no es un partido democrático; es un partido que justifica el asesinato, un partido racista que rinde homenaje a terroristas que han matado en nombre de un proyecto totalitario, un partido que ni siquiera condena el ataque al domicilio de la señora Mendía el mismo día en que el Partido Socialista se exhibe con ellos. Señorías del PSOE, mediten, por favor, mediten. Y, señorías del PNV, prepárense: Durango, Galdácano, Rentería, la próxima parada es el Gobierno vasco, y de ahí a Cataluña a repetir la operación, ahora con Esquerra. 

Señor vicepresidente segundo, usted dice: yo defiendo el derecho de autodeterminación, y yo le contesto dos cosas: no existe el derecho a exigir un derecho que no existe y menos aún a imponerlo, y segundo, no es verdad que usted defienda un derecho anulado, lo que usted defiende es la anulación de los derechos vigentes. El presunto derecho de autodeterminación es una agresión, una agresión a la igualdad de los españoles con la que a usted se le llena la boca. Hoy ha acusado a mi partido de alentar una insubordinación. ¡Usted hablando de insubordinación! ¡El gran valedor de los golpistas de octubre de 2017! ¡Es que es risible! ¿No se da cuenta de que es risible? Su calificación de aquel golpe a la democracia como una manifestación política legítima, sus críticas contra la ejemplar actuación de la Policía y la Guardia Civil frente al golpe —por cierto, ahí estaba el coronel Pérez de los Cobos, purgado ahora en una operación propia de una dictadura—, sus visitas, dos, al ya condenado Junqueras en la cárcel para intentar pactar los presupuestos y para impulsar la mesa de negociación, sus presiones al Tribunal Supremo anticipando, juez y parte, que no fue rebelión, sus críticas a la justicia española frente a los tribunales europeos, este documento del 11 de mayo en el que con Bildu, Esquerra y otros reclaman excarcelaciones, con la excusa de la COVID y el estado de alarma, instrumento para sacar a terroristas y golpistas de la cárcel y meterle a usted en el CNI. 

Y, por último, lo de ayer, el voto de Podemos a favor de la comparecencia del prófugo Puigdemont en la Comisión de Reconstrucción, en calidad de experto europeo. [Aplausos]. En fin. ¡El escudo social con Puigdemont! [Aplausos]. Realmente no cabe mayor ofensa a las 28.000 víctimas de la pandemia y al conjunto de los españoles. 

Señor vicepresidente segundo, usted tiene un plan, es verdad, es un plan como he dicho contra la democracia, contra la democracia en sentido recto, porque violenta los derechos de los españoles, y contra la democracia también como la entiende usted. Usted dice: más Estado. ¡Falso! Usted apadrina a los que buscan la destrucción del Estado. 

Esa es su paradoja. Quiere levantar un régimen autoritario de izquierdas a la vez que erosiona la base de esa misma autoridad, y esta es su mentira, sin Estado no puede haber Estado social ni escudo ni pensiones ni nada. En realidad, señor vicepresidente segundo, todo su corpus doctrinal, si es que lo podemos llamar así, es contrario a la razón democrática y a la razón sin más. 

Otra vez la hemeroteca. Usted ha dicho, no de adolescente universitario, rebelde y tal, ya casi cuarentón, cosas como las siguientes: «Pido disculpas por no romper la cara a todos los fachas con los que discuto en la tele. Quizá cuando acabemos esta charla en vez de mariconadas del teatro, nos vamos de cacería a Segovia a aplicar la justicia proletaria». «Me gusta que movilice al ejército para decirle a los mercados ¡cuidado, que las pistolas ahora las tengo yo!». Otra: «El astuto Mao Tse Tung decía que el poder nace de la boca de los fusiles y así sigue siendo». Lo de astuto es formidable tratándose del mayor asesino de la historia. ¿Y esa obsesión con las armas de dónde le sale? «Aquí otra vez estamos construyendo ese contrapoder social que hace que a un joven si hace una pintada, si tira un cóctel molotov o incluso si saca una pistola, le proteja una parte de la sociedad». El siguiente se lo vamos a dedicar a la ministra de Igualdad: «Uno puede afrontar las elecciones de una manera masculina, por cojones. Le decimos al poder: “Aquí estamos yo y mis pelotas frente a ti”». ¡Muy bonito! El último es definitivo: «La democracia es incompatible —dice— con el monopolio de la fuerza por parte del Estado». Está diciendo que la violencia contra el Estado o entre particulares es legítima. 

Usted, señor vicepresidente segundo, legitima la violencia, incluso a veces la practica, como el escrache a Rosa Díez en la Complutense, el jarabe democrático para dirigentes del PP, su apoyo a Rodrigo Lanza, aquel que mató a un hombre por llevar tirantes con la bandera de España, y ya la semana pasada sus amenazas a la presidenta Ayuso y al señor Abascal. 

Como el señor Torra, usted pretende ahora mantener un pie en las instituciones y el otro en los escuadrones. Pensará, supongo, que es más fácil hacer la revolución desde el poder. Desde luego, más cómodo seguro que es. Quiero decirle que no hay en ningún Gobierno de Europa un dirigente del que pueda citarse semejante arsenal de expresiones y hechos contra los valores de la Europa democrática, pacífica, moderna y civilizada. ¿Varoufakis español? Ojalá. Usted es una anomalía europea, sus posiciones son de una marginalidad radical, y no solo por comunista. Como comunista ciertamente debería usted pedir perdón por los millones de muertos que hermanan a sus ideas con el nazismo. 

Sus posiciones son marginales, sobre todo por su vinculación con la violencia: liquidar la Transición, que es un monumento a la reconciliación y la obra política más importante de nuestra historia; acabar con la Constitución, que es la paz civil española, el marco que nos permite vivir juntos a los distintos. Nada de eso puede hacerse contra la otra mitad de España por vías democráticas y pacíficas. Usted solo podría imponer su proyecto por la fuerza o en circunstancias muy particulares, y lo sabe. Lo reconoció en 2013: «Cuando hay elecciones —dijo— en condiciones de normalidad, los comunistas nunca ganan» Los comunistas han tenido éxito en momentos de excepcionalidad, de crisis. Eso es. Usted está aprovechando la pandemia, la tragedia española para hacer avanzar su proyecto que, en definitiva, no es otro que el fracaso de la España constitucional, la más justa y fértil de la historia. Por eso yo no debería dirigirme tanto a usted hoy como a los socialistas, es verdad, quizá no a la tercera fila —hoy primeras filas—. ¿Qué puedo decirle yo a la señora Lastra, la infeliz firmante del pacto con Bildu? ¿O al señor Simancas, que aceptó la humillación de tener que culpar de dicho pacto al PP? Pero sí a la bancada y sobre todo a los votantes. 

Hay, es verdad, una España atávica, cuartelaria, autoritaria, una España bravía y sanguinolenta, una España que se regodea en el racismo, el conflicto, el odio y la violencia. Esa España ha tenido además su proyección en América Latina, en la figura del caudillo, militarista, pendenciero, incluso un punto ridículo, si las consecuencias no fueran dramáticas: 
un Chávez, un Maduro, usted me entiende. El señor vicepresidente segundo enlaza perfectamente con esa tradición, es la versión contemporánea del caudillo iberoamericano que tantos prejuicios enciende en el mundo anglosajón, y que tantos estragos ha causado cíclicamente a la libertad y al bienestar de los españoles de ambos hemisferios. 

En 1978 la tercera España enterró sus dos peores versiones, y una España nueva, tolerante, abierta y luminosa se puso en pie. Esa España es la que los socialistas deberían cuidar y promover, junto a esa inmensa mayoría de españoles que defiende la libertad, la igualdad y, sí, la fraternidad. Y por eso a modo de estímulo, ya para acabar —y a ver si me atienden— citaré unas palabras de la autoridad competente. El hoy presidente del Gobierno dijo en 2015: «Pablo Iglesias ha hecho de la mentira su forma de hacer política, miente más que habla». Estoy segura, señor vicepresidente, de que no le molestará la cita. Pensará que, viniendo de Pedro Sánchez Pérez-Castejón, es un elogio. También en esto es usted el número dos. 

Muchas gracias. [Prolongados aplausos de las señoras y los señores diputados del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso]. 

La señora PRESIDENTA: Gracias, señora Álvarez de Toledo. [Pausa. Una trabajadora del servicio de limpieza procede a desinfectar la tribuna de oradores]. Muchas gracias. 

A continuación tiene la palabra, en nombre del Gobierno, el señor vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. 

El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO DEL GOBIERNO Y MINISTRO DE DERECHOS SOCIALES Y AGENDA 2030 (Iglesias Turrión): Gracias, señora presidenta. 

Gracias, señora Álvarez de Toledo. Hace tiempo me escribía usted un tuit en el que me decía: 
«De marquesa a marqués, te pasaste». Hoy me ha llamado burro de Troya. Mucho más digno es ser burro de Troya que ser marqués, señora Álvarez de Toledo. Fíjese, hoy usted ha perdido una oportunidad, porque hubiéramos podido tener aquí un debate ideológico interesante, porque es verdad que usted y yo representamos cosas muy distintas. No hacía falta recurrir a la mentira. Creo que, cuando usted recurre a la mentira, revela básicamente sus complejos y sus inseguridades, y créame que podríamos tener un debate sin la necesidad de insultar y sin la necesidad de mentir. 

Celebro y me enorgullece que haya leído usted mi tesis doctoral. Quien hablaba de gimnasia revolucionaria era un ministro, un ministro muy atípico —eso se lo concedo—, García Oliver. Siga usted leyendo, que seguramente podremos seguir debatiendo. Me llama la atención que usted saque tanto pecho de la Constitución española al tiempo que insulta a los comunistas, porque quizá a usted se le olvide que el partido que usted representa aquí fue fundado por ministros de la dictadura franquista, muchos de los cuales y buena parte de ese partido se opusieron a la Constitución del 78. Aunque a usted le duela, señora marquesa, el Partido Comunista de España forma parte del ADN de nuestra democracia y de nuestra Constitución y ustedes solamente un poquito. Que ustedes vengan hoy aquí a hablar de ETA en medio de una pandemia, señora marquesa, creo que revela hasta qué punto están ustedes alejados de los problemas reales de la gente y de lo que debería ser el papel de una oposición —de derechas, sí, pero sensata— a la hora de colaborar con el Gobierno para hacer frente a una emergencia sanitaria de implicaciones económicas y sociales muy amplias. Y aunque también nos tengan acostumbrados a las paradojas, no deja de ser llamativo que venga usted aquí a hablar de nacionalismo radical al tiempo que gobiernan con Vox y al tiempo que alientan a la gente a manifestarse contra el estado de alarma, utilizando la bandera de todos, para acusar después a los demás de nacionalismo radical. 

Fíjese, usar la bandera constitucional para agredir al que piensa diferente es usarla para dividir y para agitar el odio, señora marquesa. Mientras la sociedad está haciendo un enorme esfuerzo por superar un momento tan difícil, mientras los sanitarios se dejan la piel en primera línea luchando contra el virus, ustedes se han dedicado básicamente a poner zancadillas y a alentar a la gente, junto a la ultraderecha, a burlar el estado de alarma poniendo en riesgo lo que ha conseguido la gente en este país haciendo un enorme esfuerzo y los profesionales sanitarios.
Insultan ustedes la bandera cuando la identifican con ustedes y con sus socios ultras. No sé si recuerda usted un mitin de la CDU en Alemania donde a Angela Merkel —que se supone que es su referencia en este país— le entregan una bandera de Alemania e inmediatamente la devuelve diciendo que ningún partido alemán se puede permitir apropiarse de la bandera que es de todos. 

Y en realidad, de lo que ha hecho usted aquí creo que se deriva un debate muy interesante, señora marquesa, y es el significado de ser español y de defender España. Dije en las últimas semanas que la prioridad principal de este Gobierno tenía que ser derrotar al virus. Todavía no lo hemos derrotado, pero es verdad que el esfuerzo de la ciudadanía y de los profesionales sanitarios nos ha llevado a estar más cerca y quizá toque en este momento hacer algunas reflexiones políticas, no solamente sobre el tipo de oposición que ustedes hacen sino sobre algunas lecciones que está dejando encima de la mesa esta pandemia a propósito de lo que significa defender España. 

¿Qué es para ustedes defender España, señorías? Defender España no es agitar una bandera muy grande para agredir a los demás; defender España es defender la sanidad pública. Ha resultado muy revelador ver en las calles frente a los ultras a algunas personas con los uniformes sanitarios. Los uniformes sanitarios señoría —aunque les duela porque ustedes hicieron mucho daño a la sanidad pública de este país— son hoy la mejor expresión de patriotismo por encima de cualquier bandera. 
[Aplausos]. Yo no les voy a exigir que pidan perdón por el daño que hicieron a la sanidad pública, pero mi obligación como Gobierno es tenderles la mano para reconstruirla. Porque reconstruir la sanidad pública es, señorías, defender España. 

Defender España es defender la educación pública. La educación pública es ese conjunto de dispositivos que sirven para que si un niño no tiene recursos culturales ni económicos en su casa pueda tener las mismas oportunidades que el niño que sí los tiene. Defender la educación pública es mejorar el sistema de becas, como ha hecho este humilde Gobierno hace poco, para evitar que algunos estudiantes tengan que dejar de serlo por no poder pagar las tasas. Yo no les voy a pedir, señora marquesa, que pidan perdón por el daño que hicieron a la educación pública de este país, pero mi obligación es tenderles la mano para que arrimen el hombro en la reconstrucción de la educación pública porque eso es defender España.

Defender a España, señorías, es defender el derecho constitucional a la vivienda. La Constitución no es un ladrillo para arrojar al adversario. La Constitución tiene artículos y quien se burla permanentemente de los artículos sociales de la Constitución española, se burla de España y de la propia Constitución. Les tenderemos la mano, señoría, aunque nos insulten, aunque nos agredan. Y tenderemos la mano a todas las instituciones para cumplir la Constitución y garantizar el derecho a la vivienda, porque garantizar el derecho a la vivienda, señorías, es defender España. 

Defender España es defender a los trabajadores y a las trabajadoras, y sé que a ustedes les molesta enormemente la política de este Gobierno para defender a los trabajadores y también a las empresas. Entiendo perfectamente que ustedes defiendan la reforma laboral de ustedes, la de la señora Fátima Báñez, que, ¿saben dónde ha acabado a través de una puerta giratoria? En la CEOE, ¡qué vergüenza, señorías, qué vergüenza! [Rumores. Protestas]. Nosotros podemos estar orgullosos de tener una ministra de Trabajo que no solo representa a los trabajadores, sino que no impone una reforma laboral sin diálogo social, que negocia con los empresarios la subida del salario mínimo, que negocia la prolongación de los ERTE. Entiendo que ustedes defiendan a los suyos y las puertas giratorias que les siguen haciendo terminar en consejos de administración, porque eso es defender la corrupción que ustedes representan. [Rumores]. A pesar de que sean corruptos, a pesar de que ustedes sean un partido fundado por ministros de una dictadura, a pesar de que se estén alejando ustedes de la Constitución, a pesar de sus mentiras, a pesar de la inmundicia que representa que vayan de la mano con la ultraderecha, les vamos a seguir tendiendo la mano, porque eso es defender España. [Aplausos. Protestas]. 

La señora PRESIDENTA: ¡Silencio, por favor!

El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO Y MINISTRO DE DERECHOS SOCIALES Y AGENDA 2030 (Iglesias Turrión): Defender España, señorías, no es agitar ninguna bandera, es defender la justicia fiscal, lo dice la Constitución. Es defender que haya una reforma fiscal en este país para que nos acerquemos a esos siete puntos que nos separan de los países de nuestro entorno. ¿Saben lo que es atacar a la patria y atacar a España? Hacer amnistías fiscales, como las que ustedes hicieron, y defender a los defraudadores, como lo que ustedes hicieron. No soy ingenuo y sé que ustedes son y representan los intereses de los patriotas que no les gusta pagar impuestos aquí. [Rumores. Protestas]. Sí, mucha banderita, pero después, las cuentas en Suiza… 

La señora PRESIDENTA: Silencio, por favor. 

[El señor Mateu Istúriz pronuncia palabras que no se perciben]. Señor Mateu, por favor. El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO Y MINISTRO DE DERECHOS SOCIALES Y AGENDA 2030 (Iglesias Turrión): A pesar de que sean ustedes un partido con innumerables presos por delincuentes, nosotros les vamos a seguir tendiendo la mano, señoría. 

Defender España, señorías, es defender un sistema de atención a la dependencia digno y reconocer que los recortes de más de cinco mil millones que ustedes provocaron han hecho que la dependencia en nuestro país esté en una situación alarmante. No les vamos a pedir que pidan perdón, que deberían, les vamos a pedir que arrimen el hombro para reconstruir un sistema de cuidados público, porque eso es defender España. 

Defender España, señorías, no es solamente agitar una bandera; por cierto, tengan ustedes cuidado porque se ven últimamente entre sus dirigentes políticos muchas banderas de la sociedad ornitológica, esa bandera con el pollo ibérico, que revela un subconsciente que sigue existiendo dentro de ustedes. Sean ustedes prudentes en eso también. 

Defender España es defender la soberanía industrial, nunca más debe ocurrir en este país que no tengamos una industria preparada para fabricar respiradores o equipos de protección individual. Dejen ustedes de defender deslocalizaciones que han colocado la soberanía de la patria en una situación de vulnerabilidad. No les vamos a exigir que pidan perdón, pero les vamos a tender la mano para que arrimen el hombro por el interés general. Señorías, ustedes esta mañana han puesto en valor a un viejo guardia civil [rumores] que desobedeció una orden, por lo que parece que están ustedes sugiriendo que las fuerzas y cuerpos de seguridad deberían atender a lo que ustedes les dicen… [Protestas]. La señora PRESIDENTA: Señorías, por favor.

El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO Y MINISTRO DE DERECHOS SOCIALES Y AGENDA 2030 (Iglesias Turrión):… a sus órdenes. Les pido que sean prudentes, que están ustedes pisando un terreno enormemente peligroso no solo para su futuro, sino para el futuro de nuestro país. Les digo una cosa más —y con esto termino—, ni ustedes ni sus socios ultras nos van a dar a nosotros ni media lección de lo que significa ser patriota, de lo que significa ser español y de lo que significa defender España. [Aplausos]. 

La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señor vicepresidente segundo del Gobierno. [Pausa. Una trabajadora del servicio de limpieza procede a desinfectar la tribuna de oradores]. Muchas gracias, señora García. Tiene la palabra la señora Álvarez de Toledo Peralta-Ramos. 

La señora ÁLVAREZ DE TOLEDO PERALTA-RAMOS: Gracias, señora presidenta. 

¿Cómo era aquello, señor vicepresidente, del himno de España cutre pachanga fachosa? Defender a España. ¡Venga, vamos a defender a España! 

Los comunistas. Efectivamente fueron útiles cuando, a diferencia de ustedes, dejaron de ser comunistas. Luego vamos a hablar de su veneración y apego a los comunistas. El otro día, en homenaje a Julio Anguita, que en paz descanse, escribió usted: «Se nos va nuestro mejor referente político. ¡Hasta siempre!». Pero es que unos años antes usted en un acto se quejaba de que mucha gente quiere resucitar a Anguita, que es como el cadáver del Cid a caballo, y le deseaba que se fuera literalmente —y perdónenme, señorías, la expresión— a la mierda. Este es su apego a los referentes comunistas y al comunismo: su hipocresía radical. 

Hablemos ahora de los padres de la Constitución. Sí, tenemos varios. Usted ha citado a Fraga, a la dictadura. ¿Usted me va a hablar de dictaduras?, ¿el discípulo de los ayatolás de Irán, el prohijado de Hugo Chávez y Nicolás Maduro? [Aplausos]. Es que a mí no me tienen que contar, a mí y a muchos de esta Cámara no nos tienen que contar los resultados de esas políticas en Venezuela. Yo lo he visto con mis propios ojos: hambre, represión, violaciones, miseria. Solo desde una infinita condescendencia con la violencia y solo desde un racismo visceral —se lo diré— se puede mantener respecto a la dictadura venezolana la actitud que mantiene usted. 

Y una cosa más. Solo cuando su padre político Nicolás Maduro sea capaz de hacer una constitución como la que hizo Manuel Fraga podrá usted venir aquí a decir algo al respecto. [Aplausos]. 

Ahora, esto de defender España, la sanidad pública, la educación, todo eso, se ha puesto muy campanudo usted. ¿No? Hablemos de eso: «escudo social», dice; «protección de los débiles», afirma. Vamos a ver, le voy a contar una cosa, se lo voy a decir suavemente para que no duela mucho: la prima de riesgo española lleva su nombre; Pablo Iglesias Turrión es la prima de riesgo española: espantajo de los inversores, argumento irrefutable de los recelos europeos, sus posiciones hacen imposible un rescate en condiciones razonables, asumibles, que no supongan un brutal quebranto a los más débiles de este país. Sus posiciones destruyen empleo, sus frases amenazan las pensiones, los sueldos de los funcionarios, alejan la recuperación. A usted eso, claro, puede que le importe poco —el comunismo al final es el reparto de la miseria y todas estas cosas—, pero es que al conjunto de los españoles sí. Cuando a usted los vulnerables y los débiles le escuchan, tiemblan; pero no tiemblan de veneración, como le gustaría a usted que temblaran de veneración, tiemblan de pánico. 

Tercero, yo hice un llamamiento a los socialistas, pero después de escucharle creo que hay que hacer un llamamiento al conjunto de los españoles. Yo le pido a los españoles que recuerden los famosos versos de Gil de Biedma: 
«De todas las historias de la Historia / la más triste sin duda es la de España, / porque termina mal». Pero yo sobre todo les pido que recuerden la segunda parte, allí donde asoma la esperanza, dice: «Y a menudo he pensado en otra historia / distinta y menos triste; en otra España, / en donde ya no cuenten los demonios. / Pido que España expulse a esos demonios. / Que sea el hombre el dueño de su historia». 

Efectivamente, expulsemos a esos demonios, seamos dueños de nuestra historia. Huyan, españoles, de la sumisión, también de la trampa del asistencialismo que usted reparte, de esa gran mentira gubernamental que usted encarna que se resume en más Estado y que lo paguen otros, que lo pague Europa. España se va a recuperar, sí; habrá que pedir ayuda, desde luego, pero solo para levantarnos, no para mantenernos en pie ni siquiera, y desde luego, no para mantenernos de rodillas, como pretende el vicepresidente segundo. Podemos, ustedes, son en realidad No Podemos. Una forma de abdicación política y social. España no está condenada a repetir sus errores históricos, no está condenada a la marginalidad y al enfrentamiento. La España constitucional es reconciliación, algo que usted no entiende. Y también es responsabilidad, algo que usted tampoco entiende. Y esfuerzo y capacidad de ser modelo. Como la Transición, sí, y para eso no necesitamos a caudillitos carismáticos que nos tutelen y nos traten como menores de edad. Me ratifico en que usted realmente es el pesimismo y la caspa. 

Y una cosa más ya para acabar. Vamos a hablar de esto de la aristocracia. Ha hecho usted referencia a mi título de marquesa, la clase social, la aristocracia, una y otra vez en definitiva, ¿no? Como usted sabe, los hijos no somos responsables de nuestros padres, ni siquiera los padres somos del todo responsables de lo que vayan a ser nuestros hijos. Por eso se lo voy a decir por primera y última vez: usted es el hijo de un terrorista. A esa aristocracia pertenece usted, a la del crimen político. Muchas gracias. [Aplausos de las señoras y señores diputados del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso]. 

La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señora Álvarez de Toledo. 

Señor vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030. 

El señor VICEPRESIDENTE SEGUNDO DEL GOBIERNO Y MINISTRO DE DERECHOS SOCIALES Y AGENDA 2030 (Iglesias Turrión): Gracias, señora presidenta. 

Señora marquesa, si piensa usted que llamando terrorista a mi padre me va a provocar y va a conseguir que pierda la compostura, se equivoca. Usted acaba de cometer un delito aquí, en esta tribuna, y solo alguien con títulos nobiliarios es capaz de creerse con la impunidad de poder llamar terrorista a alguien y que le salga gratis. Por tanto, invitaré a mi señor padre a que ejerza las acciones oportunas. 

Señoría, Manuel Fraga hizo un camino. Manuel Fraga era un franquista y responsable de algunas sentencias de muerte que se firmaron en este país. Pero Manuel Fraga hizo un camino, logró fundar un partido con ministros de la dictadura que se convirtió en uno de los partidos más importantes de la democracia española. Fíjese que no soy sospechoso yo de ninguna admiración por esta figura, pero entiendo la importancia política de que los ministros de una dictadura se reconvirtieran en demócratas. Eso forma también parte del ADN de nuestro sistema y hay que decirlo abiertamente. Tengo la sensación de que ustedes están haciendo el camino inverso. La escucho a usted, señora marquesa, miro al señor Iván Espinosa de los Monteros y veo a un centrista democristiano al lado del discurso de usted. Pero esto no es algo que tenga que ver solamente con su personalidad y con su estilo personal. Esto es una decisión política de partido. Ustedes han decidido colocarse en la ultraderecha. 

El responsable es usted, señor Casado, porque las diferentes piezas que usted mueve para que salgan aquí son su responsabilidad política. Y yo sé Pablo que tú no piensas así. [Risas]. Tú no eres un ultraderechista. Entiendo que alguien te ha convencido de que es la estrategia más beneficiosa para tu partido ocupar posiciones de extrema derecha. Te pediría que lo consultaras con la almohada, que lo reflexiones, porque hacer el camino inverso al que hizo Manuel Fraga, volver a las posiciones que os dieron origen —insisto— no solamente puede ser muy perjudicial para vuestro futuro, puede serlo también para nuestro país. 

Vamos a seguir gobernando, y haremos algunas cosas bien y haremos algunas cosas mal, pero me preocupa enormemente que el principal partido de la Oposición, que la derecha en este país, haya decidido situarse en la provocación, en la mentira, en la falta de respeto y en posiciones de ultraderecha. Nos tendrán enfrente, no solamente no les tenemos ningún miedo, a pesar de sus amenazas, sino que la ciudadanía de nuestro país les situará en el lugar de la historia que les corresponde. Muchas gracias. [Aplausos]. 

La señora PRESIDENTA: Gracias, señor vicepresidente segundo del Gobierno.

Señora Álvarez de Toledo, quiero pedirle si quiere retirar, por favor, del Diario de Sesiones la expresión su padre es un terrorista, refiriéndose al señor vicepresidente segundo del Gobierno. 

La señora ÁLVAREZ DE TOLEDO PERALTA-RAMOS: No. Su padre, como bien reconoce el señor Iglesias en este artículo [muestra una fotocopia], era militante del FRAP. Gracias.

La señora PRESIDENTA: Lo retiraremos del Diario de Sesiones. Muchísimas gracias. [Protestas]. 

La señora ÁLVAREZ DE TOLEDO PERALTA-RAMOS: ¿Cómo? No. ¿Por qué? (El señor vicepresidente, Gil Lázaro: ¿Por qué? ¿Es censura?). 

La señora PRESIDENTA: Continuamos con el punto correspondiente… [Protestas]. 

Señorías, por favor. [Continúan las protestas]. Continuamos con el punto correspondiente a la convalidación o derogación del Real Decreto Ley 18/2020… [Fuertes protestas]. ¡Señorías, por favor! Señorías, ruego silencio, por favor. Ruego silencio. 

[La señora Álvarez de Toledo Peralta-Ramos pide la palabra. Continúan las protestas]. 

Continuamos con el punto correspondiente a la convalidación o derogación del Real Decreto Ley 18/2020, de 12 de mayo, de medidas sociales en defensa del empleo. [Continúan las protestas]. Señorías, por favor. (El señor vicepresidente, Gil Lázaro: Sí se puede descalificar…). 
Señor vicepresidente, por favor, desde la Mesa le ruego que ejerza su cargo institucional. [Continúan las protestas].
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