EL Rincón de Yanka: LIBRO " NOSOTROS, LOS MODERNOS Y "EN PRIMERA PERSONA": ALAIN FINKIELKRAUT

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lunes, 24 de agosto de 2020

LIBRO " NOSOTROS, LOS MODERNOS Y "EN PRIMERA PERSONA": ALAIN FINKIELKRAUT

Cuando la cultura es la charca
El libro "En primera persona" es una mezcla de autobiografía con ensayo. No elude la polémica en los intensos debates culturales de nuestro tiempo
«Reaccionarios, dicen. Me parece que ha llegado el momento de precisar la situación en que me encuentro y volver a trazar mi itinerario sin evasivas ni complacencias. Por lo que a mí respecta no se trata en modo alguno de rebajar el conocimiento a la confesión ni de defender una verdad puramente subjetiva. No he optado, en el momento de rendir cuentas, por atrincherarme en la fortaleza inexpugnable de la autobiografía. Pongo las cartas sobre la mesa, digo desde dónde hablo, pero no digo sin embargo: ‘Cada uno tiene su propia visión de las cosas’. La verdad que yo sigo buscando todavía y siempre es la verdad de lo real; la elucidación del ser y de los acontecimientos sigue siendo, a mis ojos, prioritaria. A pesar de la fatiga y del desánimo que a veces me asaltan, prosigo con obstinación esta búsqueda. Me intereso menos por mí de lo que me afecta el mundo. Con todo, como escribió Kierkegaard, ‘pensar es una cosa, existir en lo que se piensa es otra’. Esta otra cosa es lo que he querido aclarar al escribir, pase por una vez, en primera persona». Alain Finkielkrau
Uno de los pensadores más originales y provocadores del panorama intelectual francés, Alain Finkielkraut, vuelve al debate cultural español gracias a la editorial que ya nos acercó su “Nosotros, los modernos”.
No es éste un autor muy leído, ni citado, por nuestros predios. Quizá porque sobre este Académico francés pese, en los círculos de lo políticamente correcto, una especie de censura, que también alcanza a los medios de comunicación, definidores principales de los intelectuales mediáticos. 

“La cultura es la charca”

Dos aspectos generales previos señalaría de nuestro autor. Primero, es un hombre convencido del poder de las ideas, de la cultura, en un momento en que, como dice, la cultura es la charca. Como escribió Foucault, “en el mundo contemporáneo pululan ideas que nacen, se agitan, desaparecen y reaparecen, sacudiendo a la gente y las cosas. Y eso no solo en los círculos intelectuales o en las universidades de la Europa del Oeste, sino a escala mundial y, entre otras muchas otras, a minorías o pueblos a los que la historia hasta hoy casi nunca ha acostumbrado a hablar o a hacerse escuchar”.
Y, en segundo lugar, de forma evidente, no elude la polémica, el debate, la confrontación pública de las ideas, de los puntos de vista, de las opiniones, aunque haya o esté sufriendo la nueva persecución que se denomina censura. En este sentido nos recuerda lo que escribiera Lessing: “Me parece un poco excesiva la aversión del público actual por todo lo que se llama polémica o parece serlo. Parece que se olvida la gran cantidad de cuestiones que no han podido ser aclaradas más que agracias a los contradictores, del mismo modo que también se olvida que los hombres no estarían de acuerdo en nada si no se hubieran querellado por nada”.

Debates culturales

Este libro es una mezcla de autobiografía con ensayo. Aborda, desde la perspectiva del recorrido de la vida y de sus libros, algunos de los grandes temas que caracterizan el pensamiento, y la obra, de Filkelkraut. Intelectual de raíces judías, a medio camino entre discípulo aventajado de Levinas y de Heidegger, lector de Péguy, de Bernanos, de Pascal, arranca con una reflexión crítica sobre el mayo del 68, en particular sobre su propuesta antropológica.
Es el momento en el que hace una acertada reflexión sobre el debate cultural acerca de la relación entre género y sexo. Con su siempre enriquecedor lenguaje, cargado de juegos de palabras, de metáforas que se extienden por los límites de la lectura, ofrece ideas sugerentes para quien es capaz de entrar en los temas más peliagudos.
Es el caso por ejemplo de la situación actual del judaísmo, y de sus relaciones con el Estado de Israel. Al fin y al cabo, una interesante reflexión, en el transfondo, sobre la identidad judía. Luego nos llegan sus propuestas sobre Europa, el cambio histórico producido por el 11-S, la emergencia del Islam, el nihilismo igualitario, el antisemitismo, la crítica a la intelligentsia progresista mundial, el poder de la tecnología… y la perspectiva de un nuevo “amor mundi”, un acontecimiento que apunte a un nuevo orden.

No son menores las referencias en el libro a sus relaciones con los “popes” de la filosofía contemporánea, desde Michel Foucault, Derrida, Deleuze, Roland Barthes…
Siempre provocador, siempre sugeridor, el lector echa de menos una reflexión sobre la trascendencia, el Otro también en los otros y en nosotros. Quizá un signo de los tiempos…

Ensayos como "La derrota del pensamiento" o "La humanidad perdida", ya habían convertido a Finkielkraut en una de las más codiciadas piezas a cobrar en la actual cacería contra los intelectuales que se atreven a disentir frente al progresismo oficial. Una cacería, como señala Jon Juaristi, que no se basa en una auténtica discusión intelectual, sino en las armas del libelo o del linchamiento mediático. Nosotros, los modernos, nos permite explorar en profundidad, precisamente, las razones últimas de ese ataque sistemático que el pensamiento moderno ejerce contra lo único, lo singular, la excepción.
La modernidad surge en la época renacentista con el afán de convertir la razón humana en el sujeto soberano del universo, sometiendo a su dominio tanto las leyes de la naturaleza, como el curso de la Historia. Ante todo, la matemática y el inexorable progreso técnico hicieron creíble la promesa de un paulatino control humano del cosmos: la prevención absoluta de cualquier catástrofe, la erradicación gradual e inexorable de toda enfermedad.
Pero el transcurso del tiempo ha mostrado que esta presunción hiperbólica se revuelve contra el propio ser humano. El desarrollo apoteósico y unilateral de la tecnología desembocó en la tormenta de acero de la Primera Guerra Mundial, y desde ese instante aquel instrumento de propósitos benéficos no dejó de manifestar su capacidad mortífera, hasta amenazar letalmente a todo el planeta, dada la falta de conciencia de su desmesura y su negativa a establecer unos límites.
Similares consecuencias desencadenó el propósito de un control racional de la Historia. En el mismo comienzo del siglo XX, la revolución soviética demostró que el afán de crear sociedades racionalmente perfectas presuponía la anulación del individuo, su manipulación como una simple pieza de recambio y llegado el caso su ejecución. Los redentores sociales desplegaron desde entonces un amplio abanico de resortes terroríficos para conseguir sus fines, entre los que figuran las deportaciones, los exterminios, los genocidios y toda clase de crímenes contra la humanidad. Las promesas de felicidad racional se han vuelto irracionalmente peligrosas y destructivas: esta es la ironía de la razón”.
Quizá por eso el autor de La derrota del pensamiento sea tan enérgico adversario del relativismo posmoderno.

PRÓLOGO 

Puesto que, a pesar de mis esfuerzos por ralentizar el galope del tiempo, avanzo de una manera irremediable en edad y también, he de confesarlo, porque me veo obligado a sufrir epítetos inamistosos adosados a veces a mi apellido, me parece que ha llegado el momento de precisar la situación en que me encuentro y volver a trazar mi itinerario sin evasivas ni complacencias. 

Por lo que a mí respecta no se trata en modo alguno de rebajar el conocimiento a la confesión ni de defender una verdad puramente subjetiva. No he optado, en el momento de rendir cuentas, por atrincherarme en la fortaleza inexpugnable de la autobiografía. Pongo las cartas sobre la mesa, digo desde dónde hablo, pero no digo sin embargo: «Cada uno tiene su propia visión de las cosas». No me desentiendo, mediante una declaración de identidad, de la respuesta a la cuestión que encierra todos los peligros: 

«¿Qué está pasando?». Nada me entristecería más que contribuir a hacer mi respuesta inofensiva psicologizándola. ¡Poco importan, pues, mis historias, mis secretos, mi neurosis, mi carácter! La verdad que yo sigo buscando todavía y siempre es la verdad de lo real; la elucidación del ser y de los acontecimientos sigue siendo, a mis ojos, prioritaria. A pesar de la fatiga y del desánimo que a veces me asaltan, prosigo con obstinación esta búsqueda. Me intereso menos por mí de lo que me afecta el mundo. Con todo, como escribió Kierkegaard, «pensar es una cosa, existir en lo que se piensa es otra». Esta otra cosa es lo que he querido aclarar al escribir, pase por una vez, en primera persona.

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