EL Rincón de Yanka: NEOLIBERALISMO

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sábado, 30 de agosto de 2025

LIBRO "NO FUE UN MILAGRO": CHILE: A 50 AÑOS DEL PLAN DE RECUPERACIÓN ECONÓMICA (1975 - 2025) por ÁNGEL SOTO y ÁLVARO IRIARTE

 NO fue un 
MILAGRO

CHILE: A 50 AÑOS DEL PLAN DE 
RECUPERACIÓN ECONÓMICA 
(1975 - 2025)

"En Chile, la presión por la libertad política, que fue [en parte] generada por la libertad económica y los exitosos resultados económicos, terminó en un plebiscito que introdujo la democracia. Ahora, luego de largo tiempo, Chile tiene las tres cosas: libertad política, libertad humana y libertad económica. Chile seguirá siendo muy interesante de observar, para ver si puede mantener las tres simultáneamente, o ahora que tiene libertad política, ésta no vaya ser usada para destruir o reducir la libertad económica". Milton Friedman, 1991
Medio siglo después de la puesta en marcha del Plan de Recuperación Económica (1975-2025), la inquietud del economista norteamericano y Premio Nobel de Economía sigue plenamente vigente. De esta reflexión surge una profunda interrogante: 
¿seremos un nuevo caso de desarrollo frustrado? o por el contrario, ¿construiremos un nuevo consenso de Chile y avanzaremos hacia un Plan de Recuperación 2.0?
Los milagros económicos no existen, y por el contrario el éxito o fracaso de un país en su camino al desarrollo se explica por una serie de factores. Se trata en definitiva de las consecuencias que tienen las ideas y de su impacto de largo plazo en una sociedad. Chile es una de las tantas muestras de ello, y en materia económica, quizás puede ser el caso ejemplar.
Prefacio

¿Puede el historiador  escribir sobre su propio  tiempo? ¿Es legítimo salir del ámbito propiamente académico y entrar en la plaza pública de la discusión coyuntural? 
Ambas preguntas pueden tener respuestas diversas y obedecerán a las aproximaciones que cada uno tenga. Sin embargo, creemos, es legítimo al tiempo que nos preguntamos  ¿por qué no? Hasta puede que sea necesario.
Especialmente cuando con preocupaeton observamos un Chile detenido, de regreso a un "crecimiento mediocre" con  las consecuencias diarias que eso conlleva para millones de personas.

Las dos preguntas que nos convocaron fueron ¿será   Chile el  tercer caso   de   desarrollo   frustrado en Latinoamérica?,  tras   Argentina   y  Venezuela. ¿Perderemos la  segunda  oportunidad  histórica  de  alcanzar  el progreso?

Creemos que es plenamente válido aportar a la discusión pública desde un estilo más ensayístico  donde  confluyen lecturas, reflexiones,  hipótesis,  documentos,  miradas  del mundo   determinadas   por   contextos   propios   de   cada   uno y en una forma más simple. Sin los requisitos del "papel". Totalmente   opinable  y en  uso de  la libertad  de pensamiento.

Ese es nuestro objetivo. A cincuenta años de la puesta en marcha del Plan de Recuperación Económica Chileno, 1975-2025, nos pareció oportuno no solo recordar uno de los momentos fundantes de lo que concordamos es la "Última revolución económica chilena", resultado de que las ideas tienen consecuencias. Sino que junto a una serie de documentos que permitan al lector conocer de primera mano que las ideas tienen consecuencias,es un relato del recorrido que nos puso a las puertas  de alcanzar  el desarrollo. 

Quisimos aportar  con  una  reflexión desde  la situación  del  Chile  actual. Estamos conscientes  que  es incompleta, criticable y nos faltan muchos elementos que enriquecerían una mirada más "total", pero era necesario comenzar. Lo hacemos sólo con el ánimo de contribuir a que los chilenos iniciemos la conversación para la construcción  de un nuevo Plan de Recuperación Económica 2.0, acorde a los nuevos tiempos, moderno y con una visión de futuro en el que nadie sobra.

Agradecemos a todos quienes nos han animado a escribir  este ensayo  y a quienes  apoyaron  en  la  búsqueda de  material  y  estadísticas, en  especial  a  Josefa  Calderón, pasante  del Equipo  de Contenidos del Instituto  Res Pública.

Especial   mención merece  el  historiador  Alejandro   San Francisco, quien con la generosidad intelectual que le caracteriza, tanto   desde  la  dirección  general  del  proyecto "Historia   de Chile  1960-2010" de  la  Universidad  San  Sebastián, como  en sus años  de colaboración  en  el Instituto  Res Pública  en  roles claves como investigador  senior, director  de extensión  y director de  formación,  nos  permitió  el  acceso  a  libros,  documentos y  sobre  todo,  largas jornadas  de  conversación  e  inspiración.

Finalmente,   queremos   agradecer   al   Instituto   Res  Pública y  a  su  Director   Ejecutivo,  José  Francisco  Lagos,  que  en  el marco  de  su  visión  institucional  de  promover   la  formación intelectual de gente joven en las ideas de la libertad y la dignidad de   la  persona   humana,   ha   decidido   publicar   este   ensayo.

Todos ellos están libres de los errores que este texto pueda contener.
Los autores 
Santiago de Chile, 
abril de 2025

lunes, 25 de agosto de 2025

LIBRO "DEMOCRACIA: EL dios QUE FRACASÓ" por HANS-HERMANN HOPPE

DEMOCRACIA 
El dios que fracasó


El núcleo de este libro es un análisis sistemático de la transformación histórica de Occidente de la monarquía a la democracia. De carácter revisionista, concluye que la monarquía es un mal menor que la democracia, pero señala las deficiencias de ambas. Su metodología, axiomático-deductiva, permite al autor derivar teoremas económicos y sociológicos y aplicarlos para interpretar acontecimientos históricos. Un capítulo convincente sobre la preferencia temporal describe el progreso de la civilización como una disminución de las preferencias temporales a medida que se construye la estructura del capital, y explica cómo la interacción entre las personas puede reducir el tiempo en general, con interesantes paralelismos con la Ley de Asociación Ricardiana. Al centrarse en esta transformación, el autor puede interpretar numerosos fenómenos históricos, como el aumento de la delincuencia, la degeneración de las normas de conducta y moralidad, y el crecimiento del megaestado. Al subrayar las deficiencias tanto de la monarquía como de la democracia, el autor demuestra cómo ambos sistemas son inferiores a un orden natural basado en la propiedad privada.

Hoppe deconstruye la creencia liberal clásica en la posibilidad de un gobierno limitado y aboga por la alineación del conservadurismo y el libertarismo como aliados naturales con objetivos comunes. 
Defiende el papel adecuado de la producción de defensa, tal como la realizan las compañías de seguros en un mercado libre, y describe el surgimiento del derecho privado entre aseguradoras competidoras. Tras establecer un orden natural como superior por razones utilitaristas, el autor evalúa las perspectivas de alcanzar dicho orden. Basándose en su análisis de las deficiencias de la socialdemocracia y con la ayuda de la teoría social de la legitimación, prevé la secesión como el futuro probable de Estados Unidos y Europa, que resultará en una multitud de regiones y ciudades-estado. 
Este libro complementa la obra previa del autor en defensa de la ética de la propiedad privada y el orden natural. Democracia: 
El dios que Falló será de interés para académicos y estudiantes de historia, economía política y filosofía política.


Prólogo

La mentalidad política, la visión de lo político que de ella se deduce y también las doctrinas e ideologías vigentes en una época histórica deben contemplarse en su relación existencial con la forma política, vieja categoría historiográfica referida a la ordenación concreta del vivir político de una comunidad. En ese orden geopolítico y cliopolítico (La influencia de la historia en la política) singular vienen trenzados los elementos políticos sustantivos de la convivencia humana: 
los modos del mando y la obediencia políticos; la regulación de lo público y lo privado; la designación de amigos y enemigos. También la representación política, una cierta idea del derecho -ligada al Bien común- y los expedientes de solución y neutralización de conflictos -condicionados por el empleo, como ultima ratio legis, de una fuerza reactiva cuya legitimidad se presupone- o Puesto que toda asociación humana está proyectada en la historia, la política tiene, en último análisis, una dimensión narrativa. 

La política es pues, en este sentido, la actualización permanente del hecho político fundacional, nunca exento de violencias. El recuerdo de los Patrum Patriae o los Foundíg Fathers está siempre presente, acompañando a las generaciones, en las divisorias históricas. Su herencia es vindicada o impugnada según las necesidades de la élite o partido discrepante. A la imagen especular que de todo ello nos ofrecen contemporáneamente la sociología, la filosofía o la ciencia políticas se la suele denominar «cultura política».

Liberalismo y pensamiento estatal Ahora bien, esta suele ser, al menos en Europa, una visión determinada radicalmente por la concepción excluyente de la política como actividad estatal. Se diría, a juzgar por cierta literatura, a la sazón vastísima, que no hay más politicidad que la conformada por el Estado. Suelen quedar así fuera del razonamiento académico que se estila entre los meridianos de Lisboa y Berlín tres realidades políticas del máximo interés: el Common Wealth como forma política; las constelaciones espaciales futuras que ya apuntan en algunas regiones de la tierra (Grossraume), a pesar incluso de las formas políticas de compensación, retardatarias de los procesos históricos (Unión Europea); y, por último, la idea de un «Anarquismo de la propiedad privada» u Orden natural, según reza en el título de este libro. Estos olvidos explican, tal vez, la frecuencia con que la visión liberal de lo político, consubstancial a la tradición occidental!, aparece desvirtuada o reducida interesadamente a una supuesta escolástica económica. 

El liberalismo no se agota en la visión que de él han ofrecido sus críticos, desde Sismondi [1773-1842l hasta las versiones actualizadas o disimuladas del neokeynesianismo, pasando por la Escuela histórica alemana, confundiendo generalmente el paradigma cataláctico con la tópica de la Economía neoclásica2. Mas la tradición liberal tampoco puede quedar circunscrita a las interpretaciones de las escuelas que después de la II Guerra Mundial le devolvieron su lustre secular, particularmente el Ordoliberalismo y la Escuela austriaca. Hay en esta última, bajo la inspiración de Ludwig van Mises [1881-1973l y Friedrich A. von Hayek [1899-1992l, una cierta prevención antipolítica, consecuencia de su crítica del constructivismo social, que, sin embargo, se resuelve equívocamente en la aceptación de una suerte de Estado mínimo, cuya magnitud espacial coincide, idealmente en el caso de Mises, con el Estado mundial, lo que no deja de resultar paradójico tratándose de un defensor del derecho colectivo de autodeterminación. 

La ambigüedad de esta posición política la han puesto de manifiesto precisamente los discípulos de Mises, haciendo cabeza Murray I\. Rothbard [1926-1995l, en cuyo «Manifiesto libertario»3 se abrió una nueva vía a la indagación ética y política apelando a lo que se ha llamado el «legado libertario» (the Libertarían Heritage)4.

Murray N. Rothbard como pensador político

Rothbard ha desarrollado axiomáticamente su sistema a partir de los postulados de la no agresión y de la propiedad privada, deducidos originariamente de una concepción realista del Derecho natural. El Estado, opuesto polarmente a la sociedad anarquista, debía ser a su juicio erradicado. Sin embargo, no puede decirse que el antiestatismo rothbardiano sea necesariamente antipolítico, al menos desde el punto de vista de la estrategia revolucionaria liberal. 

En todo caso, convendría recordar ahora que ha habido antiestatismos políticos, es decir, no negadores de la centralidad de la políticas5, como demuestra el ejemplo de la Revolución americana, y claramente antipolíticos, como el socialismo utópico. Por otro lado, tampoco las ideologías antipolíticas son unívocas, pues las hay de raíz antiestatista, como el anarquismo clásico, y estatista, como el socialismo marxista y la socialdemocracia hoy predominante. El anarcocapitalismo que representan, entre otros, Rothbard y su discípulo Hans-Hermann Hoppe [1949] entraría, con ciertas reservas, dentro de la categoría del antiestatismo no necesariamente antipolític6. Si este detalle suele pasar inadvertido a los comentaristas, incluso a los propios libertarios, ello es debido a la confusión general entre los conceptos de Estado y Gobierno. Así lo reconocía el propio Rothbard: 
«Uno de los más graves problemas que se plantean en los debates acerca de la necesidad del gobierno es el hecho de que tales discusiones se sitúan inevitablemente en el contexto de siglos de existencia y de dominio del Estado»7.

Acostumbradas las gentes a la monopolizadora mediación del Estado, les resulta extraordinariamente difícil comprender que su concurso no es perse necesario para el sostenimiento del orden, incluso puede convertirse, como viene sucediendo desde 1945, en el mayor impedimento para la persistencia de un orden social sano. Sucede, en el fondo, que una cosa es el Estado -«forma política concreta de una época histórica»- y otra el Gobierno -«mando jurídicamente institucionalizado»8

El Estado es accidental, pero el Gobierno, al menos en términos de la durée humana, es eterno. Por eso, no sólo como economista teórico, sino como crítico de los sistemas políticos contemporáneos, escribió Rothbard que «el gran non sequitur en que han incurrido los defensores del Estado, incluidos los filósofos clásicos aristotélicos y tomistas, es deducir de la necesidad de la sociedad el Estadü»9. Esto ha sido así desde finales del siglo XV, fecha a partir de la cual esta forma política operó en etapas sucesivas la pacificación del continente, neutralizando los conflictos y sometiéndolos, si no había más remedio, al juicio de unas guerras limitadas, ante las que todos los Estados se presentaban como justus hostis. Pero ello no quiere decir que la estatal sea la forma definitiva de la convivencia política. 

El Estado sucedió a otras formas premodernas, incluso convivió con algunas de ellas10, y será sucedido por ordenaciones de los elementos básicos de la convivencia política desconocidas hasta ahora. La filosofía política de Hans-Hermann Hoppe El análisis en profundidad de estos asuntos, en el que las contribuciones de los saberes político y económico resultan imprescindibles por igual, se va abriendo camino en el pensamiento contemporáneo. De ahí el interés que tiene la publicación en España de los trabajos de Hoppe agrupados en su libro Monarquía, Democracia y Orden natural. 

La obra de Hoppe, economista alemán afincado en los Estados Unidos, en donde imparte clases de Economía política en la Universidad de Nevada-Las Vegas, no desmerece de las enseñanzas de sus dos maestros, Mises y Rothbard. Vale la pena que reparen en estas páginas los juristas y politólogos de formación europea. También cualquier persona preocupada como «ciudadano-contribuyente» por el derrotero de la política contemporánea, objeto que Hoppe examina siempre desde perspectivas insólitas para los lectores habituados a las categorías políticas estatales. 

Sin embargo, no puede decirse que al autor le resulten ajenas estas últimas. De hecho las ha estudiado con gran aprovechamiento, de ahí que sus planteamientos, particularmente los relativos al fenómeno bélico y a la destrucción del orden interestatal europeo -Jus gentium europaeum- a partir de la I Guerra Mundial coincidan con los de cualquier escritor de la tradición del realismo político, entendida en un sentido amplio: Carl Schmitt, Raymond Aran [1905-1983], Bertrand de Jouvenel [1903-1987] o Gianfranco Miglio [1918-2001]11. Con este libro pretende su autor ofrecer algunos de los argumentos definitivos en contra de la política estatista y sus consecuencias de todo orden: económicas y éticas particularmente -explotación fiscal y exclusión del derecho de autodefensa-, pero también culturales, pues el estatismo, que altera la preferencia temporal de los individuos, opera en su opinión como un elemento descivilizador. El Estado, en último análisis, es para Hoppe el gran corruptor.

Crítica de la mitología política del siglo XX

Por otro lado, al recorrer las vías incoadas por sus maestros, Hoppe aspira a introducir algunas rectificaciones en la benévola visión que estos tenían de la forma de gobierno democrática. Demostrará además, indirectamente, la potencia científica del método deductivo (teoría social a priori), que para evitar confusiones sería preferible denominar, con Eugen Bbhm-Bawerk [1851-1914], axiomático. «Me gustaría fomentar y desarrollar --escribe Hoppe en su introducción-la tradición de una gran teoría social, abarcadora de la Economía política, la Filosofía política y la Historia». El resultado es la revisión sistemática de tres grandes mitos del siglo XX:

a) la presunción de la bondad del proceso que, iniciado con la Revolución francesa, culminó después de la I Guerra Mundial con la liquidación del principio monárquico; 
b) la presunción de que la forma de gobierno democrático constituye la fórmula óptima de gobierno 
y c), la presunción de la legitimidad de la forma política estatal. El autor desmonta sistemáticamente estas creencias y profundiza en la concepción del gobierno como objeto de apropiación dominical. 
Ello le permite elaborar una sugestiva teoría de las formas de gobierno, pues, más allá de las clasificaciones tradicionales 12, desde el punto de vista de la propiedad los gobiernos pueden ser «privados» o «públicos».

La renovación de la teoría de las formas de gobierno: el Estado socialdemócrata.

En la práctica, las monarquías europeas tradicionales pertenecen a la primera categoría, a la de los gobiernos de titularidad privada, mientras que las democracias, generalizadas desde la nefasta intervención del presidente Woodrow Wilson [1856-19241 en la Gran guerra y universalizadas, bajo la égida de la mentalidad socialdemócrata, después de los acuerdos de Potsdam, pertenecen a la de los gobiernos públicos. Mas esta distinción, por otro lado, también le permite apuntar las diferencias de todo orden que marcó la injerencia norteamericana en los asuntos europeos. Su apología de los regímenes democráticorrepublicanos («gobiernos públicos»), mezclada con otros factores internos al continente europeo -crisis de civilización, debilidad de la tradición liberal, estrategia oportunista de la socialdemocracia-, abocó al modo de vida político a cuyo sostenimiento se intima a todo el mundo a contribuir, a saber: 
el Welfare State o Estado de bienestar, según la terminología despolitizada impuesta por los sociólogos, o el Sozialstaato Estado social y democrático, terminología acuñada en el siglo XIX pero naturalizada políticamente por el constitucionalismo de la II postguerra. 

En realidad, aunque el asunto no se ha estudiado como merece, las constituciones posteriores a la última contienda mundial no han disimulado su afiliación ideológica, pues al declararse «Estados sociales y democráticos de  derecho» apenas ocultan su verdadera naturaleza -la del «Estado socialdemócrata»)13-, rindiendo así homenaje al SocialdemokratFerdinand Lasalle [1825-1864], enemigo declarado, por cierto, del movimiento asociativo alemán de base liberal.

Una mentalidad política infleri

Toda la potencia de los conceptos austriacos, incluida la dimensión temporal de toda acción humana, está en estas páginas al servicio de una revisión sistemática de una tópica político-económica que reclama, con urgencia, ser puesta al día. Así procede Hoppe, denunciando las transformaciones de la guerra o la fiscalidad que han tenido lugar con la sustitución de los gobiernos privados por gobiernos públicos. Su examen de la guerra resulta particularmente oportuno, pues destaca que la democratización de los regímenes políticos ha operado como elemento totalizador de aquella. Las guerras de las monarquías, que respondían a la visión clásica de los conflictos interestatales del Derecho de gentes europeo, pero también, aunque a veces se olvide, a la racionalización y al buen sentido introducidos por el liberalismo decimonónico en estos asuntos14, fueron siempre guerras limitadas.

También la fiscalidad de las monarquías ha estado orientada por la prudencia, es decir, la «baja preferencia temporal» de la teoría austriaca. Así, al príncipe que posee como dueño su Estado no le interesa aumentar más allá de cierto límite la presión fiscal, pues eso, a medio plazo, empobrece a los súbditos y descapitaliza su patrimonio. En cambio, recuerda Hoppe, el custodio Ccaretaker) o representante democrático se desentiende del futuro, pues su cargo es provisional. Ello le aboca a maximizar sus utilidades, pues los beneficios que no pueda realizar a corto plazo aprovecharán a otro cuando sea removido de su cargo. Con esta óptica, elabora también el autor soluciones concretas para la regulación de los flujos migratorios internacionales, la proscripción de la corrupción democrática, el desmantelamiento del Estado nación, la devolución de las propiedades públicas a sus legítimos dueños, la reordenación política de los regímenes sucesores del Imperio soviético y, en última instancia, la transformación del Nuevo Orden Mundial en una agregación de pequeñas y pacíficas ciudades según el modelo de San Marino o Liechtenstein. 

Sería deseable que este libro contribuyera a la difusión en el mundo hispánico de la teoría político-social del liberalismo anarquizante, al que su autor, libre del prejuicio europeo de la forma de gobierno óptima15, se adscribe. Hoppe, presente ya en las bibliografías inglesa, alemana, francesa, italiana, rumana, checa, rusa o coreana, es uno de los representantes más brillantes de esa tradición intelectual, renovada por Rothbard en los años 70 y a la que él mismo ha aportado los notables desarrollos, en algún caso originales, comprendidos en estas páginas. De su lectura cabe esperar, en suma, un impulso para la renovación de la inteligencia de lo político.

Jerónimo Molina
Universidad de Murcia
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1 Es la tesis sostenida por Dalmacio Negro [1931] en su magnífico libro, hasta cierto punto heterodoxo en el planteamiento historiográfico, "La tradición liberal y el Estado". Madrid, Unión Editorial, 1995.
2 Una comparación sistemática de la Escuela austriaca y la Economía neoclásica en J. Huerta de Soto [1956], «El Methodenstreit, o el enfoque austriaco frente al enfoque neoclásico en la ciencia económica (997»>. Nuevos estudios de Economía política. Madrid, Unión Editorial, 2002.
3 Murray N. Rothbard, For a New Liberty. Tbe Libertarian Manifesto 09731'). San Francisco, Fax and Wilkes, 1996.
4 Los resultados de estas investigaciones aparecen sistematizados como una teoría ética en M.N. Rothbard, La ética de la libertad 09821'). Trad. Marciano Villanueva Salas. Madrid, Unión editorial, 1995.
5 Sobre la «centralidad» de lo político: Alessandro Campi [1961], el retorno (necesario) della politica. Roma, Antonio Pellicani, 2002.
6 Como ha recordado]. Huerta de Soto, «el sistema de Estados mínimos y ciudades libres concebido por Hoppe» tiene, «en última instancia, carácter gubernamental, por lo que podrían seguir coaccionando a sus ciudadanos mediante el sistema fiscal, las regulaciones intervencionistas, etc ...». Véase «El desmantelamiento del Estado y la democracia directa (2000)», op. cit., p. 244.
7 M.N. Rothbard, La ética de la libertad, p. 242.
8 Véanse sobre estos asuntos: Carl Schmitt [1888-1985], «Staat als ein konkreter, an eine geschichtliche Epoche gebundener Begriff (941)», en Velfassungsrechtliche Aufsatze. Berlín, Duncker und Humblot, 1958, pp. 375-85. Jerónimo Malina [1968], Ju/ien Freund, lo político y la política. Madrid, Sequitur, 2000, pp. 187-89. Dalmacio Negro, Gobierno y Estado. Madrid, Marcial Pons, 2002.
9 M.N. Rothbard, op. cit, p. 259. Cfr. Julien Freund [1921-19931, L'essence du politique 09651')' París, Sirey, 1992, p. 32: «Lo Político está en el corazón de lo social. En este sentido, lo Político es una esencia, es decir, un elemento constitutivo de la sociedad y no una simple institución inventada por la maldad de los hombres o por el designio de unos pocos».
10 Con la Monarquía austrohúngara hasta 1918 y con la Monarquía hispánica hasta 1931-36. Mientras que la sustitución de la primera por una pluralidad de Estados obedecía, según Hoppe, a la obsesión antiaustriaca de la elite norteamericana favorable a la intervención en la Gran guerra. la transformación de la segunda en Estado obedece. a nuestro juicio, a factores internos, genuinamente españoles.
11 Gianfranco Miglio, cultivador clásico de la teoría política, adquirió un enorme protagonismo en el panorama intelectual italiano al vincularse a principios de los 90 a la Lega Nord de Umberto Bossi [1941J, partidario de la secesión padana, y defender una visión de Europa como un gran espacio político constituido por las viejas ciudades europeas y sus respectivas áreas de influencia, liberadas finalmente de la dominación estatal que se impuso progresivamente a partir de la Baja Edad media. Véase G. Miglio, Le regolarita della politica. 2 tomos. Milán, Giuffre, 1988.
12 La teoría clásica de la formas de gobierno, de origen griego, nunca experimentó modificaciones sustantivas, pues su trilogía resulta praxeológicamente insuperable. Lo cierto es que o manda uno (monocracia), o mandan varios (aristocracia) o mandan casi todos o la mayoría (democracia). La elaboración de Hoppe, que contrapone «gobiernos públicos» y «gobiernos privados», no sólo resulta original, sino que además puede llegar a ser de mucha utilidad en el campo de la ciencia y la filosofía políticas.
13 El jurista alemán Ernst Forsthoff [1902-19741 ha explicado suficientemente la incompatibilidad del elemento liberal de las constituciones contemporáneas (<<Estado de derecho») con su elemento socializante (<<Estado social»). La experiencia constitucional demuestra que la ambigüedad constitucional se resuelve siempre, con raras excepciones, a favor de los elementos antiliberales. Véase Ernst Forsthoff, «Problemas constitucionales del Estado social», en Ernst Forsthoff et alii, El Estado social. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1986.
14 El liberalismo político del siglo XIX, cuyo espíritu reguló el concierto de las potencias europeas, haciéndose depositario de la visión estatal de lo político, nunca fue en realidad partidario de la teoría de las causas justas de las guerras. En rigor, todas las guerras europeas posteriores a las campañas napoleónicas y anteriores a la 1 Guerra Mundial fueron justas desde la óptica del Derecho de gentes. Si todos los enemigos estatales son justos y así mismo, por definición, son justas sus causas, ambos supuestos operan como factores moderadores de la violencia que los enemigos pueden recíprocamente aplicarse. En cambio, cuando la causa del enemigo es considerada injusta y el enemigo mismo reducido a un hors l'humanité, su propia existencia resulta odiosa. Se allana así el camino a las guerras de exterminio. Aquí han tropezado no pocas de las ideologías que durante el siglo XX han reivindicado para si la ascendencia liberal, pues han terminado defendiendo causas liberticidas como la del «progreso» frente a la «reacción». 
15 Expresión máxima de esta actitud intelectual es el esquemático enunciado de los artículos de una constitución genuinamente liberal, en la que no hay lugar para los principios orgánicos de las convenciones constitucionales. He aquí su contenido, recogido por Hoppe en el capítulo VI: «Todas las personas, además de ser los únicos propietarios de su cuerpo. tienen derecho a utilizar su propiedad como estimen oportuno mientras no perturben la integridad física o la propiedad de los demás. Todo intercambio de títulos de propiedad entre propietarios particulares debe ser voluntario (contractual). Estos derechos de una persona son absolutos. Cualquier persona que los infrinja podrá ser legítimamente perseguida por la víctima o por su mandatario y podrá ser procesada de acuerdo con los principios de proporcionalidad del castigo y de la responsabilidad absoluta».


martes, 19 de agosto de 2025

LIBRO "EN BUSCA DE LA LIBERTAD": VIDA Y OBRA DE LOS PRÓCERES LIBERALES DE IBEROAMÉRICA por GABRIELA CALDERÓN DE BURGOS 🗽

En busca de 
la libertad

VIDA Y OBRA DE LOS PRÓCERES 
LIBERALES DE IBEROAMÉRICA


La historia de nuevas ideologías en Iberoamérica

El caudillismo, el personalismo, el fanatismo religioso, el militarismo, el estatismo y el centralismo son, en palabras resumidas, el relato usual acerca de lo que ha sucedido en América Latina, en sus doscientos años de independencia del Imperio español. ¿Hubo rutas alternativas en ese proceso histórico? 
Gabriela Calderón de Burgos cree que sí y fueron propuestas por hombres que tuvieron relevancia en el periodo inmediatamente posterior de las independencias de sus respectivos países, pero después quedaron sepultados en las brumas del pasado.

Este libro indaga el pasado con la intención de derivar lecciones para el presente. Se enfoca en diez personajes que pensaron rutas alternativas para el desarrollo de la región, enraizadas en una rica tradición liberal hispanoamericana.
En estas páginas se encuentra la fascinante historia del agitador Juan Pablo Viscardo y Guzmán, la del precursor Francisco de Miranda, la del periodista económico Juan Hipólito Vieytes, la del alborotador Juan Germán Roscio, la del ilustrado Manuel Belgrano, la del tribuno José Joaquín de Olmedo, la del embajador del liberalismo Vicente Rocafuerte, la del federalista Lorenzo de Zavala, la del progresista José María Luis Mora y la del comerciante José Ignacio de Pombo y Ante.

INTRODUCCIÓN

Este libro es un intento de contar la historia de las independencias en Iberoamérica a través de la vida y la obra de determinados in­dividuos. Muchas veces, la historia se enseña como algo ajeno y distante, con escasa rel ación con la realidad actual y presentan do a Los individuos como presas de sus circunstancias. Pero puede ser mucho más entretenida si la aterrizamos en individuos particula­ res y si empezamos a identificar todas las pistas del pasado que nos rodean y explican por qué somos como somos.
En este libro voy a relatar de manera sintetizada la vida y la obra de diez personajes de la época. Espero que este ejercicio de rebus­car en el pasado, una vez más -aunque creo que desde un ángulo distinto-, nos ayude a comprender, a través de sus particulares cir­cunstancias, las oportunidades y adversidades a las que se enfren­ taron los individuos que intentaron forjar ex nihilo 1 a los que serían después los estados-nación que hoy conocemos.

A principios del siglo XIX se independizaron de España las actua­ les naciones de habla hispana en el continente americano. Desde ese entonces, estas naciones no han logrado alcanzar el estatus de naciones desarrolladas y se han batido, casi todas, en un péndulo entre el orden y el caos.
Durante casi el mismo periodo, Estados Unidos, que se indepen­dizó de Inglaterra en 1776, llegó a ser la potencia mundial que continúa siendo hoy. Otras naciones, de culturas marcadamente distinta a la anglosajona, han superado considerablemente el in­ greso per cápita de América Latina más recientemente. En cambio, las naciones al sur del río Grande tienen un ingreso per cápita pro­medio, que no solo no alcanza aquel de Estados Unidos, sino que se aleja cada vez más.


Adam Przeworski y Carolina Curvale mostraron en un estudio de 2008 que la gran brecha entre el ingreso de Estados Unidos y el promedio de diecinueve países de América Latina 2, en el año 2000, se debía principalmente a las distintas tasas de crecimiento entre 1700 y el año 2000. Si América Latina hubiese crecido durante este periodo a la misma tasa que creció Estados Unidos, la brecha de in­greso per cápita en el año 2000 hubiese sido de tan solo 364 dólares en lugar de ser de 22 285 dólares. Los autores acotan que, cierta­ mente, dentro del grupo de América Latina hubo grandes diferen­ cias en crecimiento y productividad: Por ejemplo,con las cifras más recientes, vemos que Estados Unidos alcanzó el PIB per cápita que Panamá tenía en 2022 en 1968, mostrando Panamá un atraso de 54 años. En cambio, Estados Unidos logró el PIB per cápita de 2022 de Bolivia en 1882, país que llevaba un atraso de 140 años. 3

Hay muchos intentos de explicar por qué tenemos este retraso. Los más populares van desde culpar a los españoles hasta culpar a los yanquis, pasando por nuestra dependencia de las materias primas, las largas guerras civiles durante el proceso de la indepen­dencia o la intolerancia religiosa, entre otras. Pero muchos lugares comparten unas o varias de estas características y, no obstante, han logrado salir adelante incluso recientemente y partiendo de un in­greso que era inferior al del promedio de América Latina incluso hasta 1950 -consideremos países como Corea del Sur y Taiwán-. Quizás hay algo más que no nos ha permitido superarnos.
Tal vez, ese «algo más» podría ser que en Iberoamérica tenemos el problema de vivir atados al pasado. Esa es una costumbre que salta a la vista tan pronto como empezamos a adentrarnos en las discusiones de los personajes que protagonizaron el movimiento de las independencias en América Latina a fines del siglo XVIII y prin­cipios del siglo XIX. Llama la atención la actualidad de muchos de esos debates.

¿Por qué retratar a estos personajes, en gran medida, olvidados? Tenemos una relación malsana con el pasado y este es quizás uno de los factores que han contribuido a nuestro relativo atraso. El historiador Tomás Pérez Vejo sostiene en su brillante ensayo Elegía criolla que entre la inteligencia latinoamericana ha predominado una «interpretación victimista» 4. Esta interpretación deja de lado cuatro puntos fundamentales: 
(1) las naciones latinoamericanas no fueron la causa de las independencias, sino su consecuencia; 
(2) todos los territorios de la monarquía católica eran colonias del rey, tanto los peninsulares como los americanos; 
(3) las guerras de la independencia fueron una cuestión protagonizada por los criollos en ambos bandos, 
y, (4) no siempre la oposición a la independencia y las clases altas estuvieron del lado de los realistas y el liberalismo, y las clases bajas del lado de los insurgentes, de hecho, en no pocos fue precisamente al revés 5. A través del pensamiento y las acciones de los personajes retratados aquí, pretendo ilustrar estos puntos que han quedado enterrados en el pasado.

Pérez Vejo sostiene que el propósito de tergiversar el relato histó­ rico tenía un objetivo y una consecuencia clara:

Somos prisioneros de una historia hecha por y al servicio de los estados. Ha llegado quizás el momento de su «desnacionalización». Los estados-nación contemporáneos necesitaron, en su proceso de invención de una nación que les diera legitimidad, construir una memoria nacional mitificada y homogénea. Para ello llevaron a cabo lo que podernos llamar, sin ningún tipo de exageración, un genocidio de memorias locales, familiares, etc., una afirmación que no significa condenar estas políticas de memoria... El genocidio de memorias fue posiblemente inevitable y sin ninguna duda exi­toso...

Ha pasado ya, sin embargo, suficiente tiempo como para permi­tirnos una mirada no marcada por las urgencias de la agenda polí­tica... Somos aquello que nos contamos que somos... Volver sobre las guerras de independencia es tanto reescribir el pasado como soñar un futuro diferente o, si se prefiere, elegir entre varios sueños posibles. 6

Hay algo circular en nuestra historia y no es virtuoso. Enrique Krauze decía que «En México, el pasado es presente. Las heridas y afrentas son reales, y su memoria todavía es una carga pesada en el diario vivir».7 Uno de los más grandes de la literatura, Jorge Luis Borges, en su cuento El otro (1972), se encuentra con el Borges de diecinueve años en un parque de Boston y le dice que por el año 1946 «Buenos Aires ... engendró otro Rosas» -es decir, Juan Do­mingo Perón como la reencarnación del caudillo militar Juan Ma­ nuel de Rosas, casi un siglo después-. 8

Todas las personas y sociedades atravesamos por traumas, pero no todos reaccionamos de igual forma a ellos. Algunos aprovechan para aprender de los errores y aciertos cometidos en el pasado, y actuan en torno al conocimiento adquirido. Estos desarrollan resi­liencia y la tragedia no los marca por el resto de su vida.

Por ejemplo, Estados Unidos, después del horror de la guerra civil, eliminó la esclavitud, mantuvo la unión y, mucho después, acabó con la segregación racial en sus leyes.Asimismo, Alemania y otros países ocupados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, si bien no han superado el trauma de haber colaborado o guardado silencio ante los horrores que se cometían contra los judíos, no han permitido que esto los paralice. Hoy son naciones desarrolladas, con uno que otro brote reciente de populismo, incluso a algunos recuerda la antesala de la Segunda Guerra Mundial. No viven en el pasado, no se avergüenzan de este, reconocen los errores, enmien­dan y siguen hacia delante. O, al menos, así era hasta hace relativamente poco tiempo.

Otras sociedades, en cambio, se sirven del trauma para vivir en el eterno papel de la víctima. La víctima es libre de culpa, libre de res­ponsabilidad. Vive sufriendo las consecuencias de lo que le pasó y se puede pasar toda una vida así. Percibir la realidad a través de esos visores es limitante y desmoralizante. También nos predispone en contra de la apertura mental necesaria para adoptar sistemas abiertos, tanto en la economía como en la sociedad.
Pero también resulta cómodo. A los latinoamericanos de hoy (y a los de antes) nos encanta culpar a otros para no asumir responsabi­ lidades. No logramos salir de la adolescencia en este sentido.

Entre nosotros es normal la práctica de buscar chivos expiatorios. Lo que no es culpa de los españoles ha sido culpa de los yanquis, de la CIA o de quienes nos gobernaron en un oscuro y distante pasado, entre otros, pero nunca de nosotros mismos. Incluso se puede decir que nuestras élites hacen esfuerzos por mostrarse cada vez más anglófilas o francófilas con tal de apartarse de todo lo que sale mal desde hace aproximadamente doscientos años. En nuestras socie­ dades, nadie se quiere hacer cargo.
Para superar el pasado es necesario conocerlo y derivar lecciones de este. Otras sociedades han logrado hacerlo, la América hispana tiene esa tarea pendiente.

Este libro pretende contribuir a esta labor, enfocándose en indi­viduos que, si bien fueron protagonistas en el período inmedia­tamente posterior a las independencias en sus respectivos países, después han quedado, de cierta manera, escondidos en el pasado.
¿A qué se debe este olvido? ¿Qué significa? ¿Qué pensaban estos personajes? ¿Propusieron rutas alternativas para el desarrollo de la región? ¿En qué debates participaron? ¿Todavía seguimos teniendo los mismos debates? Si es así, ¿por qué? Si no lo es, ¿cómo han cambiado?

Constituciones y leyes no nos han faltado. Tampoco han sido todas de mala calidad, incluso hay ejemplos de constituciones sóli­das en su estructura de pesos y contrapesos y en sus garantías de los derechos individuales. Pero las víctimas, que somos los latinoa­mericanos, tenemos un problema profundo que hace que digamos una cosa en el papel, pero hagamos otra en la práctica. Octavio Paz dice en su ensayo El laberinto de la soledad:

La mentira política se instaló en nuestros pueblos casi constitucio­nalmente. El daño moral ha sido incalculable y alcanza a zonas muy profundas de nuestro ser. Nos movemos en la mentira con naturali­ dad. Durante más de cien años hemos sufrido regímenes de fuerza, al servicio de las oligarquías feudales, pero que utilizan el lenguaje de la libertad. Esta situación se ha prolongado hasta nuestros días. 9

En la literatura de la historia de América Latina se habla de las circunstancias particulares o del «gendarme necesario» 10, como si a ninguna otra región le hubieran sucedido traumas parecidos a los que acontecieron a los otrora reinos de ultramar de la monarquía católica o como si no hubiera habido alternativas a la ruta tomada. El caudillismo, el personalismo, el fanatismo religioso, el milita­rismo, el estatismo y el centralismo son, en palabras resumidas, el relato usual acerca de lo que ha sucedido en América Latina desde sus ya doscientos años de independencia del Imperio español. Pero tenemos que preguntarnos: ¿hubo rutas alternativas?
Por otro lado, ¿por qué no estuvieron condenadas por circunstan­cias similares naciones que también surgieron del colapso de otros imperios como Estados Unidos y otras naciones europeas y asiáti­ cas que han logrado prosperar después de sus independencias?

Normalmente, escuchamos a personas de todo el espectro político decir que esto no podía ser de otra manera, pues a nosotros, lamen­tablemente, nos colonizaron los españoles -con toda la carga nega­ tiva que tiene la imagen de la conquista y la colonización-. Cierto es que se cometieron múltiples abusos durante la conquista, y aún no hemos superado las secuelas de alguno de ellos. Por ejemplo, to­davía existe en mayor o menor grado, según el país, discriminación legal o de otra índole contra los indígenas. En no pocos casos se ha pasado a discriminar a favor de estas minorías. También persiste la propiedad estatal de los recursos naturales, lo cual ha derivado en una explotación irracional de estos y en focos de corrupción en muchos de los países de la región y, quizás, estados de una mayor dimensión de la que tendrían sino fuesen propietarios de los recur­sos naturales en el subsuelo.
Pero, por otro lado, los asiáticos y los nativos de Estados Unidos también sufrieron indecibles abusos durante sus respectivas con­quistas y cuyas secuelas, en algunos casos, todavía no han sido su­ peradas. Sin embargo, el tener antecesores que fueron víctimas de abusos por parte de los conquistadores no les ha impedido desarro­ llarse a naciones tan diversas como Estados Unidos, Japón, Taiwán, etc.

Tal vez una mirada enfocada en aquellos protagonistas del mo­ vimiento de las independencias que quedaron atrapados en el pa­ sado nos ayude a completar el relato. Las naciones iberoamericanas nacieron reclamando libertades que se habían perdido dentro del Imperio español y con base en argumentos liberales clásicos, cuyas fuentes anteceden incluso al liberalismo inglés y escocés. De esta tradición liberal clásica hispanoamericana se conoce poco.

Esas viejas tradiciones hispanas de reconciliar la tradición con la ciencia, la razón con la fe, lo antiguo con lo moderno, del autogo­ bierno local dentro de un reino federado, de pesos y contrapesos, y de la coexistencia entre diversos credos y razas, quedaron tan sumergidas en nuestro pasado, que hoy las consideramos importa­das. Haber olvidado o desconocer esas tradiciones nos lleva a tener un problema de autoestima.

Los ingleses, y también los franceses, por lo general y hasta hace poco tiempo, solían estar orgullosos de su pasado, y eso incluía todos los errores y los abusos cometidos por sus ancestros. Los iberoamericanos, en cambio, tradicionalmente hemos sentido una profunda vergüenza de nuestro pasado, que, en gran medida, des­ conocemos porque no nos interesa. Nos sentimos huérfanos de cierta forma y ajenos a Occidente porque nuestra conexión con él nos recuerda algo que nos avergüenza.

El gran liberal venezolano Carlos Rangel, en su libro "Del buen sal­vaje al buen revolucionario", sostenía que la historia de Iberoamérica en tiempos de la monarquía católica suele ser fuente de vergüenza porque somos producto del mestizaje: somos descendientes de los conquistadores y de los conquistados. Dos mitos en nuestras raíces: el conquistador siempre malo y el indio siempre bueno y vencido. Vergüenza por doble partida: por ser victimarios y por ser vícti­mas.11

La crisis de identidad nos lleva a cometer actos de autosabotaje. En tiempos recientes hemos visto cómo sociedades como Argen­tina, Venezuela y Chile ilustran esta involución una vez que se llega a cierto nivel de prosperidad. 
Argentina tuvo su Perón luego de se­ tenta años de prosperidad sin precedente, Venezuela tuvo su Chá­vez luego de haber llegado a ser una de las naciones más prósperas de la región. Pero la historia de esas tres sociedades, tan conocida en la actualidad, no es más que la repetición, una vez más, del ciclo tan hispanoam ericano de evolución seguida de involución.
¿Se puede romper ese ciclo?
Creer de manera prejuiciada, como se suele sostener en muchos libros de historia, que ciertas culturas, como la iberoamericana, son propensas a un atraso y oscurantismo es empezar la carrera sabién­donos derrotados y, además, es incorrecto.
Diversas sociedades sufrieron traumas similares a los que padeció América Latina, pero lograron recuperar sus tradiciones antiguas y las modernizaron para crear las sociedades industrializadas de los últimos dos siglos.
Pero el debate de ideas en América Latina parece estar congelado en el tiempo: entre ideas que nos podrían catapultar al desarro­llo y aquellas que defienden el despotismo ilustrado y los órdenes rígidos.

Esa batalla de ideas nunca se resolvió de manera honesta y abierta, sino a través de la hipocresía de jurar respetar instituciones y le­gislaciones, mientras las violamos porque son, en muchos casos, ajenas a los valores y prácticas de la gente. Además, porque suele suceder que llegan al poder políticos enarbolando la bandera de la libertad para luego darse la media vuelta y olvidarse de los límites al poder. Luego, la retórica se confunde con la realidad.
Ahora, si miramos detenidamente nuestra historia, podemos ver en ella que algo quedó oculto, algo de lo cual no se habla en el pre­sente, pero que se hace sentir a través de nuestra reiterada necesi­dad de mentir.

Lo que quedó oculto es esa antigua tradición liberal que nos llegó de España, además del despotismo ilustrado. Esa es la misma tradición que permitió que los reinos de ultramar del Imperio es­pañol llegasen a desarrollarse en un periodo relativamente rápido, aunque no de manera tan espectacular como sus vecinos al norte. Para 1800, después de tres siglos de que se iniciara la conquista de España en América, el ingreso per cápita promedio de América La­tina (ajustado para la población) constituía un 35 % del de Estados Unidos, y cayó a un 25 % para 2022. ¿Por qué esta brecha se man­tuvo en los doscientos años de independencia? 12

Esa tradición liberal relativamente desconocida es la misma que aportó los principales argumentos a favor de los movimientos de la independencia de Estados Unidos. John Adams y Thomas Jefferson conocieron de esta tradición a través del español Juan de Mariana, un sacerdote jesuita. Además, uno de los filósofos más influyentes en la Revolución americana -John Locke- leyó al menos dos obras de Juan de Mariana y utilizó los mismos argumentos -más de medio siglo después- para explicar el origen de la sociedad civilizada, dela propiedad privada, del derecho de los individuos a no estar sujetos a impuestos sin su debido consentimiento (de ahí vendría el famoso «no taxation without representation» ).

En el presente continuamos reviviendo ese trauma de hace dos­cientos años, ensayando una y otra vez la misma farsa que nos hace vivir constantemente entre mentiras, de diverso contenido. Casi nada es lo que aparenta. Vivimos con una lucha entre lo que deci­mos y lo que hacernos, entre lo que la ley dice y lo que hacemos en la práctica.
Un sano conocimiento y aceptación de nuestro pasado, con todo lo bueno y malo que nos dejó, podría contribuir a entendernos mejor y a lograr consensos mínimos que nos permitan convivir en socie­dades abiertas. Sociedades que puedan procesar de manera pacífica todos esos cambios que se vienen, queramos o no.

Con esto en mente, ahora empecemos a conocer a los protagonis­tas de este libro.

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1 «de la nada».
2 La información la han tomado los autores citados de la base de datos del proyecto Angus Maddison. Aunque esta es la base de datos más amplia, no contiene datos para todos los países de la región.
3 Adam Przeworski y Carolina Curvale. «Does Politics Explain the Economic Gap between the United States and Latin America?» en Falling Behind: Explaining the Development Gap Between Latín Ame­rica and the United States, ed. Francis Fukuyama (Nueva York, NY: Oxford University Press, 2008), 99.
5 Tomás Pérez Vejo. Elegía criolla: una reinterpretación de las guerras de independencia hispanoamericanas (Ciudad de México: Crítica Mé­ xico, 2019, edición Kindle), 11-14.
6 Tomás Pérez Vejo. Elegía criolla: una reinterpretación de las guerras de independencia hispanoamericanas (Ciudad de México: Crítica Mé­xico, 2019, edición Kindle), 40-42.
7 Enrique Krauze. «Mirándolos a ellos. Actitudes mexicanas frente a Estados Unidos». Letras Libres. Ciudad de México, 30 de junio de 2007.
8 Jorge Luis Borges, El otro en Obras completas, Vol.III (Madrid, Es­paña: Emecé, 1996), 11.
9 Octavio Paz. El laberinto de la soledad. (Nueva York: Ediciones Pen­ guin, 1997), 151.
10 Tomás Straka. «Cesarismo democrático: la victoriosa de­rrota de Vallenilla Lanz». Prodavinci, 4 de noviem­bre de 2019. 
Elías Pino Iturrieta. «Vallenilla Lanz: "Un jefe que manda y una mul­titud que obedece"». Prodavinci, 4 de agosto de 2019. 
11 Carlos Rangel. Del buen salvaje al buen revolucionario (Caracas, Ve­nezuela: Criteria, 2005), 42.
12 Datos de la última actualización del proyecto Angus Maddison, publicada de 2023. Para 1820, el promedio ponde­rado para población se obtuvo con los datos de las ocho naciones para las cuales hubo datos (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Mé­xico, Perú, Uruguay, Venezuela). Para efectos de realizar la compara­ción, utilicé los datos de esos mismos ocho países en 2022, a pesar de que en esa fecha hay datos para más países.