EL Rincón de Yanka: "HOMBRES PROGRAMADOS" y "MASAS CRETINIZADAS" y "CÓMO SE CREA UN REBAÑO DE ZOMBIS" por JUAN MANUEL DE PRADA 😵

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miércoles, 27 de abril de 2022

"HOMBRES PROGRAMADOS" y "MASAS CRETINIZADAS" y "CÓMO SE CREA UN REBAÑO DE ZOMBIS" por JUAN MANUEL DE PRADA 😵


Hombres programados


Nunca como ahora se había logrado 
inculcar en las personas las inquietudes 
interesan a los manipuladores

Acongoja el espectáculo de nuestro tiempo. Masas cretinizadas a las que unos ingenieros sociales al servicio de intereses plutocráticos ordeñan y corrompen, haciéndolas creer grotescamente que están combatiendo el fascismo o salvando el planeta. Y a las que, mientras dejan sin carne en el plato y sin sustento en el alma, convierten en alimañas, revolviéndolas ayer contra los pocos resistentes que no quisieron destrozar su sistema inmunitario, atiborrándolas hoy con montajes burdos y chapuceros sobre lejanas guerras, para que reaccionen paulovianamente. ¿Qué nuevos embustes (“relatos”) pergeñarán mañana para mantenerlas engañadas? ¿Qué nuevo virus se sacarán de la chistera para diezmarlas o atemorizarlas? ¿Contra quién dirigirán esta vez su miedo, su rabia, su envidia, su odio?


En estas masas cretinizadas descubrimos rasgos del hombre-masa de Ortega (un hombre orgulloso de su vulgaridad que sólo se guía por sus apetitos, convenientemente halagados), también del hombre unidimensional de Marcuse, idiotizado por los ‘mass media’. Pero el grado de alienación que alcanzan estas masas cretinizadas es, en verdad, superlativo. Nunca como en nuestra época se había logrado inculcar en las personas los comportamientos e inquietudes que en cada momento interesan a los manipuladores, logrando que tales comportamientos e inquietudes cambien de la noche a la mañana (y enseguida surjan otros que los sustituyan), como si en lugar de personas fuesen monigotes de plastilina. Así han conseguido que gentes inoculadas con un tósigo o placebo, lejos de reclamar responsabilidades a quienes las inocularon, se resolviesen contra los que no accedieron a inocularse; y ahora han logrado borrar de su horizonte mental el fantasma del coronavirus, sustituyéndolo por la angustia bélica y el convencimiento de que los ‘hijos de Putin’ son causantes de sus males. Todo ello para que los auténticos causantes se vayan de rositas.
Para conseguir esta taumaturgia azufrosa que convierte a personas en monigotes de plastilina se requieren aquellas técnicas de «condicionamiento operante» de las que hablaba el psicólogo conductista Skinner, que permiten ‘programar’ a los hombres, consiguiendo que su conducta se adecúe a lo que el ‘educador’ determina en cada momento. Y para ‘programar’ a los hombres sólo se requieren ‘educadores’ que gestionen sus neurosis, administren sus miedos y pastoreen sus angustias; a la vez que les instilan manías persecutorias contra los ‘no vacunados’, los ‘prorrusos’, los ‘ultraderechistas’, los atlantes, los lotófagos, los cíclopes, los lestrigones o las amazonas. Y, entretanto, estos hombres programados pueden ser saqueados y corrompidos.
Pero no caigamos en la desesperanza. Contamos con un Dios que sabe cómo salir de la tumba; y que también sabrá salvar de algún misterioso modo a estos hombres programados, apartándoles la venda de los ojos. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.


Masas cretinizadas

Una amable lectora (una de las tres o cuatro que todavía me soportan) me pide que le explique el significado de ‘masas cretinizadas’, una expresión que suelo emplear en mis artículos. Con mucho gusto satisfago su curiosidad.

Una de las sentencias más queridas por los demagogos de cualquier época (también en esta fase democrática de la Historia, en donde sin embargo Dios ya no pinta nada) es aquella que reza «Vox populi, vox Dei». Pero lo cierto es que las multitudes amontonadas suelen proferir cosas muy poco divinas, como ya se probó en el pretorio de Jerusalén, en tiempos de Poncio Pilatos. Puestos a identificar la voz humana con la voz divina, en el Evangelio de San Mateo encontramos una frase mucho menos pretenciosa: «Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Sospecho que en una reunión de doscientos o trescientos la presencia divina se hace algo más problemática; y no digamos si la multitud alcanza las decenas o los cientos de miles.

La masa es el equivalente social del cáncer. El veneno que segrega despersonaliza a los individuos que la componen

Allá donde se junta una masa excitada no sólo brilla por su ausencia la divinidad, sino también la más modesta humanidad. El mero hecho de pertenecer a una masa humana roba al hombre la conciencia de sí mismo (lo cretiniza); e, inevitablemente, lo arrastra hacia un territorio infrahumano donde lo personal no cuenta, donde no existen responsabilidad personal ni discernimiento de juicio, sino tan sólo una confusa enajenación más duradera y euforizante que la provocada por las drogas (y con una resaca mucho más llevadera). Además, esta enajenación de las masas suele ser contemplada de forma benévola, incluso entusiástica, por quienes detentan el poder, que pueden incluso alentar su práctica, siempre que la puedan aprovechar en beneficio propio (así se explica que hoy la mayor parte de las concentraciones multitudinarias tengan apoyo gubernativo e institucional).

Constituidas en comunidades, las personas muestran una gran capacidad de juicio y de discernimiento. Pero, agrupadas como una chusma, esas mismas personas se conducen misteriosamente como si no poseyesen facultad racional ni gozasen de libre albedrío. Drogadas por la misteriosa ponzoña que toda multitud excitada segrega, caen en un estado tal de enardecimiento y exacerbación de las sugestiones que no sólo dan crédito a cualquier disparate que sea propagado, sino que también estarán dispuestas a acatar cualquier exhortación u orden, por irracional o perversa que sea. Por supuesto, esa misteriosa ponzoña siempre es estimulada por un demagogo que conoce los resortes de la psicología de masas: antaño la estimulaban desde una tribuna o estrado; hoy lo hacen, mucho más asépticamente, desde los altavoces que suministran los medios de adoctrinamiento de masas, o desde las llamadas ‘redes sociales’.

Por supuesto, el delirio de la masa, cuando es suscitado por un disidente y en nombre de unos principios considerados subversivos, será condenado por quienes detentan el poder. En cambio, ese mismo delirio promovido por las gentes que detentan el poder (y en nombre de lo que se afirma como ortodoxia) será bendecido; y sus expresiones, convertidas en actos de ejemplaridad democrática. Pues los que mandan se valen del delirio de la masa para dos cosas: primero, para arrastrar a sus miembros a un estado infrapersonal de excitación pauloviana que los convierta en lacayos; segundo, para que su agenda ideológica sea percibida con gran complacencia por las masas, pues les brinda una ocasión propicia para embriagarse en su enajenación. Así, los designios sistémicos manejan a su antojo el subconsciente de las masas cretinizadas, que para entonces no son ya capaces de ejercitar su razón ni son dueñas de su voluntad.

La masa es el equivalente social del cáncer. El veneno que segrega despersonaliza a los individuos que la componen hasta tal punto que los incita a conducirse con orgullosa irracionalidad, incluso con violencia salvaje si la ocasión lo merece. En esta fase terminal –coronavírica– de la democracia, las técnicas para explotar la ansiedad de los hombres degradados en masa han alcanzado un grado de perfección único en la historia, merced sobre todo a los adelantos tecnológicos. Ahora todo el mundo se halla a merced de los demagogos, capaces de concentrar multitudes condicionadas por lecturas superficiales u obnubiladas por retóricas demagógicas que desintegran la conciencia personal de sus destinatarios, agrupándolos en un rebaño y alucinándolos con abundantes apelaciones emotivistas que son, por una parte, incitaciones al odio y, por otra, a la obediencia ciega.

A esto es a lo que llamamos ‘masas cretinizadas’.


La izquierda CANICHE 
alimenta de RESENTIMIENTO 
a las masas CRETINIZADAS



En estos días resuena más vigoroso y profético que nunca el veredicto de Donoso Cortés: «El principio electivo es de suyo cosa tan corruptora que todas las sociedades civiles, así antiguas como modernas, en que ha prevalecido han muerto gangrenadas». Y, mientras la democracia muere gangrenada, emerge sobre sus ruinas un tirano gigantesco -también avizorado por Donoso- de naturaleza plutocrática. Lo ocurrido estos días en Estados Unidos, con el pelele Trump silenciado y empujado al basurero de la Historia por los niñatos de Silicon Valley, es la imagen más estruendosa de este proceso protervo.Pero esta oligarquía plutocrática que se dispone a gobernar sin trabas el mundo no hubiese sido posible -también nos lo enseña el clarividente Donoso- sin la quiebra de las resistencias morales del pueblo, sin la división de los ánimos y la muerte de los patriotismos favorecida por las ideologías.

Así se ha logrado convertir a los pueblos en masa cretinizada repartida en negociados de izquierdas y derechas, convertida en papilla penevulvar, que se deja arrebatar sus bienes materiales y espirituales. En este contexto debe analizarse la subida monstruosa del recibo de la luz permitida, en plena nevada, por la izquierda caniche gobernante (la misma izquierda caniche que, cuando estaba en la oposición, denunciaba farisaicamente subidas menos desmesuradas).

La izquierda caniche desempeña, dentro de la estrategia diseñada por la oligarquía plutocrática, un papel fundamental en la destrucción de los pueblos, a los que primero envenena de resentimiento, después enardece de falsas promesas y finalmente pastorea hasta los rediles de la esclavitud, a la vez que los despoja de sus bienes espirituales y materiales. Una izquierda caniche al servicio del Dinero que, después de hacer concesiones de bienes de dominio público a compañías privadas, permite que bienes de primera necesidad como la electricidad sean sometidas a las leyes de mercado. Así se cumple el feroz diagnóstico de Hillaire Belloc: en las antiguas formas de despotismo, el Estado se adueñaba de las grandes compañías; en las nuevas formas de despotismo, las grandes compañías se adueñan del Estado.

En esta estrategia, la izquierda caniche, a la vez que permite el expolio plutocrático de la riqueza nacional, alimenta de resentimiento a las masas cretinizadas. Así se explica, por ejemplo, que un pobre despojo de la izquierda caniche, después de que los suyos hayan permitido en plena nevada una subida monstruosa del recibo de la luz para enriquecimiento de las grandes compañías, pueda escribir impunemente en su letrina tuitera: «Ayuso tiene a casi 2.000 niños sin luz en la Cañada Real». Y, por supuesto, mientras esta izquierda caniche hace el trabajo sucio para la tiranía plutocrática, la derecha caduca y mamarracha seguirá, cual disco rayado, motejándola de «socialcomunista» y «bolivariana», para que los fanáticos adscritos a su negociado tampoco reparen en el tirano gigantesco que se está formando.



CÓMO SE CREA UN 
REBAÑO DE ZOMBIS

Al socaire de la resolución del parlamento británico que prohíbe la venta de tabaco a todos los nacidos a partir de 2009, la izquierda caniche autóctona ha anunciado que sopesa medidas semejantes. En un editorial reciente, este periódico afirmaba que se trataba de una ocurrencia «extravagante» propia de gentes «ayunas de agenda» que necesitan llamar la atención a toda costa. Pero la izquierda caniche, que está ayuna de todo lo que en la vida merece la pena, está en cambio ahíta de agenda, al igual que la pérfida patulea albionense que ha aprobado esta medida. Y la agenda de la que ambas están ahítas es la que interesa al reinado plutocrático mundial.

En el editorial mencionado, ABC señalaba que esta medida, amén de un sinsentido, «colisiona» con otras medidas que impulsa la izquierda caniche, como la legalización de la tenencia y consumo de cannabis. Pero no creemos que exista colisión alguna. Pues el tabaco estimula el ingenio y fomenta los vínculos humanos, a diferencia de las drogas que estos lacayos pretenden legalizar, que embrutecen y aíslan y aseguran la docilidad de la humanidad convertida en rebaño de zombis, mientras la empobrecen y someten a una vida cada vez más oprobiosa. En cumplimiento de la misión que el reinado plutocrático mundial les ha asignado, estos lacayos necesitan crear sociedades alienadas, pasivas y devastadas por el hedonismo 'low-cost'. Pero, para lograr tal cosa, necesitan al mismo tiempo suministrar a sus zombis chivos expiatorios, para que puedan vomitar sobre ellos su descontento, su indignación, su miedo, sus aprensiones. Y para ello necesitan instilarles diversas formas de neurosis e histeria colectiva (y las que se fundan en la obsesión de la salud corporal ya han probado su eficacia) que señalen y estigmaticen a una serie de «periferias» sociales que huelen a nicotina, que emanan gases de efecto invernadero, que no se inoculen terapias génicas, que contribuyen con su prole y el sudor de su frente al cambio climático. 

Así, frente a esa humanidad obsoleta y nicotínica, negacionista y analógica, el rebaño de zombis se «autopercibe» una humanidad sin tacha (¡sin pecado original!), medicalizada, vacunadita, infecunda, dedicada a salvar el planeta y orgullosa de abandonar la nefasta manía de pensar gracias a la inteligencia artificial. Una humanidad modélica cuya pobreza no se atribuye a los manejos del reinado plutocrático mundial, sino al cambio climático provocado –¡por supuesto!– por la insolidaridad de esas «periferias» sociales que todavía fuman, que todavía tienen coche de gasolina, que todavía se resisten a inocularse terapias génicas, que todavía tienen la desvergüenza de formar familias en lugar de cambiarse de género o follar con los guarros, guarras y guarres de Tinder o matarse a pajas.

No hablo de quimeras futuristas. Ayer mismo, la prensa sistémica proclamaba sin rubor alguno en sus titulares que «la economía española será la más perjudicada de Europa por el cambio climático» y que «la renta per cápita en 2049 será un 17,8% más baja que si no hubiera cambio climático». Sólo los zombis pueden creerse semejantes burlas sádicas del reinado plutocrático mundial; pero esos zombis existen, acampan entre nosotros y cada vez son más numerosos. Nunca como en nuestra época se había logrado inculcar en las personas los comportamientos e inquietudes que interesan a ese reinado plutocrático mundial. Para conseguir esta taumaturgia azufrosa que convierte a personas en zombis se requieren aquellas técnicas de «condicionamiento operante» de las que hablaba el psicólogo conductista Skinner, que permiten «programar» a los hombres, consiguiendo que su conducta se adecue a lo que el «educador» determina en cada momento. Y para «programar» a los hombres se requiere gestionar sus neurosis, administrar sus miedos y pastorear sus angustias de criaturas sin Dios; y, a continuación, instilarles manías persecutorias contra los fumadores, contra los negacionistas, contra los lotófagos o los lestrigones, contra cualquier colectivo que desempeñe el papel de chivo expiatorio al que se puede fácilmente señalar, discriminar, escarnecer, ultrajar, satanizar; todo ello, por supuesto, con irreprochable integrismo democrático. 

Pues, a la postre, se trata de crear un rebaño de zombis medicalizados e infecundos que se crean una humanidad sin tacha, que acaten la vida sórdida que el reinado plutocrático mundial les ha asignado a cambio de desahogarse increpando y denigrando a la humanidad obsoleta que se atreve a vivir sin inteligencia artificial, sin vacunas, sin coche o patinete eléctrico, sin la picha hecha un lío, sin el género fluido, sin la morralla propagandística de consumo general; y encima fumando como corachas, los muy cabrones.

«Que tu vida sirva de freno para detener la máquina», nos enseña Thoreau en 'Desobediencia civil'. Es un deber cívico inalienable hacer exactamente contrario de lo que pretenden estos lacayos. También fumar, si es preciso, con la condición de que sea un tabaco que escape a las exacciones confiscatorias que estos lacayos nos imponen, tabaco de contrabando o procedente de esas regiones extramuros del «jardín europeo» (Borrell dixit), que no es sino el campo de concentración donde el reinado plutocrático mundial confina a sus zombis. A ver si alguna de las tres o cuatro lectoras que todavía me soportan, en sus viajes extramuros del «jardín europeo», se acuerda de este pobrecito escritor y le regala un cartón, o siquiera un paquete de cigarrillos de la selva exterior, para no dar ni un céntimo de euro a esta chusma.

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