EL Rincón de Yanka: CONFERENCIA

inicio














Mostrando entradas con la etiqueta CONFERENCIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta CONFERENCIA. Mostrar todas las entradas

lunes, 7 de abril de 2025

LIBROS "LA PERVERSIÓN DEMOCRÁTICA" y "EL DEBER CRISTIANO DE LA LUCHA" por ANTONIO CAPONNETTO 🔥


LA PERVERSIÓN
DEMOCRÁTICA

ANTONIO CAPONNETTO

La Caridad sin Verdad sería ciega, 
La Verdad sin Caridad sería como, 
“un címbalo que tintinea”. 
San Pablo 1 Cor.13.1

Este es el título de un libro que se ha publicado en Argentina por un autor cuyo catolicismo militante es sin duda molesto para quienes pretenden simultanear su fe católica con su ideología demócrata.
El Dr Antonio Caponnetto, a lo largo de 336 páginas demuestra que ambas doctrinas son incompatibles y concluye con un anexo titulado «La posibilidad de una democracia tradicional».
Este libro sirve para que quienes presumen de ser cristianos y a la vez demócratas comprueben si sus intereses mundanos son o no más fuertes que su pretendida fe religiosa. Ocurre que hoy, cuando quien declara declara abiertamente no creer en la democracia como sistema viable de gobierno es convertido en paria, todos quieren beneficiarse de alguna forma de las ventajas de estar con el «poder»… Incluso nadie se atreve a afirmar que las presuntas democracias son un fraude, una ilusión… Todo el mundo sabe que la última guerra mundial se hizo para imponer la democracia en el mundo… pero pocos llegan a pensar que imponer algo a sangre y fuego no es precisamente democrático…


"En realidad, el hombre no tiene derechos en una democracia.
No los perdió en beneficio de la colectividad nacional ni de la nación, sino de una casta político-financiera de banqueros y agentes electorales. 
La democracia masónica (globalista), a través de una traición sin igual, se disfraza de apóstol de la paz en esta tierra y al mismo tiempo proclama la guerra entre el hombre y Dios.
"Paz (Pacifismo) entre los hombres y guerra contra Dios". Corneliu Zelea Codreanu

REFLEXIONES DOCTRINALES 
SOBRE LA PERVERSIÓN DEMOCRÁTICA


“¡El sufragio universal es la mentira universal!”… “Del sufragio universal se ha hecho arma de partido; bajo este punto de vista ni nombrarlo nos dignaríamos. Pero el sufragio universal es hoy, más que todo, base de un sistema filosófico en oposición a los sanos principios de derecho y de Religión […] y constituye la esencia de lo que se ha querido llamar derecho nuevo, como si el derecho fuese tal si no es eterno”. Se trata, en suma, de una “sucia quisicosa”, cuyo punto de partida es “admitir como dogma filosófico la infalibilidad de las turbas”. Félix Sardá y Salvany, La mentira universal, mayo, 1874.
… “una democracia que llega al grado de perversidad que consiste en atribuir en la sociedad la soberanía al pueblo”. San Pío X, Nostre charge apostolique.
… “la vida de las naciones se halla disgregada por el culto ciego al valor numérico”. Pío XII, La organización política mundial, Del 6 de abril de 1951.

“El Estado liberal, jacobino y democrático edificado sobre el hombre egoísta y el sufragio universal, han permitido que la riqueza del poder Soberano de la Nación haya sido reemplazado por el poder de la riqueza sin Dios y sin Patria. La plutocracia internacional a la sombra de la llamada soberanía popular, mediatizada a los poderes público y explota las naciones”. “La soberanía popular comporta una real subversión atea y materialista, por cuanto sustituye a la soberanía divina, y se postula como un principio absoluto e incondicionado”… Jordán Bruno Genta

LA DEMOCRACIA ES UNA RELIGIOSIDAD SUBVERTIDA


Que la democracia es forma impura de gobierno y corrupción de la República, es una afirmación anterior a la doctrina católica. En vano se ha traducido insidiosamente ciertos tratados clásicos helénicos y romanos, a efectos de atemperar o disimular esta certeza teórica- práctica ante el mundo políticamente correcto. En vano- a partir sobre todo del Iluminismo, por la acción directa de Montesquieu y de Rousseau- se han escamoteado la presencia de la democracia entre las formas legítimas de gobierno, como clarísimamente se afirma en LA REPÚBLICA ( 445) y en la POLÍTICA (1279), OBRAS CUMBRES DE LOS VENERABLES FILÓSOSFOS DE LA HËLADE. En vano digo, porque allí están estas páginas en sus idiomas originales para que brote de sus reflexiones la descalificación de una forma de gubernamental signada fatalmente por la tiranía del número, por el desgobierno de la muchedumbre, por el desenfreno de las libertades, por el incremento de los oclótas * y los demagogos. Platón y Aristóteles entonces, figuran entre los maestros encumbrados de este rotundo desaire a las democráticas formas. Pero también poetas como Homero o Hesíodo, historiadores como Hereódoto y Tucídedes , pensadores como Isócrates, cantores como Tirteo o Simónides de Ceos, artistas como Eurípides o Esquilo, u oradores como Demóstenes.

Las largas y fundadas razones por la que estos hombre egregios descalificaron a la democracia, en sus principios y en sus realizaciones prácticas, no sólo no son de llamativa actualidad sino por una significativa hondura. Porque no se trata de una forma impura desechada en mérito de cuestiones accidentales o subalternas- como la elección o la sucesión de los gobernantes- sino de una perversión intrínseca que hace posible la profanación y el sacrilegio, conspirando contra los mismos lazos sagrados en que sostiene la ciudad. Son las leyes divinas las que ceden ante las legislaciones humanas gestadas en las asambleas del pueblo, son los ritos y las ceremonias tradicionales los desplazados, y hasta son lo kakodaimonistai o adoradores del demonio los que ganan en prestigio, según lo reconociera el mismo Lisias. Democracia e impiedad revulsiva se suponen recíprocamente en cada tramo de la historia. Como si la primera potenciara irrefragablemente, por el peso de su inherente miseria, todas las malas inclinaciones que hay en la humana naturaleza.

El Sófocles que en Electra, pone en boca del coro palabras laudatorias para Zeus ultrajado por el demos; o Isócrates que en el Areopagítico elogia la piedad y la clemencia contra los rapaces demagogos que no entienden la obligación de conservar las tradiciones, son apenas dos ejemplos- entre centenares- de un perversión que fue considerada y padecida, ante todo, como un vejamen a la recta religiosidad. Súmese si se quiere el formidable y conocido testimonio de Cicerón, cuando bajo la inspiración platónica escribe su República, y afirma en ella- en el emocionante fragmento de El Sueño de Escipión- que quienes alcanzan la gloria celeste no son los partidócratas que amontonan votos de la plebe, sino los que consagran a la patria en veladas de sabiduría o en epopeyas de gloria. Si acaso se prefiriera el testimonio de los comediantes, reléase el Pluto de Aristófanes, y aquellas palabras magníficas con que la diosa Pobreza descalifica al demócrata Crémilo, que coloca la riqueza por encima de los rectos sentimientos religiosos.

Con razón ha dicho Stan Popescu haciendo una fundada autopsia de la democracia, primeramente en el mundo antiguo: “El desprecio por la religión se manifestó solamente en los permanentes intentos de demoler los valores religiosos ) la clemencia, la piedad, la compasión, la justicia, el espíritu de sacrificio) sino también en la obsesiva y en la afiebrada voluntad de hacer leyes escritas y votarlas. Con ello se cancelarían para siempre las leyes sagradas, tradicionales, y se terminaría de una vez con las virtudes […]para la conservación de las cuales se requería autoexigencia, autodisciplina y voluntad de autosuperación… Stan Popescu. Autopsia de la democracia. 1984. Euthymia.P.122.

* Gobierno de la plebe.


Si el mejor pensamiento clásico descubrió los males sustantivos de la democracia, y si lo mismo hicieron pensadores de nota, no necesariamente ligados a la Iglesia Católica :si los grande paganos como Platón y Aristóteles señalaron el desquicio de este sistema insano, y otro tanto podría decirse de autores como Gentile, Guénon, Evoca, Maurras,, Henri de Man, Violkoff y los precitados Ortega y Gasset y Tocqueville, va de suyo que el Magisterio de la Iglesia no podía callar ni errar en cuestión de tanta monta. Y es aquí cuando se aprovecha y entiende la comentada antología de textos que me hiciera llegar Enrique Brousain. Muy especialmente los correspondientes al maestro Julio Menvielle* en su obra Concepción católica de la política.-Que sepamos hay cuatro ediciones de esta obra que remitimos efusivamente. La primera publicada en los cursos de Cultura Católica , en 1932. La segunda, bajo el mismo sello editorial, en 1941. La tercera publicada por Teoría, Buenos Aires, 1961, y la cuarta en el volumen III de la Biblioteca del Pensamiento Nacionalista Argentino, Buenos Aires, Dictio, 1974. cada una de ellas ofrece ampliaciones y correcciones. También puede leerse por internet.

Al repasar aquellos párrafos fundantes en necesaria epítome, varios corolarios pueden extraerse con provecho:

a) que según enseñanzas de Santo Tomás, una institución es la República, que admite “ la participación jerárquica de todos en el gobierno de la cosa pública “ y otra su corrupción, la democracia, “ régimen tiránico del gobierno popular “, que por su esencia igualitaria concluye en la opresión de una clase o de un partido sobre otro ( De Regno, I,I ).

La democracia, pues, tiene un perversión intrínseca. Pervierte la República.

b) que si tergiversando y “ olvidando la profunda sabiduría del lenguaje tomista se quiere usar el vocablo democracia para significar la república o politia, entiéndase que ésta no se ha realizado ni se ha de realizar en ninguna de las repúblicas o democracias modernas […]. Todas las cuales no son sino una mezcla de demagogia con la oligarquía de los bribones, presentan un tipo inestable y sedicioso, porque en ellas jamás se procura el bien común temporal […] y no piensan sino en la procuración de bienes económicos; no el común, porque el bien del individuo-gobernante prima sobre el bien del partido, el del partido sobre el bien de la nación, el de la nación sobre el bien de los derechos internacionales y sobre el bien divino de la Iglesia” ( P. Julio Menvielle *, Concepción Católica de la Política).
La democracia pues, pervierte la noción de bien común y la jerarquía misma de los bienes. Y es de notar, complementariamente, que esta ley enunciada por Menvielle, de futuribles democracias indeseables, no ha dejado de cumplirse desde que la anunció por primera vez, hace ya más de un largo de siglo.

c) que el auge de la democracia ha engendrado “ modernas sociedades, conformadas perversamente en su interior por haber perdido el recto sentido del bien humano […] víctimas de los consorcios financieros internacionales, los cuales, después de haber corrompido las conciencias, acordando prebendas a las personas influyentes de la colectividad, manejan, por medio de éstas, la misma cosa pública, cabiendo derivar en provecho de la proliferación del oro que han acumulado, toda la vida productiva del país. Luego desde el punto de vista católico, que asigna como programa fundamental de toda política la realización del bien común de la ciudad temporal, es inaceptable la forma impura de democracia que revisten las repúblicas modernas “( P. Julio Menvielle, ibidem )
La democracia, pues, pervierte tanto el interior de las conciencias como el interior de las comunidades.

d) que “ lo que hace trágica la conducción de los pueblos en los tiempos modernos es que, de hecho, en la realidad concreta el mito religioso de la democracia ha invadido y contaminado completamente a la democracia política y aun todas las formas actuales de gobierno. “. “ Añadamos que en el vocabulario de Santo Tomás la democracia como forma política legítima no se llama democracia, sino República (politia). Es una forma de régimen mixto, en la cual el principal democrático que, en su estado puro tiende a la dominación del número, está templado por el principio aristocrático ( poder de los que se distinguen en valor y virtud […] En tanto a la palabra democracia, designa Santo Tomás , la forma corrompida de politia, y el principio democrático es su estado puro“” ( P-Julio Menvielle. Ibidem).

La democracia , pues ,pervierte, invade, contamina, vuelve impuro lo que toca.

e) que la historia y en el rumbo de las civilizaciones hay una ley que “ marca cuatro momentos: un primer momento de plenitud, una edad de oro, teológica, por el primado de la verdad sagrada o sacerdotal; un segundo momento, de decadencia, una edad de plata o aristocrática por el primado de la verdad natural o racional, o metafísica; un tercer momento, una edad afectiva o sentimental, o sensible, o animal o económico-burguesa; un cuarto momento, una edad de hierro o democrática, por el primado de la materia, o la cantidad que es su propiedad necesaria, o dé la multitud o de los económico- proletario“ (P. Julio Menvielle, ibidem )

La democracia, pues, pervierte a las civilizaciones y marca el rumbo más bajo de su declive, analogándose y con esa edad de hierro de la que nos hablara Hesíodo.

f) Que el dominio que hoy ejerce “ la multitud proletaria o democrática, nos obliga a estudiar la esencia de la democracia, buscando desentrañar su ley íntima. Nadie ha analizado tan profundamente la democracia como Santo Tomás de Aquino y Aristóteles […].Parte el Santo Doctor de la premisa que la razón de ser y el término del estado popular es la libertad, y por ello el poder o autoridad se distribuye en ese Estado de acuerdo a la dignidad de la libertad ( Comentarios a la Política de Aristóteles, IV,,7 ). En su mente la democracia está ligada a una concepción de la vida en la que se hace de la libertad el supremo bien del hombre y, por lo mismo, el fin de la ciudad ^una ciudad que no es la Ciudad Católica ] .En el estado popular- dice en Política III ,4- sólo se busca la libertad, y sólo ella es lo que en común confieren los ciudadanos. Todas las otras cosas existen por la libertad y para la libertad. Nada valen, por tanto ;las diferencias que separan un hombre de otro, nada las dependencias naturales o históricas, nada de los vínculos familiares o nacionales, nada la diversidad de ingenios, de las aptitudes, de la educación, de la cultura o de los derechos adquiridos. Como a todos y a cada uno dio la naturaleza idéntica libertad, será necesario que todos y cada uno en cualquier parte sean iguales “ ( P. Julio Menvielle, ibidem ).

La democracia, pues pervierte las nociones de libertad y de igualdad, y se convierte en “la dominación de la plebe“.

g) que “la justicia popular o democrática exige que todos participen en los honores y favores públicos de acuerdo a una unidad cuantitativa, y no, en cambio, de acuerdo con la dignidad de la persona o igualdad de proporción [….] Por otra parte,, como ha de haber quien establezca y conserve esta justicia popular… se sigue que el fin y la justicia del estado democrático es la opinión de la multitud […]. La opinión y voluntad de la multitud es ley, entonces, en el régimen democrático. 
¿Cuál es el resultado de un régimen fundado en estas premisas? El resultado dependerá de la condición mortal de la multitud. Sí ésta, en su mayoría, es virtuosa, la ciudad será virtuosa; sí perversa, la ciudad será perversa. Pero el Doctor Angélico saca inmediatamente la conclusión de que tal ciudad, en la que la multitud fija la norma de la justicia, habrá de ser perversa porque allí mandan los viles y desordenados ( Política, VI, 2) […]La conclusión de Santo Tomás esta determinada por el concepto pesimista que tiene la muchedumbre. Se podrían acumular citas y citas en las que se enseña que las muchedumbre, en la mayoría de los casos, se deja llevar por sus malas inclinaciones, violando el orden recto de la razón[…] El pueblo se aparta de la razón la más de las veces, dice el Santo en Politica IV.13 Pupulus enim déficit a ratione, ut in pluribus.
En substancia, que el pueblo, al no reaccionar sino efectivamente está expuesto a equivocarse y extraviarse; necesita que otros- los menos- le indique qué le conviene y se lo hagan querer; si una minoría virtuosa no le confiere la virtud, cualquier otra minoría audaz le impondrá el yugo del dinero o del trabajo colectivo “ ( P Julio Menvielle, ibidem. ).

La democracia, pues, pervierte la noción de participación y de justicia, entroniza la tiranía de la multitud, y es perversa porque ésta suele serlo, mandando en ella los viles y desordenados.

h) que “ el análisis de la esencia de la democracia nos conduce a la conclusión de que ésta, partiendo de la idea de libertad, que es su principal e indispensable presupuesto, termina inexorablemente en la tiranía, o dictadura de la multitud , del número, de la cantidad, y por lo mismo de la sinrazón y del desorden [….] 
El principio fundamental que la mueve [a la democracia] es el igualitarismo universal absoluto. Ahora bien : como los hombres- sin una intervención especial de Dios- no pueden ser igualados o nivelados por lo más encumbrado que hay en ellos, es, a saber, la ciencia y la virtud, no resta sino la posibilidad de intentar la nivelación absoluta universal, por lo más bajo que hay en ellos, es decir, por su condición material. Tal es el intento del comunismo soviético, como enseña PÍO XI en su magistral y actualísima en cíclica Divini Redemptoris (P. Julio Menvielle. Ibidem).

La democracia, pues, es perversión que lleva a otra mayor y de ella derivada y cómplice: el comunismo. Algo que los mismos comunistas testificaron y previeron.
Ahora bien; lo propio del sabio es distinguir y ordenar. Por eso Becar Varela no ha hecho ninguna de estas distinciones y se ha mostrado incapaz de todo ordenamiento conceptual. No ha querido distinguir entre democracia y república, entre formas puras e impuras de gobierno, entre componentes de un régimen mixto legítimo y autonomía ilegítima de esos componentes, entre la posibilidad de un deber ser de bondad condicionada y la trágica realidad de una perversión antigua y presente.. No ha querido distinguir en suma, lo que todos los grandes tratadistas católicos han discriminado con ciencia y cautela. 

Ya no el padre Julio Menvielle, sino estudiosos de enjundia como Louis Billot, Victor Bouillon, Jean Ousset, Marcelo Demongeot, Jean Madiram, Jesús Muñóz, S.J, Héctor Hernández, Bernardino Montejano, Padre Osvaldo Lira, Luis Sánchez Agesta, Fulvio Ramos, Alberto Falcionelli, Juan Antonio Window, y tantísimos otros. Si hubiera distinguido bajo la tutela del magisterio clásico y cristiano, la conclusión no podría haber sido otra que la que sintetizó Charles Maurras: “no es que la democracia está enferma; la enfermedad es la democracia“.

Agrava la cortedad interpretativa de Becar Varela, por un lado, el hecho de que, desde su confusión, se autoerige en tribunal de ortodoxia; más por otro, el hecho igualmente ruinoso, de que su indistinción y desorden mental, no se mantiene sólo en el ámbito de las discusiones académicas, sino que INSTA justificar con ellas determinadas acciones políticas personales, a la par que condena intemperantemente la de quienes no quieren secundarlo. Porque al igual que tantos liberales católicos, le sobreviene a nuestro criticado no una preocupación teorética por el hallazgo de la Verdad, sino una urgencia práctica para encontrar algún retazo de doctrina católica con la que bautizar su heteropaxis.



La Lucha Contra las 
Tentaciones de la Tibieza

Un pacifismo que no es ni cristiano ni justo, una falsa espiritualidad fundada en la reconciliación con el mundo y un lenguaje anodino se ha apoderado del católico medio. No se lo escuchará mentar siquiera la obligación paulina del Buen Combate. Ya no digamos en lo que el término pueda implicar de donación física en una contienda justa, sino en lo que contiene de obligación ascética, purificadora y re­conquistadora de la Verdad.
Un desordenado apego por la propia vida ha logrado dominar­lo, y una candidez suicida -cuando no una complicidad cobarde- lo ha llevado a bajar los brazos frente a los enemigos de la Fe. Se vive bajo el primado del sincretismo y del pluralismo, que ahoga todo celo apostólico, todo fervor misionero, todo gesto de batir­se por la Reyecía de Cristo.

Pero si ha de concluirse en que la tibieza es el gran obs­táculo para emprender el combate, ha de saberse también que la misma no es insalvable. Casi valdría la paradoja de afirmar que contra ella tiene que llevarse a cabo la primera contienda para que todas las demás sean posibles.

Es innegable que las dificultades arrecian. Por un lado, la gran tentación de un cristianismo sin Cruz. Un cristianismo en contravención con la advertencia de Cristo y a través del cual se perderá la vida por intentar salvarla. Las cruces que nos acosan son múltiples, pero ninguna más sutil y terrible que la insinuación de despojarnos de ellas. De comportarnos como si no existie­ran, amparados en la utilidad de la vida cómoda y en las mu­chas ocupaciones laborales. Renunciar a la comodidad no es sólo ni principalmente dejar de lado el confort superfluo. Es algo más difícil aún: estar preparados para la incomodidad de saberse señalado y perseguido, de saber que no podrá contarse con el éxito mundano ni con el reconocimiento de los podero­sos ni con el aplauso de las multitudes. Y en la soledad y la ad­versidad, saberse al fin, fiel a uno mismo y continuar andando.

Por otro lado, la gran tentación de bajar la guardia, de resignarse a un cristianismo en paridad de condiciones con el error y convertido en una religión más. Los católicos corrien­tes ya no creen ni afirman, ni sostienen ni defienden que la suya sea la Religión Verdadera. Tampoco se oye esta esencial de­claración en boca de muchos pastores o autoridades eclesiales destacadas. La Iglesia Católica, dicen en cambio, debe as­pirar a un mero reconocimiento en el mosaico de iglesias y creencias. Y no faltan algunos que, confundiendo las prerro­gativas y los derechos de la Verdad con privilegios o regalías particulares, rechazan incluso cualquier natural prevalencia que pudieran conservar aún el catolicismo en las sociedades que él ayudó como nadie a constituir. Este conformarse cada vez con menos en el orden de los bienes espirituales, es típico del pecado de la tibieza. Nada tiene que ver con la humildad, pe­ro sí, y mucho, con la imperdonable cobardía de permitir que el trigo sea nivelado con la cizaña y acabe asfixiado por ella.

Este igualitarismo fatal, que vuelve innecesaria e inútil la lucha pues no hay Bien que sostener ni Mal que refutar, sino medios bienes y males que componer sin remordimientos, se completa con una tercera tentación casi convertida en moda: la moderación. No la que brota de la templanza y como tal, ha­cedora de la mesura y de la sobriedad en la conducta, sino la que es poquedad y flojera, medianía y suavidad empalagosa, falta de vigor para exaltar la Verdad y proclamar su alabanza a los cuatro rumbos. El moderado es el cristiano módico. Pendiente de los respetos humanos, de la oportunidad, y del decir de los personajes encumbrados. Absolutamente incapaz de la confrontación y la pelea, y por lo mismo, hábil malabarista de opiniones y pensamientos. El gracejo hispano ha acuñado para tales sujetos el irreemplazable mote de pasteleros.

Alguien —casi todo el mundo en rigor— le ha hecho creer al moderado que la civilización se identifica con la capacidad de negociarlo todo, y que la lucha es rémora del pasado y blasón de barbarie. Un cristiano "civilizado", "aggiornado" y "al día", no riñe ni batalla ni polemiza ni se deja sacudir de indigna­ción: concilia, compone, arregla, conversa. A lo sumo tendrá conflictos y ahogos que se le irán con un buen analista, el cual le recomendará la panacea universal de la tolerancia, asumi­da conscientemente a riesgo de convertirse en un fanático.

Pocos como Chesterton han hecho la radiografía exacta del pacifista y de la sociedad enferma de falsa moderación, que considera perturbadores y locos a los que están dispuestos a combatir los únicos combates legítimos: los que se libran por Dios y por la Patria, por los altares y los hogares, por la sagrada tradición y los dogmas incontrovertibles, por los misterios que están más allá de la razón y las realidades celestes que hacen inteligibles y dignas las terrenas. Pero pocos también como este gran gladiador de la Fe, han dejado para la historia de la me­jor literatura cristiana, retratos vivos y aleccionadores del combatiente de Cristo. Cruzados como Mac Ian, hidalgos co­mo Adam Wayne, caballeros como Mr. Herne, u osados reac­cionarios como Dalroy y Pump de La Hostería Volante, figuras todas representativas de la dase de hombres que requiere la catolicidad: listos en todo momento a batirse contra herejes y herejías, a no rehuir las controversias, a provocar y desafiar a los miserables profanadores de la Verdad, a los blasfemos y a los sacrílegos. Listos —con todo el cuerpo y el alma en pugna pidiendo restauración y reconquista— a dar la sangre y el aliento por la custodia del Sagrario. Listos a preservar la tierra carnal y el paisaje nativo donde fuimos bautizados y donde concebimos a nuestros hijos, a la sombra de un Crucifijo. 

Listos a no tolerar profanaciones y agravios y a castigar a los perjuros condignamente. Listos—eternamente listos—a cruzar espadas con cualquiera que osara rozar la grandeza sin mancha de la gloriosa Cristiandad. Hombres que el mundo consideró locos, extravagantes, raros y desaforados. Que nunca fueron comprendidos por los moderados, que se acaloran por las tasas de interés y se matan por las cotizaciones de la bolsa. Hombres que están a la diestra del Padre, de guardia permanente, con sus aceros flamígeros, sus risas francas y alegres, y la obstinada costumbre de no dar ni pedir tregua.

Pero con la gracia de Dios es posible encontrar los antí­dotos para vencer a la tibieza y a sus tentaciones. Los antído­tos son necesariamente las virtudes y los atributos morales que derivados de ellas hacen del hombre un ser combativo y duro de rendir. Es preciso, por supuesto, cultivar todas las vir­tudes, y tal vez, de un modo especial en estos tiempos, la for­taleza y la paciencia, la perseverancia y la magnanimidad. Fortale­za para atacar, pero ante todo para resistir, que —llevado al grado heroico— es la substancia misma del martirio. Paciencia para sobrellevar con entereza los pesares sin poner límites subjeti­vos a las pruebas que se nos envían ni caer tampoco en velei­dades estoicas. La paciencia del Señor que pidió se le aparta­ra el cáliz de amargura, pero por sobre todo, pidió que se cumpliera la voluntad del Padre. Perseverancia para persistir y prolongar la contienda aunque ésta parezca no tener fin ni nos resulte favorable. Saber con ella que uno es el tiempo de la siembra y otro el de la cosecha. Y magnanimidad para ape­tecer lo egregio, lo superior, lo grande, y aborrecer las múlti­ples formas que toma la medianía encandilando nuestros sentidos.

Es en el Evangelio de San Lucas, voy a leer la cita, digamos, capítulo 4, versículo 5 al 8, cuando el Señor Jesucristo está frente a las tres tentaciones que le propone el maligno y en la peor de todas, el maligno le propone que se arrodille frente a él porque le muestra todos los reinos del mundo, es decir, los Estados, el Estado, y le dice que si se arrodilla frente a él, le dará el poder sobre todos los Estados del mundo porque ese poder le fue dado, es decir, está la compasión propia del maligno que el Estado es la representación del demonio. Por eso cada vez que avanza el Estado, digamos, hay más pobreza, hay más calamidades, hay miseria, por eso es que les digo, despertemos a la fe, despertemos a la fe, porque eso es lo que nos traerá no solo el cielo, sino la prosperidad aquí también en la tierra”. @javiermilei

DEMOCRACIA DEMAGOGA

El estado es la encarnación 
del demonio
Jesús Huerta de Soto




Hoy, pareciera imposible imaginarla. Pero no siempre fue así. Ni en Atenas, ni en los inicios de Estados Unidos, ni en las primeras repúblicas modernas.
En este episodio de Contrarrelato destripo el mito de que “más partidos = más democracia”.
Recorremos el surgimiento de los partidos de notables, los de masas, los partidos atrapa-todo, cartel, electoral-profesionales… y terminamos preguntándonos si no estamos viviendo el colapso del sistema de partidos.

VER+:




Perversión democrática, naturaleza diabólica. Parte 1 Dr Antonio Caponnetto

Perversión democrática, naturaleza diabólica. Parte 2 Dr Antonio Caponnetto
 
Antonio Caponnetto - El deber Cristiano de la lucha - 27.06.2020

domingo, 8 de diciembre de 2024

LIBRO "CLICS CONTRA LA HUMANIDAD": LIBERTAD Y RESISTENCIA EN LA ERA DE LA DISTRACCIÓN TECNOLÓGICA por JAMES WILLIAMS 📱📺💻


Clics contra 
la humanidad: 
Libertad y resistencia 
en la era de la distracción tecnológica


• Premio Nine Dots al pensamiento innovador

"LA LIBERTAD DE ATENCIÓN NO TIENE SENTIDO 
SIN LIBERTAD DE ATENCIÓN". 

“La liberación de la atención humana podría ser la lucha ética y política decisiva de nuestro tiempo”, afirma el filósofo y exestratega de Google James Williams en su ensayo Clics contra la humanidad (Gatopardo), un grito de alarma que nos llama a cambiar nuestra relación con la tecnología antes de que sea demasiado tarde.

“RECUPERAR LA ATENCION ES VITAL PARA QUE SOBREVIVA EL YO TAL Y COMO SE ENTIENDE EN OCCIDENTE”, AFIRMA JAMES WILLIAMS
Vivimos pegados a la pantalla, sometidos a los cantos de sirena de la tecnología digital. En la era del exceso informativo, la atención ha pasado a ser un bien escaso y codiciado por las grandes empresas tecnológicas. ¿Cómo afecta este fenómeno a nuestra autonomía y nuestra libertad? ¿Cómo podemos oponer resistencia a la colonización de nuestra mente? Con un pie en la antigua Grecia y el otro en Silicon Valley, Clics contra la humanidad arroja luz sobre uno de los problemas más urgentes de nuestro tiempo.
James Williams, que fue estratega de Google antes de estudiar filosofía en Oxford, afirma que los sistemas inteligentes de persuasión que condicionan nuestro pensamiento y nuestra conducta constituyen una grave amenaza para la libertad y la democracia. En vez de ayudarnos a alcanzar nuestras verdaderas metas vitales, las tecnologías digitales desvían y explotan nuestra atención, aprovechándose de nuestras vulnerabilidades psicológicas. Hace demasiado tiempo que minimizamos los trastornos resultantes, descartándolos como simples «distracciones» o molestias menores. Sin embargo, son mecanismos que socavan la voluntad humana, cuyos efectos pueden ser irreversibles si no actuamos a tiempo.

CRÍTICA

Antes de llegar a la página 70 ya había eliminado mi cuenta de Instagram. Todavía no es demasiado tarde para detener el secuestro de la atención, el alud de información no procesable y la ‘proliferación de la mezquindad’. Este libro puede cambiar su vida (y el mundo).

Kiko Amat

Nadie ha reflexionado con tanta profundidad sobre la crisis moderna de la atención.

Tim Wu, autor de Comerciantes de atención

Si te importa el futuro de la sociedad, presta atención a este libro.

Wael Ghonim, activista de internet

Apasionado, provocador, personal y divertido. Partiendo de la filosofía, los videojuegos, la literatura clásica y la ciencia contemporánea, nos ayuda a entender cómo está cambiando la experiencia humana y cómo podemos recuperar el control de nuestras vidas.

David Runciman

Prólogo

Para hacer cualquier cosa que valga la pena, hay que ser capaz de prestar atención a las cosas que importan. No es tarea fácil, no lo ha sido nunca, pero de un tiempo a esta parte se ha vuelto aún más complicado, por nuevas e insospechadas razones. 

Mientras mirábamos hacia otra parte, una amenaza de última generación para la libertad del ser humano se ha materializado ante nuestros ojos. No hemos reparado en ella porque ha llegado en distintas formas que nos resultaban familiares. Ha llegado trayendo consigo el regalo de la información, un recurso escaso y valioso hasta la fecha, pero que se nos ha brindado en tal abundancia y a tal velocidad que se ha convertido en una rémora. Y, para acabar de seducirnos, ha llegado con la promesa de que está de nuestra parte, de que ha sido diseñada para ayudarnos a conducir nuestras vidas por los derroteros que nosotros mismos nos hemos marcado. 

Pero, por grande que sea su potencial, estas máquinas maravillosas no están exactamente de nuestra parte. En lugar de secundar nuestras intenciones, se dedican a captar y monopolizar nuestra atención. En su competencia despiadada por «persuadirnos», por determinar nuestros actos e ideas conforme a sus objetivos preestablecidos, estas máquinas se han visto obligadas a recurrir a las astucias más mezquinas y rastreras del manual para apelar a nuestros impulsos más viles, a ese ser inferior que nuestra naturaleza más noble ha tratado siempre de combatir y superar. Para colmo de males, han desplegado los sistemas de computación más inteligentes que se hayan visto jamás con el solo propósito de captar nuestra atención y servirse de ella. 

Durante demasiado tiempo hemos quitado importancia a los peligros de esta forma de persuasión inteligente y nociva, desdeñándola como una mera «distracción» o una molestia de poca monta. A corto plazo, estos obstáculos pueden mermar nuestra capacidad de hacer lo que queremos hacer. A largo plazo, pueden llegar a impedirnos vivir las vidas que queremos vivir y, lo que es peor, minar facultades fundamentales como la reflexión o el autocontrol, dificultándonos aún más la tarea de «querer lo que queremos querer», por emplear la expresión del filósofo Harry Frankfurt. En este sentido, los nuevos adversarios de la atención no solo suponen una amenaza para el triunfo de la voluntad, sino también para su misma integridad esencial, tanto en el plano individual como en el colectivo. 

De entre la variedad de amenazas que pesan sobre la libertad, algunas son reconocibles de inmediato, pero otras necesitan cierto tiempo para revelarse como tales. En lo que respecta a este sistema de persuasión inteligente, cuya influencia perniciosa crece por momentos, el proceso de reconocimiento no ha hecho más que comenzar. Las amenazas, en cambio, ese cúmulo de infraestructuras e incentivos que se esconden tras su funcionamiento, están ya bastante asentadas y consolidadas. Así las cosas, puede que sea demasiado tarde para poner a estos sistemas perniciosos de nuestra parte. Es posible que, a estas alturas, sus mecanismos estén demasiado arraigados en nuestra vida para extirparlos. Personalmente, no creo que sea el caso. No está todo perdido, pero la vía de la salvación es angosta y no tardará en cerrarse. 

Hubo un tiempo en que pensaba que los grandes desafios políticos habían pasado a la historia. Las luchas épicas por la libertad, me decía, habían sido ya libradas por generaciones más ilustres que la nuestra. A nosotros nos quedaba tan solo la tarea de administrar diligentemente su herencia política, el fruto de su esfuerzo. 

No podía estar más equivocado. La liberación de la atención humana podría ser la lucha ética y política decisiva de nuestro tiempo. Su éxito es requisito previo de cualquier otra lucha que quepa imaginar. Nos incumbe a nosotros, pues, la responsabilidad de modificar el cableado de estos sistemas de persuasión inteligente y nociva antes de que ellos modifiquen el nuestro. Para ello es preciso encontrar, entre todos, nuevas formas de hablar y abordar el problema, y reunir luego el coraje necesario para lidiar con él, por más que nuestras acciones resulten intempestivas e impopulares. 

En el poco espacio del que aquí dispongo no aspiro a dibujar un mapa detallado de la problemática, sino a calibrar la brújula que habrá de ayudarnos a navegar por ella. Habrá, pues, más preguntas que respuestas y más exploración que alegato. Debería leerse como un despliegue de intuiciones, como una búsqueda de los términos precisos. Ralph Waldo Emerson dijo que «a veces un grito es mejor que una tesis». Habrá aquí un poco de ambas cosas. 

El corto pero intenso periodo que he pasado escribiendo este libro no habría sido posible sin la extraordinaria generosidad y clarividencia de la Kadas Prize Foundation, la Cambridge University Press y el Centro de Investigaciones para las Artes, las Ciencias Sociales y las Humanidades (CRASSH) de la Universidad de Cambridge, así como el ímprobo esfuerzo del personal y la directiva del Premio Nine Dots. El privilegio es aún mayor, pues se trata de inaugurar lo que sin duda será una larga serie de proyectos similares a este. Solo espero que el mío sea digno de su generosa atención y de la del lector.

VER+:













James Williams. Clics contra la humanidad (Español)

sábado, 16 de noviembre de 2024

QUO VADIS? PENSAR Y ACTUAR EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE: Manifiesto del XXVI Congreso Católicos y Vida Pública y "EL RETO DE VIVIR EN ESTE TIEMPO" por FABRICE HADJADJ

 

QUO VADIS?
PENSAR Y ACTUAR 
EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE

Manifiesto del XXVI 

El dramático y, a su vez, verdadero enunciado de “Quo vadis” con el que titulamos este XXVI Congreso Católicos y Vida Pública nos confirma una ecuación inequívoca: “cuánto mayor es la pérdida de referencias permanentes, más desorden político y social existe”.

Un concepto, “pérdida de referencias permanentes”, con el que se quiere señalar el ocultamiento de todo lo que expresa la transcendencia del ser humano, así como la construcción de un orden social y político basado en la premisa más o menos explícita de “vivir como si Dios no existiera”. Una opción definida por un craso materialismo que no pueda dejar de llevar a la civilización occidental a la decadencia, a la crisis y al desorden.

En paralelo, y de un modo acuciante, nos enfrentamos a un relativismo moral que está en el fondo de una crisis, quizá sin precedentes, que pide de los católicos un redoblado esfuerzo en la defensa de sus fundamentos: la defensa de la vida, la familia, la cultura del esfuerzo, la dignidad y la naturaleza de la persona humana. La defensa hoy de los fundamentos cristianos de nuestra sociedad no es un ejercicio de “fundamentalismo”, sino que, por el contrario, significa ser vanguardia del debate principal del futuro de nuestras sociedades.

Existe un sentimiento de desmoralización que es la consecuencia de una cierta impotencia ante el avance y la imposición sistemática de una nueva sociedad, de un desorden social, que nunca ha sido ni explicado ni votado, sino que, por el contrario, ha sido silenciado.
Ese sentimiento de desmoralización, fruto de la crisis del valor de la verdad, de una moral objetiva y también de ánimo, impulsado por la comodidad, nos arrastra a un individualismo feroz.

De forma paradójica en Occidente, este relativismo convive con el extremismo en el ámbito político. Si el relativismo está en el fondo, en la causa de la pérdida de referencias permanentes, el extremismo tampoco es la solución a los problemas de una sociedad que necesita cohesión y fundamentos. Si la crisis es de fundamentos, la solución de verdad estará en el fortalecimiento de los mismos, no en la búsqueda del extremo, y mucho menos en la insistencia del relativismo. Si la crisis está en la persona, la solución, de verdad, pasa por un cambio de actitud personal.

Es preciso, por tanto, que los católicos tomemos conciencia del papel que nos corresponde, convoquemos a una nueva generación y salgamos de un intento de marginación y desprecio de una moda dominante, que parece empeñada en no entender la causa de la crisis. Tan equivocada es la consideración de que todos los católicos pensemos lo mismo en todas las cuestiones políticas, como concluir que no tenemos cohesión alguna en el ámbito público, razón por la que deberíamos abstenernos de toda toma de posición social y política.

No se trata de buscar, encontrar y apoyar una opción política partidaria, sino de enunciar y articular una estrategia o un conjunto de iniciativas, a modo de plan que contribuya a una toma de conciencia de la gravedad de la situación, conscientes de hasta qué punto los fundamentos humanistas de nuestra civilización están siendo atacados en su raíz.

Reiteramos que el papel de los católicos españoles y europeos en este ámbito resulta esencial y determinante. Si no lo impulsamos nosotros, nadie lo hará.
Por todo ello, creemos que la transformación de un catolicismo social, por lo general silencioso e irrelevante, en una minoría creativa -tal y como nos interpelaban tanto Benedicto XVI como Francisco-, constituye un reto irrenunciable de la Asociación Católica de Propagandistas y de este Congreso. Es necesario insistir en esta tarea, sumando en la medida de lo posible a otros grupos y movimientos católicos que sientan la urgencia del momento histórico en el que nos hallamos.


La suerte de 
haber nacido 
en nuestro tiempo


PRÓLOGO: ACERCA DE ESA SUERTE
Quien se adhiere a un partido político, primero se adhiere a su doctrina, y luego hace propaganda y procura incorporar a muchos para transformar el mundo según esos valores. ¿Es así como actúa la Iglesia católica?
El autor analiza las diferencias entre militancia y conversión misionera, antes de llevar a cabo un agudo y optimista balance de los tiempos que nos toca vivir: la esperanza del que cree está por encima de toda nostalgia y de toda utopía, en una época que se caracteriza por la muerte de las utopías.
Este texto recoge una conferencia pronunciada en respuesta a la invitación del cardenal Stanislas Rylko para inaugurar el 111 Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales y las Nuevas Comunidades. 
El tema aparecía explícito en un título un tanto denso que encadenaba -como es costumbre- varias citas del "papa" Francisco: 

«La conversión misionera: salir de uno mismo para dejarse inter­ pelar por los signos de los tiempos. Un mundo en transformación reclama a toda la Iglesia». 
El evento tuvo lugar en Roma el jueves 20 de noviembre de 2014. Luego hubo dos acontecimientos -los atentados islamistas de enero y la publi­cación de la encíclica Laud ato si' -que, dada la situación del momento, me lleva­ron a ampliar misobservaciones.

Sobra decir que jamás habría tenido la osadía de abordar estas cuestiones sila petición no hubiera procedido de lo más alto. Mi atrevimiento es fruto de la obediencia y mi arranque de la fidelidad (he de confesar aquí mi particular devoción al apóstol Pedro: allí donde me encuentro con una escultura suya, beso su sanda­lia de bronce). No obstante, si en una u otra ocasión alguna de mis reflexiones re­sulta desafortunada o "discordante" -como dice el Magisterio-, la culpa es solo mía y de mi falta de sometimiento a ese Espíritu que nos hace ligeros en la grave­dad, nítidos en el misterio, cómicos en lo trágico...

Por otro lado, nunca habría publicado este texto de no ser a petición de Louis­ Étienne de Labarthe -que se encontraba entre el público el día de la conferencia- y de ese vigoroso relector que es Gabriel Morin (aprovecho para recordar que etimológicamente "relector" equivale a "religioso"): de no ser por ellos habría considerado mi discurso destinado -por decirlo así- a una confidencialidad "mundial". Por una parte, lo escribí en respuesta a una petición concreta dentro de un contexto concreto, lo que no podía sino llevarme a pronunciarlo sin otras pretensiones; por otra, el público estaba compuesto de fundadores o miembros de comunidades extendidas por todo el mundo -desde la India a Canadá, pa­sando por Alemania y Brasil-, de modo que, a mi entender, sise publicaba en un ámbito exclusivamente francés adolecería de graves carencias, ya que no trataría más que de pasada problemas específicamente franceses (y sobre todo el del "lai­cismo"). No obstante, la opinión de los dos editores arriba citados -confío en que movidos más por afán de servicio que por inconsciencia- era otra, y por eso les doy las gracias.

Por último, debo precisar que, aunque el título que aparece en la portada de este libro no es mío, así lo he recibido: como una suerte, como una «fortuna inesperada». Ya que no tengo por costumbre lanzar a la cara del lector palabras sobre cuyo significado no haya reflexionado previamente al menos un poco, aprovecho estas últimas líneas introductorias para hacerlo.

En este caso aubain no procede del término latino albus, "blanco", de donde toma su nombre el "alba", sino más probablemente de alibi natus, es decir, "nacido en otra parte, en el extranjero". El aubain es, de alguna manera, un alien. Su forma femenina, aubaine, hace alusión a una figura del Derecho sucesorio que se apli­caba al extranjero. En virtud del droit d 'aubaine, el soberano se apropiaba de la herencia del extranjero no naturalizado que fallecía en sus Estados. De ahí el sentido figurado y familiar del término aubaine: una "fortuna inesperada", una "herencia intestada" llovida del cielo a raíz de la muerte de algún forastero llegado de lejos.

Esto nos puede hacer pensar en el misterio de la Encarnación: el Verbo hecho carne vive y muere en medio de nosotros y de repente, sin ningún mérito por nuestra parte, resulta que heredamos su vida eterna... para bien y para mal, por­que allí donde hay una herencia pueden darse la discordia y el despilfarro.

Por lo que se refiere al tema que nos ocupa, en mi opinión esa "fortuna o he­rencia inesperada" puede entenderse de dos maneras. Si nos atenemos a la carta a los hebreos, los cristianos «no tienen aquí ciudad permanente» (cf. Hb 13, 14): son siempre «peregrinos y forasteros» y, por lo tanto, extranjeros «en la tierra» (Hb 11, 13; lP 2, 11). 

Todo lo que hacen, todo lo que dejan en este mundo pasa a ser automáticamente objeto de un "derecho de aubana" ejercido por los poderes de este mundo, que se incautan de ello, hacen parodia del paraíso, ridiculizan lo santo y recurren a la compasión para ponerla al servicio de sus intrigas. De este modo, a los cristianos se les compara con «anticristos» salidos «de entre ellos» (cf. l]n 2, 19); de este modo, en nombre del amor, de la libertad o del espíritu, hoy en día se emprenden procesos de devastación sin precedentes, que extraen toda su energía de una fuente distorsionada y encubierta. Y esa distorsión cul­ mina en «la hora en la que todo el que os dé muerte pensará que hace un servicio a Dios» (Jn 16, 2). Una Hora que, vista humanamente, ofrece motivos para ha­ cemos perder la esperanza.

No obstante, detrás de ese derecho de aubana ejercido por la malicia de pequeños o grandes, existe otro superior o más profundo que corresponde al Eterno, al verdadero Soberano al que todo acaba retomando. En efecto, hay que conservar la esperanza, porque el misterio de la Cruz -y de la fecundidad de Israel en Egipto («cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y propagaban», Ex 1, 12)- consiste en que todo expolio malévolo no es sino una bendición «para los hijos y también herederos:herederos de Dios, coherederos de Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados» (Rm 8, 17). 
Cuanto mayor es la persecución, mayor puede ser el testimonio. Cuanto mayor es la miseria, con mayor fuerza resuena la hora de la misericordia. 

Hemos de recordar las palabras de Pablo a los corintios respecto al «lenguaje de la Cruz»: «Que nadie se gloríe en los hombres; porque todas las cosas son vuestras: ya sea Pablo o Apolo o Cefas; ya sea el mundo, la vida o la muerte; ya sea lo presente o lo futuro; todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios» (1Co 3, 21- 23).

Esta es la suerte de haber nacido en estos tiempos difíciles: porque si la pala­ bra «apocalipsis» hablaba de la revelación en la catástrofe, la palabra aubaine ha­bla de una fortuna inesperada cuando peores son los pronósticos.

Montsvoirons, 15 de agosto de 2015

CONFERENCIA: “El reto de vivir en este tiempo” FABRICE HADJADJ. Escritor y filósofo.


VER+: