La Iglesia no es una ONG,
pero a veces lo parece
Cuando digo Iglesia entiéndase la Iglesia jerárquica que, siendo una porción pequeña de la misma, es la que más presencia mediática tiene.
Esta mañana ha tenido lugar una rueda de prensa en el Vaticano con el título:
“Preparar el futuro, construir la paz en tiempos del Covid-19”. Han intervenido: el cardenal Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y presidente de la Comisión vaticana para el Covid-19; Alessandra Smerilli, Coordinadora de la ‘Task-force Economía’ de la misma comisión y profesora de economía política y Alessio Pecorario, Coordinador de la ‘Task-force Seguridad’ y oficial del Dicasterio que encabeza Turkson.
El cardenal Turkson ha advertido que “nos enfrentamos a una de las peores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial”. El purpurado ghanés señala que debemos considerar las consecuencias para la paz de tres crisis interconectadas: la epidemia, la recesión económica y “ambas sustentadas por una emergencia climática mundial”.
El cardenal curial destaca entonces las implicaciones de estas para la paz, cosa que ha estudiado la “Comisión Vaticana COVID-19”. “Mientras que hoy en día se dedican sumas sin precedentes a gastos militares”, dice Turkson, “los enfermos, los pobres, los marginados, y las víctimas de los conflictos están siendo afectados desproporcionadamente por la crisis actual”.
Las citadas crisis “están ampliando la brecha no sólo entre los ricos y los pobres, sino también entre las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica”, afirma el purpurado africano.
“No puede haber sanación verdadera si no hay paz”, explica el cardenal, que celebra que la ONU “haya aprobado recientemente una cesación del fuego a nivel mundial” -la cuestión es si sirve de algo lo que diga la Onu-, ya que no podemos “luchar contra la pandemia si estamos luchando, o preparándonos para luchar, unos contra otros”.
“También celebro el respaldo de 170 países al llamamiento de la ONU para que se silencien las armas. Pero una cosa es llamar o apoyar una declaración de cese al fuego, otra cosa es implementarla. Para ello, necesitamos congelar la producción y el comercio de armas”, dice el prelado. Para Turkson, estas crisis demuestran “la urgente necesidad de una globalización de la solidaridad que refleje nuestra interdependencia mundial”.
En lugar de estar unidos por el bien común frente a una amenaza común “que no conoce fronteras”, se lamenta Turkson, “muchos líderes están incrementando las divisiones internacionales e internas”. “Necesitamos un liderazgo mundial que pueda reconstruir los lazos de unidad y al mismo tiempo rechazar los chivos expiatorios, la recriminación mutua, el nacionalismo chovinista, el aislacionismo y otras formas de egoísmo”, manifiesta el purpurado.
“En aras de la construcción de una paz sostenible, debemos fomentar una “cultura del encuentro” en la que hombres y mujeres se descubran unos a otros como miembros de una familia humana, compartiendo la misma creencia. La solidaridad. La confianza. El encuentro. Bien común. No-violencia. Creemos que estos son los fundamentos de la seguridad humana actual”, dice uno de los sucesores de los apóstoles.
La epidemia, la recesión económica y “el cambio climático” hacen cada vez “más evidente” la necesidad de dar prioridad a la paz positiva “sobre las estrechas nociones de seguridad nacional”.
Ahora, “más que nunca”, dice Turkson, es el momento de que las naciones “pasen de la seguridad nacional por medios militares a la seguridad humana como principal preocupación de la política y las relaciones internacionales”. “Ahora es el momento de que la comunidad internacional y la Iglesia elaboren planes audaces e imaginativos para una acción colectiva acorde con la magnitud de esta crisis. Ahora es el momento de construir un mundo que refleje mejor un enfoque verdaderamente integral de la paz, el desarrollo humano y la ecología”.
No describo el resto de las intervenciones –las tienen aquí– porque son más de lo mismo. Las podría haber firmado, no sé, cualquier burócrata de la Unión Europea, Bill Gates o el presidente de Amnistía Internacional. El Papa Francisco ha dicho innumerables veces que la Iglesia católica no es una ONG. Pues a veces lo parece, y mucho, al menos la Iglesia jerárquica.
¿Para eso lo dejaron todo, mujer, hijos, familia, siguiendo a Cristo?, ¿para hablar del PIB, los sistemas de salud y el Cambio Climático?
“Hoy la Iglesia ya no habla
de niños y de nacimientos”
“El mensaje del Génesis, “id y multiplicaos”, ha sido reemplazado por otros mensajes: hablamos sobre el medio ambiente, la inmigración, la pobreza”.
Estimados seguidores de Stilum Curiae: hace unos días se publicó en Il Sole-24 Ore una entrevista importante con el profesor Ettore Gotti Tedeschi, sobre el tema de la disminución de la natalidad. Le hemos pedido al profesor Gotti Tedeschi un ulterior comentario, además del permiso para publicarlo. Disfrutad de la lectura.
Estimado Marco: le envío dos líneas de introducción a mi entrevista para Il Sole24ore de hoy. Lo que más debería maravillarnos es la indiferencia de los obispos sobre este tema: la mayoría de ellos cree que la “bendición de Dios” está en los emigrantes, no en los niños. Lo que seguramente tampoco agrada ni siquiera a los propios emigrantes, que estarían mucho más felices de recibir ayuda para vivir y prosperar en sus países de origen. Sin embargo, lo que se ha notado en los últimos tiempos es el grito de dolor de exponentes del mundo secular que, de la nada, descubren que con el colapso de los nacimientos, el bienestar también se derrumba, porque el PIB se desmorona. Es más: este mundo secular descubre que haber compensado el colapso de los nacimientos con el consumismo no ha sido bueno, porque el consumismo “contamina”. Después, grita diciendo que no hay trabajo para los jóvenes, olvidándose que para consumir hemos deslocalizado la mayor parte de nuestra producción a Asia (para luego reimportarla a bajo costo, aumentando así el poder adquisitivo).
Pero esto no es suficiente. Con la predecible crisis económica posterior al Covid, este mundo descubre que el consumismo no será sostenible, gracias a recursos económicos menos previsibles. Y entonces comienza a llorar, a quejarse, a imaginar utopías económicas irrealizables. Pero nadie quiere afrontar el problema en sus causas y soluciones. Ni siquiera la autoridad moral. De hecho, las soluciones que se plantean (disminución económica para proteger el medio ambiente) no harían más que empeorar el problema.
Las “mini soluciones” que se sugieren políticamente, con el objetivo de implementarlas, serán de poca utilidad. La retórica y la hipocresía reinan soberanas, no solo en la visión moral del problema, sino también en la solución socioeconómica. Ciertamente, hemos logrado crear el desorden, sin duda, ¡pero conscientemente!
¿Se ha querido negar, para complacer al “mundo”, que existían principios morales no negociables? ¿Se han querido negar los principios del Génesis divino, negando la existencia de leyes naturales? Bien, el resultado es este: el final irreversible de la civilización cristiana occidental. Y que nadie diga que es una sorpresa. Otros y yo lo hemos explicado durante al menos cuatro décadas: no sólo no nos han escuchado, sino que también nos han ridiculizado. Porque el convencimiento es que el problema de los nacimientos es un legado de la cultura católica “tradicionalista”, así como la familia y la vida.
SOLE-24 ORE. GOTTI TEDESCHI:
HAY QUE APOYAR LOS NACIMIENTOS
ROMA
– La noticia de que la caída de la tasa de natalidad podría acelerarse nuevamente en Italia con la salida de la emergencia del Covid-19, no sorprende a Ettore Gotti Tedeschi, el economista y banquero que, desde hace varios años, mucho antes de asumir la presidencia de la IOR (Instituto para las Obras de Religión) entre 2009 y 2012, había advertido sobre las consecuencias morales, incluso antes que las económicas, de una población con tasas de fertilidad negativas. “Hemos querido llegar a este punto –explica al Sole24Ore– porque es evidente que durante cincuenta años la caída en la tasa de natalidad ha estado acompañada por una caída en el crecimiento económico. Se trata de un resultado deseado, diría perseguido, en una perspectiva cultural y moral que siempre ha negado la natalidad como un hecho natural del hombre. Y si frenas la naturaleza, la cambias, creas desequilibrios. El colapso deseado de los nacimientos en Italia y en Occidente ha generado efectos cada vez más negativos, hasta esta epidemia”.
En efecto, según el Istat, el 67% de la caída en los nacimientos depende, ahora, del hecho de que la población femenina en edad fértil se ha reducido.
Ciertamente, nos enfrentamos a una transición demográfica estructural. Solo una toma de conciencia cultural y moral puede detener esta tendencia, pero se necesitará una generación para realizarlo, siempre y cuando se desee hacerlo. Y yo estoy convencido de que no se quiere hacerlo.
Sin embargo, por el Informe Istat se constata que el número de hijos que las personas logran tener no refleja el deseo generalizado de maternidad y paternidad presente en nuestro país.
No estoy diciendo que no haya soluciones, que no se puedan adoptar políticas para la natalidad. Podrían y deberían haberse adoptado antes, por ejemplo, a partir del año 2000, cuando alcanzamos el pico de la desindustrialización y de las deslocalizaciones productivas, con la consiguiente pérdida de competitividad. No se puede pensar que una economía avance solo con el consumismo individual, supliendo la caída de los nacimientos. Y hoy es demasiado tarde.
Ahora la incertidumbre sobre el futuro pesa sobre las decisiones de las familias, más allá de la crisis.
Y hay un silencio absoluto por parte de las autoridades morales. Hoy la Iglesia ya no habla de niños y de nacimientos. El mensaje del Génesis, “id y multiplicaos”, ha sido reemplazado por otros mensajes: hablamos sobre el medio ambiente, la inmigración, la pobreza. No de niños, ya no se habla de niños como un don de Dios. Los obispos dicen que los migrantes son un don de Dios.
Hay un problema de emergencia demográfica en los países más atrasados. En Italia, el número de hijos por mujeres de la generación de 1978 era de 1.43 y hoy, en esos países, estamos en el 2.2-2.3
En los años setenta la población mundial era de cuatro mil millones, dos mil millones vivían en los países más ricos y dos mil millones en los países pobres o emergentes. Hoy somos 7.500 millones: cinco mil millones viven en países ex pobres o en vías de desarrollo, y los otros dos mil quinientos millones en países ricos. Las estadísticas de la ONU de largas series históricas muestran que, a un aumento en las tasas de natalidad, le sigue un aumento en la economía de hasta 40 veces mayor que el de la población. Pero repito, aquí no estamos hablando de matemáticas o de economía; el colapso de los nacimientos es un problema moral que concierne a Occidente y su declive.
En los últimos años se ha hablado mucho de las políticas familiares adoptadas en Francia como modelo a considerar.
A diferencia de Italia, Francia tiene una cultura laica y una Constitución, la de 1905, laicista. Sin embargo, ha adoptado a tiempo políticas de apoyo a la natalidad. A diferencia de Italia, que con su cultura católica ha abandonado el tema durante años. Aquí hablamos, por ejemplo, de la paternidad responsable desde la época del Concilio Vaticano II, se argumenta que tener demasiados hijos no es justo, e incluso las parejas católicas lo dicen. Lo repito, durante cincuenta años esta tendencia ha estado en marcha, y ha sido buscada. No es una consecuencia del destino. Podemos cambiar con las políticas correctas, pero necesitamos una voluntad moral y cultural que, desafortunadamente, hoy no veo.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.
San Francisco de Sales: "Los enemigos declarados de Dios y de la Iglesia deben ser atacados y censurados con toda la fuerza posible. La caridad obliga a gritar al lobo cuando un lobo se ha deslizado al medio del rebaño y aún en cualquier lugar que se lo encuentre”Santo Tomás de Aquino: “Si soportar las injurias que nos alcanzan personalmente (y respetar a las personas que las profieren) es un acto virtuoso, soportar las que atañen a Dios es el colmo de la impiedad”.Quien No Se Encoleriza Santamente Cuando lo Exige La Razón, Peca: San Juan Crisóstomo: “Sólo aquel que se indigna sin motivo se vuelve culpable; quien se indigna por un motivo justo no tiene culpa alguna. Pues, si faltase la ira la ciencia de Dios no progresaría, los juicios no tendrían consistencia y los crímenes no serían reprimidos. Más aún: aquel que no se indignare cuando la razón lo exige, comete un pecado grave; pues la paciencia no regulada por la razón, propaga los vicios, favorece las negligencias y lleva al mal, no solamente los malos, sino sobre todo los buenos”. (Hom. XI, In Nath.)
VACUNARSE VENENO ES UN ACTO CRIMINAL
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