EL Rincón de Yanka: AGUA

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jueves, 20 de junio de 2024

LA POST-IGLESIA COVIDIANA Y ANTIEVANGÉLICA por UNA SIMPLE "EPIDEMIA": SIN SALUDO DE LA PAZ Y PILAS BENDITERAS VACÍAS 🔆⛪ 😈🔆


En mi iglesia parroquial (La Coruña, Galicia), 
ya no hay ni agua bendita en las pilas de entrada, 
ni hay Saludo de la Paz, ni siquiera boletines de "POBO DE DEUS".
 
Ver lo que dice un haféfobo y misófobo: "Durante la pandemia se abrieron los ojos de nuestros liturgistas, y por supuesto, se omitió este rito de dar la mano. Simplemente, una inclinación de cabeza. Así esperemos que continúe. Ni es higiénico ni sincero el apretón de manos. Y… sobre todo, no seamos hipócritas. La Misa, tal y como la vivimos en las ciudades, no supone un acercamiento de amigos. Sí – y ojalá no me equivoque – una adoración, culto, amor, oración, encuentro con Dios. Ojalá llegáramos en Misa a sentirnos amigos. Pero esto es otra cuestión. Hoy me fijo en el rito de la paz y me alegró como se realizaba en tiempo de pandemia. A continuar así".
 

El saludo de la paz

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: 
“La paz les dejo, mi paz les doy”, 
no tengas en cuenta nuestros pecados, 
sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu palabra
 concédele la paz y la unidad.
 
Hasta este momento el sacerdote se dirigía a Dios Padre, ahora se dirige directamente a Jesucristo y le dirige una oración por la paz. Le recuerda su misma oración al Padre en la última cena (Jn 14,27). Estas palabras forman parte del largo discurso de Jesús en el que, antes de morir, Jesús se ofrece sacramentalmente: 
“Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre, que va a ser derramada” (Mc 14,22.24). Sin la ayuda de Dios, nosotros no podemos comprender el misterio de su muerte, ni tampoco la íntima relación entre la muerte de Jesús y nuestra paz. Por eso al resucitar, lo primero que el Señor dice a los discípulos es: 
“La paz esté con ustedes”. (Jn 20,21). Y san Pablo dice de Jesús: 
“Él mismo es nuestra paz, él ha creado de los dos pueblos un solo hombre nuevo, restableciendo la paz en su propia persona, mediante la cruz” (Ef 2,14-16).

Mientras nos preparamos para recibir su cuerpo y su sangre, nos dirigimos directamente a Él, recordándole la paz que nos ha prometido como la unidad por la que oró al Padre antes de padecer: “Que sean perfectamente uno” (Jn 17,23).
De hecho, la unidad es inseparable de la paz. “Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef 4,3).
Luego el sacerdote añade: La paz del Señor esté siempre con ustedes. El pueblo responde: Y con tu espíritu. Y el sacerdote o diácono dice: Démonos fraternalmente la paz.
 
El rito del saludo de la paz tiene sin embargo el mérito de recordarnos que el rito eucarístico no se llama "Comunión"
 
Aquí hay otro pequeño misterio. Tal como se hacía en los primeros tiempos: la paz viene de Cristo, hay una íntima unidad entre Él que es la cabeza y el cuerpo que somos nosotros.
El saludo no es un saludo ordinario sino un gesto de profundo significado ritual: antes de comulgar debemos estar unidos entre nosotros. De nada sirve que los miembros del cuerpo estén solamente unidos a la Cabeza, si no lo están entre ellos. No sería un cuerpo. Si vamos a recibir un único pan, debemos ser un solo cuerpo.
 
Este gesto de paz no es un saludo, sino que continúa siendo este deseo, el deseo de que la paz de Cristo resucitado permanezca en nuestra vida. Un gesto que significa la paz, la comunión y la caridad para la Iglesia y para toda la familia humana y los fieles expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, es decir la comunión en el Cuerpo de Cristo del Señor.
Es la paz que nos da Cristo y que deseamos a las personas que nos rodean, de modo sencillo y ordenado, de ahí que el gesto sea acompañado de las palabras: “la paz del Señor” y se responda “y con tu espíritu”. El rito de la paz alcanza su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo.
 
Como discípulos de Jesús, estamos llamados a ser instrumentos de la justicia y la sanación de Dios para todos los que sufren violencia. Esto, sin embargo, no es la paz verdadera que celebramos y por la que pedimos en Misa. Es esta la paz que busca el mundo, pero como Jesús nos dijo, Él vino a traer paz “no como la da el mundo” sino como la da Dios.
(Juan 14,27)
La paz que Cristo trae no es meramente la ausencia de violencia, sino el fruto de la justicia y el amor
(Cf. Gaudium et Spes 78), o como lo expresó el Papa Sn. Pablo VI, 
“Si quieres la paz, trabaja por la justicia”.
 
Cuando nos damos el saludo de paz en Misa, lo hacemos con las mismas palabras que Jesús dijo a sus discípulos, “la paz sea contigo”, porque en nuestro bautismo nos hicimos miembros del cuerpo de Cristo y en la Eucaristía somos formados aún más en su cuerpo místico en la Iglesia.
El saludo de paz, entonces, es más que desear a la gente que esté libre de violencia y angustia. Es más todavía que desearles una relación justa. Nuestro saludo de paz es nuestra respuesta voluntaria como miembros del cuerpo de Cristo de ser ministros unos de otros de la reconciliación que Jesús obtuvo para nosotros en la cruz. Somos literalmente Cristo para Cristo. Es también un momento en que nos animamos unos a otros a conocer y confiar en la presencia de Dios, su amor y misericordia y a perseverar en cumplir la voluntad de Dios.

Es este un momento sagrado en que las divisiones en el cuerpo de Cristo son sanadas mediante la gracia de Dios que pasa entre nosotros. Esta sanación pretende suscitar una comunión auténtica entre nosotros al tiempo que nos preparamos para recibir y compartir nuestra comunión más profunda con Dios en la Eucaristía.
El saludo de paz no es un intermedio, es ministerio interno dentro del cuerpo de Cristo para unirnos como cuerpo de Cristo y así prepararnos a recibir plenamente el cuerpo de Cristo. La forma como damos este saludo de paz siempre debe ayudar a los demás a experimentar esta profunda gracia salvífica en sus vidas.
 
 
El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b).

a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.
b) Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo.

Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.
“Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía”.

Un simple "virus" se ha comido la Fe. 
¡Que ya tiene merito!
José Luis Aberasturi

Hace unos días que le llevo dando vueltas a lo de las iglesias cerradas, y a lo de las Misas “sin pueblo, por imperativo legal y eclesial -en muchos casos-; o no". Y cada vez me escandaliza más el tema. Es una derrota en toda regla, y un arrasar la poca Fe que quedaba en pie: supuesto que quedase; que sí quedaba y queda, como me ha llegado de tanta buenísima gente.
Y digo todo lo anterior con dolor de alma y de corazón: por Jesús, por la Iglesia y por las almas todas. Y lo digo con cuarenta años de sacerdote detrás, uno tras otro, y sumando Dios mediante. Que no son tres o cuatro ya. Gracias a Dios.

¿Qué ha podido pasar por el alma -la cabeza no pretendo ni nombrarla- de tantos miembros de la Jerarquía Católica para que, ante el covid famoso, la ocurrencia primera y más puesta en el candelero, o en el candelabro, haya sido la de echar el cerrojo? ¡Cerrojazo patronal! No me extrañaría que hubiesen pillado el “bicho"…, y les haya comido hasta la Fe. O lo que les quedase de ella. A quien le quedase; porque tal como van y están las cosas…

Porque resulta incomprensible. Amén de escandaloso. Y me explico.

Es muy posible que los políticos de la progrez -que nos ha infectado mucho más fuertemente que cuanquier bicho- pudiesen acudir -sin mirar siquiera a Italia, ahí al lado y con la que tenían montada; y sin escuchar a los expertos médicos, y no me refiero al busto parlante, riente, que no “sonriente” y “mentiente” que han sacado- a un expediente parecido a “no teníamos precedentes de nada parecido…".

De este modo, y encomendándose únicamente al diablo -no tenían más agarradero, porque no tienen otro-, se hayan atrevido a incitar a asistir a la "manifa" femi, y en Madrid. Por eso, entre otras cosas, es Madrid la primera y la más perjudicada por toda esta hecatombe. Pero ya sabe la gente a quién se debe tamaño honor…

Pero este planteamiento, o este expediente, en la Iglesia Católica ni cabía ni cabe. En sus más de dos milenios de existencia -siempre la misma Iglesia Católica: fiel a Cristo y a las almas, para ser fiel a sí misma-, se ha encontrado con situaciones tan graves o más que esta. Fijo.

Y NUNCA, oigan, NUNCA ha dado cerrojazo. Es más: a los sacerdotes y religiosos que huían de donde debían estar -y se jugaban la vida, literalmente-; es decir, a los que huían de las gentes que enfermaban y morían, y de las sanas -que también las había-: o se volvían a su sitio, o quedaban inmediatamente EXCOMULGADOS. Cualquier cosa, cualquier solución era buena, menos… ABANDONAR. Porque no es ni pertenece, por definición, a la Iglesia; porque “eso” no es de Cristo.

En esto ha quedado la “nueva iglesia", la tan cacareada y cacareadora “iglesia en salida": que ni salga ni entre nadie. ¿Y en qué ha venido a parar lo de la iglesia como “hospital de campaña?: que vayan a urgencias. Ha quedado en CERROJAZO y TENTE TIESO…, QUE YA TE APAÑARÁS por tu cuenta y riesgo. Bueno, ¿y lo de la “misericordia"…? Ustedes mismos. Vamos: ¡pa’… y no echar gota!

En esto quedan los “eslóganes", especialmente los más populistas y aplaudidos por los más sádicos destrozadores de la Iglesia: en HUMO. ¿Por qué? Porque exactamente humo eran: no pasaban de ahí. Y a los “mantras” de los políticos les sucede otro tanto: no son nada.

Solo les ha quedado, a los jerarcas que han cedido ante el mundo y sus poderes, aquello de: “Y que Dios te la depare buena". Es lo que se cuenta de aquel médico de pueblo, del siglo XIX, que llevaba en el bolsillo una serie de recetas; de modo que cuando tenía que recetar algo, echaba mano al bolsillo, sacaba una y, sin mirarla siquiera, se la daba al enfermo y le decía exactamente esas palabras.

Aclaro que es una anécdota “irreal", mero chascarrillo, sin más connotación. Y no lo cuento por los médicos, como es lógico y se entiende; sino por los miembros de la Jerarquía Católica que están haciendo lo que hacen, y están mandado lo que se ha de hacer, según su genial saber y entender.

Por cierto: aprovecho para aplaudir a todo el personal sanitario y personal hospitalario en todas sus facetas, incluida la limpieza, la comida y la ropa, para mandarles, junto al aplauso, mis oraciones de sacerdote: lo hago con todo gusto y afecto, especialmente con la Santa Misa.

Y, cómo no: a todos los buenos pastores -que no son muchos- que no han dejado tirados a sus fieles: a los hijos de Dios en su Iglesia.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto en la Santa Madre Iglesia? Porque llegar se ha llegado: es innegable. No en todas las diócesis, pero sí en la mayoría… pretendiendo además que esta postura “por lo eclesial” es “un bien” para sus hijos. Quizá para las ovejas estaría muy bien, que para eso son ovejas; pero para los hijos…, para los hijos de Dios en su Iglesia… pues, en fin.

Me escribía una señora buenísima -católica, por supuesto-, escandalizada y dolorida por estas medidas tan inhumanas, de entrada, y tan hueras de espiritualidad y de vida sobrenatural -tan vacías de Dios, se mire como se mire-, de salida; me escribía:

“En mi cabeza, desde luego, no cabe que la Iglesia pueda cerrar sus puertas ante una situación de emergencia o calamidad, como no entendería que una madre dejara en la calle a su hijo enfermo o necesitado y en medio de la lluvia. Creo que existe un abismo inmenso entre permitir a los fieles participar de las Eucaristías con las debidas precauciones, que no se trata de ser imprudentes, y privarles incluso de esa posibilidad… E igual de desafortunada me parece la idea de suspender la Adoración Perpetua: ’sin Mí no podéis hacer nada’; o dificultar el acceso a los Sacramentos… San Juan Pablo II: ‘No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo’. Eso le pido al Señor, que esta Iglesia suya no tenga miedo de abrir sus puertas”.

Es desolador ver la figura del Papa caminar a solas, sin más compañía, “obligada", que la de los guardaespaldas. Pero es la imagen perfecta y exacta -la que vale más que mil palabras- de lo que se ha hecho y se está haciendo en la Iglesia: VACIARLA, convrtiéndola -en eso están muchos- en una cáscara vacía, un trampantojo, un auténtico erial…, mientras se mantienen cargos, instituciones y demás que, como está profetizado en el AT, no son sino cisternas agrietadas que no pueden retener el agua.

Es incomprensible, por mor de doloroso, ver en la TV, a un canónigo de una muy ilustre catedral española, decir que iba a celebrar la Santa Misa: “porque se siguen diciendo; pero SIN PUEBLO; eso sí: la catedral sigue abierta para el que quiera entrar a rezar"…, pero NO PARA asistir a MISA y COMULGAR. Se insiste en lo obvio y en lo menos, para negar lo más. Como en el mundo político. Tal cual.

Y más incomprensible si cabe la afirmación de que “nos confesemos con Dios", que es lo mismo que decirle a uno que se juega el alma para toda la eternidad, “que se confiese con una farola"; porque “eso” ni ha existido en la Iglesia, ni existe, ni podrá existir.

Existe el SACRAMENTO de la CONFESIÓN, donde uno se confiesa exactamente con Dios, a través de persona interpuesta: el sacerdote. Sí existen también los “actos de contrición perfecta” que, de suyo, cuando no hay posibilidad de acercarse a confesar, perdonan los pecados…, siempre que acompañe el propósito serio y honrado de confesarlos en cuanto se pueda.

Pero, ¿quién es el guapo que puede decir “yo he hecho un acto de perfecta contrición"? Por eso SIEMPRE está la Confesión, y los sacerdotes debemos estar a mano para facilitarla: no para decir que estamos fuera de servicio…

¿Cómo se puede dejar a los fieles, desde la propia Jerarquía que debería vivir única y exclusivamente para ellos, y más con esta epidemia galopante, SIN los MEDIOS de SALVACIÓN, ordinarios y extraordinarios, entregados por el mismo Jesucristo a su Iglesia…, y cuando más falta les hacen?

Claro: estos jerarcas, ayunos de todo ya, como están en lo de la “iglesia nueva", y se ve que no han leído nada de la “vieja” -la auténtica, por cierto-, ya no saben ni quién fue san Damián, el cura de los leprosos de Molokai; que murió leproso, como no podía ser menos. Ni él quería ser menos, tampoco.

¡Que sea Trump el que diga que establece un “día de oración” en todo su país por esta pandemia, ya tiene mérito! Ni siquiera es católico, para más inri. Nadie en la Iglesia ha dicho algo igual. Y, menos aún, antes que él.

TODO ESTÁ SIENDO YA UN DISPARATÓN… que, en la Iglesia Católica, día a día va creciendo y se hace más y más dañino. Está arrasando.

¡Señor, ten piedad! ¡Apresúrate a socorrernos! ¡Mira que perecemos!
 
 
¿Por qué nos damos la paz en la Eucaristía? · La Eucaristía. Saber más
 
 
VER+:
 
LA IGLESIA POST-COVID HA DEMOSTRADO SU APOSTASÍA 
Y SU TRAICIÓN A LA MISIÓN CRISTIANA, 
SOBRE TODO EN EL CLERO ESPAÑOL 🔆⛪
 
"EL PAPA Y LOS OBISPOS SE HAN CONVERTIDO 
EN EXPERTOS EN SALUD EN LUGAR 
DE SER TESTIGOS DE LA FE" 🔆💉🔆
 
LA (ANTI) IGLESIA COVIDIANA Y GLOBALISTA 🔆⛪ 😈🔆 
 



 
 

martes, 13 de diciembre de 2022

LIBRO Y PELÍCULA "EL NIÑO QUE DOMÓ EL VIENTO (THE BOY WHO HARNESSED THE WIND)" 💡


El niño que domó el viento 
(The Boy who Harnessed the Wind)

WILLIAM KAMKWAMBA 
y BRYAN MEALER

Esta es una inspiradora historia, basada en la vida real del autor, sobre el poder de la imaginación y la fuerza de la determinación.
Cuando una terrible sequía asoló la pequeña aldea donde vivía William Kamkwamba, su familia perdió todas las cosechas y se quedó sin nada que comer y nada que vender.
William comenzó entonces a investigar en los libros de ciencia que había en la biblioteca en busca de una solución, y de este modo encontró la idea que cambiaría la vida de su familia para siempre: construiría un molino de viento.
Fabricado a partir de materiales reciclados, metal y fragmentos de bicicletas, el molino de William trajo la electricidad a su casa y ayudó a su familia a obtener el agua que necesitaba para sus cultivos. Así, el empeño y la ilusión del pequeño Willy cambió el destino de su familia y del país entero.

Si digo que los libros nos hacen creer que todo es posible, supongo que estaréis de acuerdo conmigo. Sin embargo, lo más probable es que lo primero que os venga a la cabeza sea alguna obra de ficción que os ha hecho viajar a mundos imaginarios y vivir aventuras increíbles. Pero no, esta vez no me estoy refiriendo a ese tipo de literatura, sino a esos otros libros, los de no ficción, que cuentan historias reales protagonizadas por personas extraordinarias. Es el caso de "El niño que domó el viento", escrito por su protagonista, William Kamkwamba, y el periodista Bryan Mealer.
Para entender la magnitud de la proeza de William Kamkwamba, hemos de ponernos en situación: una infancia en Malaui, un país africano dominado por la superstición, donde todos temen el poder del hechicero; una subsistencia sometida a las inclemencias meteorológicas y a las corruptelas del gobierno, que echan al traste la cosecha del año y condenan a la familia, y al pueblo entero, a la hambruna; una educación inaccesible para la mayoría de los niños, que no pueden pagar las tasas; una existencia sin electricidad, que les obliga a depender de las lámparas de queroseno, que los asfixian, y de la madera, a kilómetros de distancia y cada vez más escasa… Y en medio de tanta penuria, William Kamkwamba, un niño capaz de cambiar el destino de su familia y de su país gracias a su curiosidad e ingenio.

Decía antes que hay libros que nos hacen creer que todo es posible, y eso es lo que le ocurrió a William Kamkwamba cuando leyó Usar la energía: se propuso llevar la electricidad a su casa. Y le bastó rebuscar en un vertedero para construir un molino de viento y, así, mejorar la vida de su familia, primero, y de toda su comunidad, después. En "El niño que domó el viento" nos relata cada uno de los pasos que dio; la incomprensión de todos, al principio, y los fracasos y los contratiempos, que no le hicieron desistir. Y, por fin, el triunfo que los dejó a todos boquiabiertos; el primer triunfo de muchos más que vinieron luego y tantos otros que aún están por llegar.

William Kamkwamba nació el 5 de agosto de 1987, en Dowa, Malaui. En 2014 recibió su licenciatura en el Dartmouth College, en Hanover, donde terminó sus estudios de Ingeniería. También es inventor, escritor y autobiógrafo.

La historia real

La película dirigida por  Chiwetel Ejiofor, se basa en la historia verídica de William Kamkwamba. Él se hizo conocido mundialmente por su invención y se formó ingeniero en la Universidad de Dartmouth. Ante la falta de víveres en su pueblo, William Kamkwamba, inspirado en un libro de ciencia ficción, inventó un sistema de captación de energía eólica, lo que posibilitó bombear agua para el cultivo de alimentos en la sequía.

En 2001, William Kamkwamba logró salvar a su pueblo de la hambruna. Lo hizo construyendo un molino de viento capaz de generar energía eólica, sirviéndose de una simple bicicleta, de las partes oxidadas de un viejo tractor y de los manuales básicos de ingeniería que encontró en la biblioteca de su escuela en Malawi, de la que sería expulsado cuando su familia de agricultores dejó de poder pagarla.
William creó el aerogenerador empleando árboles de goma azul, piezas de bicicleta y materiales recolectados en un desguace local. Ciertamente, el joven ya tenía experiencia en electrónica porque, en un intento por ganarse la vida, montó un pequeño negocio en su aldea reparando radios. No ganaba mucho dinero con esta iniciativa, era muy joven, pero la experiencia le vino como anillo al dedo cuando decidió ponerse manos a la obra por extrema necesidad: crear el aerogenerador.

En 2007, después de darse a conocer a través de una conferencia TED, logró volver a estudiar y se graduó en Dartmouth, una de las universidades de la exclusiva Ivy League. Kamkwamba decidió recoger esta increíble historia en un libro autobiógrafico, "El niño que domó el viento" (Ediciones B), fábula edificante que apuntaba a nuevas perspectivas de desarrollo para el continente africano. 

LO INTENTÉ Y LO HICE

El niño que cambió su mundo

La historia de Kamkwamba circuló por medio mundo gracias a una entrevista realizada por The Daily Show el 7 de octubre de 2009. En ella, se comparaba a este joven con el famoso protagonista de la serie MacGyver, debido a su impresionante ingenio científico. Más adelante, al irse haciendo más conocido, se le invitó a la reunión introductoria de “Google Science Fair 2011”, como ponente invitado. Llama la atención que la revista TIME incluye a Kamkwamba entre las “30 personas menores de 30 años que cambiaron el mundo”.
"El niño que domó el viento" tuvo una infancia conectada a la naturaleza, pero no exenta de dificultades. Para sobrevivir y hacer frente a la pobreza, pronto tuvo que abandonar la escuela. Sus padres no podían pagarla. Pero su afán por adquirir conocimientos no lo detuvo pese a la inclemencia de una vida que se planteaba adversa. Aun así, William no perdió su deseo de saciar sus inquietudes, por lo que acudía cada vez que podía a la biblioteca para hacer lo que más le gustaba: leer libros. Su pasión no era otra que aprender.

Hay una línea interesante, rara vez vista en pantalla, de tradición y modernidad en África rural, de padres que evitan deliberadamente lo que perciben como sistemas de creencias pasados ​​del pasado para alentar el progreso. No quieren confiar en orar por la lluvia para salvar sus cultivos; Ellos quieren pragmatismo en su lugar. También se refleja en el deseo de educación para que los niños puedan salir de su aldea, determinando que no enfrentarán dificultades similares a las de los adultos.
Fue gracias a uno de estos libros de ciencia ficción que leyó, titulado “Using Energy” (Utilizar la energía), lo que hizo que un joven de 14 años descubriera un mundo y ayudó a su aldea. Decidió aventurarse a crear un aerogenerador, inventando un sistema de captación de energía eólica, para bombear agua y lograr así cultivar alimentos.
La salvación llegó cuando su familia y vecinos de la zona apenas podían comer una vez al día, cuando el futuro era del todo incierto. William creó electricidad para toda su aldea y, gracias a esta gesta, suministrar agua a sus habitantes.
Y de nuevo, William volvió a reinventarse porque su objetivo en la vida es claro: nunca rendirse. Tras hacerse famoso su invento, trató con diversas empresas su idea para poder frenar la hambruna en su país. Más tarde se decidió a escribir su biografía, pero la historia no acabó ahí, en la actualidad ya tiene su título de ingeniero y todo gracias a su tesón y altura de miras, aprovechando las invitaciones a conferencias y la fama con su invento para continuar con sus estudios y seguir aprendiendo.

"A donde sea que vayas. Ve a la escuela".
“No tengas miedo de fallar. 
Nunca vas a saber lo que vas a perder si no lo intentas”.
“La democracia es como la yuca importada. Se pudre rápido”.
"Dios es como el viento, que todo lo toca".
  • La esperanza está por encima de la adversidad.
  • La superación de los obstáculos debe ser siempre más fuerte que los impedimentos o inconvenientes.
  • Las pequeñas acciones de la mano de la perseverancia y la confianza en uno mismo pueden salvar a las personas.
  • Cuando no hay nada que perder hasta lo más alocado cobra sentido.
  • Es necesario madurar para sostenerse por uno mismo.
  • Hay que saber ceder de lo nuestro (la bicicleta), cuando hay un bien mayor (mejorar la calidad de vida de la comunidad).
  • Es importante conseguir metas, sueños que van más allá de lo establecido.
  • A veces hay que dejar todo de lado (la insuficiente ayuda exterior, la falta de medios económicos, la indiferencia de los gobiernos que dejan morir de hambre a su gente, los métodos conocidos, una visión cortoplacista) para usar el ingenio y la educación.
  • La unión de una comunidad, de un pueblo es la base para resolver los problemas.
  • El orgullo, la terquedad, la cerrazón no nos llevan a ningún lado.
  • Debemos saber ponernos en la situación de los otros, abrir nuestros ojos y mente a otras culturas, costumbres y saber lo que están dispuestos a hacer para sobrevivir.
  • Los grandes logros poco y nada tienen que ver con el dinero.
  • El acceso universal a la educación gratuita es clave para el desarrollo de los pueblos.
  • En la vida hay que correr riesgos.
  • El verdadero amor por el ser humano nos hace luchar unos por otros.

domingo, 27 de noviembre de 2022

VILLANCICO "AGUA FRESCA" por LUIS DE CÓRDOBA 🎄


AGUA FRESCA
Luis de Cordoba

El último día, el más solemne de la fiesta
(de los Tabernáculos),
Jesús en pie gritó: 
«El que tenga sed, que venga a mí; 
y beba el que cree en Mí; 
como dice la Escritura: 
“de sus entrañas manarán ríos de agua viva”».
Dijo esto refiriéndose al Espíritu, 
que habían de recibir los que creyeran en Él. 
Todavía no se había dado el Espíritu, 
porque Jesús no había sido glorificado.
Jn 7, 37-39

ESTRIBILLO

Si quieres agua fresca, niña; 
ven a mi pozo, niña; ven a mi pozo, 
ven vamos juntos a beberla, niña, 
verás qué gozo, niña, verás que gozo. 

Sé que vas de camino y el camino es largo (bis) 
(siéntate aquí conmigo, niña descansa un rato) (bis) 

ESTRIBILLO

Limpia como el agua tienes la mirá 
yo te llevaría mañana al altar 
mañana al altar (bis) 
limpia como el agua tienes la mirá 

ESTRIBILLO

 y a mi me gustaría compartí contigo (bis) 
(además de este agua, 
también, niña, el camino) (bis)

Luis de Cordoba and Vicente Amigo- Aqua fresca

miércoles, 15 de julio de 2020

EL CÓLERA: LA PANDEMIA Y EL HORROR QUE ASOLÓ LA CORUÑA 〰🔆〰

La Pandemia que azotó Galicia

Esta es la historia de una pandemia que casi mató a la mitad de la población en la ciudad de La Coruña y a más de 200.000 personas en toda España

A lo largo de la historia cada época ha tenido su pandemia. Partiendo de la Antigüedad y hasta el siglo XVII, la enfermedad más mortífera era la peste negra. Durante el siglo XVIII lo fue la viruela, el siglo XX vivió la gripe, el SIDA y el ébola y durante el siglo actual parece que la Covid-19 será nuestra gran pandemia, aunque todavía queda mucho siglo... En el siglo XIX existió una enfermedad que mató a 10 millones de personas en todo el mundo y que sigue matando a 20.000 personas al año: El Cólera. Esta es la historia de una pandemia que casi mató a la mitad de la población de la ciudad de La Coruña y a más de 200.000 personas en toda España.
El cólera es una enfermedad intestinal aguda provocada por una bacteria, que produce una gran diarrea que lleva rápidamente a la muerte debido a la deshidratación del organismo. La primera referencia documentada en la historia occidental de la existencia de cólera se puede encontrar poco después de la llegada, en el año 1498, de Vasco de Gama a Calicut, ciudad del Sur de la India, más conocida como la “Ciudad de las Especias”.

Durante el siglo XIX se produjeron 6 grandes pandemias de cólera en el mundo. La segunda de ellas se origina en China en 1826, atraviesa Rusia, alcanza Europa y cruza el Atlántico llegando a América por primera vez. A España llegaría en 1833 a través del Puerto de Vigo, lo que originó la creación del lazareto marítimo de San Simón, en 1842, para poder realizar la cuarentena a los buques a su llegada a puerto, así como el cuidado de los enfermos desahuciados.
La tercera pandemia tuvo su origen en la India en 1852, llegando a afectar a China, Japón y en Europa tan solo a España. A través del Océano Pacífico llegó a América y de ahí a Europa. En 1853 el Puerto de Vigo volvía a ser la puerta de entrada de la enfermedad. El 19 de noviembre, el navío de guerra Isabel La Católica fondeaba en la Ría de Vigo y su tripulación pasaba la cuarentena en el lazareto de San Simón. De poco valió la medida. En poco tiempo, el cólera se propagó con rapidez por toda España.

Pero la ciudad más afectada del país (tras Badajoz) fue La Coruña. El 6 de mayo de 1854, la fragata Abella estaba fondeada en el puerto herculino. Su destino era La Habana, a donde conduciría a más de un centenar de colonos procedentes de toda Galicia. Ese día, uno de los colonos enfermaba a bordo y fallecía. Poco después morían en el barco cuatro colonos más, por lo que se decidió enviar el buque al lazareto de San Simón, para que pasara allí la cuarentena. Llegaba a Vigo el 9 de mayo de 1854 y parecía que la enfermedad estaba controlada en la ciudad.

En Septiembre de ese mismo año, otro buque procedente de Vigo fondeaba en el puerto de La Coruña para permanecer durante unos días en cuarentena. Pero uno de sus marineros eludió la vigilancia, dirigiéndose a su domicilio en la ciudad. Era portador del cólera.
La enfermedad se extendió exponencialmente. El Ayuntamiento prohibió que las iglesias tocaran las campanas cuando alguien fallecía, se retiraron las campanillas de los coches fúnebres y no había enterradores suficientes, por lo que los fallecidos no podían ser sepultados en panteones ni nichos, sino en una fosa común con cal viva. Se dice que sobre esa fosa fue construida la capilla del Cementerio de San Amaro.




La enfermedad llegó a provocar 300 muertos diarios en la ciudad. Hay discrepancia con las cifras totales pero algunas fuentes afirman que, a consecuencia de la pandemia, fallecieron 6.000 personas, casi la mitad de la población de La Coruña en aquella época.
Los datos oficiales en España hablan de 829.189 contagiados y de 236.744 muertos, lo que supone una mortalidad de casi el 30% de los infectados y el fallecimiento de un 1,5% de toda la población española. Además, la tasa de mortalidad media de la época se elevó un 50% durante la pandemia.
La virulencia y transmisión de la enfermedad era debido a que ésta se transmite a través de agua contaminada y la falta de higiene. Era una época en la que la mayoría de poblaciones no tenían red de alcantarillado, el agua estancada en las calles era común, la mayoría de los hogares no tenían letrinas y los deshechos se lanzaban a las calles. 
En 1883, Robert Koch, Premio Nobel de Medicina en 1905 y considerado el fundador de la bacteriología, descubriría el origen de la enfermedad. Tras el descubrimiento, en 1885, la vacuna anticolérica fue preparada y administrada por primera vez a miles de personas por el doctor español Jaime Ferrán y Clúa. Además, se impusieron medidas de mejora de las condiciones higiénicas en las ciudades, grandes causantes de la transmisión del bacilo del cólera.
Aun así, según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen más de 20.000 muertes por esta enfermedad. Además, se considera que el cólera es un indicador del grado de desarrollo social de un país, al estar directamente relacionado con el agua potable y los saneamientos al alcance la población.
La epidemia en La Coruña duró 66 días, desde el 22 de septiembre hasta el 27 de noviembre, fecha en la que se dio por erradicada. Un joven médico, anónimo testigo del infierno padecido durante esos fatídicos 66 días, escribió el siguiente poema, conservado en la Real Academia de Medicina:
Días pasaron, ¡ay!,
que luto y llanto entre los coruñeses se veía,
huyen la mayor parte con espanto,
cual si llegado fuera el postrer día.
BIBLIOGRAFÍA:
OTERO PEDRAYO, 
R. El cólera en Galicia en el siglo XIX. 
Revista Asclepio, nº 21, 1969.

El horror que asoló La Coruña:
La pandemia mundial de cólera, que entró en Europa por los puertos gallegos, mato en 1854 al menos a la décima parte de la población de la ciudad de La Coruña.
Hace aproximadamente 150 años, el cólera hizo estragos en la población gallega de La Coruña. Los medios de la época hablaban de hasta 300 muertes al día. Incluso, el ayuntamiento prohibió a las iglesias que se tocaran las campanas cada vez que fallecía alguien y que quitaran las campanillas que llevaban los carros que transportaban a los muertos al cementerio, como era costumbre, para que la gente no escuchara el sonido que les hacía entrar en pánico.

Un informe mantiene que en el peor momento llegaron a morir hasta 300 personas diarias. La epidemia dejó a la ciudad diezmada y empobrecida por décadas. Se prohibieron las campanadas a muerto por la desesperación de miles de enfermos.
"La epidemia de cólera morbo, cuyas primeras víctimas cayeron fulminadas en los charcos del mercado, había causado en once semanas la más grande mortandad de nuestra historia. En las dos primeras semanas del cólera, el cementerio fue desbordado y no quedó sitio disponible en las iglesias, a pesar de que habían pasado al osario común los restos carcomidos de nuestros próceres sin nombre. Desde que se proclamó el bando del cólera, en el alcázar de la guarnición local se disparó un cañonazo cada cuarto de hora, tanto de día como de noche, de acuerdo con la superstición cívica de que la pólvora purificaba el ambiente. La temible enfermedad cesó de pronto, como había empezado, y nunca se conoció el número de sus estragos".

"Yo me atrevería a decir que el cólera causó en 1854 la muerte del 10% de los coruñeses", afirma sin embargo Aurea Rey, profesora del instituto de Zalaeta y expresidenta del Círculo de Artesanos, probablemente la persona que más ha investigado este tenebroso episodio de la historia coruñesa, con la finalidad de rellenar las enormes lagunas existentes sobre la dimensión de la epidemia. Durante años se sumergió entre miles de actas y legajos ocultos en el intrincado laberinto de los archivos institucionales, muchos de ellos prácticamente ilegibles por el deteriorado estado de conservación. Las cifras de muertos computados en los libros parroquiales se refieren solo a los enterrados legalmente con nombre y apellidos, "pero los muertos reales tuvieron que ser muchos más", sospecha Aurea. El escenario de la ciudad era dantesco: la gente trataba de huir despavorida, las campanas tocaban permanentemente a muerto, hasta el punto de que tuvieron que prohibir los tañidos porque los miles de enfermos se desesperaban, y los campesinos hambrientos, que recorrían las calles voceando su angustia, eran expulsados por la Guardia Civil. Los entierros se celebraban solo por la noche y sin atravesar la ciudad. Había pánico a los muertos, que marchaban con los niños del asilo y existían fundadas sospechas de que muchos enfermos de cólera fueron enterrados vivos.

"Yo no me atrevo a decir cuántos coruñeses murieron realmente en esa epidemia, pero tuvieron que ser muchos más que los registrados legalmente en las parroquias. No se pone el cólera como causa de la muerte hasta que no queda más remedio, ya que los comerciantes temen el cierre de la ciudad y del puerto. Sorprende por ejemplo en los datos de la época la bajísima mortalidad registrada oficialmente en las cárceles, cuando tuvo que ser altísima. Las condiciones de la cárcel de mujeres, ubicada entonces en lo que después sería la fábrica de tabacos, eran tan aterradoras que cuando se entraba con un farol abierto se apagaba por falta de oxígeno. Los campesinos famélicos que eran devueltos a sus aldeas volvían continuamente y la mayoría seguramente infectados por el cólera. Esos muertos no eran enterrados en panteones ni en nichos. Hicieron una fosa común para enterrar en cal viva a centenares de coléricos. Yo no he encontrado referencia oficial a esa fosa en los documentos de la época, pero descubrí una carta de un alumno de un profesor coruñés de finales del XIX en la que cuenta que su abuela, que vivía en la calle de Riazor y murió del cólera, fue enterrada con otros coléricos en esa fosa común. La carta, que está guardada en la Real Academia Galega, en el fondo de los hermanos De la Iglesia, está remitida por una persona llamada García Boedo, que había sido exalumno de Francisco de la Iglesia en las escuelas de San Agustín. Este hombre, que se encontraba embarcado en una fragata, escribe a su hijo Felisín, también tripulante de un barco, y le da instrucciones, con motivo de una visita a La Coruña. Indica a su hija dónde tiene que alquilar caballos para visitar a sus tías y le dice también dónde está enterrada su abuela, en una fosa común con otras muchas víctimas del cólera. En la carta se dice que sobre esa fosa fue construida la capilla del cementerio de San Amaro", apunta Aurea Rey.
Las huellas de uno de los episodios más dantescos vividos en La Coruña se ocultan según algunos investigadores bajo la capilla del cementerio de San Amaro, donde habría una gran fosa común con centenares de víctimas de la pandemia de cólera que diezmó la ciudad en 1854. A los investigadores les llama la atención lo poco conocida que es esta terrible etapa de la historia coruñesa que, según un informe universitario, habría costado la vida a una tercera parte de la población de la ciudad a mediados del siglo XIX
Llama la atención que un capítulo de tanta trascendencia en la historia coruñesa se encuentre tan poco documentado, por no decir prácticamente en blanco, hasta el punto de que en los libros de historia más extensos publicados sobre la ciudad, ocupe tan sólo una anecdótica referencia de unas pocas líneas. 

“Si la terrible historia del cólera en España no es muy bien conocida, en Galicia lo es aún mucho menos”, reconoce el doctor Xosé Carro Otero, presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía, una de las escasas fuentes, que dedica a la epidemia que diezmó La Coruña un capítulo de su libro "Materiais para unha historia da medicina galega".


Hay unos grandes olvidados. Un maestro, poeta, Francisco de la Iglesia, que convirtió su escuela en hospital y atendía sin descanso a los enfermos. Hasta que él mismo cayó y llevó el cólera a casa: dos de sus hijos murieron. Los anticontagionistas seguían achacándolo al agua y al aire. Y un médico, como tantos otros,  como Estanislao Pan y Recalde, recordado por su actuación contra la pandemia.

La estadística más sobrecogedora sobre los estragos del cólera en La Coruña corresponde al informe inédito de Nicasio Landa, médico oficial de epidemias en 1854 considerado por los expertos como un pionero de la epidemiología en España, que le atribuye a la provincia de La Coruña un índice de mortalidad de 308 por 1.000 habitantes. Según estos datos, recuperados en 1999 por la Universidad Pública de Navarra, la epidemia se habría cobrado las vidas de casi la tercera parte de la población coruñesa. "Con los condicionantes de la época, y teniendo como únicas fuentes a los libros parroquiales y aun así solo parte de ellos, es muy difícil discernir el verdadero alcance de la mortalidad provocada por el cólera en La Coruña en 1854, pero esas cifras me parecen demasiado altas", matiza el doctor Carro Otero. Un informe publicado en octubre de 2002 por el ingeniero técnico municipal Manuel Lorenzo Mejuto sobre el alumbrado público en La Coruña, recuerda que la iluminación por gas fluido fue inaugurada precisamente en 1854, "un año terrible para la ciudad", contextualiza el autor, "en el que la epidemia de cólera llegó en su período agudo a ocasionar más de 300 defunciones diarias".

El estallido de la epidemia estuvo precedido en 1853 por una de las mayores hambrunas que se recuerdan. La extrema necesidad obligó a los campesinos a comerse las semillas que tenían reservadas para las cosechas, con lo que se vieron condenados a la miseria y a la desesperanza. Las crónicas de la época reflejan un paisaje desolador en el que las multitudes vagan hasta caer muertas camino de las ciudades que atestan para mendigar. "En La Coruña se prohibió mendigar a las puertas de las iglesias, porque la burguesía local no podía soportar el espectáculo. Buena parte de esa población extenuada por el hambre desarrolla ya en 1853 una extraña enfermedad hepática que provoca muchas muertes y sobre ellos actuará implacablemente el cólera, causando una multitudinaria mortalidad", señala Aurea.
Pese a la abnegación de los médicos que intentan contener la epidemia, que costará la vida a alguno como Rosendo Fontenla, el desconocimiento del verdadero origen del cólera, cuyo bacilo no será descubierto por Robert Koch hasta 1883, facilita que los tratamientos aplicados provocasen en muchos casos tanta letalidad como la propia epidemia, como ocurriría en el siglo XX con el sida. Cuando el cólera asiático invadió Galicia en 1854, alguien propuso la teoría de que el corazón se comprimía por una fuerza centrípeta y que se debía disminuir su esfuerzo mediante la sangría. Así pues a las víctimas del cólera se sumaron los enfermos que morían desangrados. A aquella pobre gente tan debilitada primero por la hambruna y después por las atroces diarreas del cólera les aplicaban sanguijuelas o les administraban brebajes para vomitar, que venían a acabar con el suspiro de vitalidad que aún les quedaba. Las medidas higiénicas no pasaban en un primer momento de orear los equipajes de los viajeros que llegaban en la diligencia, a los que se obligaba a sacudir sus vestimentas a la entrada de la ciudad.

Para evitar en lo posible que la enfermedad se propagara se crearon en los pueblos cuadrillas que recorrían las calles para recoger los cadáveres nada más morir, pero las familias intentaban ocultar durante días los fallecimientos ante el temor de que enterrasen a alguien aún vivo, rumor que en todos los pueblos tenía algún precedente verídico. Al principio les decían una misa antes de enterrarlos, pero eran tantos los que morían que algunas veces salía el párroco a la puerta de la iglesia y echaba la bendición a los cadáveres que acumulaban en la plaza. En muchos cementerios se mantenían abiertas fosas familiares a la espera de nuevos fallecimientos entre los parientes cercanos para taparlas cuando se atestaban.
"Las condiciones de los enfermos eran de una miseria imposible de comprender en nuestro tiempo. La mayoría tenían apenas un par de sábanas a lo sumo y carecían de agua para lavar y cambiar a enfermos con diarreas salvajes cada cinco minutos. Esa pobre gente se consumió en su propia mierda", explica con crudeza el doctor Carro Otero.
Las autoridades coruñesas de la época intentaron buscar durante la epidemia un recinto adecuado para usar como hospital, pero no lo consiguieron. "Se barajó la casa de alguien llamado Francisco Pola, que era ebanista, pero se negó, porque argumentaba que nadie iba a comprarle muebles después de acoger a coléricos en su taller. Finalmente se montaron unos hospitalillos en las escuelas de Riazor, San Agustín y el Camino Nuevo, en Santa Lucía. Los tiempos coruñeses del cólera no solo suponen la enorme tragedia que azotó a la ciudad, sino que son la llave para comprender su horizonte hasta la entrada del siglo XX. El peor momento de la pandemia coincide con la convulsión política causada por la revolución progresista y las consecuencias del cólera dejarán durante décadas una ciudad con la población diezmada, plagada de enfermos con secuelas que iban de la ceguera a la invalidez y tan empobrecida que fue necesario montar un hospicio especial, el asilo de mendicidad".

El depauperado panorama social que deja el cólera, unido al reconocimiento legal de la emigración por el Gobierno español en 1853, abrirá las puertas a un masivo éxodo a América. "Yo comencé a interesarme al estudiar documentos del "Círculo de Artesanos" relativos al XIX y me tropecé con el expediente del cólera. No había familia en la que no hubiera dos o tres hermanos muertos. A mí también me sorprendió que se supiera tan poco sobre un capítulo tan dramático de la historia de la ciudad, así que me dediqué durante años a investigarlo", señala la profesora Aurea Rey.

El cólera del fin del mundo
La enfermedad acabó en 90 días con la vida de al menos el 10% de la población de la ciudad Los cadáveres se apilaron a las puertas de las casas y hubo entierros en fosas comunes


Pilas de cadáveres a las puertas de las casas. El cólera mata desde la Ciudad Alta hasta el arenal de La Palloza, donde acaba La Coruña y empieza Oza. Azota a mendigos, y a ricos apellidados Pastor. 

La epidemia ha paralizado la ciudad: su comercio, su puerto, sus escuelas y la Fábrica de Tabacos, la mayor industria local con sus 4.000 empleadas.Las improvisadas ambulancias sanitarias, formadas por asilados y niños hospicianos que portan camillas, retirarán los cadáveres de las calles cuando se apague el sol. Así lo ha establecido la autoridad, que también ha prohibido que las campanas doblen para anunciar las muertes. Estarían repicando todo el día, minando todavía más la moral de los coruñeses, que eran 24.000 cuando empezó la epidemia en septiembre. Durante este octubre de 1854 han caído miles. Y dicen que un tercio ha emigrado huyendo de tal calamidad... Alguno ha llegado hasta Castilla, y eso que no existe línea de ferrocarril.

La muerta pide agua 

Llega la noche. Ya se puede enterrar. Al cementerio llegan carros fúnebres y camillas. Hoy sí hay sacerdotes: jornadas atrás, los curas, aterrados, se negaron a acompañar a las comitivas, pero la autoridad les ha obligado a ejercer. Todo fallecido tiene que ser trasladado al camposanto en un plazo máximo de veinticuatro horas. Ésa es la orden. 

Algunas familias se la saltan y retienen los cuerpos en casa: temen enterrar a un vivo. No sería la primera vez. Cuentan, y es verdad, lo que ocurrió hace días en Betanzos. Rosa Blanco despertó cuando su familia la estaba metiendo en el ataúd: «Quiero agua», rogó. 

Muchos cuerpos van a parar a una fosa común, donde son sepultados en cal viva. Se trata de gente pobre, como la que se hacina en los cuatro hospitalillos que se han improvisado, donde escasean mantas, jergones y camas, hasta el punto de que también hay pacientes en el suelo. Los enfermos más pudientes agonizan en sus casas. Dieciséis médicos, no más, para atender toda la ciudad: intentan aliviar, con escaso acierto, a enfermos con diarreas constantes, asaltados por calambres, deshidratados, desangrados por las sanguijuelas, hechos una piltrafa. Aguardan la muerte entre alaridos, porque no hay remedio para ellos. 

Juana de Vega, que tiene mano hasta en la Corte, ha escrito a los mejores médicos del país, pero ni así. No hay cura porque la medicina desconoce qué provoca esta plaga y cómo se transmite. Mañana cualquiera puede estar en la fosa común, adobado en cal. Hay quien se desperezó sano esta mañana y, a estas horas de la noche, yace en el cementerio. Así de fulminante es. Le llaman cólera morbo. 

Cuando entró en Galicia por Vigo, en noviembre del año pasado, hubo médicos que lo catalogaron como «cólico de ostras» o «cólico gallego». Le querían restar importancia. Vaya si la tiene. Nunca La Coruña ha tenido un enemigo peor: Drake fue más benévolo.

Aguardiente salvador

Perdida la fe en la medicina, los ciudadanos se han aferrado a la superstición. Se ha corrido la voz de que ningún vendedor de aguardiente se ha infectado, así que muchos se han entregado a esta bebida. Los coruñeses ya le han pedido a Dios. El día 22 sacaron en procesión a la Virgen de los Dolores. Salió por la mañana, a las once, de la iglesia de San Nicolás. La noticia se corrió extramuros y se reunieron 10.000 personas. Miles de devotos iban descalzos. Algunos rogaban de rodillas. Las cererías agotaron las velas.Desde entonces, la epidemia parece haberse atenuado. Empezó en septiembre. Mañana comienza noviembre. Y una de dos: o este horror termina pronto o acaba con la ciudad.

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NATALIA MONJE

Los miedos colectivos han cambiado el curso de la Historia. Cada época tiene los suyos, encarnados en personajes anónimos que irradian corrientes de terror, repulsión y fascinación: una mala cosecha nacida en el borroso territorio donde las leyendas, los pavores esenciales y las atroces realidades se encuentran para fundirse. Este libro recorre la trama del horror en la cultura popular de España desde el siglo XVI hasta el XXI. Una palpitante investigación histórica y periodística que nos llevará hacia añejos archivos, bosques espesos y caminos de polvo. La senda es tortuosa, pero luminosamente reveladora.
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