EL Rincón de Yanka: LA POST-IGLESIA COVIDIANA Y ANTIEVANGÉLICA por UNA SIMPLE "EPIDEMIA": SIN SALUDO DE LA PAZ Y PILAS BENDITERAS VACÍAS 🔆⛪ 😈🔆

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jueves, 20 de junio de 2024

LA POST-IGLESIA COVIDIANA Y ANTIEVANGÉLICA por UNA SIMPLE "EPIDEMIA": SIN SALUDO DE LA PAZ Y PILAS BENDITERAS VACÍAS 🔆⛪ 😈🔆


En mi iglesia parroquial (La Coruña, Galicia), 
ya no hay ni agua bendita en las pilas de entrada, 
ni hay Saludo de la Paz, ni siquiera boletines de "POBO DE DEUS".
 
Ver lo que dice un haféfobo y misófobo: "Durante la pandemia se abrieron los ojos de nuestros liturgistas, y por supuesto, se omitió este rito de dar la mano. Simplemente, una inclinación de cabeza. Así esperemos que continúe. Ni es higiénico ni sincero el apretón de manos. Y… sobre todo, no seamos hipócritas. La Misa, tal y como la vivimos en las ciudades, no supone un acercamiento de amigos. Sí – y ojalá no me equivoque – una adoración, culto, amor, oración, encuentro con Dios. Ojalá llegáramos en Misa a sentirnos amigos. Pero esto es otra cuestión. Hoy me fijo en el rito de la paz y me alegró como se realizaba en tiempo de pandemia. A continuar así".
 

El saludo de la paz

Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: 
“La paz les dejo, mi paz les doy”, 
no tengas en cuenta nuestros pecados, 
sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu palabra
 concédele la paz y la unidad.
 
Hasta este momento el sacerdote se dirigía a Dios Padre, ahora se dirige directamente a Jesucristo y le dirige una oración por la paz. Le recuerda su misma oración al Padre en la última cena (Jn 14,27). Estas palabras forman parte del largo discurso de Jesús en el que, antes de morir, Jesús se ofrece sacramentalmente: 
“Este es mi cuerpo. Esta es mi sangre, que va a ser derramada” (Mc 14,22.24). Sin la ayuda de Dios, nosotros no podemos comprender el misterio de su muerte, ni tampoco la íntima relación entre la muerte de Jesús y nuestra paz. Por eso al resucitar, lo primero que el Señor dice a los discípulos es: 
“La paz esté con ustedes”. (Jn 20,21). Y san Pablo dice de Jesús: 
“Él mismo es nuestra paz, él ha creado de los dos pueblos un solo hombre nuevo, restableciendo la paz en su propia persona, mediante la cruz” (Ef 2,14-16).

Mientras nos preparamos para recibir su cuerpo y su sangre, nos dirigimos directamente a Él, recordándole la paz que nos ha prometido como la unidad por la que oró al Padre antes de padecer: “Que sean perfectamente uno” (Jn 17,23).
De hecho, la unidad es inseparable de la paz. “Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef 4,3).
Luego el sacerdote añade: La paz del Señor esté siempre con ustedes. El pueblo responde: Y con tu espíritu. Y el sacerdote o diácono dice: Démonos fraternalmente la paz.
 
El rito del saludo de la paz tiene sin embargo el mérito de recordarnos que el rito eucarístico no se llama "Comunión"
 
Aquí hay otro pequeño misterio. Tal como se hacía en los primeros tiempos: la paz viene de Cristo, hay una íntima unidad entre Él que es la cabeza y el cuerpo que somos nosotros.
El saludo no es un saludo ordinario sino un gesto de profundo significado ritual: antes de comulgar debemos estar unidos entre nosotros. De nada sirve que los miembros del cuerpo estén solamente unidos a la Cabeza, si no lo están entre ellos. No sería un cuerpo. Si vamos a recibir un único pan, debemos ser un solo cuerpo.
 
Este gesto de paz no es un saludo, sino que continúa siendo este deseo, el deseo de que la paz de Cristo resucitado permanezca en nuestra vida. Un gesto que significa la paz, la comunión y la caridad para la Iglesia y para toda la familia humana y los fieles expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, es decir la comunión en el Cuerpo de Cristo del Señor.
Es la paz que nos da Cristo y que deseamos a las personas que nos rodean, de modo sencillo y ordenado, de ahí que el gesto sea acompañado de las palabras: “la paz del Señor” y se responda “y con tu espíritu”. El rito de la paz alcanza su profundo significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la Eucaristía. El darse la paz enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo.
 
Como discípulos de Jesús, estamos llamados a ser instrumentos de la justicia y la sanación de Dios para todos los que sufren violencia. Esto, sin embargo, no es la paz verdadera que celebramos y por la que pedimos en Misa. Es esta la paz que busca el mundo, pero como Jesús nos dijo, Él vino a traer paz “no como la da el mundo” sino como la da Dios.
(Juan 14,27)
La paz que Cristo trae no es meramente la ausencia de violencia, sino el fruto de la justicia y el amor
(Cf. Gaudium et Spes 78), o como lo expresó el Papa Sn. Pablo VI, 
“Si quieres la paz, trabaja por la justicia”.
 
Cuando nos damos el saludo de paz en Misa, lo hacemos con las mismas palabras que Jesús dijo a sus discípulos, “la paz sea contigo”, porque en nuestro bautismo nos hicimos miembros del cuerpo de Cristo y en la Eucaristía somos formados aún más en su cuerpo místico en la Iglesia.
El saludo de paz, entonces, es más que desear a la gente que esté libre de violencia y angustia. Es más todavía que desearles una relación justa. Nuestro saludo de paz es nuestra respuesta voluntaria como miembros del cuerpo de Cristo de ser ministros unos de otros de la reconciliación que Jesús obtuvo para nosotros en la cruz. Somos literalmente Cristo para Cristo. Es también un momento en que nos animamos unos a otros a conocer y confiar en la presencia de Dios, su amor y misericordia y a perseverar en cumplir la voluntad de Dios.

Es este un momento sagrado en que las divisiones en el cuerpo de Cristo son sanadas mediante la gracia de Dios que pasa entre nosotros. Esta sanación pretende suscitar una comunión auténtica entre nosotros al tiempo que nos preparamos para recibir y compartir nuestra comunión más profunda con Dios en la Eucaristía.
El saludo de paz no es un intermedio, es ministerio interno dentro del cuerpo de Cristo para unirnos como cuerpo de Cristo y así prepararnos a recibir plenamente el cuerpo de Cristo. La forma como damos este saludo de paz siempre debe ayudar a los demás a experimentar esta profunda gracia salvífica en sus vidas.
 
 
El Misal describe así el gesto de la paz: Los fieles "imploran la paz y la unidad para la Iglesia y para toda la familia humana, y se expresan mutuamente la caridad, antes de participar de un mismo pan" (IGMR 56b).

a) Se trata de la paz de Cristo: "Mi paz os dejo, mi paz os doy". El saludo y el don del Señor que se comunica a los suyos en la Eucaristía. No una paz que conquistemos nosotros con nuestro esfuerzo, sino que nos concede el Señor.
b) Un gesto de fraternidad cristiana y eucarística: Un gesto que nos hacemos unos a otros antes de atrevernos a acudir a la comunión: para recibir a Cristo nos debemos sentir hermanos y aceptarnos los unos a los otros. Todos somos miembros del mismo Cuerpo, la Iglesia de Cristo.

Todos estamos invitados a la misma mesa eucarística. Darnos la paz es un gesto profundamente religioso, además de humano. Está motivado por la fe más que por la amistad: reconocemos a Cristo en el hermano al igual que lo reconocemos en el pan y el vino.
“Si los fieles no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía”.

Un simple "virus" se ha comido la Fe. 
¡Que ya tiene merito!
José Luis Aberasturi

Hace unos días que le llevo dando vueltas a lo de las iglesias cerradas, y a lo de las Misas “sin pueblo, por imperativo legal y eclesial -en muchos casos-; o no". Y cada vez me escandaliza más el tema. Es una derrota en toda regla, y un arrasar la poca Fe que quedaba en pie: supuesto que quedase; que sí quedaba y queda, como me ha llegado de tanta buenísima gente.
Y digo todo lo anterior con dolor de alma y de corazón: por Jesús, por la Iglesia y por las almas todas. Y lo digo con cuarenta años de sacerdote detrás, uno tras otro, y sumando Dios mediante. Que no son tres o cuatro ya. Gracias a Dios.

¿Qué ha podido pasar por el alma -la cabeza no pretendo ni nombrarla- de tantos miembros de la Jerarquía Católica para que, ante el covid famoso, la ocurrencia primera y más puesta en el candelero, o en el candelabro, haya sido la de echar el cerrojo? ¡Cerrojazo patronal! No me extrañaría que hubiesen pillado el “bicho"…, y les haya comido hasta la Fe. O lo que les quedase de ella. A quien le quedase; porque tal como van y están las cosas…

Porque resulta incomprensible. Amén de escandaloso. Y me explico.

Es muy posible que los políticos de la progrez -que nos ha infectado mucho más fuertemente que cuanquier bicho- pudiesen acudir -sin mirar siquiera a Italia, ahí al lado y con la que tenían montada; y sin escuchar a los expertos médicos, y no me refiero al busto parlante, riente, que no “sonriente” y “mentiente” que han sacado- a un expediente parecido a “no teníamos precedentes de nada parecido…".

De este modo, y encomendándose únicamente al diablo -no tenían más agarradero, porque no tienen otro-, se hayan atrevido a incitar a asistir a la "manifa" femi, y en Madrid. Por eso, entre otras cosas, es Madrid la primera y la más perjudicada por toda esta hecatombe. Pero ya sabe la gente a quién se debe tamaño honor…

Pero este planteamiento, o este expediente, en la Iglesia Católica ni cabía ni cabe. En sus más de dos milenios de existencia -siempre la misma Iglesia Católica: fiel a Cristo y a las almas, para ser fiel a sí misma-, se ha encontrado con situaciones tan graves o más que esta. Fijo.

Y NUNCA, oigan, NUNCA ha dado cerrojazo. Es más: a los sacerdotes y religiosos que huían de donde debían estar -y se jugaban la vida, literalmente-; es decir, a los que huían de las gentes que enfermaban y morían, y de las sanas -que también las había-: o se volvían a su sitio, o quedaban inmediatamente EXCOMULGADOS. Cualquier cosa, cualquier solución era buena, menos… ABANDONAR. Porque no es ni pertenece, por definición, a la Iglesia; porque “eso” no es de Cristo.

En esto ha quedado la “nueva iglesia", la tan cacareada y cacareadora “iglesia en salida": que ni salga ni entre nadie. ¿Y en qué ha venido a parar lo de la iglesia como “hospital de campaña?: que vayan a urgencias. Ha quedado en CERROJAZO y TENTE TIESO…, QUE YA TE APAÑARÁS por tu cuenta y riesgo. Bueno, ¿y lo de la “misericordia"…? Ustedes mismos. Vamos: ¡pa’… y no echar gota!

En esto quedan los “eslóganes", especialmente los más populistas y aplaudidos por los más sádicos destrozadores de la Iglesia: en HUMO. ¿Por qué? Porque exactamente humo eran: no pasaban de ahí. Y a los “mantras” de los políticos les sucede otro tanto: no son nada.

Solo les ha quedado, a los jerarcas que han cedido ante el mundo y sus poderes, aquello de: “Y que Dios te la depare buena". Es lo que se cuenta de aquel médico de pueblo, del siglo XIX, que llevaba en el bolsillo una serie de recetas; de modo que cuando tenía que recetar algo, echaba mano al bolsillo, sacaba una y, sin mirarla siquiera, se la daba al enfermo y le decía exactamente esas palabras.

Aclaro que es una anécdota “irreal", mero chascarrillo, sin más connotación. Y no lo cuento por los médicos, como es lógico y se entiende; sino por los miembros de la Jerarquía Católica que están haciendo lo que hacen, y están mandado lo que se ha de hacer, según su genial saber y entender.

Por cierto: aprovecho para aplaudir a todo el personal sanitario y personal hospitalario en todas sus facetas, incluida la limpieza, la comida y la ropa, para mandarles, junto al aplauso, mis oraciones de sacerdote: lo hago con todo gusto y afecto, especialmente con la Santa Misa.

Y, cómo no: a todos los buenos pastores -que no son muchos- que no han dejado tirados a sus fieles: a los hijos de Dios en su Iglesia.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto en la Santa Madre Iglesia? Porque llegar se ha llegado: es innegable. No en todas las diócesis, pero sí en la mayoría… pretendiendo además que esta postura “por lo eclesial” es “un bien” para sus hijos. Quizá para las ovejas estaría muy bien, que para eso son ovejas; pero para los hijos…, para los hijos de Dios en su Iglesia… pues, en fin.

Me escribía una señora buenísima -católica, por supuesto-, escandalizada y dolorida por estas medidas tan inhumanas, de entrada, y tan hueras de espiritualidad y de vida sobrenatural -tan vacías de Dios, se mire como se mire-, de salida; me escribía:

“En mi cabeza, desde luego, no cabe que la Iglesia pueda cerrar sus puertas ante una situación de emergencia o calamidad, como no entendería que una madre dejara en la calle a su hijo enfermo o necesitado y en medio de la lluvia. Creo que existe un abismo inmenso entre permitir a los fieles participar de las Eucaristías con las debidas precauciones, que no se trata de ser imprudentes, y privarles incluso de esa posibilidad… E igual de desafortunada me parece la idea de suspender la Adoración Perpetua: ’sin Mí no podéis hacer nada’; o dificultar el acceso a los Sacramentos… San Juan Pablo II: ‘No tengáis miedo, abrid de par en par las puertas a Cristo’. Eso le pido al Señor, que esta Iglesia suya no tenga miedo de abrir sus puertas”.

Es desolador ver la figura del Papa caminar a solas, sin más compañía, “obligada", que la de los guardaespaldas. Pero es la imagen perfecta y exacta -la que vale más que mil palabras- de lo que se ha hecho y se está haciendo en la Iglesia: VACIARLA, convrtiéndola -en eso están muchos- en una cáscara vacía, un trampantojo, un auténtico erial…, mientras se mantienen cargos, instituciones y demás que, como está profetizado en el AT, no son sino cisternas agrietadas que no pueden retener el agua.

Es incomprensible, por mor de doloroso, ver en la TV, a un canónigo de una muy ilustre catedral española, decir que iba a celebrar la Santa Misa: “porque se siguen diciendo; pero SIN PUEBLO; eso sí: la catedral sigue abierta para el que quiera entrar a rezar"…, pero NO PARA asistir a MISA y COMULGAR. Se insiste en lo obvio y en lo menos, para negar lo más. Como en el mundo político. Tal cual.

Y más incomprensible si cabe la afirmación de que “nos confesemos con Dios", que es lo mismo que decirle a uno que se juega el alma para toda la eternidad, “que se confiese con una farola"; porque “eso” ni ha existido en la Iglesia, ni existe, ni podrá existir.

Existe el SACRAMENTO de la CONFESIÓN, donde uno se confiesa exactamente con Dios, a través de persona interpuesta: el sacerdote. Sí existen también los “actos de contrición perfecta” que, de suyo, cuando no hay posibilidad de acercarse a confesar, perdonan los pecados…, siempre que acompañe el propósito serio y honrado de confesarlos en cuanto se pueda.

Pero, ¿quién es el guapo que puede decir “yo he hecho un acto de perfecta contrición"? Por eso SIEMPRE está la Confesión, y los sacerdotes debemos estar a mano para facilitarla: no para decir que estamos fuera de servicio…

¿Cómo se puede dejar a los fieles, desde la propia Jerarquía que debería vivir única y exclusivamente para ellos, y más con esta epidemia galopante, SIN los MEDIOS de SALVACIÓN, ordinarios y extraordinarios, entregados por el mismo Jesucristo a su Iglesia…, y cuando más falta les hacen?

Claro: estos jerarcas, ayunos de todo ya, como están en lo de la “iglesia nueva", y se ve que no han leído nada de la “vieja” -la auténtica, por cierto-, ya no saben ni quién fue san Damián, el cura de los leprosos de Molokai; que murió leproso, como no podía ser menos. Ni él quería ser menos, tampoco.

¡Que sea Trump el que diga que establece un “día de oración” en todo su país por esta pandemia, ya tiene mérito! Ni siquiera es católico, para más inri. Nadie en la Iglesia ha dicho algo igual. Y, menos aún, antes que él.

TODO ESTÁ SIENDO YA UN DISPARATÓN… que, en la Iglesia Católica, día a día va creciendo y se hace más y más dañino. Está arrasando.

¡Señor, ten piedad! ¡Apresúrate a socorrernos! ¡Mira que perecemos!
 
 
¿Por qué nos damos la paz en la Eucaristía? · La Eucaristía. Saber más
 
 
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LA IGLESIA POST-COVID HA DEMOSTRADO SU APOSTASÍA 
Y SU TRAICIÓN A LA MISIÓN CRISTIANA, 
SOBRE TODO EN EL CLERO ESPAÑOL 🔆⛪
 
"EL PAPA Y LOS OBISPOS SE HAN CONVERTIDO 
EN EXPERTOS EN SALUD EN LUGAR 
DE SER TESTIGOS DE LA FE" 🔆💉🔆
 
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