Autor de
"El mundo de las ideologías"
José R. Ayllón (Cantabria, 1955) ha sido profesor en la Universidad de Montevideo, en la Universidad de Navarra y en dos colegios. Ha cultivado la biografía en El hombre que fue Chesterton y Sophie Scholl contra Hitler. Es autor de dos novelas históricas: Querido Bruto y Etty en los barracones. Entre sus ensayos: Qué leer cuanto antes, 10 claves de la educación, 10 ateos cambian de autobús y Desfile de modelos (finalista en el Premio Anagrama). Su breve análisis de la modernidad lleva por título "El mundo de las ideologías".
¿Por qué decidió escribir un libro sobre el mundo de las ideologías?
Al preguntar a mis alumnos si entienden el mundo en el que viven, casi todos niegan con la cabeza. Esa misma respuesta negativa se repite si pregunto a adultos de cualquier edad. Unos y otros sienten que el mundo es demasiado complicado, que su comprensión se les escapa… Y es que hoy el mundo es una cancha donde no se enfrentan dos equipos, sino una docena. Sin reglas de juego y con un mismo objetivo: el poder. Esos equipos que convierten el terreno de juego en una selva son las ideologías, pero la gente apenas las conoce, muy pocos sospechan su peligro real.
¿Cómo se define ideología?
Bastan dos palabras: filosofía revolucionaria. Hasta el siglo XVIII, las filosofías querían entender el mundo. A partir de la Ilustración francesa y su Revolución, lo que se pretende es cambiarlo a fondo y en poco tiempo: eso es técnicamente una revolución.
¿Por qué la ideología es una falsa filosofía? ¿Puede haber una ideología buena?
La filosofía es un buceo por las verdades más profundas. A la ideología no le interesa la verdad, sino el poder en cualquiera de sus formas: económico, político, militar, cultural… Las ideologías son buenas para sus promotores. Para el resto del mundo son amenazas serias, normalmente disfrazadas con piel de cordero.
¿Cuál es el origen de las ideologías?
El origen es la Ilustración francesa y su Revolución. Quieren acabar con el Antiguo Régimen y sus dos columnas: la monarquía y el cristianismo.
¿Cuáles han sido las ideologías más influyentes en la historia?
Las ideologías suman una docena, todas en mismo árbol genealógico, y todas con una enorme influencia configuradora de la sociedad. En esa foto de familia aparecen los ilustrados y revolucionarios franceses, la masonería, el positivismo, el liberalismo insolidario, el comunismo marxista, los nacionalismos violentos, el evolucionismo radical, el psicoanálisis freudiano, la ideología de género, el ecologismo radical, el globalismo, quizá el transhumanismo… En mi opinión, las más influyentes son la masonería y el comunismo.
¿Por qué la Ilustración y la Revolución fueron un punto de inflexión en la historia?
Si solo hubieran acabado con la monarquía y con la legítima autonomía de la Iglesia en Francia, las consecuencias habrían sido mínimas. Pero supieron propagar el incendio de la Revolución por toda Europa y América. Además de imponerse con bayonetas y cañones, ganaron la guerra de la propaganda, lo que hoy llamaríamos relato.
¿Hasta qué punto la masonería está detrás de las ideologías?
La masonería viene a ser el brazo ejecutor del radicalismo ilustrado francés, y se diferencia por su carácter secreto. Mientras las ideologías montan partidos políticos con los que alcanzan sus cuotas de poder, la masonería, sin tener ningún partido, se infiltra en todos, y también en la Iglesia, en los Parlamentos de los países más avanzados, en el Parlamento europeo, En Naciones Unidas. El historiador y profesor Alberto Bárcena lo explica muy bien en vídeos fáciles de encontrar en YouTube.
¿Por qué las ideologías ven en el Cristianismo su principal enemigo?
Las ideologías quieren que triunfe una visión del mundo y un tipo de sociedad materialista y atea. Su mayor obstáculo lo representa el cristianismo, principal baluarte de la concepción trascendente del hombre y de la vida. Con unos resultados incomparables, pues los cristianos han sido capaces de salvar la cultura grecolatina, de inventar la Universidad, de acabar con la esclavitud antigua, de crear los grandes estilos artísticos y sus mejores realizaciones. En resumen, han nutrido y dinamizado las sociedades más desarrolladas que conocemos.
¿Por qué no les interesa la verdad entendida como lectura correcta de la realidad?
La realidad, en casi todas sus dimensiones espaciales y temporales, no ha sido producida por el hombre. Es una gigantesca huella que apunta insistentemente a un Creador. Así lo han pensado los grandes filósofos, científicos y artistas de la historia, con unanimidad abrumadora. Copérnico, Galileo, Newton y sus colegas entendían el Universo como un libro escrito en el lenguaje de las matemáticas y de la geometría. Dado que las ideologías quieren negar a Dios, deben negar la verdad, afirmar el relativismo, desacreditar la realidad, hablar del azar…
Igualmente tampoco les interesa el Derecho Natural, que implicaría una Ley Moral Natural, y un Dios legislador.
Así es. El Derecho Natural descubre que la naturaleza humana es criterio ético y jurídico: No se debe matar, violar, robar, mentir… Se debe respetar la vida, la propiedad y la integridad de los demás… Ese descubrimiento lo hacen los griegos del siglo de Pericles: Sófocles lo expresa maravillosamente por boca de Antígona. De los griegos pasará a los filósofos estoicos, al Derecho romano y al cristianismo. A las ideologías les produce alergia la realidad natural, porque implica un Autor de sus leyes. Sartre llegará a decir que el hombre no tiene naturaleza, que es pura libertad.
¿Podríamos decir que toda ideología desemboca en un nihilismo?
Sí y no. Quienes tienen fe en las utopías que prometen las ideologías, no son nihilistas. Pero esa fe se pierde fácilmente cuando llegan los grandes problemas, porque las ideologías no ven ningún sentido al sufrimiento humano, ni a las tragedias inevitables, y menos que nada a la muerte. La expresión de ese inmenso desengaño la pone Shakespeare en boca de Macbeth:
“La vida es un cuento que no significa nada, contado por un idiota que se agita sobre el escenario de la muerte”. Ahí está el nihilismo: Signifying nothing.
¿Cuál es el principal antídoto contra las ideologías?
Sin duda, el conocimiento histórico de su génesis y desarrollo. También es importante ser capaz de argumentar una visión más objetiva y trascendente del hombre y de su historia. En ese sentido, aunque el cristianismo es una religión, una relación del hombre con Dios, también implica una forma de entender el mundo contraria a las ideologías.
Entre los muchos libros que ayudan a captar la riqueza del cristianismo, me permito sugerir "La perspectiva cristiana" (Julián Marías) y "¿Es razonable ser creyente?" (Alfonso Aguiló).
Fue el mejor de los tiempos y también el peor;
la edad de la sabiduría y de la locura;
la época de la fe y de la incredulidad;
la era de la luz y de las tinieblas;
la primavera de la esperanza
y el invierno de la desesperación.
Parecía que lo teníamos todo y no teníamos nada.
Íbamos directamente hacia el cielo pero
nos extraviábamos por el camino opuesto.
Charles Dickens Historia de dos ciudades
EL MUNDO DE LAS IDEOLOGÍAS
José R. Ayllón
Occidente y las ideologías
Cuando el mundo antiguo estaba declinando,
las viejas religiones fueron
vencidas por la religión cristiana.
En el siglo XVIII, las ideas cristianas cedieron
su puesto a las ideas filosóficas. Karl Marx
Occidente, the West, es mucho más que Londres y Florencia, que Homero y Cervantes, que la Coca-Cola y los vaqueros. Valores e instituciones comunes le con‐ vierten en un mundo con rasgos propios, diferente de los mundos chino y japonés, árabe y musulmán, indio y africano. Esos valores e instituciones son fruto de un proceso de siglos, alimentado por tres aportaciones esenciales: la razón griega, el derecho romano y la religión cristiana.
Ese legado extraordinario será administrado, hasta finales del siglo XVIII, por los dos poderes que configuran el Antiguo Régimen: los reyes y los papas. A partir de la Revolución francesa –tal como resume Marx en la cita que abre este capítulo–, serán las ideologías quienes configuren el nuevo mundo, apareciendo en cascada con este orden:
- Ilustración y masonería
- Positivismo y nacionalismos
- Liberalismo y comunismo marxista
- Evolucionismo radical y ecologismo
- Psicoanálisis freudiano y revolución sexual
- Ideología de género y posverdad
La novedad de este escenario es relativa. Si los griegos pasaron del mito al logos por el puente de la filosofía, sus nietos europeos han girado sobre sus talones en el siglo XVIII, han cruzado el puente en sentido contrario, y desde entonces van cayendo en los grandes mitos modernos: las ideologías. Su estudio aporta, sin duda, una perspectiva esencial en la comprensión del mundo actual. Nacieron a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, pero siguen vivas en el XXI, con muy buena salud. Todas están aquí, sumando sus esfuerzos en pos de un progreso ambivalente, que incluye ingeniería social para deconstruir la civilización en la que han nacido. Aunque suene a película, su objetivo es el asalto a Occidente.
Triple herencia
Decíamos que la civilización occidental se construye sobre el legado de Grecia, Roma y el cristianismo. Grecia es la razón rigurosa y la democracia, el derecho a ser protegido por la ley y el deber de cumplirla. Cuando los filósofos ingleses forjen la expresión goverment of laws, no harán sino volver a formular en su lengua el viejo ideal cívico griego. En Grecia también nació la enseñanza: un conjunto sistematizado de conocimientos que perdura, a través de la Edad Media y el Renacimiento, hasta las sociedades occidentales modernas. A ese clima cultural y político corresponde un nivel ético elevado, que propone el cultivo de las virtudes funda‐ mentales.
Si Grecia tiene tantas legislaciones como ciudades, Roma es un enorme imperio que pudo mantener la cohesión gracias a su incomparable Derecho. El espíritu práctico de los romanos, unido a un profundo respeto por la tradición heredada, propiciaron una minuciosa recopilación de dictámenes y sentencias jurídicas. Aquel inmenso y elaboradísimo corpus, estudiado más tarde en las mejores universidades, será la base de todos los ordenamientos jurídicos occidentales modernos. Se daba así un segundo salto en la evolución cultural de la humanidad.
Griegos y romanos vislumbraron que el universo obedece a un plan, trazado sin duda por algún extraño e invisible Ser. Lo que jamás pudieron imaginar es que el misterioso Hacedor del mundo pudiera visitarlo en persona, y enseñar subido a una barca o presidiendo una comida. Dice Chesterton que “ese hecho, admitido en bloque por la civilización occidental durante casi dos milenios, es lo más asombroso que ha conocido el hombre desde que apareció sobre la faz de la Tierra”. Julián Marías expone la radical innovación del cristianismo en un breve y clarificador ensayo: La perspectiva cristiana.
La triple alianza entre Grecia, Roma y el cristianismo pro‐ duce, entre otros frutos, el humanismo : amplísimo acervo de sabiduría vertida por escrito cuyo propósito fue, desde Ho‐ mero, el ennoblecimiento armónico del ser humano en sus principales facetas: ética, estética y espiritual. Otro de los hitos culturales de esa alianza fue la invención de la Universidad, forma superior de enseñanza y convivencia culta, con inmensas consecuencias. Un tercer fruto serán la ciencia y la técnica, que despegan a partir del siglo XVI. Otro mérito in‐ dudable es haber sentado las bases de las instituciones libres que han proporcionado a los países occidentales su predominio geopolítico. Xavier Zubiri resume así la enorme importancia de esa síntesis:
La metafísica griega, el derecho romano y la religión de Israel (dejando de lado su origen y destino divinos) son los tres productos más gigantescos del espíritu humano. El haberlos absorbido en una unidad radical y trascendente constituye una de las manifestaciones históricas más espléndidas de las posibilidades internas del cristianismo. Sólo la ciencia moderna puede equipararse en grandeza a aquellos tres legados.
Asalto a Occidente
Las conquistas mencionadas surgen y se consolidan a lo largo de una extensa época que conocemos como Antiguo Régimen, lastrada también por indudables injusticias. Se trata de una sociedad rigurosamente estamental, que defiende privilegios de clase y consagra la desigualdad social, jurídica y económica; que apenas contempla la libertad política, y menos la de conciencia, pensamiento y expresión.
En 1789, los ilustrados franceses, decididos a liquidar el viejo orden, provocarán una revolución que cambiará para bien y para mal el curso de la historia. Europa y América serán, desde entonces, las primeras tierras sembradas y mi‐ nadas, al mismo tiempo, por ideas que aspiran al poder político y al dominio cultural.
Marx, el más grande de los ideólogos, lamenta que esa revolución ideológica haya llegado con tanto retraso, por culpa de una trayectoria filosófica dedicada desde los griegos a interpretar el mundo, no a cambiarlo. El marxismo acabará con ese estatus pasivo y se centrará en transformar la sociedad. Será –como casi todas las ideologías– una teoría para justificar una praxis revolucionaria que siempre llevará apa‐ rejado un proceso de ingeniería social.
La Ilustración francesa tomará por bandera la lucha declarada contra la Monarquía y la Iglesia. El cristianismo, reconocido por el emperador Constantino, con estatus de religión oficial desde Teodosio, se había convertido en el alma de una Europa que se llamó Cristiandad hasta el Renacimiento. Cuando los europeos alzaban la vista, veían sobre las iglesias la misma cruz que se había levantado en el Gólgota. Esa religión era la fibra de su ser: los moldeaba desde la cuna hasta la sepultura, bajo la autoridad moral e intelectual de la Iglesia. Con esa milenaria forma de vivir y pensar quiso acabar el Siglo de las Luces, y después sus herederos intelectuales, en una larga cadena cuyos primeros eslabones serán Voltaire, Rousseau, Comte y Marx.
Toda ideología promete un mundo feliz que nunca llega, pero la esperada utopía incrementa su popularidad y facilita su implantación.
¿Cómo evaluar en conjunto el desarrollo del proyecto ilustrado durante dos siglos? Un sencillo esquema nos permite ver una cuenta de resultados apabullante y contradictoria.
- Desaparecen las monarquías absolutas y los estamentos.
- Surgen democracias liberales y dictaduras comunistas.
- Vemos igualdad ante la ley y arbitrariedad.
- Triunfa el liberalismo económico y la planificación estatalista.
- Hay parlamentarismo constitucional y farsa parlamentaria.
- Se multiplican y se reprimen derechos y libertades.
- Se sustituye una cosmovisión cristiana por otra materialista.
- Dos guerras mundiales arrasan Europa.
- Triunfan la revolución sexual y la cultura abortista.
- Se planifica la deconstrucción de la familia.
- Se extiende la posverdad.
Relación con la verdad
Conviene subrayar que las ideologías no buscan la verdad. Más bien intentan imponer su visión preconcebida del hombre y del mundo, siempre esquemática, materialista y utópica. Esa jibarización se aprecia con nitidez en media docena de casos:
- La Ilustración y el positivismo tienden a reducir la verdad a ciencia empírica, al margen de consideraciones metafísicas o religiosas.
- La suprema verdad de los nacionalismos es un supremacismo excluyente y violento, de corte racista.
- El liberalismo tiende a reducir la vida humana a libertad política y económica.
- El marxismo afirma que el ser humano y la historia universal son producto de las relaciones económicas y la lucha de clases. Marx simplifica la realidad con ojos maniqueos que solo ven buenos y malos, explotadores y explotados, comunistas o fascistas.
- El psicoanálisis de Freud y el feminismo radical entienden que la gran verdad sobre el ser humano, y su meta definitiva, es una libertad sexual sin límites.
- Para el evolucionismo radical, el ser humano y todos los seres vivos son resultado de procesos biológicos al azar.
Si la verdad es tan solo una palabra vacía en el discurso ideológico, una ficción útil, también lo serán algunos conceptos y valores esenciales: libertad, democracia, justicia, ética, progreso… Las ideologías emplearán esas palabras como máscaras, y también como música para marcar el paso a una ciudadanía ingenua. George Orwell y Aldous Huxley mostraron cómo el uso ideológico del lenguaje crea siempre una neolengua al servicio de la manipulación y de las distopías. En ello estamos.
VER+:
DE LA
REVOLUCIÓN
Los dioses de la Revolución, obra póstuma del historiador inglés Christopher Dawson, es algo más que un libro sobre las revoluciones ilustradas, sus causas y sus consecuencias sociales, económicas o políticas. Su hilo conductor lo conforma la idea, siempre presente en la obra de Dawson, de que la religión es el germen de tod a civilización y que, en circunstancias excepcionales, aquella se expresa imperiosamente por cauces alternativos. El libro se estructura en tres capítulos que abordan, respectivamente, la génesis cultural de la Revolución francesa, los hechos centrales de la misma (con especial atención a la mentalidad y el modo de actuación de los revolucionarios) y el impacto que ésta provocó en la historia subsiguiente. La originalidad de su planteamiento, frente a la historiografía más habitual, radica en su acercamiento al proceso revolucionario Ilustrado desde la perspectiva de la expulsión del cristianismo por parte de la cultura generada por él.
En 'El fin de la inocencia' (Tusquets, Barcelona, 1997), Stephen Koch explica en qué consistía esa red de información desplegada por todo el continente europeo y EEUU, que "controlaba periódicos y emisoras de radio, dirigía compañías de cine, creaba clubes de libros, tenía revistas, patrocinaba giras de publicidad, empleaba a periodistas y encargaba libros".
Ayllon Jose Ramon - El Mund... by José Alberto Almirón Rodríguez
El Fin de La Inocencia Step... by Juan Manuel López Villatoro
EL FIN DE LA INOCENCIA
Stephen Koch
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