EL Rincón de Yanka: LIBRO "BORROKA": AÑOS DE PLOMO Y SANGRE por ALFONSO J. USSÍA 👿👥💣💥💀

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lunes, 11 de noviembre de 2024

LIBRO "BORROKA": AÑOS DE PLOMO Y SANGRE por ALFONSO J. USSÍA 👿👥💣💥💀

BORROKA
AÑOS DE PLOMO Y SANGRE


La historia que nadie se había atrevido a contar hasta ahora.
Borroka huele a pólvora, a bosques, a mugas, a amonal, a asfalto y, sobre todo, a Libertad. Alfonso J. Ussía narra de manera magistral la lucha que emprendió la Guardia Civil contra ETA durante los años más salvajes del terrorismo en nuestro país. 
Con testimonios exclusivos y datos nunca antes revelados, el autor construye un minucioso relato que nos retrotrae a finales de los ochenta, cuando la nueva cúpula de la organización decidió socializar el terror y regar de sangre y plomo las calles de la España democrática por medio de las bombas y los tiros en la nuca a personas que luchaban por la libertad.
A través de Deva Valdés, protagonista de estas páginas y una de las primeras mujeres que formó parte de los Servicios de Información de la Guardia Civil, conoceremos el papel fundamental que esta unidad desempeñó contra la banda armada.
Este libro es para recordar 
a todas las víctimas inocentes 
de una barbarie terrorista. 
Muy en especial a los guardias civiles y a sus familias, 
a quienes el terror y el amonal les amputó la vida. 
Y a mi padre, una pluma que no se quedó sin tinta 
cuando tantos otros se callaban.

EPÍLOGO

La banda terrorista ETA (Euskadi Ta Askatasuna) se fundó como un manifiesto cultural a finales de la década de los cincuenta con el fin de protestar y apoyar un movimiento y una tradición que buscaba la independencia del País Vasco, así como la reivindicación de los ideales de historia y uso de la lengua vascuence. El grupo universitario EKIN y la organización juvenil Euzko Gaztedi Indarra se unieron para organizar el I Congreso Mundial Vasco, celebrado en París en 1956, en el que apostaban por un relevo generacional de las añejas directrices que marcaba el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

Dos años después, los dirigentes del PNV expulsaron del partido a EKIN y, posteriormente, en 1958, las dos organizaciones juveniles se enfrentaron a causa de las diferentes formas de actuar que proponían para conseguir sus reivindicaciones. De este modo, el grupo EKIN cambió sus siglas por las de ETA, y celebró su primera asamblea en el monasterio benedictino de Nuestra Señora de Belloc, en Urt, Francia. Entonces ya se definieron como movimiento revolucionario de liberación del pueblo vasco.

Mientras esto sucedía, el franquismo mandaba en España bajo un régimen totalitario que perseguía cualquier oposición a los ideales de un movimiento alejado de las libertades. En su forma de luchar contra cualquier oposición, ya fuera de izquierda, comunista o nacionalista, Franco prohibió el uso del euskera como lengua y también la ikurriña, la bandera oficial del País Vasco desde 1936, si bien existía desde la fundación del PNV en 1894, lo que provocó el rechazo de la sociedad, en especial en las zonas rurales, donde los distintos dialectos del vascuence se utilizaban como forma principal de lenguaje entre sus habitantes.

Respecto a la lengua, el euskera fue la conversión de todos los dialectos vascuences que se usaban en las provincias vascas desde siglos atrás. El vizcaíno, el alavés y el guipuzcoano, por ejemplo, tienen su origen en lenguas romances y mantienen una estructura gramatical única. Pero a finales del siglo XIX se trató de reunir todos los dialectos en un único idioma, bautizado como euskera o batúa, promulgado por el fundador del PNV, Sabino Arana, y otros nacionalistas. En Francia, por ejemplo, se habló durante siglos el dialecto guipuzcoano, hasta que Napoleón Bonaparte decretó el uso oficial del francés en todo el territorio galo, de manera que poco a poco el vascuence se utilizó en el sur del país y se transmitió de generación en generación dentro de las familias y de forma residual.

La realidad es que los dialectos del idioma y de la tradición tenían mucho que ver con los valles y los límites naturales que la geografía marcaba en los territorios. El monte Gorbea, por ejemplo, era y es la frontera de Guipúzcoa y Navarra, al igual que el Amboto dibuja los límites naturales de Álava y Vizcaya. De ahí que la gente que vivía entre sus valles utilizara una lengua similar que cambiaba en algunos conceptos y formas al otro lado de la sierra.

Con toda esta mochila que llevaban a las espaldas los habitantes del País Vasco, durante la represión franquista se agudizaron los sentimientos de pertenencia a una cultura que estaba prohibida y perseguida, razón principal del embrión de sentimiento nacionalista que af loró en las juventudes de Norteña. Entre 1958 y 1967 se celebraron las cinco primeras asambleas de ETA, que año tras año fue escorándose cada vez más a la izquierda para separarse no solo del PNV y de su ideología conservadora, sino del poder dictatorial impuesto en el territorio español.

Posteriormente, el «proceso de Burgos» no hizo sino aumentar la aceptación social de la resistencia contra el franquismo, aunque ETA era ya una banda terrorista que había iniciado su andadura criminal con el asesinato del guardia civil José Antonio Pardines en un control de carretera. El autor material del atentado fue Francisco Javier Echevarrieta, que disparó al verse acorralado debido a la información comprometida que llevaba encima. Esa misma tarde, la Guardia Civil acabó con su vida mientras se defendía del tiroteo en la que se vio envuelta cuando localizaron al etarra.

Se puede comprender un sentimiento de protesta y de rechazo contra la represión sufrida por parte de la derecha nacional, que debió quitarse de en medio tras ganar la Guerra Civil, pero que convino a Europa por el frente común que se levantaba contra el comunismo de la Unión Soviética y otros países invadidos tras la Segunda Guerra Mundial. Por eso, en España, todo lo que sonara a comunismo era perseguido y ajusticiado, mientras que la revolución industrial ideada por Alfonso XIII y continuada por Franco llenaba de habitantes de Extremadura, Andalucía y de las dos Castillas las fábricas e industrias que se asentaban en los territorios de Norteña.

Poco a poco, la banda terrorista ETA pasó de estar integrada por ideólogos culturales que reivindicaban su pasado a nutrirse de los jóvenes descontentos de ideas políticas de izquierda que af loraban en todas las zonas rurales del País Vasco. Mientras, la represión franquista aumentaba y actuaba contra todo lo que no fueran los ideales del Movimiento Nacional, de manera que los bandos estaban cada vez más enfrentados. Esto dio pie a un aumento de las acciones militares por parte de ETA frente al pasado didáctico del momento de su fundación. Ya en la década de los años setenta, los asesinatos y las acciones contra intereses españoles de empresas, militares y policiales marcaron una hoja de ruta que siguió alargándose hasta el año 2011, año en el que banda terrorista ETA decidió entregar las armas, acorralada y desarmada por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.

Antes de eso, durante los años setenta, distintas corrientes políticas se enfrentaron en el seno de la banda. Una vez muerto Franco, la corriente de los milis apostó por la vía política y el fin de las acciones criminales, mientras que la corriente de ETA político-militar, los poli milis, tomaron el control de la banda y promovieron el aumento de la escalada de terror, en un marco político en el que la democracia trataba de dejar atrás los tiempos grises de la dictadura militar. Al mismo tiempo, la cúpula de la banda puso en marcha la estrategia de la kale borroka para captar a nuevos pistoleros e integrantes de los comandos. Esto significaba que las personas más radicales, las más brutas y dispuestas a cometer actos vandálicos, serían las primeras seleccionadas para seguir el nuevo rumbo que tomaba la dirección, al toque de una estrategia macabra que buscaba «socializar el terror» para conseguir mejores condiciones en las negociaciones con los primeros gobiernos de la democracia.

Si un chico había nacido en un pueblo del País Vasco a mediados de los años sesenta o setenta, su cuadrilla de amigos era su principal incentivo. Eso pasaba en Norteña como en cualquier otro rincón del mundo, porque las condiciones sociales y de trato con el resto sí que se convierten en una situación que puede dirigirte hacia un lado u otro. Querer la independencia de tu pueblo no siempre conlleva ser un terrorista, del mismo modo que querer ser próspero no te obliga a atracar bancos ni a dar el palo a un furgón blindado con dos misiles tierra a tierra. Por muy nobles que sean las causas de un sentimiento que nada en el mar de la política territorial, un crimen no está justificado, aunque sí se puede entender cierta tolerancia hacia acciones de protesta contra una dictadura militar que minaba los derechos y las libertades individuales y colectivas. Pero hay un momento en que la línea se cruza y no se puede volver atrás.

Una bomba de amonal cargada de tornillos y metralla, con escamas de jabón para que provoque el mayor daño posible a niños, mujeres, civiles inocentes, en definitiva, que son ciudadanos con los mismos derechos que un policía o un guardia civil, nunca tendrá una justificación lógica ni comprensible. La libertad de una persona comienza y termina donde empieza la del prójimo, y la vida es un derecho de cada ciudadano que empieza, como decía Antonio Escohotado, de la piel para dentro en su territorio soberano. Hubo un momento en que la reivindicación dejó paso a la barbarie, en que las razones políticas se convirtieron en sinrazones humanas, y en que algunos de esos hijos de puta que luchaban por la libertad del pueblo vasco mataron sin piedad a inocentes, sin tener en cuenta el dolor ni la amputación vital que esas muertes supusieron para sus familias y para el conjunto de la sociedad.

Diez años después del cese definitivo de la violencia de ETA, Bildu debe limpiar su propio nombre e impedir que ningún miembro de la banda, colaborador, chivato, o afín, pueda manchar la razón de ser de una vía política para cualquiera de las pretensiones que tengan en su ideario. Pero, al mismo tiempo, a nadie se le debe olvidar que hubo un tiempo en España —que duró más de cincuenta años— en que unos terroristas te pegaban un tiro en la nuca si no aceptabas su extorsión, que te secuestraban si no pagabas el dinero de los chantajes y que una bomba te estallaba al ir al colegio o al volver de comprar el pan un domingo cualquiera.

Que este Borroka sirva, al menos, para que todos los jóvenes conozcan la historia de Norteña, la de España, y para que ni la mentira ni el blanqueamiento sirvan para olvidar los peores episodios de una lacra que se llevó por delante a más de ochocientas cincuenta víctimas inocentes. Y, de paso, para que la memoria democrática les devuelva la dignidad que algunos políticos se han empeñado en borrar.

Úbeda en Llamas: 'Borroka', los años de plomo y sangre