EL Rincón de Yanka: ENDEREZANDO CRITERIOS: "DESORIENTACIÓN DIABÓLICA" por MILITIA MICHAEL ARCANGELUS 👿👥💥⛪

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miércoles, 6 de noviembre de 2024

ENDEREZANDO CRITERIOS: "DESORIENTACIÓN DIABÓLICA" por MILITIA MICHAEL ARCANGELUS 👿👥💥⛪


ENDEREZANDO CRITERIOS
DESORIENTACIÓN DIABÓLICA

Militia Michael Arcangelus

Con motivo del sínodo para la sinodalidad Jorge Mario Bergoglio estableció que en todas las diócesis del mundo convoquen asambleas para escuchar al pueblo de Dios, en otras palabras, la nueva iglesia estará en un estado deliberativo permanente a escala planetaria; es decir, el sueño de Carl Runner, Hans Kung y el resto de fundadores de la revista de teología modernista "CONCILIUM": La Iglesia en Concilio permanente.
Habíamos dicho, como nos recordará este gran sacerdote Gabriel Calvo Zarraute en su libro "DE ROMA A BERLÍN" sobre la protestantización de la Iglesia:

1) RELATIVAZACIÓN DE LA COMPOSICIÓN JERÁRQUICA para darle poder ejecutivo a las bases populares (terminología comunista marxista).
2) PROMOVER NUEVOS MINISTERIOS LAICALES que compitan con los ministerios ordenados y los limiten contrapesándolos y eventualmente hasta que se constituyen en sucedáneos de ellos.
3) LA IGLESIA SINODAL BERGOGLIANA va camino de transformarse de los regímenes castrochavistas tan queridos y admirados por él mismo, disfrazados de Liberalismo Liberal.

Conviene detenerse en un llamativo detalle, que, no por detalle, significa que tenga un valor menor, sino todo lo contrario. Se trata del pintoresco vocabulario bergogliano, que sigue, al pie de la letra, las pautas del marxismo cultural propuesto por Antonio Gramsci. En este teórico comunista italiano se da una moderación de las tesis más rigurosas del materialismo histórico clásico con fines tácticos, dicho con otras palabras, el marxismo cultural. La idea propulsora del pensamiento gramsciano es que la revolución marxista nunca se realizará verdaderamente mientras no se produzca de un modo orgánico, es decir, dentro de lo que él llama una cultura, que es lo que habrá que desmontar y sustituir al mismo tiempo que se utiliza. Todo hombre vive inmerso en una cultura, que habrá de transformarse en el motor del cambio mental de la población.

Según el historicismo marxista, la vida humana es un entramado de convicciones, sentimientos, emociones e ideas, es decir, creación histórica y no naturaleza. De aquí el interés de Gramsci por el cristianismo al que considera el germen vital de la cultura histórica que penetra la mente y la vida de los hombres, sus reacciones profundas. Por consiguiente, es preciso que la revolución comunista no sea fruto de un hecho violento, como en Rusia, China, Cuba, Vietnam, etc., sino que sea orgánica y cultural. Solo adaptándose a lo existente y, por la vía de la crítica y de la autoconciencia, desmontar los valores últimos y crear así una nueva cultura. El ariete para esta transformación será el Partido Comunista: voluntad colectiva disciplinada que tiende a hacerse universal. Su misión será la infiltración en la cultura vigente para transformarla en otra nueva materialista, al margen de la idea de Dios, de todo valor trascendente y de la moral convencional.

Su arma principal será la lingüística, la gramática normativa, que penetre en el lenguaje coloquial, alterando el sentido de las palabras y sus connotaciones emocionales, hasta crear en quien habla una nueva actitud espiritual. Al cambiarse los valores se cambia el pensamiento y nace así una cultura distinta. Dice Gramsci: 
«La única forma que tenemos para hacernos con el poder los comunistas, no es lo que hizo Marx. Nosotros debemos infiltrarnos en la sociedad, infiltrarnos dentro de la Iglesia, infiltrarnos en la comunidad educativa, lentamente e ir transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, a fin de ir destruyéndolas y formando la sociedad que nosotros queremos».

El medio en que esta metamorfosis puede realizarse es el pluralismo ideológico de la democracia, que deja indefenso el medio cultural atacado, porque en ella solo existen opiniones y todas son igualmente válidas. La labor se realizará actuando sobre los «centros de irradiación cultural» (educación, medios de comunicación) en los que, aparentando respetar su estructura y sus fines, se inoculará un criticismo que los lleve a su propia autodestrucción. Infiltrando la democracia y el pluralismo en la propia Iglesia, que tiene en esa cultura el mismo papel rector que el Partido Comunista en la suya, el éxito será fácil. 
La democracia moderna será una anestesia que imposibilitará toda reacción en el paciente, aun cuando esté informado del sofisticado sistema por el que está siendo penetrada su mente. Los movimientos de la Teología de la Liberación y «Cristianos por el Socialismo» han jalonado de esta forma lo que ha venido a llamarse la «autodemocilición» de la Iglesia, acelerada de manera vertiginosa en el pontificado de Francisco.

La castración ideológica sufrida por el comunismo tras la caída de la URSS, lo empujó a lanzarse en brazos del liberalismo consumista posmoderno, modificando su contenido propagandístico.
Refiriéndose a las ideas de Gramsci, en un libro sumamente interesante, del Noce hace una observación cargada de consecuencias: «la secularización del modo de pensar del pueblo italiano, el cual permaneció fiel por principio a la moral católica, incluso en los tiempos de máximo dominio del anticlericalismo, se cumplió después de treinta años de gobierno conducido por el partido de los católicos, la Democracia Cristiana». Sin embargo, nos detendremos cuando Gramsci trata de la Iglesia Católica en sus Cuadernos de la cárcel (1929-1935), donde ya señalaba tres direcciones presentes entre los católicos de su época y que mantienen su vigencia:

a. Los que se enfrentan al mundo moderno y que él llama, de forma correcta, integristas, porque defienden la integridad de la verdad, esto es, en todo su despliegue filosófico, teológico, histórico, jurídico, literaria, artístico, etc.
b. Los que apuestan por el «compromiso y el equilibrio» con éste, que Gramsci llama los jesuitas. Se trata de la doctrina jesuítica del probabilismo, donde se pretende conjugar los opuestos, así se explica que la Iglesia que inició el Vaticano II, extremadamente influenciada por los jesuitas, pretendiera conjugar el catolicismo con la Modernidad. Los neoconservadores actuales o neojesuitas continúan esta vía con irritante ceguera, pretendiendo casar el modernismo del Vaticano II con la Tradición precedente, enfrentada a la Modernidad.
c. Los que son agentes de la Modernidad, aunque lo disimulen según les convenga, que Gramsci llama modernistas. Evidentemente, entre ellos también existen distintos niveles de ideologización o moderación, en modo alguno son un bloque monolítico.

Sobre los que califica como jesuitas, escribe Gramsci que el punto de llegada sería el mismo que el de los modernistas, solo que: «con un ritmo tan lento y metódico que las mutaciones no son percibidas por la masa de los simples, si bien parecen revolucionarias y demagógicas a los integristas». En cuanto a los modernistas, Gramsci afirma que: «el modernismo no ha creado órdenes religiosas, sino un partido político, la democracia cristiana».

Existe una enorme dosis de ingenuidad entre los católicos, que necesitan grandes dosis de realidad implacable para llegar a entender. Del Noce añade este comentario: 
«Ciertamente se puede admirar la capacidad de Gramsci para adivinar el futuro. La crisis de la Iglesia -por cierto, no prevista por nadie en los años 30- ocurrió realmente, después de 1960, en la forma que él había descrito. En tiempos turbulentos renació el modernismo, y exactamente en forma de resolución de la religión en política a través de las diferentes teologías “políticas”, de la revolución, de la liberación, de la secularización, etc.; y la crisis también hizo reaparecer, involucrándola, la misma línea silenciosamente mediadora y equilibrante de los jesuitas».

Mientras, una parte importante del clero, sumisa al que manda, incapacitados para el menor juicio crítico desde la razón y la fe, pasivos y fatalistas, ha sido formateada según los principios del régimen modernista desde 1965, incapacitándola para la empresa común y sobrenatural de la Iglesia. El cristianismo falsificado que salió del Vaticano II, intelectualmente eunuco, deviene en moralina insípida acicalada de espiritualismo y emotivismo.

Siguiendo con la «Nueva Teología» (Nouvelle Thelogie), en mayor o menor medida, los funcionarios eclesiásticos consideran a cada «sensibilidad» eclesial, la cara del gran «poliedro» que sería la Iglesia, ya que la unilateralidad del lenguaje teológico y litúrgico es propia de la escolástica del odiado periodo preconciliar, es decir de la Edad Media y el Barroco. En otras palabras, de mil quinientos años de Tradición católica. 


La Nueva Teología no admite definiciones precisas porque lo preciso le parece antiecuménico. Prefiere diluir el principio de contradicción para sostener posturas contradictorias, que denominan paradojas, o contrastes, como quiere Guardini. Hoy vale una cosa y mañana la contraria y no hay problema en ello, todo lo traga una voluntad disciplinada por la obediencia sembrada por los jesuitas y fundada en el voluntarismo nominalista. De este modo, para digerir contrarios, no quieren que se diga pecado, sino «situación irregular», de tal manera que una cosa sea lo que es, pero al mismo tiempo sea lo que no es.

El neomodernismo hodierno teme una interpretación unilateral de los conceptos, entre otros, de los de Iglesia y Reino de Dios, prefieren lo sinfónico y prismático. Por eso dirá, De Lubac: «En todo caso, después de la diferencia claramente marcada en el primer capítulo de la Lumen Gentium entre Iglesia y reino de Dios, no hay que temer una interpretación unilateral de la encíclica Mystici Corporis». Los neomodernos, no soportan que se entienda que la Iglesia es el Reino de Dios en la tierra, porque esta unilateralidad no convendría al diálogo ecuménico. Resaltando en exceso que la Iglesia es un misterio, los neoteólogos dan tanta amplitud al concepto de Iglesia como al de Reino de Dios, de forma que no se pueda, ya, decir, como siempre se hizo, que la Iglesia es el Reino de Dios en la tierra, sino que ambas cosas son la misma pero también son marcadamente diferentes. El principio metafísico de no contradicción, como primer principio acerca del ente, es alérgico para la Nueva Teología.
El nuevo pensamiento católico no quiere una interpretación unilateral de la eclesiología tradicional. Prefiere una idea más flexible e indefinida de la Iglesia, en que ni la Iglesia sea el Reino de Dios, ni el Reino de Dios sea un reino sobrenatural y sacramental, de gracia y gloria, de doctrina y justificación.

Es la hora de resistir, volviendo a los conceptos unilaterales, según la medida del don divino, natural y sobrenatural, no olvidando que la Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica, Reino de Dios en la tierra, columna y fundamento de la verdad.
El motu proprio Traditiones custodes (2021), junto con las odiosas Responsa ad dubia, cuya finalidad consiste en restringir la Misa tradicional de cara a su erradicación, y la carta Desiderio desideravi (2022) forman una trilogía decadente. 
En sus excrementos lingüísticos se comprueba la promoción de toda excentricidad y vulgaridad desacralizadora, la excelencia en la liturgia ofende porque deja en evidencia la degradación e indiferencia a la que se ha llegado en el culto divino.

En la conclusión de dicha encíclica del sínodo de la sinodalidad que culminó el 27 de octubre se dice que entre otras cosas la sinodalidad es un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la iglesia más participativa, luego se habla de la iglesia sinodal que se caracteriza por ser un espacio en el que pueden florecer las relaciones, las diferencias de vocación... Recordemos que la Iglesia no es sindodal sino que es de Jesucristo, es SU Esposa y es SU CUERPO MÍSTICO.


Descripción del que no es Cristo

« Estamos viviendo en los días del Apocalipsis, los últimos días de nuestra era. Las dos grandes fuerzas del Cuerpo Místico de Cristo y el Cuerpo Místico del Anticristo están empezando a elaborar las líneas de batalla para el concurso catastrófico.
El Falso Profeta tendrá una religión sin cruz. Una religión sin un mundo por venir. Una religión para destruir las religiones. Habrá una iglesia falsa. La Iglesia de Cristo (la Iglesia Católica) será una. Y el Falso Profeta va a crear otra. La falsa iglesia será mundana, ecuménica y mundial. Va a ser una federación de iglesias. Y las religiones formarán algún tipo de asociación global. Un parlamento mundial de iglesias. Vaciadas de todo contenido divino y será el cuerpo místico del Anticristo. El cuerpo místico en la tierra hoy tendrá su Judas Iscariote, y él será el falso profeta. Satanás lo reclutará de entre nuestros obispos».
En su libro titulado "El comunismo y la conciencia de Occidente", el Arzobispo Fulton John Sheen advirtió también que: « El Anticristo no será llamado así; de lo contrario, no tendría seguidores. Él no va a usar medias rojas, ni vomitará azufre, ni va a llevar un tridente ni agitar una cola con forma de flecha como Mefistófeles en el Fausto. Esta mascarada ha ayudado a convencer a los hombres que él diablo no existe. Cuando nadie lo reconoce, más poder él ejerce. Dios se ha definido a sí mismo como «Yo soy el que soy», y el diablo como «yo soy el que no soy».

En ninguna parte de la Sagrada Escritura hallamos justificado el mito popular de que el Diablo es un bufón que se viste principalmente de "rojo". Más bien se le describe como un ángel caído del cielo, como "el príncipe de este mundo", cuya misión es que nos diga que no hay otro mundo. 
Su lógica es simple: si no hay cielo no hay infierno, y si no hay infierno, entonces no hay pecado, y si no hay pecado, entonces no hay ningún juez, y si no hay juicio entonces el mal es bueno y lo bueno es malo. 
Pero por encima de todas estas descripciones, Nuestro Señor nos dice que va a ser tan parecido a sí mismo que engañaría aun a los escogidos, y, ciertamente, ninguna imagen del diablo visto en libros jamás podría engañar aun a los escogidos. ¿Entonces, cómo va a entrar en esta nueva era para ganar adeptos a su religión? 
La creencia de la Rusia pre-comunista es que él vendrá disfrazado como un Gran Humanista, que hablará de paz, de prosperidad y de abundancia, no como medios para llevarnos a Dios, sino como fines en sí mismos.

La tercera tentación en la cual Satanás le pidió a Cristo que lo adorara y todos los reinos de la tierra serían suyos, se convertirá en la tentación de tener una nueva religión sin Cruz, una liturgia sin un mundo por venir, una religión para destruir la religión, o una política que es una religión -una que hace que se le dé al César, incluso las cosas que son de Dios.

En medio de todo su aparente amor a la humanidad y su discurso superficial acerca de la libertad e igualdad, tendrá un gran secreto que no dirá a nadie: él no creerá en Dios. Porque su religión será la fraternidad sin la paternidad de Dios… 
Él va a engañar aun a los escogidos. Él creará una anti-iglesia que será el mono de la Iglesia, porque él, el diablo, es el mono de Dios. Contará con todas las notas y características de la Iglesia, pero a la inversa y vaciada de su contenido Divino. Será el cuerpo místico del Anticristo, que en todas las cosas externas se parecerá al cuerpo místico de Cristo».

(Arzobispo Fulton J. Sheen, tomado del libro: 



DESORIENTACION DIABOLICA

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