EL Rincón de Yanka: LIBRO "AGENDA 2030": LIBERTAD o TIRANÍA por CRISTINA MARTÍN JIMÉNEZ 👿👥💀

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miércoles, 27 de noviembre de 2024

LIBRO "AGENDA 2030": LIBERTAD o TIRANÍA por CRISTINA MARTÍN JIMÉNEZ 👿👥💀

AGENDA 2030
LIBERTAD 
O TIRANÍA

En septiembre de 2015, más de ciento cincuenta jefes de Estado y de Gobierno se reunieron en la histórica Cumbre del Desarrollo Sostenible para aprobar la Agenda 2030, que consta de diecisiete objetivos de aplicación universal cuyo fin es lograr un mundo sostenible en 2030. 
Ahora bien, ¿esto es así? ¿Es verdad lo que nos han contado los medios? ¿Se oculta algo extraño tras este buenismo que piensa en el bienestar de la humanidad y en conseguir un mundo más igualitario y saludable? ¿Quién está realmente detrás de esta Agenda, y qué intereses espurios tiene? 
Cristina Martín defiende en este libro que la Agenda 2030 es una mera campaña propagandística universal dirigida a sugestionar a todas las personas del planeta y a perseguir a la gente que se rebela contra el statu quo establecido. Si bien los principios en los que se basa la Agenda son lícitos y razonables, esta obra diferencia claramente el mensaje de la intención que oculta. 
Para la autora lo que nos cuentan sobre la Agenda es pura propaganda, una campaña de comunicación internacional cuyo fin es vendernos un futuro mejor para todos. Sin embargo, su verdadero sentido es que ese «futuro mejor» solo lo será para unos pocos: la élite que financia la Agenda y la alienta con mentiras.
El truco es volverse fuerte de corazón 
sin perder la ternura del alma. 
JULIO CORTÁZAR

Hace dos mil años, el gobernador romano de Palestina Poncio Pilatos lanzó al aire una inquietante pregunta cuando el Nazareno fue llevado ante él para ser juzgado: «¿Qué es la Verdad?». La cuestión ha traspasado los umbrales del tiempo, se han sucedido imperios y tiranos, y aún no ha sido resuelta. Pilatos era un militar y político ávido e insatisfecho que ambicionaba trepar en las estructuras de poder imperial. En aquel delicado momento histórico —inicio de una nueva era—, la pregunta clave que emergió en su mente táctica no fue «¿Qué es la Libertad?», sino «¿Qué es la Verdad?». 
El gobernador romano parecía reflexionar acerca de hasta qué punto importa la Verdad cuando se desata un conflicto que puede llevarse por delante el orden social que unos diseñaron a miles de kilómetros para imponérselo a otros. De modo que, probablemente, antes de tomar una decisión sobre el destino del hombre que tenía ante sí, Pilatos se preguntaría extrañado: 

«¿Por qué se pelean estas personas que me resultan tan extrañas como bárbaras? ¿Por qué me piden que ordene matar a un hombre al que acusan de mentir?». 
El delito de Jesús era una mentira liviana a ojos del gobernador. 
«Todos mentimos», pensaba. 
¿Qué es la Verdad, entonces? ¿La Verdad era la misma para un romano que para un palestino? Los romanos tenían la Ley, una sofisticada fórmula de administración de justicia y orden social que habían ido creando y desarrollando en función de las necesidades de su organización política y del gran imperio que poco a poco fueron expandiendo mediante numerosas y continuadas conquistas militares. Para los romanos, la Verdad era la Ley, sin duda. Ningún otro pueblo de la Tierra había llegado tan lejos como ellos en la construcción de un Nuevo Orden Mundial. Pero en ese preciso momento de la historia, la clave del conflicto estaba en que para los palestinos la Verdad también era la Ley. Entonces, ¿por qué a Pilatos le resultaba tan absurda la petición de justicia que le hacían?

En primer lugar, porque no alcanzaba a comprender qué era lo que en realidad estaba ocurriendo. Para él, un hombre que se consideraba a sí mismo un «semidios», la persona que estaba ante sí no era más que un loco. 
¿Qué Ley debía aplicar? ¿Qué Verdad debía regir? Pilatos no era capaz de descubrir de qué Verdad le hablaban aquellos que le pedían que hiciera justicia con un hombre cuyo delito no sabía nombrar ni apresar en sus rígidos planteamientos, ni siquiera estaba codificado en su Ley romana. 
En un punto clave de la historia humana y en un rincón perdido del planeta confluían dos culturas muy distintas que se acusaban de «bárbara» la una a la otra. Entonces, ¿qué Verdad debía prevalecer? ¿Quiénes eran los bárbaros y quiénes los civilizados? ¿Qué Verdad era esa a la que los sacerdotes aludían? 

Frente a la Verdad de unos se hallaba la Verdad de los otros. Y, para complicar aún más las cosas, en el centro de esta intersección nacía una nueva Verdad, un nuevo concepto de ser humano, una visión revolucionaria con la que un palestino ponía en jaque la verdad «oficial» no solo de los invasores romanos, sino de los suyos, de sus propias autoridades locales y de los sacerdotes del templo, que administraban la Ley de «los elegidos» reservándose unos privilegios mientras malversaban el dinero de las viudas y convertían la casa del alma —el lugar de oración— en una cueva de ladrones, en la Bolsa de Wall Street. Pero ¿qué le importaba a Pilatos lo que hicieran con su dinero siempre y cuando cumplieran con su deber de pagar impuestos y respetar las leyes generales de Roma? Esa era la Verdad para el gobernador. 

«Os podéis matar entre vosotros mientras cumpláis con los intereses de Roma… y con mi misión de mantener el orden legal y la convivencia», pensaba el gobernador. Sin embargo, para Jesús el Nazareno, la Verdad era bien distinta. La Verdad que él predicaba era más grande que la contenida en la Ley romana y más profunda que la de los sacerdotes. Él hablaba de la Verdad como herramienta para alcanzar —y construir— un lugar distinto, para hacer una revolución inédita, para cambiar el mundo entero…

Y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres.

En aquel momento decisivo de la historia, Pilatos no preguntó: 
«¿Y qué es la Libertad?», sencillamente, porque él nunca quiso ser libre. Pilatos quería ser poderoso, y no perdía el tiempo reflexionando acerca de la Libertad. El político romano ya se consideraba libre, en el sentido en que lo eran los gobernantes militares del imperio. Recordemos que los hombres ricos de la antigua Roma tenían esclavos, y hasta un romano rico endeudado podía pagar sus deudas pasando a servir como esclavo. Aun así, los esclavos eran considerados parte integrante de la familia, por lo que su sofisticada Ley les reconocía ciertos derechos. Pero el Nazareno rebelde hablaba de otro tipo de Libertad… Y a la conquista de esa Libertad he consagrado mi misión y el sentido de mi vida.

INTRODUCCIÓN
EL CIRCO DE UN ENGAÑO MASIVO

El tipo más importante de libertad 
es ser lo que realmente eres. 
JIM MORRISON

Estos meses he estado encerrada en mi caverna rompiéndome la cabeza contra los cientos de escritos que, sin ser consciente de cómo iban aumentando, fui desplegando a mi alrededor. Ahora veo que estoy literalmente rodeada de libros abiertos por decenas de páginas marcadas con dobleces y post-it de colores. Tres torres de libros reposan sobre dos mesas y una silla alta. Cientos de documentos impresos con frases y fragmentos subrayados, dos pilas de periódicos… He revisado mis libros anteriores, he ojeado mis archivos de documentos desclasificados. Y en el extremo izquierdo de la mesa, delante de la impresora, tengo siete carpetas con esquemas y apuntes escritos a mano donde trato de poner orden en el laberinto de datos caóticos que pulula en mi cabeza. 

En el ordenador ya hay cuatro archivos titulados «Libro_ok_versión 1», «Libro_ok_versión 2», Libro_ok_ versión 3», «Libro_ok_versión 4»… Y acabo de abrir el quinto. 

Están ubicados en otro archivo titulado LIBERTAD O TIRANÍA. AGENDA 2030. Es el título de mi nuevo libro. 

Mi objetivo es desentrañar la «X», la incógnita de la fórmula matemática que subyace bajo eso que llaman «Agenda 2030». 
Llevo varias décadas analizándola a fondo —antes tuvo otros nombres— y sé que hay algo esencial y elemental en ella que debo subrayar justo ahora. Lo huelo, lo tengo delante de mí, pero no consigo asirlo, se me escapa, no lo atrapo. Es como la piel viscosa de una serpiente. Cuando creo que al fin le he dado caza, se me escabulle entre las manos. Pero mi intuición me dice que está ahí. Y, precisamente, es mi intuición la que siempre ha guiado mis investigaciones, siguiendo unas huellas-pistas concretas y desechando las trampas ilusorias. De modo que no voy a desistir. Te atraparé, serpiente… 

Hoy es 15 de noviembre. Ha comenzado el debate de investidura y tengo la cabeza rota. Hace una semana que el cansancio me asedia sin darme tregua. Me levanto muy temprano, desayuno y voy hacia el ordenador, pero siento un calambre recorriéndome el cuerpo. Intento combatirlo mentalmente, pero me duelen la espalda y las manos, hasta en las uñas de los dedos me aguijonea la zozobra. La tensión siempre acaba en el mismo sitio. Soy presa de un dolor profundo. Y tengo la mente bloqueada. No soy capaz de escribir medio folio. Siento un intenso agotamiento y ver lo rápido que corren los días en el calendario me inquieta. Pronto tendré que entregar una parte importante del manuscrito a mi editora para que la maquinaria se ponga en marcha: revisores, correctores, diseñadores, maquetadores, impresores, marketing, jefa de prensa, comerciales, librerías… 

Un amplio equipo humano esperando el manuscrito definitivo. Y mis lectores, a quienes ya he avanzado que en primavera tendrán mi nuevo libro entre sus manos. ¿Lo conseguiré? Ninguna obra me ha resultado tan compleja como esta, que en un principio me pareció la más sencilla de todas, la más fácil de plantear, estructurar y redactar porque, a fin de cuentas, llevo muchos años analizando y desenmascarando la Agenda 2030. No es posible que me halle bloqueada de este modo. Vivo una lucha titánica contra una montaña que he atravesado una y mil veces y que conozco bien. Estoy buscando la llave que abra el mecanismo interno que le da sentido. Sé que es algo muy simple. Tan simple que no logro apresarlo. 

En mis libros anteriores ya he contado su historia, sus antecedentes, su plan de marketing, su puesta de largo en escuelas, medios de comunicación y políticas nacionales y locales. Pero hay algo más. Como un nudo gordiano que vuelve complejo lo que a simple vista no es más que un voluble decálogo para cambiar el mundo. 

Pero ya estamos a 15 de noviembre de 2023. Como digo, hoy ha comenzado el debate de investidura en el Parlamento español para proclamar a Pedro Sánchez presidente del Gobierno. No es más que un mero trámite, ya que el pacto entre él y sus aliados, iniciado en el mes de marzo, está cerrado formalmente desde el verano. Se ha alargado unos meses porque unos y otros han intentado sacar el máximo provecho. Las primeras manifestaciones populares contra la «Ley de amnistía» han acabado acelerando el proceso ante el vértigo que han provocado en los poderes que diseñaron ese nuevo Gobierno y que lo harán posible. 

El Parlamento, ese lugar que, supuestamente, representa la soberanía popular, ha sido rodeado —y cerrado— por vallas y agentes del UIP (Unidades de Intervención Policial), el cuerpo de élite de la Policía. Los ciudadanos no pueden acceder a su casa. Los tiranos se sienten débiles y vulnerables ante los reclamos del pueblo. La plutocracia es la nueva democracia. 

La Agenda 2030 es lo que está pasando en las calles. Para imponer su tiranía totalitaria, por la mañana los políticos montaron un circo en el Parlamento y por la tarde la Policía se dedicó a apalear con sus porras y a lanzar gases lacrimógenos a familias desarmadas que acudieron con sus banderas a la calle Ferraz. Unos días después, hasta prohibirán rezar en las protestas mientras la hipocresía y el cinismo les hace hablar de «libertad». 

Los valores supremos, los más elevados de la humanidad —la Verdad, el Bien y la Belleza—, son los que pretenden destruir. Y el arma: la Agenda 2030. De un puñado de mujeres y hombres valientes depende que dichos valores no sean demolidos. Nuestra misión es transmitirlos a la próxima generación. Y es lo que estamos haciendo.

La Agenda 2030: ANTROPOLÍTICA

El lenguaje, el pensamiento, veloz como el viento, 
y los sentimientos que dan vida a la ciudad 
los ha aprendido el hombre por sí mismo. 
Y a cobijarse del frío. Y a refugiarse de la lluvia. 
Sófocles, Antígona

Tengo la sensación de haberlo repetido muchas veces, pero es ahora, con el paso de los años, cuando compruebo que muchas personas que andaban distraídas al fin se han percatado de la necesidad de prestar atención. 

La Agenda 2030 es un plan para la dominación mundial. Su cara visible son diecisiete objetivos tan anhelados y loables que nadie se resistiría a apostar por ellos. Y, sin embargo, la cara invisible es, literalmente: ¡Arriba las manos, esto es un atraco! 
La Agenda 2030 es un arma de guerra para conseguir el objetivo marcado por un puñado de codiciosos, criminales y psicópatas: apropiarse de todos los bienes de la Tierra —incluidas las personas— e implantar una gobernanza global gestionada por manos privadas. 
La Agenda 2030, el Gran Reinicio, el ecologismo, las crisis económicas, los géneros, el transhumanismo, la inteligencia artificial, el terrorismo, el aumento de los precios de los alimentos y de la energía… Todos son golpes de Estado encubiertos. Golpes de Estado contra los Estados-nación. ¿Y quién los ejecuta, quién los diseña, quién los planifica? El poder privado; es decir, la plutocracia, que utiliza a los políticos gobernantes, a los periodistas y a los científicos como tontos útiles, como meros títeres, como simples polichinelas para llevar a cabo su plan. Marionetas mediocres e ignorantes, pero muy ambiciosas y bien pagadas por sus servicios a la causa. 

La gran conmoción 

El deseo de conquistar el mundo es tan antiguo como el mundo mismo. Nadie ha podido realizarlo, aunque uno de los grandes conquistadores, Alejandro Magno, estuvo cerca de hacerlo. ¿Podemos acaso acercarnos a ese pasado lejano e imaginar cuál era el plan de Alejandro, que en el siglo iv a. C. pretendió unir a los pueblos de la Tierra bajo su gobierno? 
El orden mundial tal como está construido hoy ya no tiene ningún sentido, pero, para mí, la gran pregunta es cómo vamos a cambiarlo. Su transformación debe ser gradual: tiene que estar impulsada por una cierta conmoción. [Las cursivas son mías]. 
Estas palabras fueron pronunciadas por Arturo Bris, director del Centro de Competitividad Mundial (IMD), en la X Cumbre de Gobierno Mundial celebrada en Dubái en 2023. ¿Una cierta conmoción? ¿Quizá como una pandemia o un cambio climático globales? Como afirmé hace catorce años en el libro que me censuraron1, esas «conmociones» son dos de las tácticas de guerra usadas por la élite globócrata que pretende manejar todos y cada uno de los hilos del mundo y que, en conjunción con otras, conforman una estrategia de guerra total contra nosotros. Pese a su gravedad, esas afirmaciones no abren informativos ni llenan espacios de prensa. Ni lo harán. ¿Cómo es posible? 
La respuesta es sencilla: los periodistas carecen de formación para comprender lo que realmente se está afirmando. A fin de cuentas, a los periodistas, durante la carrera, les enseñan a «informar» con enfoque de género y con enfoque de cambio climático, al tiempo que reciben cursos de Fact Checkers (verificadores de hechos). Y luego nos llaman «conspiranoicos» a los que, con extrema dificultad y enorme dedicación, hemos logrado instruirnos… Es el mundo al revés. Quienes han de informar son los primeros desinformados. Quienes deben denunciar las conspiraciones y abusos del poder son sus primeros lacayos. 

Ciertas conmociones… Se trata de actos de «guerra psicológica»2. Ellos consideran que con la sociedad absolutamente sumida en el caos, en crisis permanentes y concatenadas —generadas artificialmente—, avanzan para ordenar el mundo a su conveniencia, a su medida. Consideran que su caos, diseñado y provocado, es la mejor manera de obtener el poder, el dominio y toda la riqueza del planeta. 

No somos conscientes de que vivimos en la ficción. No reflexionamos lo suficiente acerca de lo importante que es un cuento. La relación del ser humano actual con el cuento es la misma que la de nuestros ancestros de las cavernas. Nos reuníamos alrededor del fuego para escuchar la historia de la tribu. Nos contaban cómo el primer héroe mató un mamut y nos alimentó a todos; cómo viajamos a kilómetros de distancia en dirección contraria a la bajada del río y encontramos un valle hermoso lleno de vida… Generación tras generación, alguien narraba las viejas hazañas de los primeros valientes que desafiaron y vencieron a la muerte, y todos los miembros de la tribu sabían quiénes eran, de dónde venían, las dificultades que habían superado y las causas que los motivaban a seguir adelante. A la narradora o narrador todos le creían, todos le seguían. Tenía autoridad porque había un sentido de finalidad. Había una causa para ser. Sabían a dónde iban y, sobre todo, quiénes eran. Conocían su identidad porque conocían su historia. 

Ahora ocurre exactamente lo mismo. Por eso habla el cuentista Klaus Schwab, presidente ejecutivo del Foro Económico Mundial, de la importancia del «relato». Ahora el cuento imperante tiene la misma estructura: es el mismo que nos contaron durante la pandemia creada por la plutocracia. Simplemente, han sustituido un virus por el cambio climático: 
«2023 fue el año más cálido desde que hay registros, según el último informe de CO2 ». Ahora se está utilizando el cuento climático para encubrir las muertes que están provocando las supuestas vacunas; de ahí que nos digan que los fallecimientos se deben al «cambio climático». 
Es el segundo capítulo de la novela. El cambio climático es un relato político, un cuento concebido para atemorizar a los habitantes de la polis. Como decía, ocurre exactamente lo mismo que hace miles de años; la diferencia está en que ahora somos millones los que no nos creemos los cuentos de estos nefastos fabuladores. 

El 30 de junio de 2015, el diario ABC publicó un potente titular tras una entrevista en la que señalé al Club Bilderberg como el principal promotor del cuento del cambio climático3. 

Cristina Martín Jiménez: 
«El cambio climático es un invento de Bilderberg». 

Hace catorce años publiqué un libro en el que describía en qué consistían las tres últimas tácticas de guerra de la élite: 
el cambio climático provocado por el hombre, la táctica de las pandemias y la creación de líderes artificiales. 
En la contraportada aparecía el planeta Tierra ardiendo, una madre y su hijo con mascarillas y el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Aquel libro, que se publicó un mes antes de que el Club Bilderberg se reuniera en Sitges (Cataluña), fue censurado durante siete años en España. 

Las grandes manipulaciones que estamos viviendo en las últimas décadas, las grandes catástrofes y las grandes guerras, los grandes apocalipsis han sido diseñados por los señores que anualmente se reúnen en el Club Bilderberg para salvar el mundo. Los miembros de la organización criminal a la que pertenece Klaus Schwab sí saben a dónde van, o eso creen, mientras una gran parte de la población parece seguirles sin cuestionar ni una sola de sus afirmaciones. Sin embargo, no debemos pasar por alto un dato importante que está marcando un giro en los acontecimientos: también ahora, como en la Antigüedad, unos pocos valientes les retamos y les desafiamos, combatimos sus mentiras, no obedecemos sus órdenes…, porque pretenden conducirnos a la tiranía cuando, por el contrario, sabemos que nuestro origen y nuestro destino es la Libertad. 

Pero vayamos por partes… Primero debemos entender los puntos básicos —qué somos y de dónde venimos— para comprender en su plena dimensión el significado de lo que está pasando y ver dónde aplican con mayor intensidad su manipulación, su censura y sus mentiras para conseguir la dominación mundial. Su objetivo es derrocar una civilización y construir otra a imagen y semejanza de lo que son: unos psicópatas. Unos tiranos sin alma. 

¿Qué es la civilización? 

A modo de síntesis podemos afirmar que una civilización es el triunfo del Orden sobre el Caos. Y, en contraposición, la barbarie es la victoria del Caos sobre el Orden. Por tanto, si alguien quisiera construir un régimen y fundar un estado de barbarie, diseñaría y ejecutaría un plan —conmoción— para pulverizar los hilos invisibles y visibles que mantienen viva —en orden y en armonía— una civilización. Esto es la Agenda 2030: un plan para demoler la civilización humana. Se podría argüir que, en realidad, matizando, el objetivo de quienes han diseñado la Agenda es acabar con la civilización occidental, basada en valores cristianos y cuyo centro se halla en Europa. Pero esa es solo su primera fase, para continuar luego con el resto del mundo y levantar sobre sus cenizas una nueva civilización sostenida por un gobierno mundial totalitario mediante la tecnología. 

Este es el plan diseñado sobre el papel por los ingenieros de los laboratorios sociales. Pero lo que en realidad sucede es que, cuando manejas tantos hilos a lo largo y ancho del planeta, se acaba perdiendo el control. 
El Caos genera nuevos y diversos caos que no estaban previstos y que resultan incontrolables debido a que los elementos manipulados —las piezas— son seres humanos y cada cual tiene sus propios intereses, diferentes de los de quienes han pagado para conseguir el dominio total: hay plutócratas, ingenieros sociales, intelectuales, políticos, economistas, científicos… y todos y cada uno de ellos persigue su propio interés. La visión de los plutócratas y sus paniaguados es materialista, y los primeros sostienen que el dinero lo compra todo y a todos. Pero también estamos nosotros, los atacados, los invadidos, los rebeldes. Ellos siempre olvidan la dimensión espiritual humana. No es el primer intento de tiranía científica. 

Ya lo dijo Lao-Tse en el siglo vi a. C.: «El mundo es un recipiente espiritual. Quien pretende modificarlo lo estropea». 

¿Cómo se teje una civilización? 

Los elementos comunes a todas las culturas humanas4 son como hilos invisibles —y visibles— que las estructuran como sistemas. Los encontramos en todos los rincones de la Tierra. Sin ellos no hay vida, ni orden, ni comunidad, ni sociedad. En definitiva, no hay civilización. Son el alimento (el agua, la agricultura, la ganadería, la pesca); las instituciones antropológicas y sociales (la mujer, el hombre, la infancia, la familia, la autoridad, el lenguaje, la educación, la ley, la justicia, la policía, la vivienda, los atuendos, las costumbres, el comercio, la cosmogonía-religión, la historia y la identidad), y las relaciones interculturales (migraciones, guerras, ejército, alianzas, leyes y comercio internacionales, etc.). 

Estos elementos son compartidos por todas las civilizaciones que la humanidad ha creado a lo largo del tiempo en diferentes puntos del planeta. Dependiendo de cómo se organiza, de cuál es su fisonomía, de cómo se relaciona con otras, de cómo se disponen sus jerarquías de poder y sus valores, así se creará y se definirá una cultura determinada. Pero, insisto, si analizamos la coincidencia de los elementos, vemos que tan solo podemos hablar de una sola civilización humana que ha ido cambiando a lo largo de la historia mientras sus miembros se relacionaban entre sí de modos diferentes. 

Los elementos comunes a todas las civilizaciones humanas son los siguientes: 

1. Agua. 
2. Agricultura. 
3. Ganadería. 
4. Pesca. 
5. Comercio y moneda. 
6. Mujer. 
7. Hombre. 
8. Hijos (infancia). 
9. Familia. 
10. Autoridad. 
11. Instituciones.
12. Lenguaje y comunicación. 
13. Educación. 
14. Ley (justicia, moral). 
15. Costumbres y tradiciones. 
16. Vivienda. 
17. Atuendo. 
18. Cosmogonía-Religión. Ritos. 
19. Historia: migraciones, guerras, alianzas, héroes, tiranos… 
20. Identidad. 

Estos elementos básicos que nos conforman y nos dan sentido están siendo amenazados, atacados y cuestionados por la Agenda 2030, que es un arma de guerra estructurada para derribar, abatir y erradicar los fundamentos antropológicos de la civilización. La Agenda ataca el eje de flotación de los principales bastiones civilizatorios para derrumbarlos y sustituirlos por nuevos patrones, modelos y roles. Como decimos, el objetivo último es crear una nueva civilización, y para ello han declarado la guerra a la actual. En definitiva, la Agenda 2030 es un amplio programa de guerra encubierta que comprende unos mecanismos invisibles —a priori—, cuyo manejo es el resultado de una verdad aterradora: la destrucción de nuestra civilización y la imposición de una nueva basada en el Dominio Subyugador, la Mentira y el Caos. 

En el Occidente atacado por este plan de guerra total, estaríamos hoy en transición hacia esa civilización futura, en el estado intermedio, en el que las élites del poder tratan de destruir los principios, los valores y los fundamentos de la actual civilización occidental. Pero como los globócratas «no quieren dejar a nadie atrás», les están haciendo la guerra a las naciones de Eurasia, África, Asia y Oceanía, muchas de las cuales, como Rusia, China, Arabia Saudí, Pakistán, India, Nigeria, Irán, Egipto, Siria, etc., se están declarando en rebeldía contra el orden hegemónico unipolar liderado por determinadas élites occidentales desde la Segunda Guerra Mundial. 

En este sentido, y como veremos en los siguientes capítulos, el papel de los medios de comunicación es clave, porque, sin ellos, la manipulación sería imposible. Nos encontramos en un momento clave de la historia de la humanidad. Los redactores del nuevo relato pretenden construir una civilización totalitarista, así que la disyuntiva es evidente: libertad o tiranía.

ANTROPOLÍTICA

El hombre ha aprendido por sí mismo 
a hablar y a pensar el sentido de la sociedad 
y los medios de protección material 
como bases de la vida humana. 
Raymond Williams

Vivimos en un ambiente de gran tensión. Vemos guerras e injusticias por doquier. La confusión crece por días y el odio está conquistando el espíritu profundo de numerosas personas y modificando su conducta y, como consecuencia, sus sociedades. El odio, sí. De nuevo regresan los odios. La antropofobia. 

¿Dónde encajar, cómo analizar correctamente, ubicándolos en su lugar de origen, en su causa, en su sentido y en sus objetivos, los hechos extraños que suceden cada día ante nuestros ojos? Para mí, la respuesta se encuentra en la antropología y en la guerra. 

La antropología, la sociología y la psicología social son las disciplinas que estudian los elementos que posibilitan, definen y mantienen las culturas y la civilización. En mi opinión, de estas tres disciplinas, la que lidera la construcción de la Agenda 2030 es la antropología. La sociología y la psicología social serían las áreas desde donde se diseñan las armas de la guerra psicológica, ya que están vinculadas al comportamiento de los grupos sociales. Pero para diseñar y aplicar estas técnicas bélicas necesitan previamente conocer el todo, es decir, las dimensiones antropológicas que revelan las esencias más profundas de una cultura civilizada. Sin ese conocimiento no lograrán someter y dominar el alma del grupo. Pero ¿realmente nos conocen? 

Los rasgos antropológicos no son solo elementos materiales, sino fundamentos metafísicos que se articulan entre sí, dando como resultado un sistema enormemente complejo. Esa vertebración es invisible a los ojos no entrenados y, en ella, todas las áreas están conectadas. Por eso la Agenda contiene una articulación que conecta los diecisiete puntos que la conforman. No puede ser de otro modo. Los seres humanos no tenemos secciones estancas como las máquinas. Cada uno de nosotros es un todo. Y no nos confundamos: en última instancia, la Agenda 2030 persigue la reinvención del ser humano —transhumanismo—, para lo cual es imprescindible estudiarlo a fondo. 

Tras analizar al detalle la Agenda 2030 —sus entresijos, sus incoherencias y sus contradicciones—, mi conclusión es que ha sido elaborada por un equipo de antropólogos que trabaja conjuntamente con las agencias de inteligencia, como la CIA, que a su vez integran la estructura de poder de la plutocracia estadounidense, que es de donde parte todo el plan. Es una planificación antropolítica completa, diseñada al detalle para controlar a los humanos desde la cuna hasta la tumba, un arma de guerra que nos dicta cómo debemos nacer, vivir y cuándo y cómo hemos de morir. Utilitarista y funcional, se sirve de las características más intrínsecamente humanas para ejercer una manipulación a escala global y reinventar a la mujer y al hombre. 

Si hacemos una búsqueda en Google acerca de las salidas laborales de los antropólogos y sociólogos, encontramos un dato revelador: Gobiernos, ONG, agencias políticas, laboratorios de ideas, think tanks… ¿Para que necesitan estos organismos contratar a antropólogos? Precisamente para que identifiquen los elementos singulares que hay que atacar para apoderarse de las sociedades y dominarlas. A esto es a lo que yo llamo «antropolítica». 

En este sentido, en el largo recorrido de la construcción civilizatoria humana, hemos elegido —a partir de un aprendizaje basado en la observación, el ensayo y el error— unas formas de vida y desechado otras. Y esas formas de organización social precisan y generan instituciones de autoridad, en distintos ámbitos, que se interrelacionan funcionalmente. 

¿Cuáles han sido hasta ahora? 
Las características esenciales de una civilización son las siguientes: 

1. Una comunidad con vínculos entre sus miembros (orden social). 
2. Una comunidad habitable (ager-polis-ciudad). 
3. Una comunidad autosuficiente (agua, agricultura, ganadería, pesca: alimentación). 
4. Una comunidad con intercambio de bienes (trueque, comercio). 
5. Una comunidad con ritos de nacimiento, madurez, vejez y muerte. 
6. Una comunidad que posee una moral (valores, leyes y códigos de convivencia). 
7. Una comunidad sustentada por su «cosmogonía»: relatos, cuentos y mitos que explican su historia, su identidad, que recuerdan su origen, la superación de obstáculos y dificultades (héroes y tiranos). Se transmiten de generación en generación y hablan del aprendizaje adquirido y del porqué, para ellos, un comportamiento es bueno o malo. Es decir, hablan de la moral.
8. Una comunidad con patrones y modelos para cada una de las instituciones generadas: la mujer-diosa, el dios patrono, el rey, el pueblo… 
9. Una comunidad con jerarquías de autoridad. 
10. Una comunidad que se relaciona con otras comunidades (relaciones internacionales): cooperación, alianzas y guerras. 

La Madre: máxima autoridad en los orígenes civilizatorios 

Me llamo Eva, que quiere decir vida, 
según un libro que mi madre consultó 
para escoger mi nombre. 
Isabel Allende, Eva Luna.

En algún momento de la larga historia de la humanidad (según los indicios y las pruebas, en el origen), las mujeres —o todos los miembros de la tribu— decidieron que ellas se dedicarían al hogar y ellos a la caza. Pero, cuidado, el hogar ni mucho menos era la cocina: el hogar era el centro de mando de la tribu. 

Por ello, la primera institución de poder fue la Madre, la autoridad máxima en el rango jerárquico de la comunidad. En torno a ella se estructuraron las primeras culturas de la Tierra, al tiempo que sustentaba las demás instituciones clave: 
la familia, el clan y la tribu. Así, pues, las primeras organizaciones sociales tienen a la Madre como jefa suprema. Ella es el centro. Ella es el alma de la Vida. Y, debido a su poder de crear Vida, ella es la Ley. 

Aunque nos dicen que la prehistoria es muda —porque el predominio de lo oral frente a lo escrito dificulta que se conozca a fondo—, esa época pretérita cada vez habla más alto y claro a quienes están dispuestos a escuchar. La escritura no es solo un conjunto de signos alfabéticos. Los dibujos en las paredes de las cavernas y las esculturas antiguas también son escritura, pues los símbolos se imprimen en diferentes formatos. La escritura alfabética está conformada por dibujos esquemáticos cuyo origen se halla tanto en los expresivos grabados de las cuevas como en los que aparecen en los atuendos y las joyas. 

Un tipo de «escritura» prehistórica son las llamadas «Venus», las diosas de la fertilidad, como la Venus de Valdivia en Ecuador, o la de Willendorf en la actual Austria. Fijémonos en la Venus de Willendorf, una escultura paleolítica de pequeño tamaño —once centímetros de altura—, datada entre el 27500 y el 25000 a. C., que representa el ideal, el prototipo de autoridad de los primeros Homo sapiens. Se han encontrado Venus de ese tipo por todo el territorio europeo; por el contrario, no se han hallado estatuillas similares de hombres de la época. En mi interpretación, su prevalencia frente a otros símbolos nos indica que la Madre era la que detentaba el estatus social más elevado en las sociedades cazadoras-recolectoras del Paleolítico. Las Venus eran un símbolo de fertilidad y, por tanto, de seguridad y abundancia. Es decir, la maternidad era la clave de la supervivencia y de la continuación de la especie. Ellas tenían el poder. Aún más: ellas eran el poder.

Por supuesto, ahora se están poniendo de moda las teorías que defienden que esas esculturas representaban a la «Madre Tierra», ese concepto abstracto de la Agenda 2030 que tanto se predica hoy día. Sin embargo, en mi opinión, es obvio que sus rasgos voluptuosos, los pechos y las caderas anchas hacen referencia a madres de carne y hueso. Las Venus nos hablan de comunidades matriarcales en las que la mayor autoridad de la tribu se encontraba en la Madre; es decir, en las mujeres. Dicho de otro modo: el cuento del heteropatriarcado —como causante de todas las desgracias— que a todas horas cantan los adeptos a la «igualdad de género» no es más que una construcción antropolítica para manipular, criminalizar al hombre —sin ninguna base científica sólida— y borrar a la mujer como institución central de todas las culturas de la Tierra5. 

Aunque parezca contradictorio, no lo es en absoluto. Observo que ya han pasado a la siguiente fase. Primero se instrumentalizó, se utilizó a la mujer para lanzar «la violencia de género» con el objetivo de «desempoderar» el estatus masculino en la sociedad: el hombre, desde su nacimiento, es un criminal por el solo hecho de serlo. Ahora, en la segunda fase, se busca «desempoderar» a la mujer al igualarla con todo aquel que «se sienta mujer». Para ello se ha lanzado el llamado «movimiento trans». Si todo puede ser mujer, nada lo es. En esta área, la ciencia (biología) no importa. Destruyen todo lo que les estorba y todo lo que obstaculiza el triunfo de su cuento. 

Como antes en las cavernas, en la cultura sumeria posterior —considerada la cuna de la civilización humana—, las mujeres eran las encargadas de la administración de los primeros centros urbanos (ciudades). Lo hacían desde los templos (unidad administrativa y cosmogónica) y tenían una lengua propia, el emesal, que aprendían y hablaban las más cultas de todas. 

Como vemos, el poder más antiguo de la Tierra es el de la Madre. Y esto lo saben los antropólogos que trabajan para las élites. De ahí que la primera institución a derribar por la Agenda 2030 sea la Madre y, por tanto, la Mujer. Al derribo de esta sigue la destrucción del padre y de la familia, que, como veremos a continuación, es la base de la estructura social de toda civilización. 

La familia: germen de civilización 

La familia es un elemento común a todas las culturas actuales —y pasadas—, desde Rusia hasta México, desde Irán hasta Marruecos, desde China hasta Honolulú, y es el cimiento primigenio que permite crear vínculos, transmitir valores y creencias, y que, por tanto, dota de identidad a los individuos que conforman una sociedad. Si los vínculos sobre los que la familia se fundamenta se rompen, se deshacen o se ponen en duda, el desarrollo del individuo se verá truncado, dando lugar a comportamientos asociales o antisociales, al rechazo total de las normas y, finalmente, a una incapacidad para vivir con el otro, escucharlo y respetarlo. De alguna manera podría decirse que sin la familia nuclear (madre, padre e hijos) no hay individuo, porque este se conforma —al menos y, sobre todo, en un primer momento— a partir de las relaciones que se dan en el núcleo familiar, que es donde el ser humano aprende a convivir, a aceptar las normas o refutarlas, a definirse como una parte integrante e integradora del grupo y a dar lo mejor de sí. La familia y las experiencias vividas en ella nos enseñan a amar y/u odiar a los demás. Entonces, ¿podemos establecer una relación vinculante entre la persecución que hoy sufre la familia nuclear y el incremento del odio que un observador inteligente percibe en el seno de las sociedades contemporáneas? Sin duda, esta hipótesis necesita una investigación en profundidad, pero no podemos pasar por alto el hecho de que las élites del poder se han empeñado en destruir la familia mediante unas armas psicológicas —propias de la Tercera Guerra Mundial— con las que consiguen polarizar a las sociedades. 

El caso es que, por ejemplo, según la milenaria historiografía china, fue el legendario emperador Fuxi quien instituyó la unión de una mujer con un hombre (la familia) para crear armonía donde todo era caos. Cuenta esta leyenda que en un principio no existían ni la moral ni el orden social. Los humanos solo conocían a sus madres, no a sus padres, y cuando estaban hambrientos, buscaban comida, y cuando estaban satisfechos, tiraban los restos. Bebían la sangre de los animales y se vestían con pieles y juncos. Entonces llegó el emperador Fuxi, miró hacia arriba y contempló lo que había en los cielos; después miró hacia abajo y vio lo que ocurría en la Tierra. Fue así como decidió unir al hombre y a la mujer, institucionalizó el matrimonio y enseñó a sus súbditos a cocinar, a pescar con redes y a cazar con armas de hierro. Fuxi también concibió los «Ocho Trigramas» —origen de la caligrafía china— para conseguir el dominio sobre el mundo6. Y difundió una serie de enseñanzas que se transmitieron oralmente hasta que comenzó la escritura china, en el siglo xiii a. C. Sus conocimientos se plasmaron en el I Ching, o Libro de las mutaciones, de carácter cosmogónico y filosófico, moral y ético, cuyo objetivo es permitir el conocimiento de uno mismo y de su papel en el Cosmos. 

Tanto en la civilización china como en cualquier otra que analicemos, la ordenación del mundo tiene su germen en la familia, reconocida como institución esencial de la que se originan comunidades y sociedades ordenadas. Lo vemos en Mesopotamia, en el Egipto de los faraones, en las antiguas Grecia y Roma… Cada una con sus variaciones y particularidades, pero siempre compartiendo un elemento clave: el vínculo del parentesco, transmitido de padres (madre y padre) a hijos. De hecho, todas esas culturas vivieron sus respectivos momentos de esplendor cuando más fuertes eran los vínculos familiares de sus habitantes y más hijos nacían de las familias nucleares. 

No hay duda de que la familia es, desde la Antigüedad, una institución de poder. Pero su existencia es del todo imposible sin una mujer y un hombre que se constituyen en pareja (matrimonio) y tienen descendencia. Actualmente nos encontramos con un burdo y feroz ataque contra la familia tradicional e incluso nos hablan de que ha llegado a su fin y «ha sido superada». Y nos dicen que esto ha sucedido por la propia evolución de la sociedad. Que no nos engañen: la causa última de esa destrucción —o intento de destrucción— se encuentra en la visión ideologizada de la familia que las élites globócratas pretenden imponer. Para ese espurio fin han creado la Agenda 2030: para obligarnos a aceptar que la familia ha muerto como resultado del progreso de la sociedad. «La familia ya no es lo que era», nos dicen, y, de hecho, ahora es cualquier cosa, es decir, nada. Así es como destrozan uno de los pilares esenciales de la civilización, «ensanchando» un concepto hasta el punto de hacer que pierda su significado y su razón de ser.

Las consecuencias de esta demolición comenzamos a verlas en numerosos comportamientos que atentan contra la vida social y que, por supuesto, revelan una falta de valores nunca vista hasta ahora: niños y adolescentes abusando sexualmente de otros; alumnos maltratando a profesores en las escuelas; menores enganchados a la pornografía que descubren la sexualidad a partir de unas escenas cargadas de violencia que nada tienen que ver con la realidad de una pareja que se ama sanamente; niños y niñas víctimas de bullying, de sexting, de grooming, de bloqueadores de la pubertad y terapias hormonales… Algunos culpan de esta crueldad al «mal uso» de las tecnologías, pero lo cierto es que el problema va mucho más allá de las horas que un niño pasa mirando su teléfono móvil. El problema es que esos menores carecen de referencias vitales —modelos— que les sirvan de guía, porque los modelos artificiales de los dibujos animados, las series y películas, la música y los youtubers más promocionados solo conducen a la confusión, paso previo de la perdición en el laberinto espiritual del Minotauro. 
¿Cuántos lograrán salir con la ayuda de Ariadna y cuántos permanecerán atrapados para siempre? 

Al destruirse la familia se destruye la sociedad, no se crea una nueva. Se cae en el caos, se sobrevive, no se convive sanamente. Los hijos nacidos de ese «todo vale» carecerán de la estabilidad que solo los adultos estables pueden ofrecer, por lo que su desarrollo emocional, social y conductual se verá claramente obstaculizado. El apego, «tan necesario para la seguridad de los menores, pasará del apego primario a lo que se denomina apegos múltiples, generadores de inseguridad»7, mientras que la carencia de valores hace que los hijos se comporten como autómatas, incapaces de discernir entre el bien y el mal, como marionetas que se limitan a responder a impulsos externos procedentes de la guerra psicológica. Lógicamente, esos menores un día se convertirán en adultos… Pero ¿qué clase de adultos? Pues está bastante claro: adultos dóciles al sistema, débiles y sin capacidad crítica. Y tampoco podemos a pasar por alto uno de los principales objetivos marcados por la élite globócrata: que las nuevas familias de esta civilización bárbara no tengan hijos, sino perros y gatos, porque la progenie es un crimen delictivo en un planeta superpoblado. Es un «ecocidio».

En definitiva: ¿quién está construyendo la civilización del futuro? ¿Los padres y las madres, las familias, las comunidades…? ¿O los antropolíticos a sueldo de un grupo de criminales sociópatas cuya intención es el debilitamiento, la muerte y la decadencia social? 

De cazadores-recolectores a agricultores 

Primero fue el agua. El agua como núcleo articulador de la vida y la supervivencia. Las primeras narraciones mesopotámicas sitúan al agua como protagonista central. Y desde allí llegó hasta la redacción bíblica. 

La tierra era caos, confusión y oscuridad, mientras que un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Y dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo del cielo en un solo conjunto, y que aparezca lo seco». Y así fue. Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mares». 

En la era de las culturas paleolíticas, los primeros asentamientos humanos se desarrollaban siempre en zonas con agua. Las tribus nómadas se movían de un lado a otro, pero la búsqueda de ríos, mares y lagos era la constante primordial. Así, las grandes culturas se originaron en torno a los ríos Nilo, Indo, Tigris, Yangtsé y Amarillo. Considerada la primera, la cultura sumeria se instaló y se desarrolló en la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates. Los acadios nombraron a esta zona Sumer —«tierra de los reyes civilizados»—, en lo que más tarde se llamó «Creciente Fértil», y pusieron su máxima atención en el trabajo y la gestión del agua. Excavaron canales y modificaron el curso de los ríos para conducir las aguas hacia las tierras preparadas para el cultivo8. Luego recolectaron y molieron los cereales, prepararon alimentos y celebraron alrededor de una mesa ritos de gratitud a la diosa Nisaba, la divinidad sumeria de los cereales y la escritura9. Luego vendrán la Ceres romana y la Deméter griega: la Madre que alimenta a todos sus hijos.

Fabricaron instrumentos de labranza y desarrollaron una exitosa ingeniería hidráulica. Es la tecnología aplicada a la alimentación. Para ayudar a las tareas, domesticaron los animales, como bueyes, vacas, perros, y ampliaron el sistema domesticando cabras, leones, lobos, toros, gatos… El objetivo era alimentar a todos los miembros de la comunidad, pero tuvieron tanto éxito que, con el excedente, desarrollaron un amplio sistema comercial. Es decir, de la abundancia generada por su trabajo, de su actividad agrícola-ganadera, de sus campos, sus pastos y sus canales de regadío nació el comercio a mayor escala, inter-polis, internacional. Y todo partiendo del agua. El agua como origen de una cultura: agri-cultura10. De ella surgen las leyes del comercio, la escritura administrativa y, posteriormente, la literaria… En definitiva, la civilización, el Orden frente al Caos. 

Al mismo tiempo, el gran desarrollo productivo y comercial generó la necesidad de crear un sistema de administración eficiente, lo que se tradujo en la primera construcción política de la historia, el templo11, de donde nació la ciudad-Estado12: 
una unidad política centralizada, con un sistema de leyes de gobierno y, posteriormente, un ejército propio. El templo13 era el centro administrativo de la ciudad-Estado y allí, escritos en tablillas de arcilla, se guardaban los contratos comerciales, los préstamos, los divorcios matrimoniales y los acuerdos entre ciudades. La escritura se inventó en Sumer para contar los bienes. Los cuentos literarios escritos fueron posteriores. 

Por tanto, como vemos, el agua se halla en el principio de las culturas humanas, en el vértice de la civilización. Es el origen de la cultura de la ciudad, de la ley, de las diosas, de las festividades, de las canciones, de la vestimenta, de los cuentos… Los relatos antiguos subrayan que, cuando se domesticó el agua, el Caos fue dominado por el Orden y nació la civilización. La cultura es el resultado de la gestión inteligente de las riquezas que el agua trajo consigo al posibilitar el cultivo de los cereales — la domesticación del ager—, transformando el nomadismo en sedentarismo. Así, pues, el agua no solo es un elemento de subsistencia, sino un generador de cultura y civilización. 

Os estaréis preguntando qué tiene que ver este análisis con la Agenda 2030. Todo. Pero no os impacientéis. Más adelante lo veréis claro. Considero de suma relevancia adelantar esta contextualización porque solo si entendemos la profundidad semántica y simbólica de la cultura del agua en el origen de la civilización humana, comprenderemos la hondura del precipicio al que la nueva anti-cultura —o contra-cultura— de la Agenda 2030 pretende arrastrarnos. Las élites nos engañaron haciéndonos creer que lo más importante era controlar los «minerales raros», cuando, en realidad, lo primero que marcaron en su mapa de guerra fue el agua. El bien más codiciado. 

La ciudad: un espacio habitable que ha de defenderse y expandirse 

La domesticación del agua —como primer signo civilizador— condujo a la domesticación del barro, del que salieron los ladrillos con los que se construyeron las ciudades. Pero lo que considero importante destacar aquí es que los primeros asentamientos humanos no estaban amurallados. ¿Por qué se tomó, entonces, la decisión de edificar esos grandes muros defensivos que pretendían aislar la vida de la ciudad de lo que sucedía en el exterior? 

Miremos a Babilonia, una de las grandes ciudades de la Antigüedad, de la que aún quedan espectaculares vestigios arqueológicos14. Fue el rey Hammurabi (1795-1750 a. C.) el que amplió sus dominios, convirtiéndola en la principal potencia de Mesopotamia en el II milenio a. C. Entre los siglos VII y VI a. C., el rey Nabucodonosor II erigió monumentos tan emblemáticos —símbolos de su inmenso poder— como los legendarios Jardines Colgantes, la Puerta de Ishtar o el Esagila (Casa de la Verdad), el templo dedicado al todopoderoso dios Marduk, considerado la Torre de Babel bíblica. Sin embargo, una de sus principales construcciones fue la ampliación de la gigantesca muralla defensiva que rodeaba la ciudad y que la hacía impenetrable. Nabucodonosor II reforzó los antiguos muros dobles y agregó un tercero y un foso con agua15. 

Así, pues, la construcción de las grandes murallas respondió a la necesidad de defenderse de los proyectos invasores de aquellos reyes pioneros que empezaron a conquistar las ciudades-Estado vecinas para erigir los primeros imperios de la Tierra. Las ciudades pasaron a ser fortalezas. Y, al tiempo que levantaron murallas, los reyes mandaron elaborar cuentos y mitos propagandísticos para argumentar y justificar su orden mundial…

A mi modo de ver, la causa y la consecuencia de erigir murallas defensivas fue la codicia. Y la codicia —tanto antes como ahora— es el origen de la guerra. 
«No codiciarás los bienes ajenos», dice uno de los Mandamientos que Dios dictó a Moisés. La codicia genera guerras, y estas generan caos, robos, pobreza… Así era en Mesopotamia y así sigue siendo ahora en cualquier rincón del planeta. Así, pues, fue la acumulación de la riqueza —producida por la cultura del agua— la que dio lugar a la envidia, a la avaricia y a la guerra para apropiarse de las polis más desarrolladas entre distintos pueblos vecinos, ya fueran sumerios, acadios, babilonios, asirios, hititas, hicsos… Por eso las ciudades comenzaron a amurallarse, para protegerse del pillaje y de la invasión de los enemigos16. 

Durante el imperio seléucida (uno de los reinos herederos de Alejandro Magno), la grandiosa —y supuestamente eterna— ciudad de Babilonia fue abandonada. El motivo es que construyeron la ciudad de Seleucia a orillas del río Tigris, una ubicación más favorable para el desarrollo de las rutas comerciales de la época17. Es decir, no solo se trataba de tener el control de los propios recursos, sino de controlar el comercio de esos bienes. Ahora, mientras escribo estas líneas, se celebra en Pekín el III Foro de la Nueva Ruta de la Seda (18 de septiembre de 2023), a partir del cual nacerán y crecerán unas ciudades mientras otras caerán en el más absoluto abandono. Como le ocurrió a Babilonia. 

A través de las vías comerciales comenzaron a difundirse los cuentos —relatos— que hablaban de la superioridad de los dioses baluartes de unas culturas concretas. La continuada superposición de pueblos dio lugar a un proceso de asimilación e intercambio cultural fundamental para entender cómo unas se imponían a las otras y cómo la que acababa venciendo en cada época usaba el relato —y el arte— como instrumento de propaganda. 

Son muchos los paralelismos que encontramos entre la Antigüedad y la era contemporánea. Veremos más adelante que para construir las llamadas «ciudades inteligentes» (Objetivo 11 de la Agenda 2030) a la medida de los intereses de los globócratas, han de construir relatos — campañas propagandísticas— con los que pretenden engañarnos para aceptar que nos dominen.

Y con el resto de asuntos ocurre exactamente lo mismo. Oculta maquiavélicamente tras elevados propósitos, la Agenda 2030 es una máquina de guerra antropolítica camuflada en un amplio programa propagandístico. 

Por ejemplo, durante la Edad de Hierro, el citado rey babilonio Nabucodonosor el Grande (gobernó entre 604 y 562 a. C.) conquistó el Reino del Sur, o Reino de Judá, y deportó a buena parte de su población a Babilonia18. 
¿Por qué lo hizo? Como estrategia para disolver su cultura, su identidad. Por ello destruyó el Templo de Jerusalén. Antes ya había tenido lugar el llamado «cautiverio de Asiria» (a partir de 722 a. C.), cuando fueron exiliados a la región de Nínive. Después de veinte años de asedio, los habitantes del Reino de Israel huyeron al sur, al Reino de Judá, mientras otros cayeron en manos enemigas. Finalmente, Tiglatpileser III y su hijo Salmanasar V conquistaron el Reino de Israel, integrándolo a su imperio y deportando a sus habitantes. Según la tradición, fue entonces cuando se perdió el rastro de las diez tribus norteñas19, de lo que se deduce que la estrategia de disolución de la identidad cultural fue realmente eficaz y exitosa. Según el Tanaj, similar al Antiguo Testamento de los cristianos, las tribus exiliadas se entremezclaron con los asirios. 

Tiglatpileser III, Nabucodonosor y los demás reyes conquistadores de la época trataron de la misma manera al resto de los pueblos subyugados, con el fin de construir una gran identidad unificada bajo su cosmovisión, una cultura universal para su imperio global. Casualmente, es el mismo proyecto que se oculta en la Agenda 2030: una sola religión, una sola civilización, un gobierno único. Y, para conseguirlo, se necesita tanto una educación universal (trataremos este asunto en el capítulo 4), como provocar migraciones para diluir todas las identidades autóctonas.

La Ley: sustento y origen de la civilización

Para construir esa civilización única es imprescindible crear una Ley universal. En este sentido, es esencial subrayar que los primeros códigos jurídicos fueron la consecuencia del discernimiento moral de la época. Es decir, la Ley proviene de los códigos morales. La moral es el origen, el germen civilizatorio. Nuestros ancestros se organizaron en comunidades más amplias de acuerdo a unas leyes que permitieran la convivencia al identificar qué es bueno y qué es malo, qué está bien y qué está mal desde un punto de vista pragmático para la estabilidad de la comunidad. 

Hubo otros anteriores, pero el más popular es el Código de Hammurabi, un conjunto de 282 leyes inscritas en un monolito por este rey babilónico en el II milenio a. C., que conquistó y posteriormente reinó en la antigua Mesopotamia. Este compendio legal fue el que institucionalizó — influyendo en las leyes de otras culturas— los principios civilizadores necesarios para la construcción de un imperio. Es decir, no eran leyes únicamente para una ciudad-Estado, sino para todas las que integraban el imperio del rey Hammurabi. 

El código estipulaba un castigo para cada transgresión de la ley. Muchos implicaban la pena de muerte, la desfiguración y la filosofía del ojo por ojo, la conocida como «Ley del Talión». Había que regularlo absolutamente todo en aquel intento de construir un imperio que abarcaba miles de kilómetros y englobaba un sinfín de culturas singulares y diversas, aunque con características comunes, ya que todas habían nacido de Sumer. 

Entre las leyes del Código de Hammurabi hay algunas que hoy nos arrancan una sonrisa, como la «Ley 109: Si se reúnen rebeldes en casa de una comerciante de vino de dátiles con sésamo y esta no les toma y conduce al palacio, será muerta». Me encantaría conocer la conspiración que se adivina en ese suceso —sin duda, real— y que generó tal ley. 
¿Quiénes serían esos «rebeldes» y esa «comerciante de vino»? Supongo que la casa que se cita en la ley sería una taberna… ¿Y cómo es que los heteropatriarcales de la época permitían que las mujeres comerciaran y gestionaran un negocio? 

En todo caso, hay que subrayar que somos nosotros, articulados en la sociedad, los que con nuestros actos y comportamientos creamos la necesidad de leyes y normas. Y en este sentido, la Agenda 2030 lo hace de acuerdo, únicamente, a los intereses espurios de la clase plutócrata, olvidándose de nuestras necesidades y de nuestros proyectos. Esto ha ocurrido en distintos periodos de la historia; obviamente, cuando los corruptos y amorales toman el poder y se convierten en tiranos.

El Código de Hammurabi organizaba todos los ámbitos de la vida en la ciudad y las relaciones entre sus habitantes: los precios, los salarios de los trabajadores, la responsabilidad profesional, el funcionamiento judicial… y las penas o castigos para aquellos que se saltasen la ley y abusaran de los demás. Además, establecía una jerarquía social en la que había tres grupos: los hombres libres o awilum; los muškenum, que podrían ser siervos o subalternos, y eran semilibres; y los esclavos, o wardum. Las similitudes con el Nuevo Orden Mundial que plantea la Agenda 2030 no deben pasarnos desapercibidas. 

Quiero resaltar que la función originaria de los primeros gobernantes civilizados de la Tierra era mantener la armonía de las comunidades. Según fuera su capacidad para lograrlo, los gobernados los considerarían buenos gestores o tiranos. 
¿Qué gobernantes actuales se dedican a custodiar la armonía en Occidente? Yo no veo alguno. Hacen justo lo contrario. Como veremos en los siguientes capítulos, la Agenda 2030, envuelta en eslóganes difusos y carentes de significado real, tan solo genera tiranía y caos. 
Una Gran Mentira con la que unos pocos pretenden deslegitimar los valores que hasta ahora han servido de base a nuestra civilización para erigir una nueva dominada por la esclavitud, el materialismo y el borreguismo más delirante.
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1 Siete años después se reeditó en España (dos años antes en Uruguay) con el título Los amos del mundo están al acecho, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 2017.
2 Véase mi libro La Tercera Guerra Mundial ya está aquí, Ediciones Martínez Roca, Barcelona, 2021.
4 Podemos referirnos a todas como una única civilización: la humana.
5 Los pies de la estatua no están esculpidos, de manera que no se mantiene en pie por sí misma. Se cree que la razón es que no estaba expuesta, sino que era constantemente trasladada, ya que esa sociedad era nómada. Debido a las pocas posesiones de los hombres y mujeres del Paleolítico, los historiadores piensan que tenía una gran importancia dentro de estas sociedades. Mi interpretación les confiere una relevancia total.
6 Del libro Báihû tōngyì, escrito por Ban Gu (32-92) a comienzos de la dinastía Han. En Richard Wilhelm y Cary F. Baines, I Ching (1967). El III milenio a. C. fue la época de los legendarios «tres Augustos» y de los «cinco emperadores», personajes clave que llevaron a China las instituciones culturales, sociales y económicas propias de la civilización, como la familia, la agricultura y la escritura. A Fuxi, o Fu Xi, también se le nombra como el «Augusto Celestial». Es el primero de los tres Augustos y de los cinco emperadores, el sabio más antiguo del que habla la historiografía de China.
8. Ahora derrumban los pantanos para cumplir el ODS 15 de la Agenda 2030.
9. Como explicábamos antes, la escritura nace del desarrollo agrario, para contar los bienes. Por ello es lógico que Nisaba sea, al mismo tiempo, la diosa de los cereales y de la escritura.
10. ¿Qué significa la palabra latina ager? Literalmente, «el campo». Este era el nombre genérico que se le daba al terreno geográfico de una región o de un territorio político; también el campo natural, militar, civil o de los dioses romanos. Por tanto, incluye los ámbitos urbanos y rurales, lo público y lo privado, según la clasificación de los conceptos legislados en la antigua Roma.
11. El templo no solo era la sede de la diosa o el dios patrono de una ciudad y de la cultura concreta, sino el centro administrativo donde primero las sacerdotisas y, posteriormente, los sacerdotes contabilizaban y gestionaban la riqueza.
12. Las ciudades-Estado organizaron la producción agrícola, el intercambio comercial y la construcción de grandes obras, y pusieron al frente a una casta de sacerdotisas, sacerdotes y, posteriormente, líderes guerreros que acumularon el poder político, económico y social. Después de Sumer, la historia de Mesopotamia estuvo marcada por las guerras constantes entre las ciudades y por sus intentos de conquista, hegemonía política y creación de los primeros imperios.
13. El zigurat de Ur es uno de los templos mejor conservados de esta cultura antigua.
14. Con la invasión de Irak se expolió el Museo Nacional de Bagdad, donde estaban los principales restos de la cultura mesopotámica.
15. A los historiadores antiguos les impresionaron estos muros, cuyas dimensiones pueden resultarnos exageradas. Así, el historiador griego Heródoto los describió como tan gruesos que un carro de cuatro caballos podría girar sobre ellos sin tocar ninguno de los lados. Tenían casi trescientos pies de altura.
16. Para quienes estáis más familiarizados con los textos de la Antigüedad, recordad que el Enūma Eliš, el poema épico fundacional del nuevo orden mundial de los acadios, es un cuento propagandístico en el que el dios Marduk somete a la antigua diosa Tiamat, divinidad del Agua (entre otros atributos). Con Marduk comienza una nueva era, en detrimento del poder de la Madre para elevar el del dios guerrero, conquistador y constructor de imperios.
17. Paulatinamente, llegó a su abandono definitivo.
18. La historiografía judía lo referencia como el «cautiverio de Babilonia». Comienza en 586 a. C. y finaliza con el edicto del rey persa Ciro de 538 a. C., que permitió el regreso de los judíos a sus tierras de origen al año siguiente.
19. Se habla de las «diez tribus perdidas» en Crónicas 5:26, 2 Reyes 15:29, 2 Reyes 17:3-6, 2 Reyes 18:11-12. Los miembros de las diez tribus del reino de Israel habían sido advertidos por los profetas de la época, Elías e Isaías, respectivamente, de que debían cambiar su actitud corrompida, pues de lo contrario recibirían el castigo de Dios.


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Libertad o tiranía Agenda 2... by Graciem Gomez


LA AGENDA 2030 LIBERTAD O TIRANÍA

LIBERTAD O TIRANIA (AGENDA 2030), con Cristina Martin AlexComunicaTV