EL Rincón de Yanka: MENTIRAS DE "LA CARTA DE LA TIERRA": LA ONU HUMANICIDA Y PAGANA 👿👥💥💣💀

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miércoles, 13 de julio de 2022

MENTIRAS DE "LA CARTA DE LA TIERRA": LA ONU HUMANICIDA Y PAGANA 👿👥💥💣💀



Con la intencion de subordinar al Mundo a los "valores" del Discurso Cultural Dominante que quiere imponer el Nuevo Orden Mundial varios organismos de la ONU, y paralelos, con la complicidad de muchos gobernantes nacionales, y en contra de los intereses de sus pueblos, están preparando, a través de diversas conferencias internacionales, "una única agenda para el gobierno mundial".
Ésta somete a los intereses de una minoría privilegiada al resto de la Población.

Altas instituciones internacionales, y con la participación de muy influyentes personajes ser reunieron a finales del año 2001 para preparar la reunión Rio + 10.

Las declaraciones finales de estas reuniones, además de muchos lugares tópicos, en los que no se podría dejar de estar de acuerdo por ser generalidades de buena voluntad, sin embargo incluyen conclusiones que traslucen las verdaderas intenciones de los objetivos de estos encuentros de la plutocracia muncial
En el mismo sentido, los discursos de algunas de las autoridades no auguran nada bueno. Se advierte en estos planteos la sombra de "la Carta de la Tierra". Aunque no se la nombra es clara la referencia a ese "código de ética de la nueva era, que sustituirá a los Diez Mandamientos", según el ex-premier soviético M. Gorbachov.

De todas estas reuniones preparatorias pera esta Cumbre, llamada Río+10, convocada para el año, se puede concluir que ha sido el momento elegido para "proponer al mundo" (imponer por parte de los intrumentos del "sistema") nuevos principios éticos, que incluyan la obligatoriedad de someterse a los dictados de la llamada "gobernabilidad global". Una de nuestras esperanzas es que esa reunión fracase por el enfrentamiento entre las tendencias más "socialistas" y las corrientes más "capitalistas", que se advierten en los organismos internacionales.

Cada año tiene para la ONU una meta, un objetivo. En el año 2001 la finalidad declarada fue la de destruir la familia sustrayendo a los niños de la autoridad de sus padres, en nuestras páginas hemos seguido este proceso global que aún no ha terminado. El objetivo de la ONU, y la constelación de ONG's que con ella trabajan, era consolidar su propósito en la Cumbre de la Infancia programada para septiembre pasado. La reunión fue suspendida por los criminales atentados terroristas de New York. La Cumbre sobre la Infancia, para conmemorar los 10 años de la segunda versión de la Convención de Derechos del Niño, se realizará en mayo de este año.

Sin embargo, este año ya tenía fijado el objetivo. Centrado en la Cumbre llamada de Río+10, (Sud Africa del 26-08-2002 al 4-09-2002, las fechas anteriores eran del 2 al 11 de septiembre), la meta es terminar de tejar los últimos acuerdos en orden a afianzar no sólo las políticas de control de población sino también un nuevo orden social para el mundo entero.
En efecto, en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sustentable (siglas en inglés WSSD), -ese es su nombre oficial-, el proyecto de dominio mundial de los países del norte ha centrado gran parte de sus esperanzas para imponer a todas las naciones, con categoría de dogma, una tríada indisoluble: 
1) nuevos derechos humanos (entre ellos los llamados "reproductivos", -anticoncepción y aborto-); 
2) desarrollo sustentable (perspectiva de género, sociedades sustentables, salud sustentable, educación sustentable, etc); 
3) conservación del medioambiente para las generaciones futuras, (es decir, reservar parte del mundo para que lo exploten los países ricos).

Dándole unidad a estos tres aspectos aparece ya un nuevo culto religioso o casi religioso, llámese "Carta de la Tierra" o con cualquier otro nombre.
Aunque en borradores posteriores de la Carta se ha tratado de moderar sus afirmaciones, reiteramos lo que hace un tiempo publicamos en estas páginas, porque entendemos que conserva toda su validez:

La Carta de la Tierra es un documento pensado en el seno del Consejo de la Tierra que preside Maurice Strong, ex-subsecretario general de la ONU, conocido impulsor de políticas compulsivas de control de natalidad. Del mismo consejo forma parte el ex premier soviético, que ahora vive en Suiza, Mikhail Gorbachov, fundador de la organización Cruz Verde Internacional. También intervinieron, entre otros, en su redacción el ex-Director General de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, Mercedes Sosa, y los difuntos Paulo Freire y Bella Abzug, entonces presidenta de WEDO, la Organización para el Desarrollo de las Mujeres y el Medio Ambiente, una de las poderosas ONG's con status consultivo en las Naciones Unidas, que busca, entre otras cosas, el reconocimiento del aborto como derecho humano y la equiparación de las parejas homosexuales a las heterosexuales.

La Carta de la Tierra fue presentada y aceptada por el Secretario General de las Naciones Unidas e incluida entre los documentos a aprobar por los Jefes de Estado en la Cumbre de la Tierra+5 (Río+5, Asamblea General de las Naciones Unidas, 23 al 27 de junio de 1997). Pero a pesar de que la falta de tacto de los funcionarios del Consejo para el Desarrollo Social, hizo que la oposición del bloque de países llamado Grupo de los 77 hiciera fracasar la iniciativa, la Carta de la Tierra no fue enterrada en junio de 1997 en Nueva York, sino que sigue en pie y goza de buena salud.

La Carta de la Tierra, como indica Gorbachov, es "el manifiesto de una nueva ética para el nuevo mundo", un verdadero "Decálogo de la Nueva Era", base para un código de conducta universal que deberá regir al mundo desde el año 2000. "Estos nuevos conceptos -dijo el ex premier soviético y antes jefe de la KGB-, se deberán aplicar a todo el sistema de ideas, a la moral y a la ética y constituirán un nuevo modo de vida. El mecanismo que usaremos, será el reemplazo de los Diez Mandamientos, por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra".

La Carta de la Tierra es un manifiesto materialista y pagano, es más, panteísta, que entre otras cosas intenta controlar férreamente la población mundial. Una de las explicaciones que le encuentran los expertos a este documento, es la de disfrazar de elevadas intenciones, -por el bien de la humanidad-, el proyecto de convertir grandes extensiones del planeta en el almacén de materias primas que asegure el sostenimiento de los hábitos opulentos de consumo de unos pocos privilegiados.
Si no es así, ¿por qué habla, con el acostumbrado lenguaje antinatalista de la ONU, de modos de "reproducción que respeten los derechos humanos y las capacidades regenerativas de la tierra"?. ¿Se impondrán cuotas de población a ciertas zonas del planeta, para preservar los recursos naturales?.

¿Por qué la insistencia de la Carta en conceptos que la ONU utiliza para disfrazar sus políticas de control de natalidad y sus proyectos de reingeniería social, como la equidad de género y la salud reproductiva y sexual de las niñas y las mujeres, como pre-requisitos para desarrollo sustentable?
"La tierra, cada forma de vida y todos los seres vivientes poseen un valor intrínseco. Se debe garantizar el respeto y su cuidado", dice la Carta en su primer punto. Pero, ¿se desprende de esto que sólo el hombre tiene derechos absolutos, que le han sido dados por el Creador?, o por el contrario, ¿las piedras, las plantas y los animales, tendrían los mismos "derechos" que el hombre?
Como lo declararon en Río de Janeiro en 1997, los redactores de la Carta están dispuestos a convertirla en "la única agenda para el gobierno mundial", es decir, es un propósito declarado, que la Carta es un proyecto totalitario, de imposición de una determinada ideología, que en su materialismo, en su ateísmo, y en su afán de control, coincide con el marxismo.
Desde hace tiempo la opinión pública está siendo sometida a un lavado de cerebro que trata de sustituir el concepto de respeto debido a la naturaleza, de raíz eminentemente cristiana, con los esquemas ecologistas de la nueva ideología del humanismo inmanentista.
Esta ideología no se priva de cultivar diversas formas de materialismo pseudo religioso, que asimiló algunas manifestaciones de misticismo oriental, a veces esotérico, y con eso procura descristianizar la sociedad e implantar un nuevo modo de interpretar toda la realidad. En los documentos internacionales se llama claramente a este empeño, proceso de reingeniería social.

El nuevo humanismo pretende salvar de un supuesto exterminio, por ejemplo, a las focas, ballenas, gorilas, manatíes, chitas, elefantes, diversas especies de mariposas, osos y cabras montesas, por otro, no sólo se justifica, sino que se tiene como una obligación "natural" procurar y provocar un verdadero y propio holocausto con leyes que autorizan el abominable crimen del aborto. Y esto en nombre de la paz y la armonía. ¿No es la matanza de millones de inocentes, el mayor atentado contra la paz? .
La nueva ideología se preocupa de las víctimas de la violencia, -refugiados, prófugos, excluidos y migrantes-, sometiendo a sus mujeres compulsivamente al aborto y a la esterilización, para que no sumen más de la cuenta y pongan en jaque "la gobernabilidad global".

Por su ecologismo, la nueva ideología está impedida para distinguir entre el ser humano y la bestia. No es infrecuente, por ejemplo, que en documentales de televisión sobre la vida silvestre, producidos por National Geographic, Audubon Society, la BBC, etc., se llame al chimpancé "nuestro hermano" o "nuestro primo" y, en general, no sólo se culpe al hombre de algunos desmanes que son ciertos, sino que se lo presente por definición como "el enemigo" de la naturaleza -el máximo depredador-, sin reconocer su dignidad trascendente y poniéndolo en pie de absoluta igualdad con los otros seres vivos, distinto de ellos sólo por pequeños porcentajes de ADN.

La nueva ideología rompe lanzas por mantener la naturaleza intacta, bosques, mares y montañas, pero desconoce las naturales diferencias entre hombre y mujer, tratando de imponer unos nuevos derechos, contrarios a la naturaleza misma, basados en la teoría del género y la libre opción sexual.
La nueva ideología predica incansablemente que el ser humano tiene como fin elevar propia calidad de vida, aún a costa de la vida de los no nacidos, los enfermos y los viejos. Busca una utópica felicidad intramundana, que el hombre sólo con sus fuerzas nunca podrá alcanzar. Así, reedita las teorías sobre el progreso sin fin de la humanidad.

A la vez, como quien conserva en un zoológico a un orangután albino, intenta preservar lo que llama culturas autóctonas, condenando -previa esterilización, para que no sumen más de la cuenta-, a otros seres humanos a la ignorancia y al subdesarrollo, porque la educación y la transmisión de conocimientos ha de ser sustentable, es decir, limitada.
El nuevo humanismo predica también el "respeto a la diferencia" buscando el reconocimiento de ciertos derechos para los homosexuales, provocando el disgusto de los indígenas, que se ven incluidos en la misma bolsa con esos "diferentes".

Pero en nuevo humanismo le niega "el respeto a la diferencia" a otros seres humanos que, por ejemplo, desean ser buenos cristianos, viviendo su fe en todo lugar y no sólo encerrados en su casa o en la iglesia; también se lo niega a una pareja -hombre y mujer; cristianos o no- que quiera tener una numerosa prole; también se lo niega a esos u otros padres que, ejercitando sus derechos inalienables, quieren transmitir a sus hijos una fe trascendente; y, por supuesto, el nuevo humanismo no ejercita el "respeto por la diferencia" con respecto a los médicos que por motivos éticos, no quieren ser cómplices del crimen abominable del aborto.

Toda diferencia que no entre dentro de las diferencias estipuladas por la nueva "nomenklatura" nacional o internacional es calificada por los voceros del nuevo orden, de antidemocrática, violenta, totalitaria y fundamentalista.
En la presentación de la Carta de la Tierra sus redactores afirmaron haber consultado a más de 300 líderes religiosos. Así, la Carta de la Tierra pretende vestir de una cierta espiritualidad al nuevo orden mundial.

Un proyecto similar en ideología e intenciones lo encontramos en el proyecto de Nueva Etica Global, que Hans Kung presentó hace pocos años en el Foro Económico de Davos, auspiciado por el World Wildlife Found (WWF, Fondo para la Vida Silvestre, del príncipe Felipe de Edimburgo). El ex teólogo católico dijo allí que no se puede construir el nuevo orden mundial sin su nueva ética planetaria. En la misma línea, Gorbachov se compromete a imponer la Carta de la Tierra en lugar de los Diez Mandamientos, porque es necesaria "una nueva ética para la nueva era".

Algunos han intentado unir estos dos proyectos y así constituir un "único paradigma mundial para la paz y la gobernabilidad global". Entre otras cosas, cabe preguntarse, ¿puede haber diálogo con este nuevo humanismo?, ¿se le puede conceder alguna buena intención a este totalitarismo?, ¿no debemos ir pensando más en cómo resistir que en cómo dialogar con este nuevo orden?.


Fuentes: Propias; The Club of Rome, Press Release, Valdivia Conference, 12-14, Novembre-2001; Declaración Final de la Reunión del Club de Roma sobre "Pobreza, Solidaridad y Desarrollo Sostenible" en Valdivia, Noviembre 12-14, 2001; 2001 Annual Conference, Poverty, Solidarity and Sustainable Development, November 12-14, 2001, Programme; Tasneem Ahmad Siddiqui, Presentation to the Club of Rome, Valdivia (Chile) on Nov. 13, 2001; Message from His Royal Highness Prince El Hassan bin Talal of The Hashemite Kingdom of Jordan to The Club of Rome 2001 Conference Valdivia, Chile, 12th-14th November, 2001; EQUIDAD Y SOLIDARIDAD: OBJETIVOS ESQUIVOS DEL DESARROLLO LATINOAMERICANO, Palabras del Secretario Ejecutivo de la CEPAL, Dr. José Antonio Ocampo, en la reunión anual del Club de Roma, Valdivia, Chile, 12 de noviembre de 2001.

Mentiras en la Carta de la Tierra 

LA ONU CONTRA LOS HOMBRES Y LAS RELiGIONES.

“La Carta de la Tierra debe de substituir a los Diez Mandamientos 
y al Sermón de la Montaña”. 
Afirma alto funcionario de la ONU 
(Michael Gorbachov)

Una nueva ideología que la ONU pretende imponer a los hombres, en un intento de subordinar países y religiones, especialmente a quienes protegen la vida humana en un intento de hegemonía sin precedentes. Como los Nazis mataban judíos o Stalin mataba campesinos, este nuevo organismo global se ensaña con la fecundidad humana y entre otras muchas cosas, ha comenzado a efectuar exterminio de nonatos a gran escala Es una cruza entre Herodes y la bacteria abortiva Brucella abortus La ONU escribió esta Carta como herramienta de genocidio. Ahora trata de subordinar a ella a cualquier precio, a toda ley que apunte a defender la vida humana del holocausto planeado.

INTRODUCCIÓN

A lo largo de los últimos años, desde 1987, las Naciones Unidas ha desarrollado y presentado en parcialidades un programa (eventualmente “Protocolo de Kyoto”) que se va convirtiendo en un proyecto de religión1 que promueve activamente en todo el mundo, bajo la forma de un documento que llaman “La Carta de la Tierra” (o “la Constitución de la Tierra”) Conocidas son las leyes elaboradas por la ONU que ya operan internacionalmente, como la Carta de los Derechos Humanos, pero ahora desean hacer una estructura jurídica completamente nueva, legislando con argumentos profundamente “naturales” –y cuestionables- que suenan bien orquestados, para los que no conocen a fondo el tema. Esconde mentira tras mentira, múltiples injusticias y demuestra gran ignorancia sobre aspectos que afectan al hombre, su historia y su entorno. 

En cuanto a la pretensión política sin duda tienen aspectos que nos recuerdan al “Manifiesto comunista”, al “Mein Kampf” nazi o al “libro Rojo de Mao”. Con un perfil antagónico a las religiones en las que se cree en un dios personal (cristianismo, islamismo judaísmo) promete imponer un nuevo paquete de dogmas, moral y culto parecido a los que existían en las sociedades primitivas, en los que animales eran dioses (antiguo Egipto por ejemplo), aunque aquí las principales deidades son la tierra y la diversidad de especies, una moral en la que el hombre pasa a ser -a lo más- segundo en la creación, ya que con el pretexto de cuidar el entorno del hombre, hunden al género humano bajo los requisitos de miles de otras especies –frecuentemente dañinas- buscando el culto a la diversidad y dándole más peso a la inercia ecológica que al desarrollo de nuevas fuentes de aprovisionamiento. 

Si alguien se pregunta, “en potencia, ¿qué podrá compararse en este nuevo siglo con los holocaustos del siglo pasado?, sugiero que ponga esta “Carta de la Tierra” en un lugar preeminente de su lista, y si no me creen, los invito a que reflexionen conmigo las descripciones que siguen –sobre las falacias y pretensiones políticas que esconde la “Carta de la Tierra”- y de paso observe la habilidad y cinismo con que la Organización de las Naciones Unidas se prepara para convertirse en otro gran imperio, como intentaron antes otros promotores del superestado. 

VER+:












"Cómo Funciona 
Realmente el Mundo"
Alan B. Jones

Describe el origen y naturaleza del PODER MUNDIAL que promueve e impone la GLOBALIZACION, y el modo en que nuestros pueblos son esclavizados.
Se trata de una compilación de libros de autores norteamericanos -excepto uno-, dirigida a los estadounidenses para la restauración de su "independencia nacional" perdida.
Equiparable a un manual de inteligencia, la obra de Alan B. Jones constituye una verdadera joya de información actualizada y sistema- tizada, política y estratégica, de forma tal que son pocos los temas que no han sido tocados. Nos dice quiénes son los responsables, por qué lo hacen y cómo han conseguido someter y terminar con los Estados Nacionales.
Una obra de conocimiento imprescindible, para quienes luchan para liberar sus respectivos países de la dominación imperialista ejercida por el poder mundial de la usura y del dinero.


El presente artículo fue publicado como Anexo 3 de la obra traducida al español “Cómo Funciona Realmente el Mundo”, de Alan B Jones (Editorial Segunda Independencia; Tercera Reimpresión; Buenos Aires - Argentina; 2004). 

HACIA UN HOMBRE EMBALSAMADO. 
UNA LECTURA DE LA OBRA DE FRANCIS FUKUYAMA


Francis Fukuyama, ex director adjunto de planificación política en el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norte­ América, ha publicado recientemente una obra titulada "El fin de la Historia y el último hambre. Este escrito halla sus orígenes, nos dice el mismo Fukuyama, en un artículo titulado «¿El fin de la historia?» que escribiera para la revista The National Interest en el verand de 1989 (1). En El fin de la Historia y el último ham­bre, el autor intenta demostrar que hemos llegado al fin de la his­toria (2).

Ahora bien, es preciso aclarar lo que Fukuyama entiende 
por historia. La historia, nos dice, no ha de pensarse como la «sucesión de acontecimientos» -en este sentido no sería dado ha­blar de fin de la historia-, sino como un procesa único, evolutivo, coherente que toma en consideración la experiencia de todos los pueblos (3). Atendiendo a este concepto de la historia, el ex fun­cionario del gobierno estadounidense expresa que ya no existirán más los cambios históricos sustanciales: ya no es posible imaginar un mundo esencialmente distinto del que nos toca vivir (4). 

Para este pensador, existe una «tendencia común a la evolución de todas las sociedades humanas, es decir, algo así como una historia uníversal de la humanidad en marcha hacia la democracia liberal» (5).
Pero, veamos, ¿cuál es la razón o las razones que permiten abonar la tesis de Fukuyama anteriormente expuesta?

Para este autor, la democracia liberal marca el final de la 
his­toria de la humanidad en cuanto viene a satisfacer dos deseos que brotan de dos partes constitutivas del alma. Uno de ellos es el de «conservar la vida», lo cual exige por parte del hombre la bús­queda de objetos materiales que sacien tal deseo; el otro, es el deseo de reconocimiento que, como tal, es un deseo más que de
objetos materiales, de ser reconocido, y no sólo por otros hombres sino, ante todo, como hombres (6). En la concepción de Fukuyama, siguiendo en esto a un Hegel interpretado por Kojeve, el deseo de reconocimiento es lo que constituye al hombre como tal. El hombre no está determinado por su naturaleza física o animal, pues su misma humanidad consiste. en esa capacidad de superar o negar esa naturaleza animal.
La capacidad de elección moral constituye la dignidad humana.
El tema del deseo de reconocimiento es tan antiguo como la tradición de la filosofía política occidental (7).

Ya Platón, en La 
República, distinguía tres partes en el alma: la que desea, la que razona y el thymos. Conviene aclarar que el thymos no es lo mismo que el deseo de reconocimiento, ya que este último es una activi­dad del thymos que exige que otra conciencia comparta la misma valoración, y el primero ( el thymós) es la parte del alnia que da valor a los objetos. Claro está, nos dice Fukuyama, que como la estima es un estado de conciencia, y que para tener certidumbre del sentido propio es preciso ser reconocido por otra conciencia, ha de concluirse en la afirmación de que el thymos conduce a bus­car el reconocimiento de los demás (8). El deseo de reconocimiento es la parte de la personalidad humana, más específicamente politica porque es la que empuja al hombre a afirmarse a sí mismo sobre los demás (9).

Ahora bien, por la combinación del deseo y la razón pueden 
explicarse algunas conductas humanas. Es por el deseo que el hombre es inducido a buscar cosas exteriores a él, mientras que la razón calculadora le muestra el mejor modo de alcanzarlas. Otras conductas humanas encuentran una explicación satisfactoria en el deseo sino en la búsqueda del reconocimiento de la propia valía (autoestima o respeto de sí mismo). Esta tendencia que surge de la parte del alma llamada thymos, provoca tres sentimientos: la
ira, cuando tratan a uno como si. valiera menos de lo que cree; la vergüenza, cuando uno no consigue comportarse de acuerdo al propio valor que cree tener; y el orgullo, cuando se le valora a uno de acuerdo con su sentido del propio valor (10). Por lo tanto, el deseo de reconocimiento y sus tres sentimientos correspondientes, motivan todo el proceso histórico. Para nuestro político, el deseo de reconocimiento es el eslabón entre la economía liberal y la política liberal.

Fukuyama, como podemos apreciar, para probar que 
el sistema liberal democrático satisface plenamente los deseos de los hom­bres, y que, como consecuencia de ello, la historia ha llegado a su fin, se ve conducido necesariamente a precisar la naturaleza del hombre. Su reflexión acerca de la naturaleza humana no se llevará a cabo desde la revelación, a la que descarta (11), sino a partir dé una actividad de pensamiento filosófico personal que se orienta en dos direcciones: hacia los filósofos del pasado que meditaron el
tema que venimos considerando, y hacia la propia· alma de quien se cuestiona. Este enfoque transhisórico (12), en cuanto se halla anclado en la naturaleza humana, es imprescindible para postular una jerarquía de características humanas esenciales y no esenciales.
De este modo, se podrá saber si la democracia liberal otorga una verdadera satisfacción a las aspiraciones humanas. Ciertamente, no podemos hablar de la historia y mucho menos de una his­toria universal sin referimos a una medida permanente, transhis­tórica, o sea, sin una referencia a la naturaleza. Sin este parámetro que permanece fuera de la historia; serla imposible distinguir en el devenir histórico lo importante de lo que no lo es.

Esta tendencia del hombre a 
«la lucha por el reconocimiento», nos permite superar una interpretación economicista de la historia universal. Esta visión economicista es patrimonio de las socieda­des liberales más viejas y duraderas, cuales son Inglaterra, Estados Unidos y Canadá ( ello, debido a la influencia de las teorías de Hobbes y Locke, fuentes originales del liberalismo). Para estos pensadores, el prototipo de hombre es el burgués, cuyo deseo pri­mario y exclusivo es el de conservar la vida y obtener el propio
bienestar. De allí que ambos sostengan que el Estado deba educar al hombre para que subordine su deseo de reconocimiento -fuen­te de toda violencia y de todo sufrimiento- al deseo de conservar la vida. y al deseo de dotar esta vida de comodidades materia­les (13). La conservación de la vida es el hecho moral fundamen­tal (14). Digamos de paso que, para Fukuyama, la razón y el deseo constituyen la parte dominante de alma del hombre liberal mo­derno (15). Es curioso observar que este autor, si bien se apercibe de la insuficiencia de un enfoque historicista para dar cuenta del senti­do de la historia, sin embargo, no admite la existencia de una naturaleza humana en
el sentido de algo determinado y perma­ nente. Por el contratio, la naturaleza humana es lo indeterminado.

Esta indeterminación esencial faculta al hombre para crear su pro­
pia naturaleza (16). No podemos, entonces, dejar de preguntamos: ¿no es contradictorio, acaso, afirmar que la naturaleza es lo inde­terminado y, simultáneamente, admitir estructuras permanentes que la constituyen cuales son el deseo de conservar la vida y el deseo de reconocimiento? Además, si como afirma Fukuyama, el hombre primitivo tenía un punto de partida que equivalía a un estado de naturaleza (17), cabe interrogarse: ¿cómo puede afirmarse, entonces, que la naturaleza del hombre sea la indetermi­nado?
Esta objeción dejaría al pensamiento de Fukuyama huérfano de una instancia inmutable a partir de la cual pueda medirse lo cambiante, con lo cual caería por tierra su tesis del fin de la his­toria con el advenimiento de la democracia liberal. En efecto, si la naturaleza humana es lo indeterminado, nada determinado, v. g., la democracia liberal, habrá de saciar sus expectativas en tanto su ser es indeterminación. Pretender hablar. de la naturaleza humana
en términos de determinaci6n es aniquilar su misma esencia. Así, toda determinación estará condenada a no ser más que un episodio irrelevante en el proceso del coriúnuo devenir.

Retomemos ahora el hilo del razonamiento de Fukuyama. 
De­cíamos que la consideración del thymos permitía escapar del eco­nomicismo reinante a la vez que dar una explicación satisfactoria de la historia. Pero es preciso tener en cuenta que el thymos es ambivalente, pudiendo aparecer como el deseo de ser reconocido como superior a otros (= megalotbymia), o como el deseo de ser reconocido como igual a los demás (= isotbymia). La megalotbymia conduce políticamente al imperialismo, constituyendo el lado os­curo del thymos (18). De allí que se imponga el cultivo y la do­mesticación del thymos. Precisamente, el proceso de modernización se explica, por el triunfo del deseo del alma guiado por la razón sobre la parte thym6tica. La modernización económica, nos dice Fukuyama, «exigía no sólo la creación de estructuras sociales mo­dernas, como ciudades y burocracias racionales, sino también la victoria ·ética del modo de vida burgués sobre la vida 'thym6tica' del aristócrata» (19). En la actualidad, la megalothymia no goza de respeto, habiendo sido reettiplazado su lugar por la parte deseante del alma, realidad ésta que se manifiesta en la
economización de la vida y la aparición de la isothymia. Fukuya­
ma, a propósito de esto advierte que, pese a que los padres de la tradición anglosajona del líhetalismo trataron de desterrar de la
vida el tbymos, sin embargo, hoy éste nos acosa bajo la forma de isotbymia. 

Aunque no se hable del thymos se emplean términos que lo expresan cuales son «respeto», «autoestima», etc. (20). El advenimiento definitivo del Estado liberal universal y ho­mogéneo señala el fin de la historia. Ello porque la sociedad libe­ral es un acuerdo igual y recíproco entre ciudadanos para recono­cerse mutuamente. Todos reconocen la dignidad de cada hombre como un ser libre y autónomo (21). Junto a esto, la democracia liberal ofrece al hombre la satisfacción plena de las necesidades que brotan de la parte descante del alma. Cabe consignar que Fukuyama denomina al Estado liberal: universal pues permite re­conocer a todos los ciodadanos en tanto que son seres. humanos; homogéneo en cuanto que crea una sociedad sin clases, basada en la abolición de la distinción señores-esclavos. Permítasenos ci­tar estas palabras de Fukuyama que, con respecto a lo que veni­mos diciendo, son harto significativas: «El Estado universal y ho­mdgéneo que aparece al final de la historia puede, pues, verse como descansando en las dos columnas de la. economía y el reco­nocimiento.

El proceso histórico. humano que conduce hasta él ha 
sido impulsado igualmente por el gradual despliegue de la ciencia natural moderna y por la lucha por el reconocimiento. El primero emana de la parte deseante del alma, que al ser liberada a comienzos de la edad moderna condujo a la acumulación ilimitada de riqueza. Esto fue posible gracias a la alianza qúe se formó entre el deseo y la razón; el capitalismo está inextricablemente ligado a la ciencia natural moderna. La lucha por el reconocimiento; O, por otro lado, se originó en la parte thymiótica del alma, y progreso gracias a la realidad de la esclavitud, que contrastaba con la visión por el esclavo de un mundo en el eual todos los hombres eran libres e iguales a los ojos de Dios» (22).

Ahora bien, ¿sobre qué fundamentos descansa la democracia liberal? Resulta sorprendente que una de las creaciones más racionales del hombre, esto es, la democracia liberal, posibilitada por la emancipación de la razón (hecho ocurrido en el nacimiento de la modernidad), descanse sobre fundamentos irracionales. Fukuyama nos dice: «Para que la democracia funcione, los ciudadanos han de desarrollar un orgullo irracional por sus instituciones democráticas, y han de desarrollar también lo que Tocqueville llamaba 'el arte de asociarse', que se basa en la oitgullosa adhesión a las pequeñas comunidades» (23). 

Como podemos apreciar, el último fundamento del Estado liberal se halla en la línea de la decisión de Kant de dar primacía a la razón práctica. Sucede que cuando los hambres quedan desligados de la instancia metafísica caen en un moralismo arbitrario y sentimentalista. Comte ya había sacado estas conclusiones cuando fundó su filosofía positiva. En el Discurso sobre el conjunto del positivismo expresaba: «La necesidad de asignar con exactitud el lugar que ocupan el entendimiento y el corazón en la organización de la naturaleza humana y de la sociedad lleva a la decisión de que el afecto debe ser el punto central de la síntesis». 

A esto añadía: «La fundación de la ciencia social confirma la afirmación hecha al comienzo de esta obra de que, en el positivismo, el entendimiento acepta una posición de subordinación al corazón. El reconocimiento de esta tesis, que es el principio subjetivo del positivismo, hace posible la construcción de un sistema completo de la vida humana» (24). Fukuyama tiene clara conciencia de que el relativismo cultural constituye el mayor peligro tanto para la permanencia del sistema democrático liberal como para el mismísimo hombre; relativismo cultural que es patrimonio del hombre de fines del segundo milenio y que tiene como correlato la negación de la metafísica. 

Es cierto que el autor que nos ocupa reconoce otras amenazas para el triunfo definitivo del Estado liberal democrático (cuales son el grado y carácter de la conciencia nacional, étnica y racial de un país; la religión —si no es tolerante—; la existencia de una estructura sedal altamente desigual y todos los hábitos mentales derivados de ella; y la falta de capaddad que tenga una sodedad de crear autónomamente una sodedad dvil, esfera dentro de la cuál la gente pueda ejercer la asodadón sin depender del Estado) (25); sin embargo, d relativismo cultural coinstituye la más grave amenaza para el sistema. Es el relativismo cultural el que ha hecho de la tarea fundar los derechos humanos una empresa utópica (26). Los valores democráticos están minados en su misma base. 

En efecto, el «relativismo, la doctrina que mantiene que todos los valores será meramente relativos y que ataca todas las 'perspectivas privilegiadas', ha de terminar socavando también los valores democráticos y de toleranda. El relativismo no es un arma que pueda apuntarse sdectivamerite a los enemigos que se escojan. Dispara indiscriminadamente, alcanzando a las piernas no sólo de los 'absolutismos', los dogmas y la certezas de la tradidón occidental, sino también a la importancia que esa tradidón da a la toleranda, la diversidad y la libertad de pensamiento. Si nada puede ser absolutamente derto, sí todos los valores están determinados por la cultura, entonces acaban echándose de lado también valores muy queridos, como d de la igualdad humana» (27). 

Aquí, en este texto, Fukuyama se rige por los cánones de la lógica aunque, sin embargo, termina siendo dominado por una suerte de voluntarismo cuando afirma que en tanto se imponga la idea de una historia universal y direcdonal que conduzca hada la democracia liberal, su permanencia ahogará d relativismo cultural reinante (28). ¡Parece ser que el sistema tiene una voluntad suicida! Es por ello que, si el relativismo cultural hace peligrar la base del mismo sistema liberal democrático, habrá que hacer todo lo posible para erradicarlo del espíritu del hombre. Por el contrario y lejos de ello, Fukuyama acepta que la «educación superior en Estados Unidos y otros países occidentales inculca hoy generalmente la perspectiva historicista y relativista del pensamiento del siglo XX. 

Esto prepara a los jóvenes estudiantes para ser ciudadanos en democracias liberales, al alentar en ellos una especie de tolerancia hacia puntos de vista distintos a le« suyos, pero también les enseña que nó hay una base definitiva para creer en la superioridad de la democracia liberal respecto a otras formas de gobierno» (29). Es de destacar que, si bien el pensador del Norte intenta delinear el futuro del mundo distinguiendo el mundo poshistórico —triunfante y definitivo— en el cual el eje de interacción entre los Estadós será económico perdiendo importancia las viejas reglas de la política del poder, del mundo histórico, fisurado por conflictos religiosos, nacionales e ideológicos; no deja de abrigar profundas sospechas acerca de si los hombres quedarán definitivamente satisfechos con el nuevo Estado liberal democrático. 

Si las carretas, es decir, las diversas naciones, alcanzarán la tierra prometida, esto es, el Estado liberal democrático, no podría saberse, quizás, si «sus ocupantes, después de echar una ojeada al nuevo paisaje, no lo encontrarán a su gusto y posarán la mirada en otro viaje nuevo y distante» (30). Varias son las amenazas que se ciernen sobre el triunfo definitivo del Estado liberal democrático. Para Fukuyama la amenaza vendrá de un excesó de megdothymia. De allí que el actual liberalismo se encargue de ocupar a los grandes hombres, es decir, a aquellos en los que la megdothymia es el deseo dominante, en tareas estrictamente económicas. Sucede que la megdothymia no puede negarse en cuanto es un deseo que surge de la misma naturaleza humana, y hacerlo sería violentarla; el tratamiento dado a aquella por parte del Estado será el de encauzarla hada menesteres que no pongan en peligro el sistema, v. g., los negocios, el deporte, etc. 

La principal amenaza, como ya lo señaláramos, procale del relativismo cultural. Estas últimas afirmaciones nos muestran, por un lado, la endeblez del argumento que recorre toda la obra de Fukuyama, cual es la proclamación del fin de la historia con el íadvenimiento del Estado liberal; y, por otro lado, su misma falta de convencimiento acerca de su realización. Queremos interrogarnos, ahora, acerca de dos cuestiones que consideramos de especial importancia. La primera de ellas se pregunta acerca del lugar que ocupará la religión —y concretamente, el cristianismo— en el nuevo orden general (31) (si se cumple, claro está, la tesis de Fukuyama); la segunda interroga por cuál haya de ser el perfil del nuevo hombre. Vayamos entonces a la primera cuestión. Fukuyama está convencido —y en esto dice seguir a Hegel— de que el cristianismo fue la más importante ideología de esclavos que preparó la epifanía del liberalismo. 

El cristianismo es una ideología en cuanto que reconcilia al esclavó con la realidad de su carencia de libertad. Si bien es cierto que el cristianismo sostuvo siempre, cómo una de sus principales máximas, que todos los hombres son iguales ante Dios pues poseen la facultad de elección moral; sin embargo, la realización de dicha libertad no era posible efectuarla en este mundo sino en el Reino de los Cielos. Para ello, fue imprescindible que el hombre crease a Dios como garante del cumplimiento de esa libertad. De este modo, el hombre se inventó a un Dios como la proyección de la idea de libertad; un Dios que es dueño perfecto de sí mismo y de la naturaleza. Sin embargo, el hombre quedó sometido a este señor volviéndose esclavo y cayendo en una forma de alienación. Restaba, entonces, completar el proceso histórico iniciado por el cristianismo. Para ello fue preciso secularizarlo, esto es, transferir la realización de la libertad del Reino de los Cielos al mundo de aquí abajo. 

El hombre no debería basarse más en el mito y en la autoridad de lo escrito sino en el logro del conocimiento absoluto y de la conciencia de sí mismo (32). Esta transfiguración que sufrió el cristianismo fue llevada a cabo por la revolución francesa, transfiguración que cristalizó en el Estado liberal democrático. De la misma manera que el hombre creó a Dios, nos dice Fukuyama, «podía hacerlo bajar a la tierra y residir en los parlamentos, los palacios presidenciales y las burocracias del Estado moderno» (33). Esta transfiguración de la que nos habla el autor es, para el cristianismo, su mismísima aniquilación; lo sobrenatural es engullido por lo natural. Para el nuevó orden, Fukuyama exige la existencia de una religión tolerante e igualitaria que ponga en sordina aquello que la constituye corno tal —en el caso del cristianismo, la fe en Jesucristo resucitado—; religión que, entonces, pasa a ocuparse de las cosas de este mundo. 

Este proceso de secularización, anota Fukuyama se da —aunque a largo plazo— en el seno de la misma Iglesia católica hallándose retrasada en cuatro siglos con respectó al secularismo iniciado por Lutero (34). El cristianismo ha de ser el, garante, en definitiva, del orden democrático fundando una ética del trabajo que aliente el permanente desarrollo económico (35), y una ética de la convivencia que haga posible la existencia de pequeñas comunidades (36), ingrediente fundamental de la democracia. La finalidad de la religión deberá ser pura y exclusivamente secular: sustentar el nuevo orden general fundado en el Estadó liberal democrático. En el nuevo orden reinante, será preciso someter al cristianismo a una doble operación: primero, vaciarlo de contenido y, seguidamente, incorporarlo al sistema dominante para ponerlo a su servicio. Para Fukuyama, el triunfó del liberalismo sobre la religión ya ha sido total (37). 

Ni siquiera los poderosos partidos demócratas-cristianos de Europa representan una amenaza potencial que pueda revertir esta situación, y esto por dos razones: por ser demócratas antes que cristianos y por la naturaleza secular de su interpretación del cristianismo (38). El escenario que nos presenta este pensador de la realidad política mundial parece ser un cumplimiento, en alguno de sus aspectos, de la profecía de Antonio Gramsci acerca de los católicos fundadores del partido demócrata cristiano. Allí, a principios de nuestro siglo XX, Gramsci decía: 

«El catolicismo vuelve a aparecer a la luz de la historia, pero ¡cómo ha sido modificado, cómo se ha 'reformado'! El espíritu se ha hecho carne, y carne corruptible como las formas humanas... El catolicismo que se encarnaba en una cerrada y rígidamente estrecha jerarquía que irradiaba desde las alturas, ... llega a ser la muchedumbre misma, se convierte en emanación de la muchedumbre... 

El catolicismo comienza de esta forma a competir con el socialismo, se dirige a las masas, como el socialismo, y será vencido por el socialismo, será definitivamente expulsado de la historia por el socialismo... El catolicismo democrático hace lo que el socialismo no podría hacer: amalgama, ordena, vivifica y se suicida... Y querrán actuar por sí mismos y desarrollarán ellos mismos sus propias fuerzas y no querrán ya intermediarios, no desearán ya pastores con autoridad, sino que aprenderán a moverse por propio impulso. Se convertirán en hombres, en el sentido moderno de la palabra, hombres que extraen de la propia conciencia los principios de su acción, hombres que rompen los ídolos, que decapitan a Dios» (39). 

El lugar escogido para el cristianismo por el nuevo orden nos conduce a hacernos cargo de un último interrogante: ¿cuál es el camino a seguir por parte de la Iglesia Católica? Las opciones que tiene la Iglesia no son más que dos: o se somete al papel asignado por el nuevo orden, o lo rechaza. Optar por la primera posibilidad equivale a poner fin a la Iglesia en cuanto Iglesia. Pero como sabemos por la fe que esto es imposible, ya que ni las puertas del infierno podrán contra ella, excluimos la primera opción; Optar por la segunda supone, sin más ni más, el conflicto, la lucha. Para afrontar esta lucha será preciso, por parte de la Iglesia, marcar lo propio, esto es, la fe en Jesucristo resudtado y asumir todas las consecuencias que se siguen de tamaña decisión. 

Frente al rdativismo cultural, la Iglesia católica ha de recuperar esa pretensión de absoiutez cón que se presentó ante el Imperio romano y, si es predso, tener d coraje de volver a las catacumbas. Sucede que «si no se está seguró de la Verdad, ¿cómo se podrá poner en juego la propia vida y tener fuerzas para interpelar seriamente la vida de los demás?» (40). Optando por este camino, la Iglesia Católica continuará hadendo presente, en este mundo, al Señor de la historia a la vez que será la tabla de salvación para un hombre que, contrariando su naturaleza metafísica, se ha condenado a vivir en d sin sentido, en d más absoluto nihilismo. Aboquémonos ahora, a dar respuesta al segundo de nuestros interrogantes acerca de la silueta del último hombre que delinea Fukuyama. 

El último hombre se caracteriza, nos dice el autor de la obra que venimos analizando, por ser relativista e inmanentista. En efecto, la última morada del hombre no es d más allá sino la misma tierra en la que resulta imposible conocer la verdad en tanto todo cambia y nada permanece. Este inmanentismo relativista cuya paternidad se la debemos a Hegd, gran corruptor dd alma de Ocddente (41), ha conduddo a la historizadón absoluta de la verdad y, con ello, al más crudo nihilismo. Engds traza en unas pocas líneas la significadón del pensamiento de Hegel en d mundo occidental cuando refiere: «Esta filosofía dialéctica araba con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de estados absolutos de la humanidad, congruentes con aquélla. Ante esta filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, sagrado; en todo pone de relieve su carácter perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir,..» (42). A propósito de lo que venimos diciendo, Francis Fukuyama expresa: «Se dan cuenta (los hombres) de que su horizonte es meramente un horizonte, no tierra firme, sino un espejismo que desaparece al acercarse, para dejar ver otro horizonte dentrás de él. Por esto el moderno es el último hombre: la experiencia de la historia lo ha agotado y lo ha desengañado de la posibilidad de una experiencia directa de los valores» (43). 

El hombre, privado de una verdad a la cual ordenar su existencia, ha de emplear su inteligencia en construir un mundo que satisfaga las exigencias de aquello que lo emparenta con los animales: las pasiones. El relativismo cultural, que torna imposible plantear la vida en términós de verdad, acaba con toda moral, derribando toda frontera entre bien y mal, entre virtud y vicio. 
Fukuyama lo señala explícitamente: 
«Si los hombres no pueden afirmar que algún modo de vida concreto es superior a otro, entonces recaen en la afirmación de la vida misma, es decir, el cuerpo, sus necesidades y sus miedos. Aunque nó todas las almas pueden ser igualmente virtuosas o inteligentes, todos los cuerpos pueden sufrir ; de ahí que las sociedades democráticas tiendan a ser sociedades con compasión y que ponen en primera línea de sus preocupaciones la cuestión de proteger al cuerpo de los sufrimientos. 

No es por accidente que las personas, en las sociedades democráticas, estén preocupadas por la ganancia material y vivan en un mundo económico dedicado a la satisfacción de la miríada de pequeñas necesidades del cuerpo» (44). Renglones más abajo continúa: «Para quienes viven en sociedades democráticas se hace difícil tomar en serio en la vida pública las cuestiones con verdadero contenido moral. La moral entraña preguntas sobre lo mejor y Io peor, lo bueno y lo malo, y esto parece violar el principio democrático de la tolerancia. Es por esta razón que el último hombre se preocupa por encima de todo de su salud y su seguridad personales, pues esto no se presta a controversias» (45). El último hombre se caracteriza, entonces, por ser un hombre sin ideales, sin Dios, sin patria, sin amigos, sin familia y sin su mismísimo ser. El mimo Fukuyama nos dice que el último hombre llevará una vida de esclavitud (esto es, la vida del consumo) aunque sin señores; una vida, en definitiva, totalmente aburrida (46). Nótese que el verbo aburrir procede del término latino abborrere, de ab y horrere, que significa «tener horror», «tener aversión a algo». 

La aversión del último hombre tiene como objeto la condición a que ha sido sometido su mismo ser: el estar embalsamado. En efecto, pese a que el nuevo orden intente adornar al último hombre con aromas para conservarle la apariencia de hombre, nada ha quedado de él. En esta tarea de mantenimiento artificial, al nuevo orden le basta un solo aroma para hacer creer que el hombre todavía existe: el consumo. El verdadero ser del hombre, aquello que lo constituye como tal, esto es, su alma espiritual y las potencias que dimanan de ella han sido declaradas inexistentes. El hombre ha quedado desprovisto de ló absoluto y ha perdido, en consecuencia, toda posibilidad de vivir con sentido. El nihilismo es, en definitiva, la esencia del nuevo orden. Esta situación histórica en que se halla inmerso nuestro hombre no impide, sin embargo, que su naturaleza metafísica siga anhelando la resurrección, realidad ésta que exige como condición de posibilidad el conocimiento de la Verdad. La Iglesia, depositaría de Ella, no puede desoír este clamor de un pobre hombre embalsamado, pues ella no sabe aquello que tan bellamente expresara Plutarco: «Ni Dios puede dar ni el hombre recibir nada más excelente que la verdad» (47).
__________________________

(1) Cf. Francis Fukuyama, The end of History and the last man, New York, editor The Free Press, 1992. Trad. al castellano a cargo de P. ELIAs, con el título de El fin de la Historia y el último hombre, Bs. As., Editorial Planeta, 1992, pág. 11.
(2) Cf. Ibld., pág. 13.
(3) Cf. Ib!d., pág. 12.
(4) Cf. Ibíd., pág. 84.
Verbo, núm. 313-314 (1993), 415429 415
(5) Ib!d., pág. 88.
(6) Cf. Ibld., pág. 212.
(7) Cf. !bid., pág. 17.
(8) Cf. !bid., pág. 235. 416
(9) Cf. Ib!d., pág. 232.
(10) Cf. Ib!d., pág. 18.
(11) Cf. !bid., pág. 201.
(12) Cf. Ib!d., pág. 201.
(13) Cf. Ibíd., pág. 227.
(14) Cf. Ibíd., pág. 223.
(15) Cf. Ibíd., pág. 248.
(16) Cf. Ibíd., pág. 104.
(17) Cf. Ibíd., pág. 210.
(18) Cf. Ibíd., pág. 255.
(19) Ibíd., pág. 260.
(20) Cf. lbld., pág. 266.
(21) Cf. lbld., pág. 277.
(22) Ibld., pág. 282.
(23) Ibíd. pá¡¡s. 20-21. Cf. además, pág. 443.
(24) Citado por Etienne GILSON, en The unity of philosophical expe­rience, New York, Charles Scibner's Sons, s/f. Trad. -al castellano a cargo de Carlos Amable BALIÑ'AS F'ERNÁNDEZ, con el título de La unidad de la experiencia filos6fica, Madrid, Ediciones Rialp, 3.• edici6n, 1973, págs. 300-301. El subrayado es nuestro.
(25) Cf. lbld., págs. 294-298.
(26) Cf. Ibíd., pág. 401.
(27) lbíd., pág. 440.
(28) Cf. lbíd., págs. 446-447.
(29) Ibíd., pág. 183.
(30) Ibíd., pág. 448.
(31) Cf. Ibld., pág. 371.
(32) Cf. Ibíd, pág. 275. La operación constituye una réedición de la antigua gnosis, corazón hoy de la tan mentada New Age,
(33) Ibíd, pág. 276.
(34) Cf. Ibíd, pág. 296.
(35) Cf. Ibíd, págs. 445446.
(36) Cf. Ibíd, pág. 443.
(37) Cf, Ibíd, pág. 367.
(38) Ibíd., pág. 367, en la nota a pie de página.
(39) Antonio GRAMSCI, L'Ordine Nuovo, 1-XI-1919. Citado por Alfredo SAENZ, en «La estrategia ateísta de Antonio Gramsci», en Filosofar Cristiano, 21-24, 1987-1988, pág. 363. El subrayado es nuestro.
(40) JuAN PABLO II, Pastores dabo vobis, núm. 52.
(41) Cf. Alberto CATURBLLI, La Iglesia católica y las catacumbas de hoy, B,. As., Editorial Almena, 1974, pág. 21.
(42) Federico ENGELS, Ludtoing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica demana. Citado en Fundamentos de Filosofía Marxista-Leninista, Trad. del ruso a cargo de Isidro R. MENDIETA, Bs. As, Editorial Cartago, 1975, pág. 37.
(43) Francis FUKUYAMA, Op. cit., pág. 410.
(44) Ibíd, págs. 408-40
(45) Ibid., pág. 409. El subrayado es núestto.
(46) Cf. Ibíd., pág. 419.
(47) PLUTARCO, De Jside, I , 351c.


«Teología del Pueblo»: 
¿Teología o ideología?

Análisis de la «teología del pueblo» tan en boga en la actualidad y supone el sustrato ideológico de numerosos acontecimientos recientes en la Iglesia. Propone esclarecer tres puntos fundamentales: 
a) la naturaleza de la «teología del pueblo» (punto de partida y categoría fundamental que maneja -pueblo-); 
b) la filosofía, más allá del marxismo y de la hermenéutica, que funciona como presupuesto: el romanticismo; 
c) la incompatibilidad de esta teología (en realidad, ideología) con la fe común de la Iglesia católica.

La teología del pueblo. Entrevista al Dr. Carlos Daniel Lasa / P. Javier Olivera Ravasi, SE









Mentiras Carta Tierra by ner68


9. APOCALIPSIS CANTO DE ESPERANZA - CONSPIRADORES DESDE EL PODER SECRETO

10. APOCALIPSIS CANTO DE ESPERANZA - LOS VAIVENES DEL PODER MUNDIAL


12. APOCALIPSIS CANTO DE ESPERANZA - LA CONSPIRACIÓN DE ACUARIO, LA NUEVA ERA DEL NOM



14. APOCALIPSIS CANTO DE ESPERANZA - LA APARICIÓN DEL SIN LEY


15. APOCALIPSIS CANTO DE ESPERANZA - LA OSCURIDAD QUE QUIERE SER LUZ 
 
EL BECERRO DE ORO (LOS DIEZ MANDAMIENTOS, 1956)
(A partir de 01:10:10)


"Y Moisés condujo a Israel desde el mar Rojo hasta el desierto del Sinaí donde hicieron alto al pie del Monte Santo y cuando los hebreos vieron que Moisés tardaba mucho en regresar decidieron reunirse en asamblea"..

De nuevo Dathan intenta convencer al pueblo hebreo de que han cometido un error y que van a morir de hambre en el desierto. Que deben de volver a Egipto y que si lo hacen entrando con una imagen de un dios egipcio al frente, con un becerro de oro, no les pasará nada. Ni Bithia, ni Aaron, ni Miriam, ni Hur Ben Caleb que hablan a favor de Moisés logran detener las palabras manipuladoras de Dathan que fuerza a Aaaron que sabe trabajar los metales para que fabrique un ídolo egipcio, un becerro de oro y todos se disponen a recoger oro y joyas para la realización de la imagen.

Mientras, Moisés se halla en lo alto del monte y dice: "Desde la Zarza Ardiente oh Señor, me ordenaste traer a tu pueblo hasta los pies de esta Sagrada Montaña, para admirar tu gloria y recibir tu ley. ¿Qué he dejado sin cumplir Señor?". Y entonces en el cielo oscurecido por la noche aparece de nuevo el fuego de Dios y se oye su voz que dice:

"Yo Soy, Yo Soy el Señor tu Dios. No tendrás otro Dios más que a mi". Y desde el nucleo sale un brazo de fuego que llega hasta la pared de la montaña escribiendo en la roca las palabras pronunciadas. Y a cada mandamiento, el brazo de Dios escribe la ley sobre la roca.

"No harás para tí ninguna imagen ni figura esculpida". Y abajo, al pie de la montaña, los hebreos están terminando de fabricar el becerro de oro.

"No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano". "Ten presente el día del Sábado para santificarlo". "Honrarás a tu padre y a tu madre". "No matarás". Y el brazo de Dios ilumina el rostro de Moisés que se arrepiente del pecado que cometió cuando mató a Baka, el maestro de obras.

De nuevo se oye la voz en off que dice: "Y el pueblo de Israel cometió un grave pecado por haber hecho una imagen de oro que llevaban sobre sus hombros y con gran algazara gritaban diciendo 'este es nuestro dios'. Eran como criaturas que hubiesen perdido la fe, eran seres perversos y malvados que se revelaban contra Dios, comían el pan de la perfidia y bebían el vino de la violencia y se entregaron al mal ante los ojos de Dios. Enardecidos, gritaban diciendo 'la imagen esculpida nos ha traído la alegría' y adoraron al becerro de oro y le ofrecieron sacrificios".

Dathan ofrece a Lilia en sacrificio al becerro de oro y la pobre muchacha es llevada contra su voluntad hasta los pies del becerro de oro donde la atan mientras toda la multitud baila y grita con lujuria y desenfreno alrededor de la imagen.

"No cometerás adulterio".

"No robarás".

"No levantarás falso testimonio contra tu prójimo".

"No codiciarás los bienes que pertenezcan a otros".

Y finalmente, el fuego se abre en dos brazos que dirigiéndose a la montaña rodea los textos escritos formando y recortando de la roca las dos tablas de la Ley que Moisés recoge entre sus manos exclamando: "Escrito por el dedo de Dios".

"Ve, baja al llano porque tu pueblo se ha corrompido a sí mismo". Y tras estas palabras el fuego de Dios se diluye poco a poco en el nocturno cielo de la montaña.

Y el pueblo se entregó al placer, comiendo y bebiendo sin tasa, eran como hijos de la locura, habían perdido toda su dignidad, el desenfreno era como un mar tumultuoso cuyas aguas arrojaran cieno e inmundicia. Iban hundiéndose en los abismos del mal hasta ser lo más vil de la tierra.

Se entregaban al tumulto y la embriaguez porque se habían convertodo en siervos del pecado. Todas las formas de impiedad y de flaqueza de la carne pusiéronse de menifiesto, tales como el adulterio, la lascivia, la impudicia, la idolatría, la embriaguez, la vanidad y el orgullo. Y fueron cubriéndose de iniquidad y de vileza y Aarón comprendió que les había traido todo aquel oprobio.

Dathan ordena atar a Lilia al becerro de oro y mientras Moisés baja con las Tablas de la Ley en sus brazos, en un total silencio, Josué, que le ha estado esperando a media montaña le ve y le dice: "La luz de Dios resplandece en ti Moisés." y a las preguntas que le hace sobre las tablas, Moisés le contesta: "Es la escritura de Dios, sus Diez Mandamientos".

"Suben ruidos de lucha del campamento." dice Josué y Moisés le responde: "Eso son cantos y gritos de orgía y de corrupción".

Y abajo, en el campamento de los israelitas, cuando la orgía está en su más alto nivel, aparecen Moisés y Josué descendiendo de la montaña y desde un saliente de la misma Josué toca la trompeta haciendo que todos callen y vean a Moisés que exclama con voz poderosa: "Desdichado de ti ¡oh! Israel. Has cometido un enorme pecado ante los ojos del Señor. No eres digno de recibir de El estos Diez Mandamientos".

Moisés desciende más y Dathan le dice que se han unido todos contra él, que no le tienen confianza ni quieren sus mandamientos porque son libres, pero Moisés le responde diciendo: "No existe libertad si no existe la Ley." y Dathan insiste contestando: "¿Que ley? ¿la tuya? ¿has grabado esas tablas para erigirte en prícipe nuestro?

Moisés se adelanta un poco y dice: "Todo el que esté al lado del Señor que se acerque a mi," y el pueblo de Israel se divide entre los que se acercan a Moisés, liberando a Lilia que se dirige hacia donde está Josué y el resto del pueblo que se quedan con Dathan que les sigue arengando para convencerlos; y cuando la división se ha realizado, Moisés les dice con fuerte tono de voz: "Obscenos, idólatras. Por lo que habéis hecho tendréis que sufrir vergüenza y amargura. Dios ha dictado ante vosotros en el día de hoy sus leyes de la vida, de la muerte, del bien y del mal, pero todos aquellos que no quieran vivir bajo la ley, tendrán que perecer por la ley." y Moisés levanta las tablas sobre su cabeza y las arroja hacia donde se halla el becerro de oro, con Dathan y todos los que se han quedado con él, y la tierra se abre en enormes precipicios que se tragan a los traidores entre gritos de espanto, truenos y relámpagos.

Y la voz en off dice: "Y la cólera del Señor se desató contra Israel y para comprobar quienes tenían fe en sus mandamientos los hizo vagar por el desierto durante cuarenta años hasta que la generación que había caído en el pecado a la vista de Dios, quedó extinguida. Pero los ojos de Moisés no fueron apagados ni su vigor abatido y marchó desde las llanuras de Moab hasta la montaña de Nebo y el Señor presento ante sus ojos las tierras que bañan el río Jordán".

Moisés, Séphora, Josué, Lilia, Aaron y Mereth, se hallan en el monte Nebo. Séphora, ya anciana le dice a su marido que se quedará con él, pero Moisés le explica que ha sido llamado por el Señor. Desde la altura en que se encuentran ven abajo y hasta el horizonte al pueblo de Israel marchando hacia las tierras que baña el río Jordan, donde termina el desierto y comienzan los verdes valles. Séphora le dice a Moisés:"Tú les enseñaste que no se vive solamente de pan. Eres la antorcha de Dios que ilumina el camino de la libertad. Te quiero".

Josué se arrodila ante Moises que, cubriéndole con su manto, le dice: "Josué. Josué, te nombro y te confirmo como guía para que conduzcas a nuestro pueblo a la otra orilla del rio Jordán".

"Tanto yo como mi casa estamos al servicio de Dios". Le contesta Josué que está junto a su esposa Lilia.

Moisés pide los libros sagrados a Mereth y dice:"Pon estos cinco libros en el Arca de la Alianza, con las Tablas de los Diez Mandamientos que el Señor reprodujo para nosotros".

Moisés se despide de todos que ven como sube por la montaña, se gira y alzando los brazos dice:

"Id, proclamad la libertad a través de todas las tierras en presencia de todos los habitantes de ellas." y girándose sigue ascendiendo y nuevamente se vuelve para dar un último adiós con la mano, oscureciéndose la pantalla con la música de fondo y apareciendo finalmente las Tablas de la Ley y tras ellas, la Zarza Ardiente que las ilumina y se ven las palabras: 


"So it was written so it shall be done" 
(Que así se escriba y así se haga).



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