El Flautista de Hamelín es una de esas historias que, cuanto más se explora, más oscura se vuelve. Según la leyenda, en 1284, en el pequeño pueblo alemán de Hamelín, un hombre extraño con una flauta apareció de la nada. Vestido con colores brillantes, el forastero ofreció al pueblo un trato: liberaría a Hamelín de la plaga de ratas que los azotaba a cambio de una recompensa. Los habitantes aceptaron, pero lo que no sabían era que este encuentro iba a terminar de una manera mucho más siniestra.
Con su flauta en mano, el misterioso hombre tocó una melodía encantadora, una música que hipnotizó a las ratas y las llevó fuera de la ciudad, ahogándose en el río Weser. Pero cuando el Flautista regresó por su pago, los ciudadanos, ingratos y codiciosos, se negaron a cumplir su promesa. Fue entonces cuando el verdadero terror comenzó.
Lleno de ira, el Flautista tocó una nueva melodía, esta vez dirigida a los niños del pueblo. Encantados, como lo habían estado las ratas antes que ellos, los niños siguieron al hombre fuera de la ciudad, bailando y sonriendo, completamente ajenos al destino que les aguardaba.
Aquí es donde la leyenda adquiere un tono verdaderamente inquietante. Según diversas versiones de la historia, los niños desaparecieron para siempre, pero ¿a dónde los llevó el Flautista? Algunas versiones sugieren que los guió hacia una cueva en las montañas, donde desaparecieron sin dejar rastro. Otros relatos más perturbadores sugieren que se los llevó a un lugar subterráneo, una tierra oscura y fría donde los niños quedaban atrapados eternamente, condenados a vagar por túneles interminables.
Existen teorías que intentan dar una explicación más histórica al mito. Algunos dicen que los niños fueron víctimas de un reclutamiento masivo para las Cruzadas, enviados a tierras lejanas donde nunca más se supo de ellos. Otros creen que pudieron haber sido capturados por traficantes de esclavos o haber muerto por alguna epidemia. Sea cual sea la verdad, el destino de esos niños ha quedado sumido en el misterio, alimentando siglos de miedo y especulación.
Incluso los propios habitantes de Hamelín, muchos años después, inscribieron la fecha del evento en documentos oficiales, indicando que el 26 de junio de 1284 "nuestros niños fueron arrebatados". Este detalle sugiere que, más allá del mito, algo real y terrible sucedió en aquel pueblo.
El Flautista de Hamelín no es solo una historia de advertencia sobre las promesas incumplidas, sino una perturbadora leyenda de venganza y pérdida, donde la dulzura de una melodía ocultaba un oscuro final. El lugar al que los niños fueron conducidos sigue siendo un enigma que, a lo largo de los años, ha hecho que generaciones se pregunten: ¿qué fue de esos niños? ¿A dónde los llevó el Flautista?
Tal vez nunca lo sabremos, pero el escalofrío que recorre la columna al oír su historia es prueba suficiente de que no era solo una simple leyenda para asustar a los niños.
Esta historia no solo invita a la reflexión, sino también a mirar con cuidado aquello que parece demasiado encantador o fácil, porque detrás de una música hipnótica, podría ocultarse el eco de una tragedia olvidada.
Inscripción en alemán antiguo tallada en piedra en la parte superior de la Rattenfängerhaus (“Casa del cazador de ratas”) de Hamelin.
En el año de 1284
en el día de Juan y Pablo
siendo el 26 de junio
por un flautista
vestido con toda suerte de colores,
fueron seducidos 130 niños nacidos en Hamelin
y se perdieron en el lugar del Calvario, cerca de las colinas.
El protagonista de la emblemática leyenda
fue en realidad un secuestrador.
Esta inscripción data del año 1602. Sin embargo, no es la única referencia al hecho. Según reconstruyó la BBC, dentro de los registros de la alcaldía de Hamelin, con fecha de 1384, hay un documento que manifiesta: “Pasaron 100 años desde que se fueron nuestros hijos”.
Otro de los documentos hallados que avala el crimen del músico es el manuscrito de Luneburg, que se escribió en el siglo XV. Este material relata la extraña desaparición de 130 niños el 26 de junio de 1284. Según atestigua el escrito, los jóvenes siguieron a un flautista hacia las afueras del pueblo y jamás regresaron.
Decan Lude, nacido en Hamelin, aseguraba que su abuela tenía un libro que contaba el episodio de los niños. También está la historia de Jobus Fincelius, De Miraculis sui Tempores que dice:
"De la perversidad y el poder del demonio, contaré aquí una historia verdadera. (…) En Hamelin, a orillas del Wesser, en Sajonia, el Demonio caminó por las calles visiblemente en forma humana, atrayendo muchos niños con el toque de su flauta, varones y hembras, y los guió a través de la puerta de la ciudad, hacia las montañas". También Marcel Schwob en La Cruzada de los niños escribe:
"El maligno se apodera gustoso de los niños. En otro tiempo adoptó la figura de un cazador de ratas, para arrastrar con las notas de música de su caramillo a todos los pequeñuelos de la ciudad de Hamelin.
Unos dicen que aquellos infortunados se ahogaron en el río Wesser, otros que los encerró en la falda de una montaña".
Una joven compositora se encuentra frente a la oportunidad de su vida cuando recibe el encargo de terminar el concierto final de su difunto mentor, que quedó incompleto tras su muerte. Sin embargo, pronto descubrirá que tocar esas notas tiene repercusiones mortales, lo que la llevará a desenmascarar los orígenes perturbadores de la melodía y la malvada fuerza que ésta despierta.
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