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jueves, 7 de agosto de 2025

RENNY OTTOLINA PRESENTE y NUNCA, AUSENTE

 
RENNY 
PRESENTE

Renny Ottolina: De locutor a candidato 

Renny Ottolina fue noticia. Esto es un hecho innegable. Toparse con un venezolano que no sepa su nombre o reconozca su trayectoria, es una tarea difícil, porque incluso de manera efímera, ha tenido un encuentro con alguno de sus logros. No han sido necesario grandes textos que hablen sobre su vida, los cuentos populares son el mejor libro de historia, porque son narrados por la voz de la experiencia; llena de suspiros y lamentos, deja en claro que existió una gran admiración por este periodista. El propósito fue hacer en todo momento algo distinto, que innovara y que diferenciará su trabajo de los demás, siempre con una razón social. Era parte del despertar del venezolano; cualquiera se tomaba un buen café escuchando o viendo algunos de sus programas, incluso, era el entretenimiento de las tardes, pues, al pasar de los años era imposible ignorarlo. Ya era un buen amigo, estaba ahí en los espacios donde el ciudadano buscaba entretenerse, de ser así 

¿Cómo van olvidarlo? 

Razón social; ese sentimiento que une a todos los periodista, es el compromiso de ser el puente entre la información y el ciudadano. La búsqueda de la verdad, es su principal objetivo, justo ahí, en los lugares donde no todos llegan, pero hay voces que necesitan ser escuchadas. Renny dedico su carrera en trabajar en función de la cultura, la sociedad y la identidad nacional. Cada uno de sus programas estaba dedicado a crear un estado de conciencia en cualquier venezolano, que lo incentivará a seguir adelante. Tema que actualmente se ha dejado a un lado y ha sido desplazado por el sensacionalismo. Si los programas de entretenimiento educaran más, los conocimientos e ideas fueran la mejor arma de los ciudadanos para defenderse ante cualquier injusticia; más allá de los programas informativos o de opinión que llegan solo a un público en especial. Por mucho tiempo la televisión ha decidido que se debe ver y que no, pero con periodistas capaces de poner en marcha ideas distintas, es posible poner de moda programas de pensamiento crítico. Cada vez es mas necesario que existan iniciativas que superen las astucia política y la sobrepasen cualquier nivel, a tal punto, de crear un respeto por los derechos en cualquiera de sus ámbitos. La posibilidad de comunicarse es la herramienta natural que poseen todas las personas, el detalle está en cómo emplearlo de tal manera que transmita de efectivamente un mensaje. 
Estás cualidades comunicativas de crear sensibilidad en las personas las poseía Renny, por eso es tan importante saber como crear un vínculo con los ciudadanos. 
Aún hay quienes dicen: “él hubiese sido un gran presidente”. Sin saber, que podía resultar de este experimento político, los venezolanos convirtieron esta idea en un sueño porque en su discurso, seguía siendo distinto a los demás. Su mensaje era real, movía multitudes y llegaba a los corazones. Otra característica que debe tomarse en cuenta es el manejo de los medios de comunicación. Al ser buenos periodistas, la ética obliga a defender los hechos reales, el medio principal de llegar a las personas deber ser tratado con respeto y responsabilidad, es posible considerar que muchas de las decadencias que han tenido los medios se basa en quienes hacen uso de ellos. Por eso es tan fundamental prepararse y formarse para ejercer de forma correcta un profesión que va más allá de “cámaras y acción”, si no, de cumplir su razón social. Si bien es cierto, el pasar de los años, no borra los ideales de los grandes. Aún hay quienes ruegan por un próximo líder como lo fue Renny Ottolina.


Legado político de Renny Ottolina, más allá de su fama como animador. A través de sus pensamientos inéditos reunidos en Renny Presente, descubrimos a un líder ético, crítico del clientelismo y defensor de una "revolución del carácter" basada en disciplina, educación y honestidad.
Una voz que, aunque silenciada en su momento, sigue interpelando al ciudadano que sueña con una República decente.


VER+:



Renny Ottolina: El Número Uno de la Televisión
La Vida y Muerte de Renny Ottolina - Megadocumental
Estreno de RENNY PRESENTE

Renny Presente by Antonio Puerta


domingo, 6 de julio de 2025

JÉRÔME LEJEUNE, UN CIENTÍFICO FUERA DE LO COMÚN, CATÓLICO PRACTICANTE, QUE TENÍA MUY CLARO QUE LA MEDICINA DEBE ESTAR SIEMPRE AL SERVICIO DE LA VIDA Y DE LA DIGNIDAD HUMANA

Jérôme Lejeune:
luchar, amar, curar


Esta es la historia de un héroe del conocimiento científico y de la libertad de conciencia. Jérôme Lejeune (1926-1994), pionero de la Genética moderna, descubridor del origen genético del síndrome de Down, quiso emplear su hallazgo para curar y el mundo prefirió emplearlo para matar. A partir de ese momento, Lejeune emprendió una apasionante lucha personal para curar a sus enfermos y preservar su derecho a la vida. Conoció a los grandes del mundo (Kennedy, Breznev, la reina Isabel II) y ante todos defendió sus principios. Amigo y colaborador del Papa Juan Pablo II, hoy la Iglesia estudia su beatificación. Es la apasionante historia de un hombre que prefirió perder el premio Nobel antes que renunciar a sus convicciones.

Jérôme Lejeune (1926-1994) es conocido por su trabajo pionero en genética, su dedicación al servicio de los pacientes con discapacidad mental y la valentía con que los defendió. Pero muchos desconocen sus motivaciones más profundas. 
¿Cómo se convirtió un joven estudiante de medicina en un referente para sus amigos judíos y musulmanes? ¿Por qué constituye para muchos médicos jóvenes un modelo a seguir?
Este libro nos permite conocer más íntimamente al maestro, al esposo y al padre. Muestra cómo la dinámica de las virtudes lo llevó a la plena realización de sí mismo. A través de estas páginas descubrimos que la santidad no es un sueño espiritual abstracto sino una invitación a la excelencia profesional y un camino de progresión integral, que llevó al papa Francisco en 2021 a declarar venerable a este científico francés. Aude Dugast es filósofa y postuladora de la causa de canonización de Jérôme Lejeune. Este libro es el resultado de su estudio e investigación durante más de diez años.

31 años sin el genetista y «venerable» 

El genetista fue una importante figura de la ciencia y la investigación médica, y un ejemplo de católico defensor de la vida, que puede llegar a ser declarado beato y santo en un futuro. Todo el mundo se enriquece al conocerlo mejor.

El 3 de abril de 1994, justo ahora treinta años, murió en París Jérôme Lejeune (1926-1994), el hombre que revolucionó el estudio de las enfermedades hereditarias y se opuso con todas sus fuerzas a la eugenesia.
"Se sigue hablando mucho de él. A pesar de estos treinta años, sigue muy presente", comenta en una reciente entrevista, que recoge el portal Avvenire, Anouk Meyer, la mayor de los cinco hijos que tuvo el profesor Jérôme Lejeune.
Perseguido por defender la vida
"Recuerdo su calidez humana y su forma de ser, tranquila y tranquilizadora. A su alrededor reinaba siempre la paz. Estábamos felices de hablar con él, nos sentíamos escuchados", confiesa su hija Anouk Meyer.
Una fama, la del profesor Lejeune - fallecido en París con sólo 67 años - que sigue estando muy presente: "Me alegra y me emociona que tantos permanezcan fieles a su memoria y que nuevas personas se interesen sin haberlo conocido. Muchos se reúnen junto a su tumba y le piden ayuda. Una nueva generación ve en él un ejemplo a seguir".

Pero, ciertos recuerdos guardan un dejo de amargura: "A pesar de que había recibido numerosos premios, yo comprendí su exposición pública después de cumplir 18 años, cuando descubrí que también había gente que lo odiaba. Mientras muchos le hacían elogios, otras personas me daban la espalda. Fue en la lucha por el aborto cuando comencé a preocuparme por él", comenta.
"Un día, en la universidad, me encontré con un escrito que pedía su muerte. Al llegar a casa lo hablé con él, quien simplemente me dijo: 'Coge la moto y hazle una foto'. También recibíamos llamadas amenazantes a casa", confiesa su hija.
Sin embargo, sus familiares también saborearon el privilegio de ser testigos de una profunda vida interior: "Nos transmitió la fe con el ejemplo y explicándonos las verdades sagradas sin limitaciones. Sabíamos lo que quería, pero no teníamos presión. Por la noche rezamos en familia y sentíamos una presencia interior muy fuerte", dice Meyer.

"En la fe no era un conformista. Los fines de semana íbamos al campo y solía salir a caminar durante una hora para rezar el Rosario. Sólo comprendí su devoción mariana después de su muerte. Todo esto lo vivía con mucha delicadeza, sin dar grandes lecciones", añade.
Una forma de ser creyente que su hija sigue defendiendo hasta hoy: "Lo esencial es seguir siendo testigo del amor a la vida y a quienes tienen algún tipo de discapacidad. Que mi padre siga influyendo en las personas en su amor por la vida. El resto importa menos".

Aude Dugast conoció al profesor de una manera diferente. Fue postulador de la causa que llevó a la proclamación de Lejeune como venerable por la Iglesia en enero de 2021. El filósofo reunió "casi 200 mil páginas" escritas por el genetista y encontró nuevos testigos: pacientes, familias, médicos, investigadores, sacerdotes, cardenales... "Casi un pueblo entero", asegura.
"La brújula de su vida fue la verdad. Y gracias a la fe, la verdad fue también el camino del amor. Todo en él estaba muy conectado. Pero su inteligencia quedó magnetizada por la verdad. Nunca cuestionó la fe que recibió en la infancia", dice su postulador.
"Su modo de ejercitar las tres virtudes teologales fue ejemplar. Como gran científico, siempre demostró que la ciencia y la fe pueden ir juntas. Su amor incondicional por sus pacientes lo impulsó a entregarse por completo a ellos, primero para comprender las razones científicas de su condición, pero también para intentar curarlos y hasta defenderlos", añade.

Esta heroica defensa demostró la profundidad de su amor. En el apogeo de su carrera tenía mucho que perder. Otros, en cambio, guardaban silencio sobre la irrupción de la eugenesia en el mundo médico. Ante la amenaza que sufrían los niños, comprendió que su deber era hablar. Sabía bien que no le perdonarían y que perdería el Nobel. Pero entre los niños y los honores, no dudó.
En 1969 se produjo un punto de inflexión en su vida, con el discurso de San Francisco. Cuando invitó a los mejores genetistas presentes a reflexionar sobre su verdadera misión: no suprimir a los enfermos sino permanecer fieles al juramento hipocrático. A partir de entonces experimentó cierto aislamiento pero también una especie de despegue con invitaciones en todo el mundo, incluso de parlamentos y tribunales.

"La brújula de su vida fue la verdad. Y gracias a la fe, la verdad fue el camino del amor".
El gran genetista católico Jérôme Lejeune fue una importante figura de la ciencia y la investigación médica, y un ejemplo de católico defensor de la vida, que puede llegar a ser declarado beato y santo en un futuro. Todo el mundo se enriquecerá al conocerlo mejor.
Hay al menos 7 razones por las que es una gran figura de los últimos cien años.

1. Fue el descubridor del origen genético del síndrome de Down
Desde sus inicios como investigador, allá por los años cincuenta, Lejeune se interesó por el síndrome de Down, un trastorno cuyo origen era entonces un auténtico misterio. Algunos lo asociaban a la sífilis; otros culpaban a las madres. Con todo, a Lejeune no le asustaba el reto. Guiado por su director de tesis, Raymond Turpin, descubrió que los dermatoglifos, las configuraciones de los surcos de la piel en las manos, eran diferentes en las personas con síndrome de Down si se los comparaban con el resto de la población. Estimulado por este hallazgo, le confesó a su mujer: "en uno o dos años habré comprendido el mecanismo". Y así ocurrió.
Turpin y Lejeune ficharon para su equipo a Marte Gautier, que había aprendido en Estados Unidos técnicas avanzadas de cultivo celular y microscopía. Tras un gran trabajo colaborativo entre los tres, Jerôme por fin consiguió contar un cromosoma de más en el cariotipo de un individuo con síndrome de Down. Este hallazgo coronaba su carrera.
Con solo treinta y un años había descubierto que una mala distribución del patrimonio hereditario genera como consecuencia un trastorno en el individuo. Los resultados se publicaron el 16 de marzo de 1959. Se analizaron células de cinco niños y cuatro niñas con síndrome de Down. En todas las muestras de buena calidad se contaron 47 cromosomas.

2. Algunos lo consideran el padre de la genética moderna
El descubrimiento del origen genético del síndrome de Down no fue un hecho aislado. En 1963 demostró una vez más su gran habilidad al averiguar que también existían personas con un cromosoma de menos: en concreto halló la monosomía del cromosoma 5. Por humildad, al contrario que la práctica habitual, el genetista galo no quiso poner su apellido a este trastorno y lo llamó síndrome del maullido de gato, aunque no pudo evitar que a menudo se le cite como enfermedad de Lejeune.
El genetista francés también colaboró en el conocimiento del síndrome 18q, una monosomía que reportó el francés Jean de Grouchy en 1964 y cuyo síndrome clínico asociado describió Lejeune en 1966.
Asimismo, Lejeune descubrió en 1968 el síndrome en el que un cromosoma con forma de anillo sustituye al cromosoma 13, en 1969 identificó la trisomía 8, mientras que con la ayuda de la doctora Marie Odile Rethoré, fiel colaboradora suya, hizo lo propio con la trisomía 9 en 1970.
En 1963 halló la monosomía del cromosoma 5.

3. Recibió infinidad de premios pero no el Nobel... quizá por ser provida
Los premios no tardaron en llegar: en Estados Unidos el Pellman y el de la Fundación Kennedy, en Francia la medalla de plata del CNRS y el Jean Toy de la Academia de Ciencias, en España el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Navarra.
Con motivo de otro galardón, el William Allan Memorial Award, Lejeune se había dado cuenta de que la mayoría de los médicos que participaban en la ceremonia le admiraban porque gracias a su descubrimiento podían practicar la amniocentesis, es decir, la extracción de tejido del feto para determinar si una persona presentaba trisomía y poder abortarlo. En algunos países hoy no se deja nacer a ningún bebé con síndrome de Down.
Lejeune se revolvió contra esta barbarie y pronunció un discurso políticamente incorrecto: "La naturaleza del ser humano está contenida tras la concepción en el mensaje cromosómico, lo que le diferencia de un mono o de un pato. Ya no se añade nada. El aborto mata al feto o embrión, y ese feto o embrión, se diga lo que se diga, es humano".
Poco después se expresó de una manera similar ante la ONU. Y continuó liderando la lucha por la defensa de la vida en todo el mundo, lo que no le produjo ningún beneficio en cuanto a su popularidad. Se convirtió en un apestado para muchísimos sectores de la sociedad, hasta el punto de que algunos historiadores opinan que no recibió el Premio Nobel por este motivo.

4. Sufrió agresiones personales y respondió con paciencia y coraje
Abanderar la lucha por la defensa de la vida le produjo problemas incluso en el terreno personal. Durante una conferencia que impartió el 5 de marzo de 1971 en la Mutualité, un centro parisino destinado a charlas, congresos y meetings políticos, unos asaltantes entraron con barras de hierro y pegaron a bastantes personas, entre las que se hallaban disminuidos psíquicos y ancianos. Jerôme y su mujer, que le acompañaba aquella vez, se libraron de los golpes, pero no de una serie de tomatazos que recibieron. Hasta un trozo de carne de buey impactó en la cara del padre de la genética moderna. Los manifestantes también arrojaron menudillos al mismo tiempo que gritaban que los fetos no eran más que trozos de carne. Solo se detuvieron al intervenir la Policía.
En otras ocasiones, la agresión consistía en el insulto y la descalificación. Pero Lejeune no perdía la compostura. Desarmaba a sus rivales con su tranquilidad, su paciencia y su valentía a la hora de exponer sus ideas. Además no se lo tomaba como algo personal: "no combato contra las personas sino contra las falsas ideas". Tampoco faltaron pintadas en las calles: "Lejeune es un asesino", "Muerte a Lejeune y a sus pequeños monstruos".
Desarmaba a sus rivales con tranquilidad, paciencia y valentía a la hora de exponer sus ideas.

5. Colaboró con San Juan Pablo II por la ciencia y la vida
La valentía y el buen hacer del brillante científico francés no dejó indiferente a Juan Pablo II, que se convirtió en un gran amigo suyo. Lejeune, que perteneció a la Academia Pontificia de Ciencias durante 20 años, fue designado por el Papa como el primer presidente de la Academia Pontificia para la Vida, cuyos objetivos son estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida.
También cabe destacar que el mismo día en que se produjo el atentado contra Juan Pablo II, Lejeune comenzó a sufrir unos dolores tan agudos que le trasladaron a un hospital. El impacto que supuso para Lejeune la desagradable noticia del atentado provocó una acumulación de piedras en su vesícula. Lo realmente sorprendente es que le operaron a la misma hora en que intervenían a Juan Pablo II. Sus hijos sostienen que fue una comunión de santos, como si Jérôme cargara con parte del dolor del Papa.

6. Mediador entre EEUU y la URSS en plena la Guerra Fría
Lejeune alcanzó un puesto en la ONU como experto sobre los efectos de la radiación atómica en genética humana. Allí desempeñó un papel notable como mediador entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la guerra fría. No era agresivo, ni altivo, ni grosero como los demás. Poseía un estilo que hacía gracia a quienes asistían a esas reuniones. Este carácter conciliador le llevó a jugar un papel decisivo durante la peligrosa crisis nuclear de los euromisiles de 1981 que llevó a ambas potencias a una escalada de tensiones.
El Vaticano, muy preocupado por el asunto, envió mediadores a cinco países clave: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y, el más complicado, la Unión Soviética. Para este último, confiaron en Lejeune y otros dos investigadores.
Durante la cena que se sirvió en los aposentos de líder soviético, Brézhnev, Lejeune narró una bella historia: 
"Hace mucho tiempo, tres sabios partidos de Oriente visitaron a un poderoso príncipe. Habían observado signos en el cielo, anunciando, pensaban ellos, una buena noticia: la paz sobre la tierra a los hombres de buena voluntad. Aproximadamente dos mil años más tarde, científicos venidos de Occidente se pasan por la casa de un hombre muy poderoso. Ahora la historia es diferente. Pues nosotros sabemos que si por desgracia aparecen en el cielo signos desencadenados por los hombres, no será ya el anuncio de una buena noticia sino el de una masacre de inocentes".
A pesar del ateísmo oficial del régimen, los anfitriones entendieron enseguida a qué se refería, y el discurso les gustó. Los tres sabios de occidente —se da la circunstancia de que eran genetistas— le presentaron a Brézhnev un cúmulo de datos sobre los efectos que podría acarrear una guerra nuclear en la población y lograron pacificar la situación internacional.

7. Muy posiblemente será beatificado
Uno de los aspectos más destacados del genetista galo fue su gran humanidad. Como médico atendió a más de ocho mil personas con síndrome de Down, a los que trataba como a sus hijos. Se sabía el nombre de todos y a muchos de sus padres les hacía recuperar la dignidad perdida. Su hijo no era un monstruo, era un regalo, un hijo amado de Dios como lo somos todos los demás. Les atendía por teléfono a veces también de noche. Una de sus hijas también destaca de su padre que era un catecismo viviente, es decir, que predicaba con el ejemplo. Y una de las muchas pruebas de la humildad del genio francés fue que su hija se tuvo que enterar de que su padre era famoso a través de una profesora de su colegio.
Tampoco se puede ocultar el impresionante gesto que Lejeune tuvo la noche de su fallecimiento. Llevaba meses con un cáncer de pulmón y, como buen médico que era, sabía que se iba a morir. Así que no dijo nada y pidió a sus familiares que le dejaran dormir solo.

Les quería evitar lo que vivió con su padre, que murió ante sus propios ojos también de cáncer de pulmón. Durante la madrugada sufrió la agonía. Uno de sus colegas le acompañó y, cuando vio que se encontraba muy mal, le informó de que iba a llamar a su mujer. Pero Lejeune le suplicó que no lo hiciera. Unas horas más tarde, el padre de la genética le confesó: “Ve, he hecho bien”. Y expiró.
Jérôme Lejeune nos dejó como legado la Maison Tom Pouce (la Casa de Pulgarcito), que asiste a mujeres embarazadas o madres con un bebé de pocos meses, y la Fondation Lejeune, centrada en investigación genética y en atención de personas afectadas por el síndrome de Down o por una enfermedad genética de la inteligencia. Tal vez algún día sea su patrono, pues la causa para su beatificación avanza lenta pero satisfactoriamente.

Un científico fuera de lo común, católico practicante, que tenía muy claro que la Medicina debe estar siempre al servicio de la vida y de la dignidad humana.
Algo que –por desgracia– muchos médicos mercantilistas parecen haber olvidado.
Ahora bien, dejemos ya el caso de médicos que traicionan los ideales de su vocación y hagámonos las siguientes preguntas:
* ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a renunciar a una cómoda posición social y económica por causa de nuestras convicciones?
* ¿Seríamos capaces de sacrificar amistades prestigio e incluso una prometedora carrera política?
* ¿Somos capaces de comprender que cualquier profesión debe estar siempre al servicio de la vida y de la dignidad humana?

Jérôme Lejeune, una vida por la defensa de las personas con Síndrome de Down

lunes, 2 de diciembre de 2024

ALIRIO UGARTE PELAYO, UN VENEZOLANO ÍNTEGRO COMO PERSONA, COMO CIUDADANO Y COMO POLÍTICO 🔥


UN VENEZOLANO ÍNTEGRO 
COMO CIUDADANO Y  COMO POLÍTICO

"Yo quiero para mis hijos,
una Venezuela como él -Alirio Ugarte Pelayo- soñó". 

“Yo no me creo talentoso, pero procuro serlo, no me creo bondadoso, pero procuro serlo”, 1966.
«Hay hombres «apolíneos» a los cuales todo se les facilita; las cosas les vienen como regalo de los dioses; pueden marchar siempre por una línea recta sin encontrar escollos ni problemas… Para otros, los «prometeicos» (entre los cuales creo que puedo contarme), todo se hace difícil, complicado; se nos combate y adversan aunque no haya motivo; tenemos que luchar y padecer para conseguir hasta las cosas más simples».

"... Allí hay elementos que quiero recalcar, a la hora en que nosotros como ciudadanos nos toque apreciar la calidad de un político, la sensibilidad es previa al compromiso y a la misión política. Hombre o mujer que no sea sensible no es aconsejable apoyarlo como político. Alirio traía una sensibilidad que nació con él,  la sensibilidad por los demás. En Alirio, esa emoción, esa sensibilidad fue previa al político y luego contribuyó a formar al político.  Y el líder llega a la universidad central de Venezuela y enseguida su talento lo destaca y es un dirigente estudiantil y se acerca a la figura de Isaías Medina Angarita, y este reconoció el talento del muchacho y entra a ser un dirigente del partido.  Junto a él estaban otra figura igualmente destacada como Mario Briceño Iragorry y un joven que tenía las mismas iniciales que Arturo Uslar Pietri: Alirio Ugarte Pelayo".

"Otro elemento importante que señalaba Alirio el que si bien los partidos políticos son necesarios, son indispensables, en una sociedad democrática, no pueden copar todo el escenario político. Los partidos son necesarios, son indispensables, pero no pueden ser los únicos en el escenario político del país. Venezuela como país petrolero le daba al gobierno mucho poder, tenía el poder político, el poder jurídico, el poder de la fuerza y tenía además, el poder del dinero, porque el dinero que entraba en el país era producto de la renta petrolera y, la renta petrolera le administraba el gobierno y, un gobierno con tanto poder no  crea contrapesos en la sociedad civil y, sin contrapesos entre el poder político, la sociedad civil, la democracia es muy vulnerable y por eso la democracia falló, por eso devinimos otra vez, en un sistema autoritario, más autoritario y, más absurdamente soberbio y prepotente que ningún gobierno antes y, por esa vía, los partidos políticos y la sociedad civil, todos, fracasamos en 1998".  Esteban Araujo

“Canto irregular a Venezuela”

Venezuela del canto emocionado, doliente Venezuela campesina.
puerto fluvial abierto en el costado de América sensual y fugitiva.
Venezuela del hierro arrebatado sin el penacho gris de las usinas.
Venezuela del agro quebrantado bajo el peso de torres exhaustivas.
Dormida tierra de dolor clavado en la tumba sin muerte de Bolívar,
te canto mi dolor crucificado en el hondo ejercicio de la vida.
Yo canto, Venezuela, tu ternura de joven madre de violento seno,
por cuyas venas el dolor que suba su recio corazón tendrá por freno.
Yo he presentido en tu yacer de fruta, que sólo el campo de fragor sereno,
guarda el rescoldo de sus claras grutas,
el gris fulgor de tu silencio pleno, el péndulo callado de tus dudas
y el pozo de rencor, que cuando lleno, manchará tus pupilas inseguras
de joven madre de violento seno.

Venezuela de tierras infinitas…
…campo sin campesino y sin arado.
Despliega en fe tus flores amarillas, tu reto general transfigurado:
Araguaney que derrotó a la encina para asomarse al cielo despejado.
¡Ese grito de luz es una herida que deja el horizonte traspasado!
¡Ese grito de amor es una fina puerta de sol para el avión plateado,
que encuentra así su ruta definida para cruzar el cielo parcelado!

Venezuela del indio ensimismado…
…en su morada de infinita selva.
Venezuela del río serenado para una angustia de piraguas quietas.
Venezuela de muerto en el costado a la hora difusa de su guerra.
Venezuela del oro ensangrentado en la roca y en el agua de su tierra.
Venezuela del hálito cortado en la raíz de su frustrada siembra.
Memoria de Bolívar enterrado sin pluma, ni palabra, ni guerrera.

Es necesario resumir tu historia…
…para el hombre común desorientado.
Es necesario precisar el mito de la tierra, del grito y del caballo.
Es necesario realizar el símbolo del niño con juguetes y zapatos.
Es necesario condenar el odio a una muerte sin gloria ni sudario.
Por tu dolor sin nombre ni apellido, por tu cabal dolor venezolano,
cada esquina del canto me florece caminos para el rumbo de tus pasos.

Yo canto, Venezuela, lo pasado…
… historia de una suerte interrumpida.
Venezuela del gesto visionario y la realización interrumpida.
Venezuela del grito afortunado y respuesta cabal interrumpida.
Venezuela del rumbo solidario antes de haber nacido interrumpida.
Venezuela de gloria hace cien años, la única en no ser interrumpida,
el símbolo del tiempo clausurado, la espiga de la luz interrumpida.

¡Yo canto, Venezuela, lo quedado…
…el viento por las ramas detenido,
el hombre por los sueños sepultado,
el niño a quien los meses han vencido,
el viejo a quien los años han sobrado,
el pozo de petróleo concluido, el hierro de los montes ocupado,
el áureo yacimiento derretido, el bosque de los cedros derrumbado,
la selva de caoba ya vencida,
el seno de la tierra ya comprado,
el alma de tus pueblos preterida!
Yo canto, Venezuela, lo alcanzado:
tu horizonte con rumbo de boinas,
Tu microscopio de cristales claros.
Tu página de luz en la pupila del obrero, el artista y el soldado.
Pueblo de la esperanza confundida, pero nunca jamás desalentado:
tu campo de la entraña estremecida la rosa de los vientos ha citado.
Yo canto, Venezuela, tu semilla de recio corazón acrisolado.

Yo canto, Venezuela, lo buscado…
…toro de luz que empuje los portones con pecho de labriego enamorado.
Violenta espuma de pasión salobre rompiendo lanzas contra el barco anclado.
Nube que de los riscos llame al hombre,
le tienda tu mantel fertilizado
y multiplique sobre cada monte un verde elemental iluminado.
No más el dedo sobre rumbos ocres…
No más la espiga sobre el suelo ajado…
¡Ninguna mancha sobre el horizonte!
Si alguna vez mi labio no te nombra,
si alguna vez mi verso no te canta,
si mis ojos de siempre no te miran,
si mi mano de pronto no te alcanza,
si mi sueño mejor no te prefiere,
si mi sangre cordial no te retrata,
si mis huesos de muerte no te buscan,
si tu puerta de amor me está cerrada,
entierra con tu rosa más oscura mi cadáver de fe venezolana.

Venezuela del canto emocionado…
…doliente Venezuela campesina.
Venero de mi luz, que amenazado,
más hondo el pensamiento me ilumina.
Yo canto tu perfil ilusionado.
Escucho el eco de tu selva herida.
Oigo el llanto del suelo lacerado.
Advierto tus estrellas matutinas.
Me embriago con el aire saturado de tu aroma primario y primitivo.
Tengo fijos mis ojos de soldado en la tumba sin muerte de Bolívar”.

POESIAS INMORTALES


Carta de un libro desechado 
a Alirio Ugarte Pelayo


Poeta e intelectual de alto vuelo

La Eternidad.-

Estimado doctor, abogado, escritor, periodista, diplomático, dirigente político, poeta e intelectual de alto vuelo. Espero que siga gozando del descanso eterno que desde el 19 de mayo de 1966 disfruta en los predios celestiales. Le escribe un ejemplar del libro Composición: lecciones graduales de lenguaje, gramática, trabajos de redacción, correspondencia comercial correspondencia comercial de Joaquín Añorga Larralde (Edición La Escuela Nueva, 1972), desde este infierno del vertedero municipal de Guanare, estado Portuguesa, al que fui arrojado injustamente por los biblicidas de la revolución.

Mi querido poeta: disculpe. Con su venia comenzaré por relatar un resumen de su vida y obra, desconocida por estos bárbaros inquisidores. Para que ellos sepan que usted fue un hombre con fibras de verdaderos revolucionarios, pues su padre biológico fue el general José Rafael Gabaldón, montonero alzado contra la dictadura de Juan Vicente Gómez, y su hermano fue otro poeta, pintor, maestro de escuela y guerrillero: Argimiro Gabaldón. Claro. Usted no llevó el apellido de su viejo porque retoñó en el vientre de la bella Romelia Tamayo Anzola, nacido usted el 21 de enero de 1923 en la Hacienda Palmira, cerca de Anzoátegui del estado Lara, y que por motivo de la presunción de la mácula de ser hijo de madre soltera, su padre hizo que el matrimonio ospinense compuesto por Luis Horacio Ugarte y Hercilia Pelayo se convirtieran en sus padres adoptivos.

Esos bárbaros no saben que usted se graduó de abogado y obtuvo un doctorado en ciencias políticas en la Universidad Central de Venezuela (1947), donde se desempeñó como profesor de Filosofía del Derecho; y que colaboró en la redacción del Acta Constitutiva de la Junta Militar después del golpe de Estado del 24 de noviembre de 1948; y que fue nombrado director de Política del Ministerio de Relaciones Interiores en 1948 y gobernador de Monagas en 1949; y en 1956 fue contratado por la Creole Petroleum Corporation como asesor legal del departamento de la Consultoría Jurídica. Cómo será que ni siquiera saben que como líder político fue presidente del Consejo Supremo de la Federación de Estudiantes de Venezuela en 1942 y miembro directivo del Partido Democrático Venezolano en 1943. Que además fue elegido concejal por la parroquia de Altagracia-Caracas en 1944 y que se afilió al partido Unión Republicana Democrática (URD). Ellos ignoran que como periodista fue redactor del diario Últimas Noticias, jefe de redacción de El Heraldo y colaborador de El Nacional.

Esta caterva de ignaros no sabe que el 23 de enero de 1958, usted fue nombrado secretario general, con rango de ministro, por la Junta de Gobierno Provisional presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal, y que ese mismo año se hizo militante de URD, asumiendo el cargo de director nacional de doctrina de dicho partido, y que subsiguientemente fue embajador en México entre 1959 y 1961 y representante de su partido ante el Consejo Supremo Electoral en 1963.

Ellos ni siquiera saben del triste final de su carrera de hombre público, y que el 19 de mayo de 1966 había convocado a una conferencia de prensa en su residencia para hacer el anuncio de la constitución del nuevo partido; pero, pocos momentos antes de iniciar la entrevista, se escuchó un disparo en su despacho, y lo encontraron muerto.

En este 2023 deberíamos estar celebrando, estimado poeta, el centenario de su nacimiento, pero lamentablemente estos resentidos sociales están pendientes es de acabar con lo que construyó la democracia. Tanto es así que en Guanare se constituyó en el proceso democrático una biblioteca pública que, honrosamente, llevó su nombre. Desde pocos años después de la llegada de Chávez al poder, nosotros los libros comenzamos a observar que nuestro palacio iba deteriorándose poco a poco. La lluvia comenzó a filtrarse por el techo y nosotros comenzamos a sufrir de moho, nuestras solapas se abultaban y las páginas se humedecieron. La primera familia librera que se contaminó fue la sección de “Sala estadal” que contenía las obras literarias de los escritores portugueseños. Una sección que ellos mismos hicieron, llevando cada poeta, cada escritor los cinco libros reglamentarios que exigía la Biblioteca Nacional por conceder a cada escritor el Depósito Legal respectivo. Esos libros fueron sacados de los estantes para que no contaminaran al resto de la población libresca. Con lástima vimos caer al piso: Obra poética de Eddy Ferrer Luque, Los cinco reyes magos de Tomás Jurado Zabala, Un sacudir de alas de Carmen Pérez Montero, El caballo de mis coplas de Graterolacho, el poemario de José La Riva Contreras, varios libros de José Joaquín Burgos, Negro es un bello color de Yorman Tovar, y otros tantos que me es imposible enumerar.

El tiempo fue pasando, y entre la lluvia creando tanta humedad, las polillas y la indiferencia del gobierno, nos convirtió en un enorme hospital de pacientes sin médicos ni medicinas. Hasta que llegó un “brillante” gobernador, cavernícola hasta de nombre y ordenó nuestro desalojo. Pensamos que íbamos a un hospital para que nos restauraran, pero no. Nos echaron como cochinos en un enorme volquete para un depósito en peores condiciones, nos arrojaron al “suelo pelao” donde nos terminamos de deteriorar, y de allí nos trajeron en otro camión volquete. Diez viajes echó aquel camión, como quien traslada presos de alta peligrosidad, y nos botaron en este vertedero municipal junto a tanta basura. Aquí somos tan insignificantes que ni siquiera les interesamos a los zamuros plumíferos ni a los zamuros humanos.

Por boca de un extraño que vino a echar desperdicios acá supe, Dr. Ugarte Pelayo, que el acucioso escritor Jesús Pérez Soto, uno de los autores cuyas obras perecieron, escribió por las redes este texto:
“Ya nos enteramos adónde fueron a parar los restos de los libros que dieron vida a la antigua biblioteca pública Dr. Alirio Ugarte Pelayo. ¿Recuerdan? 23.000 ejemplares fueron desalojados de su templo, trasladados a un local inapropiado y de allí, hace poco los arrojaron a una volqueta y fueron a parar al vertedero de basura. 10 viajes echó la volqueta, eso costó sacarlos de la vida pública de Guanare; pero el circo sigue porque ya viene el 23 de abril, Día del Libro y seguro habrá pitos y tambores, hurras y festejos para hablar bien del libro, para exaltarlo, pero no para devolverlo públicamente a los lectores, para ponerlo al alcance de los niños. La noticia es triste y hay que asumirla como una de las peores canalladas que le puedan hacer a un pueblo, porque dejarlo sin biblioteca pública es un acto del que solo se puede vanagloriar un estúpido, un miserable o un… agreguen ustedes el adjetivo; porque puede que a un político no le guste leer, pero no por eso tiene derecho a arrastrarnos hasta su ignorancia y tampoco debemos permitir que nos hagan eso. Mientras en Guanare no haya biblioteca no podemos hablar de amor al libro, será más cuesta arriba formar niños y jóvenes lectores; hay que devolverles su templo a los libros, su olimpo y eso lo tiene que hacer el gobierno quien fue el que acabó la biblioteca”.
De manera que el templo donde nuestros poetas y educadores soltaron lo más granado de su talento para educar y recrear a tantos jóvenes, de la noche a la mañana se convirtió en una empresa estatal de vehículos (ambulancias). Tuvo razón Miguel de Cervantes cuando sentenció: “La ignorancia es un rocín que hace tropezar a cada paso a quien lo monta, y pone en ridículo a quien lo conduce”.

Es una lástima, Dr. Ugarte Pelayo, contarle esta desgracia. Tanto que se esforzó el Estado democrático para formar a estos ñángaras tardíos y resentidos sociales en las universidades. Mientras el Estado aportaba presupuesto ignoraba la basura ideológica que le estaban inyectando a los jóvenes de la época con el nocivo recetario de Marta Harneker, El Capital de aquel viejo ocioso llamado Carlos Marx que nunca trabajó, y de tantos cabezas calientes criollos que el mismo Estado les publicaba aquellos legajos venenosos que hoy por hoy son el fracaso de Venezuela, mientras ellos calificaban de “agente de la CIA” a Carlos Rangel por su obra Del buen salvaje al buen revolucionario. No quisieron los demócratas darse cuenta de que en las universidades se estaban amolando los cuchillos para nuestros propios pescuezos… y lo estamos viviendo en esta degollina plagada de corrupción y destrucción general.

Hoy 23 de abril de 2023, día de nosotros los libros, le confieso estimado poeta que deseo el día en que alguien prenda fuego en este pedazo de suelo putrefacto donde agonizo. Desde aquí he visto morir a tantos amigos, consumidos por las llamas. Vi con suma tristeza las siluetas de El Quijote y Sancho Panza, elevándose en volutas de humo nauseabundo. Escuché el llanto de Carmen Rosa, quien después de escapar del palúdico pueblo de Ortiz con sus Casas muertas y ayudar a construir Oficina Nº 1, morir en medio de tanta podredumbre. En fin, estimado Alirio Ugarte Pelayo. Su nombre y su memoria, han sido ultrajados y pisoteados por estos gobernantes de mentalidades primitivas a quienes no podemos exigirles nada porque es como pedirle mangos a un camoruco. Finalmente le digo que su poema “Canto irregular a Venezuela” no ha perdido vigencia. Nada más veamos lo que escribió usted en la primera estrofa:

Venezuela del canto emocionado,
doliente Venezuela campesina.
Puerto fluvial abierto en el costado
de América sensual y fugitiva.
Venezuela del hierro arrebatado
sin el penacho gris de las usinas.
Venezuela del agro quebrantado
bajo el peso de torres exhaustivas.
Dormida tierra de dolor clavado
en la tumba sin muerte de Bolívar,
te canto mi dolor crucificado
en el hondo ejercicio de la vida”.

Atentamente,
El libro desechado

Yorman Tovar es poeta portugueseño, profesor titular de la Universidad Ezequiel Zamora (Unellez).

La Palabra Compartida #14 - Alirio Ugarte Pelayo: el Ciudadano

La Palabra Compartida #15 - Alirio Ugarte Pelayo: el Político

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[1960] - Destino Democrátic... by Andrés della Chiesa


martes, 29 de octubre de 2024

MARIO BRICEÑO IRAGORRY: DE LA CONMEMORACIÓN AL OLVIDO: EL ALMA DE LA VENEZOLANIDAD 🗽

Mario Briceño Iragorry

"PARA AMAR LA PATRIA ES PRECISO AMAR SU HISTORIA.  Y AHÍ RADICA LA CUSTIÓN FUNDAMENTAL DEL SER HUMANO: ENTENDER Y COMPRENDER SU PROPÓSITO: LA ARMONÍA TOTAL (SHALOM). Y ESE ANHELO DE PAZ Y DE VERDAD EN NOSOTROS ES NUESTRA BÚSQUEDA DE LA HISTORIA QUE ES EL VÍNCULO. Y LA TRADICIÓN ES CONVIVIR EXPERIMENTANDO ESE VÍNCULO".  
"Para amar la Patria es preciso amar su historia, y para amarla en su totalidad, es necesario conocer y amar su Historia total. Y como no son solo los intereses presentes lo que une a los pueblos para la común acción constructiva, precisa buscar los valores antiguos que dan continuidad y homogeneidad al proceso social. Sin solera histórica, los pueblos carecerán de la fuerza mágica que hinche los espíritus nuevos y los empuje a realizar su humano destino".
(Defensa y Enseñanza de la Historia Patria en Venezuela. Ediciones de la Contraloría, 1980. P 60)
"El venezolano, que ante cualquier contrariedad sin importancia –la actitud irrespetuosa de un policía, un autobús que no llega a su debido tiempo, - reacciona con la generalización maldiciente del «esto no pasa sino en Venezuela», «esto siempre ha sido así», «esto no tiene remedio», corrige sin embargo esas blasfemias contra la Patria y el carácter nacional cuando debe referirse a ese pasado que él todavía considera con cariño". (O.C. P.131)

"Los venezolanos somos muy fáciles 
para echar sobre el vecino
 la responsabilidad de los desaciertos colectivos, 
somos seres tomados de la presunción y de la soberbia". 

Cuando postergamos las acciones, las utopías se ensanchan y los textos se convierten consecuentemente en espacios del eterno retorno, lugares de la perfectibilidad que nunca llega. Entonces los escritores se postergan y se hacen estampas ancladas en un tiempo acusatorio de los venideros, estableciendo una riña perenne que construye paradigmas del pasado incongruentes con el presente, pero cuyas diásporas sirven para potenciar antagonismos críticos que evidencian lo establecido o lo subversivo. 

Esas son las dicotomías que han alimentado el discurso histórico mediante la inserción de paradigmas, pero al mismo tiempo, han establecido demarcaciones para los escritores: 
positivistas unos, románticos otros; conservadores unos, revolucionarios otros; pero de alguna manera todos viviendo de las postergaciones del enunciar el deber ser sin importar que sea una paradoja discursiva, de la cual no es responsable el escritor, puesto que la acción queda supeditada a los interlocutores, que movidos por la fuerza del discurso adopten una u otra actitud frente a lo planteado. 

Lo impostergable, el tiempo de hacer la palabra acción y no simple legado simbólico es inducir el discurso hacia lo ético, principio que comienza con lo impostergable y reclama del compromiso para que la escritura no sea cárcava hueca, sino cantera para la reflexión y la acción. Más aún, cuando los discursos se hacen fundamento de la vida, horizonte personal para prestar la reflexión a un colectivo y desde allí delinear caminos de interpretación, vías de acceso para intentar construir realidades bajo los principios de justicia.

En su esencia, la postergación es una categoría implícita del ser humano, quizá por ello la vida misma se convierte en un aplazamiento de la muerte, y, la escritura la forma más viable de vencerla, puesto que, cuando el autor muere queda lo escrito como huella que demarca un camino, faro que sirve de aviso a los navegantes para que sorteen dificultades o se prevengan sobre lo ya vivido por el ausente que deja su escritura como evidencia de su sensibilidad que aspira a reencontrarse con la sensibilidad del otro, y en medio de esa confluencia enriquecer los planteamientos, proponer nuevas bitácoras de viaje para quienes heredan un presente. Es la sensibilidad del autor la que privilegia al humano ser como la instancia preponderante dentro de la relación discursiva. Entonces, el discurso no admite postergaciones, porque el humano ser es la historia afectivizada, la cotidianidad aprehendida a razón de experiencia existencial y precepto ético. 

Es el individuo mismo en correspondencia con el colectivo donde se fortalece su identidad personal y comunitaria, se afianzan los lazos de sostenimiento entre él y su entorno, entorno mediado por un compromiso de contraprestación, de la conciencia individual en correspondencia con el colectivo que parte de su relación inmediata, de lo experencial a manera de sinónimo de consanguinidad con un espacio del yo que paulatinamente debe convertirse en un nosotros. Siempre hemos celebrado la obra de Mario Briceño Iragorry –aun cuando han menguado los reconocimientos– pero no hemos ido más allá de lo celebratorio; lo onomástico y la efeméride han socavado la profundidad de los textos y la premura de los homenajes quizá ha diluido los planteamientos en ediciones que apuntan mas hacia la postergación que a la reiteración de lo fundamental que representa el pensamiento de Mario Briceño Iragorry en los distintos órdenes de la vida nacional. 

Creo que ha sido una muy elegante forma de postergar al escritor venezolano con mayor obra literaria publicada en el país. Esa particular circunstancia ha permitido que Briceño Iragorry sea un exiliado de los tiempos modernos, y se ha convertido en un escritor de ocasión discursiva, cuando requerimos de una cita para referirnos a las necesidades prácticas de un acontecer que pierde cada vez más su memoria nacional y se metamorfosea en un pastiche cultural que hace amorfos los horizontes, angustiantes los tiempos, y mas ciertas las preocupaciones expresadas por Briceño Iragorry a través de su obra. A ciento once años de su nacimiento, y en el Año Jubilar de su muerte, los extremos se han distendido, ayer en su Centenario los actos celebratorios abundaron, y las plegarias oficiales inundaron el suelo nacional. 

En el Año Jubilar un silencio angustiante amenaza con seguir postergando la obra de un hombre que asumió sus contradicciones y las volcó a través de una escritura profusamente barroca, donde la adjetivación y la sobreabundancia de preciosismos sirven de marco a un contenido cuestionador de la evolución cultural de Venezuela. Se hizo paladín del pasado que se resistía a convertirse en periferia frente al advenimiento demoledor de un presente impulsado por el espacio urbano y la inserción de valores culturales foráneos advenidos con la industria petrolera. 

Briceño Iragorry siempre creyó en la cultura como el espacio donde era posible revisar el comportamiento individual y colectivo en el reflejo del Yo y el Nosotros como instancias fundamentales da la dinamia existencial y cultural, porque la cultura para él fue un organismo vivo que no podía mutilarse con disecciones o transplantes de otras culturas provenientes del poder económico ni la dependencia tecnológica. Por ello defendió, a pesar de las críticas, el proceso de trasculturación entre el ibérico y el aborigen para el surgimiento de un nuevo mestizo que se hizo sencillamente americano y asumió su autonomía en cuanto a la nacionalidad, tal es el caso de Alonso Andrea de Ledesma, especie de Quijote americano que sale a defender estas tierras de sus congéneres españoles. 

Briceño Iragorry no es un escritor clásico anclado en un tiempo cronológico, es un escritor obviado por quienes tienen responsabilidades de conducción social. Porque Briceño Iragorry no creyó en la postergación de las ideas y las acciones, –aun cuando ha recibido innumerables críticas que como político no las llevó a cabo– sus escritos están hechos para la aplicación práctica, están construidos con una profunda intención pedagógica de propulsar una enseñanza ética, incidir sobre el comportamiento y la conducta del interlocutor para que se integre al espacio social, y desde allí, se transfigure en un ente dinámico que construya espacios posibles para la realización, y donde las utopías sean hechos dinámicos que conduzcan a la consecución de objetivos. 

La escritura de Briceño Iragorry es eminentemente oralizada, en ella se percibe la arenga y conminación a la acción, porque su perfil de referencia siempre fue el interlocutor, no como algo abstracto o anónimo, sino el otro que escucha desde las dimensiones del humano ser. Briceño Iragorry apeló a la sensibilidad para impostar su mensaje, desde allí fue a los aleros familiares, a las tradiciones, a la historia, para buscar cercanía y puntos coincidentes, fundirse en el otro a través de su mismicidad, punto de encuentro donde las diferencias conculcan y las semejanzas hacen empáticos los caminos. 

Así lo demuestra su prolija producción epistolar, y este volumen incluye una misiva a Mariano Picón Salas, donde Briceño Iragorry reconoce explícitamente su apego al pasado y la dureza con que trata a los positivistas por el desmedro al mestizaje, la raza cósmica que conserva en sus entrañas la autenticidad de un pueblo debatido en el sincretismo. De esa manera defiende ante el amigo y correligionario la perspectiva de la Hora Undécima y sus intentos por: la necesidad de una moral que sirva de orientamiento a la conciencia pública. 

La Universidad de Los Andes, a través de las Ediciones del Vicerrectorado Académico, publica este volumen titulado Mario Briceño Iragorry Fundamental, el alma mater que lo vio formarse junto a la Generación del 18 en el occidente del país, concibe a Briceño Iragorry como impostergable en el debate por una historia de las ideas nacionales y latinoamericanas dentro de la autenticidad de los sincretismos, de la pervivencia del pasado en perfecta comunión con el presente, sin exclusiones ni marginamientos, sino bajo la égida de la integración como lo soñó quien en las aulas de la Universidad de Los Andes sufrió los atavíos del conocimiento, mostró sus angustias frente a la filosofía de la sospecha, que le sirvió de base para acendrar el espíritu en el espíritu mismo.

Mario Briceño. Fundamental abre con uno de los textos más celebrados de Briceño Iragorry como lo es "Mensaje sin destino", su gran respuesta a: 
la carencia de un recto y provechoso sentido histórico de la venezolanidad, y con ello radicar: 
en lo histórico la causa principal de nuestra crisis de pueblo, no miro únicamente a los valores iluminados de cultura que provienen del pasado. Me refiero a la historia como sentido de continuidad y de permanencia creadora. Pongo énfasis al decir que nuestro empeño de olvidar y de improvisar ha sido la causa primordial de que el país no haya logrado la madurez que reclaman los pueblos para sentirse señores de sí mismos. Es la reafirmación del ser en conjunción con su entorno mediante la necesidad de clausurar las rupturas y ver la historia de las ideas como un todo orgánico que permita rescindir los errores y proyectar los logros más allá de los tiempos cronológicos. 
Es una revisión de la crisis de pueblo para ofrecer alternativas desde los ojos propios y ajenos, y así, minimizar los estragos de la desmemoria que hace de la historia un hecho no asimilable que permita incorporar nuevos valores culturales para el enriquecimiento del disímil acervo nacional. Arenga contra el hiato que se abre entre pasado y presente, entre la historia épica cargada de héroes y sentimentalismos, y propugna por una historia como punto de reflexión e inflexión sobre los espacios sociales que requieren de una memoria autóctona que les otorgue las causalidades de la dinamia histórica, y donde la tradición no se confunda con involución, enfoque críptico de lo pasado como hecho inamovible y no dinámico que repercute en un presente con miras a un futuro que permita la dialéctica retrospectiva al: 

“Buscar las raíces históricas de la comunidad es tanto como contribuir al vigor de los valores que pueden conjugar el destino y el sentido del país nacional”. 
Mensaje sin destino promueve la búsqueda de la autenticidad ante el artificio, el mirar los modos de ser que producen las diferenciaciones en la dinámica cultural, para verlos en el enriquecimiento sincrético de los espacios culturales, en el empuje de la tradición dentro de la producción de nuevos valores, en la reactualización de los hechos a partir de su incorporación a un presente, venciendo fronteras, tendiendo puentes entre las fracturas que ha ocasionado la crítica positivista. 

Es contemplar la historia a razón de sucesión de hechos concatenados, donde las rupturas son ficticias y castradoras de un verdadero enfoque analítico del proceso cultural nacional y latinoamericano. Mensaje sin destino es punto de sutura entre el pasado y el presente en aras de un futuro promisorio, es el llamado a la reconciliación con la España conquistadora que forma parte de la historia nacional, con sus afrentas y errores, pero también con las posibilidades que ofreció a la cultura nacional en formación, en este sentido justifica: 
“en el tiempo la obra de nuestros mayores, es decir, la obra de los peninsulares que generaron nuestras estirpes y fijaron nuestros apellidos, he creído cumplir un deber moral con el mundo de donde vengo”. 

Porque Briceño Iragorry antes de ir a buscarse en medio de lo colectivo, hurgó las entrañas familiares para intentar explicaciones desde la mismicidad, y desde allí, se reconoció descendiente de los abuelos ibéricos, y por ello defendió con tanto tesón la tesis de la hispanidad como punto de partida del legado cultural nacional. Antepuso el pueblo histórico ante el pueblo político: Se requiere la posesión de un “piso interior”, donde descansen las líneas que dan fisonomía continua y resistencia de tiempo a los valores comunes de la nacionalidad, para que se desarrolle sin mayores riesgos la lucha provocada por los diferentes “modos” que promueven los idearios de los partidos políticos. 

Antes, que ser monárquico o republicano, conservador o liberal, todo conjunto social debe ser pueblo en sí mismo. Mensaje sin destino encarna la utopía del desenmascaramiento de la falsedad. Esa falsedad que interactúa solapadamente en la crisis de pueblo y se viste de historia para engañar bajo la liturgia de las efemérides. Mientras que nos olvidamos de la tierra y construimos su elegía, sustituimos los espacios rurales por un urbanismo obcecado por la megalópolis que sustituye el espacio natural y lo condena a la simbólica huerta. Con la muerte de la tierra perecen sus símbolos y crece la desmemoria, para Briceño Iragorry, el venezolano no tienen la pasión por el paisaje que contribuya a la función discursiva de luz y color del poder de la tierra nutricia. Eso hace de Mensaje sin destino una advocación romántica de la vida, expresión idealista que colinda con lo utópico. 

Es la ética y la moral asidas a razón de paradigmas del hombre fervientemente humanista aun cuando asuma la quijotesca empresa de arar sobre el mar. Es cristalizar la palabra a manera de oráculo detentador de lo tachado por la oficialidad de la historia y las urdimbres de la política. Mensaje sin destino es la palabra condenada a trascender sobre los cielos de América como el espíritu de Ariel y descorrer sus visos proféticos frente a la incertidumbre de las grandes aperturas. Es un diálogo sin interlocutor determinado que salta por encima del tiempo, partiendo de una serie de anhelos propios de una alma ensoñada que creyó en los principios del hombre en su elemental y simple aspiración de querer destruir la falta de libertad y las injusticias existentes. En Mensaje sin destino coinciden dos historias: 
una con destino, aunque forzado e impuesto para hacerla un repertorio de fechas y hechos condenados al destino político y manipulador. 

Otra, sin destino, pero comporta lo auténtico, la fortaleza amurallada para contrarrestar el olvido y dejar huellas sobre el muro del tiempo. 
El segundo texto incluido en este volumen, responde a la intención de Briceño Iragorry de hilar-pintar el referente histórico a manera de un tapiz donde se pueda leer las claves y referencialidades del proceso colonial venezolano con una explícita intencionalidad. Es un texto contestatario que contiene respuestas a diversos historiadores e intelectuales venezolanos, y donde Briceño Iragorry justifica una vez más la continuidad histórica e importancia de la influencia ibérica en la formación histórica-cultural nacional. Continúa sin admitir fracturas en la evolución cultural, sigue sosteniendo sus principios de unidad y evolución del proceso histórico como punto de análisis crítico de una historia de las ideas nacionales.

En esta oportunidad, Briceño Iragorry se hace artesano de la historia, construyendo una iconografía histórica desde la sensibilidad y el arraigo por la patria grande. Continúa en su afán de tender puentes entre los grandes hiatos que separan los procesos históricos que conducen a la fragmentación de la conciencia nacional, a la estimulación de la desmemoria, a la dispersión en los sincretismos. Es su denodada defensa de lo hispano como isotopía recurrente en el proceso de formación nacional la hispanidad es una idea de ámbito moral que no puede someterse a la antojadiza dirección de una política de alcances caseros. España como idea, como cultura, está por encima de los adventicios intereses de los políticos en turno del éxito. 

La España histórica, España como centro de gravedad de nuestra civilización, es algo que vivirá contra el tiempo, sobre los vaivenes de los hombres, más allá de los mezquinos intereses del momento. Y nuestra conciencia debe oponerse a todo intento de que esa idea, tocada de eternidad, sirva a destruir aquello que jamás puede desacoplarse de lo español: el insobornable espíritu de personalidad que le distingue y da carácter. Es la historia que pierde su simple condición de registro y se transmuta en objeto dinámico que provee de una significación que no puede obviarse, ni cortarse a tajos por procesos meramente ideológicos-políticos que no pueden establecer abismos insalvables 

El período de nuestra historia nacional que, presentando a nuestros ojos el aspecto de un abismo, nos hizo ver la necesidad de un puente para salvarlo, y en cuyo examen llegamos a la conclusión de que era el abismo quien estaba de sobra, se halla erizado de leyendas en extremo lúgubres. 

En este sentido, Briceño Iragorry asume el rol de subversivo de la historia a partir de la historia misma, al asumir el pasado colonial como el bastión fundamental para apuntalar el proceso cultural popular venezolano que ha sido eclipsado por la visiones epidérmicas de los historiadores que acuden a los grandes hechos como punto único de referencia para apoyar sus teorías históricas, pero además de ello, Briceño Iragorry clama por la inclusión dentro de los estudios históricos la sensibilidad del historiador a razón de ingrediente ético que disipe las intencionalidades de imaginar la historia como ellos la presuponen o quisieran que hubiese ocurrido. 

Nosotros, por medio de estos “Tapices” históricos, no destinados a museos ni a exposiciones, sino a ser devorados por el fuego de los críticos, intentamos pintar algunos de los hechos principales de nuestro pasado colonial y especialmente las circunstancias que nos llevaron a comprobar, con gran sorpresa de nuestra parte, que donde notamos de primera intención la falta de un puente por hallarnos al borde de un abismo, lo que sobraba era el abismo; sorpresa semejante a la que debieron de haber sentido los niños buscadores del pájaro azul cuando advirtieron, al regreso de vana peregrinación, que en el humilde hogar sobraba la jaula donde estaba silente, y no de hogaño, el pájaro que sin fruto buscaron fuera. Entonces supimos que nada es tan fácil como salvar un abismo sin necesidad de puente, cuando no existe dicho abismo. 

Como la mayoría de sus textos, Tapices de historia patria tiene un profundo contenido pedagógico al oralizar la historia en un interesante conversatorio que va desmontando los hechos históricos a través de lo ameno, va significando los hechos históricos desde la llegada de Cristóbal Colón y los equívocos de llamarlo descubrimiento sin existir como concepto, y que en realidad se debió a una invención que años más tarde (doscientos setenta y nueve años, un mes y siete días) asumió el nombre de Venezuela. Aquí Briceño Iragorry sostiene la tesis de la invención que posteriormente va a dar paso a la noción de patria, que para él, comienza con los abuelos ibéricos: 
La Patria, nuestra Patria, como entidad moral y como resumen de aspiraciones colectivas, no podía existir en aquella época para nosotros ni para nuestros antecesores, llegados más tarde en las carabelas que siguieron la ruta de la nave del Almirante. 

Parte Briceño Iragorry del estamento europeo para luego juntar a éste la presencia aborigen y negra, y esta particularidad le acarrea varias críticas por no colocar al aborigen en el primer lugar de la escala étnica, sino al español: “Toda una literatura sentimental se ha fundamentado en la leyenda blanca de los indios, al igual de la que con tintes sombríos ha formado la leyenda negra de España”. 

Critica Briceño Iragorry la unilateralidad con la que se enseña la historia, lo que según su criterio crea sesgos, hace que se formen bandos en torno a una u otra perspectiva, tensionando el hecho histórico desde las perspectivas y posiciones ideológicas, convirtiendo los estudios históricos en trincheras, feudos casi personales que se sustentan en la descalificación de la tendencia contraria. De allí recrimina la forma rudimentaria como ha sido tratada la época colonial venezolana, comenzando por los mismos cronistas de indias y terminando por los historiadores que intentan ver la colonia desde la segmentación de espacios geográficos y no dentro de la concepción de una entidad geopolítica. Y desde esa perspectiva emprende una reconstrucción de la historia colonial nacional para intentar un reordenamiento del significado histórico, construir la historia en función de una gramática de recuperación del contenido: 

Quizá resulte una verdadera labor de cirugía plástica, muchas veces de un refinado arte dermotómico, la reconstrucción de ciertos personajes, pero necesaria de todo punto para poder darles una justa posición en la perspectiva histórica. Hace de la historia colonial toda una semiosis que gira en torno a una red de significaciones que –a su criterio– han sido distorsionadas para tratar de magnificar la era republicana en menosprecio de la etapa fundacional de la historia nacional. Se resiste a pensar en la supresión de la historia colonial como hito para encontrar explicaciones, justificaciones o abyecciones dentro del proceso histórico nacional. 

Es la voz explicativa de la historia que conjunta lo cronológico con lo anecdótico, y logra que el hecho histórico pierda un tanto de severidad y hermetismo al insertarla dentro de lo conversacional, donde el relato se traduce en amenidad, y ésta en precepto pedagógico, al concebirse el relato como un ejercicio de la imaginación que reconstruye los hechos desde la sensibilidad y empatía, lo que confiere –aun cuando parezca una paradoja– un profundo sentido de objetividad. 

La concepción artesanal que le imprime a la escritura en ese eje conversacional le permite concatenar referentes que semejan un hilado que a la postre se convertirá en un tapiz, en la iconografía de un hecho histórico, una figura que representara lo sucedido desde una visión del presente y no un simple hecho pasado que se encuentra inamovible, anclado en un pasado que no puede consustanciarse con el presente. Y de ese recuento afectivizado y sensibilizado, justifica la autonomía del criollo, que antes de ser una manifestación política es un sentimiento de pertenencia con estas tierras que comienza a hacer suyas al despertarse un sentido de nacionalidad mestiza que vislumbra como patria la heredada y no la originaria. Ya España no es la patria sino América, el ser americano comienza con un acto de querencia y no un acto político: 
“El fenómeno más interesante que ofrece el estudio de la historia civil de la Colonia es el surgimiento del espíritu de la nueva nacionalidad”. 

Y todos los intentos por romper con la influencia de España dentro de los procesos políticos-culturales en Venezuela y América resultan infructuosos porque siempre los hechos develan la vinculación con la península ibérica. El historiador venezolano que habiendo salido a buscar la espada con que los fundadores de la República rompieron los lazos que ataban la Patria a la Metrópoli española, halló que tal espada ni Miranda la trajo de Francia, ni Inglaterra la había enviado en los barcos contrabandistas, sino que, muy por lo contrario, era la misma espada que usó el viejo conquistador hispano en la larga empresa de pacificación, naturalmente debió de haber experimentado sorpresa semejante a la que embargó el ánimo del juez pesquisador. Y más aún, en esa referencia a la nacionalidad que se forja en tierras venezolanas, celebra que la lucha de clases en Venezuela concluye como un profundo manifiesto de la nacionalidad; las diferencias se concilian, ya no existen ni blancos criollos ni blancos peninsulares que luchan por la hegemonía del poder sino patriotas que luchan por un objetivo común. 

En la obra de Briceño Iragorry la concepción de nacionalidad y nacionalismo juegan un papel de vital importancia, allí reconoce la fuerza vital de toda nación para mirarse en su devenir, allí acendra la querencia y sentido de pertenencia que un individuo debe desarrollar en función de su entorno para deslindar los preceptos identitarios que le permitan afianzarse a una memoria colectiva que sirve para enfrentar lo foráneo. Aquí radica el verdadero sentido de la historia para Briceño Iragorry, la historia como instrumento de creación y reconciliación, la historia a manera y razón de puente que vincule al individuo con él mismo y con el colectivo que comparte el pasado como precepto ético, principio y fuerza moral para desarrollar las comunidades; es permitir la construcción de una historia de ancho espacio: 
La razón de la preferencia por esta: 
“Historia en blanco, que podríamos llamar en potencia, consiste en que sus hechos son extremadamente veraces, por no haber sufrido ninguna manera de adulteración”. 

Mientras transcurre la escritura de este texto va pintando tapices, engranando referentes que potencian el discurso histórico-pedagógico a través de una polémica que rebate argumentos, arguye otros e intenta dejar abiertas nuevas brechas sobre el pasado colonial venezolano, pero siempre haciendo hincapié en lo suicida de una interpretación desde la mutilación de los hechos históricos, de la negación por concepciones ideológicas de algún eslabón de la cadena de hechos históricos. 

Y en este aspecto, Briceño Iragorry se nos hace fundamental en momentos que las nuevas propuestas curriculares obvian situaciones históricas por reformulaciones ideológicas, aquí Briceño Iragorry insiste con su aguda escritura que el pasado no puede ser sometido a una tradición de la ruptura, pues consiste en una traición a la historia, pero al mismo tiempo una traición al individuo mismo que se perfila desmemoriado frente a la tradición que se hace manipulable, arcilla que representara los intereses de un poder determinado. Y hoy día, cuando las universidades autónomas son cuestionadas en su no proyección a la comunidad, o en su aporte a los procesos de cambio en nuestro país, dejemos que sea Briceño Iragorry quien resarza el prestigio del claustro universitario como bastión combativo: Allí estaba la semilla, regada de fuerte lógica, que daría a su tiempo el fruto requerido. 

De los claustros universitarios salieron los idealistas que redactaron las fórmulas de nuestro derecho republicano, y de las escuelas de primeras letras, aquel sector popular que supo discurrir sobre la Independencia. Si hoy asumimos la época republicana como la profunda búsqueda de la igualdad y equidad social, implícitamente está la Universidad a razón de columna vertebral de ese movimiento revolucionario, y a pesar de la evolución de los tiempos, la universidad venezolana sigue siendo bastión para que los individuos se formen consustanciados con los ideales de libertad, justicia y reivindicación. 

Una Historia de nuestra enseñanza que omita tales datos y que haga valer como genuino únicamente lo que lleve sello de protesta y marcada inclinación contra todo lo que envuelva carácter religioso, estamos seguros de que habrá de chocar a toda persona inteligente, aunque odie y queme iglesias y conventos. En ese período colonial ubica el mayor portento de la tierra venezolana y americana como es la agricultura. No hablamos aquí de cultura artística o literaria, ni de formas político-sociales: nos referimos apenas a nuestra otrora opulenta agricultura y a nuestra abundante cría, la cultura agri de los latinos, que debiera ser fuente de perenne riqueza nacional y soporte de nuestra independencia económica. 

Regresa el hurgante verbo de Briceño Iragorry y se hace impostergable, cuando hablamos de independencia alimentaria y nuestra economía depende de la explotación petrolera que nos hace cada vez más dependientes económica y tecnológicamente, mientras que el desarrollo del campo es una falacia que alimenta las propuestas políticas que se hacen reiterativas y hasta sarcásticas al rayar en el cinismo. Briceño Iragorry creyó en la historia a manera de revelación, por ello fue a la historia en blanco y extrapoló personajes olvidados por la historia oficial, creyó en la historia que sirve para crear conciencia y no sólo simples ambages decorativos, intento advertir que los objetos históricos sin la valoración adecuada son simples instrumentos del artificio y la vanidad: 
El moblaje colonial y las pinturas que exornaron salas y dormitorios de aquella época, corrieron la misma suerte de la cultura general. Ante la invasión de las modas sucesivas, fueron postergados y pasaron a llevar callada vida en la conciencia de la multitud indiferente. 

La historia se objetualiza y se convierte en anticuario que en vez de potenciar su presencia la condena a ser una reliquia que pertenece a un tiempo y a un espacio determinado. La historia en su fase de relicario solivianta los preceptos de dinamismo y transformación, hace que el individuo la sienta extraña y ajena, materia que no pertenece a él mismo ni sus circunstancias, es por ello que mientras se reduzca en el tiempo el ámbito histórico, sólo tendremos la noción de una patria mezquina, atrofiada y sin soportes firmes. Sin solera histórica, ella carecerá de fuerza para henchir los espíritus nuevos en la obra de realizar su destino humano. 

Sin la robustez de nuestros derechos en el tiempo, careceremos de personalidad que nos dé derecho a participar en la obra de la comunidad universal de la cultura. Y es por ello que se incluye en este volumen "El caballo de Ledesma" donde los retazos históricos son construidos a partir de un personaje, Alonso Andrea de Ledesma, personaje que pertenece a la historia en blanco a la que se refiere Briceño Iragorry, no a la historia oficial. Y en este texto, Briceño Iragorry ocurre a la ficcionalización del hecho histórico a través de la narración, construyendo un relato que tiene una profunda estructuración ética al hacer la semblanza de un personaje que se americaniza y sale a defender su patria adoptiva cuando se ve amenazada por los invasores. 

En referencia cruzada con el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Briceño Iragorry homologa a Andrea de Ledesma con el paradigma de la idealidad universal, lo hace creer descendiente de Alonso Quijano, lo configura como el Quijote americano, centauro en bestia sarmentosa, héroe de lanza empuñada que desafía el enemigo en defensa de la patria. Pero la historia de Alonso Andrea de Ledesma le propicia a Briceño Iragorry la oportunidad para: “mirar más allá del valor de las cosas. Es necesario discernir entre la explotación de la riqueza material y la asfixia del espíritu. Es necesario pensar en la paz, no como técnica de quietud, sino como sistema de holgura moral”. 

La preeminencia del espíritu en el actuar humano es el objetivo fundamental del enunciante, la vida debe considerarse una práctica ética que construya las bases sólidas de todo conglomerado social, y la vida una entrega total para resarcir los males históricos, “porque es vida la muerte cuando se la encuentra en el camino del deber, mientras es muerte la vida cuando, para proseguir sobre la faz semihistórica de los pueblos esclavizados, se ha renunciado el derecho a la integridad personal”. 

Con este texto Briceño Iragorry busca la sublimación del espíritu como potenciación interior, pero al mismo tiempo, notación de entrega al otro, aspecto donde radicará la verdadera identidad colectiva y no la signada por el individualismo el mostrenco individualismo sólo ha tenido una función disolvente de dividir y de destruir, mientras las conciencias, acuciadas del lucro y en un afán de llegar al momento de las albricias, se suman en forma de rebaño y sin acuerdo cooperativo tras las consignas que aparecen más cercanas a los gruesos réditos. 

Y ese precepto es aplicable a la escritura tradicional de la historia, que se ha escrito en base a las individualidades y no al colectivo, a la potenciación del héroe que a razón de astro rutilante eclipsa a todos a su alrededor. Y allí se empeña Briceño Iragorry al insertar en el texto un dialogo retórico con una buena y generosa amiga que le advierte de su exacerbado idealismo, por el cual se siente orgulloso: “Más de mil y una vez he oído que se me moteja de excesivo idealismo y de una lerda afición a decir verdades que otros, teniéndolas por bien sabidas, las silencian en obsequio a la prudencia”. 

Es el autoreconocimiento en el idealismo como principio ético y cartabón de la verdad, idealidad y verdad son sinónimos que se complementan en el actuar ciudadano; principio que alentó la escritura de Briceño Iragorry desde sus escritos de adolescencia y juventud, cuando se sintió orgulloso de ser un desollado, tal y como lo llamó Cabrera Malo luego que publicó su libro Horas en 1920. Esa idealidad lo lleva a reconocerse alumno de Rodó y a prestigiar el espíritu frente a todas las causas de la vida. A potenciar ese espíritu que logró aprehender de las lecturas de Nietzsche, Renán y Maeterlinck. 

Lecturas juveniles que marcaron al escritor en la idealidad esgrimida como precepto ético, que lo acompañaron en su lucha contra el silencio cómplice de las sociedades. Porque su escritura fue sinónimo de hablar en voz alta para decir verdades aunque fueran dolorosas o se devolvieran contra él mismo. Así la escritura se transfigura en un acto de justicia social, de vindicta individual para intentar asonar ecos que reproduzcan las verdades y se haga justicia.

No tendrán república los ciudadanos que ejercitan las palabras fingidas. Ella quiere voces redondas. Ella pide un hablar cortado y diestro, que huya el disimulo propio de las épocas sombrías, cuando la voz de los amos acalla las voces de las personas que los sufren. El verbo se hace demostración del espíritu, el verbo es acción sincera y no fingimiento para encubrir dominaciones, sino que la palabra será reflejo de la interioridad, manifestación del espíritu que resarce las posibilidades y posibilita los encuentros: 
“Tenemos oro, mas carecemos de virtudes públicas. Con dinero los hombres podrán hacer un camino, pero no una aurora. Y estamos urgidos de amaneceres. Necesitamos un alba nueva”. 

Y sin postergar más a Briceño Iragorry, aquí resurge cargado de verdades como si la historia se hubiese detenido, los tiempos estancado sobre la oprobiosa práctica del materialismo sobre el idealismo, en la cosificación de los individuos que sacrifican su humano ser ante el refulgente brillo del oro que los condena bien sea al silencio, o a las palabras del disimulo y la complacencia: A nosotros nos corresponde remover piedras y estorbos, y contra los vocablos megalíticos hemos de lanzar agudas y cortantes voces que los horaden y destruyan. Nuestra generación tiene una deuda que saldar con el futuro. Detrás de nosotros vienen jóvenes que esperan nuestra voz curtida de experiencia. 

Es el Briceño Iragorry contestatario que inunda su escritura de sensibilidad para que “ante la imposibilidad de reconstruir el pasado y de enmendar en forma definitiva las deficiencias presentes, digamos a quienes esperan de nosotros palabras responsables la verdad de nuestra tragedia”. Y sobre lo andado construir un presente reparatorio que se funde en la verdad y las palabras edificantes, en los discursos forjadores y formadores de luz y esperanza para las nuevas generaciones, que no reciban una herencia falsa o maquillada, sino una herencia auténtica que les sirva para enmendar errores y edificar sobre la autenticidad:

Debemos enseñar a las nuevas generaciones, no el inventario de nuestros pocos aciertos, sino las caídas que han hecho imperfecta nuestra obra personal y, consiguientemente, han impedido que ésta aflore con acento redondo en el campo colectivo [...]. Es el eco de la idealidad heredada de los integrantes de la Generación del 18 donde se formó, quienes blandieron a don Quijote de la Mancha a razón y manera de estandarte vindicativo de sus propósitos. Es la presunción de la espiritualidad como el centro del accionar humano que conlleva a la configuración de un precepto ético que redunda en el beneficio colectivo. Un ejemplo desde la mengua y la vejez le sirve para potenciar el ideal humano de la justicia y la entrega. 

Es la impostación del compromiso social más allá de las limitaciones físicas lo que importa, es el ejemplo sincero, y las verdades esgrimidas la mejor herencia para las generaciones posteriores; en fin: Necesitamos a nuestros antepasados en función viva. No en función de difuntos. Necesitamos su ejemplo permanente y no su fama. La fama de Bolívar muerto no es nada ante el ejemplo creador de Bolívar vivo. De Bolívar caminando. De Bolívar trabajando por la dignidad de América. Por ello ni la espada ni el pensamiento de Bolívar es cosa muerta. Necesitamos nuestro pasado impostergable, reclamamos nuestro pasado a razón de materia viva y de creación que nos permita redimensionar el presente a través de la cercanía del héroe, a partir de la empatía con el historiador que cuenta hechos cercanos, no hazañas extraordinarias que suenan ajenas, inalcanzables en un espacio de la ficción. 

Así va Briceño Iragorry ofrendando su compromiso, utilizando la leyenda de Alfonso Andrea de Ledesma e insertando cartas a una distinguida y buena amiga, José Nucete Sardi, Walter Dupouy y a Carlos Augusto León, para manifestar su deseo porla vuelta de los héroes al presente, pero no héroes de mármol y conmemoración, sino héroes humanizados y afectivizados, héroes en la cercanía del espíritu que coadyuve en la construcción de una memoria y salve a la nación del polvo del olvido; “comprender que la eficacia de nuestra obra radica en la constancia de un proceso formativo que asegure el éxito de nuestra acción futura”. Y esa fue la premisa que aplicó Briceño Iragorry en todo momento de su obra, así se evidencia en sus ensayos, y aún más, en su vasta correspondencia que sostuvo con diferentes interlocutores abordando diversos tópicos. 

Para evidencia de este hecho, el presente volumen cierra con una Selección Epistolar que corrobora la tesis desarrollada en este prólogo y que redunda en la proyección del espíritu del humano ser frente a la materialidad y cosificación que acecha y subvierte los más nobles propósitos: 
La observación del mundo desde un punto de vista espiritual debiera conducir a la justificación de lo existente. Es el ideal, en cambio, aquello que anima en la región superior de lo espiritual, quien clama por la inversión de los términos presentes. Libertad y espiritualidad son nociones inseparables, y para realizar la libertad, es decir la plenitud de lo espiritual como “acto” se requiere la economía de la justicia. Yo soy espiritualista, como tal tengo devoción por todo movimiento que lleve a los hombres al pleno goce de su libertad y su dignidad y como tal estoy dispuesto a luchar por nuestra reforma social, por senderos de justa comprensión. 

Este fragmento de la carta al doctor Nelson Himiob, así lo evidencia, y esa concepción se repite una y otra vez en su producción epistolar, producción sentida, profundamente confesional donde el trazo de la escritura se hace reiteradamente exclamativo como buscando llamar la atención y precisión del interlocutor a través del énfasis de lo oral, de la conminación a la cercanía, a la conjunción de esfuerzos en pro de lo anhelado a través de la libertad del espíritu. 

En estas cartas está contenido un preciso ingrediente autobiográfico que nos muestra mucho más explícito al enunciante, dando evidencia de un escritor a ratos visceral que se confiesa abiertamente con el amigo o con el detractor; que defiende enardecidamente sus posiciones y se regocija en sus libros que nunca concluyen, sino que toda su vida se convierte en un apéndice de su escritura o viceversa, su vida es una prolongación en la escritura; y el ejercicio político la intención de llevar a la práctica las utopías condensadas en su pensamiento. Tres textos y una selección epistolar dan cuenta de un escritor que creyó en el hombre como el centro de transformación de los conglomerados sociales que deben interpretar la historia como instrumento de creación. 

Tres textos y una selección epistolar nos señalan a un “Mario Briceño Iragorry fundamental” e impostergable, un Mario Briceño Iragorry que debemos alejarlo de las conmemoraciones y rescatarlo del olvido leyendo en voz alta sus textos, presumiéndolo fuera de una historia oficialista que lo deglute como muerto honorable. Es querer verlo dentro de la tradición que conforma nuestra autenticidad como nación, enraizado en esa tradición que nos define como seres sensibles con profundo arraigo y querencia a una instancia afectivizada que se llama Venezuela, y sostiene en su vientre una historia en blanco que espera ser rescrita a través de la verdad y la transparencia del espíritu desligado de los compromisos ideológicos o las afinidades político-partidistas. Si eso se lograra nuestras cuentas con las nuevas generaciones no serán un mero inventario, y escritores como Mario Briceño Iragorry seguirán siendo fundamentales e impostergables en los muros del tiempo.

Luís Javier Hernández Carmona 
Marzo, 2008

MENSANJE SIN DESTINO


Este ensayo vuelve a las cajas de imprenta (como solemos decir quienes empezamos a escribir cuando la imprenta era más arte que industria), para corresponder, por medio de una nueva edición, a la solicitud con que el público lo ha favorecido. Satisfactoriamente para mí ello representa que el cuerpo de ideas sostenidas a través de sus páginas, corresponde a una realidad nacional, que interesa por igual a otros venezolanos. Escritores preocupados en el examen de nuestros problemas han consignado en las columnas de la prensa su opinión acerca de los temas que aborda mi MENSAJE. 

Algunos han llegado a límites de extremosa generosidad y encumbrada honra, otros han mostrado alguna disconformidad con la manera de tratar yo ciertos temas. Quiero referirme fundamentalmente a la poca importancia que asigna uno de los críticos a nuestra carencia de continuidad histórica como factor primordial de crisis, para ubicar toda la tragedia presente en solo el problema de la transición de la vieja economía agropecuaria a la nueva economía minera. Jamás me atrevería a desconocer el profundo significado que en nuestro proceso de pueblo tiene la presencia del petróleo como factor económico y social, ni menos desconozco las ventajas de la nueva riqueza. En mi ensayo lo he apuntado claramente, y en él me duelo de que, por carencia de un recto y provechoso sentido histórico de la venezolanidad, hubiéramos preferentemente utilizado los recursos petroleros para satisfacer bajos instintos orgiásticos, antes que dedicarlos a asegurar la permanencia fecunda de lo venezolano, y ello después de haber olvidado ciertos compromisos con la nación para mirar sólo a la zona de los intereses personales. 

Cuando radico en lo histórico la causa principal de nuestra crisis de pueblo, no miro únicamente a los valores iluminados de cultura que provienen del pasado. Me refiero a la historia como sentido de continuidad y de permanencia creadora. Pongo énfasis al decir que nuestro empeño de olvidar y de improvisar ha sido la causa primordial de que el país no haya logrado la madurez que reclaman los pueblos para sentirse señores de sí mismos. ¿No nos quejamos diariamente de la falta de responsabilidad con que obran quienes asumen cargos directivos sin poseer la idoneidad requerida?

Pues justamente ello proviene del desdén con que se miraron los valores antecedentes sobre los cuales se construye el dinamismo defensivo de la tradición. No considero el pesebre navideño ni el Enano de la Kalenda trujillano como factores de esencialidad para la construcción de un orden social: miro en su derrota por el arbolito de Navidad y por el barbudo San Nicolás, la expresión de un relajamiento de nuestro espíritu y el eco medroso de la conciencia bilingüe que pretende erigirse en signo de nuestros destinos. Para ir contra el pasado, o para mirarlo sólo al esfumino de una pasión romántica, algunos invocan sentencias cargadas de gravedad, que en otros pueblos han servido para condenar la pesada e infructuosa contemplación de un brillante pretérito. 

En España, por caso, ¡cuánto gritaron los hombres dirigentes contra la actitud de introversión de su cultura! Allí el problema fue otro. Había allá una superabundancia de historia que impedía en muchos, por imperfecta deglución, tomarla como nutrimento de futuro. Nosotros, en cambio, no hemos buscado en nosotros mismos los legítimos valores que pueden alimentar las ansias naturales de progreso. Cegados por varias novedades, nos hemos echado canales afuera en pos de falsos atributos de cultura, hasta llegar a creer más, pongamos por caso, en las “virtudes” del existencialismo que en la fuerza de nuestros propios valores culturales. Se me imputa que, llevado por el aire del pesimismo, no presento caminos para la solución de la crisis de nuestro pueblo. 

Claro que si se buscan programas políticos como remedio, no apunto nada que pueda tomarse por una posible solución. Pero tras lo negativo de los hechos denunciados, está lo afirmativo de la virtud contraria, y más allá de la censura de ciertas actitudes, cualquiera mira el campo recomendable. Con diagnosticar el elemento externo que provoca un estado patológico, ya el médico señala parte del régimen que llevará al paciente al recobramiento de la salud. Tampoco fue mi intención indicar caminos ni menos fingir una posición de taumaturgo frente a las dolencias del país. 

Modestamente me limité a apuntar lo que yo considero causa de nuestra crisis, sin aspirar a enunciarlas todas, y menos aún proponerles remedio. Tampoco me aventuro a considerar que estoy en lo cierto cuando expongo las conclusiones a que me conduce mi flaca reflexión. Sé que son otros los que, con autoridad de que carezco, pueden presentar las fórmulas reparadoras; mas, como me considero en el deber de participar en la obra de investigar los problemas de la República, resolví prender la escasa luz de mi vela para agregarme, en el sitio que me toca, a la numerosa procesión de quienes, ora a la grita, ora a la voz apagada, se dicen preocupados por la suerte del país. 

Ya no es sólo el derecho de hablar que legítimamente me asiste como ciudadano, sino una obligación cívica, que sobre mí pesa, lo que empuja mi discurso. Siempre he creído necesario contemplar los problemas del país a través de otros ojos, y, en consecuencia, no me guío únicamente por lo que miran los míos. A los demás pido prestada su luz; y el juicio de mis ojos, así sea opaco ante los otros, lo expongo al examen de quienes se sientan animados de una común inquietud patriótica. Llamo al vino, vino, y a la tierra, tierra, sin pesimismo ni desesperación; sin propósito tampoco de engañar a nadie, digo ingenuamente lo que creo que debo decir, sin mirar vecinas consecuencias ni escuchar el rumor de los temores. Ni busco afanoso los aplausos, ni rehúyo legítimas responsabilidades. 

Bien sé que los elogios no agregarán un ápice a mi escaso tamaño, ni las voces de la diatriba reducirán más mi medianía. Tampoco esquivo responsabilidades vistiendo vestidos postizos, menos, mucho menos, me empeño en hacer feria con los defectos de los demás. Aunque quedaran visibles en la plaza pública sólo los míos, yo desearía servir a una cruzada nacional que se encaminase a disimular, para mayor prestigio de la Patria común, los posibles errores de mis vecinos, que miro también por míos en el orden de la solidaria fraternidad de la República. Entonces podrá hablarse de concordia y reconciliación cuando los venezolanos, sintiendo por suyos los méritos de los otros venezolanos, consagren a la exaltación de sus valores la energía que dedican a la mutua destrucción, y cuando, sintiendo también por suyos los yerros del vecino, se adelanten, no a pregonarlos complacidos, sino a colaborar modestamente en la condigna enmienda.
Caracas, 15 de septiembre de 1951

VER+:

MENSAJE SIN DESTINO y ALEGRÍA DE LA TIERRA

Este ensayo vuelve a las cajas de imprenta (como solemos decir quienes empezamos a escribir cuando la imprenta era más arte que industria), para corresponder, por medio de una nueva edición, a la solicitud con que el público lo ha favorecido. Satisfactoriamente para mí, ello representa que el cuerpo de ideas sostenidas, a través de sus páginas, corresponde a una realidad nacional, que interesa por igual a otros venezolanos. Escritores preocupados en el examen de nuestros problemas han consignado en las columnas de la prensa su opinión acerca de los temas que abordan mi MENSAJE. 

Algunos han llegado a límites de extremosa generosidad y encumbrada honra, otros han mostrado alguna disconformidad con la manera de tratar y o ciertos temas. Quiero referirme fundamentalmente a la poca importancia que asigna uno de los críticos a nuestra carencia de continuidad histórica como factor primordial de crisis, para ubicar toda la tragedia presente en solo el problema de la transición de la vieja economía agropecuaria a la nueva economía minera. Jamás me atrevería a desconocer el profundo significado que en nuestro proceso de pueblo tiene la presencia del petróleo como factor económico y social, ni menos desconozco las ventajas de la nueva riqueza. 

En mi ensayo lo he apuntado claramente, y en él me duelo de que, por carencia de un recto y provechoso sentido histórico de la venezolanidad, hubiéramos preferentemente utilizado los recursos petroleros para satisfacer nuestros bajos instintos orgiásticos, antes que dedicarlos a asegurar la permanencia fecunda de lo venezolano, y ello después de haber olvidado ciertos compromisos con la nación para mirar sólo a la zona de los intereses personales. Cuando radico en lo histórico la causa principal de nuestra crisis de pueblo, no miro únicamente a los valores iluminados de cultura que provienen del pasado. Me refiero a la historia como sentido de continuidad y de permanencia creadora. Pongo énfasis al decir que nuestro empeño de olvidar y de improvisar ha sido la causa primordial de que el país no haya logrado la madurez que reclaman los pueblos para sentirse señores de sí mismos 

¿No nos quejamos diariamente de la falta de responsabilidad con que obran quienes asumen cargos directivos sin poseer la idoneidad requerida? Pues justamente el lo proviene del desdén con que se miraron los valores antecedentes sobre los cuales se construye el dinamismo defensivo de la tradición. No considero el Pesebre navideño ni el Enano de la Kalenda trujillano como factores de esencialidad para la construcción de un orden social: 
miro en su derrota por el arbolito de Navidad y por el barbudo San Nicolás, la expresión de un relajamiento de nuestro espíritu y el eco medroso de la conciencia bilingüe que pretende erigirse en signo de nuestros destinos. 

Para ir contra el pasado, o para mirarlo sólo al esfumino de una pasión romántica, algunos invocan sentencias cargadas de gravedad, que en otros pueblos han servido para condenarla pesada e infructuosa contemplación de un brillante pretérito. En España, por caso, ¡cuánto gritaron los hombres dirigentes contra la actitud de introversión de su cultura! Allí el problema fue otro. Había allá una super abundancia de historia que impedía en muchos, por imperfecta deglución, tomarla como nutrimento de futuro. Nosotros, en cambio, no hemos buscado en nosotros mismos los legítimos valores que pueden alimentar las ansias naturales de progreso. 

Cegados por varias novedades, nos hemos echado canales afuera en pos de falsos atributos de cultura, hasta llegar a creer más, pongamos por caso, en las "virtudes" del existencialismo que en la fuerza de nuestros propios valores culturales. Se me imputa que, llevado por el aire del pesimismo, no presento caminos para la solución de la crisis de nuestro pueblo. Claro que si se buscan programas políticos como remedio, no apunto nada que pueda tomarse por una posible solución. Pero tras lo negativo de los hechos denunciados, está lo afirmativo de la virtud contraria, y más allá de la censura de ciertas actitudes, cualquiera mira el campo recomendable. 

Con diagnosticar el elemento externo que provoca un estado patológico, ya el médico señala parte del régimen que llevará al paciente al recobramiento de la salud. Tampoco fue mi intención indicar caminos ni menos fingir una posición de taumaturgo frente a las dolencias del país. Modestamente me limité a apuntar lo que yo considero causa de nuestra crisis, sin aspirar a enunciarlas todas, y menos aún proponerles remedio. También me aventuro a considerar que estoy en lo cierto cuando expongo las conclusiones a que conduce mi flaca reflexión. Sé que son otros los que, con autoridad de que carezco, pueden presentar las fórmulas reparadoras; mas, como me considero en el deber de participaren la obra de investigar los problemas de la república, resolví prender la escasa luz de mi vela para agregarme, en el sitio que me toca, a la numerosa procesión de quienes, ora a la grita, ora a la voz apagada, se dicen preocupados por la suerte del país. Ya no sólo el derecho de hablar que legítimamente me asiste como ciudadano, sino una obligación cívica, que sobre mí pesa, lo que empuja mi discurso. 

Siempre he creído necesario contemplar los problemas del paisa través de otros ojos, y, en consecuencia, no me guío únicamente por lo que miran los míos. A los demás pido prestada su luz; y el juicio de mis ojos, así sea opaco ante los otros, lo expongo al examen de quienes se sientan animados de una común inquietud patriótica. Llamo al vino, vino, y a la tierra, tierra, sin pesimismo ni desesperación; sin propósito tampoco de engañar a nadie, digo ingenuamente lo que creo que debo decir, sin mirar vecinas consecuencias ni escuchar el rumor de los temores. Ni busco afanoso los aplausos, ni rehúyo legítimas responsabilidades. Bien sé que los elogios no agregarán un ápice a mi escaso tamaño, ni las voces de la diatriba reducirán más mi medianía. Tampoco esquivo responsabilidades vistiendo vestidos postizos, menos, muchos menos, me empeño en hacer feria con los defectos de los demás. Aunque quedaran visibles en la plaza pública sólo los míos, yo desearía servir a una cruzada nacional que se encaminase a disimular, para mayor prestigio de la patria común los posibles errores de mis vednos, que miro también por míos en el orden de la solidaria fraternidad de la república. Entonces podrá hablarse de concordia y reconciliación cuando los venezolanos, sintiendo por suyos los méritos de los otros venezolanos, consagren a la exaltación de sus valores la energía que dedican a la mutua destrucción, y cuando, sintiendo también por suyos los yerros del vecino, se adelanten, no a pregonarlos complacidos, sino a colaborar modestamente en la condigna enmienda.
Caracas, 15 de septiembre de 1951. 
Mario Briceño Iragorry


Mario Briceño Iragorry escribió "Mensaje sin destino" como un llamado urgente a recuperar la conciencia nacional. Frente a la desmemoria, el entreguismo cultural y la imitación sin criterio, propone un nacionalismo profundo: formar ciudadanos con raíces, no con consignas.
Hoy su voz sigue viva. No como grito político, sino como advertencia moral. Sin identidad, no hay proyecto. Sin formación, no hay nación. Esto es un Hecho Criollo.


En esta obra, Mario Briceño Iragorry nos recuerda que la patria no se sostiene con discursos, sino con ejemplos. Inspirado en el gesto heroico de Alonso Andrea de Ledesma, reflexiona sobre el deber, la dignidad y el valor cívico en una sociedad que ha aprendido a olvidar.
El Caballo de Ledesma es una advertencia moral escrita con sobriedad y firmeza. Un llamado a actuar por convicción, incluso cuando nadie aplaude. Porque toda república que merezca ese nombre se construye sobre el carácter. Esto es un Hecho Criollo.











    La Palabra Compartida #24               La Palabra Compartida #25      La Palabra Compartida #26 
Mario Briceño Iragorry: el Pensador                       El Político                              El Soñador

    TAPICES DE HISTORIA PATRIA

obras_completas_vol._3 by MIguel Alvarez


mario_briceno_iragorry_obra... by jode341.2


Mensaje Sin Destino by Rafael Rondón Narváez