EL Rincón de Yanka: DEPORTES

inicio














Mostrando entradas con la etiqueta DEPORTES. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta DEPORTES. Mostrar todas las entradas

martes, 29 de abril de 2025

SÁLVAME, JOE LOUIS: NO EXISTE NADA MÁS DEMOCRÁTICO QUE UN GIMNASIO DE BOXEO por PEDRO SIMÓN 🏅

Sálvame, Joe Louis
No existe un lugar en el mundo menos machista que un gym de boxeo. Ni menos mentiroso. Ni más intercultural. Ni más intergeneracional. Ni más democrático.

Si estás preocupado por algo que no tienes forma de arreglar, si encadenas varias noches sin dormir, si te han hablado de hacer yoga pero te ves ridículo, si ya no te aguantas ni tú mismo; entonces deja de quejarte, tapa la boca, muerde bien fuerte un protector de goma, véndate las manos, ponte unos guantes y -si te atreves- entra al templo a rezar.
El mío está en una calle que se apellida Sangrador -que ya es- y es la jungla más fraternal del mundo. He visto cosas que ni creerían: a moscas muy cojoneras devorando a negras arañas. He visto a toretes que acaban abrazados a perezosos. A un ganso bailando entre risas con una culebra. A un corderito dándole las gracias a un zorro por haberle arrancado la piel. Y luego estamos los gallinas, claro.
Un día aparecí a las siete de la mañana porque no había podido dormir en toda la noche. Y allí había tres o cuatro como yo, contentos de que amaneciera al fin, que solo nos faltaba el esquijama.

No es lo que te dan en el boxeo. Sino lo que el boxeo te da.

"Que el combate de boxeo sea una historia sin palabras no significa que no tenga texto ni lenguaje, que sea de algún modo bruta, primitiva, inarticulada", escribía Carol Oates. "Ocurre que el texto se improvisa en la acción".

El deporte al que aspiran los demás deportes (Foreman) te previene de por vida contra la violencia porque te educa en el manejo diario de la agresividad. No existe un lugar en el mundo menos machista que un 'gym' de boxeo. Ni menos mentiroso. Ni más intercultural. Ni más intergeneracional. Ni más democrático. Para que no vayas de cometa, aquí te ponen a hacer sombra: tú solo, sin nadie delante, como si le dieses a un fantasma que no está ahí, pero que vendrá, amigo, claro que vendrá, y conviene estar preparado. La pelea es contra uno mismo: esto no va tanto de infligir dolor como de saber vivir con el propio. Cuentas con una cofradía insobornable, siempre, pero aquí se te prepara para cambiar de pareja. Un gimnasio de boxeo es el único lugar del mundo donde la venda ha de ir antes que la herida. Lo más parecido a una clínica de desintoxicación: entras hasta arriba de mierda y sales limpio.

Qué tendrá el estigmatizado boxeo; qué jodido veneno le habrán metido dentro -como al tabaco- para que seamos tan adictos; qué tendrá que, cuando caemos, lo tenemos más presente que nunca.
Es aquello que contaba Martin Luther King y que recogió Chris Mead en Un hombre negro en la América blanca.

"Hace algún tiempo uno de los estados del sur adoptó un nuevo método de pena capital. El gas venenoso suplantó a la horca. En sus primeras etapas se instalaba un micrófono en el interior de la hermética cámara de la muerte para que los observadores científicos pudieran escuchar las palabras del preso que agonizaba... La primera víctima fue un joven negro. En cuando la píldora cayó en el recipiente y el gas salió en volutas hacia lo alto, por el micrófono llegaron estas palabras: 'Sálvame, Joe Louis. Sálvame, Joe Louis. Sálvame, Joe Louis...'".


sábado, 13 de julio de 2024

CIEN BANDERAS NACIONALES DEL MUNDO INCLUYEN UNA CRUZ CRISTIANA 🚩🕂

Estas son las banderas del mundo 
que contienen cruces 
(y por qué esto podría cambiar pronto)


Un estudio del Pew Research mostró que al menos un tercio de las 196 banderas de las naciones del mundo contienen algún símbolo religioso y casi la mitad de estas banderas con símbolos religiosos incluye algún tipo de emblema cristiano, específicamente una cruz.
Esto resulta ser interesante, sobre todo en tiempos en los que se defiende con tanta determinación el secularismo. ¿Por qué estos países no cambian su bandera si parece que la secularización es la nueva religión?

Un caso particular de cambios de bandera se dio precisamente en Nueva Zelanda. Entre 2015 y 2016, los neozelandeses votaron para cambiar su bandera actual en un referéndum. El referéndum preguntó si la bandera que incluye la Union Jack debería ser reemplazada por un diseño llamado Silver Fern, que ya no contenía ningún símbolo cristiano, y que había ganado una votación anterior. Sin embargo, más del 56% de los ciudadanos dijeron que preferían mantener el diseño anterior, frente al 43% que prefería el nuevo diseño. No obstante, el caso sigue abierto y podría convertirse en el primer ejemplo de un país que busca deshacerse de su vieja bandera.

Banderas emblemáticas

En América, son tres los países que tienen una cruz en su bandera: Jamaica, de mayoría protestante, Dominica, país del Caribe, y República Dominicana, de mayoría católica, el cual, además, tiene en su escudo el pasaje bíblico de Juan 8:31-32. En el pacífico, las Islas Marshall y Tonga, que cuentan con una población mayormente protestante, también contienen símbolos cristianos en sus banderas.
En Asia Central y Europa del Este están Kirguistán, Georgia, Grecia y Montenegro, los cuales también tienen cruces en sus banderas y en donde la Iglesia Ortodoxa Oriental representa una fuerte mayoría. En el resto de Europa Central y del Oeste, están las banderas de Eslovaquia y España, de mayoría católica, y Suiza, con una importante mezcla entre católicos y protestantes.

Sin embargo, quizá uno de los ejemplos más interesantes de banderas nacionales con cruces, son las de los países escandinavos: Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Islandia e Islas Feroe. Después de ser utilizada por los daneses cerca del siglo XIII como un símbolo que representaba al Apóstol Felipe, en los siguientes siglos todos los demás países nórdicos empezaron también a utilizar una cruz en sus banderas. Todas las naciones escandinavas que la usan hoy tienen una fuerte historia y trasfondo luterano.
Otro ejemplo, y quizá el más llamativo es lo que se conoce como la “Union Jack.” La famosa bandera del Reino Unido es en realidad la fusión de tres banderas o de tres cruces cristianas. La primera de ellas, en el fondo, es la cruz de San Andrés, que es el patrono de Escocia y que, según la tradición, fue crucificado en una cruz en forma de X. La segunda bandera es la de Irlanda, con la cruz de San Patricio, patrono de Irlanda. Finalmente, está la cruz de San Jorge, patrono de Inglaterra.

El Reino Unido, de hecho, cuenta con una rica tradición protestante. La mayoría de su población protestante profesa ser anglicana, presbiteriana, bautista o metodista. De hecho, la contribución a través de la historia de los británicos en la extensión del protestantismo alrededor del mundo es muy significativa. Además, la famosa bandera británica no solo está presente en los países del Reino Unido, sino que hace parte de la bandera de varios territorios pertenecientes a la Comunidad Británica de Naciones, como Tuvalu, Fiji, Australia y Nueva Zelanda, todos países de mayoría protestante.
Además de estos territorios, Andorra, Austria, Liechtenstein, Malta, Moldavia, Papúa Nueva Guinea, Portugal, Samoa, San Marino, Serbia y Vanuatu también tienen cruces o referencias a estas en sus banderas.

Las banderas y su significado
En su definición más pura, una bandera es uno de los símbolos más importantes de una patria, ya que, no solo representa a una nación en el extranjero, sino que también representa a los ciudadanos del mismo. La BANDERA representa a la NACIÓN, mientras que el ESCUDO representa al ESTADO.
Los símbolos de un país, como las banderas, los escudos y los himnos nacionales, entre otros, hacen eco del presente y del pasado de una nación. Los logros que obtiene un pueblo son el fruto de sus valores, cultura y creencias, y regularmente esos valores culturales son, a su vez, producto de la fe del pueblo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, hoy la religión es algo nominal para una nación y no representa lo que creen todos sus habitantes, pero, a pesar de ellos, es imposible negar el pasado religioso de un país y con él su identidad.
Las banderas y sus símbolos religiosos son solo una de las muchas formas en las que es evidente que nuestras sociedades, especialmente las de occidente, están completamente impregnadas del pensamiento y de la cultura del cristianismo. Es una esencia de la que es imposible desprenderse.

Una sociedad construida sobre el cristianismo

El cristianismo ha llenado la sociedad de ideas y valores: los fuertes deben cuidar de los débiles; todas las vidas, incluso las de los discapacitados o enfermos, tienen sentido y propósito; hay que alimentar y vestir a los necesitados; debemos vivir de acuerdo con una moralidad consistente; hay que tener una ética en el trabajo. Todas estas son ideas cristianas en esencia.
Nuestra sociedad da por sentadas muchas de estas nociones, pero no siempre formaron parte del pensamiento de los pueblos, reinos e imperios occidentales del pasado que hoy admiramos, como Roma, Grecia, o la América precolombina. Así que, si miramos con honestidad hacia la historia, debemos reconocer que durante casi 2 000 años el cristianismo ha sido el sistema que ha soportado las bases de Occidente.

Las banderas, en conclusión, son la forma visible de las profundas raíces cristianas que mantienen las virtudes más esenciales de nuestra sociedad. 
¿Llegará el día en que estas naciones cambien sus banderas para desprenderse definitivamente de su pasado e identidad cristiana? ¿Qué otros valores cristianos desaparecerán de nuestros países?

BANDERAS con SÍMBOLOS CRISTIANOS | BITE

domingo, 26 de mayo de 2024

LIBRO Y PELÍCULA "REMANDO COMO UN SOLO HOMBRE" (The Boys in the Boat): LA HISTORIA DEL EQUIPO DE REMO QUE HUMILLÓ A HITLER por DANIEL JAMES BROWN


REMANDO  COMO   
UN   SOLO   HOMBRE
(THE   BOYS  in   the   BOAT)
La historia del equipo de remo   
que humilló a Hitler

«En un deporte como este -de mucho trabajo, 
poco reconocimiento y una gran tradición-, 
tiene que haber algo que a los hombres 
normales se les escapa, pero que los hombres 
extraordinarios captan». 
George Yeoman Pocock

“Cuando el bote de ocho asientos consigue el ritmo justo, estar dentro es un auténtico placer. No es duro cuando se alcanza el ritmo, el SWIMG, como lo llaman. He oído gritos de placer entre los remeros cuando el bote lo alcanza; es algo que no olvidarán mientras vivan”. George Yeoman Pocock.
“El valor espiritual del remo está en el sacrificio y la abnegación de uno mismo por el esfuerzo colectivo de la tripulación”. George Yeoman Pocock
“Todos era hábiles, duros y decididos, pero también eran todos buenas personas. Cada uno había aprendido que en la vida había fuerzas que superaban a la fuerza, belleza y juventud. Los retos que se habían enfrentado juntos les había enseñado la humildad”.
Es esta una fascinante historia de perseverancia, superación individual y espíritu de equipo. Con orígenes en la depresión americana y a pocos años de la Segunda Guerra Mundial, Daniel James Brown narra la epopeya del equipo de ocho remeros y su timonel de la Universidad de Washington y su épica misión de ganar la medalla de oro en 1936 en los Juegos Olímpicos del Berlín de Hitler. El equipo de remo estadounidense que sorprendió al mundo y que transformó este deporte atrajo la atención de millones de personas. Fue una misión improbable desde el principio. Con un equipo compuesto por hijos de madereros, trabajadores de los astilleros y agricultores, el equipo de la Universidad de Washington no esperaba poder derrotar a los equipos de élite de la Costa Este y Gran Bretaña; sin embargo lo hizo, y llegó a sorprender al mundo al derrotar al equipo alemán de remo de Adolf Hitler. Partiendo de los propios diarios de los chicos y de los vívidos recuerdos de un sueño, Brown ha creado el retrato inolvidable de una era, una celebración de un logro notable y una crónica de búsqueda personal a través de la visión de uno de estos jóvenes extraordinarios.
"Había una razón muy sencilla para explicar lo que pasaba. A los chicos del Clipper se les había seleccionado con una competencia muy dura, y de la selección había surgido una especie de personalidad común: todos eran hábiles, todos eran duros y todos eran muy decididos, pero todos eran también buenas personas. Todos tenían orígenes humildes o habían sufrido una cura de humildad debido a los estragos de la época. Cada uno a su manera, habían aprendido que en la vida no se podía dar nada por supuesto, que, a pesar de su fuerza, belleza y juventud, en el mundo había fuerzas que los superaban. Los retos a los que se habían enfrentado juntos les habían enseñado la humildad -la necesidad de integrar sus egos individuales en el bote conuunto- y la humildad era la puerta de entrada común a través de la cual ahora podían juntarse y empezar a hacer lo que no habían podido hacer antes". (p.282)

Este libro nació un día de primavera, frío y lloviznoso, en el que trepé por encima de la cerca de cedro que rodea mi prado y me abrí camino a través del bosque húmedo hasta la modesta casa de madera donde John Rantz agonizaba.
Solo sabía dos cosas de Joe al llamar ese día a la puerta de su hija Judy. Sabía que, con setenta y tantos, arrastró él solo un montón de troncos de cedro montaña abajo, que los partió a mano, cortó los postes e instaló los 667 metros lineales de la cerca por la que acababa de trepar; una tarea tan hercúlea que, cada vez que pienso en ella, muevo la cabeza maravillado. También sabía que había sido uno de los nueve jóvenes del estado de Washington -agricultores, pescadores y leñadores- que conmocionaron tanto al mundo del remo como a Adolf Hitler al ganar la medalla de oro en la modalidad de ocho con timonel en los Juegos Olímpicos de 1936.

Cuando Judy me abrió la puerta y me acompañó hasta la acogedora sala de estar, Joe estaba echado en un sillón reclinable con los pies levantados, con todos sus 188 centímetros de altura. Llevaba un chándal gris y unos botines afelpados de un rojo in­tenso. Lucía una barba blanca y corta. Tenía la piel cetrina y los ojos hinchados, debido a la insuficiencia cardíaca congestiva que le aquejaba. Cerca había una bombona de oxígeno. El fuego crepitaba y silbaba en la estufa de leña. 
Las paredes estaban cubiertas de viejas fotografías de familia. Una vitrina atestada de muñecas, caballos de loza y porcelana con motivos florales descansaba contra la pared del fondo. La lluvia salpicaba una ventana que daba al bosque. En la minicadena, sonaban con suavidad canciones de jazz de los años treinta y cuarenta.

Judy me presentó y Joe me tendió la mano, extraordinariamente larga y delgada. Judy le había leído en voz alta uno de mis li­bros y él quería conocerme y hablar del texto. Se daba la casualidad de que, de joven, había sido amigo de Angus Hay Jr., hijo de un personaje determinante en la historia que cuenta ese libro. Así que estuvimos hablando un rato del tema. Luego la conversación fue derivando hacia su propia vida.
Tenía la voz aflautada, frágil y debilitada casi hasta el límite. De vez en cuando se quedaba en silencio. Sin embargo, poco a poco, incitado con suavidad por su hija, se puso a tirar de algunos hilos de su vida. Al recordar su infancia y sujuventud durante la Gran Depresión, habló con la voz entrecortada, pero con decisión, sobre las privaciones que soportó y los obstáculos que superó: una historia que, mientrasyo tomaba notassentado, empezó por sorprenderme y luego me asombró.

Sin embargo, no fue hasta que empezó a hablar de su dedicación al remo en la Universidad de Washington cuando se puso a llorar de cuando en cuando. Habló del aprendizaje del arte de remar, de botes y remos, de tácticas y técnica. Rememoró las largas y frías horas pasadas en el agua, bajo cielos grises como el acero; las victorias cosechadas y las derrotas evitadas por los pelos; el viaje a Alemania y la entrada en el Estadio Olímpico de Berlín bajo la atenta mirada de Hitler; y al resto de compañeros de tripula­ción. Sin embargo, ninguno de estos recuerdos le arrancó una lágrima. Fue en un intento de hablar del «bote» cuando se le empe­zaron a entrecortar las palabras y los ojos, todavía vivaces, se le llenaron de lágrimas.

En un primer momento, pensé que se refería al Husky Clipper, el bote de competición con el que saltó a la fama. ¿O tal vez se refería a sus compañeros de equipo, un grupo inverosímil que consiguió uno de los grandes hitos del remo? Finalmente, al ver a Joe esforzándose una y otra vez en no perder la compostura, me di cuenta de que «el bote» era algo más que la embarcación o los remeros. Para Joe, incluía ambas cosas pero las trascendía: era algo misterioso y casi imposible de definir. Era una experiencia compartida, algo singular que pasó en una época dorada y lejana, en la que nueve jóvenes generosos lucharon juntos, trabajaron codo con codo, como un solo hombre, y dieron todo lo que tenían los unos por los otros, unidos para siempre por el orgullo, el res­peto y el afecto. Joe lloraba, como mínimo en parte, por la pérdida de ese momento, pero mucho más, creo, por la pura belleza del mismo.

Cuando ya estaba a punto de irme, Judy sacó la medalla de oro de Joe de la vitrina y la puso entre mis manos. Mientras la ad­miraba, me contó que años atrás desapareció. La familia buscó y rebuscó en la casa de Joe, pero finalmente se rindió y la dio por perdida. No fue hasta al cabo de muchos años, al reformar la casa, cuando por fin la encontraron escondida entre el material ais­lante del desván. Al parecer, una ardilla le cogió afición a los destellos del oro y escondió la medalla en su nido como si de un tesoro se tratara. Mientras Judy me lo contaba, se me ocurrió que la historia de Joe, igual que la medalla, llevaba demasiado tiempo oculta.

Estreché de nuevo la mano de Joe y le comenté que me gustaría volver otro día y hablar un poco más con él, y que me gusta­ría escribir un libro sobre su época de remero. Joe me agarró otra vez de la mano y dijo que a él le parecía bien, pero entonces se le volvió a entrecortar la voz y me advirtió con delicadeza: «Pero no tiene que ser solo sobre mí. Tiene que ser sobre el bote».




REMANDO COMO UN SOLO HOMBRE TRAILER SUBTITULADO

lunes, 6 de mayo de 2024

LIBRO "EL ORO Y LA OSCURIDAD": LA VIDA GLORIOSA Y TRÁGICA DE KID PAMBELÉ por ALBERTO SALCEDO RAMOS 💪

El oro y la oscuridad
La vida gloriosa y trágica
 de Kid Pambelé


La vida de uno de los deportistas más importantes del país.

Alberto Salcedo Ramos es tal vez una de las personas que mejor conoce la vida del ex-boxeador colombiano y ex campeón mundial ¿Kid Pambelé? 

La pasión del autor por el boxeo lo llevó a recoger los pasos buenos y malos de una de las insignias del deporte mundial. La exhaustiva investigación, sumada a la finura de la pluma de Alberto Salcedo, dio como resultado una crónica periodística donde narra los pormenores de la gloria y la tragedia de Kid Pambelé. En esta edición aumentada y revisada por el propio Alberto Salcedo, se incluyen nuevos relatos, nuevas historias sobre cómo un día el que fuera primer campeón mundial de boxeo en Colombia llegó a la cima del éxito, la gloria, la fama y el dinero, para al siguiente despertarse habiéndolo perdido todo a causa de una adicción a las drogas, con la que hoy aún sigue luchando.En esta edición aumentada, Aguilar también incluye nuevas fotografías, muchas de ellas inéditas, que recorren la vida de Pambelé desde que vendía cigarrillos de contrabando en Cartagena, pasando por su gloria en los cuadriláteros del mundo, hasta verlo en un café de La Heroica en enero del 2012. 
En cierta ocasión el escritor Gabriel García Márquez fue recibido, en una reunión de colombianos en Madrid, con la siguiente exclamación: ¡Acaba de llegar el hombre más importante de Colombia!. Entonces García Márquez, moviendo la cabeza en forma teatral, como buscando a alguien en el recinto, respondió: ¿Dónde está Pambelé? 

Alberto Salcedo es uno de los cronistas más respetados de América Latina. Sus libros y crónicas han cruzado las fronteras y gracias a ello, se convirtió en uno de los maestros de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Su anterior libro "La eterna parranda", ya va en la tercera edición, lo que ratifica que Alberto Salcedo Ramos vende muy bien en Colombia. Después de tener algunos de sus libros en otros sellos editoriales, Prisa ediciones logró tener toda la obra de Salcedo Ramos bajo su sello Aguilar. 
Alberto Salcedo Ramos ha sido ganador en cinco oportunidades del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
«No me gusta estar donde esté Pambelé borracho, porque se pone imprudente y yo no tengo paciencia: yo lo golpeo». Rocky Valdez, exboxeador. 
«Voy a contar una historia de un héroe que tengo/ todos vivimos la euforia y aún queda el recuerdo/. En esos puños de hierro hay algo que es mío/ De todo lo que nos diste yo nunca me olvido». Carlos Vives, en la canción “Pambe”. 
«Antes de Pambelé, los grandes boxeadores Colombianos que merecían el título mundial no lo buscaban, porque pensaban que eso era mucho para ellos. Después de Pambelé, hasta los boxeadores más malos creían que era fácil ser campeón. Ese es también el síndrome de Gabriel García Márquez: ningún escritor colombiano se atrevía a buscar un editor internacional porque le parecía que eso era apuntar demasiado alto. Después de García Márquez, cualquiera cree que se puede ganar el Premio Nobel. Entonces yo digo que García Márquez es el Pambelé de la literatura y Pambelé es el García Márquez del boxeo». Juan Gossain, en entrevista con Alberto Salcedo Ramos.
Prólogo 
Por Daniel Samper Ospina

Si usted lo ve, no creería que se trata de él. Quiero decir: si usted ve que es un tipo de jeans, tan tranquilo, tan desprevenido ante su propio ingenio, no creería que está hablando con Alberto Salcedo Ramos, el mejor cronista de la nueva generación que tiene Colombia, sino con cualquiera: tampoco como uno de esos personajes ordinarios que él vuelve extraordinarios con su insuperable destreza para hacer del periodismo una experiencia literaria como pocas: un futbolista del peor equipo de la segunda división, un trabajador de circo, un exárbitro de fútbol. Pero sí con un tipo apacible, sereno. Porque, encima de su maestría periodística, Salcedo tiene el raro don de ser un tipo cuyo talento es proporcional a su sencillez. Apacible, sereno. Buena gente. Como si las obras que ha escrito no fueran suyas. Pero son suyas, y es el más claro promotor del periodismo narrativo en Colombia. Porque sus crónicas responden a la tradición de las que irrumpieron en la década de los sesenta en Estados Unidos, confeccionadas con retazos literarios para poder narrar la complejidad de los hechos que estallaban por todas partes: la exploración espacial, la guerra de Vietnam, el hipismo, el asesinato de Kennedy.

Pasaban demasiadas cosas, y cada una de esas explosiones tenía un oleaje menor que llegaba a la vida cotidiana de la gente. Y había que contar ese fenómeno. Y por eso, escritores como Norman Mailer, Tom Wolfe o Gay Talese, decidieron dar cuenta de toda esa realidad echando mano de las herramientas que habían obtenido de la literatura: utilizando estructuras narrativas más próximas a la novela que al reportaje ortodoxo; acudiendo a los diálogos, a los monólogos interiores, a las narraciones en círculo. Y todo ello, sin que los hechos fueran falseados: la literatura podía estar en la forma, pero no en el fondo. En el fondo estaban los hechos. La verdad. Bien: ese movimiento, que se conoció como Nuevo Periodismo, arrancó con una crónica concreta, publicada en Esquire y escrita por Gay Talese. El tema era un boxeador retirado. Hablo de Joe Louis, el rey hecho hombre en edad madura, aparecida en la edición de octubre de 1962, que quebró para siempre un equilibrio que hasta entonces existía en la prensa. Por primera vez aparecía un personaje brillante pero en su momento de deterioro: por fuera de los reflectores, alejado de la gloria. Era el campeón Joe Louis pero cuando ya no era campeón. Cuando estaba viejo. Y cuando estaba triste: cuando, dicho en otras palabras, para cualquier reportero había dejado de ser noticia. Pero Talese descubrió que un campeón sometido a la intemperie del olvido podría tener un jugo periodístico como pocos, y que para encontrarlo era preciso alumbrarlo con los reflectores de la literatura. 

Desde entonces, hubo una manera de hacer periodismo con una nueva sensibilidad. O dicho al revés: apareció una nueva forma de hacer literatura, con elementos extraídos únicamente de la realidad. Y también con una nueva extensión, pues desde entonces las revistas especializadas, concretamente las de hombres, como Esquire y Playboy, se convirtieron en perfectas para ofrecer el paginaje que cada trabajo exigía, y que los periódicos no estaban en condiciones de ceder. Así nació toda una generación de escritores de revista, un matrimonio maravilloso entre la crónica y la literatura que empezó en Estados Unidos pero que también llegó a Colombia. Y llegó antecedido por la década de los cuarenta, cuando Juan Lozano y Lozano se aventuraba a escribir perfiles en tono íntimo de sus contemporáneos, el cronista Ximénez se sobreactuaba acudiendo a retóricas literarias para narrar noticias y Emilia Pardo Umaña entrevistaba a su mamá con conciencia de novelista para ambientar lo que escribía; llegó precedido por todos ellos, pero tomó forma cuando García Márquez, y su generación, empezaron a escribir desde las salas de redacción. 

Fue una generación de novelistas desplazados al periodismo: García Márquez, Álvaro Cepeda, Eduardo Zalamea, Germán Vargas. Todos ellos eran unos apasionados de la literatura, pero también de formas de narración más vanguardistas, como el cine, que les permitían jugar con las secuencias, alterar los tiempos, romper los esquemas ortodoxos de la crónica y narrar de una forma más moderna que las que hasta entonces se leían. Más adelante, en el periodismo colombiano se presentó un maridaje parecido pero al revés: se trata de la generación posterior a esa, todavía vigente, en la que personajes como Juan Gossaín, Daniel Samper Pizano, Antonio Caballero y Germán Santamaría, entre otros, acabaron siendo periodistas desplazados a la novela. No ha sido el caso de Alberto Salcedo Ramos. Él es un periodista narrativo pura sangre. Su mayor obra literaria es la periodística, y con ella se ha ganado muchas distinciones. No hay una sola antología de periodismo colombiano o iberoamericano que lo omita. 

Cinco veces se ha ganado el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, una el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa y una el premio de periodismo Rey de España. Pero lo mejor de Salcedo es que toda su creación literaria está en un delicioso momento de madurez. Hoy por hoy, Salcedo es el mejor exponente del periodismo narrativo de Colombia, y uno de los más grandes que ha tenido a lo largo de su historia. Me perdonan la facilidad de la comparación, pero creo que Alberto Salcedo Ramos es nuestro Gay Talese, del mismo modo que Joe Louis es nuestro Pambelé; me perdonan la comparación, que es fácil, pero la digo por lo evidente: no creo que sea en vano el hecho de que las dos crónicas tengan tanto sustento literario, coincidan en que sus personajes han dejado la punta de la gloria y ahora padecen el desastre terrenal de haberla perdido, y están derrotados ya no por el rival sino por la vida. Me perdonan la comparación pero no en vano la antología más importante de la obra de Talese se llama «Fama y oscuridad», y la de este trabajo de Salcedo, haciéndole un guiño frontal a su maestro, es «El oro y la oscuridad». No en vano, sigo diciendo, los dos son maestros del oficio de celebrar los tréboles de tres hojas. 

En un país como Colombia, epiléptico, tembloroso, que no para de boquear sobre su propia sangre, como un toro muerto, la prensa quedó confinada a la noticia. Los periódicos apenas dan unos pocos centímetros para que un redactor apurado escriba el qué, el cómo, el cuándo y el dónde hubo un asesinato o estalló una bomba.

Mientras todo eso pasa, la necesidad de narrar el país que vive bajo esa costra de violencia crece en la misma medida en que nadie aparece para narrarlo. Alguien debe decir que acá seguimos vivos, aunque nadie nos haya dicho nada. Alguien: un narrador como Salcedo, que nos recuerda permanentemente eso: que hay más noticias de las que vemos, y que las mejores están dormidas en el sopor de la vida cotidiana. Por eso el trabajo que hace Salcedo es tan importante. Su pluma tiene una conciencia de patrimonio cultural que ayuda a que nos descifremos. Nos habla de nuestro juglar vallenato y de nuestro boxeador derrotado porque somos eso. 

Somos el patrimonio que nos han dejado nuestros músicos; también somos unas glorias deportivas pasajeras que se nos quedaron por dentro, y que siempre recordamos. No somos mucho más que este recuerdo que nos va quedando, y que Salcedo organiza para la posteridad. Ahí está Alberto Salcedo Ramos para contarnos el alma que hemos ido tejiendo. En la medida en que nos narra, nos rescata. En una misma cabeza tuvo la suerte inaudita de ser brillante para la literatura, impecable para el periodismo. Sin duda es el maestro que necesitamos. Y si usted lo ve, es de verdad que nunca creería que se trata de él. Tan apacible, tan tranquilo. Tan desprevenido ante su talento infinito. No creería que se trata de él: de Alberto Salcedo Ramos, el mejor cronista que tiene este país, uno de sus mejores seres humanos, y uno de los pocos impulsos que nos quedan a los periodistas que venimos detrás suyo, que reconocemos en él a nuestro maestro, y para quienes él representa un soplido feliz en la esperanza sin viento que nos lleva.

Así es ‘Kid Pambelé’, leyenda del boxeo, a sus 77 años: “enseñamos a ganar”

jueves, 13 de octubre de 2022

JACKIE ROBINSON, NÚMERO "42": ROMPIÓ VARIAS BARRERAS Y SE HIZO INMORTAL ⚾



Jackie Robinson: 
rompió varias barreras y se hizo inmortal
El tema del racismo, que por desgracia aún sigue vigente, de vez en cuando, ha sido el triste protagonista de muchas historias deportivas. Hoy os voy a hablar de uno de los héroes que consiguió romper una barrera en ese país que se supone que es el paradigma de las libertades pero en el que sólo hace 50 años los negros no se podían sentar en la parte delantera de un autobús. Os presento a Jackie Robinson.
"Porque no nos ha dado Dios espíritu de timidez, 
sino de fortaleza, de amor y de dominio propio". 2 Timoteo 1:7

«Quien vence sus propios impulsos 
es el único capacitado para vencer a sus enemigos»
"La posesión más lujosa, el tesoro más valioso que todos tenemos, es la dignidad personal".
"La vida no es un deporte para espectadores. Si vas a pasar toda tu vida en la tribuna nada más mirando lo que pasa, en mi opinión, estás desperdiciando tu vida".
"La vida no es importante a menos que influyas en la vida de otros".
"No hay una persona libre en este país hasta que todos y cada uno de nosotros sea libre".
"Hoy en día, los negros juegan en todos los clubes de las Grandes Ligas y en todas las ligas menores. Junto a millones de otros negros en otros ámbitos de la vida, estamos dispuestos a ser la cara de lo que creemos. En el béisbol o fuera de él, ya no estamos dispuestos a esperar hasta el Juicio Final para la igualdad — la queremos aquí en la tierra, así como en el cielo". J.R.
Hay personas que dejan huella en el mundo. Atletas que con su talento y personalidad cambian la manera de practicar y ver un deporte. Michael Jordan, Johan Cruyff, Wayne Gretzky, Joe Montana y Jackie Robinson son algunos ejemplos. Precisamente, este último cambió la manera de concebir el béisbol, de atacar las bases y de combatir contra los lanzadores. Jackie Robinson fue también el símbolo de la lucha contra el racismo, contra una sociedad anclada en prejuicios retrógrados que tuvo que evolucionar al ver a un jugador negro, el primero en pisar un campo de las Grandes Ligas, ser el mejor que habían visto jamás.
Branch Rickey, presidente de los Brooklyn Dodgers, le firmó para su club, en 1946, por su talento sin interesarse por el color de su piel. Robinson tuvo que hacerse un hueco hasta que, el 15 de abril de 1947, debutaba con los Dodgers y se convertía en el primer jugador negro en la MLB. Ejemplo de lucha, perseverancia y paciencia acabó convirtiéndose en una leyenda pero, ¿qué tuvo que soportar hasta ser reconocido por la sociedad?


Siempre hubo, sin embargo, quien apoyo a Robinson. El presidente de la liga, Ford Frick, el comisionado, Happy Chandler, la estrella
Hank Greenberg y el shortstop de los Dodgers, y capitán, Pee Wee, fueron las voces que apoyaron siempre a Jackie. El mismo Wee, en un partido en el que sus propios fans insultaban a Robinson, fue hasta él y le cogió del hombro. Ese simple gesto se convirtió en un símbolo de la historia del béisbol.

El 31 de enero de 1919 nació en Cairo, Georgia (uno de los estados tradicionalmente confederados) Jack Roosevelt Robinson (su segundo nombre se lo pusieron en honor del presidente estadounidense, que falleció 25 días antes de nacer Jack). Su abuelo, ojo, su abuelo, no era un hombre como todos los demás. Casi no tenía ese estatus, el de ser humano. El abuelo de Jack era esclavo. El caso es que de muy jovencito llegó a California, un lugar avanzado que no obstante no escapaba del racismo imperante en los Estados Unidos. Además, la pobreza en la que vivía su familia le llevó a meterse en una banda callejera, que por suerte para él abandonó. No obstante, sí que dio muestras desde joven de su combatividad antirracista. Fue detenido por insultar a un policía que detuvo a un amigo suyo, también negro.

Consiguió ir a la Universidad de California Los Angeles (UCLA) y allí destacó en atletismo, baloncesto, tenis, fútbol americano y béisbol, si bien el que peor se le daba fue el que precisamente eligiría años después: el béisbol. Y hubiera sido jugador de fútbol americano si no llega a ser por la II Guerra Mundial. Estaba a punto de fichar por un equipo profesional cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbour y Jackie se incorporó al Ejército.
Estando destinado en Texas, Robinson protagonizó una escena que se haría muy famosa. Era 1944 y Jackie se disponía a subir a un autobús del Ejército. El conductor le conminó a que se fuera a la última fila, pero el valiente georgiano se negó. Tras el aviso del conductor, la Policía Militar lo detuvo y se inició un proceso contra él, en el que llegaron a acusarle de ir borracho, cosa totalmente falsa. Aunque fue absuelto, el proceso le privó de la posibilidad de entrar en combate.

Tras un breve periodo como entrenador de baloncesto de chicos, Jackie recibió una oferta de un equipo de béisbol de la Negro League, los Kansas City Monarchs (estando en el Ejército, Robinson les había escrito una carta ofreciéndose para jugar con ellos). Para los que no lo sepáis, la Negro League era una competición exclusiva para negros. Los blancos tenían otra.

En 1945, los Boston Red Sox de la Liga blanca le hicieron una prueba a Jackie y a otros jugadores de color. La prueba fue un infierno porque no pararon de recibir insultos racistas. Robinson salió de allí humillado. Años más tarde, los Red Sox serían el último equipo americano en recibir negros en sus filas. Poco más tarde, Branch Rickey, el presidente de los Brooklyn Dodgers, otro equipo de la liga convencional, le hizo una oferta a Robinson, pero le preguntó si sería capaz de aguantar los insultos racistas sin entrar en las provocaciones. «¿Busca usted un jugador negro que tenga miedo de responder?», preguntó Jackie. «No, busco un jugador negro que tenga agallas para no responder«, replicó Rickey, que convenció a Robinson para que fichara por su equipo, con un compromiso por parte del jugador de color de aguantar los insultos con estoicismo.

Robinson fue cedido a los Montreal Royals, pertenecientes a la Liga internacional (una competición menor), convirtiéndose en el primer negro en hacerlo. En un viaje del equipo a Florida, se dio la circunstancia de que Jackie tuvo que dormir en la casa de un político negro local, porque la ley de ese estado no permitía que Robinson compartiera hotel con sus compañeros de equipo. Los pueblos negaban al equipo de Robinson permiso para entrenar en sus campos e incluso se suspendían partidos por parte de las autoridades con tal de no permitir que un negro jugara. Los Royals tuvieron que cancelar incluso una gira por los estados del sur por tener a un afroamericano en sus filas.

Jackie se ganó el cariño de los aficionados de Montreal e ir a verlo se convirtió en una atracción. Hasta que en 1947, el equipo matriz de Robinson, los Brooklyn Dodgers, requirieron sus servicios para jugar en la Liga profesional, en la grande. El 15 de abril de ese año, Jackie Robinson se convirtió en el primer jugador de la época moderna del béisbol en romper la barrera racial de este deporte. No pasaba algo así desde 1880.
Pero en su propio equipo tuvo problemas. Algunos jugadores de los Dodgers se negaron a sentarse junto a él y por supuesto, a jugar con él. El entrenador, Leo Durocher, atajó la rebelión: «No me importa si este tío es amarillo o negro o si tiene rayas como una puta cebra. Soy el entrenador de este equipo y digo que él juega. Es más, os digo que nos va a hacer a todos ricos. Y si alguno de vosotros no sabe usar el dinero, veré como serán traspasados».

Hubo problemas por la presencia de Jackie en la Liga. Los Saint Louis Cardinals amenazaron con una huelga por la presencia de Robinson, aunque no la llevaron a cabo por que la Liga los amenazó con suspenderlos. Aún así, Robinson recibió algún golpe que otro durante el partido. Ante los Philadelphia Phillies, Robinson tuvo que aguantar cómo desde el banquillo contrario le insultaban y le decían que se fuera a recoger algodón. En otro encuentro en Cincinnati, mientras el público insultaba a Jackie, su compañero Pee Wee Reese se puso a su lado y rodeó con su brazo al afroamericano. Este Reese dijo en una ocasión: «Puedes odiar a un hombre por varias razones, pero el color de su piel no es una de ellas». Robinson recibía humillaciones a donde fuera. Contrincantes que escupían a sus zapatillas, lanzadores que tiraban a darle en la cara, aficionados que lanzaban gatos negros al campo… Pero no todo eran malas experiencias. El veterano jugador judío Hank Greenberg, que llevaba toda su vida recibiendo insultos, se acercó a él en un partido entre los Dodgers y los Pittsburgh Pirates (el equipo de Greenberg) y, al oído, le dio palabras de ánimo: «La mejor manera de combatir los insultos de los rivales es batirles en el campo».

Su fama fue creciendo y lo que es mejor, consiguió que cada vez más negros dieran el salto a la Liga profesional. Le dedicaron canciones y portadas de cómics, mientras él seguía recibiendo insultos y amenazas de muerte. Sin abandonar los Dodgers, se retiró del béisbol en 1956.
Cuando se retiró se le diagnosticó diabetes. No obstante, Robinson siguió con su lucha contra el racismo. Creó un banco para ayudar a negros y una constructora para edificar casas para gente desfavorecida. Hasta Martin Luther King lo alabó. Por los problemas de droga de uno de sus hijos también se embarcó en la lucha contra la drogadicción. Pero casi no le dio tiempo, porque apenas un año después del fallecimiento de su hijo, el 24 de octubre de 1972, Jackie Robinson murió en Connecticut víctima de un ataque al corazón provocado por una diabetes que ya le había dejado ciego. Tenía 53 años. 2.500 personas acudieron a su funeral, presidido por el reverendo Jesse Jackson.
Tras su muerte, su viuda creó la Jackie Robinson Foundation, dedicada a ayudar a jóvenes desfavorecidos a tener unos estudios.
En 1997, año en el que se cumplió el 50 aniversario de su debut en la Liga profesional, fue retirado el dorsal que siempre llevó Robinson, el 42, de todos los equipos americanos. Sólo el panameño de los Yankees Mariano Rivera lo lleva aún, porque ya era suyo cuando se retiró el dorsal. Cuando Rivera deje el béisbol, nadie más llevará nunca el número de un hombre que tuvo las agallas de enfrentarse a todo una nación para que no le discriminasen por su color de piel.


LA HISTORIA DE JACKIE ROBINSON (The Jackie Robinson Story, 1950

VER 
"42" LA HISTORIA DE JACKIE ROBINSON, 
EL TRIUNFO DE UN SUEÑO 2013

LA VERDADERA HISTORIA DE UN LUCHADOR

miércoles, 12 de enero de 2022

UNA LEYENDA LLAMADA DJOKOVIC y NO-VAC NO-COVID y QUEREMOS TANTO A NOLE por JUAN MANUEL DE PRADA

Una leyenda llamada 
Djokovic


Sólo cuando las hazañas deportivas
se injertan en la Historia se vuelven legendarias

Hace algún tiempo vi una entrevista a un futbolista inglés retirado de cuyo nombre no puedo acordarme. En un pasaje especialmente introspectivo comentó, entre consternado y perplejo, que los niños ya sólo se le acercaban para preguntarle por aquel gol mitológico en el que Maradona regateó a media docena de jugadores de su equipo, en el Mundial de 1986.

Maradona se convirtió aquel día en leyenda no porque metiera un gol pasmoso, sino porque ese gol se injertó en la Historia, borrando en el ánimo maltrecho de todo un pueblo lo que unos años antes había sucedido en las Malvinas. Las hazañas deportivas se disgregan en el olvido o se convierten en aburrida estadística, cuando se extingue la generación que las celebró; y sólo cuando esas hazañas se injertan en la Historia se vuelven legendarias. Le ocurrió a Maradona en el Mundial de México, le ocurrió a Jesse Owens en las Olimpiadas de Berlín, le ha ocu­rrido a Djokovic en el Open de Australia. Al ganador de esta edición del Open de Australia quizá lo recuerden unos pocos aficionados acérrimos del ténis durante unos pocos años; pero cuando esos aficionados hayan muerto, el Open de Australia seguirá arrastrando el baldón de haber impedido, en su edición de 2022, la participación de una leyenda. Y, dentro de cien años, Djokovic será recordado como Owens o Maradona. Seguramente habrá otros que cosechen más títulos o batan más récords; pero sólo dejarán detrás de sí una aburrida estadística que otros más dotados harán palidecer en el futuro. A Djokovic, en cambio, nadie podrá disputarle la glo­ria de haberse injertado en la Historia para siempre.

EL QUE LLEVA PARAGUAS SE QUEJA DEL QUE LO LLEVA


Hoy puede parecer que es la suya una gloria infame que sólo 'representa' a una minoría converti­da en chivo expiatorio por una generación sumisa y cobarde. También Owens representaba sólo a unos negros mugrientos; también Maradona representa­ba sólo a unos sudacas charlatanes. Pero pasarán los años, pasarán las hazañas deportivas de sus coetáneos; y resplandecerá la leyenda del hoy estigma­tizado Djokovic. Y, cuando esta generación sumisa, como los medios de cretinización de masas y los ti­ranuelos que la pastorearon, se vuelvan juntamen­te 'en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada'; seguirá honrándose la hazaña del hombre que, en un tiempo de tibios, se negó a inclinar la testuz. Y Dios, que ve en lo oscuro, lo recompensará.

Los aficionados al tenis saben -y no sólo porque la aburrida estadística así lo delate- que Djokovic es mejor tenista que cualquiera de los tenistas que han competido con él. También lo saben esos tenistas, incluidos quienes en estos días han hecho declara­ciones miserables, excitados ante la posibilidad de aventajarlo en la abrrida estadística que dentro de cincuenta años nadie recordará. Pero dentro de cincuenta años, cuando encorvados y decrépitos (aunque con el ridículo injerto capilar intacto) se paseen por un parque, habrá un niño que se les acerque y les diga: «¿Es verdad que usted tuvo el honor de ju­gar con Djokovic?».


No-Vac No-Covid

Un año después de convertirse en leyenda, Novak Djokovic (No-Vac No-Covid para los amigos) se convierte también en el tenista más laureado de la historia (su máximo rival, aunque lo empata en Grand Slams, no ha ganado ni un solo Torneo de Maestros). Lo logra, además, en Australia, para que la justicia divina resplandezca más hermosamente (y, como guinda del pastel, el filántropo genocida Bill Gates se hallaba en las gradas). Todos los sufrimientos de Djokovic, que asumió el papel de chivo expiatorio universal ante una generación sumisa y cobarde, fueron así recompensados.

Nada más consumar su aplastante victoria, después de señalarse la cabeza, el corazón y los cojones, Novak Djokovic elevó la mirada al cielo y dio gracias a Dios. Después se fundió en un abrazo con amigos y familiares y rompió a llorar. Pero Djokovic no imitó a esos planchabragas que lloran ante las cámaras por cualquier chuminada, sino que esquivó su escrutinio, para que no quedara registro de su llanto. En ese llanto viril, hermosamente hurtado a las cámaras, estábamos representados todos los que a lo largo de los últimos años hemos padecido persecuciones y hostigamientos; todos los que, estigmatizados por la chusma mediática y médica, acosados por gobernantes inicuos, abandonados o mirados con recelo por nuestros amigos y familiares más memos, decidimos arrostrar una vida de perros sarnosos a cambio de mantener nuestros cuerpos, que son templos del Espíritu, alejados de las terapias génicas experimentales. Gracias por cada una de tus preciosas lágrimas, Nole; ninguna fue derramada en vano.

Cualquier aficionado al tenis sabe que nunca ha existido un jugador con tan imperial gama de golpes y con tan felino instinto como Djokovic; pero para sobreponerse a un golpe tan ensañado como el que padeció hace un año en Australia, para no dejarse ahogar por la desesperanza o la rabia, hacen falta una fortaleza (cabeza), una magnanimidad (corazón) y una valentía (cojones) fuera de lo común. Djokovic no se estaba enfrentando tan sólo a sus rivales, sino a un cúmulo de circunstancias hostiles que sólo se podían vencer con la ayuda de Dios. Sin duda, su carácter terco y sufrido, forjado en una niñez terrible, lo ayudó; pero la mayor ayuda, en medio de un mundo acechado por las tinieblas, ha venido de lo alto. Djokovic lo sabe bien; y también lo sabemos quienes estábamos incluidos en su llanto.

Sorprende que las masas tragacionistas no se pregunten (o no se atrevan a preguntarse, temerosas de la respuesta) la razón por la que un tenista de treinta y cinco años derrota en sets corridos, un partido tras otro, a rivales que son diez o quince años más jóvenes que él, demostrando una velocidad de reacción y un fondo físico muy superior a todos ellos. Es la misma razón por la que un gordo maldito como yo escribe mejor que todos los escritores asténicos y sistémicos de España puestos en fila india. No nos hemos dejado envenenar la sangre y el alma; y Dios, que ve en lo oscuro, nos lo recompensa.


QUEREMOS TANTO A NOLE

¿Por qué Novak Djokovic es tan odiado por todos los imbéciles del planeta? En su biografía de Olivares, Marañón advierte que al Valido le faltó habilidad para «hacerse perdonar» sus capacidades, provocando las iras del populacho, que es «celoso hasta el paroxismo» del mérito ajeno. Djokovic tampoco tiene esa habilidad, tampoco sabe ni quiere hacerse perdonar sus insultantes dotes y sus proezas innumerables en la pista, que hoy lo consagran definitivamente como el mejor tenista de todos los tiempos.

Por estos pagos el odio a Djokovic se justifica por amor a Nadal; pero nada refleja más impotencia y miseria humana que consolarse con las derrotas o los infortunios del máximo rival de nuestros ídolos. También se justifica el odio a Djokovic alegando que tiene maneras insolentes, que gusta de provocar al público, que no se arredra ni achica cuando lo abuchea la jauría. Todo esto son farfollas. A Djokovic la chusma lo odia por la misma razón por la que Caín odiaba a Abel. Todo un mundo gris y rencoroso de caínes celosos hasta el paroxismo del mérito ajeno se revuelve contra la grandeza solitaria de Djokovic. Todos los mediocres del planeta, todos los mindundis de alma leprosa, todos los Pérez y los Smith envenenados de anonimato, todos los fracasados con halitosis, todos los victimistas profesionales, todos los feos que se matan a pajas, todos los planchabragas que van en patinete para salvar el planeta, todas las charos empoderadas con verrugas en las tetas, todos los tuiteros vociferantes que no se desgañitan en el casino de su pueblo porque así se ahorran el euro del café, todos los fabricantes de baba sistémica, todos los tragacionistas que se pincharon el mejunje y ahora sienten palpitaciones, todos los engorilados de gimnasio que arrastran lesiones, todos los gordos acomplejados que lloriquean ante el espejo, todos los flacos amarillos de envidia, todos los moderaditos que se la cogen con papel de fumar, todos los modositos que fluyen de género por miedo a coger, todos los memos, memas y memes que infestan el atlas se revuelven contra el campeón que no sabe ni quiere hacerse perdonar porque es el mejor de todos los tiempos, porque es un águila que vuela sola, porque desde el cielo de las leyendas puede sacarse la chorra y mear sobre la patulea que lo vitupera.

Nunca hay que tratar de halagar a los imbéciles; por el contrario, conviene azuzar su odio, porque el odio de la chusma da vida a quien es odiado. Someterse a la chusma por hacernos los simpáticos es como renunciar a nuestra primogenitura por un plato de lentejas. Ejércitos planetarios de la mediocridad, muchedumbres lóbregas del fracaso y del rencor, rebaño sin metáforas y sin risas, sabed que Djokovic es el más descomunal tenista que vieron vuestros ojos. Sabed también que los cuerpos (y las almas) se mantienen más sanos sin terapias génicas y que Kosovo es el corazón de Serbia y lo será por los siglos de los siglos. ¡Idemo, Nole!


PARANOIA TOTAL : DJOKOVIC, las leyes y la MORAL | InfoVlogger
Hoy hablaremos del DJOKOVIC y de la deriva totalitaria de los gobiernos occidentales del mundo apoyados por millones de ciudadanos. Y MEDIOS VENDIDOS...