EL Rincón de Yanka: LIBROS "EL SUICIDIO DE ESPAÑA": LA AUTOCRACIA DE PEDRO SÁNCHEZ y "EL SÍNDROME DE NARCISO": DE LA DEMOCRACIA AL SOCIALPOPULISMO AUTÓCRATA por LUIS HARANBURU ALTUNA

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viernes, 23 de mayo de 2025

LIBROS "EL SUICIDIO DE ESPAÑA": LA AUTOCRACIA DE PEDRO SÁNCHEZ y "EL SÍNDROME DE NARCISO": DE LA DEMOCRACIA AL SOCIALPOPULISMO AUTÓCRATA por LUIS HARANBURU ALTUNA

 EL SUICIDIO DE ESPAÑA

LA AUTOCRACIA
DE PEDRO SÁNCHEZ

España en la cuerda floja: ¿reacción o rendición? 

LUIS HARANBURU ALTUNA

España atraviesa un proceso de transformación profunda que amenaza con socavar los principios de la democracia liberal construida tras la Transición. En este ensayo provocador y meticulosamente documentado, Luis Haranburu Altuna analiza cómo la deriva autoritaria del gobierno de Pedro Sánchez ha debilitado las instituciones democráticas, impulsando una mutación política de consecuencias imprevisibles. A través de un recorrido histórico y filosófico, el autor establece un paralelismo entre la teoría de la servidumbre voluntaria, formulada por Étienne de La Boétie, y la creciente aceptación de medidas autocráticas en España. Desde el abuso del Decreto Ley hasta la manipulación del lenguaje político y la subordinación de los poderes legislativo y judicial, Haranburu Altuna expone las estrategias que han permitido a Sánchez consolidar su poder. 
El libro plantea cuestiones fundamentales: 
¿Cómo una sociedad puede aceptar voluntariamente la erosión de sus libertades? ¿De qué manera el socialismo del siglo XXI ha permeado el PSOE hasta convertirlo en un instrumento de dominación ideológica? ¿Estamos ante una transformación irreversible o aún es posible revertir este proceso? 
El suicidio de España es un ensayo imprescindible para quienes buscan comprender el rumbo político del país y las claves de un fenómeno que trasciende fronteras. Una advertencia contundente sobre los peligros del autoritarismo encubierto bajo el disfraz de la democracia. 
«Cuando un gobierno convierte a la mitad de su pueblo en su enemigo, la democracia se tambalea. Este ensayo disecciona la autocracia del sanchismo y su peligrosa mutación de España hacia la servidumbre voluntaria». José María Múgica Heras, abogado y víctima de ETA.

“La actitud pasiva de la sociedad civil 
ante el progreso del autoritarismo sanchista 
raya con la colaboración servil”

Luis Haranburu Altuna, nacido en Alegría de Oria (Guipúzcoa) en 1947 ha compaginado a lo largo de su vida las tareas de escritor y editor. Es autor de una amplia obra literaria que supera la treintena de títulos. La mayor parte de su trabajo, que abarca tanto la narrativa como el teatro y el ensayo, la ha escrito en euskera. De entre sus trabajos publicados en castellano destacan los ensayos Cartas de Agosto al Lehendakari Ibarretxe, Duelos y quebrantos del euskera, El Dios de los Vascos (2008), Historia alternativa de la literatura vasca, El Crepúsculo de Dios, Historia cultural del cristianismo en Vasconia. Recientemente, ha publicado Odiar para ser. Nacionalismo vasco y Pedro Sánchez o el síndrome de Narciso. También ha desarrollado una intensa labor periodística en periódicos y revistas como Triunfo, El Mundo, Zeruko Argia, Anaitasuna y Berriak. Acaba de publicar El suicidio de España (Editorial Almzaara, 2025).
¿Qué le llevó a escribir "El suicidio de España" en este momento político concreto? El 2024 publiqué mi ensayo sobre el perfil psicológico y político de Pedro Sánchez (Pedro Sánchez, el síndrome de Narciso) donde aventuraba un diagnóstico político sobre la ruta seguida por el sanchismo, “desde la democracia al socialpopulismo autócrata”. En este libro he llegado a la conclusión de que el régimen actualmente establecido en España es ya una autocracia. 

¿Cómo definiría en una frase el objetivo último de su libro? 
Tratar de despertar a quienes desde su silencio y anuencia han hecho posible el colapso del régimen democrático de 1978. 

¿Esta obra es una advertencia o una acusación? 
Es una mezcla de ambas cosas, pero sobre todo pretende ser una llamada a la libertad. No en vano dedico el libro a los “amantes de la libertad”. En el libro habla de un “desmantelamiento institucional planificado”. 

¿Sobre qué elementos sostiene esta afirmación?
En política es, a veces, necesario que el tiempo transcurra para poder calibrar los acontecimientos que nos afectan. Dos décadas no permiten hablar de una conspiración antidemocrática plena, pero si constituyen un lapso suficiente para identificar una voluntad destituyente de la España de 1978. El relato inspirado por Zapatero e instaurado por Sánchez denota una intencionalidad de ruptura con el sistema democrático instaurado en la Transición. 

En su opinión, ¿puede una democracia sobrevivir al abuso del Decreto Ley como herramienta habitual de gobierno? 
Nuestra democracia es parlamentaria y todas las políticas que contravengan o traten de ignorar al Parlamento mediante el abuso del Decreto Ley conllevan un grave deterioro de las formas parlamentarias. La democracia plena lo ha de ser en sus contenidos y en sus formas, pero el sanchismo elude y burla la balanza del poder al sustraerse al control del Parlamento. Sánchez afirmó que gobernaría incluso sin el apoyo del Parlamento y con ello definió su designio autocrático. Dicha afirmación fue aplaudida por el órgano de control del PSOE. 

¿Qué papel juega la sociedad civil en esta aparente “normalización” de prácticas autoritarias?
Es fundamental el silencio y el `laissez faire´ de la mayoría que sustenta al actual gobierno de España. Desgraciadamente, la sociedad civil en su conjunto no es consciente del deterioro democrático que Sánchez ha acarreado con sus políticas. En mi libro establezco un paralelismo entre el diagnóstico que Éttiene de La Boétie estableció en su “Discurso sobre la servidumbre voluntaria” y el fenómeno del sanchismo. Es relevante la actitud pasiva de la sociedad civil española que raya con la colaboración servil ante el progreso del autoritarismo sanchista. 

¿Cómo ha influido el pensamiento de autores como Arendt, Schmitt o Tocqueville en su análisis? 
Tocqueville y Arendt, en sus análisis, aportan luz y criterio a la hora de escudriñar la cualidad política de nuestra decreciente democracia, mientras que Carl Schmitt nos permite identificar los vicios estructurales de la llamada “izquierda reaccionaria” representada por el gobierno de progreso que nos desgobierna. La creación de la figura del enemigo (fachosfera) realizada por el sanchismo es el principal aporte teórico de debido a Carl Schmitt, inspirador jurídico del nacionalsocialismo y temprano admirador de Mussolini. 

En el libro habla de la “neolengua del sanchismo”. ¿Puede darnos ejemplos concretos y explicar su función política?
Pedro Sánchez con su proverbial capacidad de disimulo y mendacidad es un lector aventajado de George Orwell. El relato iniciado por Zapatero y culminado por Sánchez se sostiene sobre una retórica que falsea la verdad y niega las evidencias históricas. Se trata de un falso relato, que incluso una parte de la oposición democrática ha dado por bueno y se nutre de términos manipulados como “democracia real”, “pueblo”, “progreso” o “nación de naciones”. 
En el libro se establece un léxico de urgencia para entender el neolenguaje del sanchismo. Su función es la construcción del falso relato para justificar el gobierno autocrático. 

¿Estamos ante un populismo de izquierdas o ante una nueva forma de autocracia / tecnocracia? 
La Historia pondrá nombre al régimen que nos ha tocado vivir, pero creo que el término de populismo de izquierdas se queda corto. Mas bien, nos encontramos ante una autocracia que bajo la superstición ideológica del “progresismo” ha desembocado en un régimen personalista y patrimonial que identifica autocracia con cleptocracia, arbitrariedad y narcisismo. 

¿Ve posible una regeneración democrática sin una profunda reforma institucional?
Es muy complicado. Sin embargo, tenemos la salvaguarda de Europa que si bien hasta ahora nos ha mirado con cierta perplejidad, parece que comienza a desenmascarar la tramoya sanchista. Es muy ilustrativo todo lo ocurrido con la necesidad del rearme solicitado desde la UE y la OTAN. No obstante, echo de menos la existencia de una plan alternativo, bien estructurado y eficiente, que debería rehacer los rotos producidos por el sanchismo y reparar los desperfectos estructurales provocados por el sesgo autocrático de Pedro Sánchez. Hecho de menos a las élites de la sociedad civil que aporten luz, ilusión e ideas para solucionar el entuerto que padecemos y lamento, sobre todo, la deficiente calidad intelectual y la falta de autoridad moral de nuestra clase política. 

¿Qué responsabilidad tienen los medios de comunicación en la erosión de la calidad democrática? 
Importante. Los medios, por desgracia, son siervos de la contingencia económica, pero la irrupción de las nuevas tecnologías ha hecho posible la existencia de nuevos medios que han posibilitado una democratización de la información. Lo cual ha enfurecido a quienes disfrutaban del monopolio sobre el relato y la información. Los medios tradicionales han tendido a la servidumbre respecto al poder político y ello con grave menoscabo de la libertad informativa y política. La digitalización de los medios ha abierto una ventana de oportunidad a la libertad. 

¿Qué mensaje espera que cale en el lector tras cerrar la última página de El suicidio de España? 
Concluyo mi ensayo con la imagen de Ulises que al regresar a Ítaca vislumbra el humo que emerge de su hogar. Desearía que el lector añore el regreso al hogar democrático que supuso la Constitución de 1978. Un regreso que haya somatizado el peligro tanto del populismo como de la autocracia personal del Uno. Una añoranza de la libertad y de la igualdad, que nos constituye en ciudadanos libres e iguales.


PEDRO SÁNCHEZ 
Y EL SÍNDROME DE NARCISO 

DE LA DEMOCRACIA 
AL SOCIAL POPULISMO AUTÓCRATA

En la personalidad política de Pedro Sánchez convergen signos y rasgos que sugieren un síndrome narcisista, que influye y condiciona su particular estilo de gobernanza. Si bien el narcisismo en su medida adecuada puede fortalecer la autoestima personal, en exceso puede tornarse perjudicial. El autor de este ensayo sostiene que la personalidad del presidente Sánchez está estrechamente ligada al fenómeno del socialpopulismo que actualmente define el panorama político español, caracterizado por una polarización política promovida desde el gobierno. En el socialpopulismo, la voluntad del líder se erige como la única fuente de legitimidad, sin estar sujeta ni a la ley ni al interés general. El entramado político concebido por Pedro Sánchez y su círculo cercano constituye un artefacto políticamente eficaz pero democráticamente perjudicial. Este ensayo busca indagar en las causas y motivos que han llevado a la involución democrática del peculiar Gobierno de España. El uso del «escudo social» como encubrimiento de políticas clientelistas y populistas es el núcleo del socialpopulismo, cuyo principal propósito es la perpetuación en el poder. La evitación de la alternancia política es la meta de este régimen, empleando como principal estrategia la creación de un enemigo (denominado «la fachosfera») desprovisto de virtudes y marcado por su ilegitimidad original, basada en una falsa narrativa histórica sobre la transición política de España. Luis Haranburu Altuna sostiene, en estas páginas, que el actual deterioro democrático de España está estrechamente vinculado a la personalidad de su presidente: una personalidad narcisista con un evidente sesgo autocrático.

"En realidad, el hombre no tiene derechos en una democracia.
No los perdió en beneficio de la colectividad nacional ni de la nación, sino de una casta político-financiera de banqueros y agentes electorales. 
La democracia masónica (globalista), a través de una traición sin igual, se disfraza de apóstol de la paz en esta tierra y al mismo tiempo proclama la guerra entre el hombre y Dios.
"Paz (Pacifismo) entre los hombres y guerra contra Dios". Corneliu Zelea Codreanu

Prólogo

TEO URIARTE

Este ensayo que prologo, lo digo sin rodeos, trata de entender la personalidad del presidente Sánchez, al dedicar su autor un profundo estudio de su personalidad que recuerda, aunque este sea más extenso, el que dedicara Marx a Luis Bonaparte en su "El dieciocho Brumario", personaje al que con toda justeza no dejó de llamarle crápula, y donde el autor de los grandes sistemas filosóficos nos indica que la política pasa por el carácter de sus dirigentes y hasta por cómo hacen la di­ gestión sus protagonistas.

Posiblemente nunca conozcamos las razones que llevaron a Pedro Sánchez a romper traumáticamente con la postura que España, con sus diferentes Gobier­nos de derechas e izquierdas, había mantenido con respecto al Sahara occidental, rompiendo con uno de los referentes identitarios más sólidos de la izquierda y con la resolución de una institución tan cara en sus discursos como es la ONU. Fue sorprendente que lo hiciera sin causa conocida por la opinión pública, sin ni siquiera rumor periodístico que pudiera avanzar la decisión que se iba a tomar y sin ninguna solvente explicación.
Este giro en la política exterior fue llevado de forma radical, de la noche a la mañana, sin pasar por el Consejo de Ministros y mucho menos por las Cortes. La decisión parecía surgir de la voluntad de un déspota del Antiguo régimen. 
¿Hubo chantaje del reino de Marruecos o de alguna otra potencia? Probablemente nunca lo sabremos. Pero el ensayo que nos presenta Luis Haranburu Altuna nos puede sugerir fundamentadas hipótesis y razones de por qué nuestro presidente actúa de tan arbitraria manera.

No fue el caso del contencioso marroquí con el Sahara el único en el que nos viéramos sorprendidos, recordándonos a los viejos del lugar cómo tomaba mu­chas decisiones el dictador Franco, el cual, como deben saber, acaparaba todos los poderes. Con Sánchez las formas democráticas que hasta la fecha habían regido en la corta democracia española desde su «no es no», que paralizó la vida política, estaban cambiando en un sentido autoritario amén de agresivo, pues no se puede empezar el primer debate al que asiste llamando «indecente» a su oponente. Lo que no es óbice para recurrir al victimismo cuando él se considera el insultado. Resultó de una prepotencia desmedida las dos veces que anuló derechos fundamentales de la ciudadanía, y cerró las Cortes mediante un decreto de alarma a causa del covid-19 (declarado inconstitucional), o que gobierne escandalosamente mediante el decreto ley, o que repetidamente haya llevado a cabo decisio­nes que anteriormente proclamara no realizar, sea el acuerdo de formación del «Gobierno Frankenstein», los pactos con Bildu o el indulto a los condenados por sedición y malversación en Cataluña. O que se haya atrevido recientemente a promover una amnistía, cuando en varias ocasiones él y su Gobierno la habían calificado de inconstitucional en un ejercicio de constructivismo jurídico execra­ ble, y negociar la presente legislatura con el prófugo Puigdemont en Suiza me­ nospreciando al legislativo, al poder judicial y al propio rey.

Llama la atención la sensibilidad de su partido al denunciar como delito de odio la rechazable acción, por parte de manifestantes, de destrozar una piñata que re­ presentaba su figura, cuando desde el Gobierno se ha obviado todo tipo de actos contra la figura del rey y de otros políticos, y se ha permitido homenajes a presos deeta, lo que pudiera indicar un culto a la personalidad digno de otros regímenes e impropios de nuestro sistema democrático.
Pues bien, sobre estos comportamientos descubrirán sugerentes reflexiones en este libro, en el que su autor se cuida mucho de denominar autócrata al personaje que analiza, aunque lo compara con todos los que sí responden a este calificativo y que han pasado o están presentes en la política internacional. Y lo hace sesudamente, con todo tipo de referencias, mostrando una gran preocupación ante las consecuencias que puede producir el comportamiento de este líder. 
«Es muy posible -escribe- que el presidente Sánchez pase a la historia como el campeón del bibloquismo y de la polarización política. España se encuentra dividida, como jamás lo estuvo desde la época que precedió a la guerra civil. Se trata de una divi­ sión impostada de manera artificiosa que tiene por finalidad la perpetuación en el poder del llamado "bloque progresista"». Y añade: «¿Es normal que el interés personal de uno prevalezca sobre el interés general de toda una nación?».

Y para conseguir tal polarización el autor considera, siguiendo a Félix Ovejero, que ha logrado mutar a la izquierda en una ensoñación romántica del progreso como nueva religión civil, con el triunfo del sentimiento frente a la razón, y donde «el personalismo cesarista de su dirigencia constituyen el basamento de esta nueva iglesia que nos considera creyentes o descreídos antes que ciudada­ nos. 
La izquierda ha desaparecido al amortizarse la razón, la igualdad, la libertad y el esfuerzo que siempre figuraron en el blasón de la izquierda política».
Haranburu Altuna sostiene sus opiniones sin caer en el insulto, basándose en el carácter narcisista del actual líder del socialismo español, narcisismo surgido de un evidente resentimiento. Para ello se apoya en un largo listado de psicólogos, sociólogos y politólogos: Freud, Otto Kernberg, Heinz Kohut, Christopher Lasch, Robert Jay Lifton, Amando de Miguel, Marie-France Hirigoyen, Joaquín Sama y Melanie Klein (autora del ensayo "Envidia y Gratitud"), y otros más cercanos a nosotros como Unamuno, Félix de Azúa o Fernando Sabater. No cabe duda de que la osadía del autor al someter a su análisis a tan encumbrado personaje cuenta con muchas referencias de autoridad, lo que pudiera entorpecer la rapidez de lectura y exigir una cierta dedicación.

«¿Qué humillaciones no habrá sufrido Sánchez para tener tan frenética sed de venganza personal?». Lugar de donde parte el tratamiento del personaje para conectar con la argumentación de Nietzsche sobre este trauma. En palabras del autor: 
«El resentimiento, cuna del narcisismo, es el motor que ha acelerado la eclosión identitaria contemporánea. El nativismo, el progresismo reaccionario, el feminismo woke o los nacionalismos insolidarios tienen en el resentimiento la herida narcisista que los impulsa».
En general, todas las cualidades de nuestro presidente (su contumaz uso de la mentira, cuyo caso más reciente y llamativo es recordarle al portavoz de upn, en el debate de investidura, que gobernaban en Pamplona gracias a su partido cuando ya había pactado entregar la alcaldía a Bildu; la falta de piedad con sus oponentes, como lo demostrara en la persecución de Tomás Gómez; o la carencia de escrúpulo utilizando alas personas como clínex) quedan englobadas en el aná­lisis del profundo narcisismo del que adolece.
Concluyo con el autor: «Las cosas solo pueden ir a peor mientras seamos gober­ nados por hombres y mujeres que solo tienen la perversa obsesión de quererse a sí mismos».
Vitoria, 8 de enero de 2024

Introducción

El escenario político que se ha abierto con la investidura de Pedro Sánchez, gracias al apoyo de todos los que desean derruir nuestro hábitat democrático, es imprevisible además de problemático e inseguro. Es por ello que cabe preguntar:
¿Por qué y cómo hemos llegado al escenario actual? ¿Qué oscuras fuerzas inciden en la actual deriva política de España? ¿Es acaso un problema derivado de la coyuntura política española? ¿Es debido al extravío de un partido político que ha perdido el norte del sentido de Estado? ¿O es tal vez la personalidad de nuestro presidente la que determina esta situación compleja y opaca donde la libertad y la igualdad se muestran problemáticas?
En la historiografía existen diversas corrientes a la hora de señalar a los prota­ gonistas de la historia. Una de ellas sostiene que la historia es el resultado de las acciones y decisiones de los individuos que, con su voluntad, carácter y talento, influyen en el curso de los acontecimientos. Autores como Plutarco, Carlyle, Nietzsche,Gregorio Marañón y Ortega y Gasset apoyan la tesis de la importancia de las individualidades en la historia. Otros como Marx, Engels, Lenin y Gramsci, en cambio, afirman que la historia es el producto de las condiciones materiales, sociales y culturales que determinan el comportamiento de los individuos y los grupos humanos.

Posiblemente, ni los partidarios de las individualidades, ni los que valoran las relaciones sociales de los colectivos poseen toda la razón, y es la concomitancia de individuos y de contextos históricos lo que determina el devenir de la historia. Si miramos al presente nos encontraremos con instituciones que tienen un carácter neutro, donde las individualidades carecen de protagonismo y este corresponde a colectivos burocráticos. Como ejemplo de una institución de este tipo, podríamos mencionar ala Unión Europea, que carece de personalidades destacadas. Muy por el contrario, nos encontramos con naciones y Estados fuertemente marcados por sus dirigentes, que reúnen las características de una personalidad narcisista.

Actualmente vivimos una eclosión de personalidades narcisistas que, al modo de Putin, Erdogan, Trump,Xi Jinping o Macron imprimen su sello personal a los Gobiernos que presiden, de modo que es del todo obligado estudiar sus biografías y actuaciones públicas para tratar de entender y, tal vez, predecir sus políticas. Es una obviedad que en la España actual tenemos a una individualidad desco­llante, que durante su presidencia al frente del Gobierno ha marcado de manera determinante la política española. Nos estamos refiriendo, por supuesto, a Pedro Sánchez Castejón, secretario general del psoe y presidente del Gobierno de Es­ paña. Como bien apunta Ignacio Varela: «No hay duda de que Pedro Sánchez es el político español más importante de la década. Nada de lo sucedido en España desde el verano de 2014 se explica sin él».

Para bien o para mal, lo que Varela afirma es una evidencia. La personalidad de Pedro Sánchez ha marcado la historia política de España en la última década. Este marcaje, sin embargo, no es ajeno a la manera de ser de Pedro Sánchez ni al perfil psicológico de nuestro presidente. Su personalidad narcisista nos ayudará a entender los porqués de algunas de sus actuaciones y nos aclarará algunos de los resortes psicológicos que explican su manera de proceder. Nada se entiende en la política española de la última década sin tener en cuenta la peculiar personalidad del presidente que lo impregna todo.

En la segunda parte de las memorias de Pedro Sánchez que lleva por título "Tierra firme", se cantan las excelencias de nuestro presidente y se glorifica su manera de ejercer el poder, sin atisbo alguno de autocrítica. Sánchez se nos presenta como el avezado piloto que ha traído a buen puerto la nave que es España. La exitosa singladura, sin embargo, no ha acabado aún, ya que se propone navegar «de la resistencia a la tierra firme que llegará cuando culminen las transformaciones en marcha». Las transformaciones en marcha son varias y todas ellas afectan, negativamente, a la estabilidad política de la nación, a la unidad de su territorio y a la concordia de la sociedad española. Pero de entre la profusa y reiterada na­ rración de los supuestos éxitos de Pedro Sánchez, llama la atención una reflexión del presidente que lo retrata, tal vez sin proponérselo. Casi al final de su libro Sánchez realiza la siguiente consideración sobre Vladimir Putin: «La forma de ser de Putin, determina su forma de ver el mundo y ha tenido un papel decisivo, como dirigente de un país autocrático».

Si el nombre de Vladimir Putin lo sustituyéramos por el de Pedro Sánchez, posiblemente obtendríamos una foto fija de lo que acontece en esta España presidida por el autor de la frase. Efectivamente la forma de ser de nuestro presidente determina su forma de ver el mundo, y ha tenido un papel decisivo como diri­gente de este país (cada vez más) autocrático. Es decir, Sánchez es consciente de que la personalidad de un dirigente determina su cosmovisión y ejerce un papel decisivo en su manera de gobernar. Lo que no dice el presidente es que él, al igual que Putin, padece de un trastorno de personalidad narcisista que determina su forma de ver el mundo y condiciona sus políticas. Es de esto de lo que trata el pre­sente ensayo.

Escribir sobre la personalidad de alguien es una tarea azarosa, en tanto en cuanto la privacidad de cada cual impone límites infranqueables al cuestiona­ miento de las personas. Pero las cosas cambian cuando la persona en cuestión posee una proyección pública e incide en la vida de cada cual. Pedro Sánchez ha actuado en política con alguna opacidad e incluso, a veces, de espaldas a quie­ nes están legitimados para juzgar y, en su caso, corregir sus actuaciones, pero ello no obsta para que los ciudadanos tengamos el derecho de opinar sobre su actividad pública. Las actuaciones de nuestro presidente afectan a nuestras vidas y tenemos el legítimo derecho para observar y tasar su actividad. En democracia, la ciudadanía está habilitada para emitir juicios morales y políticos sobre sus dirigentes y no solo en las elecciones habilitadas para ello, sino que es un derecho inherente a la participación democrática. Es, por lo tanto, en el uso del derecho de todo ciudadano a juzgar y a criticar al gobernante, por lo que nos hemos «entrometido» en la vida y milagros de nuestro presidente Sánchez para tratar de com­ prender y, en su caso, apoyar o no sus políticas que tanto nos conciernen.

Este no es un ensayo de índole meramente psicológico, sino que pretende ir más allá de los rasgos característicos de alguien para realizar un análisis político de las causas que intervienen en nuestro devenir político como sociedad y como ciudadanos. Existen suficientes evidencias para aventurar que la personalidad de Pedro Sánchez ha determinado y determina sus políticas, que tienen una repercusión directa en nuestras vidas. Es por ello que nos hemos propuesto indagar sobre su personalidad, tratando de hallar la razón última de algunas de sus políticas.

La Psiquiatría ha habilitado instrumentos y patrones de conducta que ayudan a rastrear y entender algunas constantes de la personalidad narcisista. Dichos instrumentos pueden ser correctamente utilizados, sin recurrir al examen clínico y pormenorizado de las personas objeto de estudio, cuando se trata de identificar y calificar actuaciones de orden político que son públicos y notorios. Lo que pretendo decir es que no es preciso reclinar en un diván a Putin ni a Sánchez para darse cuenta de que sus acciones políticas pueden ser objeto de observación y análisis. Hace dos mil años quedó sentenciado que «por sus frutos los conoce­réis» (Mateo, 7) y es que al árbol se le conoce por sus frutos. Es desde esta eviden­cia empírica como podemos aproximarnos, con tiento y buena fe, a analizar los frutos cosechados durante la última década en el huerto de Sánchez. Un huerto donde hallaremos frutos similares a los cosechados por personajes emblemáticos con nombres tan sonoros como Donald Trump, Boris Johnson, Vladimir Putin o Silvio Berlusconi. Pedro Sánchez se ha ganado a pulso el derecho a figurar en la nómina de los ilustres personajes que acabamos de enumerar.

La pregunta que cabe formular sin ningún tipo de cortapisas es la siguiente: ¿es Pedro Sánchez narcisista? La respuesta es afirmativa en la medida en la que todos los humanos lo somos en un grado u otro, por lo que habría que reformular la cuestión en otros términos: ¿es Pedro Sánchez un narcisista patológico? El autor de este ensayo es incapaz de responder a semejante pregunta, ya que no cuenta con una cualificación académica al respecto. Sin embargo, quien esto escribe se ha preocupado de realizar algunas lecturas e indagar sobre casos clínicos, que le permiten calificar de plausible y verosímil la hipótesis de un trastorno de personalidad narcisista. Es un trastorno muy corriente, tanto en la clase política como en la financiera y la empresarial. No obstante, no seré yo quien pontifique sobre si Pedro Sánchez padece un trastorno de personalidad, dejo al lector que se haga su propia composición de lugar, y mi tarea se limitará a indicar comportamientos, indicios y síntomas para que el lector se sitúe. El lector adulto y avisado sabrá hacerse una idea al respecto y concluir sobre si Pedro Sánchez se ajusta al patrón de comportamiento de un trastorno de personalidad o no. Por mi parte, me limi­taré a mostrar los frutos para que desde ellos se pueda identificar al árbol.

Vayamos, pues, a los frutos. Y a los hechos.

El primero y más destacado de los frutos de la gobernanza de Sánchez es la construcción de una trinchera política entre dos bloques antagónicos. En un lado está la España reaccionaria e históricamente perversa que PP y VOX representan, y frente a ella se alza la España progresista, feminista, ecologista y solidaria que representan la veintena de partidos soberanistas o de izquierda extrema, amalgamados en tomo a Sánchez. Poco importa el que en el bando de la España progresista se sitúen partidos de signo racista o directamente partidarios de la liquidación del espacio político que constituye la nación española. Es típico de la mentalidad narcisista la percepción de la realidad en términos maniqueos, donde el bien y la virtud se residencian en el lado del narciso (lado correcto de la historia), mientras que la maldad, el vicio y la corrupción anidan en el bloque opuesto. 
En la sesión de investidura del día 15 de noviembre de 2023, Sánchez proclamó en el Congreso que su meta política era la construcción de un muro «democrático» para hacer frente a la extrema derecha. «Conmigo o contra mí» es la personal visión narcisista de Sánchez. Es este un fruto ya cosechado por Sánchez, y en su virtud España ha recobrado el fantasma de las dos Españas enfrentadas, retrotrayéndonos a los tiempos que precedieron a la tragedia de 1936.

El segundo de los frutos cosechados por Pedro Sánchez consiste en la mayor acumulación de poder, desde la muerte de Franco, en su persona. La posesión del poder, de todo el poder, es la meta ambicionada de todo narciso, y Sánchez se ha empleado a fondo para anular los contrapesos típicos de toda democracia. Comenzó clausurando el Congreso durante la crisis sanitaria del covid-19, clausura que el Tribunal Constitucional declaró ilegal y continuó eludiendo al Congreso en su tarea legislativa. Los decretos leyes se convirtieron en norma, y los controles del Consejo de Estado y la tutela de la abogacía del Estado se convirtieron en papel mojado. 
La gota que ha colmado el vaso, en el afán de colonizar todos los aparatos del Estado, lo ha supuesto la acusación de lawfare al conjunto de la judicatura según el acuerdo de investidura alcanzado por el PSOE y Junts en Bruselas. Es decir, Pedro Sánchez ha dado por buena la imputación de prevaricación a losjue­ ces españoles. Sánchez está a punto de acumular todo el poder en sus manos.

El tercero de los frutos obtenidos por Pedro Sánchez consiste en la parcial anulación de las prerrogativas del rey. Desde la cancelación de la presencia del rey en actos oficiales celebrados en Cataluña, hasta la expresa desautorización de la figura del rey mediante la ley de amnistía pactada con Puigdemont a cambio de sus siete votos, supone un claro ejemplo de personalidad narcisista, al no tole­ rar que nadie esté por encima de su persona. La pulsión narcisista se evidencia cuando el histórico mensaje institucional del rey, del día 3 de octubre de 2017, es desautorizado al asumir Sánchez el relato político del secesionismo catalán, en virtud del cual se legitima el procés, con grave menoscabo de todas las instancias legales y políticas que se opusieron al golpe soberanista contra la democracia.

El cuarto fruto cosechado por Pedro Sánchez Castejón es el de su soberana arbitrariedad al proclamarse por encima de la ley y de la moral políticas. Narciso no reconoce una instancia superior a la de su ambición de poder. Es por ello por lo que recrea una realidad paralela presidida por su particular y egoísta interés, y guiada por una axiología propia. Ya nos avisó Nietzsche de la capacidad del resentido para generar una nueva realidad, tras subvertir la tabla de valores al uso. El narciso es, en definitiva, un resentido que trata de vivir con su herida narcisista y no concibe ninguna ley que contravenga sus intereses. No es que el narciso mienta y cambie constantemente de opinión. No. El narciso se orienta tan solo por lo que en cada momento indica la brújula de su ambición. No es que sea arbitrario o mienta, sino que desde su mendacidad orgánica (realidad virtual e interesada), el narciso es plenamente coherente con lo que el propio interés le dicta. El cambio de opinión sobre el Sahara, por ejemplo, o la sustitución de los relatos encaso del procés catalán o del terrorismo de ETA, obedecen a la pulsión úl­ tima de su interés particular, dictado por su ambición.

El quinto y más reciente de los frutos producidos por el árbol sanchista es de la ley de amnistía cosechada entre el PSOE y Junts. Si es cierto que por sus frutos se conoce al árbol, la fruta que ha madurado con el nombre de amnistía para todos los implicados en el procés catalán revela con meridiana claridad el tipo de árbol que lo ha producido.

Es un hecho que la investidura de Sánchez es la culminación de un fraude en el que la manipulación y la mentira han jugado un papel determinante. Fraude con respecto al espíritu de las leyes,manipulación del contexto cognitivo de la ciudadanía y mentira basada en la mendacidad orgánica de un presidente disociado de la realidad. Decía Max Scheler que la mendacidad orgánica era una de las notas específicas del resentimiento y de la distorsión de los valores. El narcisista resen­ tido subvierte la tabla de valores al uso, para construir una axiología propia cuya finalidad es servir a su desmesurada ambición.

La democracia parlamentaria se rige por las mayorías, pero estas han de ser coherentes y racionales con la vista fija en el interés general. La mayoría que ha hecho posible la investidura de Sánchez es un conglomerado guiado por intereses espurios que tienen en común la obscenidad de sus propósitos. Porque obsceno es mercadear con lo que es de todos,a cambio de satisfacer la ambición personal de alguien, y obsceno es el propósito de unas minorías empeñadas en subvertir el orden constitucional del que España se dotó en la Transición.

La clave de bóveda de la investidura de Sánchez no es otra que una tortuosa y falaz amnistía, arrancada al sistema por quienes trataron de arruinar nuestra democracia constitucional. Tortuosa por el constructivismo jurídico del que se ha hecho gala, para meter con calzador una ley de amnistía que contraviene el espíritu de nuestra Constitución, y falaz por la mentira que pretende equivocar la defensa de los altos valores constitucionales con la mísera ambición de quien precisa de media docena de votos para gobernar de manera despótica. Es preciso hacer notar que al malvado despotismo ilustrado,que nos gobernó durante una parte del siglo XIX, le sucede ahora el peor despotismo de la incuria y la sinrazón. Hay tres razones fundamentales para denunciar el fraude que representa la ley de amnistía redactada al son de los intereses de Puigdemont y sus secuaces.

La primera de ellas es su inconstitucionalidad, que se pretende eludir recu­rriendo a artimañas dolosas de una retórica mendaz, saboteando el espíritu de la ley y la axiología conexa a ella. Nuestra Constitución es la que ampara los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad, la concordia y la justicia, valores todos ellos que son denigrados y sacrificados en el altar de una ambición venal.

La segunda de las razones es que la ley que supuestamente ha de contribuir a la concordia de los ciudadanos profundiza en la discordia, que durante cinco años de Gobiernos presididos por Pedro Sánchez, se ha buscado potenciar el biblo­quismo como estrategia para perdurar en el disfrute del poder.

La tercera de las razones tiene que ver con el desarme del Estado de derecho frente a la sedición y la malversación de los fondos públicos, al quedar al albur de futuras asonadas y golpes de estado contra la democracia. La ley de amnistía buscada y propiciada por el psoe de Sánchez vulnera gravemente la división de poderes al situar la decisión del líder carismático por encima de la ley.

En la entrevista que Pablo Motos hizo a Pedro Sánchez en plena campaña electoral, el presidente del Gobierno trato de refutar el término sanchismo, y no sin un cierto sarcasmo concluyó diciendo que: «el sanchismo es mentiras, maldades y manipulación». Se trató, obviamente, de un lapsus linguae,que ocurre cuando alguien se siente demasiado seguro de sus cualidades y desprecia las críticas y argumentos de sus adversarios. La autodefinición de Sánchez tiene la virtud de la concisión y de la oportunidad. Es difícil definir tan escuetamente el perfil político de una gobernanza que no ha dejado indiferente a nadie. Glosando brevemente la autodefinición mencionada, es posible rastrear actuaciones políticas de Pedro Sánchez donde se corrobora la existencia de mentiras, maldades y manipulacio­ nes que, por otra parte, constituyen tres elementos estructurales del trastorno de personalidad narcisista.

Las mentiras que jalonan la actividad política de Sánchez son muchas y va­ riadas. Ya avisó Maquiavelo que al príncipe le estaban permitidas las mentiras siempre que estas le ayudaran a lograr y preservar el poder. Pero hay mentiras y mentiras, algunas son leves y todos los políticos mienten cuando prometen el cielo o niegan la existencia de los infiernos,pero hay mentiras que son auténticos fraudes que tergiversan la realidad. Esa realidad que el narcisista se inventa a su conveniencia. En el caso de Pedro Sánchez, la mentira es compulsiva y él miente sin pudor ni vergüenza. La mendacidad orgánica a la que ya hemos hecho refe­ rencia es, tal vez, la principal característica de su personalidad, que los suyos tra­tan de camuflar con el eufemismo de «cambios de opinión».

Las maldades que forman parte de la autodefinición de Pedro Sánchez se aglutinan en una única maldad que tiene el nombre de «discordia». Es la principal característica de las políticas llevadas a cabo durante su vida pública. La discor­ dia es su arma más letal. Llegó a la cúspide del psoe sembrando la discordia y enfrentado a quienes desde la Transición habían formado un cuerpo que, pese a las desavenencias, se había mantenido unido. Las corrientes dejaron de existir y quienes disentían de las políticas del líder eran condenados al ostracismo y al silencio. Pese a ser llamativa la forzada unanimidad en el seno del partido, todo queda en casa, pero cuando se formula la intención de levantar un muro frente a la mitad de la nación, la maldad encarnada en la discordia se convierte en letal. 

Es una obviedad el hecho de que España ha retrocedido democrática, cultural y po­ líticamente desde que el noismo de Sánchez tomo cuerpo en la política nacional hasta hacer realidad el sintagma de las dos Españas de antaño. El «no es no» de Sánchez, noismo, es un vicio político que ha acabado con los consensos básicos que fundamentaron la Transición y la Constitución de 1978. Sánchez necesita de la discordia para mantenerse en el poder, la concordia civil es su peor enemiga y lo dejó bien claro con ocasión de su investidura, cuando afirmó que su misión era levantar un muro infranqueable para que las derechas no pudieran ser alterna­ tiva de gobierno. De una tacada, Sánchez estaba condenando al ostracismo polí­ tico a once millones de españoles que no le habían votado. No cabe mayor maldad política que dividir al demos, con el único objetivo de dar cauce a su ambición personal. Se trata de la antipolítica pura y dura. Es la maldad que inspira y funda­ menta al sanchismo. La política debe estar al servicio de la concordia, y buscar la discordia para evitar la alternancia política supone prostituir la democracia.

La manipulación, como tercer elemento del sanchismo, no es posible sin el recurso al engaño y a la mentira. Según la tercera de las acepciones de la palabra manipulación, esta significa: «intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares». 
La manipulación es, también, un modo de corrupción. La distorsión de la verdad y la justicia significa corromper la verdad y prevaricar. La prolija enumeración de falsos motivos en el preámbulo de la ley de amnistía, decretada para obtener los siete votos de Junts, es manipular la verdad y la justicia con la única finalidad de lograr ser inves­ tido presidente del Consejo de Ministros. Actuar con engaño y mendacidad para alterar la Constitución mediante hechos consumados o colonizando el Tribunal Constitucional, es manipular la Constitución con el único fin de perdurar en el poder. Ocultar, en el programa electoral, al conjunto de la nación e incluso a su propio partido su verdadera intencionalidad política, es una actuación mendaz e injusta. Es manipular.

Estos son los hechos. Estos los frutos que el árbol del sanchismo produce y es en virtud de dichos frutos como cabe definir política y éticamente a su líder. No porque lo diga Mateo (7, 16), sino por la coherencia epistémica que emana de los hechos probados. El peor enemigo de Pedro Sánchez es la hemeroteca y la memoria de los españoles, por mucho que la mentira y el engaño se traten de dis­ frazar como cambios de opinión o mutaciones cronológicas. Los hechos son los que son y los hechos apuntan a un probable trastorno de personalidad narcisista. Es una explicación plausible, porque como escribió Ignacio Varela en el día de la investidura de Pedro Sánchez: «Otras explicaciones posibles escapan del ámbito del análisis político y serían objeto de otras disciplinas».

El objetivo del presente ensayo es el de tratar de comprender por qué ha llegado la democracia española a la actual situación de decadencia y deterioro. Las líneas que anteceden dibujan un panorama sombrío, que las razones políticas no acaban de esclarecer. Desde mi punto de vista, es imposible llegar a compren­ der lo que ha ocurrido y ocurre en España indagando en la causalidad política, entendiendo por tal la cadena de actos observables desde el análisis político. La historia política es siempre multicausal, pero no todas las causas son detectables desde la mera politología; a veces, se ha de ampliar el foco para abarcar lacomple­ jidad de lo que sucede y tratar de entender desde las pasiones humanas aquello que escapa a la razón y al sentido común. La irrupción de Pedro Sánchez en el escenario político español supuso, desde su inicio, una alteración profunda en la lógica política y los usos democráticos. Con Sánchez irrumpió un modo atípico de hacer política, donde primaba lo pasional y visceral sobre lo razonable. Sus com­pañeros de partido lo advirtieron muy pronto y es por ello que lo apartaron de la secretaría general del psoe. Pero Sánchez regresó exhibiendo, ya sin disimulo, su verdadera faz. Sánchez es un obseso del poder y supedita a su ambición cuantas leyes, normas y usos se le oponen. Pasa por encima de las personas y de las instituciones con la única finalidad de ostentar el poder.

La ambición y la autoestima son resortes psicológicos necesarios, tanto en la vida como en la política. La ambición desorbitada, sin embargo, no tiene cabida en un régimen democrático sujeto a normas y procedimientos, y suele ser fuente de excesos y decisiones equivocadas. Las razones de una pulsión autárquica o cesarista han de ser buscadas, no en la lógica de la política democrática, sino en el ámbito personal de las pasiones. En el ámbito de la Psicología y, por qué no, en el campo de la mitología. Este ensayo pretende hallar en el mito de Narciso la expli­cación cabal de lo que ocurre en la política española. El enfoque desde la mitología no pretende ser ni unívoco ni exclusivo, pero constituye un instrumento útil para entender lo que nos ha pasado y está pasando. El drama de España tiene visos de convertirse en tragedia si las pasiones siguen sustituyendo a las razones.

En el primero de los cinco capítulos que componen el presente ensayo se trata de visualizar la deriva iliberal de los Gobiernos de Sánchez, para ello se ha recurrido a una especie de diario político que el autor ha llevado acabo desde 2016. Algunas de las páginas de dicho diario han visto la luz en las tribunas publicadas en El Correo y en El Diario Vasco, y han sido retocadas al objeto de este ensayo. Otras páginas,la mayoría, son inéditas. 

El segundo de los capítulos aborda el tema del narcisismo en la política. 
El tercer capítulo recoge las semblanzas de algunos lí­deres políticos contemporáneos, donde puede observarse que Pedro Sánchez no es la excepción. El cuarto se detiene en una exposición detallada y razonada de la personalidad narcisista del presidente Sánchez. 
Finalmente, el quinto capitulo está dedicado a las heridas narcisistas de las que España se duele.

San Sebastián, 2 de enero de 2024

El ocaso de la democracia española

Está ocurriendo ante nuestros ojos. La democracia española se deteriora y la ciudadanía contempla impotente su deriva desde una democracia plena a otra de carácter iliberal y menguante. Es la democracia que preside Pedro Sánchez Castejón, un líder cuestionado por muchos y aplaudido por otros tantos, en un escena­ rio de bloques y trincheras auspiciado desde las élites políticas.

Pedro Sánchez se ha interesado, reiteradamente, por el juicio que la historia le ha de deparar. Presume de ser el paladín de los derechos sociales y, sobre todo, de los que afectan a las mujeres; también se cree acreedor de un lugar de honor en la his­toria por sus políticas migratorias, pero es muy posible que el presidente Sánchez pase a la historia como el campeón del bibloquismo y de la polarización política. España se encuentra dividida, como jamás lo estuvo desde la época que precedió a la guerra civil. Se trata de una división impostada de manera artificiosa, que tiene por finalidad la perpetuación en el poder del llamado «bloque progresista». 

El mencionado bloque lo conforman formaciones dispares, y aún contradictorias, cuyo objetivo es impedir la alternancia política, usual en toda democracia que se precie. En el sedicente bloque de progreso se amalgaman formaciones políticas que aspiran a la independencia política de sus respectivas autonomías, partidos antisistema que tiene en el populismo de izquierda su referencia, nostálgicos de distopias fracasadas y grupos, en general, contrarios al consenso político que hizo posible la Constitución de 1978. El baluarte principal del bloque de progreso lo constituye el nuevo psoe, cuyo líder y secretario general, Pedro Sánchez Castejón, califica reiteradamente en sus memorias (Manual de resistencia) de «nuevo». El 'Nuevo psoe' de Pedro Sánchez se ha convertido en la herramienta necesaria para la instauración del socialpopulismo en España.

Poco a poco, decreto a decreto, mentira tras mentira, relato a relato, se ha ido socavando el espíritu y la letra de nuestra Constitución, de manera que el periodo en el que Pedro Sánchez ha gobernado se ha proclamado como tiempo constituyente, según declaró el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, en el Congreso de los Diputados antes de ser nombrado miembro del Tribunal Constitucional.

España se halla, de facto, en un periodo destituyente en el que se impone un constructivismo jurídico que depaupera, cuando no vacía, algunos de los contenidos fundamentales de la Constitución de 1978, como son la unidad de la nación o la igualdad de los españoles. La labor de zapa contra el orden constitucional se ha llevado a cabo de espaldas al poder legislativo, obviando al Congreso de los Diputados e ignorando los dictámenes del Consejo de Estado y evitando los cauces normales de la confección de leyes. El abusivo recurso al instrumento del decreto ley se ha utilizado para ningunear el poder legislativo, imponiendo la vo­ luntad arbitraria y discrecional del gobierno de la nación.
España no es, por fortuna, un país totalitario, pero sí posee un acusado sesgo de totalismo, según la feliz expresión de Robert Jay Lifton, experto en regímenes totalitarios y autocráticos, que conoce bien la encarnadura política de países como China, Corea del Norte y la Alemania de Hitler.

LA NORMALIDAD TÓXICA

Creo que fue el historiador Antonio Elorza quien introdujo en España a Robert Jay Filton y su concepto del totalismo en su ensayo "La religión política", que publicó en el año 1995. En dicho ensayo se hacía alusión al término totalismo en contraposición al totalitarismo. El concepto de totalitarismo, estudiado entre otros por Hannah Arendt, se refiere al régimen político en que la autocracia se implanta y perdura mediante la violencia explicita; el totalismo, por su parte, se refiere al régimen político que implanta su normalidad autocrática valiéndose de métodos no violentos, pero no por ello menos agresivos y contundentes. A la normalidad que preside un régimen totalista, Filton la califica de malignant normality, que bien podría traducirse por la castiza expresión de normalidad tóxica.

Robert Jay Filton participó como soldado en la guerra de Corea y al licenciarse se propuso continuar sus investigaciones históricas y psiquiátricas en Asia, donde reparó en el fenómeno de la implantación de una ideología hegemónica en la China de Mao, mediante técnicas de lavado de cerebro y reclusiones en «centros de reeducación». Filton se embarcó también en la averiguación de las consecuen­cias de la bomba atómica de Hiroshima y, más tarde, entrevistó a los médicos alemanes que trabajaron sobre cobayas humanas en los campos de concentración nazis.

Los médicos nazis actuaban en el marco de la normalidad tóxica implantada por Hitler. Hannah Arendt llegó a conclusiones similares al estudiar el caso del criminal Adolf Eichmann juzgado en Israel. Los médicos y el burócrata Eichmann actuaban en el contexto de una normalidad tóxica que amortiguaba cualquier tipo de reparo moral. Cumplían con sus tareas.

En la segunda mitad del pasado siglo son detectables algunas realidades po­líticas en las que la normalidad tóxica se impuso en toda su crudeza. Todos tenemos en mente la normalidad xenófoba de Sudáfrica, la normalidad populista de algunas repúblicas de América del Sur, la normalidad maligna del franquismo, la normalidad criminal de la Italia mafiosa o, sin ir más lejos, la normalidad tó­xica del País Vasco durante la vigencia del terrorismo nacionalista. También en la Europa actual asistimos a brotes de normalidad tóxica en el retroceso democrá­tico de regímenes iliberales en Hungría y Polonia, donde la división de poderes es precaria o la diversidad política es puesta en entredicho.

España está en el punto de mira de instituciones e instancias que evalúan las democracias del mundo y consideran que la democracia española sufre una de­riva descendente, habida cuenta de su extrema polarización, la colonización de las instituciones y el ímpetu de los nacionalismos étnicos. Desgraciadamente, también en España se está entronizando una normalidad tóxica, detectable en anomalías tan estridentes como palmarias. La más grave de todas ellas es el veto moral y político de la izquierda a los partidos conservadores con el fin de perpetuarse en el poder. La alternancia política es denostada e incluso declarada ilegitima. El bibloquismo maniqueo, impulsado desde el sedicente bloque progre­sista, ha impuesto una normalidad tóxica donde la separación de poderes y la ley se consideran extravagancias que chocan con la voluntad del pueblo y donde el Ejecutivo ignora los controles del Parlamento y deslegitima en la práctica las sentencias de la judicatura.

La normalidad tóxica dimana de la cabeza del Ejecutivo que ignora a los demás poderes, subvirtiendo el espíritu y la letra de la Constitución. Robert Jay Lifton se ha dedicado en la última etapa de su vida al análisis del trumpismo y sus secuelas tóxicas. Losing reality (perdiendo el principio de realidad) es el título de su penúltimo ensayo, y en él se constata la pérdida del sentido de la realidad que predomina en las políticas sectarias. Para los narcisos tóxicos y solipsistas la realidad se reduce a lo que el líder prescribe según su necesidad, con abso­ luto desprecio a la alteridad y al principio de realidad. Es el líder quien desde su supremacismo narcisista, fija lo que es la realidad de las cosas desde su interés personal, arropado siempre en el falso relato del interés general o del progreso. Quien no asuma la realidad autodesignada por el líder es excluido del bloque de los creyentes. Inmersos en la normalidad tóxica que nos invade, cabe señalar las anomalías que nos acechan y cuestionan.
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