EL Rincón de Yanka: ⛔ PROHIBIDO PROSPERAR (SIN LICENCIA PREVIA) ⛔ por ABEL MARÍN

inicio














lunes, 12 de mayo de 2025

⛔ PROHIBIDO PROSPERAR (SIN LICENCIA PREVIA) ⛔ por ABEL MARÍN


PROHIBIDO PROSPERAR (SIN LICENCIA PREVIA)

Con la licencia de Lao-Tsé, prostituido por los burócratas modernos.

“Cuanto más prohibiciones haya, más pobre será el pueblo”.
— Lao-Tsé, siglo VI a.C.
— También aplicable en 2025, pero nadie escucha.

Hemos sustituido la tiranía por el trámite. Ya no se prohíbe con cadenas, sino con certificados. No se encarcela con barrotes, sino con “sujeto a licencia”. La nueva represión no necesita ideología, le basta un sello. Le llaman Estado de derecho, pero es un laberinto normativo donde la mayoría se pierde y unos pocos cobran entrada.

¿Quieres montar un negocio? Sujeto a licencia.
¿Reformar tu casa? Sujeto a licencia.
¿Plantar un árbol? Sujeto a licencia.
¿Trabajar con un taxi? Sujeto a licencia, tasa, registro, y si lo haces mal, multa.

Y la vivienda, nuestro gran problema real

¿Vivir? Sujeto a disponibilidad presupuestaria… y a que el técnico de urbanismo no esté de baja.

La prohibición más perversa, la que más miseria genera, es la del suelo. No se trata de proteger bosques vírgenes ni cultivos sostenibles. Se trata de suelo no urbanizable que no es rural, ni fértil, ni bello: son descampados abandonados que rodean nuestras ciudades. Terrenos baldíos, llenos de matojos, ratas y papeles que no valen nada… salvo cuando hay un pelotazo.

Y al otro lado de ese muro invisible, decenas de miles de personas viven hacinadas en pisos “sesenteros”, con tabiques de papel y sin ascensor. Muchos de esos pisos tienen habitaciones alquiladas por 500 euros, 600, 700… por dormir con desconocidos y compartir baño. Eso sí, en nombre del “urbanismo sostenible”.

Nos han convencido de que construir está mal, que solo los promotores son codiciosos, y que vivir en un cubículo de 60 metros con calefacción eléctrica y estrés permanente es “vivir dentro de nuestras posibilidades”. Mentira. No vivimos dentro de nuestras posibilidades: vivimos dentro de sus límites.

¿Y por qué callamos?

Porque hemos sido domesticados.
Porque confundimos legalidad con justicia.
Y nos tragamos los saos de dogmas urbanísticos que repetimos como papagayos, sin darnos cuenta de que la normativa actual es un cerrojo para los de abajo y una autopista para los de siempre.

Esto no va de ideología. Va de parasitismo institucionalizado. Va de estatismo obsceno que regula hasta el aire, que convierte cada acción en una tasa, cada decisión en un trámite, cada oportunidad en un expediente.

El enemigo no es el “rico”, ni el “progre”, ni el “neoliberal”.

El enemigo es el funcionariado multiplicado sin freno, el político que necesita justificar su sueldo con un nuevo Plan, la administración que fabrica miseria con cada nuevo reglamento. El verdadero enemigo es el que vive de impedir que vivas.

Estamos en 2025. Tenemos tecnología para levantar ciudades eficientes, sostenibles y humanas. Tenemos acceso al saber universal, IA, arquitectura avanzada, materiales ecológicos. ¿Qué nos impide hacerlo?
El puto papel.
El miedo a actuar sin permiso.
La sumisión disfrazada de civismo.

Ya basta.
No queremos menos reglas: queremos menos cadenas.
No pedimos permiso para ser libres: lo exigimos.