EL Rincón de Yanka: LIBRO "MADRE PATRIA": DESMONTANDO LA LEYENDA NEGRA DESDE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS HASTA EL SEPARATISMO CATALÁN por MARCELO GULLO

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miércoles, 14 de mayo de 2025

LIBRO "MADRE PATRIA": DESMONTANDO LA LEYENDA NEGRA DESDE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS HASTA EL SEPARATISMO CATALÁN por MARCELO GULLO

MADRE PATRIA

Desmontando la leyenda negra 
desde Bartolomé de las Casas 
hasta el separatismo catalán

MARCELO GULLO OMODEO

En este monumental libro, Marcelo Gullo Omodeo demuestra que la leyenda negra fue la obra más genial del marketing político británico. Que los españoles se han creído la historia de España e Hispanoamérica que escribieron sus enemigos tradicionales, y se avergüenzan de un pasado del que deberían sentirse orgullosos. Que Hernán Cortés no fue el conquistador de México, sino el li­bertador de cientos de pueblos indígenas que estaban sometidos al imperialismo más feroz que ha conocido la humanidad: el de los aztecas. Que no fueron Pizarro y el puñado de españoles que lo acompañaban los que pusieron fin al imperialismo totalitario de los incas, sino los indios huancas, los chachapoyas y los huaylas. Que los libertadores Simón Bolívar y José de San Martín no qui­sieron romper de forma absoluta los vínculos que unían a América con España, sino que buscaron la creación de un gran imperio constitucional hispanocriollo con capital en Madrid. O que la res­ponsabilidad de la disolución del Imperio español la tuvo Fernando VII, que prefirió estar preso en Europa y no libre en América.

«La conquista de América ha formado parte de las grandes campañas de la leyenda negra contra España, y Madre patria desmiente, punto por punto, los argumentos esgrimidos duran­te siglos y que aún se mantienen a ambos lados del Atlántico». María Elvira Roca Barea

La leyenda negra que condujo a la subordinación social y cultural de Hispanoamérica y de España durante siglos, y que las ha llevado a no reconocer su enorme y rico legado, ha sido la obra más genial del marketing político británico, estadounidense y, curiosamente, soviético. Esta monumental obra rebate, uno por uno, todos los clichés creados durante generaciones y demuestra que nada separa a España de América, ni a América de España, salvo la mentira y la falsificación de la historia, y lo hace desde diferentes perspectivas y valiéndose de múltiples referencias como la literatura o el cine.

Pido a los Santos del Cielo que ayuden mi pensamiento: 
les pido en este momento que voy a cantar mi historia 
me refresquen la memoria y aclaren mi entendimiento. 
JOSÉ HERNÁNDEZ, El gaucho Martín Fierro
Solo es libre el hombre que no tiene miedo. 
FRASE ATRIBUIDA A LOS TERCIOS
¿Callaremos ahora, para llorar después? 
RUBÉN DARÍO

PRÓLOGO 

Madre patria es un viaje hacia el pasado, hacia un momento decisivo de la historia de todos los países hispanohablantes: el momento del descubrimiento, la conquista y el poblamiento de América. 
Es un viaje hacia las fuentes históricas que no pueden disociarse del poder de la cultura en la lucha que las grandes potencias han realizado en todos los tiempos. En esas luchas las potencias que se enfrentaban a España utilizaron la deformación de la historia como método de denigración de España y de los españoles, creando una visión nefasta de la actuación española y difundiendo lo que se conoce como la leyenda negra. 

Una leyenda negra es una elaborada operación para lograr la imagen distorsionada de un país, con el objetivo de perjudicar los intereses del país denigrado y obtener beneficios para aquellos que ponen en marcha la manipulación. En verdad, es la exacerbación de un nacionalismo que para avanzar sobre otros países lanza a la opinión pública una especie fabulada entre otros datos reales. 

Aquella escaramuza no es una excepción en la historia, en cada momento se ha producido una propaganda negativa contra el país dominante. Lo que diferencia a la leyenda negra española es que, lejos de ser combatida por las víctimas de la desinformación, fue asumida, interiorizada, por ellas, hasta con un cierto placer morboso. Quinientos años después no son pocos los españoles, incluso algunas instituciones públicas, que mantienen una posición que da carta de veracidad a las graves falsedades difundidas por los que se oponían a España hace ya cinco siglos. 

Es deslumbrante —y muy eficaz para luchar contra las mentiras sobre España — que haya de ser un español de América, el profesor Marcelo Gullo Omodeo, quien asuma la defensa de la acción española en la América hispana. El autor rinde un tributo excepcional a la verdad histórica con argumentos que se sostienen sobre las posiciones de especialistas y protagonistas históricos de toda clase y condición, desde el marxismo al peronismo, sin olvidar a los liberales. 
Gullo Omodeo expone con claridad y precisión sus razones para desmontar la leyenda negra y las apuntala con testimonios directos de personajes que representan un amplio arco ideológico, lo que dota de mayor legitimidad a la ganada por sí mismo con sus certeras aseveraciones. 

El profesor no ha escrito solo un libro de historia, sino que sabe ligar los acontecimientos del momento actual con los hechos históricos, mostrando cómo la leyenda negra tuvo consecuencias que llegan hasta nuestros días. Un ejemplo claro está en la hispanofobia que sienten hoy los dirigentes políticos nacionalistas de Cataluña, que solo se puede explicar porque siguen enganchados a la leyenda negra y buscan cualquier señal para oponerse a España y ¡a su lengua! 
También ha tomado una decisión heroica: luchar contra «el núcleo duro de la subordinación cultural que sufrimos desde hace más de doscientos años». Y la califico de heroica porque no son muchos los españoles dispuestos a dar esa batalla por la verdad. 

El autor nos narra, con sencillez y precisión, la excepción que representó España al cuestionarse a sí misma la legalidad de la conquista. El emperador Carlos V solicitó la opinión de los estudiosos y los filósofos más importantes del momento, convirtiendo la conquista en una hazaña militar, sí, pero también en un intento de hacer prevalecer la justicia, precisamente en una época brutal y sanguinaria. 

En Salamanca, y a tenor del cuestionamiento de la conquista, nacerá el Derecho Internacional y la teoría de los derechos humanos, instrumentos muy valiosos, sobre todo a partir de que el imperialismo inglés convirtiera la riqueza y el poder en la medida de todas las cosas sin ningún principio moral que pueda frenar ambas ambiciones. Y así hasta hoy. 

Marcelo Gullo Omodeo parte de un principio elemental, pero que no siempre es respetado al analizar los hechos históricos: no se puede juzgar el pasado con los valores políticos y morales que se han desarrollado en épocas posteriores. No es admisible el presentismo, el juicio a los que actuaron en circunstancias muy diferentes de las actuales con los criterios dominantes cuando se emite el juicio; eso sería juego turbio. Y es que sería inútil intentar comprender el presente sin entender el pasado. No puedo resistirme a una cita del profesor por su vibrante actualidad y magistral explicación:

¿Qué pasaría si a un pueblo se le tergiversa o se le falsifica su pasado? ¿Qué le sucedería a un pueblo si sus niños y sus jóvenes estudian una historia, la de su propio pueblo, intencionadamente falsificada? La respuesta es simple: ese pueblo perdería su «ser», su «ser nacional». Aquello que le hace ser lo que es quedaría vacío de contenido, como un cuerpo sin alma. Eso es exactamente lo que le acontece a España en estos momentos, y de ahí los impulsos separatistas, el peligro de su disolución. Adelantemos ahora una premisa clave: la leyenda negra es el corazón de la falsificación de la historia de España y de Hispanoamérica. Es decir, la historia de los pueblos hispánicos ha sido deliberadamente falsificada, y el olvido y la falsificación de la historia ha llevado, tanto en España como en Hispanoamérica, a la pérdida de su ser nacional. 

Como sostiene el filósofo marxista argentino Hernández Arregui: 

Todo eso exige una revisión de la historia. Revocar la imagen aceptada sin crítica sobre España y sobre la América hispánica […] que ha marcado nuestra servidumbre material y cultural a lo largo de los siglos XIX y XX; [es necesaria] la abolición del concepto sobre España difundido por la oligarquía argentina, cuyos intereses de clase [como en todas las oligarquías de todas las repúblicas hispanoamericanas] la trocaron en un apéndice del Imperio británico.

Gullo Omodeo señala con acierto que la leyenda negra ha pasado a formar parte del núcleo duro de lo políticamente correcto, esa nueva forma de censura que castra la libertad y que solo es útil para que los autoritarios eliminen de la competencia a todo aquel que se niegue a seguirle, sea en el ámbito político, académico o periodístico. El profesor aporta una numerosa nómina de los conceptos que no «deben» ser mencionados cuando se opina sobre la conquista. Es lo que Gullo llama subordinación ideológico-cultural: 

Hoy, en las universidades que pueblan Hispanoamérica, negar la leyenda negra de la conquista española de América y afirmar que a los conquistadores españoles no solo les movía el afán de riqueza y que no fueron violadores en serie de las mujeres indígenas y asesinos de los pueblos originarios implica condenarse al ostracismo. 

También confirma la fuerza de la creación de situaciones falsificadas a lo largo de la historia mediante la exposición de algunos casos relevantes, como la organización del viaje de Lenin —exiliado en Suiza— a Petrogrado, realizada por los servicios secretos del Imperio alemán a fin de que Rusia abandonara la guerra; el soborno de los generales franquistas a cargo de la diplomacia británica —con la especificación de las cantidades a cada general con nombres y apellidos — para garantizar la neutralidad española durante la Segunda Guerra Mundial; la «gallardía» del general Franco negando en Hendaya a Hitler la participación en la guerra o la utilización que hizo la CIA de la novela Doctor Zhivago para debilitar a la Unión Soviética.

Estos y otros ejemplos dan idea de cómo durante los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX la Casa de Orange, Francia y Gran Bretaña usaron el libro de Bartolomé de las Casas para dañar el poder y el prestigio del Imperio español de una manera extraordinaria y casi irreversible. 

En la actualidad, y a partir de 2007, la crisis económica surgida en los Estados Unidos de Norteamérica, y exportada al mundo entero, anuncia un reverdecer de los nacionalismos egoístas, con su correlato de organizaciones políticas totalitarias. El mundo creyó en 1945 que se habían vencido para siempre los fascismos, pero hoy muestran de nuevo su apetencia de dominio de la sociedad. 

La globalización y la concentración de Estados en unidades supranacionales, regionales —la Unión Europea es un buen ejemplo—, ha reavivado las reivindicaciones territoriales; así, en España (Cataluña, País Vasco), Reino Unido (Escocia), Bélgica (flamencos y valones), Francia (Córcega), Alemania (Baviera), Italia (Padania), etc. 

En todas las unidades subestatales se elabora una historia falsificada, se manipulan los datos reales de la historia de los pueblos para justificar su pretensión de fragmentar el territorio de la nación. Para ello han de recurrir a la mentira, en la búsqueda de ofensas y humillaciones que nunca existieron, pero que ayudarán a reclutar a ciudadanos descontentos que vivirán su filiación a estas ideas «nacionales» como se vive la pertenencia a una secta, con una actitud acrítica, ciega, sumisa. 

El profesor Gullo Omodeo sostiene con verdadera agudeza que la Unión Europea se verá abocada a solucionar su problema demográfico —el envejecimiento de su población— mediante una inmigración masiva, con lo que las identidades nacionales originarias pueden sufrir un proceso de disolución. La solución para España está en una inmigración que habla su misma lengua y tiene una concepción de la organización de la sociedad semejante a la de la sociedad de acogida. Pensando en tramos largos de la historia, la reconciliación de españoles e hispanoamericanos se lograría con una nueva convivencia a través de los inmigrantes hermanos. Solo restaría el abandono de la leyenda negra a este y a aquel lado del océano. 

Termina el libro con estas palabras: 

Para que España siga siendo España es necesario que usted y todos los españoles europeos recuerden ahora —y nunca más vuelvan a olvidarlo— que ningún hispanoamericano —moreno, indio o criollo— es extranjero en España y que los españoles americanos sientan que ningún español europeo es extranjero en Hispanoamérica.

Cómo bien dijo Alejandro Pandra en su intento de abatir los mitos fabricados contra España

Al fin la leyenda negra parece haber ganado su batalla cultural, determinando conciencias, costumbres y prejuicios. Pero los tiempos están maduros para la restauración de la verdad. 

No es otra la tarea que el profesor Gullo Omodeo emprende con este libro — derribar mitos—, que generará polémica, pero que también ofrece al lector que mantenga su mente abierta la posibilidad de romper numerosos prejuicios que una política de difamación ha logrado instalar en los pueblos hispanoamericanos y, particularmente, en el pueblo español. 

El lector descubrirá otra realidad, con continuas sorpresas al paso de su lectura. Estas breves líneas de introducción no pretenden abarcar la amplitud de los muchos temas que trata el libro, documentadísimo, en la línea de los libros de María Elvira Roca Barea, que apasionará al lector, aunque por abordar de manera directa tantos asuntos aquel pueda encontrar alguna discrepancia de criterio, como cuando vierte opiniones sinceras sobre el controvertido concepto del peronismo. 

En resumen, Madre patria es un libro bien escrito, con un estilo cuidado y directo, que puede ser calificado de libro de historia, pero también de política, de sociología y de ética pública, y que proporciona una inmensa cantidad de interesantes datos. Es, por supuesto, un gran alegato frente a la difamación histórica contra España, la leyenda negra, y un grito de hermandad de todos los pueblos hispanoamericanos.
ALFONSO GUERRA

PARA QUE ESPAÑA SIGA SIENDO ESPAÑA

Estimado lector: si ha llegado a este punto es que ha tenido la paciencia de acompañarme —como le propuse en el inicio de este libro— en ese viaje al pasado del que surgen los fenómenos que hoy vemos. 
Gracias por su perseverancia. Espero no haberlo aburrido mucho. 

Al principio del libro le planteé un poco de teoría —a sabiendas de que me arriesgaba a que abandonara la lectura— porque es imprescindible para entender el peso de lo políticamente correcto y de cómo hemos sido subordinados culturalmente —unos más, otros menos— por la leyenda negra de la conquista española de América. A todos nos han inoculado el veneno negrolegendario mediante una historia de España y de Hispanoamérica inventada y difundida, primero, por los imperialismos holandés e inglés y, luego, por el norteamericano y el soviético. 

Hemos visto que tanto usted como yo —así como todos los españoles americanos y los españoles europeos— hemos perdido la más importante de todas las batallas, la del relato histórico. Porque han sido las potencias que tradicionalmente se enfrentaron a España e Hispanoamérica las que han escrito —e impuesto— la historia, no solo de la relación entre España e Hispanoamérica, sino la misma historia de los españoles americanos y de los españoles europeos, es decir, nuestra historia, hasta el punto de que ya casi ni usted ni yo nos reconocemos como miembros de un mismo pueblo, ni siquiera como integrantes de una misma ecúmene cultural con un pasado común que podría tener un futuro compartido. 

Hemos visto que, en verdad, los llamados «pueblos originarios» —mis hermanos los indios, como me gusta llamarlos— proceden de Asia. Eso no tiene nada de malo ni de bueno. Yo soy originario de la Lombardía y de Sicilia, y soy tan americano como José Gabriel Condorcanquí Noguera, el famoso Túpac Amaru, cuyos antepasados provenían de las estepas de Mongolia. ¿O acaso son más franceses los descendientes de los galos que los descendientes de los romanos que llegaron a las órdenes del gran Julio César? 

Como con la verdad no ofendo ni temo, me he atrevido a contarle que los aztecas conformaron el más atroz imperialismo que ha conocido la historia de la humanidad, porque arrebataban a las madres de los pueblos que oprimían a sus hijos e hijas para sacrificarlos en el altar de sus dioses, arrancándoles primero el corazón y comiéndoselos después como si fuesen pavos o pollos. Queriendo excusar a su abuelo, uno de los nietos de Moctezuma escribió que el emperador solo comía «el muslo» de las víctimas sacrificadas. 

Como desde niño siempre me he sentido ligado sentimentalmente a los pueblos oprimidos, si pudiese viajar en el túnel del tiempo me sumaría a los apenas trescientos soldados de Hernán Cortés que, con la mayor muestra de coraje que conoce la historia, liberaron a los indios de México del imperialismo antropófago de los aztecas. Junto a esos valientes soldados españoles que tomaron Tenochtitlán pelearon doscientos mil indios. Al frente de ese enorme ejército iba una mujer india, doña Marina, que primero fue esclava sexual de los aztecas y luego de los mayas —tenía sus propias cuentas que arreglar con ellos —. En realidad, como hemos visto, la conquista de México la hicieron los indios oprimidos por los aztecas. 

No muy distinta fue la historia en el Perú. Don Carlos, mi suegro, se enorgullecía de ser descendiente de los indios huancas que, junto al puñado de hombres que conducía el trujillano Francisco Pizarro, marcharon sobre Cuzco para terminar con el imperialismo totalitario de los incas. 

¿Y qué sucedió después de la conquista, después de esas primeras horas de sangre, dolor y muerte? Hemos visto que España fundió su sangre con la de los vencidos y con la de los liberados. Y recordemos que fueron más los liberados que los vencidos. Por eso afirmamos que Marina Malintzin e Isabel Moctezuma fueron las «madres de México». Fruto de ese formidable mestizaje —instaurado por los Reyes Católicos como política de Estado— se encuentran, entre otros miles de mestizos, Martín Cortés Malintzin, caballero de la Orden de Santiago, y el soldado poeta Inca Garcilaso de la Vega. Juntos combatieron contra los moros que, en Granada, se habían levantado en armas en espera de una fuerza expedicionaria turca que volviera a conquistar las tierras de Andalucía. Mil conjeturas podrán hacer los propagadores de la leyenda negra, pero la única verdad es la realidad: nadie combate tanto tiempo y con tanto coraje por lo que no ama. Para el mexicano Martín Cortés Malintzin y para el peruano Garcilaso de la Vega la patria era el Imperio. Cuando los hijos producto del mestizaje reciben una educación de excelencia y se convierten en las figuras más relevantes y apreciadas de la cultura y de la sociedad en la que viven, no hay relación metrópoli-colonia; no hay imperialismo, sino Imperio. 

Creo, estimado lector, haber demostrado que España nunca consideró que América fuera un botín. ¿Recuerda esos largos capítulos donde di cuenta del rosario de universidades y hospitales que España fundó en América? Contra lo que dicen los cultivadores de la mentira, España envió a sus mejores profesores a América, mientras que Inglaterra llenó Australia de presos. Los ingleses fundaron la Universidad de Harvard en 1636, es decir, ochenta y cinco años después de que España creara la Universidad de San Marcos en el Virreinato del Perú. Mientras el Colegio Máximo de San Pablo de Lima llegó a reunir, en 1750, la increíble cifra de cuarenta y tres mil libros, la Universidad de Harvard tenía tan solo cuatro mil. 

Me he atrevido también a contarle que los «pueblos originarios» —entre ellos los guajiros, los pastusos, los incas y los mapuches— estuvieron contra la independencia, y he afirmado que la responsabilidad principal de la disolución caótica y violenta del Imperio y de la fragmentación de la América española en dieciocho repúblicas impotentes recae en Fernando VII, que prefirió vivir «preso» en Europa antes que libre en América. 

La ineptitud, la malicia y la crueldad de Fernando VII cuando terminó su cautiverio y recobró el trono no dejaron a muchos españoles americanos más camino que el de la emancipación. No estoy de acuerdo con aquellos que acusan al gran general José de San Martín de traición y deslealtad a España, y menos aún con los que se atreven a difundir la infamia de que fue un agente inglés. Si la independencia de América fue una trampa británica —como de hecho lo fue—, ningún americano habría caído en ella si en el trono de España hubiera habido un rey con un poco más de inteligencia que la que poseía Fernando VII. Si yo hubiese vivido en aquel tiempo, no habría dudado en tomar partido por el general José Gervasio Artigas, que en el Río de la Plata luchó por la independencia y la república. 

Hubo americanos que odiaron a España, como Domingo Faustino Sarmiento, y otros que, como José Enrique Rodó, José Vasconcelos y Manuel Ugarte, aprendieron a amarla. España está en deuda con Hipólito Yrigoyen, que en 1917 reivindicó contra viento y marea la obra de España en América y estableció el 12 de octubre como fiesta nacional, cuando ni siquiera en España lo era. Juan Domingo Perón convertiría luego el hispanismo en bandera de la clase trabajadora, y su esposa, la legendaria Evita, repetiría una y mil veces en los actos con sus «descamisados» que «la leyenda negra con que la Reforma se ingenió en denigrar la empresa más grande y más noble que conocen los siglos, como fueron el descubrimiento y la conquista, solo tuvo validez en el mercado de los tontos o de los interesados. A nadie engañó que no quisiera ser engañado». El mismísimo Che Guevara admiró a los conquistadores y el antihispanismo del comandante Fidel Castro fue siempre un antihispanismo de compromiso. Nada separa a España de América ni a América de España salvo la mentira y la falsificación de la historia. 

El enfrentamiento entre China y Estados Unidos nos va a dar una nueva oportunidad al aumentar nuestro margen de maniobra para hacer realidad la «Patria Grande» con la que soñaron Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, Andrés Soliz Rada y mi maestro Alberto Methol Ferré, entre otros. 

Sin embargo, sobre nosotros los hispanoamericanos pesa una nueva amenaza que puede hacernos desperdiciar la oportunidad que nos brinda la historia. Las mentiras de la leyenda negra —repetidas una y mil veces hasta el hartazgo— han hecho que germine la mala hierba del fundamentalismo indigenista que, como advirtieran Vasconcelos, Ugarte y Haya de la Torre, conduce en el largo plazo a una nueva fragmentación territorial de la inconclusa nación hispanoamericana. 

Aseguré en la introducción que el estudio de la leyenda negra nos permitiría comprender el presente y, quizá, incluso cambiar el futuro. Hemos visto que, terminada la larga dictadura franquista, España no supo cómo relacionarse correctamente con Europa y los españoles cómo enfrentar su propia historia. Muchos de ellos, por reacción a la dictadura, comenzaron a ser negrolegendarios y, como destaca Alfonso Guerra, a usar el gentilicio «español», con su variante «españolista», como una imputación despectiva. Los que no pensaban así dejaron hacer o no se opusieron a los negrolegendarios con la tenacidad que la gravedad de la situación requería. No se daban cuenta de que la leyenda negra serviría a los nacionalistas catalanes para justificar su independencia de España, situación que llevó al país —como destaca Frigdiano Álvaro Durántez Prados— a encontrarse, «en tanto que Estado-nación, en la fase terminal de un largo proceso de deconstrucción nacional, y en un periodo de mera existencia agónica». 

Así, mientras en España se abandonaba la defensa de su pasado americano, en Hispanoamérica se producía una revigorización del fundamentalismo indigenista, que envenenaba el alma de los hispanoamericanos al presentar a España como enemiga de América, para que tirásemos por la borda todo lo que nos une, esto es, costumbres, lengua y religión. 

Es innegable que Europa tiene una pirámide poblacional funeraria y que el proletariado externo que ella misma atrae tiene, hasta ahora, un sentido de la existencia y una visión de cómo organizar la sociedad y el Estado distinta de la reinante en la sociedad de acogida. Ante esta circunstancia —y nada nos hace pensar que pueda modificarse—, es evidente que solo una inmigración masiva de hispanoamericanos podría realizar el milagro de que España siga siendo España. Pero para que la providencia o la suerte nos ayude es necesario que seamos capaces de ayudarla. En este sentido, es imprescindible terminar con el mito de la leyenda negra para que los hispanoamericanos no lleguen a España cargados de resentimiento o de odio. Es necesario que sepamos que el Imperio era nuestra patria, que esa patria estalló en múltiples fragmentos y que uno de esos fragmentos se llama España, otro Argentina, otro México, otro Venezuela… Solo así los hispanoamericanos serán recibidos por todos los españoles como verdaderos compatriotas. De lo contrario, habrá guetos y no integración verdadera 

Estimado lector, para que España siga siendo España es necesario que usted y todos los españoles europeos recuerden ahora —y nunca más vuelvan a olvidarlo — que ningún hispanoamericano —moreno, indio o criollo— es extranjero en España y que los españoles americanos sientan que ningún español europeo es extranjero en Hispanoamérica.

Billete de cinco libras esterlinas con la imagen de Táriq ibn Ziyad, jefe de la invasión musulmana de España. Conviene recordar que para festejar la conquista de España los musulmanes llevaron a Damasco veintiséis coronas de oro provenientes de la catedral de Toledo, varias tinas llenas hasta el borde de perlas, rubíes y topacios y treinta mil vírgenes españolas como esclavas sexuales.

EPÍLOGO

ESPAÑA, MADRE PATRIA DE MI AMOR

El 22 de enero de 1926, desde el Puerto de Palos de la Frontera, el mismo lugar desde donde había partido Cristóbal Colón en 1492 para cruzar el mar tenebroso e intentar llegar a las Indias, despegó el hidroavión Plus Ultra de la Aeronáutica Militar española para realizar por primera vez un vuelo entre España y América. Con los medios con que se contaba en la época, el viaje resultaba casi temerario. La tripulación del Plus Ultra, bajo el mando del comandante Ramón Franco, estaba integrada por el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada. Esos cuatro valientes competían contra el marqués de Casagrande, aviador italiano que, impulsado por el dictador Benito Mussolini, el 13 de noviembre de 1925 había pretendido cubrir la misma ruta a mayor gloria de la Italia fascista en un Savoia S.55, el Alcione, aunque para enojo del Duce, el marqués no pasó de África y terminó su vuelo en el puerto de Casablanca, en Marruecos. El Plus Ultra, después de diecinueve durísimos días y tras haber recorrido 10.270 kilómetros en 59 horas y 30 minutos, acuatizó el 10 de febrero de 1926 en el puerto de Buenos Aires, levantando una gigantesca oleada de admiración, entusiasmo popular y cariño por España

Fruto de ese entusiasmo popular y de ese enorme cariño por España el mismísimo Carlos Gardel decidió grabar un tango dedicado a España, a la que llama "Madre Patria de mi amor", y a la hazaña cumplida por los pilotos españoles. En ese tango, titulado "La Gloria del Águila", a través de la voz de Carlos Gardel se expresó el profundo amor que el pueblo argentino sentía por España antes de que el veneno negrolegendario, como acontece hoy día, terminara de envenenar la mente y el alma de los más jóvenes en Argentina y en toda Hispanoamérica.


El rey del aire, tendió sus alas 
y fue radiando como el sol que al mundo baña, 
con la proeza de cuatro hispanos, 
que son un timbre más de gloria para España

Salió el «Plus Ultra» con raudo vuelo, 
mirando al cielo rumbo a la ciudad del Plata. 
El orbe entero se ha estremecido, 
el entusiasmo en todas partes se desata. 

Desde Palos, el águila vuela y a Colón, 
con su gran carabela, 
nos recuerda con tal emoción 
la hazaña que agita todo el corazón. 

Franco y Durán, Ruiz de Alda, los geniales, 
los tres con Rada, son inmortales, 
los españoles van con razón cantando 
al ver al galardón de su nación. 

Y cantarán con todas las naciones 
entrelazando los corazones, 
y en tal clamor surge un tango argentino 
que dice a EspañaMadre Patria de mi amor. 

Cruzó Las Palmas y Porto Praia, 
glorioso llega en Fernando de Noronha, 
prosigue el vuelo y en Pernambuco 
ya con su raid al mundo da impresión más honda. 

En Río de Janeiro, Montevideo 
suenan campanas pregonando la victoria 
y en Buenos Aires, la hija querida, 
al fin se cubren ahí los valientes ya de gloria. 

Dos países en un noble lazo, 
con el alma se dan un abrazo. 
Es la madre que va a visitar los hijos 
que viven en otro hogar.

Franco y Durán, Ruiz de Alda los geniales
Los tres con Rada son inmortales
Los españoles van con razón cantando
Al ver el galardón de su Nación

Y cantarán con todas las naciones
Entrelazando los corazones
Y en tal clamor surge un tango argentino
Que dice a España: Madre patria, de mi amor.

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MADRE PATRIA: DESMONTANDO la LEYENDA NEGRA con MARCELO GULLO