EL Rincón de Yanka: LIBRO "LA BUENA Y LA MALA EDUCACIÓN": NO TE CREAS LAS MENTIRAS DEL PROGRESISMO LIBERTICIDA por INGER ENKVIST y 👨👪 "SÓLO LA PATERNIDAD SALVARÁ EL MUNDO"

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lunes, 19 de mayo de 2025

LIBRO "LA BUENA Y LA MALA EDUCACIÓN": NO TE CREAS LAS MENTIRAS DEL PROGRESISMO LIBERTICIDA por INGER ENKVIST y 👨👪 "SÓLO LA PATERNIDAD SALVARÁ EL MUNDO"

EL PADRE Y EL HIJO por FERDINAND HODLER

Sólo la paternidad salvará el mundo

Podemos afirmar con Benedicto: 
que el padre es un bien que construye a otros


Hay realidades humanas que te forjan, que te constituyen, que te arraigan de un modo esencial en el mundo, una de esas realidades, y de la que no se puede prescindir es la de tener un padre. Esta realidad se completa, se hace vigorosa y fructífera, si además ese padre quiere a la madre de sus hijos, se atreve a pasar la vida entera con ella, se perdonan, se necesitan y educan juntos. El feliz concurso de hombre y mujer juntos en la vida es una certeza antropológica de bien, que produce enormes beneficios de carácter vital y existencial. Esta certeza se fortalece siguiendo a Benedicto XVI cuando afirma: «Sólo si la vida se concibe como un bien, si se entiende que la misma tiene un sentido, un origen y un destino que el ser humano puede conocer, únicamente así, se deseará tener hijos y transmitirles las convicciones más rocosas».

Podemos afirmar con Benedicto: que el padre es un bien que construye a otros. Haciendo un símil arquitectónico para explicar cómo se construye la identidad del individuo, el padre es el forjador de los cimientos profundos y la madre es la que configura las estancias de la identidad personal, la que las aquilata y dispone los perfiles, siendo la fachada del edificio personal, el fruto conjunto de la crianza. Así, la casa que de algún modo somos cada ser humano, tiene que estar apuntalada por un trabajo afinado entre dos. Los cimientos no se sostienen y las estancias y fachadas no se terminan sin el trabajo conjunto y el apoyo mutuo, de muchos años y esfuerzos compartidos.

La realidad del padre es un bien que también construye al propio individuo, ser padre es una fase esencial del ser como hombre, y es que la paternidad (como la maternidad) no sólo es una realidad biológica, sino también una realidad interior, que necesariamente tiene una expresión corporal y cultural. De ser padre no se regresa. Ser padre supone abordar el reto de la autoridad, de ejercerla y de merecerla. Ser reconocido como padre con cada uno de los hijos que llegan, es una estación más del viaje misterioso de la vida. Los años de crianza de los hijos constituyen para cada hombre la oportunidad gozosa que el cauce natural de la vida ofrece para madurar, para solidificar las fortalezas y limar los defectos. Una vez que se es padre nunca se deja de ser mirado y para cada hombre aparece el reto vitalicio de poder devolver la mirada a cada hijo con el orgullo del amor cumplido.

La personalidad del hijo varón se forja por imitación ante la figura paterna. El hijo se nutre de los rasgos que ha percibido en su padre: valentía, fortaleza, caballerosidad… no soy una ingenua, sé que son cualidades que algunos quieren erradicar, y sin embargo las mujeres sabemos en nuestro fuero interno que esas virtudes no caducan nunca: ¡Queremos un hombre así a nuestro lado!

La influencia paterna también afecta constitutiva y esencialmente a las hijas. La feminidad se fragua precisamente por un juego de contraposiciones con la figura del padre sobre la estela del influjo materno. Los padres preparan el molde secreto que perfila el ideal de hombre que se busca para ser acompañada en la vida. Me atrevo a decir que cualquier hombre que una mujer se tome en serio, será inevitablemente expuesto al reflejo del padre que ha tenido.

Para que los hijos se desarrollen con normalidad es necesaria la presencia y la implicación de padre y madre, es decir que cada uno cumpla su misión. La mujer hace fecunda la paternidad y el varón hace fecunda la maternidad. El otro saca de ti el padre o madre que tú eres. Padre y madre son iguales y diferentes, pero ambos necesarios.

La personalidad del hijo varón se forja 
por imitación ante la figura paterna.

No cabe ocultar que vivimos un momento histórico que todo lo cuestiona, en el que la trama de la vida parece deshilacharse ante la pulsión ideológica que quiere, precisamente, superar y abolir lo propiamente humano. Asimismo, el frenesí tecnológico que nos asedia acelerando los procesos de deshumanización afecta a todo lo humano, y, por supuesto al varón y a su faceta de padre. La figura paterna se ha puesto en cuestión desde un sectarismo ideológico que no para de inventar fórmulas que culpabilizan al padre: el heteropatriarcado, los micromachismos y otras palabras policía que parecen salidas de una novela de Orwell. Y es que, en cierto modo, la figura del padre se ha convertido en nuevo chivo expiatorio de Occidente.

Como mujer percibo que, paradójicamente, en este momento de crisis, urge, quizá más que nunca, que emerja la figura paterna en la sociedad y en cada familia, como una necesidad evidente e insustituible, pues no podemos prescindir de uno de los tesoros de lo propiamente humano. La paternidad es un regalo precioso que me ha constituido como madre y como esposa. Sé con una certeza, intuida y vivida que hay miles, cientos de miles o millones de mujeres que jamás abdicarán del padre que les dio una parte esencial e innegable de lo que son, del padre que construyó el hogar en el que se criaron y que es ese bien, uno de los que da sentido y destino a su vida de mujer.

Elena Cebrián, experta en análisis de programas infantiles

«En casi la mitad de las series infantiles 
que se emiten en España, 
los niños no viven en una familia»
Los contenidos que nos llegan a través de las series y las redes impactan en niño y adultos para alterar nuestra visión de la realidad, de la familia y de la paternidad. Algo que tiene muchas derivadas «y todas muy peligrosas», dice Elena Cebrián, experta en el análisis de series, en la revista La Antorcha.

«La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de 'intelectuales orgánicos' infiltrados en todos los medios de comunicación». La cita es de Antonio Gramsci, cuyo marxismo práctico, su comunismo violento y su ateísmo militante son de sobra conocidos. Tenga o no razón su premisa, sus seguidores actuales, hoy embozados en las banderas del universo woke, la siguen a pies juntillas, y no pierden ocasión de colar sus mensajes en las series, películas, programas y contenido viral que se cuelan en nuestros hogares a través de las diferentes pantallas que en ellos reinan.

Pero, ¿qué impacto tienen los contenidos que hoy se vierten en las plataformas como Netflix, YouTube o Twitch para conformar –o deformar– la visión que niños, jóvenes y adultos tenemos de la paternidad y de la familia? Lo responde una persona que lleva años analizando la visión de la familia y de la paternidad que trasladan los programas infantiles emitidos por las televisiones públicas de España: Elena Cebrián, doctora en Comunicación, Máster en Humanidades, profesora de Teoría de la Comunicación en la Universidad CEU San Pablo e investigadora del Instituto CEU de Estudios de la Familia. Que ha respondido en la revista La Antorcha, la publicación gratuita que edita la Asociación Católica de Propagandistas, y que ya cuenta con más de 15.000 suscriptores.

–¿Qué efectos tienen los contenidos de ocio en la percepción que los jóvenes tienen de la vida familiar y de la paternidad?
–Pasar tanto tiempo delante de una pantalla influye en adolescentes y niños de varias formas. Es cierto que la que más presente se tiene es la adicción que mencionas, pero a mí me parece que también es muy relevante la forma en la que afecta a cómo entendemos y nos relacionamos con el mundo que nos rodea, con la realidad. Cosa que, por cierto, no les afecta sólo a los menores, sino que también nos influye mucho a los adultos.
Te lo explico: estamos hablando de pasar una cuarta parte del día delante de una pantalla. Si de un día descontamos las seis horas que refieres, el tiempo que pasan en el colegio y en las actividades extraescolares y el tiempo que duermen, queda realmente muy poco para convivir en familia, para hablar con los abuelos o para mirar y pensar sobre lo que ocurre en su entorno. Quiero decir que lo primero que están haciendo las pantallas es ocupar tiempo e impedir la relación con lo que me rodea. Y hay otro factor importante.

–¿Cuál?
–Pues que, que los dispositivos ocupen nuestro tiempo supone que una parte muy importante de las cosas que conocemos –y sobre las que tenemos una opinión– las conocemos a través de una pantalla y según la pantalla nos las enseña. Usando una imagen diría que, además de ocupar mi tiempo, coloniza mis ideas…
Que los dispositivos ocupen nuestro tiempo supone que una parte muy importante de las cosas sobre las que tenemos una opinión las conocemos según nos las enseña la pantalla
Conocemos más cosas a través de una pantalla que viviéndolas en persona; y eso supone que no tengo experiencias previas, diferentes a las de las pantallas, con qué contrastar lo que me otros me dicen a través del móvil, la tableta, la televisión o el ordenador.

–Es decir, que los mensajes que llegan a través de los dispositivos impactan en la forma de comprender el mundo, y ejercen una función casi más relevante que los padres...
–Exacto. Y si a estas dos cosas añades la hiperemotividad que caracteriza a nuestra sociedad, el cóctel molotov está servido: las imágenes y las historias que me ofrecen las pantallas me hacen sentir, y las valoro a partir de esos sentimientos. Además, como casi todo lo conozco a través de una pantalla, no tengo experiencias previas que sean una alternativa a eso que me enseñan y que me hace sentir que es bueno, y por lo tanto me lo creo.
Asumo que el orden de las cosas es el que me dice la pantalla y aspiro a vivir así. Por eso mismo, la clave para evitar esta influencia es, desde luego, menos tiempo de pantallas, pero también más tiempo de experiencias reales en familia. Introducir las pantallas en la vida de los menores lo más tarde posible, sí, pero también evitar que se conviertan en el centro del tiempo libre o de la comunicación. Es mejor jugar a juegos no digitales, conversar en familia, visitar a los abuelos y que nos cuenten cosas, o llamar por teléfono y hablar en lugar de wasapear.

–¿Qué mensajes sobre la paternidad y las relaciones afectivas, subliminales o implícitos, se están transmitiendo en las series y programas de entretenimiento más populares hoy: pódcasts, YouTube, Twitch, Netflix…?
–Esta pregunta no tiene una respuesta sencilla. El tipo de mensajes sobre familia, amor o relaciones afectivas depende del tipo de contenido que se consuma y no tanto del canal. Una misma plataforma o red social te ofrece contenidos que presentan modelos muy diferentes, e incluso incompatibles, y no sólo en cuestiones de paternidad, familia o afectos.
Una misma plataforma te ofrece contenidos que presentan modelos muy diferentes, e incluso incompatibles, en cuestiones de paternidad, familia o afectos

Un ejemplo que me parece muy elocuente es el del tratamiento de lo religioso en Netflix: la percepción social generalizada es que esta plataforma no es amistosa con la religión, que lo frecuente es que en sus narrativas maltrate el fenómeno de la fe –cualquiera, no sólo la cristiana– y a sus creyentes. Pero en el caso del judaísmo jaredí, en el catálogo de Netflix convivieron Unorthodox y Shtisel. En Unorthodox, la práctica religiosa del judaísmo jasídico es una cárcel para la protagonista que sólo puede ser feliz escapando de su comunidad, de su fe y de su familia.
Mientras que en el caso de Shtisel el judaísmo ortodoxo es una circunstancia que, con sus peculiaridades, permite amar, ser feliz, desarrollarse, afrontar conflictos e incluso perdonar. Es decir, que A y NoA en el mismo sitio…

–¿Y si nos enfocamos en el ámbito familiar?
–También diría que los mensajes sobre familia o relaciones afectivas es mejor analizarlos por contenidos concretos: programas, series... Y también diría que hay que ampliar la mirada e incluir el mercado en la reflexión sobre la ideología de los contenidos.

–¿A qué se refiere?
–En Netflix convivían dos series con valores opuestos, porque las dos tenían audiencia. No tengo claro que Disney esté abandonando el woke por «una caída del caballo», diría más bien que se debe a que su público natural –las familias de toda la vida, que siguen siendo la mayoría– estaban dejando de ver sus películas y series.
Disney no está abandonando lo woke por «una caída del caballo», sino que su público natural –las familias de toda la vida, que siguen siendo la mayoría– estaban dejando de ver sus películas y series
En las redes sociales, el algoritmo me enseña lo más popular, lo más visto –siempre en el campo de mis intereses, es cierto– pero siempre lo más popular. Así que quizá la clave es dejar de ver ciertos contenidos, no acceder a ellos.

–Entonces, ¿qué impacto tiene la representación de modelos familiares imbuidos de la ideología de género –padres homosexuales, parejas «poliamorosas», bisexualidad y transexualidad, promiscuidad… – en la percepción que los jóvenes tienen sobre el matrimonio, la paternidad y la familia?
–Esto tiene relación con lo que comentábamos antes, con la valoración sentimental de las cosas y con la falta de otros referentes, porque las pantallas han ocupado el espacio y lo han colonizado. Viene a ser esa lucha por el relato de la que tanto hablan los políticos estos días.
Aunque en este punto de los modelos familiares hay una cosa que, sin ser exactamente lo que me preguntas, me parece interesante, y que podría llevar el asunto mucho más allá de la visibilidad de «modelos familiares» alineados con la ideología de género o con el LGTBIQ+. Es un dato que nos sorprendió encontrar en un análisis sobre los modelos familiares en las series infantiles emitidas en las cadenas públicas españolas, que estamos a punto de publicar las doctoras Teresa Barceló, Berta García y yo, que somos profesoras todas en la Universidad CEU San Pablo.

–¿Y qué han encontrado en ese estudio?
–Lo que queríamos analizar era la representación y las funciones de la familia en las series para niños de hasta seis años. Un aspecto concreto que queríamos examinar era la proporción en que aparecían distintos modelos familiares, y también si esa proporción reflejaba la realidad de la sociedad española o estaba proponiendo modelos alternativos.
Lo que nos sorprendió fue encontrar que en casi la mitad de las series –el 47%, e insisto en que para niños menores de seis años– los niños protagonistas no vivían en familia, sino en un grupo de iguales, como en la serie Friends, para que me entiendas. Y en algunos casos, muy pocos, vivían directamente solos. Vuelvo a insistir en que eran series para niños de hasta seis años, no adolescentes que en su proceso de maduración están creando su personalidad individualizándose, sino niños muy pequeños para los que el cuidado y el afecto familiar es clave.
A niños muy pequeños, para los que el cuidado y el afecto familiar es clave, las series les muestran muchos niños que viven estupendamente sin vínculos familiares
Pues a ellos, las series les muestran muchos niños que viven estupendamente sin vínculos familiares. Yo diría que aquí también se están tocando los cimientos del valor social de la familia y de los propios padres: las series que revisamos no proponen «otras familias» porque todas las familias que aparecían eran las de toda la vida, pero sí se dice que sin familia se puede vivir estupendamente.

–¿Existen hoy series o programas de entretenimiento que fomenten una imagen positiva de la vida familiar? ¿Y cuáles, por el contrario, deberían ser evitados?
–En el caso de las series o programas actuales, me cuesta dar nombres concretos. La introducción inesperada de tramas o temas problemáticos ocurre en muchas series. Quizá recomendaría recuperar cine clásico o series antiguas, que planteen temas importantes sin los riesgos del mercado o de lo woke, porque son de otra época de la televisión. Series de otras culturas, más cuidadosas con la intimidad, pueden ser una alternativa a la hipersexualización de los contenidos europeos o norteamericanos. Una especialista en discurso literario que conozco ve con sus hijas series coreanas, porque encuentra que las relaciones sentimentales se desarrollan con respeto.

–¿Qué recomendaciones daría a los padres para elegir espacios de ocio audiovisual (no sólo de televisión, también streamers, podcasteros, youtuberos, series de plataformas…) que refuercen los valores que desean inculcar en sus hijos?
–Lo que tiene que ver con los contenidos en redes sociales es mucho más complicado. Para empezar, es difícil ese visionado compartido del que hablamos: el móvil es un dispositivo que se usa individualmente, por ejemplo. Aquí, la clave es haber formado criterio antes, proporcionar el dispositivo lo más tarde posible y buscar el diálogo con los hijos sobre lo que ven, tanto como se pueda. Que en el caso de adolescentes suele ser poco… Yo encuentro que el contenido en las redes sociales –incluso el que podría parecernos bueno– plantea otro problema: el de la transparencia social, la hipervisibilidad.
Como en las redes podemos ver cualquier cosa –una foto del plato que me han puesto, una coreografía, un viaje que estoy haciendo, una escena bonita de la familia, o la lucha contra una enfermedad– asumimos que todo es visible y publicable. Es decir, estamos diluyendo los límites entre las cosas que son íntimas, las que son privadas y las que son públicas. De hecho, desde hace algunos años, a mis alumnos de primer curso en la facultad, les cuesta distinguir esos tres ámbitos. Entienden que, si tú no tienes inconveniente en publicarlo, todo es público. Son incapaces de no mirar, y eso tiene muchas derivadas y todas muy peligrosas.

–¿Y cómo se contrarresta?
–Insisto en que es fundamental ofrecer alternativas a las pantallas, y a esa relación con la realidad a través de las pantallas. Alternativas que nos conecten con la realidad y con otras personas: hablar cara a cara, jugar con un tablero, construir juntos, mirar a los ojos al otro y entender qué piensa o qué quiere. Eso ayuda a
 construir personas más completas y más libres, y con ellas, familias sólidas que harán mejor la sociedad.


No te creas sus mentiras. 
Inger Enkvist destroza los grandes mitos 
de la enseñanza progre


Dice Inger Enkvist que hablar claro es, a estas alturas, un acto de rebeldía. Y lleva razón. Mientras el discurso oficial nos distrae con eufemismos, cifras maquilladas y pedagogías blandas pero inflexibles, ella alza la voz —calma, firme, implacable— recordando lo obvio: que sin exigencia no hay aprendizaje, que sin autoridad no hay respeto, y que, sin verdad, la escuela es solo teatro.
En la nueva edición de "La buena y la mala educación" (Ediciones Encuentro) Inger Enkvist desbroza con lucidez los mitos que han colonizado el sistema educativo contemporáneo. En su discurso no hay nostalgia ni pesimismo, sino una peculiar forma de esperanza: la que brota cuando alguien se atreve a ponerle nombre al caos.

En esta conversación, que tiene lugar a unos metros del Retiro, Inger, lejos de negociar con correcciones políticas que abocan al desastre, nos invita a recuperar el sentido común, ese que tanto incomoda y que la ideología omite.

Estimada Inger, quisiera darte la enhorabuena por la nueva edición de Buena y mala educación, un libro que, a mi entender, resulta fundamental para entender cómo las élites, desde hace décadas, priman la imposición de su ideología marxista sin importarles el daño que con ello ocasionan a maestros, alumnos, familias y, en consecuencia al conjunto social. He de reconocerte que uno de los aspectos que más me ha fascinado ha sido tu capacidad para desmontar mitos que con enorme frecuencia acogemos como verdades absolutas. Si te parece, centraremos esta conversación en algunos de estos mitos.
Primer mito: lo más importante es invertir en educación. Afirmas que, siendo importante invertir, más importante es aún saber en qué modelo educativo se invierte nuestro dinero.
Así es. Esta insistencia en la inversión procede del mundo de la política porque es lo único que pueden hacer. Piense que los políticos carecen de pericia en cualquiera de los campos que abordan, en cambio, eso sí, manejan el dinero.
Olvidan lo fundamental: si no cuentas con buenos profesores en los colegios, si no aplicas reglas de sentido común, la inversión no sirve de nada.
Tenemos múltiples ejemplos. Allí donde se aplica su pedagogía, ya sean países ricos o pobres, nunca funciona. Lo saben y aún así se niegan a asumirlo porque reconocer su fracaso atenta contra la ideología que implica.
La excelencia consiste en tener una meta intelectual y moral y aplicarla; consiste en disponer de profesores con capacidad intelectual y moral capaces de transmitir esa idea a los jóvenes.
Así es como ganan todos los alumnos, incluso los más inquietos.

Segundo mito. Los sindicatos insisten de forma persistente en que otra de las soluciones para mejorar la educación consistiría en reducir aún más la ratio de alumnos por aula. Tú rechazas esta afirmación señalando que no solo no sería una medida eficaz, sino que, en ocasiones, pudiera llegar a ser netamente ineficaz.
Claro, claro, así lo dicta la experiencia. En Asia la ratio es muy elevada y, sin embargo, obtienen mejores resultados que los occidentales. Cuando desarrollamos la disciplina en niños y adolescentes, les ayudamos a orientar su conducta. Les convertimos en personas adultas con capacidad para lograr la meta propuesta.
Sin una mínima disciplina la ratio resulta indiferente.
Si yo le preguntase a una persona adulta ¿qué prefieres, estar en un grupo de diez personas y escuchar a un profesor mediocre, o encontrarte en un aula con treinta o cuarenta, pero con un magnífico profesor? La respuesta siempre será la segunda opción. Sabemos que nuestra concentración va a ser mayor porque lo que nos tiene que decir esa persona nos interesa de verdad.
Los números tienen que ver también con los profesores; que el volumen de estos crezca no quiere decir que su calidad aumente. Si la meta es aprender, la ratio no importa. Ahora bien, si la meta es la convivencia ¿Por qué no ser diez y pasarlo mejor?

Tercer mito. Durante décadas, nos han insistido en que el nivel socioeconómico de las familias es primordial, pues de ello depende el éxito o el fracaso del alumno. ¿Es cierto?
Es otra tontería, una tontería histórica, ya que sabemos que muchos de los que después han sido investigadores, artistas o políticos, proceden de familias sin plataforma cultural.
En su día la escuela abrió al alumno las puertas de la cultura y el conocimiento. Hoy la escuela ha cerrado esas puertas, lo que aboca a la enseñanza al caos y al desorden.
Si la escuela no es capaz de entregar cultura al alumno, este la tiene que recibir en su casa, lo cual resulta contradictorio con las políticas de supuesta igualdad que persiguen.

¿Significa eso que su pedagogía está cerrando las puertas del ascensor social?
En efecto. Cuando funcionaba la escuela y esta era exigente, funcionó también el ascensor social.
Ahora que hay más democracia, también en el aula, y que hay muchos estudiantes que no se esfuerzan porque nadie les exige esfuerzo, el ascensor social ha dejado de funcionar.
Por lo tanto, hablar del nivel socioeconómico es una media verdad, que es lo mismo que decir que es falso.

El cuarto mito, Inger, es que ellos insisten en que da igual que tengas un padre, una madre, que la familia esté estructurada o desestructurada, porque eso no afecta a los resultados del alumno. En este aspecto, te muestras muy firme, al destacar que aquellos niños que nacen en un hogar donde hay padre y madre, infinitas garantías de éxito.
Soy consciente de que afirmar esto no está muy de moda, pues lo moderno, lo abierto, lo liberal, lo incluyente, sería decir que esto no importa. Pero lo cierto es que sí importa, y mucho.
No hay más que ver las estadísticas. La gente ya no quiere hablar de moral, y eso es un error. La situación del niño que se ve obligado a vivir unos días en casa del padre, otros en el de la madre, le genera inseguridad sobre quién es.
Algo muy parecido, por cierto, a lo que sucede con algunos inmigrantes, que no saben a qué contexto social pertenecen. Sabemos por experiencia que cuando el alumno encuentra en su hogar tranquilidad y unos padres preocupados por sus estudios, que le arropan, las garantías de éxito se multiplican.

Pero siempre se habla más de la madre que del padre.
Otro error. En efecto, la madre es importante y se habla mucho de ella. Pero tenemos que hablar del padre. Debemos enfatizar que el interés del padre por los estudios de los hijos es fundamental.
Significa mostrar que uno puede ser hombre, adulto, e interesarse por los estudios. Esto es lo varonil. Cada vez escuchamos con más frecuencia a los chicos decir que eso de las palabras, que eso de hablar o leer bien, es cosa de chicas.

Quinto mito: el nivel socioeconómico del municipio también incide en las posibilidades de éxito del alumno, es decir, cuanto más alto, más posibilidades.
Si los colegios públicos ofrecieran una buena calidad de enseñanza, el que se viva en uno u otro barrio, carecería de importancia.
Solo cuando se deja caer la calidad del colegio público, cuando se suprimen los exámenes y bajan las exigencias, la cuestión socioeconómica adquiere relevancia.
¿De qué puede servirle el barrio en el que viva a un estudiante que no se esfuerza?
Hay hijos de familias acomodadas que lo tienen todo, que piensan que no deben esforzarse para vivir como sus padres. No ven que tengan que seguir un camino para conseguirlo.
Algo parecido sucede con muchas familias de bajo poder adquisitivo y social; miman tanto a sus hijos que estos, viviendo como ricos, no ven la necesidad de esforzarse.
Antaño en las familias trabajadoras el nivel social de los hijos subía de manera general. Ya no.

Además también aquí el discurso de las élites educativas incurren en contradicción. Por un lado te dicen que los municipios de nivel social y económico alto lo tienen más fácil, mientras que por otro imponen normas que coartan la libertad educativa, obligando a las familias a que lleven a sus hijos al colegio más cercano. En España, a través de diferentes vías, pretenden abocarnos al monopolio de la enseñanza pública que yo prefiero denominar como de iniciativa estatal. ¿No supone esto un retroceso en el tiempo?
Sí, lo es. Y es otra cosa más.
Para ellos sus políticas igualitaristas son más importantes que el aprendizaje de los jóvenes.
Su desprecio por los jóvenes, por el aprendizaje, incluso por el país, es máximo, ya que la nación la constituyen esos ciudadanos que se están formando y que se erigirán en la mano de obra del futuro.
Es inconcebible. ¿Cómo puede un gobierno tomar decisiones así? Supuestamente en democracia votamos a los gobiernos y los gobiernos hacen lo mejor para nosotros. ¿Cómo pueden hacer algo que está absolutamente en contra del bien de la mayoría de los ciudadanos?

Es decir, que el monopolio de la enseñanza estatal, no solo favorece la igualdad, sino que la dificulta, cuando no la impide
Exacto, la única manera de que no fuera así, y solamente de forma parcial, es que la enseñanza tuviera una calidad excelente. Solo cuando demostrasen que pueden alcanzar la excelencia en la enseñanza, podrían empezar a pensar en suprimir alternativas. Sin embargo, la realidad es que se hallan muy lejos de la excelencia. No tiene sentido plantearse siquiera esa posibilidad.

No se preguntan por qué, al menos en España, cada vez hay más gente que huye de le enseñanza estatal, cosa que antes no sucedía. Lo señalas en tu libro, el buenismo está dañando la educación.
Y tiene que ver también con otra palabra: la infantilización de la educación a la que te referías antes. El otro día hablé con alguien de la UNESCO. Hablan del derecho a la educación, del derecho a esto y lo otro.
No parecen comprender que los derechos en la escuela ya están adquiridos, y que de lo que se trata es de ofrecer lo que les hemos prometido.
Si el ambiente es caótico porque hay alumnos que destruyen la paz en el aula, y existen profesores no muy entusiasmados por la educación, no estamos ofreciendo a los alumnos lo que les prometimos.
La política va por un camino y habla de derechos, pero la realidad del aula es otra. Deberían preguntarse por qué la enseñanza pública tiene tanta dificultad para atraer a los mejores profesores.

Les falta autocrítica, desde luego. Una de las novedades que presenta tu libro respecto a la primera edición se refiere a la inmigración, que ha ido creciendo en estos años. Hay un capítulo dedicado a Francia que es tremendo.¿Cómo influye la inmigración en la educación a nivel español, europeo, y mundial?
Podemos asegurar que hay una interconexión entre la nueva pedagogía y el mal resultado que da una presencia importante de inmigrantes.
Si hubiera una meta clara de aprendizaje, si hubiera peldaños, si hubiera un examen al final, podríamos intentar entrenar también a los recién llegados, porque habría exigencias.
En cambio, lo que hacemos es colocar a alguien según su edad en un grupo, y eso lleva al desastre.
Existen casos donde un adolescente de 14 años que llega procedente de otro país se integra, pero se trata de casos excepcionales, de alumnos muy inteligentes, con buena voluntad y un hogar que les ayuda. Eso existe.
Pero si hay grupos de alumnos que hablan la misma lengua, que forman un grupo cultural cuestionado y que no valoran la cultura que ofrece la escuela, su influencia se asemeja a la de un cuerpo extraño que no colabora.

Planteas un futuro más que incierto, o mejor dicho, una certeza indeseable. ¿Cómo revertir esta situación?
Un país deberá enfrentarse a problemas muy importantes si no educa a los futuros ciudadanos para que puedan colaborar con otros y ganarse la vida.
Un país que no toma en serio la educación, el conocimiento, la socialización, la moral, no aporta soluciones.
Si bien la situación de los inmigrantes no nos enseña nada nuevo, nos muestra con una lupa las deficiencias del modelo que hemos impuesto. Otra manera de decirlo es que si teníamos un mal modelo y llega un gran volumen de inmigrantes, deberíamos haber reaccionado; que esta no es la educación que reconocemos, que votamos una vez, y que pagamos.
Y a propósito de pagar, que un alumno, inmigrante o no, pase por el sistema obligatorio de escolarización y no aprenda, equivale a tirar por la ventana 10.000 o 15.000 euros. Los contribuyentes deberían poner el grito en el cielo. ¿Esto es lo que hacen con mi dineros y encima se sienten a disgusto en la sociedad?

Es consciente de que al decir estas cosas transgrede los límites de la corrección política
Claro, estamos hablando de una cuestión tabú. No es que no lo veamos. Lo vemos todos, y aun así no lo denunciamos.
Otro aspecto que me llama la atención de tu libro es que el sistema educativo está generando en ellos un racismo toda vez que, aunque no quieren volver a sus países de origen, se sienten víctimas de los países que les acogen.
Llegas a decir que se sienten víctimas permanentes del racismo de los demás, pero que no creen que ellos incurran en racismo alguno. Te refieres, sobre todo, a argelinos, porque estamos hablando de Francia, pero entiendo que se podría extrapolar a otros países…
Sí, es así. Y tiene algo que ver con el islam. Estas circunstancias se dan con más frecuencia entre los alumnos procedentes de países islámicos que, por ejemplo, entre chinos o sudamericanos.
La razón es que su fe les dice que son superiores a los demás, y si no lo fueran, las cosas irán aun peor.
Alguien que adquiere una educación gratuita en un nuevo país, pagado por los contribuyentes de este país, tiene una suerte loca. Si no lo aprovecha, es que algo falla.
Todos sabemos que no se trata de la reacción de un individuo aislado, sino de una opinión de grupo. Existe una presión de grupo para adoptar una actitud victimista y deberíamos afrontar este problema. Como persona perteneciente al ámbito de la educación, diría que hay que enseñar; hay que enseñarles historia, hay que enseñarles cómo funciona una sociedad. Y es preciso que se lo enseñemos muy bien.

Una última pregunta. La conclusión que extraigo de la lectura de tu libro y de esta conversación es que, después de décadas y décadas criticando la enseñanza tradicional, resulta que es la solución.
Sí. Curiosamente se habla mucho de investigación, de innovar, de investigar… Hay becas, hay doctorados, hay cátedras, hay catedráticos y, sin embargo, vamos a peor.
La experiencia demuestra que la forma de enseñar de la educación tradicional funciona mejor.
Dice el cerebro que para que algo se quede en el cerebro, tenemos que oírlo de manera clara, tenemos que saber cuál es la meta de ese aprendizaje, tenemos que repasarlo varias veces. Y tiene que situarse en un nivel que se halle a nuestro alcance. Debe dirigirse a mi nivel de conocimientos previos. Exactamente lo que hacía la escuela tradicional. Algo sabían los maestros de antes.

Inger, muchísimas gracias. Ha sido un auténtico placer conversar contigo. Tu libro, "La buena y la mala educación" es una auténtica joya que recomiendo a todos nuestros lectores, incluso para aquellos que en su día adquirieron la primera edición. En estos años se han producido muchos cambios y el libro los actualiza a la perfección.

"Han hecho creer a los padres que tomar decisiones es autoritario e inaceptable" Inger Enkvist

HIJOS DE UN DIOS QUE ES PADRE

MONSEÑOR DEMETRIO FERNÁNDEZ
OBISPO DE CÓRDOBA

"Hay padres tan preocupados de dar a sus hijos
lo que ellos no tuvieron, que olvidan de darles lo que sí tuvieron".
Chesterton

"Si en el mundo de hoy hay un gran desmadre, 
es porque antes ha habido un gran despadre".

“La educación de un niño comienza 
veinte años antes de su nacimiento, 
con la educación de sus padres”. 
Napoleón Bonaparte.

La vida humana es un don, puro regalo que nos ha sido dado. Y junto a esta realidad incontestable, puesto que nadie se da la vida a sí mismo, surge al tiempo la conciencia de que la vida humana, con todos sus avatares, está asociada a una profunda e insondable condición de misterio.

A lo largo de la vida, la necesidad de encontrar respuesta a ese misterio nos atrae de un modo provocador y permanente. 
¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué existo? ¿Soy sólo fruto del azar o hay una voluntad superior a la mía que me quiso llamar a la existencia, con un propósito? 
Uno de los mejores modos de desentrañar este misterio inefable de la vida es atrevernos a hacernos preguntas. Un ejercicio, este de hacerse preguntas -incluso preguntas incómodas-, hoy ciertamente no muy de moda, pero que resulta esencial para alcanzar la madurez humana -y espiritual- con que estamos llamados a vivir. Por eso, me aventuro a hacer a los lectores de La Antorcha tres preguntas en torno a la paternidad, origen de nuestra existencia, de las que esbozaré tres respuestas. Las lanzo también a modo de invitación, para que cada uno pueda responderlas para sí.

La primera cuestión sería: ¿Existe relación alguna entre la paternidad divina y el ejercicio humano de la paternidad? Y la respuesta es, sin duda, que sí. La vida, ya lo hemos dicho, nos viene dada. Y, por tanto, levan tando los ojos al cielo, a Dios Creador, pues Él es el origen de toda la vida, encontramos que la paternidad humana es como un calco de la suya. Vendría a ser como una prolongación de las cualidades de Dios, que Él ha puesto en el corazón y en la naturaleza humana, haciéndonos a imagen y semejanza suya. Porque Dios, que es fuente de vida y de toda vida, al hombre, varón y mujer, nos ha hecho capaces de transmitir la vida.

De ahí que haya un sexto mandamiento en la ley divina, que no se ciñe a la prohibición del mal uso de la sexualidad, sino que, como en todos los mandamientos, entraña un aspecto positivo, en este caso, el habernos creado capaces de transmitir la vida, y el mandato de vivir esta capacidad conforme al plan de Dios.
"Ser buen hijo es lo que mejor te prepara para ser buen padre. Es un aprendizaje correlativo"
Y si bien no todo el mundo tiene la experiencia de la paternidad humana, todos tenemos, sin embargo, la experiencia de la filiación: todos somos hijos de un padre y de una madre. San Juan de Ávila dice en la carta primera: "Aprenda a ser buen hijo quien tiene vocación de padre". 
Está hablando allí de la paternidad espiritual, pero la aplica también para la paternidad biológica.

Ser buen hijo es lo que mejor te prepara para ser buen padre. Es un aprendizaje correlativo. Y, de hecho, cuántas veces unos esposos que empiezan a ser padres biológicos se dan cuenta de lo que significa ser hijo. Han sido muchos los padres que me han dicho que al comenzar a tener hijos pequeños, al cuidarlos y amarlos, al desvivirse y sacrificarse por ellos, han caído en la cuenta de lo que sus padres habían hecho por ellos cuando eran niños, e incluso habían cambiado la relación con esos padres ya convertidos en abuelos. Esta reflexión la hacemos hoy en medio de un invierno demográfico, que sucede en un contexto de creciente secularización.

Y entraría aquí nuestra segunda pregunta: ¿Hay relación entre la crisis de paternidad que vivimos, y la crisis de fe que aqueja nuestras sociedades? Y, sin duda, la hay.

Dios es quien da sentido a la vida humana en todos los aspectos, y es Jesucristo quien ilumina el misterio del hombre en todos los campos. Por ese motivo, cuando el hombre se aleja de Dios se aleja también del eje de su vida, porque hemos sido hechos para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que en Él descanse.

Cuando uno se aleja del eje de su vida, se desnorta, se despista -en todo su sentido- y se constituye en centro de sí mismo. Y al hacerlo, no pone en el eje central ni su razón, ni su voluntad, atributos divinos, sino su capricho, su gusto, sus sentimientos y emociones; en suma, la parte más voluble de su vida. Y con tan pobres mimbres sólo puede armar su vida en torno a una felicidad precaria, efímera y más emotivista que emotiva.

Desde el punto de vista afectivo, no entiende la estabilidad y difícilmente atisba la hondura de la fidelidad y de la entrega, cualidades todas que están en Dios para con nosotros. Sin Él, uno vive al albur de las emociones, del paso del tiempo, y de las apetencias que cambian según el ánimo con que te levantes o te acuestes.
Es en este contexto donde se entiende la crisis de paternidad, que no es sino la falta de deseo por engendrar, que nace de una falta de esperanza en la vida eterna y en la vida cotidiana.

Nos falta esa esperanza capaz de mover, ordenar y armonizar la voluntad, la razón y el deseo para no ser esclavos de las sensaciones, del miedo y de la egolatría. Pero si la imagen de Dios Padre impacta en nuestra paternidad humana -y espiritual-, y hay tanta relación entre la crisis de fe y la crisis de natalidad, cabe hacerse una tercera pregunta:

¿No será, entonces, el anuncio explicito de Jesucristo, muerto y resucitado, también un remedio para Ja crisis demográfica que nos rodea? La respuesta se descubre al caer en la cuenta de la estrecha relación que hay entre el ejercicio de la paternidad y la conciencia de un Dios que es Padre. Y por ese motivo, hoy más que nunca la Iglesia tiene la preciosa tarea de anunciar el evangelio de la vida y el evangelio de la esperanza.
"Que una generación corno la nuestra no esté siendo capaz de transmitir la vida a la generación siguiente es el más claro síntoma de que la enfermedad que nos aqueja"
Porque la vida no solamente es engendrar hijos, sino que es también descubrir y adquirir la dignidad de hijos de un Padre, que nos abre a nuestra propia paternidad y a nuestra propia fecundidad humana y espiritual, en toda su grandeza. Así, la tarea evangelizadora consiste hoy en anunciar la buena nueva de una vida digna para el hombre, para la mujer, que nace de nuestra condición de hijos de Dios. Y, por tanto, consiste en mostrar el modo en que esa vida puede ser vivida según el plan de Dios, y prolongarse en los hijos.

Que una generación como la nuestra no esté siendo capaz de transmitir la vida a la generación siguiente es el más claro síntoma de que la enfermedad que nos aqueja de forma global es, ante todo, una crisis de esperanza.

De esperanza ante el futuro y de esperanza en el presente. Y el único remedio para la desesperanza es en la conciencia de que Dios existe, que es nuestro Padre, que nos acompaña a través del Espíritu Santo en nuestro discurrir cotidiano, y que se nos entrega a través de Jesucristo para transformar y sublimar nuestra realidad cotidiana y la de quienes nos rodean. Ese es el evangelio de la esperanza, que de un modo tan acertado el papa Francisco nos ha señalado para este Año Jubilar 2025.

Evangelicemos sin miedo y con responsabilidad, llamemos a la conversión del corazón, a la esperanza en la vida eterna y a la transformación real de nuestros entornos. Porque si  crece la esperanza, crecerá la alegría; si crece la esperanza, crecerá el deseo de transmitir la vida; si crece la esperanza, crecerá la fraternidad de unos para con otros. 

VÍA PERSONAL

Porque el azar no explica a Rita Hayworth,
porque mira esa flor en la colina,
porque, si no, a quién daré las gracias,
porque también existes tú, mi vida,
porque no he muerto treinta y tres mil veces,
porque tengo una sed que es infinita,
porque apuntan a Él todos los árboles,
los zigurats, los ríos y las vidas.
Que sí, que existe Dios.
Me lo dijo mi padre en su agonía.

Menos la luna y yo
Jesús Cotta.
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2013


ACCIÓN DE GRACIAS 
💕


Amados padres sois las dos columnas
de nuestro hogar
que seguirán sosteniendo nuestro vivir...
*
Gracias a la vida.
Gracias por ser mi sol y mi luna.
Gracias por ser tu fruto, y tú, mi árbol.
Por ser mi raíz, mi tallo, mi rama, mi flor.
Tú has sido mi techo, puerta y ventana.
Tú, eres mi Patria, mi bandera,
mi lengua y mi escudo de armas.

Gracias a ti:
Soy lo que soy y lo que tengo.
Por ser olor a tierra mojada
y a cantidad de Agua Brava.
Sonido de lluvia y calma.
Mirada serena de cercanía.
Caricia ardiente de hogar.
Aromas de sopas y a café de pota.
Sentimiento al contemplar la mar.
Suspiro de añoranza.
Sonrisa de nostalgia.

Tú eres mi espejo, mi libro;
camino y ruta.
Has sido medicina, alimento;
fuente y río.
Me has empapado de consuelo
y de ternura.

Tú eres mi contador de cuentos,
de tradiciones y de leyendas.
Gracias, porque me has enseñado
el significado de grandes palabras:

AMOR, FELICIDAD, PAZ, FAMILIA, TRABAJO, SOLIDARIDAD, 
RESPETO, BIEN, BONDAD, VOLUNTAD, DEBER, DERECHO, PRUDENCIA, 
SACRIFICIO, CONSTANCIA, SENCILLEZ, HONESTIDAD, 
ENTREGA, DEDICACIÓN, RESPONSABILIDAD, DIOS....

Gracias a ti, aprendí a decir la primera palabra 
que será mi último pensamiento:

MAMÁ-PAPÁ...
💕



MENSAJE DEDICADO 
A TODOS LOS HOMBRES VARONES

Amados hombres: 
Amado Sagrado Masculino.
Os necesitamos. Nos complementamos. 
Nos equilibramos. 
Juntos vivimos y progresamos 
y somos varón y mujer, masculino y femenino, Yin/Yang: 
por eso somos humanos.


LA IMPORTANCIA DE LA FIGURA PATERNA

 
EL NUEVO ORDEN GLOBALISTA INFANTICIDA Y HUMANICIDA POR FERNANDO PAZ

ALFONSO DEL CORRAL: LOS PADRES NO PIERDEN HIJOS: LOS GANAN PARA EL CIELO

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LIBRO Y PELÍCULA "SIEMPRE SERÁS MI HIJO 
(BEAUTIFUL BOY)": PADRE CORAJE 👪💕