Duele tanto no poder salvarlo, protegerlo,
mantenerlo alejado del camino
del sufrimiento, escudarlo de su dolor.
¿Para qué sirven los padres si no para esas cosas?
«Beautiful Boy (Darling Boy)» «Niño Lindo (Adorado Niño)» es una canción escrita e interpretada por John Lennon.
La letra de "Beautiful Boy (Darling Boy)"contiene la famosa cita de Lennon "La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes"
Una historia contada a través de dos puntos de vista: el de Nic (Timothée Chalamet en la ficción) y el de su padre David (Steve Carell). Conocemos aquellos años porque sus protagonistas los narraron con detalle en los dos libros –'Tweak', de 2007; y 'Mi hijo precioso (Beautiful Boy)', de 2008– en los que se ha basado el filme del cineasta belga Felix van Groeningen.
Beautiful Boy comienza con David Sheff (Steve Carell) recogiendo un libro en la habitación de su hijo desaparecido. Es una copia de "The Beautiful and Damned" de F. Scott Fitzgerald. El hermoso y condenado en cuestión es su hijo, Nic Sheff (Timothée Chalamet), un estudiante de último año de secundaria con todo por delante; inteligente, querido y con una familia estable y amorosa. Nic es el tipo de chico que está destinado a tener éxito en la vida. En cambio, Beautiful Boy cuenta la historia de la vida real del descenso de Nic a la adicción a la metanfetamina. Basada en dos memorias del periodista estadounidense David Sheff y su hijo, Beautiful Boy es la historia de cómo Nic perdió el control de su adicción a las drogas y cómo David perdió a su hijo por la adicción.
La cinta, como la vida real, se mueve entre el drama con escenas felices de familia de clase media-alta y oscuras estampas de drogadicción. Entre todas ellas hay una que aún persigue a Nic Sheff. Ocurrió en uno de sus regresos a casa desde la universidad. Su familia pensaba que estaba limpio. Se pasó el día jugando con sus hermanos, de hecho. Sin embargo, por la noche roba los ocho dólares que el pequeño Jasper guardaba en su cerdo hucha y los utiliza para comprar metanfetamina.
Mi escritura comenzó con un artículo acerca de nuestra experiencia familiar que envié a "The New York Times Magazine". Me aterrorizaba la idea de invitar a la gente a nuestra pesadilla, pero me sentí obligado a hacerlo. Sentí que valía la pena contar nuestra historia si con ello ayudaba a otras personas de la misma manera que Lynch y otros escritores me habían ayudado a mí. Lo discutí con Nic y con el resto de la familia. A pesar de que ellos me alentaron, me sentía nervioso por exponer a nuestra familia al escrutinio y juicio públicos. Pero la reacción al artículo me dio valor y, de acuerdo con Nic, a él le dio inspiración. Un editor de libros se puso en contacto con él y le preguntó si estaría interesado en escribir una remembranza acerca de su experiencia que inspirara a otros jóvenes en la lucha contra sus adicciones.
Por entonces, Nic estaba limpio y los dos comenzaron a escribir a la vez sus libros. "Fue un proceso curativo para ambos. Escribíamos al mismo tiempo, aunque no lo hacíamos juntos", recuerda Nic.
"De hecho, yo acabé recayendo en las drogas a mitad de mi libro. No nos vimos ni hablamos durante al menos un año y cuando volví a contactar con él, cuando yo estaba sobrio de nuevo, él había terminado 'Beautiful Boy' y yo 'Tweak'. Nos los mandamos y los leímos; fue un proceso esclarecedor. Nos ayudó a seguir adelante".
David, de 63 años, ya había superado el mantra que repiten a los familiares de adictos, la teoría de las tres C: "Tú no lo causaste, tú no lo puedes controlar y tú no puedes curarlo".
Ya no se culpaba, pero cuando leyó el libro de su hijo y vio por todo lo que había pasado por su adicción a la metanfetamina abrió aún más los ojos.
"Leerlo fue muy duro. Ver el dolor que sufrió Nic fue abrumador", explica.
"Al mismo tiempo, también fue muy útil porque me ayudó a darme cuenta de que él no lo escogió. Hasta ese momento, como la mayoría, yo pensaba que un adicto no se preocupa por nadie ni por nada más que colocarse. Leer su libro fue muy liberador".
Desde entonces, predica con la única verdad que, dice, se repite siempre con esta enfermedad: "Las drogas son un síntoma, no la causa". Al otro lado, Nic también comprendió el dolor que había infligido a su familia intentando ensordecer el suyo con los narcóticos: "La metanfetamina era la única droga que me protegía de mis inseguridades".
Nic volvió a recaer. En 2011 resurgió otra vez porque ni su padre ni el resto de su familia le abandonaron. Y de nuevo hizo terapia escribiendo: en su artículo 'Breaking Dad' (The Fix, agosto de 2011) y en su segundo libro, 'We All Fall Down' (Todos caemos). "No recaí tan mal como las veces anteriores. Y definitivamente no, no lo disfruté tanto", escribió. "No había nada de divertido en colocarse. Sabía el daño que estaba causando. Era imposible seguir mintiéndome". Admitió que la adicción era una enfermedad mental con la que tendría que luchar siempre.
Crisis social
En los diez años que han pasado desde que los Sheff publicaron sus libros, el consumo de opiáceos en EE UU ha crecido hasta convertirse en una "emergencia de salud pública", como la define el gobierno de Trump. En 2017, 72.000 personas murieron por sobredosis y se calcula que unos cuatro millones tienen algún tipo de desorden con drogas como heroína, cocaína, metanfetamina y fentanilo. El 80% de los adictos a alguna de estas sustancias ha llegado después del abuso de calmantes recetados.
Con sus libros y charlas, los Sheff se han convertido en puntas de lanza en la lucha contra esta epidemia. Ahora publican un nuevo libro juntos, 'High', para rastrear las causas.
"Esperamos mostrar que la adicción no discrimina, da igual de qué clase socioeconómica vengas. En EE UU hay famosos que han muerto por sobredosis, gente que tiene todo el dinero y poder del mundo y que, presupones, podría haber evitado acabar así", señala Nic.
Saben que la película es un medio "aún más poderoso" para "concienciar al público e inspirar conversaciones". Igual que fue aún más difícil para ellos verse en pantalla que leerse en papel. "Aunque lo había vivido de cerca, ver de un modo tan real lo que Nic se hizo fue una experiencia demoledora", confiesa David con la voz quebrada. "Asistir al pase con mi mujer, los actores y 3.000 personas más en Toronto fue terriblemente doloroso, aunque también conmovedor". Y salta Nic, que no aguantó ver la película de nuevo en ese entorno: "Fue un recordatorio de la suerte que tenemos. Y hoy estamos más unidos que nunca. Sobrevivimos juntos a eso. Sobreviví a todo".
(BEAUTIFUL BOY)
¿Qué le pasó a mi hijo? ¿A nuestra familia? ¿En qué me equivoqué? Esas son las tormentosas preguntas que acompañan a David Sheff en su viaje a través de la adicción a las drogas y los intentos de desintoxicarse de su hijo Nic. Antes de hacerse adicto, Nic Sheff era un niño encantador, alegre y simpático. Adorado por todos, era un buen estudiante y un gran atleta. Pero las metanfetaminas lo transformaron en un tembloroso espectro que mentía, robaba y que llegó a vivir en las calles. En estas páginas, David Sheff traza las primeras señales de alarma y la negación ante el problema, así como su propia preocupación obsesiva por Nic, que se convirtió en otro tipo de adicción con consecuencias igualmente trágicas. «Este libro es para las personas que han dedicado sus vidas a entender y luchar contra las adicciones. Para ellos y sus familias: a las personas que comprenden la historia de mi familia porque la han vivido y todavía la viven. Y a padres como yo». DAVID SHEFF
Nic consumió drogas de manera intermitente durante más de una década. A lo largo de ese tiempo creo que sentí, pensé e hice casi todo lo que el padre de un adicto siente, piensa y hace. Incluso ahora sé que no existe una sola respuesta correcta, ni siquiera un mapa claro para los familiares de un adicto. Sin embargo, en nuestra historia espero que exista cierto solaz, cierta guía o, si no hay nada más, al menos cierta compañía. También espero que la gente pueda echar un vistazo a algo que parece imposible durante muchas etapas de la adicción de un ser amado. Con frecuencia se cita a Nietzsche por decir: “Lo que no nos mata, nos hace más fuertes”.
Ésta es una verdad absoluta en lo que se refiere a los familiares de un adicto. No sólo sigo de pie, sino que sé más y siento más de lo que alguna vez pensé que era posible.
Al contar nuestra historia resistí la tentación de adelantarme porque hubiera resultado calculador y no le hubiera servido a nadie que atraviese por esta situación el hecho de anticipar cómo se desarrollarán los acontecimientos. Yo nunca supe lo que sucedería al día siguiente. Me he esforzado por incluir los sucesos principales que dieron forma a Nic y a nuestra familia, lo bueno y lo devastador. Muchos de ellos me sobrecogen. Repudio muchas de las cosas que hice y, de la misma manera, muchas de las cosas que no hice. A pesar de que todos los expertos repiten con gentileza a los padres de adictos: “Ustedes no lo causaron”, yo no me he liberado del anzuelo.
Con frecuencia siento que le fallé a mi hijo por completo. Al admitir lo anterior no espero simpatía ni absolución; en cambio, sólo establezco una verdad que será reconocida por la mayoría de los padres que han vivido esta experiencia. Una persona que escuchó mi historia expresó perplejidad ante el hecho de que Nic se convirtiera en adicto al decir: “Pero tu familia no parece ser disfuncional”.
Somos disfuncionales, tan disfuncionales como cualquier otra familia que conozco. A veces más, a veces menos. No estoy seguro de conocer ninguna familia “funcional”, si funcional significa una familia sin periodos difíciles y sin miembros que tengan un rango completo de problemas. Como los mismos adictos, las familias de los adictos son todo lo que cabría esperar y todo lo que no cabría esperar. Los adictos provienen tanto de hogares rotos como de hogares intactos. Son perdedores de carrera larga y grandes éxitos. En las reuniones de Al-Anón y de AA es común escuchar acerca de los inteligentes y encantadores hombres y mujeres que sorprendieron a todos a su alrededor al convertirse en escoria.
“Eres demasiado bueno para hacerte esto a ti mismo”, le dice un doctor a un alcohólico en una historia de Fitzgerald. Mucha, mucha gente que conoce bien a Nic ha expresado sentimientos similares. Alguien dijo:
“Él es la última persona a quien hubiera podido imaginar que le sucedería esto. No a Nic. Él es demasiado sólido e inteligente”. También sé que los padres tenemos una memoria discreta que bloquea cualquier cosa que contradiga nuestros recuerdos editados con tanto cuidado, lo cual es un comprensible intento por escapar a la culpa. Por el contrario, los hijos tienen una fijación indeleble a los recuerdos dolorosos porque han dejado huellas más profundas. Espero no ser indulgente en mi revisión paterna al decir que, a pesar de mi divorcio de la madre de Nic, a pesar de nuestro cruento acuerdo de custodia a larga distancia y a pesar de todas mis carencias y errores, gran parte de los primeros años de Nic fueron encantadores. Nic confirma lo anterior, pero tal vez sólo desea ser amable. Esta reconstrucción de hechos, cuyo fin es dar sentido a algo que no lo tiene, es común entre los familiares de los adictos, pero eso no es todo lo que hacemos.
Negamos la severidad del problema de nuestro ser querido, no porque seamos ingenuos, sino porque no podemos saber. Incluso para las personas que, a diferencia de mí, nunca consumieron drogas, es un hecho innegable que muchos, más de la mitad de los chicos, las probarán. Para muchos de ellos las drogas no tendrán un impacto negativo importante en sus vidas. No obstante, para otros el resultado será catastrófico. Nosotros los padres hacemos todo lo posible y consultamos a todos los expertos, pero a veces no será suficiente. Sólo después del hecho es que sabemos que no hicimos lo suficiente o que lo que sí hicimos estuvo mal. Los adictos se encuentran en estado de negación y sus familiares los acompañan porque con frecuencia la verdad es demasiado inconcebible, dolorosa y aterradora. Pero la negación, a pesar de ser tan común, es peligrosa. Desearía que alguien me hubiera sacudido y me dijera: “Intervén mientras puedas, antes de que sea demasiado tarde”.
Tal vez no hubiera hecho la diferencia, aunque lo ignoro. Nadie me sacudió ni me dijo eso. Incluso si alguien lo hubiera hecho, es probable que yo no hubiera sido capaz de escucharlo. Quizás es que yo tenía que aprender de la manera dura. Como muchas personas en mis circunstancias, yo me hice adicto a la adicción de mi hijo. Cuando me preocupaba, incluso a expensas de mis responsabilidades con mi esposa y mis otros hijos, lo justificaba. Pensaba: ¿cómo es que un padre no se consume ante la lucha de vida o muerte de su hijo? Pero aprendí que mi preocupación por Nic no le ayudó y tal vez lo lastimó. O tal vez fue irrelevante para él. No obstante, lo que sí es seguro es que lastimó al resto de mi familia y a mí.
Además de ello, aprendí otra lección que hizo estremecer mi alma: nuestros hijos viven o mueren con o sin nosotros. Sin importar lo que hagamos, sin importar nuestra agonía o nuestra obsesión, no podemos elegir si nuestros hijos vivirán o morirán. Es un aprendizaje devastador, pero también liberador. Al final elegí la vida para mí. Elegí el peligroso pero esencial camino que me permite aceptar el hecho de que Nic decidirá por sí mismo cómo vivirá su vida y si vivirá. Como ya mencioné, no me perdono a mí mismo y, mientras tanto, aún lucho con la medida en que soy capaz de perdonar a Nic.
Él es brillante, maravilloso, carismático y amable cuando está sobrio pero, como cualquier adicto sobre el cual haya escuchado, se convierte en un extraño cuando está drogado:
distante, absurdo, autodestructivo, quebrantado y peligroso. Me he esforzado por conciliar a estas dos personas. Sin importar la causa (una predisposición genética, el divorcio, mi historia con las drogas, mi sobreprotección, mis intentos fallidos por cuidarlo, mi indulgencia, mi rudeza, mi inmadurez, todas juntas), la adicción de Nic parece tener vida propia.
He intentado revelar el insidioso estilo de la adicción para infiltrarse en una familia e invadirla. Muchas veces, durante la década pasada, cometí errores debidos a la ignorancia, la esperanza o el miedo.
He intentado relatarlos todos tal como ocurrieron y en el momento en que ocurrieron con la esperanza de que los lectores reconozcan un camino erróneo antes de tomarlo. No obstante, si no lo reconocen, espero que se den cuenta de que no deben culparse por haberlo tomado. Cuando mi hijo nació resultaba imposible imaginar que sufriría como ha sufrido. Los padres sólo desean cosas buenas para sus hijos.
Yo era el típico padre que pensaba que eso no podría ocurrirnos a nosotros, no a mi hijo. Sin embargo, a pesar de que Nic es único, también es como cualquier hijo. Podría ser el tuyo.
El lector debe saber que he cambiado algunos nombres y detalles en el libro para ocultar la identidad de las personas que aquí aparecen.
Comenzaré por el nacimiento de Nic. El nacimiento de un hijo es, para muchas familias si no es que para todas, un suceso transformador pleno de dicha y optimismo. Así lo fue para nosotros.
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