EL ORIGEN DE LA HISPANOFOBIA
DE LA IZQUIERDA ESPAÑOLA
Cómo la izquierda española abrazó el desprecio
hacia España, su historia y legado.
Un análisis revelador de los orígenes ideológicos,
las tergiversaciones históricas y las consecuencias
de una narrativa que sigue dividiendo a la sociedad.
EL MARXISMO CONTRA
LA IDEA DE ESPAÑA
LA HISPANOFOBIA, UNA SEÑA DE IDENTIDAD LA IZQUIERDA ESPAÑOLA.
¿Por qué la izquierda española abraza una visión tan crítica y negativa de la historia de España? José Luis Pozo Fajarnés aborda esta pregunta crucial en El origen de la hispanofobia de la izquierda española, un análisis riguroso y provocador que desentraña las raíces ideológicas de esta actitud.
Desde la influencia de Marx y Engels en la construcción de una narrativa negra sobre el pasado español, el libro explora cómo estas ideas, difundidas y amplificadas por la Unión Soviética, han calado hondo en el imaginario de la izquierda española, generando prejuicios y complejos que persisten hasta nuestros días. Con un enfoque crítico y documentado, Pozo Fajarnés examina las tergiversaciones, errores y manipulaciones presentes en los textos de Marx y Engels sobre España, revelando cómo han contribuido a construir una visión distorsionada de nuestra historia.
UNA VISIÓN MANIQUEA DE LA HISTORIA DE ESPAÑA
La izquierda española ha abrazado una visión maniquea de la historia de España, dividiendo el mundo entre buenos y malos, y demonizando todo lo relacionado con el pasado imperial español.
Este libro defiende una postura comprometida con la verdad histórica y la identidad nacional, cuestionando la aceptación acrítica de la Leyenda Negra y la falta de reconocimiento de los símbolos nacionales.
Una invitación a la reflexión y al debate, un desafío a las narrativas impuestas y una llamada a la defensa de una visión realista y desacomplejada de nuestro pasado. Un libro esencial para comprender las dinámicas ideológicas que moldean el debate político actual en España.
Aunque no podemos generalizar, en España se da la circunstancia de que los que son de izquierdas, sean militantes de los partidos situados en ese arco ideológico o sean meramente votantes de esos mismos partidos, se caracterizan por minusvalorar el fundamento que les identifi ca desde su nacimiento, se identifi can por denigrar a España y lo que implica ser español. Entre la izquierda española se da un rechazo de nuestros símbolos nacionales: de la bandera y del himno nacional. Y también se da entre ellos un desprecio por las corporaciones más cercanas a esas simbologías rechazadas. Se desprecia de un modo u otro la labor de las instituciones con un carácter más españolizante: el Ejército, la Guardia Civil o la Policía nacional. Haciendo de ese modo el caldo gordo a otras ideologías que no son de izquierda. Nos referimos a los partidos nacionalistas que proliferan en España desde hace más de un siglo. Esto es lo que lamentablemente comprobamos en nuestra nación, que hay cada vez más representantes y votantes de izquierdas que desprecian todo lo que sea o les suene a «español». Desprecio que podemos califi carlo sin tapujos de «odio a España», de «hispanofobia».
Sabemos que empezar un libro del modo en el que lo estamos haciendo deriva en que un importante número de españoles, votantes de izquierda y votantes de partidos nacionalistas, no sigan leyendo. Los prejuicios que les invaden hacen que la sola mención de «España» provoque rechazo. Los que rechazan el contenido de este libro que usted está comenzando a leer, tras mirar su título —o incluso habiendo leído el párrafo anterior, imaginamos que tras haberse puesto unos guantes de nitrilo— habrán optado, al sentirse impelidos a ello, por echar el libro a las llamas.
Pese al tono jocoso de las anteriores líneas, nos resulta muy triste percatarnos de los motivos que nos han llevado a afirmarlo. Percatarnos del gran problema que tenemos los españoles. Todos los españoles, incluso los que reniegan de serlo. Un problema que no puede asimilarse a ningún otro en el presente o en el pasado. Aunque el desprecio por un Estado ha sido habitual, al menos desde que tenemos referencias históricas, de lo que no tenemos ninguna referencia es que hayan sido los propios ciudadanos de un Estado los que asuman el desprecio que sienten los otros. Haciendo de él un autodesprecio destructivo. Otros Estados, hayan sido imperialistas (Reino Unido, Francia, Holanda, etc.) o no (Yugoslavia, Checoslovaquia, Unión Soviética, etc.), han sufrido el odio de los que fueron subyugados, interna o externamente, pero no conocemos que el desprecio o el odio se autoinfringiera por parte de los nacidos en sus respectivos suelos, del modo generalizado que se da en grandes grupos sociales en la España de las últimas décadas: los grupos enmarcados por nosotros en núcleos ideológicos de izquierdas y nacionalistas. La historia de España, que en un tiempo fue historia Universal, pues España fue la responsable de escribirla, no tiene parangón. Lo que sucede en España, en las últimas décadas, no tiene referencias que nos sirvan de ejemplo para intentar revertir la situación. Aquí nos proponemos analizar una de las vertientes ideológicas que nos han puesto en esta situación. Dejamos para otras futuras ocasiones el estudio del ideario nacionalista, y nos centramos en algunos aspectos del modo de ver actual de la izquierda española: La vertiente ideológica de los fundadores de la izquierda marxista1.
Nuestro análisis no pretende ser defi nitivo sino meramente introductorio de un estudio que los más interesados —nosotros, los españoles— tendríamos que asumir, si queremos que nuestro futuro no sea tan oscuro como el que a día de hoy estamos intuyendo. Un futuro que sería la desaparición de nuestra nación. Si España se rompe, las partes resultantes serían dependientes en grado sumo de otras naciones, de Alemania y de Francia, por muy «Europa» que se autodenominen para esconder lo que realmente son: naciones muy diferentes entre sí y respecto de nosotros (Europa no deja de ser solo una idea, un mito que nunca alcanzará el estadio de «paz perpetua» que auguró el filósofo Immanuel Kant). Donde no podrá nunca disolverse España, si es que el celo nacionalista lo consigue, es en la sociedad pensada por el marxismo, pues esa sociedad quedó destruida por el peso de los cascotes del muro de Berlín, cuando los ciudadanos alemanes, en representación de todos los que vivieron en el socialismo real, en representación de todos los que fueron subyugados por la hoz y el martillo, se armaron con todas las herramientas que encontraron, para destruirlo con vengativo denuedo.
Así pues, partimos del reconocimiento de que para explicar la asunción de las ideas negrolegendarias de la izquierda española —las ideas que asumen y que derivan en un rechazo de lo que fue España, y consiguientemente de lo que es hoy— deberían considerarse muchas circunstancias. Circunstancias que no pueden ser desarrolladas en las pocas páginas de este libro. De todas ellas solo vamos a atender a las que dirigen nuestro interés actual: el que enfoca el subtítulo de este libro, referido a los aspectos que tienen que ver con el marxismo, y más concretamente con la divulgación de la ideología hispanofóbica de la que ese marxismo ha hecho gala. El papel desarrollado por esta ideología es, según nuestro criterio, imprescindible para entender el porqué de la actual hispanofobia característica de la izquierda española.
Lo que pretendemos con este libro es desarrollar uno de los capítulos de una labor que, desde nuestro modo de ver el problema que nos acucia, es enciclopédica, pues se adecua a la gravedad de la situación en la que España está a día de hoy. Situación que tiene una muy difícil solución. Aunque no imposible. De ahí que nos tomemos tan en serio el diagnóstico, para poner los medios de su solución. El paso que ahora estamos dando sigue la senda de los que previamente comenzaron el arduo recorrido que llevará a la disolución de la ideología negrolegendaria. Autores como Gustavo Bueno (con textos como "España frente a Europa" y "España no es un mito"); Iván Vélez (Sobre la Leyenda Negra y El mito de Cortés); o Elvira Roca Barea (Imperiofobia y leyenda negra y Fracasología); Pablo Victoria (El día que España derroto a Inglaterra y España contraataca); y un etcétera todavía no tan extenso como esperamos que sea en el futuro.
Es pertinente sacar a la luz el absurdo que supone rechazar nuestra patria y nuestros orígenes, pues con ello hacemos un flaco favor al futuro que paralelamente estamos construyendo. Un futuro en el que los que tendrán que bregar serán nuestros hijos. Teniendo en cuenta que muchos de esos hijos lo son de las gentes de izquierdas que con su modo de entender lo que es España son cómplices de su desmoronamiento, y con ello, de la destrucción de las posibilidades de futuro de su progenie. Uno de los síntomas que debieran preocuparnos a todos es el de que, tras llevar a cabo una muy costosa formación, muchos jóvenes se vayan a desarrollar su trabajo, y a echar raíces, en otros países de Europa.
Una vez establecidas las líneas generales que dirigieron el interés para este proyecto ensayístico, tenemos que descubrir que los primeros en los que focalizaremos nuestro estudio son los padres del marxismo: Carlos Marx y Federico Engels, además de los ideólogos soviéticos que comentaron las opiniones que vertieron los dos anteriores sobre España. Todos ellos son a nuestro juicio figuras de gran relevancia para explicar por qué la actual izquierda española se ha convertido en el núcleo más preocupante para la trasmisión de ideas hispanófobas. Este es el enfoque que nos permitirá delimitar los aspectos que para nosotros son los más relevantes en nuestra argumentación.
Pues bien, debemos comenzar señalando que los avatares de la historia europea de la segunda mitad del siglo XIX encumbraron la figura de Marx. La encumbraron sobre todo a raíz de los sucesos acaecidos en Francia en 1871. Nos referimos a lo que conocemos como la «Comuna de París». Lo que sucedió en esa ciudad en ese momento, del que fue testigo presencial Carlos Marx, proyectaría internacionalmente a su persona y a su obra. Y si a esto le añadimos el triunfo de la Revolución rusa de 1917, concluiremos en lo que se dio después de ella, que no fue otra cosa que la definitiva proyección del marxismo y su posterior desarrollo. Si esto último no hubiera sucedido, la relevancia de Marx como filósofo no sería la que es. Uno de los efectos del encumbramiento de su ideario derivó en que unos escritos sin firmar, publicados en el New York Daily Tribune a mediados del siglo XIX, hayan pasado a erigirse en obra excelsa de su autor. Unos artículos en los que Marx habla de España y que son parte importante de lo que en este texto nos compete.
Estos artículos fueron sacados del anonimato por obra y gracia de la institución soviética dedicada a compilar toda la obra escrita por los padres del marxismo: el propio Marx y su amigo, y estrecho colaborador, Federico Engels. Una institución que comenzó su andadura poco después de la Revolución rusa. Solo tenemos que darnos cuenta de que doce años después de que esta se diera, Andrés Nin pudo verter al español los primeros textos neoyorkinos rescatados2. El olvido de los mismos había durado más de medio siglo.
Como los argumentos expresados por Marx y Engels no son aceptados por nosotros, consideramos necesario clarificar, en la medida de lo posible, el porqué de nuestro rechazo, presentando aquí una primera aproximación de las líneas por las que vamos a dirigir nuestra argumentación:
—Marx y Engels hicieron afirmaciones adaptadas a su modo de ver la situación. Las ideas manejadas por ellos cobraban un sentido diferente dependiendo de sus interpretaciones. Una de estas ideas es la de «nación». Idea que trataremos de expresar con claridad, pues si no lo hacemos no podremos oponernos al diagnóstico erróneo que proponen de la España de su época.
—Al hacer en sus textos alusión a la historia del pasado imperial español, Marx manejaba ciertos datos que no eran del todo fiables, o incluso erróneos. Pudiera ser debido a que no se preocupara por contrastar algunas de sus afirmaciones.
O que, a sabiendas de que manejaban datos poco fiables, los dieran por válidos.
—Por último, sospechamos que algunas afirmaciones han sido manipuladas o tamizadas en base a anotaciones añadidas en las ediciones soviéticas posteriores. La mayor parte de los textos, en los que basamos nuestro análisis, son traducciones que, en algunos casos, no pueden ser contrastadas, debido a que no nos ha sido posible acceder a los textos originales, sino solo a las distintas ediciones del texto: las soviéticas y las españolas (incluidas algunas hispanoamericanas). Es más, nuestras sospechas de que estas ediciones —sobre todo las basadas en las soviéticas— han sufrido algunos cambios interesados deriva de que ello era hábito en la URSS desde la época de Stalin.
Con todo, como esto no puede ser demostrado, solo expresamos «sospechas».
Aunque, de algunas de ellas, daremos más adelante datos que las confirman de un modo u otro.
Los libros compilatorios de los textos de Marx y Engels, con anotaciones aclaratorias de los editores, marxistas en su mayoría, y tanto españoles como soviéticos, se nos han presentado, a lo largo de casi cien años, en muy distintas y numerosas ediciones, las cuales vamos a tener en consideración, sin dejarnos ninguna de ellas. Según sea el interés del editor, las compilaciones de artículos y cartas son diferentes, dejando sin publicar en algunos casos muchos artículos, y en otros muy pocos. Pero en ningún caso tenemos una recopilación que adicione todos los que conocemos. Eso lo podemos afirmar con todo rigor, pues hemos cotejado todas ellas. Por regla general, las ediciones de estos textos se titulan de modos muy similares, siendo el título más habitual "La revolución en España". Título que el propio Marx expresó y que es el de la serie de artículos en que se refiere a la España de la época Moderna.
Estos artículos históricos sí están presentes en todas las ediciones conocidas, y fueron publicados a finales de 1854 como artículos de fondo3 en el New York Daily Tribune (diario que era el de mayor tirada de todo el mundo por esas fechas). En ellos hace su lectura de la historia de España, comenzando por afirmar cómo se llegó a la unifi cación de España, con la monarquía de los Reyes Católicos, que la unificó:
«En la formación de la monarquía española se dieron circunstancias particularmente favorables para la limitación del poder real. De un lado, durante el largo pelear contra los árabes, la península iba siendo reconquistada por pequeñas partes, que se constituían en reinos separados. Durante ese pelear se adoptan leyes y costumbres populares. Las conquistas sucesivas, efectuadas principalmente por los nobles, otorgaban a éstos un poder excesivo, en tanto mermaban la potestad real» (Marx, 1974: 9)4.
Esta primera cita nos permite ver cuáles son los intereses que Marx tiene en su lectura de los acontecimientos políticos de la España de los años cincuenta, aunque para ello da marcha atrás y se asesora en asuntos de nuestra historia, haciendo hincapié en el periodo imperial, el que comienza con los reyes católicos y continúa con el de los reyes Austrias. Como podemos observar, su doctrina relativa a la lucha de clases como motor de los hechos históricos ya la encontramos en el texto. La encontramos cuando señala la adopción de «leyes y costumbres populares», o cuando menciona el «poder excesivo» de los nobles, tendente a mermar el poder del rey y confrontado a las leyes populares mencionadas. Pero tal lectura está sesgada. Lo podemos comprobar si atendemos a que el poder de los nobles españoles tiene un origen diferenciador, el derivado de las circunstancias guerreras que se dieron en la Península ibérica. Una lucha que fue una constante frente al Imperio islámico.
Esta circunstancia fue la que diferenció la historia de España y Portugal, con respecto a la del resto de los reinos europeos. El diagnóstico de feudalización del territorio romanizado, tan importante en la doctrina marxista, que no se dio en España. Pero de esto Marx nada nos dice. La confrontación imperialista entre España y el Islam como motor de cambio se desdeña. Por tal confrontación y por vencer a ese imperialismo, España se unificó y se transformó en el Imperio que fue. Pero a eso Marx no le da importancia, y solo atiende a un factor de ínfima relevancia transformadora de la historia, al de la lucha de clases. Un factor de cambio que en absoluto explica por qué sucedió lo señalado.
No podemos dejar de reconocer, pese a los intereses que mueven los análisis de Marx que las críticas que hace de algunos políticos de la época no están fundamentadas. Muchos representantes políticos españoles fueron nefastos para su presente y estamos todavía pagando los efectos de sus decisiones. Pero pese a este reconocimiento que dejamos aquí negro sobre blanco, nuestro mayor interés deriva en contrastar la doctrina implicada en las afirmaciones que nos regala, todas ellas dependientes de su modo de ver, que en absoluto compartimos, tal y como el lector irá comprobando. Su modo de ver la historia de España trastoca los acontecimientos. Su interpretación ideológica lleva a derivar algunas conclusiones que se alejan de la realidad que se trata de describir5. Pero nuestro mayor interés se centra en denunciar las palabras de Marx y Engels, y las de sus comentadores de estos textos, cuando son fruto de atender a mentiras históricas.
Esas mentiras que vamos a denunciar son las que, conectadas unas con otras, fueron armando, con el transcurrir del tiempo, el discurso de una historia–ficción que se ha venido en llamar la «Leyenda Negra» (sintagma que se preocupó por divulgar Julián Juderías, para defenderse de ese modo de sus mentiras). Muchas son las leyendas negras de diferentes Estados con ínfulas imperialistas, incluso que fueron y son Imperios consolidados, pero la que le dio nombre y no amerita califi cativo geográfico es la de España, pues fue la primera en armarse como tal. Siendo estructurada a partir de los relatos que inventaron los enemigos del Imperio español de los siglos XVI al XVIII. A lo largo de este libro se irán desgranando esas mentiras asumidas por Marx, Engels y los marxistas que se mencionarán, incluso algunos que no lo son, pero que comparten con todos ellos el punto de vista negrolegendario que caracteriza sobre todo a la izquierda española. Además de ello queremos incidir en que dado que los textos de Marx y Engels sobre España se han editado tantas veces, y tengan tan fácil acceso6, nos permite señalar a los padres del marxismo como unos de los autores hispanófobos más conspicuos.
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1 Algunos podrán preguntarnos si hay alguna otra izquierda que no tenga que ver con el marxismo. A ello contestaremos siguiendo a Gustavo Bueno, en su libro "El mito de la izquierda", que hubo generaciones previas de la izquierda antes de Marx: la de los jacobinos franceses, y en España la izquierda liberal. A esta última nos vamos a referir ampliamente en este libro, pues Marx hace una disección de gran interés sobre la misma en diferentes artículos y cartas que aquí tendremos en consideración. Disección realizada desde su modo de entender los movimientos sociales, y que es la que ha provocado nuestro interés. Tanto, que sin tales escritos este libro no tendría ningún sentido.
3 Un artículo de fondo es un texto que se supone fundamentado por ser escrito por un especialista en el asunto a tratar.
4 Las distintas ediciones de Marx que citaremos las diferenciaremos en base al año de edición. Al fi nal del texto, en la bibliografía podrá comprobarse a que compilación se refiere ese año, y su edición correspondiente.
5 Aquí nos distanciamos de su modo de entender lo que entiende por «crítica». Él mismo señalaba que la crítica tenía como finalidad derrocar a toda ideología (la ideología imperante en cada momento histórico diferenciado; momentos que compartimentó mediante su propuesta de «modos de producción»; modos en los que el ideario que impregnaba la sociedad de cada uno de ellos era el de las clases explotadoras). Pero nosotros defendemos que su modo de hacer filosofía era tan ideológico como el de las que quería demoler.
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