EL PSICÓPATA
INTEGRADO
EN LA FAMILIA, LA EMPRESA Y LA POLÍTICA
CLAVES PARA NEUTRALIZARLO
La guía definitiva para detectar y defenderse de los psicópatas que nos rodean.Le has entregado tu corazón. Trabaja contigo. Le votas en las elecciones. Es un psicópata, pero tú no lo sabes. ¿Quieres aprender cómo identificarlo, manejarlo y defenderte?Se estima que alrededor de un 1% de la población se encuentra en el espectro alto de la psicopatía. Toda persona está capacitada para detectar y neutralizar a un psicópata integrado, siempre y cuando disponga del conocimiento adecuado y haga un uso inteligente de las emociones (en especial del coraje) para hacerles frente. Con más de veinte años de investigación, Vicente Garrido desmonta mitos y brinda un análisis claro y accesible sobre el perfil del psicópata infiltrado, aquel que no comete delitos graves de violencia, pero se camufla, manipula y causa un daño significativo en la vida personal y en las instituciones de la sociedad. El experto criminólogo te ofrece aquí las herramientas necesarias para reconocerlo y defenderte de él. Gracias a sus recomendaciones prácticas y al relato de casos reales, aprenderás a identificar sus actitudes y modos de actuar, mejorar tus relaciones y entornos laborales y reconocer a los políticos con rasgos importantes de psicopatía, contribuyendo así a una sociedad más sana y segura.
Introducción
El problema del 1% maligno
No creo que sea una opinión, sino un hecho cierto,
que resulta malo ser torturado, humillado o herido.
De igual manera que es mejor para la gente ser amado
y cuidado antes que odiado y abandonado.
GEOFFREY WARNOCK,
filósofo de la Universidad de Oxford
La psicopatía es una manera de ser. El (o la) psicópata tiene un modo peculiar de pensar, de emocionarse y de actuar. Su pensamiento es egocéntrico y centrado en lo que desea: todo lo demás es irrelevante o como mucho secundario. No toma decisiones basándose en principios morales, sino en su capacidad estratégica de hacerle conseguir lo que desea. Sus emociones negativas (ira, hostilidad, despre cio, envidia) son intensas, aunque muchas veces duran poco; las emociones positivas (empatía, compasión, sentido de la justicia, amor, lealtad) son muy débiles o inexistentes. En cuanto a comportamiento, cuidará su imagen y tratará de en gañar y seducir a quien le convenga. Llegado el momento podrá usar la violencia psíquica, física o la que le provea su cargo (si lo ostenta) para satisfacer su motivación esencial: el control del ambiente en donde se desenvuelve; el dominio. En una palabra: el poder.
LOS PSICÓPATAS INTEGRADOS
He de advertirte que en este libro no me voy a ocupar del psicópata asesino serial o criminal violento que quizás has podido leer en otras obras mías; citaré algu nos ocasionalmente, pero están al servicio de clarificar las explicaciones y argumentos que dedico al psicópata integrado «normalizado», el sujeto de esta obra. Un psicópata integrado es un individuo que no ha sido definido como un criminal o como un psicópata por parte de la sociedad, pero que es responsable de una gran cantidad de sufrimiento en el mundo.
¿Cómo es posible esto? Pues lo es o bien porque son criminales ocultos que pasan por ciudadanos honrados, o bien porque ostentan posiciones de poder o estatus que les permiten, al menos para una parte de la opinión pública -muchas veces, sus propios conciudada nos, algo sobre todo muy típico en el caso de los políticos-, disfrazar sus actos egocéntricos y crueles como comportamientos honorables y legítimos. Es habi tual que solo con el paso del tiempo se haga evidente la extensión y gravedad de sus actos destructivos, ya sea en el seno de una familia, en una organización o en todo un país. Como efecto menos lesivo, el psicópata integrado expandirá infeli cidad y miseria moral.
La profesora de la Universidad Complutense de Madrid Ana Sanz y su grupo ha investigado cuál es la extensión o prevalencia de la psicopatía en la sociedad atendiendo a los diversos trabajos publicados en todo el mundo hasta la actualidad. Concluye que, entre los delincuentes identificados por haber cometido crímenes y condenados por ello, en torno al 15% de los varones son psicópatas, un 10% en el caso de las mujeres presas. Pero si atendemos a la población en general, que es donde se encuentran los integrados, el porcentaje disminuye en torno al 5%, de nuevo con una presencia mayor en los hombres, con aproximadamente un 8 por ciento, que en las mujeres, con alrede dor de un 3%.
Ahora bien, hay que hacer varias consideraciones en estos datos. La primera es que se sabe que la prevalencia de los psicópatas es mayor en los puestos donde se ejercen funciones directivas o se relacionan con el poder, como mánager y ejecu tivos de empresas, directores de corporaciones, organizaciones o partidos políticos, donde el porcentaje llega al 13%. La segunda consideración es que si se utiliza el test más exigente para evaluar la psicopatía (que se explica más adelante), los valores caen en torno al 1por ciento entre la población en general. Quiero ser conservador y utilizar este último dígito para representar el problema global que representa el psicópata para la sociedad, si bien has de tener en mente que entre las profesiones que «tocan el poder» el porcentaje es muy superior.
Extrapolemos estos datos para nuestro país. Si estimamos que en torno a un 15% de la población penitenciaria presenta una psicopatía, y tomamos en cuenta que esta ronda en torno a los 55.000 presos, esto significa que solo unos 2.000 de ese 1% están bajo control. En otras palabras, hay aproximadamente 468.000 psicópatas integrados (el 1% de 47 millones de ha bitantes menos los 2.000 encarcelados) recorriendo nuestras calles y con voto en los diferentes envites electorales. La gran mayoría de estos no son criminales, pero sí responsables de prácticas de abuso, explotación y daño moral a otras per sonas. Por ende, no es infrecuente que los psicópatas integrados incurran en in fracciones administrativas o incluso penales (acoso, abuso de autoridad, violencia psicológica, tráfico de influencias y un largo etcétera), pero con frecuencia pasan desapercibidas. Hay varias razones para esto: en ocasiones las personas afectadas no denuncian por los costos que esto supone (financieros y anímicos); otras veces tienen muy poca confianza en que su caso pueda probarse satisfactoriamente en los tribunales, y finalmente hay mucha gente que teme ser objeto de represalias, sobre todo en el ámbito de la familia o de las empresas y organizaciones.
Dicho esto, no debemos olvidarnos de ese otro 5 por ciento que ya hemos comentado que hace referencia a la población general. Aunque, como mencioné anteriormente, según el test más exigente, la cifra correcta de psicópatas sea 1%, este 5 por ciento muestra una tendencia a la psicopatía. Es decir, con toda probabilidad, en esos dos millones casi de españoles que tendríamos que añadir a los 468.000 ya contabilizados nos encontraremos con individuos dentro del espectro de la psicopatía, seguramente con una intensidad menor en sus cualidades o rasgos psicopáticos, aunque tampoco podemos despreciar que haya mucha gente que tenga una psicopatía tan intensa como la correspondiente a ese 1%.
En el transcurso de este libro, cuando hable de psicópatas en general, me referiré a ese núcleo más estricto del 1%. Mientras que siutilizo la expresión (o una variedad de ella) «Sujetos que están (o pueden estar) dentro del espectro de la psicopatía», quiero decir que, al menos, estarían situados dentro del 5 % psicopático.
DOS RAZONES PARA LA ALARMA
¿Por qué representa un motivo de alarma sobre todo ese 1%? Por dos razones. La primera es su potencial destructivo directo: cuando ostentan poder financiero o político, pueden hacer un daño inmenso a la sociedad, y de hecho en este recorrer del siglo XXI hemos recogido pruebas concluyentes acerca de ese efecto nocivo. Dicho esto, tampoco podemos despreciar el daño que pueden ocasionar en el transcurso de una vida más ordinaria, particularmente a su familia (sin que sea necesario que exhiban violencia física), o en el ejercicio de su profesión, lo que es más cierto en aquellas actividades que tienen influencia sobre el carácter y la vida de muchos, como son los profesores, jueces, militares, médicos, sacerdotes, psicólogos, influencers, etc.
En ese 1% hay sujetos con mayor capacidad de hacer daño que otros. Los psicópatas varían mucho a la hora de ejercer su necesidad de control y poder, y algunos pueden recurrir a una violencia extrema en determinados momentos (dejando de ser integrados para convertirse en criminales identificados, sobre todo si son llevados ante la justicia, lo que no ocurre muchas veces), mientras que otros pueden contener mejor sus impulsos hostiles y canalizarlos de forma más sutil, por ejemplo, mediante el engaño o el acoso. Finalmente -y en el ámbito de la política- también hay que contar con el hecho de que existen sociedades donde hay más defensas y controles frente al abuso de poder, de tal manera que no es lo mismo que un psicópata lidere Estados Unidos o Rusia, ya que el primero es un país de larga tradición democrática, mientras que el segundo sigue siendo un estado fuertemente autocrático. En otras palabras, a la hora de evaluar el riesgo que supone la psicopatía hay que atender tanto al potencial destructivo del individuo como a los recursos con los que cuenta y la situación en que se encuentra.
Esta capacidad de destrucción directa es posible porque podemos considerar al psicópata como el ser más preparad opara realizar el mal. Con el concepto de «mal» no tenemos que recurrir a complicadas teorías sociológicas o filosóficas para saber a qué me refiero: si lees de nuevo la cita que encabeza esta introducción ten drás una comprensión transparente de lo que quiero decir. Además, la investigación científica derivada de los estudios sobre criminalidad, psicología política y empresarial, y en otros muchos ámbitos (conflictos bélicos; abuso infantil y de la tercera edad; violencia de género...), coincide en este punto: el psicópata es el ser más dañino y reincidente.
No hace falta ser un experto para atisbar indicadores de la personalidad psicopática. Por ejemplo, ante una noticia como esta, en la que la Policía captura a un grupo dedicado a traficar y esclavizar a jóvenes rumanas, a las cuales -si no alcanzaban los 400 €s de beneficios al día- les «rapaban la cabeza y les obligaban a dormir en el suelo debajo de la cama del proxeneta», la mayoría de la población es capaz de percibir un trato degradante, pero eso no es todo, ya que estas mujeres también eran forzadas «a salir desnudas al balcón en pleno invierno; o directamente eran "condenadas" a recibir latigazos con cables de teléfono». No, no necesitas ser un experto para comprender que estos actos son malvados, y sus autores una desgracia para nuestra especie. Un comportamiento de esta naturaleza nos faculta para presumir de modo razonado que estos traficantes son psicópatas (o sociópatas; en breve veremos la diferencia) porque poseen el sadismo tan característico de esta condición, la cosificación total de las chicas, su renuncia explícita a considerar el atributo moral por excelencia: la dignidad. Esto mismo puedes verlo en el comportamiento de psicópatas integrados que, ante los ojos de todo el mundo, parecen tipos estupendos, solo que no habrá latigazos o rapado de cabeza, pero sí un ataque insidioso y cruel a la autoestima de su presa, a su modo de pensar, a sus valores e ideales, a sus derechos... con el mismo resultado de degradación personal y quizás colapso mental. Recurriendo a la documentación existente y a mis archivos personales, voy a procurar que te hagas una idea clara de lo que estoy hablando y comprendas las múltiples formas en las que los psicópatas lideran el mal en el mundo.
En pocas palabras: el psicópata representa la imagen ancestral del sujeto al servicio del mal. Él (o ella) es quien encarna el modelo del ser malvado que está con nosotros desde el mismo origen de nuestra especie, lo que se comprueba de modo sencillo con la lectura de algunos de los libros canónicos de nuestra historia. Por ejemplo, en el siglo XVI muy poco se sabía de psiquiatría o psicología.
¿Cómo es posible entonces que Shakespeare dibujara modelos casi perfectos de lo que hoy la ciencia entiende por un psicópata?
¿De dónde extrajo los rasgos de ego inflado, manipulación, crueldad y ausencia de todo principio moral que nos estremece cada vez que leemos su descripción de personajes como Claudia (el tío de Hamlet), Yago, Macbeth o Ricardo III, y que son los rasgos esenciales de la psicopatía? La respuesta es que el bardo utilizó su intuición genial de artista para poner en palabras a un tipo de ser que, con el devenir de los siglos, ha configurado en nuestro imaginario colectivo el prototipo del malvado, un arquetipo que, en sus variadas formas, y desde el origen de nuestro género Horno (hace dos millones de años aproximadamente), ha conformado desde siempre una parte de nuestra realidad.
Junto a su capacidad para dañar o destruir a las personas es igualmente im portante dejar constancia de su potencial corruptor de la socied ad, al erigirse como modelo y posible inspirador de formas de pensar, sentir y actuar que, lejos de marcar un camino hacia el progreso del individuo y la sociedad, contribuye, en calidad de ejemplo negativo, a promover la falsedad, el engaño y la crueldad en el tiempo en el que vive y, con ello, la desconfianza y la hostilidad. Me baso aquí en la obra del filósofo español Javier Gomá, que ha establecido de modo riguroso que, a la pregunta esencial de cómo hemos de vivir, la respuesta se encuentra en el imperativo moral que tiene toda persona -por el hecho de serlo-de esforzarse para que su comportamiento sea un ejemplo positivo para los demás, ya que, se quiera o no, nuestra existencia está desde el nacimiento interconectada con la de otras muchas personas, de modo tal que no podemos dejar de ser ejemplos los unos para con los otros. De esto se sigue que, en la medida en que el modo de ser del psicópata se presente como algo deseable en la comunidad, su potencial para emponzoñar los valores y metas de la convivencia y de sus instituciones lo convierte en el enemigo más acérrimo de la humanidad, ya que degrada el horizonte moral del ciudadano. Pues, en suma, al psicópata le es ajeno lo propio del hombre: su dimensión espiritual y moral, fluir en su desarrollo humano como un ser con unpropósito trascendente, esto es, que mira por un bien superior al de su mera existencia limitada en el tiempo.
QUÉ LES HACE TEMIBLES
En este libro argumentaré que la psicopatía es uno de los problemas más graves que tiene la humanidad, dado que muchas personas que ostentan un gran poder pueden clasificarse dentro del espectro de esta condición, sin olvidar los actos dañinos que son propios del psicópata, más allá del poder social que ostenten. Para concretar, verás conmigo ejemplos y argumentos que pondrán de relieve la amenaza que representa el psicópata.
Dichos argumentos son, en síntesis, estos diez:
1. Psicológica y fisiológicamente están mejor adaptados para violentar y abusar de sus semejantes. Tienen paciencia y habilidad para seleccionar a sus presas.
2. Carecen de principios morales que regulen su comportamiento.
3. Están emocionalmente desconectados de los demás, lo que les permite dañar sin sentirse mal.
4. Su capacidad de manipular y de fingir que son «buenas personas» o «líderes visionarios» les facilitará ostentar puestos de gran responsabilidad en empresas o instituciones públicas, sobre todo si son del tipo psicópata pri mario controlado, como veremos más adelante.
5. Son expertos en sortear los filtros de censura moral de las relaciones sociales y de las instituciones, tanto públicas como privadas.
6. Aun cuando son identificados, con frecuencia han desarrollado una cohorte de admiradores y protectores, o han llegado a ostentar tal grado de poder que resulta muy difícil neutralizarlos.
7. Nuestra sociedad es propicia para el desarrollo del psicópata y de su modo de vida. Esto es debido a que tiende progresivamente a sustituir los valores de solidaridad y responsabilidad compartida en el logro del bienestar general por la competencia individualista tras el éxito material como valor central. En otras palabras, al hurtarse como eje central de la persona el logro de una vida con propósito o sentido existencial, se anima al individuo a que haga suyo y prospere en un mundo nihilista y sin metas trascendentes, lo que le condena a una pobre realidad humana, que es el escenario donde vive el psicópata.
8. La educación de las nuevas generaciones desatiende el «lado oscuro» del ser humano y tiende a infantilizarlas. Lejos de profundizar en promover la resiliencia -la capacidad de superar obstáculos e infortunios para lograr una vida con propósito-, nos volcamos en que nuestros hijos «no sufran» contrariedades o decepciones, que no se expongan a contenidos «ofensivos» que puedan «lastimarles psicológicamente» y que, en suma, procuren pasar por la vida sin muchas dificultades. Sin embargo, como veremos en su momento, el dolor, el mal y la incertidumbre hacia lo desconocido son bien reales, y obrando de este modo hacemos de nuestros niños víctimas más fáciles de los psicópatas.
9. La violencia psíquica o física, desde el acoso y la humillación hasta la destrucción total, es una alternativa preferente en su manual de «resolución de problemas». Una de las razones de esa preferencia es el disfrute que ob tienen al obrar de este modo, más allá de que su naturaleza es la óptima para el uso de la violencia y la coacción.
10. El psicópata es el ser más preparado para hacer realidad las peores distopías de la humanidad, dado que no reconoce ni es capaz de experimentar la esfera espiritual del ser humano. Por «espiritual» entiendo la dimensión humana que busca encontrar un sentido o propósito a su existencia, donde anidan los valores e ideales que promueven la conexión con los otros, con la naturaleza (o el universo) y permite el disfrute de la belleza en su sentido más pleno.
Para él solo hay dos tipos de personas: los depredadores y las víctimas. Nosotros tenemos una tercera narrativa: somos protectores, de nosotros mismos y de los demás. Este es un libro basado en la investigación que pretende, ante todo, que te hagas las preguntas adecuadas acerca de tus valores y el tipo de personas con el que te quieres relacionar.
Si decides que no te agrada para nada el modelo de vida que representa el psicópata y te ha tocado enfrentarte a él, tengo dos buenas noticias, a las que podríamos denominar los dos principios de la lucha contra el psicópata:
- Primer principio: Toda persona está capacitada para detectar y neutralizar a un psicópata. Lo que se requiere es que dispongas del conocimiento y actitudes adecuados, tengas presentes tus valores y hagas un uso inteligente de tus emociones (en especial del coraje) y de tus relaciones personales para hacerle frente.
- Segundo principio: El psicópata no tiene superpoderes, ni es el «genio del mal» que habitualmente -por propósitos de interés dramático- se representa en los productos culturales. En general, el psicópata, cuando tiene éxito, es más por debilidades o errores nuestros que por sus aciertos. Es un superviviente como una varied ad psicológica de nuestra especie que, desconectado del mundo de los afectos y de la responsabilidad moral, aprende a perseverar en sus trucos y engaños y, en su dedicación plena a esta tarea, es capaz de disponer siempre de una población de víctimas vulnerables.
PLAN DEL LIBRO
Este libro desarrolla todas estas ideas en un estilo que pretende ser de fácil comprensión y, al tiempo, riguroso en su contenido. Si he tenido éxito, lo leerás con una mezcla de diferentes emociones: interés, fascinación, indignación y, en algunos puntos, horror. Pero sobre todo quiero que sientas esperanza, energía y coraje. Que puedas haber sacado conclusiones importantes para ti, tu vida profesional y familiar, y tu rol como ciudadano.
«Muchas batallas se pierden por no haber comprendido bien al adversario a quien se pretende combatir», escribe el pensa dor español Daniel Innerarity. Y continúa diciendo que, a ser posible, «debemos hacer ese esfuerzo antes de que sea demasiado tarde, cuando ya solo cabe lamen tarse de no haberlo hecho antes».
Esta obra consta de seis capítulos y un epílogo. En el primero y segundo me dedico a presentarte los aspectos más destacados de la personalidad psicopática, sus variedades y diferentes manifestaciones.
Los tres capítulos intermedios se ocupan de los tres ámbitos fundamentales donde actúan y causan un gran mal: la familia, las empresas y organizaciones y, finalmente, la política. En el capítulo sexto me detengo en la lucha contra esta conducta, donde expondré la terapéu tica y filosofía personal de Viktor Frankl, cuya obra me parece fundamental para desarrollar una pedagogía preventiva frente a la psicopatía.
NOTA 1: Las transcripciones que figuran en el libro han sido editadas en su forma para su mejor comprensión y lectura, pero no en su contenido. Por otra parte, dado que hay una mayoría de hombres psicópatas que mujeres (aproximadamente siete de cada diez), utilizaré el masculino de forma genérica, aunque en ocasiones recurriré a la expresión «él (o ella)» para recordar que el comporta miento que describo puede corresponder a cualesquiera de los dos. Finalmente, aclarar que siempre se han utilizado seudónimos para los casos reales que analizo, excepto cuando estos hayan sido revelados previamente en los medios o sean figuras de pública notoriedad.
NOTA 2: Soy consciente de que un diagnóstico cabal de psicopatía requiere la posesión de una amplia información sobre el sujeto. Como es lógico, cuento con esa información cuando me refiero a personas que surgen de mis archivos personales de investigación. Ahora bien, entiendo que es legítimo ofrecer una valoración de psicopatía siguiendo el método psicobiográfico, de larga tradición, en atención a la abundancia de información que existe con respecto a determinadas personas, ya que los registros actuales en el ámbito digital y la presencia de múltiples fuentes de información permiten una perfilación indirecta de la personalidad y sus posibles aberraciones o patologías.
Un ejemplo de esto es Pedro Sánchez, a quien prestigiosos psiquiatras han calificado -e incluso han escrito libros al respecto- de psicópata o, al menos, de narcisista patológico. (Nadie menciona la PATOCRACIA GLOBALISTA DE LAS ÉLITES HUMANICIDAS DEL FORO DE DAVOS Y DE SOROS).
En todo caso, cuando no exista esa información tan abundante pero los comportamientos de un personaje tengan un inequívoco carácter psicopático, me referiré a esta circunstancia valorando tales acciones como indicadoras de una posible o probable psicopatía. Más allá de esto, no está en mi ánimo -con la excepción, repito, de los casos de mis archivos personales- ofrecer diagnósticos clínicos, sino revelar pautas de comportamiento propias de la psicopatía, sin necesidad de que la persona que las presenta alcance el umbral de lo que exigiría un diagnóstico clínico o forense completo.
¿Cuándo se desvirtuó la psiquiatría?
Para muchos, la psiquiatría cambió drásticamente en 1980, con la publicación de la tercera edición del DSM. A partir de ahí, la psiquiatría que conocíamos y entendíamos comenzó a transformarse en algo muy diferente, llevándonos hacia un enfoque más mecanicista y diagnóstico.
🔍 El DSM, con sus ediciones sucesivas, no solo afectó la psiquiatría, sino también la psicología, la psicoterapia y, en última instancia, la comprensión de la mente humana.
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UN RECORRIDO
POR EL LADO OSCURO
DEL SER HUMANO
La imagen del asesino confeso de la matanza en la isla de Utøya, Anders Breivik, ha dado la vuelta al mundo.
¿Qué se esconde tras esa escalofriante mirada fría y perdida? ¿Qué lleva a un ser humano a cometer semejante atrocidad? El lector de este libro tendrá una experiencia compleja. De fascinación ante el paseo por el valle de las sombras del ser humano y por el esfuerzo de los criminólogos forenses y policías por atrapar a los culpables. Y también de reafirmación en su compromiso por ayudar en lo posible a evitar que este tipo de individuos prosperen y amenacen nuestra existencia.
Este libro trata de mostrar una panorámica de los diferentes perfiles criminales existentes, y de la técnica del perfil criminológico como herramienta de la Criminología forense orientada a facilitar la investigación del crimen y la captura del culpable. Huye de tecnicismos y busca agradar por igual a los profesionales y al público interesado en estos temas.
Los estudiantes y profesionales de la criminología hallarán conceptos, teorías y análisis de casos que pueden completar su formación. Y el público en general puede sumergirse en uno de los campos más apasionantes de la Criminología Forense, aquella que elabora perfiles de los asesinos desconocidos, al tiempo que se familiariza con la conducta criminal y la mentalidad de diversos tipos de delincuentes.
LA MENTE CRIMINAL
LA CIENCIA CONTRA
LOS ASESINOS EN SERIE
¿Cómo actúan los asesinos en serie? ¿Para que sirve el análisis del perfil genético (ADN)? ¿Que es el modus operandi y la firma de un asesino? ¿Cuáles son los métodos de investigación de la Policía? Los interesados en las ciencias sociales y criminológicas y los estudiantes y profesionales de las diferentes policías encontrarán en La mente criminal nociones esenciales de criminología forense aplicadas a casos criminales que conmovieron a una sociedad entera e incluso al mundo. Al analizar la forma de actuar y de pensar de los asesinos seriales su autor, Vicente Garrido, proporciona al lector unos conocimientos sobre cómo estos crean su propia realidad y las formas peculiares en que llevan a la práctica sus terribles fantasías. De Jack el Destripador a Tony King, pasando por criminales notables de España (Gilberto Chamba, "el Monstruo de Machala", el Asesino de la Baraja) y del mundo (Richard Ramírez, Ted Bundy), este libro describe de modo riguroso pero fácilmente comprensible el mundo de los asesinos en serie, al tiempo que introduce apasionantes historias de revelación de las ciencias forenses.
PRÓLOGO
LA ELABORACIÓN DEL MIEDO
Éste es el libro del miedo.
Las páginas que siguen son un catálogo de monstruos que han vivido o todavía viven entre nosotros. Seres humanos que un día salieron a nuestras calles para cazar a otros seres humanos a los que no conocían. Y los agredieron, los violaron, los asesinaron, en ocasiones incluso los descuartizaron, se cebaron en sus cadáveres. Forman parte de una realidad que está ahí, al otro lado de la puerta, y todos lo sabemos, y debemos saberlo, aunque nos gustaría ignorarlo y a veces tratamos de olvidar con un banal y frívolo «eso sólo les sucede a los otros».
En los capítulos que vienen a continuación, con profundo conocimiento no sólo de los sucesos criminales que relata, sino también de la psicología de los protagonistas, que analiza con maestría, y con las múltiples referencias culturales que sobre ello nos ofrece el cine y la literatura continuamente, el autor pinta un escenario de auténtico horror que sin duda nos impresionará.
Pero es un libro necesario que no se sostiene únicamente en el vago placer del escalofrío que nos provocan las leyendas de terror sino que tiene innegables efectos didácticos y terapéuticos. El miedo que nos despertará debe actuar como revulsivo y, a la vez, como antídoto, como vacuna que nos ayude a combatirlo.
Porque vivimos inmersos en miedo.
Más de uno, al leer esta afirmación, reaccionará afirmando que no, que no tiene miedo ni lo ha tenido nunca, que no se debe tener miedo. No le creeré y tampoco es sano que él mismo se lo crea. Le aconsejaré que se detenga a pensar en ello y que se sincere consigo mismo. Negar el miedo que vive en nosotros es como el recurso infantil de cerrar los ojos y enfoscarse bajo las sábanas pretendiendo que aquello que no vemos no existe. Cuando los ojos no ven, el corazón siente mucho más y más profundamente. Mirar al miedo a los ojos es la única manera de impedir que rija nuestras vidas.
Nos gustaría creer que sólo recibe daño aquel que hace daño, que la víctima algo habrá hecho para merecer lo que le ha sucedido, que sólo acaba mal quien mal anda, pero los periódicos cada día nos demuestran que la vida no es así.
Hace años, la película Psicosis nos dio mucho miedo. Una mujer se está duchando, tan confiada. Está sola pero se sabe en buena compañía porque el propietario del hotel es un hombre apacible y amable. No se siente amenazada. No hay motivo para que nadie la mate. No se lo ha buscado, no ha hecho nada para que nadie sienta tanta animadversión contra ella, y de pronto se descorre la cortina del baño y un cuchillo y la muerte caen sobre ella. Tal vez sea ése el primer serial killer digno de ser recordado que conocimos en este país. Luego, la prensa nos dijo que ése era un fenómeno corriente en Estados Unidos. Sobre todo, nos lo dijo el cine. La matanza de Texas, El silencio de los corderos, la saga de Halloween, la de Viernes 13... Si el público norteamericano se creía aquellas películas, debía de ser porque el entorno que vivía las hacía verosímiles. Pero eso sucedía en Estados Unidos. Eso queda muy lejos.
Hace años, se hablaba de que los usuarios del metro de Nueva York esperaban a los trenes con la espalda pegada a la pared, por miedo a un loco que se abría de brazos y arrojaba a la gente a la vía. Decían que sucedía en Estados Unidos, que queda muy lejos. El 21 de febrero de 2007, en la estación de metro de Navas de Barcelona, a las tres y media de la tarde, un hombre empujó a un desconocido a la vía. Y lo mató.
Ya lo tenemos aquí.
Sabíamos que existía. Nos lo habían advertido. Pero probablemente no creíamos que llegara tan pronto. Las desgracias siempre nos pillan desprevenidos.
Y eso, y los asaltos nocturnos a los pisos, y los tirones de bolsos por la calle, y la posibilidad de que un pederasta se encapriche de nuestro hijo, y las imprudencias en la autopista, y las catástrofes naturales, y la inseguridad en el trabajo, y la posibilidad de que nuestra pareja nos abandone de pronto, nos hacen vivir, lo queramos o no, lo reconozcamos o no, en estado de continua zozobra.
No miramos al miedo a la cara porque el miedo da miedo, porque desde pequeños nos han enseñado que es más digno aparentar que ese sentimiento no existe en nosotros. Pero el miedo ignorado, el miedo en la oscuridad, a nuestra espalda, en el corazón del bosque, se hace más impreciso y, por tanto, más grande y amenazador. Cuando no miramos, los monstruos crecen y se multiplican a nuestra espalda.
Les decimos a los niños que «no hay que tener miedo» porque nos horroriza pensar lo que debe de ser eso. Pensamos que, si cedemos al miedo, nos veremos paralizados, quebrados, disminuidos, cagados y meados de horror. Y despreciamos a los cobardes y a los medrosos porque nos asusta que algún día nosotros podamos ofrecer esa imagen patética.
Y, sin embargo, desde que abrimos los ojos a la vida, el shock nos aterroriza. El niño vive entre los miedos que le provoca aquello que no entiende. Los padres dirán que le enseñan a no tener miedo a los perros ladradores y a los gatos arañadores, o a las tormentas, o a perderse en la multitud pero, en realidad, le enseñarán a convivir con el miedo sin que el miedo lo domine. Le enseñarán a disfrutar incluso del placer del riesgo. Y el niño tendrá miedo cuando camine por un pasillo oscuro, claro que lo tendrá, y cuando un perro le muestre los dientes, o cuando una pandilla de gamberros lo rodee para quitarle la bicicleta. Claro que tendrá miedo. Pero deberá aprender a continuar viviendo con él, a soportarlo como soporta la fatiga el atleta que, no obstante, seguirá adelante hasta alcanzar la meta.
Y, a medida que crezca, el joven irá descubriendo un mundo que no le gusta, un mundo duro, injusto, cruel, que pronto le exigirá que asuma responsabilidades superiores a sus fuerzas. Sus mayores no han conseguido mejorar ese mundo y de pronto lo pondrán en sus manos suponiendo que él lo hará mejor. Y el joven no sabrá qué hacer con ello. Su propio cuerpo está cambiando contra su voluntad y se adueña de sus sentimientos y sus deseos y le hace actuar de forma instintiva, al margen de la razón. Y la única manera de tener una razón, una opinión, una personalidad propias es rompiendo con la razón, la opinión y la personalidad que ha aprendido con sus padres. Para saber quién es, el adolescente se ve obligado a transgredir las leyes. ¿No tiene que dar miedo todo eso? Consciente de que su razón y su opinión y su personalidad son débiles y frágiles, el joven se verá abocado a un comportamiento enloquecido. Es el miedo quien le impulsa a la imprudencia. Si los otros tienen miedo, él no. Si el miedo está en los otros, no lo lleva él en su interior. Por eso muchos jóvenes juegan a dar miedo a otros. Por eso muchos jóvenes disfrutan leyendo historias de terror. Porque proyectan el propio terror en las páginas del libro.
Por eso, considero útil la lectura de las páginas que siguen.
Pero es que, además, en estas páginas hay un añadido lenitivo. Y es que las fuerzas del orden y los avances de la ciencia actúan unidos para protegernos. Detrás de cada uno de los monstruos que vamos a conocer a continuación hay un ejército de profesionales incansables que buscan con lupa y microscopio, con pinzas e inteligencia, cada pelo y señal que inevitablemente deja el asesino.
Se me dirá que la policía siempre llega tarde, pero eso no es del todo cierto. Sin duda, de nada le sirve a la primera víctima, o a la segunda, que la policía detenga al autor de su asesinato y que sea puesto fuera de la circulación. Ellas ya conocieron el horror definitivo.
Pero la intervención de la ley merece la gratitud de las no-víctimas, de aquella tercera, cuarta, quinta, enésima persona, que nunca fue agredida, que ignora incluso la existencia de una amenaza, pero que habría caído en manos del asesino si nadie lo hubiera detenido.
Mientras leamos este libro, pensemos que tal vez nosotros seamos una de esas afortunadas no-víctimas. Y congratulémonos de continuar indemnes.
ANDREU MARTÍN
INTRODUCCIÓN
El famoso asesino en serie Ted Bundy dijo en una ocasión: «Algunas personas están menos preparadas para soportar el fracaso que otras». Lo cierto es que el asesino que mata repetidamente, de modo serial, fracasa en el sentido más absoluto de todos, esto es, en su radical incapacidad para reconocerse como parte del género humano, al menos durante el tiempo que se inicia en la preparación del primero de los crímenes y que concluye con el fin de su ansia de matar, si ésta llega a producirse.
Bundy se refería al fracaso en las expectativas, todas ellas relacionadas con el prestigio o el dinero. Él estaba muy decepcionado desde niño porque no había nacido en una familia rica. Sin embargo, otros asesinos matan por tener más dinero del que ya tienen, o por probar que son seres superiores. Mi tesis es que, con independencia de cuál sea el motivo, en todos los casos hay un auténtico común denominador, o si se prefiere, una razón primigenia: el asesino en serie quiere ser otra persona, alguien capaz de ejercer una influencia brutal en su ambiente, una influencia que le proporcione una nueva identidad. Esa identidad es algo de consumo personal, que le otorga un poder más satisfactorio que cualquier otra experiencia que pueda tener. Para él, el yo asesino se convierte en la persona que realmente es, mientras que la identidad externa le sirve para pasar desapercibido.
A diferencia del homicida común, el asesino serial elige generalmente víctimas desconocidas. Éste es el punto en que la policía empieza a tener dificultades, ya que el rango de posibles autores se amplía considerablemente. Sin embargo, es en la propia repetición del homicidio —necesaria para la nueva identidad privada que el autor quiere lograr— donde se encuentra su mayor debilidad, puesto que cada nuevo asesinato es una nueva oportunidad para que la policía lo detenga.
Este libro explica cómo son los asesinos en serie, sus tipos y motivos, sus modus operandi y las historias que nos relatan con sus crímenes. Al mismo tiempo, ilustra algunos de los hitos fundamentales que la policía científica y la ciencia forense han desarrollado para investigar a los delincuentes, y el modo en que han resultado útiles en la captura de los asesinos en serie. Las expresiones ciencia forense y criminalística las empleo de forma sinónima, para englobar la aplicación de la ciencia a la investigación criminal. Esto incluye disciplinas como la antropología, la odontología, la medicina legal y la criminología. Cuando nos referimos a determinados tipos de análisis que se llevan a cabo con los elementos propios de la escena del crimen, tenemos especialidades como balística, dactiloscopia o análisis del perfil genético (ADN). Muchos de los exámenes de la escena del crimen los realizan policías expertos en el mismo lugar de los hechos o en los laboratorios, y ellos comprenden la policía científica. Los análisis más complejos del cuerpo humano o de naturaleza biológica suelen llevarse a cabo en los institutos de medicina forense, donde se practican autopsias y otras comprobaciones sofisticadas.
En este libro hay casos recientes y antiguos, españoles y extranjeros. Todos están seleccionados porque muestran algo particular que quiero resaltar. En ocasiones con ellos la policía dio un salto fundamental en sus métodos de investigación, en otros se trata más bien de un duro y lento proceso de aprendizaje, hecho con lágrimas y sudor de impotencia frente a un nuevo crimen. En realidad, los éxitos de la ciencia forense frente al asesino en serie son siempre tardíos: por su misma definición, éstos ya han matado anteriormente, de ahí que los investigadores sólo puedan aspirar a detenerlos antes de que la cuenta de cadáveres aumente.
Sin embargo, por esa misma razón, tengo una profunda admiración por todos los policías que inician esa carrera desesperada. En estas páginas hay fracaso, crimen, dolor y justicia, pero también esperanza en la interrupción del mal y memoria de las víctimas.
Los interesados en las ciencias criminológicas y los estudiantes y profesionales de las diferentes policías encontrarán aquí nociones esenciales de criminología forense aplicadas a casos criminales que conmovieron a una sociedad entera e incluso al mundo. Al analizar la forma de actuar y de pensar de los asesinos, procuro proporcionar al lector unos conocimientos sobre cómo éstos crean su propia realidad y las formas peculiares en que llevan a la práctica sus terribles fantasías. De Jack el Destripador a Tony King, pasando por criminales notables de España (la Envenenadora de Valencia, el Asesino de la Baraja) y del mundo (Richard Ramírez, Ted Bundy), este libro describe de modo riguroso pero fácilmente comprensible el mundo de los asesinos en serie, al tiempo que introduce lo que espero que sean apasionantes historias de revelación y epifanía de las ciencias forenses.
impotencia frente a un nuevo crimen. En realidad, los éxitos de la ciencia forense frente al asesino en serie son siempre tardíos: por su misma definición, éstos ya han matado anteriormente, de ahí que los investigadores sólo puedan aspirar a detenerlos antes de que la cuenta de cadáveres aumente.
Sin embargo, por esa misma razón, tengo una profunda admiración por todos los policías que inician esa carrera desesperada. En estas páginas hay fracaso, crimen, dolor y justicia, pero también esperanza en la interrupción del mal y memoria de las víctimas.
Los interesados en las ciencias criminológicas y los estudiantes y profesionales de las diferentes policías encontrarán aquí nociones esenciales de criminología forense aplicadas a casos criminales que conmovieron a una sociedad entera e incluso al mundo. Al analizar la forma de actuar y de pensar de los asesinos, procuro proporcionar al lector unos conocimientos sobre cómo éstos crean su propia realidad y las formas peculiares en que llevan a la práctica sus terribles fantasías. De Jack el Destripador a Tony King, pasando por criminales notables de España (la Envenenadora de Valencia, el Asesino de la Baraja) y del mundo (Richard Ramírez, Ted Bundy), este libro describe de modo riguroso pero fácilmente comprensible el mundo de los asesinos en serie, al tiempo que introduce lo que espero que sean apasionantes historias de revelación y epifanía de las ciencias forenses.
Jávea, diciembre de 2006
PEDRO SÁNCHEZ, PSICÓPATA DE LIBRO
PEDRO SÁNCHEZ, AUTÓCRATA DE LIBRO
«Sánchez es un mentiroso patológico
y una persona sin escrúpulos».
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