EL Rincón de Yanka: LIBRO "CAUDILLO SÁNCHEZ": EN EL LUGAR DE LA HISTORIA QUE LE CORRESPONDE por ROSA DÍEZ y DOCUMENTAL "EL AUTÓCRATA" y "MENTIRA FIRME"

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jueves, 27 de abril de 2023

LIBRO "CAUDILLO SÁNCHEZ": EN EL LUGAR DE LA HISTORIA QUE LE CORRESPONDE por ROSA DÍEZ y DOCUMENTAL "EL AUTÓCRATA" y "MENTIRA FIRME"



CAUDILLO 
SÁNCHEZ
En el lugar de la historia 
que le corresponde


POR SUS ACTOS LO CONOCERÉIS

En Pedro Sánchez existe una lejanía brutal entre lo que afirma y lo que hace, entre la calificación que da a sus actos y los efectos que producen cada uno de ellos, entre la propaganda con la que se adorna y la realidad de los hechos que protagoniza. Por eso, para hacerle justicia y poder situarlo en el lugar de la historia que le corresponde, Rosa Díez ha escrito este libro en el que repasa algunos de los hitos del personaje que preside el Gobierno de España y hace hincapié en la descripción y conocimiento de su personalidad como instrumento imprescindible para comprender su conducta y los motivos que le impulsan a tomar sus decisiones.
La autora considera que para evaluar correctamente la dimensión del desastre que constituye el legado de Pedro Sánchez, han de analizarse sus iniciativas desde la perspectiva «humana», no tanto ni únicamente política. Solo así, sostiene Rosa Díez, podrán los españoles diseñar una estrategia de defensa frente al caudillo.
Prólogo 

La historia de un tal Sánchez 


Las claves de su personalidad 

Comprender el porqué d e las cosas, eso es, los motivos por los que Pedro Sánchez Pérez-Castejón ha ido tomando determinadas decisiones a lo largo de su vida política, es una cuestión que requiere analizar su comportamiento y los signos externos que nos permiten comprender su conducta. Y es que la pulsión que mueve a este hombre poco o nada tiene que ver con la ideología que confiesa; porque, como en la fábula de la rana y el escorpión, lo de este tipo está en su naturaleza. 

En los años que Sánchez lleva al frente de la política nacional ya hemos podido comprobar que sus decisiones solo están guiadas por el interés personal y que sus actos no responden ni a la ideología a la que dice estar adherido ni a la trayectoria histórica del partido que hoy le pertenece. Una sencilla revisión de la hemeroteca nos permite confirmar la ausencia de límites con la que funciona el personaje, y lo que es peor, cómo desde que él se apropió del PSOE ese partido ha dejado de ser una organización política para convertirse en un logotipo cuyo único objetivo es atraer voto identitario, en una marca populista y rancia que es compatible con cualquier ideología o con ninguna. «Solo sí es sí, solo no es no… y viceversa» podría haber sido el título de este libro. Porque esa frase resume la vida, contada en hechos, de este singular personaje llamado Pedro Sánchez, un tipo que, en su afán por acceder al poder y mantenerlo, ha hecho de todo, comenzando por pervertir el lenguaje político y convertir la mentira en una constante en su código de comunicación. 

George Orwell publicó en 1946 un ensayo titulado La política y el lenguaje inglés, un libro que parece escrito para definir el comportamiento de Pedro Sánchez: «El lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento». Eso es este hombre: humo y mentira. Cada una de las decisiones políticas de calado que ha venido tomando el tal Sánchez ha estado precedida de solemnes compromisos en los que negaba tal posibilidad y también de sesudos análisis de politólogos y/o analistas de todo tipo y condición que coincidían en una conclusión: «No lo hará». Y no solo lo hizo, sino que los del logotipo PSOE lo defendieron siempre y sin ningún tipo de fisura. 

Recuerden cuando Carmen Calvo, entonces vicepresidenta del Gobierno de España, era interpelada cada vez que Sánchez tomaba una decisión —o llegaba a un acuerdo con socios indeseables— que negaba sus afirmaciones previas y ponía de manifiesto su pulsión falsaria y mentirosa: «Eso no lo dijo el presidente, eso lo dijo el candidato…». En la pulsión que motiva cada acto o comparecencia de Sánchez existe una constante: mentir. Presentó la moción de censura destructiva que le permitió acceder a la Moncloa cabalgando sobre una mentira y utilizando un fraude de un juez amigo y que este introdujo en una sentencia. Mintió para conseguir una mayoría parlamentaria con la promesa de que convocaría elecciones de forma inmediata. Mintió cuando pidió el voto a los ciudadanos durante la campaña electoral: «A ustedes se les fugó Puigdemont, y yo me comprometo aquí y ahora a traerlo de vuelta y que rinda cuentas ante la justicia». 
Y, a petición de los delincuentes y por unos miserables votos que le permitieran mantenerse en la Moncloa, modificó el Código Penal para que dejaran de ser delito los actos por los que el fugado y sus amigos fueron condenados. 

Sánchez mintió cuando afirmó que nunca gobernaría con Podemos: 
«Ni antes ni después el Partido Socialista pactará con el populismo. El final del populismo es la Venezuela de Chávez. La pobreza, cartillas de racionamiento, falta de democracia y, sobre todo, la desigualdad…». Si pactara con Iglesias, «no dormiría por la noche, como el 95 por ciento de los ciudadanos de este país, que tampoco se sentirían tranquilos…». 
Y cuarenta y ocho horas después de cerrarse los colegios electorales Sánchez anunció un Gobierno de coalición con el de las cartillas de racionamiento. Sánchez mintió al comprometer su palabra a que jamás pactaría con Bildu: 
«Con Bildu no vamos a pactar. Perdone, pero si le estoy diciendo que con Bildu no vamos a pactar, si quiere se lo repito cinco o veinte veces. Con Bildu, se lo repito, no vamos a pactar». 
Y en la primera oportunidad que tuvo tras hacer esa proclama en tierras navarras, pactó con Bildu el Gobierno de Navarra, los convirtió en socios preferentes para la política nacional, y mientras celebraban homenajes a los criminales de ETA y reivindicaban su historia de terror, los nombró notarios de la democracia que sus tutores trataron de destruir asesinando a ciudadanos inocentes. 

No satisfecho con ello, pactó con Bildu presos a cambio de sus miserables votos en los presupuestos y acordó con ellos la expulsión de Navarra de la Guardia Civil de Tráfico. Y todo ello para mantenerse en el poder, su única ideología, su fe verdadera. Qué decir de los compromisos solemnes adquiridos incluso en sede parlamentaria —da igual que hablemos de economía que de fiscalidad, de las leyes penales o de los indultos a políticos, del precio de la energía o de la política de Defensa…—, desmentidos casi inmediatamente por sus actos con la misma falsaria solemnidad. Sánchez es un maestro del doblepensar —concepto acuñado también por Orwell—, un tipo capaz de defender con idéntica aparente convicción una cosa y la contraria. Justo es reconocer que Sánchez es un profesional de las medias verdades de un nivel nunca visto en la política española, un personaje muy único, pues todo en él es mentira, él es mentira en sí mismo. 

Él es, en exacta definición de un añorado e ilustre dirigente socialista de cuando el PSOE era un partido, un impostor. En fin, que Sánchez y el respeto a la verdad son realidades antagónicas que no caben en la misma frase.

La perversión del lenguaje es una forma de mentir que Sánchez utiliza a la perfección para negar la verdad verificable y sustituirla por una de su conveniencia. Sirva como ejemplo el desparpajo con el que elaboró un relato alternativo a los hechos que acontecieron el 1 de octubre de 2016, cuando perdió la votación en el Comité Federal de su partido. Para construir su resurrección tras haber perdido la confianza del máximo órgano democrático del PSOE entre congresos, Sánchez apeló a «las bases» frente a los órganos democráticos de su formación, llamó «casta» a los dirigentes de su partido y llamó «pueblo» a la militancia. 

Nada le detuvo para utilizar el lenguaje de forma que las mentiras parezcan verdades para recuperar las riendas del poder interno y desde ahí, con la misma táctica, asaltar el poder institucional. Otro método que Sánchez utiliza para matar la verdad (Timothy Snyder en su libro Sobre la tiranía, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2017) es calificar a las personas y a los hechos por los nombres que no son. Así, vemos que no se corta ni un pelo para otorgar el título de «progresistas» a tipos como Otegi y Junqueras mientras estos defienden la ideología en cuyo nombre se cometieron graves delitos de terrorismo y de golpismo con el objetivo de impedir que triunfara la democracia y de romper la unidad de la nación; o en calificar de «progresista» un Gobierno formado por partidos cuya ideología ha sido condenada en Europa como culpable de crímenes de lesa humanidad y del asesinato de millones de ciudadanos. 

A Sánchez le parece tan «progresista» considerar que la caída del muro de Berlín «fue una desgracia», que no tuvo ningún reparo en nombrar vicepresidente del Gobierno de España a Pablo Iglesias —el de la cartilla de racionamiento, recuerden—, que es el autor de esa frase. Estos ejemplos no son anecdóticos, sino algunos de los síntomas de la personalidad de un tipo embarcado en una cruzada para demoler la democracia. Porque Sánchez sabe bien que la perversión del lenguaje, organizada de forma sistemática y utilizando todos los resortes mediáticos y del poder político, termina por pervertir las instituciones y, a partir de ahí, la propia democracia. Y en eso está. 

El análisis "Así las cosas", resulta evidente que la lógica política es un instrumento completamente inútil para analizar y neutralizar los efectos de la pulsión que mueve a Pedro Sánchez, un hombre tan ayuno de limitaciones como borracho de ambición de poder. Antonio Cervero Fernández-Castañón, psicólogo sanitario y PDI del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo, me alertó hace un tiempo sobre los daños que puede sufrir una sociedad cuando llega a detentar el poder un tipo que de forma simultánea y/o correlativa actúa como un ser autocomplaciente y arrogante, agresivo, brutal e insidioso y ávido de poder, lo que Frieder Wolfsberger califica como los tres ingredientes del mal carácter: el narcisismo, la psicopatía y el maquiavelismo. 

Analizando los actos de Pedro Sánchez y confrontándolos con textos que sirven para describir al individuo podemos profundizar en el conocimiento de las características en las que se sustenta ese tipo de personalidad definida por el maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía y a la que los psicólogos Delroy Paulhus y Kevin Williams bautizaron en el año 2002 con un apelativo pegadizo a la vez que inquietante: la triada oscura. Analicemos cada uno de estos ingredientes del mal carácter. El término maquiavélico tiene su origen en el libro escrito por Nicolás Maquiavelo en 1513, El príncipe, en el que expone la manera de adquirir y mantener el poder a través de la manipulación de los contextos sociales, teniendo como elemento central el propio interés. Un individuo maquiavélico se caracteriza por la sed de poder, la frialdad, el egoísmo, la manipulación, la amoralidad, el enmascaramiento de sus pulsiones, la propensión al engaño y el bajo compromiso ideológico. 
El narcisismo retrata al vanidoso que actúa con autocomplacencia, grandiosidad y arrogancia, que se sobrevalora y desprecia a los demás, que necesita una permanente atención y se irrita y se vuelve agresivo ante la crítica, un hipócrita frío cuyas relaciones interpersonales se caracterizan por la autopromoción. 

El psicópata se reconoce por su agresividad, rencor, ansias de venganza, pobreza afectiva, insensibilidad ante las reacciones ajenas, ausencia de remordimiento y culpa, crueldad y nula empatía. Particularmente hay dos comportamientos que se aplican a un psicópata y nos permiten confirmar si estamos ante alguien que responde a esas características. En primer lugar, su necesidad de no ser descubierto; cuando eso ocurre, el psicópata se deja llevar por sus pulsiones más primarias y muestra un odio brutal y una necesidad enfermiza de destruir a quien le rechaza por haber descubierto lo que es. Y, en segundo lugar, es conveniente no olvidar que un psicópata no responde al tratamiento porque no es propiamente un enfermo. 

En el libro "The Elephant in the Boardroom (El elefante en la sala de juntas)", Adrian Furnham, psicólogo de la personalidad, describe caracteres cuestionables que han triunfado en el mundo de la política y señala que las personas maquiavélicas, merced a su tendencia a utilizar estrategias oportunistas e hipócritas, se encuentran bien equipadas para desarrollar una carrera política. 

Los psicopáticos poseen la capacidad de permanecer impasibles bajo presión y en situaciones de competencia, y también se caracterizan por tomar decisiones resolutivas alejadas de sentimientos. Y a los narcisistas les beneficia su avezada presencia, así como su autoimagen de líder. Si el carácter oscuro va acompañado de atractivo e inteligencia, el éxito está asegurado, apunta Furnham. Y Peter Jonason, de la Universidad Occidental de Australia y uno de los investigadores más diligentes de la triada oscura, constató en 2015 que no existe nada que motive más a estas personalidades que el poder. Aunque dé miedo, cuando uno lee esto, resulta inevitable pensar en Pedro Sánchez. 

El periodista y científico Frieder Wolfsberger comenzaba con las siguientes palabras un artículo publicado en 2015 en la revista Mente y Cerebro que llevaba por título «La triada oscura de la personalidad»: «El primero es autocomplaciente y arrogante; el segundo, agresivo y brutal, y el tercero insidioso y ávido de poder. No se trata de un trío de gánsteres de una película de serie B, sino de los tres ingredientes del mal carácter: el narcisismo, la psicopatía y el maquiavelismo». 

Según estos científicos, puede afirmarse que quien posee una personalidad en la que coexisten esos tres ingredientes está muy bien dotado para dedicarse a la política; y otra vez no podemos evitar pensar en Pedro Sánchez y comprender cómo y por qué el tal Sánchez ha triunfado en la política. Es analizando su comportamiento, que no desde el análisis de los politólogos de cabecera del caudillo, lo que nos permite percibir que un hombre de estas características, con tanto poder y tan nulos escrúpulos, resulta un peligro para la seguridad nacional y para la democracia. No conozco a una persona cuyo comportamiento se ajuste más a los parámetros descritos por estos profesionales que Pedro Sánchez. 

La fobia que profesa a todo aquello —persona, organización, institución…— que no puede controlar; el castigo que inflige y/o el ostracismo al que condena a quien se atreve a disentir; la desautorización absoluta contra cualquier miembro de su propia formación que cuestiona siquiera mínimamente alguna de sus decisiones; la desacreditación grosera y orquestada que practica contra todo aquel que descubre y denuncia sus trampas; su absoluta falta de empatía con las personas que sufren las consecuencias de su actos; la búsqueda permanente del aplauso y del beneficio personal; el endiosamiento y la feroz descalificación contra cualquiera que se atreva a cuestionar sus órdenes… son algunos de los comportamientos que marcan a fuego la biografía política de Pedro Sánchez y que se ajustan como un guante a la personalidad descrita en psicología como la triada oscura.

Como ya se ha señalado, la psicopatía no tiene cura porque no es propiamente una enfermedad mental, sino que acompaña al individuo desde el mismo momento de su nacimiento; y como las personas que la sufren no tienen conciencia de que están haciendo algo malo y el síntoma más determinante es que carecen de empatía y de capacidad para conectar con otras personas, los psicópatas siempre echarán a otros la culpa de sus problemas. Este hecho lleva a los terapeutas a advertir que cuando parezca que hay un cambio de conducta observable ha de tenerse en cuenta que los psicópatas son auténticos actores que saben lo que tienen que decir, lo que tienen que hacer y cómo se tienen que comportar para engañar a otros y enmascarar su personalidad en función de lo que el otro quiera oír. 

Recuerden: el psicópata no se cura, aprende de las técnicas del tratamiento y las aplica a sus víctimas. 

Confío en que el lector encuentre en las páginas de este libro suficientes elementos para tomar conciencia de lo peligroso que resulta para el conjunto de la sociedad tener en la Moncloa a un individuo cuyo comportamiento responde a unas características que son la suma de tres factores en extremo inquietantes, la psicopatía, el narcisismo y el maquiavelismo. Porque únicamente un análisis correcto y compartido nos permitirá organizar la legítima defensa antes de que sea demasiado tarde.

PSICOPATROCRACIA

🚨 ROSA DÍEZ cuenta la historia REAL de SÁNCHEZ 
🚨 "Un psicópata, narcisista y maquiavélico"

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