EL Rincón de Yanka: LIBRO "LA REINVENCIÓN IDEOLÓGICA DE AMÉRICA LATINA": LA CURA CONTRA EL SOCIALISMO Y LA POBREZA por EMMANUEL RINCÓN

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sábado, 1 de abril de 2023

LIBRO "LA REINVENCIÓN IDEOLÓGICA DE AMÉRICA LATINA": LA CURA CONTRA EL SOCIALISMO Y LA POBREZA por EMMANUEL RINCÓN

La reinvención ideológica de América Latina: 
una necesidad

Durante el último siglo hemos vivido engañados. Nos han hecho creer que la humanidad se ha partido en una lucha entre izquierda y derecha, cuando lo cierto es que, con la salvedad de Estados Unidos, el mundo ha sido dominado por la izquierda internacional y sus metanarrativas de forma casi absoluta.
El socialismo ha vencido y sigue venciendo en distintas latitudes porque su discurso ha calado hondo y han logrado manejar a su antojo la narrativa mundial con su papel de víctimas en una lucha heroica contra el “malévolo capitalismo”, y nada de esto ha sido casualidad, detrás de esto ha habido escuelas de pensamiento, medios de comunicación, universidades, celebridades, intromisión en todos los recintos culturales de la vida y muchos grupos de interés.

La izquierda de hoy dista mucho de aquella izquierda que se opuso a los poderes monárquicos extremos de la Francia de finales del siglo XVIII, de hecho, si yo hubiese nacido en aquella época, yo hubiese sido de izquierda, pues esa izquierda era la que se oponía al absolutismo de los monarcas y las aristocracias, a las tiranías, y a las nulas condiciones de apalancamiento social que eran secuestradas por lo que aquel entonces se denominaba, la derecha conservadora.

Hoy los papeles se han invertido por completo, hoy es la izquierda la que quiere dominar por completo todos y cada uno de los aspectos de la vida de los individuos, su colectivismo y dominio absoluto de todos los medios de producción, no difiere en lo absoluto de las monarquías de siglos atrás, cuando todo el poder estaba en manos de un pequeño grupo de aristócratas, y el resto de seres humanos debía arrodillarse ante ellos sin la posibilidad de progresar. Es hoy la derecha liberal la que propone Estados más limitados, con poderes más restringidos, con una democratización de los medios de producción a través del florecimiento de la empresa privada y las posibilidades de desarrollo y progreso para todos los individuos; sin embargo, la doctrina socialista ha continuado imponiéndose, y cómo hemos advertido, nada ha sido casualidad.

A lo largo de la historia estos laboratorios de pensamiento han logrado incluso tergiversar los totalitarismos colectivistas para pasarlos a la derecha de la ecuación ideológica, fomentando aún más su discurso de víctimas. Así convirtieron al nacionalsocialismo de Hitler y al fascismo de Mussolini en movimientos de “derecha”, cuando ambos eran socialistas extremos; el propio Hitler en su libro Mein Kampf estableció que su movimiento iba dirigido a captar las juventudes de extrema izquierda, de hecho, para Hitler, él era el auténtico socialista, y Marx no era más que un instrumento del capitalismo judío internacional; y que decir de Mussolini, que militó durante 15 años en el Partido Socialista italiano, antes de ser expulsado por llamar a participar en la guerra que fue cuando formó las milicias fascistas, con las que más adelante se enfrentaría a sus antiguos compañeros de partido.

No obstante, hoy para el mundo Hitler y Mussolini son la más fiel representación de la “derecha”, de hecho, los socialistas del mundo así tildan a todo el que apoye el libre mercado y la democratización del capital, de fascistas y nazis, y esa es precisamente la mayor victoria metanarrativa de la izquierda mundial.

En el mundo lo que ha imperado en el último siglo han sido luchas entre distintas izquierdas, no son enemigos ideológicos, son perros luchando por un mismo pedazo de carne, pasó en la lucha entre los nazis y socialdemócratas alemanes, entre los fascistas y socialistas italianos, entre estalinistas y trotskistas, y sin ir muy lejos, ocurre hoy con el chavismo y la oposición socialista venezolana, conformada por un grupo de cuatro partidos “socialdemócratas y socialcristianos”.

El socialismo a nivel mundial ha ido adoptando diferentes máscaras y facetas para continuar expiando sus pecados y gobernando a sus anchas, por eso surgen tantos partidos y definiciones de “socialismo”, pero todas tienen el mismo fin: monopolizar los medios de producción, adueñarse de las naciones y convertir a los seres humanos en un colectivo que trabaja para los burócratas del Estado. Y es que, el socialismo no solo ha arrodillado y quebrado a los ciudadanos en donde quiera que se haya implantado, es que también han sido los productores de las mayores desgracias mundiales ocurridos durante el último siglo: la hambruna que mató a 40 millones de chinos, el holodomor que mató a diez millones de ucranianos y rusos, la Segunda Guerra Mundial originada por el pacto entre nazis y bolcheviques para repartirse Europa, la catástrofe nuclear de Chernóbil, y hoy, el virus del PCCh (Partido Comunista Chino) exportado desde China que afecta la salud, la paz y la economía mundial.

Lamentablemente América Latina no está exento de este cáncer ideológico, de hecho, es uno de los portadores más extremos de esta peligrosa enfermedad que ha destruido a países que llegaron a ser infinitamente prósperos como Venezuela y Argentina, y ha sumido a las peores catástrofes a una isla que llegó a ser la más desarrollada del Caribe, como lo fue Cuba.

Sucede que, aunque el socialismo fecundado en Europa llegó un poco tarde a América Latina, en esta región con altas tasas de pobreza y falta de educación ha sido sencillo implementar el sistema social colectivista a través de discursos populistas para el chantajismo electoral, perpetrando así un clientelismo donde el votante es comprado con dádivas estatales, mientras continua empobreciéndose y necesitando cada vez más del Estado; es por esto que lo que predomina en la región son los partidos socialistas con sus distintas máscaras y grados de extremismo. El resultado en el continente es la multiplicación de la pobreza, el subdesarrollo, la proliferación de las injusticias, complejos de inferioridad y totalitarismos.

La realidad que pocos se atreven a reconocer, es que con excepción de los Estados Unidos, el mundo ha estado dominado el último siglo por distintos matices de la izquierda internacional, y para avanzar es menester reconocerlo: hemos sido derrotados, toca repensar el mundo y América Latina, y de eso es lo que trata este libro, de repensar el continente y el mundo. 


¿Por qué Hitler se consideraba 
el auténtico socialista y 
hoy lo tildan de extrema derecha?


Existen dos argumentos principales que arguye la izquierda internacional y sus medios para declarar al fascismo y al nazismo como movimientos de “ultraderecha”, el primero de ellos es que Hitler y Mussolini lucharon contra los comunistas y socialistas, lo cual es completamente cierto, pero esto no se debe a que unos fueran de derecha y otros de izquierda, sino precisamente a visiones encontradas de socialismo, por una parte los bolcheviques a través del Comintern querían internacionalizar su movimiento, y Hitler y Mussolini creían en un socialismo nacionalista y autárquico por motivos raciales; además de esto, y aunque pueda sonar descabellado, Hitler consideraba que él representaba el auténtico socialismo, y que los marxistas eran representantes del más vil capitalismo internacional dominado por los judíos; es decir, para Hitler, el marxismo era capitalista, y ni qué decir de la socialdemocracia.

A lo largo de ese ensayo llamado Mein Kampf, que posteriormente daría vida al movimiento nazi, el padre del nacionalsocialismo alemán, Adolf Hitler, en numerosas ocasiones refiere que Karl Marx era una simple herramienta del judaísmo internacional capitalista, por lo que él consideraba que su movimiento debía atraer a todos los simpatizantes de la extrema izquierda, los cuáles eran su público objetivo:

“La fuente en la cual nuestro naciente movimiento deberá reclutar a sus adeptos será, pues, en primer término, la masa obrera. La misión de nuestro movimiento en este orden consistirá en arrancar al obrero alemán de la utopía del internacionalismo, libertarle de su miseria social y redimirle del triste medio cultural en que vive, para convertirle en un valioso factor de unidad, animado de sentimientos nacionales y de una voluntad igualmente nacional en el conjunto de nuestro pueblo”.

“El hecho de que en la actualidad millones de hombres sientan íntimamente el deseo de un cambio radical de las condiciones existentes, prueba la profunda decepción que domina en ellos. Testigos de ese hondo descontento son sin duda los indiferentes en los torneos electorales y también los muchos que se inclinan a militar en las fanáticas filas de la extrema izquierda. Y es precisamente a éstos a quienes tiene, sobre todo, que dirigirse nuestro joven movimiento”.

Y el segundo argumento utilizado es que los nazis “defendían la propiedad privada”, lo cual es completamente falso. Tal y como ocurrió con la Italia fascista, Hitler permitió la subsistencia de la “empresa privada” con la condición sine qua non de que la misma se abocara a producir por y para el Estado. En ese sentido existía en la Alemania nazi un Betriebsführer, quien fungía como líder o dueño de la fábrica o comercio, junto a los Gefolgschaft, que representaban la masa obrera; pero estos debían subordinarse bajo el principio del Führerprinzip, según el cual las empresas debían funcionar bajo principios jerárquicos igual a la rama militar en orden ascendente, brindando obediencia absoluta, donde, por supuesto, Hitler era la cabeza. Para este fin el Führer designaba un Gauleiter, el cual era una especie de líder zonal al cual los Betriebsführer debían obedecer; era el Gauleiter bajo la supervisión de Hitler quién determinaba qué iban a producir las empresa, cuánto, cómo, de qué forma se distribuiría, cuál era el salario que ganarían los trabajadores, cuál era el horario de trabajo, incluso determinaban los precios que se cobrarían y la estructuración entera de todas las compañías.

El empresario o patrono solo era una representación nominal del propietario, pero era el Estado nazi quien disponía de la posesión de los medios de producción, pues este ejercía los poderes sustantivos de propiedad, a los cuales además le sustraía las ganancias vía impuesto. El economista Ludwig von Mises los clasificaba de la siguiente manera: “La posición de los supuestos propietarios privados, se reducía esencialmente a la de pensionistas del gobierno”.

En el año 1935 se desarrolló un debate sobre economía en el ambito del partido nazi, por un lado se encontraba Hjalmar Schacht junto a Friedrich Goerdeler, quién se encargaba del control de precios y le advertían a Hitler que debían abandonar el proteccionismo, reducir la intervención económica, abandonar el proyecto autárquico y, por supuesto, abogar medidas de libre mercado; su contrincante era Hermann Goring, quien era partidario de continuar por la senda actual, al final, Hitler escuchó a Goring, por lo que Schacht renunció, y el partido nazi continuó promoviendo un estatismo controlador ferrero hasta sus últimos días.

Básicamente Hitler aplicó una especie de keynesianismo militar, con el que la inversión pública y el gasto se dispararon gracias a los bonos Mefo, la cual era una empresa fantasma que fungía como intermediaria entre las empresas de armamento y el Estado nazi, junto a las provisiones que brindaban los botines de guerra; el sobreendudamiento y la impresión monetaria descontrolada para financiar obras generó una burbuja de prosperidad momentánea en la que se construyeron autopistas, ferrocarriles, presas hidroeléctricas, se fabricó el Volkswagen (el auto del pueblo), se financió el “Estado de Bienestar nazi” y, por supuesto, se consolidó la industria armamentista.

En estas dos falacias, en las que Hitler combatió al comunismo por ser de derecha, y que apoyó a la empresa privada, se construye el mito del nacionalsocialismo como un referente de “ultraderecha”, pero no se queda allí, afortunadamente para los que queremos evaluar objetivamente la historia, Adolf Hitler escribió un libro que inmortalizó su pensamiento, y esto no puede ser alterado, en él, uno de los más grandes asesinos de la historia dejó frases como:“Lo colectivo prima sobre lo individual”.
“La posteridad olvida a los hombres que laboraron únicamente en provecho propio y glorifica a los héroes que renunciaron a la felicidad personal.”
“Si uno se preguntase, cuáles son en realidad las fuerzas que crean o que, por lo menos, sostienen un Estado, se podría, resumiendo, formular el siguiente concepto: espíritu y voluntad de sacrificio del individuo en pro de la colectividad. Que estas virtudes nada tienen de común con la economía, fluye de la sencilla consideración de que el hombre jamás va hasta el sacrificio por esta última, es decir, que no se muere por negocios, pero sí por ideales”.

En ese sentido queda totalmente claro que Hitler no creía en el individuo, y que consideraba que lo colectivo debía estar siempre por encima de lo individual, un principio básico del más puro marxismo, solo que tal como hemos venido aclarando, el padre del nazismo consideraba que el marxismo, junto a la socialdemocracia obedecía descabelladamente a los intereses del capitalismo internacional, tal como afirma en “Mein Kampf” durante lo que él da a conocer como Las causas del desastre:

“La internacionalización de la economía alemana había sido iniciada ya antes de la guerra mediante el sistema de las sociedades por acciones. Menos mal que una parte de la industria alemana trató a todo trance de librarse de correr igual suerte; pero al fin tuvo que ceder también ante el ataque concentrado del capitalismo avariento que contaba con la ayuda de su más fiel asociado: el movimiento marxista.

La persistente guerra que se hacía a la industria siderúrgica de Alemania marcó el comienzo real de la internacionalización de la economía alemana tan anhelada por el marxismo que pudo colmarse con el triunfo marxista en la revolución de noviembre de 1918. Justamente ahora que escribo estas páginas, es también cosa lograda el ataque general dirigido contra la empresa de los Ferrocarriles del Reich que pasa a manos de la finanza internacional. Con esto ha alcanzado la socialdemocracia «internacional» otro de sus importantes objetivos”.

Hitler estaba plenamente convencido de que él era el auténtico revolucionario de izquierda que defendía la soberanía nacional alemana, y que tanto socialdemócratas como marxistas formaban parte de ese eje dominado por los judíos que simplemente buscaban crear un falso conflicto para apoderarse del mundo y su preciada Alemania:

“El mismo problema, pero esta vez en proporciones mucho mayores, se le había vuelto a presentar al Estado y a la nación. Millones de personas emigraban del campo a las grandes ciudades para ganarse el sustento diario como obreros de fábrica en las industrias de reciente creación. Mientras la burguesía no se preocupa de problema tan trascendental y ve con indiferencia el curso de las cosas, el judío se percata de las ilimitadas perspectivas que allí se le brindan para el futuro y, organizando por un lado, con absoluta consecuencia, los métodos capitalistas de la explotación humana, se aproxima, por el otro, a las víctimas de sus manejos para luego convertirse en el líder de la «lucha contra sí mismo»; es decir, «contra sí mismo» sólo en un sentido figurado, porque el «gran maestro de la mentira», sabe presentarse siempre como un inocente atribuyendo la culpa a otros. Y como por último tienen el descaro de guiar él mismo a las masas, éstas no se dan cuenta de que podría tratarse del más infame de los fraudes de todos los tiempos.

Veamos cómo procede el judío en este caso: Se acerca al obrero y para granjearse la confianza de éste, finge conmiseración hacia él y hasta parece indignarse por su suerte de miseria y pobreza. Luego se esfuerza por estudiar todas las penurias reales o imaginarias de la vida del obrero y tiende a despertar en él el ansia hacia el mejoramiento de sus condiciones. El sentimiento de justicia social que en alguna forma existe latente en todo ario, sabe el judío aleccionarlo, de modo infinitamente hábil, hacia el odio contra los mejor situados, dándole así un sello ideológico absolutamente definido hacia la lucha contra los males sociales. Así funda el judío la doctrina marxista. Presentando esta doctrina como íntimamente ligada a una serie de justas exigencias sociales, favorece la propagación de éstas y provoca, por el contrario, la resistencia de los bien intencionados contra la realización de exigencias proclamadas en una forma y con características tales, que ya desde un principio aparecen injustas y hasta imposibles de ser cumplidas.

De acuerdo con los fines que persigue la lucha judía y que no se concretan solamente a la conquista económica del mundo, sino que buscan también la supeditación política de éste, el judío divide la organización de doctrina marxista en dos partes, que, separadas aparentemente, son en el fondo un todo indivisible: el movimiento político y el movimiento sindicalista.

Políticamente el judío acaba por sustituir la idea de la democracia por la de la dictadura del proletariado. El ejemplo más terrible en ese orden, lo ofrece Rusia, donde el judío, con un salvajismo realmente fanático, hizo perecer de hambre o bajo torturas feroces a treinta millones de personas, con el solo fin de asegurar de este modo a una caterva de judíos, literatos y bandidos de bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo”.

Es evidente que Hitler consideraba que el nacionalsocialismo era el auténtico socialismo, a partir de esta lucha contra el marxismo internacionalista se vende esta premisa de lucha entre polos ideológicos opuestos, entonces empieza a construirse la metanarrativa de que el nazismo, junto a su compañero de batallas, el fascismo, fueron movimientos de ultraderecha; en ese sentido, el filósofo alemán Peter Sloterdijk declaró:

“Que el fascismo de izquierda le haya gustado presentarse como comunismo, era una trampa para moralistas. Mao Tse Sung nunca fue otra cosa que un nacionalista chino de la izquierda fascista, que en sus inicios hablaba con la jerigonza de la Internacional Comunista de Moscú. Comparado con la placentera exterminación promovida por Mao, Hitler parece un cartero raquítico. Sin embargo, la comparación entre monstruos no es agradable a nadie. El engaño ideológico más masivo del siglo XX fue precisamente, que después de 1945 la izquierda fascista acusó a los derechistas de fascismo, para quedar finalmente como sus opositores. En realidad se trató de una autoamnistía. Cuanto más se expusieran como imperdonables los horrores de la “derecha”, más desaparecía la izquierda del campo visual”.

El filósofo, jurista y economista austriaco, Friedrich Hayek, en su obra más celebre Camino de servidumbre, también aclara sobre los principios ideológicos fundacionales del nacionalsocialismo:

“En Alemania, la conexión entre socialismo y nacionalismo fue estrecha desde un principio. Es significativo que los más importantes antecesores del nacionalsocialismo —Fitche, Rodbertus y Lassalle— fueron al mismo tiempo padres reconocidos del socialismo. Mientras el socialismo teórico, en su forma marxista dirigía el movimiento obrero alemán, el elemento autoritario y nacionalista retrocedía temporalmente a segundo plano”.

Sobre este asunto no queda lugar a dudas, y tal como afirmó Hitler, ellos debían dirigirse a captar a los jóvenes de la extrema izquierda, no en vano toda la propaganda nazi desde el punto de vista del discurso, los colores y el arte, era idéntica a la propaganda bolchevique. Sobre este asunto también se explaya Hayek:

“No menos significativa es la historia intelectual de muchos de los dirigentes nazis y fascistas. Todo el que ha observado el desarrollo de estos movimientos en Italia o Alemania se ha extrañado ante el número de dirigentes, de Mussolini para abajo (y sin excluir a Laval y a Quisling), que empezaron como socialistas y acabaron como fascistas o nazis Y lo que es cierto de los dirigentes es todavía más verdad le las filas del movimiento. La relativa facilidad con que un joven comunista puede convertirse en un nazi, o viceversa, se conocía muy bien en Alemania, y mejor que nadie lo sabían los propagandistas de ambos partidos. Muchos profesores de universidad británicos han visto en la década de 1930 retornar del continente a estudiantes ingleses y americanos que no sabían si eran comunistas o nazis, pero estaban seguros de odiar la civilización liberal occidental.

Es verdad, naturalmente, que en Alemania antes de 1933, y en Italia antes de 1922, los comunistas y los nazis o fascistas chocaban más frecuentemente entre sí que con otros partidos. Competían los dos por el favor del mismo tipo de mentalidad y reservaban el uno para el otro el odio del herético. Pero su actuación demostró cuán estrechamente se emparentaban. Para ambos, el enemigo real, el hombre con quien nada tenían en común y a quien no había esperanza de convencer, era el liberal del viejo tipo. Mientras para el nazi el comunista, y para el comunista el nazi, y para ambos el socialista, eran reclutas en potencia, hechos de la buena madera aunque obedeciesen a falsos profetas, ambos sabían que no cabía compromiso entre ellos y quienes realmente creen en la libertad individual”.

El 19 de septiembre del 2019, el Parlamento Europeo aprobó una resolución denominada Importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa, en esta determina que:La Segunda Guerra Mundial, la guerra más devastadora de la historia de Europa, fue el resultado directo del infame Tratado de no agresión nazi-soviético del 23 de agosto de 1939, también conocido como Pacto Mólotov-Ribbentrop, y sus protocolos secretos, que permitieron a dos regímenes totalitarios, que compartían el objetivo de conquistar el mundo, repartirse Europa en dos zonas de influencia.
Los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad; recuerda, asimismo, los atroces crímenes del Holocausto, perpetrado por el régimen nazi; condena en los términos más enérgicos los actos de agresión, los crímenes contra la humanidad y las violaciones masivas de los derechos humanos perpetrados por los regímenes comunista, nazi y otros regímenes totalitarios.

No obstante, muy probablemente a más de 70 años de aquella devastadora guerra, seguramente usted o una gran parte de la población mundial recuerda a Hitler como el propio anticristo, pero, por otro lado, tiene una opinión bastante neutra, o en algunas casos favorables hacia el régimen de Stalin o el de Mao, cuando los dos últimos asesinaron a muchas más personas, ¿no se ha preguntado por qué?

Pues la respuesta es muy sencilla, al nazismo y al fascismo los transformó la izquierda marxista internacionalista en fenómenos de ultraderecha, al servicio del capitalismo mundial, gracias a sus desencuentros, a partir de allí su mala prensa incrementa, mientras que los crímenes de Stalin han pasado en la historia por debajo de la mesa. Sin embargo, es sumamente importante que las nuevas generaciones comprendan realmente la historia para poder concretar definiciones ideológicas, Mao y Stalin fueron igual o más perversos y asesinos que el propio Hitler, y lo más importante de todo, es que todos fueron socialistas, siempre fue una batalla de izquierdas.

Eso es prácticamente lo mismo que ha sucedido en América Latina durante las últimas décadas.

Este escrito forma parte del último libro de Emmanuel Rincón «La reinvención ideológica de América Latina», el cual puede ser adquirido en Amazon.



Quienes creemos que la libertad es fundamental para la prosperidad y la felicidad, pasamos mucho tiempo intentando idear estrategias que nos permitan librarnos del socialismo que solo lleva miseria y esclavitud ahí donde logra hacerse con el poder. En el podcast de hoy conversamos sobre los errores que desde la derecha estamos cometiendo y sobre las estrategias que podríamos llevar a cabo para intentar librarnos de la izquierda y conseguir en América Latina gobiernos realmente liberales.

Nuestro invitado de hoy es Emmanuel Rincón, editor y columnista en el PanAm Post, quien acaba de publicar su más reciente libro: La reinvención ideológica de América Latina.

Rincón señala que es fundamental empezar por entender que en Latinoamérica históricamente el poder ha estado en manos de distintos matices de izquierda, y lo que muchas veces se ha tildado de derecha en realidad no es más que una socialdemocracia estatista. Por lo que nos hace una invitación a desenmascarar a esas falsas derechas, a esos falsos liberales, y entender que el fracaso no viene de políticas capitalistas sino de políticas izquierdistas que equivocadamente han sido señaladas de liberales.

Un ejemplo de esto es la muy extendida idea de que el nazismo y el fascismo son ideologías de derecha. Rincón nos recuerda hoy el origen de estos dos movimientos y lo importante que es dejar claro que eran izquierda.

Rincón también señala que es fundamental cambiar el lenguaje que usamos los liberales. Necesitamos que la gente comprenda nuestro mensaje y para eso debemos usar menos tecnicismos y un lenguaje fácil de entender para más gente, para un público que la mayoría de las veces no tiene idea de economía.

Hoy conversamos con el autor de diversas estrategias y de los cambios que deberíamos hacer los liberales para tener mayor acogida y lograr desenmascarar a la izquierda que, a pesar de tener en su historial millones de muertos, aún sigue cautivando votantes.

Quienes creemos que la libertad es fundamental para la prosperidad y la felicidad, pasamos mucho tiempo intentando idear estrategias que nos permitan librarnos del socialismo que solo lleva miseria y esclavitud ahí donde logra hacerse con el poder. En el podcast de hoy conversamos sobre los errores que desde la derecha estamos cometiendo y sobre las estrategias que podríamos llevar a cabo para intentar librarnos de la izquierda y conseguir en América Latina gobiernos realmente liberales.

Nuestro invitado de hoy es Emmanuel Rincón, editor y columnista en el PanAm Post, quien acaba de publicar su más reciente libro: La reinvención ideológica de América Latina.

Rincón señala que es fundamental empezar por entender que en Latinoamérica históricamente el poder ha estado en manos de distintos matices de izquierda, y lo que muchas veces se ha tildado de derecha en realidad no es más que una socialdemocracia estatista. Por lo que nos hace una invitación a desenmascarar a esas falsas derechas, a esos falsos liberales, y entender que el fracaso no viene de políticas capitalistas sino de políticas izquierdistas que equivocadamente han sido señaladas de liberales.

Un ejemplo de esto es la muy extendida idea de que el nazismo y el fascismo son ideologías de derecha. Rincón nos recuerda hoy el origen de estos dos movimientos y lo importante que es dejar claro que eran izquierda.

Rincón también señala que es fundamental cambiar el lenguaje que usamos los liberales. Necesitamos que la gente comprenda nuestro mensaje y para eso debemos usar menos tecnicismos y un lenguaje fácil de entender para más gente, para un público que la mayoría de las veces no tiene idea de economía.

Hoy conversamos con el autor de diversas estrategias y de los cambios que deberíamos hacer los liberales para tener mayor acogida y lograr desenmascarar a la izquierda que, a pesar de tener en su historial millones de muertos, aún sigue cautivando votantes.



La historia jamás con­tada 
sobre la izquierda

Durante el último siglo la izquierda a ni­vel mundial ha secuestrado el monopo­lio de la verdad y el sufrimiento, han pa­ sado de tiranos a víctimas, son ellos quienes manejan la metanarrativa de la humanidad en la que el planeta se divide entre opresores (empresarios) y oprimi­dos (clase obrera), esto, sin duda alguna se debe a Karl Marx, quien logró poten­ciar esta falacia en la que la pobreza de unos, se debía a la riqueza de otros y con­virtió la teoría económica en un asunto de redistribución de parcelas, lucha de clases; en vez de potenciar el aspecto más noble de la economía y la riqueza: que siempre puede crecer, que siempre puede multiplicarse, que siempre admite más producción y todos pueden llegar a construir su propia prosperidad.

La izquierda no solo ha sido sumamente astuta en adherirse el monopolio de la victimización y convertirse en los profe­tas salvadores de una clase social que ellos mismos utilizan para aplastar la di­sidencia, sino que han logrado transfor­mar a movimientos de izquierda, socialistas, colectivistas y estatistas, como el nazismo y el fascismo, en "movimientos de derecha", para endosar sus crímenes y aberraciones al "enemigo", y continuar extendiendo el monopolio de la "ver­dad", en la que ellos siempre han sido víctimas de esa "derecha" diabólica y asesina.

En los últimos cien años, lejos de haber presenciado una batalla entre vertientes ideológicas, lo que ha ocurrido ha sido una continua batalla entre diferentes bastiones de la izquierda mundial (esto por supuesto, con contadas excepcio­nes). De hecho, hasta el ingreso de los Es­tados Unidos en la Segunda Guerra Mun­dial, todo inició y se propagó debido a conspiraciones entre la izquierda (la toma de Polonia de mutuo acuerdo entre nazis y bolcheviques, gracias al pacto Mólotov-Ribbentrop), y la posterior bata­lla que se dio debido al expansionismo que pretendía implementar Hitler. Fuera de ello, el mundo durante el último siglo ha sido dominado casi en exclusiva por movimientos de izquierda, desde la China comunista, a la extinta Unión So­viética, hoy Rusia, el cual es el país más imperialista del último siglo.

La izquierda gobernó en Asia, África y Europa del Este durante décadas de forma autoritaria, asesinaron por ham­brunas, represión y guerras armadas a millones de seres humanos, y conspira­ron para financiar y continuar expandiendo su hegemonía ideológica en el resto del mundo, hasta llegar a América Latina.
Estas luchas entre las diferentes izquier­das han cercenado el panorama político e ideológico a nivel mundial, mostrando siempre a la población solo un espectro de la lucha por las ideas, y obligándolos a elegir entre una izquierda extrema y una izquierda "moderada", sacando de toda ecuación a los actores políticos que re­ presentan una verdadera doctrina liberal o de derecha. 

Cuba es otro gran ejemplo de este asunto, en la actualidad muchos toman a la revolución de Fidel como una "insurrección contra la derecha", cuando lo cierto es que Fulgencio Batista, el dic­tador derrocado por Castro y el Che Gue­vara, surge en un principio de la "Coali­ción Socialista Democrática", la cual con­taba en su grupo de apoyo al partido co­munista cubano.

Curiosamente si usted en la actualidad intenta buscar información sobre tal coalición socialista, en español no en­ contrará nada en internet, la única infor­mación disponible está en inglés, pues como siempre, la izquierda ha sido su­mamente astuta en reescribir la historia a su favor; así como han intentado elimi­nar los rastros socialistas del nazismo, así como intentaron borrar del mapa de la historia a Giovanni Gentile, el filósofo de izquierda detrás de la ideología del fascismo, igual intentaron borrar el pa­sado de Fulgencio Batista, quien en ese entonces, fue apoyado en sus aspiracio­nes presidenciales por el partido comu­nista cubano, e incluso llegó a nombrar a Juan Marinello Vidaurreta, líder del par­tido comunista, como ministro sin cartera de su gobierno; esta información está recogida en el libro de escuchas "The theory and practice of communism in 1971 Part 1-A, Hearings before the co­mitte on internal security house of repre­sentatives first sesión" pág. 5.437, texto que se encuentra en la librería de la CIA, y también se puede ver en la publicación del diario español El País, del 29 de marzo del 1977 cuando se reporta la muerte del comunista. Si en la actualidad usted busca la historia de Marinello, Wikipedia le dirá que fue un líder comu­nista que fue apresado por Fulgencio Ba­tista en numerosas ocasiones, por más que intente, no encontrará en la enciclo­pedia virtual, ni tampoco en idioma español, información sobre los nexos entre Batista y Marinello, ni mucho menos que formó parte del gabinete de ministros del primero.

Sin embargo, tal como ha ocurrido en numerosas ocasiones a lo largo de la his­toria, políticos formados en la izquierda o con vínculos a los partidos socialistas y comunistas, tras asumir el poder tuercen sus políticas económicas con el fin de preservar el poder, pues evidentemente, el socialismo es una doctrina económica que en la práctica es insostenible, por lo que modifican parte de sus principios, instaurando capitalismos de Estados y ensanchando las nóminas públicas para mantener un control férreo de la pobla­ción, tal como hizo la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini, la propia China co­munista de Deng Xiaoping, la Cuba de Fulgencio Batista, y ahora lo intenta ha­cer la Venezuela de Nicolás Maduro.

La realpolitik internacional de los Esta­dos Unidos ha ocasionado en muchas ocasiones más daño que beneficios, con excepción a la alianza con la Rusia comu­nista de Stalin para derrotar a Hitler (un gran acierto), los norteamericanos en di­versas oportunidades han accedido a apoyar a socialistas "más moderados", para derrocar a socialistas más extremis­tas, lo cual ha tergiversado y contami­nado la lucha por la libertad; ese fue el caso de Batista, quien recibió el apoyo de los Estados Unidos y contó con un repre­sentante diplomático de Washington co­rrupto para afianzarse en el poder, lo cual desencadenó numerosos malestares sociales en Cuba, razón por la cual, el mismo Fidel Castro recibiría apoyo esta­dounidense años después para derrocar al dictador que antes ellos habían apo­yado, lo que consolidaría la más grande piedra en el zapato de Washington du­rante los próximos 60 años, y que hoy continúa en pie.

De hecho, en abril de 1959 Fidel viajó a Washington DC, concedió un par de en­trevistas, almorzó con el Secretario de Estado Christian A. Herter, tuvo una reunión con el entonces vicepresidente Richard Nixon, y brindó un discurso en el Central Park de New York ante unas 30.000 personas según reportó el New York Times; todo eso ocurrió antes de que el tirano de La Habana comenzara a ex­propiar grandes haciendas en nombre de la "revolución".

Esta dinámica perversa en la que los ciu­dadanos de países latinoamericanos se ven obligados a escoger entre un socia­lista carnívoro y uno vegetariano se ha hecho recurrente y casi ineludible, fo­mentando luchas entre diversas izquier­das que en conjunto se brindan todo el spotlight político, marginando a cual­quier movimiento que se extienda desde el centro a la derecha a un rol de observa­dor pasivo.

En Venezuela, Hugo Chávez intentó en el año 1992 derrocar por un Golpe de Es­tado a Carlos Andrés Pérez, presidente electo por el partido Acción Democrá­tica, inscrito en la Internacional Socialista. Dicho golpe de Chávez, estaba sus­tentado en el discurso de la lucha de cla­ses revolucionario de la izquierda. Años después Chávez llegaría al poder a través de elecciones y tras aliarse con Cuba ins­tauró un modelo socialista autoritario en el país. Al morir debido a un cáncer, asume el poder Nicolás Maduro.

En la actualidad, el chavismo lleva más de dos décadas en el poder, y hoy (año 2019) quien disputa el poder al cha­vismo, es Juan Guaidó, quien proviene del partido Voluntad Popular, también inscrito en la Internacional Socialista. Antes de Guaidó, fue Henrique Capriles, adorador del socialista brasileño Lula da Silva (quién además fue uno de los ma­yores socios de Hugo Chávez), quién ejer­ció como candidato presidencial contra Nicolás Maduro; a estos últimos, las ba­ses del chavismo, y los propios jerarcas del chavismo, les han llamado en nume­rosas ocasiones: 

fascistas, escuálidos, agentes de la ultraderecha, miembros de la derecha diabólica, y otros términos pe­yorativos para intentar plasmar que se trata de una batalla de la derecha contra la izquierda, cuando todos, insisto, todos los actores políticos relevantes de oposición venezolana durante el chavismo se definen ideológicamente como socialis­tas, a excepción de uno: María Corina Machado, a quién tanto esa oposición de izquierda y el propio régimen han margi­nado de la lucha política; la "oposición" excluyéndola de la toma de decisiones para combatir al régimen, y el oficia­lismo optando por silenciarle y quitarle todo tipo de spotlight. Los mandamás del chavismo casi ni la mencionan, pues esto lo que haría sería brindarle foco, que es precisamente lo que ambas facciones de izquierda evitan.

En ese sentido, los venezolanos durante las últimas décadas han sido obligados a elegir entre extrema izquierda e iz­quierda, anulando por completo el resto del panorama político, y lamentable­mente en ese sentido la realpolitik de Es­tados Unidos ha fallado, pues ahora se vuelve a repetir el mismo ciclo en el que apoyan a un socialista "moderado" como Juan Guaidó, para derrocar a un socia­lista radical como Nicolás Maduro, ha­ciendo gala del pragmatismo, repitiendo los mismos errores del pasado.

Esta lucha política limitada y dirigida a centralizar el conflicto en opuestos de izquierda, parte no solo desde los espacios políticos, sino también desde los espa­cios culturales, donde han logrado posi­cionarse pensadores, maestros, y artistas que son abiertamente socialistas y pre­gonan desde sus posiciones privilegiadas con un discurso de oprimido. Basta con intentar ubicar en la actualidad artistas, músicos de impacto masivo identifica­dos con la derecha o con las doctrinas li­berales, y usted se podrá percatar que di­fícilmente encontrará a alguien rele­vante, pero si gira a la izquierda, encon­trará a cientos de artistas latinoamerica ­nos y de otras partes que abiertamente en sus canciones, obras o declaraciones, hacen o hicieron apologia al discurso de izquierda: 

Calle 13, Alí Primera, Los pri­sioneros, Silvio Rodríguez, Café Tacvba, Gondwana, Facundo Cabral, Bersuit Ver­ garabat, Mark Ruffalo, Gabriel García Marquez, Mario Benedetti, Sean Penn, Oliver Stone, Pablo Neruda, Rage Against The Machíne (estos últimos, norteameri­canos, que aparecen en sus videos y pre­sentaciones con franelas del Che Gue­vara, Fidel Castro y compañía), son ape­nas unos pocos ejemplos de la hegemo­nía cultural que sostiene la izquierda sobre la derecha, nada más en el conti­nente americano, y que se extiende a otras fronteras con pensadores, artistas e intelectuales muy influyentes y destaca­dos delpasado o la actualidad, como es el caso de Albert Camus, Pablo Picasso, Ro­ger Waters (exfundador de Pink Floyd), Jean Paul Sartre, Jack London, José Sara­mago, entre otros. 

Muchos de ellos in­cluso recibieron Premios Nobel, siendo reconocidos a nivel mundial, al igual que economistas de tendencia progresista y de izquierda, como es el caso de Thomas Piketty, y Paul Krugman, Nobel de economía del 2008, quien se opone abierta­ mente al liberalismo económico, y re­cientemente incluso se atrevió a decir que el problema en Venezuela no era el socialismo, afirmando que Chávez había redirigido dinero del petróleo para "favo­recer" a las clases laborales, pero que al morir, Maduro no supo cuándo parar, y el derrumbe de los precios del petróleo llevó al sustituto de Chávez a imprimir billetes para soportar el gasto público y conducir a la economía a la hiperinflación.

En definitiva, para el premio Nobel de Economía, no fue el socialismo lo que arruinó Venezuela, sino la caída del precio del petróleo y una mala decisión de Maduro. Así Krugman omite todos los desaciertos, expropiaciones, subsidios, controles de precio, nacionalizaciones, control de divisas, proteccionismo, des­pilfarro, corrupción y demás medidas absurdas realizadas durante 21 años, en nombre del socialismo.

Este tipo de hegemonía cultural y patro­nes metanarrativos se multiplican en las cátedras universitarias. Yo por ejemplo, estudié Derecho en la Universidad Cató­lica del Táchira, recuerdo que durante mis años universitarios el pensador eco­nómico en el que más profundizaba el pensum académico era Keynes, por su­puesto, también estudiamos a Marx, En­gels, Hegel, Webber y Smith, pero la teo­ría económica universitaria terminaba en Keynes. No me fueron presentadas las teorías económicas de pensadores como Ludwing von Mises, Friedrich Hayek, Milton Friedman, Carl Menger, Walter Eucken; continuando así con la propaga­ción de una mirada monotemática del mundo, en la cual debemos debatirnos entre izquierdas estatistas, y se omite de forma sistémica las doctrinas liberales y capitalistas. 

A estas alturas realmente desconozco si era que en aquel momento la catedra no lo contemplaba, o si conté con la mala suerte de tener una mayoría de profesores inclinados voluntaria­mente a la izquierda, lo cierto es que vine a saber que existía Hayek años después, y Keynes durante aquellos años fue siempre un superhéroe.

Además de contar con la hegemonía cul­tural y la intromisión en los pensum aca­démicos, la izquierda también cuenta con la venia de los medios de comunica­ción. Las mayores agencias de cable en español, que a su vez son usadas para re­producir noticias en América Latina son abiertamente de izquierda, EFE, AFP y Reuters son ejemplo de esto, a lo que hoy podemos sumar varios de los diarios y estaciones de radio más importantes del mundo, como el New York Times, Deust­che Welle, El País de España, la BBC, entre otros que contienen una línea editorial progresista.

(¿?) No se trata de conspiraciones, de agen­das ocultas o pactos satánicos(¿?); se trata de organización, análisis, inversión y es­tudios consensuados de la naturaleza humana para favorecer una matriz de pensamiento. Todos estos condiciona­ mientos y realidades que han emergido en los últimos cien años de batalla ideo­lógica, donde ha existido una predomi­nio claro de la izquierda a nivel mundial, con excepción claro está, de los Estados Unidos de Norteamérica, debe llamarnos a la reflexión para reorganizar ideas y volver a dar la lucha en todos los campos culturales, sociales y políticos, basándo­nos en una interpretación realista del mundo actual, donde sinceramente to­dos los ideales liberales, todos los ideales capitalistas, han sido vencidos por la manipulación y victimización de los so­cialistas, quienes han logrado dominar la metanarrativa del último siglo para poner todas las piezas del tablero ideoló­gico a su favor, empezando por haber convertido a los empresarios, a esas per­sonas que deben lidiar con planificar in­versiones, vender un producto, generar empleos, pagar impuestos y también nó­mina, en básicamente criminales que se aprovechan del ser humano, y al Estado en un pather familias que lo da todo sin esperar nada a cambio (salvo obediencia); así justifican las expropiaciones, el robo a los ciudadanos y la acumulación de riquezas del ala gobernante, transformando la envidia en "justicia social".

Debemos aceptarlo con absoluta humil­dad: hemos sido vencidos, ese es el pri­mer paso para convocar y planificar es­trategias que nos permitan repensar el mundo y derrotar las ideas esclavistas del socialismo en América Latina y el resto de latitudes.

El origen de la ideología del mal

Antes de que el comunismo fuera ideado e impulsado por el sociólogo del Reino de Prusia, Karl Marx, el filósofo griego, Pla­tón, en su obra "La República", hizo la primera descripción en uno de sus diálo­gos de lo que se conocería como protoco­munismo. Este comunismo platónico supone la limitación de la familia con la educación colectiva de los niños, y la en­trega de toda propiedad privada a la ciudad.

Muchos años y pensadores después, la Iglesia Cristiana dejó entrever mensajes que pudieran leerse como "colectivistas", pero no como "comunistas", pues debe tomarse en cuenta el tamaño y la organi­zación de las sociedades en aquel entonces; a partir de ello se fueron desarro­llando doctrinas de pensamiento de pro­minentes individuos, que nunca llegaron a alcanzar una potencia como el argu­mento general desarrollado por Marx, pero que pudo influir sus teorías, tales como el filósofo suizo Jean Jacques Rous­seau o el líder de la Revolución francesa Maximilien Robespierre.

En esa misma Europa tan revoltosa por aquellos años, la señora Henrietta Press­burg daría a luz a su tercer hijo un 5 de mayo de 1818, a quién llamaría Carl, pero un error en el registro lo asentaría como Karl, y así pasaría a adoptar el nombre por el que años después se haría mundialmente conocido: Karl Marx. El pensador tras la ideología del desastre había nacido en el Reino de Prusia (ac­tual Alemania), fue este quien teorizó so­bre la "necesidad" de sustituir al sistema capitalista con la "democracia obrera", lo que abriría paso al socialismo, el cual a su vez, tras desarrollarse debería culmi­nar en una sociedad sin Estado y sin cla­ses, a la cual denominó "comunismo"; algo totalmente absurdo y descabellado, tomando en cuenta que un Estado jamás propiciaría su propia desintegración, perdiendo así todos los privilegios de la clase gobernante.

A raíz de las ideas de Marx, creció el dis­curso de un hombrecito de estatura baja y perspicaz llamado Vladimír Ilich, me­jor conocido como "Lenin", quien du­rante años conspiró para derrocar a la di­nastía rusa de los Romanov, y a través del partido bolchevique tomó el control de Rusia luego de que se ordenase la eje­cución del Zar Nicolás II, en compañía de su esposa la Zarina Alejandra Fiódo­rovna, su hijo Alexis, sus hijas Olga, Ta­tiana, María y Anastasia, y algunos de sus empleados.

Tras la ejecución sangrienta y a quema­rropa ocurrida en el sótano de la casa donde se encontraban "resguardados", Lenin volvió a Rusia de inmediato des­pués de su largo exilio y estableció las bases del socialismo, que sería conti­nuado por Stalin, y traería la muerte por hambruna de unos 8 millones de habi­tantes en sus primeros años. Las razones de esta catástrofe económica son noto­rias, nada más el número de muertes por hambre es indicio suficiente para catalo­gar de auténtico fracaso el impulso del marxismo, sin embargo, a pesar de ello, hasta el día de hoy siguen existiendo movimientos políticos, grupos sociales y gobiernos, intentando aplicar un modelo de Estado con suficiente evidencia de ser una guillotina.

Animado por las teorías del sociólogo prusiano, Lenin siguió también muy de cerca la economía de guerra alemana du­rante la Primera Guerra Mundial, admi­rado por el control de cadenas de sumi­nistro por parte de los comités de empre­sarios industriales y el racionamiento de materias primas a precios fijos.

El fin de lo que ellos mismos denomina­rían en su momento "comunismo de guerra", era la movilización, producción, acumulación y expansión de la Unión Soviética, la cual llegó a conformarse en su momento de mayor auge por Arme­nia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán, ocupando 1/6 partes del planeta tierra.

Para garantizar el expansionismo y las prácticas socialistas al pie de la letra, se conformó una policía secreta con labores de vigilancia sobre la ciudadanía, quie­nes debían cumplir a cabalidad los orde­namientos del partido bolchevique impulsadospor el miedo.

En Rusia, la renta per cápita en 1916, mientras se desarrollaba la Primera Gue­rra Mundial y con el zarismo aún en el poder, se encontraba en los 1.235 dólares internacionales, valor que llegó a dismi­nuir hasta los 526 dólares internaciona­les para 1921 ante el fracaso del man­dato de Lenin. Esto se traducía en un co­lapso del 58 % de la economía rusa en cuestión de 5 años, no en vano, hombres, mujeres y niños morían de hambre por montones. Durante este lamentable epi­sodio, la producción agraria se contrajo en un 40 %, y la industrial en un 69 %, esta fue la antesala del famoso Holodo­mor ocurrido en Ucrania.

Años después, con Lenin muerto y Stalin en el poder, se decidió forzar la colectivi­zación del agro soviético, lo que no era otra cosa que una burda expropiación de tierras (algo similar a lo ocurrido recien­temente en Venezuela); esto con el pro­pósito de alimentar el ejército y los tra­bajadores industriales, mientras se le prohibía a los trabajadores del agro, con­sumir los alimentos que ellos mismos producían, bajo pena de fusilamiento.

El Estado soviético comenzó entonces a requisar y a fijar precios bajos a las cose­ chas (algo que también ocurrió en Venezuela a partir del gobierno de Chávez), estas políticas condicionaron una dismi­nución todavía peor en el ya empobre­cido agro ruso a comienzo de los años 30, lo que siguió generando hambrunas y re­presión. En definitiva, era una política de Estado, Stalin había decidido matar de hambre a millones de ucranianos, con el fin de poder abastecer de alimentos a la fuerza laboral industrializada rusa, tras el descalabro de la economía.

A pesar de estos absurdos, el régimen so­viético logró mantenerse en pie e incluso resistir a la Segunda Guerra Mundial, todo esto gracias a su férreo control poli­cial, la represión, el miedo, a la utiliza­ ción de diversas tácticas políticas por parte de Stalin y sus predecesores, como formar y manejar sus propias "oposicio­nes políticas", y al incremento constante de sus fuerzas militares motivado a "enemigos externos".

Cuando Gorbachov asume la secretaría general del Comité Central Partido Co­munista de la Unión Soviética en 1985, el consumo per cápita de la URSS era aproximadamente 72 % inferior al de los estadounidenses, lo que deja constancia de la enorme distorsión y diferencias en­tre la calidad de vida de los soviéticos y su modelo socialista, y los estadouniden­ses con el modelo capitalista.

Aun así, en el siglo pasado, el marxismo con sus diferentes aristas, pero mayori­tariamente el marxismo-leninismo fue aplicado en diferentes países del mundo, como es el caso de China, Vietnam, Corea del Norte, Mongolia, Yugoslavia, Alba­ nia, Etiopia, Camboya, Alemania Orien­ tal, Hungría, Chile, Checoslovaquia, Bul­ garia, Rumania, Yemen del Sur, Laos, Ye­ men, Somalia, Mozambique, Congo-Braz­zaville, Guinea-Bisáu, Birmania, Nicara­gua, Granada, Afganistán, Polonia y Cuba; en todos estos Estados ha sido necesaria la imposición de fuertes regíme­nes policiales completamente represivos para el sostenimiento de sus políticas, las cuales además, en ningún caso han generado beneficios económicos o en la calidad de vida de sus ciudadanos, por el contrario han quebrado el aparato pro­ductor de las naciones, han masacrado, torturado y asesinado ciudadanos para imponer sus políticas sociales, han pro­ducido migraciones y deserciones multitudinarias hacia países con modelos de economía de libre mercado, han exter­minado sus propios pueblos provocando genocidios (caso Camboya), y han termi­nado por optar en abandonar las políti­cas socialistas para alcanzar el desarrollo de sus sociedades (caso China, Chile, Vietnam) que se han convertido en eco­ nomías capitalistas; se han disuelto (caso Yugoslavia, Alemania Oriental); o han continuado bajo la dinámica de los abusos, la tiranía y el empobrecimiento hasta hoy (caso Corea del Norte, Cuba, y actualmente Venezuela).

La criatura de Marx casi nunca llegó a desarrollarse por completo, pues en sus nociones el comunismo era la etapa si­guiente al socialismo, que al menos en la teoría debía carecer de un Estado. 
Con­trario a lo que muchos piensan el comu­nismo y socialismo no se excluyen, sen­cillamente, el socialismo es un interín hasta alcanzar esa "sociedad utópica co­munista" que tan solo se dio a medias durante un par de años en la época co­munista de guerra bajo Lenin, y en el "Gran salto adelante" en China a fines de la década de los 50. 
Por eso, hablar hoy día de comunismo en Cuba resulta incorrecto, lo que predomina en Estados au­toritarios como el cubano o venezolano, es precisamente el socialismo, solo que la izquierda mundial ha intentando atri­buir a todo lo pestilente y nocivo para su ideología al "comunismo" para intentar sanear la imagen del "socialismo", cuando lo cierto es que, son el mismo monstruo, solo que al último no le ha crecido la última pata (la destrucción del Estado) porque nunca convendrá a sus jerarcas.
La Reinvención Ideológica de América Latina | PanAm