De Pekín al cielo
En líneas generales, podemos decir que muchas de las que llamamos ONG de No Gubernamentales tienen poco −la sociedad civil en España es la que es−, como por otra parte ocurre, no lo olvidemos, con… los medios de comunicación que viven mayoritariamente de la publicidad de las administraciones, algunas grandes empresas y así un largo etcétera.
Parafraseando a Serrat: «hace treinta años que tuve treinta años», o casi. Este año se cumple el treinta aniversario de la IV Conferencia de la Mujer de Pekín convocada por Naciones Unidas en 1995, a la cual asistí. Con dicho motivo amablemente me invita una organización no lucrativa a un acto conmemorativo. Agradezco la invitación y comento a mi interlocutora que no creo ser la persona más adecuada al respecto, porque si voy diré lo que veo, lo que creo, parte de lo cual ya lo pensaba en su día −y lo escribí claramente−, lo cual ha sido confirmado desgraciadamente treinta años después y con creces: de aquellos polvos (junto a otros muchos factores, por supuesto), estos lodos que tenemos.
«Hay algunas fundaciones independientes y entidades con miles de socios en España, pero en muchos casos el peso del porcentaje de financiación pública manda por goleada»
En definitiva, le suelto a la pobre una formidable perorata sobre mi espanto ante cualquier cosa que venga de Naciones Unidas, así como del marco mental tramposo −aceptado hoy no ya por lo progre/ izquierda /woke, sino por parte de la «derecha»− respecto al «género». O sea, le confirmo que si voy seré con seguridad una voz disonante, molesta, en fin, que piense mejor si me quieren allí o no. Mi paciente interlocutora entonces me explica lo que ya sé: que el foro cuenta con el apoyo de la administración pública a nivel autonómico y que muchas gracias por mi sinceridad al respecto.
Hace treinta años que yo tenía un poco más de treinta años y trabajé en una entidad no lucrativa que hacía, y hace, muchas, muchísimas, cosas buenas: no tengo ninguna duda al respecto. Pero esta entidad, como casi cualquier otra que trabaje en cooperación al desarrollo −y muchas otras en el ámbito de la asistencia social, medioambiente, etc.−, dependen, en el caso español, fundamentalmente de los fondos públicos nacionales, europeos, autonómicos, etc. Claro que hay algunas fundaciones independientes y entidades con miles de socios en España, pero en muchos casos el peso del porcentaje de financiación pública manda por goleada.
«Es por esto por lo que lo que marca la agenda de los organismos internacionales: tienes que entrar en su lenguaje si quieres contar con su financiación»
Es por esto por lo que lo que marca la agenda de los organismos internacionales, y casi toda la escalera de subsiguientes organismos públicos en España hoy, es clave: tienes que entrar en su lenguaje como poco, a menudo en sus ideas, si quieres contar con su financiación. Esto puede hacerse con convicción −comulgas con dichas ideas o bien te has «adaptado» a ellas− o agachando la cabeza porque no tienes más remedio y tú por «tu causa» (la que sea) y su financiación haces lo que haga falta.
¿Un ejemplo? Una entidad que se dedica a discapacidad, pongamos por caso, hace cada verano unos campamentos para niños. Pues bien, cada año, tiene que «vestirlos» al presentarlos a la administración donde busca la financiación: sea bajo la óptica del «género», de la «sostenibilidad» o lo que en ese momento esa administración defina o se lleve. El campamento va a ser el mismo −lo importante para ti es que los niños estén quince días en plena naturaleza−, pero si quieres financiación, tienes que entrar en lo que ellos quieren (otra cosa es si luego tú haces lo de siempre, pones una papelera como signo de sostenibilidad o acabas dedicando tu tiempo y esfuerzos a estupideces que te piden).
«Los medios de comunicación viven mayoritariamente de la publicidad de las administraciones»
En líneas generales, podemos decir que muchas de las que llamamos ONG de No Gubernamentales tienen poco −la sociedad civil en España es la que es−, como por otra parte ocurre, no lo olvidemos, con… los medios de comunicación que viven mayoritariamente de la publicidad de las administraciones, algunas grandes empresas (que dependen del marco regulatorio, en otros casos de ser contratados por el Estado o las administraciones públicas para H o B) y así un largo etcétera.
¿Podemos reprochar que haya tan escasas voces que cantan fuera del coro, ya en concreto, en el tercer sector, un actor clave en la sociedad, de esa cháchara habitual impuesta por Naciones Unidas y sus agencias? ¿Podemos entender por qué muchas ideas acaban siendo aceptadas culturalmente?
«Estar en el mundo sin ser del mundo ofreciendo alternativas, para empezar al lenguaje, a las ideas que hay detrás, y al mal con todas sus letras que se extiende no es fácil, es evidente»
Junto a las entidades no lucrativas que hacen lo que pueden −y, en gran medida, comprensiblemente «entran» en la moda, el lenguaje, pero también las ideas que permean, no lo olvidemos− para obtener financiación y poder llevar a cabo sus proyectos, existe también otro amplio y variado panorama compuesto por personas e instituciones que han hecho una excelente carrera al colocarse de perfil en temas clave, en no resultar en exceso molestas, en sumarse al carro por miedo y, ay, «reputación»: véase como simple ejemplo instituciones católicas educativas con los ODS (Objetivos del Desarrollo Sostenible) como si fueran los diez mandamientos.
Estar en el mundo sin ser del mundo ofreciendo alternativas, para empezar al lenguaje (que no es secundario, nos lo decían en Pekín las yanquis con mucha más experiencia que nosotras), a las ideas que hay detrás, y al mal con todas sus letras que se extiende (comparemos el año 1995 con el 2025 y al «progreso» al que hemos asistido los últimos treinta años al que nos ha llevado el «empoderamiento», el «género», etc.) no es fácil, es evidente.
Decir que no implica quedarse fuera. Pues que así sea.


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