MANIFIESTO
"NUESTRA MADRE
ES CORREDENTORA"
♱🙏
La santísima Virgen María es corredentora del género humano, una profesión de fe de los que no se rinden.En el canal dos Banderas profesamos, como lo ha creído la Santa Iglesia Católica desde los siglos primeros, aunque no se haya definido dogmáticamente, que María Santísima es verdaderamente corredentora del linaje humano. Sí, lo atestiguan los sumos pontífices, lo enseñan los santos padres y doctores y lo confirma la invariable tradición católica.Más bien sabemos que la mano del enemigo, disfrazada bajo el embozo del modernismo rampante, pretende borrar de los labios cristianos este augusto título. Temerosa de que resplandezca en él el poder y la dignidad de la Madre Dolorosa, busca relegarla al rincón de lo sentimental, despojada de su grandeza teológica y de su misión corredentora.Pero nosotros, católicos viejos y soldados de Cristo, proclamamos sin ambages que la Virgen Santísima fue asociada por decreto eterno a la obra de la redención del mundo.
Así lo enseñó San Pío X último Papa Santo en su encíclica AD DIEM ILLUM LAETISSIMUM, 2 de febrero de 1904:
"Sin embargo, puesto que María lo ejerce sobre todo en santidad y unión con Jesucristo, y ha sido asociada por él en la obra de la redención, merece para nosotros, en lenguaje teológico, lo que Jesucristo merece para nosotros de condigno, y es la suprema Ministra de la distribución de gracias. Jesús «está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas» (Hebreos 1b). María está sentada a la derecha de su Hijo: refugio tan seguro y auxilio tan fiel contra todo peligro que nada tenemos que temer ni desesperar bajo su guía, su patrocinio y su protección (Pío IX, bula Ineffabilis)".
He ahí expresada con majestad pontificia la verdad de su cooperación en la redención, no por igualdad con Cristo, único redentor, sino por subordinada y amorosa participación.
Pío XI, En la alocución dirigida a los peregrinos de Vicenza el 30 de noviembre de 1933, con motivo del XIX centenario de la redención afirmó:
"Por la naturaleza de Su Obra, el redentor debía asociar a su madre con Su Obra. Por esta razón, nosotros la invocamos bajo el título de corredentora".
Ella nos dio al Salvador, lo acompañó en la obra de la redención hasta la cruz, compartiendo con Él los sufrimientos, la agonía y la muerte, con los cuales Jesús consumó la redención del género humano".
"Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era Madre corporal de nuestra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre espiritual de todos sus miembros. Ella, la que por medio de sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del divino Redentor, otorgado ya en la cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés. Ella, en fin, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, «cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros... en pro de su Cuerpo [de él]..., que es la Iglesia» (Col 1,24), y prodigó al Cuerpo místico de Cristo nacido del Corazón abierto de nuestro Salvador, el mismo materno cuidado y la misma intensa caridad con que calentó y amamantó en la cuna al tierno Niño Jesús".
"Y, aunque es cierto que en sentido estricto, propio y absoluto, tan sólo Jesucristo —Dios y hombre— es Rey, también María, ya como Madre de Cristo Dios, ya como asociada a la obra del Divino Redentor, así en la lucha con los enemigos como en el triunfo logrado sobre todos ellos, participa de la dignidad real de Aquél, siquiera en manera limitada y analógica. De hecho, de esta unión con Cristo Rey se deriva para Ella sublimidad tan espléndida que supera a la excelencia de todas las cosas creadas: de esta misma unión con Cristo nace aquel regio poder con que ella puede dispensar los tesoros del Reino del Divino Redentor; finalmente, en la misma unión con Cristo tiene su origen la inagotable eficacia de su maternal intercesión junto al Hijo y junto al Padre.
No hay, por lo tanto, duda alguna de que María Santísima supera en dignidad a todas las criaturas, y que, después de su Hijo, tiene la primacía sobre todas ellas. «Tú finalmente —canta San Sofronio— has superado en mucho a toda criatura... ¿Qué puede existir más sublime que tal alegría, oh Virgen Madre? ¿Qué puede existir más elevado que tal gracia, que Tú sola has recibido por voluntad divina?». Alabanza, en la que aun va más allá San Germán: «Tu honrosa dignidad te coloca por encima de toda la creación: Tu excelencia te hace superior aun a los mismos ángeles». Y San Juan Damasceno llega a escribir esta expresión: «Infinita es la diferencia entre los siervos de Dios y su Madre».
16. Para ayudarnos a comprender la sublime dignidad que la Madre de Dios ha alcanzado por encima de las criaturas todas, hemos de pensar bien que la Santísima Virgen, ya desde el primer instante de su concepción, fue colmada por abundancia tal de gracias que superó a la gracia de todos los Santos.
Por ello —como escribió Nuestro Predecesor Pío IX, de f. m., en su Bula— «Dios inefable ha enriquecido a María con tan gran munificencia con la abundancia de sus dones celestiales, sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y de todos los Santos, que Ella, completamente inmune de toda mancha de pecado, en toda su belleza y perfección, tuvo tal plenitud de inocencia y de santidad que no se puede pensar otra más grande fuera de Dios y que nadie, sino sólo Dios, jamás llegará a comprender».
17. Además, la Bienaventurada Virgen no tan sólo ha tenido, después de Cristo, el supremo grado de la excelencia y de la perfección, sino también una participación de aquel influjo por el que su Hijo y Redentor nuestro se dice justamente que reina en la mente y en la voluntad de los hombres. Si, de hecho, el Verbo opera milagros e infunde la gracia por medio de la humanidad que ha asumido, si se sirve de los sacramentos, y de sus Santos, como de instrumentos para salvar las almas, ¿cómo no servirse del oficio y de la obra de su santísima Madre para distribuirnos los frutos de la Redención?"
Su santidad, Papa León XI, declaró que a la bienaventurada Virgen María le ha
sido concedido un poder casi inmenso en la distribución de las gracias.
Si alguno cegado por el humo del siglo osa disminuir las glorias de la santísima Virgen o silenciar su augusto nombre de corredentora, sepa que se alza contra lo que la Iglesia ha venerado desde antiguo y contra el amor filial que todo corazón católico debe profesarle.
Que no se nos hable de excesos de devoción ni de temores de ofender al redentor.
Negar las prerrogativas de María Santísima es herir la majestad de Cristo. Callar su cooperación maternal es apagar uno de los resplandores más puros del Calvario.
San Ireneo de Lion en el siglo segundo escribió:
"Así como Eva desobedeciendo fue causa de muerte, así también María obedeciendo fue causa de salvación para sí misma y para todo el género humano".
San Alfonso María de Ligorio, en las glorias de María, recoge el sentir de la Iglesia Universal:
"Así como Eva cooperó a la ruina del mundo, María cooperó a su reparación. Y
así como la primera fue causa de nuestra muerte, la segunda lo fue de nuestra salvación.
Mas nosotros, los que militamos en esta trinchera, no doblamos la rodilla ante la religión del hombre.
La reina dolorosa María Santísima fue corredentora del género humano, no por derecho propio, sino por participación amorosa en los dolores y méritos del Redentor".
¡Oh María Santísima!, terror de los herejes y auxilio de los cristianos.
En este tiempo de tinieblas modernistas, donde se pretende mutilar tu grandeza y borrar tu nombre de los labios de los fieles, te proclamamos con voz firme y corazón rendido.
Tú eres nuestra madre y nuestra reina, la medianera de todas las gracias y la
corredentora del género humano.
Y si el mundo entero callase, hablarían por nosotros las piedras del Calvario, el llanto de los santos y el amor eterno de tus hijos fieles.
Así lo confesamos.
Así lo creemos y así queremos vivir y morir.
Bajo tu amparo, Virgen bendita, y bajo tu bandera, madre del Redentor, corredentora nuestra.
Ave María purísima, sin pecado concebida
María santísima.
A Cristo por María y a María por Cristo.
LA VIRGEN MARÍA ES NUESTRA PROTECTORA
NUESTRA GRAN SEÑORA, NO HAY NADA QUE TEMER
VENCE AL MUNDO, DEMONIO Y CARNE
¡GUERRA, GUERRA CONTRA LUCIFER! (bis)
La Virgen María protege la inocencia
Con su gran clemencia y vence al tentador
Para que al cielo vayamos cantando
¡Gloria, gloria a Cristo redentor! (bis)
Por miles sus hijos cayeron destrozados
Eran los soldados de Cristo Nuestro Rey,
Pero las balas les dieron vida y alas
Y volaron y están a sus pies (bis)
Somos sus hijos y estamos orgullosos
De esta Gran Señora, aquella que una vez
Desde el Calvario ofreció a su hijo
¡Víctima de amor por nuestra fe! (bis)


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