MENTIRAS DESVELADAS
Y VÍCTIMAS INOCENTES
de la
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
(GONZALO FERNÁNDEZ)
Darío Madrid desmantela parte de los relatos oficiales de un capítulo trágico en la historia de España. A través de una investigación basada en archivos y hemeroteca, el autor saca a la luz las manipulaciones, los silencios y las distorsiones que han moldeado la memoria colectiva desde ambos bandos del conflicto.Madrid da voz a las víctimas olvidadas —republicanos y nacionales, civiles y religiosos— que sufrieron la represión sin haber empuñado un arma. Esta obra no busca justificar el alzamiento militar, sino que critica la mitificación de la Segunda República, la censura y la manipulación de la historia.Un libro que ayuda a entender por qué la Guerra Civil sigue siendo, casi un siglo después, un foco de confrontación política y una herida sin cerrar.
En la madrugada del 6 al 7 de noviembre de 1936 comenzaron las matanzas de Paracuellos del Jarama. Miles de personas —civiles, religiosos, militares, niños y ancianos— fueron asesinadas y arrojadas a fosas, algunas aún con vida, junto al aeropuerto de Barajas, en Madrid. Hoy, el Gobierno de España pretende borrar su memoria. Igual que la de los miles de religiosos, trabajadores, estudiantes y ciudadanos que fueron ejecutados por sus ideas o creencias, sin relación alguna con el levantamiento militar de julio de 1936.
También el 7 de noviembre de 1938, tres aviones “Katiuska” republicanos bombardearon CABRA con 2.000 kilos de explosivos. Murieron 109 civiles y más de 200 resultaron heridos. No existía objetivo militar: las bombas cayeron sobre el mercado de abastos y el humilde barrio de la Villa. En Guernica, según la asociación Gernikazarra Historia Taldea, murieron 153 personas. Las víctimas de Cabra fueron casi las mismas, pero sin cuadro, sin memoria y sin derecho al recuerdo. Este episodio olvidado de nuestra historia lo relato en mi libro “Mentiras Desveladas y Víctimas Inocentes de la Guerra Civil”.
El bombardeo de Cabra (7 de noviembre de 1938) fue un ataque aéreo realizado por la aviación republicana sobre Cabra (Córdoba) en el contexto de la guerra civil española. La localidad en el momento del bombardeo se encontraba en poder del ejército del bando nacional en la retaguardia, a varios kilómetros del frente andaluz. Por su localización era la sede del Cuartel General de la 34 División, además de otras unidades del ejército nacional. En la mañana del 7 de noviembre de 1938, tres bombarderos medios de la aviación republicana lanzaron unos 1800 kilogramos de bombas de distinto tamaño sobre el casco urbano. El bombardeo se saldó con 109 personas fallecidas, la mayoría civiles, y más de 200 heridos.
El estudio del bombardeo de Cabra desde la década de 2000 ha permitido tener más conocimiento de las operaciones militares en el frente de Andalucía y un renovado interés por este y otros hechos dramáticos ocurridos durante la guerra civil española.
Tal día como hoy de 1938 tres aviones causaron 109 muertos civiles, casi siempre pobres, y doce de ellos niños
No hubo un puzzle cubista de los horrores para contar cómo la muerte cayó como granizo nefasto desde el cielo de Cabra; nadie plasmó el grito de una mujer que lleva el cadáver de su hijo, ni esbozó el grito del horror de la metralla que se clava en la carne. El 7 de noviembre de 1938, hace hoy ochenta años, la aviación republicana bombardeó la ciudad de la Subbética cordobesa y causó una de las peores masacres civiles de la Guerra que había empezado en 1936. La acción dejó 109 muertos, 80 aquel día y 29 en las semanas siguientes a consecuencia de las heridas; el bombardeo de Guernica dejó 127. Ni la opinión pública internacional ni la España de aquel tiempo conocieron mucho de lo que sucedió, ni en aquel momento ni en la España de la memoria histórica.
Cabra, el pueblo donde nació la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo , tenía entonces 20.000 habitantes y estaba más o menos lejos del frente. Además, la República sabía que a esas alturas la contienda la tenía perdida. El profesor Antonio Arrabal , autor de un libro sobre el bombardeo que está camino de la tercera edición, explicó que fue una maniobra de distracción de las fuerzas gubernamentales, que aprovecharon la concentración de efectivos que había en la batalla del Ebro.
Una acción planificada
No fue una acción al azar ni aleatoria. Desde una semana antes, los aviones sobrevolaron Cabra para inspeccionar la zona, examinar dónde tenían que actuar y estuadiar las rutas. «Sabían dónde bombardeaban », dice. Y las tropas franquistas se dieron cuenta, pero casi toda su fuerza aérea estaba por aquellos días en el Ebro, que tenía mayor importancia estratégica . Hacia las 7.27 de la mañana de aquel infausto día, el pueblo de Cabra ya se había levantado sin sospechar lo que había encima.
No, desde luego, para su fortuna, los niños que asistían al colegio de las Madres Escolapias , que entraban a las 8.00, y que se libraron por muy poco tiempo de la bomba que cayó sobre el parvulario. Luego los aviones pasaron por el Mercado de Abastos , que ya entonces estaba lleno de comerciantes y de clientes que se llevaban la comida del día, y por la Plaza Vieja , donde se concentraban los jornaleros a la espera de que les contrataran para trabajar en el campo en aquella jornada. Y otras bombas cayeron en el barrio de la Villa , uno de los más humildes de Cabra, con «casas muy endebles», que no soportaron aquella catástrofe. Fue un holocausto que cayó sobre muchos pobres. Doce muertos eran niños y sólo murió un militar, que estaba de permiso en Cabra.
Fueron tres aviones Tupolev SB-2, los conocidos popularmante como «katiuskas» , que el Gobierno había comprado a la Unión Soviética . Salieron de Cuevas del Reyllo, en Fuente Álamo (Murcia), con bombas de hasta 200 kilos de peso que sembraron las semillas de la metralla en la carne de personas civiles. «Se tarda mucho en cargarlos, no hubo nada de casual, estaba planificado», dice el autor.
Una bomba cayó en un parvulario, pero los niños todavía no habían llegado al colegio
Hoy en Cabra, explicó Antonio Arrabal, no quedan testigos que puedan recordar la tragedia, pero él sí que conserva el recuerdo de quienes vieron morir a tanta gente y sacar a los cadáveres cubiertos y a los heridos en carritos o cochecitos de niños. Enseguida se organizó la ayuda y se llevó a los heridos al hospital de San Juan de Dios para atenderlos. Muchos pueblos próximos colaboraron en la ayuda, especialmente Lucena, que envió médicos, material y ataúdes, algo importante, porque apenas había medios para enterrar a los muertos. También cayeron bombas sobre los calabozos, y los presos que no quedaron bajo los escombros se pusieron a ayudar.
Muchos otros se trasladaron a Córdoba y según el historiador hasta enero de 1939 murieron 29 personas más, además de muchos mutilados, sordos y abortos . La mitad, 53, terminaron en una fosa común en el cementerio de San José por la falta de medios, y no se puede excavar. Como explicó el historiador, «la Ley de Memoria Histórica excluye a las fosas oficiales».
¿Por qué no se habló después del bombardeo de Cabra? Antonio Arrabal cree que quedó sepultado entre la actualidad internacional. La propaganda franquista fracasó en su intentó de difundirlo fuera, donde otros temas como la negociación del pacto germanosoviético lo eclipasaron.
«Luego quedó como un recuerdo traumático, muy doloroso, y de eso no se hablaba en Cabra», explicó. Incluso la cruz con los nombres de los fallecidos se trasladó al cementerio en 2004.
Maryla Dabrowska explica y firma su cuadro CABRA (también tiene su GUERNICA)





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