EL Rincón de Yanka: INDIGENTE

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viernes, 16 de abril de 2021

SAN BENITO JOSÉ LABRE, MENDIGO Y PEREGRINO POR AMOR A DIOS 🙏🔥🙌


San Benito José Labre
Mendigo por amor de Dios

«Si alguno quiere venir en pos de mí, 
niéguese a sí mismo, 
y tome su cruz, y sígame». 
Mt. 16, 24

Laudes

HIMNO

San Benito José Labre,
incansable peregrino,
dabas lo que recibías,
por Dios te hiciste mendigo.

En las manos, el rosario,
en el pecho el Crucifijo,
ciñendo el vestido pobre
y el cordón de san Francisco.

Desde Roma a Compostela,
siempre, siempre peregrino,
con la oración en los labios,
y el Evangelio, vivido.

San Benito José Labre,
loco, loco a lo divino:
contágianos tu locura
para ir contigo a Cristo.

Gloria al Padre, gloria al Hijo,
igual gloria al Santo Espíritu,
adoración y alabanza
por los siglos de los siglos. Amén


Benedictus. ant. Dichosos los que caminan por sendas de verdad y de justicia porque Dios será su luz. (T.P. Aleluya.)

Oración

Oh Dios, que concediste a san Benito José unirse a ti por el camino 
de la humildad y el amor a la pobreza, 
concédenos, por sus méritos, sabiduría para sopesar 
los bienes de la tierra amando intensamente los del cielo. 
Por nuestro Señor Jesucristo.
===============================================

«En este mundo todos somos peregrinos 
en el valle de lágrimas: 
caminamos siempre por el camino seguro de la Religión, 
en Fe, Esperanza, Caridad, Humildad, 
Oración, Paciencia y Mortificación cristiana, 
para llegar a nuestra patria del Paraíso». 
San Benito José Labre

16 de abril: san Benito José Labre, un vagabundo como patrón de los fracasados, de los peregrinos.
Quiso ser religioso, pero fue rechazado sucesivamente por cartujos, trapenses y cistercienses, siendo al final aceptado como terciario franciscano. Se convirtió en un mendigo vagabundo, un “sin techo”. No tenía más ropa que la que llevaba puesta; dormía al aire libre, en un portal o debajo de un puente; no se bañaba y parece que su aspecto resultaba bastante repugnante; comía de lo que encontraba en los basureros o de algunas sobras que le daban; nunca pidió limosna y, si alguna vez recibía algo, se quedaba un poco y lo demás lo repartía entre los pobres; más de una vez fue apaleado en la calle. Ya enfermo, al final de sus días fue obligado a ingresar en un albergue. Murió a los 35 años de edad.

Vivió 35 años, y 13 los pasó como «peregrino» por las calles y caminos. Con razón se le llamó «el vagabundo de Dios» o también «el gitano de Cristo», mejores expresiones que no la de «santo de los piojos» como también se le decía.

Recorrió 30.000 kilómetros a pie por toda Europa, después de haber sido rechazado en todas partes. Pobre y manso al estilo de su Señor, Benito José Labre fue, al final de su vida, un mendigo bienaventurado.
Si los vagabundos tuvieran un santo patrono, sería San Benito José Labre. Desde niño le atraía dominar con la miseria su cuerpo, para que el alma quedara más libre para volar hacia Dios. Ya a los doce años ponía como cabecera para dormir una tabla y desde los 16 hasta su muerte durmió siempre en el duro suelo. Tanto que la gente llegó a llamarlo "el santo que duerme en el suelo".

Suscitado como víctima y como protesta contra los vicios de la sociedad francesa del siglo XVIII. Es una de aquellas vocaciones para ser admiradas, pero no necesariamente imitadas, salvo que se manifieste una clara señal de Dios.

Benito José nació el 26 de marzo de 1748 en Amettes, en la diócesis de Boulogne, al norte de Francia. Era el mayor de los 15 hijos de Juan Bautista Labre y Ana Bárbara, miembros de la clase media local, que dieron a su numerosa prole una profunda educación religiosa, de manera que varios de ellos siguieron la vocación sacerdotal.
“El Creador lo había dotado [a Benito] de un espíritu vivo y penetrante, de un juicio sano y sólido, de una memoria fácil y segura. Su corazón era tierno, su voluntad fuerte, su alma no abandonaba jamás la verdad una vez conocida. Manifestó desde sus primeros años una pronunciada inclinación hacia el bien, gustos simples e inocentes, y una gran ingenuidad, señal ordinariamente precursora de una rectitud de sentimientos”.1

Desde niño tuvo gran estima por su carácter de católico, tierna devoción a la Santísima Virgen y a su esposo (su santo patrono), devociones que en su país no se separan. Así, los nombres de Jesús, María y José fueron los primeros que él pronunció.
Benito realizó sus primeros estudios en la escuela dirigida por el vicario parroquial. Los relatos de ese período de su vida ––tanto en la biografía escrita por su confesor, P. Marconi, como en los testimonios del proceso de beatificación–– son unánimes en resaltar una seriedad de pensamiento y de comportamiento muy superior a su edad.
Muy temprano comenzó a mostrar una acentuada predilección por el espíritu de mortificación y alejamiento de los juegos infantiles. Desde que tuvo uso de razón, demostró el más vivo horror al pecado. Pero todo aquello coexistía en él con un comportamiento franco y abierto, y con un fondo de alegría que permaneció inconmovible hasta el final de su vida.
A la edad de 12 años su educación fue confiada a su tío paterno, P. Francisco José Labre, párroco de Erin. Benito hizo la primera comunión y recibió el sacramento de la confirmación el mismo día. Comenzó entonces para él una nueva vida, más recogida y mortificada; aprovechando todas las ocasiones que se le presentaban para enseñar la doctrina cristiana a niños pequeños.

Obstáculos en la búsqueda de su vocación

A los 16 años de edad Benito resolvió abrazar la vida religiosa. Escogió a los trapenses porque su regla era la más rigurosa. Intentó obtener la aprobación de sus padres, pero estos se la negaron terminantemente. Volvió entonces a Erin, redoblando las penitencias y ejercicios de piedad para estar apto y encarar las penitencias del claustro.
En setiembre de 1766, irrumpió en la ciudad una epidemia de tifus, que causó innumerables víctimas. Benito se unió a su tío en la atención de los enfermos. Al fallecer su tío en noviembre de ese año, como mártir de la caridad, Benito regresó a Amettes. Una vez más intentó obtener de sus padres el permiso para entrar en la Trapa. Temiendo que su oposición fuese resistencia a la voluntad de Dios, ellos concordaron, pero le pidieron que, en vez de ingresar a los trapenses, que eran muy rigurosos, lo hiciera en los cartujos de Val-Sainte-Aldegonde.
Estos religiosos no admitieron a Benito a causa de las grandes pérdidas que habían sufrido, lo cual disminuyó sus recursos. Intentó ingresar a otro monasterio de la misma orden en Neuville, pero le fue negada la admisión porque no alcanzaba la edad mínima requerida de 24 años.

Durante los siguientes dos años, Benito intentó otras dos veces entrar en la Trapa, pero sin éxito. Por espacio de seis semanas fue postulante en los cartujos de Neuville, pero tuvo que salir por no encontrar allí la paz que deseaba. En noviembre de 1769, fue recibido en el convento cisterciense de Sept-Fonts.
Después de una corta permanencia en ese monasterio, durante la cual su exactitud en la observancia religiosa y su humildad impresionaron a toda la comunidad, tuvo problemas de salud, y le fue aconsejado intentar realizar su vocación en otro lugar.

La vocación de peregrino mendigo

Siguiendo entonces una inspiración, Benito tomó la resolución de ir, como peregrino, a los santuarios más renombrados, como los de Roma y de Loreto, a fin de pedir a Dios que le diera a conocer su divina voluntad a su respecto.
De Chieri, en Piamonte, escribió una carta a sus padres informándoles de su proyecto de entrar en alguno de los numerosos monasterios de Italia.
Sin embargo Benito tuvo otra iluminación interior, que le hizo comprender por fin el género de vida que debía llevar: “Era la voluntad de Dios que él, como san Alejo, abandonara a sus padres y todo el confort del mundo, para llevar un nuevo estilo de vida, más doloroso, más penitencial, ni en el aislamiento ni en el claustro, sino en medio del mundo, visitando devotamente como peregrino los lugares famosos de la devoción cristiana”.2 Benito encontró entonces la paz de alma que tanto buscaba en el claustro.

Esa vocación era tan singular, que Benito temió decidirse por sí solo a seguirla. Por eso la sometió repetidas veces al juicio de experimentados confesores, y solo siguió ese camino cuando fue aprobado por ellos.
Comenzó entonces su gesta de peregrino mendigo. Vestía una vieja casaca, llevaba un rosario al cuello y otro en una de sus manos, un crucifijo al pecho y una bolsa a la espalda, en la cual cargaba un Evangelio, un breviario —que le permitía rezar el oficio divino diariamente— una copia de la Imitación de Cristo y algunos otros libros piadosos. Benito no usó otro traje hasta el final de su vida, quince años después.
Para dormir, tenía el suelo; como techo, las estrellas del cielo. Se alimentaba apenas una vez al día con un pedazo de pan o algunas hierbas, recibidas por caridad u obtenidas de lo que otros desechaban. Nunca pedía limosnas, sino esperaba que voluntariamente le fuese dado lo que necesitaba. Daba a los pobres todo lo que le sobraba después de atendidas sus parcas necesidades.

Sufriendo por los males de la Revolución Francesa

Por devoción a la Santísima Virgen, Benito comenzó su peregrinación visitando la Santa Casa de Loreto. En seguida fue a Asís, donde ingresó a la archicofradía llamada del Santo Cordón. Quedó extasiado con Roma, al ver imágenes de Nuestra Señora en casi todas las fachadas de las casas y cruces de calles. Visitó las basílicas de la Ciudad Eterna y subió muchas veces de rodillas las 28 gradas de la Escalera Santa. Participó de casi todas las innumerables devociones y ceremonias de las iglesias de Roma.
Benito fue después a los santuarios del reino de Nápoles, de Bari y Fabriano en Italia, Einsiedeln en Suiza, Compostela en España y Paray-le-Monial en Francia.
En este último país, los restos del jansenismo —especie de protestantismo que enfriaba el corazón y alejaba a las personas de los sacramentos— y los enciclopedistas esparcían sus perversas doctrinas, preparando el terreno para la nefanda Revolución Francesa, que se insubordinó contra el Altar y el Trono y bañó de sangre a toda la nación.
San Benito José Labre, favorecido por Dios con el don de profecía, previó esos terribles y apocalípticos acontecimientos como castigo por la impenitencia e impiedad de la sociedad de aquel tiempo. Y rezó y sufrió para que la llama de la fe no se extinguiera en aquella nación, Hija Primogénita de la Iglesia.

Los últimos seis años de su vida, Benito José los pasó en Roma, abandonándola solamente una vez al año para visitar la Santa Casa de Loreto, a la cual le tenía mucha veneración. Su incansable e implacable negación de sí mismo, humildad sin afectación, obediencia sin vacilación y perfecto espíritu de unión con Dios en la oración, desarmaban las sospechas que pudiese haber en cuanto a la originalidad de su modo de existencia. Sin embargo, su pobre figura atraía los abucheos y las piedras de los palomillas de la calle, la burla de los viejos empedernidos y las críticas e injurias de aquellos impíos que lo tildaban de hipócrita, singular y demente. Algunas veces le fue incluso negada la Sagrada Comunión, por haber sido tomado por vagabundo y haragán.
Pero el olor de santidad y el esplendor de su alma hacían muchas veces desaparecer la aversión que podía inspirar su persona tan maltratada, haciendo brillar en él la continencia y la modestia más perfectas. Los que lo conocían de cerca, como sus confesores, afirmaban que no era un hombre sino un ángel. No pudieron encontrar en él la más ligera falta contra la pureza, y declararon también que Benito, a fuerza de mortificación, había adquirido un tal imperio sobre la irascibilidad, que parecía haberse convertido en la propia mansedumbre y afabilidad, como un nuevo san Francisco de Sales. Por el bajo concepto que de sí mismo poseía, rezaba frecuentemente la oración de san Agustín: “Señor, haz que yo te conozca y me conozca: a ti, para amarte; a mí, para despreciarme”.

Sepultura de san Benito José Labre

“El mendigo de las Cuarenta Horas”

De tal manera su oración era continua, que se puede decir sin exageración que Benito José pasó los últimos quince años de su vida en contemplación.
Aunque leía las Sagradas Escrituras en latín desde la adolescencia, y muchos juzgaban que Dios le había dado una particular comprensión de los libros santos, se empeñaba en oír la explicación de la doctrina cristiana al lado de los más ignorantes. Incluso asistía al catecismo dado a los niños abandonados.

Su devoción a la Santísima Virgen era tiernísima, y la devoción al Santísimo Sacramento lo coloca entre los santos más devotos de este divino misterio. Procuraba siempre las iglesias donde se realizaban las Cuarenta Horas. En ellas quedaba extasiado, perdiendo la noción del tiempo, por lo que quedó conocido como el mendigo de las Cuarenta Horas.
Benito visitaba también a los enfermos, principalmente a los más abandonados, y les hablaba de la vida eterna. A una persona que le pidió un consejo para el futuro, le dijo: “Cada vez que oigas el reloj, acuérdate de que no eres señor de la hora siguiente; y piensa al mismo tiempo en la Pasión que quiso sufrir Nuestro Señor, para que podamos poseer la eternidad”.
Literalmente gastado por los sufrimientos y austeridades, Benito desfalleció el 16 de abril de 1783 en las gradas del atrio de la iglesia de Santa María dei Monti, en Roma. Fue llevado hasta una casa vecina, donde horas después falleció. Su muerte fue seguida por un gran número de milagros, atribuidos a su intercesión. Espontáneamente, los niños en la calle comenzaron a gritar: “¡Murió el santo! ¡Murió el santo!”.

Hoy es patrono de los mendigos y de los sintecho, de los peregrinos y de cualquier persona que haya experimentado el rechazo y la pobreza en esta vida. Como llegó a escribir de él el andariego Camilo José Cela, «si los vagabundos tuviéramos un santo patrono, lo sería Benito José Labre. Con alas en los pies, devoró las leguas y los caminos en busca de la huella de Dios».

La vida de Benito José Labre fue escrita por su confesor, P. Marconi, y presenta 136 curaciones milagrosas certificadas hasta el 6 de julio de 1783. Fue beatificado por Pío IX en 1859 y canonizado por León XIII el 8 de diciembre de 1881.

1. Les Petits Bolandistes, Vies des Saints, Bloud et Barral, París, 1882, t. IV, p. 424.
2. Op. cit., p. 429.

“Abrázame en tu abismo”
Pedro Miguel Lamet

Desándame los títulos
con los que sin razón
me visto cada día,
esa falsa cordura que me impide
la demencia feliz
de amar tu precipicio.

VER+:



miércoles, 3 de abril de 2019

LIZ MURRAY, UNA ADOLESCENTE INDIGENTE EN HARVARD 🎓



Liz Murray, 
la historia de una joven indigente 
que se graduó en Harvard
"No dejes que lo que no puedes hacer interfiera en aquello que puedes hacer", del entrenador de baloncesto John Wooden
Las memorias de una adolescente que pasó de dormir en la calle a ser una estudiante modelo en esta prestigiosa universidad se han convertido en un fenómeno editorial.


El día en que Liz Murray nació su padre se encontraba en la cárcel y su madre intentaba desengancharse de las drogas. Cuando su padre salió de prisión Liz y su hermana se acostumbraron a ver a sus padres consumir en casa. A duras penas iba al colegio y en clase sus compañeros se reían de ella por llevar la ropa y el pelo sucios. Esa situación provocó que hiciera novillos a diario y que al final acabase en un reformatorio. Después de varios problemas su madre la echó de casa. Liz sobrevivió comiendo basura y durmiendo en el metro. Un día conoció a Carlos, que la protegió durante un tiempo. Cuando su madre murió decidió retomar las riendas de su vida y volvió a estudiar. Se graduó y fue aceptada en Harvard.


Quemar la noche es la reconstrucción de un viaje a los infiernos, el periplo de una joven por el escenario de hambre, drogas y mendicidad que le tocó vivir y al que podría haberse visto abocada sin remedio. Su fuerza y su determinación por cambiar el curso de un destino en apariencia escrito hicieron que Liz Murray lograse sobreponerse a la calle y a la desesperación, y seguir adelante porque tenía algo valioso por lo que luchar: su vida. Una historia real conmovedora que nos enseña a confiar en nuestro instinto y en el poder del ser humano de cambiar frente a la adversidad y conseguir sus objetivos

Liz Murray, ahora de 30 años, tiene un trabajo estable, vive en un bonito apartamento en Nueva York y su nevera siempre está llena. Sin embargo, su vida no siempre fue así. Durante su adolescencia tuvo que dormir en estaciones de metro y comer desperdicios. Todas esas experiencias están incluidas en su primer libro, "Quemar la noche. Mi viaje desde la indigencia hasta la  Universidad de Harvard (Breaking night. A memoir of forgiveness, survival, and my journey from homeless to Harvard), un recuento de sus años en las calles del Bronx, luego de que sus papás se volvieron adictos a la heroína y contrajeron el virus del sida. Su testimonio es un ejemplo para millones de personas en el mundo, y la publicación se ubicó en la lista de los más vendidos del diario "The New York Times" apenas una semana después de salir al mercado.


Su historia es tan conmovedora que en 2003 inspiró una película para televisión nominada a tres premios Emmy. Liz recuerda que antes, cuando caminaba por la calle, la gente la miraba con asco y cambiaba de acera. Ahora se le acercan a pedirle autógrafos y consejos. Oprah Winfrey, la reina de la televisión gringa, le entregó un premio por su labor. Y hoy dicta conferencias en todo el mundo al lado de personalidades como el Dalái Lama, Tony Blair y Mijail Gorbachov. Uno de los episodios más impactantes que suele contar a los asistentes a sus charlas es que, con su hermana Lisa, para calmar el hambre solían comer cubos de hielo, crema dental y hasta humectante labial con sabor a cereza.


Pero hay detalles aún más escalofriantes. Las sábanas, sillas y paredes de su casa estaban manchadas de sangre porque sus papás se inyectaban heroína a toda hora y en cualquier lugar. En una ocasión su mamá le robó la plata que le habían regalado de cumpleaños, y, en otra, vendió el televisor y un pavo de acción de gracias para comprar droga. Aunque su papá también era adicto, había alcanzado a cursar unos semestres en la universidad. Era un lector voraz de la revista "The New Yorker" y nunca devolvía los libros que alquilaba en las bibliotecas públicas. Además, se sabía todas las respuestas del famoso concurso de televisión Jeopardy!, y en sus momentos de lucidez les enseñaba a leer a sus hijas. 


Liz sacaba muy buenas notas en el colegio, pero casi no iba a clase porque los niños le decían "piojosa". Podía pasar varias semanas sin bañarse y sus papás ni siquiera se daban cuenta. A pesar de su descuido, no les guarda rencor. "Ambos tenían una adicción muy seria, pero no eran malos. Aunque cometieron errores, yo siempre supe que, de no ser por su enfermedad, habrían sido mejores padres". Por eso, cuando a los 15 años se enteró de que su mamá tenía sida, se dedicó a cuidarla día y noche. Poco después de su muerte, su papá, también infectado, dejó de pagar el arriendo y se fue a vivir a un hogar de paso donde falleció en 2006. Fue entonces cuando Liz y Lisa quedaron abandonadas. Su hermana solía quedarse en la casa de sus amigos, mientras que ella dormía en estaciones del metro y en las bancas de los parques.

Durante cuatro años Liz se mantuvo a punta de limosnas y se hizo amiga de otros jóvenes desamparados como ella. "Yo sabía que tenía que cambiar mi vida. Acababa de cumplir 16 y estaba siguiendo los mismos pasos de mi mamá cuando tenía mi edad. Ella también se había quedado sin hogar y había abandonado la escuela. Su muerte me impactó profundamente y me di cuenta de que debía romper ese ciclo de pobreza". 


La joven decidió entonces validar el bachillerato. En 1999 ganó una de las becas que anualmente entrega "The New York Times" para estudiar en Harvard, y se inclinó por la Psicología. Al poco tiempo la llamaron para que hablara de su experiencia frente a un grupo de estudiantes en una escuela; el primer día solo asistieron ocho, luego llegaron 30 y la siguiente semana ya eran 200. Después de una década, hoy a muchos todavía les parece difícil creer que, con todo ese historial a cuestas, Liz no terminara convertida en una delincuente.


De la calle a Harvard


Liz Murray. De mendiga a universitaria en Harvard


El proyecto arthur
ACABAR CON LA POBREZA GENERACIONAL ATRAVÉS DEL APRENDIZAJE BASADO EN RELACIONES
El Proyecto Arthur es un programa único que transforma la mentoría tradicional mediante el uso de mentores profesionales para trabajar intensamente con jóvenes en riesgo durante la secundaria.

domingo, 1 de septiembre de 2013

DIOS MENDIGO (LA CANCIÓN DEL MENDIGO)



Dios mendigo

Este Dios verdadero
absoluta sustancia única
(todo lo demás es robusto devenir)
es muy divertido
es un apasionado por la vida
y por las sonrisas sencillas

Aclaremos que es serio también
pues la vida es dolorosa
por etimológica definición.
En una de esas lúdicas tropelías
nuestro Señor del cielo y de la tierra

se ha vestido de mendigo
eligiéndolo como su traje predilecto
Y para colmo de ironía
siempre lleva con él
un texto de Mark Twain
como su Biblia sacrosanta

¡El príncipe y el mendigo!
¡Este es el texto sagrado!
Suele gritar por las calles
levantando el viejo texto
con su mano temblorosa

¡Arrepiéntanse príncipes y princesas
de vuestra vida de mendigos!
Grita a boca de jarro
y la gente lo mira y sonríe
pues la esquizofrenia puede ser graciosa
cuando no la tiene uno mismo
o un familiar que se ama

El Dios mendigo
deambula sermoneando por las plazas
y suele descansar de sus prédicas
dándole su pan a las palomas
en profundo y litúrgico silencio.

(Luis Cruz Villalobos, Chile, 
de su poemario “Dios mendigo”)

LA CANCIÓN DEL MENDIGO
de Delmira Agustini
en Los Astros del Abismo


. . . . Fué una canción muy triste, una canción de antaño
Despertada de pronto... Fué como si el acento
Vagante olvidado de una voz muy amiga
A través de los años viniera a sorprendernos.
Una vieja aria triste trayendo entre sus pátinas,
. . . . . . . . . . . . .De los días muy lejos,
Un antiguo perfume misterioso y querido,
Cada nota una vieja visión, un viejo ensueño.
.
. . . .- ¡ Oh, la grave aria triste roída por los años
Evocóme un paseo lento en un parque viejo
Buscando entre la hireba los senderos de antaño
Y en el dormido estanque la visión de otros tiempos !-
La voz que la decía era el molde más digno
. . . . . . . . . . . . .A su sabor añejo...
Yo lloré, lloré mucho... la mañana era opaca...
La canción era triste... el mendigo muy viejo...

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

. . . .Súbito vi del ahada madrina el tul celeste,
Las alas de diamantes, el peto de cristal;
Brillantes de rocío traía en la azul veste,
El carro de turquesas, la cabellera astral;
Y abrojos y perfumes que un largo viaje agreste
Prendiera bajo el oro de un cielo matinal,
Dijo: en tu cuna pongo esta flor, ella preste
Su miel y su fragancia a tu fiesta auroral.

. . . .La he buscado a través de los campos salvajes
Mil años! Hoy corona la angustia de mis viajes:
Tómala, tuya es. - Gracias!, gracias madrina !-
- Alma de extraña planta que rara vez florece.
La flor que aquí te ofrezco jamás, jamás fenece !...

. . . .Y es reina del perfume, del pétalo y la espina !



JULIO JARAMILLO EL MENDIGO


martes, 16 de julio de 2013

JULIUS LEDERER, UN JOVEN SOLITARIO ALEMÁN QUE QUERÍA VIVIR LIBRE EN LA INTEMPERIE URBANA




Julius Lederer, el vagabundo más conocido en Galicia, nació en 1980 en Bornheim, Alemania. Durante 6 años vivió en las calles de Galicia. Recorrió gran número de vilas y ciudades gallegas como Ferrol, Burela, Cedeira o Lugo.
Remató abandonando las calles en contra de su propia voluntad, para ser ingresado en un centro psiquiátrico de Lugo, Galicia, en que poco tiempo después, el 7 de febrero de 2012 falleció.
Julius Lederer, o vagabundo máis coñecido en Galicia, naceu en 1980 en Bornheim (Alemania). Durante 6 anos viviu nas rúas galegas. Recorreu gran numero de vilas e cidades galegas como Ferrol, Burela, Cedeira ou Lugo.
Rematou abandoando as rúas en contra da súa propia vontade, para ser ingresado nun centro psiquiátrico de Lugo, no que pouco tempo despois, o 7 de febreiro de 2012 faleceu. 
(En Galego)

El mundo tras Julius (Documental completo en castellano) 

from FlyingRatProductions on Vimeo.


Soy un vagabundo solitario...
BOB DYLAN


Soy un vagabundo solitario
...
Sin familia ni amigos.
Allí donde podría empezar la vida de cualquiera,
Es exactamente donde acaba la mía.
He probado suerte en el soborno,
El chantaje y el fraude,
Y he cumplido condenas por todo
Menos por pedir en la calle.

Hubo un tiempo en que yo era un hombre próspero,
No me faltaba de nada,
Tenía oro de catorce quilates en la boca
Y seda en mis espaldas,
Pero no confié en mi hermano,
Le hice caer en desgracia,
Y esa fue la causa de mis desdichas.
Lo que me llevó a desaparecer deshonrado.

Amables señores y amables caballeros,
Pronto me habré ido,
Pero sólo déjenme que les advierta una cosa
Antes de seguir mi camino,
Cuiden de estar libres de mezquinas envidias
Y no se guíen por el código de nadie,
Y guárdense sus juicios para ustedes mismos
O acabarán donde yo.

****************************** *********
Sólo un vagabundo
BOB DYLAN
Al ir caminando un día, en un rincón
Vi a un viejo vagabundo tumbado en un portal
Su cara se apretaba contra el frío suelo de la acera
Y calculé que debía llevar allí toda la noche o más.

Era sólo un vagabundo, pero ya falta uno más
No deja atrás a nadie que cante su triste canción
No deja atrás a nadie que le lleve a casa
Sólo un vagabundo, pero ya falta uno más.

Una manta de papeles de periódico cubría su cabeza.
El escalón era su almohada, la calle era su cama
Una mirada a su cara permitía
ver el largo camino que había recorrido
Y un puñado de dinero dejaba ver
las monedas que había mendigado.

Era sólo un vagabundo, pero ya falta uno más
No deja atrás a nadie que cante su triste canción
No deja atrás a nadie que le lleve a casa
Sólo un vagabundo, pero ya falta uno más.

¿Hace falta acaso ser muy hombre
para ver toda la vida derrumbarse?
¿Para mirar al mundo desde un agujero en el suelo?
¿Para esperar el futuro como un caballo
que se ha quedado cojo?
¿Para yacer en el arroyo y morir sin un nombre? 
 


  ****************************** ***********
La huida del vagabundo
BOB DYLAN


Ayudadme en mi miseria
Oí al vagabundo decir
Cuando le sacaban del tribunal
Y se lo llevaban
«Mi camino no ha sido agradable
Y me queda poco tiempo,

Y sigo sin saber
Qué mal le he hecho yo a nadie»
 El juez se quitó la toga,
Sus ojos se llenaron de lágrimas
«Jamás lo comprenderías», le dijo,

«¿Por qué tienes que intentarlo?» ,
Fuera el público alborotaba,
Se le podía oír desde la puerta,
Dentro el juez bajaba del estrado
Mientras el jurado clamaba pidiendo más.

«¡Oh!, callen ya a ese maldito jurado»,
Gritaron el asistente y la enfermera.
El juicio ya fue bastante malo,
Pero esto es diez veces peor.
Justo entonces, un rayo,
Reventó el Juzgado,
Y mientras todo el mundo caía de rodillas a rezar,
El vagabundo escapó.


Colección Visor de poesía 1972
Versión de Antonio Rasines
 


https://www.facebook.com/home.php#!/pages/Julius-Lederer/182028675178905

ESTA CANCIóN ES PARA EL HOMBRE QUE DUERME EN LA CALLE


    "SOY UN VAGABUNDO" DE NIÑA PASTORI


Soy un vagabundo,
de la calle de los sueños...

lunes, 13 de febrero de 2012

LA EPIDEMIA DE LA SUPERFICIALIDAD EN NUESTRA SOCIEDAD


“La epidemia más grande de este mundo es la superficialidad”. Raimon Panikkar

"Estamos tan acostumbrados a disfrazarnos para los demás,
que al final nos disfrazamos para nosotros mismos".
François de la Rochefoucauld

El mundo vive de apariencias,
por eso estamos en la ignorancia"

"No seas hipócrita; eso únicamente te provocará
perder verdaderos amigos"

"No es tan dañino oír lo superficial
como dejar de oír lo necesario".
Marcus Fabis Quintiliano





La superficialidad actual y su tiranía

Cada día que pasa, somos muchos los que miramos a nuestro alrededor y nos damos cuenta de la superficialidad, la mera apariencia que se encuentra en el mundo en el que vivimos. Nuestra sociedad nos vende (ya que todo es capitalizable -Hemos confundido el precio con el valor-) una aparente felicidad y bienestar, pero en el fondo, esto no es más que un simulacro. La vida social está contaminada, pero nosotros nos intentamos engañar observando la aparente suntuosidad que nos rodea. La miseria y la desesperanza ya casi ni nos conmociona, somos insensibles. La falta de sentimientos es clave para entender el egoísmo y la injusticia imperantes en nuestra sociedad. Nos creemos que vivimos en una burbuja que nunca se puede romper: el problema de la modernidad es que ha cambiado el concepto de verdad por el de certeza, seguridad. No nos interesa qué es lo que pasa realmente, sino que desde nuestro sofá, con la llave echada en el cerrojo, vemos lo que pasa en la televisión o leemos la prensa como si aquello resultara una novela de ficción. Muere gente a diario de inanición, en guerras injustas... y a nosotros nos da igual. Lo consideramos un universo paralelo que no nos afecta, una realidad lejana que nunca nos tocará vivir.

Hace tiempo veía un programa en la televisión en el que se mostraba otra perspectiva de la realidad: la de los vagabundos, los desheredados. Su sustento se basaba, evidentemente, en pedir limosna en la calle, tirados en el suelo. Pasaban absolutamente desapercibidos para el resto de ciudadanos, que ni se inmutaban al encontrar allí a una persona en semejantes condiciones. Lo que me impactó realmente fue cómo trascurría la vida de éstos, olvidados por el resto de la civilización, condenados a tener que pasar sus días a otro nivel, en el suelo, casi como animales. Nosotros, en cambio, nos movemos con la cabeza muy alta (cuanto más alta mejor), con la seguridad del que todo lo tiene. El que creemos que está más abajo de nosotros no nos interesa, sino que lo que hacemos es idolatrar al que supuestamente es mejor que nosotros. La jerarquía existe, y no queremos cambiarla. ¿Para qué, si a nosotros nos va bien? Claro, intentar cambiar las cosas exige estar dispuesto a arriesgar, a jugarse el todo por la nada, y allí no queremos involucrarnos. Los dirigentes de nuestros países velan precisamente por eso: intentan seguir empobreciendo a los países más pobres para ser más ricos. Y si hace falta, se puede invadir hasta otros países, con el fin de dominarlos y establecer nuevas relaciones comerciales, evidentemente injustas, ya que lo único que buscan es el beneficio propio. Nuestro deber ante tantos atropellos es intentar mantener un espíritu crítico, reflexionando sobre lo que pasa y no tomando nada como evidente.

Una de las claves para entender el estado actual de la sociedad es el anonadamiento. Ya no hay sociedad sino masa, ya que nuestro ritmo vital es impuesto desde arriba. Muchos de nosotros somos conscientes de ello, pero no hacemos nada para cambiarlo. El compromiso nos aterroriza, creemos que la libertad es tener cuantas más opciones mejor, cuando en el fondo, ser libre es elegir la mejor opción y orientar nuestra vida hacia ella. Hace unos años leía en una revista americana una frase que me pareció muy significativa: "Discover the benefits of getting involved" (Descubre los beneficios de verte involucrado). Esta frase aparentemente tan trivial, alberga en sí una concepción de la libertad y de la vida que me parecen muy esclarecedoras, a la vez que olvidadas por nuestra sociedad, que confunde libre albedrío con libertad, vida con el mero transcurrir de los días. Dar un sentido a nuestro vida es precisamente elegir uno de los muchos caminos que ésta nos brinda, y seguirlo siempre, a pesar de las dificultades que aparezcan. Es cierto que podemos equivocarnos de elección, pero esto no puede ser una excusa para cambiar continuamente de parecer. Me viene a la mente como ejemplo, las nuevas leyes que agilizan el divorcio: Si alguien se casa se compromete a vivir y a querer a la otra persona durante toda su vida. Entiendo que puede haber divorcios, porque el ser humano es imperfecto y puede equivocarse, pero lo que no comprendo es que actualmente se divorcien tantas personas. Si uno no está seguro, ¿Para qué se casa? Ser libre es ser responsable de lo que uno dice y hace, y eso se nos olvida. (La vida es elección y compromiso y responsabilidad)

Todo lo dicho muestra la "superficialización" que sufre el mundo, que nosotros toleramos y que su origen, en mi opinión, se encuentra en el poder, tanto político, como económico o mediático. Las altas esferas no quieren que pensemos, les somos más útiles si todos hacemos lo mismo, que es lo que ellos han decidido por nosotros. De esta manera, nos creemos las mentiras de los políticos, compramos lo que la televisión nos anuncia... Debemos hacernos con el control de la situación, recuperar el poder que legítimamente nos ha sido arrebatado. La política, la economía y la televisión tienen su ámbito de acción en la sociedad, pero no pueden pretender dominarla, sino que su función es ser instrumento para que ésta se realice, progrese y se perfeccione. Cuando reestablezcamos la verdadera jerarquía, en la que el ser domine sobre la apariencia, en la que la verdad se imponga a la mentira, entonces podremos decir que nuestra sociedad va por el buen camino. Hasta que llegue ese momento, debemos trabajar mucho, intentando tener un espíritu crítico, buscando la profundidad de las cosas y no conformándonos con lo que más cómodo, que seguramente no será lo mejor ni lo más verdadero. 



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lunes, 31 de enero de 2011

POEMAS: LA CONFUSIÓN - VIVE TU TIEMPO - EL VAGABUNDO - EL DECÁLOGO - RECUERDA - LA CAUSA - LA SOLUCIÓN

LA CONFUSIÓN

No confundas la energía con la terquedad,
la perseverancia con la obstinación,
el ideal con la quimera,
el propósito general con la apetencia egoísta,
el desapego con la ociosidad,
tus aspiraciones con tus posibilidades.

0. S. Marden

VIVE TU TIEMPO

Date tiempo para trabajar:
es el precio del triunfo.
Date tiempo para pensar:
es la fuente del poder.
Date tiempo para jugar:
es el secreto de la eterna juventud.
Date tiempo para leer:
es el fundamento de la sabiduría.
Date tiempo para ser amigo:
es el camino de la felicidad.
Date tiempo para soñar:
es atar tu carreta a una estrella.
Date tiempo para mirar alrededor:
el día es muy corto para ser egoísta.
Date tiempo para reír:
es la música del alma.

EL VAGABUNDO

No tengo nada que ocultar,
nada de lo que avergonzarme,
nada de lo que arrepentirme;
mi mente es como un alambre sin final....
tengo los dos pies firmes sobre la tierra.
No tengo nada que empeñar,
ni que pedir nada a nadie.
No necesito nada que se pueda comprar,
no tengo nada para vender, ni para dejar prestado.
No tengo que demostrarle nada a nadie.
No tengo nada que enseñaros.
Mi vida podría terminar ahora mismo.
No tengo nada que dar, nada que ofreceros,
nada que merezca la pena, nada de valor.
No tengo a nadie que reciba lo mío,
nadie a quien darme.
Mi vida es una subida sin final,
una pendiente constante.
Mi amor es un sueño escrito en papel usado.
No me queda nada excepto tiempo.
No tengo nada que deciros,
no sé nada, nada he conseguido.
No poseo nada de valor,
no sé tan siquiera mi propio nombre,
pero no voy por ahí dando vueltas
como una peonza,
aunque nadie me acompañe,
estando enamorado...

Gordon Lightfoot

EL DECÁLOGO

1) Yo no hablo, ni permito que se me hable nada
que sea contrario a la perfecta salud,
la felicidad y la prosperidad.
2) Yo le hago sentir a todo ser viviente
que lo considero valioso.
3) Yo le busco el lado bueno
a todo lo que me ocurre,
y a todo lo que veo ocurrir a otros.
4) Yo pienso en todo lo mejor.
Espero todo lo mejor.
Trabajo únicamente por lo mejor.
5) Yo siento igual entusiasmo
por lo bueno que le ocurre a otro
como por lo que me ocurre a mí.
5) Yo olvido mis errores del pasado
y sigo adelante a mayores triunfos.
6) Yo llevo una expresión agradable en todo momento,
y sonrío a todo ser que contacto.
7) Yo no tengo tiempo para criticar a los demás,
ya que paso tanto tiempo mejorándome.
8) Yo me hago tan fuerte
que nada puede perturbar la paz de mi mente.
9) Yo soy demasiado grande para preocuparme.
Demasiado noble para enfurecerme.
Demasiado fuerte para temer.
Demasiado feliz
para permitir la presencia de algo negativo.

Connie Méndez

RECUERDA

Recuerda siempre que:
Nuestro valor como personas no depende
de cuanto consigamos y realicemos,
sino de la capacidad para disfrutar plenamente
de cuanto la vida nos ofrezca.

Que la felicidad no consiste
en no tener problemas,
sino en afrontarlos con mente lúcida
y corazón tranquilo.

Que no necesitas la aprobación de los demás,
porque nuestro valor no depende
de nuestra conducta:
somos seres únicos e irrepetibles.

Que no es egoísmo amarse a uno mismo,
porque, si no lo hacemos,
seremos incapaces de amar a los demás.

Que tienes derecho a equivocarte,
porque eres un ser humano
y nadie te obliga a ser perfecto.

Que tienes control sobre lo que sientes
y experimentas,
porque la causa de todo lo que te ocurre
no está afuera, sino dentro de tu mente.

Que el propósito de las buenas acciones
no debe ser buscar que te aprueben,
pagar tu culpa,
demostrar nada,
sino expresar tu espíritu esencialmente bueno.

Que eres responsable de las cosas
que te pasan en la vida,
pero no eres culpable.

Que, con más frecuencia de lo que crees,
lo que la gente te hace
es lo que tú les has pedido.

... Y recuerda:

No olvides nunca tus sueños, tus ilusiones,
que el último día de tu vida puedas decir:

"Acordaos sólo de que he reído".

L. Benitez

LA CAUSA

He buscado la causa profunda
de la felicidad humana.
Nunca la he encontrado
en el dinero, en el lujo,
en el propio provecho,
en el poder, en el ocio,
en el ruido, en el placer.

En las personas felices
he encontrado siempre
una rica vida interior,
una alegría espontánea
hacia las cosas pequeñas,
una gran sencillez.

En las personas felices
me ha impresionado siempre
la falta de envidias insensatas.
En las personas felices
no he encontrado nunca
impaciencia, agresividad o divismo,
y siempre poseían una gran dosis de humor.

Phil Bosmans

LA SOLUCIÓN

¡Oh, señor!, cuando yo tenga hambre,
ponme junto a alguien que necesite alimento.
Cuando tenga sed,
dame a alguien que necesite bebida.
Cuando tenga frío,
dame a alguien a quien ofrecer calor.
Cuando esté triste,
dame a alguien para que lo consuele.
Cuando mi carga me resulte pesada,
hazme compartir la carga de otro.
Cuando sea pobre,
condúcerne a alguien que esté necesitado.
Cuando no tenga tiempo,
dame a alguien a quien pueda echar una mano.
Cuando me sienta humillado,
permíteme tener a alguien a quien alabar.
Cuando esté descorazonado,
envíame a alguien para que lo alegre.
Cuando precise de la comprensión de los demás,
dame a alguien que tenga necesidad de la mía.
Cuando necesite que se cuiden de mí,
envíame a alguien para cuidarme de él.
Cuando esté centrado exclusivamente
en mí mismo,
orienta mis pensamientos hacia algún otro.

André Bogaert