EL Rincón de Yanka: ACTITUD

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jueves, 13 de febrero de 2025

LIBRO "YO NO": EL RECHAZO DEL NAZISMO COMO ACTITUD MORAL por JOACHIM FEST 🙋

YO NO
El rechazo del nazismo 
como actitud moral


Una de las autobiografías morales más importantes de la historia alemana del siglo XX, y entre los mejores libros que se han escrito sobre el nazismo.

Nadie se ha esforzado tanto como Joachim Fest por comprender los rasgos y mecanismos del nazismo. Su ponderado análisis del Tercer Reich, sus biografías de Adolf Hitler y de Albert Speer, así como la magistral descripción de los últimos días vividos en el búnker de Hitler que hace en El hundimiento, cuentan con millones de lectores en todo el mundo. Pero ¿cómo vivió él mismo, nacido en 1926, el nazismo, la guerra y la derrota de Alemania?

Para Joachim Fest -que falleció poco después de terminar este libro-, la profunda tragedia alemana fue la incapacidad de las élites culturales de hacer frente al nazismo. Atípico y conmovedor, este libro recoge la resistencia al régimen nazi de una familia católica alemana desde la profunda convicción moral de su padre, que asumió la pérdida de privilegios y la precariedad por resistirse a las presiones de unirse al partido nazi y a las estructuras del régimen.

En estas memorias de sus años de infancia y juventud, Joachim Fest nos ofrece por primera vez una visión íntima de sus vivencias más directas durante esos años oscuros. La temprana prohibición de ejercer la enseñanza que sufrió su padre, su propia expulsión del colegio, su iniciación en el mundo de la ópera berlinesa, sus lecturas durante el servicio militar, o su intento de fuga de un campo de prisioneros americano, son algunos de los episodios protagonizados y narrados en primera persona por un observador nato. Pero sobre todo Fest revela cómo, a pesar de las dificultades, era posible enfrentarse al agobiante acoso ideológico del régimen desde la humildad, la firmeza de principios, la cohesión familiar y la dignidad.
Para Joachim Fest –que falleció poco después de terminar este libro–, la profunda tragedia alemana fue la incapacidad de las élites culturales de hacer frente al nazismo. Atípico y conmovedor, este libro recoge la resistencia al Tercer Reich de una familia católica alemana desde la profunda convicción moral de su padre.

Una de las anécdotas que cuenta y que da título al libro, es como, después de ser represaliado por el Poder con la pérdida de su puesto de trabajo, reunió a sus dos hijos y les pidió que se grabaran a fuego en su memoria una sola frase. Se trataba de un lema, recuerda Fest, que les dijo que «le había servido de ayuda en varias ocasiones y le había evitado tomar alguna que otra decisión errónea. Y casi nunca se había equivocado cuando había seguido exclusivamente su juicio».

Nunca sobrará el enaltecimiento de virtudes como el coraje civil, la voluntad de resistencia y la defensa de la autonomía individual, tanto más ejemplares cuanto más crítica la época en que se los ejerce. Digna de elogio puede ser también la práctica de una resistencia pasiva de discreta resonancia pública, incluso unas modestas o impremeditadas manifestaciones de decencia, cuando lo que prevalece es una atmósfera de complicidad, de claudicación generalizada o de aquiescencia renuente; o cuando prevalece el miedo, sencillamente, en medio de un contexto anómalo. 


El historiador y sociólogo polaco Jan Gross, por ejemplo, refiere en su obra Vecinos el caso de una familia polaca –los Wyrzykowski- que ocultó a siete judíos el día en que los habitantes católicos de la aldea de Jedwabne atormentaron y asesinaron a sus vecinos de confesión hebrea, en julio de 1941. (La comunidad judía de Jedwabne constituía la mitad de la población aldeana, y su cohabitación plurisecular con la mitad católica había sido por lo general armoniosa.) 


Los Wyrzykowski eran campesinos sin mayor ilustración ni conciencia política que los implicados en la matanza, sin embargo rehusaron sumarse a los criminales. El suyo fue un gesto tan espontáneo como excepcional de decencia que salvó la vida de siete judíos, y por el que los victimarios de aquel día nefasto –sus amigos y conocidos de toda la vida- en lo sucesivo les hicieron la vida imposible. Nunca se hará suficiente justicia al valor de la familia Wyrzykowski. Ahora bien, también merecen ser recordados aquellos que de una u otra manera, en el transcurso de un siglo como el anterior, se negaron a dejarse llevar por la marea ascendente de las opiniones; casos cuyo valor y dramatismo se percibe mejor considerados con perspectiva histórica y que resaltan como modelos de integridad en tiempos de desquicio colectivo. Uno de éstos es el de Johannes Fest, padre del famoso periodista e historiador alemán Joachim Fest. 


Es el propio Joachim Fest quien se encarga de exaltar el recuerdo de su padre, y lo hace en sus memorias, publicadas bajo el título de Yo no. Fest hijo (1926-2006) es célebre sobre todo por su magnífica biografía de Hitler (1973) y por El hundimiento (2002), libro sobre los últimas días del dictador nazi (con una notable adaptación cinematográfica). Poco antes de fallecer publicó Yo no (2005), libro que por su índole memorialística lo tiene a él como protagonista pero en que la figura del padre destaca por sobre todas las cosas. 


El grueso de su extensión comprende los años mozos del autor, y por su enfoque y contenido remite claramente a la tradición alemana de la “novela de formación” (Bildungsroman). Son, en esencia, los años de aprendizaje y formación de Joachim Fest lo que exponen las páginas del libro, y su interés radica preferentemente en el contexto en que se concretó ese aprendizaje: 

nacido en 1926, la infancia y adolescencia del autor tuvo como telón de fondo el Tercer Reich y la Segunda Guerra Mundial. Pero decir telón de fondo no es más que hacer uso de una socorrida metáfora, y no del todo precisa. Porque un contexto como el aludido es de los más extremos que quepa recordar, un contexto sobremanera violento y desgarrador. 


Años de dictadura, de guerra y de genocidios: apenas pueden imaginarse unas circunstancias más desafiantes de la indiferencia social, más invasivas de la privacidad, más determinantes de los destinos individuales, que las del régimen hitleriano. En lo que concierne a los supervivientes, salir bien parado –con la dignidad en alto- de una prueba como la que supuso la marea totalitaria era una tarea en verdad ímproba. El ejercicio de la resistencia pasiva, la opción de Johannes Fest, es a todas luces insuficiente ante una amenaza como la que representa dicha marea, mas no por ello resulta censurable en sí.


La frase del epígrafe es una fiel síntesis de la actitud moral representada por el padre del historiador. Alude al valor de ir a razonadamente a contracorriente de la opinión de la calle a pesar del muro de silencio y desaprobación que el entorno pudiera levantar. Es una lección que Johannes Fest impartió a sus hijos a partir de una cita bíblica –en latín: Etiam si omnes, ergo non”. “Aunque todos participen, o lo consientan, yo no”. En un régimen de Estado policial y control ideológico como el nazi, semejante lección suponía una exigencia de virtud cívica muy poco común y que apenas podía manifestarse en público, a riesgo de la propia vida. La contracara de una divisa tan admirable era, por supuesto, la prudencia, otra forma de decir desconfianza. Uno de los efectos perversos de los regímenes despóticos es justamente el que la desconfianza se vuelva una virtud. Apunta Fest: 

«Sólo con los años fui consciente del horror de aquella situación, en la que estar en alerta permanente era una especie de ley tanto para los padres como para los hijos, la desconfianza una norma de supervivencia, y el aislamiento una necesidad, donde una simple torpeza infantil podía conducir a la muerte o a la ruina».

Johannes Fest era hombre de sólidas convicciones republicanas y un católico observante. Militó en el Zentrum, el Partido Católico del Centro, y propugnaba el activismo político responsable. Docente de profesión, en la época de la toma del poder por los nazis ejercía como director de un colegio. En el Ministerio de Educación eran conocidas sus opiniones democráticas y contrarias al nazismo, de las que nunca abjuró. Las consecuencias no tardaron en llegar: de resultas de la promulgación del Decreto para la Restauración del Funcionariado de Carrera (abril de 1933), Fest padre fue no solo despedido del Ministerio sino que, además, se le prohibió impartir clases particulares. 


La pobreza fue en adelante el sino de la familia, pero también la segregación. En torno suyo se levantó el temido muro de silencio. Cuando cundieron rumores e indicios sobre las atrocidades perpetradas por los alemanes en el este, durante la guerra, Johannes Fest hizo averiguaciones que lo convencieron de la veracidad de los mismos. La impotencia subsecuente acabó por sumirlo en el desespero de sus compatriotas.


La obra testimonial de Joachim Fest lo es también en el plano social. La historia de la degradación social de su familia es a la vez la historia del desmoronamiento espiritual de una nación, en cuyo seno medraron la delación y el matonaje, la obsecuencia y la complicidad. Los valores se invirtieron al punto que la envidia y la vileza pudieron campar por sus fueros. La ruindad y la estupidez, alineadas con los imperativos ideológicos de la hora, no tuvieron reparo alguno en exhibirse con total desparpajo. Hay en Yo no una escena tan reveladora como repugnante. Narra Fest el caso de una mujer parlotera con la que comparte viaje en un tren: 


«Después de tomar aire durante unos segundos dijo que hacía poco que, en la Pariser Strasse de Berlín, le había llamado la atención un transeúnte que llevaba los tacones torcidos. Se había acordado entonces de la observación que le había hecho su padre de que una de las características de los judíos es que llevan los tacones torcidos. 

Al llegar a la calle Güntzel se había acercado al hombre para comprobar que no llevaba la estrella de judío. «Pero lo era», prosiguió. Le había seguido otras dos calles hasta la casa en la que él se metió y había comunicado la dirección en el puesto de policía más cercano, por desgracia sin el nombre, pero ella tenía un «buen olfato» para todo lo judío. Tras echar una mirada escrutadora al departamento, añadió en un tono algo más bajo: “Se dice que los judíos ocultan dinero y joyas en los tacones; el que esté atento puede hacerse muy rico”».


Joachim Fest era en aquel entonces demasiado joven como para hacer otra cosa que admirar el ejemplo de su padre. Como tal joven, secundar ese ejemplo –en toda su magnitud- estaba fuera de su alcance. En 1944 fue llamado a filas, y se le destinó al frente occidental. Su experiencia de combate fue escasa y llegó a su fin en las proximidades de Remagen, cuando la famosa captura del puente sobre el Rin por los estadounidenses. Fue internado en un campo francés de prisioneros de guerra, del que solo fue liberado en 1946. 


Por su parte, su padre fue a parar como inverosímil soldado en Königsberg, cuya capitulación le reportó varios meses de severo cautiverio en manos de los soviéticos. Tras su regreso a Alemania en 1946, demacrado y convertido en un hombre sombrío –muy distinto del que había sido-, se reintegró a la educación y tomó parte en la reconstitución política de su ciudad, Berlín. Ahora que, curiosamente, el país se llenaba de gente “que siempre había estado en contra”, a Johannes Fest le repugnaba la idea de alardear de su condición de antiguo y tenaz opositor. Sabía muy bien que su coraje «no había dado para mucho», menos cuando debía velar por el bienestar de su mujer y sus cinco hijos. 


«A excepción de alguna ayuda mínima –afirmaba el padre-, él no había podido emprender trabajo alguno, lo más importante para él había sido mantener apartados de la infección totalitaria a su familia y a algún que otro amigo. Ocurre como con determinadas enfermedades, continuó, que primero tienes que infectarte para terminar muriendo. Con los nazis había bastado la idea de entreguismo, y ya estaba uno perdido.»

– Joachim Fest, Yo no. El rechazo del nazismo como actitud moral. Taurus, Madrid, 2007. 320 pp.




Solo unos pocos padres se atrevieron a cuestionar la educación que recibían sus hijos. Entre ellos estaba Johannes Fest. A finales de 1936, llamó a sus hijos Joachim y Wolfgang a su estudio. Joachim, que entonces tenía diez años, lo recordó más tarde: 


Quería hablarnos de un tema, empezó diciendo, que le traía de cabeza desde hacía algunos meses. Había sido provocado por una o dos diferencias de opinión con nuestra madre, que estaba terriblemente preocupada y ya casi no podía dormir... Sabía cuáles eran sus responsabilidades. Pero también tenía principios, que no iba a permitir que nadie pusiera en tela de juicio. Y mucho menos la “banda de criminales” en el poder. Repitió las palabras “banda de criminales”, y si hubiéramos sido un poco mayores sin duda nos habríamos dado cuenta de lo desgarrado que estaba. 


Había discutido lo que iba a decir con mi madre y con cierto esfuerzo habían llegado a un acuerdo. A partir de ahora habría una doble cena: una temprana para los tres niños más pequeños y otra en cuanto los pequeños estuvieran en la cama. Nosotros pertenecíamos a la sesión más tardía. La razón de esta división era muy simple: tenía que tener un lugar en el mundo donde poder hablar abiertamente y desahogarse. De lo contrario, la vida no valdría nada. Al menos no para él. Con los pequeños tendría que mantenerse a raya, como hacía desde hacía dos años cada vez que entraba en una tienda, delante del empleado de mostrador más humilde, y —por fuerza de ley— cada vez que recogía a sus hijos de la escuela. 

Era incapaz de hacerlo, dijo, y concluyó con las palabras, más o menos: 

“Un Estado que convierte todo en mentira no cruzará también nuestro umbral. No me someteré a la mendacidad [mentiras] reinante, al menos dentro del círculo familiar”. 


Eso, por supuesto, sonó un poco grandilocuente, dijo. Así las cosas, solo quería mantener a raya la hipocresía impuesta Respiró hondo, como si se hubiera quitado un peso de encima, y caminó de un lado a otro entre la ventana y la mesa de fumar unas cuantas veces. Al hacer esto, comenzó de nuevo, nos estaba convirtiendo en adultos, por así decirlo. Con ello venía el deber de ser extremadamente precavidos. Los labios apretados eran el símbolo de este estado: 


“¡Recuérdenlo siempre!” Nada de lo político que discutíamos era para que lo oyeran los demás. Cualquiera con quien intercambiáramos unas palabras podía ser un nazi, un traidor o simplemente un desconsiderado. En una dictadura, la descofianza no solo era un mandamiento, sino una virtud. Y era igual de importante, continuó, no sufrir nunca el aislamiento que inevitablemente acompañaba a la oposición a la opinión de la calle. Para ello nos daba una máxima en latín que nunca debíamos olvidar; lo mejor era escribirla, marcarla luego en la memoria y tirar la nota... Puso un trozo de papel delante de cada uno de nosotros y nos lo dictó: 


Etiam si omnes—ego non! [Aunque todos los demás lo hagan, ¡yo no!] “Es del Evangelio según San Mateo”, nos explicó, “la escena del Monte de los Olivos”. Se rio cuando vio lo que había en mi trozo de papel. Si no recuerdo mal, había escrito algo así como Essi omniss, ergo no. Mi padre me acarició la cabeza y me dijo, consolador: “¡No te preocupes! Hay tiempo suficiente para que lo aprendas”. 


Mi hermano, que ya estaba en el Gymnasium [escuela secundaria], había escrito la frase correctamente. Así, más o menos, fue como transcurrió la hora en el estudio. . . . Cuando volvimos a nuestra habitación, Wolfgang repitió, con toda la superioridad de un hermano mayor, que ya éramos adultos. Esperaba que yo supiera lo que eso significaba. Asentí solemnemente, aunque no tenía ni idea. Luego añadió que todos juntos formábamos ahora un grupo de conspiradores. Empujó con orgullo contra mi pecho: 


“¡Nosotros contra el mundo!” Asentí una vez más sin tener la menor idea de lo que significaba estar contra el mundo. Simplemente me sentía favorecido de algún modo indefinible por mi padre, con quien en el pasado reciente me había enzarzado cada vez más en discusiones a causa de alguna que otra desfachatez. La forma en que a veces me reconocía a partir de entonces con una inclinación de cabeza pasajera, también la interpreté como aprobación. 


Aquella noche, tras el paternal “Buenas noches”, mi madre entró de nuevo en nuestra habitación, se sentó unos minutos en la cama de Wolfgang y, más tarde, en la mía. “Solo digo cosas alegres... o prefiero no decir nada”, había declarado una vez. . . . Ahora se atenía a eso. Pero parecía deprimida. Fue una aventura, como a menudo, en las semanas que siguieron, me persuadí felizmente antes de dormirme. ¿Quién había tenido la oportunidad de emprender semejante empresa con su padre? Estaba decidido a no decepcionarlo...


Solo cuando fui mayor comprendí el horror de la situación, en la que la vigilancia constante se exigía como una especie de ley tanto para los padres como para los hijos, la desconfianza era una norma de supervivencia y el aislamiento una necesidad, donde la mera torpeza de un niño podía conducirle literalmente a la muerte y a la ruina. 


Quince años más tarde, cuando le pregunté a mi padre por el lado oscuro de su charla vespertina, su expresión volvió a revelar de inmediato lo preocupado que había estado entonces. Se recompuso y respondió que en aquel momento había sido muy consciente del riesgo al que se exponía a sí mismo y a su familia. Quizás había ido demasiado lejos. Pero había esperado en Dios que todo saliera bien. Y, efectivamente, la apuesta le había salido bien. 


En cualquier caso, ni nosotros ni Winfried [un hermano menor], a quien se le había permitido unirse más tarde a la segunda sesión de la cena, le habíamos causado ninguna vergüenza. 


Winfried decía que su padre les había «inculcado en nuestros años jóvenes una especie de orgullo por la discrepancia, algo que ninguno de estos “don nadies engrandecidos” vislumbraba, y que tampoco ninguno de ellos había llegado a conocer. Cada vez que alguien me preguntaba por los principios que me guiaban, yo decía que tenía que referirme a mi criterio escéptico y a mi aversión contra el espíritu de la época y sus simpatizantes. Nunca me había parecido cuestionable el “Ego non!” de aquel día inolvidable en que mi padre instituyó los dos turnos para cenar».
Así que, dice Fest, es cierto que «me educaron según los principios de un orden caduco. Ese orden me ha legado sus reglas y sus tradiciones y hasta su canon de poesía. Y todo eso me ha hecho apartarme un poco de mi tiempo, pero, a la vez, este orden me ha proporcionado una parcela de tierra firme que, en los años siguientes, me aportó cierta fuerza moral».

Y, tal como él había deseado, ninguno de nosotros había olvidado nunca la máxima que, recordaba, nos había legado. En efecto, la bella máxima latina “Aunque todos los demás lo hagan, ¡yo no!” pertenecía a toda vida verdaderamente libre.  

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1 Joachim Fest, Not I: Memoirs of a German Childhood, traducido al inglés por Martin Chalmers (Nueva York: Other Press, 2012), 71–75. Reimpreso con autorización de Other Press, LLC., y Atlantic Books, Reino Unido.



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lunes, 30 de marzo de 2020

🔅 EL CORONAVIRUS HACE SALIR NUESTRAS PARANOIAS EGOCÉNTRICAS Y EGOTISTAS

El coronavirus y
 los trastornos delirantes


Vivimos días de vulnerabilidad psicológica: la pandemia ha hecho saltar un miedo ancestral que en ocasiones torna en paranoia.

El psicólogo y analista jungiano James Hillman sostiene que la paranoia es el desorden mental por excelencia. Es un fenómeno que no puede reducirse a una explicación científica; un pensamiento torcido que se manifiesta con acciones delirantes.

Desde que la OMS ha declarado el coronavirus como pandemia global, hemos reducido nuestra libertad de movimiento como primera medida de precaución. Desde ese preciso instante, nos hemos visto sumidos en una paranoia global, alimentada por los medios de comunicación, todo sea dicho. Con ello, hemos de reconocer que estamos viviendo momentos de auténtica vulnerabilidad psicológica.

Es curioso, pero cada vez que las autoridades aparecen en los distintos medios para hacer un comunicado, el papel higiénico se agota. Lo estamos viviendo, no como una broma, pues el asunto no tiene gracia alguna, sino como una anécdota reveladora de nuestra condición paranoica. El relato que estamos protagonizando nos acerca más a la ciencia-ficción que a una realidad científica. Es una distopía que pone de manifiesto que todo lo que permanecía escondido en nuestro inconsciente, se revela en momentos críticos. Porque hay un orden oculto, más agresivo si cabe, que el orden superficial al que nuestra sociedad consumista nos tiene sometidos. La acumulación de mercancía -volvemos al papel higiénico- es tan solo un ejemplo de cómo la paranoia transgrede nuestras leyes de orden social.
Aunque se asemeje a una ficción, la verdad en la vida nunca es idéntica a la verdad en la literatura. La verdad en la vida requiere rigor mientras que en la literatura requiere imaginación. Ya puestos, imaginemos un mundo mejor y hagámoslo posible...
En estos días de pensamiento torcido, también hemos podido observar que la gente lee poco o nada y que, ante tal asunto, poco o nada podemos hacer. Las grandes superficies, o libródromos, no se han visto afectadas, como si los libros, es decir, la lectura, no fuesen artículos de primera necesidad para el confinamiento.



Con todo, desde aquí, no vamos a dejar de recomendar lecturas; letra impresa que, una vez leída, penetra en el cerebro para sanarlo. Es el caso de Philip K. Dick, autor estadounidense famoso por haber inspirado la película "Blade Runner" con su relato titulado "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?" El bueno de Philip K. Dick no llegó a ver el resultado cinematográfico. Murió en 1982, poco antes del estreno, víctima de un derrame cerebral que le tuvo hospitalizado durante varios días.
Porque hay un orden oculto, más agresivo si cabe, que el orden superficial al que nuestra sociedad consumista nos tiene sometidos.
La editorial Minotauro acaba de reeditar sus cuentos completos. Se trata de historias cortas, plenas de obsesión, donde la paranoia es la verdadera protagonista. El desorden mental que la provoca añade una nota con la que se abre el segundo volumen de los citados cuentos. Se trata de un par de párrafos extraídos de una entrevista al propio Dick, en 1974, donde el autor explica que la paranoia es la evolución de un sentido tan antiguo como el mundo; un mecanismo fisiológico de supervivencia por el cual los animales advierten que están siendo amenazados.

Según explica Dick, la paranoia es un sentido persistente “que tuvimos hace mucho tiempo, cuando éramos muy vulnerables a los depredadores”. Sin duda, sus personajes no están exentos de dicho sentido. Por eso mismo, en cada uno de sus cuentos, “tanto las maquinarias como los escenarios son futuristas, pero las situaciones provienen del pasado”.



Sin duda, Philip K. Dick sabía de lo que hablaba. La pandemia que estamos viviendo ha hecho saltar un miedo ancestral que nos supera y que se hace evidente ante la amenaza de acabar contagiados. Nos estamos rayando mucho, tal vez demasiado, pero esto no es un cuento de Philip K. Dick. Para nada. Aunque se asemeje a una ficción, la verdad en la vida nunca es idéntica a la verdad en la literatura. La verdad en la vida requiere rigor mientras que en la literatura requiere imaginación. Ya puestos, imaginemos un mundo mejor y hagámoslo posible.


El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento. 



- Es toda una experiencia vivir con miedo, verdad, Eso es lo que significa ser esclavo. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir. (Una paloma blanca sale donde él volando hacia el cielo).
- No se por que me salvó la vida. Quizas, en esos últimos momentos amaba la vida más de lo que la había amado nunca; no solo su vida: la vida de todos, mi vida. Todo lo que él quería eran las mismas respuestas que todos buscamos: de dónde vengo, adónde voy, cuánto tiempo me queda… Todo lo que yo podía hacer era sentarme allí y verle morir. Blade Runner


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lunes, 16 de diciembre de 2019

👉 MARCELINO LISTE Y NICANOR ACOSTA: DOS HOMBRES IMPRESCINDIBLES DE LA SOCIEDAD CIVIL CORUÑESA

MARCELINO LISTE, 
ese loitador incansábel y
NICANOR ACOSTA ALONSO 
un activista de las causas justas

“Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”. [In Praise of the Fighters] Bertolt Brecht
En 1976, as asociacións de veciños convértense en propagandistas de novas formas reivindicativas á búsqueda de concellos democráticos. A diferencia de outros movementos obreiros ou estudiantiles, estas organizacións de base plantexan unha contestación global ás corporacións franquistas e representan unha posibilidade real de transformación dos barrios, reducidos durante a dictadura a patios traseiros das ciudades. Os tempos estaban cambeando, e tamén as formas de reivindicar: asembleas abertas, denuncias públicas e manifestacións transmitiron estes cambeos. Desenvolvían accións de sensibilización e axitación en torno á casuística de cada demarcación. Era un movemento que quería agudizar as contradiccións do sistema e ofrecer alternativas viables a barrios sen urbanizar e carentes de equipamentos sociais. Era, en definitiva, un movemento de masas, pero, a súa vez, un movemento social. De masas, porque foi capaz de arrastrar a xentes alleas a calquera plantexamento ideolóxico preconcebido, e social porque contribuiu a crear as condicións necesarias para acadar os concellos democráticos.



A Coruña rexistra unha extraordinaria actividade veciñal e destacan propostas radicales para a época como a petición de diversa infraestructura en forma de centros culturales, deportivos, sanitarios, escolares ou, sinxelamente, zonas verdes, chegando mesmo a converterse en catalizadoras dunha alternativa vital nos barrios. As reunións, moitas veces clandestinas, serven para espallar visións ou plantexar dilemas susceptibeis de ser ensaiados. Foi un período marcado pola búsqueda de cambeos radicales en institucións alleas ás inquedanzas da veciñanza alimentado por necesidades básicas como alcantarillado, pavimentación de rúas e puntos de luz. As reivindicacións trataban cuestións moi sentidas polo conxunto da poboación no seu intento por acadar a súa identificación coas asociación de veciños.

ERA UN MOVEMENTO QUE QUERÍA AGUDIZAR AS CONTRADICCIÓNS DO SISTEMA E OFRECER ALTERNATIVAS VIABLES A BARRIOS SEN URBANIZAR E CARENTES DE EQUIPAMENTOS SOCIAIS

Os nomes de cabeceira deste movemento medran ao calor das diferentes reivindicacións, beneficiados por uns medios de comunicación que foron canles de difusión fundamental non só na propagación das reivindicacións da veciñanza, e na convocatoria de todo tipo de actos, senón tamén no éxito de moitas delas. Foi a través dos medios de comunicación como se lexitimou o movemento veciñal diante da opinión pública, pero tamén representaron o instrumento máis axeitado para vehiculizar as presións sobre as diferentes institucións. Xornalistas de grande profesionalidade, souberon captar e trasladar á cidadanía os sentimentos que reflexaban as notas de prensa das asociacións de veciños e que logo desenvolvían en columnas de análise municipal. As súas crónicas revelaban unha autonomía que hoxe poucas veces poden permitirse.


A primeira corporación democrática, presidida polo nacionalista, Domingos Merino, toma posesión o 19 de abril de 1979. Non só trouxo a A Coruña unha nova concepción das relacións cos movementos de base, permitindo mesmo debates públicos e abertos nas súas sedes cos propios concelleiros, senón que comenzou a plantexar alternativas a cuestións como o ensino, a sanidade, a cultura, o medio ambente, o urbanismo ou o deporte. Por suposto, algúns temas campaban sobre un ceo repleto de esixencias dos sectores máis recalcitrantes da cidade en forma de Alvedro ou a capitalidade que se agudizaron co intento golpista do 23 de febreiro de 1981. Dous anos despois de acceder ó cargo, o alcalde Merino, canso de aturar tamén aos socios de goberno que daban renda solta ás liortas de desestabilización cando non muñindo operacións de derribo, presenta a súa dimisión o 27 de febrero de 1981.

Por entón, Marcelino Liste, morto en 2013, á idade de 88 anos, era o home co que se identificaba o movemento veciñal coruñés. Foi moito máis que un símbolo eficaz de reivindicación porque fixo accesible a participación da veciñanza en entidades de base co seu traballo infatigábel e a súa capacidade de convencemento. Abriu brecha para continuar espallando as asociacións de veciños por todos os barrios ata o ponto de que aínda hoxe se venera a súa figura. O premio “Marcelino Liste, Xustiza e Liberdade”, inspirado polo club de opinión Foro Cívico, co patrocinio institucional da vicepresidenta da Diputación, Goretti Sanmartín, e do concelleiro de Cultura do Concello, Xosé Manuel Sande, serve para rescatar públicamente unha traxectoria que acadou unha altísima popularidade nunha etapa difícil na que se intentaba superar os atrancos da transición e na que había que convivir coas secuelas dun fallido golpe militar e un xuizo posterior repleto de riscos.
MARCELINO LISTE, MORTO EN 2013, Á IDADE DE 88 ANOS, ERA O HOME CO QUE SE IDENTIFICABA O MOVEMENTO VECIÑAL CORUÑÉS
Factor clave no declinar das asociacións de veciños foi o acceso de Francisco Vázquez á alcaldía o 23 de maio de 1983. Coincidindo coa retirada de Marcelino Liste e con honrosas excepcións, o movemento veciñal preferiu o entreguismo ó Concello. E certo que o mandato de Vázquez foi o da execución do Paseo Marítimo ou dos centros científicos, pero, quen poderá negar que tamén foron as lexislaturas na que maiores réditos obtiveron os especuladores do chan a costa mesmo de destruir todo o tecido industrial. Para que falar de asuntos herdados daquela etapa como o edificio de Fenosa, Ofimático, Someso ou Durmideiras!

O máis seguro é que Marcelino Liste quixera no que vai da súa época á actual, manter a ilusión de que a actividade das asociacións de veciños contribúa a acadar millores cotas de benestar social. Iso, a moitos que o coñecimos, aínda nos emociona.


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NICANOR ACOSTA ALONSO 
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Es habitual la presencia de Nico en el salón de plenos del Pazo de María Pita. Lo considera como una obligación de ciudadano comprometido, en la medida en que le permite tener información de primera mano de lo que se cuece en el Consistorio y valorar el comportamiento de los principales actores de la vida municipal. Ahora, como en etapas anteriores, goza del respeto de la mayoría de los concejales, incluidos los que están en sus antípodas políticas, que no dejan de reconocerle coherencia y generosidad en la defensa de las causas en las que cree. También, multas aparte, recibe un trato bastante respetuoso de los agentes policiales. Casi todos le conocen y puede que alguno hasta le admire, o incluso sienta simpatía hacia su figura, viéndole participar, siempre en actitud pacífica, en cuanta movida se monta en A Coruña por parte de los preferentistas estafados, las plataformas antidesahucios, los movimientos que reivindican mejoras en servicios o equipamientos públicos, en las Marchas de la Dignidad o en las sucesivas secuelas del 15-M.

Para sus cercanos, lo que mejor define el talante vital de Nicanor Acosta es su impronta pacifista. Cree en la fuerza de la razón, como palanca transformadora. Fue uno de los fundadores del Seminario Galego de Educación para a Paz hace ya treinta años. También de esa época proviene su implicación en defensa de los derechos de los inmigrantes, un colectivo que A Coruña le tiene como referente de primer orden, desde los latinoamericanos a los africanos, en su mayoría senegaleses, llegados por oleadas a la ciudad herculina en las últimas décadas y especialmente castigados por la dichosa crisis económica.
Siguiendo su intensa trayectoria vital, se entiende que para Nico el republicanismo viene a ser un forma de estar en el mundo y de entenderlo, la manera más plena de ejercer la ciudadanía desde la radicalidad democrática.

Es lo que él práctica con toda naturalidad en su día a día, de ahí el título de Republicano de Honra. Y como otra gente con la que comparte activismo, tiene la impresión de estar viviendo en este trance histórico las vísperas de una nueva República. Todo está en cuestión y la gente de la calle parece recuperar el protagonismo de la vida pública que le fue usurpado por las élites, no sólo económicas, también por los aparatos de los partidos, por lo que algunos ahora denominan la casta. No será, seguramente, un cielo en la tierra, pero sí un tiempo nuevo que realimentará los viejos ideales que nunca murieron, pero por los que muchos perdieron la vida.

Nicanor Acosta 
Activista y galardonado 
con el premio Marcelino Liste 



El que fuera cura de la parroquia de San Jorge en 1969 y activista coruñés Nicanor Acosta ha sido distinguido con el Premio Marcelino Liste Justicia y Libertad 2019 por su trayectoria "ejemplar" y constancia en la defensa de los más débiles y de causas justas.

El jurado de la tercera edición del galardón, reunido ayer, ha acordado por unanimidad la concesión de este premio a Nicanor Acosta, de 78 años, informa este miércoles el Foro Cívico en un comunicado.
El párroco fue detenido por enfrentarse a la dictadura franquista, estuvo un año en una prisión de Zamora y, en 1971, inició su labor activista en "Comercio Justo", Foro "Própolis", "Asociación de Educadores por la paz" en Compostela, "Foro de la Emigración", campaña "SOS por los derechos de las personas migrantes" y participó en A Coruña en la constitución de la Comisión por la Recuperación de la Memoria Histórica.
En 2011 formó parte del movimiento 15M y acampó con los jóvenes, fue miembro activo de "Stop Desahucios" asistiendo a escraches y desahucios, y en 2013 y 2016 tuvo que acudir a varios juicios por "alterar la seguridad" y llamar "ladrones" a la banca, convirtiéndose en un personaje visible de las protestas de los afectados por las preferentes.
La Diputación y el Ayuntamiento de A Coruña colaboran en este premio, que en sus dos primeras ediciones distinguió a la A.C. Alexandre Bóveda y a la Asociación de Vecinos de Monte Alto.

"La democracia es hoy posfranquismo, 
la única esperanza es la rebelión"

"Diría a los políticos que pisaran los barrios; el 15% de la población del Agra son pobres"

Nicanor Acosta nació en 1939 "delante del antiguo cuartel de la Guardia Civil de Juan Flórez" y en 1969, siendo sacerdote de la parroquia de San Jorge, fue detenido y encarcelado un año por enfrentarse a la dictadura franquista. Desde entonces ha militado en diversas causas sociales de la ciudad. Tras participar en el 15-M, tomó parte en escraches y resistencias a desahucios, y entre 2013 y 2016 acudió a juicios por injurias y resistencia. El Foro Cívico acaba de concederle el premio Marcelino Liste Xusticia e Liberdade, bautizado por el difunto sacerdote y activista coruñés. Se entregará en una cena en el Club del Mar de San Amaro.

¿Conoció a Liste?
Claro que sí, de cuando yo iba a dar el catecismo a Santa Lucía, con ocho años. Luego coincidí con él cuando ambos dábamos clase en el Hogar de Santa Lucía. Yo lo admiro y agradezco enormemente esta distinción.

¿Cómo recibe el premio?
Para mí es totalmente inmerecido. La vida me puso en sitios en los que tendría que ser de mármol si no respondiera mínimamente, que es lo que hice. El pueblo está siendo saqueado en España y gran parte del mundo. Ahí están los paraísos fiscales. Estoy leyendo la prensa, viendo que se escribe que Galicia está en el culmen del aprovechamiento científico, pero no se dice que el abandono escolar es enorme, que faltan 400 profesores en la escuela pública. Hago mías las palabras de Carmen Fernández Morente: el sistema funciona a pesar de las malas políticas y el saqueo que se está haciendo. Estar entre los primeros en una situación de estancamiento no nos puede hacer sentir complacidos.

¿A quién culpa del saqueo?
A las grandes empresas y a una minoría insignificante de gente que posee las finanzas, con la alianza de los que tienen el poder. A un compañero que estuvo en la cárcel conmigo y al que le pedían 55 años, el tribunal militar del juicio de Burgos le preguntó en 1970 si se arrepentía de lo que había hecho. Respondió que se arrepentía de lo que había dejado de hacer. El mundo judicial está al mismo nivel que el mundo político.

Decía que hubiera tenido que ser de mármol para no actuar, pero mucha gente no lo hizo.
La gente no tiene datos. La vida me puso en un lugar desde el que era fácil descubrir lo que estaba pasando. Desperté a esta conciencia porque me resultaba muy fácil.

Después de cinco décadas de activismo, ¿cómo evalúa la evolución de la sociedad?
No se puede comparar la época de la Transición con esta. Estuvimos dormidos gran parte de lo que llaman la democracia. [Juan Carlos] Monedero vino aquí hace cinco años y dijo: "después de tantos años de este tipo de democracia, todos son zombies". El país empezó a despertar en el 15-M. Ahí pusimos un interrogante en las calles y el país se preguntó: ¿esto puede seguir así?

Cifra entonces sus esperanzas en la juventud.
Totalmente. Siempre fue la juventud el motor de arranque, siempre.

¿Qué problemas concretos de la ciudad de A Coruña le conmueven?
Esta es una de las ciudades que tiene más desahucios de España, algo que no aparece en la prensa, está tapado. Los periódicos son empresas, se deben a quien paga.

¿Cree entonces que debería existir una prensa pública?
Claro, además de una banca pública. Desde luego.

¿Ve esperanzas en la situación política actual?
La única esperanza es la rebelión, la conciencia del pueblo.
La palabra rebelión se puede interpretar de muchas formas.
Es la contestación a este estado de cosas. Surge cuando hay un conocimiento previo de la realidad.

¿Cuál es la situación del tejido asociativo y contestatario de la ciudad? ¿Lo ve despierto?
Falta más coordinación y organización entre los distintos sectores, es algo que siempre digo. Nos falta mucho, y a la izquierda también. Todos tenemos déficits. No en vano pasaron 40 años de este tipo de democracia, que llamamos posfranquismo. El franquismo está desapareciendo a dosis infinitesimales, a dosis homeopáticas (ríe).

En el premio Marcelino Liste participan el Concello y la Diputación. ¿Qué les pediría que hicieran?
Que pisaran tierra, vieran la realidad, patearan los barrios. Yo vivo en el Agra del Orzán y el 15% de la población son pobres de solemnidad. En la prensa se ha resaltado que el barrio tiene veintitantos mil euros de diferencia de renta con la calle Picavia, y yo creo que se queda corta.

Esta es la primera vez que el premio se concede a un individuo y no a un colectivo. ¿A quién se lo concedería?
Por ejemplo, a Stop Desahucios. Es un tema muy grave en la ciudad y la provincia. Lo merecen más que una persona particular, y que yo mismo.

Tanto Liste y usted comenzaron a militar en cuestiones sociales cuando eran sacerdotes de la Iglesia Católica.


Yo quiero una sociedad laica (no laicista) por encima de todo. Nuestra respuesta fue un marchamo claro de conciencia cívica. Ya van sesenta años que me quité del sacerdocio, eso quiere decir algo.




A sus 80 años, el activista Nicanor Acosta ha recibido una orden desahucio del bajo en el que vive y que es también sede de la asociación Fórum Própolis, en la calle Barcelona. Asegura que ya está buscando otro local en el que seguir con la actividad que ha desarrollado "durante 21 años en el barrio", porque considera que sigue siendo "necesaria". Tiene diez días para alegar. Su objetivo, según explica, es "ganar tiempo", "alargar los plazos" para poder encontrar una alternativa en la que poder vivir y también seguir ayudando a todos los que lo necesitan.
"Es muy difícil, aquí se arreglaban bicicletas desde hace quince años, se arreglaban y se regalaban a quien las necesitaba y se enseñaba también a arreglarlas", recordaba ayer Nicanor Acosta, que tantas veces ha participado en concentraciones para paralizar desahucios. Acosta llegó a esta situación después de que el propietario del bajo, según relata, se echase atrás en su decisión de cederle a la asociación este enclave. Este expárroco recibió la noticia de que sería desahuciado el mismo día que el Foro Cívico le concedió el premio Marcelino Liste por su activismo


Un interesante documental del año 1969 sobre los vecinos de una parroquia llamada San Xiao (San Julián) de Vigo, en el concejo de Paderne, cerca de Betanzos, Provincia de La Coruña. Este trabajo documental oficial elogia la labor de los Servicios de Extensión Agraria para mejorar la vida del lugar con la traída del agua.


lunes, 27 de mayo de 2019

¿QUIÉN SOY? ¿QUIÉN ERES TÚ?

¿QUIÉN SOY?

"ENTÉRATE DE LO QUE ERES, 
Y SÉ LO QUE ERES". 
PINDARO

Tú no eres tu apellido, tu color de ojos o piel. 
No eres el colegio al que tuviste el privilegio de ir, un título universitario, tu "éxito laboral", ni el cargo que tengas donde trabajas. 

No eres el carro que manejas ni la casa donde vives; no eres tus viajes, todo lo que te compras, ni tu dinero. 
No eres la "imagen o status" que quieres de-mostrar en las redes sociales. 
No eres con quien te casaste, ni los "estándares sociales" que sigues. 
Nada de eso te hace mejor que nadie, porque nada de eso habla de quién eres tú en verdad.

Tú *ERES la amabilidad* que expresas al hablar, *el perdón* que otorgas cuando te ofenden y *la empatía* sincera que tengas ante cualquiera que pasa un difícil momento. 
Eres *la generosidad* que tengas al compartir lo que no te sobra con otro, eres *la tolerancia* ante alguien que te impacienta y *la humildad* de no hacer sentir a otros menos que tú.

Eres *la inclusión* al no discriminar a otros por sus gustos, costumbres o posición, eres *la gentileza* que tengas hacia otro que no pueda hacer nada por ti; eres *la bondad* que muestres ante un niño, un adulto mayor o una mascota. 
Eres *la inteligencia* emocional que proyectas al pensar antes de hablar para no herir a otros. 

Eres *la sonrisa* que le brindas al desconocido que pasa a tu lado caminando o *el abrazo* honesto que compartes con otro ser humano. 
Eres *la madurez* y consecuencia con la que llevas la vida, en lo que dices y en lo que haces. 

Eres *la sinceridad* cuando miras al otro a los ojos y le dices te amo, no por inercia sino sabiendo todo lo que amar de verdad significa.

Eres *la fortaleza* que haz construido, la bondad que obsequias, la forma en que en plena conciencia percibes la vida, tu vida.

Desconozco autoría


sábado, 29 de septiembre de 2018

👉 CREA NUEVOS HÁBITOS Y TEN UNA BUENA ACTITUD



SIEMBRA UN PENSAMIENTO Y COSECHARÁS UNA ACCIÓN.
SIEMBRA UNA ACCIÓN Y COSECHARÁS UN HÁBITO.
SIEMBRA UN HÁBITO Y COSECHARÁS UN CARÁCTER.
SIEMBRA UN CARÁCTER Y COSECHARÁS TU DESTINO.




CREA NUEVOS HÁBITOS 
Y TEN UNA BUENA ACTITUD
Miguel Angel Cornejo