EL Rincón de Yanka: "EL IDIOTA ILUSTRADO DE IGNORANCIA" 😵 por MIGUEL ALEMANY

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viernes, 24 de octubre de 2025

"EL IDIOTA ILUSTRADO DE IGNORANCIA" 😵 por MIGUEL ALEMANY


El idiota ilustrado de ignorancia

Cita frases que jamás entendió, repite consignas que no le pertenecen y presume de criterio mientras obedece al algoritmo con devoción monástica.
Se autoproclama libre, pero cada palabra que pronuncia fue redactada por su propia servidumbre.
El idiota ilustrado de ignorancia se emociona con causas que desconoce, se indigna según la moda, defiende la justicia del día y olvida la de ayer. Su mente funciona por reflejo condicionado: un titular, una lágrima; un eslogan, una postura moral. Cree que piensa, cuando solo reacciona.

La vieja Alétheia, aquella palabra griega que significaba desvelamiento, yace enterrada bajo toneladas de emoticonos y discursos prefabricados. La verdad se ha convertido en un fósil incómodo, una reliquia arqueológica que ningún moderno osa tocar.

El mundo prefiere el perfume del engaño antes que el sudor de la lucidez.

El poder sonríe desde su trono digital. No necesita censura: basta con saturar. La multitud se entretiene odiando a su reflejo mientras los amos cuentan los beneficios del espectáculo. Nunca existió una dictadura tan elegante: los esclavos se sienten ilustrados, los ignorantes se declaran expertos y los necios se aplauden entre sí por pensar igual.

El idiota ilustrado de ignorancia es la obra maestra del poder: un sujeto que presume de pensamiento propio mientras actúa como altavoz de lo que otros escriben. Lee titulares y se cree erudito, comparte frases y se siente filósofo, opina de todo y comprende nada. Su mente funciona con la velocidad de una notificación y la profundidad de un eslogan. Defiende la libertad desde su jaula digital, celebra su esclavitud como modernidad y se indigna con la precisión de un perro amaestrado. Cree despertar conciencias, aunque solo despierta el negocio de quienes lo adiestran.

Es la caricatura perfecta de aquel que se creyó lúcido justo en el momento en que dejó de pensar.

El poder lo observa con ternura: es su criatura perfecta. No pregunta, no recuerda, no duda. Solo siente, comparte y obedece. Y así, entre aplausos, la ignorancia se disfraza de cultura, la servidumbre se llama conciencia y el pensamiento se convierte en un lujo reservado para quienes todavía conservan el coraje de callar antes de repetir. Miguel Alemany


LAS TRES RUINAS:
DIARIO DE UN CONQUISTADOR


Miguel Alemany, autor del célebre "Diario de un conquistador en LinkedIn" —leído y comentado por miles de seguidores—, ofrece en estas páginas la historia de una vida marcada por la conquista. Su voz se forja desde la infancia, cuando escucha a sus progenitores recibir un diagnóstico lapidario: 
“El niño no es tonto; es un vago y disléxico”. Desde ese instante comienza una travesía que lo lleva a vender puerta a puerta, hasta convertirse en dueño de empresas en varios países y en escritor de referencia para toda una comunidad de luchadores.

Junto a su amigo Miguel Ángel descubre su identidad más íntima: él era un conquistador. Y desde esa certeza, levanta este libro, escrito para quienes sienten en su interior el llamado de conquistar territorios nuevos, exteriores e interiores.
En "Las tres ruinas en el camino hacia el éxito", Alemany revela cuáles son esas ruinas que todo conquistador debe atravesar: el instinto, la actitud y la visión. Tres umbrales que separan a los valientes de los mediocres, a los que buscan la conquista auténtica de aquellos que se conforman con la crítica y la cobardía. Porque, para el autor, el fracaso no existe: “No fracasan los conquistadores, fracasan las cosas”.

Con historias personales que pocos se atreverían a publicar, Alemany muestra el poder de la intuición y la osadía. Desde la confesión de haber ganado más de un millón de dólares tomando “la decisión equivocada” al vender paraguas, hasta la certeza de que la experiencia no siempre ilumina el porvenir: “El faro de la experiencia solo alumbra el camino recorrido”.
El libro culmina con una declaración de intenciones: el refugio del conquistador. Entre su huerta, sus libros, una chimenea encendida y su familia cercana, Alemany comparte la serenidad de quien ha combatido y aprendido. Su mayor refugio habita en sus pensamientos, donde transmite lo vivido y lo comprendido.

"Las tres ruinas" es un manifiesto, una confesión y una llamada. Está escrito con el corazón de un conquistador que quiere atraer a otros de su especie: autónomos, empresarios, empresarias, emprendedores y luchadores que despiertan cada día con el deseo de conquistar su propia vida.

Porque la conquista jamás fue fácil, ni lo será.

PRÓLOGO

Por conquista se conoce la acción y efecto de conquistar, es decir, ganar mediante una operación bélica determinado territorio o posición. También se llama conquista a la cosa conquistada. La palabra conquista proviene del verbo latino conquisitare, que deriva del sustantivo conquisitum, que signi­ fica ganado.
Colonización es la acción de dominar un país oterritorio por parte de otro. El proceso de colonización puede ser de carácter político, militar, cultural o presentar otras manifestaciones, así como desarrollarse en forma violenta o pacífica.
Cuando Miguel Alemany habla desde el Diario de un conquistador, a pesar de su gran e intimidante corpulencia, no lo hace desde un sentido bélico, ni agresivo sino, metafóricamente, desde el punto de vista empresarial, viven­cia! e incluso espiritual.

En el mundo empresarial, por ejemplo, un conquistador es una persona capaz de ser empática con un cliente, un generador de contactos de primer nivel. Pero suele ser mal colonizador. Y al revés ocurre parecido; el gran co­lonizador es ideal para mantener y gestionar la relación con el cliente, pero no suele ser buen captador de clientes. Esto ocurre en nuestra vida personal. Si hacemos memoria y nos acordamos de aquellos o aquellas que eran unos conquistadores amorosos, solía ocurrir que luego no gestionaban bien sus relaciones. Había excepciones, por supuesto.

El buen conquistador es curioso, inquieto, inconformista, arriesgado, creativo, carismático, líder. También puede ser impaciente, temerario, poco convencional, odiado, desordenado, impulsivo y muy envidiado. El buen co­lonizador es el que hace prosperar y multiplicar lo conquistado. Otra manera de ver al conquistador es como un cazador y al colonizador como un gran­jero. Ambas actividades tienen sus pros y sus contras. La principal diferencia estriba en la aversión al riesgo. En una empresa, e incluso en una persona, es bueno tener ambos rasgos equilibrados para poder ser exitoso.

Las personas aversas al riesgo prefieren, como se dice coloquialmente, "pájaro en mano que ciento volando". Entre dos posibilidades de las que se espere el mismo resultado, la una con certeza y la otra solamente como una mera esperanza, preferirán la opción que les aporte mayor certeza. Por ejemplo, imaginemos que un individuo averso al riesgo tuviese dos opciones. Supongamos que en una pudiese obtener 10 con un 50% de probabilidad, o 30 con otro 50%. Supongamos que otra opción le diese fijo 20. Elegiría la segunda opción, la que le aporta 20 con certeza. 

Para el individuo averso al riesgo, pesaría más la satisfacción que perdería de solamente obtener 10, que la que ganaría de obtener 30. Aunque no existiese ninguna alternativa que le ofreciese certeza en sus resultados, el individuo averso al riesgo pre­feriría siempre, dentro de opciones de las que se espere un mismo resultado, aquella en la que la probabilidad de que el resultado final se separe mucho de lo esperado inicialmente sea menor. 

Las personas propensas al riesgo, los amantes del riesgo, son quienes prefieren entre dos opciones cuyos resulta­ dos en promedio se espera que sean los mismos, aquella que ofrece menor seguridad. En el ejemplo anterior, para los propensos al riesgo pesa, más lo que les supone poder aspirar a obtener 30 que lo que les implicaría obtener solamente 10. Por eso elegirían la opción que les puede dar 30 con un 50% de probabilidad y 10 con otro 50%. Son personas a las que, a medida que van teniendo más conquistas, más satisfacción les supone obtener más. Existen cosas que solamente nos producen satisfacción si antes se poseen otras. Por ejemplo, un calcetín no nos sirve si no tenemos otro que poner en el otro pie; una raqueta de tenis necesita de una pelota para servir de algo.

Hay personas que sienten esa sensación en general en su vida entera. De nada les sirve asegurar lo esperable si no llegan a lo máximo en algún aspecto. No les preocupa perder mucho, o incluso todo, si con ello pueden aspirar a conseguir lo máximo. Y, una vez más, esa actitud es aplicable a la obtención de renta o a cualquier otro aspecto de la vida.

Desde mi amistad sincera y la lectura de este libro, la historia de Miguel Alemany es, en sus orígenes, la de un conquistador nato que con el tiempo y con las enseñanzas de la vida va adquiriendo las habilidades de colonizador y, mezclando ambas, se convierte en emperador de sí mismo y de los demás, capaz de enseñar, atraer y mantener en sus reflexiones a conquistadores y colonizadores, sin necesidad de conquistarlos ni colonizarlos. El que no es ni buen conquistador ni colonizador se suele convertir en un lastre o parásito que vive de los anteriores y que muchas horas de ociosidad las dedica a criti­ car y a envidiar a partes iguales a conquistadores, colonizadores y emperado­res.

Mi tocayo nos cuenta en las páginas que tienes por delante, generosa, amena e irónicamente, sus éxitos y fracasos y nos ayuda a reflexionar en problemas cotidianos desde su perspectiva y su natural e intuitiva sapiencia. Es un libro que, para los que lo conocemos, es una colección de muchas de las pláticas que se pueden mantener con él en cualquier dia, y para los que no lo conocéis, es el mismo sin trampa ni cartón, con sus filias y sus fobias, sus virtudes y sus defectos, atemperados por la experiencia que le van dando los años. Es lo que lees. Nada más y nada menos.

Miguel Ángel Llano Irusta.
Ingeniero Industrial, MBA 
y Doctor en Ciencias de la Administración.
Profesor de Escuelas de Negocio, 
IESE, San Telmo e IPADE.

"Un libro para conquistadores 
que los mediocres nunca deberían leer ".

INTRODUCCIÓN

Tendremos en este libro dos personajes genéricos: el conquistador y el co­lonizador medio o mediocre.
Cuando me refiero a los conquistadores, incluyo sin excepción a nues­ tras brillantes conquistadoras. Evito repetir constantemente ambos géneros, porque el castellano, por sí solo, ya honra la grandeza de quien lo habla. No necesita correcciones impuestas desde trincheras de mediocridad.
El conquistador posee una naturaleza definida. No se trata de líderes, aun­ que lideran. Ni de emprendedores, aunque emprenden. Tampoco exclusiva­mente de empresarios, aunque construyen imperios. Son seres cuyo anhelo más profundo es la conquista: de ideas, de espacios, de realidades nuevas. Esta esencia nace con ellos.No se aprende ni seenseña. Se revela.

En el lado opuesto, encontramos al colono medio. Si te descubres identifi­cado con esta figura, haz un acto noble: regala el libro. Quizás a ese cuñado al que sueles ridiculizar por habitar un mundo más dulce, donde Alicia aún conversa con su conejo blanco.
Existen colonos excepcionales que no desean conquistar y que, aun así, crean, piensan y viven con dignidad admirable. No son ellos el foco de estas páginas. Me refiero al colono mediocre, el animal más peligroso que conocí. Su disfraz preferido es el de la sensatez. Su precio, altísimo.

"No te acerques a una cabra por delante, a un caballo por detrás, ni a un tonto por ninguna parte". Proverbio judío.
Este libro es una filosofía de vida para conquistadores. No es dogma, ni receta. Es testimonio, pensamiento, heridas, renacimientos. Verás trozos de mi alma y momentos que solo mis seres más cercanos conocían. Ojalá al ce­ rrar laúltima página sientas que cada palabra tenía sentido, incluso aquellas que arden.
Al inicio de mi viaje, fui arrogante. Creía tener respuestas para todo. Con el tiempo, me sedujo una ignorancia más sabia: la de quien ya no necesita tener razón, porque lo importante es comprender. Conocerme fue la gran conquista. Entenderme, la mayor victoria.
"El camino de la conquista, el fragor de la lucha, la batalla de la vida, necesariamente deberá terminar en el sosiego de la sabiduría".

Un día cualquiera, hace muchos años, un hombre brillante y admirado me dijo:

"Existen dos tipos de personas: los conquistadores y los colonizadores. Tú eres un conquistador".

Él es Miguel Ángel Llano. Lo considero uno de los hombres más prepara­dos y rectos que he tenido cerca. Es formador, consultor, estratega y ejemplo de lo que significa saber de lo que se habla. Le dedico parte de este libro por­ que viví junto a él una de las experiencias más duras que recuerdo.
Por aquel entonces yo dirigía una fábrica de sofás de altísima calidad. Él, consejero delegado de una de las mayores empresas de venta por televisión del país. Le ofrecí un producto: un sofá con núcleo de látex. Aceptó que pre­ sentara la propuesta ante el equipo directivo y el presidente. Viajé a Granada con la muestra, acompañado por el padre de mi amigo Antonio. Esa noche, después de una cena con Miguel Ángel, regresé al hotel. Apenas crucé la puerta, escuché tres golpes secos que todavía me retumban:

¡Policía Nacional! ¡Abra la puerta! ¿Miguel Alemany?
¡Sí!

Tiene que acompañarnos. Orden de busca y captura del juzgado de Navalcarnero.
Me esposaron, tomaron mis huellas y preguntaron si tenía algún alias. Me encerraron con un hombre de dos metros cuya mirada fija atravesaba el si­ lencio. Con el paso de las horas, entendí que se encontraba bajo el efecto de las drogas. La celda apestaba a humedad rancia, a cuerpos vencidos por el encierro. El aire era espeso, casi sólido,cargado de orines y desesperanza. En el centro, un retrete metálico, oxidado y abierto, permitía que cada necesidad se convirtiera en humillación pública. Los que me rodeaban hablaban con soltura de atracos, palizas, detenciones. Uno de ellos, sudoroso y tembloroso, comenzó a gritar entre espasmos: 

"¡La metadona! ¡La metadona!". Cada voz era un eco de vidas desgarradas. Yo, encogido contra una esquina descas­ carillada, intentaba convertirme en sombra. Habían pasado ya más de diez horas. Mi mente viajaba lejos, buscando aire en el recuerdo de mi hijo, en la dulzura de sus dibujos, en su risa de dientes pequeños. Aquella imagen fue mi única defensa contra el derrumbe.

Finalmente, un agente se acercó:
Ya está aquí su abogado.
Al subir, me recibió un hombre desconocido con buena planta:
-He venido para sacarte. Esto es un sinsentido.
Y detrás de él, Miguel Ángel. Al no encontrarme en la presentación, fue al hotel. Le contaron lo ocurrido. Localizó al abogado de la empresa y vino a rescatarme.

El motivo de la detención rozaba lo grotesco: una demanda por un camión de cemento relacionado con una constructora de la que ya me había desvin­culado tiempo atrás. La denuncia, incluso, se interpuso cuando yo ya no for­ maba parte de aquella sociedad. Presté declaración. La jueza, al escuchar los hechos, comprendió de inmediato el sinsentido. Me liberó. Nunca más volví a saber del asunto.

Cuando me reencontré con Miguel Ángel, intenté explicar.No me dejó:

-¿Estás bien? Menudo susto. Vete a casa, descansa.Ya hablaremos.
Durante el trayecto, toda la tensión explotó. Tuve que detenerme varias veces. Lloré. Temblé. Sentí miedo profundo. Al llegar a casa, supe lo que sig­ nifican el abrigo de una ducha caliente, una mirada de tu esposa, un abrazo de tu hijo.
Miguel Ángel jamás volvió a hablar del tema. Nunca preguntó, nunca Juzgo.

"Inocente o culpable, él solo vio un conquistador retenido.
Los motivos eran asunto mío. El juicio lo haría Dios".

Pero esa no es la razón principal por la que hablo de él. Lo que de verdad importa es lo que me dijo tiempo atrás, compartiendo un arroz con boga­vante:
-Alemany, el mundo se divide en conquistadores y colonizadores. Tú eres de los primeros.
Desde entonces, entendí. Confirmé que, en los negocios, como en la vida, todo gira en torno a esas dos fuerzas. Una construye desde el miedo. Otra desde la visión. Una busca seguridad. Otra sueña imposibles.
Yo ya sabía lo que era. Lo había sido siempre. Desde niño.
Y este libro es un legado para aquellos que comparten ese fuego. Los que sienten que nacieron para cruzar desiertos, perder batallas, conquistar tie­ rras invisibles. Los que necesitan escuchar que todo eso que les arde por den­ tro tiene sentido.
Este libro es para ti.
***
"Si eres superficial, egotista, consumista, materialista, marquista, crédulo, relativista, partidista, consumes mucha televisión y redes sociales, y eres como Vicente; entonces, considérate un estúpido, antes de que sea demasiado tarde". Yanka

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