LA FILOSOFÍA PERENNE🔥
Históricamente, esta filosofía refleja las perspectivas de Platón y Aristóteles. La búsqueda de la verdad, que constituye la base de esta filosofía, se puede apreciar en las obras de estos famosos filósofos. Otros filósofos históricos que influyeron significativamente en el desarrollo del perennialismo fueron Santo Tomás de Aquino (1224-1274) y Jacques Maritain (1882-1973). Ambos filósofos representaron la postura perennialista eclesiástica. Por ello, argumentaron que la inteligencia por sí sola no era suficiente para comprender el universo, sino que también era fundamental tener una relación con un ser espiritual superior.Los filósofos laicos (seculares) que han influido en el perennialismo incluyen: Robert M. Hutchins, Mortimer Adler y Allan Bloom.
Los teólogos y filósofos de la religión han entendido la filosofía perenne de dos formas distintas. Entre los escritores católicos romanos, aquellos influenciados en particular por las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino, a menudo la asocian con la herencia clásica de la antigua Grecia y Roma y se refiere a las creencias sobre Dios, la naturaleza humana, la virtud y el conocimiento que los padres de la iglesia y los escolásticos medievales compartieron con filósofos precristianos, en particular Platón y Aristóteles. La expresión latina philosophia perennis, "filosofía perenne", probablemente fue empleada por primera vez en este sentido por Agostino Steucho (1496-1549), un bibliotecario del Vaticano, y fue difundida a principios del siglo XVIII por el filósofo Leibniz. Más recientemente, la frase se ha utilizado de una manera más amplia para referirse a la idea de que todas las grandes tradiciones religiosas del mundo son expresiones de una verdad única y salvadora. Al comparar esta verdad con una flor perenne, un perennialista afirma que hay una Fuente divina de toda sabiduría, que ha florecido repetidamente a lo largo de la historia. Las principales religiones, incluido el hinduismo, el budismo, el taoísmo, el judaísmo, el cristianismo y el islam, son formas diferentes de esa sabiduría y, a veces, se las denomina caminos que conducen a la misma cumbre o dialectos de un idioma común.
La filosofía perenne puede clasificarse como una especie de pluralismo, aunque con dos salvedades importantes. Primero, a diferencia de muchos pluralistas, los filósofos perennes no creen que todas las tradiciones religiosas sean válidas, pero distinguen entre las religiones verdaderas y sus falsificaciones humanas o demoníacas y, dentro de las tradiciones auténticas, entre las formas ortodoxas y heréticas. Algunos caminos llegan hasta la cima, pero otros giran sin rumbo fijo alrededor de la base de la montaña o conducen hacia el desierto. En segundo lugar, donde el pluralismo ve la religión como resultado de los esfuerzos humanos por alcanzar una Realidad divina que nunca puede ser conocida como es en sí misma, el perennialismo enseña que las religiones verdaderas u ortodoxas del mundo son directamente reveladas por esa Realidad, cada una de las cuales corresponde a un arquetipo dentro de la mente divina. Las tradiciones reveladas no comunican verdades meramente parciales o complementarias, que luego el sincretista debe combinar para lograr una comprensión completa. Más bien, cada una es completamente cierta en el sentido de que proporciona a sus adherentes todo lo que necesitan para alcanzar el estado humano más elevado o más completo, un estado en el que podrán confirmar la verdad experimentalmente a través de su participación en la naturaleza misma de Dios.
La filosofía perenne de Santo Tomás, es la corriente de pensamiento que integra la filosofía de Aristóteles con la revelación cristiana, dando lugar al tomismo. Esta perspectiva, desarrollada por Santo Tomás de Aquino, sostiene la existencia de verdades universales y permanentes sobre la Realidad divina.
Conceptos clave:
Unión de fe y razón:
Santo Tomás buscó conciliar la filosofía con la fe cristiana, utilizando la razón para profundizar en los misterios de la fe y la revelación como fuente de conocimiento.
Armonía aristotélica y tomista:
Se integra la metafísica de Aristóteles, especialmente su concepto de ser, con las verdades cristianas, como el creacionismo.
Concepción del hombre:
El ser humano se entiende como una unidad de cuerpo y alma, donde el alma racional, inmortal, es creada por Dios.
Dios como Ser Supremo:
Dios es concebido como el ser necesario, acto puro, perfecto e inmutable, cuya actividad es pensarse a sí mismo y a sus criaturas.
Ley Natural:
Los seres racionales, como el hombre, tienen una inclinación natural a la semejanza divina y a descubrir la ley natural a través de la inteligencia.
Críticas principales desde una perspectiva católica:
Relativismo y sincretismo:
La filosofía perenne, al buscar un núcleo común en todas las religiones, puede ser vista como un intento de relativizar las verdades específicas y únicas del catolicismo, promoviendo una mezcla de creencias (sincretismo) en lugar de una adhesión plena a la fe revelada.
Pérdida de la exclusividad de Cristo:
Desde el catolicismo, la verdad última se encuentra en Jesucristo. La filosofía perenne, al sugerir que diferentes vías espirituales pueden llevar a la misma iluminación o unión con lo divino, puede implicar que la salvación es accesible por otros caminos fuera de Cristo, algo incompatible con la doctrina católica.
Desvalorización de la revelación:
Al basarse en la idea de una sabiduría universal y atemporal que se manifiesta en todas las culturas, se corre el riesgo de disminuir el valor único y trascendente de la revelación divina, que el catolicismo considera fundamental para el conocimiento de Dios.
Ambigüedad entre lo natural y lo sobrenatural:
Aunque algunos perennistas católicos argumentan que se puede conciliar la razón con la fe, se critica que esta filosofía puede llevar a una confusión o mezcla indebida entre el conocimiento natural (alcanzado por la razón, como en el tomismo) y la gracia sobrenatural, que es esencial en la teología católica.
Como recordaba en 1946 Frank Sheed en los primeros párrafos de su Teología y Sensatez, la única forma verdadera de mirar el universo es ver lo que la Iglesia de Cristo ve, ver lo que ha visto siempre, lo que realmente existe y es. La lectura de santo Tomás guió a Senior a través de su particular bosque oscuro hacia su conversión al catolicismo y vertebró también como una firme costura todo su pensamiento posterior. No es una casualidad que La muerte de la cultura cristiana, con su incómoda valentía, su brillantez y su lírica, con todo su crudo realismo y su belleza, describa minuciosamente el avance imparable de la Herejía Perenne, –una expresión con la que se refiere a todas las doctrinas anti realistas, desde las sofocantes filosofías orientales hasta el moderno idealismo–, y el progresivo arrinconamiento de la Filosofía Perenne deudora de Aristóteles y santo Tomás.
“Sal a la luz de las cosas”, repetía Senior con frecuencia, citando un verso de Las mesas volcadas de Wordsworth, para advertir a sus alumnos contra todos los falsos credos que ponen en duda la existencia de una realidad objetiva y la capacidad del hombre para conocerla.
INTRODUCCIÓN
Philosophia Perennis: la frase fue acuñada por Leibniz; pero la cosa —la metafísica que reconoce una divina Realidad en el mundo de las cosas, vidas y mentes; la psicología que encuentra en el alma algo similar a la divina Realidad, o aun idéntico a ella; la ética que pone la última finalidad del hombre en el conocimiento de la Base inmanente y trascendente de todo el ser—, la cosa es inmemorial y universal. Pueden hallarse rudimentos de la Filosofía Perenne en las tradiciones de los pueblos primitivos en todas las regiones del mundo, y en sus formas plenamente desarrolladas tiene su lugar en cada una de las religiones superiores.
Una versión de este Máximo Factor Común en todas las precedentes y subsiguientes teologías fue por primera vez escrita hace más de veinticinco siglos, y desde entonces el inagotable tema ha sido tratado una y otra vez desde el punto de vista de cada una de las tradiciones religiosas y en todos los principales idiomas de Asia y Europa.
En las páginas que siguen he reunido cierto número de estos escritos, escogidos principalmente por su importancia — porque ilustraban eficazmente algún punto determinado en el sistema general de la Filosofía Perenne—, pero también por su intrínseca belleza y memorabilidad. Estas selecciones están dispuestas bajo diversos títulos e incrustadas, por decirlo así, en un comentario mío destinado a ilustrar y relacionar, a desarrollar y elucidar.
El conocimiento es una función del ser. Cuando hay un cambio en el ser del conociente, hay un cambio correspondiente en la naturaleza y la cuantía del conocimiento. Por ejemplo, el ser de un niño se transforma por el desarrollo y la educación en el de un hombre; entre los resultados de esta transformación está un cambio revolucionario en el modo de conocer y la cuantía y carácter de las cosas conocidas. A medida que el individuo crece, su conocimiento toma una forma más conceptual y sistemática, y su contenido factual, utilitario es enormemente aumentado. Pero estas ganancias se hallan contrapesadas por cierto deterioro en la calidad de la aprehensión inmediata, por un embotamiento y pérdida de poder intuitivo. O consideremos el cambio en su ser que el científico puede inducir mecánicamente por medio de sus instrumentos.
Equipado con un espectroscopio y un reflector de sesenta pulgadas, un astrónomo llega a ser, en lo que concierne a su vista, una criatura sobrehumana; y, como naturalmente hay que suponer, el conocimiento que posee esta sobrehumana criatura es muy diferente, así en cantidad como en calidad, del que pueda adquirir un simple contemplador de estrellas con sus ojos meramente humanos. Y no son los cambios fisiológicos o intelectuales del ser del conociente los únicos que afectan su conocimiento. Lo que sabemos depende también de lo que, como seres morales, decidimos hacer de nosotros mismos.
"La práctica —según las palabras de William James— puede cambiar nuestro horizonte teórico, y puede hacerlo de doble modo: puede conducir a nuevos mundos y suscitar nuevos poderes.
El conocimiento que nunca lograríamos permaneciendo lo que somos, acaso sea alcanzable en consecuencias de poderes más altos y una vida superior, que podamos lograr moralmente." Diciéndolo más sucintamente: "Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios. "Y la misma idea expresó el poeta sufí Jalal-uddin Rumí, en términos de metáfora científica: "El astrolabio de los misterios de Dios es el amor".
Este libro, lo repito, es una antología de la Filosofía Perenne; pero, con ser una antología, contiene pocas citas de escritos de literatos profesionales, y con ilustrar una filosofía, apenas nada de los filósofos de profesión. Ello obedece a una razón muy simple. La Filosofía Perenne se ocupa principalmente de la Realidad una, divina, inherente al múltiple mundo de las cosas, vidas y mentes. Pero la naturaleza de esta Realidades tal que no puede ser directa e inmediatamente aprehendida sino por aquellos que han decidido cumplir ciertas condiciones haciéndose amantes, puros de corazón y pobres de espíritu.
¿Por qué ha de ser así? No lo sabemos. Es uno de esos hechos que hay que aceptar, gústenos o no, y por implausibles e improbables que parezcan. Nada, en nuestra experiencia diaria, nos da razón alguna para suponer que el agua está compuesta de hidrógeno y oxígeno; sin embargo, cuando sometemos el agua a cierto tratamiento harto duro, se pone de manifiesto el carácter de sus elementos constitutivos. Análogamente, nada, en nuestra experiencia diaria, nos da mucha razón de suponer que la mente del hombre sensual medio posea, como uno de sus ingredientes, algo que se parezca a la Realidad inherente al múltiple mundo o que sea idéntico a ella; sin embargo, cuando esa mente es sometida a cierto tratamiento harto duro, el divino elemento, de que, por lo menos en parte, está compuesta, se pone de manifiesto, no sólo para la mente misma sino también, por su reflejo en la conducta externa, para otras mentes.
Sólo haciendo experimentos físicos podemos descubrir la naturaleza íntima de la materia y su poder latente. Y sólo haciendo experimentos psicológicos y morales podemos descubrir la naturaleza íntima del espíritu y su poder latente. En las circunstancias ordinarias de la vida sensual media, este poder continúa latente, no manifestado. Si queremos despertarlo, debemos cumplir ciertas condiciones y obedecer a ciertas reglas, cuya validez ha demostrado empíricamente la experiencia. Respecto a pocos filósofos y literatos profesionales existen pruebas de que hicieran mucho por cumplir las condiciones necesarias para el conocimiento espiritual directo. Cuando poetas o metafísicas hablan del tema de la Filosofía Perenne, lo hacen generalmente de segunda mano. Pero en cada época ha habido algunos hombres y mujeres que han querido cumplir las únicas condiciones bajo las cuales, según lo demuestra la cruda experiencia, puede lograrse tal conocimiento inmediato, y algunos de ellos han dejado noticia de la Realidad que así pudieron aprehender, y han intentado relacionar en un amplio sistema de pensamiento los datos de esta experiencia con los datos de sus demás experiencias.
A tales expositores, de primera mano, de la Filosofía Perenne, los que los conocieron les daban generalmente el nombre de "santo" o "profeta", "sabio" o "iluminado". Y principalmente a éstos, porque hay buena razón para suponer que sabían de lo que hablaban, y no a los filósofos o literatos profesionales, he acudido para mis selecciones.
En la India se reconocen dos clases de sagrada escritura: los Shruti, o escritos inspirados, autorizados de por sí, pues son resultado de una penetración inmediata en la Realidad última; y los Smriti que se fundan en los Shruti y sacan de ellos su autoridad.
"El Shruti —dice Shankara— se basa en la percepción directa. El Smriti hace un papel análogo a la inducción, pues, como la inducción, saca su autoridad de una autoridad distinta de sí mismo".
Este libro, pues, es una antología, con comentarios explicativos, de pasajes sacados de los Shruti y los Smriti de muchas épocas y lugares. Infortunadamente, la familiaridad con los escritos tradicionalmente consagrados tiende a criar, no precisamente desdén, sino algo que, para los efectos prácticos es casi tan malo: a saber, una especie de reverente insensibilidad, un estupor del espíritu, una interna sordera al significado de las palabras sagradas.
Por esta razón, al elegir el material para ilustrar las doctrinas de la Filosofía Perenne, según se formularon en Occidente, he acudido casi siempre a otras fuentes que la Biblia. Este Smriti cristiano al cual he recurrido se basa en el Shruti de los libros canónicos pero tiene la gran ventaja de ser menos conocido y por tanto, más vivido y, por así decirlo, más audible que ellos. Además, gran parte de este Smriti es obra de hombres y mujeres genuinamente santos que se pusieron en condiciones para saber de primera mano de lo que hablan.
En consecuencia puede considerárselo como una forma de inspirado Shruti, válido de por sí, y ello en grado mucho más alto que muchos de los escritos actualmente comprendidos en el canon bíblico. En los últimos años se han hecho varias tentativas para elaborar un sistema de teología empírica. Pero, pese a la sutileza y fuerza intelectual de escritores como Sorley, Omán y Tennant, el esfuerzo sólo ha logrado un éxito parcial. Aun en manos de sus más aptos expositores la teología empírica no es especialmente convincente.
La razón, a mi parecer, debe buscarse en el hecho de que los teólogos empíricos han limitado su atención más o menos exclusivamente a la experiencia de aquellos que los teólogos de una escuela más vieja llamaban "los no regenerados" —esto es, la experiencia de personas que no avanzaron mucho en el cumplimiento de las condiciones necesarias para el conocimiento espiritual. Pero es un hecho, confirmado y reconfirmado durante dos o tres mil años de historia religiosa, que la Realidad última no es clara e inmediatamente aprehendida sino por aquellos que se hicieron amantes, puros de corazón y pobres de espíritu.
Siendo ello así, apenas puede sorprendemos que una teología basada en la teología de personas correctas, ordinarias, no regeneradas sea tan poco convincente. Esta especie de teología empírica está precisamente en el mismo pie que una astronomía empírica basada en la experiencia de observadores a simple vista. Con ¡os ojos solos, puede descubrirse una pequeña, débil mancha en la constelación de Orión, y no cabe duda de que podría basarse una imponente teoría cosmológica en la observación de esta mancha. Pero tales teorizaciones, por ingeniosas que fuesen, nunca podrían decimos tanto sobre las nebulosas galácticas y extragalácticas como el trato directo mediante un buen telescopio, la cámara fotográfica y el espectroscopio.
Análogamente, ninguna teorización acerca de los indicios que puedan oscuramente atisbarse dentro de la experiencia ordinaria, no regenerada, del múltiple mundo puede decirnos tanto acerca de la divina Realidad como puede aprehender directamente un espíritu en estado de desprendimiento, caridad y humildad.
La ciencia natural es empírica; pero no se limita a la experiencia de seres humanos en su condición meramente humana, no modificada. Dios solo sabe por qué los teólogos empíricos han de creerse obligados a someterse a tal desventaja.
Y, por supuesto, mientras confinen la experiencia empírica en estos límites tan excesivamente humanos, están condenados a la perpetua frustración de sus mejores esfuerzos. Del material que ha querido considerar, ninguna mente, aun brillantemente dotada, puede inferir más que un juego de posibilidades o, en el mejor caso de especiosas probabilidades.
La certidumbre, válida de por sí, de la visión directa no puede, por la naturaleza misma de las cosas, ser conseguida sino por aquellos que están equipados con "el astrolabio de los misterios de Dios".
Si uno mismo no es sabio ni santo, lo mejor que puede hacer, en el campo de la metafísica, es estudiar las obras de los que lo fueron y que, por haber modificado su modo de ser meramente humanó, fueron capaces de una clase y una cuantía de conocimiento más que meramente humanas.
VER+:
📘 LIBRO "LA MUERTE DE LA CULTURA CRISTIANA"
Aldous Huxley - La Filosofia Perenne.doc by CarlosEse67
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