La violencia sistemática contra la derecha
que la izquierda finge no recordar
En 2011 surgió en España el llamado movimiento del 15M, creado desde la extrema izquierda (un hecho que estaba muy claro, aunque algunos ingenuos tardaron semanas o meses en darse cuenta de ello) con el fin de captar los votos de los socialistas descontentos y evitar que fueran a la abstención, después de dos desastrosas legislaturas del PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero en la presidencia del gobierno.
Aquel movimiento pronto mostró las características de la extrema izquierda clásica: en el verano de 2011, el movimiento del 15M se marcó como meta reventar la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) organizada por la Iglesia Católica en esa ciudad. En agosto de ese año, los peregrinos católicos sufrieron una ola de insultos, amenazas y agresiones por parte de matones del 15M ante las cuales el gobierno socialista de Zapatero no hizo absolutamente nada, dando órdenes a la Policía de no actuar contra los ultraizquierdistas violentos.
A pesar de estos hechos, los medios izquierdistas defendieron y blanquearon a esos matones, calificándolos como "los indignados". Esta forma de propaganda pretendía presentar a los clásicos ultraizquierdistas violentos como unos jóvenes idealistas que estaban preocupados e inquietos. En contraste, las críticas de la derecha contra el gobierno de Zapatero habían sido calificadas como "crispación". En este caso, por lo visto, no se trataba de idealistas indignados, sino de malvados agitadores que querían irritar a los españoles.
El movimiento del 15M dio lugar a Podemos, un partido de extrema izquierda que ha apoyado abiertamente la violencia y que incluso ha justificado agresiones contra rivales políticos acusándoles de "provocar" (el viejo argumento de la minifalda con el que algunos disculpaban a los violadores). Esa violencia no molestó a la izquierda que se dice moderada, pero cuando los socialistas volvieron al poder, recuperaron el cuento de la "crispación" para demonizar cualquier protesta de la derecha. Un cuento que ha sido repetido tantas veces que ya no resulta eficaz.
Así pues, la izquierda sacó otro truco de su chistera: la "polarización", una palabra que sirve para adoptar una actitud de fingida preocupación porque cada vez más gente de derechas se ha hartado de la doble moral de la izquierda y está aplicando a socialistas y comunistas su propio jarabe. Se trata, además, de un concepto que los tibios del Partido Popular y sus medios afines son propensos a asumir, en su afán de parecer más moderados que nadie.
Ayer, el diario El Mundo publicó una entrevista con la periodista izquiedista Ana Pastor, poniendo en el titular esta definición: "Polarización es que tú digas buenos días y te llamen hija de puta". Habría que hacer un matiz a esa afirmación: según el manual de propaganda de la izquierda, eso es "polarización" cuando se lo haces a un izquierdista, pero cuando la izquierda se lo hacía a la derecha era "indignación".
Yo no defiendo la violencia con fines políticos. En este blog tengo por norma no insultar a nadie. Mis armas son la palabra, los argumentos y la razón. Lo que tengo muy claro es que la izquierda está cosechando el odio que ha sembrado durante años, un odio que le ha llevado a intentar deshumanizar a todos los que no somos socialistas ni comunistas, etiquetándonos como "fascistas" o cosas peores, unas etiquetas que nos convertían en personas que merecían toda violencia, a los ojos de una izquierda radicalizada y que ve fascistas por todas partes.
La diputada de Vox Rocío de Meer tras ser agredida de una pedrada por matones de extrema izquierda en Sestao, Vizcaya, en junio de 2020. Ningún miembro del gobierno de Pedro Sánchez condenó esta agresión, y algunos miembros de Podemos acusaron a la agredida de inventárselo todo, a pesar de los numerosos testigos y de que la agresión fue grabada en vídeo.
Esa izquierda ha venido utilizando contra la derecha la falacia del hombre de paja de forma sistemática, una falacia que inventa una falsa imagen de alguien y sobre ella construye un discurso fanático que en los últimos años ha dejado un reguero de agresiones izquierdistas, especialmente contra Vox, agresiones que los socialistas y sus socios comunistas nunca han condenado, tratando a los agredidos como si fuesen apestados. Y la izquierda aún se atreve a hablar de "polarización", pasando de la ira al lloriqueo. Qué cara más dura.
ZAPATERO CON GABILONDO:
NOS CONVIENTE QUE HAYA TENSIÓN.
HAY QUE EMPEZAR A DRAMATIZAR




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