EL Rincón de Yanka: LIBROS "EL 'TÍO CURRO': LA CONEXIÓN ESPAÑOLA DE J.R.R. TOLKIEN y "LA FE DE TOLKIEN": BIOGRAFÍA ESPIRITUAL 🧚

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sábado, 13 de diciembre de 2025

LIBROS "EL 'TÍO CURRO': LA CONEXIÓN ESPAÑOLA DE J.R.R. TOLKIEN y "LA FE DE TOLKIEN": BIOGRAFÍA ESPIRITUAL 🧚

 El "Tío Curro"

La Conexión Española
de J.R.R. TOLKIEN

José Manuel Ferrández Bru

En esta segunda edición española se proporcionan nuevos datos que nos permiten profundizar aún más en Francis Morgan y la influencia que ejerció sobre su protegido J.R.R. Tolkien, y también se presenta nuevo material gráfico que nos ayuda a ser partícipes de un fascinante viaje al pasado.
Este libro es una biografía, pero no sólo es una biografía. Reconstruye la poco conocida trayectoria de Francis Morgan Osborne (1857-1935), un sacerdote católico nacido en El Puerto de Santa María (Cádiz), tutor y “segundo padre” de J.R.R. Tolkien, uno de los autores contemporáneos más conocidos.
Nos encontramos ante el resultado de una investigación exhaustiva llevada a cabo entre España e Inglaterra que ha contado, entre otros, con el apoyo de Priscilla Tolkien, hija del autor, cuyo testimonio ha permitido conocer informaciones nunca antes publicadas sobre el vínculo del autor con España a través de la figura de su tutor.
El Tolkien del título no es otro que el escritor británico John Ronald Reuel Tolkien (Bloemfontein, 1892-Bournemouth, 1973), filólogo y profesor en las universidades de Leeds y de Oxford, más conocido por el gran público como autor de la novela fantástica El hobbit (1937) y de su continuación, El señor de los anillos (1954-1955), una magna trilogía pronto convertida en un fenómeno sociocultural que todavía resuena en la actualidad, debido en parte a las aclamadas adaptaciones cinematográficas (2001-2003) del neozelandés Peter Jackson. 
En La Conexión Española de J. R. R. Tolkien, José Manuel Ferrández aborda “la influencia vital e intelectual en Tolkien de su tutor y protector el padre Francis Xavier Morgan Osborne, a través de la reconstrucción biográfica de la trayectoria vital de éste y del contexto histórico en el que se desarrolló su vida y la de sus antecedentes familiares” (p. 1). 

¿Y quién es exactamente ese “Tío Curro” que se nos presenta como la “conexión española” de Tolkien? Ya en la portada interior y en el prefacio del libro se introduce a la persona como un sacerdote católico nacido en El Puerto de Santa María (España) en 1857 y fallecido en Birmingham (Inglaterra) en 1935. Ferrández desarrolla la ascendencia de Francisco Javier Morgan Osborne en unas cuarenta páginas (33-76) del primer capítulo, titulado “Antecedentes”. En síntesis, era uno de los cuatro hijos (tres varones y una mujer) habidos del matrimonio –1851– entre el extractor de vinos Francis Morgan (1821-1876), de origen galés, y María Manuela Osborne Böhl de Faber (1827-1894), que aporta a su prole una mezcla de sangre inglesa, alemana, española e irlandesa. 

En cualquier caso, debemos precisar que Francis Morgan Osborne tenía nacionalidad británica. Cuando en 1854 fallece en El Puerto de Santa María (Cádiz) el vinatero Thomas Osborne Mann (Exeter, 1781), abuelo materno de Francisco Javier Morgan Osborne e instaurador de la familia Osborne en España, ninguno de sus dos hijos varones Tomás (1836-1890) y Juan Nicolás (1838-1897) era mayor de edad, por lo que su yerno Francis Morgan asumirá temporalmente la dirección de la empresa –denominada todavía Duff Gordon y Cía.– y la tutela de sus jóvenes cuñados. 

De manera similar, por “una curiosa coincidencia” (p. 81), Francisco Javier Morgan Osborne se convertirá en tutor de J. R. R. Tolkien y de su hermano menor Hilary tras la muerte de la madre de estos, Mabel, en 1904. Mabel Tolkien, viuda desde febrero de 1896, quiso así asegurarse de que los menores no abandonarían la práctica del catolicismo, religión a la que los tres se habían convertido en 1900. En el capítulo segundo (“Primeros años”, pp. 77-137) se describe la trayectoria de Francisco-Javier Morgan desde que con aproximadamente 9 años se traslada con su familia a Londres hasta que en 1902, siendo ya presbítero del Oratorio de S. Felipe Neri de Birmingham, establece contacto con Mabel y sus hijos. 

El papel protector y de generoso sostén económico desempeñado por el padre Morgan durante los años formativos de J. R. R. Tolkien se ha puesto de manifiesto en las diversas biografías del escritor, desde la pionera (1977) de Humphrey Carpenter hasta las más recientes de Mark Horne (2011) o Colin Duriez (2012). Sin embargo, Ferrández observa que Francis Morgan Osborne apenas es citado a partir de la mayoría de edad de su protegido, a pesar de que durante los años en que Tolkien –casado desde 1916– fue profesor universitario en Leeds (1920- 1925), “Morgan fue un visitante habitual de los Tolkien, una costumbre que se mantuvo también durante los primeros años treinta del siglo XX una vez se trasladaron a Oxford” (p. 22). José Manuel Ferrández reconstruye sucintamente -en las pp. 191-198 del capítulo tercero (“Madurez”)- la relación del padre Morgan con la familia Tolkien en este periodo final de la vida del sacerdote, para lo cual se basa en algunos recuerdos que le fueron transmitidos durante la elaboración del libro por la hija de J. R. R. Tolkien, Priscilla (Oxford, 1929). 

En la sección postrera de este mismo capítulo (pp. 199-208) se incluyen algunos fragmentos de la correspondencia inédita mantenida en 1933 entre el “tío Curro” y su sobrino segundo Antonio Osborne Vázquez (1903-1984), que se conserva en el Archivo Osborne.
El último capítulo de La Conexión Española (“A modo de epílogo”) está compuesto por cuatro ensayos. Dos de ellos, “Tolkien y el Cardenal Newman” (pp. 223-230) y “La Guerra Civil Española” (pp. 231-240), son reediciones –con algunas variaciones– de los publicados por José Manuel Ferrández en el volumen (2009) que recopila los Premios Gandalf y Ælfwine 2007 y 2008 de la Sociedad Tolkien Española. Los dos textos restantes llevan por título “Influencia intelectual en Tolkien” (pp. 211-221) y “Barriles de contrabando” (pp. 241-246). En el primero de ellos, Ferrández argumenta y ejemplifica que Francisco Javier Morgan pudo haber transmitido a J. R. R. Tolkien el “poso intelectual” –romántico, tradicional, costumbrista– que recibió de sus bisabuelos maternos Juan Nicolás Böhl de Faber y Frasquita Larrea, así como de su tía abuela Cecilia Böhl de Faber (la escritora Fernán Caballero). Habría que puntualizar una cuestión de detalle. Ferrández se refiere en la p. 99 a “la escuela de St Philip, más conocida como escuela del Oratorio de Birmingham” como una sola institución, cuando lo cierto es que se trata de dos colegios diferentes, aunque ambos se ubicaran en el barrio de Edgbaston (Birmingham). 

Francisco Javier Morgan fue ciertamente alumno (1868-1874) del Oratory School, un internado fundado por John Henry Newman en 1859. Por su parte, J. R. R. Tolkien asistió fugazmente (1902-1903) al colegio para externos llamado St Philip’s Grammar School, cuya fundación en 1887 -tres años antes de la muerte de Newman- se debe al sacerdote oratoriano Richard G. Bellasis (1849-1939). No obstante lo señalado, La Conexión Española de J. R. R. Tolkien evidencia una labor investigadora de varios años. Es un libro ameno, escrito con rigor y claridad, que sitúa con precisión en su contexto histórico los hechos narrados. 

Las notas a pie de página, de las que el autor no hace un uso abusivo, cumplen adecuadamente su función aclaratoria. El texto se ilustra con una decena de fotografías, procedentes del Archivo Osborne, del Oratorio de Birmingham y de la colección de los descendientes de Tolkien. 
La Conexión Española incluye dos útiles árboles genealógicos con las líneas materna y paterna de Francisco Javier Morgan Osborne, así como la bibliografía y las fuentes consultadas por el autor. Con esta novedosa contribución a los estudios sobre la vida y la obra de J. R. R. Tolkien, José Manuel Ferrández Bru ha cumplido con creces el objetivo, expresado por él mismo, de “componer, en un viaje a través del tiempo, un puzzle de piezas dispersas entre España y el Reino Unido”.

Prefacio

Cuando el Padre Francis Morgan entró en la vida del joven J.R.R. Tolkien, no sólo debió rellenar el vacío dejado por Mabel, su madre, que murió cuando él tenía únicamente doce años, sino también el de Arthur, su padre, que había fallecido ocho años antes. Años después, Tolkien se re­firió al Padre Francis como su 'segundo padre' y se mostró hondamente agradecido por su calidez, humanidad y comprensión.
De igual modo, la sumamente documentada biografía del Padre Fran­cis escrita por José Manuel Ferrández Bru cubre otra brecha que se re­ monta a 1977, año en que Humphrey Carpenter publicó la biografía autorizada de Tolkien. Ciertamente el trabajo de Carpenter bosqueja muy atinadamente la vida de Tolkien, si bien adolece de cierta falta de profundidad en los detalles y de cierta superficialidad al abordar muchos matices, lo que deja al lector curioso con ganas de conocer con mayor profundidad algunos de los temas tratados.

En efecto, queda mucho por descubrir acerca de este joven que pasó a convertirse en un residente de por vida del Oratorio de Birmingham, y buena parte de ello lleva al lector a detenerse a pensar en Tolkien.
Voy a mencionar sólo un ejemplo. En una actuación en la escuela del Oratorio, el joven Francis interpretó a una anciana nodriza. De acuerdo con un testigo, su actuación supuso "la aparición de una autentica bruja, con un entusiasmo y una comicidad nunca vistos''. Cuando tenía 19 años, el mismo Tolkien disfrutó de un momento de gloria muy similar inter­pretando a la Señora Malaprop en la obra de Sheridan "Los Rivales". De acuerdo con la revista de su escuela: "una verdadera creación, excelente en todos los sentidos y no menos en el maquillaje".

Sospecho que existe una conexión y que parte de este vigoroso entu­siasmo de Tolkien procedía de la actuación de su tutor. La importancia de esto no se debe subestimar. Uno de los motores que impulsaron la creatividad de Tolkien era el placer de actuar. Se trataba de alguien cuyo talento por la escritura primero floreció como una forma de exhibirse en reuniones y revistas escolares y universitarias, que incluso llegaría a comenzar conferencias sobre Beowulf dando zancadas en el escenario mientras declamaba el poema como un trovador anglosajón, y cuyas obras más conocidas, El Hobbit y El Señor de los Anillos, fueron leídas en voz alta mucho antes de que llegaran a ser impresas.

Este nuevo libro dibuja un retrato no sólo de Francis Morgan, sino tam­bién de la estirpe vinculada con el comercio del jerez en Cádiz, un pe­queño mundo en sí mismo, del que procedía, aunque su devenir le con­dujo hacia una vida diferente. También saciará el hambre de más de un entusiasta que, siguiendo el gusto hobbit, disfrute de indagar en ge­nealogías y antecedentes familiares.
Seguramente ningún otro lector sentirá una sorpresa tan grande leyendo este nuevo libro como la que yo mismo me llevé. Se trata de algo totalmente personal. Cuando descubrí que el adolescente Francis Morgan había vivido en Londres cerca de Regent Park, en el número 138 de Harley Street, hice un doble descubrimiento. Esa dirección está justo al lado de la casa en la que empecé a escribir Tolkien y la Gran Guerra. Se trata de una coincidencia trivial. pero, de repente, me hizo reconocer a La Conexión Española de J.R.R. Tolkien como lo que es: una puerta hacia una época donde las cosas familiares repentinamente toman perspec­tivas desconocidas.

El viaje en el tiempo ocupaba un lugar destacado en la mente de Tolkien en 1937 cuando comenzó una historia llamada El Camino Perdido. Fue escrita dos años después de la muerte del Padre Francis, cuando la Guerra Civil Española se mostraba como un terrible ejemplo de lo que podría estar a punto de pasar en Europa y en el mundo. Así, en el mo­mento en que Alboin, un filólogo de nuestro mundo, viaja en el tiempo a la tierra condenada de Númenor, los problemas que encuentra allí resul­tan ser sorprendentemente contemporáneos.

Pero Alboin no se traslada corporalmente a Númenor, como el ar­quetípico viajero del tiempo de H.G.Wells que viaja entre los Eloi y los Morlocks. Por contra, él lo percibe todo a través de los ojos y con la con­ ciencia de un númenóreano. Se ha sugerido que Oswin, el padre de Al­boin, debe algo al Padre Francis, sobre todo su estado de callada an­siedad paterna ante la obsesión del adolescente Alboin por el lenguaje "Eresseano" que amenaza con descarrilar sus posibilidades de entrar en la Universidad de Oxford. En tal caso, el retrato de Francis Morgan que elabora Tolkien es la pieza más emotiva de viaje en el tiempo en toda la trama; un intento de volver a examinar su propia juventud, pero vién­dola a través de los ojos de su "segundo padre" al que tanto añoraba.

En mi propia investigación ha aparecido otro hecho relevante para las biografías de estos dos hombres. Cuando murió, el Padre Francis Mor­gan dejó a Tolkien y a su hermano Hilary 1.000 libras esterlinas a cada uno. Se trataba de una suma enorme en aquellos días. A Tolkien pudo haberle ayudado a aligerar la carga de las finanzas familiares que le agobiaban y obligaban a llenar gran parte de su tiempo libre corrigiendo exámenes para obtener ingresos adicionales. Tal vez, puede que esta inyección económica liberara algo de tiempo para renovar el trabajo de su Legendarium, lo que parece haber sido un denominador común en los dos años siguientes, en que Tolkien publicó El Hobbit y comenzó su se­ cuela.

Pero Tolkien sabía que la deuda con su tutor era mucho más profunda que cualquier cosa que se pudiera adquirir con dinero. De este modo, señaló que después de la muerte de su madre encontró "la súbita ex­periencia milagrosa del amor, cuidado y humor del Padre Francis". Esta declaración recuerda el trasfondo de su ensayo Sobre los cuentos de hadas, donde define el supremo momento del cuento de hadas, "el re­pentino y gozoso «giro»" que él llamó eucatástrofe:
Hay una gracia súbita y milagrosa con la que ya nunca se puede volver a contar. No niegan la existencia de la discatástrofe, de la tristeza y el fracaso, pues la posibilidad de ambos se hace necesaria para el gozo de la liberación; rechazan (tras numerosas pruebas, si así lo deseáis) la completa derrota final, y es por tanto evangelium, ya que proporciona una fugaz visión del Gozo, Gozo que los límites de este mundo no encierran y que es penetrante como el sufrimiento mismo.
John Garth
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1. Diana Pavlac Glyer y Josh B. Long, 'Biographyas Source: Niggles and Notions', en Jason Fisher (ed.), Tolkien and the Study of His Sources, McFar­land, Jefferson,2011.
2. Archivos del Oratorio de Birmingham, citado con permiso.
3. Humphrey Carpenter, (ed.), Cartas de J. R.R. Tolkien, Houghton Mifflin, Boston,1981, Carta 332.

Introducción

Nadie es ajeno a la influencia de los que le rodean y aun aquellos que marcan tendencias, definen modas o se transforman en referentes so­ciales, son producto, en gran medida, de los vínculos que a lo largo de su vida han entablado con otras personas, ya sea de forma voluntaria o cir­cunstancia l.
En el terreno de la literatura es donde en mayor medida se ponen de manifiesto estas influencias, dado que ciertos individuos con los que un autor haya tenido una relación vital significada, dan forma y sirven de in­spiración a personajes e historias que luego se reflejan en sus obras.

En este trabajo vamos a indagar en la vida de una de estas personas: el Padre Francis Xavier Morgan, uno de esos "actores secundarios" de la bi­ografía de John Ronald Reuel Tolkien, autor conocido y significado en el mundo de las letras del siglo XX y responsable de obras que son autén­ticos iconos contemporáneos tales como El Señor de los Anillos:

El origen de la relación entre Tolkien y Morgan se remonta a la infancia del primero, a principios del siglo XX, cuando su madre, recientemente viuda, tomó la difícil decisión, sobre todo en aquel contexto histórico, de convertirse junto a sus hijos al catolicismo. Morgan, un maduro sacer­ dote católico de origen español, fue un apoyo para ellos en aquellos momentos.

El desamparo en el que quedaron tras el cambio de religión hizo que su trato se intensificara hasta el punto de que cuando, pocos años de­spués, se produjo la muerte de la madre de Tolkien, la última voluntad de ésta, temerosa de que tras su fallecimiento se obligara a sus dos hijos a abandonar la práctica del catolicismo, fue que quedaran bajo la tutela de Morgan.
El Padre Francis Morgan pasó a ser una de las principales referencias vitales de Tolkien. Desde la muerte de su madre y hasta su mayoría de edad (e incluso después) se ocupó de su formación religiosa, pero tam­bién de supervisar sus estudios, de su manutención y de su futuro.

También fue uno de los principales responsables de que Tolkien lle­gara a estudiar en la universidad de Oxford, gracias a su ayuda económi­ca e indirectamente a la oposición inicial que mantuvo sobre la relación de Tolkien con la que luego se convertiría en su esposa, Edith Mary Bratt.
Lamentablemente, su postura firme en contra de un amor juvenil que en su momento no podía aportar nada positivo para Tolkien, ni para su carrera, ni, en general, para su futuro, le ha conferido un injusto rol de severidad que dista mucho de ser real. Es más, puede afirmarse que su papel en esta cuestión ha sido el desencadenante de una encubierta e injusta animosidad hacia él y que le ha transformado en una de las per­sonas con una relación cercana a Tolkien peor considerada por los bió­grafos del autor.

En cierto modo, uno de los objetivos principales de este estudio es el de tratar de dar una imagen fiel y cercana a la realidad de Francis Mor­gan, lo que resulta una tarea compleja ya que la visión que se nos pro­porciona, en buena medida distorsionada por la trascendencia que ha adquirido la de Tolkien, nos presenta, en muchas ocasiones, un retrato poco agradable, con su forma de ser descrita como ruidosa y vulgar, su personalidad definida veladamente como mezquina y poco perspicaz o su carácter invariablemente presentado como firme e intransigente.
Sin embargo, estas opiniones responden más a tópicos que a una real­idad y la influencia de Morgan en Tolkien, seguramente de manera sor­prendente, resulta mucho más importante de lo que tradicionalmente se ha dado por sentado. Él era un hombre, que pese a la necesaria pon­deración propia de un miembro de la Iglesia, no tenía problemas en ex­hibir su carácter y su temperamento abierto en una sociedad como la británica caracterizada por su contención y su flema. Es muy probable que su aparente falta de intelecto y erudición no sea sino un reflejo de una personalidad extrovertida y chocante para el entorno social en el que se desenvolvía.

Lo que es innegable, y es un hecho apenas significado entre los bió­grafos y estudiosos de Tolkien, es la intensa relación que compartieron a lo largo de sus vidas, casi como si hubieran sido padre e hijo biológicos. Se ha destacado mucho el contacto de ambos durante los primeros años del autor, pero en cambio, a partir de su mayoría de edad, Morgan ape­nas es citado.
No obstante, eso no significa que su vínculo cesara o se atenuara, por ejemplo, por alguna clase de animadversión hacia él debido a su tem­prana oposición a la relación sentimental entre Tolkien y su futura es­ posa. Por el contrario, en los años de Leeds, la época en que Tolkien ob­tuvo su primera plaza como profesor universitario, Morgan fue un visi­tante habitual de los Tolkien, una costumbre que se mantuvo también durante los primeros años treinta del siglo XX, una vez se trasladaron a Oxford.

Este trabajo revelará igualmente como Francis Morgan procedía por parte española de una familia con unos significados antecedentes en el mundo de las letras, lo que sin duda le aportó un poso intelectual que, aun de forma indirecta, llegó sin duda a Tolkien.
Además, su universo ¡personales mucho más amplio del que se asume unánimemente y porciones de su riqueza vital también debieron transmitirse a Tolkien. Al profundizar en su biografía nos encontramos ante al­guien cuya vida se desarrolló entre dos mundos: por un lado Inglaterra hacia donde le condujo su vocación y donde era el Padre Francis Mor­gan, por otro, Anda lucía, su Puerto de Santa María natal, soleado y ale­gre, refugio vacacional y referencia vital, donde era Curro Morgan, o sim­plemente "El tío Curro", que es cura en Inglaterra.
Por ello, para poder comprender su figura y su influencia, se hace necesario tratar de reconstruir su trayectoria vital, lo que, en cierto modo, significa componer, en un viaje a través del tiempo, un puzle de piezas dispersas entre España y el Reino Unido.
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l. Resulta más que probable que aquellos que se acerquen a este tra­bajo lo hagan debido a su interés por J.R.R. Tolkien, pues aunque pueda entenderse la vida de Francis Morgan desligada de la de su protegido, su relación con éste es, sin duda, uno de los hechos que más llama la aten­ción de su biografía y, en cierto modo, su labor como su tutor constituye una de las tareas principales que le deparó su destino. Como infor­mación complementaria para aquellos que no conozca n en profundidad la biografía de J.R.R. Tolkien, éste nació el 3 de enero de 1892 en Bloem­fontein capital del entonces estado libre de Orange, hoy en día asociado a la República de Sudáfrica. Su padre era director de una sucursal ban­caria en Bloemfontein y allí nacieron sus dos hijos: John Ronald y Hilary. Sin embargo, los niños pasaron poco tiempo en África debido a su mala salud y tras su traslado a Inglaterra y su establecimiento en la zona de Birmingham, de donde era originaria la familia, su infancia vino marcada por la temprana muerte de su padre y, posteriormente, por la de su madre. Ella, que se había convertido al catolicismo hacia el final de su vida, y que por ello debió sufrir el rechazo familiar, dejó a sus hijos bajo la tutela de un sacerdote amigo de la familia:  

el Padre Francis Morgan. J.R.R. Tolkien destacó en sus estudios y se formó en lengua y literatura en Oxford, lugar al que volvería como profesor una vez superada la Primera Guerra Mundial, tras un breve paso por la Universidad de Leeds. En Oxford, Tolkien alcanzó un considerable prestigio y reconocimiento por su tarea docente e investigadora que, sin embargo, no tiene com­paración con la celebridad que le otorgaría su vertiente de escritor de obras de ficción. 

Casi como una vocación secundaria, aunque ligada a su gusto profesional por los idiomas, publicó varias novelas en vida entre las que destacan El Hobbit y especialmente El Señor de Jos Anillos, una de las obras más aclamadas del siglo XX. Póstumamente, se dieron a conocer otras entre las que destaca El Silmarillion. J.R.R. Tolkien murió el 2 de septiembre de 1972.

LA FE DE TOLKIEN
Biografía espiritual


Este libro ofrece una exploración profunda e inédita sobre cómo la religión moldeó la vida y la obra de J.R.R. Tolkien, uno de los escritores más emblemáticos del siglo XX. A través de un detallado estudio biográfico, Holly Ordway desentraña la compleja relación entre la fe personal de Tolkien y su creación literaria, especialmente en "El Señor de los Anillos", que el propio autor describió como una obra "fundamentalmente religiosa y católica". 
Este libro no solo presenta la evolución espiritual de Tolkien, desde su infancia bajo la influencia del catolicismo hasta los desafíos y confirmaciones de su fe durante las guerras y su vida adulta, sino que también muestra cómo estos elementos se entrelazan sutil y profundamente con los relatos de la Tierra Media.

Más allá de las ya conocidas hazañas literarias de Tolkien, “La fe de Tolkien” de Holly Ordway ofrece una visión íntima y personal del autor, revelando cómo sus creencias espirituales y su relación con la fe fueron fundamentales en su proceso creativo. Este enfoque no solo ilumina su vida, sino que también permite apreciar sus libros desde una dimensión más profunda y significativa.
El libro destaca cómo las relaciones personales y los acontecimientos históricos, como su amistad con C.S. Lewis y las experiencias en la Gran Guerra, moldearon y fortalecieron la fe de Tolkien. Estas influencias son clave para entender cómo sus convicciones religiosas se filtraron en sus historias, ofreciendo una nueva perspectiva sobre la creación de personajes y mundos que han cautivado a millones.

Holly Ordway no solo se basa en los escritos conocidos de Tolkien, sino que también explora cartas personales, diarios y entrevistas inéditas que arrojan luz sobre aspectos desconocidos de su vida espiritual. Esta minuciosa investigación aporta una comprensión más completa y matizada sobre cómo su fe y sus experiencias personales se reflejaron en toda su creación literaria.
“La fe de Tolkien” invita a redescubrir los libros de Tolkien con una nueva lente. Al entender la profundidad de sus convicciones religiosas y cómo estas influyeron en su narrativa, podremos encontrar nuevos significados y conexiones en sus historias favoritas. Por eso, este libro, es más que una biografía: es toda una guía para una lectura más enriquecedora y reflexiva de la Tierra Media y más allá.

El hombre tenía un carácter, y muchas cicatrices de su orfandad, pobreza infantil y de la I Guerra Mundial. Luchó con una vena depresiva. A veces era híper sensible y siempre extremadamente crítico. No le gustaban demasiado la Divina Comedia ni la traducción de la Biblia de Ronald Knox (que a C.S. Lewis, sí). Incluso al Padrenuestro puso peros. Lo consideraba redundante: «Mostraba una ligera objeción a la frase «santificado sea tu nombre» que era innecesaria, dado que ya se santifica el nombre cuando se pronuncia «Padre Nuestro». No fue tan generoso con C.S. Lewis como éste con él. De particular importancia para los lectores de Tolkien es lo crítico que era con sus críticos, esto es, su preocupación constante por cortar de raíz cualquier potencial lectura alegórica, aunque los paralelismos entre fe y obra son continuos y, a menudo, voluntarios. Y viceversa:  Tolkien se molestó ante la afirmación de un crítico de que en El señor de los anillos no había nada religioso. 
El libro de Ordway tiene un efecto benéfico: desinhibe al lector que podría estar acogotado por tanta protesta del autor contra cualquier lectura analógica o anagógica. 

Por supuesto, también era muy simpático. Una estudiante estaba desolada porque suspendió un examen. Tolkien lo ofreció una copa de jerez [¡bien!] y le dijo «Pero, querida muchacha, todo el mundo suspende eso» [¡Muy bien!]. Tiene muchos gestos de nobleza: sus cartas a sus hijos o la memoria continua de su madre o su gozo en la camaradería universitaria. Cuando escribe al biógrafo de santo Tomás Moro, Raymond Chambers, que era anglocatólico, y le propone la conversión al catolicismo, le invita a «una causa siempre perdida», pues sabía que eso obligaría mucho más a un caballero que la promesa de la victoria final. 

También lo hace entrañable saberlo un procrastinador empedernido y presa un terror johnsoniano de irse a la cama. Estos detalles dan un retrato complejo, con luces, sombras y, sobre todo, claroscuros; pero la fe lo recoge todo y le da coherencia, sentido final y una luz superior. Quizá si Ordway no hablase de y desde su vida de fe, no podría haber puesto los defectos y las virtudes del escritor genial encima de la mesa con tanta naturalidad, buen humor y esperanza. La autora añade un manejo enriquecedor de los futuribles. Hace múltiples hipótesis: 

«Si Tolkien no se hubiera hecho amigo de Lewis, nunca habría acabado El señor de los anillos, ni mucho menos lo hubiera publicado», por ejemplo. Siempre con honestidad, reconociendo que son conjeturas. Se pone algo más nerviosa cuando tiene que recoger las críticas de Tolkien al Concilio Vaticano II, que se empeña en reconducir como no había hecho antes con ninguna de las otras. Con todo, las plasma junto con iluminadores testimonios contemporáneos, y el lector se hace su composición de lugar. Espero que estos fragmentos también sirvan para que usted se haga la idea de este libro: Tolkien: 

«Soy cristiano (lo que puede deducirse de mis historias)». 
Tolkien confesó en muchas ocasiones que «se le había otorgado una historia como respuesta a una plegaria». Le era imposible desenmarañar entre sí la fe y el arte. 
Priscilla dice de su padre: «El único tipo de música que sé que amaba apasionadamente era el canto litúrgico gregoriano». 
El humor se considera como el núcleo de cualquier moralidad. [Una característica clave de la espiritualidad oratiana.] 
A lo largo de su vida tendería a procrastinar, dedicándose con empeño a cosas que no tenían nada que ver con lo que debería estar haciendo. Su capacidad de concentración era extraordinaria…, pero era excepcionalmente capaz de concentrarse en las distracciones. 
Siempre saludaba elevando el sombrero cuando pasaba junto a una iglesia.
Para 1918, todos salvo uno de mis amigos íntimos habían muerto. 
Tolkien confesó que albergaba «un ardiente rencor privado contra ese pequeño maldito ignorante Adolf Hitler que arruina, pervierte y aplica incorrectamente y vuelve por siempre maldecible ese noble espíritu del norte».
[Carta de Tolkien a sus editores alemanes en 1938] Si debo entender que lo que quieren es averiguar si soy de origen judío, sólo puedo responder que, por lo que sé, lamento no tener antepasados que pertenezcan a ese dotado pueblo 
[Contra la bomba atómica] Que semejantes explosivos estén en manos de hombres mientras su condición moral e intelectual decae… 
Uno de los temas principales de El señor de los anillos es un estudio del ennoblecimiento de los hobbits. […] eran susceptibles de «ennoblecimiento» y héroes más dignos de alabanza que los profesionales. 
Un buen sermón, según Tolkien, necesita tener «algo de arte, algo de virtud y algo de conocimiento». 
Tolkien emborronó la página con sus propias lágrimas mientras escribía [el final de El señor de los anillos]. 
Mantenía un debate constante con la familia y los amigos sobre su creciente alarma y su sentimiento de traición por parte de Roma, especialmente en la época del Concilio Vaticano II, cuando lamentó amargamente la pérdida de la misa latina tradicional y todo lo que aquello implicaba.
«Nada revela tan claramente el poder del Señor Oscuro como el distanciamiento que divide a quienes aún se le oponen». [El elfo Haldir, de Lothlórien] 
La pérdida del latín como un gran golpe, que le afectó de un modo que probablemente nadie pueda entender del todo. 
*
[Un amigo polaco al llegar de su país comunista, le dijo:] «¡Vengo de Mordor!», ejemplo que Tolkien apreció de la aplicabilidad de El señor de los anillos para representar la angustiosa situación política de Polonia. 
C. S. Lewis en una ocasión exclamó, un tanto exasperado que Tolkien era «el hombre más casado que conocía».



Fue su mentor, su tutor legal y, en muchos sentidos, el verdadero padre que el joven Tolkien necesitaba.
Morgan sostuvo a la familia cuando todos les dieron la espalda, abrió las puertas del Oratorio donde Tolkien creció en la fe, alimentó su amor por los libros e incluso le enseñó algo de español. Sin él, el autor de «El Señor de los Anillos» no habría tenido la educación, la estabilidad ni el mundo espiritual que moldearon su obra.
Basado en «El tío Curro» de José Manuel Ferrández Bru y «La fe de Tolkien» de Holly Ordway, este video rescata la historia del hombre que estuvo detrás del creador de la Tierra Media.

Entrevista a José M. Ferrández Bru - Autor de «El Tío Curro: La conexión española de JRR Tolkien»


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