EL Rincón de Yanka: LIBRO "LEYENDAS DEL TÁCHIRA" por LOLITA ROBLES DE MORA 🚵

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sábado, 20 de diciembre de 2025

LIBRO "LEYENDAS DEL TÁCHIRA" por LOLITA ROBLES DE MORA 🚵

Leyendas
del   Táchira

Lolita Robles de Mora


María de Los Dolores Robles de Mora
es el que aparece en el acta de bautismo, pero se le conoce como Lolita Robles de Mora.
Nace en el principado de Asturias (España), el 13 de mayo de 1938. El padre de Lolita Robles de Mora era maestro de escuela y su madre ayudaba en una fábrica de calzado de la familia paterna. La guerra civil española los obligó a huir de Asturias hasta Cádiz en el otro extremo de España, donde llega la familia con sus dos hijas. Allí el padre de Lolita Robles compra una granja y deja la profesión de maestro. La familia se dedica a criar gallinas, conejos, palomas y a la siembra de cultivos, pues España estaba pasando por una etapa histórica, el pueblo pasaba mucha hambre después de haber terminado la guerra. En su infancia – señala Lolita - quedo marcada su estadía en Cádiz.

Esa aparente tranquilidad se ve interrumpida cuando un incendio devora bajo el manto de las llamas la granja, debido a esto y por la situación tan caótica por la que aún pasaba el país; el padre de Lolita Robles se enrumba a un exilio obligado en los años 50, a través de la amistad de un diplomático venezolano, es allí cuando decide emigrar a Venezuela y llega a un país de un aire nuevo, sin pensarlo dos veces empieza a trabajar para el Ministerio de Agricultura y Cría.

Al año siguiente envía por sus dos hijas y su esposa. Estas atraviesan el Atlántico y al desembarcar a esa nueva tierra Lolita quedó prendada de su belleza y supo que aquella tierra la había estado esperando siempre, pero aquel día también sintió nostalgia de su viejo Cádiz. Luego tomará la decisión de nacionalizarse como venezolana en 1960.

Ya en Venezuela, Lolita empieza a formarse, a leer con voracidad, a dedicarse a crear textos y en ese andar se casa con un hombre originario de las Islas Canarias, de cuya familia tendrá dos hijos.
Lolita completa sus estudios de Bachillerato y Normal, se hace maestra de educación primaria urbana (1953), ejerce la docencia en el Instituto Católico Femenino. Maestra de Educación Primaria Urbana, Colegio Santa Rosa de Lima, La Grita. 1954. Luego en el Colegio Parroquial Monseñor Arias Blanco, en el Grupo Escolar Perpetuo Socorro (1959-1970).

Luego estudia en la Universidad Católica Andrés Bello (Táchira) licenciándose en Letras en 1966, luego inicia otro estudio en el Pedagógico de Caracas, Profesora de Castellano, Literatura y Latín, en el Instituto del Mejoramiento Profesional del Magisterio (Caracas. 1974), donde obtiene el título de Pedagoga. También ejerce en el colegio Andrés Bello, INCE Comercio, en el Instituto Alberto Adriani (1970- 1974), profesora de Castellano, Literatura y Latín, Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio; y en el Ciclo Básico Gonzalo Méndez (1974-1975) y después de un accidente automovilístico deja la docencia, pero no el estudio y realiza una maestría en Literatura Latinoamericana y del Caribe, en la Universidad de los Andes(1993) donde presenta una estupenda tesis titulada Caminos de Leyendas: 
Tradición oral en el Táchira (1995). Su gran valor literario está en su íntegra constante al estudio y a la producción de literatura. Cursa: Temas actuales de la cultura literaria cubana, en la Universidad de las Villas Santa Clara (octubre de 1995).

Desde mucho antes había ejercido la docencia. Como docente labora en casi todos los grados de educación básica, sobre todo en quinto y sexto. Así mismo ejerce funciones de coordinación de castellano, como por ejemplo en el Liceo “Gonzalo Méndez” en cuyo contexto trabajaba cuando sufrió el accidente automovilístico en el trayecto de Santa Bárbara de Barinas y el Táchira. 
“Un triple choque – comenta en su recuerdo Lolita – el carro se metió debajo de un camión y el otro carro que también venía cruzando la vía impactó contra nosotras, yo viajaba junto a mi amiga en su Mercedes, un carro de esos de lata fuerte, quizá eso nos salvo la vida". 
El accidente acaeció en 1975. Fue un fuerte golpe para Lolita. Sus dos hijos estaban pequeños. Ella siempre creyó que pronto se repondría y volvería al aula, pero el destino le tenía otro camino a Lolita, el de rescatar y perpetuar las Leyendas del Táchira, el libro más leído y querido de los niños de este estado andino. 

Y desde ese día Lolita empezó una nueva batalla, pues era conocer el mundo de nuevo sin mirarlo, ella comenta que una tarde su padre le leyó un libro: “La revolución de la inteligencia”, y que esa lectura le marcó y le señaló que su vida aún no había terminado. En dos años aprendió Braille. Y luego empezó un proyecto que hoy sigue cosechando, la compilación de la tradición oral y llevándola al papel, como si su mensaje fuese: “Lo escrito no se lo lleva ni el viento ni el olvido”.

Señala Lolita que una de las primeras leyendas que compiló se la contó el profesor Felipe Guerrero sobre “El Santo Cristo de La Grita” y otra leyenda fue la del “Toro Candela”. Estas dos leyendas le abrieron el camino hacia un mundo paralelo, el de los espantos y aparecidos.

Es a raíz de su accidente que Lolita Robles de Mora inicia su escritura a la nocturnidad, a aquellos seres que caminan en la noche, a los lugares encantados, a los milagros que nacen de los santos del pueblo, al encuentro de botijas y morocotas, al encuentro con el diablo, las brujas y otros seres que caminan en los lugares más distantes del Táchira. Para este nuevo proyecto de textos de Castellano y el de la compilación de relatos orales contó con el apoyo de su esposo, quién le compró equipos, y Lolita se convirtió en una radioaficionada, también comenzó a escribir libros de Castellano y Literatura para cada uno de los grados de bachillerato y sus textos se convierten en consulta obligada en todo el país.

Cuenta con más de veinte publicaciones entre ellas: obras y estudios de Castellano y Literatura para Educación Media y Ciclo Diversificado; Leyendas del Táchira, tradición tachirense que publicó a través de los cuadernos del Grupo Parnacillo en 1993; obras sobre temática indígena que son mitos, costumbres y tradiciones en Venezuela; libros juveniles donde presenta veinte historias que habla de Leyendas de Venezuela, desde la aparición de la Virgen del Valle (1542) hasta la más reciente Virgen de Betania.

Esta artista a pesar de no ser tachirense toma como inspiración nuestro estado y no sólo le escribe a Táchira sino que también a Venezuela a la que aprende a valorar como si fuera su propio país. Con Lolita la leyenda vuelve a inundar la fantasía de finales del siglo XX. Es una de las escritoras de la actualidad venezolana que escribe sobre la nocturnidad y el horror de los espantos y aparecidos de Venezuela. Lolita ha dedicado gran parte de sus estudios e investigaciones a la Tradición oral en Venezuela, y especialmente la de nuestras culturas aborígenes y leyendas del Estado Táchira.

Lolita Robles de Mora cuenta en la actualidad con aproximadamente 86 obras escritas, divididas entre libros de texto de: Castellano y Literatura, lecturas para niños, mitos y leyendas, lecturas ecológicas y guiones cortos para Televisión. Entre sus obras publicadas tenemos:


• Leyendas del Táchira I, II, III y IV
• Leyendas y Mitos Aborígenes de Venezuela
• Leyendas de Venezuela
• Leyendas de Espantos y Aparecidos
• Caminos de Leyendas: Tradición Oral en el Táchira
• Leyendas de la Ciudad de San Cristóbal
• Mitos y Leyendas de Venezuela
• Los Barí, Habitantes de la Serranía
• Carrao y Mayalito, Tradición del Estado Apure
• Los Wayúu, Caminos de la Guajira
• Pompas de Jabón (Literatura infantil).
• Caminos de la montaña.
• Caminos de Las Palmeras.
• Carrao y Mayalito.
• Cuentos de animales exóticos.
• El oso frontino.
• Gallito de las rocas.
• Mensajero del sol.
• El juego de las nutrias.
• El tucán solitario.
• Delfín rosado vuelve a casa.
• La cola del oso hormiguero.
• El venado encantado.
• El jaguar solitario.
• El concierto del Turpial.
• La casa de Martín Pescador.
• El pájaro carpintero.
• El señor de la selva.

Ha publicado también en periódicos y revistas. Miembro de la Peña Literaria Zaranda. Miembro de la Peña Literaria Manuel Felipe Rugeles. De 1991 a 2004 vice-presidenta de la Asociación de Escritores del Táchira y vice-presidenta del Encuentro Colombo-Venezolano de Escritores. Fundadora y Presidente de 1997 a 2004 del Fondo Editorial Tontuna y bajo su dirección se publicaron 27 libros en su mayoría de autores tachirenses.

Todos los textos de Lolita han sido escritos por sus manos. Hoy señala que esta aprendiendo a usar el computador, pero que aún sigue pasando sus relatos en una Maquina de Escribir, con una persona que le lee para que ella escriba y luego se hacen las correcciones. Sólo en un texto ha realizado autobiografía como ella señala, en un cuento intitulado "Destellos azules", donde se relata como ella recobraba la vista en un amanecer.

En su biblioteca borgiana, hecha de laberintos y leyendas esta el objeto con el que ha escrito todos sus textos, cubierta con una manto de semicuero, se trata de su máquina de escribir. Así mismo otra serie de textos inéditos que reposan para en un futuro ser publicados. Heredó de su padre la profesión de maestra y nunca ha dejado de serlo. Es una de las más prolíficas escritoras del país, superando los 80 textos de su creación, algunos inéditos, sin contar esos muchos que aún tiene proyectados construir desde su antigua máquina de escribir. 

La prof. Ruth Oliver del Liceo Gonzalo Méndez le preguntó en esta entrevista que si nunca había tenido ese acercamiento con algún ser de los que describe en su narrativa y ella señala que no, que todas "esas experiencias las ha tomado de los que les ha pasado a otros en noches y lugares inciertos”.

* EL SANTO CRISTO DE LA GRITA

El sonriente valle fue sacudido violentamente en 1610. La ciudad próspera, la “Atenas del Táchira”, se vio derruida y bajo sus casas sepultados centenares de habitantes. Del antiguo centro de la ciudad, hoy Plaza Jáuregui, no quedó nada. Sus casas coloniales de bahareque se vinieron al suelo en su mayoría. De Norte a Sur se abrió una enorme grieta, que en muchos puntos, años más tarde, construyeron puentes para unir las calles.

Una vez pasada la confusión, los padres misioneros se retiraron a una ermita en la colina “Tadea” y allí vivieron por espacio de varios años. Cultivaron la tierra y ejercieron su ministerio sagrado.
Fray Javier, alto, de espaldas anchas y musculosas, además de sacerdote, era agricultor, poeta y artista. De edad mediana, tenía gran entusiasmo y vitalidad. Parecía incansable. Después del terremoto se le veía en todas partes: ayudando a los heridos, socorriendo a los damnificados, administrando los sacramentos, hablando y dando consuelo a los afligidos, enterrando a los muertos, su figura amable y bondadosa era parte de la ciudad.

Desde el terremoto pensó en tallar una figura de Cristo que fuera el guardián de la ciudad y la protegiera de todos los males. Varios días estuvo madurando su idea. Trazando esquemas imaginarios antes de comenzar la obra. Una vez que la tuvo concebida empezó el trabajo. Había pensado en un Cristo doliente, humano, de cara alegre a pesar del sufrimiento. Sus conocimientos de anatomía humana le sirvieron para ir tallando parte por parte todo el cuerpo. Los músculos, las venas, las heridas, fueron surgiendo con gran realismo hasta llegar a su rostro. Tuvo gran dificultad para tallar el rostro. Primero le salió muy triste, y él, a pesar de que debía reflejar dolor, no lo quería así. Lo talló de nuevo, le salió muy feo, no inspiraba devoción. Lo intentó de nuevo, pero tampoco pudo realizarlo como el quería. Al fin, desesperado, dejó el trabajo inconcluso.

Fray Javier paseaba con preocupación por el huerto con las manos atrás. Sus pasos eran nerviosos. Su rostro se veía surcado por varias arrugas. Sus hermanos franciscanos lo miraban y se daban cuenta de su inquietud, pero no decían nada, sabían que de un momento a otro le llegaría la inspiración y realizaría su obra.
Tenía muchos días que dormía mal, Soñaba con un bello Cristo que estaría en la nueva iglesia protegiendo a La Grita y a sus habitantes. Pero su Cristo permanecía inconcluso en el estudio. Sólo era un sueño.

Una noche escuchó un concierto de cuerdas, era una bella sinfonía interpretada por manos magistrales. Creyó que estaba soñando y dio media vuelta para acomodarse mejor en su cama. Se dijo:
- No estoy soñando, estoy despierto, pero ¿de dónde viene esa música celestial? Fray Luis toca bien el violín pero son muchos instrumentos: violines, arpas, bajos, contrabajos y guitarras. ¿Dónde cabe tanta gente?

Después de muchas cavilaciones. Fray Javier decidió averiguar la procedencia de tan inefable música. Se vistió y salió muy despacio de su celda. Orientado por la música llegó a su estudio.
Escuchó un golpeteo rítmico, como si trabajaran con el formón y la gubia. Cada vez los golpes se hacían más claros. No cabía duda, alguien estaba trabajando. Se detuvo antes de llegar a la puerta.

De la habitación salía una suave luz blanco-azulada. Contuvo la respiración. El corazón parecía saltársele en el pecho, sus movimientos eran muy acelerados. Dos pasos más, estaba en el umbral. Lo que vió le impresionó sobremanera a la vez que una dulcísima sensación lo invadió. Sin atreverse a entrar en el recinto miró su Cristo. Un joven de cabellos largos, de facciones hermosísimas y de túnica celeste, estaba dándole forma al rostro. No quiso interrumpir y muy despacio se retiró del aposento.

Fray Javier se levantó con el alba y pensó en el Cristo. En ese momento no sabía distinguir si había tenido un sueño o si era realidad. Impulsivamente se dirigió a su taller y allí contempló extasiado la obra del ángel: un rostro hermosísimo entre alegre y triste. Era tal como él se lo había imaginado. Se postró de rodillas y oró largo rato.

Los misioneros y la feligresía lo felicitaron por la obra. Él les contaba lo del ángel y nadie lo creó, le decían que había soñado.
Poco tiempo después al terminarse los trabajos de la iglesia en el centro de La Grita, se instaló el Santo Cristo, que desde entonces es el guardián de la ciudad. A este Cristo milagroso acude gente de todas partes a postrarse a sus pies. Su imagen es querida y venerada por los gritenses, que todos los años, el seis de Agosto, celebran con gran pompa y entusiasmo sus fiestas patronales.

NOTA DEL TRANSCRIPTOR: El terremoto ocurrió el 3 de febrero del año 1610 (día de San Blas) y es el primer movimiento sísmico importante históricamente registrado para el Occidente de Venezuela; reportado en las Crónicas de Fray Pedro Simón (Noticias Historiales de Venezuela), que visitó La Grita, dos años después (1.612) de la tragedia.

* El Toro Candela

El pueblo estaba de fiesta. La gente del lugar lucia sus mejores atuendos para asistir a la misa solemne en honor de la patrona. Un grupo de jóvenes charlaba alegremente a un lado de la plaza.

– ¿Qué les parece el cartel de hoy? – preguntó Pancho.
Promete ser una tarde brillante. Los matadores son valientes y de renombre. Respondió El Chinchurria.
En ese momento vieron venir a su amigo Toño, que pálido y lleno de moretones cruzaban la calle.
– ¿Qué paso? – preguntaron en coro.
– Casi nada, necesitaba dinero y quise probar fortuna con El Toro de Candela, ya ven, me arrastró y me dejó maltrecho.
– ¿Y fuiste solo?
– ¡Claro, pues con quien iba ir! Ustedes saben que el toreo se me da bien, pero fue imposible, nadie puede con las arremetidas de ese toro.

Quedaron silenciosos, indiferentes al bullicio del pueblo en fiestas, los ventorrillos, los juegos de envite y azar, el parque de atracciones mecánicas, la gente que se agolpaba para ver la procesión. Ellos permanecían impasibles. Seguían conversando. Pancho no escuchaba los comentarios de sus amigos. Pensaba en la forma de enfrentarse al toro. Alto, delgado ágil y joven, había probado muchas veces la tienta en corrales del matadero y en las haciendas de sus amigos. Su valentía y donaire lo hubiera llevado muy lejos si sus padres se lo hubieran permitido. Trabajaba y estudiaba y no le quedaba mucho tiempo para esos menesteres, pero… Mañana sería rico y seguiría su vocación, sería famoso.

Por su parte El Chinchurria estaba en similares cavilaciones. Esperaría a que finalizara la corrida y hablaría con el triunfador de la tarde. Irían los dos en la noche y torearía al «Candela», luego, repartiría los doblones.
Tarde de sol, arena y alegría en los tendidos de la plaza improvisada. Arte y valentía, gracia y emoción en la tarde taribense. El triunfador Paquito dio vueltas al ruedo mostrando sus trofeos ante las ovaciones de los aficionados.

El Chinchurria fue al hotel y espero la oportunidad de hablar con Paquito. Se pusieron de acuerdo y a las doce de la noche irían a la hacienda de los Martínez.
La hacienda de los Martínez estaba situada en las cercanías de Táriba. Amplio valle dedicado al pastoreo, rodeado de frondosos árboles. Más allá una pequeña quebrada surtía de agua la hacienda. Al fondo las montañas.

Un viejo samán sobresalía entre el grupo de árboles. Frondoso y corpulento extendía sus ramas en todas direcciones, bajo ellas, apenas se coloca unos rayos de luz.
Se decía que el pie de ese samán estaba enterrada una paila con doblones de oro y que para encontrarlos solo se necesitaba darle dos lances al Toro de Candela.
Todo el que necesitaba fortuna intentaba esta empresa pero fracasaba al primer lance.

Pancho llego jadeante. Los tres kilómetros hasta la hacienda los había hecho corriendo. Se sentó a descansar en una piedra cercana a las raíces del samán. El silencio, la brisa fresca que movía las ramas de los árboles, los suaves rayos de luna, y sobre todo, la soledad, lo hicieron estremecerse. A lo lejos en la casa grande dormían sus habitantes y de vez en cuando ladraba un perro.

Desdobló con mucho cuidado su raído capote. De pronto sintió ruido. Rápidamente extendió el capote y se dispuso a jugar su suerte. Quedo atónito: cruzando el valle venia un hermoso toro cobrizo que con los rayos de la luna parecía despedir fuego. No cabía duda, era él.
Lo esperó con el capote extendido, dispuesto a sacarle lances, lo haría con arte. Se acercó, él junto los pies y extendió los brazos sin moverse del sitio. Adornó con el capote una manoletina, y, cuando se disponía a sacar el segundo lance…, perdió la noción del tiempo…
Sudando, a pesar del fresco de la noche, llegaron Paquito y El Chinchurria. Buscaron el samán.

Esperarían la oportunidad para torear al Toro de Candela, con dos buenos lances serían ricos. Aquel no se hizo esperar… Al poco rato sintieron un ruido de cascos…
– ¡Es él!, dijo El Chinchurria.

Y efectivamente, un toro de ojos centellantes, de piel brillante y cobriza, se acercaba vertiginosamente. Paquito extendió rápidamente su capote, para un torero como él sería muy fácil adornarse con un flamante capote y hacer dos lances.
Con garbo movió el capote como en sus mejores tardes. Un lance por chicuelinas perfecto y torero, y cuando iba a dar el segundo, se le enredo el capote y cayó al suelo. El Chinchurria miró despavorido. El fulgor de los ojos del toro lo petrificaron. La bestia desapareció. Sobrecogido de terror, El Chinchurria llamo a Paquito y corrieron hacia la salida de la hacienda. En su carrera tropezaron con Pacho que gritó asustado al despertarse de su desmayo. Los tres corrieron hasta llegar al pueblo. Jadeantes sudorosos y asustados se sentaron en un banco de la plaza. Mudos y pálidos no podían hablar de miedo. Aun veían la figura corpulenta y cobriza del toro de candela, parecía como si los ojos del toro aun estuvieran lanzando llamaradas.

Año tras año se sucedieron hechos semejantes y no era raro que cuando veían a alguien pálido o maltrecho le preguntaran con malicia.
– ¿Estuviste en la hacienda de los Martínez?
Con el tiempo la leyenda del Toro de Candela se fue olvidando. No sabemos que le ocurrió al samán y si todavía conserva entre sus raíces la paila con los doblones de oro guardados celosamente por el Toro de Candela.


El encadenado de Michelena

Volví a Michelena después de muchos años: las calles empedradas habían desaparecido, las casas y las plazas estaban diferentes, el tiempo lo había cambiado todo. Mi abuelita, a pesar de sus años lucía ágil y bella con su color de nube. Se movía de un lado para otro dando órdenes y arreglando la casa, me dijo:

– ¡Estoy muy contenta! Marta, no te imagino lo feliz que me siento.
Le di un beso y suspiré:
– ¡Ha pasado tanto tiempo…!
– Sí, mijita, todo ha cambiado…
– Abuelita, me quedaré aquí, no quiero regresar a la capital, me trae malos recuerdos…

La abuela y yo hablábamos de todo, estaba decidida a trabajar en esta tierra.
Una noche de plenilunio me asomé a la ventana:
¡Qué noche tan hermosa!, todo está iluminado tenuemente; la calle, las montañas lejanas y las casas, pero hace frío.
Cerré la ventana y me senté al lado de la abuela y ella, con su sonrisa bonachona me hablaba de la gente del pueblo. De pronto la luna se ocultó detrás de unas nubes y el patio se oscureció. De la parte alta llegaba un ruido como de algo que se arrastraba.

– Viene de arriba, del cementerio… – la abuela comentó.
– ¿Qué es?
– ¡Calla!
– ¿Por qué?
– Calla un momento.

Se acercaba… En la calle desierta se oyó un fuerte ruido impreciso, parecía que alguien arrastraba cadenas, luego se fue alejando… se dirigía a Santa Rita… Muda y asustada miraba la abuela, ella comprendió mi inquietud:

– Es El Encadenado.
– ¿El Encadenado?, por favor, dime quién es.

La abuela con voz pausada comentó:

Hacía 1925 vivía por estos lados un joven buenmozo y enamorado. Además de María Eugenia, su novia oficial, tenía otros amores. Por culpa de los chismes, el padre de María Eugenia entró en cólera y una noche cuando José iba a visitar a su novia, lo esperó con un garrote y lo persiguió por todo el pueblo dándole garrotazos hasta que cayó. Pasaron los años y una noche cuando los vecinos platicaban a la puerta de sus casas vieron venir calle abajo a un encapuchado con túnica negra. Sus ojos refulgían como luces y de sus brazos en cruz pendían unas largas y pesadas cadenas que se arrastraban chocando con el empedrado. Cuando llegó hasta aquí fue creciendo y tomando grandes dimensiones. Los vecinos asustados se encerraron en sus casas y dejaron atrás alpargatas, sillas, banquetas y sombreros, mientras, la figura gigantesca se perdió en la noche.

– ¿De verdad?
– Sí, Marta, pero eso no es todo. La figura de El Encadenado siguió apareciéndose año tras año en los días cercanos al aniversario de la muerte de José.
– ¿Y qué dice la gente?
– Que es el alma en pena de José, que no debe asomarse a la ventana ni a la puerta, el que lo hiriera, se convertirá en gato negro. Por aquí lo llaman “El Encadenado”. Ese fue el ruido que escuchamos hace rato.


El cementerio de Palmira

En una calle en las afueras del pueblo, que a pesar de estar asfaltada presenta muchos huecos
y desniveles, está el cementerio, un lugar tétrico rodeado de un muro de tierra pisada, medio derruido y apuntalado en algunos lados con columnas de cemento. Del interior, sobresalen por las altas paredes sin pintar: pinos tristes, árboles ornamentales y enredaderas. La gente del pueblo no transita por esta calle, aunque tarden más, dan la vuelta y pasan por otro sitio. Si por casualidad tienen obligatoriamente que cruzar este paraje lo hacen en grupo. Dicen que salen espantos de día y de noche. Esto corre de boca en boca y cuando llega al pueblo de Palmira un nuevo habitante, enseguida lo ponen al corriente de la situación.

Juana Carvajal acaba de llegar al pueblo con su familia. Ya le han comentado lo del cementerio. Pero ella está urgida y hoy, a más tardar, tiene que atravesar la peligrosa calle y no encuentra otra salida que hacerlo sola. Está asustada.
Son las seis y media de la tarde y comienza a oscurecer. Apenas unas luces rosadas se ven hacia el oriente. Juana mira para todos lados; la calle esta desierta. Se alegra porque en su misma dirección viene un caballero de porte distinguido. Se acerca. Ella lo espera y le dice:
- ¡Buenas tardes!
- ¡Buenas tardes!
Juana lo mira tranquila. Su rostro de edad madura inspira confianza. Para su edad resulta interesante. La señora se coloca al lado del caballero y caminaban juntos. Ella entra en confianza y le dice:
- ¿Vamos en la misma dirección?
- Sí.
- Yo no me atrevía a pasar sola la calle. Menos mal que vino usted.
- Si, nos acompañamos mutuamente.
- Yo no quería pasar sola. ¿Sabe por que?
- ¿Por que?
- Por temor a los espantos. ¿Usted no le tiene miedo?
- No, ahora no les tengo miedo, cuando estaba vivo sí


Mitos y Leyendas de Venezuela - Lolita Robles de Mora by Luis E Orozco L


Leyendas Del Táchira - Parte I by noirapadronh