EL OXÍMORON JUDEO-CRISTIANO
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Tras escuchar las opiniones y sugerencias de algunos seguidores hemos decidido editar (aun siendo conscientes del riesgo que ello implica) un artículo sobre el oxímoron del judeo-cristianismo.Este texto está especialmente dirigido a aquellos que aún dispongan del tiempo, ganas y entereza, necesarios para zambullirse en la antesala de los subterráneos anímicos del caos que nos amenaza.No es su lectura lo que les conmoverá, sino la reflexión que de ella se haga.
I
El término judeocristiano, tan asumido hoy en día, sonaría contradictorio ante los oídos de San Juan Crisóstomo (como con otros muchos de nuestros antepasados), quien consideraba, en sus homilías “Adversus judaeos”, que “Ningún judío adora a Dios" y en sus sermones denunciaba a los cristianos judaizantes. En cambio, debido a una coyuntura históricamente reciente, difícil se nos presenta hoy, poder separar el Cristianismo del Judeocristianismo. Este término, expandido ampliamente tras la guerra mundial del 45, supuso un estigma aplicado, forzadamente, sobre el cristianismo. Este significativo hecho se sumaba a otros innumerables gestos y actuaciones que, subliminal e históricamente, fueron ocultando y apagando, aquella fuerza que protegía a los cristianos de las artimañas del Astuto.
¿Cuál sería, entonces, la línea divisoria existente entre el cristianismo y el judeocristianismo? La respuesta a esta pregunta es muy amplia, y se requeriría un largo estudio para poder desmenuzarla en sus detalles, algo que supera las pretensiones de este texto, Brevemente, podemos empezar con algunos aspectos que son fáciles de contrastar:
1-El Pecado Original
En la Torah judía (implantada posteriormente en el Pentateuco de la biblia cristiana), se nos insiste en que el pecado original reside en la fruta del conocimiento o sabiduría del Bien y el Mal. En cambio, San Antonio Abad (Siglo IV), desde el tronco cristiano más puro, en su texto Advertencia sobre la índole humana y la Vida Buena, no ve ningún impedimento moral en decirnos:
"Dios ayuda a eliminar la malicia de los hombres, ventajosamente, al darles intelecto, sabiduría, discernimiento y Conocimiento del Bien y el Mal, a fin de que éstos puedan rechazar la mentira, conociendo cómo ésta les perjudica".
O sea, el fruto de la sabiduría del Bien y el Mal (según la Torah judía, incorporada en el Génesis), es el pecado original, mientras que, para el cristianismo, el fruto de esta sabiduría es un don de Dios, que nos permitiría ver las astucias y engaños del diablo y rechazarlas. Es decir, para el cristianismo, sin esa sabiduría somos incapaces de ver los engaños del Diablo, y, por ello, caemos fácilmente bajo su seducción. Al reflexionar sobre esto, podemos imaginar por qué el padre de los hijos del diablo (Jn 8:44) 1, prohibió, bajo pena de muerte, probar ese fruto.
2-El carácter del Principio u Origen
Hay muchos aspectos por los que se podría considerar al judeo-cristianismo como lo contrario al cristianismo, pero, el más llamativo quizá sea su concepción del Origen o Principio. Debemos entender que Dios es el Origen o Principio de todo. También podemos considerar que, la descripción que cada texto sagrado hace de Dios, es la forma en que se define la singularidad de cada religión. En la Torah (Gen 1:2) se habla de que en el Principio 2 había un Caos y Tinieblas que se cernían sobre la faz del abismo. En cambio, en el evangelio de San Juan, se dice: “En el Principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y Dios era el Verbo” (Jn 1:1). Siendo Verbo la traducción que se hizo de Logos en el texto griego original. Y siendo el Logos la Sabiduría originaria, unida al entendimiento. Si reflexionamos y discernimos, en un diálogo honesto, podríamos ahondar y preguntarnos por las causas de ¿por qué esta contradicción ha sido esquivada por nuestros libros de texto contemporáneos?
3-El Principio y el Pecado original
Para el cristianismo, sólo cuando alcancemos el Logos (Verbum) y el intelecto 3, podremos adquirir la sabiduría para poder discernir el Bien y el Mal. Siendo esto lo que nos permitiría conocer las astucias del diablo, antes de caer en sus redes. Parece evidente que, sin esa preciada sabiduría, nos sería imposible ver las trampas que subyacen a las estrategias del Astuto. También es evidente que esa capacidad se ha ido destruyendo en las últimas décadas, en un proceso exponencial. Con el auge del relativismo, el igualitarismo y la intencionada destrucción de la creatividad y el intelecto (impuesta en nuestros centros de aprendizaje obligatorio, macerada mediáticamente y favorecida por el desarraigo cultural y familiar), las barreras que nos impiden recuperar nuestra relación con lo sublime, se han hecho aún más infranqueables. Tras reflexionar y ver lo absurdo de considerar a la sabiduría del Bien y el Mal como el pecado original, ¿cuál sería, entonces, el verdadero pecado original?
Un planteamiento más coherente, reflejado en nuestra tradición cultural, nos plantea que el pecado original surge tras un pacto (subyacente) con hechizo de las apariencias 4, que nos arrastra, desde tiempo inmemorial, hacia las emociones (deseos y rechazos) que nuestro ego genera. Estas emociones vienen respaldadas y legitimadas por nuestro orgullo y vanidad. Ese orgullo y vanidad (que impregna nuestra vida y determina nuestro destino) sería el pecado original, según el cristianismo. Ya que, al pretender ser creadores de nosotros mismos, subyacentemente, nos enfrentamos y negamos al Creador 5.
4-Humildad, Valentía y Cobardía
Este pecado mencionado, tiene los recursos suficientes para impedir que surja esa humildad que nos permitiría el acceso a la sabiduría (que fue prohibida en la Torah) del Bien y del Mal. Es necesaria mucha humildad para poder aceptar el caos que subyace a la actual conciencia, necesitada de evasiones constantes. Pero para consolidar esa humildad, se requiere de una valentía noble y honesta, que hoy ha sido ignorada por la cobardía o suplantada por la bravuconería.
Se hace evidente que, sin esa valentía genuina, jamás podríamos enfrentar ese caos y tinieblas que subyacen a la conciencia actual. Este caos se oculta tras una ridícula y cobarde actitud, que nos obliga a huir de nuestras interioridades. Y esa huida es lo que legitima esa incesante búsqueda de placer y comodidad, que sostiene el actual sistema productivo que devora nuestra alma. Esta huida tiene un origen y unas consecuencias. No olvidemos que fue, al huir cobardemente de ese caos y tinieblas, cuando el pueblo elegido se vio obligado a perseguir un inverosímil Paraíso Material (Terrenal) y a enajenar y someter a los otros seres, tal como les ordenó su Dios, y así fue reflejado en la Torah (Gen 1:28) 6. Cristo, en cambio, al expulsar a los mercaderes del templo (de la sacralidad interior) nos enseñó ese tipo de valentía, tan necesaria para expulsar esas tendencias codiciosas, internas y externas, que parasitan nuestra conciencia.
Al ser, esta valentía, un gran peligro para aquel plan originario de sometimiento y enajenación, que hoy nos arrastra, las estrategias que se han utilizado para destruirla han sido múltiples:
1- Siendo ocultada y suplantada por la rabia, el victimismo y el rencor. De esta forma se enceguece el intelecto, permitiendo que se cometan graves errores.
Tengamos en cuenta que bajo esa ceguera cualquier sublevación podría ser infiltrada y destruida con divisiones ideológicas y rencores. También podría ser ridiculizada y demonizada, mediáticamente, ante el resto de la población.
2- Introduciendo una flácida moral buenista, con la que se oculta esa cobardía que los deseos de confort y placer incentivan. Esta eficaz cobardía, disfrazada, es imprescindible para que prolifere la mentalidad de ganado.
3- Tergiversando el lenguaje. Para comprender esto, veamos algunos ejemplos:
a)- Se utiliza torcidamente la frase de Cristo “pon la otra mejilla”. Esta expresión hace referencia a eludir confrontaciones y discusiones iracundas con quienes carecen de entendimiento. Nos dice que no nos permitamos caer en las redes del ego, al enzarzarnos en inútiles discusiones.
b)- El uso de término mansedumbre en lugar de apacibilidad. El término mansedumbre expresa un sometimiento, comprensible cuando uno se dirige hacia Dios, pero insostenible cuando se hace hacia este mundo. Tengamos en cuenta que también es utilizado para la domesticación del ganado. Esta utilización del término nos haría incomprensible la expulsión de los mercaderes del templo o las confrontaciones de Jesús con los judíos.
El término apacibilidad, en cambio, se refiere a la actitud adecuada y necesaria para vivir cristianamente y luchar, con esa espada que Jesús vino a ofrecernos (Mt 10:34) 7.
c)- La utilización que se ha hecho del término apatía (extraído de la apatheia cristiana) juega un papel subyacente que determina una actitud indolente. La Apatheia es el término utilizado por los Padres de la Iglesia, para referirse a la impasibilidad, obtenida como logro de su práctica espiritual. Su similitud con apatía, tiene unas connotaciones perversas, al igual que lo tiene escatología u otros muchos términos semejantes.
Entendido esto, y viendo cómo las actitudes cristianas originarias suponían un grave peligro para aquellos planes mencionados, se comprende por qué el cristianismo ha sido (y es) odiado, atacado, suplantado y ridiculizado por sus enemigos (hoy dueños del mundo).
La Ira de Yahveh o el Amor de Cristo Otro tema, que quedaría pendiente para una mayor amplitud, sería sobre las innumerables referencias, en el Pentateuco, a la necesidad del pueblo elegido de hacer holocaustos de sangre para aplacar la ira de su Dios. Tras esta búsqueda podríamos comparar, esa ira, con el amor compasivo, generoso y paciente del Dios cristiano. Unos pocos hechos deberían ser suficientes para despertar nuestro apetito indagativo y reflexión sobre estos temas. Por ejemplo: El mismo Yahveh habla de vengar siete veces los ataques que reciba Caín. Luego, el descendiente de Enoc, Lamec, plantea su intención de vengar setenta veces siete las ofensas que le hicieran. Si, además, buscamos el término “Ira de Yahveh”, en la Biblia, encontraremos numerosas referencias como éstas: “Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Yahveh a plena luz del sol, y el furor de la ira de Yahveh se apartará de Israel.” Números 25:4
“Y los apacibles rebaños son devastados por el furor de la ira de Yahveh.” Jeremías 25:37
Si lo contrastamos, veremos que, en el evangelio, Cristo nos habla de amar a todos, incluso a nuestros enemigos, como Él nos ama.
Quien tenga oídos para oír, que oiga
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1 “Sois hijos de vuestro padre el diablo y queréis hacer sus deseos. Él fue un asesino desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de la mentira”.
2 El Principio u Origen de todo es Dios, en todas las tradiciones espirituales.
3 “El intelecto estable y amante de Dios es un medio y un camino de ascensión hacia Él.” “Dios nos ha dado la racionalidad (el intelecto) para discernir lo que es bueno para el alma.” “Dios ha dado al hombre la libertad de elegir entre el Bien y el Mal, donándole el intelecto.” -San Antonio Abad-
4 El Pacto con el Diablo ha sido un término utilizado en nuestra tradición y literatura para definir la caída en el pecado. Pongamos por ejemplo a Fausto, de J. W. Goethe.
5 “…se enorgulleció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu resplandor…” (Ez 28:17).
6 “Creced y multiplicaos, someted y sojuzgad a todas las criaturas que nada por el mar, vuelan por el cielo y se mueven sobre la tierra”.
7 “No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada”.
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